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¿Por qué hay tantos problemas en la relación esposo/esposa? ¿Por qué es tan difícil tener un buen matrimonio? Entre los
problemas más comunes en los matrimonios actuales se encuentran:
No tomar el “papel” que le corresponde al esposo (guía amoroso) y a la esposa (ayuda idónea).
Egoísmo, es decir, cada cónyuge busca satisfacer sus propios intereses sin pensar en el bien del otro.
Rencores y resentimientos (guardados por largo tiempo) que se convierten en amargura.
Infidelidad matrimonial.
El verdadero problema es que los cónyuges somos gente pecadora. Los problemas del matrimonio son, sin duda alguna,
problemas del pecado, es decir, de nuestra rebelión contra Dios. El pecado es la falta de conformarse a la Palabra de Dios
en nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros hechos. También el pecado es pensar que tenemos el derecho de
hacer con nuestra vida lo que nos dé la gana y actuar independientemente de Dios y de su santa ley. En realidad el pecado
pretende sacar a Dios de nuestros pensamientos y de nuestra vida.
Por lo anterior, notamos que el matrimonio está en apuros y si no sabemos tratar con la tentación y el pecado propio,
nuestra vida y matrimonio irá a “pique”. Entonces para poder mantener un matrimonio saludable, tanto el esposo, como la
esposa necesitan comprender: lo que es el pecado, la provisión de Dios para el pecado en la cruz, y lo que es necesario
hacer cuando se cae en pecado, contra Dios y contra la pareja.
HOY MEDITAREMOS EN LO QUE ES NECESARIO HACER CUANDO LOS CÓNYUGES ESTÁN APRESADOS
POR LOS DESACUERDOS Y LAS RIÑAS, (APRESADOS POR EL PECADO).
4. Estos son matrimonios que se siguen “echando a perder”, acarreando también daños serios a los
hijos. Pensemos: “Nadie peca sin causar daños a terceros”. Ej. Eva y Adán a toda la raza humana
(Ro.5:12); Acán al ejército y pueblo de Israel en la toma de Hai (Jos. 7).
A. Recordemos el sacrificio de Cristo en la cruz por nuestro pecado (Is. 53:3-6; 1 P. 3:18).
B. Si se persevera en el pecado, lo más probable es que el que lo hace no ha venido a la cruz, es decir no
sea salvo en realidad (1 Jn. 2:1-2; 1 Jn. 3:8).
C. Aún la confesión del pecado, siendo ya cristianos, sigue basada en la cruz (1 Jn. 1:7-9)
Esta expresión significa que el cónyuge que falló, no debe tardar en confesar su pecado a Dios, el cuál es
el principal ofendido (Sal. 51:4), ni a su cónyuge, el cual se encuentra herido por las ofensas. El pecado
se debe confesar en cuanto uno se da cuenta que pecó (1 Jn. 1:9).
La confesión del pecado es como recoger algo que se ha dejado caer en el piso.
“Sí uno aprende a recoger inmediatamente las cosas que se han caído al piso, aunque se caigan
cientos de ellas, la casa estará limpia. Pero si se recogen las cosas que tiramos, cada seis meses, el
trabajo de limpieza será abrumador” [Ibíd., p.63] Lo mismo sucede con los matrimonios que han
“dejado lo que tiran al suelo por mucho tiempo” (los pecados sin confesar), entonces cuando ya
quieren recogerlos, el trabajo es abrumador”. Si las hubieran recogido una por una, cuando se
acababan de caer (si se hubieran confesado los pecados) entonces el matrimonio estaría “muy
limpio”, perdonado y sin cuentas pendientes (Mt.18:21-22; Ef. 4:26; Stg. 5:16).
Esposos, seamos humildes y confesemos nuestros pecados inmediatamente para no dañar la
relación matrimonial con la acumulación de los pecados (pecado , sobre pecado) (1Pe.2:1-2)
B. La confesión del pecado al cónyuge requiere “una restitución completa” (Mt. 5:23-24; Stg. 5:16).
¿Cómo podemos tener un buen matrimonio que agrade a Dios y que lo disfrutemos nosotros?
• Reconozcamos la presencia del pecado en la incompatibilidad, desacuerdos, riñas y toda clase de pecado.
• Recordemos que todo pecado se remedia en la cruz de Cristo (la redención obrada por él)
• Restablezcamos la confesión bíblica (pedir perdón y restituir la falta) en nuestro matrimonio y hogar.
INVITACIÓN:
¡Pidamos ahora perdón de restitución a nuestro Dios, a nuestro cónyuge y a quién sea necesario!