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TIME

En la película “El tiempo”, el coreano Kim Ki-Duk, utiliza un escenario llamativo,

una isla - Baemigumi -poblada de esculturas del artista Lee Il-ho. Entre ellas

Kim Ki-Du elige algunas que nos evocan el paso del tiempo, el cuerpo

agujereado, la sexualidad, el dolor y la soledad.

I) EL PASO INEXORABLE DEL TIEMPO

El tiempo es tratado en la película a través de la escultura como ese

inexorable destino de las parejas. Tratado también en la conversación de los

amigos de Ji-woo como un elemento que gasta inevitablemente el deseo

sexual, más no al amor. Este último puede ser sostenido, perdurado, pero el

deseo sexual se eclipsa por efecto de la repetición. El encuentro con lo mismo

aburre dice Seh-He. Ella lee esto en su pareja y para escamotear ese real le

propone que traiga a la escena sexual la fantasía de la presencia de otra mujer,

recurso que logra excitar a Ji-Woo. Así, la angustia de ella se deriva del

encuentro con un real: el goce se desvanece con el paso del tiempo. Lo que en

sus palabras es referido como “ temo que el mismo rostro te aburra".

La presencia invasiva de la otra la lleva a decir: “¿No estoy loca, verdad? ¿Por

qué quiero sacarles los ojos a todas las chicas que te miran? Siento tener
siempre la misma cara aburrida”. “La misma cara aburrida”, significante que

insiste en los labios de Seh-Hee. Lo mismo, lo que deja de causar sorpresa, lo

repetido, lo conocido parece tener efecto en el goce sexual del hombre. Así, el

tiempo, produce un efecto de desgaste a razón de la repetición. Algo se pierde.

¿Qué queda? Teme Seh-Hee que se instale la aburrición, la apatía, la falta de

pathos, de movimiento. Sin vacio, conocido el objeto, se acaba el deseo.

Así, el director nos enfrenta a dos preguntas: ¿Cómo se sostiene el amor y el

deseo sexual a través del paso del tiempo? ¿Qué queda cuando el deseo se

eclipsa? Para Ji-woo lo que permanece es el amor, por ello le dice enfurecido a

su novia convertida en otra: “¡¿Tú crees que yo amo sólo a un cuerpo? Estás

loca!”. Él señala de manera dramática que la merma en el goce no

necesariamente es una resta en el amor.

De igual modo, el director nos propone, a partir del dialogo de una de las

prostitutas, un libro de García Márquez, Memorias de mis putas tristes (2004)

en el cual el amor es el recurso que queda cuando ya no marcha la sexualidad.

En esta novela un hombre de 90 años quiere celebrar su cumpleaños con una

niña virgen de 14 años. Para obtenerla recurre a la dueña de un prostíbulo que

frecuentó durante muchos años.

En el primer encuentro, Delgadina es sedada por la señora para que pierda el

miedo. Entonces, el hombre de 90 años se queda contemplándola. Pasan los

días y ante la imposibilidad de responder sexualmente, se dedica a mirarla,

halagarla, al silencio y a la ternura. Así, termina por enamorarse de ella. El

director nos proporciona este detalle, como si quisiera insistir en la dificultad del
encuentro entre la sexualidad y el amor, y en aquello que si puede perdurar

ante el paso del tiempo.

De igual modo, el director lo reitera cuando los amigos de Ji-woo conversan en

el prostíbulo al decir que es imposible desear a la misma mujer luego de dos

años. El recurso de estos amigos es buscar prostitutas a quienes tratan con

desprecio, no está allí presente el amor, sólo el goce. Aquí aparece hombres

que pueden gozar con las mujeres, y mujeres que quieren ser objeto de goce

de todos los hombres. Quiero llamar la atención en este punto, pues la posición

de Seh-Hee es diferente: ella quiere ser La mujer de un hombre, más no La

mujer de todos los hombres. Luego retomaremos este aspecto.

II. LA METONIMIA DE LA MIRADA

Pero, ¿qué es lo que Ji-Woo mira?, ¿qué busca en cada mujer?, ¿qué le

impide detener su mirada en una? Ya observamos que él puede hacer de una

mujer su metáfora en cuanto al amor, más no en cuanto el deseo sexual, el

cual parece estar librado a cierta metonimia que es precipitada con fuerza por

el paso del tiempo en el vinculo. Ji-Woo, puede amar a una pero, a su vez,

mirar a otras porque quizás todas no están en una. Podríamos proponer que el

hombre quiere hacer existir La mujer entregado a la metonimia que le propone

el goce, hacer existir la mujer sería un modo de escamotear la imposibilidad del

todo.

Este segundo elemento, si bien no es tratado con detenimiento por el director

de la película, puede convertirse para nosotros en igual motivo de

conversación. Y desde allí pensar en las pasiones contemporáneas, en los

modos actuales como nuestra cultura responde a esa dimensión insaciable de


la pulsión: páginas de pornografía en internet, casas de encuentro con

personas desconocidas, lugares donde se pueden realizar todo tipo de

fantasías sexuales con distintas mujeres, bares con prostitutas, entre otros. De

igual modo, comerciales en los cuales los cuerpos de las mujeres son ofrecidos

al lado de múltiples productos, alientan esta dimensión metonímica del goce.

Así, uno se podría preguntar de qué modo la posmodernidad propone modos

de evadir la inexistencia de La mujer, del todo.

III. SER LA MUJER DE UN HOMBRE

Aparece en escena la mirada como objeto de goce, mirar y ser mirada entran

en juego entre un hombre y una mujer. Así, Ji-Woo ama a su novia, pero mira a

otras mujeres. Seh-Hee cree que ya no es objeto del deseo de su amado, y

persigue los objetos de su mirada. Este deslizamiento trae a escena la

presencia de un tercero siempre presente en este vínculo: la otra mujer. No hay

resquicio de la película donde la otra mujer no haga presencia, tanto para Yi-

Woo como para Seh-Hee.

Esa presencia imaginaria qué abre en Seh-Hee preguntas que no cesan:

¿Cómo ser la otra, qué rostro y que cuerpo es preciso tener para causar el

amor y el deseo de un hombre? Preguntas que de algún modo se anudan a

interrogantes como ¿Qué significa ser una mujer para un hombre? ¿Qué

significa un hombre para una mujer? Así, el director nos señala lo incierto,

borroso y angustiante que resulta para un sujeto no saber con certeza qué es

ser una mujer. Pregunta que se intenta responder en tanto se es objeto de la

mirada de un hombre, mirada inquieta que no logra cerrar en Seh- Hee la

pregunta por la sexuación. Pero la pregunta insiste: ¿Cómo ser la mujer, cómo
ser la condensación de todas las mujeres, el punto de parada del goce

masculino?

Dice Lacan “Las mujeres se atiene al goce del que se trata, y ninguna soporta

ser no toda…” (Seminario Aún). Pero hasta dónde es capaz de llegar cada

mujer para evitar ser No-toda, ¿es capaz de bordear el sacrificio? ¿es capaz de

olvidarse de si? La ablación, la cirugía de senos, caderas, estrechamiento

vaginal pueden estar en la misma serie y bajo la misma intención: ser La mujer

de un hombre. En este punto también es importante pensar de qué modo la

estructura psíquica de cada mujer favorece unos modos de relación con el No –

toda, ¿qué sucede en la psicosis, en la histeria, en la obsesión?

Apoyados en Lacan, podemos decir que los sujetos – hombre o mujer-

deberían transitar desde un ser todo hacia un ser no-todo, castración que le

permite menguar el imperativo superyoico de ser el ideal, “delirio de grandeza”,

como lo dice Freud en su texto Introducción al narcisismo, al cual ningún sujeto

quiere renunciar. Así, la cultura parece servirse de esta nostalgia para

proponerles a hombres y mujeres, incomodos con la castración, un retorno a la

completud. El paso por esta operación psíquica dejaría en los sujetos modos

particulares de relacionarse con el superyó, así a mayor prevalencia de lo

imaginario mayor tiranía del superyó a nombre de los ideales. Con ello

podemos afirmar que el superyó en la psicosis causa estragos y aumenta el

empuje a La mujer. Ser la mujer puede ser un ideal que al no ser menguado

por lo simbólico puede convertirse en un delirio, como puede ser el caso de

Seh-Hee quien cree que es otra al hacerse una operación en su rostro y así La

mujer de su hombre.
Seh-Hee intenta ser todas las otras, es decir que el no-toda que puede inscribir

la castración, parece ser escamoteado por ella. Atrapada en lo imaginario, en

la ilusión de ser el yo ideal, no puede aceptar que es una mujer. Ahora bien,

Seh-Hee nos presenta una pregunta que parece insistir en todas las mujeres y

que Virginia Wolff refiere en unos de sus textos de la siguiente forma: “¿Qué

significa ser una mujer? No se, y creo que ninguna llegará a saberlo”.

La ciencia responde esta pregunta con el despedazamiento del cuerpo, para

construir una imagen que las reúna a todas y, así, intentar hacer desaparecer a

las otras. Su ética no va más allá de un consentimiento informado.

Pero el ofrecimiento de la cirugía no logra remediar el drama de Seh-Hee. Lo

incierto, la falta de un significante que la defina como mujer, que la convierta en

La mujer de su hombre continúan sin ser resuelto. Ella dice: “Porque será que

siento vacio y tristeza, ya soy otra, lo tengo a él pero estoy triste”. Así la

transformación en lo real, no modifica otra dimensión del ser en tanto

dimensión indefinible. A su vez, la otra continúa en el vínculo, no se desvanece,

pero ahora esa otra es objeto, ya no del goce sino del amor de su amado.

Nuevamente Seh-Hee se hace una cirugía, quiere ser la que era para

recuperar a su amado, pero ya es tarde, él ya es otro. Ha terminado por

perderlo en su intento desesperado por ser La mujer de un hombre.


Texto elaborado por María Paulina Mejía Correa

Diciembre de 2010

Para comentar película en la NEL.


Notas adicionales:

- ¿Qué características tiene el amor según la estructura?

- ¿Qué relación establece cada sujeto con el ideal y la idealización de

acuerdo a la estructura y cómo se relaciona ello con los modos

particulares de amar?

- El empuje a La Mujer, trata del empuje al TODO. ¿Hay entonces en la

feminidad un empuje a La mujer en tanto no-todo inscrito en la función

fálica?

- El superyó empuja al TODO, así feminidad y superyó del lado del amor

provocan un empuje a La Mujer. ¿Hay entonces en el amor, el cual

requiere de la posición femenina – reconocerse en falta- un vinculo con

la locura, una disposición al sacrificio?

- En la erotomanía, según Clerambault, se oscila entre tres estadios:

esperanza, despecho y rencor. Y además hay una vigilancia continua del

objeto. ¿Es esta oscilación propia de la erotomanía? ¿Es posible

encontrarla también en la neurosis’

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