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Laura Zamudio Pavas

Mi historia literaria, en términos de creación, empieza desde muy pequeña en el preescolar: escribía
libros ilustrados y se lo regalaba a la biblioteca del colegio entre los cuales se encontraban narraciones
de aventuras tipo "En busca del calamar del abismo" de Ángela Posada-Swafford, manuales para
tareas domésticas y guías turísticas. A principios de bachillerato estuve escribiendo para plataformas
digitales como Wattpad (guardé los documentos para revisar mis primeros textos más adelante; eran
una completa basura). Fue en séptimo, específicamente, donde le pedí a mi primer novio que me
regalara "El Amante Japonés" de Isabel Allende solo por el hecho de que me parecía que tenía una
portada muy bonita (estaba también en la etapa de la obsesión por la Segunda Guerra Mundial que
los chicos tienden a tener a veces). El libro, para ese entonces, me pareció absurdo (en el buen sentido,
valga resaltar). A partir de ahí empecé con una racha lectora inconsistente: a veces muy compulsiva,
a veces en un hiato permanente.
En relación a la escritura, me pasé a plataformas como Ao3 a publicar mis textos, donde mi nivel
de escritura mejoró bastante al ser una página mucho más seria y con personas dispuestas a hacer
crítica constructiva de los trabajos; sin embargo, disfrutaba de leer y escribir nada más como un hobby
que no se equiparaba con el entusiasmo que le metía a pintar. Pensé durante mucho tiempo meterme
artes plásticas hasta que cambié de opinión a última hora en once (cosa que mis papás me reprocharon
bastante). Mi profesor de Lengua Castellana siempre me insistió en que mi potencial estaba en
literatura y finalmente le creí. Me empeñé en hacerme una estudiante que mereciera que él me tuviese
estima, por lo que continué leyendo pero ya de manera más selectiva; no solo literatura, sino también
historia, filosofía y ciencias (en especial astronomía y neurobiología). Particularmente el libro que
más me marcó durante ese tiempo fue "El Conde de Montecristo" de Alexander Dumas; quizá por lo
largo e inmersivo, o quizá por los temas filosóficos que trabaja que Jean-Yves Tadié hace bien en
exaltar en la introducción de la edición de Penguin Clásicos. Más adelante mi profesor de voleibol
(que también lee muchísimo, es impresionante. Es como un Samurái: en tiempos de guerra como en
los intercolegiados es un guerrero, pero en tiempos de paz es un literato) me dijo la frase que hasta
ahora me ha ayudado a mantenerme con la literatura frente al Conde: finalmente, Edmundo Dantés
efectuó su venganza, no desde el uso de la violencia, sino desde el estudio, desde el intelecto.
A veces dudo mucho de estar en la carrera por cuestiones de disciplina. Hay mucha gente talentosa
que ha leído más que yo y a veces me deprime mucho. Siento que hubiese destacar más desde las
artes plásticas y constantemente he pensado en cambiarme de carrera (sabiendo que aun así, en la
facultad de artes seguiría comparándome con el resto) pero mis jornadas de investigación histórica y
científica para sacar temáticas y textos narrativos fuera de la norma y el aprecio que le tengo al estudio
de las formas de arte de las culturas me siguen arrastrando, casi que por la fuerza, a seguir en la
carrera. Leer a Borges me motivó también mucho: soy muy afín a las revistas de investigación de las
materias que mencioné con anterioridad así como Borges era afín a las enciclopedias, por lo que su
trabajo me impulsa mucho a seguir aprendiendo de tantas cosas como pueda. El trabajo de Alexander
Von Humboldt también ha sido un motor para poseer tanto conocimiento como pueda e incrustarlo a
la literatura desde la creación y la investigación. Mi historia literaria ha estado llena de altibajos, y
me preocupa no poder vivir de la investigación como me gustaría, pero quiero hacer mi esfuerzo para
ver cómo salen las cosas, así como ver cómo mis amigos salen adelante con lo suyo.

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