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Introducción
“Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que Lo adoren. “Dios es
espíritu, y los que Lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad.” Juan 4:23-24
¿Alguna vez ha tratado de definir lo que es la adoración? Puede ser difícil describir
exactamente lo que significa esta palabra, incluso si usted ha estado participando en ella
durante toda su vida. Normalmente asociamos la adoración con los servicios de la iglesia y
la música, pero ella implica mucho más. Sin lugar a dudas, lo mejor que podemos hacer
para tener una comprensión más clara es examinar las Sagradas Escrituras.
Desarrollo
Es fácil adorar y alabar a Dios cuando todo va bien en nuestra vida, sin embargo los que adoran al
Señor en Espíritu y Verdad nunca se forjan en los oasis o en la quietud, siempre se forjan en las
crisis. A veces tenemos que caminar por desiertos, ya sea enfermedades, crisis financieras o la
partida de un ser querido; y desde esos desiertos debemos alabar a Cristo sin reclamos, sin quejas,
sin dolor. Recordemos que aun en los peores momentos, cuando nos sentimos solos, siempre el
ángel de Dios estará parado entre nosotros y el enemigo, al igual que el ángel no permitió al
ejército del faraón avanzar hacia el pueblo de Israel. Para tener victorias, debemos comenzar por
ser verdaderos adoradores de Su gloria.
“La verdadera adoración fluye de un corazón que procura mantenerse en pie de guerra contra
todos los ídolos que pretenden suplantar a Dios en el trono de sus afectos”.
Serie: Seamos adoradores
La verdadera adoración es netamente un asunto del corazón. Cualquier cosa que alcance
o supere tus afectos hacia Dios es un ídolo. El verdadero adorador de Dios es aquel que
ama a Dios por sobre todo, incluso por sobre sí mismo.
¿Por qué los cristianos ofrendamos con liberalidad y alegría? Porque Dios lo ha ordenado.
¿Por qué vamos a los cultos de nuestras congregaciones? Porque Dios lo ha dispuesto así.
¿Por qué procuramos amar aún a los que nos aborrecen, ultrajan, y persiguen? Porque
Dios ha dicho que así debe ser.
El verdadero adorador de Dios es aquel que ama a Dios por sobre todo, incluso por sobre
sí mismo.
Fácil de sustituir
El primer problema con la adoración verdadera —la que Dios demanda de sus criaturas
racionales— es que es fácil de desvirtuar.
Dios es Espíritu; en un mundo físico, donde hay una multitud de realidades capaces de ser
percibidas tangiblemente por los sentidos del hombre, se hace cuesta arriba habituarnos a
realidades no sensoriales, y peor aún, someternos a tales.
La realidad o naturaleza de Dios es de una dimensión superior a los hábitos humanos, que
son materiales.
Imposible de comprender
“De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal
no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás”, Génesis 2: 16-17.
La caída del hombre es nada menos que muerte espiritual. Esta desgracia implicó
inmediata y automáticamente la muerte espiritual y, como consecuencia y
eventualmente, la muerte física.
El problema
Entonces, aquí tenemos a Dios, el Soberano absoluto del universo y nuestro creador,
exigiendo un asunto imposible:
La buena noticia
Lo anterior es cierto. Dios exige adoración, pero los hombres estamos muertos en
nuestros delitos y pecados. Para nosotros es imposible acercarnos a Él en rendición. La
buena noticia es que Dios tuvo un plan eterno de rescate y salvación: ¡Cristo!
La muerte espiritual del hombre pecador llega a su fin en Cristo. El pecador muerto puede
ser revivido gracias a la fe en Él. La fe, que es un don divino Dada por la acción de su
Espíritu al pecador, es el antídoto contra el pecado; es el elixir de la vida eterna.
Puesto que el hombre es un ser material además de espiritual, Dios en su gracia nos
proveyó de medios sensoriales para comprenderle y amarle a pesar de su absoluta
espiritualidad. Nos dejó su basta creación, por la cual podemos percibir su poder y
Serie: Seamos adoradores
divinidad (Romanos 1:18-21). También nos dio su Testamento por escrito, donde nos
traza pautas indispensables sobre quién es Él, quiénes somos nosotros, qué debemos
hacer y cómo debemos vivir (ver 1 Timoteo 3.15-17). Y como si todo esto fuera poco, se
encarnó en la persona de su Hijo Jesucristo, para que mediante los sentidos podamos
palpar la realidad espiritual definitiva, la divina.
Conclusión
Gracias al evangelio de Cristo podemos ser esos verdaderos adoradores que el Señor está
buscando.