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Junto con el descenso del pesa de la mano de obra calificada de las diversas
categorías de operarios. La situación del grueso de los llamados “obreros
instruidos” –integrantes del sistema de cadena u operadores de máquinas
automáticas- va aproximadamente más y más al nivel de vida de los obreros no
calificados. La desaparición de las diferencias en lo tocante a especialidad,
retribución del trabajo y grado de ocupación ha ocasionado una tendencia a la
restricción de la base social del oportunismo entre el proletario industrial.
Por último, otro de los factores que tienden a reducir el sector de la aristocracia
obrera es la insistente lucha económica del proletariado. El hecho de que ciertas
categorías de obreros disfruten altos salarios no constituye hoy día una prueba
indiscutible de que hayan sido sobornados por la burguesía. Muy a menudo, los
que perciben mejores salarios son los obreros más firmes, más organizados y más
revolucionarios, que arrancan concesiones a la burguesía a través de tenaces
combates de clase. Es evidente que estos grupos de trabajadores no pueden ser
catalogados entre la aristocracia obrera.
Pese a los reiterados esfuerzos de los imperialistas por ahondar la división en las
filas de clase obrera, los efectos de la ideología oportunista sobre la conciencia de
las masas trabajadoras disminuyen constantemente, tanto a causa de las leyes
objetivas del desarrollo de la historia como de la actividad de los partidos
comunistas, encaminada a lograr la unidad de los movimientos obrero y sindical.
Lenin hacia notar que la supraestructura política del capitalismo monopolista era el
viraje de la democracia hacia la reacción política: “A la libre competencia le
corresponde la democracia. Al monopolio le corresponde la reacción política”20
En primer término, la oligarquía financiera dirige sus tiros contra las instituciones
representativas electivas, y trata de privar al parlamento de su principal derecho
que es el de legislar.
El afán que muestran los círculos monopolistas por suprimir las libertades
democrático-burguesas en los países imperialistas y por implantar dictaduras
militares en las naciones que acaban de obtener su independencia, representa
una prueba irrefutable de que la burguesía no está ya en condiciones de seguir
detentando el poder con los antiguos métodos “democráticos” parlamentarios ni de
enfrentarse con el creciente movimiento nacional de liberación. Ello pone al
desnudo la profundidad de la crisis en que se debate la actual sociedad capitalista.
Son expresión concreta de este conflicto todas las formas de putrefacción del
capitalismo contemporáneo, las cuales demuestran que el capitalismo, en su fase
imperialista ha caducado económicamente, que su supresión ha pasado a ser una
necesidad viral no solo para el ulterior avance de las fuerzas productivas de la
sociedad, sino incluso para salvar las fuerzas productivas ya creadas. Pese a esta
necesidad económica, el capitalismo continúa existiendo en numerosos países, y
la exigencia de la ley de la concordancia entre las relaciones de producción y el
carácter de las fuerzas productivas sigue sin cumplirse en dichos países por la
resistencia que oponen las fuerzas reaccionarias de la sociedad capitalista.
En las circunstancias de hoy día, la lucha de clases es cada vez más activa y
tenaz. Esta lucha, con sus múltiples y variadas formas, representa la esencia, la
base del desarrollo social del mundo capitalista. Los economistas burgueses y los
líderes reformistas que la socio democracia pretenden refutar, declarar anticuado
el materialismo histórico cuando afirma la inevitable agudización de las
contradicciones y de la lucha de clases a medida que el capitalismo progresa.
Afirman, sin base alguna, que la sociedad capitalista se ha modificado
radicalmente y que la lucha de clases ha sido reemplazada por “la paz y la
armonía de clases”, por “la colaboración entre las clases”.
También estas argucias han sido desmentidas por la realidad. Pese a la rígida
legislación antiobrera en vigor, el gobierno americano no consigue evitar la
propagación del movimiento huelguístico y de otras formas de lucha de clases. Por
el contrario, la fuerza y las proporciones de la lucha huelguística del proletariado
son ahora mucho más imponentes que antes de la segunda guerra mundial. En el
primer decenio de posguerra, desde 1946 hasta 1955, el número de huelgas en
Norteamérica casi duplico el de decenio de preguerra -de 1931 a 1940-, y el
número de huelguistas fue superior en 2,8 veces, llegando casi a triplicarse la
perdida de días-hombre a causa de las huelgas.
Por otra parte, el dominio del imperialismo en las colonias genera la tendencia
opuesta: la de liberar las fuerzas productivas de la explotación colonial que las
retrotrae. También da vida a nuevas fuerzas sociales como el proletariado y la
burguesía nacional, llamados a realizar esta tendencia progresiva. La exportación
de capitales, base económica de la expansión colonial, acelera el desarrollo del
sistema de producción capitalista en los países económicamente atrasados.
Constituyese en las colonias el proletariado y la burguesía nacionales; crece la
conciencia nacional y de clase; se agita la ola del movimiento revolucionario. La
lucha de liberación de los pueblos oprimidos debilita las posiciones del capitalismo
mundial, convirtiendo los países coloniales de reserva del imperialismo en aliados
de la revolución social.
En las circunstancias de hoy día, las contradicciones entre las metrópolis y las
colonias han asumido un carácter cualitativamente nuevo, que se expresa en el
hundimiento del sistema colonial del imperialismo, cuya caída es tan rápida que,
virtualmente, el sistema político del colonialismo casi ha dejado de existir. En
dieciséis años después de culminada la segunda guerra mundial, sobre la ruinas
de los imperios coloniales surgieron más de 40 nuevos Estados soberanos. Los
años sesenta de nuestro siglo pasaran a la historia como los años del
derrumbamiento total del sistema colonial del imperialismo.
Decía Lenin que en las relaciones entre los capitales monopolista de diversos
países “existen dos tendencias: una que hace inevitable la unión de todos los
imperialistas; otra que enfrenta a los imperialistas entre sí...”24
Han alcanzado gran profundidad las contradicciones entre los países integrantes
de diversos bloques y agrupaciones político-militares. En el seno de la OTAN,
instrumento principal de la política agresiva norteamericana, no cesan las
discordias y los conflictos entre sus miembros.