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Revista Latinoamericana
12 | 2005
Individualismo y bien común: los límites de las
instituciones
Georges Couffignal
Editor
Centro de Investigación Sociedad y
Politicas Públicas (CISPO)
Edición electrónica
URL: http://polis.revues.org/5547 Edición impresa
ISSN: 0718-6568 Fecha de publicación: 17 décembre 2005
ISSN: 0717-6554
Referencia electrónica
Georges Couffignal, « ¿Son gobernables las democracias latinoamericanas? », Polis [En línea],
12 | 2005, Publicado el 16 agosto 2012, consultado el 30 septiembre 2016. URL : http://
polis.revues.org/5547
© Polis
¿Son gobernables las democracias latinoamericanas? 1
Georges Couffignal
1 Después de la “década perdida” de los ochenta*, seguida de otra con un fuerte crecimiento
económico (los noventa), ¿será la primera década del nuevo siglo en América Latina,
aquella de “la ingobernabilidad”?1. Hace diez años, la mayoría de los análisis señalaban la
ejemplaridad de la conjunción entre democratización y crecimiento económico. Después
de la “transición” exitosa a la democracia, los ingredientes necesarios para su
“consolidación” parecían haberse reunido: adopción de nuevas constituciones, creación
de instituciones independientes para controlar los procesos electorales, reforma de los
aparatos judiciales, sometimiento de las fuerzas armadas al poder civil, emergencia de
nuevas elites, transformación durable de las estructuras económicas, puesta en marcha de
las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la banca mundial. Sin
embargo, la región –por el contrario– aparece hoy inestable política y económicamente,
no habiendo logrado deshacerse de sus viejos demonios populistas ni entrar en el círculo
virtuoso de desarrollo.
2 Desde el retorno a la democracia, durante los años 1980 y el 2003, ocho países han visto a
su(s) presidente(s) obligado(s) a abandonar el cargo antes del fin de su mandato, como
consecuencia de procedimientos de destitución o de manifestaciones de desconfianza
expresadas en la calle: Guatemala, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Brasil y
Argentina. Todas estas crisis, hecho inédito, se resolvieron aplicando los procedimientos
previstos por las constituciones, a veces con fuertes presiones internacionales (en
particular latinoamericanas) para impedir el abandono del modelo democrático. Por el
contrario, el golpe de Estado abortado en los inicios del año 2002 contra Hugo Chávez en
Venezuela señala, posiblemente, un cambio de actitud. Los Estados Unidos casi lo
aprobaron, mientras que Europa y la mayoría de países latinoamericanos se mostraron a
la vez molestos y comprensivos respecto de los golpistas.
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3 Asimismo, desde hace una década, las crisis económicas se sucedieron con una amplitud
creciente: México en 1994-1995. Brasil, 1998, Argentina en 2001-2002, Venezuela en 2003,
cada vez con repercusiones negativas para los países vecinos. Esas crisis siempre se
resolvieron con un empobrecimiento de las clases medias y las capas populares, con
fenómenos de exclusión que, desde mediados de la década pasada, llegaron a ser
inquietantes para la gobernabilidad de esos países.
4 ¿Cómo sorprenderse entonces que el apoyo masivo a la democracia de los primeros años
que siguieron a la caída de los regímenes autoritarios, sea hoy tan débil? Una encuesta
realizada en el 2001 por Latinobarómetro2a 18.135 personas, resulta reveladora. Hasta el
año 2000, más del 60% de la población expresaba su apoyo a la democracia. En el 2001, ese
porcentaje cae al 48%. En cuanto al “grado de satisfacción” con la democracia no era más
que el 37% en 2000, y del 25% en 2001. Ciertamente, conviene tomar esas cifras con
precaución ya que las expectativas respecto de la “democracia” varían grandemente de
un país a otro. Pero es necesario, sin embargo, preguntarse sobre este desafecto
generalizado.
5 Muchas hipótesis pueden ser formuladas para comprender sus razones. Ellas se refieren,
en primer lugar, a las tensiones que han surgido de manera generalizada entre
conducción democrática y reformas económicas. A esto se agrega la dificultad que
experimentan las elites (antiguas o nuevas) para deshacerse de prácticas políticas
tradicionales, especialmente, el clientelismo y su prolongación populista. Por último,
numerosos países, a pesar de la voluntad expresada en los textos legislativos o
constitucionales, han tenido dificultades para administrar la diversidad de las mutaciones
en curso y establecer nuevas relaciones entre el Estado y la sociedad3.
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nacional, equilibrio fiscal, pluralidad de socios comerciales) son más sanos ahí que en el
resto de la región. Pero sobretodo, desde la difícil transición iniciada en 1988 con el no al
referéndum plebiscitario de Pinochet, los gobernantes no cesan de debatir, buscar
apoyos, encontrar compromisos en el seno de la Concertación10, con los partidos de
oposición, con los actores que cuentan en la sociedad, especialmente la Iglesia Católica,
los militares, los empresarios, las asociaciones sindicales o corporativistas. Después de
una docena de años, los tres gobiernos sucesivos de Patricio Aylwin, de Eduardo Frei
(demócrata cristianos) y de Ricardo Lagos (socialista), no han cesado de avanzar
prudentemente en todos los sectores11 en razón de esta obligación de buscar el apoyo a la
decisión. Chile ilustra, a nuestro parecer, perfectamente la definición de “buen gobierno”
dada por Przeworski: el buen gobierno es aquel que “se autoriza a inventar en la
economía, permite a los hombres políticos controlar a los burócratas y permite a los
ciudadanos controlar al gobierno”vii.
16 Sobre estos tres terrenos, el balance de los últimos años en el conjunto de los países,
resulta muy débil (exceptuando Chile), pero no debe –sin embargo– ser descuidado. Casi
por todas partes la noción de control de la acción gubernamental progresa, viniendo a
limitar la excesiva concentración del poder ejecutivo. Más significativa aún es la
evolución actual del presidencialismo latino-americano, que muestra la progresión de
gobiernos de coalición en la mayoría de los países, como lo muestran los estudios de casos
reunidos por Jorge Lanzaro. Este autor, a partir de sus estudios, propone una interesante
tipología, mostrando que el “presidencialismo de compromiso” y el “presidencialismo de
coalición” progresan innegablemente en la regiónviii.
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legitimación popular, aquella que nace de las elecciones y que, por perdurar, necesita de
una relación constante con el mandante. Es el mantillo del clientelismo13.
20 La creación de partidos, a fines del siglo XIX y a principios del siglo XX, responde
generalmente a la misma preocupación de las elites: encasillar a la población para
conquistar y conservar el poder, gracias al control del Estado. Las profundas
transformaciones que él experimenta –en numerosos países– durante el siglo XX, no
modifican este dato en lo fundamental. El Estado corporativista, que se establece en los
años treinta en México, está al servicio de la “familia revolucionaria”, que ha creado en
este esquema un partido en el cual la función primera es la de controlar al Estado y a la
población (El actual PRI, Partido revolucionario institucional) con la ayuda de poderosas
estructuras de encasillamiento sindical. La Argentina de Perón procede de manera
idéntica a fines de los años cuarenta, con la creación del partido justicialista y de la CGT
(Confederación General de Trabajadores). Este tipo de Estado se generalizará en la región
después de la segunda guerra mundial, con la implantación del modelo de desarrollo
“hacia adentro”, donde el Estado juega un rol esencial en la producción. Cuando los
sindicatos escapan de su dominio, como en los países andinos, estos últimos, a diferencia
del caso europeo o norteamericano, no llegaran jamás a encontrar una verdadera salida
en la escena política.
21 Para el modelo de desarrollo adoptado después de la segunda guerra mundial, bajo la
égida de la CEPAL, el Estado es concebido como el agente primero del desarrollo. Debía
producir directamente en todos los sectores donde la iniciativa privada estaba
desfalleciendo, con el objetivo de desarrollar un mercado interno protegido por barreras
aduaneras fuertes14. Partiendo de esas premisas, él se hipertrofió en numerosos países,
interviniendo en todos los sectores. Este Estado, por otra parte, ha tenido éxito en
muchos países (especialmente Brasil y México) para sentar las bases del desarrollo
económico y ser un agente esencial de integración.
22 Pero el Estado sobredimensionado fue también un fantástico instrumento de poder
clientelar y de enriquecimiento personal. Para controlarlo, los caciques, que estaban a la
cabeza de los partidos, no dudaron en emplear –cuando fuese necesario– las armas en
contra de las facciones adversas. Es así como a fines de los años cincuenta, los dos grandes
partidos colombianos y venezolanos ponen fin a sus enfrentamientos armados, adoptando
un “pacto” de repartición del poder y de sus prebendas en función de sus resultados
electorales. Esto permitió a estos dos países beneficiarse de una gran estabilidad
institucional y de escapar a la ola de gobiernos autoritarios y dictatoriales de los años
1970. Pero el cierre del espacio político en provecho de estos partidos, fue –posiblemente–
una de las causas del desarrollo ulterior de guerrillas en Colombia, o del advenimiento del
populista Chávez en Venezuela.
23 La nueva clase dirigente, que llega al poder después del fin de las dictaduras militares, no
cambia fundamentalmente de actitud y continúa considerando al Estado como un
instrumento de enriquecimiento personal. La novedad es que desde aquel momento se lo
rechaza. Muchos artesanos de las reformas económicas (Fujimori, Menem, Salinas de
Gortari) han sido perseguidos por corrupción tras abandonar el poder. Otros han debido
dimisionar oficialmente por la misma causa, aunque la razón primera de la erosión de su
legitimidad haya sido la de ir demasiado rápido en la vía de las reformas. Fue el caso de
Fernando Collor de Mello en Brasil, que había perdido el apoyo de los jefes de empresas
(que habían, sin embargo, asegurado su elección frente a Lula), pues él abrió demasiado
rápido las fronteras y fragilizó un capitalismo nacional fuertemente protegido, o de
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Carlos Andrés Pérez, en Venezuela, que debió dejar el poder bajo la presión de la calle (el
caracazo), después de que decidió implantar el modelo neo-liberal a marcha forzada.
24 La corrupción ha existido siempre en América Latina. Ella era considerada como normal,
puesto que el poseedor del poder era a la vez el protector, el patrón y el jefe. Raros fueron
los países que escaparon del flagelo15. Ella se convirtió en un problema político una vez
que los detentores del poder no tuvieron más los medios de mantener la relación
clientelar. Sin embargo, a pesar del rechazo actual de ese tipo de práctica, dinero y
política continúan siendo una dupla atractiva. Los políticos gastan sumas considerables
para ser elegidos, puesto que allí hay mucho que ganar. Argentina está en este punto
emblemático. Las centenas de elegidos federales (diputados, senadores) y locales
(gobernadores, diputados provinciales, alcaldes) reciben, por ejemplo, indemnizaciones
funcionarias entre tres y diez veces superiores a las de sus homólogos franceses. El
presidente Toledo, “candidato del pueblo” peruano, ha casi duplicado sus emolumentos,
apenas elegido, y es hoy el presidente mejor pagado de América Latina (cerca de tres
veces más que su homólogo chileno). La compra de votos, bajo diversas formas (dinero,
contrapartidas materiales o simbólicas), es utilizado tanto para hacerse elegir como para
hacer votar un texto por un parlamentario. En los dos países donde el federalismo es
llevado al extremo, Brasil y Argentina, esta práctica es considerada como normal 16.
25 Se comprende, por lo tanto, el retorno generalizado del populismoix. Él es, como en
numerosos países desarrollados, una forma de respuesta al sentimiento creciente de
inseguridad que genera el difícil manejo de las mutaciones económicasx. Pero en América
Latina, resulta también de la conjunción del mantenimiento del clientelismo (en tanto
que práctica política) con su incapacidad nueva de mantener, de manera durable, la
relación de cambio que la funda. El populismo se había desarrollado completamente en
las economías cerradas y fuertemente estatizadas. De manera sorprendente, hoy en día se
conjuga perfectamente con la apertura de fronteras y el ambiente neoliberal. Funciona –
en efecto– como sustituto al clientelismo, buscando la adhesión de poblaciones y
dirigentes, para que sus colaboradores puedan tranquilamente operar las reformas.
Fujimori ayer, o Chávez hoy, han llevado a su grado extremo el arte de consagrar su
tiempo a inaugurar todo tipo de inversiones públicas en los barrios populares o en las
villas pobres. Lo que no es más que la realización normal de un Estado bien administrado,
llega a ser un llamado de atención llevado por el dirigente a las capas desfavorecidas. Pero
si este discurso y esta ostentación populista sirven aún para hacerse elegir, las acciones
gubernamentales no son ya suficientemente sustanciales como para satisfacer la espera
de poblaciones confrontadas a una multiplicidad de problemas y habiendo perdido sus
reconocimientos materiales y simbólicos tradicionales (paternalistas, familiares o
comunitarios).
26 Todas las encuestas realizadas estos últimos años muestran un desinterés creciente por la
política, que se traduce en un aumento de la abstención electoral; observable casi por
todas partes. Esto bien puede ser el producto de un signo de aceptación pasiva del
funcionamiento de las instituciones (como en los Estados Unidos), o por el contrario, una
manifestación de distanciamiento voluntario o incluso de rechazo. En América Latina, se
está de preferencia en presencia de esta segunda interpretación. De ahí el riesgo creciente
del voto populista, del voto en favor de aquellos que se presentan bajo la bandera de lo
antipolítico.
27 Entre los políticos tradicionales, de una parte, y populistas, del otro, numerosos países de
la región sufren de graves problemas de gobernabilidad. Esto no ha impedidoa algunos,
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BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS
*. Una primera versión de este texto fue publicada en Pierre Favre, Jack Hayward, Yves Schemil
(dir), Être gouverné. Mélanges en l´honneur de Jean Leca, Paris, Presses de Sciences Po, 2003, 225-242.
Ella se benefició de las observaciones amistosas y pertinentes de Pierre Favre, Hubert Gourdon,
Alfredo Joignant, Norbert Lechner e Yves Schemeil, las cuales agradezco. Esta segunda versión es
una actualización de la publicada en Francia. Este artículo fue traducido por el Dr. Augusto
Bolívar Espinoza, profesor asociado de la Universidad Bolivariana.
1. Utilizamos la palabra “gobernabilidad” según la definición del excelente Diccionario de Política,
(Norberto Bobbio, Nicola Matteucci, Gianfranco Pasquino ed., edición española, Madrid, Siglo
XXI, 1998, primera edición en español, 1981), pp. 703-704. Inventariando los trabajos consagrados
a este concepto el autor señala que se habla de “ crisis de gobernabilidad ”; cuando existe una
sobrecarga excesiva de demandas que el Estado no puede responder (O’Connor); cuando las
diversas instituciones democráticas no son suficientemente autónomas y legítimas (Hungtinton);
por último, cuando se conjugan una crisis de racionalidad del sistema administrativo (que no
alcanza a poner en función los mecanismos de control que exige la economía) y una crisis de
legitimidad de los gobernantes (Habermas). Para una presentación analítica muy clara de las
diversas posturas teóricas del concepto Cf., Alcántara Sáez, Manuel (1995), Gobernabilidad, crisis y
cambio, México, Fondo de Cultura Económica: 23 – 42.
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2. Este organismo, ubicado en Santiago de Chile, efectúa regularmente encuestas sobre el grado
de satisfacción respecto de la democracia al nivel del conjunto de la región.
3. Las líneas que siguen intentan explicitar un cierto número de fuertes tendencias observables
sobre el conjunto del bajo-continente. Es, por supuesto, evidente que para cada país, estudiado
aisladamente, convendría introducir numerosos matices, señalar las excepciones y las
singularidades. Todo esfuerzo de síntesis es necesariamente reductor de la complejidad y la
diversidad de situaciones. Pero la presente tentativa se apoya sobre muchos trabajos empíricos
concernientes a los países de la región, deseando que ella pueda ser útil para los estudios más
puntuales futuros.
4. La literatura es abundante sobre esta cuestión. Tratándose de América Latina, ver por ejemplo
los estudios comparativos reunidos por Joseph S. Tulchin, en particular el capitulo introductorio
de Bolívar Lammounier (2002) “Globalización. Social Inequality and Democracy”, in Joseph S.
Tulchin (ed,). Democratic Governance and Social Inequality, Boulder, Lynne Rienner: 1-10.
5. Éstas han permitido modificar las constituciones (Argentina, Brasil), o de elaborar otras
(Perú), para permitir a los dirigentes que han puesto en práctica esas reformas presentarse
nuevamente para un segundo mandato.
7. Estas cifras pertenecen a documentos internos de la CEPAL en Santiago, y no habían sido
publicadas en el momento de redactar este texto.
8. Las leyes de descentralización bolivianas han a menudo puesto en evidencia su audacia en
materia de transferencia de competencias y de transferencias financieras en beneficio de las
comunas.
9. Nos referimos aquí a las investigaciones recientes que subrayan la importancia de la
deliberación para construir y mantener la legitimidad de los gobernantes en los sistemas
democráticos. Sobre esta cuestión, se puede recurrir al conjunto de textos reunidos por James
Bohman y William Regh, eds. (1997), Deliberative Democracy. Essays on Reason and Politics, MIT,
Cambrige University Press, especialmente los artículos de J. Cohen (67-93 et 407-439).
1. 0 Acuerdo político que va de la Democracia Cristiana al Partido Socialista y que gobierna desde
1990. La constitución en vigor, elaborada por Pinochet y adoptada por referéndum en 1980, ha
puesto en marcha para las elecciones parlamentarias un sistema electoral mayoritario bi-
nominal que tiene por objeto alejar todo riesgo de ver un fuerza política llegar a ser dominante y
por lo tanto poder modificar la constitución ella sola. Todas las grandes decisiones políticas
deben necesariamente ser el fruto de negociaciones inter partidos.
1. 1 Para una buena presentación de la excepción chilena en materia de política económica Cf.,
French Davis, Ricardo (2001), “Comment réformer les réformes en Amérique latine”, Mondes en
développement, tome 29: 31 a 34, y Entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad, Siglo XXI,
Buenos Aires y México DF, 2004.
1. 2 La literatura es abundante sobre esta cuestión. En francés se podrá referir a la obra de
François Chevalier (1977), L’Amérique latine de l’indépendance à nos jours, Paris, PUF, que constituye
en nuestra opinión la mejor historia de este periodo (ver especialmente 314-327), y la obra de
Alain Rouquié (1998), Amérique latine, introduction à l’Extrême-Occident, Paris, Seuil (première
édition 1987) : 261-280.
1. 3 Cf., sobre este punto François-Xavier Guerra (1992), Modernidad e independencias. Ensayos sobre
las revoluciones hispánicas, México, Mapfre-América.
4
1. La Comisión Económica para América Latina, organismo regional de la ONU basada en
Santiago de Chile, ha tenido un rol considerable en los años cincuenta y sesenta, bajo la
influencia de su secretario general Raúl Prebish, para difundir en el conjunto de la región ese
modelo llamado “sustitución de importaciones”
1. 5 Es el caso especialmente de Chile, uno de los primeros países en haber implantado un Estado
de derecho. Este país, en el informe 2002 de la ONG Internacional Transparency ocupa el lugar 17°
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de los menos corruptos. Justo después de los Estados Unidos, lejos atrás Perú (45°), Colombia y
México (57°), Argentina (70°), Venezuela (81°), Paraguay (98°).
1. 6 En estos dos países la ingobernabilidad resulta en primer término de una incapacidad del
centro de hacer aceptar sus decisiones por la periferia. La crisis argentina de 2002 provenía del
exceso de poder, a la vez político y económico, de los gobernadores de provincia. Cardoso en el
Brasil se enfrentó al mismo problema, debiendo buscar permanentemente compromisos con los
gobernadores sordos a los problemas concernientes al conjunto del país.
7
1. El PNUD promueve numerosas investigaciones sobre esta cuestión de la «calidad de la
democracia». En un documento de trabajo presentado a principios del 2002, en ese cuadro,
Guillermo O’Donnell realiza una clasificación de los Estados latino-americanos en función del
reconocimiento y ejercicio de los derechos políticos (libertad de expresión, de asociación, acceso
a los medios) y de la capacidad del Estado a garantizarlas sobre el conjunto del territorio. El
primer grupo está compuesto por tres países: Costa Rica, Uruguay y Chile. Cf. O’Donnell,
Guillermo (2002), «Human Developpment, Human Rights and Democracy», PNUD / Estado de la
nación, mimeo: 38 - 39.
1. 8“La sociedad civil (…) ha llegado a ser, en el imaginario contemporáneo un actor completo”,
nota Béatrice de Pouligny. Pouligny, (2001), en la presentación del dossier “Une société civile
internationale?”, Critique internationale», n° 13. Sin querer entrar en el debate sobre lo vago que
resulta actualmente ese concepto, nosotros lo empleamos en el sentido originario que le daba
Hegel, a saber, el lugar, distinto del Estado y de la familia, donde se puede perpetuar la relación
comunitaria.
1. 9 Aquí, otra vez, Chile es un excepción, en gran medida porque el estado de derecho existe
después de mucho tiempo, con una justicia y una policía eficaz, porque las políticas económicas
puestas en marcha después de la gran crisis de 1982, lo han puesto (por el momento?) al abrigo de
las turbulencias que han conocido sus vecinos.
2. 0 La CEPAL publica cada año un Panorama social que es una fuente mayor de datos y de análisis
sobre el reparto de ingresos, la pobreza, las políticas de empleo, de la educación, de la salud, de la
familia. Ver también sobre las relaciones entre desarrollo, políticas sociales y ciudadanía, la obra
Equidad, desarrollo y ciudadanía (CEPAL, Santiago de Chile, 2000), que presenta análisis muy
interesantes en cuanto a la relación entre pobreza y ciudadanía en América Latina.
RESÚMENES
La transición exitosa a la democracia en los últimos decenios en América Latina ha sido
acompañada de profundas reformas económicas, de transformación y creación de significativas
instituciones políticas. Pero, la gobernabilidad no ha abandonado algunos de los antiguos
mecanismos heredados de la colonia. Un neopopulismo se ha instalado en el continente
entorpeciendo gravemente el proceso democrático en ciernes. La intermediación de los
mecanismos populistas en la puesta en obra de los cambios propuestos, con la solitaria excepción
de Chile, constituye una práctica generalizada. En este país, se ha privilegiado el acuerdo entre
las elites, excluyendo la negociación populista; y el consenso político logrado explica sus logros.
Este caso contrasta con la situación del continente, donde la fragilidad de la gobernabilidad de la
mayoría de las nuevas democracias ha hecho revivir alternativas autoritarias.
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La transition réussie vers la démocratie au cours des dernières décennies en Amérique latine
s’est accompagnée de profondes réformes économiques, de transformation et création
d’institutions politiques significatives. Mais, la gouvernabilité n’a point abandonné certains de
ces anciens mécanismes hérités de la Colonie. Un néo-populisme s’est établi sur le continent
affectant gravement le processus démocratique en cours. L’intermédiation des mécanismes
populistes dans la mise en œuvre des changements proposés, mise à part la solitaire exception du
Chili, constitue une pratique généralisée. Dans ce pays, l’accord entre les élites a été privilégié,
excluant la négociation populiste ; et le consensus politique obtenu explique ses réussites. Ce cas
contraste avec la situation du continent, où la fragilité de la gouvernabilité de la majorité des
nouvelles démocraties a fait ressurgir des alternatives autoritaires.
The successful transition to democracy during the last decades in Latin America, has been
accompanied by deep economic reforms, transformation and creation of significant political
institutions. Nevertheless, governability has not left behind some of the old mechanisms
inherited from the colony. A Neopopulism has settled in the continent having seriously
obstructed the democratic process in blossoming. The intermediation of the populist
mechanisms in the framework of the proposed changes, with the only exception of Chile,
constitutes a generalized practice. In this country, the agreement between elites has been
privileged, excluding the populist negotiation; and the obtained political consensus explains its
gains. This case contrasts with the situation in the rest of the continent, where the fragility of
governability in most of the new democracies, has made authoritarian alternatives reborn.
ÍNDICE
Palabras claves: democracia, gobernabilidad, transición, populismo, consenso
Keywords: democracy, governability, transition, populism, consensus
Mots-clés: démocratie, gouvernabilité, populisme
AUTOR
GEORGES COUFFIGNAL
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