Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
—La entrada es por aquella roca—dijo Ethan sin apartar la mirada de su brújula.
Era un grupo de cuatro. Dos oriundos de la zona que conocían mejor que nadie la fauna y
flora y los antídotos a todo tipo de mordedura; estos, acompañados de sendos machetes
también eran capaces de hablar portugués y las lenguas indígenas de la zona; de toparse
con algún indígena, sabrían como comunicarse. Jasmina era una especialista en lenguas
muertas, Ethan un reputado antropólogo de campo, con complejo de Indiana Jones.
—¿No estás cansada?—le preguntó mientras retiraba con un cepillo el polvo de un grupo de
piedras apiladas denominadas: cairne—Tal vez deberíamos descansar y seguir luego.
Era de madrugada.
—¡Ni loca! ¿Et, viste? Es del período paleoindio—exclamó entusiasmada como una niña.
—Sí, lo vi—susurró, magnetizado hacia su rostro.
Y sin querer evitarlo se acercó hasta casi tocar sus labios. Jasmina retrocedió apoyándose
en una rama que cedió de pronto. Lo último que supo era que rodaba por un túnel
polvoriento.
Ethan no lo pensó, saltó dentro del mismo, rodando hasta acabar sobre ella. Tosieron con
fuerza en la oscuridad, retumbando la cueva. Ambos movieron sus manos para tomar sus
linternas y enfocaron los alrededores.
—Estamos como a tres metros—dedujo Ethan por la altura del orificio donde fueron
expulsados—¿Estás bien? —posó la luz sobre el cuerpo de su compañera, cegándola.
—Estoy bien.
Estaba dolorida, los golpes palpitaban en su piel pero la preocupación por salir de ese
atolladero era mayor.
—Quizá es mejor que esperemos a que despierten los otros—murmuró Ethan revisando el
lugar, el haz de luz descubría maravillas arqueológicas—Mira esto, Jas.
—Tendremos que traer una escalera e instalación eléctrica para poder organizarlo todo.
Nos llevará más tiempo de lo pautado si conseguimos más pasadizos y quizá debamos
contratar asistentes.
—Ojalá nos lleve la vida, Jas. Sería lo más bonito permanecer a tu lado.
—En tu afán por olvidarme te has enredado con ese maldito alemán—rugió—. Lo que te
gusta es que sea predecible y no te pone a hervir la sangre como yo.
—Niégamelo.
La tomó de la cintura y se aferró a su cuerpo. Ella cerró los ojos, mientras su aliento le
acariciaba la mejilla. El deseo era tan intenso como una avalancha a punto de arrollarla.
—El matrimonio de mis padres fue una constante lucha y solo les acarreó sufrimiento—
confesó afligido—. Cuando me pusiste en entre la espada y la pared por el proyecto de
Egipto, me asusté. Temí perderme y terminar como mi padre. Y luego me enviaste los
papeles del divorcio, quedé trastocado. Jas, lo eres todo para mí. Solo quiero la
oportunidad de demostrártelo.
Estaba entre la espada y la pared de los sentimientos, no había logrado olvidarlo. Iba a
contestarle cuando Ethan la tomó inesperadamente y la lanzó lejos. Una reacción
inexplicable... hasta que vio a Ethan caer de rodillas.
Corrió hasta él he hizo lo que se hace en esos casos para evitar que se propagara el veneno.
Pero los espasmos de Ethan le decían que necesitaría el antídoto pronto. Le dejó recostado
en una roca.
—Subiré—decidió.
Luchó con la pared resbaladiza, encontró salientes punzantes que le hicieron sangrar sus
dedos y rodillas a medida que ascendía, pero no se rendiría. En la cueva había hallado un
tesoro preciado. El amor. Y no estaba dispuesta a renunciar a él.