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El ser lo concebimos como una esencia que es o existe de hecho o al menos puede existir.
El concepto de esencia nosotros no lo podemos explicar sino comparándolo con las
demás cosas, que hallamos en los seres. Según esto la esencia es: La raíz primera de todo
cuanto existe en un ser. Por ejemplo: la animalidad y la racionalidad en el hombre son su
esencia, pues, de ellas se derivan las propiedades naturales del hombre; por esto la
esencia se considera como lo más elevando que puede haber en un ser, porque todo lo
demás no es sino una derivación de ella. Por esta misma razón se mira la esencia como la
primera cosa que vemos en el ser, no porque materialmente sea la primera que se muestra
a nuestra inteligencia, sino porque la esencia es lo primero en el orden de dignidad, con
respecto a todo lo demás existe un ser.
La esencia de un ser se llama también naturaleza: atributo es todo aquello que procede
necesariamente de la esencia y accidente son las cosas que se hayan contingentemente en
un ser y sin las cuales puede existir. El atributo está con y siempre necesariamente con la
esencia, ya que está ligado implícitamente a todo lo que procede de ella. Así en el hombre
la animalidad y la racionalidad constituyen su esencia: Los atributos son la inteligencia y
su memoria, su fisonomía sus accidentes.
Las esencias se dividen en físicas y metafísicas. La primera es la que existe o puede
existir en el mundo sin relación alguna a nuestro entendimiento y anteriormente a todo
pensamiento que queramos formar sobre ella: La segunda es la misma naturaleza física
pensada por nosotros y abstraída mentalmente de todas las particularidades individuales y
accidentales, que suele presentar en los individuos. El compuesto de alma y cuerpo tal
como se halla en un individuo cualquiera es lo que constituye la naturaleza física de este
individuo, pero este mismo compuesto abstraído por la fuerza analítica de nuestro
entendimiento de todas las particularidades pertenecientes a este individuo, por medio de
las cuales lo distinguimos de todos los demás hombres, es lo que constituye su naturaleza
metafísica.
Las esencias físicas son: divisibles, contingentes y temporales. Las metafísicas son:
indivisibles, necesarias y eternas. Puesto que las primeras siendo existentes están sujetas a
mudanzas y las segundas prescinden de todo eso y no considera sino una materia
abstracta unida idealmente en una determinada forma.
Por eso decía Aristóteles que las esencias son como los números. El tres siempre será tres
y nada más, el cuatro, cuatro y así sucesivamente. Si le quitan al tres una unidad, es dos,
si le añaden una será cuatro. Ni Dios mismo puede hacer que tres unidades dejen de
formar jamás el número ternario, pues, esto se sigue de la naturaleza intrínseca de las
cosas que fatalmente son lo que son y no otra cosa.
Locke y otros filósofos dicen que las esencias de las cosas no son del todo desconocidas,
esto es exagerado, las esencias de las cosas artificiales serán conocidas por quien sabe
hacer artefactos, pero este conocimiento es imperfecto, pues, no percibimos las esencias
por sí mismas sino por medio de sus efectos.
Ahora bien, sabemos que Santo Tomás (1225-1274) fue el filósofo por excelencia de la
Iglesia. Concebía una estructura piramidal de los seres terrestres: mineral, vegetal,
animal, estando en la punta el hombre, quien tiene como algo propio el pensamiento
(Mario Bunge y Ardila, “la filosofía de la psicología”) donde la función del Bien variaba
según la jerarquía, las plantas tienen una tendencia inconsciente a conservarse. Los
animales se orientan instintivamente. El hombre tiene voluntad. (Mario Bunge y Ardila,
la filosofía de la psicología).
Para Santo Tomás el alma es el acto del cuerpo, la potencia vegetativa lo hace obrar
únicamente al cuerpo al que está adherida, la potencia sensitiva del alma está
desparramada en la totalidad los seres, la potencia intelectiva tiene por objeto el ser
universal.
Acto en Aristóteles se refiere a la sustancia en el momento determinado en que se nos
presenta y la conocemos; por estar en potencia entiende el conjunto de capacidades o
posibilidades de la sustancia para llegar a ser algo distinto de lo que es actualmente.
Como una semilla tiene la capacidad para ser árbol, por lo tanto, la semilla es acto y es
árbol en potencia. En base a eso, Ardila y Bunge dicen sobre lo que propone Santo
Tomás:
El alma, pose potencias sensitivas internas. Una de ellas es el sentido común, al que se
ligan las aprehensiones de los sentidos para la toma de conciencia. Otra de las
potencias es la fantasía o la imaginación que dan lugar a la conservación. La potencia
estimativa deja registro de la búsqueda o huida de acuerdo a la posición acorde u
opuesta entre animales. La última de las potencias sensitivas internas del alma es la
memoria. En los animales guarda recuerdos de lo útil y lo perjudicial y resurge de
manera espontánea ante la nueva presencia de los objetos, de manera precisa se llama
resurrección. En el hombre se requiere un esfuerzo de búsqueda para traer al tiempo
actual los objetos del pasado, de manera particular se nombra como reminiscencia. Para
que algo sensible se vuelva inteligible, es preciso que el intelecto agente se vuelva hacia
la cosa y la ilumine. Esa es la esencia de la abstracción. (Mario Bunge y Ardila,
“filosofía de la psicología”)
En relación con Oyague, se puede decir que este también menciona a la memoria tanto
como a la inteligencia como expresiones de la racionalidad del ser, siendo la racionalidad
expresiones metafísicas de la esencia.
Por eso, la tesis de composición de Oyague encaja en la cualidad D.4. (Dualismo –
Animismo filosófico) de Mario Bunge y Rubén Ardila. La cual fue propuesta en el libro
“Filosofía de la psicología” donde se plantea que el alma en tanto mente, controla, lo
corporal. El alma afecta lo corporal y la mente se explica solo en términos filosóficos.
Este animismo filosófico es de influencia de Tomás de Aquino ya que Oyague plantea
también la unicidad del alma y el cuerpo como compuesto único el cual se compone de
esencias físicas y esencias metafísicas.
Por otro lado, pero en el mismo sentido de explicación del artículo, es concerniente citar al
positivismo situado por Salazar Bondy en el año 1860 como su comienzo en el Perú, y el
enfoque que tenía éste que la máxima expansión del pensamiento positivista estuvo comprenida
en el periodo de 1885 a 1915; sin embargo, esta composición es evidentemente metafísica, ya
que al presentar la composición titulada “esencias” el concepto que éste maneja sobre esta es “la
raíz primera de todo cuanto existe en un ser” y siendo para Aristóteles : “[…] la esencia es la
parte primera; si como una sucesión, entonces la esencia tiene el primer puesto; pues de ella
viene la cualidad, después la cantidad. (Metafísica · libro duodécimo · Λ · 1069a-1076a De. La
esencia). Se nota que sus dos conceptos no difieren mucho en su definición por lo que se ve deja
entrever una falacia en la tesis de Salazar Bondy. Además de presentar semejanzas con la tesis
sostenida por Aristóteles en su libro Metafísica, tiene también parecido a las tesis posteriores de
Averroes sobre la Ousía que fueron de ayuda teórica para los eclesiásticos medievales como
Tomás de Aquino y sus postulados sobre el dualismo controlado por el ánima.