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TEMA 45: LA LITERATURA JURÍDICA LATINA.

INSTITUCIONES
JUDICIALES. EL DERECHO ROMANO. PERVIVENCIA EN LA CULTURA
OCCIDENTAL.
1. LITERATURA JURÍDICA

1.1. El derecho y la redacción jurídica


1.2. La ley de las Doce Tablas
1.3. Literatura jurídica en el s. II
1.4. Literatura jurídica en época de
Augusto
1.5. Literatura jurídica en época de
Adriano

2. INSTITUCIONES JURÍDICAS ROMANAS

2.1. Derechos fundamentales del ciudadano


2.2. El sujeto del derecho

A. La libertad
B. La ciudadanía romana

2.3. Independencia de la autoridad familiar


2.4. Otras circunstancias que limitaban los
derechos

3. IUS CONNUBII

3.1. Características del matrimonio romano


3.2. Requisitos
3.3. Impedimentos
3.4. Leyes matrimoniales de Augusto
3.5. Celebración del matrimonio
3.6. Disolución del matrimonio
3.7. Efectos

A. la familia romana
B. Poderes del pater familias

- Manus o potestas
maritales
- Patria potestas
- Adoptio y adrogatio

4. LA TUTELA

4.1. Tutela de los impúberes


4.2. Tutela de las mujeres

5. LA CURATELA
6. EL DERECHO HEREDITARIO

6.1. Herederos
6.2. Adquisición de la herencia
6.3. Sucesión testamentaria

A. El testamento
B. Codicilos

6.4. Sucesión intestada


6.5. Limitaciones
6.6. Legados y fideicomisos

7. DERECHOS SOBRE LAS COSAS

7.1. La propiedad
7.2. La posesión
7.3. El usufructo

8. DERECHOS PÚBLICOS

8.1. Ius suffragii

A. El ejército

8.2. Ius gentium

9. DERECHO PROCESAL

10. PERVIVENCIA EN LA CULTURA OCCIDENTAL

BIBLIOGRAFÍA

D´ORS, A. Derecho Privado Romano. Pamplona, 1977.

ELLUL, J. Historia de las Instituciones de la Antigüedad.


Aguilar. Madrid, 1970.

FUENTESECA, P. Lecciones de Historia del Derecho Romano.


Madrid, 1978.

Derecho Privado Romano. Madrid, 1978.

GUILLEN, J. Urbs Roma. Vida y costumbres de los romanos (Tomos


I y II). Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977.

IGLESIAS, J. Derecho Romano. Ariel, Barcelona, 1972.


JöRS. P. - KUNKEL, W. Derecho Privado Romano. ed. Labor,
Barcelona, 1965.

MOMMSEN, T. Compendio del Derecho Público Romano. "La España


moderna", Madrid, s.f.

COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO

Para el apartado de literatura latina se han consultado


los dos manuales citados.

Para desarrollo del tema en lo referente a costumbres y


usos resultan interesantes Ellul y Guillén.

Cualquiera de las restantes obras citadas puede ser


interesante para el desarrollo del tema.

1. LITERATURA JURÍDICA

1.1. EL DERECHO Y LA REDACCIÓN JURÍDICA

El Derecho, al desarrollarse desde una base


sustancialmente latina, formuló pronto sus principios de modo
tan original, que pueden considerarse la primera expresión
artística de la prosa latina.
El proceso, como acto religioso, se representaba como un
drama: el que reivindicaba, por ejemplo, un campo tenía que
desplazarse allí con el juez o, al menos, disputar ante su
adversario con un terrón que representara el objeto de litigio.
Estas "acciones legales" quedaban reflejadas por escrito y eran
celosamente guardadas por los pontífices. El edil Cneo Flavio
las divulgó en el año 304. Pero ya sólo eran residuos arcaicos.
La gran novedad databa entonces de hacía siglo y medio.

1.2. LA LEY DE LAS DOCE TABLAS

Su redacción se atribuye al decenviro Apio Claudio (451-


450). En el año 451, el Senado nombró una comisión de diez
legisladores llamados DECEMVIRI LEGIBUS SCRIBUNDIS que
redactaron la LEY DE LAS DOCE TABLAS, llamada así porque se
escribió sobre doce tablas de madera o planchas de bronce,
cuando el antiguo derecho consuetudinario, cuya administración
había sido durante largo tiempo un privilegio de la clase
patricia, se publicó por primera vez, cediendo a la presión de
la plebe.
Otros atribuyen su redacción al censor Apio Claudio el
Ciego, censor en el año 312 y cónsul en el 307 y 296.

Los fragmentos que nos han sido conservados muestran una


simplicidad que pone de manifiesto el análisis y la deducción
espontánea del redactor: las estipulaciones que agotan una
materia se continúan cronológicamente, sin ligazón expresa, sin
indicación del sujeto de la acción, cuando ella misma basta
para sugerirlo, tal como en la lengua oral:

Si nox furtum faxsit, si im occisit, iure caesus esto


Si [alguien] roba de noche, si [el propietario] le
mata, sea legítima su muerte.

Si pater filium ter venumdavit (?), filius a patre liber


esto
Si un padre vende tres veces a su hijo, quede el hijo
libre de la potestad paterna

1.3. LA LITERATURA JURÍDICA EN EL SIGLO II a.C.

A. AELIUS PAETUS

A principios del siglo II se producía la primera obra


importante de la jurisprudencia romana, la tripertita de Sex.
Aelius Paetus, cónsul en el año 198. Este documento contiene,
junto al texto de las doce tablas y las legis actiones, la
interpretación de la ley (interpretatio), para la que se había
formado ya una tradición con las numerosas sentencias jurídicas
(responsa). Los juristas posteriores estimaron este Ius
Aelianum como "la cuna del derecho romano".

B. IUNIUS BRUTUS

Unos años más adelante, en tiempos de los Gracos,


escribió M. Iunius Brutus tres libros "De iure civili", que es
la primera obra de prosa latina científica en forma de diálogo.
Era como una especie de catequesis entre padre e hijo, como más
tarde las "partitiones oratoriae" de Cicerón.

1.4. LITERATURA JURÍDICA EN ÉPOCA DE AUGUSTO

A. LABEO y A. CAPITO

En época de Augusto la ciencia jurídica experimento una


evolución muy profunda. la concesión de sentencias jurídicas,
que hasta ahora se habían basado en la confianza personal,
necesitó en adelante la autoridad del príncipe (ius
respondendi). Con esto surgió un cuerpo de juristas y pronto
hubo escuelas de derecho, con opiniones doctrinales
contrapuestas. Las dos escuelas de derecho, de los Sabinos y de
los Proculeyos, que se establecieron bajo los Claudios,
provenían de los dos juristas más destacados de la época de
Augusto, el inflexible M. Antistius Labeo, hombre de vasta
cultura y amplitud de intereses, y el conciliador C. Ateius
Capito, quien, por sus conocimientos de derecho sacro, recibió
el encargo de redactar el ritual de las solemnidades seculares
en el año 17 a. C..

Poco se sabe sobre las diferencias entre las escuelas: Parece


ser que Labeo fue analogista, mientras que Capito era
anomalista. Los nombres de estas dos escuelas se deben a sus
discípulos Masurio Sabino, alumno de Capito que escribió bajo
el reinado de Tiberio y Próculo, discípulo de Labeo, que vivió
en tiempos de Nerón.

1.5. LITERATURA JURÍDICA EN ÉPOCA DE ADRIANO

Con Adriano entramos en la gran época de la Jurisprudencia


romana. Por encargo del emperador editó Salvius Iulianus el
edicto pretorio, que se convirtió en ley del imperium como
edictum perpetuum. bajo el reinado de los Antoninos escribió
Gaius (hacia el año 161) el clásico manual de derecho romano
Institutiones, en 4 libros. Continuaron la tradición Papinianus
bajo Septimio Severo, Ulpianus y Paulus bajo Caracalla y
Alejandro Severo. Su lenguaje se ve libre del estilo que la
moda de entonces imponía y siguen las huellas de los modelos
clásicos. En amplísimos extractos han pasado a los Digestos
(Pandectas) que se fusionaron con las Instituciones de
Justiniano y el Codex Iustinianus formando el Corpus Iuris.

2.INSTITUCIONES JURÍDICAS ROMANAS

2.1.DERECHOS FUNDAMENTALES DEL CIUDADANO

El ciudadano romano en óptima situación jurídica-civis


optimo iure- gozaba en el orden privado, entre otros, de los
siguientes derechos:ius connubii (derecho a contraer matrimonio
legal), ius commercii (derecho a poseer bienes, comprar,
vender, etc.), testamentifactio (capacidad para testar y ser
testigo o beneficiario de testamento). En cuanto a los derechos
públicos disfrutaba del ius suffragii (derecho a votar en las
asambleas), ius honorum (derecho a ser elegido para cargos
públicos), ius provocationis (derecho a apelar a la asamblea
del pueblo contra la sentencia de un magistrado) y el derecho
-y deber- de servir en las legiones.

Pero como en el imperio romano no todos los habitantes


eran cives optimo iure es necesario precisar quiénes tenían
unos u otros derechos, antes de pasar a concretar las
instituciones que los hacían posibles.

2.2. EL SUJETO DEL DERECHO

Entre los romanos no se reconocía a la persona humana-por


ser tal- todos los derechos. Los únicos sujetos de derecho con
toda plenitud y extensión eran los que reunían estas
condiciones: ser libre, ciudadano romano y no estar sujeto a
ninguna otra autoridad familiar.

a. LA LIBERTAD

Los esclavos y los colonos, en parte, carecían de


libertad.

Los esclavos. Su situación jurídica fue variando a través


de la historia de Roma. En época primitiva los esclavos eran
escasos y su situación era en cierto modo parecida a la de los
libres trabajadores. Libres y esclavos convivían y trabajaban
de modo similar. En la ley de las XII Tablas el castigo por la
lesión corporal a un esclavo sólo se diferencia del señalado
por lesión a un libre en la magnitud de la pena. En cambio en
la lex Aquilia (aproximadamente del siglo III a.C.) las
lesiones a un esclavo son consideradas como daños en las cosas.
Esta desconsideración hacia la humanidad del esclavo comienza
casi en los primeros tiempos de la Repúblicas, cuando van
surgiendo las grandes explotaciones agrícolas y con el auge de
las manufacturas y la minería. Entonces se ve al esclavo como
una fuerza (casi como una máquina) para el trabajo. Carece de
derechos porque se le considera como "algo" que pertenece al
señor.

En la época imperial, por influencia de la cultura (el


ideal de la humanitas) y del cristianismo, las condiciones de
vida del esclavo se suavizaron y mejoraron, pero no se modificó
sustancialmente la esclavitud.

El esclavo, aunque no tenía personalidad jurídica, podía


realizar negocios, pero todo lo que adquiriera, incluso legados
o herencias que recibiera, engrosaba el patrimonio de su dueño.
De todas formas podía disponer de alguna pequeña cantidad de
bienes-peculium- en disfrute y administración (no en
propiedad).

No tenía derecho al connubium o matrimonio legal, pero la


unión entre esclavos- contubernium- era de carácter estable y
monogámica.

Las causas principales de esclavitud eran:


a) Nacimiento de una esclava (aunque el padre fuera
libre).

b) Cautividad de guerra. En Roma los prisioneros


pasaban a ser propiedad del Estado y éste o los
destinaba a los servicios públicos (servi
publici) o los vendía a lo s particulares.

c) Condena legal. Ya en el derecho antiguo se


convertían en esclavos los que no pagaban sus
impuestos, elidían el servicio militar o
desertaban del ejército. También los que eran
sorprendidos cuando robaban. Y los que no
teniendo con qué pagar sus deudas eran vendidos
por sus acreedores fuera de Roma.

En la época del Imperio se dieron además otras


disposiciones. Se perdía la libertad por condena a penas
graves, como la muerte y el trabajo forzado en las minas.
También perdía su libertad el hombre libre que se hiciera
vender como esclavo (para luego recobrar la libertad tras
repartirse con el vendedor su precio).

El esclavo podía ser libre mediante un acto voluntario del


dueño, que recibía el nombre de manumisión (manumissio= salida
o liberación de la manus o poder del dueño) y podía efectuarse
de varias maneras:

-. Manumissio vindicta. Era un proceso simulado en


el que un ciudadano afirmaba la libertad del esclavo,
cosa a la que el dueño daba su consentimiento. Se
realizaba en presencia de un tribunal, o al menos de
un magistrado.

-. Manumissio censu. Se llevaba a cabo mediante la


inscripción del esclavo en el censo en calidad de
libre.

-. Manumissio testamento. El dueño expresaba


claramente su voluntad de dejar libre al esclavo.

Otras formas menos solemnes eran: declarar libre al


esclavo en una conversación con los amigos o por medio de una
carta o sentándolo a la propia mesa. Estas formas no otorgaban
en efecto la libertad y la ciudadanía, aunque el esclavo
llevara la vida de un libre. Pero una ley del siglo I a.C.
aseguró a los que así vivían al menos la libertad.

El dueño podía manumitir a cuantos esclavos quisiera. En


tiempos de Augusto aumentó muy significativamente el número de
manumisiones (y no siempre por generosidad), hasta el punto que
es emperador temió por la creciente importancia política de los
libertos, cuya conducta no siempre era aceptable y cuyo origen
era foráneo (frente a la progresiva disminución de la población
romana). En consecuencia dio unas leyes limitando las
manumisiones.

El esclavo manumitido -liberto- quedaba siempre en


relación de dependencia con su antiguo señor -patrono-. El
liberto no debía querellarse contra su patrono y debía
prestarle ciertos servicios. Por su parte el patrono tenía la
obligación moral de ayudar y proteger al liberto.

Los libertos no tenían acceso a cargos oficiales y su


influencia en las votaciones del pueblo era muy escasa porque
se les agrupaba en las cuatro tribus plebeyas.

Los colonos eran hombres libres, pero cuya situación se


asemejaba a la esclavitud, porque su libertad estaba sujeta a
estas limitaciones:

a) No podían separarse de la tierra que trabajaban.

b) No podían litigar contra el dueño de la tierra ni


modificar sin su permiso el tipo de cultivo.

c) No podían casarse con persona libre.

Tenían que pagar una renta al dueño (solía ser la décima


parte de las cosechas) y trabajar uno o dos días a la semana en
el campo del amo.

A cambio el dueño de la tierra no podía venderla sin


ellos, ni quitarles la tierra ni aumentarles la renta
estipulada. El señor se encargaba también de pagar los
impuestos al Estado.

Se llegaba a ser colono por varias causas:

-. Ser hijo de colonos.

-. Permanecer treinta años viviendo como colono.

-. La voluntaria sumisión, registrada por un


contrato: muchos cultivadores libres que no
podían pagar los impuestos optaban por
vincularse a la tierra y solucionar así sus
problemas.

-. Los mendigos quedaban obligados a ser colonos de


los propietarios que los denunciaran.

-. Los bárbaros prisioneros a quienes el emperador


asignaba como colonos a tierras públicas o
privadas.

B. CIUDADANIA ROMANA

Se obtenía:

-. Por nacimiento en el seno de un matrimonio legal


entre ciudadanos;

-. Por concesión: el poder público concedía a veces


la ciudadanía a personas particulares, a los
habitantes de una ciudad o de una región.

Puesto que Roma no era la capital de un Estado sino que


era un Estado, los que vivían fuera del territorio urbano no
eran ciudadanos romanos. La situación jurídica de los restantes
pueblos que habitaban en Italia- latini- y que habitaban los
otros dominios romanos fuera de ellos- peregrini- fue cambiando
a través del tiempo.

a) Latinos.

Los había de varias clases:

-. Latinos antiguos.

Unidos a los romanos por un tratado del siglo V a.C.


(foedus Casianum). Se les concedió por el commercium, el
connubium y el derecho a testamento. También el ius suffragii
en una tribu sacada a suerte.

-. Latinos coloniarios.

Se confirió el carácter de latinas a algunas colonias en


los siglos III y II a.C. Luego César y algunos emperadores lo
concedieron a varias regiones. Estos latinos gozaban del ius
suffragii (cuando se encontraban en ´Roma) y el ius commerciii,
pero no el connubium.

Los libertos latinos y los manumitidos en Roma de forma no


solemne tenían sólo el ius commercii.
b) Peregrinos.

Aunque la palabra peregrini designaba en un principio a


los extranjeros, luego se usó principalmente para nombrar a
pueblos que en cierto modo pertenecían al Estado romano.

Había unos peregrinos federados a los que Roma, tras la


conquista de su ciudad les permitía conservar sus leyes y su
propia organización política. Su situación jurídica quedaba
regulada por el tratado correspondiente.

En peores condiciones estaban los peregrinos dediticios


(los que se habían rendido sin condiciones- deditio-). Les
estaba prohibido habitar en Roma.

En el siglo I a.C. se extendió a toda Italia la ciudadanía


romana. Ya en el siglo II el emperador Caracalla nombró
ciudadanos a todos los habitantes del imperio.

2.3. INDEPENDENCIA DE AUTORIDAD FAMILIAR

Los paterfamilias (que son, o pueden ser, jefes de una


familia) son los únicos romanos con plenitud de derechos puesto
que reúnen todas las condiciones: libertad, ciudadanía e
independencia de toda autoridad familiar.

Los hijos no tenían plenitud de derechos, ni aun habiendo


llegado a la mayoría de edad, mientras viviera su padre. Tenían
el ius suffragii y el ius honorum y podían contraer matrimonio
legal, pero el jefe de su familia seguía siendo su padre (a no
ser que éste emancipara legalmente al hijo).

2.4. OTRAS CIRCUNSTANCIAS QUE LIMITABAN LOS DERECHOS

Se discriminaba a las personas por su sexo, por su


condición social y profesional y por su edad. También el poder
público podía quitar total o parcialmente sus derechos a una
persona (capitis deminutio).

a) Discriminación por el sexo.

La mujer romana no gozaba del ius suffragii ni del ius


honorum.

En el seno de la familia siempre estaba sometida a algún


autoridad: a la de su padre, si era hija de familia, o a la del
marido, si era esposa. Y si estaba casada en matrimonio libre
de manus maritalis, o si no tenía esposo ni padre, estaba
sometida a tutela.
Esta situación de inferioridad le impedía también entablar
acusaciones públicas, ser testigo en un testamento, ser tutora
de menores y adoptar hijos. Su capacidad para heredar, con o
sin testamento, estaba muy limitada.

Tampoco tenía plena libertad en el uso de sus propios


bienes.

b) Condición social y profesional.

Durante muchos siglos los plebeyos no pudieron acceder a


las magistraturas. Fueron conquistando sus derechos
paulatinamente. Pero en realidad sólo bastante después un
plebeyo llegó a ser cónsul por vez primera.

Frente al castigo por infracción de las leyes las clases


superiores recibían trato de favor.

Algunas profesiones como actor de teatro y gladiador,


estaban consideradas como deshonrosas y podían acarrear
pérdidas de derechos.

Por otra parte, algunos cargos que llevaban aparejados


muchos privilegios también suponían limitaciones. Por ejemplo,
los magistrados provinciales no se podían casar con una mujer
del país, ni podían ejercer el comercio, ni manumitir a sus
esclavos, ni recibir regalos.

c) Edad.

Tanto el infans (el que no puede hablar con pleno


conocimiento: hasta los siete años) como el impubes (que no ha
alcanzado pleno desarrollo sexual e intelectual: hasta los
catorce años) tienen muy limitados sus derechos. Después de esa
edad y hasta los 25 años al joven se le consideraba todavía
como menor, con algunas incapacidades para actuar.

d) Capitis deminutio.

Es la pérdida de la libertad (status libertatis), de la


ciudadanía (status civitatis ) o de la situación familiar
(status familiae). Podía ser:

-. Máxima. Pérdida del status libertatis y, junto


con ello, de los otros dos status y de todos los
bienes. Se sufría como consecuencia de ciertas
condenas penales. También la sufría el romano cautivo
de los enemigos, aunque en este caso cesaba tan
pronto como recobraba la libertad.
-. Media. Pérdida del status civitatis, a lo que se
unía la pérdida del status familiae y de todos o
parte de los bienes. Era impuesta como castigo a
ciertas faltas.

-. Mínima. Pérdida del status familiae. Consistía


en una ruptura del vínculo familiar. Como muchas
veces se salía de una familia para entrar en otra se
trataba sólo de un simple cambio de familia. Este
cambio podía ser en cierto modo perjudicial para el
individuo (por ejemplo, en la adrogatio) o ventajoso
(en la emancipación).

3. IUS CONNUBII

3.1. CARACTERÍSTICAS DEL MATRIMONIO ROMANO

Carecía el matrimonio entre los romanos del elemento


religioso que tiene luego en Occidente desde la Edad Media.

Otra característica del matrimonio romano clásico era que


no dependía en absoluto de alguna formalidad que le diera
validez. No tenía que verificarse ante ninguna autoridad, ni
había que firmar contratos ni otros documentos. Las ceremonias
no eran esenciales ni imprescindibles. Los romanos consideraban
que el matrimonio era la unión de dos personas de distinto sexo
que tenían la intención de ser mujer y marido. Y era esta
intención - affectio maritalis- la que en Roma daba validez al
matrimonio.

3.2. REQUISITOS

Sólo podían contraer matrimonio legal los ciudadanos


romanos libres. Los extranjeros estaban excluidos ( a no ser
por concesión especial del ius connubii). Por tanto el
matrimonio contraído por un extranjero con una mujer romana, o
viceversa, no se consideraba legal (aun cuando fuera reconocido
como tal matrimonio por el país al que pertenecía el
extranjero).

Tampoco era matrimonio legal la unión entre esclavos


(contubernium).

Otro requisito era el consentimiento entre los esposos,


que no solo era inicial, sino continuo.

Si los contrayentes estaban sujetos a la autoridad del


paterfamilias, éste había de dar su consentimiento.

La edad mínima requerida para casarse era de 14 años para


el varón y 12 para la mujer.

3.3.IMPEDIMENTOS

Impedían por completo el matrimonio:

-. la esclavitud de uno de los cónyuges;

-. el matrimonio precedente aún no disuelto.

Otros impedimentos de menor importancia eran :

-. el parentesco hasta cierto grado (se concedía


licencias ocasionalmente);

-. el servicio militar: a los soldados les estuvo


prohibido hasta fines del siglo II; la finalidad de
esta prohibición era mantener la disciplina en el
ejército.

Por razón de cargo estaban prohibidos ciertos matrimonios:


los senadores no podían casarse con libertas ni mujeres de
condición considerada entonces como infame (por ejemplo,
artistas de teatro).

3.4.LEYES MATRIMONIALES DE AUGUSTO

En aquel período de profunda crisis que supuso el final de


la República y el comienzo del Imperio se corrompieron las
costumbres. Se buscaba sólo el placer y se eludía la carga del
matrimonio y de los hijos. A consecuencia de ello la población
romana originaria disminuyó alarmantemente, sobre todo en las
clases más altas de la sociedad.

Augusto dictó unas leyes par remediar la situación: lex


Papia Poppaea del año 9 y la lex Iulia de maritandis ordinibus.

Por ellas se obligaba a contraer matrimonio a todos los


hombres entre 25 y 60 años y a todas las mujeres entre los 20 y
50 años. A los divorciados y viudos se les daba un plazo
prudencial para contraer nuevo matrimonio. Para las mujeres
esto supuso un gran cambio de mentalidad frente a la tradición,
que tenía en especial estima a la mujer de un solo marido.

Se concedían grandes beneficios a los matrimonios con


determinado número de hijos. La mujer que tuviera tres hijos
(si era liberta, cuatro) alcanzaba el ius liberorum por el cual
quedaba libre de tutela, es decir, era realmente libre. Las
familias con tres hijos estaban exentas de algunos impuestos.
El padre de varios hijos tenía preferencia para ocupar cargos
públicos.

Por otra parte, los solteros no podían heredar y los


casados sin hijos sólo a medias heredaban. Las herencias
pasaban en estos casos a otros parientes con hijos y, en su
defecto a erario público.

Estas leyes se mantuvieron durante siglos, hasta que el


emperador Constantino comenzó a modificarlas sustancialmente.

3.5. CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO

Solía preceder la promesa de matrimonio. En tiempos


primitivos se llevaba a cabo entre el pater familias de la
novia y el novio y su pater familias. En caso de incumplimiento
se podía exigir alguna suma de dinero. En época clásica los
esponsales no obligaban a tanto y aunque se conservaba la
costumbre de que los realizaran los correspondientes pateres
familias, también podían hacerse entre los novios, con
consentimiento paterno.

Desde tiempos muy antiguos había en Roma tres formas de


efectuarse el matrimonio:

a) Confarretaio. Tenía carácter religioso y un ritual


bastante complicado y solemne, cuya ceremonia
principal era ofrenda a Júpiter de un pan de trigo
-panis farreus- en presencia de dos sacerdotes, el
pontifex maximus, y el flamen dialis, y diez testigos
más.

b) Coemptio. Era una compra simbólica de la novia y,


como en tal ceremonia de compra, había un libripens o
funcionario con una balanza para pesar el precio:
esto recordaba la época en que el dinero consistía en
lingotes y no era acuñado.

c) Usus, sin formalidades. Quedaba efectivamente


casada la pareja que vivía junta durante un año sin
interrupción de tres noches seguidas.

3.6. DISOLUCIÓN DEL MATRIMONIO

Se disolvía el vínculo matrimonial por muerte de uno de


los cónyuges o si uno de los dos sufría capitis deminutio
máxima o media.

Además el matrimonio podía disolverse por divorcio. La


falta de formalidades esenciales del matrimonio tenía como
consecuencia que tampoco existieran formalidades especiales
para deshacerlo. Bastaba con comunicar al otro cónyuge tal
decisión de palabra o por escrito, personalmente o por medio de
mensajero. Pero esto no restaba seriedad al matrimonio ni
tampoco consideración social. De hecho hasta casi finales de la
República los divorcios no eran frecuentes. Y aunque después en
Roma se relajaron las costumbres seguía manteniéndose en
amplios sectores de la romanidad la dignidad y estabilidad del
matrimonio.

En la época cristiana se opuso gran resistencia a esta


libertad para deshacer el matrimonio; sin embargo, se aceptaba
la validez del divorcio. Incluso en el Derecho justinianeo el
divorcio por mutuo consentimiento estaba libre de toda sanción.
Y se reconocía la validez de otros tipos de divorcio
considerados ilícitos- por ser injustificados-.

3.7. EFECTOS DEL MATRIMONIO

Antes de describir las relaciones que se establecían en el


matrimonio, siempre dominadas por la autoridad del pater
familias, hay que puntualizar el concepto de familia romana.

A. LA FAMILIA ROMANA

La palabra familia tenía dos significados entre los


romanos:

a) el conjunto de esclavos propiedad de alguien;

b) el conjunto de personas libres sujetas a la


autoridad de uno solo: el pater familias. En este
sentido se va a utilizar aquí la palabra familia.

Todas las personas (esposa, hijos, hijos adoptivos,


nueras, nietos) que estaban bajo la autoridad de un mismo pater
familias eran parientes por vínculo de agnación (agnatio). El
parentesco de sangre se llamaba cognatio. La adfinitas era el
vínculo de cada uno de los cónyuges con los parientes del otro.

B. PODERES DEL PATER FAMILIAS

Manus o potestas maritales

Era la autoridad del marido sobre la esposa. Por ella la


mujer quedaba en la situación jurídica de una hija (loco
filiae). Y, aunque se sabe que la matrona gozaba de
consideración familiar y social relevante, sufría toda una
serie de incapacidades jurídicas: sus bienes pasaban a ser
propiedad del marido, no podía administrarlos sin su permiso,
no podía hacer testamento, etc. Además por el matrimonio (en
cualquiera de sus tres formas: confarreatio, coemptio y usus )
la mujer ingresaba en la familia del marido -conventio in
manum- y perdía los vínculos jurídicos con su propia familia.

Poco a poco fue mejorando esta situación; ya a finales de


la República, y sobre todo en el Imperio, fue imponiéndose una
nueva forma de matrimonio con efectos jurídicos diferentes: la
esposa no quedaba sujeta a la autoridad marital, sino que
seguía dependiendo de su propio padre; podía poseer y
administrar bienes. Con este matrimonio la esposa no pertenecía
jurídicamente a la misma familia que su marido y sus hijos,
circunstancia que podía perjudicarla en algunos aspectos (por
ejemplo, a la hora de heredar). Sin embargo, estos
inconvenientes fueron pronto superados por nuevas
disposiciones.

Había en el matrimonio romano unos bienes que aportaba la


familia de la mujer: la dote. En el matrimonio en que la mujer
se sometía a la autoridad marital, la dote compensaba la
pérdida de sus derechos de herencia (puesto que dejaba de
pertenecer a su familia originaria) y en el matrimonio "libre"
la dote contribuía a los gastos del nuevo hogar. En cualquier
caso, la dote pasaba a pertenecer al marido. Pero éste solía
comprometerse a devolverla en caso de divorcio. Ya a finales de
la República se fue imponiendo la idea de que la dote eran
bienes de la mujer (sobre todo en el matrimonio "libre") que el
marido debía conservar intactos, puesto que sólo le pertenecían
en usufructo. En caso de muerte de la mujer el marido podía
retener un aparte de dote por cada hijo.

Patria potestas

Así se llama la autoridad del padre sobre los hijos. En


tiempos antiguos este poder sobre los hijos (y sobre la esposa)
era total: llegaba a tener derecho de vida y muerte sobre
ellos. Entonces la familia era considerada como una pequeña
república y la potestad del pater familias sobre los suyos era
semejante a la de los magistrados sobre los ciudadanos, de
forma que los miembros libres de la familia se hallaban en la
práctica casi tan sometidos como los esclavos de la casa. Se
diferenciaban de ellos en su expectativa de libertad, en su
ciudadanía romana y en su participación jurídica en el
patrimonio.

De hecho el padre fue ejerciendo cada vez menos sus


enormes prerrogativas. A partir del siglo I el Estado dicta
leyes que limitan el poder del pater familias. Trajano manda
emancipar al hijo que es maltratado por su padre. Y, por fin,
Constantino condena como reo de parricidio al padre que da
muerte al hijo.

El pater familias es el titular de todos los bienes


patrimoniales. Y, además, todo cuanto el hijo gane con su
trabajo o incluso reciba por herencia (que a su favor dejen
otras personas ) pasa al patrimonio paterno.

Sin embargo, esta situación se suaviza, y cada vez más,


con los peculios. El peculio es una cantidad de dinero o bienes
que el padre deja en manos del hijo para su administración y
usufructo (no en propiedad).

Con Augusto se impuso, además, el peculium castrense: el


filius soldado es propietario de los bienes que adquiera. Puede
comprar y manumitir esclavos (en este caso eran libertos suyos)
y también hacer testamento en favor de otras personas.
Unicamente si muere intestado antes que el padre, sus bienes
pasan a éste, como si el peculio hubiera pertenecido al
patrimonio familiar.

Cuando se fue reafirmando la idea de que los bienes


aportados por la esposa (dote, herencias...) eran de su
propiedad, al morir la esposa tales bienes pasaban a ser
propiedad del hijo, correspondiéndole al padre sólo el
usufructo.

El emperador Constantino legisló que se consideraran


también propiedad del hijo los bienes que adquiriera en el
desempeño de cargos públicos: funcionario de la corte imperial,
abogado, eclesiástico, etc.

Adoptio y adrogatio

En la misma situación que los hijos nacidos del matrimonio


estaban los hijos adoptivos. Por la adopción entraba en la
familia un sujeto extraño a ella. El adoptado quedaba
desvinculado de su propio pater familias y pasaba a formar
parte de la familia del adoptante, quedando bajo su potestad y
tomando incluso su nomen, aunque conservaba un sobrenombre
derivado de su familia de origen. (Por ejemplo, Publio Cornelio
Escipión Emiliano- destructor de Cartago y Numancia- no era por
la sangre un Escipión, sino adoptado por uno de ellos. Era, en
realidad, hijo del patricio Paulo Emilio y de aquí el
sobrenombre de Emiliano.)

La adrogatio era la adopción del que ya no estaba bajo la


autoridad paterna: propiamente era la adopción de un pater
familias por otro. Todos los miembros que dependían de él
pasaban a depender del adrogante. La adrogatio requería un
cierto ceremonial que garantizaba la libre voluntad por ambas
partes (puesto que suponía alteración del orden familiar y
capitis deminutio minina del arrogado ). Se celebraba mediante
preguntas -rogatio- sobre la libre aceptación, en los comicios
curiados. Y ya a finales de la República se celebraba en
presencia de treinta lictores.

4.TUTELA

La tutela era el poder sobre una persona que (aun en el


caso de que fuera sui iuris) no tenía capacidad para
administrar su patrimonio ni llevar a cabo actos jurídicos.
Esta incapacidad venía dada por la falta de edad o porque la
ley no reconocía tal capacidad, como sucedía con las mujeres.

Mientras vivía el pater familias, él era el tutor tanto de


los hijos como de la esposa. La tutela se identificaba, pues,
con la potestas paterna.

4.1. LA TUTELA DE LOS IMPÚBERES

El tutor de los menores de 14 años (12 para las niñas) era


el nombrado como tal por el padre en su testamento (tutor
testamentario). Si el padre no lo señalaba en su testamento,
pasaba a ser tutor el pariente agnaticio más próximo (tutor
legítimo). Y si faltaba éste, es Pretor urbano nombraba a un
tutor.

En época antigua no podían ser tutores los filii familias


ni las mujeres. Luego se permitió ejercer la tutela al filius
familias (si tenía una edad adecuada). Y solamente el Derecho
ya postclásico permitió ser tutora a la madre (o a la abuela)
siempre que no volviera a casarse.

El tutor era el administrador de los bienes del tutelado y


responsable de esta administración. Mientras el tutelado era
muy pequeño (infans) el tutor podía realizar en su nombre actos
jurídicos (excepto los que requerían la presencia del titular
de derecho). Aceptaba también la responsabilidad de tales
actos. Cuando ya el tutelado era algo mayor y estaba presente,
el tutor le prestaba su autoridad asistiendo al acto o negocio
y dando su consentimiento.

El tutor debía encargarse de los bienes del tutelado como


si fueran realmente suyos, empleando el capital en negocios
productivos, vendiendo lo perecedero y no haciendo donaciones
que pudieran perjudicar el patrimonio. También le correspondía
señalar las cantidades que habían de ser destinadas para
manutención y educación del pupilo.
Las leyes protegían a los menores de la mala voluntad o
ineptitud que pudiese haber en sus tutores, sustituyendo o
castigando al tutor que faltara a sus deberes.

4.2. TUTELA DE MUJERES

Mientras era menor la mujer, como el hombre, estaba


sometida a tutela. Cuando se casaba, pasaba a estar bajo la
potestad del marido, que ejercía la tutela. Si el matrimonio
era de los que no sometían a la potestad marital, la esposa
seguía siendo tutelada por su propio padre. En caso de faltarle
padre y marido, quedaba sometida a un tutor previamente
nombrado por aquel de quien antes hubiera dependido. Y en su
defecto, era tutelada por el pariente agnaticio más próximo.

Solamente estaban libres de tutela las vestales (desde muy


antiguo). Y, después de las leyes de Augusto, las mujeres que
tuvieran tres hijos (las libertas, cuatro), que gozaban así del
ius liberorum.

Sin embargo, la tutela quedó suavizada ya en la época


republicana al permitírsele a la esposa elegir a su tutor si
moría el marido, incluso poder renovar la elección cuantas
veces quisiera.
Con el tiempo la tutela de las mujeres fue desapareciendo.

5. CURATELA

Tenía por objeto administrar el patrimonio del que era


incapaz de ello. Esta incapacidad venía causada, bien por
enfermedad mental (furiosi), bien por la probada tendencia a la
dilapidación (prodigi) que incapacitaba, por orden judicial,
para administrar el propio patrimonio.

Le faltaba a la curatela, en la época clásica, la


autoridad que tenía la tutela, y la asistencia y cooperación
del tutor a los actos jurídicos del pupilo. El curador era más
bien un gestor del patrimonio.

Los jóvenes de 14 a 25 años (minores), aunque ya tenían


plena capacidad de obrar, podían solicitar voluntariamente un
curator, como asesor, para algún asunto en particular. Durante
el Imperio se consolidó esta cura minorum (más moderna por
tanto que la cura furiosi y la cura prodigi). El curator
minorum se hizo estable. Además se añadieron a la curatela
funciones que antes eran privativas del tutor. Así, en cierta
forma, la curatela llegó a ser similar a la tutela.
6. EL DERECHO HEREDITARIO

En el Derecho romano antiguo, el pater familias por medio


del testamento nombraba a uno de los suyos (el que le pareciera
más adecuado) como sucesor. A la muerte del pater el sucesor
heredaba la jefatura de la familia y el patrimonio en bloque.
Con la designación de un nuevo jefe se evitaba la disgregación
familiar.

En el Derecho romano clásico, a la muerte del pater


familias cada hijo varón y mayor de edad tomaba la jefatura de
su propia familia. Pero el pater familias mediante testamento
universal (si fueran varios serían co-herederos universales) y
sucesor (succesor) del pater. Es decir, adquiría la posición
jurídica del difunto y el patrimonio en bloque. Esto no impedía
que el pater familias en su testamento hiciera, además, legados
a otras personas. El legatario sólo adquiría el legado
dispuesto por el difunto, pero no era succesor.

En el Derecho postclásico se admitía que el heredero no


fuera ya sucesor universal. Por tanto se reconocía la sucesión
en algunos derechos singulares.

6.1. LOS HEREDEROS

Podían serlo:

a) Las personas sometidas a la autoridad del pater


familias. Se llamaban heredes necessarii. Y en éstos
aún se distinguía entre los heredes necessarii sui
(hijos, esposa, nueras, nietos...) y los heredes
necessarii (esclavos que eran instituidos herederos y
libertados mediante el testamento).

Si eran llamados a heredar también los hijos ya


emancipados, los otros hijos que aún estuvieran
sometidos a la patria potestas se exponían a perder
el fruto de su propio trabajo (que había pasado a
engrosar el patrimonio paterno). Para corregir esta
injusticia, el Pretor ordenaba la collatio bonorum
(el deber de colación): los hijos emancipados
repartían col los sometidos todo lo adquirido desde
el día de su emancipación hasta la muerte del pater.

Los heredes necessarii tenían obligación de aceptar la


herencia. Y por tanto de hacerse cargo de las deudas, si las
hubiera. Sin embargo, en el caso de los sui, el Pretor podía
remediar (con ciertos recursos) los efectos nocivos de la
adquisición de la herencia. Cosa que no sucedía cuando los
heredes eran solamente necessarii: a veces los señores
endeudados nombraban herederos a sus esclavos con el fin de
que, al verse obligados los heredes a vender la herencia para
pagar deudas, la infamia que tal cosa acarreaba cayese sobre
los herederos y no sobre el difunto señor.

b) Los herederos no sujetos a la autoridad del pater


familias se llamaban extraños (heredes extranei o
voluntarii). No tenían obligación de aceptar la
herencia y, para hacerse cargo de ella, habían de
realizar un acto de aceptación.

En caso de que hubiera litigio acerca de una


herencia, hasta tanto finalizara el proceso
entablado, el Pretor podía otorgar la posesión de
los bienes (bonorum possesio) de modo temporal al
demandante que a su entender llevara la razón.

6.2. ADQUISICIÓN DE LA HERENCIA

Los requisitos para aceptar una herencia eran:

a) Delación de la herencia, es decir, el llamamiento


a una o varias personas para adquirir una determinada
herencia. Se hacía mediante testamento o mediante la
ley.

b) Aceptación personal, y no por medio de un


representante.

c) Capacidad para aceptar. Los furiosi (enfermos


mentales) y los infantes ( niños menores de siete
años) no podían realizar una aceptación personal y,
por tanto, no podían aceptar herencias. En el derecho
postclásico los padres o tutores podían ya
representar a los infantes para heredar.

d) Aceptación plena y sin condiciones de toda la


herencia.

Una vez aceptada la sucesión podía ocurrir que el heredero


saliese perjudicado en sus propios bienes anteriores, puesto
que tenía que responder de las deudas del difunto como si
fueran propias. Para corregir esta situación, se podía recurrir
a la separatio bonorum ( separación entre el patrimonio propio
y el heredado). Una vez realizada, el heredero sólo se hacía
cargo de los bienes heredados cuando ya estaban pagadas las
deudas del difunto. O también se recurría al beneficium
inventarii: el heredero realizaba el inventario de los bienes
(con asistencia de notario) y pagaba con ellos a los deudores
según se fueran presentando.
Desde la muerte del dueño hasta que la herencia era
aceptada, el patrimonio recibía el nombre de "herencia
yacente". No tenía dueño. Pero el patrimonio podía estar sujeto
entretanto a acciones que le podían beneficiar o perjudicar
(como por ejemplo los negocios pendientes). Además existían
obligaciones de religión familiar que cumplir y a veces,
acreedores a quienes pagar. Por todo esto y también para
inducir a los heredes voluntarii a aceptar la herencia se
reconocía usucapio pro herede: el uso de los bienes
hereditarios durante un año por parte de cualquier persona -aun
si ningún derecho a heredar- le confería a esa persona la
condición de heredero por usucapión. Sin embargo, había
disposiciones legales que ponían límites a la usucapión, tan
lesiva para los herederos de derecho.

6.3. SUCESIÓN TESTAMENTARIA

A. EL TESTAMENTO

Es un acto solemne y de última voluntad por el que se


nombra heredero y se pueden hacer legados, nombramiento de
tutores, manumisiones, etc.

El principal objetivo del testamento era el nombramiento


de heredero (heredis institutio). De forma que, si no lo
nombraba o si no era válido el nombramiento, el testamento
quedaba anulado. Por el contrario, si no fueran válidas otras
disposiciones testamentarias, el testamento era eficaz, con tal
de que lo fuera el nombramiento de heredero.

El pater familias se sentía en la obligación de testar


para que a su muerte la familia no quedara sin jefe que
cumpliera las obligaciones familiares (religiosas, con los
clientes, etc.). El testamento era una institución
arraigadamente romana. Por eso se prefería la sucesión
testamentaria de la legítima (sin testamento).

Había varias formas de hacer testamento. En el Derecho


antiguo:

* testamentum calatis comitiis: se realizaba en


los comicios curiados convocados dos veces al año con
este fin y presidios por el pontifex maximus;

* testamentum in procintu: antes de entra en


batalla; se hacía delante del ejército en pie de
guerra;

* per aes et libram (por el cobre y la balanza):


Cuando un pater familias sin testar se encontraba en
peligro de muerte, ponía su patrimonio en manos de un
amigo de confianza y le encargaba el cumplimiento de
su última voluntad. Se realizaba en presencia de
cinco testigos, el libripens y el amigo que hacía
cargo de la familia. Seguía un determinado ritual.
Pero si faltaba algún requisito, el Pretor podía
concederle validez a pesar de ello ( testamento
pretorio en este caso).

En el derecho nuevo:

* testamento escrito, que el testador firmaba en


presencia de siete testigos, o testamento oral,
expuesto ante los siete testigos;

* testamento hológrafo, escrito todo él por la


mano del testador, sin necesidad de ningún testigo.

Condiciones personales para otorgar testamento

Sólo podía hacer testamento el que tenía pleno derecho de


ciudadanía, es decir, el varón libre, ciudadano romano y pater
familias.

Pero a otras personas también se les permitía testar bajo


ciertas condiciones:

* El filius familias podía disponer por testamento


de su peculium castrense.

* Al esclavo del Estado (servus publicus) se le


consentía que nombrara herederos de la mitad de su
peculio.

* La mujer sui iuris podía testar. Si estaba


sometida a tutela, lo hacía con la autorización del
tutor.

No podían testar el impúber, el loco (salvo en los


momentos de lucidez) ni el pródigo.

Condiciones personales para suceder por testamento

La persona instituida como heredero debía estar designada


de forma inequívoca. Hasta el punto de que los hijos nacidos
después de otorgado el testamento se consideraban como incertae
personae, aunque gradualmente se fue reconociendo su derecho.
Los extranjeros no podían ser nombrados herederos. EN
cuanto a los esclavos, se les podía instituir si, además, se
les daba la libertad. También estaba permitido hacer legados a
esclavos ajenos (aunque tales legados engrosaban el patrimonio
de su señor).

B. CODICILOS

Eran escritos no sujetos a formalidades, por los que las


personas podían expresar su última voluntad (siempre que
tuvieran capacidad para hacer testamento).

Por el codicilo se podían disponer fideicomisos, ordenar


legados y hacer cierto tipo de manumisiones. No se podía
nombrar heredero: ésta era la principal diferencia entre el
testamento y el codicilo.

Pero si el codicilo era confirmado por un testamento


(anterior o posterior) se consideraba como parte de dicho
testamento y, como tal, podía nombrar heredero y ordenar todo
tipo de manumisiones.

6.4. SUCESIÓN INTESTADA

La sucesión intestada o legítima tenía lugar cuando no


había testamento o el testamento no era válido o ninguno de los
instituidos llegaba a heredar.

Esta sucesión ya quedaba regulada por la ley de las XII


Tablas y fue evolucionando con el tiempo.

En el derecho civil antiguo heredaban el primer lugar los


heredes sui a partes iguales. Si no los había, la herencia
pasaba a los agnados.

Más tarde, el Pretor corregía la injusticia de este


derecho y llamaba a heredar: a todos los hijos (también los
emancipados); a la mujer y al marido, en cada caso (así
heredaba también la esposa sin conventio in manum); sólo
después a los agnados y luego a los cognados.

Posteriormente, los senadoconsultos y las disposiciones


imperiales favorecieron a los parientes consanguíneos: la madre
podía suceder al hijo. Y los bienes de la madre no sujeta a
potestas maritalis pasaban a los hijos.

Justiniano recogió y ordenó las confusas normas


sucesorias.

6.5. LIMITACIONES QUE IMPONÍA LA SUCESIÓN LEGÍTIMA AL


TESTAMENTO

En principio el pater familias podía nombrar heredero a


quien quisiera y desheredar a los suyos sin dar explicaciones.

Ya el Derecho antiguo limitaba esta libertad para testar:


se invalidaba el testamento en el que los heredes sui eran
preteridos ( ni instituidos ni desheredados).

En el Derecho civil de época posterior se especificaba que


los hijos varones no emancipados habían de ser instituidos o
desheredados cada uno por su nombre (nominatim); en caso
contrario el testamento no era efectivo . Y tampoco lo era si
no tenía en cuenta a un hijo póstumo (fuera varón o mujer). Si
el preterido no era un hijo varón sino otro cualquiera de los
sui ( hijas, nietos, etc), el testamento era válido, pero el
sui preterido pasaba a heredar con los otros.

Ya en el último siglo de la República empezó a reconocerse


que quien desheredaba a uno de sus allegados faltaba al deber
de afecto (officium pietatis). Así, los descendientes, o padre
y hermanos a quienes el testador desheredaba podían entablar un
pleito (querella inofficiosi testamenti) contra el heredero
instituido en tal testamento.

6.6. LEGADOS Y FIDEICOMISOS

El legado era una disposición contenida en el testamento,


por medio de la cual el testador ordenaba que cierta parte de
sus bienes pasase a beneficiar a otra persona. En el legado
intervenían: el difunto (con la expresión de su voluntad), el
heredero (a quien tocaba satisfacer el legado) y el legatario o
beneficiario.

En el Derecho antiguo existía una libertad absoluta para


legar, pero luego se impuso cierta limitación, para no
perjudicar al heredero ni al patrimonio familiar.

El fideicomiso era algo similar al legado: tenía por


objeto otorgar después de la muerte algunos bienes a una
persona. Y si esta disposición no se podía incluir en el
testamento por alguna circunstancia, se encargaba a un amigo la
entrega de tales bienes confiando en su lealtad (fides). El
fideicomiso no seguía las formalidades del testamento. Había
obligación moral de cumplirlo, pero a partir de Augusto su
cumplimiento fue obligatorio legalmente.

7. DERECHOS SOBRE LAS COSAS

7.1. LA PROPIEDAD
Era el señorío o dominio sobre una cosa. Suponía el
derecho de usar, disfrutar, enajenar, reivindicar, etc.

Sólo tenían plenos derechos de propiedad (dominium ex iure


Quiritium) los ciudadanos romanos con ius commercii cuyos
fundos estuvieran en suelo itálico y hubieran sido adquiridos
según las normas del ius civile. En las provincias las tierras
solamente podían ser objeto de posesión o usufructo (no
constituían propiedad). Esta norma no llegó a abolirse
totalmente hasta Justiniano.

En Italia las propiedades rústicas debían tener límites


precisos (y entre unos y otros límites dejar veredas para
facilitar el paso). Así se diferenciaba la propiedad privada
del ager publicus, que no estaba limitado.

Todo cuanto había o llegaba a estar dentro del fundo


romano pasaba a la propiedad del dueño: tesoros encontrados,
aluviones, etc.

La propiedad romana se entendía como absoluta y exclusiva.


En principio el dueño podía hacer con su propiedad lo que
quisiera. Pero existían unos límites para esta libertad. Por un
lado, límites morales (que podían producir efectos jurídicos):
si un pater familias faltaba a su deber (officium) dilapidando
el patrimonio, podía ser declarado prodigus y por tanto capiti
disminuido, privándosele del ius commercii.

También existían trabas legales impuestas por la vecindad:


derechos de paso y conducción de aguas por algunas fincas,
límites en la altura de una casa vecina o en la frondosidad de
los árboles próximos, distancia obligada de una nueva
construcción con respecto al edificio cercano, etc. Tampoco se
podía hacer obras para impedir el discurrir natural del agua de
lluvia.

El Derecho público también imponía algunas obligaciones:


los propietarios de casas que daban a una vía pública estaban
obligados a mantenerla en buen estado. Existía el derecho
público de expropiación forzosa, pero sólo en casos de grave
necesidad. (Así Augusto renunció a expropiar a los particulares
para hacer su nuevo foro.)

Los modos de adquirir la propiedad según el ius civile


eran:

a) Mancipatio: forma obligada para enajenar y


adquirir las res mancipi ( los elementos más
estáticos y perdurables del patrimonio). Era la forma
más antigua. Consistía en una ceremonia en la que
participaban el adquirente, el vendedor y el
libripens en presencia de cinco testigos. Además se
firmaba un acta. Aunque la mancipatio fue cayendo en
desuso no quedó abolida hasta Justiniano.

b) In iure cessio: era un proceso simulado de


reivindicación que se realizaba ante un magistrado.
El adquirente era el reivindicador.

c) Traditio: era la manera de enajenar las res nec


mancipi ( los elementos movibles del patrimonio).
Para realizar las anteriores formas era necesario ser
ciudadano romano y poseer el ius commercii. Pero no
así para la traditio, que podía efectuar el hijo o
incluso el servus que administraba un peculio.

d) Usucapio: era la adquisición en propiedad de una


cosa por la posesión (usus) de esa cosa durante un
cierto tiempo. En la antigüedad se tuvo que llegar a
admitir esta forma de adquisición porque en
frecuentes casos faltaba alguna formalidad en las
transacciones, o el vendedor o el adquirente carecían
de algún derecho.

7.2. LA POSESIÓN

Es preciso diferenciar la posesión de la propiedad. La


posesión era el señorío o dominio de hecho sobre una cosa
(aunque alguna vez le faltara el derecho). En cambio la
propiedad era la posesión a la que siempre asistía el derecho.

La posesión (sin propiedad) no podía heredarse. La


propiedad, sí. Sin embargo, la posesión podía producir efectos
jurídicos:

-. En ocasiones se transformaba en propiedad, como


ocurría, por ejemplo, en la usucapión de una
herencia, o en la ocupación de una propiedad
abandonada por el dueño.

-. El poseedor, tuviera o no derecho a poseer, era


protegido por la policía hasta tanto se aclarase, por
vía judicial, a quién pertenecía el derecho.

7.3. USUFRUCTO

Era el derecho a disfrutar de propiedad ajena y de sus


productos naturales (por ejemplo frutos y crías de ganado). El
que ostentaba el usufructo había de conservar la propiedad en
buen estado y reparar, al menos módicamente, lo deteriorado. El
usufructo era un derecho personal que no podía enajenarse ni
heredarse. Solía ser concedido a la viuda (en un matrimonio
"libre"), para que a la muerte del marido siguiera llevando
sensiblemente la misma vida de antes, pero sin perjudicar la
herencia de los hijos.

8. DERECHOS PÚBLICOS

8.1. EL DERECHO A VOTAR Y A SER ELEGIDO

El ius suffragii facultaba a los ciudadanos romanos para


aceptar o rechazar las leyes propuestas, en las asambleas, y
para elegir a los magistrados.

El ius honorum era el derecho a ser elegido para las


magistraturas.

Aunque en principio todos los ciudadanos romanos podían


aspirar a las magistraturas, existían algunos impedimentos para
ser elegidos:

a) No tener en plenitud el derecho de ciudadanía:


así se excluía de las magistraturas a las
mujeres ( y a los varones menores de 17 años).

b) La clase social. Los plebeyos en tiempos


antiguos tuvieron que luchar para conseguir el
derecho a ocupar los cargos públicos. Los
patricios, por su parte, no podían ser tribunos
de la plebe.

c) Ciertos condicionamientos sociales. Estaban


excluidos los hijos de libertos y los nacidos
fuera de matrimonio legal. También los
trabajadores asalariados que necesitaran de su
trabajo para subsistir (puesto que los cargos
públicos no eran remunerados). Ya en tiempos del
principado se consideraba la infamia (que
acarreaba la condena por ciertos delitos) como
causa de exclusión de las magistraturas.

d) No haber prestado cierto tiempo de servicio


militar como oficial. El tiempo exigido varió
según las épocas.

e) No se podía ocupar al mismo tiempo dos cargos


públicos.
f) Desde antiguo no se podía ser reelegido sin
interrupción para los cargos anuales. El
intervalo requerido para una reelección varió
según la época y según el cargo de que se
tratara.

g) No tener la edad mínima exigida. Augusto rebajó


las edades que antes había señalado Sila. Para
cuestor era necesario tener 25 años, para edil y
tribuno 27; para pretor 30 y para cónsul 33 años
(antes de Augusto, 43).

Se debían ir desempeñando las magistraturas por un orden


jerárquico, aunque no había leyes que impidieran ejercer un
cargo inferior después de otro superior.

Para verificar que un candidato reunía todas las


condiciones exigidas estaba el magistrado que dirigía la
elección. La admisión de los candidatos (nomen accipere) debía
realizarse antes de las elecciones, por lo que los aspirantes
tenían que presentarse con cierto tiempo de anticipación.

Ya en la República, las magistraturas, a pesar de la


formalidad de la elección, recaían casi siempre en los miembros
de las mismas familias con lo que llegaron a ser casi
hereditarias; aunque de todas formas quedaba una posibilidad
abierta para los nuevos elementos que se hubieran hecho
merecedores de ello.

Durante el Imperio esta vinculación se acentuó más. Los


descendientes de senadores formaban el orden senatorial y
estaban llamados a ejercer las magistraturas superiores. Los
del orden ecuestre, formado por las familias de los caballeros,
eran los destinados a ocupar las magistraturas de segunda
categoría.

A. EL EJÉRCITO

Defender a la patria con las armas era un honor y un deber


del ciudadano.

La obligación del servicio militar y el sufragio iban


unidos. De forma que los que estaban exentos del servicio
militar, como las mujeres y los niños, no tenían el derecho al
voto.

La confección del censo (fijación periódica de personas y


sus patrimonios) tenía también una finalidad militar:
constituía la lista para llamar a filas. Las mujeres y los
niños ocupaban un apartado especial del censo.

Se excluía del ejército a los que habían sufrido infamia


(aunque no estaban exentos de tributos ) y a los libertos (por
ser ciudadanos incompletos).

Los cónsules ostentaban el mando supremo del ejército y


hacían el llamamiento a las armas. El ciudadano prestaba
juramento de fidelidad como soldado al magistrado que lo había
llamado a filas. Las levas se realizaban por lo común en
primavera y el licenciamiento en otoño, o cuando terminaba la
campaña.

El senado también tenía la facultad de realizar levas y


proceder a su licenciamiento.

Apareció luego, con Mario, la modalidad del soldado


voluntario. Entonces el sistema evolucionó rápidamente,
alargándose el tiempo de servicio y cubriéndose con los
voluntarios la mayor parte de las necesidades del ejército,
hasta el punto de que en los últimos tiempos de la República el
llamamiento forzoso a filas era excepcional.

8.2. IUS GENTIUM

El extranjero carecía de todo derecho, a no ser que entre


su municipio y Roma existiera un tratado de hospitalidad mutua.
La base de las relaciones internacionales de Roma fueron,
precisamente, estos tratados de hospitium con otras ciudades,
por los que se reconocía a los ciudadanos de éstas capacidad de
negocios en Roma y la defensa en tribunal romano ( es decir, el
ius commercii, y, a veces hasta el ius connubii). La aplicación
de estos derechos correspondía al Praetor peregrinus.

El ius gentium (basado en un tratado, o bien solamente en


la fides mutua) era este derecho que regulaba las relaciones
entre romanos y extranjeros. En este sentido se oponía al ius
civile, que normalizaba las relaciones entre ciudadanos. En lo
esencial no se diferenciaba de él, pero el ius gentium era más
sencillo, menos formalista y prescindía de complicados
rituales. Estaba basado en el Derecho tradicional romano y
además tenía, insertados con sutileza, nuevos principios
tomados de usos extranjeros. Estos nuevos elementos no
quebrantaron el carácter fundamentalmente romano del ius
gentium, que llegó a ser con el tiempo un nuevo ius civile
(aplicado entre ciudadanos) pero más abierto y progresivo,
adaptado a las nuevas necesidades. Nunca fue un Derecho
supranacional, sino un Derecho romano asequible a los
extranjeros.
Los filósofos de la época ciceroniana tuvieron otro
concepto de ius gentium y lo identificaron con el Derecho
natural. Lo consideraban como un conjunto de preceptos
jurídicos y éticos dictados por la naturaleza para todos los
hombres y pueblos. Así lo entendió también el famoso jurista
Gayo: "El ius gentium es el que la razón natural establece
entre todos los hombres."

Ya en época justinianea dejó de identificarse ius gentium


con Derecho natural, porque éste se concebía entonces como
Derecho de origen divino.

9. DERECHO PROCESAL

En la antigüedad se permitían en Roma ciertas formas de


justicia privada, dentro de unos límites. A finales de la
República estos límites se vuelven más estrechos: los
ciudadanos no pueden alterar el orden establecido y tomarse la
justicia por su mano. Para hacer frente a las injusticias está
la justicia estatal, basada en unas ideas afines a las de
nuestra época.

Se distinguía entre el iudicium legitimum y el iudicium,


quod imperio continetur.

El iudicium legitimum era el que tenía lugar en Roma,


entre ciudadanos que se hallaban protegidos por la ley frente a
la decisión del magistrado, porque dictaba la sentencia un solo
juez, conciudadano de ambas partes y elegido por ellas.
Constaba de dos etapas:

1.- Procedimiento in iure, dirigido por el Pretor, hasta


alcanzar la litis contestatio o formulación del litigio.

2.- Procedimiento apud iudicem, presidido por un juez que


averiguaba la verdad de los hechos aducidos en la litis
contestatio y emitía su fallo.

Para ser juez, en teoría bastaba con ser ciudadano romano


en posesión de todas sus facultades mentales y físicas. Pero
realmente las partes de un litigio elegían el juez en un alista
confeccionada a tal fin (album iudicum selectorum). Para lograr
ser incluidos en esta lista rivalizaban senadores y caballeros.

El iudicium, quod imperio contetur era el que se


desarrollaba fuera de Roma, o en el que intervenían
extranjeros, o tenía lugar ante el Praetor peregrinus con
intervención de varios jueces (recuperatores).
De todas formas el ciudadano romano condenado a muerte
tenía el derecho a apelar a la asamblea del pueblo -ius
provocationis-.

10. PERVIVENCIA EN LA CULTURA OCCIDENTAL

Ya es un tópico decir que el Derecho romano representa la


mayor contribución que aportó Roma a la civilización
occidental. También suele decirse que la ley romana constituye
uno de los elementos principales de la estructura del mundo
moderno.

Podemos liquidar brevemente la historia posterior del


Derecho romano en el Mediterráneo oriental. Nunca se perdió su
conocimiento, aunque sólo de vez en cuando pudieron ofrecerse
versiones accesibles en griego de todo el Corpus iuris.
Teóricamente, aún estaba en vigor en el reino de Grecia durante
la última generación. Pero no sufrió ninguna modificación
sustancial aparte de alguna que otra ligera pieza legislativa
esporádica.

El Derecho romano tuvo en Occidente una historia mucho más


interesante y más importante . Primero pasó una fase de
degeneración aguda. Un Corpus iuris sistemático y detallado era
algo que no pegaba con las condiciones mezquinas de la Europa
bárbara. Además no ofrecía respuesta a los nuevos problemas que
planteaba la decadente economía. Es probable que durante varios
siglos después de su publicación no se utilizó una sola vez el
Digesto en la vida corriente. Las Instituciones nunca cayeron
en desuso; eran lo bastante breves y simples para que las
entendiera cualquiera. Sin embargo, por lo general, el Derecho
romano en los mismos países en que se conservó en vigor parece
que tuvo más bien el carácter de costumbre, como era natural en
realidad, dentro de la sociedad en la que apenas había más
literatos que los clérigos.

Así, la renovación de los estudios sobre el Derecho romano


que se produjo hacia mediados del siglo XI, sustancialmente
constituyó una especie de renacimiento. Formó parte de un
resurgimiento intelectual que se extendió igualmente a la
filosofía, a la teología y al derecho canónico y que es
imposible atribuir a una sola causa clara y concreta. Los
abogados de los países que se rigieron en otro tiempo por el
Derecho romano tuvieron que sentirse obligados siempre a
estudiar el Digesto.

Acaso la contribución más preciosa que debe la civiliza-


ción mundial al Derecho romano es el haberle demostrado la
posibilidad de construir un corpus iuris sobre bases de sentido
común que pueden aceptar diferentes pueblos en distintas etapas
de su desarrollo. Se ha dicho que la desventaja de la ley
natural consiste en la dificultad de encajar en ella ningún
hecho concreto. Pero eso precisamente es lo que lograron los
romanos, según se ha indicado, por un proceso inverso,
elaborando con todo detalle las implicaciones que el sentido
común encontraba en determinadas instituciones y liberándose
gradualmente de los elementos menos racionales contenidos en su
derecho. Además, fueron haciendo extensiva la ley de los
ciudadanos de un pequeño Estado-ciudad a todos los habitantes
de un inmenso Imperio, independientemente del idioma,
literatura y religión en que se habían criado. Nunca hubiera
podido convertirse el Derecho romano en la ley universal del
mundo mediterráneo si no se hubiese racionalizado; y ese
racionalismo no hubiese estimulado tanto el genio de los
juristas que estamparon en el derecho su sello dominante si no
hubieran sentido la necesidad de hacerlo extensivo a todo el
Imperio.

De todo el Derecho romano que se explicaba y estudiaba en


las universidades sólo se incorporó una parte al derecho
vigente de los varios países de la Europa central y occidental.
En todas partes tenía que enfrentarse con las varias costumbres
locales y provinciales y, como es de suponer, con distintos
resultados. Además, el derecho canónico uniforme de la Iglesia
católica había ocupado previamente ciertos campos de actividad.
Sería peligroso hacer afirmaciones generales; aún se necesita
mucha investigación histórica para formarnos una idea adecuada
de la incorporación de la ley romana al derecho vigente de cada
país. Con todo, tenemos motivos para creer que, por regla
general, más que la política romana lo que se adoptaba era su
técnica.

En la actualidad, el estudio del Derecho romano es de


carácter puramente académico, aunque puede tener también su
finalidad práctica, como medio de introducir a los estudiantes
en los conceptos generales de legalidad. Cabe dudar de que
pueda sacarse más partido del Derecho romano para la solución
de los problemas modernos, y esto por dos razones: primera,
porque lo mejor de él quedó ya incorporado en el derecho
vigente, y segunda, porque el mundo cada vez se aleja más del
tipo de sociedad para el que resultaba apropiado. No podemos
desear la vuelta de las condiciones de vida que favorecieron la
adopción del Derecho romano. Es en la formación de una
mentalidad y de un método de análisis de los problemas
jurídicos donde reside la causa principal de la importancia que
aún conserva el Derecho romano, más que en sus instituciones
concretas, que en parte no se ajustan ya a las circunstancias
económicas y sociales y a la mentalidad del mundo actual.
RESUMEN

1. La literatura jurídica latina podríamos decir que


comienza con la redacción de la la ley de las Doce Tablas
En el s. II encontramos a Aelius Paetus
y Iunius Brutus.
En época de Augusto: A. Labeo y A. Capito.

Papinianus bajo Septimio Severo, Ulpianus y Paulus bajo


Caracalla y Alejandro Severo.

2. Entre los romanos no se reconocían a la persona


humana-por ser tal- todos los derechos. Los únicos sujetos de
derecho con toda plenitud y extensión eran los que reunían
estas condiciones: ser libre, ciudadano romano y no estar
sujeto a ninguna otra autoridad familiar.

Sólo podían contraer matrimonio legal los ciudadanos


romanos libres. Los extranjeros estaban excluidos ( a no ser
por concesión especial del ius connubii).

Tampoco era matrimonio legal la unión entre esclavos


(contubernium).

Augusto dictó unas leyes por las que se obligaba a


contraer matrimonio a todos los hombres entre 25 y 60 años y a
todas las mujeres entre los 20 y 50 años.

Estas leyes se mantuvieron durante siglos, hasta que el


emperador Constantino comenzó a modificarlas sustancialmente.

La tutela era el poder sobre una persona que (aun en el


caso de que fuera sui iuris) no tenía capacidad para
administrar su patrimonio ni llevar a cabo actos jurídicos.
Esta incapacidad venía dada por la falta de edad o porque la
ley no reconocía tal capacidad, como sucedía con las mujeres.

Mientras vivía el pater familias, él era el tutor tanto de


los hijos como de la esposa. La tutela se identificaba, pues,
con la potestas paterna.

La curatela tenía por objeto administrar el patrimonio del que


era incapaz de ello. Esta incapacidad venía causada, bien por
enfermedad mental (furiosi), bien por la probada tendencia a la
dilapidación (prodigi) que incapacitaba, por orden judicial,
para administrar el propio patrimonio.

En el Derecho romano antiguo, el pater familias por medio


del testamento nombraba a uno de los suyos (el que le pareciera
más adecuado) como sucesor. A la muerte del pater el sucesor
heredaba la jefatura de la familia y el patrimonio en bloque.
Con la designación de un nuevo jefe se evitaba la disgregación
familiar.

En el Derecho romano clásico, a la muerte del pater


familias cada hijo varón y mayor de edad tomaba la jefatura de
su propia familia. Es decir, adquiría la posición jurídica del
difunto y el patrimonio en bloque.

En el Derecho postclásico se admitía que el heredero no


fuera ya sucesor universal. Por tanto se reconocía la sucesión
en algunos derechos singulares.

La sucesión intestada o legítima tenía lugar cuando no


había testamento o el testamento no era válido o ninguno de los
instituidos llegaba a heredar.

Esta sucesión ya quedaba regulada por la ley de las XII


Tablas y fue evolucionando con el tiempo.

En el derecho civil antiguo heredaban el primer lugar los


heredes sui a partes iguales. Si no los había, la herencia
pasaba a los agnados.

Más tarde, el Pretor corregía la injusticia de este


derecho y llamaba a heredar: a todos los hijos (también los
emancipados); a la mujer y al marido, en cada caso (así
heredaba también la esposa sin conventio in manum); sólo
después a los agnados y luego a los cognados.

Posteriormente, los senadoconsultos y las disposiciones


imperiales favorecieron a los parientes consanguíneos: la madre
podía suceder al hijo. Y los bienes de la madre no sujeta a
potestas maritalis pasaban a los hijos.

Justiniano recogió y ordenó las confusas normas


sucesorias.

El legado era una disposición contenida en el testamento,


por medio de la cual el testador ordenaba que cierta parte de
sus bienes pasase a beneficiar a otra persona.

El fideicomiso era algo similar al legado: tenía por


objeto otorgar después de la muerte algunos bienes a una
persona.

Sólo tenían plenos derechos de propiedad (dominium ex iure


Quiritium) los ciudadanos romanos con ius commercii cuyos
fundos estuvieran en suelo itálico y hubieran sido adquiridos
según las normas del ius civile. En las provincias las tierras
solamente podían ser objeto de posesión o usufructo (no
constituían propiedad). Esta norma no llegó a abolirse
totalmente hasta Justiniano.

Los modos de adquirir la propiedad según el ius civile


eran:

- Mancipatio
- In iure cessio
- Traditio
- Usucapio

Es preciso diferenciar la posesión de la propiedad. La


posesión era el señorío o dominio de hecho sobre una cosa
(aunque alguna vez le faltara el derecho). En cambio la
propiedad era la posesión a la que siempre asistía el derecho.

La posesión (sin propiedad) no podía heredarse. La


propiedad, sí.

El usufructo era el derecho a disfrutar de propiedad ajena y de


sus productos naturales (por ejemplo frutos y crías de ganado).

El ius suffragii facultaba a los ciudadanos romanos para


aceptar o rechazar las leyes propuestas, en las asambleas, y
para elegir a los magistrados.

El ius honorum era el derecho a ser elegido para las


magistraturas.

Defender a la patria con las armas era un honor y un deber


del ciudadano.

La obligación del servicio militar y el sufragio iban


unidos. De forma que los que estaban exentos del servicio
militar, como las mujeres y los niños, no tenían el derecho al
voto.

El extranjero carecía de todo derecho, a no ser que entre


su municipio y Roma existiera un tratado de hospitalidad mutua.
La base de las relaciones internacionales de Roma fueron,
precisamente, estos tratados de hospitium con otras ciudades,
por los que se reconocía a los ciudadanos de éstas capacidad de
negocios en Roma y la defensa en tribunal romano ( es decir, el
ius commercii, y, a veces hasta el ius connubii). La aplicación
de estos derechos correspondía al Praetor peregrinus.
El ius gentium (basado en un tratado, o bien solamente en
la fides mutua) era este derecho que regulaba las relaciones
entre romanos y extranjeros. En este sentido se oponía al ius
civile, que normalizaba las relaciones entre ciudadanos. En lo
esencial no se diferenciaba de él, pero el ius gentium era más
sencillo, menos formalista y prescindía de complicados
rituales. Estaba basado en el Derecho tradicional romano y
además tenía, insertados con sutileza, nuevos principios
tomados de usos extranjeros.

Ya en época justinianea dejó de identificarse ius gentium


con Derecho natural, porque éste se concebía entonces como
Derecho de origen divino.

En la actualidad, el estudio del Derecho romano es de


carácter puramente académico, aunque puede tener también su
finalidad práctica, como medio de introducir a los estudiantes
en los conceptos generales de legalidad. Cabe dudar de que
pueda sacarse más partido del Derecho romano para la solución
de los problemas modernos, y esto por dos razones: primera,
porque lo mejor de él quedó ya incorporado en el derecho
vigente, y segunda, porque el mundo cada vez se aleja más del
tipo de sociedad para el que resultaba apropiado. No podemos
desear la vuelta de las condiciones de vida que favorecieron la
adopción del Derecho romano. Es en la formación de una
mentalidad y de un método de análisis de los problemas
jurídicos donde reside la causa principal de la importancia que
aún conserva el Derecho romano, más que en sus instituciones
concretas, que en parte no se ajustan ya a las circunstancias
económicas y sociales y a la mentalidad del mundo actual.

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