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TEMA 51: FIESTAS Y JUEGOS EN EL MUNDO GRECORROMANO. OCIO, DEPORTE Y SALUD CORPORAL.

INFLUENCIA EN LA CULTURA OCCIDENTAL.

ROMA

1. FIESTAS

1.1. Introducción
1.2. Fiestas religiosas

2. JUEGOS PÚBLICOS

2.1. El Circo Máximo y el anfiteatro


2.2. Ludi circense
2.3. Las naumaquias
2.4. Ludi scaenici

3. BAÑOS PÚBLICOS

4. COMISSATIO

5. CAZA

6. PESCA

GRECIA

7. FIESTAS

7.1. Introducción
7.2. Calendario de las fiestas áticas

8. JUEGOS PANHELÉNICOS

9. OTRAS ACTIVIDADES

9.1. Introducción
9.2. Juegos

10. SIMPOSIOS

11. CAZA

12. PESCA

13. INFLUENCIA EN LA CULTURA OCCIDENTAL

BIBLIOGRAFÍA

CARCOPINO, J. La Vie Quotidienne à Rome á L'Apogée de L'Empire. Hachatte. París. 1939.

GUILLEN, J. Urbs Roma. Sígueme. Salamanca. 1981

FLACELIER, R. La vida cotidiana en Grecia en el siglo de


Pericles. Hachette. 1959.

GRIMAL, P. La Vie a Rome dans L'Antiquité. Presses Universitaires de France. París, 1972.

PAOLI, U. Urbs. La vida en la Roma Antigua. Ed. Iberia-Joaquin Gil. Barcelona, 1944.

COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO

La obra de Grimal es un resumen muy escueto y preciso sobre las costumbres romanas. Las de Paoli
y Carcopino son excelentes y proporcionan una versión clara y amena, entrando en múltiples pormenores, de
la vida de los romanos.

Para Grecia se sigue principalmente el libro de Fracelier así como los textos clásicos citados durante
la exposición del tema.
ROMA

1. FIESTAS

1.1. INTRODUCCIÓN

La sociedad romana, austera en sus inicios, se inclinaba cada vez más a la diversión colectiva. A
semejanza de los griegos, se instituyeron juegos, pero estos nunca tuvieron el mismo significado político que
en Grecia, en donde los juegos panhelénicos habían constituido el mejor vehículo para transcender el
particularismo de las ciudades griegas. En Roma este problema no existía. Los juegos fueron aquí una
muestra de esplendor y una eficaz diversión que apartó al pueblo de las grandes preocupaciones políticas.
Ante este estado de las cosas el poeta satírico Juvenal llegó a escribir "Desde que no tiene a nadie a quien
vender sus votos, no se preocupa de nada; el pueblo que en otro tiempo concedía el poder, las fasces, las
legiones, todo, ahora, venido a menos, sólo dos cosas pide con ansiosa avidez: pan y juegos (panem et
circenses)".

Los juegos públicos ("ludi sollemnes") se celebraban en fechas fijas a lo largo del año, fechas que
coincidían muy frecuentemente con festividades religiosas, a las que están ligados en su origen. Durante la
república hay unos sesenta días de juegos fijos pero al final de la época imperial parece ser que se llegó a
ciento treinta y cinco días al año, sin contar los extraordinarios.

En un principio no había más que unas fiestas, los "ludi maximi Romani, que empezaron a celebrarse
como una solemnidad extraordinaria de acción de gracias por el cumplimiento de una promesa hecha por un
general en el momento de entrar en combate. Duraban sólo un día, pero poco a poco fueron añadiéndose
algunos días más hasta cuatro. De fiesta extraordinaria se convirtió en habitual; entró ya como tal en el
calendario y se celebraba en otoño cuando los ejércitos volvían de sus campañas. Así fue durante los cinco
primeros siglos de Roma. Se celebraban en el Circo Máximo.

Cayo Flaminio instituyó nuevos juegos y construyó un nuevo circo (el circo Flaminio) en el año 220
a.C... En este circo se celebraron por primera vez estos juegos conocidos con el nombre de ludi plebeii.
Siguiendo el ejemplo de Flaminio, quien hallaba un motivo para instituir unos nuevos ludi, no perdía la
ocasión, y, así, fueron surgiendo los ludi Cereales, en honor de la diosa Ceres, los ludi Apollinares, creados en
el año 212 en honor de Apolo, las fiestas en honor de la Gran Madre Frigia (Magna Mater Idaea), etc. Todas
estas fiestas se ofrecían oficialmente al pueblo, por eso se les llamaba ludi publici, y de su organización se
encargaban los magistrados. Veamos primeramente las más importantes.

1.2. FIESTAS RELIGIOSAS

Los Magni ludi Romani, de los que ya hemos dicho que fueron los únicos que se celebraron en Roma
durante los cinco primeros siglos, fueron establecidos por Tarquinio Prisco. En un principio fueron votivos, y se
celebraban al caer el otoño, cuando los ejércitos volvían de sus campañas. Luego, como hemos dicho,
quedaron fijos y se prolongaban hasta quince días: desde el 4 al 19 de septiembre. Se dedicaban a Júpiter, a
Juno y a Minerva.

En ellos un número de la fiesta era el ludus Troiae, que recuerda Virgilio en la "Eneida",5, 545 ss.

De este ludus Troiae hablaremos más adelante en el apartado de los ludi circenses.

(El ludus Troiae o troianus, consistía en un simulacro de batalla entre jóvenes de la aristocracia, vestidos con
su armadura completa, y distribuidos en fuerzas de caballería y de infantería. Virgilio lo presenta como traído
de Troya por Ascanio.)

Los ludi Capitolini, según unos fueron instituidos por Camilo después de liberar a Roma de la
opresión de los Galos. Tertuliano atribuye su fundación a Rómulo (De Spectac. 5, 8.). Su origen, pues nos es
desconocido. De estos juegos no se tiene más noticia que las transmitidas por Plutarco y Festo y así sabemos
que durante estos se presentaba ante la multitud un anciano vestido de toga pretexta con la bulla de oro al
cuello que era paseado ante ellos al tiempo que se gritaba: "Sardi venales; alius alio nequior".

Los ludi Cereales o Cerealia se celebraban en honor de Ceres. Desde el año 202 a. Se celebraban del
12 al 19 de abril según el viejo calendario. En estas fiestas las matronas, vestidas con togas blancas,
paseando con antorchas encendidas, celebraban el llanto y la peregrinación de la diosa en busca de su hija
Proserpina, raptada por Plutón. Los juegos se celebraban en el Circo. A ellos asistía el pueblo vestido de
blanco. Durante estas fiestas estaba prohibido beber vino, mantener relaciones sexuales y comer nada antes
de la noche.

Los ludi Apollinares se celebraban en honor de Apolo. Antes del año 202 se celebraban fuera la puerta
Colina, junto a templo de Venus Ericina, todos los años, durante unos días, aunque sin fecha fija. Por ley del
pretor Licinio Varo pasaron a celebrarse en el Circo Máximo y se les fijó como comienzo el día cinco de Julio,
aunque alguna vez comenzaron el día 7 y duraban hasta el día 12. En ellos había un sacrificio a los dioses,
juegos en el circo, representaciones teatrales e incluso al final de la república se daba también una venatio, de
la que hablaremos más adelante. Eran organizados por el pretor urbano, pero eran costeados por los
ciudadanos, que contribuían de su bolsillo al gasto de los juegos.

Los ludi Florales se celebraban los últimos días de abril y primeros de mayo en honor de la diosa
Flora. Fueron establecidos definitivamente en el año 173 a. C. Por C. Servilio, edil de la plebe, para pedir una
buena floración de todas las plantas, pues, según cuenta Ovidio en los Fastos (5, 321-330) fueron instituidos
tras una frustración de todas las cosechas. Estos juegos se celebraban en el circo y en el teatro, y los
asistentes se vestían de variados colores para imitar la naturaleza que en primavera viste los campos de todos
los colores. Eran fiestas de gran regocijo, que ocupaban también gran parte de la noche.

Los ludi Megalenses (o Megalensia o Megalesia) se celebraban en honor de la diosa Cibeles, la madre
de los dioses. Fueron instituidos hacia el final de la segunda guerra Púnica (año 204) y se celebraban el día 4
de abril -día de la llegada de la estatua de la diosa al puerto de Ostia- prolongándose hasta el día 12 del
mismo mes - día en que, en el año 196, se había consagrado a la diosa un templo en el Palatino.

Durante los días de esta fiesta los sacerdotes de Cibeles no cesan de recorrer las calles de Roma
pulsando sin cesar sus tímpanos, panderetas y cuernos. Cesaban las causas judiciales y todo el mundo se
entregaba a los juegos. Estos eran propiamente escénicos: de las seis comedias de Terencio cuatro se
estrenaron en los juegos Megalenses. Eran organizados por los ediles curules.

Los ludi Saturnales (Saturnalia) eran fiestas en honor de Saturno. Fueron establecidos en el año 257
a.C. con motivo de la dedicación del templo de Saturno y duraban un sólo día. Tenían lugar en el mes de
Diciembre, al principio el día 19. Poco a poco fue aumentando el número de días y en tiempos de Claudio llegó
hasta siete. Era una festividad de mucha alegría en la que los romanos solían felicitarse y obsequiarse
mutuamente con regalos. Se celebraban comidas y comissationes (v. más adelante).Todos dejaban la toga e
iban por las calles con un simple justillo ("sintesis"). En estos días los siervos se sentaban a la mesa y les
servían los señores, pues en tiempos de Saturno todo era común y no había esclavitud. Los días se distinguían
por secundis, tertiis Saturnalibus, etc.

Unas fiestas especiales eran las Feriae Latinae, que se remontan a los tiempos de la confederación
latina. Durante cuatro días hombres y mujeres se dirigían al monte Albano llevando las víctimas que iban a
ofrecer en honor de Júpiter Lacial. Después que se distribuía la carne inmolada se volvía cada uno a su ciudad.
Concurrían a esta fiesta los magistrados romanos y los latinos. Durante estos días estaba prohibido "agere
cum populo", por eso, aún después de la desaparición de la Liga Latina, los cónsules romanos restablecieron
las fiestas, y las celebraban cuando querían oponerse a la acción de los tribunos de la plebe, que intentaban
introducir alguna ley que no era de su gusto. Cuando los cónsules salían a campaña debían haber augurado y
sacrificado a Júpiter Lacial en el monte. También podían instaurarlos los Pontífices, cuando se intentaba
realizar algo que no convenía por motivos religiosos. Tarquinio el soberbio les había dado un sólo día de
duración, pero, al igual que con muchos de los que hemos visto hasta ahora, este número se fue ampliando
hasta cuatro, aunque nunca llegaron a tener una fecha fija, de ahí que fueran llamados "conceptivae". Los dos
primeros días se hacían casi únicamente reuniones en el monte, a donde se llevaban cuerdas que al ser
colgadas de los árboles les servían de columpios. El tercer día tenía lugar el sacrificio a Júpiter, desarrollado en
dos partes: el sacrificio propiamente dicho y el reparto de la carne entre los asistentes. Este reparto era la
parte más importante, hasta el punto de que, si el reparto se hacía irregularmente, había que repetir el
sacrificio.

Los Lupercalia eran unos ritos celebrados en Roma por los Lupercos en honor del dios Pan, dios de los
pastores. Sobre su origen hay dos referencias, una que los atribuye a Evandro y otra que los atribuye a
Rómulo. Se celebraban el día 15 de febrero. Tenían su sede en la cueva llamada Lupercal, en la falda del
Palatino. Se llamaban así por que la leyenda decía que en aquel lugar había recogido la loba (lupa) a Rómulo
y Remo cuando, recién nacidos, habían sido arrojados al Tíber. Se dice que había sido Rómulo quien instituyo
una fiesta en este lugar y que durante la misma se ofrecía al dios el sacrificio de un animal, comúnmente un
perro, el mayor enemigo de los lobos, aunque al ser una fiesta de pastores, éstos también le sacrificaban una
cabra o un macho cabrío. Ya en el reinado de Rómulo, los sacerdotes llamados Lupercos, una vez ofrecido el
sacrificio ritual, se ponían una máscara o se untaban la cara con la sangre de las víctimas, y, sin más vestidos
que unos ligeros taparrabos, y bien bebidos, iban corriendo y bailando por la ciudad antigua, es decir, en
torno al Palatino. Los adolescentes les salían al paso con trozos de lana empapados en leche para limpiarles la
sangre. Cortada en correas la piel del cabrito inmolado, las llevaban en sus diestras y fustigaban con ellas a
las mujeres, que les ofrecían para ello sus espaldas u sus manos, seguras de que eso les transmitiría la
fecundidad.

Los Lupercos no sólo existían en Roma sino también en otras ciudades latinas, por ejemplo, Veliterna
y Preneste. Estos ritos degeneraban la mayoría de las veces en degradantes carnavaladas en las que hasta los
magistrados más altos perdían su requerida gravedad, como le sucedió al triunviro M. Antonio. Todo les
estaba permitido, hasta el punto que Augusto prohibió a los imberbes salir por la ciudad cuando estaban los
Lupercos.

Más dignas y religiosas eran las fiestas Compitales (Compitalia). Son los juegos que se celebran en
honor de los Lares en los cruces de las calles. Tenían lugar en invierno, durante un único día, poco después de
los Saturnales, pero sin fecha determinada; ésta era fijada anualmente por el pretor. En este día no sólo se
hacían sacrificios por todos los cruces de las calles (Virg. "Aen." 8, 717-719) sino también lejos de la ciudad.
Participaban todos incluso los esclavos. Los agricultores consagraban a los Lares los aperos de labranza y
luego celebraban modestos banquetes.

En tiempos del Imperio solían los príncipes celebrar algunos juegos extraordinarios; para su
organización nombraban unos "curatores ludorum".
De enorme importancia fueron los ludi Saeculares, que, como su nombre indica, habían de celebrarse
una vez cada siglo, pero el ansia de agradar a la plebe hizo que algunos emperadores los celebraran a
distancias irregulares. Los ludi Saeculares más famosos fueron los que celebró Augusto el año 17 a.C... Sobre
el desarrollo y naturaleza de estas fiestas tenemos los treinta y siete versos sibilinos griegos que se han
completado con una leyenda grabada en una columna de mármol descubierta en 1890 y que explica la
celebración de los juegos. Los heraldos anunciaron las fiestas por las calles de Roma los días 26, 27 y 28 de
mayo. El 29 y 30 los Quindecimviri distribuyeron entre los ciudadanos libres lo necesario para hacer una
purificación total de la ciudad: tea, azufre y betún para hacer sahumerios en casa cubriendo todo de humo. El
31 los campesinos ofrecieron a los sacerdotes las primicias de sus campos: trigo, cebada y habas. Las fiestas
comienzan la noche del 31 de mayo al 1 de junio y duran sin interrupción tres noches y tres días. Augusto, a
veces acompañado de Agripa, hizo sacrificios y ofrendas a orillas del Tíber, en honor de distintas divinidades,
tanto de noche como de día. Después del último sacrifico un coro formado por 27 jóvenes y 27 doncellas
anfitales cantaron un himno compuesto por Quinto Horacio Flaco. Todo esto iba acompañado de juegos
escénicos, circenses y de Sellisternia o cenas públicas de carácter religioso en las que participaba también las
mujeres acompañando a sus maridos. Los juegos circenses y los teatrales se hicieron a la antigua usanza, sin
teatro ni asientos, en un local hecho de madera junto al río Tiber. El tercer día, en el circo, hubo carreras de
desultores -caballeros que saltaban de un caballo a otro mientras corrían arrastrando los carros. Celebradas
las fiestas oficiales de los tres días, hechas a expensas públicas, después de un día de descanso, y por espacio
de siete días más, del 5 al 11 de junio, se celebraron juegos extraordinarios (honorarii), con espectáculos de
tono género, costeados por los quindecimviri y que fueron presididos por Augusto. Se terminaron el día 12 de
Junio con una venatio, es decir, un combate de gladiadores y de fieras.

En el pregón en el que se anunciaban públicamente las fiestas, se recomendaba siempre entre otras
cosas que durante ellas "se abstuvieran todos de pleitos y de contiendas" (Cic. "Diu.", 1, 102).

2. JUEGOS PÚBLICOS

2.1. EL CIRCO MÁXIMO Y EL ANFITEATRO

El circo por excelencia es el llamado Circo Máximo, en el valle abierto entre el Palatino y el Aventino,
preparado ya en tiempo de los reyes para celebrar en él las carreras de carros, de caballos e incluso
pedestres. Después de las obras emprendidas por Julio Cesar y terminadas por Augusto, el Circo Máximo era
uno de los edificios más espléndidos de Roma. Las graderías formaban tres pisos, de los cuales sólo el más
bajo era de piedra; los otros, de madera. Nerón lo reconstruyó después del incendio de Roma y lo
perfeccionaron y embellecieron Domiciano y sobre todo Trajano. Se calculaba que tenía un aforo de 200.000 a
300.000 espectadores. En las gradas inferiores, más próximas a la pista, se sentaban los senadores; las
inmediatas las ocupaban los caballeros y la sección más alta, el pueblo en general. Un palco levantado y que
comunicaba con los palacios del Palatino era el lugar reservado para el emperador y su familia.

Los anfiteatros fueron una creación tardía, ya de finales del siglo I a. C. Los juegos que se ofrecían en
ellos se daban antes en el circo, pero es en el anfiteatro donde alcanzaron su mayor esplendor.
Desde el punto de vista arquitectónico, es un doble teatro, como dos teatros ensamblados, pero de
forma elíptica, no circular. El espacio central (arena) estaba cubierto de arena, aunque en tiempos de Calígula
y de Nerón, estos sustituyeron en ocasiones la arena por polvo de oro. En el subsuelo estaban las jaulas de las
fieras y los departamentos para los combatientes; y, en algunos, una maquinaria permitía convertir la arena
en un lago artificial. Una inmensa tela (velum) podía cubrirlo a modo de toldo para preservar del sol a los
espectadores. Había tribunas para el emperador y los grandes personajes. El espacio para los espectadores
(cavea) se hallaba dividido en sectores con puertas (vomitoria) que daban acceso a escaleras y galerías
cubiertas (de modo muy parecido a los grandes estadios actuales).

El más famoso anfiteatro de Roma y del mundo fue el anfiteatro Flavio llamado también "Colosseum"
(Coliseo), inaugurado por el emperador Tito en el año 80 d. C., de unos 50 mts. De altura, 524 mts. De
perímetro y capacidad para unos 50.000 espectadores.

2.2. LUDI CIRCENSES

Los juegos del circo se iniciaban con un desfile triunfal de carácter religioso, a cuya cabeza iba el
magistrado organizador de los juegos rodeado de sus clientes vestidos de blanco. Detrás de él venían las
imágenes de los dioses transportadas en andas y angarillas y sus correspondientes atributos les seguían en
carros (tensae) lujosamente ataviados, tirados por bueyes, caballos o elefantes. La imagen de cada dios
(exuvia) iba escoltada por sus correspondientes sacerdotes y ministriles. En las pompas solían desfilar los doce
grandes dioses y otras divinidades griegas. Previo al comienzo de los juegos se hacía público el orden que
seguirían las diversas clases de juegos que iban a presentarse

Los espectáculos que se incluyen en los juegos circenses son:

. El ludus Troiae o troianus, que consistía en un simulacro de batalla entre jóvenes de la aristocracia,
vestidos con su armadura completa, y distribuidos en fuerzas de caballería y de infantería. Pasó a Roma en
tiempos de Sila. Cesar la renovó atribuyéndola a la gente Julia, y la instituyó regularmente Augusto,
incluyéndola entre los juegos del circo. Virgilio lo presenta como traído de Troya por Ascanio.

. Las carreras pedestres tenían también lugar en el circo con un recorrido y una duración casi
inverosímiles. Plinio cuenta que en el año 59 una muchacha de 8 años corrió en el circo desde el mediodía
hasta el anochecer 75 millas (111 kmts.), y que otros llegaron a recorrer 160 millas (237 kmts.). Testimonios
literarios sobre cómo se desarrollaban estas carreras, cuáles eran los preparativos, etc. los encontramos en
Virgilio (Eneida, 5, 285-361), Horacio (A.P. 412-413), o Cicerón (Senect. 27; Tusc. 2, 56; Diu. 2, 144).

. Otros juegos de circo muy corrientes eran los ludi gladiatores. Su origen se atribuye a los etruscos,
porque entre ellos formaba parte de las honras fúnebres. La frecuencia con que aparecen representadas estas
luchas en las urnas funerarias de la Etruria nos manifiesta que era entre ellos una institución nacional. En
Roma se vieron por primera vez luchas de gladiadores en el año 246 a. C. con motivo de los funerales de
Brutus. En los años siguientes sólo esporádicamente y siempre por particulares fueron presentándose luchas
de gladiadores, como parte del rito funerario. Pero a lo largo de los siglos III y II, con la mayor frecuencia del
espectáculo y el mayor número de los combatientes presentados cada vez, el pueblo se aficionó a ellos. En el
año 105 los combates de gladiadores fueron admitidos entre los espectáculos públicos.

Los gladiadores procedían de todos las clases sociales, así estaban los que los eran por obligación,
normalmente esclavos o prisioneros de guerra, los que lo hacían libremente por amor al riesgo o aquellos que,
estando casi en la miseria, se alquilaban como tales. También existían distintas categorías entre ellos y era
muy difícil que lucharan entre sí dos de la misma categoría; su vestimenta y sus armas eran diferentes casi
siempre.

Los "retiarii" iban semidesnudos y armados solamente de una red, un tridente y un puñal y luchaban
uno a uno o en grupo. Como armas defensivas el retiarius lleva el "subligaculum", que le protegía el vientre y
en el brazo izquierdo un brazalete o manga que le cubría hasta el hombro, donde sobresalía un protector de
metal llamado "galerus", que le defendía algo la cabeza. El contrincante del retiarius se llamaba "gallus", por el
género de su armadura, o "mirmilón" por un género de pez. Iba armado con un escudo, una hoz y un casco,
en cuya extremidad lucía ese pez. También se le llamaba "secutor", porque evitaba huyendo el golpe del
retiarius.

El homoplaco es el gladiador de armas pesadas, fuerte y cerrado casco, y protegido en las piernas y
los muslos. Su adversario solía ser un gladiador de los llamados tracios. Estos llevan casco y un escudo
pequeño; se protegen el brazo derecho, el vientre, las piernas y los muslos. Su arma ofensiva es la "sica",
sable de corte encorvado y a veces formando ángulo en su hoja.

Los esedarios empezaban a combatir sobre un carro conducido por un auriga. Se buscaba derribar al
oponente y destrozar el carro. Cuando esto se conseguía se continuaba la lucha a pie y combatían con la
espada. Estaban también los equestres que combatían con lanzas a caballo, como en los torneos medievales,
y los meridiani que luchaban en los días en que había otros espectáculos y para rellenar el tiempo de descanso
que quedaba al mediodía.

Antes de Augusto se celebraban torneos donde todos los que salían a la arena tenían que morir
obligatoriamente. Augusto lo prohibió, dando opción a la concesión de la vida.

. Las venationes, como los juegos de los gladiadores, se desarrollaban en el circo o en el anfiteatro.
Este juego tenía tres modos de practicarse: el más sencillo era la simple presentación de fieras exóticas; otras
veces se las hacía luchar unas con otras; y, finalmente, en ocasiones, se lanzaban a la arena hombres y
fieras. Solía ir unida a los juegos de gladiadores.

. Otro espectáculo del circo o del anfiteatro lo ofrecían los castigos y las ejecuciones de los
condenados a muerte. Las que más éxito solían tener entre el público eran las que se enmarcaban en una
representación escénica en que se terminaba con la muerte del protagonista. Así se representaban la leyenda
de Orfeo, la de Ícaro y Dédalo o el episodio de Mucio Escévola en presencia de Porsenna.

. Aunque de momento estos espectáculos que hemos mencionado enardecían a quienes los
contemplaban, las pasiones más hondas y mas duraderas las levantaban las carreras de carros.

El circo adoptó la forma de rectángulo, con sus lados menores flexionados en curvas no simétricas.
Dividía la pista, en sentido longitudinal, un muro (spina), que tenía en ambos extremos unos mojones o
columnas (metae). Los carros se colocaban tras unas barreras (carceres) que constituían la línea de salida.
Generalmente no corrían más de cuatro carros a la vez y cada carrera consistía en dar siete vueltas a la pista.
Los carros eran pequeños y ligeros, de dos caballos (bigae) o de cuatro (cuadrigae). El auriga iba de pie, con
las riendas enrolladas a la cintura y el látigo en la mano. La mayor habilidad consistía en ocupar la parte
interior de la pista, pasando lo más cerca posible de las metas, pero sin tocarlas, ya que ello daba lugar a
accidentes mortales.

Durante el Imperio existieron "factiones" o sociedades que proporcionaban carros y caballos (como
las actuales "cuadras" o "casas" en las carreras de caballos y de coches) y que adoptaron un color distintivo:
blanco, azul, verde y rojo. Los aurigas llevaban el color de su facción y tenían fanáticos partidarios. Los
campeones se convertían en auténticos ídolos de la multitud, especialmente de los jóvenes, y a menudo se
enriquecían en poco tiempo. . En las carreras de carros había hombres que al final de la carrera bajaban de los
carros y disputaban el premio a pie.

En el circo había también carreras de caballos antes de empezar las de carros. Los artistas conducían dos o
más caballos e iban saltando de uno a otro, razón por la que son llamados desultores. Las figuras conservadas
en los monumentos de los Marcios, de los Pisones de Seppelius Macer figuran desultores que aparecen de pie,
de rodillas o recostados sobre los lomos de los caballos a galope tendido, es decir, toda la gama de acrobacias
que son tradicionales en el circo.

2.3. LAS NAUMAQUÍAS

Tomamos esta palabra griega en el sentido de combate naval representado para divertimento del
pueblo y cuyos actores se llamaban "naumachiarii". En tales juegos se representa con más o menos realidad
una batalla naval. Rara vez se representan en el mar; de ordinario se prepara una laguna artificial o se
aprovecha un lago natural, para que los espectadores puedan contemplar cómodamente las peripecias del
combate. El recipiente se llama también "naumaquia" o " navale stagnum". Los naumachiarii son siempre
prisioneros de guerra o malhechores condenados a muerte.

La primera naumaquía pública de que tenemos noticia la presento Julio Cesar en el año 46 a.C.
Preparó para ello un lago artificial en el Campo de Marte, en comunicación con el Tíber. Se simulaba un
combate entre las flotas tiria y egipcia, y participaban naves birremes, trirremes y cuatrirremes ocupadas por
4.000 remeros y 2.000 combatientes, prisioneros de guerra o condenados a muerte. Este lago se cubrió tres
años después porque resultaba insalubre.

El lugar de representación de estos espectáculos, además del lago, tenía en los alrededores los
graderíos necesarios para que el público pudiera contemplar el espectáculo desde sus asientos.

Sin duda la naumaquía más real y de mayores proporciones la celebró Claudio en el año 52 d. C. en
el lago Fucino. En el combate intervinieron 14 trirremes y cuatrirremes, con un total de 19.000 hombres. En
esta ocasión el combate no iba a ser simulado, sino real, y, para que nadie pudiera escapar, colocó alrededor
del lago barcas y balsas ocupadas por la guardia pretoria de pie y de a caballo, y en las laderas se habían
alzado parapetos con catapultas y ballestas para que no pudieran huir los condenados a luchar. La orden de
ataque la dio la bucina de un tritón de plata que surgió del centro del lago. Aunque los luchadores eran
condenados, combatieron muy bien, de forma que, después de recibir muchas heridas por una y otra parte,
todos fueron indultados.

Nerón, Tito y Domiciano, como anteriormente Augusto, organizaron también naumaquías; unos en
lagos artificiales (Augusto y posteriormente Nerón, el cual aprovechó el estanque que había preparado el
primero) y los otros en el anfiteatro.

2.4. LUDI SCAENICI

Los espectáculos teatrales eran los ludi que suponían menos gastos y menores dificultades en su
presentación, y eran en cierto modo los episodios más nobles de estas fiestas. Se presentaban al pueblo con
más frecuencia que os juegos del circo y del anfiteatro, pero no tenían tanta aceptación ni apasionaban tan
violentamente a los espectadores. Este apartado del tema está desarrollado en el tema 38 (temario de latín)
por lo que remitimos a dicho tema para su estudio.

3. BAÑOS PÚBLICOS

La institución de los baños públicos o termas (por tratarse esencialmente de una alternancia de baños
de agua caliente y fría, al estilo de la actual sauna) constituyen uno de los aspectos más interesantes del ocio
en la vida cotidiana de los romanos. Eran el centro de reunión social por antonomasia, como hoy pueden ser
los bares y cafeterías. Se abrían desde el mediodía hasta la caída de la tarde. Tenían varias funciones además
de la estricta del baño (y esta no tanto en función de la limpieza, como en función del ejercicio de la natación
y, sobre todo, como medio de descanso y relajación física). En las termas se reunían los amigos (las había
para uno u otro sexo), se hablaba de negocios, se comía y se bebía. En Roma proliferaron las termas de
manera asombrosa: en la época de Augusto había 170 instalaciones de este tipo, y al final del Imperio
llegaron a contabilizarse en Roma unas 900 (para una población que no superó en su momento de mayor
densidad el millón y medio de habitantes).

La mayoría de las termas estaban regentadas por particulares y abiertas a todo el mundo. El precio
de entrada era muy pequeño. Pero también existían termas privadas de lujo, reservadas a las clases
pudientes.

Bajo el Principado empezaron a levantarse para este fin importantes complejos y edificaciones por
iniciativa de distintos emperadores (Nerón, Trajano, Caracalla, Diocleciano y Constantino). Las termas
imperiales se convertirían en los edificios públicos más lujosos y de mayor virtuosidad arquitectónica de Roma.
Sus funciones se enriquecieron; allí se trasladó gran parte de la vida cultural de la ciudad: tenían bibliotecas,
salas para la lectura pública de obras literarias y para exposiciones de arte, locales par escuelas, etc.

El esquema básico de unas termas de este tipo nos ilustrará asimismo sobre la rica funcionalidad que
las caracterizaba y sobre las dificultades técnicas que entrañaba la construcción de estos edificios: se
componían esencialmente e un espacio central cubierto, dotado de una serie de habitáculos independientes
que el bañista recorría para llenar el ciclo completo del baño, y de un gran espacio abierto, alrededor de ese
núcleo central, en el que se encontraba una plaza, un gimnasio (o palestra) y una piscina para la natación. En
el espacio cubierto estaban el apodyterium (vestuario) con nichos cerrables donde se colocaba la ropa, si no
se dejaba al cuidado de algún esclavo, con bancos adosados a las paredes; el frigidarium, donde se tomaba
un primer baño frío (frigidus); el tepidarium (tepidus, templado), sala acondicionada con calefacción y que
servía de antesala al caldarium, en el centro de montaje, con pilas o bañeras de agua caliente. El ciclo del
baño, una vez terminado, se completaba con el de ejercicios al aire libre (carreras, levantamiento de pesas,
juegos de pelota, lucha, natación) para el que solían ungirse con aceite todo el cuerpo (aceite que se quitaban
finalmente, junto con el polvo y el sudor acumulados, con una especie de espátula curvada, llamada strigillus).
También eran prácticas habituales en este segundo ciclo del baño, los masajes, depilaciones, arreglos del
cabello y barba, trabajos todos ellos realizados por esclavos. En las termas solían montar su "consulta" los
médicos de distintas especialidades. Si a esto añadimos el pregonar de vendedores de toda clase de
mercancías (no sólo alimenticias), podemos imaginarnos el bullicio y la actividad que imperaban en las termas,
sobre todo los días de descanso (nundinae).

Desde el punto de vista técnico, estas instalaciones requerían resolver varios problemas importantes.
Uno era el de la traída de agua, para la que era preciso constituir acueductos desde alguna fuente próxima a
la ciudad; otro era el de la calefacción ambiental, y, finalmente, el del caldeado.En centro de calor era un
horno, atizado con leña, conocido con la palabra griega hipocausis, cuyo mantenimiento corría a cargo de un
grupo de esclavos.

El agua se calentaba en diversos depósitos en los que se graduaba la temperatura y desde los que se
distribuía a las bañeras del caldarium. En cuanto al aire caliente que ambientaba tanto esta sala como el
tepidarium, se distribuía también a partir del horno, mediante sistemas de calefacción basados en dobles
suelos y dobles paredes, de manera que el aire corría por los espacios huecos de unos y otras. Los pavimentos
de madera iban suspendidos sobre un bosque de columnitas, con lo que se formaban estas recámaras. La
diferencia de temperatura entre el caldarium y el tepidarium se conseguía por el simple procedimiento de
situar éste a mayor distancia del horno que aquél.Rodeando estas instalaciones básicas se encontraban el
resto de las salas para los distintos servicios recreativos o culturales.

Desde el punto de vista arquitectónico, la principal características de estas termas era su tamaño
colosal; las de Caracalla medían cien metros de largo por veinticinco de ancho, con una cúpula central de
treinta y cinco metros de altura y treinta y cinco de diámetro; las de Diocleciano cubrían más de trece
hectáreas.Todavía hoy nos pasman los muros de hormigón con revestimientos de ladrillo que iban luego
forrados de placas de mármol, estuco pintado o mosaico. La parte cubierta tenía bóvedas y cúpulas, los patios
abiertos estaban enmarcados por hileras de arcos. La técnica y la estética arquitectónica romanas nunca
rayaron a tanta altura como en estas construcciones dedicadas al servicio público y a la gloria de sus
promotores.

Aparte de estas termas calentadas por medios artificiales, la afición a los baños llevó a aprovechar los
manantiales de agua caliente naturales, a los que se atribuían propiedades medicinales. En España, si de las
primeras quedan pocos restos (Itálica, Lugo, Barcelona), de las segundas hay gran cantidad. En muchos casos
dieron lugar a la formación de núcleos de población aun hoy conocidos con el nombre de Baños o Caldas.

4. COMISSATIO

Las cenas normales terminaban con las libaciones a los dioses lares y los brindis en los que se
deseaba la asistencia de los dioses a los circunstantes, a la patria y al emperador; pero en los festines, como
el famoso de Trimalción,etc., tras esa breve ceremonia, que aún recordaba el carácter sagrado de la cena,
empezaba la comissatio, de la que Horacio dice (Sat. 1,5,70): producere cenam iucunditer. En realidad era un
segundo banquete amenizado por juegos, discursos, lecturas, conversaciones, música, baile,etc.

Antes de empezar los comensales ceñían su cabeza con coronas de flores, de hiedra, laurel,etc., en la
creencia de que el olor de estas plantas neutralizaba en la cabeza los efectos del vino. Se nombra un rex
convivii, arbiter bibendi, que determinaba las veces que había que beber y la proporción de agua que mezclar
la vino para templarlo. De ordinario se nombra al dueño de la casa, o a una persona prudente y práctica en
esos menesteres. Por Plutarco sabemos las condiciones que debía reunir: su oficio es más de pedagogo que
de presidente del festín. Se tenía por una costumbre griega -al modo de los simposios- pero Cicerón atribuye
su institución a sus antepasados romanos (Senec. 46; Rep. 6, 10).

En los tiempos antiguos, durante la comissatio, se entonaban cantos patrióticos (carmina


convivalia( y se ponderaban las hazañas de los héroes. Esto duró hasta los tiempos de Aníbal. Posteriormente
en los convites se suscitaban temas de conversación, desde los chascarrillos y adivinanzas hasta los problemas
más intrincados de la filosofía, pasando por declamaciones de poemas, lecturas de pasajes de libros -que solía
efectuar el siervo lector o anagnostes, entretenimientos que Plinio califica de "honestos" y Marcial "aburridos".
Gelio recoge las ideas de Varrón sobre los temas oportunos para la conversación: no han de ser cosas que
angustien, ni intrincadas, sino alegres, variadas, útiles y que atraigan la atención de todos por su interés. El
mismo Gelio en boca del filósofo Taurus (Gell. 17,8.) propone estos dos temas: ¿ Por qué el aceite se hiela con
toda facilidad, el vino muy difícilmente y el vinagre casi nunca? ¿ Por qué el agua de los ríos se densifica por el
hielo y la del mar no?. Raras veces se mantenía una conversación muy prolongada; en tiempos oportunos
hacía su aparición los músicos: cithaeridi, lyristae, tibicines, etc.

Siempre que se bebe en la comissatio se brinda a la salud de algún comensal, de los ausentes, y
sobre todo de las amigas. Cuando el convidado pronunciaba el nombre de su amada debía beber tantas copas
como letras tuviera el nombre. Algunos nombraban a Licorides y por tanto bebían nueve copas. Una de estas
escenas está admirablemente descrita por Horacio en Oda, 1, 27. Si se brindaba por un presente alzando la
copa se pronunciaban estas palabras: bene tibi,N., feliciter!. Se bebía de un trago todo el contenido y llena la
copa de nuevo se mandaba pasarla al homenajeado para que la bebiera a su vez. Si se brindaba por todos, se
decía: Feliciter!, o Bene omnibus nobis!, y se bebía igualmente, pero en este caso eran todos los que llenaban
su copa.

Muchos preferían entretenerse con juegos de azar, o escuchar los chascarrillos y procacidades de los
bufones ( derisores); o contemplar representaciones cómicas que hoy llamaríamos "variedades" y "revista".
Con mucho gusto seguían los movimientos de los bailarines (cinoedi), que, como vemos en Petronio, solían
acompañar sus movimientos y sus gestos con recitaciones provocativas, o los saltos de los acróbatas
(petauraiatarii). Buena diversión ofrecían los personajes llamados moriones, una especie de bufón. Pero sobre
todo se esperaban las puellae Gaditanae y las tocadoras de castañuelas.

Además en estos festines se hacían distribuciones de apophoreta, o regalos sorteados por medio de
una lotería. En tales sorteos se ponían premios de valor muy desigual; por ejemplo en las fiestas dadas por
Heliogábalo podían sacarse diez camellos o diez moscas, diez anillos de oro o diez de hierro. Entre los premios
había materiales de escribir, objetos de aseo, ropas, herramientas, muebles, libros, animales, etc.

Contra estas comidas nocturnas y el despilfarro que se hacía con ocasión de ellas, poco o nada podían
las leyes suntuarias que se venían dando desde el consulado de C. Fannio y M. Valerio Mesala (año 161 a.C.)
hasta los tiempos de Augusto, limitando los gastos de los banquetes.

5. CAZA

La caza había sido una dedicación de los hombres fuertes para proveerse de comida o para aniquilar
las fieras que pudieran resultar dañinas. Esta caza la realizaban los que podemos llamar cazadores de oficio y
los esclavos, hasta el punto que Salustio la llama servile officium; pero también podía seguirse la caza por
pura diversión y en este sentido los romanos eran unos grandes aficionados a ella, incluso las mujeres.

La venatio era una cacería de fuerza y de rapidez, puesto que los animales que en ella se pretendían
eran osos, jabalíes, lobos, etc., a los que había que cansar corriendo o herir mortalmente. A las aves se las
engañaba con astucias, redes, cepos, lazos y trampas, ya que con su vuelo se ponían a salvo de las armas
que podían emplear los cazadores. Podía hacerse en cotos cerrados o en campo abierto. Esta última era más
emocionante. Los cazadores formaban un grupo numeroso que se dividían previamente los cometidos: los
vestigatores seguirán las huellas de las fieras hasta sacarlas de sus cubiles o dirigirlas hacia un punto
determinado del campo abierto, cosa que ya hace también el indagator o "buscador". Los alatores, formando
largas líneas de hombres, espantan con sus gritos y gesticulaciones las piezas levantadas para que vayan a
enredarse en las redes preparadas y cierran todos los demás pasos por donde quisieran escapar. Los
pressores, azuzadores, las persiguen de cerca, y, una cogidas en las redes, tratan de matarlas.

Las armas que llevaban eran: la honda, la clava, el pedum o cayado para la caza de la liebre, el
hacha (securis), sobre todo en la caza primitiva para abatir los jabalíes; la furcas, la fuscina, arpones, la
jabalina, la lanza, el cuchillo montes (culter venatorius), y cuando se trataba de la caza del oso o del jabalí el
venablo, el hasta y el iaculum, incluso con dos puntas de hierro. Se recomendaba que estas armas fueran de
madera consistente: cornus, myrtus, taxus, que a veces salen citados como sinónimo de lanza, jabalina y
flecha. Contra las fieras había también que protegerse con escudos ovalados. Antes de salir preparaban bien
todo el instrumentum venatorium, es decir armas, caballos, perros, siervos especializados y corredores, y una
buena provisión de víveres.

Los perros cazadores, de buen elenco, que responden a nombres significativos, de los que Ovidio
(Met. 3, 206-33) ofrece un buen elenco, eran adiestrados para la caza por un siervo entendido en ello
(magister canum). Los caballos (venatores equi), además de llevar a los cazadores al lugar elegido, servían
para perseguir. Eran muy útiles los caballos gallegos y asturianos.

En la caza con red distinguían tres tipos de redes: retia, plagae y casses. Con la retia se rodeaba el
terreno fuera del cual no se quería que salieran los animales a cazar. Parece que casses se llamaba a las redes
de mallas más tupidas, que al mismo tiempo formaban bolsas (sinus) que envolvían al animal y le impedían
salir; por último las plagae serían intermedias entre las otras dos y se utilizarían para impedir la huida en los
sitios de paso y para enredarlos en las mallas.

Otro sistema de caza más silencioso daba también buenas presas, pero aisladas y ocasionales: se
observaba el paso o la guarida de determinadas piezas, y en lugares oportunos se le plantaban lazos o cepos
(laquei, limbi, pedicae), o también redes en ciertas encrucijadas, o se abrían fosas (foveae) disimuladas con
matorrales o follajes.

La caza de las aves (aucupium) se realizaba poco más o menos con los mismos medios que se
emplean hoy en día cuando no se usa la escopeta. El cazador es el auceps, es decir el "pajarero". La trampa
más sencilla consiste en tender lazos de cerdas armados en las matas o las ramas por donde ha de pasar el
ave. Contra las aves en reposo se empleaba la honda, pero este sistema era poco renditivo. Más eficaz era
atraerlas por medio de cantos o de comida y tender la red cuando había logrado atraer un número respetable
de animales. Otra forma de cazar era con liga: fallere visco (Virg. Georg. 1, 139). Se les atraía con el reclamo
del canto de la hembra o del macho en celo hacía el lugar donde previamente había colocado unos palitos
untados con liga (viscata) a los que quedaba pegadas las aves cuando los rozaban con sus alas. O bien se
plantaban unos junquitos empapados en la misma sustancia a lo largo de un arroyuelo al que se sabía iban a
beber los animales.

6. PESCA

Cicerón cita la pesca juntamente con la caza: piscatu, aucupio, venatione. La pesca era sobre todo un
trabajo con el que muchos pobres se ganaban la vida, pero al mismo tiempo podía servire de distracción
tranquila a muchos romanos que vivían o iban a pasar su día junto a las aguas de los ríos, se los lagos o del
mar. Podía hacerse en grupo y solían servirse de alguna pequeña barca. Ovidio recomienda no adentrarse en
alta mar, ni quedarse tampoco entre los escollos del acantilado.

Como instrumentos de pesca se usaban las redes o la caña. En las redes no se nombran las plagae, ni las
casses; solamente las retia. Pero estas redes marinas tenían disposiciones distintas de las usadas en la caza.
Lo mismo que hoy, tenían en una de sus franjas unos pesos de piedra o de metal que las hundían en el agua,
y en la otra unos corchos que, flotando en la superficie del mar, las mantenían tensas. Luego se recogían o se
arrastraban, de donde les viene el nombre de tragum, verriculum. A veces se tendían las redes entre dos
barcas, sosteniendo cada una de ellas el respectivo extremo de la red. Otras redes más pequeñas se lanzaban
desde la misma barca, o desde una peña en la orilla del mar; al tirarla se abría en un círculo completo, y al
recogerla el mismo cordel del que se tiraba la cerraba en su extremo, atrapando los peces. Esta red se llama
iaculum.

Por las orillas de los ríos, en los lagos y en la playa del mar se veían también pescadores de caña
(calamus piscatoria), sedal (linea) y anzuelo (hamus). También podían usarse las nassae, que poco más o
menos serían como las nuestras: un cilindro de juncos entretejidos, con una especie de embudo dirigido hacia
adelante en una de sus bases y cerrado con una tapadera en la otra para vaciarlo. Se colocaban en puntos
convenientes, untados con sustancias que atrajeran a los peces o con cebos dispuestos en su interior. Una vez
que entraban en la trampa ya no lograban salir. Dispuestas una serie de ellas, se iba de tiempo en tiempo a
recoger los peces que hubieran entrado y a renovar los cebos.

Los peces mayores, como los atunes, bonitos, pulpos, etc., una vez atraídos hacía la barca con
diversos señuelos de objetos colorados o cebos lanzados junto a la embarcación, o apresados en el anzuelo,
se procuraba rematarlos con un largo tridente. Eran la presa más codiciada.

GRECIA

7. FIESTAS

7.1. INTRODUCCIÓN

Las fiestas, indisolublemente religiosas y cívicas, eran particularmente numerosas y brillantes en


Atenas, donde Pericles, como vemos en el elogio fúnebre a los ciudadanos muertos por la patria que Tucídides
le hace pronunciar (Tucíd. II, 38), cuenta en el número de los atractivos de la ciudad "los concursos y las
fiestas que se suceden de un cabo al otro del año". Contribuían todas a exaltar al mismo tiempo los
sentimientos religiosos y el patriotismo, la creencia en los dioses y el orgullo nacional. Sólo la guerra podía
suspenderlas, o por lo menos disminuir su esplendor, y por eso Aristófanes nos muestra la Paz personificada,
en la comedia que lleva su nombre, en el momento en que los esfuerzos de los labradores del Ática la hicieron
salir de la caverna donde yacía bajo piedras, acompañada por Opora, la diosa de las cosechas, y Teoría, la
diosa de los espectáculos y las fiestas. La felicidad de la paz, para un ateniense del tiempo de Pericles es ante
todo la abundancia material y el gozo de las grandes fiestas o "panegirias".

La mayoría de las grandes fiestas, si no todas, incluían juegos que tenían lugar en forma de
concursos ("agones"): concursos gimnásicos y atléticos lo más a menudo, pero también concursos líricos y
musicales, concursos dramáticos de tragedia y de comedia, y a veces, concursos de belleza, es decir, de
estatura y de prestancia, tanto para los hombres como para las mujeres.

Estas fiestas requerían una cuidadosa organización, así como gastos cuantiosos y un calendario ático
por el que regularse. El año se iniciaba con la luna nueva que seguía al solsticio de verano (a mediados de
julio) y comprendía 354 días divididos en doce meses de 30 días cada uno más un período de 29 días llamados
vacios; para compensar el desfase que a la larga se producía con el año solar se intercalaba cada cierto
número de años un mes extra. Los meses ostentaban nombres casi todos ellos referentes a aspectos de la
vida rural o a las fiestas que en ellos se celebraban: Hecatombeón o sacrificio de los cien bueyes a Apolo;
Metagitnión por las fiestas Metagitnias; Boedromión en honor de Apolo Boedromo; Pianepsión por las fiestas
en las que se comían habas cocidas ("pyanoi"); Memacterión en honor de Zeus Memactes ("furioso",
"borrascoso"); Posideón, en honor del dios; Gamelión por ser el mes de los matrimonios ("gamos");
Antesterión por las Antesterias; Elafebolión por las Elafebolias, fiestas de la caza del ciervo en honor de
Artemis Elafébolo ("que caza ciervos"); Muniquión por las Muniquias, fiestas en honor de Artemis que se
celebraban en el puerto de Muniquia; Targelión por las fiestas targelias y Esciroforión por las Esciroforias.

7.2. CALENDARIO DE LAS FIESTAS ÁTICAS

El año oficial, civil o religioso, comienza en julio, en el mes de Hecatombeón, que al comienzo
llamaban Cronión, porque, el 12 de este mes, recién terminada la cosecha, se festejaba a Cronos (Saturno),
padre de Zeus, y a su esposa Rea (Cibeles), la madre de los dioses. Las Cronias, como en Roma las
Saturnales, reunían a los miembros de la familia (incluidos esclavos) en un banquete en el seno de cada
familia, pero también la fiesta tenía un carácter público y nacional. El 16 de este mes se celebraba las Sinecias
con el sacrificio de los Synoikia, que recordaba el sinecismo cumplido por Teseo, lejano origen de la unidad
del Ática y del poderío ateniense. Al final del HecatombeÓn, había la gran fiesta nacional de Atenas, las
Panateneas, en honor de la diosa Atenea, diosa epónima de la ciudad.

La fiesta anual de este nombre duraba dos días, pero cada cuatro años, la celebraban con particular
solemnidad y se prolongaba por lo menos durante otros cuatro días: eran llamadas las Grandes Panateneas.
En los concursos gimnásticos, que incluían en especial carreras con antorchas ("lampadedromias"), los atletas
vencedores recibían el aceite de los olivos sagrados de Atenea en las ánforas llamadas "panatenaicas", cuyo
adorno incluía en un costado un dibujo de Atenea Promachos ("que combate en primera fila") de pie entre dos
columnas, y, en el otro costado, la representación del concurso (por ejemplo la carrera pedestre) al que se
había otorgado el premio. Luego tenía lugar la gran procesión (representada en mármol en el friso del
Partenón) que, saliendo del Cerámico, atravesaba el centro de Atenas para llevar solemnemente a la Acrópolis
el peplo bordado cada año por jóvenes elegidas, y destinado a vestir la estatua del culto de Atenea. Los
sacerdotes y todo el cuerpo de la ciudad, incluso el representante de los metecos, formaban un largo cortejo
cuidadosamente ordenado acompañado de efebos a caballo. Llegados a la Acrópolis, ante el viejo templo de
Atenea Poliade ("protectora de la ciudad"), sacrificaban primero a cuatro bueyes y cuatro carneros, luego, en
el altar situado delante del partenón, degollaban tantas vacas como se necesitaban para alimentar a toda la
ciudad, y sin duda, esa hecatombe es la que dio el nombre de Hecatombeon al mes.

En Boedromión (Septiembre) eran celebrados los misterios de Eleusis y las Boedromias, fiestas en
honor de Apolo Boedromos ("el que acude en auxilio en el combate"). Esta fiesta incluía un sacrificio y una
procesión.

La fiesta de los misterios de Eleusis se celebraba el 14 de este mes, en honor de la diosa Démeter
(Ceres) y su hija Perséfone (Proserpina). Estas diosas cuidaban a un tiempo de los cereales y los muertos que,
como el grano están sepultados en la tierra. Al parecer los Misterios sufrieron la influencia órfica y dionisíaca.
El himno homérico a Démeter, que nos ha sido conservado, relata el mito del rapto de Perséfone por Hades y
la búsqueda de Démeter desesperada, la cual, recibida en Eleusis, confiere la inmortalidad al joven Demofón.

Este día los objetos sagrados ("iera"), contenidos en un cesto, eran traídos con gran pompa de
Eleusis a Atenas, donde los depositaban en el Eleusinión. El día 15 reunían en el Pórtico de las pinturas
("Poecile") a los candidatos a la iniciación: todos, esclavos y bárbaros incluso, eran admitidos, salvo los
homicidas no purificados y aquellos cuya voz no era inteligible, es decir, que no sabían hablar griego y por
tanto no podían pronunciar correctamente las fórmulas sagradas. El 16 los candidatos iban a la rada del Falero
para la ceremonia de purificación, que consistía en un baño en el mar llevando en los brazos un lechoncillo que
luego sería sacrificado. El 19 se celebraba otra procesión transportando de vuelta hasta Eleusis (a 22 kmts. de
Atenas) los objetos sagrados en mitad de cantos y gritos de "¡Iacchos! ¡Iacchos!". Finalmente en Eleusis,
después de un día de ayuno, tenían lugar, desde el 21 al 23, las dos noches de iniciación.

El mes más cargado de fiestas era Pianepsión (octubre). El día 7 de este mes tenían lugar, en honor
de Apolo, las Pianepsias, fiesta de las simientes señalada por ritos muy antiguos y muy curiosos: ofrecían al
dios un plato de habas ("pyanoi") y de muchas otras legumbres mezcladas con harina de trigo candeal; luego
llevaban en procesión un ramo de olivo ("eiresione"), rodeado de lana y cargado con las primicias de los
frutos, que era un talismán de fertilidad, mientras un cortejo de muchachos cantaba.

Otra procesión, de carácter análogo, se desenvolvía en las Oscoforias en honor de Dionisos: un


cortejo de adolescentes, guiados por dos muchachos "anfitales" (cuyo padre y madre están vivos), llevaban
ramas de vid cargadas de racimos. El sacrificio y la libación se efectuaban al grito litúrgico de "eleu iu iu".
Luego había danzas y carreras entre los efebos.

El 11, 12 y 13 de este mismo mes tenían lugar las Tesmoforias, fiestas de Démeter Tesmófora, que
cuida al mismo tiempo de las simientes y la fertilidad de las mujeres. Sólo participaban en ellas las atenienses
casadas; los hombres estaban absolutamente excluidos. Las mujeres se preparaban para estas fiestas
absteniéndose durante unos días de toda relación sexual. El primer día, llamado Anodos (subida), llevaban a
la luz restos de objetos sagrados (lechoncillos, figuras de pasta que representaban los órganos sexuales de las
serpientes...) que habían sido enterrados cuatro meses antes; este rito de magia agraria es análogo al que
practicaban en honor de Atenea dos niñas llamadas "arreforas". El segundo día, llamado Nesteia (ayuno), las
mujeres se abstenían de todo alimento. El tercero, Calligeneia (bella generación), ofrecían a Démeter toda
clase de frutos de la tierra y también papillas y quesos; luego se lanzaban pullas obscenas, manipulaban
figurillas que representaban el órgano sexual femenino, comían pepitas de granada y se azotaban con ramos
verdes, ritos todos que se creía favorecían la fecundidad.

Las Apaturia, fiesta cívica de las fratrías, duraba igualmente tres días. Los dos primeros estaban
señalados por sacrificios y banquetes. En el tercero, llamado Cureotis, los padres de familia presentaban a su
fratría los hijos legítimos nacidos en el año para que fueran regularmente inscritos; cada uno inmolaba con
este motivo una oveja y una cabra en el altar de Zeus Fratrios o de Atenea Fratría.

Finalmente el 30 de Pianepsión, Atenea Ergane ("obrera"), diosa de los artesanos, y Hefesto, dios de
los herreros, recibían en las Chalkeia el homenaje de los trabajadores del bronce ("chalkeis") y el de los
demás cuerpos de oficio. Los obreros, al igual que los campesinos que consagran las primicias de su cosecha,
ofrecían a Atenea algunos productos de su industria, alguna obra ejecutada especialmente para la diosa. Se
han encontrado dedicatorias de este género, por ejemplo la de un tal Bacchios, de quien sabemos por su
epitafio, igualmente conservado, que era alfarero y que había logrado el primer premio en un concurso entre
artesanos.

En el mes de Poseidón (diciembre), la fiesta del las Haloas ( de "halos", la era o el campo labrado)
tiene como objeto la preservación del grano que germina en la tierra, así como las Tesmoforias tenían como
finalidad favorecer las simientes. Sacrificaban en honor de Démeter, de su hija Perséfone y de Poseidón, que,
antes de ser dios del mar, fue un dios ctonio ("Gaieochos"). Los hombres no tomaban parte en las Haloas,
salvo algunos magistrados encargados de vigilar las ceremonias; sí se admitía a las cortesanas (sólo se las
excluía de las Tesmoforias). El órgano masculino para la procreación, el falo, ocupaba el centro de los ritos: un
vaso conservado en el museo de Londres muestra a una mujer que está derramando polvos que saca de una
caja sobre falos de barro cocido plantados en la tierra al modo de espigas de trigo.

El falo también ocupa un lugar importante en las fiestas de Dionisos (que se agrupan, por lo menos
las más antiguas, en el mes de febrero). En las Dionisias agrarias o rurales, celebradas en el mes de Poseidon,
una procesión campestre paseaba solemnemente el falo detrás de la portadora del cesto ("canephore"). El
decreto relativo a la colonia de Brea, en Tracia, hacia 445 a. C., estipula que los habitantes de la ciudad han
de enviar a Atenas "para las Grandes Panateneas una vaca y una panoplia y, para Dionisos, un falo". (M.N.
Todd "A selection of greek hist. inscr., I,44; I, 11-13).
Esta fiesta daba lugar a regocijos populares como los que se ven en las fiestas de aldeas actualmente: jóvenes
campesinos intentaban mantenerse en equilibrio sobre odres inflados y aceitados ("ascoliasmos", y las bandas
alegres y bullangueras de los "comoi" (que dieron origen a los coros "cómicos") se desparramaban bailando
por los senderos y callejuelas de la aldea, cantando y diciendo chanzas obscenas a todos aquellos a quienes
hallaban en el camino. Desde el siglo V, los demos más ricos agregaron a estos regocijos representaciones
dramáticas.

En Gamelión (enero), el mes del casamiento ("gamos"), celebraban la fiesta de Gamelia o Teogamia,
que recordaba la unión divina de Zeus con hera, y también se celebraba otra fiesta de Dionisos, las Lenaias.
No se trataba de una fiesta de lagar ("lenos"), como parece indicar su nombre,que sería extraña estando a
tantos meses de la vendimia, sino de una fiesta orgiástica de las "Lenai", otro nombre de las ménades o
bacantes, mujeres poseídas por el delirio báquico. Danzaban en el emplazamiento sagrado del Lenaion sus
danzas estáticas y desenfrenadas. Siendo Dionisos el dios del ditirambo y del teatro, esta fiesta también
incluía representaciones líricas y dramáticas: muchas piezas de Aristófanes, entre otras "Los Acarnanos", "Los
caballeros" y Las avispas", fueron representadas en las Lenaias únicamente ¡ante los atenienses y metecos,
mientras que en las grandes Dionisias de marzo, muchos delegados llegados de las ciudades aliadas para traer
el tributo, se hallaban en el teatro. Por eso Aristófanes, en "Los acarnanos", aprovecha esta ausencia de los
aliados para atacar más libremente a Cleón, su bestia negra (Arist. "Los acarnanos", v. 504.508).

Otra fiesta importante de Dionisos, dios del vino, se desarrollaba en Antesterión (febrero): las
Antesterias, que, como las Tesmoforias, ocupaban los días 11,12 y 13 del mes. El primer día, llamado Pithoigia
("apertura de los cántaros"), abrían los "pitoi" de barro cocido en los que conservaban el vino desde las
cosechas del otoño. Ese día o en el siguiente, llamado Choes (pequeñas vasijas utilizadas para verter el vino:
cf. los coéforos), se celebraba un concurso de bebedores. El vencedor recibía una corona de follaje y un odre
de vino. Se han hallado muchas de esas vasijas; a menudo están decoradas con escenas que representan a
niñitos jugando con juguetes y coronas, por cuanto que las Antesterias incluían también una fiesta infantil. El
segundo día también se desarrollaba una procesión que escoltaba a Dionisos montado en un carro con forma
de navío; los miembros del cortejo llevaban, al parecer, máscaras de oro, y es posible compara esta alegra
ceremonia con nuestro carnaval; el papel del dios debía ser representado por el arconte, por cuanto la
Basilinna ("la reina"), es decir la mujer del arconte rey, debía unirse a él en una hierogamia. Pero el tercer día
de la fiesta. Llamado Chytroi ("los calderos"), tenía un carácter muy distinto: estaba consagrado a los muertos
y a los moribundos. Preparaban, en un caldero de barro cocido, una papilla de legumbres y diversos granos
("panspermia"), que había que comer antes de la noche, y el principal sacrificio se ofrecía a Hermes
Psicopompes, el guía de las sombras en los infiernos. Para conjurar la mala suerte decían al final d este tercer
día "A las puertas de las Keres (diosas de la muerte) ¡Terminadas las Antesterias!").

Antesterión era también el mes de las Chloias, fiestas de Démeter Chloe, y de las Diasias, las más
importantes de las fiestas atenienses en honor de Zeus.

Durante el mes de Elafebolión (marzo), que señalaba el fin del invierno y la llegada de la primavera
celebraban los sacrificios de acción de gracias a Atenea (Procharisteria), y en especial las Grandes Dionisias de
la ciudad, segunda temporada teatral después de las Lenaias, y que atraía a muchos forasteros, ya que
entonces los navíos, una vez terminado el mal tiempo, surcaban de nuevo el mar Egeo. La fiesta, cuyo
esplendor sólo tenía comparación con las Grandes Panateneas, se extendía a lo largo de cinco días: el 9
presentaban los ditirambos, el 10 las comedias, y del 11 al 13 las trilogías trágicas a cada una de las cuales
seguía un drama satírico.

En Mounychión (abril), el 16, la fiesta de las Mounychia incluía una procesión en honor de Artemisa, a
quien se le traían pasteles rodeados de antorchas encendidas.

En Targelión (mayo) celebraban las Targelias, en honor de Apolo, hermano de Artemisa (Diana), el
dios purificador por excelencia. El primer día, el 6, purificaban la ciudad con el rito de los "pharmacoi", que no
deja de tener un cierto paralelismo con costumbre judía del "chivo emisario". Dos hombres recorrían las calles
de la ciudad; los golpeaban con ramas de higuera y tallos de cebollas albarranas ("skilles") para echarlos de la
ciudad y alejar con ellos las mancillas y los miasmas de los que se les suponía cargados. El día 7 ofrecía a
Apolo el "targelos", es decir un pastel o una papilla de cereales, ofrenda de las primicias de la próxima
cosecha. El día 25 llegaban las Plinterias, la fiesta del baño de la diosa Atenea: llevaban hasta el Falero la vieja
estatua de madera ("xoanon") de Atenea Poliade y la sumergían en el mar con su peplo; después de la
inmersión ofrecían a la diosa pasteles de higos secos. El baño tenía el valor de una purificación de toda la
ciudad cuya patrona era Atenea, y las principales fiestas de Targelión aseguraban por lo tanto la lustración
colectiva de la ciudad, que había de hacerla merecedora del beneficio divino de las cosechas.

El último mes del año ateniense, llamado Skirophorión (junio), era el de las Skirophorias, fiestas
cuyos ritos son mal conocidos y que parece haber incluido un sacrificio común a Démeter, a su hija Perséfone
y a Poseidón; también era el mes de las Dipolias o Bufonias, en las que sacrificaban un buey de labrar en
honor de Zeus, y el de las Arreforias, fiesta en honor de Atenea, de la que ciertos ritos , practicados por dos
niñitas ("arreforas"), eran análogos a los del Anodos de las Tesmoforias.

Hemos señalado diez meses del calendario ateniense. Quedan los meses de Metageitnión (agosto) y
Maimacterión (noviembre) que no estaban exentos de ceremonias religiosas como las fiestas de las
Metageitnias y de las Maimacterias, que apenas si están mencionadas en los documentos de que disponemos.

Hemos omitido también las fiestas de algunos dioses secundarios como Asclepios, las de los héroes,
por ejemplo las Theseias, y las de los cultos extranjeros importados por los metecos, como las Bandideias,
celebradas desde el siglo V en el Pireo en honor de la diosa tracia Bendis.

8. JUEGOS PANHELÉNICOS

Hasta aquí hemos hablado acerca de las principales fiestas atenienses. Enumerar las que se
celebraban en toda Grecia nos ocuparía un tiempo y un espacio del que no disponemos, por tanto sólo vamos
a referirnos a las cuatro más importantes, las llamadas las cuatro grandes fiestas panhelénicas, a saber, las
de Olimpia, Delfos (Pythia), las del Istmo y de Nemea, todas ellas fiestas acompañadas de concursos
deportivos ("agones") a cuyos vencedores cantaba Píndaro en sus Odas triunfales. Estas competiciones
servían para fomentar los sentimientos de hermandad y de hospitalidad entre los griegos de todas las
ciudades y regiones del país. Los griegos ricos competían por triunfar y hacer destacar a su ciudad a veces
con unas prodigalidades tan exageradas que les arruinaban. La participación de Alcibíades en los Juegos
Olímpicos del 456 pasmó de admiración a toda Grecia.

Ya en la "Ilíada" tenemos el testimonio de los juegos celebrados con motivo de los funerales de
Patroclo: no es el único caso en que el culto de los muertos ofrece formas paralelas a los rituales propiamente
religiosos. Sabemos con certeza que las pruebas agonísticas (de competición) en honor de los dioses se
remontan a época muy antigua, quizá anterior a la penetración de los indoeuropeos en Grecia. La primera
fecha testimoniada es el 776 a. C. , pues se conserva la lista de los vencedores de los juegos Olímpicos; este
documento es además uno de los escritos alfabéticos más antiguos que han llegado hasta nosotros. En este
siglo VIII estos juegos todavía tenían un carácter de fiesta local de Olimpia, pero pronto su fama se extendió
por toda la Hélade y adquirieron renombre panhelénico. A imitación de ellos surgieron celebraciones similares
en otros lugares de Grecia: todas ellas vinieron a constituirse en manifestaciones de la conciencia nacional
panhelénica por encima de las rencillas de las ciudades-estado. Ya al final de la época arcaica los certámenes
agonales, que comúnmente llamamos juegos, eran cuatro:

- Juegos Olímpicos, que se celebraban cada cuatro años en la ciudad de Olimpia en honor de
Zeus Olímpico.

- Juegos Píticos, que se celebraban también cada cuatro años en Delfos, en los que se
conmemoraba la victoria de Apolo sobre la serpiente Pitón. Fueron instaurados en el siglo VI
a.C.

- Juegos Ístmicos, que tenían lugar cada dos años en Corinto en honor a Poseidón.

- Juegos Nemeos, que se desarrollaban en Nemea, también cada dos años, en celebración
de la victoria de Heracles sobre el león de Nemea.

Todas estas manifestaciones deportivas tenían un carácter sacro y por tanto distan bastante -en la
intención aunque no en la forma- de las competiciones deportivas o atléticas que pueden celebrarse hoy en
día.

Por la importancia que tienen en la actualidad en nuestra cultura


destacamos los llamados juegos Olímpicos.

El santuario de Zeus en Olimpia, cerca de las orillas del Alfeo, era cada cuatro años un lugar de
reunión ("panegiria") para los griegos de todas las ciudades. La importancia de esta fiesta pentetérica era tal
que la cronología válida para toda Grecia se fundaba en las Olimpíadas, que habían comenzado en el año 776
a.C., según nuestra cronología. Así por ejemplo la batalla de Salamina tuvo lugar en la 75º Olimpíada
(74x4=296, y 776-296=480, año de esta batalla). Los esclavos y los bárbaros podían asistir a la fiesta
olímpica, pero las mujeres casadas no podían hacerlo. Especialmente en Olimpia los griegos tenían conciencia
de su profunda unidad, a despecho de todas las divisiones políticas. Celebraban una verdadera feria en torno
al recinto sagrado de Zeus, y había diversiones para todos los gustos y no solamente deportivas: con ese
motivo los sofistas y numerosos escritores leían sus últimas obras. Así lo hicieron entre otros Heródoto,
Gorgias, Lisias, Isócrates...: éste último no leyó él mismo un discurso al que había llamado Panegírico por
haberlo compuesto en vista de la panegiria de Olimpia.
La fiesta duraba siete días. El primer día ofrecían sacrificios al altar de Zeus y a los seis altares dobles
-erigidos según la leyenda por Heracles- libaciones en la tumba del héroe Pelops, epónimo del Peloponeso, y
procedían a formalidades preparatorias a los juegos. Los cinco días siguientes eran consagrados
principalmente a las pruebas deportivas: diez para los adultos y tres para los niños.

Estas pruebas eran para los adultos: las carreras pedestres, la lucha, el pugilato, el pancracio, el
pentatlon, la carrera con carros, en la que había triunfado Alcibíades, y la carrera con armas.

- Las carreras pedestres eran cuatro:

- El estadio,carrera de rapidez en la que se daba una sola vuelta a la pista.


El vencedor de esta prueba se convertía en epónimo de la Olimpíada que a
partir de ese momento sería recordada con el nombre del ganador en esta
prueba.

- El "diaulos" o recorrido doble

- El "dolichos", que era una carrera larga, de resistencia, probablemente


de seis estadios

- La carrera con armas

- La lucha tenía un carácter sumamente duro: el vencedor tenía que derribar hasta tres
veces a su contrincante hasta hacerle tocar el suelo con los hombros.
- El pugilato para el que se protegían las manos y muñecas con correas; era también una
prueba de extrema dureza.

- El pancracio combinaba la lucha y el pugilato; la prueba no terminaba hasta que uno de los
luchadores extendía la mano y se declaraba vencido.

- El pentatlón resumía pruebas muy antiguas en las que se acreditaba la perfecta forma
física del atleta tanto en fuerza como en agilidad. Las cinco pruebas del pentatlón eran las
siguientes:

. Salto de longitud, que efectuaban sosteniendo pesas con las manos para
cobrar mayor impulso y aterrizar correctamente

. Lanzamiento de disco, que realizaban con un disco de bronce

. Lanzamiento de jabalina, que había de ser dirigida a un blanco

. Carrera pedestre, en que se valoraba principalmente la rapidez del


corredor

. Lucha

- Las carreras de carros podían ser de dos tipos, bien tirados los carros por dos caballos
("bigas") o por cuatro caballos ("cuadrigas"): el auriga, de pie sobre el reducido carro,
sostenía las riendas y hacía alarde de su habilidad para enderezar la rápida carrera en torno
a la pista: en los dos extremos de esta se alzaban sendas columnas que los carros debían
esquivar al doblar la pista. El auriga vencedor recibía la cinta o banda de la victoria, pero el
honor del triunfo recaía sobre el rico propietario de la biga o cuadriga. Ya desde el siglo VII
a.C. se celebraban también carreras de caballos.

- La carrera de guerreros armados tiene un origen antiquísimo y en ella los hoplitas


competían llevando todas sus armas.

Para los niños había la carrera del estadio, la lucha y el pugilato.

Todas estas pruebas se disputaban bajo la vigilancia de los "hellanodices" ("jueces de los griegos").

El séptimo y último día se celebraba una procesión solemne y un banquete. Los nombres de los
vencedores -los olimpiónicos- eran proclamados por los heraldos, acompañados del nombre de su padre y de
su patria. Como premio recibían una sencilla corona de olivo, pero su gloria era inmensa y se derramaba sobre
su familia y la ciudad. Atenas recompensaba a aquellos de sus ciudadanos que habían triunfado en Olimpia
con "la comida del pritaneo", y decían que una ciudad para recibir a un olimpiónico a su regreso, debía
derribar una parte de la muralla para que entrara por una puerta que nadie había traspasado.

Estas fiestas subsistieron durante toda la antigüedad hasta que el emperador Teodosio en el 393 d.C.
las suprimió por su carácter pagano. El siglo pasado fueron reinstaurados los juegos Olímpicos pero con un
carácter distinto al que originariamente tuvieron en Grecia, es decir, no sagrado aunque sí con la finalidad de
fomentar la hermandad y la solidaridad entre las naciones.

9. OTRAS ACTIVIDADES

9.1. INTRODUCCIÓN

La mayor parte de nuestras referencias sobre el modo como los griegos empleaban su tiempo libre
así como sus "actividades" deportivas se refieren a Atenas. Nos limitaremos pues a los usos atenienses, que
sin duda reflejan en buena medida la actitud general del resto de los griegos.

A juzgar por los numerosos ejemplos diríase que el ateniense alcanzó tempranamente la "civilización
del ocio". Un ocio inteligente y creativo que le lleva a ocuparse de los asuntos de la ciudad, a gustar de la
compañía y trato de sus amigos y a deleitarse en actividades que enriquecen sus espíritu y fortalecen su
cuerpo.

Varias son las actividades que llenaban las horas libres del ateniense medio. Estas eran
principalmente las siguientes:

- juegos diversos

- participación en las fiestas ciudadanas


- simposios

- actividades deportivas

Nos detendremos especialmente en los juegos, los simposios y dentro de las actividades deportivas
las que se refieren a la caza y a la pesca.

9.2. JUEGOS

En toda Grecia y desde época muy antigua, los griegos se complacen en juegos diversos, entre ellos
cabe destacar:

. Juegos de pelota muy diversos que nos han sido testimoniados por las referencias literarias, los
relieves y la cerámica. El juego de la pelota, al que se entregaban Nausica y sus compañeras en la "Odisea" no
estaba únicamente reservado a los niños, como podría parecer, y tenía como en la actualidad muchas
variantes. Un bajorrelieve del Cerámico muestra a adolescentes enteramente desnudos que juegan a la pelota
con bastones curvados que evocan el juego moderno del hockey. Hasta los mismos adultos jugaban al balón
en los gimnasios, en los que había un emplazamiento especial para este juego. Por lo demás es difícil
distinguir netamente de los juegos algunos de los ejercicios ordenados por el pedotriba, ya que estos juegos
se practicaban al aire libre y eran útiles al desarrollo y flexibilidad del cuerpo.

. Juegos de azar, que eran muy conocidos, desde el juego de "par e impar", practicado con monedas
de bronce ("chalkinda"), el juego de la taba o el de las habas y especialmente los dados ("cuboi"); este juego
se practicaba por lo común con tres dados de barro cocido, cuyas seis caras estaban marcadas bien con letras
de valor equivalentes a cifras, bien con los nombres más o menos abreviados de los seis primeros números.
La unidad o "as" se llamaba "cubos". El mejor golpe era la jugada de tres seises llamada "jugada de Afrodita"
y la peor era la jugada de tres ases que se llamaba "jugada del perro", quizá en alusión al can Cerbero que
custodiaba la entrada a los infiernos. El "Lisias" de Platón nos muestra en una palestra a niños que "luego de
haber ofrecido el sacrificio, jugaban a par e impar con muchas tabas que sacaban de cestos..." (Platón,
"Lisias", 206 e.)

. Juegos de habilidad o de ingenio, entre los que destaca el cótabo (v. más adelante); la petteia o
petia que se jugaba sobre un tablero semejante al de nuestro juego de las damas;, el juego de la Via
Sagrada, también sobre un tablero dividido en tres series contiguas de recuadros. Estos dos últimos juegos
son antiquísimos y junto con algunos otros que no mencionamos llegaron a conocimiento de los griegos a
través de los egipcios o de algún pueblo de Oriente Próximo.

. Espectáculos callejeros, en los que participaban como simples mirones deleitándose con las pruebas
de destreza de los artistas ambulantes: prestidigitadores, equilibristas, mimos y payasos. Hay también
noticias de teatro de marionetas y teatro de siluetas, precursor probablemente de los Karageuz orientales.
También eran numerosos los conciertos en el Odeón, principalmente los días de fiesta.

. Luchas de animales en las que se enfrentaban cruelmente animales en feroces peleas. Un


bajorrelieve arcaico muestra a dos muchachos sentados enfrentando a un perro y a un gato; detrás de cada
uno un hombre, apoyado en su bastón sigue apasionadamente la lucha; son sin duda los aficionados o los que
habían hecho apuestas. Sin embargo los gatos, a diferencia de los perros, eran escasos en la Grecia antigua.
En sus casas los griegos tenían sobre todo comadrejas domesticadas, que cazaban las lauchas. Lo más a
menudo los combates de animales enfrentaban a dos gallos, a los que se les había dado de comer ajo y
cebollas para excitar su ardor belicoso; ataban a los espolones espuelitas de bronce con el fin de hacer más
sangrientos los golpes que se daban. Estas riñas, muchas veces representadas en vasos pintados, daban lugar
a apuestas y se pagaban altos precios por los buenos gallos de pelea. En Atenas los magistrados llegaron a
organizar peleas de gallos anuales.

10. SIMPOSIOS

Son formas muy típicas de reuniones masculinas. Cífrase en ellas ese vivo sentido de la comunicación
humana que caracterizó a los griegos y muy particularmente a los atenienses. Destaca también ese rasgo
acusadísimo de la sociedad griega que excluye de manera sistemática a las mujeres en la mayoría de las
manifestaciones sociales y que aún en nuestros días sigue existiendo en determinadas culturas, por ejemplo
las sociedades gastronómicas que encontramos en zonas del norte de España en las que el acceso a las
mujeres si no está prohibido totalmente sí está restringido de una forma muy particular.

La palabra simposio significa propiamente "bebida en común". Los simposios no son privativos de
Atenas, sino que constituyen una forma antiquísima entre los griegos, que llegó a alcanzar el carácter de
verdadera institución. Se trata de celebraciones colectivas (trátese de grupos religiosos o ciudadanos o meras
reuniones familiares o de amigos), consistentes en un banquete cuyos gastos sufraga el dueño de la casa. El
banquete se organiza en dos fases sucesivas: el banquete propiamente dicho, al que tienen acceso las
mujeres de la familia y en el cual se observa un ceremonial de cortesía bastante complicado:
. Antes de entrar en la sala del banquete los invitados se descalzan y se lavan los pies

. Seguidamente se coronan la cabeza con guirnaldas y ocupan los lechos que les indica su
anfitrión, recostándose sobre ellos; ante éstos sitúan los esclavos unas mesas pequeñas
sobre las que serán servidos los manjares y bebidas que han de consumir

. Antes de comenzar a comer, deben lavarse las manos en jofainas que les son presentadas
por los esclavos

. A continuación se inicia el banquete con un brindis a la redonda seguido de diversos platos


en los que puede figurar la carne si se trata de un anfitrión rico. Se sirven también frutas,
pasteles y bebidas.

Terminada esta primera fase se retiran las mujeres y da comienzo el simposio: primeramente se
ofrecen libaciones de vino puro en honor de Dionisos y se canta un himno. En honor al dios que "alegra a los
hombres"; a continuación se elige por sorteo al simposiarco, que debe determinar las normas por las que se
regirá el simposio sobre todo en lo que se refiere a la proporción entre vino y agua. Se inicia de esta manera
la bebida en común, si bien no faltan las "tapas" para estimular la sed: galletas, nueces, almendras,
aceitunas, etc.

Si el simposio es muy solemne, el dueño de la casa hace venir a un grupo de artistas (citaristas,
danzarinas, acróbatas, mimos, payasos o flautistas) que entretenga a sus invitados. Normalmente la fiesta
discurre en la intimidad y son los invitados mismos los que aportan su ingenio y su alegría y así podían cantar
cantos compuestos por ellos mismos para la ocasión o sacados del enorme repertorio de los poetas
simposíacos o bien recitar pasajes poéticos y mantenían vivas discusiones acerca de la interpretación, o bien,
en reuniones muy escogidas, proponíase un tema de estudio o de discusión en el que todos participaban
según el orden establecido por el simposiarco. Otras veces la conversación discurría con ritmo libre y relajado
y hacían aparición los chistes, adivinanzas, apuestas y juegos de todas clases, entre ellos el cótabo al que
hemos aludido anteriormente y describiremos ahora brevemente.

En el curso del simposio se realizaban a veces libaciones semejantes a las que se dedicaban a
Dionisos al comenzar la fiesta. Estas libaciones tenían carácter de juego y en ellas no se invocaba al dios sino a
la persona amada: el juego tenía pues un cierto carácter erótico dentro del marco dionisíaco del simposio. En
el curso del juego, los bebedores debían arrojar la gotas de la libación no sobre el suelo (según el uso
litúrgico) sino sobre un blanco previamente fijado, generalmente un plato o vaso. Si se alcanzaba la diana
propuesta, el presagio se consideraba favorable o bien, si se había prometido un premio, se alcanzaba éste.
Este juego alcanzó gran popularidad y rebasó el marco del simposio contagiando incluso a las mujeres que
también lo practicaban en sus fiestas o en el retiro de sus gineceos. Incluso se crearon nuevas y complicadas
formas del cótabo en las que se exigía una determinada gracia en el gesto y actitud del jugador o jugadora.

Estos simposios o banquetes adquirieron tal importancia que incluso dieron nacimiento a un género
literario, como lo atestiguan los "Banquetes" de Platón o de Jenofonte, y, mucho más tarde, las
"Conversaciones de mesa" (Simposiaca) de Plutarco y los "Deipnosofistas" de Ateneo.

11. LA CAZA

La caza y la pesca eran, como hoy, para unos un verdadero oficio y para otros una mera distracción.
Jenofonte en su "Cinegética", considera la caza como una parte importante y necesaria en la educación del
adolescente, porque ejercita el cuerpo, acostumbra al peligro y prepara así para la guerra, pero tales ideas
eran más frecuentes en esparta que en Atenas y habían sido inspiradas a Jenofonte por su admiración a
Esparta, que llegó a practicar la caza de los ilotas, es decir la caza del hombre. No obstante, muchos
atenienses acomodados practicaban la caza como deporte, aunque el Ática era un zona pobre en caza menor.

En las épocas micénica y arcaica, hubo en los montes de Grecia caza mayor, en especial leones. Esta
caza mayor ha quedado reflejada en la mitología donde abundan divinidades cazadoras y héroes cazadores,
los cuales enumera Jenofonte al comienzo de la obra citada. En la época clásica, aún cuando no habían
desaparecido totalmente las fieras (quedaban -y aún quedan- algunos lobos), cazaban sobre todo jabalíes,
ciervos e innumerables liebres y aves: perdices, codornices, alondras, tordos de agua, etc.

Entre las técnicas de caza practicadas en el siglo de >Pericles, la más antigua era probablemente la
de las trampas. Para los pájaros y para la caza menor terrestre, se preparaban trampas de lazo y de resorte.
A esto hay que añadirle las trampas de foso, especialmente utilizadas para la caza mayor, que son descritas
por Jenofonte.

Las aves podían ser cazadas con flechas o con piedras y hondas. Las otras armas del cazador son la
jabalina, el hacha, la maza, el puñal y el bastón, éste empleado corrientemente en la caza de la liebre.

El empleo de los perros de caza, poco útiles cuando se emplean trampas, es indispensable para la
caza con red, y era tan difundido que la palabra que designa al cazador en griego "kynegos" significa
literalmente "el que lleva perros". La Cinegética de Jenofonte insiste extensamente en la cría y el
adiestramiento de los perros de ojeo y de los perros cobradores. Algunas razas de perros de Laconia gozaban
de especial fama por su velocidad y eficacia: Los perros de caza con orejas delgadas y puntiagudas, con el
hocico afilado, están representados en vasos pintados y en estelas de la época clásica.

12. LA PESCA

La pesca, más a menudo que la caza, era un oficio, pues sabemos que habitualmente los griegos y en
especial los atenienses comían mucho pescado.

Plutarco difundió y expresó una opinión ya difundida en la época clásica cuando dijo que la pesca no
tenía nada de glorioso y es indigna de un hombre libre, porque exige más astucia que fuerza y no ofrece,
como la caza, la oportunidad de un ejercicio saludable. Habrá que esperar hasta Opiato y su "Halieútica" en el
siglo II d. C. para que se consagre al arte un tratado de pesca. No obstante, alusiones literarias y algunos
monumentos nos permiten conocer las técnicas de la pesca antigua, que se parecen mucho a las de hoy y han
evolucionado mucho menos que las de la caza.

La pesca con anzuelo o pesca con caña, mencionada por Platón, se practicaba como en nuestros días
con una caña de pescar, que por lo común era una caña, y un sedal de lino o crin al cual se ataba un flotador
de corcho, una plomada y finalmente un anzuelo. Utilizaban para los peces de poco tamaño carnadas de
lombrices o de insectos, y, para los de gran tamaño, utilizaban los peces pequeños. También empleaban,
como en la actualidad, carnadas artificiales, como las moscas fabricadas con hebras de lana roja. El
procedimiento de la línea de fondo, sin caña, también se empleaba ya.

Una copa del siglo V representa a un muchacho pescando con una caña y sujetando un cesto con su
mano izquierda; en el agua transparente el pintor ha representado peces, un pulpo y una nasa (cestos en los
que una vez que entraban los peces les era imposible salir).

Las redes de pesca, como las redes de caza, eran de diferentes clases. Distinguiese, como en la
actualidad, el esparavel y la traina o red de arrastre.
Una forma de pescar que participa a la vez del principio de la nasa y del de la red es el que se denomina "de
almadraba": trátase de una instalación fija, formada por redes y postes.

La pesca con arpón o tridente se practicaba especialmente con los cetaceos pero también con los
peces de mediano tamaño, en especial, los atunes. La pesca del atún era una de las que exigían una cuantiosa
y complicada organización. En la pesca del pez espada, una red colocada en el mar es arrastrada hasta la
orilla y una vez allí se mata al animal con arpones.

Finalmente los griegos también practicaban la pesca con antorchas o con el "navío de fuego", que
Opiano describe en su Halieútica. Este procedimiento aún sigue empleándose, en especial en las costas de la
isla de Lesbos.

13. INFLUENCIA EN LA CULTURA OCCIDENTAL

El ocio, su concepto, su valoración y su organización, ocupa un lugar importantísimo en la civilización


romana, sobre todo en el medio urbano. La palabra otium (ocio) tenía varios enfoques. Desde el sentido de
ociosidad permanente, como opuesto a trabajo, al de tiempo de descanso alternante con el dedicado al
trabajo, que sería el más aproximado al que tiene en la actualidad. Podía tener también un sentido intelectual,
filosófico, podríamos decir, ampliamente comentado y debatido en la literatura romana, en el que ocio se
identifica con la abstención de participar en los asuntos públicos; esta última acepción recoge el ideal de la
vida privada, dedicada al quehacer intelectual, a las cosas del espíritu, al cultivo de la intimidad y de los
amigos, lejos de la política, de la actividad estatal. Esta última era considerada como el negotium, la negación
del ocio. Se trata de uno de los temas puntales de las corrientes filosóficas introducidas en Roma en el siglo II
a.C. (estoicismo, epicureismo y movimientos afines), y encuentra amplias resonancias en las obras de Cicerón
y de Séneca, que dedica un tratado a este tema. Es el conflicto entre la paz del espíritu - mucho más
asequible a través del ocio-, y las obligaciones del individuo para con la Sociedad o el Estado (planteamiento
aristocratizante, sin duda, en que la única ocupación realmente digna y valorada era la que tenía por fin
intervenir en la cosa pública, en la política).

Es precisamente en este aspecto donde más similitudes encontramos entre las sociedades antiguas y
las de nuestros días. Veamos algunas de ellas:

Encontramos en el mundo helénico la semana de siete días _ que ya Oriente había conocido mucho
antes_ en la misma forma en que perdura actualmente en la Europa latina, con sus correspondientes planetas
como patronos. Esta semana de siete días se conocía en Roma en tiempos de Augusto, y ya a mediados del
siglo I de nuestra era se designaban muchas veces los días de la semana por sus nombres planetarios.
Aureliano, en el siglo III, trasladó el día festivo del sábado al domingo por su gran devoción al culto del sol,
aunque no fue día de descanso hasta que el Imperio se convirtió oficialmente hasta el cristianismo. Así se ha
mantenido en la mayoría de los países occidentales. El día de mercado se celebraba con la regularidad y
seriedad con que todavía se celebra en todas partes, fuera de las ciudades y aún en muchas de ellas. Al igual
que ahora tenía sus días fijos en cada zona y sus especialidades.

Por lo que respecta a las fiestas religiosas el cristianismo terminó con la mayoría de ellas, pero
muchos elementos que no parecían contener nada censurable e incluso ser demasiado buenos para tirarlos
por la borda se conservaron bautizados con cierto barniz cristiano. Los juegos Megalenses,por ejemplo,
perdieron su nombre pero salvaron su esencia. En las Robigalia, que se celebraban el 25 de abril, sus devotos
solían ir cinco millas fuera de Roma a lo largo de la via Cassia para sacrificar e implorar la bendición sobre las
mieses; ahora se celebran el mismo día y recorriendo el mismo trayecto las letanías mayores de San Marcos.
Esta misma peregrinación a las afueras de la ciudad encontramos en muchos pueblos de España en las
tradicionales romerías en las que todo el pueblo participa y comparte su comida y su bebida. Por otro lado los
que hoy en día intercambian regalos de Navidad o se ponen un gorro no hacen más que reproducir las
antiguas costumbres romanas en los Saturnalia, celebradas en el mes de diciembre y en las que el día 25 se
celebraba la natividad del Sol -sol invictus-; a partir del siglo IV la Iglesia celebró en esa misma fecha el
nacimiento del Creador.

Quien quiera condenar a los romanos por la brutalidad de sus espectáculos debería condenar también
grandes sectores de la sociedad moderna en países civilizados por sus aficiones no mucho más refinadas.
Hasta hace relativamente poco tiempo las ejecuciones eran públicas y no podemos negar que atraían a gran
número de espectadores llegados incluso de otras ciudades. La misma condena suscitan en determinadas
personas las corridas de toros, de arraigada tradición en algunas regiones de España y comparables a las
luchas entre hombres y animales del circo romano. Pero no todo es brutalidad y así encontramos en el circo
moderno una serie de espectáculos que en el Imperio llenaban los teatros y anfiteatros: payasos, gimnastas,
adivinos, acróbatas, truquistas, funámbulos, trapecistas, etc.

La influencia de las carreras de carros en la vida del romano de todas las categorías sólo sería
comparable a la que ejerce actualmente el fútbol, con el que, por otra parte, tiene muchos paralelismos. El
fanatismo de los romanos por este espectáculo se canalizaba hacia cuatro auténticas organizaciones,
comparables a los actuales clubes, que persistieron siempre en la ciudad de Roma, caracterizada cada una de
ellas por un color (blanco, rojo, azul y verde). Los nombres de los mejores aurigas, al igual que el de muchos
futbolistas,eran conocidos por el público, hasta el punto de aparecer perpetuados en pinturas y mosaicos. Las
carreras de automóviles con sus escuderías y sus pilotos podían ser otro de los modelos en los que ver
reflejado este tipo de entretenimiento.

De los simposios hemos visto que son formas muy típicas de reuniones masculinas que excluyen de
manera sistemática a las mujeres y que aún en pleno siglo XX siguen existiendo en determinadas culturas,
por ejemplo las sociedades gastronómicas que encontramos en zonas del norte de España en las que el
acceso a las mujeres si no está prohibido totalmente sí está restringido de una forma muy particular.

Las actuales saunas con la alternancia de baños de agua caliente y fría, recuerdan las termas
romanas que constituían uno de los aspectos más interesantes del ocio en la vida cotidiana de los romanos,
puesto que eran el centro de reunión social por antonomasia, como hoy pueden ser los bares y cafeterías.

La caza y la pesca eran entre los romanos, como hoy, para unos un verdadero oficio y para otros
una mera distracción. La pesca con anzuelo o pesca con caña se practicaba como en nuestros días con una
caña de pescar, y un sedal de lino o crin al cual se ataba un flotador de corcho, una plomada y finalmente un
anzuelo. Al igual que ahora utilizaban como cebo para los peces de poco tamaño carnadas de lombrices o de
insectos, y, para los de gran tamaño, utilizaban los peces pequeños. También empleaban, como en la
actualidad,carnadas artificiales, como las moscas fabricadas con hebras de lana roja. El procedimiento de la
línea de fondo, sin caña, también se empleaba ya.

De todas las manifestaciones deportivas de la Antigüedad destacamos por la importancia que tienen
en la actualidad en nuestra cultura
los llamados juegos Olmpicos. Estos tenían un carácter sacro y por tanto distan bastante -en la intención
aunque no en la forma- de las competiciones deportivas o atléticas que pueden celebrarse hoy en día.

RESUMEN

Los juegos en Roma nunca tuvieron el mismo significado político que en Grecia, en donde
los juegos panhelénicos habían constituido el mejor vehículo para transcender el particularismo de las
ciudades griegas.

Los juegos públicos ("ludi sollemnes") se celebraban en fechas fijas a lo largo del año, fechas que
coincidían muy frecuentemente con festividades religiosas, a las que están ligados en su origen. Durante la
república hay unos sesenta días de juegos fijos pero al final de la época imperial parece ser que se llegó a
ciento treinta y cinco días al año, sin contar los extraordinarios.

El circo por excelencia es el llamado Circo Máximo, preparado ya en tiempo de los reyes para celebrar
en él las carreras de carros, de caballos e incluso pedestres. Las graderías formaban tres pisos, de los cuales
sólo el más bajo era de piedra; los otros, de madera.

Los anfiteatros fueron una creación tardía, ya de finales del siglo I a. C. Los juegos que se ofrecían en
ellos se daban antes en el circo, pero es en el anfiteatro donde alcanzaron su mayor esplendor. Desde el
punto de vista arquitectónico, es un doble teatro, como dos teatros ensamblados, pero de forma elíptica, no
circular. El espacio central (arena) estaba cubierto de arena.
En el subsuelo estaban las jaulas de las fieras y los departamentos para los combatientes; y, en algunos, una
maquinaria permitía convertir la arena en un lago artificial. Una inmensa tela (velum) podía cubrirlo a modo de
toldo para preservar del sol a los espectadores. El más famoso anfiteatro de Roma y del mundo fue el
anfiteatro Flavio llamado también "Colosseum" (Coliseo).

Los juegos del circo se iniciaban con un desfile triunfal de carácter religioso, a cuya cabeza iba el
magistrado organizador de los juegos Entre ellos destacan:

. ludus Troiae

. desultores.

. carreras pedestres

. ludi gladiatores

. venationes

. los castigos y las ejecuciones de los condenados a muerte.

La naumaquía consistía en un combate naval representado para divertimento del pueblo y cuyos actores se
llamaban "naumachiarii".

Los espectáculos teatrales eran los ludi que suponían menos gastos y menores dificultades en su
presentación, y eran en cierto modo los episodios más nobles de estas fiestas. Se presentaban al pueblo con
más frecuencia que os juegos del circo y del anfiteatro, pero no tenían tanta aceptación ni apasionaban tan
violentamente a los espectadores.

Las termas eran el centro de reunión social por antonomasia. Se abrían desde el mediodía hasta la
caída de la tarde. Tenían varias funciones además de la estricta del baño

Se componían esencialmente apodyterium (vestuario); el frigidarium, donde se tomaba un primer baño frío
(frigidus); el tepidarium (tepidus, templado), sala acondicionada con calefacción y que servía de antesala al
caldarium, en el centro de montaje, con pilas o bañeras de agua caliente. El ciclo del baño, una vez terminado,
se completaba con el de ejercicios al aire libre.

La comissatio era un segundo banquete amenizado por juegos, discursos, lecturas, conversaciones, música,
baile,etc.

La caza había sido una dedicación de los hombres fuertes para proveerse de comida o para aniquilar
las fieras que pudieran resultar dañinas. Esta caza la realizaban los que podemos llamar cazadores de oficio y
los esclavos, hasta el punto que Salustio la llama servile officium; pero también podía seguirse la caza por
pura diversión y en este sentido los romanos eran unos grandes aficionados a ella, incluso las mujeres.

La venatio era una cacería de fuerza y de rapidez, puesto que los animales que en ella se pretendían
eran osos, jabalíes, lobos, etc., a los que había que cansar corriendo o herir mortalmente. A las aves se las
engañaba con astucias, redes, cepos, lazos y trampas. Las armas que llevaban eran: la honda, la clava, el
pedum o cayado para la caza de la liebre, el hacha (securis), sobre todo en la caza primitiva para abatir los
jabalíes; la furcas, la fuscina, arpones, la jabalina, la lanza, el cuchillo montes (culter venatorius), y cuando se
trataba de la caza del oso o del jabalí el venablo, el hasta y el iaculum, incluso con dos puntas de hierro.

Como instrumentos de pesca se usaban las redes o la caña. Estas redes marinas tenían disposiciones distintas
de las usadas en la caza. Tenían en una de sus franjas unos pesos de piedra o de metal que las hundían en el
agua, y en la otra unos corchos que, flotando en la superficie del mar, las mantenían tensas. Existían
también pescadores de caña (calamus piscatoria), sedal (linea) y anzuelo(hamus). También podían
usarse las nassae, que poco más o menos serían como las nuestras: un cilindro de juncos entretejidos, con
una especie de embudo dirigido hacia adelante en una de sus bases y cerrado con una tapadera en la otra
para vaciarlo.

GRECIA

Las fiestas, indisolublemente religiosas y cívicas, contribuían todas a exaltar al mismo tiempo los
sentimientos religiosos y el patriotismo, la creencia en los dioses y el orgullo nacional. Sólo la guerra podía
suspenderlas, o por lo menos disminuir su esplendor.

La mayoría de las grandes fiestas, si no todas, incluían juegos que tenían lugar en forma de
concursos ("agones"): concursos gimnásicos y atléticos lo más a menudo, pero también concursos líricos y
musicales, concursos dramáticos de tragedia y de comedia, y a veces, concursos de belleza, es decir, de
estatura y de prestancia, tanto para los hombres como para las mujeres.

Estas fiestas requerían una cuidadosa organización, así como gastos cuantiosos y un calendario ático
por el que regularse.

Ya al final de la época arcaica los certámenes agonales, que comúnmente llamamos juegos, eran
cuatro:

Juegos Olímpicos

- Juegos Píticos

Juegos Ístmicos

Juegos Nemeos

Los más importantes son los llamados juegos Olímpicos cuya duración era de siete días. El primer día ofrecían
sacrificios al altar de Zeus y a los seis altares dobles -erigidos según la leyenda por Heracles- libaciones en la
tumba del héroe Pelops, epónimo del Peloponeso, y procedían a formalidades preparatorias a los juegos. Los
cinco días siguientes eran consagrados principalmente a las pruebas deportivas: diez para los adultos y tres
para los niños.

Estas pruebas eran para los adultos: las carreras pedestres, la lucha, el pugilato, el pancracio, el
pentatlon, la carrera con carros, en la que había triunfado Alcibíades, y la carrera con armas.

El séptimo y último día se celebraba una procesión solemne y un banquete.

Estas fiestas subsistieron durante toda la antigüedad hasta que el emperador Teodosio en el 393 d.C.
las suprimió por su carácter pagano. El siglo pasado fueron reinstaurados los juegos Olímpicos pero con un
carácter distinto al que originariamente tuvieron en Grecia, es decir, no sagrado aunque sí con la finalidad de
fomentar la hermandad y la solidaridad entre las naciones.

Las restantes actividades que llenaban las horas libres del ateniense medio eran principalmente las
siguientes:

- juegos diversos

- participación en las fiestas ciudadanas

- simposios

- actividades deportivas

En toda Grecia y desde época muy antigua, los griegos se complacen en juegos diversos, entre ellos
cabe destacar:

. Juegos de pelota

. Juegos de azar

. Juegos de habilidad o de ingenio

. Espectáculos callejeros

. Luchas de animales

Los simposios son celebraciones colectivas (trátese de grupos religiosos o ciudadanos o meras reuniones
familiares o de amigos), consistentes en un banquete cuyos gastos sufraga el dueño de la casa. El banquete
se organiza en dos fases sucesivas: el banquete propiamente dicho, al que tienen acceso las mujeres de la
familia y en el cual se observa un ceremonial de cortesía bastante complicado y el simposio propiamente
dicho, que es una especie de sobremesa amenizada por las conversaciones, las atracciones y la bebida. Estos
simposios o banquetes adquirieron tal importancia que incluso dieron nacimiento a un género literario, como lo
atestiguan los "Banquetes" de Platón o de Jenofonte, y, mucho más tarde, las "Conversaciones de mesa"
(Simposiaca) de Plutarco y los "Deipnosofistas" de Ateneo.

La caza y la pesca eran, como hoy, para unos un verdadero oficio y para otros una mera distracción.

Entre las técnicas de caza practicadas en el siglo de Pericles, la más antigua era probablemente la de
las trampas. Para los pájaros y para la caza menor terrestre, se preparaban trampas de lazo y de resorte. A
esto hay que añadirle las trampas de foso, especialmente utilizadas para la caza mayor, que son descritas por
Jenofonte.

Las aves podían ser cazadas con flechas o con piedras y hondas. Las otras armas del cazador son la
jabalina, el hacha, la maza, el puñal y el bastón, éste empleado corrientemente en la caza de la liebre.

La pesca con anzuelo o pesca con caña se practicaba como en nuestros días con una caña de pescar,
que por lo común era una caña, y un sedal de lino o crin al cual se ataba un flotador de corcho, una plomada y
finalmente un anzuelo. Utilizaban para los peces de poco tamaño carnadas de lombrices o de insectos, y, para
los de gran tamaño, utilizaban los peces pequeños. También empleaban, como en la actualidad, carnadas
artificiales, como las moscas fabricadas con hebras de lana roja. El procedimiento de la línea de fondo, sin
caña, también se empleaba ya.

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