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EL TIEMPO.
Antonio Machado se llamaría a sí mismo, por boca de Juan de Mairena, “poeta del
tiempo”. En la poesía de Machado es la historia individual de cada ser —de su propio
ser—, que se hace, que pasa, pero que permanece en el recuerdo, donde se borran los
límites personales. Esta ansiedad perpetua ante el paso inexorable de las horas y los
días, tiene en la lírica machadiana un puesto predominante. Pero también encontramos
en su obra la esperanza de que el poema pueda, mediante intuiciones creadoras,
intemporalizar, eternizar en la memoria del poema esos instantes fugaces de su propia
historia
Para él, la poesía es un arte eminentemente temporal. Recordemos de nuevo estas dos
frases, que sintetizan todo su pensamiento poético:
La poesía es la palabra esencial en el tiempo[4].
La poesía es [...]el diálogo del hombre, de un hombre con su
tiempo.
Todos los elementos del verso se conjugan para expresar dicha temporalidad.
EL AGUA.
El agua del río, de la fuente, de la lluvia su fluir —que a veces se hace cantar— casi
imperceptible, constante, se hace símbolo del fluir temporal y, por ello, de la vida
interior: “ Como otra vez , mi atención / está del agua cautiva ; / pero del agua
en la viva roca de mi corazón”
“ ¡Oh, agua buena, deja vida / en tu huida! ¡ Oh tú , que vas gota a gota, / fuente a
fuente y río a río , / como este tiempo de hastío / corriendo a la mar remota / en cuanto
quiere nacer, / cuanto espera florecer / al sol de la primavera, / sé piadosa / que
mañana / serás espiga temprana / prado verde, carne rosa , / y más : razón y locura / y
amargura / de querer y no poder.”
LA TARDE
“ Es una tarde cenicienta y mustia, / destartalada como el alma mía / y es esta vieja
angustia / que habita mi usual hipocondría....”
A su vez, los adjetivos referidos a colores que acompañan a la tarde y a los elementos
del paisaje en esa hora (rojos, cárdenos, rosados, violetas) se cargan por contagio
semántico de estas connotaciones de melancolía y tristeza, llegando a constituirse el
conjunto en una clara personificación. En muchos poemas la melancolía interior del
poeta parece apoderarse de toda la naturaleza.
EL CAMINO
Los caminos están presentes en la poesía de Antonio Machado desde sus primeras
composiciones. El caminar errante, sin meta prefijada, es ante todo un sentimiento de
pesar sin consuelo, una nostalgia de la vida que se va dejando y que también anticipa el
horror de llegar: “ ¡ Ay del pobre peregrino / que se para a meditar, / después de largo
camino / en el horror de llegar .”
Por tanto, los caminos son frecuentemente símbolos de la vida o bien aparecen
asociados con ésta. Cuando esto ocurre en el poema, el camino real se difumina, se
borra hacia la lejanía, hacia el futuro, del que nada podemos decir; y, al mismo tiempo,
se convierte en motivo de melancolía, de ensueño que trae recuerdos del pasado:
“ Yo voy soñando caminos / de la tarde. ¡ Las colinas / doradas, los verdes pinos / las
polvorientas encinas! / ¿ Adónde el camino irá? / Yo voy cantando , viajero / a lo largo
del sendero. / - La tarde cayendo está-.”
La idea de que el camino no está hecho, sino que se hace a la vez que el acto que lo
realiza (“se hace camino al andar”) se ve reforzada por otras imágenes, como la estela
fugaz que se deja sobre el mar y que, al tiempo que se hace, se borra de manera
inaprensible, como el devenir temporal del hombre:
“ Caminante, son tus huellas / el camino y nada más ; / caminante, no hay camino, / se
hace camino al andar. / Al andar se hace camino , / y al volver la vista atrás / se ve la
senda que nunca / se ha de volver a pisar . / Caminante, no hay camino , / sino estelas en
la mar”.
LA MUERTE:
Sus reflexiones sobre la muerte son la derivación lógica de sus inquietudes sobre el
tiempo, considerado éste como el gran exterminador, el gran homicida. La muerte se
manifiesta de continuo: la brevedad e inconsistencia de la vida, la decadencia de los
hombres y de las cosas, de los elementos de la naturaleza, los signos múltiples de la
destrucción, de la enfermedad, de la guerra, del crimen
Su actitud vital ante ella es también diversa: desde la angustia personal expresada en
tantos poemas de Soledades, hasta la melancolía e incluso la rebeldía por la muerte de
su esposa.
DIOS
La presencia de Dios en la obra de Antonio Machado es imprecisa y variable en el
tiempo y, sin embargo, ocupa en su pensamiento un lugar significativo. No es, como en
Unamuno, objeto de una búsqueda constante y dolorosa; ni objeto de indiferencia, como
en Azorín; ni tampoco de hostilidad, como en Baroja. Se trata, casi siempre, de un Dios
en el que no se puede creer, aunque se desee .
“ Oh, dime, noche amiga, amada vieja, / que me traes el retablo de, mis sueños /
siempre desierto y desolado / y sólo con mi fantasma dentro, / mi pobre sombra triste /
sobre la estepa y bajo el sol de fuego, / o soñando amarguras / en las voces de todos los
misterios, / dime, si sabes, vieja amada, dime / si son mías las lágrimas que vierto!