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y la Esfera Misteriosa
*Tlachtli: Típico juego maya que consistía en introducir una pelota de cuero
dura en un aro vertical, usando codos, caderas y rodillas. Se podía jugar por
mera diversión o para la resolución de conflictos mayores.
El Anciano de Blanco
Corría creyendo que iba por el camino que lo llevaba al rio, pero de haber
abierto los ojos se habría dado cuenta que transitaba por un sendero
completamente desconocido y oscuro. Levantó sus manos para limpiarse las
lágrimas cuando de pronto ¡PUM! Chocó contra un anciano.
Jafet cayó de nalgas sobre el pasto, pero el anciano que anteriormente había
estado moviendo un potaje sobre el fuego, tenía la cabeza metida en la olla de
barro.
— ¡OFGDF! ¡Auxilio! —Gritaba — ¡Sáquenme de aquí!
Jafet se sintió apenado por lo que le había causado y se apresuró a ayudarlo.
Tomó la olla por las asas y haló con todas sus fuerzas. Estuvo buen rato
forcejeando con ella pero nada que salía, el anciano gritaba cientos de cosas
que no entendía (la olla le impedía escuchar con claridad).
Al final, Jafet puso un pie en el hombro del anciano y volvió a tirar con todas
sus fuerzas.
—Ya casi—gimió Jafet.
De pronto la olla salió con un “BLUP” y cayó al suelo haciéndose pedazos.
— ¡Oh vaya!—dijo el anciano que había caído de nalgas otra vez.
Miró su ropa que estaba hecha todo un desastre, lo que daba pena, pues la
túnica con la que vestía era de un blanco impecable; tenía además un paño
carmesí alrededor del cuello, muy hermoso por cierto.
Jafet pensó que su vestimenta era muy extraña. En su tribu, los hombres
acostumbraban ir vestidos con una falda guerrera y el torso descubierto; sólo
las mujeres usaban túnicas largas, aunque normalmente eran floreadas y
coloridas, no blancas y lisas como la del anciano.
El anciano sacudió su cabeza como un cachorro para librarse de la plasta de
comida que tenía, y luego con un movimiento de su mano hizo desaparecer las
horribles manchas de su ropa.
—Magia— susurró Jafet.
Él había escuchado muchas veces acerca de los grandes magos que hacían
cosas maravillosas como ésta. En su tribu había uno de hecho, el gran mago
Chilsúa; pero él más bien pensaba que era un gran charlatán, nunca lo había
visto hacer nada sobresaliente, y tenía cara de bobo además.
—Vaya, vaya— volvió a decir el anciano.
De pronto notó la presencia de Jafet, que también estaba tirado en el suelo y
mirándole con extrañeza.
— ¡Oh! Pero ¿Qué tenemos aquí? —Preguntó invadiendo el espacio personal
de Jafet — ¡Válgame! Pero si es un chamaco. No, no, no es cualquier
chamaco.
El mago había notado el hermoso collar que portaba Jafet y que sólo los hijos
de los jefes podían tener.
— ¡Es Jafet! —Continuó el anciano— ¡El hijo del legendario Quenaztli!
El anciano hizo una reverencia mientras decía: “Bienvenido a mi humilde
hogar, futuro gran jefe”. Aquello molestó a Jafet, considerando lo que acababa
de ocurrir, era lógico.
— ¡Yo nunca seré un jefe! —refunfuñó.
—Hum—exclamó el mago confundido y sorprendido a la vez—, esto sí que es
extraño, nunca había conocido a un niño que no quisiera ser un jefe. Bueno,
bueno, no importa ya. Pasa por aquí futuro no gran jefe.
El anciano hizo pasar a Jafet a su “casa” y lo sentó en un tronco. No se podía
decir que el anciano vivía ahí, pues tan solo era un pedazo de tierra cercado
con troncos y un pequeño fuego en el centro.
Le ofreció una taza de un sabroso líquido que no supo que era, pero lo relajó
un poquito.
—Y dime futuro no gran jefe ¿Qué haces en estos lugares y a estas horas? ¿Y
qué significan esas lagrimotas de cocodrilo que tienes ahí?
Jafet le contó al mago lo que acababa de ocurrir en su casa, siempre
recalcando que nunca quiso ser un jefe.
—Pues es una historia triste, triste en verdad—dijo el anciano—, pero tienes
suerte pequeño Jafet, hoy me siento generoso. Te daré la oportunidad de crear
tu propio mundo para que seas feliz.
Jafet se le quedó mirando al anciano para ver si estaba bromeando, pero él
sólo lo miraba con una inmensa sonrisa pícara en su cara.
— ¿Y por qué debería recibir algo de usted?—dijo con desconfianza—ni
siquiera sé cómo se llama.
El mago rio a carcajadas cuando Jafet dijo eso.
— ¿Y por qué quieres saber mi nombre?— dijo el anciano—es un gran
misterio. Yo soy el que soy.
Jafet frunció el ceño.
—Ése no es un nombre y tampoco tiene sentido.
—Lo sé.
—Usted está loco.
—Eso también lo sé— contestó el anciano riendo bajito.
—Está bien—dijo Jafet suspirando, la idea sonaba bien de todos modos—, sí
me gustaría tener mi propio mundo ¿Qué tengo que hacer?
—Oh es muy simple en realidad. Tan sólo tienes que cuidar esto por mí.
El anciano le extendió un extraño paquete negro y Jafet lo tomó dudoso.
— ¿Eso es todo?—preguntó— no hay algún truco de mago o algo así.
—No, no, sólo eso. Pero recuerda; debes cuidarlo muy bien.
Jafet miró por un rato el extraño y misterioso paquete, no parecía peligroso,
pero viniendo de un mago había que tomar precauciones.
— ¿Y qué pasa si…?
Cuando Jafet levantó la vista se dio cuenta de que el anciano ya había
desaparecido y toda su “casa” también.
De Regreso a Casa
Jafet comenzó a llorar, el mundo que él había creado no era para nada como lo
había imaginado, nadie le hacía caso ni le agradecía por haberlos creado.
—Ya no quiero esto, es horrible— decía gimiendo.
Continuó llorando por largo rato cuando de pronto ¡BUM! Apareció el
anciano.
— ¡Pero que hermoso mundo has creado Jafet!—dijo mirando a su alrededor e
ignorando sus lágrimas—oh vaya, mira eso, incluso tienes tu propio campo de
tlachtli.
El anciano continuó apreciando el nuevo mundo hasta que notó la tristeza del
niño.
— ¿Eh? Pero ¿Qué sucede? Creí que te gustaba tu mundo.
—No, no me gusta—contestó sollozando—. Nadie me hace caso, ni me
respeta. Todos hacen lo que quieren.
—Bueno, bueno, pero no podías esperar otra cosa. Eliminaste las reglas en tu
mundo, sin reglas no hay orden y cada quién hace lo que quiere. Dime ¿crees
que el tlachtli sería lo mismo sin reglas?
—No, claro que no.
—Bueno pues es lo mismo con las personas. Necesitamos reglas en todo
momento. Que cada cosa siga con su orden natural, sino, viviríamos en un
caos continuo.
— ¿Por eso me diste esta tonta esfera? ¿No era mejor simplemente habérmelo
dicho en lugar de hacerme pasar por esto?
El anciano se carcajeó con las palabras de Jafet.
—Habértelo dicho hubiera sido un muy aburrido. Ahora, debes volver a tu
casa querido Jafet; tus padres están muy preocupados por ti.
—No lo creo. Mi padre piensa que soy una vergüenza para la familia.
—Tu padre te ama Jafet.
— ¿Y cómo lo sabes?
El mago hizo flotar hacia su mano el paquete negro que le había entregado a
Jafet y sacó la esfera de cristal. Dijo unas palabras en un extraño idioma y la
esfera proyectó unas imágenes. Eran los padres de Jafet, Quenaztli gritaba
órdenes a un grupo de guerreros; a Jafet no le extrañó, su padre era así todo el
tiempo; pero lo que vio a continuación lo llenó de culpabilidad, Quenaztli
estaba consolando a su madre, ella lloraba por la desaparición de su amado
hijo, su padre le decía que no se preocupara, que acababa de enviar al mejor
equipo de guerreros a buscarlo y que aparecería pronto.
— ¡No puede ser mago!
—No soy mago niño, ya te lo dije, yo soy el que soy.
—Yo Soy, no puede ser. Debo volver inmediatamente.
—Lo sé.
Yo Soy no esperó más y con un chasquido de sus dedos envió a Jafet a la
puerta de su palacio.
Jafet estaba sentado en el suelo y cuando vio la puerta de su palacio en sus
narices, se levantó de un salto y entró a trompicones. Su padre y su madre se
sobresaltaron por el ruido que hizo, pero cuando vieron que se trataba de su
hijo corrieron a abrazarlo.
— ¡Jafet!—exclamaron al unísono—nos tenías preocupados.
— ¡Mamá! ¡papá! Lo siento tanto, no volveré a hacerlo.
—Tranquilo Jafet, todo está bien ahora.
—Sí, sí porque entiendo lo que me decías padre. Quiero ser un jefe, es
importante ser un jefe, ahora lo sé.
— ¿Lo dices en serio?
—Sí, un jefe es el guardián de las reglas, es importante respetar las reglas. No
importa que deba dejar de jugar.
—Bueno, te diré un pequeño secreto Jafet; la diversión no está peleada con las
responsabilidades de un jefe ¿te gustaría jugar un emocionante partido de
tlachtli con tu viejo?
A Jafet se le abrieron los ojos de par en par cuando escuchó a su padre decir
eso, y por supuesto que no le dijo que no a un partido de tlachtli.
Se preguntarán que fue de Jafet años después ¿verdad? Pues en realidad Jafet
se convirtió en un gran jefe, el mejor de todos de hecho. Cuidó de las reglas en
todo momento y nunca olvidó la lección que Yo Soy le había enseñado; la
llevó en su corazón en todo momento y siempre ansió encontrarse con él otra
vez, pero desafortunadamente eso nunca pasó; pero quien sabe, quizá los
siguientes en tener un encuentro con Yo Soy seamos tu o yo. ¿Estarías listo
para eso?
FIN