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«Les he propuesto --respondió-- lo que me ha aliviado y vuelto a dar confianza y esperanza tantas veces: la
Misericordia de Dios y la oración Eucarística».
«La Eucaristía no se entiende con la cabeza, sino que se experimenta con el corazón. Si con confianza te arrodillas
ante Él, sientes que su humanidad presente en la hostia consagrada despierta la imagen de Dios en ti que ¡vuelve a
resplandecer!», exclamó en el Aula Nueva del Sínodo del Vaticano.
La religiosa explicó que algunos jóvenes de las comunidades terapéuticas que fundó «empezaron a levantarse por las
noches para realizar la adoración personal, luego, cada sábado por la noche, para ellos noche de la desbandada,
decidieron arrodillarse entre las dos y las tres en cada una de las cincuenta comunidades para orar por los jóvenes
extraviados en medio de las propuestas falsas del mundo».
«Después comenzaron a realizar la adoración Eucarística continua --siguió relatando--. Se produjo un cambio
sustancial en la historia de la Comunidad: llegaron jóvenes de todas partes, las comunidades se multiplicaron y
nacieron las misiones en América Latina, así como las vocaciones de familias y de consagrados a Dios en esta obra
suya».
«Y así hizo explosión lo que el Santo Padre en Colonia llamó la revolución del Amor», constató la religiosa italiana.
Sor Elvira reconoció que «he querido relatarles una parte de nuestra historia para agradecer a Jesús que en la Eucaristía
nos ha dejado entre las manos el tesoro, la medicina y la luz más extraordinaria para salir de las tinieblas del mal».
«Los jóvenes con los cuales vivo desde hace veintidós años han sido para mí, como religiosa, el testimonio vivo de
que la Eucaristía es verdaderamente la presencia viva del Resucitado y que, también nuestra vida muerta, entrando en
la suya, renazca», concluyó.