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La Cenicienta

Apuesto a que no sabías que la Cenicienta es uno de los cuentos más populares del mundo.
Su rastro llega hasta la antigua China, donde se ha encontrado la que se considera su más
antigua versión. En ella, madrastra e hija son encerradas en una cueva en la que morirán
lapidadas, lo cual sin duda era percibido con gran sentimiento de fina justicia por parte de la
audiencia.
"...ni corta ni perezosa, le parte el cuello a su madrastra contra la tapa de un baúl de madera."
El mundo occidental conocería a Cenicienta en 1634, cuando Giambattista Basile publicó su
versión en El Pentamerón. La joven es en este caso hija de un viudo que ha tomado de nuevo
matrimonio. La sorpresa llega cuando la institutriz convence a la niña para que asesine a su
madrastra a sangra fría. Cenicienta, ni corta ni perezosa, le parte el cuello a su madrastra
contra la tapa de un baúl de madera. Vale que su malvada institutriz la indujo a hacerlo, pero
no por eso deja de ser una fría asesina. Para mayor desgracia, la malagradecida institutriz se
casa con su padre y la relega a la cocina...
En la versión de Basile, Cenicienta acude al baile en el que pierde el zapato, tras lo cual la
terrible asesina alcanza la eterna felicidad rápidamente, pues el zapato le encaja al primer
intento y se casa con el rey. En otras de las antiguas versiones, por ejemplo en la de los
hermanos Grimm en el siglo XVIII, las hermanastras llegan a mutilarse los dedos de los pies e
incluso pedazos del talón para conseguir calzar el zapato. Son descubiertas debido a los
torrentes de sangre que brotaban de sus heridas. Tampoco en cuestiones de venganza se
andaban con medias tintas, pues como castigo por su maldad una bandada de pájaros arrancó
con sus picos los ojos de las hermanastras. Un final feliz para un cuento de hogar que haría
temblar al mismo Tarantino.
En 1950 Disney presentó una versión en la que eliminaba estas pequeñas vulgaridades y
convertía a la Cenicienta en el adorable ser inocente que todos conocemos. ¿Verdad que
habrías tenido más dulces sueños con las viejas versiones?

La Bella Durmiente
De nuevo podemos observar una evolución directa desde El Pentamerón, y la historia que
Basile llamó Sol, Luna y Talía hasta la Bella Durmiente que Disney presentó en 1959. El
principio que conocemos no dista mucho del original: La hija del rey de un lejano reino recibe
la maldición de pincharse con una astilla de lino, la cual la sumirá en un sueño eterno. Cuando
esto sucede, los padres, devastados, la abandonan a su sueño en lo alto de una hermosa
torre. A partir de aquí las cosas se empiezan a poner un poco tensas...
Si has soñado alguna vez con convertirte en la Bella Durmiente y esperar en plácido descanso
la llegada de tu príncipe azul, quizá quieras replanteártelo al saber lo que de verdad ocurre.
En lugar de un bello príncipe, quien aparece en la estancia es un rey desconocido quien,
fascinado por la belleza de la joven y viendo que ésta se encuentra dormida, decide no besarla.
Efectivamente, no la besa, sino que la viola, y la princesa dormida y embarazada acaba por
dar a luz a dos gemelos: Sol y Luna.
"...tras conocer la infidelidad de su marido la reina ordena que los gemelos sean asesinados,
cocinados, y servidos cual exquisito manjar."
Pero no acaba aquí la historia, pues los pequeños, succionando los dedos de su madre en
busca de alimento, le extraen la picadura de la astilla y Talía, o la Bella Durmiente, despierta.
¿Qué creéis que pasa cuando la reina se entera de que su marido ha tenido dos hijos de una
joven y hermosa princesa? Tras conocer la infidelidad de su marido la reina ordena que los
gemelos sean asesinados, cocinados, y servidos cual exquisito manjar en el banquete real.
Felizmente, fracasa en su intento y acaba por ser ella misma abrasada en el fuego.
En la versión de Charles Perrault se observan algunos cambios que nos acercan ya a la historia
moderna. El rey se convierte ya en un hermoso príncipe y la villana se presenta como su
madre. Según el autor francés, la reina pidió carne de gemelos para su propio paladar. Pero el
final en ambas historias es igualmente sorprendente. Por supuesto, la Bella Durmiente se casa
con el príncipe/rey y viven felices para siempre. Una boda con su propio violador, un final de
lo más educativo, poético y maravilloso.

Peter Pan
Este carismático personaje aparecería por primera vez en la novela titulada El pajarito blanco,
de J.M. Barrie. El éxito de la novela hizo que el propio Barrie preparara la obra de teatro Peter
Pan, en 1904, la cual sería adaptada finalmente en el libro Peter Pan y Wendy. Todos sabemos
que Peter Pan no quiere crecer, y lo comprendemos y hasta nos cae simpático; pero nuestra
opinión puede sufrir un ligero cambio tras saber hasta dónde está dispuesto a llegar Peter en
su rabieta.
Si bien el personaje que nosotros conocemos es un travieso encantador, en la novela se trata
más bien de un desequilibrado villano. Quizá nunca antes te lo hayas preguntado pero, ¿a qué
no sabes lo que les pasaba a Los Niños Perdidos cuando crecen? ¿A dónde van? ¿Vuelven a
casa? ¿Acaso te habías creído de nuevo que el mundo era color de Disney? Fijémonos en lo
que dice Barrie:
"...y cuando parecían estar creciendo, lo cual iba en contra de las normas, Peter hacía el grupo
mermar..."
«El número de niños en la isla variaba, por supuesto, según los que iban muriendo; y cuando
parecían estar creciendo, lo cual iba en contra de las normas, Peter hacía el grupo mermar;
pero en este momento había seis, contando los gemelos como dos». Por si no queda claro, lo
resumimos: Peter Pan asesinaba a Los Niños Perdidos a medida que éstos se hacían
mayores. Quizá no vuelvas a ver con la misma simpatía las travesuras del sanguinario Peter...
Pero eso no es todo, Peter Pan tenía una extraña obsesión con la muerte. Se cree que Barrie
había puesto en él sus propios traumas a raíz de la muerte de su hermano durante la infancia.
Sea como fuere, la verdad es que el propio Peter comenta que morir sería la más horrible y
grande aventura. ¿Sigues queriendo ese viaje a Nunca Jamás?
La Sirenita
Los orígenes de la Sirenita deben ser rastreados en Dinamarca. Allí, el escritor Hans Christian
Andersen inventó el personaje que más tarde conoceríamos como Ariel, y allí se conserva
todavía la estatua que cientos de personas visitan diariamente. En la versión moderna que
conocemos Ariel es una joven ingenua y soñadora que desea ser humana por influencia de un
amor puro y un espíritu explorador. La Sirenita original, sin embargo, tiene sus deseos
enraizados en más oscuros motivos...
En el mundo de Andersen, las sirenas carecen de alma, y por tanto, de paraíso. Lo que la
Sirenita desea desesperadamente es conseguir un alma humana y acceder así a la promesa
de la vida después de la muerte, huyendo del abismo del vacío que la espera tras esta vida.
Su madre le explica que el único modo de que una sirena pueda obtener su alma es conseguir
que un muchacho la ame más que a cualquier cosa en el mundo. Suena algo difícil para alguien
con una cola de pez, ¿verdad?
Para conseguir su objetivo, las dos versiones recurren al personaje de la bruja del mar. Disney
simplemente eliminó algunos detalles como que para llegar a ella Ariel tuvo que atravesar un
pasaje plagado de terribles pólipos que capturaban todo lo que por allí intentaba pasar, y donde
podían verse esqueletos y cadáveres de otras sirenas que habían sido apresadas y
estranguladas. Perdonemos, sin embargo, este pequeño desliz, pues lo que viene a
continuación es verdaderamente más importante.
"...y para completar sus sádicas exigencias decidió cortarle la lengua a la sirena."
El trato que la Sirenita acepta con la bruja del mar parece mucho peor de lo que creíamos. Al
nacerle las piernas ella siente como si una espada la estuviera atravesando por completo, y
por si fuera poco, cada vez que da un paso siente como si afilados cuchillos la hirieran. ¿Creéis
que es suficiente precio a pagar? Pues la bruja del mar no lo creyó así, y para completar sus
sádicas exigencias decidió cortarle la lengua a la sirena. Mutilada y sufriendo un inmenso dolor
constante, la princesa estaba lista y encantadora para acudir a la cita con su enamorado.
El final de la historia es de lo más descorazonador. El príncipe efectivamente ama a la sirena,
pero no más que a cualquier cosa en el mundo. Existe otra princesa a la que ama más, y con
la que de hecho se casa. La única opción que la Sirenita tiene para huir de su inminente muerte
es apuñalar al príncipe, pero ella elige un elegante suicidio marino que acaba así en un final
de lo más hermoso y traumático.

Blancanieves
Hemos dejado para el final el caso de Blancanieves, pues es uno de los más inquietantes. La
redacción de la primera versión trata de 1812 y fue publicada por los hermanos Grimm. En
algunas de las versiones conservadas la madrastra se trata en realidad de la madre biológica
de Blancanieves, lo que hace que su intención de asesinarla y comerse sus órganos hervidos
en sal parezca todavía un poco más perturbadora.
"...antes de ser felices y comer perdices, pusieron un par de zapatos de hierro al fuego y se
los calzaron a la madrastra obligándola a bailar, sufriendo terribles quemaduras, hasta la
muerte."
La historia no tiene grandes cambios en general, hasta el final. El espíritu vengativo de la real
Blancanieves no encajaba demasiado bien con la dulzura de la princesa de Disney. En
realidad, la madrastra pagaría bastante caro por su maldad. La pareja de enamorados, antes
de ser felices y comer perdices, pusieron un par de zapatos de hierro al fuego y se los calzaron
a la madrastra obligándola a bailar, sufriendo terribles quemaduras, hasta la muerte. ¿Os
imagináis a la bella Blancanieves disfrutando su fría venganza?
Y lo mejor de todo esto es que está basado en hechos reales. Según el trabajo del historiador
Karlheinz Bartels la historia sucedió en una localidad de la Baja Franconia, en Alemania, en
torno a 1745. Todos los hechos, desde la existencia de un lujoso espejo con místicas
inscripciones, hasta la presencia de mineros en la zona que harían el papel de los enanitos;
pasando por la manzana envenenada y los terribles zapatos de hierro, han sido explicados.

Hansel y Gretel: la verdadera historia.

Hansel y Gretel eran hijos de un leñador. La familia era tan pobre que la madre convence al
padre de abandonar a los niños en el bosque, ya que no tenían cómo alimentarlos. Los dejan
en el bosque, pero Hansel marca con piedras el camino a casa. Regresan, y al día siguiente
el padre los lleva aún ás lejos, pero Hansel vuelve a marcar el camino. El tercer día el leñador
los lleva al corazón mismo del bosque, y Hansel se las arregla para hacer lo mismo, esta vez
con migas de pan, pero rápidamente advierte que los pájaros se las han comido.

Los hermanos pasan dos días deambulando por el bosque hasta que encuentran una casa
construida con azúcar, caramelo y pan de jengibre. Comienzan a devorar los muros.
Diariamente la bruja que vive en la casa saca un dedo por la ventana para tantear a sus
presas, y comprobar que los niños han engordado lo suficiente como para comerlos,
pero Hansel, astuto, la hace palpar un hueso que ha encontrado. Hastiada, la bruja los hace
ingresar a la casa con la promesa de una gran comida. Le pide a Gretel que observe si el
horno está lo suficientemente caliente. La niña advierte la trampa, y mediante una estratagema
los hermanos hacen que la bruja caiga dentro del horno, donde queda atrapada y muere.

Los niños regresan a casa (no sin antes llevarse los tesoros de la vieja), donde se les informa
que su madre ha muerto. Se quedan con el padre y, gracias a los tesoros robados, ya no pasan
hambre ni privaciones.

Esta es la estructura más conocida del cuento de Hansel y Gretel. Ahora pasemos a la
versión original, es decir, a la verdadera historia; por cierto, mucho más interesante.

El cuento de Hansel y Gretel proviene de tierras germanas. Fue recopilado por los hermanos
Grimm y publicado en 1812. Luego sería clasificado como un cuento clase 327 en el sistema
Aarne-Thompson.

La verdadera historia de Hansel y Gretel pertenece un un grupo muy peculiar de cuentos


populares de la Edad Media. En primer lugar, mantiene los elementos de iniciación de casi
todos los pueblos Indo-Europeos, que indican el pasaje a la madurez mediante una incursión
en la naturaleza. Es decir que la historia no cuenta con una enseñanza final, habitual en este
tipo de cuentos (ver: El cuento de hadas y el plan para «civilizar» a las mujeres).

En este contexto, la naturaleza es hostil. Hasta los pájaros, que se comen el camino de migas
hecho por Hansel, actúan en contra de los intereses de los hermanos. Los niños, por otro lado,
no tienen reparos en saquear las riquezas de la bruja cuando esta finalmente muere, ya que
la adquisición de tesoros y su posterior remisión a la autoridad es presentada como una una
muestra clara de madurez, es decir, una evidencia de que la prueba se ha superado -el rito de
iniciación-. y que ambos hermanos ahora pertenecen a la comunidad como adultos.

La bruja de Hansel y Gretel, cuyo nombre no se menciona en el cuento, es en


realidad Groac'h, una representación local de la figura de Maera (ver: Mæra: la bruja de todos
los cuentos de hadas).

Por otro lado, la madre de Hansel y Gretel, que en versiones posteriores asume la identidad
de una madrastra, quizás para suavizar sus atroces intenciones, parece vinculada a la bruja
de algún modo. De hecho, podemos pensar que ella es en realidad la bruja, ya que la muerte
de ambas se produce al mismo tiempo, hecho que no es casual, como ningún detalle que
sobrevive durante siglos en una narración.

Ahora bien, estos razonamientos parten de la versión de los hermanos Grimm, la cual
conserva muchos elementos originales y descarta otros, tal vez poco adecuados para el niño
victoriano. Hoy sabemos que el cuento de Hansel y Gretel, tal y como lo presentan
los hermanos Grimm, es una variante un tanto inocua de los horrores arquetípicos del original.
La verdadera historia de Hansel y Gretel nos habla de las duras condiciones medievales,
donde el hambre y la falta de recursos hacían del infanticidio un acto frecuente ante la falta de
recursos.

Si alguien nos preguntase si la historia de Hansel y Gretel es un cuento para niños no


dudaríamos en responder que sí. Ahora bien, ¿pensaríamos lo mismo si alguien nos hiciese la
misma pregunta pero acerca de una historia sobre el abandono parental, el infanticidio y el
canibalismo?. Probablemente responderíamos que no.

En este punto hay que decir que el cuento popular sufrió un lento pero firme proceso de
esterilización para el consumo masivo. En primer lugar, los oyentes de la historia de Hansel
y Gretel no eran niños, sino adultos, muchos de los cuales podían identificarse con la dura
decisión de los padres al abandonar a los hermanos (ver: Por qué los cuentos de hadas no
son para chicos). Pero ni siquiera esta identificación logra penetrar en el verdadero misterio
del cuento, que yace en lo profundo del subconsciente colectivo, ya que todos los análisis
parten de un error fundamental: creer en el narrador.

Además, los hemanos NO son abandonados a su suerte y NO existe una bruja realmente.
Analicemos estas dos posibilidades.

El hambre lo domina todo, se adueña de la voluntad y pervierte todo lo que consideramos


humano y civilizado, pero nunca estigmatiza el futuro. Es decir, el Hambre nos obliga a realizar
las mayores atrocidades, pero siempre tiene en cuenta el futuro, el día después. De este modo,
los acongojados padres de Hansel y Gretel quizás no los abandonan, sino que los separan
simplemente porque siendo sus padres no podrían comérselos.

Iniciarlos en la madurez, a través del rito de inciación en el bosque, los libra de sus
responsabilidades como padres. En su concepción, ya no son niños, y, por lo tanto, el
canibalismo es perfectamente aplicable en condiciones de extrema necesidad. Dejarlos en
manos del bosque es, en primer lugar, aceptar que no son niños. En consecuencia, ellos ya
no son padres, pero la culpa subyace aun, impidiéndoles actuar deliberadamente. Es aquí en
donde entra a jugar el disfraz de bruja, un remedo carnavalesco que oculta la verdadera
identidad de la asesina: la propia madre de Hansel y Gretel.

No deja de ser curioso que sea Gretel, hasta entonces un personaje más bien secundario,
quien resuelve el misterio y decide aplicar una suerte de justicia generacional sobre la
madre. Hansel siempre se muestra lúcido, astuto, salvo cuando debe enfrentarse a la bruja.
Y es que el hombre puede caer en muchas miserias, en miles de circunstancias horribles y
ominosas, pero difícilmente se resista al pedido de su madre, casi como si devolver la
hospitalidad uterina fuese una imposición genética. Gretel, en cambio, es más intuitiva e
imaginativa. No razona lógicamente, sino con el corazón; y eso es lo que salva a los hermanos.

Hansel y Gretel son reflejos de una situación tan espeluznante como cotidiana en las aldeas
medievales, y ambos, gracias a un artístico juego de espejos, llegan hasta los oídos de
nuestros niños como un presagio de lo que fue, o de lo que podría ser, si las circunstancias
fuesen las adecuadas.

Caperucita Roja: la verdadera historia.


Érase una vez una preciosa niña que siempre llevaba una capa roja con capucha para
protegerse del frío. Por eso, todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Caperucita vivía en una casita cerca del bosque. Un día, la mamá de Caperucita le dijo:
– Hija mía, tu abuelita está enferma. He preparado una cestita con tortas y un tarrito de miel
para que se la lleves ¡Ya verás qué contenta se pone!
– ¡Estupendo, mamá! Yo también tengo muchas ganas de ir a visitarla – dijo Caperucita
saltando de alegría.
Cuando Caperucita se disponía a salir de casa, su mamá, con gesto un poco serio, le hizo
una advertencia:
– Ten mucho cuidado, cariño. No te entretengas con nada y no hables con extraños. Sabes
que en el bosque vive el lobo y es muy peligroso. Si ves que aparece, sigue tu camino sin
detenerte.
– No te preocupes, mamita – dijo la niña- Tendré en cuenta todo lo que me dices.
– Está bien – contestó la mamá, confiada – Dame un besito y no tardes en regresar.
– Así lo haré, mamá – afirmó de nuevo Caperucita diciendo adiós con su manita mientras se
alejaba.
Cuando llegó al bosque, la pequeña comenzó a distraerse contemplando los pajaritos y
recogiendo flores. No se dio cuenta de que alguien la observaba detrás de un viejo y frondoso
árbol. De repente, oyó una voz dulce y zalamera.
– ¿A dónde vas, Caperucita?
La niña, dando un respingo, se giró y vio que quien le hablaba era un enorme lobo.
– Voy a casa de mi abuelita, al otro lado del bosque. Está enferma y le llevo una deliciosa
merienda y unas flores para alegrarle el día.
– ¡Oh, eso es estupendo! – dijo el astuto lobo – Yo también vivo por allí. Te echo una carrera
a ver quién llega antes. Cada uno iremos por un camino diferente ¿te parece bien?
La inocente niña pensó que era una idea divertida y asintió con la cabeza. No sabía que el
lobo había elegido el camino más corto para llegar primero a su destino. Cuando el
animal llegó a casa de la abuela, llamó a la puerta.
– ¿Quién es? – gritó la mujer.
– Soy yo, abuelita, tu querida nieta Caperucita. Ábreme la puerta – dijo el lobo imitando la voz
de la niña.
– Pasa, querida mía. La puerta está abierta – contestó la abuela.
El malvado lobo entró en la casa y sin pensárselo dos veces, saltó sobre la cama y se comió
a la anciana. Después, se puso su camisón y su gorrito de dormir y se metió entre las sábanas
esperando a que llegara la niña. Al rato, se oyeron unos golpes.
– ¿Quién llama? – dijo el lobo forzando la voz como si fuera la abuelita.
– Soy yo, Caperucita. Vengo a hacerte una visita y a traerte unos ricos dulces para merendar.
– Pasa, querida, estoy deseando abrazarte – dijo el lobo malvado relamiéndose.
La habitación estaba en penumbra. Cuando se acercó a la cama, a Caperucita le pareció que
su abuela estaba muy cambiada. Extrañada, le dijo:
– Abuelita, abuelita ¡qué ojos tan grandes tienes!
– Son para verte mejor, preciosa mía – contestó el lobo, suavizando la voz.
– Abuelita, abuelita ¡qué orejas tan grandes tienes!
– Son para oírte mejor, querida.
– Pero… abuelita, abuelita ¡qué boca tan grande tienes!
– ¡Es para comerte mejor! – gritó el lobo dando un enorme salto y comiéndose a la niña de un
bocado.
Con la barriga llena después de tanta comida, al lobo le entró sueño. Salió de la casa, se tumbó
en el jardín y cayó profundamente dormido. El fuerte sonido de sus ronquidos llamó la atención
de un cazador que pasaba por allí. El hombre se acercó y vio que el animal tenía la panza muy
hinchada, demasiado para ser un lobo. Sospechando que pasaba algo extraño, cogió un
cuchillo y le rajó la tripa ¡Se llevó una gran sorpresa cuando vio que de ella salieron sanas y
salvas la abuela y la niña!
Después de liberarlas, el cazador cosió la barriga del lobo y esperaron un rato a que el animal
se despertara. Cuando por fin abrió los ojos, vio como los tres le rodeaban y escuchó la
profunda y amenazante voz del cazador que le gritaba enfurecido:
– ¡Lárgate, lobo malvado! ¡No te queremos en este bosque! ¡Como vuelva a verte por aquí, no
volverás a contarlo!
El lobo, aterrado, puso pies en polvorosa y salió despavorido.
Caperucita y su abuelita, con lágrimas cayendo sobre sus mejillas, se abrazaron. El susto
había pasado y la niña había aprendido una importante lección: nunca más desobedecería a
su mamá ni se fiaría de extraños.

El lobo y las siete cabritillas


Había una vez una cabra que tenía siete cabritillas. Todas ellas eran preciosas, blancas y de
ojos grandes. Se pasaban el día brincando por todas partes y jugando unas con otras en el
prado.
Cierto día de otoño, la mamá cabra le dijo a sus hijitas que tenía que ausentarse un rato para
ir al bosque en busca de comida.
– ¡Chicas, acercaos! Escuchadme bien: voy a por alimentos para la cena. Mientras estoy fuera
no quiero que salgáis de casa ni abráis la puerta a nadie. Ya sabéis que hay un lobo de voz
ronca y patas negras que merodea siempre por aquí ¡Es muy peligroso!
– ¡Tranquila, mamita! – contestó la cabra más chiquitina en nombre de todas – Tendremos
mucho cuidado.
La madre se despidió y al rato, alguien golpeó la puerta.
– ¿Quién es? – dijo una de las pequeñas.
– Abridme la puerta. Soy vuestra querida madre.

– ¡No! – gritó otra – Tú no eres nuestra mamá. Ella tiene la voz suave y dulce y tu voz es ronca
y fea. Eres el lobo… ¡Vete de aquí!
Efectivamente, era el malvado lobo que había aprovechado la ausencia de la mamá para tratar
de engañar a las cabritas y comérselas. Enfadadísimo, se dio media vuelta y decidió que tenía
que hacer algo para que confiaran en él. Se le ocurrió la idea de ir a una granja cercana y robar
una docena de huevos para aclararse la voz. Cuando se los había tragado todos, comprobó
que hablaba de manera mucho más fina, como una auténtica señorita. Regresó a casa de las
cabritas y volvió a llamar.
– ¿Quién llama?- escuchó el lobo al otro lado de la puerta.
– ¡Soy yo, hijas, vuestra madre! Abridme que tengo muchas ganas de abrazaros.
Sí… Esa voz melodiosa podría ser de su mamá, pero la más desconfiada de las hermanas
quiso cerciorarse.
– No estamos seguras de que sea cierto. Mete la patita por la rendija de debajo de la puerta.
El lobo, que era bastante ingenuo, metió la pata por el hueco entre la puerta y el suelo, y al
momento oyó los gritos entrecortados de las cabritillas.
– ¡Eres el lobo! Nuestra mamá tiene las patitas blancas y la tuya es oscura y mucho más gorda
¡Mentiroso, vete de aquí!
¡Otra vez le habían pillado! La rabia le enfurecía, pero no estaba dispuesto a fracasar. Se fue
a un molino que había al otro lado del riachuelo y metió las patas en harina hasta que quedaron
totalmente rebozadas y del color de la nieve. Regresó y llamó por tercera vez.
– ¿Quién es?
– Soy mamá. Dejadme pasar, chiquitinas mías – dijo el lobo con voz cantarina, pues aún
conservaba el tono fino gracias al efecto de las yemas de los huevos.
– ¡Enséñanos la patita por debajo de la puerta! – contestaron las asustadas cabritillas.
El lobo, sonriendo maliciosamente, metió la patita por la rendija y…
– ¡Oh, sí! Voz suave y patita blanca como la leche ¡Esta tiene que ser nuestra mamá! – dijo
una cabrita a las demás.
Todas comenzaron a saltar de alegría porque por fin su mamá había regresado. Confiadas,
giraron la llave y el lobo entró dando un fuerte empujón a la puerta. Las pobres cabritas
intentaron esconderse, pero el lobo se las fue comiendo a todas menos a la más joven, que
se camufló en la caja del gran reloj del comedor.
Cuando llegó mamá cabra el lobo ya se había largado. Encontró la puerta abierta y los muebles
de la casa tirados por el suelo ¡El muy perverso se había comido a sus cabritas! Con el corazón
roto comenzó a llorar y de la caja del reloj salió muy asustada la cabrita pequeña, que corrió a
refugiarse en su pecho. Le contó lo que había sucedido y cómo el malvado lobo las había
engañado. Entre lágrimas de amargura, su madre se levantó, cogió un mazo enorme que
guardaba en la cocina, y se dispuso a recuperar a sus hijas.

– ¡Vamos, chiquitina! ¡Esto no se va a quedar así! Salgamos en busca de tus hermanas, que
ese bribón no puede andar muy lejos – exclamó con rotundidad.
Madre e hija salieron a buscar al lobo. Le encontraron profundamente dormido en un campo
de maíz. Su panza parecía un enorme globo a punto de explotar. La madre, con toda la fuerza
que pudo, le dio con el mazo en la cola y el animal pegó un bote tan grande que empezó a
vomitar a las seis cabritas, que por suerte, estaban sanas y salvas. Aullando, salió despavorido
y desapareció en la oscuridad del bosque.
-¡No vuelvas a acercarte a nuestra casa! ¿Me has oído? ¡No vuelvas por aquí! – le gritó la
mamá cabra.
Las cabritas se abrazaron unas a otras con emoción. El lobo jamás volvió a amenazarlas y
ellas comprendieron que siempre tenían que obedecer a su mamá y jamás fiarse de
desconocidos.

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