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NUMISMÁTICA.

Prof.: Enrique Ariño Gil.

OBJETIVOS.

La asignatura tiene como objetivos preferentes presentar el marco teórico de la numismática


dentro de su contexto histórico y arqueológico, favorecer la adquisición de un vocabulario
técnico preciso en las descripciones y análisis del material numismático y capacitar al alumno
para una búsqueda de información básica en los corpora de uso habitual en la disciplina.

PROGRAMA.

I. La numismática: definición e historia. II. La Moneda. III. Técnicas de fabricación. IV.


Estudio de la moneda: vocabulario técnico, metodología, la ficha numismática. V.
Arqueología y moneda. VI. La moneda en Grecia y Roma.

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NUMISMÁTICA. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA.

1. Concepto, tratados generales, metodología.

BARELLO, Federico, Archeologia della moneta. Produzione e utilizzo nell’antichità,


Carocci editore, Roma, 2006. H/S737 BAR arc. Este es el libro en que se ha
basado el contenido de la asignatura.

FRÈRE, H., Numismatique. Initiation aux méthodes et aux classements, Louvain-la-Neuve,


1982.

Numismatique antique. Problémes et méthodes, Annales de l'Est, Nancy, Lovaina, 1975.

3. Técnicas de fabricación.

GARCÍA BELLIDO, M. P., “Problemas técnicos de la fabricación de moneda en la


Antigüedad”, Numisma, 174-175, 1982, pp. 9 ss.

4. Problemas históricos de la moneda.

CRAWFORD, M.H., La moneta in Grecia e Roma, Laterza, Bari, 1982. H/737 CRA mon.

5. La moneda griega.

5.1. Corpora y obras básicas.

BMC: Catalogue of the Greek Coins in the British Museum, London, 1873-1927. H/737G
BRI cat-1 a 28. Se basa en la clasificación de los fondos hecha por B.V. Head.

CARRADICE, L.; PRYCE, M., Coinage in the Greek World, Seaby, London. 1988.

HN: HEAD, B.V., Historia Numorum, a Manual of Greek Numismatics, 2 ed. Oxford
University Press, London, 1911. L/Cl 737.1(38) HEA his.

KRAAY, C.M. (1976), Archaic and Classical Greek Coins, Methuen, London, 1976.
H/94.00G KRA arc.

NICOLET-PIERRE, Hélène, Numismatique grecque, Armand Colin, Paris, 2002.

SNG: Sylloge Nummorum Graecorum. Conjunto de catálogos de distintas colecciones y


museos a cargo de distintos autores. Se publican en Inglaterra desde 1931 por
iniciativa de la British Academy.

5.2. Manuales.

JENKINS, Kenneth, Ancient Greek Coins, 1ª ed. London, 1972. H/737G JEN anc. Existe
también una edición francesa.

RUTTER, N.K., Greek Coinage, Shire Archaeology, Aylesbury, 1983. H/737G RUT gre.

6. Moneda romana.

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6.1. Corpora y obras básicas.

BMCRE: MATTINGLY, H.; CARSON, R.A., A Catalogue of the Roman Empire Coins in
the British Museum, London, 1932-1962. H/737R BRI coi-6.

BMCRR: GRÜBER, H., Coins of the Roman Republic in the British Museum, London, 1910.
H/737R BRI coi-1 a 3.

BURNETT, A., Coinage in the Roman World, Seaby, London, 1987.

CRAWFORD, M.H., Coinage and Money under Roman Republic, Meuthen & Co., London,
1985. H/737R CRA coi.

HCC: ROBERTSON, A.S., Roman Imperial Coinage in the Hunter Coin Cabinet, Glasgow,
1962-1983. H/737R ROM rob-1 y 2; H/737R ROM uni-3 y 4.

RIC: Roman Imperial Coinage. H/737R ROM spi-1 a 10. Catálogos que recogen todas las
monedas romanas imperiales publicados en Londres desde 1923 a 1994.

RPC: Roman Provincial Coinage. Conjunto de catálogos que permiten clasificar las series de
monedas que hoy se consideran “romano provinciales”. Desde 1992. Entre ellos:
BURNETT, A.; AMANDRY, M.; RIPOLLES, P.P., Roman Provincial Coinage,
vol. I. From the death of Caesar to the death of Vitellius (44 B.C. - A.D. 69), 2
vols., London / Paris, 1992. H/737R ROM bri-1,2.

RRC: Crawford, M.H., Roman Republican Coinage, Cambridge, 1974. H/737R CRA rom-1y
2.

RRCH: Crawford, M.H., Roman Republican Coin Hoards, Royal Numismatic Society,
London, 1969. H/737R CRA rom.

6.2. Manuales.

KENT, J.P.C., Roman Coins, 1ª ed. alemana, 1973, 1ª ed. inglesa 1978. H/737R KEN rom.

SUTHERLAND, C.H.V., Roman Coins, 1ª ed. London, 1974. H/737R SUT rom. Existe
también una edición francesa.

7. Moneda hispana.

7.1. Corpora.

VILLARONGA, L., Corpus nummum Hispaniae ante Augusti aetatem, Madrid, 1994.
H/737H VIL cor.

7.2. Manuales.

VILLARONGA, L., Numismática antigua de Hispania. Iniciación a su estudio, Barcelona,


1979. H/737H VIL num, H/S737.00H VIL num.

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I. LA NUMISMÁTICA: DEFINICIÓN E HISTORIA.

1. Significado del término y contexto de la investigación.

La numismática es la ciencia que estudia la moneda en todos sus aspectos, materiales (forma,
medidas, técnicas de producción) o no (valor jurídico, circulación y uso, historia
económica...). Sin embargo hay varios matices a tener en cuenta que vuelven la definición un
poco más ambigua de lo que parece a primera vista. Por un lado moneda no es igual a dinero,
sino solo un tipo de dinero. Por otro lado hay objetos de forma similar a la moneda pero que
no lo son (medallas, insignias, teseras, fichas...) y que no siempre son fáciles de diferenciar de
la moneda sin una fuente escrita que explique su función, lo cual no siempre es habitual en
las sociedades antiguas o en los pueblos sin escritura propia. Con frecuencia la numismática
se ocupa también de su estudio.

En cuanto a los límites cronológicos de la numismática antigua, el inferior no ofrece mucho


problema: el origen de la moneda hay que situarlo a finales del siglo VII a.C. en el entorno
del reino de Lidia. El superior es en cambio más arbitrario. La destitución de Rómulo
Augusto como emperador de la mitad occidental del Imperio no supone ningún cambio en la
moneda. Por convención, suele situarse la frontera entre la moneda romana y la bizantina en
el reinado de Anastasio I (491-518) aprovechando que este emperador emprende una
importante reforma monetaria y que la producción monetaria en Occidente sufre una fractura
definitiva a causa de las invasiones germánicas que iniciarán la acuñación de monedas
suevas, ostrogodas, visigodas... ya consideradas medievales.

La numismática antigua suele dividirse en dos bloques. Una numismática griega, que incluye
las acuñaciones hispánicas, célticas, púnicas, etruscas... y una numismática romana. Sin
embargo, hasta el siglo III d.C. sobreviven en Oriente unas acuñaciones griegas helenísticas o
coloniales que siempre se han considerado dentro de las historia de la moneda griega y que
solo ahora empiezan a verse como acuñaciones romanas provinciales (Roman Provincial
Coinage = RPC).

2. Historia de la investigación numismática: desde la antigüedad a los primeros


humanistas-coleccionistas, hasta Eckhel.

En la Antigüedad romana la moneda pudo ser ya no solo objeto de atesoramiento, sino


también de un cierto afán coleccionista. Suetonio (Diuus Augustus, 75) menciona como
Augusto gustaba de coleccionar monedas extrañas o extranjeras. Plinio (N.H. XXXIII, 132)
se asombra de que algunos de sus contemporáneos pagasen varios denarios auténticos por el
capricho de hacerse con un denario falso. El uso de la moneda como objeto de adorno
asimilable a una joya está atestiguado por el Digesto (VIII, 1, 28).

Dejando aparte estos casos, que pueden considerarse anecdóticos, el auténtico afán
coleccionista de la moneda está ligado al Renacimiento y en gran medida se vincula a la
moda aristocrática de construir galerías de personajes ilustres o de tomar modelos antiguos
para nuevas producciones artísticas. El primer testimonio de coleccionismo es el de un tal
Oliviero Forzetta, notario en Treviso, que se hizo con una colección de objetos antiguos que
incluía 50 medajae, el término habitual para referirse a la moneda desde el Renacimiento y en
uso casi hasta hoy. Medalla deriva probablemente de una moneda de Carlomagno que fue
llamada maille y que en los textos latinos aparece como medala, medalla, medalia o medalia.

Giovanni de Matociis, veronés, escribió entre 1313 y 1320 una Historia Imperialis que

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incluía dibujos con retratos de emperadores obtenidos de monedas. Petrarca (1304-1374)
también coleccionaba monedas y en Francia, Jean, duque de Berry (1340-1416), coleccionaba
objetos preciosos que incluían monedas. Este gusto por las antigüedades llevó a Marco y
Lorenzo Sesto, orfebres y grabadores de la ceca de Venecia, a acuñar medallas de bronce con
los tipos del emperador Galba a finales del siglo XIV.

El siglo XV ve nacer las grandes colecciones numismáticas de los Medici, en Florencia, de


los Este, en Ferrara, de los Gonzaga, en Mantua, y de Aragón, en Nápoles.

Budé (1468-1540), estudioso de la corte de Francisco I de Francia escribe un tratado (De asse
et partibus eius) en el que analiza la metrología antigua y establece el valor de las monedas.
En la misma época Leonardo da Porto escribe De sextertio pecuniis ponderibus et mensuris
antiquis libri duo (c. 1520), considerado en la época plagio de la obra del autor francés antes
medniconado. En esta época nace una inicial ciencia numismática con obras como la de Enea
Vico (Discorsi sopra le medalle degli antiqui, Venecia, 1555, y Augustarum Imagines,
Venecia, 1557) o la de Sebastiano Erizzo (Discorso sopra le medaglie degli antichi, Venecia,
1559). En general el interés era sobre todo por la moneda como fuente de iconografía de los
emperadores ilustres. A este tipo responde la obra de Andrea Fulvio (Illustrium Imaginum:
Imperatorum et illustrum virorum vultus ex antiquis numismatibus, Roma, 1517) o la de
Fulvio Orsini (Imagines et elogia virorum illustrium, Venecia, 1570). En este momento se
están creando las grandes colecciones de moneda en las cortes europeas. Hubert Goltz
escribió entre 1562 y 1579 cinco volúmenes de numismática a partir del examen de más de
950 colecciones de los Países Bajos, Francia, Alemania e Italia.

En el siglo XVII son sobre todo estudiosos franceses los que se dedican a la producción de
obras que fueron reimpresas a lo largo del siglo siguiente: Charles Patin (1633-1693), Jean
Vaillant (1632-1706) y Louis Jobert (1637-1719). Las bases científicas de la disciplina fueron
sentadas por Joseph Hilarius Eckhel (1737-1798) que fue primero conservador de la
colección de los Jesuitas en Roma y, desde 1774, director del gabinete numismático de la
corte del imperio austriaco. Su obra Doctrina Numorum Veterum (1792-1798), en ocho
volúmenes, es la base de todos los sistemas de clasificación posteriores.

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II. LA MONEDA.

1. Qué es la moneda.

1.1. Trueque y moneda.

La moneda es una “tercera mercancía”, que sirve de referencia para valorar e intercambiar
dos bienes distintos. Sin embargo no es un medio imprescindible para el comercio, ya que el
trueque ha existido desde que existe el ser humano. La moneda no equivale exactamente a
dinero, sino que es una forma específica del mismo. En el mundo antiguo la moneda es
exclusivamente moneda metálica y se concibe como una cantidad definida de metal precioso
o semiprecioso con un sello impuesto por la autoridad que la emite garantizando su valor.

En el mundo antiguo, sin embargo, el comercio es perfectamente viable sin moneda. Los
cartagineses comerciaron con todo el Mediterráneo por un sistema descrito por Herodoto (IV,
196) y conocido como “intercambio silencioso” y que consistía en exponer la mercancía en la
playa y esperar a que los indígenas depositaran una cantidad de oro junto a los bienes. Si la
cantidad depositada era aceptada, los cartagineses la cogían y levaban anclas, si no, volvían al
barco y esperaban a que los indígenas mejoraran la oferta.

En principio la moneda no tiene porqué ser necesariamente metálica, sin embargo, para que
un producto sea considerado moneda tiene que cumplir cuatro funciones:

1. Medio de pago. La moneda debe ser un objeto cuantificable que sirva para satisfacer
una deuda, pero que además debe poder usarse para satisfacer obligaciones de otros tipos,
tales como multas, impuestos o acuerdos.

2. Medida de valor. Los objetos que se utilicen como moneda deben servir como unidad de
medida para establecer equivalencias de valor entre mercancías diferentes.

3. Sistema de tesaurización. La moneda debe servir como medio para acumular la riqueza
sin perder valor. Deben ser objetos duraderos y que no se deterioren (por ejemplo,
mercancías) o que se puedan perder por enfermedades o envejecimiento (por ejemplo, el
ganado).

4. Medio de intercambio. La moneda debe servir para el comercio, facilitando las


operaciones de compraventa.

Todas estas funciones las desempeña la moneda metálica en la Antigüedad, pero hay que
tener en cuenta que son igualmente posibles utilizando otros productos variados.

1.2. Autoridad y moneda.

Una característica fundamental que diferencia la moneda de otros bienes de intercambio


premonetales (por ejemplo metales preciosos al peso) es que ha sido emitida por una
autoridad que garantiza su emisión. Para que el sistema sea efectivo la autoridad debe tener el
derecho exclusivo de emisión, ya que es éste el que le da un valor universal a esa moneda. No
está muy claro de que manera las autoridades y estados se garantizaron en la Antigüedad esta
exclusividad de emisión. Heródoto (IV, 166) cuenta cómo Darío I (522-486 a.C.) sentenció a
muerte al sátrapa Aryandes, de Egipto, por acuñar moneda similar a las que había acuñado el
propio Darío I. Commodo, en el año 185 d.C., ejecutó por un motivo similar a Perennis,
prefecto del pretorio (Herodiano, I, 9, 7).

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2. El intercambio y los objetos premonetales.

2.1. Antropología del intercambio.

Todas las sociedades, incluidas las más simples, establecen obligaciones o deudas entre sus
individuos, a las que estos están sujetos por leyes morales ejercidas por una presión social
colectiva. Estas deudas u obligaciones no deben tener necesariamente una valoración
económica y no son exclusivamente un medio de intercambio, sino que son también una
forma de refuerzo de los lazos sociales entre los miembros de la comunidad. Aquel que no
devuelve el favor recibido es fuertemente penalizado por el conjunto de la sociedad. Este tipo
de comportamiento está en la base de algunas prácticas habituales, como el intercambio de
regalos. Entre los indígenas del noroeste americano el regalo alcanza un grado extremo con la
práctica del potlatch (regalo, en lengua chinook). En el potlatch una familia organiza una
gran fiesta en la que reparte entre los vecinos de su comunidad todo tipo de bienes (canoas,
placas de cobre, esclavos, tejidos de lana de cabra...). Incluso se produce la destrucción
intencionada de riqueza. Este tipo de práctica introduce entre los convecinos la obligación de
corresponder en un futuro con una práctica semejante so pena de decaer en el estatus social.

En las islas Trobriand, en el archipiélago melanesio, se realiza un viaje anual para practicar el
kula, un intercambio de collares y brazaletes hechos con concha trabajada. Estas mercancías
carecen de utilidad práctica y no se usan como mercancía comercial, sin embargo aumentan
el prestigio del individuo que las lleva. En la civilización griega antigua existen objetos de
prestigio tales como copas, trípodes, armas, paños... etc. que incrementan la dignidad del que
los porta.

2.1. Metales al peso como medida de valor en el Próximo Oriente y Egipto.

Existe una abundante documentación sobre el uso de sistemas ponderales en el Próximo


Oriente antiguo y en Egipto, así como que estos sistemas ponderales fueron usados para
cuantificar metales. El documento más antiguo de estos sistemas de medida data del III
milenio a.C. (2550-2450 a.C.) pero un sistema unificado nacería probablemente a finales del
III milenio a.C. con la III dinastía de Ur.

Los sistemas ponderales de Mesopotamia están además estructurados en múltiplos. La mina


(504 g) equivale a 60 siclos (un siclo= c. 8,4 g) y un siclo a 180 granos (un grano=0,046 g).
En Egipto, textos del Reino Antiguo (2649-2134 a.C.) mencionan dos sistemas ponderales
diferentes, uno para el oro (el deben= c. 13-14 g) y otro para la plata (el shat=c. 7,5 g). Los
hallazgos arqueológicos han permitido recuperar además algún ponderal. En Nínive se han
encontrado pesas en forma de ánade con el nombre del rey Dungui (2474 a.C.) con
indicaciones de peso de 10 manahs (es decir, 10 minas). En el British Museum se conserva
un peso con el nombre de Ur-Nin-Girsu, rey de Lagash (2260 a.C.) con un peso de dos
talentos (60 kg) y otro de cinco minas con una dedicatoria del rey Shulgi (2094-2047 a.C.) al
dios Nanna de Ur.

Hay igualmente tesorillos contemporáneos a estos pesos o medidas, como el de Tell Taya, al
oeste de Nínive, de finales del III milenio a.C., compuesto mayoritariamente por piezas de
oro y plata con formas de espirales o de perlas bicónicas, pero sin pesos uniformes, lo que
obligaría a valorarlas al peso. De época algo más tardía (1995-1750 a.C.) es el Tesoro de Tod,
en Egipto, con oro, plata y lapislázuli trabajado, conservado en cuatro cofrecillos de bronce, o
un vaso de Tell el Amarna (siglo XIV a.C.) con anillos, barras y fragmentos de láminas de
oro y plata. El tesoro de Nûsh-i Jân, a 70 km al sureste de Ecabatana, del año c. 600 a.C.,
presenta la singularidad de que las barras de plata han sido fundidas todas con un mismo

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peso, c. 100 g, es decir, la quinta parte de una mina.

En general todos estos tesorillos están lejos de poder ser considerados monedas. Se trata de
tesaurizaciones basadas en el valor del metal, valor que está atestiguado por numerosos textos
antiguos (por ejemplo en el Código de Hammurabi [1792-1750 a.C.], el Génesis), como
medio de establecer valores (para pago de multas, por ejemplo).

2.3. Lingotes en forma de piel de buey, desde el Egeo a Cerdeña.

En el Mediterráneo, durante la Edad del Bronce, se documenta de forma indiscutible un


fluido intercambio de lingotes de cobre con una forma que ha sido denominada “piel de
buey”. La forma es variable en los detalles, pero puede considerarse estandarizada. El peso es
también uniforme, en torno a 29 kg de módulo. Estos lingotes han aparecido en Creta,
Chipre, Israel, Siria, Palestina, Turquía Sarköy, Bogahzköy, Antalya), Grecia (Micenas, el
mar de Eubea), el Mar Negro (Sozopol), el Delta del Nilo (Qantir), Sicilia (Cannatello,
Thapsos, Lípari), el Adriático (Macarsca, costa croata) y, especialmente, en Cerdeña.
Algunos hallazgos son además llamativos: en el pecio de Ulu Burun, cerca de Kas, se
recuperó un total de 354 lingotes de forma de piel de buey de cobre junto a 120 lingotes
planos de estaño en un contexto del siglo XIV a.C. Estos lingotes aparecen por ejemplo en la
pintura funeraria de la tumba del visir Rekhmire, en Tebas, de la época de Thutmosis III
(1490-1436 a.C.) donde son aportadas como una ofrenda de los Keftiu (¿cretenses?).

Recientemente se ha ensayado a identificar la procedencia de estos lingotes mediante la


medición de los isótopos de plomo, metal que aparece en cantidad residual en los lingotes. Se
ha concluido –no sin polémica- que con la única excepción de los ejemplares más antiguos
(siglo XVI a.C.), hallados en Haghia Triada (Creta), el cobre procedía en su totalidad del
distrito minero de Apliki-Skouriotissa, en Chipre.

2.4. El mundo griego: minoicos, micénicos, Homero.

En los textos de Homero aparecen con frecuencia referencias a objetos valiosos de prestigio
que se vinculan a los héroes y que formaban parte de un tesoro personal. También hay
referencias a premios y botines de guerra, que están compuesto por objetos varios, pero cuyo
valor se cuantifica en bueyes (vid. p.e. Iliada, 703-705, 884-885). Algunos de estos bienes de
prestigio homéricos pudieron asumir funciones premonetales en determinados contextos. A
finales del periodo arcaico las hachas bipennes (pelékeis) devinieron unidades ponderales de
6, 8, 10 y 12 minas en Creta y Chipre, a juzgar por textos literarios y epigráficos. También los
trípodes y calderos pudieron jugar un papel semejante. En Gortyna, en el santuario de Apolo,
un grupo de inscripciones de finales del siglo VII-siglo VI a.C. registran multas de 5, 30, 50 y
100 calderos, los cuales se están por tanto utilizando como medida de peso para una
determinada cantidad de metal precioso.

Capítulo aparte merece el obolós. Los oboloí son espetones que se usan para cocer la carne en
la ceremonia religiosa del sacrificio, pero el obolós es también la sexta parte de una dracma.
Plutarco (Vida de Lisandro, 17, 5) explica que los oboloí en cobre o hierro fueron utilizados
como moneda y una dracma (seis oboloí) era el total de piezas de ese tipo que podían ser
abarcadas con una mano.

No existe ninguna documentación segura del uso premonetal de los espetones, que son
ciertamente un objeto de ostentación aristocrática y que aparecen incluso en contextos
funerarios entre los siglos XI y VI a.C. Se trata probablemente de objetos aristocráticos que
cumplen una función análoga a las de otras piezas de prestigio como los calderos o los

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trípodes.

3. Los primeros testimonios.

3.1. El depósito del Artemision de Éfeso.

Herodoto (I, 94, 1) refiere que fueron los lidios los primeros en acuñar moneda y un
descubrimiento arqueológico de principios del siglo XX aportó la prueba documental que
respaldaba esta fuente. El hallazgo se produjo en las excavaciones del British Museum de los
años 1904-1905 en el Artemision de Éfeso (cerca de la actual Selçuk). Las excavaciones,
dirigidas por G. Hogarth permitieron localizar en el interior del templo un depósito votivo
formado por joyas, marfiles, ámbar, ex voto metálicos y las más antiguas monedas conocidas.
Todo ello estaba en un hoyo dentro de una estructura que fue llamada “Base Central”, la cual
parecía habría sido construida hacia el año 700 a.C. y, según la interpretación de Hogarth,
habría sido destruida por los cimerios hacia el 660 a.C. El total de monedas ascendía a 93,
aunque al menos otras dos desaparecieron por descuido o fueron robadas en la excavación.
De ellas, 19 aparecieron en un pequeño vaso cerámico. Todas ellas estaban fabricadas en
electro. Según Head, el autor del estudio numismático, las más antiguas debían fecharse en el
reinado de Giges (685-652 a.C.) mientras que las otras debían pertenecer a sus sucesores
(Ardis, Sadiattes y Aliattes) o a algunas ciudades griegas (Éfeso, Focea, Cumas eolia) y
podrían datarse por tanto incluso en la primera mitad del siglo VI a.C., lo cual no era por
tanto compatible con la fecha fundacional propuesta por Hogarth. La opción de la cronología
alta fue descartada definitivamente en un estudio hecho por Robinson en el año 1951, quién
sugirió una datación para el depósito en los inicios del siglo VI a.C., fecha acorde con la que
había sido propuesta por Head para las monedas. Según Robinson, el tipo del león debía
relacionarse directamente con el entorno de la monarquía de Lidia y habría sido utilizado
posteriormente por Creso, en combinación con el prótomo del toro. Las monedas más
antiguas datarían de los años 640-630 a.C., pero son anteriores en una generación a la
creación del depósito. Una pieza con la inscripción [wal]wel podría referirse al nombre del
rey Aliattes (610-561 a.C.). Los tipos con cabezas de halcón (una pieza) y ciervo (un
ejemplar) podrían pertenecer a Éfeso y una pieza con una foca a Focea.

Las excavaciones de 1987 aportaron nuevos datos cronológicos para el depósito, descartando
que la “Base Central” formara parte del conjunto templario más antiguo, del siglo VIII. Se
trataría en realidad de una obra vinculada a la reconstrucción del edificio tras una inundación
que provocó su ruina a mediados del siglo VII. El depósito debería datarse en torno al 560
a.C., y por tanto en el reinado de Creso. Las monedas (muy variadas: glóbulos sencillos sin
cuño, glóbulos con un simple punzón de cuadrado incuso, glóbulos con cuadrado incuso y
anverso estriado, glóbulos con cuadrado incuso y anverso estriado con un tipo asociado bajo
él y glóbulos con tipos figurados) son evidencia de una fase de tentativa o experimentación,
lo que situaría el origen de las piezas más antiguas en torno al año 600 a.C.

Un hallazgo posterior (1993-1994) ha permitido confirmar esta fecha, ya se localizó que un


nuevo depósito votivo al este del templo arcaico primitivo que contenía una moneda con el
tipo de garra de león y que se fecha en el 630-615 a.C.

La hipótesis de la acuñación lidia se ve además reforzada por otros argumentos. El electro es


una aleación natural de oro y plata que aparece en algunos cursos de agua de Asia Menor,
particularmente en el Paktolós (hoy Sarabat), afluente del Ermo, que atraviesa Sardes, la
capital de Lidia. Creso hizo ofrendas copiosas de este metal en Delfos, entre ellas 113
lingotes de dos talentos cada una.

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En 1963 una misión arqueológica de Pennsylvania encontró en Gordion , en Frigia, un
depósito monetal de 45 electros con el prótomo del león lidio en el anverso. La fase a la que
pertenecen también se sitúa en un contexto de la monarquía lidia, ya que se fechan en una
reconstrucción de la ciudad que suele ser atribuida a la iniciativa del rey lidio Aliattes. La
palabra walwel que aparecía en algunos ejemplares del Artemision en alfabeto lidio puede
leerse como ya se ha dicho como el nombre de Aliattes, pero también se han sugerido otros
significados, entre ellos el de walwa-, que significa en lidio león, pero también ceca.

3.2. Phánes.

A los ejemplares de Éfeso hay que sumar otras dos piezas del British Museum. Una de ellas
procede de Esmirna, con procedencia cierta de Halicarnaso. La otra procede de Estambul,
pero no se sabe su lugar de hallazgo original. Lo importante es que llevan la leyenda griega
Phanos emì séma (Soy el signo de Phánes). Las monedas llevan un ciervo en el anverso y
cuños incusos en el reverso. Este Phánes es desconocido y podría ser incluso un particular
que hiciera una ofrenda a un santuario (este tipo de inscripciones son habituales sobre
exvotos). Sin embargo el tipo del ciervo remite a Artemisa y por tanto abre la posibilidad de
Éfeso, donde está el gran santuario de esta diosa.

3.3. De los reyes de Lidia al imperio persa.

Los autores modernos solían atribuir al reinado de Creso dos series de monedas arcaicas en
oro y en plata encontradas en cantidad significativa en Sardes y su territorio. Estas series
presentan un único tipo con anverso con prótomos de león y toro enfrentados y cuadrado
incuso en el reverso. La serie “pesada” cuenta con piezas tanto de oro como de plata y se basa
en una estátera de 10,70 g. Incluye monedas de peso nominal y fracciones de un tercio, un
sexto y un doceavo. La serie “ligera” corresponde a una estátera de 8,05 g, con las mismas
fracciones que la otra en el oro, pero con una división de 5,35 g en la plata, quizá una media
estátera. Ambas series parecen contemporáneas o casi, ya que las series, independientemente
del peso, comparten punzones parecidos. La cita de Heródoto que atribuye a Creso la
acuñación de la primera moneda ha servido para relacionar estas piezas con este rey, sin
embargo se piensa hoy que quizá no todas le pertenezcan. Se ha sugerido que algunas podrían
haber sido acuñadas por Ciro (559-530 a.C.) el rey persa que acaba con el reino de Lidia, así
como a sus sucesores, Cambises II (530-522 a.C.) y Darío I (522-486 a.C.). Algunos
depósitos de las monedas dichas creseidas, de la serie “ligera” se fechan en años posteriores
al 500 a.C. y contienen además ejemplares de las nuevas acuñaciones persas, con el tipo
característico del rey arquero. Estas piezas tienen una datación firme. Heródoto (VII, 28) las
denomina dáricos y las atribuye a Darío I. Una inscripción contable ateniense del 429/8 a.C.
alude a estas piezas con el nombre de “oro dárico”. Aparecen también en Aristófanes (Las
asambleístas, 601-602) y en otras fuentes escritas del siglo IV a.C. Estas piezas se producen
al menos desde el año 500 a.C. y continúan probablemente hasta el fin de la dinastía, con
Darío III (330 a.C.). Las acuñaciones persas del rey arquero parecen haberse producido en la
parte occidental del imperio, continuando la tradición de los reyes de Lidia y de las ciudades
griegas. En la mitad oriental del imperio, en cambio, parece haberse seguido utilizando el
metal al peso.

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3.4. Las primeras emisiones de las ciudades griegas.

Dejando aparte la incertidumbre que afecta a algunas de las piezas más antiguas aparecidas
en el Artemision de Éfeso, los especialistas suelen estar de acuerdo en relacionar
determinados tipos de las series antiguas con determinadas ciudades. El tipo del león
acostado con la cabeza vuelta suele asociarse a Mileto y la foca a Focea.

4. Razones de la moneda.

4.1. Razones de una elección.

La causa de por qué surge la moneda es un debate no resuelto y reviste un interés que va más
allá, dada su trascendencia, a las discusiones de los historiadores de la Antigüedad. Una de
las que primero se plantean, al abordar esta discusión, es la de su función comercial, opción
que parece lógica y evidente en un primer examen. Sin embargo las monedas de electro, oro y
plata tienen un valor demasiado alto para las transacciones cotidianas. Como solución a este
problema se propuso que las monedas estarían destinadas a un comercio de larga distancia y
orientado al pago de mercancías de alto valor, pero de ser cierta esta hipótesis el hallazgo de
las monedas debería producirse entonces con una cierta dispersión, cosa que no es cierta, ya
que la circulación parece restringirse a las áreas inmediatas al mismo lugar de acuñación,
existiendo además el problema de las escasas divisiones fraccionarias, lo que sigue
dificultando los intercambios. En consecuencia se ha propuesto que la moneda haya nacido
en la administración del reino de Lidia como un medio de pago usado por la autoridad para su
propia administración y con fines específicos, habiéndose sugerido el papel preferente que
pudo tener la primera moneda como medio de pago a los soldados mercenarios,
convirtiéndose a la vez en la forma en que el estado podía imponer pagos y multas. Menos
probable, aunque también se ha sugerido esta posibilidad, es que la moneda surja por
iniciativa de particulares, que la usan como medio de pago para determinados bienes o
servicios. Finley propuso la tesis, poco aceptada, de que el sello en el metal surja como medio
de propaganda de la autoridad, pero que realmente no sea una garantía de valor.

4.2. Razones de un rechazo.

Algunas ciudades, como Esparta, presentan una tradición que rechaza la moneda de metales
preciosos y que admiten una moneda de hierro, según la constitución política atribuida al
mítico legislador Licurgo. El rechazo de la moneda se vincula al deseo de unas aristocracias
terratenientes de evitar el ascenso social de determinados individuos por medio de una
riqueza no basada en la tierra.

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III. TÉCNICAS DE FABRICACIÓN.

1. Los metales.

1.1. La plata.

La plata fue el metal más usado en la Antigüedad para acuñar moneda, ya que era abundante
y permitía acuñar ejemplares de alto valor intrínseco a la vez que podían fabricarse piezas
más pequeñas para las transacciones menores.

Uno de los yacimientos más importantes de los explotados en la Antigüedad era el de


Laurion, en el sur del Ática, cerca de cabo Sunion. Aunque se conoce explotación desde el II
milenio a.C. la actividad extractiva más importante se produjo a partir de mediados del siglo
VI. Se conoce una oficina de trabajo del metal en el valle de Agrileza, la cual estuvo en
explotación entre los siglos V y IV a.C. La factoría cuenta con cisternas y canales que
permitían separar el mineral de la ganga. El mineral era secado en patios al aire libre y luego
fundido en hornos de tiro vertical. Otros distritos mineros importantes eran el del monte
Pangeo, en Tracia, el cual contaba además con filones de oro, el monte Dysoron en
Macedonia y la isla de Thasos. La península Ibérica aparece siempre en los textos griegos
como fuente de metales preciosos. Diodoro Sículo (V, 35) hace derivar el nombre de los
Pirineos de pyr (fuego), el cual haría surgir la plata directamente del suelo. Heródoto (IV,
152) menciona el trato de los focenses con el rey Argantonio de Tartessos. Las minas de
metales preciosos de Hispania fueron también un tópico en la literatura romana.

1.2. El oro.

En el ámbito geográfico griego el oro es un metal raro, aunque está presente como ya ha sido
dicho en las minas del Pangeo y fue explotado por Filipo II de Macedonia que lo utilizó para
acuñar las estáteras con su imagen en el anverso y la biga en el reverso. Heródoto (III, 57)
menciona también la riqueza en oro de la isla de Siphnos. Hay también oro en Lidia y en
Escitia, lugar que los textos griegos mencionan como el prototipo de la tierra del oro. La
expansión helenística añadió a estos lugares Nubia, Arabia y la India. Los romanos
explotaron en oro del noroeste de Hispania y de las minas de la Bética, especialmente
Riotinto.

En las monedas el oro se emplea siempre en alto grado de pureza y suele ser una
amonedación excepcional, vinculada a una política de prestigio o a la necesidad de grandes
dispendios estatales por razones de emergencia. La única emisión de oro ateniense se hizo en
el año 407/406 a.C. y se vincula por ejemplo a la guerra del Peloponeso y para ello fue
necesario fundir estatuas y otros bienes del santuario (Tucídides, II, 13, 4-5).

1.3. Cobre y aleaciones del cobre.

En la Antigüedad no se establecen muchas diferencias entre el cobre y las aleaciones que


tienen como base este metal, de las cuales el bronce es sin duda la más importante en lo que a
su uso en la moneda respecta. El término griego chalkòs, se usa indistintamente para el cobre
y para el bronce, lo mismo que el término latino aes. Las minas de cobre están repartidas por
distintas partes de la geografía ocupada por las civilizaciones antiguas: Chipre, península
Ibérica, Cerdeña, Toscana, Languedoc, Cornualles, Europa central, los Balcanes, las
Cícladas, Creta y Turquía.

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La aleación de bronce suele hacerse con un 10 % de estaño, pero el bronce antiguo contiene
también un alto porcentaje de plomo que alcanza un 22-25 % en el aes graue del siglo III a.C.
al 8-14 % en las monedas de la república romana tardía (siglo I a.C.).

Algunas monedas romanas también fueron acuñadas en latón, aleación de cobre y zinc. El
porcentaje de zinc puede oscilar entre el 10 y el 25 %. Los griegos llamaron a esta aleación
oreíchalkos, del que deriva el latino orichalcum.

1.4. Estaño y zinc

Para los griegos el estaño era kassíteros y para los romanos plumbeum album. Los principales
yacimientos estaban en las islas Británicas y en la península Ibérica, siendo las primeras el
candidato más probable para ser identificadas con las míticas islas Casitérides.

1.5. Aleaciones singulares.

Una aleación frecuente en la moneda, especialmente a partir del siglo III d.C. y a lo largo de
la Edad Media, fue el vellón, liga de plata y cobre, con la primera en aleación inferior al 50
%.

1.6. Otras fuentes de aprovisionamiento.

La moneda, incluso aunque se emita en gran cantidad, no necesita un gran volumen de metal
y puede surtirse por medio de metales ya fundidos, siendo frecuente el recurso a botines de
guerra o a la incautación de joyas y bienes de prestigio a súbditos o santuarios religiosos.

2. La producción.

2.1. Aspectos técnicos.

La moneda habitualmente se fabrica mediante cuños, aunque durante la Antigüedad se


fabricó también, en distintos momentos y contextos, moneda fundida.

2.2. El flan o cospel.

Flan o cospel es el nombre que recibe la rodaja de metal antes de acuñar. El flan debe tener
unas dimensiones y un peso estándar tanto por razones técnicas (es necesario que sea así para
el proceso técnico de la acuñación) como económicas (garantizar que todas las monedas de
un mismo valor nominal valgan de verdad lo mismo). Sin embargo en el momento de fabricar
los flanes puede recurrirse a dos principios diferentes: al marco o al peso. La acuñación al
marco establece el número de piezas que deben salir de una determinada cantidad de metal y
esto significa que en la fabricación del flan no era tan importante la precisión en el peso como
que el número emitido fuera el deseado, existiendo por tanto una cierta variación en los
pesos. La acuñación al peso, establece en cambio con precisión el peso del flan, admitiendo
variación en el número de piezas emitidas. Preferentemente la acuñación utilizando el marco
como referencia se usa para metales no nobles, mientras que las acuñaciones de monedas de
oro y plata vigilan cuidadosamente el peso del metal para evitar la retirada de la circulación
de las mondas de peso mayor. El flan puede fabricarse mediante moldes de fundición, que
habitualmente son abiertos y ligeramente exvasados, lo que da lugar a flanes troncocónicos,
pero también hay moldes cerrados que fabrican flanes globulares o lenticulares. Normalmente
esta técnica de fabricación deja unas rebabas que hay que eliminar con tenazas o limas antes
de la acuñación. No obstante a veces, en algunas monedas antiguas cuyos flanes se han
fabricado con moldes bivalvos, se aprecia la línea de juntura entre moldes. También pueden

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fabricarse flanes cortándolos de una barra de forma cilíndrica. Los denarios republicanos
llamados serrati, por tener los bordes dentados, deben esta forma peculiar seguramente a que
los flanes recibieron unas incisiones radiales antes de la acuñación, siendo los dientes
serrados del borde fruto de la deformación de estas estrías a causa del golpe del cuño. Las
razones de hacer unas estrías al flan antes de la acuñación no son claras, aunque se ha
pensado que favorece la conservación de los cuños, evitando fracturas por estrés en los
bordes.

Algunas técnicas de fabricación de los flanes prestan atención a aparentar una mayor calidad
o ley metálica que la moneda tiene. Por ejemplo se puede crear una liga de cobre y plata en la
que, antes de la acuñación, el flan sea blanqueado con una sustancia ácida o básica (zumo de
limón, vinagre, orina...), eliminando o decapando el cobre superficial y obteniendo un aspecto
de plata más pura que resalta de modo especial después de la acuñación. Para ello es
necesario que el porcentaje de plata no sea inferior al 15-18 % del total. También se da el
caso de las llamadas monedas forradas, que tienen un núcleo de bronce y una parte exterior
de plata. Para fabricar estos flanes se utilizaba siempre un flan de bronce, pero luego había
varias posibilidades: sumergir el flan en un baño de plata en estado de fusión o cubrirlo con
plata en láminas o en polvo y recalentarlo hasta la fusión de la plata.

2.3. La acuñación.

No existen fuentes escritas antiguas sobre el proceso de acuñación. Existen sin embargo
algunos documentos gráficos que reproducen los instrumentos, siendo el más notable de
todos ellos un denario de T. Carisius acuñado en Roma en el año 46 a.C. en cuyo reverso
aparecen los instrumentos esenciales de la acuñación. Estos mismos instrumentos aparecen
también en un relieve del Museo Británico del año 30-10 a.C.

Para la acuñación se usa un cuño matriz, fijado sobre un yunque u otro soporte, que contiene
en negativo la imagen de anverso. Sobre esta matriz se dispone el flan, que se golpeará con el
cuño móvil, con la imagen del reverso. Los cuños más antiguos están fabricados en bronce, a
veces bordeados en hierro, después se hacen totalmente en hierro, al menos para el bronce. El
oro y la plata, más maleables, podían acuñarse con cuños de bronce. En las primeras monedas
griegas de la serie arcaica el cuño móvil carece de imagen y se usa solo un punzón cuadrado
o rectangular. Para obtener un mejor resultado el flan era habitualmente calentado, lo que
justifica el uso de las tenazas que aparecen por ejemplo en la moneda de T. Carisius. La
técnica de acuñación en las monedas antiguas es lo que causa con frecuencia que el reverso
sea ligeramente cóncavo. Habitualmente, al terminar la emisión, se destruían los cuños, para
evitar falsificaciones y esta ha sido la causa de que apenas conservemos restos de los mismos.
No obstante se han conservado algunos ejemplares, que suelen normalmente considerarse
cuños de falsarios. Tal es el caso con seguridad de catorce cuños de bronce del siglo I d.C.
encontrados en 1961 en Tilisca (Rumanía) y que estaban destinados a fabricar copias de
denarios republicanos. También se consideran instrumentos de falsario un cuño para fabricar
tetradracmas atenienses del siglo V a.C. encontrado en Tell Athrib (Egipto) y un cuño de
Nîmes (Francia) para acuñar áureos de Augusto. En cambio el cuño de Cabo Sunion
aparecido en el santuario de Poseidón en una fosa votiva del siglo VI a.C. podría ser un cuño
oficial, aunque solo está destinado a acuñar un cuadrado incuso. También suelen considerarse
cuños oficiales cuatro cuños con la imagen del usurpador Magnencio (350-353 d.C.)
aparecidos en Tréveris, en el río Mosela, en 1961. Recientemente ha aparecido en el mercado
anticuario un cuño de la ceca de Tréveris destinado a la acuñación de sólidos de Valentiniano
I y Valentiniano II (365-378 d.C.). Por último, en el año 2004 han aparecido en el
campamento de Vindonissa (Brugg, Suiza) dos cuños de hierro de la época de Tiberio
destinados a la acuñación de moneda de oro y plata.

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El cuño móvil da lugar a que anverso y reverso no guarden alineación alguna y el eje gire en
torno a 360º. Sin embargo la moneda imperial romana presenta un cierto cuidado en la
alineación de las dos caras, lo que deja abierta la posibilidad de que se haya usado, al menos
en alguna ocasión, un cuño en forma de tenaza que mantenga los dos cuños en posición
estable y permita la alineación correcta en todos los ejemplares acuñados.

Dada la técnica de acuñación exclusivamente manual que se usó en la Antigüedad, las


monedas presentan a veces errores de acuñación. Los más frecuentes son:

I. Impresión parcial del tipo por mala colocación del cuño.

II. Deslizamiento del cuño en el momento del golpe. Crea monedas con tipos borrosos o
“movidos”.

III. Repetición del golpe. Crea monedas de doble contorno.

IV. Reverso con el tipo del anverso incuso. Se produce cuando una moneda queda
inadvertidamente adherida al cuño móvil. En la siguiente acuñación la moneda se acuña
con la imagen del anverso correcta, pero en el reverso la moneda adherida funciona como
cuño, repitiendo en el reverso el tipo del anverso en negativo.

V. Rotura del cuño. Si alguno de los cuños se rompe por causa de los golpes y la
acuñación no se interrumpe la moneda acuñada recibe la impronta de la línea de fractura.

2.4. Intervenciones posteriores a la acuñación.

El fenómeno habitual que sufre toda moneda después de ser acuñada es el desgaste por
circulación y uso. Sin embargo existen casos de alteraciones intencionadas después de la
acuñación oficial.

I. Reacuñación. Este caso se produce cuando una moneda ya acuñada es puesta de nuevo
en el cuño para sustituir los tipos. Con frecuencia en tipo original previo a la reacuñación
es visible en alguna parte de la moneda.

II. Contramarcas. Una contramarca es una marca de punzón sobre una moneda ya acuñada.
Aparece como una cavidad más o menos profunda y de forma variada (redonda, oval,
cuadrada o rectangular), presentando un tipo más o menos elaborado. Pude deberse a la
iniciativa de un particular o del estado.

III. Comprobaciones o ensayos. Son las marcas que dejan en las piezas de oro y plata las
pruebas hechas por personas que reciben la moneda y quieren comprobar que el metal o la
pieza no están adulterados.

IV. Fragmentación. En ocasiones las monedas de partían por la mitad como un recurso de
circunstancias para obtener piezas fraccionarias.

2.5. La moneda fundida.

La moneda fundida es poco frecuente en la Antigüedad, prefiriéndose siempre la acuñación,


ya que esta técnica facilita un trabajo más rápido al tiempo que dificulta la labor de los
falsarios. La moneda fundida se limita casi exclusivamente a las acuñaciones romanas más
antiguas (aes graue) y a algunos otros casos en el ámbito itálico. La moneda fundida es
siempre de bronce y suele ser una derivación natural de un sistema de pagos que tiene este

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metal como unidad de valor. La más antigua manifestación de moneda fundida procede de
algunas poleis sicilianas (Agrigento, Selinunte, Himera) y remonta al siglo V a.C. Son piezas
de gran tamaño (y de formas diversas) cuya existencia es la consecuencia de intentar
mantener la equivalencia en valor metálico entre las piezas de plata y las piezas de bronce.
Este mismo fenómeno se dio también en algunas ciudades griegas del Mar Negro. Así
Borysthénes (Berezan) fabricó en la primera mitad del siglo VI a.C. una piezas de moneda
fundida con forma de punta de flecha y Olbía unas piezas fundidas en forma de delfín en una
fecha algo posterior (segunda mitad del siglo VI a.C.-siglo V a.C.). La técnica de producción
de monedas fundidas es mejor conocida en el caso de Roma, dándose el caso de haberse
recuperado algunos ejemplares de coladas en forma de “rama” destinadas a la fabricación de
aes graue.

2.6. Las cecas.

Los griegos llamaron a las cecas argyrokópeîon (de argyrokópos=monetal). Los romanos
llamaron a los talleres de acuñación moneta u officina monetae. Durante un tiempo se creyó
que una pintura de la Casa de los Vettii en Pompeya reproducía de forma alegórica un taller
monetal, pero hoy se piensa de forma unánime que lo que reproduce es un taller de joyería.
La imagen del trabajo de la acuñación sí aparece en cambio en una tesera de bronce del
Gabinete Numismático de Viena, datada en el siglo III-IV d.C. La pieza reproduce en el
anverso las tres diosas Monetae (protectora cada una de los tres metales usados en la
acuñación: oro, plata y bronce) y en el reverso el mismo proceso de acuñación con tres
figuras sosteniendo el cuño, las tenazas y en martillo. También parece ser una escena de
acuñación la imagen que aparece en el reverso de una moneda del pretor Q. Laureus de la
colonia latina de Paestum, del siglo I a.C.). Las imágenes de talleres monetales son frecuentes
en sellos, ilustraciones, grabados y dibujos de la Edad Media y el Renacimiento y pueden
utilizarse como fuente para aproximarse a lo que fue un taller antiguo, ya que las técnicas son
sustancialmente las mismas.

Las excavaciones arqueológicas han proporcionado algunos vestigios de talleres monetales.


En los años cincuenta del siglo XX las excavaciones de la Escuela Americana en el ágora de
Atenas sacaron a la luz un edificio de planta cuadrada del siglo V a.C. En una de sus
habitaciones aparecieron diez agujeros en el suelo, cuatro depósitos de agua y dos fosas
revestidas de mortero hidráulico, junto con masas y descartes de bronce, flanes monetarios,
cenizas y carbones. Algunos de los agujeros presentaban trazas de haber sufrido combustión,
aunque no podían considerarse hornos propiamente. El análisis estratigráfico mostraba que la
actividad metalúrgica había tenido lugar entre el siglo IV y el I a.C. y que esta actividad había
estado relacionada con la fabricación de moneda lo probaba el hallazgo de 149 flanes de
bronce y 24 fragmentos de barras de este mismo metal para fabricarlos. Los flanes presentan
pesos y composiciones metálicas compatibles con las series atenienses en bronce de finales
del siglo IV-siglo I a.C.

Otro hallazgo de lo que pudo ser una ceca se produjo en la ciudad de Halieis (Porto Cheli, en
el golfo de Argos). Las excavaciones de la Universidad de Indiana (1962-1976) permitieron
localizar junto a la muralla un edificio rectangular con 62 cospeles en bronce no acuñados. En
Olinto, en dos casas distintas, también se encontraron flanes, barras y fragmentos de bronce.
En Argos, las excavaciones de los años 1972-1973 sacaron a la luz un templo del siglo IV
a.C. en el lado suroriental del ágora. En una fosa tallada en un estrato datado en el siglo II
a.C. aparecieron 101 fragmentos de bronce que incluían barras, flanes, descartes y trozos de
bronce irregulares, que coinciden con la producción monetal argiva de los siglos III-II a.C.
Otros hallazgos que puedes estar relacionado con la existencia de una ceca es el de la llamada
Casa de Dionysos en Paphos, Chipre (II-I a.C.). En este yacimiento se recuperaron flanes de

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bronce, fundidos en cadena y todavía unidos, tal como salieron del molde. También se
recuperaron los moldes en piedra caliza con cavidades circulares unidas por pequeños
canales.

En la Magna Grecia, en Laos, colonia de Síbaris, las excavaciones del Instituto Oriental de
Nápoles permitieron localizar un edificio rectangular que proporciono 23 cospeles de bronce
fundidos en matriz abierta que coinciden en peso y composición con las monedas emitidas
por la ciudad en el siglo III a.C.

En la ciudad de Roma, la ceca estuvo localizada en el Capitolio, asociada al templo de Iuno


Moneta (Livio, VI, 20, 13; VII, 28, 4-7). El templo fue dedicado en el 344 a.C. y las
excavaciones en el Capitolio han permitido identificar el zócalo del templo, aunque no han
aparecido vestigios de la ceca. En Roma existe un viejo hallazgo (de c. 1890 a.C.) de 82
piezas de bronce que incluyen barras y cospeles para la acuñación de dupondios del siglo I
d.C. Se trata de un hallazgo mal documentado en el suburbio y no puede excluirse que se trate
de un taller de falsarios.

En otros lugares del Imperio han aparecido piezas que pueden estar relacionadas con el
proceso de acuñación de moneda. En Lyon, que fue ceca oficial en el alto Imperio, se
encontraron dieciséis cospeles y restos de barras en latón para acuñar dupondios del periodo
flavio. En Tesalónica se encontró un edificio con hornos y numerosas matrices para fabricar
flanes monetales que se ha querido identificar con la oficina bajoimperial que fabricó moneda
desde el año 298 d.C. En Serdica (Bulgaria) aparecieron barras y cospeles que se relacionan
con un taller de escasa vigencia datado en los inicios del siglo IV d.C. Las hipótesis para
vincular estos hallazgos con talleres oficiales y no con falsarios son que en todos los caso se
asocian a espacios públicos o templos en el corazón de la ciudad. Posiblemente sea un taller
de falsario el localizado en Augusta Raurica (Augst, Suiza) donde las excavaciones de los
años 1981-1982 permitieron localizar un taller destinado a la producción de moneda
“forrada”, ya que se ha recuperado cospeles revestidos de plata pero con núcleo de bronce
que pueden relacionarse con monedas recuperadas en otras partes de la ciudad que imitan
series de monedas desde Adriano a Septimio Severo. En 1911 además re recuperó en una casa
vecina un cuño de hierro con los tipos de los denarios de la emperatriz Lucila (164-169 d.C.).

3. Anatomía de la moneda.

3.1. Elementos constitutivos.

La moneda, desde sus inicios, está vinculada a un poder o autoridad, que es el que se reserva
el privilegio de acuñarla, así como de pagar y de recibir pagos con ella. Por ello hay dos
elementos fundamentales: el tipo (es decir la representación figurada que porta) y la leyenda
(la inscripción). En las primeras monedas el tipo aparece solo en el anverso, pero lo general
es que haya tipos en ambas caras de la moneda.

La elección del tipo nace de la voluntad del centro emisor de ser identificable por aquel que
recibe la moneda. A veces es una divinidad nacional. Otras veces es un tipo parlante: la foca
en las monedas de Focea, el perejil (selinon) en las monedas de Selinunte o la rosa (rhódon)
de Rodas. Otras veces es un producto que puede considerarse “nacional”, como la espiga de
cebada de Metaponto o el silphium de Cirene. El mensaje puede ser también propagandístico:
las monedas imperiales romanas acuñan en los reversos divinidades de tipo abstracto que
remiten a la prosperidad o al bienestar (Pax, Virtus, Concordia, Pietas, Felicitas...). La
moneda se usa también para conmemorar eventos de forma interesada y propagandística: M.
Iunius Brutus acuña en el 54 a.C. una serie con la imagen de su antepasado L. Iunius Brutus,

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que fue el primer cónsul (509 a.C.). La moneda recoge la propaganda de las dinastías
reinantes. Si la moneda de Filipo II (359-336 a.C.) recoge solo una imagen real limitada a la
figura de un caballero en el reverso, el cual se identifica con el monarca, su hijo Alejandro
recurre al retrato en el anverso, en el cual aparece además divinizado y cubierto con la piel
del león que los asimila a Heracles, modelo que será seguido por los gobernantes helenísticos.
La moneda romana evita durante el periodo republicano el retrato de magistrados vivos,
aunque el poder personal de algunos de los magistrados hace que aparezcan en las monedas a
los pocos años de su muerte. Sila, dictador entre el 82 y el 79 a.C. aparece ya en las monedas
de su nieto Pompeyo Rufo en el año 54 a.C. Los hijos de Pompeyo acuñarán monedas con la
imagen de su padre, Pompeyo Magno, en los años 46-40 a.C. César conseguirá que el senado
apruebe una emisión de monedas con su imagen y el título de Pater Patriae en las monedas
justo antes de su muerte (44 a.C.). Augusto emitirá monedas con la imagen de César, su padre
adoptivo, e inmediatamente con su propio retrato, dando lugar a la práctica del retrato
imperial en los tipos, practica que se extenderá también a sus parientes (mujer e hijos) que
también figurarán en sus acuñaciones. El Imperio asume la imagen de emperador en el
anverso como norma.

La leyenda que acompaña al tipo abunda en la misma dirección. En la moneda griega arcaica
y clásica es frecuente que una letra (o unas pocas letras abreviadas) remitan a la comunidad
que garantiza la emisión, con frecuencia en genitivo plural. Los emperadores romanos suelen
incluir en el anverso, acompañando el retrato, todos los títulos del emperador. En los exergos
suelen aparecer informaciones secundarias tales como el magistrado que acuña la moneda, la
ceca emisora o la autoridad de la que depende la emisión (p.e. EX SC).

3.2. Metrología y seriación de los cuños.

Diámetro y peso suelen ser valores constantes de una denominación, ya que son
consustanciales a su valor, aunque en el caso del bronce existe una mayor variación que en la
plata y el oro, ya que su valor es fiduciario y no va unido a su valor metálico. Aunque el peso
es por fuerza variable, el estudio de las monedas puede determinar el peso oficial
estableciendo la media del peso de los ejemplares recuperados. La relación de posición entre
anverso y reverso es algo que siempre debe darse en una descripción, pudiendo utilizarse
grados (de 0º a 360º) o la posición de las horas en un reloj (de 1 a 12). En general, dada la
técnica de fabricación de la moneda la orientación del reverso respecto al anverso se mueve
dentro de la amplitud 0-360º, aunque en la moneda imperial romana es frecuente que la
relación se fije en 180º como norma.

Un aspecto importante en los estudios numismáticos es el de la secuencia de cuños de una


misma serie. Los cuños se deterioran por el uso y hay que repararlos o sustituirlos. El estudio
de los cuños es un aspecto imprescindible para ordenar cronológicamente la secuencia de
emisión. A ello ayuda también el desigual desgaste o deterioro de los cuños, ya que el cuño
móvil (el del reverso) se deteriora más rápidamente que el cuño fijo, lo que permite ordenar
las series. Se trata sin embargo de un trabajo difícil, especialmente en el caso de las
acuñaciones en bronce, ya que el alto número de moneda emitida junto con el carácter parcial
que tiene siempre la muestra arqueológica deja espacios vacíos en la secuencia. La aparición
de nuevos ejemplares (algo casi constante) obliga con frecuencia a reordenar la serie, ya que
los nuevos hallazgos aportan nuevos detalles en la reconstrucción de la secuencia.

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3.3. ¿Cuántos cuños para cuántas monedas?

En relación con el problema anterior se plantea siempre la cuestión de cuánta moneda puede
ser acuñada con un mismo cuño antes de que sea necesario sustituirlo. Algunos estudios
experimentales han establecido que, por ejemplo, que el cuño del anverso para una
tetradracma griega puede acuñar entre 5.000-8.000 monedas si la acuñación se hace en frío y
entre 10.000 y 16.000 si se hace la acuñación en caliente, pero otras estimaciones hablan de
cifras mayores (de hasta 30.000 ejemplares por ejemplo para un denario romano republicano)
o menores (de unas 10.000 piezas para algunas acuñaciones medievales). La epigrafía de
Delfos, que aporta información sobre las acuñaciones de la anfictionía, ha servido para
determinar que el número de piezas por cuño podría ser entre 23.333 y 47.250 estáteras por
cuño de anverso.

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IV. ESTUDIO DE LA MONEDA: VOCABULARIO TÉCNICO, METODOLOGÍA, LA
FICHA NUMISMÁTICA.

1. Terminología para una descripción.

Tipo es el motivo principal que aparece en cada uno de los campos o superficies de la pieza,
solo o en compañía de otros tipos secundarios. Normalmente es una cabeza, personajes, una
escena, un animal, un vegetal, un símbolo, un edificio, un paisaje... El tipo puede reducirse a
una simple inscripción (por ejemplo en las monedas carolingias y en las monedas islámicas).
Los tipos pueden presentar pequeñas variantes de una pieza a otra, ya que los cuños se
confeccionan manualmente. El tipo principal va acompañado normalmente e inscripciones o
tipos secundarios. Se llama tipo parlante el que corresponde al nombre de la ciudad o país
que emite la moneda (ej, cabeza de Atenea en Atenas, castillo en Castilla). El tipo puede
aparecer rodeado en ocasiones por una línea de puntos que se llama grafila. Puede haber más
de una.

Anverso es la cara más importante y la que ha sido acuñada por el cuño matriz, reverso es la
cara opuesta. No siempre son fáciles de diferenciar.

Leyenda es la inscripción que lleva la moneda y se llama área al espacio por el que esta se
extiende. Una leyenda se llama externa si los extremos inferiores de las letras dan hacia el
borde de la pieza e interna si miran hacia el interior. Nombre tópico es el propio de la ciudad
emisora. Bilingüe es la moneda que tiene caracteres en dos alfabetos. Anepígrafa o muda la
que carece de leyenda. Los conceptos que aparecen en la leyenda son muy variados pero en
general corresponden a:

1. Mención de la autoridad que emite la moneda (ciudad, estado, monarca...).


2. Expresiones religiosas de varia índole.
3. Alusiones al sistema monetario o metrológico de la propia pieza,

Exergo es la parte inferior del campo, separada a veces del resto por una línea horizontal. Es
muy frecuente en las monedas hispanorromanas y suele llevar leyenda.

Flan o cospel es la rodaja de metal antes de acuñar.

Canto es la pared lateral del cilindro aplanado que constituye la moneda. Cuando en el canto
hay algún elemento y es posible asignarle una posición (clarísimo por ejemplo en el caso de
una inscripción) se indica B si su parte superior está cercana a la arista del anverso, A si
respecto al reverso.

Acuñación en moneda, monedas que han sido acuñadas con el reverso boca abajo respecto al
anverso. Esto se especifica simbólicamente en la publicación con una flecha señalando hacia
abajo en el reverso, en grados (180º) o con el número 6 (de la esfera del reloj). Acuñación en
medalla, cuando las partes superiores de ambos lados coinciden. Los símbolos son una flecha
hacia arriba acompañando el reverso o el número 0. Todas las posiciones intermedias son
posibles y pueden indicarse mediante la flecha o un número del 0 al 11 o en grados (de 0º a
360º).

Resello o contramarca es una marca puesta con un punzón posterior a la acuñación.

Incusa es la pieza que lleva un motivo en hueco (normalmente un cuadrado o un rectángulo).


Es típico de las primeras acuñaciones griegas.

21
Repetida es la pieza que tiene el mismo tipo en el anverso que en el reverso. En ocasiones
puede darse en positivo en el anverso y en huecorrelieve en el reverso. Esto es típico de
algunas monedas de la Magna Grecia (Síbaris, Mataponto, Poseidonia...).

Esquifadas son las piezas que por efecto de la acuñación toman la forma de una cazoleta.

Bracteadas son las que son extremadamente delgadas y sólo presentan cuño por una cara que
afecta a la otra.

La moneda falsificada es aquella que ha sido hecha actualmente imitando a las antiguas. La
falsa es la que imita los tipos legales pero ha sido fabricada por falsarios del mismo momento
histórico.

Si la moneda está recién acuñada se llama a flor de cuño. Si ha circulado mucho y apenas es
reconocible se habla de un estado de conservación frustro.

2. Registro y clasificación.

2.1. La ficha numismática.

Existen muchos modelos de ficha numismática, algunos de ellos generados por instituciones
públicas dedicadas a la conservación del patrimonio, y son variables según los países o las
administraciones. En general todas las fichas registran el material, la técnica de producción,
las medidas de la moneda (el diámetro, en mm; el peso, en gr; y la orientación de los cuños),
la leyenda y el tipo de anverso y reverso, incluyendo apartados para las leyendas secundarias
(en el campo o en el exergo) y las contramarcas, el estado de conservación, el lugar en que
está depositada, el número de inventario, las circunstancias del hallazgo, la cronología y la
bibliografía que permite su clasificación. Es imprescindible fotografiar la pieza, incluyendo
una escala gráfica en la fotografía.

El estudio de una pieza debe abordar en primer lugar la valoración de la autenticidad de la


moneda. Las falsificaciones por fundido suelen ser fáciles de detectar pero una buena
falsificación hecha con cuño es, en cambio, difícil de diferenciar.

Para identificar una moneda hay que recurrir al tipo, a la leyenda, al peso, al metal... La
identificación suele darse respecto a los grandes catálogos y obras de referencia.

BMC: Catalogue of the Greek Coins in the British Museum, London, 1873-1927. Se basa
en la clasificación de los fondos hecha por B.V. Head.

BMCRE: Mattingly, H.; Carson, R.A. (1932-1962), A Catalogue of the Roman Empire
Coins in the British Museum, London.

BMCRR: Grüber, H. (1910), Coins of the Roman Republic in the British Museum, London.

HCC: Robertson, A.S. (1962-1983), Roman Imperial Coinage in the Hunter Coin Cabinet,
Glasgow.

HN: Head, B.V. (1911), Historia Numorum, a Manual of Greek Numismatics, 2 ed.
Oxford University Press, London.

RIC: Roman Imperial Coinage. Catálogos que recogen todas las monedas romanas
imperiales publicados en Londres desde 1923 a 1994.

22
RPC: Roman Provincial Coinage. Conjunto de catálogos que permiten clasificar las series
de monedas que hoy se consideran “romano provinciales”. Desde 1992.

RRC: Crawford, M.H. (1974), Roman Republican Coinage, Cambridge, 1974.

RRCH: Crawford, M.H. (1969), Roman Republican Coin Hoards, Royal Numismatic
Society, London.

SNG: Sylloge Nummorum Graecorum. Conjunto de catálogos de distintas colecciones y


museos a cargo de distintos autores. Se publican en Inglaterra desde 1931 por iniciativa de
la British Academy.

Burnett, A. (1987), Coinage in the Roman Wold, Seaby, London.

Carradice, L.; Pryce, M. (1988), Coinage in the Greek World, Seaby, London.

Crawford, M.H. (1985), Coinage and Money under Roman Republic, Meuthen & Co.,
London.

Kraay, C.M. (1976), Archaic and Classical Greek Coins, Methuen, London, 1976.

Nicolet-Pierre, H. (2002), Numismatique grecque, Armand Colin, Paris.

23
24
V. ARQUEOLOGÍA Y MONEDA.

La moneda es un hallazgo relativamente frecuente en cualquier excavación arqueológica,


alcanzando en algunos casos cantidades notables. Las excavaciones de la misión de la
Escuela Americana en el ágora de Atenas recuperaron cerca de 54.300 monedas, las
excavaciones en el área central de Corinto 52.500, las excavaciones en Milán para construir
la línea de metro 560.

1. Hallazgos monetarios.

1.1. Problemática general.

Los hallazgos monetarios en contexto arqueológico deben dividirse de entrada en dos grandes
grupos: el de los hallazgos aislados, habitualmente derivados de la pérdida de la moneda, y el
hallazgo de conjuntos o tesorillos, formados por causas diversas.

Uno de los temas más importantes que puede abordar un estudio numismático es el de la
circulación monetaria. Los análisis de circulación monetaria se ciñen a dos coordenadas
difíciles de definir y que son precisamente las claves del estudio. Por un lado la dimensión
territorial o espacial a la que debe limitarse el estudio. Por otro lado la dimensión
cronológica. Los estudios de circulación monetaria se abordan con análisis estadísticos, pero
el material objeto de análisis, el conjunto numismático recuperado, presenta de por sí unas
características propias que afectan a las conclusiones:

-La muestra ha sido recuperada en circunstancias diversas y no equiparables ya que en el


estudio suelen incluirse tanto las piezas recuperadas con metodología arqueológica como
aquellas fruto de hallazgos casuales o vinculadas a colecciones no siempre bien
documentadas.

-La muestra estudiada es solo una parte del total de monedas perdidas o escondidas y se
debe a aleatoriedad con que se han producido los hallazgos.

-Las monedas estudiadas son solo una parte de las que realmente circularon.

- Las monedas estudiadas son solo una pequeña parte de las que fueron producidas en el
momento de circulación.

En los estudios de circulación monetaria los tesorillos o depósitos deben recibir tratamiento
aparte, ya que habitualmente alteran la muestra. En general los tesorillos están formados
además por piezas de mayor valor (oro o plata) que la moneda perdida o abandonada que
aparece de forma aislada en los contextos arqueológicos. En el caso de los depósitos es muy
importante establecer cuales han sido las causas que han intervenido en su formación, pero
esto no es algo que se desprenda de forma evidente del examen del conjunto.

1.2. Depósitos monetarios.

En el caso del estudio de los depósitos monetarios hay que diferenciar entre los depósitos
formados por razones de atesoramiento o de seguridad de los depósitos formados como
exvotos en santuarios o como parte del ajuar de una tumba. Suele considerarse que los
depósitos de tesaurización, es decir los auténticos tesoros o tesorillos, existen porque el
propietario no pudo recuperarlos, seguramente porque falleció sin poder hacerlo, por lo cual
suelen asociarse a eventos de violencia. Aún así se suelen considerar varias posibilidades:

25
1. Depósitos de emergencia, debidos a la inminencia de un peligro que lleva al
ocultamiento de la riqueza para ponerla a salvo. Suelen ser de composición heterogénea,
conteniendo no solo moneda, sino también joyas, lingotes de metal precioso y vajilla
metálica. La ocultación de urgencia suele excluir una selección y se atesora todo lo que en
ese momento de peligro se considera valioso.

2. Depósitos de ahorro, formados para atesorar una riqueza disponible para contingencias
futuras. Suelen presentar un material más seleccionado que en el caso anterior, buscando
piezas de valor semejante y privilegiando la conservación de las de mejor calidad, ya que
se habrán consumido o puesto en circulación el material de pero calidad, por ejemplo las
monedas peor conservadas.

3. Depósitos de monedero o de bolsillo, relacionados con una operación comercial


concreta. No tienen porqué tener un alto valor real y suelen reproducir de forma bastante
fiable la circulación monetaria de la fecha del momento de la ocultación o la pérdida. La
erupción del Vesubio que sepultó Pompeya y Herculano proporcionó varios de estos
tesorillos destinados a operaciones diarias de compraventa.

4. Depósitos votivos, es decir aquellos conjuntos monetarios que se forman como ofrendas
de los fieles, a veces formando un contexto único de un único momento cronológico y
otras veces como consecuencia de ofrendas espaciadas en el tiempo, como por ejemplo las
piezas arrojadas a una fuente, un lago o un río. En Vicarello, estación termal junto al lago
Graciano se han recuperado joyas y objetos valiosos de distinto tipo que incluyen
monedas: 400 kg de aes rude, un aes signatum, 1.400 piezas de aes graue y más de 4.000
monedas de épocas republicana e imperial.

5. Depósitos fundacionales, vinculados a la costumbre de depositar monedas en el


momento de la consagración o fundación de los edificios, no solo templos, sino también
palacios, murallas o edificios de otro tipo. Este tipo de depósitos han aparecido por
ejemplo en la apadana de Darío I en Persépolis (516-500 a.C.) o en el templo de la Tríada
Capitolina edificado en Roma en el año 70 d.C. El tesoro del Artemision de Éfeso
responde también a este tipo.

6. Ofrendas funerarias. El enterramiento va acompañado habitualmente del depósito de


monedas (a veces una sola, pero en otras ocasiones varias) para el pago de la barca de
Caronte.

Un tema clave en el estudio de un depósito es el de determinar la fecha de cierre, para los


cual la moneda más reciente proporciona el momento post quem. Para valorar el significado
de un depósito es imprescindible determinar los factores que han intervenido en su
formación, por lo que es clave el análisis del contexto arqueológico.

1.3. Estratigrafía y moneda.

El estudio de la moneda en su contexto arqueológico obliga a plantear una primera pregunta


¿Por qué los yacimientos del periodo clásico y medieval restituyen tanta moneda?

Las monedas perdidas son inversamente proporcionales a su valor intrínseco. El mayor


número de hallazgos corresponde a piezas de valor escaso. En el ágora de Atenas se han
recuperado un total de 16.557 monedas griegas, pero solo 3 son de oro y 178 de plata. El oro
y la plata siempre tienen un valor intrínseco debido al valor del metal, pero en el caso del
bronce la inflación puede devaluar monedas que en un determinado momento tuvieron valor.

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Así, lo sestercios de época imperial son escasos en los contextos arqueológicos del siglo I
d.C., pero abundan en los siglos II y, especialmente, en el siglo III, momento en el cual se
pierden muchas monedas del siglo anterior, todavía en circulación. Las monedas más
pequeñas se pierden más fácilmente que las grandes, lo que justifica la presencia de
fracciones de plata, aunque siempre en menor proporción que el bronce del mismo tamaño.
En cualquier caso la moneda en un estrato arqueológico solo aporta una fecha post quem para
la formación del mismo y debe analizarse en el contexto del material cerámico asociado,
valorando además los procesos que han contribuido a la formación del estrato.

1.4. Limpieza de la moneda.

Las monedas sufren procesos de oxidación y corrosión por agentes ácidos o alcalinos que
alteran el metal que la compone, especialmente en el caso de las aleaciones en las que
interviene el cobre. Con frecuencia la moneda es ilegible en el momento de la aparición y
debe ser sometida a procesos de limpieza con el fin de facilitar su lectura e identificación, al
tiempo que se garantiza su conservación futura. En el ágora de Atenas 2/3 del total de
monedas recuperadas resultaron ilegibles, aunque casi siempre puede atribuirse una moneda a
un periodo o siglo valorando su módulo y peso. Los procesos de conservación de la moneda
deben ser obra de profesionales, siendo la norma habitual actualmente limpiarlas con
procedimientos mecánicos mediante un bisturí y ayudándose con un microscopio.

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28
VI. LA MONEDA EN GRECIA Y ROMA.

1. Grecia.

Como ya se ha visto la moneda nace en el ámbito griego cuando se adopta el metal (metal
precioso, oro, plata y electrón) como unidad de valor. Esto presupone la existencia de un
sistema de medidas para los metales, con el cual se regulará la moneda emitida. En el ámbito
griego antiguo las unidades de medida de los metales son el talento (tálanton), subdividido en
60 unidades menores (mina). Unidades menores son la estátera (statér) y la dracma
(drachme). La estátera es el nombre con el que se denomina al nominal más alto de un
sistema monetario y varía según la entidad emisora, aunque también puede utilizarse para
referirse a la unidad de peso mayor. La dracma es la centésima parte de una mina (100
dracmas = 1 mina). La división menor es el óbolo, la sexta parte de una dracma (6 óbolos = 1
dracma).

1.1. Egina.

Egina tiene un papel importante en el origen de la moneda. Las fuentes griegas atribuyen un
fuerte protagonismo a la isla en la creación de la moneda a través de la iniciativa de Fidón
tirano de Argos. Sin embargo, aunque el control argivo de la isla de Egina en época arcaica
parece probable, las fuentes griegas son contradictorias a la hora de fechar la tiranía de Fidón,
ya que se le asocia a la victoria sobre Esparta en la batalla de Hysias (669/668 a.C.) pero
también a la disputa por la mano de Agariste, hija de Clístenes, tirano de Sicion,
acontecimiento que se fecha en los inicios del siglo VI a.C. Heródoto dice que Fidón habría
dotado de un sistema de medidas a los peloponesios. Éforo, citado por Estrabón (VIII, 6, 16;
3, 33) dice que en Egina fue acuñada plata por primera vez por iniciativa de Fidón. En
contraste, sea cual sea la fecha de Fidón, no se conoce moneda de Argos de las fechas
probables de Fidón y no resulta fácil de explicar porqué Fidón habría acuñado moneda en
Egina y no en cambio en Argos, sobre la que ejercía el poder directo. El panorama es todavía
más complejo porque una fuente tardía (Orión de Tebas, siglo V d.C.) le atribuye a Fidón la
acuñación de moneda en Egina y relaciona los espetones de hierro usados en el sacrificio
(obeloí) con los óbolos, los cuales tomarían su nombre de este tipo de instrumentos. La
etimología se completa porque seis óbolos son los que caben en un puño (drax) de donde
derivaría la palabra dracma. Según Orión de Tebas Fidón habría realizado un depósito votivo
de monedas y espetones en el santuario de Hera en Argos.

Toda esta etimología y explicación acerca de las primeras acuñaciones de Egina y Argos es
poco verosímil y es cuestionada por los investigadores actuales. Conviene de todas maneras
recordar que las excavaciones de Charles Waldstein, de la Escuela Americana de Atenas, en
el año 1894 recuperaron en el Heraion de Argos 180 espetones de hierro fijados en un mismo
disco de plomo en el área del altar arcaico del Heraion de Argos. El disco de plomo debía
estar fijado en una base de piedra y los espetones se exhibirían en posición vertical. La
interpretación del hallazgo es dudosa, ya que aunque podría corresponder a la ofrenda de
Fidón lo cierto es que la ofrenda de espetones es práctica habitual en los santuarios.

El examen de las monedas antiguas permite asociar a Egina monedas arcaicas con cuadrado
incuso con la imagen de una tortuga de mar en el anverso, el tipo de Egina. El depósito más
antiguo en el que aparecen ejemplares de este tipo es el de la apadana de Persépolis, que
debe datarse en los últimos años del siglo VI a.C. Las fechas atribuidas a estas primeras
acuñaciones eginéticas oscilan entre la datación alta (580-570 a.C.), sugerida por Colin M.
Kraay, y la datación baja (525-500 a.C.) de Kroll, Waggoner y Nicolet-Pierre.

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A mediados del siglo V a.C. la tortuga marina es sustituida por la tortuga terrestre. En el siglo
siguiente aparecerá por primera vez una leyenda en las acuñaciones de Egina (Ai/Aig[---]). El
cuadrado incuso del reverso se mantendrá durante todo el periodo de acuñación eginética.

1.2. Atenas.

Las fuentes antiguas atribuyen a Solón (594/593 a.C.) una reforma de pesos y medidas que
también habría afectado a la moneda. Sin embargo, aunque la reforma de medidas de Solón
parece indiscutible, la existencia de auténtica moneda ateniense en una fecha tan temprana no
parece probable.

Las primeras series monetales atenienses son las conocidas como Wappenmünzen (“monedas
heráldicas”). El primer grupo de estas series está compuesto por didracmas de plata (8,72 gr)
con fracciones de hasta 1/4 de óbolo. En el reverso aparece el cuadrado incuso mientras que
los anversos tienen una serie de signos que fueron inicialmente considerados como tipos
parlantes de grandes familias aristocráticas atenienses (de ahí el nombre de “moneda
heráldica”): un ánfora, una rueda, un trisquele, un caballo, un prótomo de toro, una lechuza,
un astrágalo, un escarabajo o la Gorgona. La atribución de este grupo de monedas a Atenas se
basa en el hallazgo de dos tesorillos hallados en la ciudad. La última de las series de este
grupo de monedas está compuesta por tetradracmas con la Gorgona en el anverso pero con un
reverso en el que el cuadrado incuso se dota ya de un tipo en su interior: la cabeza de un toro
o de una pantera. Son piezas que anuncian ya las del segundo grupo, al cual se asemejan por
la técnica de los cuños y por el estilo. En el segundo grupo aparece ya el tipo que será
canónico de Atenas a los largo de los tres siglos siguientes: la cabeza de Atenea en el anverso
y la lechuza en cuadrado incuso en el reverso. En este grupo aparecen ya las piezas con la
leyenda Athe(naion) (de los atenienses). Este grupo de monedas no aparece en ningún
depósito anterior al 500 a.C., por lo que suele fecharse su origen entre el año 525 y el 520
a.C., situando las Wappenmünzen en torno al 550-525 a.C. El análisis de las monedas ha
permitido determinar que la plata de las monedas de la lechuza es diferente del de las
Wappenmünzen y procede de las minas del Laurion. Tras la victoria ateniense sobre los
persas la cabeza de Atenea del anverso se ve adornada con una corona de hojas de olivo. En
torno al 460 a.C. se acuña una emisión de tetradracmas con la lechuza del reverso con las alas
desplegadas. Probablemente las acuñaciones atenienses se interrumpen tras la Guerra del
Peloponeso, para ser reanudadas tras la victoria de Cnido (394 a.C.).

1.3. Corinto.

Corinto es otra ciudad de gran importancia comercial en época arcaica que creará un sistema
de moneda propio y exclusivo basado en una estátera de plata de 8,70 gr, semejante a la
didracma del sistema eubóico, pero que subdividirá en tres unidades en vez de en dos,
creando dracmas de 2,90 gr. Corinto, al igual que muchas otras ciudades griegas, se mostrará
tremendamente conservador en los tipos, optando por un anverso con la imagen de Pegaso, el
caballo alado que nace de la sangre de la Gorgona y que es utilizado como cabalgadura por el
héroe corintio Bellerofonte para acabar con la Quimera. Se trata por tanto de un tipo local que
identifica la ciudad. Otro signo distintivo de la acuñación corintia es la aparición en el campo
del anverso de la letra koppa (Q), inicial de la ciudad en forma arcaica en lugar de la clásica
kappa (K).

Las series más antiguas de Corinto llevan en el reverso el cuadrado incuso, pronto sustituido
por una esvástica. En el segundo grupo aparece en el reverso la cabeza de Atenea. Las series
más antiguas suelen fecharse en los mediados del siglo VI a.C.

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1.4. La moneda incusa.

En el sur de Italia las acuñaciones comienzan en el tercer cuarto del siglo VI, con las
monedas -denominadas “incusas”- de las ciudades de la costa sur, en las que el tipo del
reverso es igual al del anverso pero en negativo. Las ciudades tienen patrones monetarios
distintos. Las estáteras de Sibaris, Crotona, Caulonia y Tarento utilizan el patrón corintio de
estáteras de 7,80-8 gr subdivididas en dramas de 2,6-2,75 gr. Las estáteras de Poseidonia y
Velia utilizan el sistema denominado focense: pesan 7,5 gr y se subdividen en dos dracmas.
Regio y Zancle recurren al sistema calcidio de estáteras de 5,6-5,8 gr.

La fecha de las primeras acuñaciones no puede ser posterior al año 510 a.C., ya que esa es la
fecha en que Sybaris fue destruida por su rival Crotona. El tipo de las estáteras de Sibaris,
que se repite en otras piezas de peso inferior, es el toro, acompañado en el anverso por el
nombre abreviado de la ciudad. En Metaponto el tipo emblemático es la espiga de cebada. En
Crotona el tipo elegido es el trípode, vinculado al santuario oracular más importante de
Occidente. Caulonia acuña monedas con un personaje masculino desnudo (¿Apolo?) que
lleva en la mano un daemon y que aparece con un ciervo a sus pies. En Poseidonia las
monedas reproducen el tipo del dios protector de la ciudad y que le da nombre: Poseidón. En
Tarento el tipo característico es un joven cabalgando un delfín. El personaje es identificable
con Taras, hijo de Poseidón y dios de la ciudad.

2. Roma.

El sistema monetario romano parte de una libra en bronce cuyo valor se ha estimado en torno
a 324 gr. La libra se subdivide en 12 onzas (de 27 gr cada una) y cada onza se divide a su vez
en 24 parte de 1,125 gr cada una llamadas escrúpulos. La libra se denomina también pondus
(peso) y este término se usará también para referirse a la unidad monetal, el as. El origen del
término as no es claro, aunque Varrón (De lingua latina, V, 36) lo hace derivar de aes
(bronce), lo que en general es considerado como una etimología erudita por los
investigadores y sin ninguna base real. El resto de las ciudades itálicas utilizaban también la
libra como unidad de medida para el bronce, sin embargo sus pesos son variables en cada
caso.

2.1. Protohistoria de la moneda.

La revolución monetaria que se produce en las ciudades griegas entre los siglos VI y V a.C.
no afecta a la ciudad de Roma, que no produce moneda en esas fechas ni parece aceptar en
circulación moneda extranjera. Durante un largo periodo que va más allá de esa fecha Roma
utiliza como medio de pago para las transacciones el ganado y el bronce al peso. La palabra
pecunia (riqueza) y peculium (patrimonio) se hacen derivar de la palabra pecus, que en latín
significa ganado (Varrón, De lingua latina, V, 17 y 19; Plinio, N.H., XXXIII, 43), aunque
parece más probable que todas estas palabras tengan un origen común y deriven de la raíz
indoeuropea *peku-, que significa riqueza mueble personal.

El uso del bronce como medio de pago está atestiguado por ejemplo por Livio (II, 52, 2)
quien relata cómo se impuso una multa de 2.000 ases al cónsul T. Menenio en el año 476 a.C.
por la derrota sufrida ante los etruscos de Veyes. La Ley de las XII Tablas (del año 451/450
a.C.) consigna pagos de multas en metal.

Plinio el Viejo (N.H., XXXIII, 43) informa de que el rey Servio Tulio fue el primero en poner
una marca sobre el bronce, aclarando que antes de él los pagos se realizaban con metal en
bruto al peso (aes rude). Si bien la afirmación de que ya con Servio Tulio se funden lingotes

31
de bronce marcados que se usan como moneda es rechazada en general por los especialistas,
sí que se acepta en cambio que el metal al peso (aes rude) funcionara como moneda en los
momentos más antiguos de la historia de Roma, algo que es concordante con las fuentes
escritas y con la documentación arqueológica: En las tumbas villanovianas (siglos VII-VI
a.C) y en algunas necrópolis etruscas como Marzabotto, Spina, Bolonia (siglos VI-IV a.C.)
aparecen ofrendas de bronce en bruto, lo que lleva a interpretarlos como una forma de
moneda.

En un determinado momento aparece en el registro arqueológico el aes signatum. Se trata de


lingotes de bronce fundidos que se adornaban usualmente con una representación modelada
únicamente sobre un lado. Los más antiguos ejemplares son unos lingotes con un tipo que se
han denominado “rama seca” a falta de otro nombre mejor. Lo más probable es que el motivo
representado no tenga nada que ver con una estilización vegetal sino que sea el resultado del
proceso técnico de fusión que debía reservar unos canales de salida al gas en el momento de
verter el cobre líquido en el molde. Son piezas de forma rectangular pero de peso irregular y
su lugar de aparición preferente es en la zona de la Etruria padana y, en menor medida, en la
Toscana, Lacio y Véneto, aunque algunos ejemplares alcanzan la Italia meridional. Los
lingotes de “rama seca” no son realmente en bronce, sino que se trata de piezas de cobre con
un altísimo contenido en hierro (entre el 5 y el 40 %). Los criterios para datar estas piezas se
basan en los hallazgos producidos en dos yacimientos. El primero de ellos se produjo en los
años sesenta del siglo pasado en el santuario de Deméter Thesmoforos en Bitalemi, un
suburbio de Gela, donde apareció un depósito votivo que incluía uno estos lingotes junto a
piezas de aes rude, bajo un grupo de edificios sagrados de la segunda mitad del siglo VI o del
siglo V a.C. El segundo se ha producido en fechas más recientes en la plaza del Duomo, en
Pisa, donde se ha recuperado un lingote de “rama seca” en un contexto que incluye material
cerámico del tercer cuarto del siglo V a.C. En un estudio reciente, del 2002, Pellegrini y
Macellari han planteado que la datación de los lingotes de “rama seca” no puede ser anterior
a la primera mitad del siglo V a.C.

2.2. Los orígenes.

La amonedación romana más antigua está compuesta por tres fases, con importantes
dificultades de datación precisa. El primer grupo lo forma lo que se ha dado en llamar
“moneda romano campana” debido a que aunque es emitida por la autoridad romana sus tipos
y pesos se ajustan a monedas de monedas de la zona de Campania. La primera pieza acuñada
es una didracma de plata de 7,3 gr con la cabeza de Marte en el anverso y un prótomo de
caballo en el reverso acompañado de la leyenda Romano(rum). El peso, los tipos (que
recuerdan los de piezas de Metaponto y sículo-púnicas) y la dispersión de hallazgos hacen
pensar en una moneda acuñada por Roma para pagos en el mercado exterior. Esta acuñación
se fecha en torno al año 300 a.C. y se discute el lugar, ya que aunque las piezas se deben a la
iniciativa de Roma, se considera que podrían haberse acuñado en alguna localidad de sur,
preferentemente Nápoles, según las hipótesis de los especialistas. Esto se basa en el hecho de
que en un momento no muy posterior se hayan acuñado piezas de bronce con la leyenda
romaion, en griego, y con tipos de la ciudad de Nápoles: cabeza de Apolo en el anverso y
toro con cabeza humana en el reverso. Este fenómeno numismático tiene un respaldo además
en los acontecimientos históricos, ya que Nápoles firma una alianza con Roma en el año 326
a.C.

Solo en fechas posteriores, en el momento de la guerra con Pirro (280-275 a.C.) las
acuñaciones de Roma alcanzaron una cierta regularidad y volumen con acuñaciones de
didracmas con los tipos Apolo / Caballo al galope-Romano (275-270 a.C.) y Hércules/Loba
con gemelos-Romano (269-266 a.C.), la ceca es incierta, aunque podrían haberse acuñado en

32
la misma Roma.

Por las mismas fechas aproximadamente, sin que pueda precisarse más, se produce el paso
del aes rude, o metal al peso, al aes graue. La serie del aes graue es toda de moneda fundida
y conlleva subdivisores:

As (c. 324 gr.) Cabeza brifonte (Jano joven o los Dioscuros), I (= 1 as) / cabeza
de Mercurio, I.
Semis (6 unciae) Cabeza de Marte joven, S(emis) / cabeza de Venus, S(emis).
Triens (4 unciae) Rayo, cuatro glóbulos / delfín, cuatro glóbulos.
Quadrans (3 unciae) Dos granos de cebada, tres glóbulos / mano abierta, tres glóbulos.
Sextans (2 unciae) Concha, dos glóbulos / caduceo, 2 glóbulos.
Uncia Taba, un glóbulo / un glóbulo.

Se trata de un sistema monetario en toda regla, pese a que las piezas mayores son de un peso
nada manejable y a que no lleva leyenda. Sin embargo existen tipos y marcas de valor en un
sistema coherente. La serie más antigua debe fundirse en torno al 280-276 a.C. y lleva en el
anverso la cabeza brifonte (Jano joven o los Dioscuros) y en el reverso la cabeza de
Mercurio. Series sucesivas tendrán la cabeza de Apolo en el anverso y en el reverso o la
asociación Cabeza bifronte/Apolo.

Se considera contemporáneo de estas monedas el conjunto de lingotes de bronce de unas


cinco libras de peso que se han denominado aes signatum, de los cuales se conocen varios
tipos. De todos ellos solo uno lleva la leyenda Romanon, asociada al tipo de Pegaso. En el
otro lado aparece un águila con el rayo.

A la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.) se asocia una serie de didracmas de peso 6,6 gr
con la cabeza de Roma en el anverso y la Victoria que cuelga una corona en una rama de
palmera en el reverso, con leyenda Romano. En el aes graue se produce una reducción de
peso, fijado ahora en un estándar de 10 onzas (270 gr). En los años sucesivos las didracmas
mantendrán tipos parecidos a las series anteriores (Marte o Apolo / prótomo equino o caballo
encabritado) pero con leyenda Roma. La última serie romano-campana será aquella conocida
como quadrigati, por la cuadriga con Victoria del reverso. En el anverso se diseña la cabeza
bifronte, habitualmente asociada a Jano y recientemente interpretada como los Dioscuros.
Esta serie suele fecharse entre el 225 y el 214 a.C. Paralelamente se acuña por primera vez el
oro, con estáteras de 6,75 gr. y divisores de la mitad de peso. En los anversos aparece el
mismo tipo que en los quadrigati contemporáneos, pero en el reverso figura la escena de un
juramento militar. El aes graue sufre un nuevo cambio, fijando en el anverso la cabeza
bifronte y en el reverso la proa de una nave que parece remitir a la victoria sobre Cartago.
Durante el periodo que va de la Primera Guerra Púnica al inicio de la Segunda (218/217 a.C.)
el aes sufre reducciones de peso hasta alcanzar un patrón de media libra (162 gr).

2.3. De la introducción del denario al fin de la República.

Toda la interpretación del origen del denario está condicionada por el relato de Plinio en su
libro XXXIII de su Naturalis historia. En su complicado y elaborado resumen de las primeras
emisiones romanas Plinio establece lo siguiente: en primer lugar, el pueblo romano no emite
plata antes de la victoria sobre Pirro (275 a.C.); en segundo lugar, la unidad monetaria en uso
en este momento es un as de bronce de una libra de peso; tercero, el primer bronce era el aes
rude o el lingote estampillado; cuarto, la acuñación de plata fue hecha por primera vez en el
año 269 a.C.; y quinto (de forma implícita), esta plata consistía en denarios que valían diez
ases de bronce de una libra.

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En la interpretación tradicional de este texto solía considerarse que Plinio no contempla las
acuñaciones romano-campanas, claramente existentes antes de la guerra con Pirro, sino que
Plinio cuando dice que la primera acuñación romana se produce en el 269 a.C. se está
refiriendo a la primera acuñación en plata auténticamente romana, es decir, al denario. Sin
embargo, como hemos visto, los didracmas son previos al 269 a.C. pero continúan
acuñándose después de esta fecha, lo que crea un problema acerca de la fiabilidad del texto
pliniano.

El denario introduce un nuevo sistema, rompiendo con el patrón de peso de la dracma,


adoptando el peso de cuatro escrúpulos (4,5 gr). El denario lleva una marca X que indica su
valor en ases, lo que lo incluye claramente en el sistema monetario romano basado en el aes.
El oro también entra en el sistema y es una acuñación que siempre se asocia a la Segunda
Guerra Púnica. Por otro lado también Festo (De verborum significatu) asocia la aparición del
as de patrón sextantal (54 gr) a la Segunda Guerra Púnica, que es el momento que parece
adecuado para la creación de todo el sistema de equivalencias:

Aureo (Au) 3,35 gr valor: ↓X (60) Marte / Águila con el rayo


“ - valor: XXXX (40) “ /“
“ - valor: XX (20) “ /“
Denario (arg) 4,5 gr valor: X (10) Roma /Dioscuros a caballo
Quinario (arg) - valor: V (5) “ /“
Sestercio (arg) - valor: IIS (2,5) “ /“
Victoriato (arg) - - Júpiter / Victoria coronando
un trofeo
As (ae) 54 gr. valor: I Cabeza brifonte/ Proa de
barco.
Semis (ae) 27 gr valor: S (1/2)
Triens (ae) 18 gr valor: ● ● ● ● (1/3)
Quadrans (ae) 13,5 gr valor: ● ● ● (1/4)
Sextans (ae) 9 gr valor: ● ● (1/6)
Uncia (ae) 4,5 gr valor: ● (1/12)
Semuncia (ae) 2,25 gr valor: (1/24)

Los problemas que crea en el registro numismático la fecha del 269 a.C. han llevado a refutar
el texto de Plinio y fechar la aparición del denario (y su sistema) en el ámbito de la Segunda
Guerra Púnica (218-202 a.C.). En esta datación es determinante el examen de los tesoros y
depósitos. La prueba cronológica más importante la proporciona el hallazgo de Morgantina.
En esta ciudad siciliana un incendio del año 211 a.C. destruye un templo. En esta destrucción
los escombros caen sobre un depósito contenido en una vasija en la que aparecen cuatro
victoriatos pero también un denario de los de tipo más antiguo así como tres quinarios y un
sestercio correspondientes a este mismo sistema. Todo ello permite suponer que los denarios
y sus fracciones, así como los victoriatos, aparecerían poco antes del 211 a.C. Las teorías que
lo sitúan en el 269 a.C. o las que lo llevan al 187 a.C. o incluso al 169 a.C. deben ser
definitivamente descartadas, aunque en algunas tradiciones historiográficas, por ejemplo en la
italiana, son bastantes los estudiosos que todavía conceden valor a la información de Plinio y
fechan la aparición del sistema del denario en el 269 a.C.

2.4. El Imperio.

Augusto crea un sistema trimetálico basado en el oro, la plata y las aleaciones de cobre que
permanecerá como estable durante tres siglos. En el 24 a.C. Augusto vuelve a Roma y decide
reabrir el taller monetario de Roma, destinado especialmente a crear una acuñación de ases de

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carácter oficial y ámbito estatal, ya que estos no se acuñaban oficialmente desde Sila. Es el
momento en que introduce una reforma en el AE que está destinada a pervivir un largo
tiempo. Fueron proyectadas cuatro denominaciones. En latón sestercios (c. 25 gr. = 4 ases) y
dupondios (c. 12,5 gr. = 2 ases); en cobre los ases (c. 11 gr.) y los quadrans (c. 3 gr.). Con
este sistema comienza a trabajar el taller de Roma en el 23 a.C. bajo la vigilancia de los
tresviri a.a.a.f.f. El oro deviene un elemento fijo del sistema monetal con un peso de 1/40 de
libra (8,17 gr) -Barello discrepa en esto de otros autores que hablan de áureos de 7,70-7,85 gr.
1/42 de la libra-, equivalente a 25 denarios de plata (de 1/84 de libra, 3,75-3,80 gr). Cada
denario equivale a 16 ases.

El sistema creado por Augusto permanece casi sin cambios durante los siglos I y II. Bajo el
principado de Nerón el áureo y el denario sufren una reducción de peso, pasando a 7,3 y 3,5-
3,2 gr respectivamente. La proporción de plata del denario también desciende del 98 % al
93,5 %. El número de sestercios en circulación aumenta. En época de los Severos el denario,
que ha ido perdiendo peso y porcentaje de plata progresivamente, pesa solo 3,1 gr y tiene solo
un 50 % de plata. En el año 215 Caracalla realiza una reforma monetaria en la que introduce
una nueva denominación, el antoniniano (derivado de Antoninus, el nombre del emperador).
Esta moneda pesa en torno a 5 gr, tiene un porcentaje de plata del 50 % y debía equivaler a
dos denarios. La reforma de Caracalla, destinada a crear una moneda de prestigio, no está
destinada a pervivir, dados los problemas políticos y económicos que vive en Imperio durante
el siglo III. Bajo el reinado de Decio (249-251) el antoniniano se había reducido a un peso de
3 gr y a una liga de plata de solo 20 %. En estas fechas dejan de acuñarse denarios y los
denarios circulantes de mejor peso y liga son retenidos por los usuarios cumpliendo la ley de
Gresham (la moneda mala expulsa a la buena). En época de Galieno (252-268) se acuñaron
los últimos sestercios, de solo18 gr y a finales de su reinado la única moneda existente en
circulación es el antoniniano que pesa c. 3 gr pero que ya prácticamente no contiene plata. Es
la moneda para los pequeños intercambios, mientras que para los grandes pagos subsiste el
áureo, el cual también ha ido perdiendo peso. En época de Valeriano (253-260) pesa solo
3,12 gr.

La crisis del siglo III tiene otro efecto: la multiplicación de cecas periféricas para pagar a los
ejércitos de las fronteras. En ese momento empiezan a funcionar las cecas de Antioquía,
Viminacium, Colonia, Milán, Siscia, Cízico, Ticinum, Lyon, Sérdica y Trípoli.

Aureliano intenta nuevamente restablecer un sistema monetario estable con base en los tres
metales. El áureo se establece en el 1/50 de la libra, el antoniniano se fija en 4 gr y con un 4-5
% de plata. Acuña además un divisor de c. 2 gr con porcentaje de 2,75 de plata y tres
denominaciones de bronce de 8, 12 y 18 gr).

En el 294 Diocleciano acomete una nueva reforma monetaria con el objetivo de estabilizar la
moneda. El áureo se fija al 1/64 de la libra (5,4 gr) y se crea una nueva moneda de plata que
sustituye definitivamente al antoniniano, el argenteus, con una proporción de plata óptima
(95 %) y un peso de 3,375 gr (1/96 de la libra). Crea una nueva moneda (llamada
convencionalmente follis por los historiadores) con un peso de c. 10 gr y una proporción de
plata de 3-4 %) y dos fracciones de cobre de 2,95 y 1,475 gr. Constantino (310-324) ya altera
el sistema de Diocleciano al rebajar el peso y el módulo del oro, sustituyendo el áureo por el
solidus /4,5 gr, 1/72 de la libra). En cuanto al bronce y la moneda con liga de plata, el
sistema también se degradará a lo largo del siglo IV hasta el punto que los investigadores han
optado por crear una clasificación para la moneda de cobre del siglo IV atendiendo solo a
criterios de módulo y peso (AE1, AE2, AE3 y AE4).

3. El fin del mundo antiguo.

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Tras la deposición de Rómulo Augusto (476 d.C.) no se producen cambios monetales
significativos. Las cecas de Rávena, Milán y Roma continúan acuñando moneda con el
nombre del emperador de Oriente, Zenón y de Julio Nepote, considerado el último emperador
de Occidente en ejercicio. A partir del 493 la creación del reino ostrogodo pone fin a la
autoridad bizantina y a las acuñaciones romanas. En Oriente se produce una continuidad entre
moneda romana y moneda bizantina, situándose la cesura normalmente en el reinado de
Anastasio (491-518), en el cual la plata es descartada o marginada en el sistema trimetálico
que ha sido el habitual durante todo el Imperio.

La moneda romana continuará apareciendo en los contextos arqueológicos durante largos


años, hasta incluso el siglo VIII lo que hace pensar que quizá permaneciera en uso para los
pequeños cambios, aunque suele considerarse una circulación residual y compatible con otros
sistemas de intercambio.

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