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COMPENDIO DE

PSICOLOGIA FREUDIANA

EDITORIAL PAIDÓS
BUENOS AIRES
Título del original inglés
A P r im e r o f F r e u d ia n P sy c h o l o g y

Publicado por
THE W ORLD P U B L IS H IN G COMPANY
Cleveland y New York

Traducción castellana de
M a r t a M ercader

IMPRESO EN LA ARGENTINA
(PRINTED IN ARGENTINA)

Queda hecho el depósito que previene Ja Ley N 9 11.723

8^ edición, 1978

©
Copyright de todas ías ediciones en castellano
by ED ITO R IA L PAIDOS

Delensa 59^, piso Buenos Aires


INDICE

Prólogo .......................*........................................... ...................... 9

Capítulo I — Sigmund Freud (1856-1939) ....................... 13


I. La herencia científica de Freud .................................... 13
II. Creación de la psicología dinámica ......................... 16
III. ¿Qué fue Freud? ............................................................. 20

Capítulo II — La O rganización de la P ersonalidad 25


I . E1 ello .....................................................................25
II. El yo ............................................................................... 31
III. El superyó ........................................................................... 35

Capítulo III — La D inámica de la P er so n a l id a d ------- 41


I. Energía psíquica ........................................................... . .
II.. Instinto ................................................................................... 42
III. Distribución de la energía psíquica ............................ 44
IV. Catexias y contracatexias ................................................ 56
V. Conciencia e inconsciente ................................................ 61
VI. Los instintos ...................................................................... 65
VIÍ. Angustia ................................................................................ 69
VIII. Resumen ................................................................................ 79

Capítulo IV — El D esarrollo de la Personalidad . 81


I. Identificación ....................................................................... 83
II. Desplazamiento y sublimación ..................................... 88
III. Mecanismos de defensa deí yo . . i .............................. .. 95
IV. Transformaciones de los in stin to s............................. .... 110
V. El desarrollo del instinto sexual ......... ........................ 116 .
VI. Resumen ................................................................................ 128

C a p ít u l o V — L a P e r s o n a l id a d E s t a b il iz a d a ................. 130
Este libro está dedicado a mis discípu­
los, que me ayudaron a escribirlo, y
a la memoria de Sigmiind Freud que
proporcionó las ideas.
PRÓLOGO

L a s razones que me impulsaron a escribir este compen­


dio fueron presentar de manera tan clara, breve j siste­
mática como fuera posible las teorías psicológicas formu­
ladas por Sigmund Freud.
Varios escritores han resumido las contribuciones freu-
dianas en el campo de la psicología anormal, de la
piscopatología» de la psicoterapia y de la psiquiatría, pero
no se ha presentado en forma sistemática y comprensiva
ía obra de Freud como teórico de la psicología general.
Opino, al igual que un número cada vez mayor de
colegas psicólogos, que el papel principal de Freud en la
historia intelectual y científica es el de teórico de la-psi-
cología. Freud consideraba el psicoanálisis sobre todo
como un sistema de psicología y no meramente como una
rama de la psicología anormal o de la psiquiatría. Quería
que se le recordara e identificara ante todo como psi­
cólogo.
Mi finalidad, pues, al resumir la psicología de Sigmund
Freud, es rescatarlo del reino de las perturbaciones menta­
les y colocarlo en su lugar legítimo dentro del dominio
de la psicología normal. Al enunciar mi propósito de esta
manera, no pretendo menospreciar las considerables con­
tribuciones de Freud a la psiquiatría, las cuales, por sí
solas, le asegurarían un lugar en la historia. Sin embargo,
creo que si se deja a Freud en manos exclusivas de
una rama de la medicina, no sólo serán relegadas sus
teorías fundamentales a una posición subordinada, sino
que también la psicología saldrá perdiendo al pasar por
alto a una de sus más grandes mentalidades creadoras.
Este manual es puramente expositivo. N o he tratado de
valorar o criticar las teorías de Freud o examinarlas
comparándolas con otras teorías, porque creo que se debe
comprender cabalmente algo para que la crítica tenga
algún valor. Es fácil sentirse desalentado ante la abun­
dancia de críticas basadas en comprensiones incompletas.
Parece que Freud ha sufrido más, en este aspecto, que
cualquier otro pensador de nuestra época. Se han ter­
giversado y deformado tanto sus teorías que al lector
desprevenido le resulta casi imposible separar los hechos
de las falsificaciones.
Exponer la psicología de Freud no es fácil. Sus ideas
están esparcidas a través de toda su obra, escrita desde
comienzos de 1890 hasta los últimos años de la década
del 30, y hay que leer todo lo que escribió para asegu­
rarse de que no se omite ningún punto esencial. Además
tuve que abocarme a la tarea de decidir respecto a las
opiniones definitivas de Freud sobre varios puntos teóri­
cos, ya que no creo que este libro deba ser una narración
histórica de las ideas freudianas. Freud revisaba, modifi­
caba y expandía continuamente sus teorías. Deseché mu­
chas de sus opiniones de los primeros años y expuse en
ottas palabras muchas otras. Al tomar estas decisiones tra­
té de utilizar todos los testimonios disponibles y mi propio
juicio. Sin duda alguna, debe haber errores de apreciación.
Es posible que haya ‘'leído” en Freud lo que yo quería
encontrar en él, pero he tratado de evitar tal error al
recordar constantemente la posibilidad de incurrir en él.
Cuando creí que podía estar interpretando en Freud
algo que él no había dicho, volví a releer sus escritos
para confirmar el punto de vista. Espero que el resultado
sea objetivo.
Al escribir este libro utilicé sólo las fuentes originales,
es decir, las obras publicadas por Freud. Creí que mejor
sería atenerme a lo que el mismo Freud había dicho en
vez de depender de fuentes secundarias. Cualquier lector
puede ir a las fuentes, recurriendo a la bibliografía que
figura al final de cada capítulo, y también leyendo las
obras completas de Freud.
Este libro ha sido escrito tanto para el lector corriente
como para los estudiantes de psicología. Las meditadas
y prácticas sugerencias de mis alumnos, que leyeron el
libro en su manuscrito original, me han sido muy útiles.
Me ayudaron a expresarme de manera más comprensible
para el lector general cuyo conocimiento psicológico
puede ser limitado. He tratado de expresar mi aprecio
dedicándoles este libro a esos estudiantes.

Ca l v in S. H all

Departamento de Psicología.
Western Reserve University.
C a p ít u l o I

SIG M U N D FREUD (1856-1939)

I. LA HERENCIA CIENTIFICA DE FREUD

Aunque Sigmund Freud nadó en Freiberg, Moravia, y


murió en Londres, pertenece a Viena, en donde vivió casi
ochenta años. Si los nazis no hubieran ocupado Austria
en 1937, obligándole a buscar refugio en Inglaterra, toda
su vida, excepto los tres primeros años, habría transcu’
rrido en la capital austríaca.
La larga vida de Freud, de 1856 a 19-39, abarca uno de
los períodos más fecundos de la historia de la ciencia.
El mismo año en que su familia llevaba al niñito de tres
años a Viena se publicó el Origen de las especies de
Darwin, libro que estaba destinado a revolucionar ia
concepción del hombre sobre el hombre. Antes de Dar-
win el hombre se aparaba a sí mismo del resto del reino
animal por poseer un alma. La doctrina evolucionista con­
virtió al hombre en parte de la naturaleza, en un animal
más entre los animales. La aceptación de esa opinión ra­
dical significó que podía enfocarse el estudio del hombre
según planteos naturalistas. El hombre se convirtió en
objeto de estudio científico,- no diferente, salvo por su
complejidad, de las demás formas de vida.
Al año siguiente de la publicación del Origen de las
especies, cuando Freud contaba cuatro años de edad, Gus-
tav Fechner fundó la ciencia de la psicología. Este gran
hombre de ciencia.y filósofo alemán del siglo xix demos-
14 C A LV IN S. H A L L

tró en 1860 que la mente podía estudiarse científicamente


y medirse cuantitativamente. A partir de' entonces la psi­
cología ocupó su lugar entre las ciencias naturales.
Esos dos hombres, Darwin y Fechner, ejercieron una
tremenda influencia en el desarrollo intelectual de Freud,
lo mismo que en el de muchos otros jóvenes de esa
época. El interés por las ciencias biológicas y la psicología
floreció durante la segunda mitad del siglo xix. Louis
Pasteur y Robert Koch, en virtud de su obra fundamental
sobre la teoría microbiana de las enfermedades, estable­
cieron la ciencia de la bacteriología; y Gregor Mendel,
con sus investigaciones en los cultivos de guisantes, fundó
la moderna genética. Las ciencias de la vida irrumpían
con violencia creadora.
Los nuevos descubrimientos de la física influyeron tam­
bién profundamente en Freud. A mediados de siglo el
gran físico alemán Hermann von Helmholtz formuló el
principio de la conservación de la energía. Ese principio
afirmaba que, al igual que la masa, también la energía
es cantidad, y que puede trasformarse pero no ser des­
truida. Cuando-la energía desaparece de una parte de un
sistema tiene que aparecer en otra parte del mismo. Por
ejemplo, cuando un objeto se enfría otro objeto adyacente
se calienta.
El estudio de los cambios de energía en un sistema
físico llevaron de un trascendental descubrimiento a otro
en el campo de la dinámica. Los cincuenta anos trascurri­
dos entre la afirmación de Helmhoitz sobre la conserva­
ción de la energía y la teoría de la relatividad de Albert
Einstein fueron la época de la energía. La termodinámica,
el campo electromagnético, la radiactividad, el electrón,
la teoría de los cuantos, son algunos de los resultados
de ese vital medio siglo. Hombres como James Maxwell,
Heinrich Hertz, Max Piando Sir Joseph Thomson. Marie
y Pierre Curie, James Joule, Lord Kelvin, Josiah Gibbs,
Rudolph Clausius, Dmitri Mendeleyeev —para nombrar
sólo a unos pocos de los titanes de la física moderna—
estaban literalmente cambiando el mundo con sus descu­
brimientos de los secretos de la energía. La mayoría de las
invenciones que ahorran trabajo y hacen nuestras vidas
mucho más fáciles hoy, surgieron del gran cuerno de abun­
dancia de la física decimonónica. Todavía estamos cose­
chando los beneficios de esa edad de oro, como lo
atestiguara la nueva era atómica.
Pero la edad de la energía y de la dinámica hizo algo
más que proporcionar al hombre artefactos eléctricos, tele­
visión, automóviles, aeroplanos y bombas atómicas y de
hidrógeno; también le suministró una nueva concepción
del hombre. Darwin concibió al hombre como animal,
Fechner demostró que la mente humana no escapaba a la
ciencia sino que podía ser llevada al laboratorio para que
se la midiera con precisión. La nueva física, empero,
posibilitó una visión aíin más radical del. hombre: pudo
concebirse que el hombre es un sistema de energía y que
obedece a las mismas leyes físicas que regulan la burbuja
de jabón y el movimiento de los planetas.
Como joven hombre de ciencia dedicado a la investi­
gación biológica durante el ultimo cuarto del siglo xix,
Freud no pudo menos que sentir la influencia de las nue­
vas corrientes. La energía y la dinámica introducíanse en
todo laboratorio y penetraban en la mente de los cien­
tíficos. Freud tuvo la buena suerte, como estudiante de
medicina, de ser alumno de Ernst Brücke, a la sazón D i­
rector del Laboratorio de Fisiología de la Universidad de
Viena y uno de los más grandes fisiólogos del siglo. Su
libro Lecciones de fisiología, publicado en 1874-, un año
después de que Freud ingresara a la escuela de medicina,
exponía la radical opinión de que el organismo vivo es
un sistema dinámico a l 1que se aplican las leyes de la
química y la física. Freud admiraba mucho a Brücke y
pronto aceptó ía doctrina de esa nueva fisiología dinámica.
Gracias a su genio singular, Freud habría de descubrir,
/

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veinte años después, que podía aplicarse la ley de la


dinámica tanto a la personalidad dei hombre como a su
aspecto corporal, Una vez hecho ese descubrimiento, Freud
procedió a crear la psicología dinámica, que estudia las
transformaciones e intercambios de energía dentro de la .
personalidad. Esta fue no sólo la gran hazaña de Freud,
sino también una de las más importantes de la ciencia
moderna.
Por cierto, trátase del acontecimiento fundamental de la
historia de la psicología.

II. CREACIÓN DE LA PSICOLOGIA DINAM ICA

Aunque Freud estudió medicina y recibió su diploma


de la Universidad de Viena en 1881? nunca tuvo la in­
tención de trabajar como médico. Quería ser un hombre-
de ciencia.
En pos de esa meta, ingresó a la Facultad de Medicina
de la Universidad de Viena en 1873, a los diecisiete años
de edad, y emprendió su primer trabajo de investigación
original en 1876. En esa investigación inicial trató de
encontrar los recónditos testículos de la anguila, y logró
hacerlo. Durante los quince años siguientes dedicóse a
investigar el sistema nervioso, aunque no de manera ex­
clusiva, porque la remuneración económica de la inves­
tigación científica no era suficiente para mantener a una
esposa, seis hijos y varios parientes. Además, el antisemi­
tismo que prevalecía en Viena durante ese período impidió
que Freud recibiera ascensos universitarios. En consecuen­
cia, muy en contra de sus deseos y siguiendo el consejo
de Brücke, se vio obligado a practicar la medicina. A
pesar de ello, encontró tiempo para la investigación neu-
rológica, y luego de pocos años había ya adquirido ex­
celente reputación coíW joven y prometedor hombre de
ciencia.
En cierta manera, fue una suerte que Freud se viera
obligado a trabajar como médico, Si sólo hubiera sido un
investigador de la medicina, tal vez nunca habría creado
■una psicología dinámica. El contacto con los pacientes le
sirvió de estímulo para pensar en términos psicológicos.
Cuando Freud comenzó a practicar medicina fue natu­
ral, en vista de sus conocimientos científicos, que se espe­
cializara en el tratamiento de las perturbaciones nerviosas,
rama de lá medicina que se encontraba en un estado muy
atrasado. N o se podía hacer gran cosa por las personas
que sufrían aberraciones mentales. Jean Charcot, en Fran­
cia, solía alcanzar algunos éxitos mediante la hipnosis,
particularmente en el tratamiento de la histeria, Freud
pasó un año en París (1885-1886) aprendiendo el méto­
do de Charcot Sin embargo, no quedó satisfecho con la
hipnosis, porque pensó que sus efectos eran sólo tempora­
rios y no llegaban al fondo del problema. De otro médi­
co vienes, Joseph Breuer, aprendió los beneficios que se
podían derivar de la forma de terapia catártica o de
"■quitarse de encima los problemas relatándolos” . El pa­
ciente hablaba mientras el médico escuchaba.
Aunque más tarde Freud desarrollaría nuevas y mejora­
das técnicas terapéuticas, el método de "relatar” o de libre
asociación le proporcionó un gran conocimiento de las
causas subyacentes del comportamiento anormal. Con ver­
dadera curiosidad y celo científicos, comenzó a sondar
cada vez más hondo en la mente de sus pacientes. Su
exploración reveló fuerzas dinámicas responsables de la
creación de los síntomas anormales que él tenía que tra­
tar. Gradualmente comenzó a bosquejarse en la mente de
Freud la idea de que la mayoría de esas fuerzas eran in­
conscientes.
Este fue el punto culminante en la vida científica de
Treud. Dejando de lado la fisiología y la neurología, se
trasformó en investigador de la psicología. -La habitación
en que trataba a sus pacientes se convirtió en su labora­
torio, el diván en la única pieza de su equipo, y Jas
divagaciones de sus pacientes en datos científicos. Agre­
gúese a ello la inquieta y penetrante mente de Freud, y se
han nombrado todos los ingredientes que intervinieron en
la creación de la psicología dinámica.
En la última década del siglo pasado,con su carac­
terístico rigor Freud comenzó un intenso análisis de sus
propias fuer2as inconscientes, para verificar el material
proporcionado por sus pacientes. Al analizar sus sueños
y al decirse todo lo que se le ocurría, pudo ver el fun­
cionamiento de su propia dinámica interna. Sobre la base
del, conocimiento adquirido en sus pacientes y en él mis­
mo, comenzó a echar los cimientos de una teoría de la
personalidad. La evolución de esta teoría ocupó sus es­
fuerzos más creadores durante el resto de su vida. Más
tarde escribiría: "Mi vida se ha dedicado a una sola meta:
inferir o adivinar cómo está construido el aparato mental
y qué fuerzas interaccionan y se contrarrestan en él.”
Durante esa última década escribió La interpretación de
los sueños, que sin embargo no fue publicada hasta 1900.
Era un auspicioso comienzo de la nueva centuria. Este li­
bro, ahora considerado una de las obras más importantes
de los tiempos modernos, es, más que un libro sobre los
sueños, un libro sobre la dinámica de la mente humana.
El último capítulo, en particular, contiene la teoría freu-
diana de la mente.
Pocos legos leyeron el libro cuando apareció, y los
círculos médicos y científicos lo ignoraron. Ocho años
fueron necesarios para vender la primera edición de seis­
cientos ejemplares. Pero tal fracaso inicial no desanimó
a su autor. Con la confianza del hombre que sabe que es­
tá en la buena senda, continuó explorando la mente hu­
mana mediante el método ¿el psicoanálisis. Al mismo
tiempo que ayudaba a sus pacientes a superar sus difi­
cultades, éstas le ayudaban a aumentar su conocimiento
de las fuerzas inconscientes.
A pesar de la pobre acogida tributada a La interpre­
tación de los sueños, la pluma de Freud produjo una
serie de brillantes libros y artículos durante los diez años
siguientes. En 1904 publicó Psicopatología de la vida co­
tidiana, que presentaba la tesis de que los lapsus linguae:
errores, accidentes y memoria imperfecta obedecen todos a
motivos inconscientes. Al año siguiente aparecieron tres
nuevas obras significativas. Una de ellas, La histeria, daba
un detallado informe del método freudiano para rastrear
las causas psicológicas de las perturbaciones mentales. Una
teoría sexual exponía las opiniones de Freud sobre el des­
arrollo del instinto sexual. Muchos autores consideran que
ésta es su obra maestra, exclusión hecha de La interpre­
tación de los sueños. Se esté de acuerdo o no con esa
apreciación — y el autor de este libro no lo está— Una
teoría sexual cimentó la injustificada reputación de Freud
como pansexualista. El tercer volumen, El chiste y su rela­
ción con el inconsciente, demostraba cómo las bromas que
dice la gente son producto de mecanismos inconscientes.
Aunque Freud trabajó aislado del resto del mundo cien­
tífico y médico durante varios años, sus escritos y el éxito
del método psicoanalítico despertaron la atención de un
reducido número de personas. Entre ellas se encontraban
Cari Gustav Jung y Alfred Adler, quienes más tarde
se alejarían del psicoanálisis para desarrollar escuelas
rivales. Pero antes de la primera guerra mundial ambos
fueron importantes discípulos de Freud y contribuyeron
a establecer el psicoanálisis como movimiento internacional.
En 1909 Freud recibió el primer reconocimiento aca­
démico, al ser invitado a hablar en el vigésimo aniver­
sario de la fundación de la Clark University, en Wor-
cester, Massachusetts. Stanley Hall, presidente de la Clark
University, distinguido psicólogo, reconoció la importan­
cia de la contribución freudiana a la psicología y le ayudó
a difundir sus opiniones en los Estados Unidos.
La obra de Freud fue difundiéndose cada vez más, y
después de la primera guerra mundial su nombre era ya
conocido por millones de personas en todo el mundo. La
influencia del psicoanálisis era evidente en todos los as­
pectos de la vida. La literatura, el arte, la religión, las
costumbres sociales, la moral, la ética, la educación, las
ciencias sociales, en todas se dejaba sentir el impacto de
la psicología freudiana. Se consideraba de buen tono psi-
coanalizarse y utilizar en la conversación palabras como
subconsciente, impulsos reprimidos, inhibiciones, comple­
jos y fijaciones. Gran parte del interés popular por el
psicoanálisis debióse a su vinculación con lo sexual.
Freud continuó escribiendo toda su vida. Casi no pasó
un año sin que publicara por. ío menos un libro o artículo
importante. Fréud fue un maestro de la prosa, Se expresa­
ba con una facilidad y corrección sin par entré los escri­
tores científicos. Sin hacer concesiones al lector, podía
trasmitir sus ideas de modo vivido, interesante y lúcido.
Freud nunca creyó haber terminado su obra. A medida
que recogía nuevos testimonios de sus pacientes y colegas,
ampliaba y revisaba sus teorías fundamentales. En la
década de 1920, por ejemplo, cuando tenía setenta años,
modificó completamente varias de sus opiniones funda­
mentales. Corrígíó su teoría de la motivación, invirtió por
entero su teoría de la angustia e instituyó un nuevo
modelo de personalidad basado en el ello, el yo y el
superyó. Rara vez cabe encontrar tal flexibilidad en un
septuagenario. La resistencia al cambio es característica
de la gente vieja. Pero Freud no puede ser juzgado según
las normas comunes. Aprendió muy pronto la lección "de
que la conformidad científica significa el embotamiento
intelectual.

III. ¿QU£ FUE FREUD?

¿Qué fue Freud? Por su profesión era médico. Trataba


a los enfermos medíante métodos por él mismo inventa­
dos. Hoy sería llamado psiquiatra. La psiquiatría es una
rama de la medicina que trata las enfermedades y las anor­
malidades mentales. Freud fue uno de los fundadores de
la psiquiatría moderna.
Aunque tenía que ganarse la vida practicando la me­
dicina, Freud no había elegido ser médico. En 1927 con­
fesó: "Después de cuarenta y un años de actividad mé­
dica, mi autoconocimiento me dice que nunca he sido
médico en el sentido correcto. Me hice médico al verme
obligado a desviarme de mi propósito original.”
¿Cuál había sido su propósito original? Entender algu­
nos de los misterios de la naturaleza y contribuir un poco
a su solución,

"Los medios más prometedoíes de conseguir tales resultados


parecían ser ingresar a la facultad de medicina; pero incluso
entonces experimenté — sin éxito— en el campo de la zoología
y de ía química, hasta que por fin, bajo la influencia de Brücke,
que pesó sobre mí más que ninguna otra en toda mí vida, me
dediqué a la fisiología, aunque en esos días estaba demasiado
restringida a la histología.”

Según sus preferencias, Freud era un hombre de cien­


cia. Cuando joven estudiante de medicina y más tarde en
varios hospitales, investigó ciertos fenómenos fisiológicos.
Aprendió a recoger datos por medio de la observación
cuidadosa, a relacionar sus hallazgos, a llegar a conclu­
siones y a. verificar sus inferencias mediante nuevas ob­
servaciones. Aunque Freud no hizo ningún descubrimien­
tos sobresaliente como fisiólogo, sus primeras experien­
cias en el laboratorio constituyeron una excelente disci­
plina en el método científico, y le enseñaron cómo llegar
a ser hombre de ciencia.
En la década de 1890 Freud descubrió qué clase de
científico quería ser. En una carta a un amigo escribió:
"Es la psicología la meta que me ha estado atrayendo
desde Jejos.” Durante el resto de su vida, es decir, unos
cuarenta años más, Freud fue psicólogo.
¿Cuál es la relación de la psicología con el psicoaná­
lisis? El mismo Freud contestó a esta pregunta en 1927:
"El psicoanálisis es parte de la psicología; no de la psi­
cología médica en el sentido antiguo, ni de la psicología
de los procesos morbosos, sino simplemente de la psico­
logía. No es por cierto toda la psicología, pero es su
subestructura y quizás su base completa.’* Aquí Freud
habla del psicoanálisis como de una teoría de la persona­
lidad. Pero también existe otra faceta del psicoanálisis.
El psicoanálisis es también un método de psicoterapia.
Es una técnica para el tratamiento de gente con pertur­
baciones emocionales. Para Freud, los aspectos terapéu­
ticos del psicoanálisis venían después de los aspectos
científicos y teóricos. No quería que la terapia se tragara
a la ciencia. Es prudente, por lo tanto, distinguir, como
lo hemos hecho en este libro, entre la psicología freu­
diana como sistema teórico de psicología, y el psicoaná­
lisis como método psicoterapéutíco.
Freud fue, a la vez, médico, psiquiatra, científico y
psicólogo. Y también fue algo más. Fue filósofo. Lo
vislumbramos en una carta que escribió a un amigo en
1896. "De joven no ansiaba nada más que el conocimiento
filosófico, y ahora estoy en camino de satisfacer ese
anhelo al pasar de la medicina a ía psicología."
No era inusual que los hombres de ciencia del siglo
XIX se sintieran atraídos por la filosofía. En realidad pa­
ra muchos de ellos la ciencia era filosofía. ¿Acaso ésta
no significa "amor al conocimiento"? ¿Y qué mejor ma­
nera de demostrar nuestro amor al conocimiento que dedi­
cándonos a la ciencia? Eso era en sustancia lo que Goethe
decía a todo intelectual alemán. Goethe fue la voz más
influyente en el pensamiento del siglo xix y el ídolo de
Alemania, y Freud no permaneció inmune a su influen­
cia. Por cierto, se decidió a elegir una carrera científica
después de conocer un inspirado ensayo de Goethe sobre
la naturaleza.
Los intereses filosóficos de Freud no fueron los de un
filósofo profesional o académico, Su filosofía era social
y humanitaria. Adoptó la forma de una filosofía de la
vida. Los alemanes tienen una palabra especial para ella;
la llaman Weltanschauung, que quiere decir "concepción
del mundo” . Freud sostenía una filosofía de la vida ba­
sada en la ciencia en lugar de la metafísica o la religión.
Creía que una auténtica y valedera filosofía de la vida
tenía que basarse sobre el conocimiento verdadero de la
naturaleza humana, conocimiento que sólo podía alcan­
zarse mediante la investigación y el estudio científicos.
Freud no creía que el psicoanálisis estuviera destinado a
desarrollar una nueva concepción del mundo. Sólo era
necesario para extender la concepción científica del mundo
al estudio del hombre. La propia filosofía de la vida de
Freud puede ser resumida en una frase; "El conocimiento
mediante la ciencia.”
El íntimo conocimiento que de la naturaleza humana
tenía Freud lo hizo a la vez pesimista y crítico. N o tenía
una opinión muy elevada de la mayoría de la humanidad.
Sentía que las fuerzas irracionales de la naturaleza hu­
mana son tan fuertes que las fuerzas racionales tienen
escasas posibilidades de éxito. Una pequeña minoría podrá
vivir una vida razonable, pero la mayoría de los hombres
se sienten cómodos viviendo con sus engaños y supersti­
ciones en lugar de la verdad. Freud había visto a dema­
siados pacientes luchando denodadamente por conservar
sus errores, como para tener gran fe en el poder de la
lógica y Ja razón. Los hombres se resisten a conocer la
verdad sobre sí mismos. Este punto de vista pesimista lo
desarrolla en El porvenir de tina ilusión, aunque también
es el fundamento de muchos otros de sus escritos.
Freud fue asimismo un crítico social. Creía que la so­
ciedad, creada por los hombres, refleja en alto grado la
irracionalidad humana. En consecuencia, cada nueva, gene­
ración se corrompe al nacer en una sociedad irracional.
La influencia del hombre en la sociedad y de la sociedad
en el hombre es un círculo vicioso del que sólo unas
pocas almas intrépidas pueden liberarse.
Freud creía que la situación podía mejorar si en la
crianza y educación de los niños se aplicaran principios
psicológicos. Eso significa, naturalmente, que los padres
y los maestros deberían ser objeto de una reeducación psi­
cológica para poder ser agentes eficaces de la razón y la
verdad. Freud no minimizó la inmensidad de esa tarea,
pero no supo de otro método mejor para crear una so­
ciedad mejor con mejores personas. Las críticas sociales de
Freud se encuentran en su libro El malestar en la cultura.
¿Qué fue, entonces Freud? Médico, psiquiatra, psico­
analista, psicólogo, filósofo y crítico: todas esas fueron
sus vocaciones. Sin embargo, ya se las tome separadas
o juntas, en realidad no transmiten toda la importancia
de Freud para el mundo. Aunque la palabra "genio” se
use de manera indiscriminada para describir a muchas
personas, no existe otra que tan bien convenga a Freud.
Fue un genio. Puede preferirse concebirlo, como lo hago
yo, como uno de ios pocos hombres de la historia que
poseyeron una mente universal. Al igual que Shakespeare,
y Goethe y Leonardo da Vinci, Freud iluminó todo lo
que tocó. Fue un sabio verdadero.
Ca p ít u l o II

LA O R G A N IZ A C IO N DE LA PERSONALIDAD

La personalidad total, según la concebía Freud, está


integrada por tres sistemas principales: el ello, el yo y el
superyó. En la persona mentalmente sana esos tres sistemas
forman una organización unificada y armónica. Al fun­
cionar juntos y en cooperación, le permiten al individuo
relacionarse de manera eficiente y satisfactoria con su
ambiente. La finalidad de esas relaciones es la realización
de las necesidades y deseos básicos del hombre. A la
inversa, cuando los tres sistemas de la personalidad están
en desacuerdo, se dice c¡ue la persona está inadaptada.
Encuéntrase insatisfedia consigo misma y con el mundo, y
su eficacia se reduce.

I. EL ELLO

La función del ello es encargarse de la descarga de can­


tidades de excitación (energía o tensión) que se liberan
en el organismo mediante estímulos internos o externos.
Esa función del ello cumple con el principio primordial
o inicial de la vida, que Freud llamó el principio del pla­
cer. La finalidad del principio del placer es desembara­
zar a la persona de la tensión, o, si tal cosa es imposible
— como lo es por lo habitual— reducir la cantidad de
tensión a un nivel bajo y mantenerlo tan constante como
sea posible. La tensión se experimenta como dolor o in­
comodidad, mientras que el alivio de ía tensión se expe­
rimenta como placer o satisfacción, Puede decirse, enton­
ces, que la finalidad del principio del placer consiste en
evitar el dolor y encontrar el placer.
El principio del placer es un caso especial de Ja ten­
dencia universal de todo organismo vivo a mantener su
equilibrio frente a los desórdenes internos y externos.
En su forma más primitiva el ello es un aparato reflejo
que descarga por las vías motrices cualquier excitación sen­
sorial que le llegue. Así, cuando una luz muy brillante
alcanza la retina del ojo, el párpado se cierra para impe­
dir que la luz llegue a la retina. En consecuencia, las
excitaciones producidas por la luz en el sistema nervioso
desaparecen y el organismo vuelve a un estado de reposo.
El organismo está equipado con muchos similares reflejos,
como se los llama, que cumplen el propósito de descargar
automáticamente cualquier energía corporal liberada por
un disparador, el estímulo, que actúa sobre un órgano sen­
sorial. La consecuencia típica de la descarga motriz es la
eliminación del estímulo. El estornudo, por ejemplo, por
lo general expele lo que está irritando la membrana sen­
sitiva de la nariz, y el llanto limpia de partículas extrañas
los ojos. El estímulo puede llegar tanto desde el interior
del cuerpo como desde el mundo externo. Un ejemplo de
estímulo interno es la apertura refleja de la válvula de
la vejiga cuando la presión que se hace sobre ella alcanza
cierta intensidad. La excitación (tensión) producida por
esa presión desaparece cuando el contenido de la vejiga
se vacia a través de la válvula abierta.
Si todas las tensiones que ocurren en el organismo pu­
dieran ser descargadas mediante acciones reflejas, no ha­
bría necesidad de ningún desarrollo psicológico que tras­
cendiera los límites del aparato reflejo primitivo* Sin em­
bargo, tal no es el caso. Pues suelen presentarse muchas
tensiones para las que no hay descarga refleja apropiada.
Por ejemplo, cuando aparecen las contracciones del ham-
bíe en el estómago del bebé, ellas no producen automáti­
camente alimento, sino inquietud y llanto. Si la criatura
no es alimentada, las contracciones aumentan en intensidad
hasta que la fatiga las elimina; si continúa la falta de
alimento, el bebé muere de inanición.
La criatura hambrienta no está equipada con los refle­
jos necesarios para satisfacer el hambre, y si no fuera por
la intervención de una persona mayor que le proporcione
la comida, el bebé perecería^ Cuando en forma adecuada
se lleva hasta la boca de la criatura el alimento, la suc­
ción, la deglución y los reflejos digestivos continúan fun­
cionando sin ayuda y terminan con la tensión producida
por el hambre.
No habría desarrollo psicológico si cada vez que el bebé
comienza a sentir la tensión del hambre se lo alimentara
de inmediato, y si todas las demás excitaciones que surgen
en su cuerpo fueran de igual manera satisfechas por los
esfuerzos cooperativos del cuidado paternal y los reflejos
congénitos. Sin embargo, a pesar de la solicitud de los
padres, no es posible que éstos anticipen y satisfagan con
rapidez todas las necesidades de la criatura. De hecho, al
establecer un horario, instituir un entrenamiento y aplicar
una disciplina, los padres crean tensiones al mismo tiempo
que las reducen. El bebé inevitablemente experimenta cier­
to grado de frustración y malestar. Esas experiencias es­
timulan el desarrollo del ello.
El nuevo desarrollo que tiene lugar en el ello como resul­
tado de la frustración se llama proceso primario. Para
comprender la naturaleza del proceso primario es necesario
examinar algunas de las potencialidades psicológicas del
ser humano. El aparato psicológico tiene una extremidad
motriz y una sensorial. La segunda son los órganos de los
sentidos, que son estructuras especializadas para recibir los
estímulos; la primera está compuesta por los músculos,
que son los órganos de la acción y del movimiento. Para
la acción refleja sólo es necesario poseer órganos sensoria­
les y músculos y un sistema nervioso intermedio que trans­
mita mensajes en forma de impulsos nerviosos desde la
extremidad sensorial a la motriz.
Además de un sistema sensorial y de un sistema motor,
el individuo tiene un sistema perceptual y un sistema ner­
vioso. El sistema perceptual recibe excitaciones de los
órganos sensoriales y forma un cuadro mental o repre­
sentación del objeto que se presenta a los órganos de los
sentidos. Esos cuadros mentales se conservan como huellas
mnémicas en el sistema de la memoria. Cuando se activan
las huellas mnémicas, se dice que la persona tiene una ima­
gen mnémica del objeto que percibió originariamente. Me­
diante esas imágenes mnémicas el pasado es traído al pre­
sente. La percepción es una representación mental de un
objeto, mientras la imagen mnémica es una representación
mental de una percepción. Cuando miramos algo se forma
una percepción; cuando recordamos lo que hemos visto una
vez se forma una imagen mnémica.
Volvamos ahora al ejemplo de la criatura con hambre.
En el pasado, cada vez que el bebé sentía hambre se lo
alimentaba. Durante la alimentación, la criatura ve, gus­
ta, huele y siente la comida, y conserva estas percepciones
en el sistema de la memoria. Por repetición, el alimento
se asocia a la reducción de tensión. Luego si no se ali­
menta de inmediato a la criatura, la tensión del hambre
produce una imagen mnémica del alimento, con la cual
está asociada. El proceso que produce la imagen mnémica
de un objeto, que se necesita para reducir la tensión, es
llamado proceso primario.
El proceso primario procura descargar la tensión esta­
bleciendo lo que Freud llamó una "identidad de percep­
ción”. Al hablar de una identidad de percepción Freud
quiso significar que el ello considera la imagen mnémica
idéntica a la percepción misma. Para el ello, el recuerdo
del alimento es exactamente lo mismo que ingerir el ali­
mento. En otras palabras, el ello no puede distinguir entre
un recuerdo subjetivo y una percepción objetiva del objeto
real. Un ejemplo familiar de la acción del proceso pri­
mario es ei viajero sediento que imagina que ve agua.
Otro ejemplo del proceso primario es el sueño nocturno.
Un sueño es una sucesión de imágenes, generalmente vi­
suales, cuya función es reducir la tensión al revivir re­
cuerdos de sucesos y objetos pasados que de alguna ma­
nera se asocian con una satisfacción. Un individuo que
mientras duerme tiene hambre sueña con comida y cosas
que asocia con ella, mientras el sexualmente excitado sue­
ña con actividades sexuales y acontecimientos relacionados
con ellas. La formación de la imagen de un objeto que
reduce la tensión se llama realización de deseos. Freud
creía que todos los sueños eran realizaciones de 'deseos
o trataban de serio. Soñamos con lo que queremos.
Evidentemente, una persona hambrienta no puede co­
mer imágenes de alimentos ni una persona sedienta cal­
mar su sed bebiendo agua imaginaria. En el caso del
individuo que sueña, Freud pensó que el soñar con objetos
y acontecimientos deseables podía tener la finalidad de
impedir que el durmiente se. despertara. Incluso en la
vigilia el proceso primario no es del todo inútil, ya que
es necesario para conocer *—es decir, para tener una ima­
gen— lo que uno necesita antes de que se proponga conse­
guirlo. Una persona hambrienta que tiene una represen­
tación mental del alimento hállase en mejor posición para
satisfacer su hambre que otra que no sabe qué buscar.
Si no fuera por el proceso primario, una persona sólo
podría satisfacer sus necesidades mediante un comporta­
miento de ensayos y errores. Ahora bien; como el proceso
primario de por sí no reduce efectivamente las tensiones,
se desarrolla un proceso secundario. Pero este proceso se­
cundario pertenece al yo, de modo que diferiremos su
examen al apartado siguiente.
Según Freud, el ello es también la fuente primordial
de la energía psíquica y la sede de los instintos. (En el
Capítulo III, "La dinámica de la personalidad”, examina­
remos las cuestiones de la energía y de los instintos.)
Asimismo, el ello está en más íntimo contacto con el
cuerpo y sus procesos que con el mundo exterior. Al
ello le falta organización sí se lo compara con el yo y el
superyó. Su energía está en estado móvil, de manera que
se la puede descargar con prontitud o desplazar de un
objeto a otro. El ello no cambia con el transcurso del
tiempo; no puede ser modificado por la experiencia por­
que no está en contacto con el mundo externo. Sin em­
bargo. puede ser controlado y regulado por el yo.
El ello no está gobernado por las leyes de la razón o
de la lógica, y no posee valores, ética o moralidad. Sólo
lo impulsa una consideración: obtener satisfacción para
las necesidades instintivas, de acuerdo con el principio
del placer. Hay sólo dos consecuencias para cualquier pro­
ceso del ello. O se descarga mediante la acción o realiza­
ción de deseos, o sucumbe a la influencia del yo; en el
último caso la energía queda ligada en lugar de descar­
garse inmediatamente.
Freud habla del ello como si fuera la verdadera rea­
lidad psíquica. Con eso quiere decir que el ello es la reali­
dad subjetiva primordial, el mundo interior que existe an­
tes de que el individuo haya tenido experiencia del mundo
exterior. N o sólo son innatos los instintos y los reflejos,
también pueden serlo las imágenes producidas por los
estados de tensión. Eso significa que una criatura con
hambre puede tener una imagen del alimento sin tener
que aprender a asociar el alimento con el hambre. Freud
cree que las experiencias que se repiten con mucha fre­
cuencia e intensidad en muchos individuos durante suce­
sivas generaciones, se convierten en depósitos permanentes
del ello. Durante la vida de una persona se depositan nue­
vos contenidos en el ello como resultado del mecanismo
de la represión. (La represión se examina en el Capítulo
IV, "El desarrollo de la personalidad” .)
Ño sólo es el ello arcaico desde el punto de vista de
la historia racial; también es arcaico en la vida del indi­
viduo. Es el fundamento sobre ei cual se edifica la per­
sonalidad. El ello conserva su carácter infantil durante
toda la vida. N o puede tolerar la tensión y exige una
gratificación inmediata. Es exigente, impulsivo, irracional,
asocial, egoísta y amante del placer. Es el niño malcriado
de la personalidad. Es omnipotente porque posee el po­
der mágico de realizar sus deseos mediante la imagina­
ción, la fantasía, las alucinaciones y los sueños. Se le
llama oceánico, porque, como el mar, lo contiene todo.
No reconoce nada exterior a sí mismo. El ello es el mun­
do de la realidad subjetiva en la que la búsqueda del
placer y la evitación del dolor son las únicas actividades
que importan.
Freud reconoce que eí ello es la parte oscura e inacce­
sible de la personalidad, y que lo poco que se sabe de él
se ha aprendido del estudio de los sueños y los síntomas
neuróticos. Sin embargo, podemos ver al ello en acción
cada vez que una perdona hace algo impulsivo. Una per­
sona, por ejemplo, que actúa impulsivamente tirando una
piedra por la ventana, golpeando a alguien o perpetrando
una violación, está dominada por el ello. Y también lo
está la que pasa gran parte del día soñando despierta y
construyendo castillos en el aire, El ello no piensa. Sólo
desea o actúa.
í

II. EL YO

Los dos procesos mediante los cuales el ello descarga


la tensión, a saber, la actividad motriz impulsiva y la
formación de imágenes (realización de deseos), no son
suficientes para alcanzar los grandes fines evolutivos de
la supervivencia y la reproducción. N i los reflejos ni los
deseos le proporcionan alimento a la persona hambrienta
ni le ofrecen un compañero a la persona sexualmente
:xcitada. De hecho, el comportamiento impulsivo puede
ocasionar un aumento de tensión (dolor) al provocar el
castigo del mundo exterior. A menos que el hombre ten­
ga un cuidador permanente, como durante la infancia,
durante el resto de Ja vida debe tratar de buscar su ali­
mentación, su compañero sexual y muchos otros objetos
necesarios para su vida. Para cumplir con éxito esas mi­
siones le es necesario tener en cuenta la realidad exterior
(el ambiente) y, ya sea acomodándose él mismo al mundo
o afirmando su predominio sobre él, obtener de éste lo
que precisa. Tales transacciones entre la persona y el
mundo requieren la formación de un nuevo sistema psico­
lógico, el yo.
En la persona bien adaptada el yo es el ejecutivo
de la personalidad, que domina y gobierna al ello y al
superyó y mantiene un comercio con el mundo exterior
en interés de la personalidad total y sus vastas necesida­
des. Cuando el yo cumple sabiamente sus funciones eje­
cutivas, prevalecen la armonía y la adaptación. Cuando
el yo abdica o entrega demasiado de su poder al ello, o
al superyó, o al mundo externo, se producen inadaptacio­
nes y desarmonías.
El yo no está gobernado por el principio del placer,
sino por el principio de la realidad. Realidad significa
lo que existe. La finalidad del principio de la realidad
es demorar la descarga de energía hasta que haya sido
descubierto o presentado el objeto real que satisfará tal
necesidad. Por ejemplo, el niño debe aprender a no lle­
varse cualquier cosa a la boca cada vez que siente hambre.
Tiene que aprender a reconocer el alimento, y a postergar
la comida hasta que haya localizado un objeto comestible.
De otra manera, tendrá experiencias dolorosas.
El demorar la acción significa que el yo debe ser capaz
de tolerar la tensión hasta que ésta pueda ser descargada
por una forma apropiada de comportamiento. La institu­
ción de! principio de la realidad no implica que el prin-
cipio del placer sea rechazado. Sólo se lo suspende tempo­
rariamente en interés de la realidad. A su debido tiempo,
el principio de la Realidad lleva al placer, aunque la
persona tenga que soportar cierta incomodidad mientras
busca la realidad.
El principio de realidad tiene a su servicio un proceso
que Freud llamó procesa secujidario porque se desarrolla
después y se superpone al proceso primario del ello.
Para comprender lo que significa el término ''proceso se­
cundario” es necesario ver exactamente adonde lleva al
individuo el proceso primario en la satisfacción de sus
necesidades. Lo lleva sólo al punto en que se forma un
cuadro del objeto que satisfará sus necesidades. El paso,
siguiente será encontrar o producir el objeto, es decir,
traerlo a la existencia. Tal paso se cumple por medio del
proceso secundario. El proceso secundario consiste en des­
cubrir o producir la realidad mediante un plan de accipn-
que se ha desarrollado por el pensamiento y la razón
(cognición). El proceso secundario no es nada más ni
nada menos que lo que de ordinario se llama resolver o
pensar los problemas.
Cuando una persona pone en efecto un plan de acción
para ver si funciona o no, se dice que se ocupa de probar
la realidad. Si la prueba no funciona, es decir, si no se
produce o descubre el objeto deseado, se piensa y se
prueba otro plan de acción. Esto continúa hasta que se
encuentra la solución correcta (realidad) y se descarga
la‘tensión mediante una acción adecuada. En el caso del
hambre, la acción adecuada sería ingerir alimentos.
El proceso secundario cumple lo que el proceso prima­
rio es incapaz de hacer, es decir, separa el mundo subjetivo
de la mente del mundo objetivo de la realidad física. El
proceso secundario no comete el error del proceso prima­
rio de considerar la imagen de un objeto como si fuera
el objeto mismo.
La inauguración del principio de realidad, el funciona­
miento del proceso secundario y el papel más significativo
que el mundo exterior viene a desempeñar en la vida de
una persona, estimulan el desarrollo y elaboración de los
procesos psicológicos de la percepción, la memoria, el
pensar y la acción.
El sistema perceptual desarrolla facultades más finas de
discriminación, de modo que el mundo externo se percibe
con mayor precisión. Aprende a examinar rápidamente el
mundo y a seleccionar del cúmulo de estímulos sólo aque­
llas características del ambiente que son pertinentes al pro­
blema por resolver. Además de la información obtenida
a través de los órganos sensoriales, el pensar utiliza la
información acumulada en el sistema de la memoria. La
memoria mejora mediante la formación de asociaciones
entre las huellas mnémicas y por el desarrollo de un sis­
tema de notación: el lenguaje. El juicio personal se
aguza, de manera que es más fácil decidir si algo es ver­
dadero (si existe en realidad) o si es falso (si no existe).
Otra serie de cambios importantes ocurre en el sistema
motor. La persona aprende a manejar sus músculos,
con más habilidad y a ejecutar patrones más complejos de
movimientos. En general, esas adaptaciones de las funcio­
nes psicológicas permiten que la persona se comporte de
manera más inteligente y más eficaz y domine sus impul­
sos y su ambiente en interés de satisfacciones y placeres
mayores. Cabe así considerar el yo como una compleja
organización de procesos psicológicos que actúa como in­
termediaria entre el ello y el mundo externo.
Además de los procesos que están al servicio de la rea­
lidad, existe otra función del yo que se parece al proceso
primario del ello. Es una función que produce fantasías
y ensueños. Está libre de las exigencias de la prueba de
realidad y está subordinada al principio del placer. Sin
embargo, ese proceso del yo difiere del proceso primario
porque distingue entre la fantasía y la realidad. Las fan­
tasías producidas por el yo son reconocidas como tales,
es decir, imaginaciones juguetonas y placenteras. Aunque
nunca se las confunde con la realidad, le proporcionan al
yo algo así como unas vacaciones con respecto a sus
otros asuntos más serios.
Aunque él yo es en gran parte producto de una inter­
acción con el ambiente, la dirección de su desarrollo está
determinada por la herencia y guiada por los procesos
naturales de crecimiento (maduración). Eso significa que
cada persona posee potencialidades innatas para pensar y
razonar. La realización de tales potencialidades se cumple
mediante la experiencia, el aprendizaje y la educación. T o­
da educación formal, por ejemplo, tiene como objetivo
principal enseñar a la gente cómo pensar con eficacia,
Pensar con eficacia equivale a ser capaz de llegar a la
verdad, siendo definida la verdad como lo que existe.

III. EL SUPERYÓ

La tercera institución fundamental de la personalidad,


el superyó, es la rama moral o judicial de la personali­
dad. Representa lo ideal más bien que lo real, y pugna por
la perfección antes que por el placer o la realidad. El
superyó es el código moral de la persona. Se desarrolla
desde el yo como una consecuencia de la asimilación por
parte del niño, de las normas paternas respecto de lo que
es bueno y virtuoso y lo que es malo y pecaminoso. Al
asimilar la autoridad moral de sus padres, el niño reem­
plaza la autoridad de ellos por su propia autoridad inte­
rior. La internalización de la autoridad paterna le permite
al niño controlar su comportamiento según los deseos de
sus padres, y ai hacerlo se asegura su aprobación y evita
su disgusto. Es decir, el niño aprende que no sólo tiene
que obedecer al principio de realidad para obtener el pla­
cer y evitar el dolor, sino que también tiene que tratar de
comportarse de acuerdo con los dictados morales de sus
padres. El período relativamente largo durante el cual el
niño depende de sus padres favorece la formación del
superyó. ’
El superyó está compuesto de dos subsistemas, el ideal
del yo y la conciencia moral. El ideal del yo corresponde
a los conceptos del niño acerca de lo que sus padres
consideran moralmente bueno. Los padres le transmiten
sus normas de virtud al recompensar al niño por su con­
ducta si está de acuerdo con esas normas. Por ejemplo, si
se lo recompensa constantemente por ser pulcro y orde­
nado, la pulcritud y el orden se convertirán en uno de
sus ideales. La conciencia moral, en cambio, corresponde
a los conceptos que el niño tiene de lo que sus padres
consideran ípOralmente malo, y esos conceptos se establecen
mediante experiencias de castigo. Si se lo ha castigado con
frecuencia por ensuciarse, considerará la suciedad como
algo malo. El ideal del yo y la conciencia moral son caras
opuestas de la misma moneda moral.
¿Cuáles son las recompensas y castigos mediante los
cuales los padres controlan la formación del superyó del
niño? Son de dos clases: físicas y psicológicas. La re­
compensa física consiste en objetos que el niño desea.
Son alimentos, juguetes, la madre, el padre, las caricias y
las golosinas. Los castigos físicos son dolorosos ataques al
cuerpo del niño, como, por ejemplo, las palmadas o la
privación de cosas que desea. La principal recompensa
psicológica es la aprobación paterna expresada ya sea en
palabras o mediante la expresión facial. La aprobación
significa amor. De la misma manera, privar al niño de
amor 'es la forma principal de castigo psicológico. Ello
se expresa mediante admoniciones verbales o miradas des­
aprobadoras. Por supuesto, las recompensas y los castigos
físicos también pueden significar amor o privación de
amor para el niño. El niño al que le han dado unas pal­
madas, no sólp le duele sino que también puede sentir
que el padre que lo ha castigado lo ha rechazado, esto es,
le ha retirado su amor. Sin embargo, el conceder o privar
de afecto ejerce su poder sobre el niño, en primer lugar
en virtud de su relación con la satisfacción o insatisfac­
ción de las necesidades básicas. Un niño desea el amor
de su madre porque ha aprendido que una madre que no
lo ame probablemente no le dará alimento y por lo tanto
prolongará su doloroso estado de tensión. De la misma
.manera, un niño trata de no incurrir en la desaprobación
del padre porque ha aprendido que un padre que no lo
ame puede crear un estado doloroso al darle una 2 urra.
En síntesis, las recompensas y los castigos, cualquiera sea
su origen, son condiciones que reducen o aumentan la
tensión interna.
Para que el superyó tenga sobre el niño el mismo con­
trol que los padres, es necesario que posea el poder de
hacer cumplir sus reglas morales. Como los padres, el
superyó pone en vigencia sus recompensas y castigos. Es­
tas recompensas y castigos se otorgan al yo, porque el yo,
a causa de su control sobre las acciones de la persona, es
considerado responsable de los actos morales e inmorales.
Si la acción está de acuerdo con las normas éticas del
superyó, se recompensa' al yo. Sin embargo, no es nece­
sario que el yo permita que ocurra una acción física real
para que sea recompensado o castigado por el superyó.
Puede recompensarse o castigarse al yo sólo por pensar
en hacer algo. Un pensamiento vale lo mismo que un
hecho a los ojos del superyó. En esto, el superyó se pa­
rece al ello, que tampoco hace distinciones entre lo subje­
tivo y lo objetivo, lo cual explica por qué una persona que
viva una vida virtuosa puede no obstante sufrir las torturas
de la conciencia moral. El superyó castiga al yo por tener
malos pensamientos aunque los pensamientos nunca se
traduzcan en acciones.
¿Cuáles son las recompensas y castigos de que dispone
el superyó? Pueden ser físicos o psicológicos. El superyó.
puede decir, en efecto, a la persona que ha seguido el
camino de la virtud: "Ahora que has sido bueno durante
un tiempo, puedes permitirte pasarla bien /’ Eso podrá
significar gozar de una buena comida, de un prolongado
descanso o de una experiencia sexual. Unas vacaciones,
por ejemplo, son por lo general consideradas como re­
compensa de un trabajo intenso.
Al trasgresor moral el superyó puede decirle: "Ahora
que te has portado mal, serás castigado sucediéndote algo
desagradable." La desgracia puede ser una descompostura
de estómago, un perjuicio o la pérdida de algo valioso.
Esta penetración de Freud en el complejo y sutil funcio­
namiento de la personalidad humana reveló una razón im­
portante de por qué la gente se enferma, sufre accidentes
y pierde las cosas. Todas las desgracias pueden implicar,
en mayor o menor grado, un autocastigo por haber hecho
algo malo. Ejemplo de ello es el joven que choca su
auto poco después- de haber tenido relaciones sexuales con
una chica. Por supuesto, una persona por lo habitual no
se da cuenta de la relación entre la conciencia culpable y
el accidente.
Las recompensas y castigos físicos empleados por c\
superyó son sentimientos de orgullo, o de culpa o infe­
rioridad, respectivamente. El yo se llena de orgullo cuan­
do se ha comportado de manera virtuosa o ha tenido pen­
samientos virtuosos, y se siente avergonzado cuando ha
caído en la tentación. El orgullo equivale al amor pro­
pio, y la culpa o inferioridad al odio a sí mismo; ambos
son la representación interna del amor y el rechazo pa­
ternales.
El superyó es el representante, dentro de la personali­
dad, de los valores e ideales tradicionales de la sociedad,
tal como se transmiten de padres a hijos. Al respecto debe
recordarse que el superyó del niño no es reflejo de la
conducta de los padres sino más bien de los superyós de
los padres. Un adulto puede decir una cosa y hacer otra,
pero es lo que dice, basado en sus amenazas y regalos, lo
que importa en la formación de las normas éticas del niño
Además de los padres, otros agentes sociales participan
en la formación del superyó del niño. Los maestros, los
ministros religiosos, Los agentes de policía — por cierto
cualquiera que posea alguna autoridad sobre el niño—
pueden asumir la función de los padres. Las reacciones del
niño ante estos representantes de la autoridad son deter­
minadas en gran parte, sin embargo, por lo que ha asi­
milado de sus padres en una etapa previa.
¿A qué finalidades sirve el superyó? En primer lugar
controlar y regular aquellos impulsos cuya expresión no
controlada pondrían en peligro la estabilidad de la socie­
dad. Tales impulsos son el sexo y la agresión. El niño
desobediente, rebelde o sexualmente curioso es considera­
do como malo o inmoral. Al adulto sexualmente pro­
miscuo o que transgrede la ley y es por lo general des­
tructivo y antisocial, se lo considera mala persona. Ei
superyó, al frenar internamente la ilegalidad y la anarquía,
le permite a la persona convertirse en miembro obser­
vante de la ley de su sociedad.
Si se considera al ello como el producto de la evolución
y el representante psicológico de la constitución biológica
de la persona, y al yo como el resultante de la interacción
de la persona con la realidad objetiva y la esfera de los
procesos mentales superiores, puede decirse que el superyó
es el producto de la socialización y el vehículo de la tradi­
ción cultural.
El lector debe recordar que no hay límites precisos en­
tre los tres sistemas. El hecho de que tengan nombres
diferentes no significa que sean entidades separadas. Los
nombres ello, yo y superyó, no significanen realidad nada
en sí mismos. Son una manera abreviadade designar pro­
cesos, funciones, mecanismos y dinámicas diferentes dentro
de la personalidad total.
El yo se forma a partir del ello y ei superyó se forma
a partir del yo. Continúan interactuando y fusionándose
entre sí durante toda la vida. Estas interacciones y fu­
siones, io mismo que las oposiciones que se desarrollan
entre los tres sistemas, constituyen el tema del capítulo
siguiente.

BIBLIOGRAFIA

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— (1 9 1 1 ), Los dos principios del suceder psíquico.
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— (19 2 5 ), La negación.
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— (1 9 3 8 ), "Esquema dei psicoanálisis”, en Revista de
Psicoanálisis, VIH, 1 (Buenos Aires, enero-
marzo, 1951).
Ca p ít u l o III

LA D IN A M IC A DE LA PERSONALIDAD

En el primer capítulo consideramos la organización de


la personalidad y describimos algunos.de los procesos y
funciones principales de sus tres provincias, el ello, ej yo
y el superyó. En este capítulo nuestra propósito es mos­
trar cómo funcionan estos tres sistemas y cómo actúan en­
tre sí y frente al ambiente.

1. ENERGIA PSÍQUICA

El organismo humano es un complicado sistema de


energía, la cual proviene del alimento que se ingiere y
se invierte en la circulación, respiración, digestión, con­
ducción nerviosa, actividad muscular, percepción, memo­
ria y pensamiento. No hay razón para creer que la ener-
gía que hace funcionar al organismo sea esencialmente
diferente de la energía que hace funcionar al universo. La
energía asume diversas formas —mecánica, térmica, eléc­
trica y química— y es capaz de ser transformada de una
a otra. La forma de energía que opera en los tres siste­
mas de la personalidad se llama' energía psíquica. No hay
nada místico, vitalista o sobrenatural en el concepto de
energía psíquica. Esta cumple un trabajo o es capaz de
hacerlo como' cualquier ,otra forma de energía. La energía
psíquica cumple tareas psicológicas —es decir, pensar, per­
c ib ir y recordar— de la misma manera que la energía
1mecánica lleva a cabo trabajos mecánicos.
Se puede hablar de la transformación de energía cor­
poral en energía psíquica de la misma manera que de la
transformación de energía psíquica en energía corporal.
Estas transformaciones ocurren de continuo. Pensamos
(energía psíquica) y actuamos (energía muscular), o
sentimos el estímulo de ciertas ondas sonoras (energía
mecánica) y oímos (energía psíquica) hablar a alguien.
No se sabe exactamente cómo se llevan a cabo estas trans­
formaciones.

II. INSTINTO

Toda la energía utilizada para llevar a cabo las tareas


de ía personalidad se obtiene de los instintos. Se define
un instinto como una condición innata que imparte ins­
trucciones a los procesos psicológicos. El instinto sexual,
por ejemplo, dirige los procesos psicológicos de percibir,
recordar y pensar, hacia la meta de ía consumación sexual.
Un instinto es como un río que fluye por un curso de
agua determinado.
Un instinto tiene una fuente, una finalidad, un objetivo
y un ímpetu. Las fuentes principales de la energía instin­
tiva son las necesidades o impulsos corporales. Una ne­
cesidad o un impulso es un proceso excitante en algún
tejido u órgano del cuerpo que libera energía acumulada
en el mismo. Por ejemplo, la condición física del hambre
activa el instinto del hambre al proporcionarle energía.
Esta energía instintiva entonces imparte instrucciones a
los procesos psicológicos de la percepción, la memoria
y el pensar. Uno busca el alimento, trata de recordar dón­
de lo ha encontrado en ocasiones previas, o forja un plai?
de acción para obtenerlo.
La finalidad última de un instinto es la eliminación
de una necesidad corporal. La finalidad del instinto del
hambre, por ejemplo, es eliminar la condición física del
hambre. Cuando se lo hace, no se libera más energía cor­
poral. desaparece el instinto del hambre y el individuo
retorna a un estado de reposo fisiológico y psicológico.
Para decirlo de otra manera, la finalidad de un instinto
es eliminar la fuente del mismo.
Además de la finalidad última de reposo, Freud obser­
vó que existen también finalidades subordinadas que tie­
nen que ser satisfechas para que se puedan alcanzar las
finalidades últimas. Antes de poder aplacar el hambre es
necesario encontrar el alimento y llevárselo a la boca. En­
contrar el alimento y comerlo están subordinados a la eli­
minación del hambre. Freud llamó a la meta final de un
instinto su finalidad interna, y a las metas subordinadas
del mismo sus finalidades externas.
Se dice que un instinto es conservador porque su meta
es que la persona retome al estado de reposo que existía
antes de la perturbación ocasionada por el proceso exci­
tador. El curso de un instinto va siempre desde un estado
de tensión a un estado de relajación. En algunos casos,
sobre todo en la satisfacción del impulso sexual, hay una
acumulación de Ja tensión antes de Ja descarga final. Esto
de ninguna manera invalida el principio general del fun­
cionamiento instintivo, porque el objetivo del impulso se­
xual es la liberación de la excitación, sin tener en cuenta
cuanta tensión pueda generarse antes de la descarga final.
Por cierto, la gente aprende a acumular grandes cantidades
de tensión porque la liberación repentina de las mismas
proporciona intenso placer.
Para decirlo en otras palabras, un instinto siempre trata
de producir una regresión a un estado anterior. Esta
tendencia del instinto a repetir una y otra vez el ciclo des­
de la excitación al reposo se llama compulsión de repeti­
ción. Existen numerosos ejemplos de compulsión de re­
petición en la vida diaria. Sirvan de ejemplo las fases
periódicas y regulares de la actividad durante la vigilia,
seguida del sueño. Las tres comidas del día son otro ejem-
;/
f

.. pío, lo mismo que el deseo sexual seguido por su satis-


facción.
Para resumir, entonces, diremoá que el objetivo de un
instinto se caracteriza por ser conservador, regresivo y re­
petirse.
El objetivo de un instinto es el objeto o medio mediante
el cual se realiza el objetivo. El objetivo del instinto del
hambre es comer alimentos; del instinto sexual, la cópula;
y del instinto de la agresividad, la lucha. El objeto o me­
dio es la característica más variable de un instinto, ya que
muchos objetos y actividades'diferentes pueden ser reem­
plazados por otros. Como veremos en el Capítulo IV, que
trata del desarrollo de la personalidad, la elaboración de
los medios por ios cuales los instintos alcanzan su meta
de reducir la tensión es uno de los caminos principales
del desarrollo de la personalidad.
,E1 ímpetu de un instinto es su fuerza, que se determina
por la cantidad de energía que posee. El hambre intensa
ejerce mayor peso sobre los procesos psicológicos que un
ligero apetito. Cuando una persona tiene mucha hambre,
su mente piensa en el alimento excluyendo de hecho toda
otra idea. De la misma manera, cuando una persona está
muy enamorada le resulta difícil pensar en otra cosa.
La sede de los instintos es el ello. Como los instintos
constituyen la cantidad total de energía psíquica, se dice
que el ello es el depósito original de la energía psíquica.
Para formar el yo y el superyó, se retira energía de ése
depósito. El tema del apartado siguiente es mostrar cómo
ocurre eso.

III. DISTRIBUCION DE LA ENERGÍA PSÍQUICA

A. E l E ll o . Se utiliza la energía del ello para la gra­


tificación instintiva mediante acciones reflejas y realiza­
ciones de deseos. En las acciones reflejas, como, son inge­
rir alimentos, vaciar la vejiga y el orgasmo sexual, la
energía se descarga automáticamente en acciones motoras.
En la realización de deseo, la energía se usa para pro­
ducir una imagen del objeto instintivo. El propósito de
ambos procesos es gastar la energía instintiva de modo
que elimine la necesidad y proporcione reposo al indivi­
duo,.
Invertir k energía en la imagen de un objeto, o con­
sumirla en una acción de descarga sobre un objeto que
satisfaga un instinto, se llama elección de objeto o catexia
de objeto. Toda la energía del ello se consume en catexias
de objeto o catexias objetales.
La energía empleada por el ello en elecciones objetales
es muy fluida. Esto quiere decir que la energía se puede
desviar fácilmente de un objeto a otro. Esta desviación
de energía se llama desplazamiento. De esta manera, si
no se encuentra alimento, un bebé hambriento puede co­
locar un pedazo de madera o su propia mano en la boca.
Para el bebé, antes de que aprenda a discriminar, el ali­
mento, un pedazo de madera o su mano son todos igua­
les. Se consideran los objetos como equivalentes cuando
existen parecidos específicos y concretos entre ellos. Dos
objetos, tales como el biberón y un trozo de madera, por
ejemplo, se perciben como idénticos porque ambos pueden
ser asidos con la mano y llevados a la boca. La energía
del ello se puede desplazar en gran medida porque el ello
no es capaz de hacer distinciones precisas entre los ob­
jetos.
' La tendencia del ello a tratar los objetos como si fue­
ran iguales, a pesar de sus diferencias, produce una de­
formación del pensar que se llama pensar predicativo.
Cuando dos objetos, por ejemplo, un árbol y el órgano
sexual masculino, son equiparados por la mente de una
persona porque ambos comparten la misma característica
física de tener una forma saliente, se dice que tal per­
sona está practicando el pensar predicativo. Este tipo de
46 C A L V IN S. HAL/L

pensar prevalece sobre todo en los sueños y explica el sim­


bolismo onírico. Cabalgar o arar un campo puede re­
presentar o simbolizar el acto sexual porque se ejecutan
movimientos similares al andar a caballo, al arar y en la
cópula. También es frecuente el pensar predicativo en la
vigilia, provocándoles gran confusión a algunas perso­
nas al impedirles hacer discriminaciones adecuadas. El
prejuicio racial se debe a menudo al pensar predicativo.
Como los negros tienen la piel oscura y como la oscuridad
se asocia con la maldad y la suciedad, se piensa que los
negros son malos y sucios. De la misma manera, se cree
que la gente pelirroja tiene temperamento ardiente porque
el rojo es el color del fuego.
Cuando los procesos del yo o del superyó interceptan el
flujo direccional de la energía instintiva, ésta trata de
abrirse camino a través de las resistencias y descargarse
en la fantasía o en la acción. Cuando consigue hacerlo,
socava los procesos racionales del yo. La persona comete
errores al hablar, al escribir, al conversar, al percibir, y
al recordar, y sufre accidentes porque se confunde y pierde
contacto con la realidad. Su capacidad para resolver pro­
blemas y descubrir la realidad disminuye a causa de la
intromisión de los deseos impulsivos. Todo el mundo sabe
qué difícil es prestar atención al trabajo cuando uno tiene
hambre o está enojado o sexualmente excitado. Cuando el
ello no puede encontrar salidas directas para la energía
instintiva, el yo o el superyó se hacen cargo de tal energía
y la utilizan para vigorizar las operaciones de sus siste­
mas.

B. El Y o . El yo no tiene energía propia. No puede,


por cierto, decirse que existe hasta que la energía se des­
plaza del ello hacia los procesos latentes que constituyen
el yo. Al energetizar nuevos procesos — tales como la
discriminación, el juicio y el razonamiento— que hasta
ese entonces han existido como tendencias innatas y la­
tentes de la personalidad, el yo como sistema separado
comienza su largo y complejo, desarrollo.
El punto de partida para la activación de esas potencia­
lidades latentes del yo se encuentra en un mecanismo
conocido como identificación. Para comprender la natura­
leza de este mecanismo será necesario volver un poco
sobre el camino que ya hemos recorrido, Como se recor­
dará, el ello no distingue entre ías imágenes ■subjetivas y
la realidad objetiva. Cuando carga (o catectiza) la ima­
gen de un objeto, es decir, cuando la energía se invierte
en un proceso que forma una representación mental de
un objeto, esto equivale a cargar el objeto mismo. Para
el ello, el objeto como imagen y el objeto como realidad
externa son idénticos y no entidades separadas.
El fracaso del ello para alcanzar alivio de la tensión
suscita una nueva línea de desarrollo que echa los cimien­
tos para la formación del yo. En lugar de una imagen
y un objeto real considerados idénticos, ocurre una sepa­
ración entre los dos. Lo que ocurre como resultado de
esa diferenciación en que el mundo interno, puramente
subjetivo del ello, se divide en un mundo interno, subjetivo
(la mente), y el mundo externo, objetivo (el am­
biente). Para poder adaptarse adecuadamente, la persona
debe ahora poner en armonía esos dos mundos. Los
estados mentales tienen que ser sincronizados con la rea­
lidad para que la persona se adapte correctamente.
Por ejemplo, cuando una persona con hambre tiene una
imagen mnémica del alimento, tiene que localizar en el
ambiente un objeto real que se corresponda con su ima­
gen mnémica. Si ésta es precisa, el objeto encontrado será
alimento. Si la imagen mnémica no es una representa­
ción correcta del alimento, tendrá que ser revisada hasta
que lo sea. De lo contrario, la persona con hambre morirá
de inanición. En una época se creía que la tierra era
plana, pero esta concepción fue corregida cuando Colón
y otros exploradores demostraron que era redonda. To­
dos los adelantos deí conocimiento consisten en convertir
las representaciones mentales del mundo en cuadros cada
vez más precisos de la realidad tal cual es.
El trabajo de convertir los contenidos mentales en ré­
plicas fieles y precisas de los contenidos del mundo ex­
terno se lleva a cabo mediante el proceso secundario.
Cuando la idea de un objeto concuerda con el objeto en sí,
se dice que la idea se identifica con el objeto. La iden­
tificación de los pensamientos con la realidad debe ser
estrecha y exacta para que el plan de acción preconcebido
lleve a la persona a la meta deseada.
Como resultado de este mecanismo de identificación, la
energía que el ello invertía en imágenes sin tener en cuen-
,ta la realidad, y por cierto sin ningún concepto de la
misma, se desvía hacia la formación de representaciones
mentales precisas del mundo real. A esta altura, el pen­
samiento lógico reemplaza a la realización de deseos. El
desplazamiento de la energía, del ello hacia el proceso
cognitivo, señala el paso inicial en el desarrollo del yo.
Importa tener presente que esta-nueva adaptación de la
personalidad depende de la separación del sujeto (men­
te) y el objeto (materia). Para el ello tal separación no
existe. En consecuencia, no hay identificación posible. La
identidad de imagen y objeto en el ello puede considerar­
se como una especie de identificación primitiva. Es mejor,
sin embargo, utilizar el término identidad para este caso,
y reservar el término identificación para aquellos donde
hay un claro reconocimiento de la separación de las dos
cosas que se identifican, es decir, los acontecimientos
mentales y la realidad externa.
La separación entre ía mente y el mundo físico de la
realidad se produce como resultado de la frustración y
el aprendizaje. Como dijimos, el ello no puede satisfacer
las necesidades vitales de lá vida sólo mediante acciones
reflejas o la realización de deseo. Por lo tanto, para so­
brevivir, la persona tiene que aprender la diferencia entre
\

las imágenes y la realidad. Sin duda alguna, existe una


predisposición congénita a distinguir entre estados men­
tales internos y realidad externa, pero la experiencia y 4a
educación deben desarrollar esta predisposición. Desde
edad muy temprana el bebé comienza a diferenciar entre
lo que está afuera, en el mundo, y lo que está e a su men­
te. Además, mediante la experiencia y la educación, apren­
de a hacer concordar lo que está en su mente con lo que
verdaderamente existe en ei mundo exterior. Aprende,
para decirlo en otras palabras, a identificar ambas cosas.
Un ejemplo de la diferencia entre identidad e identifi­
cación puede aclarar el significado de ambos términos.
Cuando una persona sueña que lo persigue un león, se
siente por lo común como si un león verdadero lo estu­
viera persiguiendo. Durante un sueño, las imágenes no
se distinguen de los objetos reales que representan. Son
identidades. En consecuencia, el soñador experimenta la
misma emoción que sentiría si los acontecimientos oníricos
ocurrieran de verdad. De la misma manera, una persona
que sufre una alucinación no la distingue de la realidad.
Por otra parte, si una persona, durante la vigilia^ mira
un programa de televisión o lee un libro, no cree que
los cuadros o las palabras son los objetos verdaderos mis­
mos. Se da cuenta de que sólo son representaciones de la
realidad. Puede identificar los sucesos que ve en la tele­
visión o que lee en el libro con la realidad, pero muy
rara vez se engaña y piensa que son la realidad misma.
Al ser identificadas con los objetos del mundo exte­
rior, las representaciones subjetivas de estos objetos reci­
ben las catexias que anteriormente el ello invertía en los
objetos mismos. Estas nuevas catexias se llaman catexias
del yo, para distinguirlas de las elecciones objetales ins­
tintivas del ello. Mediante la identificación, entonces,
queda disponible la energía para el desarrollo del pensa­
miento realista (el proceso secundario) que reemplaza
la realización alucinatoria de deseos (ei proceso prima-
50 CALVIN S. H A J . L

rio). Esta redistribución de energía que pasa del ello al


yo es un acontecimiento dinámico de gran importancia
en el desarrollo de la personalidad.
A causa de que las funciones racionales del yo tienen
éxito para gratificar los instintos, cada vez se trasvasa
más energía del depósito del ello hacia el yo= A medid'a
que el yo gana en fuerza, el ello la pierde. Sin embargo,
si el yo no puede cumplir la tarea de satisfacer las de­
mandas del ello, las catexias del yo se vuelven a convertir
en catexias objetales instintivas e impera nuevamente
la infantil realización de deseos. Esto es lo que sucede
durante el sueño. Como el yo no puede funcionar con
eficacia durante el sueño, se invoca el proceso primario,
que produce imágenes alucinatorias. Incluso durante la vi­
gilia puede reactivarse el proceso primario cuando el yo
no alcanza resultados directamente. Esto se conoce como
pensamiento autista o de realización de deseos.
Una persona que desee mucho que algo sea cierto, a
veces se engaña a sí misma y cree que es cierto. Todos
sabemos qué fácil es dejar que nuestros prejuicios y de­
seos dirijan nuestro pensamiento. Incluso el hombre de
ciencia objetivo debe cuidar de que sus preferencias teó­
ricas no influyan sobre sus observaciones y razonamientos.
Por ello toma la precaución de establecer controles ade­
cuados para sus experimentos y observaciones, y de repe­
tirlos muchas veces para asegurarse de que lo que vio
por primera vez es verdadero. El pensamiento autista siem­
pre nos está tendiendo trampas.
En condiciones normales, el yo monopoliza casi el mon­
to de energía psíquica. *Cuando ha atraído energía sufi­
ciente del ello, puede utilizarla para otros propósitos que
no son la satisfacción de instintos. La energía se usa para
desarrollar los procesos psicológicos de percibir, atender,
aprender, recordar, juzgar, discriminar, razonar e imaginar.
Todos estos procesos se vuelven muy complicados y cada
vez más eficientes a medida que el yo adquiere el control
de la energía. El mundo cobra nuevos significados
para una persona a medida que ésta aprende más sobre
él, y con ese aumento de conocimiento está en mejor
posición para dominarlo según sus finalidades pro­
pias. No sólo en la evolución del individuo sino tam­
bién en la evolución racial y cultural del hombre existe
un control cada vez más creciente sobre la naturaleza me­
diante el desplazamiento de la energía de los procesos
no-racionales del ello hacia los racionales propios del yo.
Parte de la energía del yo tiene que ser utilizada para
inhibir y posponer la descarga de las excitaciones a través
del sistema motor. El propósito de esta postergación es
permitir que el yo trace un plan realista de acción antes de
actuar. Cuando se usa energía para obstruir el flujo de
la energía hacia la descarga final, se llama a estas fuerzas
bloqueadoras, contracatexias o contracargas. Una contra­
catexia es una carga de energía que se opone a una catexia.
Las contracatexias del yo se dirigen contra las catexias del
ello porque éstas presionan para encontrar alivio inme­
diato de la tensión. La región limítrofe entre el yo y el
ello puede ser comparada a la frontera entre dos países,
uno de los cuales trata de invadir al otro. El país ame­
nazado de invasión erige fortificaciones (contracatexias
del yo) para rechazar al invasor (catexias del ello). Cuan­
do las contracatexias ceden, las catexias objetales del ello
dominan al yo y producen un comportamiento impulsivo.
Esto sucede cuando una persona habitualmente controla­
da se enoja,
La energía del yo también puede ser utilizada para for­
mar nuevas catexias objetales. Estos objetos no satisfacen
directamente las necesidades básicas del organismo, aun­
que estén relacionados por nexos asociativos con objetos
que las satisfacen. Por ejemplo, el instinto del hambre pue­
de ramificarse en muchas direcciones y abarcar muchas
actividades que no son esencialmente la satisfacción del
hambre. El coleccionar recetas culinarias raras y libros de
cocina, adquirir finos juegos de porcelana y de plata para
Ja mesa, instalar una moderna cocina eléctrica, descubrir
restaurantes que sirven comidas exóticas, leer y hablar so­
bre platos y muchísimos otros intereses que se orientan
hacia el alimento, ocupan la energía de muchas personas,
aunque ninguno de ellos en realidad reduce el "hambre.
La razón por la cual el yo tiene energía suficiente para
dedicar a finalidades no instintivas, es que su funciona­
miento eficaz produce un excedente de energía que sobre­
pasa la requerida para las necesidades vitales de la vida.
Cuanto mayor es la economía con que funciona el yo
para satisfacer las necesidades corporales, tanto más ener­
gía tiene para actividades de recreación. En el capítulo
siguiente se examinará la manera como se originan estos
intereses del yo.
Por último, la energía del yo se utiliza para realizar una
síntesis o integración de los tres sistemas de la perso­
nalidad. .El propósito de esta síntesis es alcanzar armonía
interna y transacciones fáciles con el ambiente. Cuando el
yo cumple sabiamente su función sintética, el ello, el yo
y el superyó se fusionan en un todo unificado y bien or­
ganizado. Tendremos más que decir sobre la función de
síntesis del yo en capítulos siguientes.
En comparación con la movilidad de la energía del ello,
la energía del yo es bastante menos fluida y está mucho
más ligada. Con esto se quiere decir que se consume en
operaciones mentales y no se gasta en acciones impulsivas
o realizaciones del deseo. El yo liga la energía al canali­
zarla hacia los procesos psicológicos, consumiéndola en
contracatexias, formando intereses del yo, y utilizándola
para la síntesis. A medida que se desarrolla, el yo emplea
cada vez más esta energía en tales funciones.

C. E l S u p e r y ó . El miedo al castigo y el deseo de


aprobación hacen que el niño se identifique con los pre­
ceptos morales de sus padres. Esta identificación con los
COM PENDIO DE PSICOLOGÍA FREUD IA N A 53

padres produce la formación del superyó. Pero a diferen­


cia de las identificaciones realistas del yo, las identifica­
ciones en que se basa el superyó son las de los padres
idealizados y omnipotentes, los que poseen grandes po­
deres para castigar y recompensar. En consecuencia, el
superyó también posee el poder de recompensar y casti­
gar. Lo primero lo lleva a cabo el ideal del yo, lo segun­
do la conciencia moral.
Las prohibiciones de la conciencia moral son inhibi­
ciones o contracatexias que bloquean la descarga de la
energía instintiva, ya sea directamente mediante el com­
portamiento impulsivo y la realización de deseos, o de
manera indirecta por medio de mecanismos del yo. Es
decir, la conciencia moral se opone al ello y al yo, y trata
de suspender el funcionamiento del principio del placer
y del principio de realidad. Una persona con una fuerte
conciencia moral está en guardia constante contra los im­
pulsos inmorales. Gasta parte tan grande de su energía
en la defensa contra el ello, que no le queda la suficiente
para llevar a cabo tareas útiles y satisfactorias. En conse­
cuencia, se inmoviliza y vive una vida constreñida.
Las contracatexias de la conciencia moral difieren de las
del yo. Las fuerzas de resistencia del yo tienen la finali­
dad de demorar la acción final para que el yo pueda
desarrollar un plan satisfactorio de acción. Las prohibicio­
nes de la conciencia moral, en cambio, tratan de abolir
toda idea de acción. La conciencia moral les dice "no’'
a los instintos, el yo les dice "esperad” .
El ideal del yo pugna por perfección. Invierte su ener­
gía en catectizar ideales que son los representantes inter­
nalizados de los valores morales de los padres. Estos
ideales representan elecciones objétales perfeccionistas.
Lina persona cuya energía esté ligada en el ideal del yo,
será idealista y de pensamientos elevados. Su elección de
objetos y en gran parte de intereses se determina más por
sus valores morales que por sus valores reales. Se ocupa
/
- /

más en diferenciar el bien del mal que en distinguir entre


lo verdadero y lo falso. Para tal persona la virtud es
más importante que la verdad.
Al identificarse con las elecciones objetales éticas del
ideal del yo, el yo experimenta sentimientos de orgullo.
El orgullo es la recompensa que el ideal del yo otorga al
yo por ser bueno. Es análogo al sentimiento que tiene el
niño cuando sus padres lo alaban. Por otra parte, cuando
el yo se identifica o elige un objeto que el superyó consi­
dera carente de valor, el superyó castiga al yo haciéndole
sentirse avergonzado y culpable. Esto también se parece
mucho a la situación que se da cuando la madre o el
padre castigan a un niño por portarse mal.
El orgullo es una forma de narcuismo secundario. El
yo se ama a sí mismo por hacer lo que es virtuoso. ''La
virtud es su propia recompensa.” Del mismo modo po­
dría decirse que el pecado es su propio castigo.
Vemos así que la energía proveniente del ello se ca­
naliza hacia el yo y el superyó mediante el mecanismo
de identificación. Tal energía, entonces, puede ser utili­
zada por el yo y el superyó para promover o frustrar el
objetivo del ello, que es la búsqueda del placer (libera­
ción de la tensión) y evitar el dolor (aumento de la ten­
sión). Hemos visto cómo el yo se alia con el ello con el
fin de gratificar a los instintos. Parecería, por otra parte,
que el superyó, como enemigo de ios instintos inmorales
que tienden al placer, se opone siempre al ello. Pero
no siempre es así. El ello puede manejar ai superyó con el
propósito de obtener satisfacción para los instintos, Es
decir, que el superyó puede actuar como agente del ello,
en relación con el mundo exterior y con el yo. Por ejem­
plo, el superyó de una persona moralista puede volverse
muy agresivo contra su yo. Se le hace sentir al yo que es
malo e indigno. Una persona que siente tal cosa puede
incluso infligirse daños corporales o suicidarse. Los actos
de autoagresión satisfacen los impulsos agresivos del ello.
El superyó de una persona de pensamiento elevado tam­
bién puede gratificar al ello atacando a ía gente que se
considera inmoral. La crueldad disfrazada de indignación
moral no nos es desconocida y ha sido incluso practicada
en gran escala. Lo atestiguan, por ejemplo, la brutalidad
de la Inquisición, la quema de brujas y los asesinatos
en masa perpetrados por los nazis. Esos ataques sádicos
eran en apariencia instigados por un fervor moral de la
más alta jerarquía. Sin embargo, representan en realidad
la expresión de las fuerzas primitivas del ello. En tales
casos, se dice que el superyó ha sido corrompido por el
ello.
El ello y el superyó tienen otra cualidad común. Am­
bos funcionan irracionalmente y deforman y falsifican la
realidad. Deberíamos más bien decir que el ello y el su­
peryó deforman el pensamiento realista del yo. El superyó
obliga al yo a ver las cosas como deberían ser y no como
son. El ello obliga al yo a ver el mundo como el ello
desea que sea. En ambos casos, el proceso secundario,
la prueba de realidad y el principio de realidad son per­
vertidos por fuerzas irracionales.
Para concluir este apartado sobre la distribución de la
energía psíquica en la personalidad, debe recordarse que
existe una cierta cantidad de energía y no más. Esto quie­
re decir que si el yo gana energía, el ello,,o el superyó
—o ambos— tienen que perderla. La energetización de
un sistema de personalidad significa la desenergetización
de los otros sistemas. Una persona con un yo fuerte ten­
drá un ello y un superyó débiles.
La dinámica de la personalidad consiste en los cambios
en la distribución de la energía a través de la personali­
dad. La conducta de una persona está determinada por
su dinámica. Si la mayor parte de la energía está con­
trolada por el superyó, su conducta será moralista. Si está
controlada por el yo, su conducta será realista. Y si de­
pende del ello, sus acciones serán impulsivas. Lo que una
persona es y hace es inevitablemente una expresión del
modo en que se distribuye ?a energía,

IV. CATEXIAS Y CONTRACATEXIAS

En uno de sus escritos Freud caracteriza el psicoanálisis


como "una concepción dinámica que reduce la vida mental
a la interacción de fuerzas que se impulsan y controlan
recíprocamente” . Las fuerzas impulsoras son las catexias,
las fuerzas controladoras las contracatexias.
Como hemos visto, el ello sólo tiene catexias mientras
que el yo y el superyó también poseen contracatexias. De
hecho, el yo ,y el superyó se originan porque es necesario
contener las acciones imprudentes del ello. Ahora bien:
aunque los procesos que constituyen el yo y el superyó
actúan como frenos del ello, el yo y el superyó también
tienen sus fuerzas impulsoras propias.
Otra manera de considerar el concepto de la contraca-
texia es verlo como una frustración interna. La fuerza
resistente frustra la descarga de tensión. Hay que distin­
guir este tipo de frustración de otro tipo llamado frustra­
ción externa. En la frustración externa no se puede llegar
al objeto meta por razones sobre las cuales la persona no
tiene dominio. U na'persona puede necesitar alimento,
pero si no lo hay en su ambiente o si se le impide alcan­
zarlo su hambre quedará insatisfecha. La frustración exter­
na es un estado- de privación o de pérdida, mientras que la
frustración interna es un estado de inhibición interna.
Cuando una persona quiere hacer algo pero se interpone
en su camino un obstáculo externo, se trata de una frus­
tración externa. Cuando una persona quiere hacer algo
pero su yo o su superyó se lo impiden, estamos frente a
una frustración interna.
Freud observa que la frustración interna (contrac?.-
texia) no surge hasta que la frustración externa le prepara
el terreno. Es decir, una persona tiene que experimentar
privación o pérdida de algo antes de que pueda desarro­
llar controles internos. En el caso del superyó, por ejem­
plo, el niño no desarrolla una autodisciplina hasta que
haya tenido la oportunidad de identificarse con las prohi­
biciones morales de sus padres. Un niño tiene que apren­
der lo que es malo mediante el castigo antes de que pueda
establecer controles internos sobre su conducta.
El concepto de fuerzas impulsoras y controladoras nos
permite comprender por qué pensamos y actuamos como
lo hacemos. En general, si las fuerzas impulsoras son más
poderosas que las controladoras, se llevará a cabo alguna
clase de acción o se hará consciente alguna idea. Si las
contracatexias superan en fuerza a las catexias, sé reprimirá
la acción o el pensamiento. Sin embargo, aun cuando no
haya presente catexia alguna, el proceso mental puede
estar cargado tan débilmente que no se llegue & producir
la conciencia o la acción.
Tómese, por ejemplo, el caso de una persona que- trata
de recordar algo. Puede no ser capaz de recordarlo porque
la huella mnémica está cargada con una cantidad insufi­
ciente de energía. La huella puede tener una carga débil
de energía porque la experiencia no hizo demasiada im­
presión en la persona en primer lugar. O la energía de la
huella puede haberse desviado hacia la formación de nue­
vas huellas mnémicas. Aprender algo nuevo habitualmente
significa que hay que olvidar o desaprender algo viejo..
La razón de esto es que una persona tiene una cantidad
limitada de energía psíquica. Cuando se hacen nuevas
inversiones, hay que pedir prestada energía a las catexias
objetales ya establecidas. En consecuencia, las viejas cate­
xias mnémicas se debilitan a medida que se agrega energía,
a las nuevas.
Se dice que las huellas mnémicas que poseen poca ener­
gía al comienzo o que la han perdido en beneficia de
58 CALVIN S. H A L L
. y
otras huellas, han sido olvidadas. Pueden ser reinstaladas
en la memoria: por repetición de la experiencia. Así, cuan­
do alguien olvida un número telefónico puede cargar de
nuevo la huella mnémica mirando el número en la guía.
A esto se lo llama refrescar la memoria.
Por otra parte, uno puede no recordar algo porque a la
catexia de la huella mnémica se opone una resistencia o
contracatexia. Se dice entonces que tales recuerdos están
reprimidos, y no olvidados.
Un recuerdo reprimido puede ser recordado reduciendo
la fuerza de las contracatexias o aumentando la fuerza de
las catexias. Ninguna de las dos cosas es muy fácil de
hacer. Por lo general se encuentra que cuanto mayor es el
esfuerzo para tratar de irrumpir a través de la represión,
mayor es la resistencia que se le opone. Técnicas especia­
les, tales como la hipnosis o la asociación libre, se utilizan
para debilitar, las resistencias. Las resistencias también
tienden a debilitarse durante el dormir, de modo que po­
demos recordar en sueños algo que se reprime durante la
vigilia.
¿Por qué se reprimen los recuerdos? Hay dos razones
principales. O el recuerdo en sí es doloroso o se asocia
con algo que es doloroso. Por ejemplo, una persona
puede olvidar el nombre de un conocido con el que ha
tenido un encuentro desagradable. O puede olvidar su
nombre porque se asocia a algo doloroso. En ambos casos,
las contracatexias tienen el fin de proteger a la persona
de la incomodidad y la ansiedad. Todo lo cual significa
que es más fácil olvidar una cita con el dentista que una
cita para ir a bailar. 1
La realidad de las fuerzas impulsoras y represivas de la
personalidad se nos manifiesta con mucha frecuencia. Un
ejemplo típico es el impulso de vaciar la vejiga, que se
reprime por reconocer la incorrección del lugar y tiempo
para hacer tal cosa. Otro ejemplo conocido es el impulso
a hacerle a alguien una zancadilla, impulso inhibido por
sentimientos sociales. Tener algo en la punta de la lengua
indica que está funcionando una represión; cuanto más
uno trata de recordarlo más difícil resulta hacerlo. Si uno
presta atención a otros temas, puede debilitarse la resisten­
cia y surgir en la conciencia de pronto, espontáneamen­
te, el recuerdo reprimido. Podrían darse numerosos ejem­
plos más de la oposición de fuerzas. A veces una persona
tiene conciencia de la oposición, mientras que en otras
ocasiones todo lo que experimenta es un sentimiento de
tensión, sin percatarse de la naturaleza de las fuerzas en
pugna.
La oposición de una contracatexia a una catexia se
llama conflicto interno o end&psíquico. Un conflicto en-
dopsíquico reside dentro de la personalidad. Hay que dis­
tinguir estos conflictos de los conflictos entre la persona
y su ambiente. Aunque hay innumerables conflictos en-
dopsíquicos, tantos como existen catexias y contracatexias
en pugna, se los puede clasificar en dos categorías: los
conflictos ello~yo5 y los conflictos yo-superyó. No existen
conflictos entre el ello y el superyó porque la oposición
entre el ello y el superyó siempre implica al yo. Es decir,
el ello y el superyó entran en conflicto porque cada uno
trata de utilizar al yo para sus propios fines. Además, un
conflicto simple entre el ello y el yo puede complicarse
si el superyó alia sus fuerzas con el ello contra el yo o
con el yo contra el ello. El yo es el elemento común en
todos1los conflictos, incluyendo los que implican oposi­
ción con el mundo externo. Como el resultado de un con­
flicto es decisivo para la evolución de la personalidad, nos
ocuparemos de nuevo de este importante tema en el capí­
tulo siguiente.
Prácticamente todo proceso de la personalidad está re­
gulado por la interacción de las catexias y las contraca­
texias. A veces el equilibrio entre ellas es tan delicado que
un pequeño cambio en la proporción de la fuerza de la
catexia respecto de la fuerza de la contracatexia significará
una diferencia, entre hacer y no hacer algo. Un ligero
aumento de la, catexia o una ligera disminución de contra-
catexia cuando el dedo de la persona está en el gatillo de
un revólver puede ser causa de que se dispare el tiro, de
que se mate a una persona, fe juzgue a un asesino, se lo
condene y se lo ahorque. El delicado equilibrio del poder
que a menudo existe entre las fuerzas impulsoras y repré-
soras de la personalidad hace extremadamente difícil pre­
decir con exactitud qué hará una persona en una situación
dada. Así como una chispa puede ocasionar un desastroso
incendio, de la misma manera un alza imperceptible en
el nivel de la catexia puede iniciar una cadena de aconte­
cimientos de profundas consecuencias en la vida de una
persona y en la sociedad. Esta incapacidad para predecir
el comportamiento de una persona impide que la psicolo­
gía sea una ciencia muy exacta. Freud tenía presente
este hecho cuando escribió:

'Tero si emprendemos el camino inverso, partiendo de las


premisas descubiertas por el análisis, e intentamos perseguir su
trayectoria hasta el resultado, desaparece nuestra impresión de
una concatenación necesaria e imposible de establecer en otra
forma. Advertimos en seguida que el resultado podía haber sido
distinto y que también hubiéramos podido llegar igualmente a
comprenderlo y explicarlo. Así, pues, la síntesis no es tan sa­
tisfactoria como en análisis, o, dicho de otro modo, el cono­
cimiento de las premisas no nos permite predecir la naturaleza
del resultado.
No es difícil hallar las causas de esta singularidad descon­
certante. Aunque conozcamos por completo los factores etiológicos
determinantes de un cierto resultado, no conocemos más que
su peculiaridad cualitativa, y no su energía relativa. Algunos
de ellos habrán de ser juzgados por otros, más fuertes, y no
participarán en el resultado final Pero no sabemos nunca, de
antemano, cuáles de los factores determinantes resultarán ser lcfs
más fuertes y cuáles los más débiles. Sólo al final podemos
decir que los que se han impuesto eran ios más fuertes. Así,
pues, analíticamente, puede descubrirse siempre, con toda se­
guridad, la causación, siendo, ,en cambio, imposible toda pre­
dicción sintética.” 1

Lo que Freud dice aquí es que a causa de que cambios


muy sutiles en las intensidades relativas de las fuenas
excitantes e inhibitorias, y de que pequeños cambios en
esas intensidades pueden producir efectos importantes, la
psicología no puede ser una ciencia predictiva. Puede,
empero, ser una ciencia postdictiva, pues es capaz de mirar
hacia atrás y descubrir las causas que produjeron un re­
sultado.
En el capítulo siguiente volveremos al tema del papel
que la catexia y la contracatexia desempeñan en el .desa­
rrollo de la personalidad. También examinaremos el pro­
blema de cómo una catexia puede evadir una resistencia
al encontrar otra salid-a,

V.' CONCIENCIA E INCONSCIENTE

En los primeros años del psicoanálisis, el concepto cen­


tral de la teoría de Freud era el inconsciente. En las
formulaciones posteriores de Freud, a partir de 1920 más
o menos, el inconsciente fue rebajado de categoría y dejó
de ser la región mayor y más importante de la mente para
ser considerado una cualidad de los fenómenos mentales.
Mucho de lo que antes se le había asignado al incons­
ciente se convirtió en el ello, y la distinción estructural
entre conciencia e inconsciente fue reemplazada por la or­
ganización tripartita ello, yo y superyó.
Aunque no es nuestro propósito aquí escribir una his­

1 Sigmund Freud, "Sobre la psicogénesis de un caso de ho­


mosexualidad femenina”, en Obras completas, Madrid, Biblio­
teca Nueva, 19^8, vol. I, págs, 1027-1028.
toria del desarrollo de las ideas freudianas en relación
con la historia de la psicología, podemos señalar que la
importancia declinante del inconsciente en el psicoanálisis
fue paralela con la disminución del significado de la mente
consciente en la psicología. Mientras que la psicología
del siglo xix se esforzó tratando de analizar la mente
consciente, el psicoanálisis se ocupó de explorar la mente
inconsciente. Freud creía que la conciencia era sólo una
delgada corteza de la mente total, que como un témpano,
tenía la mayor parte escondida debajo de la superficie
consciente.
Los psicólogos contestaron a Freud diciendo que la no­
ción de una mente inconsciente era una contradicción en
los términos; la mente, por definición, era consciente. La
controversia nunca alcanzó a decidirse porque la psicolo­
gía y el psicoanálisis cambiaron de objetivos durante el
siglo XX. La psicología se convirtió en la ciencia de la
conducta, y el psicoanálisis en la ciencia de la personali­
dad. En la actualidad existen muchos indicios de que las
dos ciencias se están acercando para formar una sola
ciencia.
£n la actualidad nos parece que lo que Freud trató
de realizar en los treinta años que van desde 1890 hasta
1920, durante los cuales la mente inconsciente reinaba
como concepto soberano en su sistema psicológico, fue
descubrir las fuerzas determinantes de la personalidad,
que no son directamente conocidas por el observador. De
la misma manera que la física y la química hacen conocer
lo desconocido sobre la naturaleza de la materia, mediante
experimentos y demostraciones, la tarea de la psicología
era para Freud buscar factores desconocidos de la perso­
nalidad, Tal parece ser el significado de la afitmación
siguiente de Freud: "Nuestro trabajo científico en psi­
cología consistirá en transformar los procesos incons­
cientes en conscientes, llenando de este modo las
lagunas de las percepciones conscientes.” Freud aquí me­
ramente reconoce el hecho conocido de que la meta de
todas las ciencias es sustituir la ignorancia por el conoci­
miento. Por ejemplo, el hombre no tiene conciencia direc­
ta del proceso de la digestión, pero la ciencia de la fisiolo­
gía puede decirle qué sucede durante la digestión. Este
conocimiento no le permite percibir (tener conciencia di­
recta) sus propios procesos digestivos a medida que ocu­
rren; sin embargo conoce (comprende) qué está suce­
diendo. De manera similar, uno no se da cuenta de los
procesos mentales inconscientes, pero la psicología puede
enseñar qué está pasando debajo del nivel de la conciencia.
Por ejemplo, una persona que sufre un accidente por lo
general no se da cuenta de que el accidente puede repre­
sentar un deseo de herirse. Sin embargo, es precisamente
eso lo que han demostrado numerosos estudios. Tampoco
una persona que siente una avidez anormal por alimentar­
se o por beber tiene de ordinario conciencia del hecho de
que tal avidez puede haber nacido de un frustrado deseo
de amor. Sin embargo, así sucede a menudo. Aun cuando
un individuo aprende que existe una relación entre la
propensión al accidente y los sentimientos de culpa, o
entre el alcoholismo y el amor frustrado, probablemente
no tiene conciencia directa de esa relación tal como existe
en él mismo.
Freud creía que para que la psicología pudiera llamarse
ciencia, debía descubrir las causas desconocidas del com­
portamiento, Por eso es que asignó tanta importancia a
la> causas o motivaciones inconscientes en los primeros
años del psicoanálisis. Para Freud lo inconsciente es lo
que es desconocido.
La teoría psicoanalítica, después de 1920, conserva la
conciencia y lo inconsciente como cualidades de los fe­
nómenos mentales. El que un contenido mental sea cons­
ciente o no, depende de la magnitud de la energía inver­
tida en él y en la intensidad de la fuerza de resistencia.
Una persona siente dolor o placer cuando la magnitud del
dolor o del placer excede cierto valor catéctico, llamado
vdor umbral. De la misma manera, percibe un objeto
en el mundo cuando el proceso perceptual está energeti-
zado más allá de un valor umbral. Aun cuando la catexia
sobrepase el umbral, la sensación o la percepción pueden
no poseer la cualidad de conscientes a causa de ios efectos
inhibitorios de la contracatexia, que le impide llegar a la
conciencia.
Por ejemplo, se conocen casos de individuos incapaces
de vít, a pesar del hecho de que sus mecanismos visuales
funcionan bien. Son ciegos porque no quieren ver. Esto
quiere decir que la fuerza inhibitoria (contracatexia) blo­
quea efectivamente la catexia visual. La razón por la que
no quieren ver es que el ver es demasiado penoso para
ellos Tienen literalmente miedo de ver, como una per­
sona que cierra los ojos en el cine para evitar ver una
escena particularmente horripilante.
Las percepciones y los sentimientos son experiencias
directas de algo que le está ocurriendo a la persona en el
presente. Los recuerdos y las ideas, por otra parte, son re­
presentaciones mentales de experiencias pasadas. Para que
las ideas o los recuerdos se hagan conscientes, es necesario
que se asocien con el lenguaje. Uno no puede pensar o
recordar a menos que lo que está pensando o recordando
se una a palabras que ha visto u oído. En consecuencia,
no se puede recordar conscientemente experiencias infan­
tiles que ocurrieron antes de que comenzaba el desarrollo
del lenguaje. Sin embargo, pese al hecho de que uno no
puede recordar las experiencias muy tempranas, ellas pue­
den tener importancia decisiva en el desarrollo de la per­
sonalidad. ■' '
Freud diferenció entre dos cualidades de inconscierítes:
lo preconsciente y el inconsciente propiamente dicho. Una
idea o recuerdo preconscientes son los que pueden hacerse
conscientes muy fácilmente porque la resistencia es- débil.
Un pensamiento o recuerdo inconscientes son más difíci­
les de hacerse conscientes porque la fuerza que se les
opone es poderosa. En realidad existen todos los grados
de inconsciente. En un extremo de la escala está el re­
cuerdo que nunca podrá hacerse consciente porque no tiene
asociaciones con el lenguaje; en el otro se encuentra el
recuerdo que está en la punta de la lengua.
Como se requiere una concentración relativamente gran­
de de energía para que un proceso mental adquiera la
cualidad de ser consciente, con tal fin hay que desviar
energía de otros procesos mentales. Esto quiere decir que
podemos tener conciencia de una sola cosa por vez. Sin
embargo, el rápido desplazamiento de energía de una idea,
recuerdo, percepción o sentimiento a otros, proporciona
un amplio margen de percatación consciente dentro de un
breve espacio de tiempo. Uno puede pensar o recorrer
con la memoria una cantidad de cosas rápidamente, por
la movilidad con que puede redistribuirse la energía psí­
quica. El sistema perceptual es como un mecanismo de
radar que con rapidez registra y toma imágenes del mun­
do. Cuando el sistema perceptual descubre un objeto
necesario o capta un peligro en potencia en el mundo
externo, se detiene y enfoca su atención sobre el objeto
o el peligro. Se atraen entonces ideas y recuerdos del
preconsciente para ayudar a la persona a adecuarse a la
situación que se le presenta. Cuando ha pasado el peli­
gro o se ha satisfecho la necesidad, la mente vuelve su
atención hacia otros asuntos.

VI. LOS INSTINTOS

Dijimos en un apartado anterior de este capítulo (véase


apartado II, "Instinto” ) que un instinto es una suma de
energía psíquica que imparte dirección a los procesos psi­
cológicos, y que tiene una fuente, una finalidad, un
objetivo y un ímpetu. ¿Cuántos instintos diferentes hay?
Hay tantos como necesidades corporales, puesto que un
instinto es el representante mental de una necesidad cor­
poral. Freud dijo que el número de instintos es algo que
deberá ser determinado por la investigación biológica.
En su planteo final Freud reconoció dos grandes gru­
pos de instintos: los que están al servicio de la vida y
ios que están al servicio de la muerte. La meta final de
los instintos de muerte es él retorno a la constancia de la
materia inorgánica. En sus especulaciones, Freud pensó
que los instintos de muerte se encontraban en la materia
viva en una etapa de la evolución de la tierra en que las
fuerzas cósmicas que actuaban sobre la materia inorgánica
la transformaron en formas vivas. Esas primeras cosas
vivas probablemente vivieron sólo muy corto., tiempo y
luego retornaron (regresaron) a su estado inorgánico pri­
mitivo. ’La vida consistía esencialmente en un estado de
perturbación producido por un estímulo externo. Cuando
la perturbación cesaba se apagaba la chispa de la vida.
Como resultado de estas condiciones presentes en la crea­
ción de la vida, la regresión a lo inorgánico se convirtió
en una finalidad de lo orgánico.
Con la continua evolución del mundo, nuevas formas
de energía crearon perturbaciones de mayor duración, de
modo que aumentó el lapso de vida. A su' debido tiempo
los seres vivientes adquirieron el poder de reproducirse.
En ese punto de la evolución, la creación de la vida se hizo
independiente de la estimulación externa. Aunque el ins­
tinto de reproducción aseguraba la continuidad de la vida,
la presencia del instinto de muerte significaba que ningún
ser particular podía vivir eternamente. Su destino final
era siempre retornar a lo inorgánico. Freud creía que la
vida era un camino indirecto hacia la muerte.
Los instintos de muerte cumplen su tarea de manera
invisible. Poco se sabe de ellos, excepto que inevitable­
mente cumplen su misión. No obstante, los derivados de
los instintos de muerte, de los cuales la agresividad y la
destructividad son algunos de los más importantes, son
muy conspicuos. En el Capítulo IV, El desarrollo de la
personalidad, se examinará el tema de los derivados de los
instintos. A quí baste decir que el derivado de un instin­
to es una fuerza impulsora que tiene la misma fuente y
la misma finalidad que el instinto del que deriva, pero
difiere en los medios por los cuales alcanza su fin. En
otras palabras, el derivado de un instinto es una catexia
objetal sustitutiva.
Los instintos de vida son mejor conocidos porque sus
efectos son más manifiestos. Son los representantes men­
tales de todas las necesidades corporales cuya satisfacción
es necesaria para sobrevivir y reproducirse. Los instintos
sexuales han sido los más profundamente estudiados de to­
dos los instintos de vida y tienen gran importancia en la
teoría psicoanalítica de la personalidad. Los instintos se­
xuales tienen sus fuentes en diversas zonas corporales, las
llamadas zonas erógenas. La boca, el ano y los órganos ge­
nitales son las principales zonas erógenas. Freud pensaba
que una zona erógena podía ser una parte del cuerpo que
estaba sensibilizada por sustancias químicas (hormonas)
segregadas por las glándulas sexuales. Los instintos se­
xuales surgen independientemente entre sí en la vida del
individuo, pero en la pubertad (madurez sexual) se sin­
tetizan normalmente al servicio de la reproducción. Tam­
bién interactúan con los demás instintos vitales. La boca
es la entrada para el alimento, y también una parte del
Cuerpo que, adecuadamente estimulada, produce placer,
sensual. El ano es el órgano por el cual se eliminan los
residuos, pero también produce placer cuando se lo esti­
mula de ciertos modos. El derivado principal de los ins­
tintos sexuales es el amor. Examinaremos más ampliamen­
te los instintos sexuales y sus derivados en el capítulo
siguiente.
La forma de energía utilizada por los instintos vitales
recibe el nombre de libido, pero Freud nunca le dio nom-
bre especial alguno a la forma de energía empleada por
los instintos de muerte. En sus primeros escritos utilizó
el término "libídd” para denotar la energía sexual, pero al
revisar su teoría de la motivación la libido fue definida
como la energía de todos los instintos de vida.
Los instintos de vida y de muerte y sus derivados
pueden fusionarse entre sí, neutralizarse mutuamente o
alternar recíprocamente. Ejemplo de una fusión de ins­
tintos es el dormir, ya que es a la vez un estado de ten­
sión reducida (un retomo parcial por el camino que lleva
a lo inorgánico) y un lapso durante el cual los procesos
vitales se revitalizan. El comer representa una fusión de
un instinto vital con la destructividad, esta última un
derivado del instinto de muerte, ya que la vida se man­
tiene gracias a la comida, pero al mismo tiempo se des­
truye el alimento al morderlo, masticarlo y tragarlo. El
amor, un derivado de los instintos sexuales, a menudo
neutraliza al odio, un derivado de los instintos de muerte.
También pueden alternar entre sí, como cuando el amor
se vuelve odio o el odio se convierte en amor.
Los instintos residen en el ello, pero se expresan al
guiar los procesos del yo y del superyó. El yo es el agente
principal de los instintos de vida. Él yo sirve a los ins­
tintos vitales de dos maneras importantes. Originariamen­
te nace para que las necesidades básicas del cuerpo alcan­
cen su satisfacción. Lo hace aprendiendo a llevar a cabo
transacciones realistas con el ambiente. El yo también
sirve a los instintos vitales al trasformar los instintos de
muerte en formas que cumplen los fines de la vida en
vez de los de la muerte, Por ejemplo, el deseo primario
de muerte en el ello se trasforma en el yo en agresión
contra los enemigos del mundo exterior. Al cumplir una
acción agresiva una persona se protege a sí misma del
daño o destrucción que podrían causarle sus enemigos. La
agresión también le ayuda a superar barreras que difi­
cultan la satisfacción de sus necesidades básicas.
. Sin embargo, cuando una persona es agresiva tropieza
a menudo con contra-agresiones procedentes de autoridades
y enemigos. Para evitar el castigo* la persona aprende a
identificarse con ei agresor. Esto significa que se vuelve
agresivo contra los mismos impulsos que lo hacen hostil
haci& los demás. Es decir, desarrolla un superyó que con­
trola sus impulsos en forma similar a una autoridad
externa.
El superyó, como autoridad internalizada, lleva enton­
ces una acción agresiva contra el yo cada vez que éste
intenta ser hostil o rebelde contra una figura externa con
autoridad. La serie de acontecimientos puede ser resumida
así: 1) el niño es agresivo contra su padre; 2) el padre
responde castigando al niño; 3) el niño se identifica con
el padre que lo castiga; 4) la autoridad del padre se in­
ternaliza y se convierte en superyó; 3) el superyó castiga.
al yo cuando éste desobedece una regla moral dei super­
yó. En los casos extremos el superyó trata de destruir aí.
yo. Eso es lo que sucede, por ejemplo, cuando una persona
se siente tan avergonzada de sí misma que llega ai sui­
cidio.
Como el yo es el agente de la vida, el superyó, al
tratar de destruir al yo tiene la misma finalidad que el
deseo original de muerte en el ello. Por eso se dice que
el superyó es el agente de los instintos de muerte.

VIL ANGUSTIA

La angustia es uno de los conceptos más importantes


de la teoría psicoanalítica. Desempeña un papel impor­
tante tanto en el desarrollo de la personalidad como en
la dinámica del funcionamiento de la personalidad. Ade­
más, posee un significado central en ía teoría freudiana
de la neurosis y psicosis y en el tratamiento de estos esta­
dos patológicos. Nos limitaremos aquí a examinar la
parte que la angustia desempeña en el funcionamiento de
la personalidad normal.
La angustia es una experiencia emocional penosa pro­
ducida por excitaciones de los órganos internos del cuer­
po. Estas excitaciones son provocadas por estímulos inter­
nos o externos y están gobernadas por el sistema nervioso
autónomo. Por ejemplo, cuando una persona enfrenta
una situación peligrosa, su corazón late más de prisa, res­
pira rápidamente, se le seca la boca y las palmas de la
mano traspiran.
La angustia difiere de otros estados penosos, tales como
la tensión, el dolor, y la melancolía, por alguna cualidad
específica de conciencia. No se sabe con precisión qué
determina esa cualidad. Freud pensó que podría ser algún
rasgo característico de las excitaciones viscerales mismas.
De todas maneras, la angustia es un estado consciente
que puede ser distinguido subjetivamente por la persona
de otras experiencias de dolor, depresión, melancolía y
tensiones producidas por el hambre, la sed, el sexo y
otras necesidades* corporales. Diremos de paso que no exis­
te la angustia inconsciente, de la misma manera que no
existe el dolor inconsciente. Uno puede no darse cuenta
de la razón de su angustia, pero no puede dejar de darse
cuenta del sentimiento de angustia. La angustia que no
se experimenta no existe.
Angustia es sinónimo de miedo. Freud prefirió el tér­
mino angustia al de miedo porque por lo general se pien­
sa que el miedo se refiere a algo del mundo externo.
Freud reconoció que cabe tener miedo a peligros tanto
internos como externos. Distinguió tres tipos de angustia:
angustia real u objetiva, angustia neurótica y angustia
moral.
Estos tres tipos de angustia no difieren entre sí de
manera cualitativa. Todos comparten la misma cualidad
de ser desagradables. Difieren sólo respecto de sus fuen­
tes. En la angustia real el origen del peligro está en el
mundo externo. Uno tiene miedo a una serpiente ve­
nenosa, a un hombre con un revólver, o a un automóvil
que no se puede dominar. En la angustia neurótica la
amenaza consiste en una elección objetal instintiva del
ello. Una persona tiene miedo de ser, dominada por un
impulso incontrolable de cometer un acto o de tener un
pensamiento que le serán perjudiciales. En la angustia
moral la fuente de la amenaza es la conciencia del sis­
tema superyoico. Uno teme que la conciencia moral lo
castigue por hacer o pensar algo contrario a las normas
del ideal del yo. Para decirlo en pocas palabras, los tres
tipos de angustia que experimenta el yo son el miedo al
mundo externo, el miedo al ello y el miedo al superyó.
La distinción entre estos tres tipos de angustia no quie­
re decir que la persona que experimenta la angustia se
dé cuenta de su fuente real. Puede pensar que tiene
miedo a algo del mundo exterior cuando en realidad su
miedo surge de un peligro impulsivo o de una amenaza del
superyó. Por ejemplo, una persona que teme manejar cu­
chillos afilados puede pensar que su miedo obedece a que
ios cuchillos afilados son intrínsecamente peligrosos, cuan­
do en realidad lo que teme es volverse agresiva y herir a
alguien al tener un cuchillo en la mano. De la misma ma­
nera, una persona puede pensar que teme estar en un^Jugar
alto porque los lugares altos son objetivamente peligrosos,
cuando lo cierto es que tiene miedo de que su conciencia
aproveche la oportunidad de estar en ese lugar para casti­
garla por sus pecados haciéndola caerse. Un estado de an­
gustia puede tener más de una fuente. Pueden fundirse las
angustias neurótica y objetiva, o la angustia moral con la
objetiva, o la angustia neurótica con la moral. También
pueden mezclarse las tres.
La única función de la angustia es actuar como una
señal de peligro para el yo, de modo que cuando la señal
aparece en la conciencia el yo pueda tomar medidas para
•enfrentar el peligro. Aunque la angustia es penosa y uno
podría desear que se anulara, cumple una función muy
necesaria al alertar a una persona ante la presencia de
peligros internos y externos. Una vez alerta, la persona
puede hacer algo para protegerse o evitar el peligro. Por
otra parte, si no se puede evitar el peligro, la angustia
se acumula y por último abruma a la persona. Cuando
esto ocurre, se dice que la persona ha sufrido un colapso
nervioso,

A, A n g u s t i a r e a l . La angustia real es una expe­


riencia emocional penosa que se produce ai percibir un
peligro en el mundo externo. Un peligro es cualquier
condición ambiente que amenaza con perjudicar a la per­
sona. La percepción del peligro y el surgimiento de la
angustia pueden ser innatos, en el sentido de qije se he­
reda una tendencia a atemorizarse en presencia de ciertos
objetos o condiciones del ambiente, o puede ser adquirida
durante la vida. Por ejemplo, el miedo a la oscuridad
puede ser innato porque en el pasado generaciones de
hombres fueron constantemente amenazados por peligros
durante la noche, antes de que poseyeran los medios de
encender luces; o puede ser aprendido, porque es más
probable que se tengan experiencias peligrosas durante la
noche que durante el día. También es posible que la
herencia y la experiencia sean co-productoras del miedo
a la oscuridad. La herencia puede hacer a una persona
susceptible al miedo mientras que la experiencia puede
trasformar la susceptibilidad en realidad.
De todos modos, los temores se adquieren más fácil­
mente durante la infancia, cuando la desvalidez del or­
ganismo inmaduro le impide enfrentarse con los peligros
externos. El organismo joven se siente a veces avasallado
por el miedo, porque su yo no se ha desarrollado aún
hasta el punto de poder dominar (ligar) cantidades exc^
sivas de estímulo. Las experiencias que colman de angustia
se llaman traumáticas, porque reducen a la persona a un
estado infantil de desvalidez. El prototipo de todas las
experiencias traumáticas es el trauma del nacimiento. El
recién nacido es bombardeado por una estimulación exce­
siva proveniente del mundo externo, para la cual su pro­
tegida existencia fetal no lo había preparado. Durante
sus primeros años el niño se encuentra con muchas otras
situaciones que no puede enfrentar, y estas experiencias
traumáticas ponen la base para el desarrollo de toda una
red de miedos. Cualquier situación de la vida posterior
que amenace reducir a una persona a un estado infantil
de desvalidez, hará revivir la señal de angustia. Todos
los miedos se relacionan con las primeras experiencias
de desvalidez y derivan de ellas. Por eso es tan importante
proteger al niño pequeño de experiencias traumáticas.
Podemos aprender, y en efecto aprendemos, a reaccio­
nar con eficacia cuando suena la alarma de la angustia,
Huimos del peligro o hacemos algo para anularlo. Tam­
bién adquirimos la capacidad de anticipar el peligro y
tomar medidas para precavernos antes de que se haga
traumático. Esta capacidad consiste en poder reconocer un
ligero sentimiento de aprensión que indica que algo se
hará más peligroso a menos que se lo detenga. Una per­
sona regula constantemente su comportamiento sobre la
base de sentimientos incipientes de aprensión. Cuando
una persona maneja un auto, por ejemplo, experimenta
una sucesión de ligeras aprensiones que le previenen para
que esté alerta ante los peligros posibles. .
Cuando no se puede hacer nada, para protegerse del
peligro, la angustia alcanza el punto en que la persona
sufre un colapso o se desmaya. Se sabe que el miedo hasta
ha matado a algunas personas. Como veremos en el capí­
tulo siguiente, el yo posee otros medios de enfrentar la
angustia.

B. A n g u s t i a n e u r ó t i c a . La angustia neurótica es
provocada por la percepción de un peligro proveniente de
los instintos. Es miedo a lo que podría ocurrir si las con-
tracatexias del yo son incapaces de impedir que las cate-
xias objetales instintivas se descarguen en alguna acción
impulsiva.
La angustia neurótica puede manifestarse en tres for­
mas. Existe un tipo de aprensión flotante que se conecta
rápidamente con cualquier circunstancia más o menos
adecuada del ambiente. Esta clase de angustia caracteriza
a la persona nerviosa que siempre espera que ocurra algo
terrible. Solemos decir que una persona tal tiene miedo
a su propia sombra. Mejor sería decir que tiene miedo de
su propio ello. En realidad teme que el ello, que cons­
tantemente ejerce presión sobre el yo, se apodere de éste
y lo reduzca a un estado de impotencia.
Otra forma observable de angustia neurótica es un
miedo intenso e irracional, al cual se suele llamar fobia.
El rasgo característico de la fobia es que la intensidad del
miedo no guarda proporción alguna con la peligrosidad
real del objeto que la persona teme. Esta puede tener
un miedo mortal a las polillas, a las lauchas, a los lugares
elevados, a las multitudes, a los espacios abiertos, a los
botones, a la goma, a cruzar la calle, a hablar ante un
grupo, al agua o a las bombillas eléctricas, para citar unas
pocas de k s muchas fobias que se han observado. En
todos los casos el miedo es irracional, porque la fuente
principal de la angustia se encuentra en el ello más que
en el mundo externo, El objeto de la fobia representa la
tentación de proporcionarse una satisfacción instintiva o
se asocia de alguna manera con una elección objetal ins­
tintiva. Detrás de cada miedo neurótico hay un deseo
primitivo del ello por el objeto que se teme. La persona
desea lo que teme, o desea algo asociado con el objeto
temido o simbolizado por éste.
Por ejemplo, una mujer joven tenía un miedo mortal
a tocar cualquier cosa hecha de goma. Ella no sabía por
qué sentía tal miedo, sólo sabía que lo había experimen­
tado desde que tenía memoria. El análisis descubrió los
siguientes hechos: cuando era pequeña su padre había
llevado al hogar dos globos, uno para ella y otro para
su hermana menor. En un acceso de ira ella había roto el
globo de su hermana, por lo cual su padre la castigó seve­
ramente. Además tuvo que darle su globo a su hermana.
Análisis posteriores demostraron que había sentido mu­
chos celos de su hermana, tantos que en secreto deseó
que se muriera y la dejara como único objeto del cariño
de su padre. Romper el globo de su hermana significaba
un acto destructivo contra ella. El castigo consiguiente y
su propio sentimiento de culpa se asociaron con el globo
de goma. Cada vez que entraba en contacto con la goma,
el viejo miedo de desear destruir a su hermana la hacía
huir.
La angustia moral puede aumentar las fobias cuando el.
objeto deseado pero temido trasgrede un ideal del superyó.
Por ejemplo, una mujer puede sentir un miedo irracional
de ser violada porque en realidad desea ser, atacada se-
xualmente, pero el superyó se rebela contra su deseo. En
realidad no tiene miedo de ser violada, sino que lo desea.
Tiene miedo de su propia conciencia moral por abrigar
tal deseo. Es decir, una parte de su personalidad está en
pugna con otea. El ello dice "deseo’'; el superyó dice
"¡qué horrible!” y el yo dice "tengo miedo” . Esta es la
explicación de muchos miedos intensos.
La tercera forma de angustia neurótica se observa en
reacciones de pánico o cuasi pánico. Estas reacciones se
manifiestan repentinamente, aparentemente sin ser pro­
vocadas. A veces se lee que una persona enloqueció y
disparó contra diversos individuos a quienes no conocía?,
y que no le habían hecho nada. Más tarde no pudo ex­
plicar por qué hizo tal cosa. Todo lo que sabe es que se
sintió tan trastornada y tensa que tuvo que hacer algo
antes de explotar. Estas reacciones son ejemplos del com­
portamiento de descarga cuya finalidad es liberar a la per­
sona de una angustia neurótica excesivamente penosa, ha­
ciendo lo que ei ello exige, a pesar de las prohibiciones
del yo y del superyó.
El pánico es una forma de reacción extrema que a me­
nudo se manifiesta en formas menos violentas. Se io ve
cada vez que una persona hace algo que no concuerda con
su comportamiento habitual. Puede ser soltar de pronto
una palabra particularmente ofensiva, robar un artículo
de poco valor en una tienda, o hacer una observación in­
sultante sobre alguien. En tales casos se dice que la per­
sona está actuando según sus impulsos. Actuar según sus
impulsos reduce la angustia neurótica al aliviar la presión
que ejerce el ello sobre el yo.
Está de más decir que tal comportamiento provocará
un aumento de la angustia real cuando el acto impulsivo
suscita una reacción amenazante por parte del ambiente,
como por lo general ocurre. Un niño es castigado repeti­
das veces por seguir sus impulsos, de modo que habitual-
mente aprende a controlarlos. Si no aprende a hacerlo
cuando niño y llega a ser un adulto impulsivo, la sociedad
tiene recursos para tratar con él mediante procedimientos
legales. Aun así, se han conocido ciudadanos observantes
de la ley que la han trasgredido bajo la presión de la
angustia neurótica. Sus controles se quiebran y los im­
pulsos dominan el comportamiento. Aunque la gente bien-
controlada usualmente lamenta las acciones impulsivas y
Jas explosiones emocionales, después del estallido experi­
menta una sensación de alivio.
La angustia neurótica se basa en la angustia real en el
sentido de que una persona tiene que asociar una deman­
da instintiva con un peligro externo antes de que aprenda
a temer sus instintos. Puesto que la descarga instintiva
no acarrea castigo, uno nada tiene que temer de las ca-
texias objetales instintivas. Sin embargo, cuando el com­
portamiento impulsivo provoca dificultades a la perso­
na, que es lo común, ésta aprende cuán peligrosos son
los instintos. Las palmadas y las zurras y otras formas de
castigo le demuestran al niño que la satisfacción impulsiva
instintiva lleva a un estado de incomodidad. El niño ad­
quiere ansiedad neurótica cuando se lo castiga por ser
impulsivo.x
La ansiedad neurótica puede ser para el yo una carga
más pesada que la angustia objetiva. A medida que cre­
cemos, desarrollamos medios para dominar o evitar las
amenazas exteriores, e incluso de niños siempre pudimos
huir de objetos o situaciones peligrosas, Pero como la
fuente de la ansiedad neurótica es un sector de la propia
personalidad, es mucho más difícil manejarla y completa­
mente imposible huir de ella. El desarrollo de la persona­
lidad, como veremos en el capítulo siguiente, está deter­
minado en gran medida por los tipos de adaptaciones y
mecanismos que se forman en el yo para enfrentar la an­
gustia neurótica y la angustia moral. La lucha contra los
miedos es una de las tareas principales del crecimiento
psicológico, y el resultado influye sobremanera en el ca­
rácter final de la persona.
Antes de terminar esta sección el lector debe tener
presente que la angustia neurótica no es posesión exclu­
siva de la gente neurótica. La gente normal también expe­
rimenta angustia neurótica, pero ésta no domina su vi­
da en el mismo grado en que lo hace en la vida de los
neuróticos. Después de todo, la diferencia entre un neu­
rótico y una persona normal es sólo de grado, y el límite
entre los dos es muy impreciso.

C. A n g u s t i a m o r a l . La angustia moral, que se ex­


perimenta como sentimientos de culpa o de vergüenza
en el yo, es suscitada por la percepción de un peligro pro­
veniente de la conciencia moral. La conciencia moral,
como agente internalizado de la autoridad de los padres,
amenaza castigar a la persona por haber hecho o pensado
algo que trasgrede los propósitos perfeccionistas del ideal
del yo que los padres han inculcado en la personalidad.
El miedo original del que deriva la angustia moral es un
miedo objetivo: el miedo a los padres que castigan. Como
en el caso de la angustia neurótica, la fuente de la angus­
tia moral está en la estructura de la personalidad, y al
igual que en la angustia neurótica, la persona no puede
evitar los sentimientos de culpa tratando de huir de ellos.
El conflicto es puramente intrapsíquico, lo cual quiere
decir que es un conflicto estructural y no implica una
relación entre la persona y el mundo, excepto en un sen­
tido histórico, pues la angustia moral es una consecuencia
del miedo objetivo a los padres.
La angustia moral tiene lazos estrechos con la angustia
neurótica, puesto que los enemigos principales del super-
yó son las elecciones objetales primitivas del ello. Estos
lazos son creados por la disciplina de los padres, que en
gran parte se dirige contra la expresión de impulsos se­
xuales y agresivos. Por eso la conciencia moral, que es la
voz internalizada de la autoridad paterna, es un conjunto
de prohibiciones contra la sensualidad y la desobediencia.
Una de las ironías de la vida es que la persona virtuosa
experimenta más vergüenza que la persona no virtuosa. La
razón de esto es que el mero pensar en hacer algo malo
avergüenza a una persona virtuosa. Una persona con gran
autocontrol pensará mucho sobre las tentaciones instinti­
vas, pues no encuentra otra salida para sus necesidades
instintivas. Una persona menos virtuosa no tiene un su-
peryó tan fuerte, y es por lo tanto menos probable que la
conciencia lo acuse cuando piensa o hace algo fuera del
código moral. Los sentimientos de culpa son parte del
precio que la persona idealista paga por su renuncia a
los instintos.
Hemos dicho que la angustia advierte al yo que está
en peligro. En la angustia objetiva, si la persona no le
presta atención a la advertencia, le ocurrirá algo perju­
dicial. Sufrirá un daño o un dolor físico, o experimentará
alguna privación o pérdida. Al prestar atención a la ad­
vertencia, la persona puede evitar el daño. En la angustia
neurótica y moral el peligro no está en el mundo externo
ni es un daño físico doloroso o una privación física la
que la persona teme. ¿Qué teme entonces? Tiene miedo
del miedo en sí. Esto es evidente en el caso de sentimien­
tos de culpa que son directamente penosos para la persona.
Pueden, en efecto, llegar a^ ser tan insoportables que la
persona que se siente culpable puede provocar un castigo
del exterior para expiar su culpa y alcanzar alivio. Hay
individuos que han cometido crímenes a causa de sus
sentimientos de culpa. Se los atrapa con facilidad porque
desean ser atrapados y castigados. De manera similar, la
presión creciente de la angustia neurótica puede ser causa
de que una persona pierda la cabeza y haga algo muy
impulsivo. Las consecuencias del hecho impulsivo son
consideradas menos penosas que la angustia en sí. La
angustia neurótica y moral no es sólo señal de un peligro
inminente para el yo, es también el peligro mismo.

vIII. RESUMEN

Nos hemos ocupado en este capítulo de la personalidad


como un complejo e intrincado sistema de energía. La
forma de energía que hace funcionar la personalidad y
le permite llevar a cabo sus tareas es llamada energía psí­
quica. Esta energía procede de la energía vital del cuerpo.
La energía vital se trasforma en energía psíquica. No sa­
bemos cómo ocurre eso.
El depósito de la energía psíquica es el ello. La energía
del ello se utiliza para gratificar los instintos básicos de
vida y de muerte. Mediante el mecanismo de identifica­
ción se retira energía del depósito y se la utiliza para
activar el yo y el superyó.
La energía a disposición del yo y del superyó se emplea
con dos finalidades generales. Ayuda a descargar la ten­
sión al ser ésta invertida en catexias, o impide la descarga
de la tensión al ser invertida en contracalexias. Las contra-
catexias se establecen, principalmente, con el propósito de
reducir la angustia y evitar el dolor. Lo que una persona
piensa y hace está determinado por la potencia relativa
de estas fuerzas impulsoras y de resistencia.
En último análisis, ia dinámica de la personalidad con­
siste en los intercambios de energía psíquica entre los tres
sistemas de la personalidad.

BIBLIOGRAFÍA

Energía, instinto y catexia


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EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

Uno de los hechos evidentes acerca de la personalidad


es que está en cambio y desarrollo constantes. Esto se
advierte especialmente durante la infancia, la niñez y la
adolescencia. Estructuralmente, el yo se hace más dife­
renciado y dinámicamente alcanza un control mayor so­
bre las fuentes instintivas de energía. Hay una elabora­
ción de pautas de comportamiento, una proliferación de
catexias objetales en forma de intereses y vinculaciones, y
un desarrollo de los procesos psicológicos de la percepción
memoria y pensamiento. Toda la personalidad se hace más
integrada, lo cual quiere decir que se facilitan los inter­
cambios de energía entre los tres sistemas y con el mundo
externo. Las catexias y las contracatexias tienden a esta­
bilizarse a medida que la persona crece, de manera que
la personalidad funciona de modo más suave, más orde­
nado y más congruente. Mediante el aprendizaje, se des­
arrolla una habilidad mayor para enfrentar las frustra­
ciones y las angustias. Estos y otros cambios en la persona
son el resultado de cinco condiciones importantes: 1)
maduración, 2) excitaciones penosas resultantes de
privaciones y pérdidas externas (frustración externa), 3)
excitaciones penosas que surgen de conflictos internos
(catexias versus contracatexias), 4 ) inadecuaciones per­
sonales, 5) angustia.
La maduración consiste en series innatamente controla­
d-as de cambios evolutivos. Caminar es un ejemplo de un
proceso de maduración. Al principio el bebé no tiene
poder de locomoción; luego, como resultado del creci­
miento de los huesos, músculos y tendones, y de desarro­
llos dentro del sistema nervioso, el bebé pasa por una
serie de progresos bien definidos que comienzan con po­
der levantar la cabeza y que a su debido tiempo le llevan
a poder dar unos pasos por sí solo. El desarrollo del
lenguaje manifiesta una serie similar de progresos desde
el balbuceo del bebé hasta las verbalizaciones significati­
vas del niño. La percepción, la memoria, el aprendizaje,
el juicio y el pensamiento son influidos por la maduración
del sistema nervioso central, y los instintos, especialmente
el sexual, son modificados por la maduración del sistema
neuro-humorai integrado por el sistema nervioso autónomo
y las glándulas endocrinas. La maduración es un proceso
generalizado; probablemente no hay aspecto alguno del
desarrollo que no sufra su influencia. Sin embargo, es di­
fícil, si no imposible, separar los efectos de la maduración
de los del aprendizaje. La maduración y el aprendizaje co­
rren parejas en el desarrollo de la personalidad.
Una frustración es cualquier cosa que impide descargar
una excitación penosa o incómoda. En otras palabras, una
frustración es algo que se interpone en el funcionamiento
del principio del placer. La persona puede frustrarse por­
que no encuentra en el ambiente el objeto-meta necesario.
A esto se le llama privación. El objeto-meta puede estar
presente pero no estar al alcance de la persona que lo
desea. A esto se llama pérdida. La privación y la pérdida se
clasifican como frustraciones externas porque residen en
el ambiente.
La frustración también puede deberse a algo dentro de
la personalidad. Puede existir una fuerza opositora o
contracatexia que le impide a la persona alcanzar satis­
facción. A esto se le llama conflicto'. O la persona puede
carecer de la habilidad, la comprensión, la inteligencia o
la experiencia necesarias para lograr una adaptación sa­
tisfactoria. Estas debilidades o limitaciones que residen en
la persona reciben el nombre de inadecuaciones persona­
les. Por último, la frustración puede obedecer al miedo.
El miedo puede ser real, neurótico o moral, o una com­
binación de los tres.
Las maneras en que la persona se enfrenta y trata de
superar o adaptarse a esos obstáculos modelan su persona-,
lidad. Este es el tema del capítulo presente. Examinaremos
ahora algunos de los métodos principales que una per­
sona utiliza para resolver sus frustraciones, conflictos y
angustias. Estos métodos son la identificación, el despla­
zamiento, la sublimación, los mecanismos de defensa y la
trasformación de los instintos mediante la fusión y la
transacción.

I. IDENTIFICACIÓN

En el capítulo anterior se explicó mediante eí mecanis­


mo de identificación la formación del yo y del superyó.
Se dijo que el yo y el superyó atraen energía del ello al
hacer identificaciones ideacionales y moralistas con las
elecciones objetales instintivas del ello. Aquí examinare­
mos con mayor detalle la naturaleza de la identificación
y su papel en el desarrollo de la personalidad.
En el presente contexto se definirá la identificación co­
mo la incorporación de las cualidades de un objeto exter­
no, generalmente las de otra persona, a la propia perso­
nalidad. Una persona que se identifica exitosamente con
otra persona se parecerá a ella. Una de las razones por
las que los niños se asemejan a sus padres es que asimi­
lan las características paternales. La tendencia a copiar
e imitar a otra gente es un factor importante en el mol-
deamiento de la personalidad. ¿Bajo qué condiciones tiene
lugar la identificación? Hay por lo menos cuatro impor­
tantes. La primera tiene poco que ver con la frustración
y la angustia. Depende solamente de la propagación de la
catexia narcisista (amor a sí mismo) a aquellos rasgos de
otra persona que se catectizan en uno mismo. Por ejemplo,
un niño que catectiza sus propios rasgos masculinos tendtá
más probabilidades de valorar los rasgos masculinos de
otros hombres, no porque desee poseerlos sino porque son
iguales a los suyos. Siempre tendemos a identificarnos con
gente que tiene las mismas características que nosotros.
Esto se aplica tanto a los bienes materiales como a los
rasgos personales. Es más probable que una persona que
posea un Cadillac se identifique con otras personas que
posean Cadillacs que con los dueños de Fords. Este tipo
de identificación recibe el nombre de identificación nar­
cisista. Narcisismo es el término que Freud utilizó para el
amor a sí mismo. Se origina en el mito de Narciso que se
enamoró de su propia imagen que vio reflejada en un
lago. Decimos que una persona es narcisista cuando pasa
mucho tiempo admirándose a sí misma.
No debe confundirse la identificación narcisista con
Ja elección objetal. Cuando una persona hace una elección
objetal la hace porque desea el objeto. En la identifica­
ción narcisista la persona ya tiene el objeto que desea; su
catexia sólo se amplía para incluir a otra gente que posee
el mismo objeto. Los hombres se identifican con los hom­
bres porque comparten ciertas características comunes, pe­
ro catectizan a las mujeres porque ellas son un medio
para reducir tensiones de distintas clases.
Si el factor narcisista es muy fuerte, una persona sólo
alcanza satisfacción eligiendo un objeto amoroso que se
le parezca. Por eso una persona puede preferir la homo­
sexualidad a la heterosexualidad, o un hombre casarse
con una mujer masculina o una mujer con un hombre
femenino. Al igual que Narciso, se ama la imagen refleja
de sí mismo.
Es muy posible que todas las elecciones objétales es­
tén en cierta medida influidas por el narcisismo. Dos per­
sonas, por ejemplo, comúnmente no se enamorarán sin
que se parezcan entre sí en algún respecto. En general, es
gente de la misma clase social y con los mismos intereses y
gustos la que se enamora y se casa.
La identificación narcisista es responsable de los víncu­
los que existen entre los miembros del mismo grupo. Los
miembros de una fraternidad se identifican entre sí porque
todos participan por lo menos de una característica co­
mún: pertenecer a la misma organización. Cada vez que
dos o más personas tienen algo en común, ya sea un
rasgo físico o mental, un interés, un valor, un bien, perte­
necer al mismo club, poseer la misma personalidad o
cosas parecidas, se inclinarán a identificarse entre sí. Dos
personas pueden identificarse recíprocamente porque am­
bas desean la misma cosa, y sin embargo lucharán entre
sí por la posesión del objeto deseado. Puede resultar pa­
radójico hablar de la afinidad entre los enemigos o riva­
les, pero no puede haber dudas de que tales afinidades
existen. Los enemigos a veces se convierten en amigos,
y a veces la competencia se trasforma en cooperación. El
policía se identifica con el ladrón y el ladrón con el
policía.
Un segundo tipo de identificación surge de la frustra­
ción y de la angustia. Considérese, por ejemplo, la situa­
ción de una muchacha que quiere ser amada'. Ve a sus
amigas que se enamoran y se pregunta qué tienen ellas
que a ella le falta. Decide imitarlas, esperando con tal
actitud alcanzar la misma meta. Este tipo de identificación,
por la cual una persona frustrada se identifica con una
persona exitosa para conseguir éxitos, recibe el nombre de
identificación orientada a una meta. Este tipo de identi­
ficación es muy común y tiene gran influencia sobre el
desarrollo de la personalidad. Un chico se parece cada
vez más al padre si éste alcanza metas que el chico tam­
bién desea. Una djica se identificará con su madre por la
misma razón y con el mismo resultado. Por otra parte, si
la madre o el padre no persiguen propósitos que el hijo
desea, éste buscará en otras partes modelos adecuados.
Una de las razones de la popularidad del cine es que el
espectador puede identificarse con el héroe o la heroína
exitosos, o con el villano si lo prefiere, y de esa manera
satisface por interpósita persona sus propios deseos frus­
trados. Cuando hablamos de satisfacción sustitutiva sig­
nificamos que la persona no alcanza la meta deseada
pero se identifica con alguien que la alcanza. Si uno no
puede llegar a ser famoso puede obtener satisfacción sólo
con asociarse a una persona famosa.
Debe destacarse que las identificaciones orientadas a
un propósito suelen referirse a algunas cualidades par­
ticulares de otra persona y no necesariamente a toda la
persona. Un niño puede identificarse con la fuerza de su
padre y no con su interés por la lectura o el golf, porque
lo que el niño considera importante es la fuerza y no las
actividades recreativas del padre. N o obstante, la identi­
ficación tiende a generalizarse. Esto significa que si una
persona se identifica con algunos rasgos poseídos por otra
persona, será probable que se identifique también con
otros rasgos. Además, puede ser difícil aislar precisamente
las características que hacen que una persona tenga éxito;
en consecuencia, se hará una identificación total en vez de
una parcial.
Cuando una persona ha perdido o no puede poseer un
objeto, puede tratar de recuperarlo o alcanzarlo hacién­
dose igual a), objeto. A este tipo de identificación puede
llamárselo identificación de pérdida de objeto.
Ese tipo de identificación es común entre los niños
que han sido rechazados por sus padres. Tratan de recu­
perar el amor paterno comportándose de acuerdo con lo
que los padres esperan de ellos. Un niño se identificará
c§n Jo que cree que sus padres desean que él sea. Igual­
mente, una persona que ha perdido a uno de sus padres
por separación o muerte puede resolver forjar su carácter
según los ideales del padre o la madre ausente. En estos
ejemplos vemos que no es necesariamente el carácter de
los padres el que determina la clase de identificación hecha
por el niño; antes bien, el niño asimila los valores y las
normas de los padres. Es así como se forma el ideal del yo.
La identificación de pérdida de objeto puede servir
para restablecer el objeto real. Al ser bueno, el niño en
realidad recupera el cariño paterno. También puede ser­
virle para reemplazar el objeto perdido. Si uno adopta
las características de la persona ausente, esa persona se
convierte en parte de la propia personalidad. La persona­
lidad, en el curso del desarrollo, sufre lá influencia de
muchas catexias de objeto perdido.
El cuarto tipo de identificación es aquella en que la
persona se identifica con las prohibiciones establecidas por
algún representante de la autoridad. La finalidad de esta
clase de identificación es permitir que se corte el castigo
mediante la obediencia a las exigencias de un enemigo en
potencia. Uno se identifica por miedo más que por amor.
Estas identificaciones son los cimientos sobre los cuales
se construye la conciencia moral. La red de fuerzas res­
trictivas que forman la conciencia moral representan la
incorporación de las interdicciones paternales. Al regular
su comportamiento mediante restricciones autoimpuestas,
(contracatexias), el niño evita hacer cosas por las que se­
ría castigado. A medida que crece, hace identificaciones
similares con las exigencias de otra gente dominante.
Al identificarse con los representantes de la autoridad,
el niño se socializa. Esto significa que se somete a las
reglas y normas de la sociedad en que vive. Al someterse
a ellas evita el dolor y obtiene placer. La estabilidad de
la sociedad en gran parte depende de las identificaciones
que la generación joven hace con los ideales y prohibicio­
nes de la generación mayor y dominante. La generación
joven puede rebelarse contra las convenciones, pero por lo
general termina por conformarse a la sociedad.
Antes de abandonar el tema, podemos mencionar una
forma muy primitiva de identificación. Consiste en comer
algo para llegar a ser igual a lo que se come. Por ejemplo,
un cazador indígena come el corazón del león que ha caza­
do para ser tan poderoso como él. Este tipo primitivo de
identificación persiste simbólicamente en el sacramento
cristiano. Se supone que al recibir la hostia y beber el vino
que son los símbolos del cuerpo y sangre de Cristo, la
persona se torna más semejante a Cristo.
En esta sección examinamos cómo la identificación for­
ja la personalidad al producir semejanzas entre una per­
sona y las características de objetos, que por lo habitual
son otras personas, existentes en el mundo exterior. El
móvil de la identificación, aparte de la variedad narcisista,
lo proporcionan la frustración, la inadecuación y la an­
gustia, y la finalidad de la identificación es la descarga
de la penosa tensión mediante el dominio de la frustra­
ción, la inadecuación o la angustia. Examinamos cuatro
tipos de identificación: 1) la narcisista, que se define como
la propagación de las catexias propias hacia otras personas
y cosas que se parecen a uno; 2) las orientadas a una me~
ta, que se definen como el moldeamiento de la propia
personalidad según la de la persona que alcanza metas
que el identificador querría alcanzar; 3) de pérdida de
objeto, que se definen como la incorporación de objetos
catectizados que uno ha perdido o que no ha sido posible
poseer, y 4) .con un agresor, que se define como la incor­
poración de prohibiciones impuestas por un representante
de la autoridad.

II. DESPLAZAMIENTO Y SUBLIMACION

AI hablar sobre los instintos en el Capítulo III se señaló


que la característica más variable de un instinto es el ob­
jeto o métodos mediante los cuales se alcanza la finalidad
del instinto, esto es, la reducción de la tensión. Si no se
puede obtener el objeto, la catexia puede transferirse a
otro que esté disponible. Esto quiere decir que la ener­
gía psíquica tiene la propiedad de desplazarse. El proceso
por el cual se re-canaliza la energía de un objeto a otro
recibe el nombre de desplazamiento. El desarrollo de la
personalidad avanza, en gran medida, mediante una serie
de despla2am¿entos de energía o sustituciones de objetos.
La fuente y la finalidad del instinto permanecen iguales
cuando se desplaza la energía; sólo el objeto meta varía.
Las causas de desplazamiento son las mismas que las
del desarrollo de la personalidad, a saber, la maduración,
la frustración, los conflictos, las inadecuaciones y la an­
gustia. Considérese, por ejemplo, la serie de desplazamien­
tos que ocurren en el caso de lo que se llama gratifica­
ción oral. La boca y los labios son zonas sensitivas íntima­
mente asociadas con el acto de comer. El estímulo del
pezón en el labio hace que el niño mame. A unque la
succión tiene el propósito de satisfacer el hambre, el suave
estímulo de los labios es placentero en sí y la falta de
tal estímulo por un tiempo prolongado es irritante. Existe,
para decirlo con otras palabras, una necesidad de chupar,
que de no ser bien satisfecha mediante la ingestión de
alimento, se expresará de otras maneras. El bebé chupará
sus propios dedos u otros objetos a su alcance. Si se le
castiga por chuparse el pulgar, el niño descubrirá otros
objetos, o se le dará, por ejemplo, un caramelo que pueda
chupar sin temor a que lo castiguen. A medida que crece,
se abandonan las fortnas infantiles de estimulación labial
bajo la presión social y se adoptan formas adultas. Fumar,
beber, mojarse los labios con la lengua, .masticar goma o
tabaco y escupir, son algunas de las actividades orales que
practican los adultos.
Eso no quiere decir que estas catexias objetales sustitu­
tovas dependan solamente de la recanalización de la ener­
gía instintiva de la succión y el hambre. También otros
instintos pueden encontrar cierta satisfacción en el hábito
oral, al mismo tiempo que se reducen las tensiones ora­
les localizadas. Ei beso también produce satisfacción sexual
y beber bebidas alcohólicas puede reducir muchas tensio­
nes además de las labiales. En realidad, es una caracterís­
tica de las elecciones objetales adultas el estar determinadas
por una confluencia de energía proveniente de muchas
fuentes vitales. Se conoce esto con el nombre de fusión
de instintos. Los intereses y las preferencias adultas, a
diferencia de las infantiles, tienen una motivación com­
pleja, o, como lo expresó Freud, están sobredetermimdos.
Por sobredeterminación se entiende que cualquier elección
objetal puede satisfacer una multiplicidad de instintos.
La fusión de instintos y la sobredeterminación se conocen
también como condensaciones. La canalización de varios
instintos hacia un objeto representa una condensación de
fuentes de energía. Una actividad como la jardinería o
un bobby como el aeromodelismo pueden reducir simul­
táneamente varias tensiones más o menos relacionadas. Una
razón del interés persistente, firme y perdurable de un
adulto en su trabajo o en su pasatiempo, es este factor
de la motivación múltiplemente canalizada. Un niño se
cansa pronto de lo que está haciendo, porque cada activi­
dad es una expresión de sólo un motivo, o cuando más
unos pocos, que se satisface muy pronto.
¿Qué determina la dirección que seguirá el desplaza­
miento? ¿Por qué se selecciona un objeto en vez de otro
como sustituto de la elección objetal original? ¿Por qué
una persona desarrolla un grupo de intereses y afectos?
¿Por qué cambian los intereses y afectos durante el tras­
curso de la vida?
Hav dos razones principales de los cursos particulares de
los desplazamientos. En primer lugar, la sociedad, actuan­
do a través de sus agentes principales, los padres, influye
en la dirección del desplazamiento al aprobar ciertas elec­
ciones de objeto y prohibir otras. En la niñez, de ordina-

\
C O M PENDIO DE PSICOLOGÍA FR E U D IA N A 91
V

rio se condena el chuparse el dedo mientras que se permi­


te chupar golosinas. Se arriesgan a caer en el ridículo
los adultos que comen golosinas, pero la sociedad les
permite e incluso los alienta para que chupen cigarrillos,
cigarros o pipas. Un adulto que chupara el chupete de un
biberón sería objeto de desprecio y escarnio, pero puede
beber cerveza de una botella con impunidad. La sociedad
coloca restricciones sobre ciertas clases de elección de ob­
jeto, pero también ofrece por lo general sustitutos satis­
factorios. Cuando la sociedad no proporciona sustitutos
adecuados, la gente tiende a utilizar de todas maneras ob­
jetos prohibidos. Lo atestigua la respuesta dada a la pro­
hibición de la manufactura y venta de bebidas alcohólicas
en los Estados Unidos de Norteamérica durante la década
de 1920. En todas partes surgieron contrabandistas y ta­
bernas clandestinas poique la gente no permitió que se le
negara esa forma de satisfacción oral.
El segundo determinante importante de la dirección que
toma el desplazamiento, es el grado de parecido entre el
objeto original y el sustituto, o, lo que es lo mismo, el
grado en que los objetos se identifican entre sí. Si se le
impide a una persona descargar su tensión por una vía,
buscará otra salida que se parezca tanto a la senda pro­
hibida como sea posible. Si también se frustra esa última
salida, buscará un tercer objeto, y así sucesivamente has­
ta que encuentre alguna. El grado de semejanza por lo
general disminuye con cada desplazamiento sucesivo, de
modo que la elección final puede ser completamente di­
ferente y por lo tanto mucho menos satisfactoria que el
objeto original, Cuando se dice que un objeto es menos
satisfactorio que otro, se quiere decir que el resultado de
la transacción con el objeto reduce menos la tensión. Es
decir, el comercio con un objeto sustituto deja a la per­
sona con un residuo de tensión sin descargar. Su elección
final representa un compromiso; el objeto sustituto es
mejor que nada pero es menos satisfactorio que la elección
original. El yo que controla la elección objetal final tiene
que hacer muchas transacciones semejantes entre las deman­
das conflictivas del ello, el superyó y el mundo exterior.
El ejemplo siguiente puede ilustrar una serie de des­
plazamientos en los cuales cada sustitución sucesiva se
identifica cada vez menos con la elección original. El
primer objeto amoroso del niño es por lo general su
madre. Originalmente él la percibe como la mujer ideal.
Pero le resulta imposible lograr una posesión exclusiva de
su madre, y como descubre que tiene imperfecciones, se
siente movido a buscar un sustituto que sea a la vez per­
fecto y asequible. La elección puede recaer en su maestra
de primer grado o en la vecina de al lado o en una tía,
hasta que encuentra que ellas también tienen sus desven­
tajas o no son asequibles. Luego se enamora de una niña
mayor, quizá de una hermana mayor o de la amiga de
un hermano mayor o de la secretaria de su padre. Estas
elecciones demuestran ser callejones sin salida. Puede co­
menzar a soñar despierto acerca de la mujer perfecta o
tratar de encontrarla en el cine o en los libros. Si tiene
talento, puede escribir poemas o pintar cuadros que ma­
terialicen su concepción de la mujer ideal. Al final, por
lo común, se decide por una persona real, una persona
que se parece a su madre o a una versión idealizada de
ella. En su búsqueda de un sustituto de la madre, un des­
plazamiento sigue a otro de manera que se construye una
red de catexias objetales. La energía de una catexia blo­
queada se distribuye en muchas nuevas actividades, de la
misma manera que un río embalsado se escapa por otros
nuevos cursos de agua. Sus intereses, pasatiempos, hábitos,
y rasgos personales, valores, actitudes, sentimientos y afec­
tos, pueden estar todos coloreados por el desplazamiento
oe energía del deseo frustrado de obtener la posesión ex­
clusiva de la madre ideal.
Cuando un objeto sustituto representa una meta cultu­
ral más elevada, ese tipo de desplazamiento se llama sttbli-
marión. Ejemplos de sublimación son la desviación de
energía hacia actividades intelectuales, humanitarias, cul­
turales y artísticas. La directa expresión de los instintos
sexuales y agresivos se transforma en comportamientos
aparentemente asexuados y pacíficos. La fuente y la fina­
lidad de la energía instintiva son las mismas en las acti­
vidades sublimadas, como en todos los desplazamientos,
pero cambian el objeto o medios por los que se reducen
las tensiones. Freud observó, que el interés de Leonardo
da Vinci en pintar madonas era una expresión sublimada
de un anhelo de su madre, de la que había sido separado
a una temprana edad. Los sonetos de Shakespeare, Ja poe­
sía de Walt Whitman, la música de Chaikovski y la
gran novela de Proust han sido considerados por algunos
círculos como expresiones de la homosexualidad sublima­
da de esos hombres. Como no podían encontrar una sa­
tisfacción completa de sus vehementes deseos sexuales en
la vida real, se dedicaron a creaciones de la imaginación.
Gente con menos talento, que tiene tanta necesidad de
sublimar como los grandes escritores y artistas, emplea
derivados más comunes para sus energías instintivas. Freud
señala que el desarrollo de la civilización es posibilitado
por la inhibición de catexias objetales primitivas. La ener­
gía que se impide descargar de modos directos se desvía
hacia cursos socialmente útiles y culturalmente creadores.
La sublimación no produce la satisfacción completa; siem­
pre queda alguna tensión residual que no puede ser
descargada por las elecciones objetales sublimadas. Esta
tensión es responsable, en parte, por la neurosis del hom­
bre civilizado, pero también es causa de las realizaciones
más elevadas de la humanidad.
Según Freud una persona nunca renuncia a su catexia
objetal original. Con eso significa que una persona
siempre busca a su primer amor en el objeto sustituto.
Al no encontrar un sustituto completamente satisfactorio,
o continúa su búsqueda o se resigna a algo que no
tan .bueno. Cuando una persona acepta un sustituto se
dice que compensa el objeto-meta original. Una persona
baja que desea ser alta puede compensar "agrandándose” ;
una persona que quiere ser amada puede compensar be­
biendo o comiendo demasiado; una mujer soltera con un
deseo frustrado de tener hijos puede compensarlo hacién­
dose maestra. La estructura del carácter contiene muchas
compensaciones de ese tipo; de hecho, la mayoría de los
intereses y los afectos de los adultos son compensaciones
de deseos frustrados de la infancia y la niñez. Esto no
quiere decir que las compensaciones en sí sean infantiles;
significa que las fuentes de energía de las que depende
la existencia de la compensación se derivan del despla­
zamiento de energía de las primeras elecciones objétales.
Un abogado puede alcanzar mucha gratificación oral
defendiendo una causa ante un jurado, un cirujano puede
encontrar una salida de sus impulsos agresivos al operar
a sus pacientes y un psicólogo puede estar gratificando
deseos infantiles de información sexual ai realizar estu­
dios científicos sobre el comportamiento sexual; no pode­
mos, empero, decir que las actividades profesionales del
abogado, del cirujano o del psicólogo sean infantiles e
inmaduras. Es la manera como se utiliza la energía lo
que diferencia al niño del adulto, no la fuente de la
energía o los objetivos finales, que son casi los mismos en
.todas las edades. El abogado puede reducir casi tanta
tensión oral al presentar un caso ante el juez como el
niño al chupar un caramelo largo, pero los medios por
los que se almacena esa reducción son completamente di­
ferentes. Una persona que consagra su vida a investigar
el comportamiento sexual puede obtener 'casi tanto alivio
de las tensiones sexuales como el Don Juan que practica
lo que la ciencia estudia; sin embargo los resultados de sus
actividades son muy diferentes. Uno aumenta el conoci­
miento, mientras que el otro sólo obtiene placer sensual.
La capacidad de desplazar la energía de un objeto a
otro es el instrumento más poderoso del desarrollo de Ja
personalidad. Como vimos en el capítulo anterior, la for­
mación del yo y del superyó se lleva a cabo por el des­
plazamiento de grandes cantidades de energía de los pro­
cesos del eÜo hacia los procesos que configuran el yo y
el superyó. El desarrollo ulterior del yo y del superyó
se realiza, en gran parte, por desplazamientos de energía
dentro de cada sistema. Toda la compleja red de intereses,
preferencias, valores, actitudes y afectos de los adultos, y
la adquisición y el abandono de los mismos durante el
trascurso de la vida, son posibilitados mediante el des­
plazamiento. Si la energía psíquica no fuera desplazable
y distribuible, no podría haber desarrollo de la perso­
nalidad.
Cuando se dice que la energía psíquica es distribuible,
se significa que la energía puede ser parcelada entre dis­
tintas actividades, l a misma fuente de energía puede lle­
var, a cabo muchas clases diferentes de trabajo, de la
misma manera que la instalación eléctrica de una casa
puede utilizarse para hacer tostadas, hornear una torta,
hacer funcionar una aspiradora o afeitarse la barba. La
energía del instinto sexual, por ejemplo, puede distribuir­
se entre actividades tan diversas como la jardinería, escri­
bir cartas, asistir a un partido de baseball, o soñar des­
pierto.
\

III. MECANISMOS DE DEFENSA DEL YO

Una de las tareas más importantes del yo es enfrentar


las amenazas y peligros que acechan a la persona y sus­
citan angustia. El yo puede tratar de dominar el peligro
adoptando métodos realistas para resolver el problema, o
puede tratar de aliviar la angustia utilizando métodos
que nieguen, falsifiquen o deformen la realidad y le im­
pidan desarrollar su personalidad. Estos últimos métodos
son llamados mecanismos de defensa del yo. Existen mu­
chos mecanismos de este tipo, los más importantes de los
cuales se describirán en este apartado.

A. R epresión. La oposición de una contracatexia


puede impedir que llegue a la conciencia una catexia del
ello, del yo o del superyó, que produzca angustia. Se lla­
ma represión la anulación o restricción de una catexia por
una contracatexia.
Hay dos clases de represión, la represión primaria y la
represión propiamente dicha. La represión primaria im ­
pide que llegue a la conciencia una elección objetal que
nunca ha sido consciente. Las represiones primarias son
barreras determinadas innatamente que mantienen perma­
nentemente inconsciente gran parte de los contenidos del
ello. Estas represiones primarias se han formado en la
persona como resultado de la experiencia racial ante si?
tuaciones penosas. Por ejemplo, se dice que el tabú contra
el incesto se basa en un fuerte deseo de tener relaciones
sexuales con el padre o la madre propios. Los padres
castigan la expresión de este deseo. Cuando esto se repite
continuamente en la historia racial de la humanidad, la
represión del deseo incestuoso se incorpora al hombre y se
convierte en una represión primaria. Esto implica que
cada nueva generación no tiene que aprender a reprimir
ese deseo ya que su represión misma es heredada,
Digamos de paso que un tabú poderoso, como lo es el
del incesto, significa que existe un fuerte deseo del objeto
prohibido. Si no fuera así? no sería necesaria una prohibi­
ción tan enérgica.
Al ser mantenidas fuera de ía conciencia, las elecciones
objetales instintivas peligrosas no pueden provocar angus­
tia, puesto que aquello que no conocemos no puede
herimos. Sin embargo, esas elecciones objetales pueden
afectar el comportamiento de varias maneras distintas o
pueden asociarse con materiales que se hacen conscientes,
provocando por lo tanto angustia. El yo puede entonces
enfrentarse con la penetración soslayada en la conciencia
o en el comportamiento de catexias del ello peligrosas, y
establecer la represión propiamente dicha. La represión
propiamente dicha (que de ahora en adelante llamaremos
simplemente represión) obliga a una idea, percepción o
recuerdo peligrosos a salir de la conciencia y erige una
barrera contra cualquier forma de descaiga motriz.
Por ejemplo, la represión puede impedir que una per­
sona vea algo que salta a la vista, o puede hacerle defor­
mar lo que ve, o falsificar la información que le trasmi­
ten los sentidos, a fin de proteger el yo no permitiéndole
aprehender un objeto amenazante o asociado con un pe­
ligro que provoque angustia. Y de la misma manera obra
sobre recuerdos traumáticos o recuerdos asociados con ex­
periencias traumáticas. Los recuerdos asociados pueden
ser perfectamente inofensivos en sí, pero al recordarlos la
persona corre el riesgo de recordar también la experiencia
traumática. Por ío tanto, todo un complejo de recuerdos
puede caer bajo la influencia de la represión, También se
pueden reprimir ideas peligrosas. En todos los casos, ya
sea una percepción, un recuerdo o una idea lo que se
reprime, la finalidad es siempre anular la angustia objeti­
va, neurótica o moral, negando o falsificando la existencia
de una amenaza externa o interna para la seguridad
del yo.
Aunque Ja represión es necesaria para el desarrollo de
la personalidad normal y en cierto grado todo el mundo
la utiliza, hay personas que dppendpn de ella y excluyen
otras maneras de adecuarse a las amenazas. Se dice que
esta gente es reprimida. Sus contactos con el mundo son
limitados y dan la impresión de estar retirados, tensgs,
rígidos y en guardia. Tienen los labios apretados y sus
movimientos son torpes. Utilizan tanta energía para man­
tener sus amplías represiones, que no les queda mucha
para interacciones placenteras y productivas con el am­
biente y con otras personas.
A veces la represión interfiere con el funcionamiento
normal de una parte del cuerpo. Una persona reprimida
puede ser sexualmeníe impotente o frígida porque le
tiene miedo al impulso sexual, o puede desarrollar lo que
se llama ceguera histérica o parálisis histérica. En la ce­
guera o parálisis histérica, los ojos y los músculos están
perfectamente sanos, pero las contracatexias impiden al
individuo ver o mover una pierna o un bra2o. El meca­
nismo de la represión contribuye al desarrollo de muchas
perturbaciones físicas, por ejemplo, la artritis, el asma
y las úlceras, que se encuentran entre los más notables de
los llamados trastornos psicQSQmáticos. La artritis puede
surgir por la inhibición de la hostilidad. La inhibición se
propaga 3. la musculatura, mediante la que se expresa
abiertamente la agresión, y crea un estado de tensión do-
lorosa c|ue si persiste durante un tiempo produce una
condición artrítica crónica. También el asma puede deberse
a la propagación de la represión al mecanismo respira­
torio. Un estado de aprensión hace que una persona res­
pire de modo ligero y poco profundo. En consecuencia
no lleva suficiente oxígeno Ú sistema respiratorio y no
exhala suficiente bióxido de carbono. La resultante asfixia
parcial produce la característica- respiración entrecortada
de los asmáticos. Las úlceras pueden producirse cuando
el miedo interfiere con la digestión.
Aunque el yo es la sede de la represión, puede impo­
nerla por órdenes del superyó. Por lo tanto, cuanto más
influyente es el superyó en la estructura del carácter, tan­
tas más probabilidades habrá de que surjan represiones.
Las represiones impuestas por el superyó son la versión
internalizada de las restricciones paternas impuestas sobre
el niño.
¿Qué ocurre con las catexias reprimidas? Pueden existir
sin cambio alguno en la personalidad, pueden abrirse ca­
mino a través de obstáculos que se les oponen, pueden
expresarse mediante un desplazamiento, o puede ser le­
vantada la represión. Por ejemplo, el ímpetu del instinto
sexual puede aumentar tanto durante la adolescencia que
llega a vencer las resistencias establecidas durante la ni­
ñez. Bajo el influjo de una provocación intensa, una
persona que ha reprimido sus necesidades agresivas puede
hacerse muy beligerante. Cuando se rompe el dique de la
represión, hay por lo general una intensa efusión de ener­
gía, como cuando a un niño se le permite salir de la
escuela.
El desplazamiento permite que las catexias reprimidas
encuentren algún tipo de realización más o menos satis­
factorio. Sin embargó, es necesario que el desplazamiento
oculte la fuente.original de la catexia, pues si no el yo
descubrirá el subterfugio y apelará de nuevo al mecanismo
de la represión. Las catexias reprimidas emplean toda clase
de disfraces para asegurarse la descarga. Un niño que ha
reprimido su hostilidad contra su padre puede expresarla
al llegar a la vida adulta en forma simbólica, trasgredien­
do la ley o rebelándose contra las convenciones sociales.
Los deseos reprimidos a veces encuentran realización sim­
bólica en los sueños. Soñar que se entra a una casa, por
ejemplo, puede simbolizar un deseo incestuoso respecto
de la madre, si la madre y la casa se asocian en la mente
del soñador. La represión del deseo de castigarse a sí mis­
mo puede llevar a una persona a castigarse de maneras
indirectas: sufrir accidentes, perder cosas, y cometer erro­
res tontos. Una catexia reprimida puede expresarse en
forma de negativa verbal ante la misma cosa que una per­
sona desea realmente, "No deseo eso” puede querer decir
en realidad “Quiero eso” . El decir “Eso es lo último que
se me ocurriría" puede significar que es precisamente eso
lo que se pensó ante todo.
Las represiones también pueden desaparecer cuando des­
aparece la fuente de la amenaza, pues la represión ya no
es necesaria. Sin embargo, el levantamiento de la repre­
sión no ocurre automáticamente. Uno tiene que descubrir
.que el peligro ya no existe, y lo descubre mediante la
prueba de la realidad. Es difícil realizar tal prueba cuando
todavía opera la represión, pero Ja represión no desapare­
cerá si no se lleva a cabo tal prueba. Por eso una persona
puede arrastrar una cantidad de temores innecesarios que
perduran desde la niñez. Nunca tiene oportunidad de
descubrir que esos temores no tienen ya fundamento.
Aunque la represión es responsable de muchos estados
anormales, su papel en el desarrollo de la personalidad
normal debe ser muy tenido en cuenta. La construcción
de una batería de fuerzas represivas contra las catexias
objétales instintivas protege al yo infantil de los ataques
del ello y permite que el yo desarrolle sus recursos y
capacidades latentes. Cuando el yo ha adquirido suficiente
fuerza para enfrentar los peligros con métodos más ra­
cionales, la represión ya no es necesaria y su persistencia
constituye un drenaje de la energía del yo. Al eliminarse
las represiones, a medida que uno crece, se libera la ener­
gía que se invierte en las contracatexias para dirigirla ha­
cia empresas más productivas.

B. P r o y e c c ió n , Cuando a una persona le provoca


angustia la presión del ello o del superyó sobre el yo,
puede tratar de aliviar su angustia atribuyendo su causa­
ción al mundo externo. En lugar de decir "lo odio”, uno
puede decir "me odia” ; o en lugar de decir "mi con­
ciencia me perturba” , puede decir "él me molesta” . En el
primer caso, uno niega que la hostilidad surja del ello y
la atribuye a otra persona. En el segundo caso, uno niega
la fuente de los sentimientos de persecución y los adscribe
a otra persona. Este tipo de defensa del yo contra la an­
gustia neurótica y moral recibe el nombre de proyección.
El rasgo esencial de la proyección está en que se cambia
el sujeto del sentimiento,, que es la misma persona. Puede
tomar la forma de un intercambio del sujeto por el ob­
jeto. "Yo te odio" se convierte en "tú me odias". O puede
sustituir un objeto por otro mientras el objeto permanece
igual. "Yo me castigo" se convierte en "él me castiga".
Lo que el yo está tratando de hacer cuando emplea la
proyección es trasformar la angustia neurótica o moral en
una angustia objetiva. Una persona que teme sus propios
impulsos sexuales y agresivos obtiene cierto alivio para
su angustia al atribuir la agresividad y la sexualidad a
otras personas. Ellos son los agresivos, los sexuales, 110
él. De la misma manera, una persona que teme a su
propia conciencia se consuela con el pensamiento de que
otra gente es la responsable de perturbarlo y que no es
su conciencia la que lo molesta.
La. finalidad de tal trasformación es convertir un pe­
ligro interno del ello o del superyó, que al yo le resulta
difícil de manejar, en un peligro exterior, que al yo le
resulta más fácil manejar. Una persona tiene por lo
general más oportunidades de aprender a enfrentarse con
temores objetivos que de adquirir habilidad para dominar
la angustia neurótica y moral.
La proyección hace algo más que contribuir a aliviar
la, angustia. También proporciona una excusa para ex­
presar los verdaderos sentimientos. Una persona que cree
que se le odia o se le persigue, puede usar esta creencia
como justificación para atacar a un enemigo imaginario.
Al utilizar el pretexto de defenderse a sí misma contra
sus enemigos, puede satisfacer sus impulsos hostiles. Al­
canza placer sin sentirse culpable porque siente que su
agresión está justificada. Desde luego, todo el asunto es
un elaborado subterfugio o racionalización para eludir la
responsabilidad personal por los propios actos culpando a
otras personas.
El término racionalización se utiliza aquí en el sentido
de encontrar una excusa justificable en el mundo externo
para hacer algo que condena el superyó. La racionaliza­
ción también se refiere a la sustitución de un motivo
que la sociedad no aprueba por otro que la misma acepta.
Una persona que da mucho dinero para obras de caridad
puede pensar que está obrando por bondad de corazón
cuando en realidad lo mueve el deseo de hacer alarde o
una conciencia moral culpable. Evidentemente, uno no
puede ser consciente de la proyección o la racionalización,
pues de otra manera los mecanismos no aliviarían la an­
gustia. Esto es verdad con respecto a todas las defensas
del yo; deben operar inconscientemente para que sean
efectivas en la reducción de la angustia.
La proyección de las prohibiciones y los castigos del
superyó se realizan muy fácilmente porque el superyó es
el representante interno de algo que originariamente era
externo. Antes de que se formara el superyó los padres
infligían prohibiciones y castigos. En consecuencia, lo que
una vez era externo puede volver a ser externo de nuevo.
Es más probable que ocurra tal cosa cuando eí superyó
no ha sido incorporado en forma segura a la estructura de
la personalidad.
Una persona con un superyó débilmente integrado está
muy dispuesta a atribuir sus sentimientos de culpa a ía
persecución de los demás, porque siente que las restric­
ciones provienen de fuentes ajenas y no de sí misma.
La proyección es un mecanismo de defensa muy co­
rriente porque desde una edad temprana uno es incitado
a buscar las causas del comportamiento propio en el mun­
do externo y lo desaniman a que examine y analice sus
propios motivos. Además, una persona aprende que puede
evitar el castigo y el autorreproche inventando excusas
plausibles y actos censurables.
Existe otro tipo de proyección que puede no parecer,
a primera vista, de carácter defensivo. Consiste en com­
partir los sentimientos y pensamientos con el mundo. Uno
se siente feliz y piensa que los demás también son felices,
o uno se siente desdichado y piensa que el mundo está
lleno de miserias. Después de un análisis más profundo,
se hace manifiesta la naturaleza defensiva de tales proyec­
ciones compartidas. Cuando otras personas no son felices,
la propia felicidad está en peligro, porque ser felices pue­
de hacernos sentir culpables cuando otros no lo son. Para
eliminar la amenaza, uno atribuye la felicidad propia tam­
bién a los demás. Si una persona puede convencerse de
que la mayoría de la gente es deshonesta, le resultará más
fácil ser deshonesto sin sentirse culpable. Un estudiante
que por lo habitual copia durante los exámenes se disculpa
a menudo a sí mismo diciendo que casi todos los demás
también lo hacen. Igualmente, si cree que la promiscuidad
sexual es común, puede utilizar esa creencia para excusar
sus propias aventuras sexuales. Este tipo de proyección no
entraña la represión del motivo real y su sustitución por
otro. La persona reconoce que posee el motivo, pero su
angustia moral se reduce al proyectar su motivo a los
demás,

C. F o r m a c i ó n R e a c t iv a , Los instintos y sus deri­


vados pueden ser distribuidos en pares de opuestos:
vida versus muerte» amor versus odio, construcción versus
destrucción, actividad versus pasividad, dominio versus su­
misión, etc. Cuando uno de los instintos produce angus­
tia ai ejercer presión sobre el yo, ya sea de manera
directa o a través del superyó, el yo puede tratar de con­
trarrestar el impulso ofensivo concentrándose en el im­
pulso opuesto. Por ejemplo, si el sentimiento de odio hacia
una persona causa angustia, el yo puede facilitar la salida
de amor a fin de ocultar la hostilidad. Podríamos decir
que se sustituye el odio por el amor, pero eso no es ver­
dad porque el sentimiento agresivo continúa existiendo de­
bajo de la apariencia de afecto. Sería más apropiado decir
que el amor es una máscara que encubre el odio. Este
mecanismo, por el cual un instinto es ocultado a la con­
ciencia por su opuesto, recibe el nombre de formación
reactiva.
¿Cómo puede diferenciarse entre una simple catexia
hacia un objeto y una catexia que es producto de una
formación reactiva? Por ejemplo, ¿qué distingue el amor
como formación reactiva del amor "verdadero"? El prin­
cipal rasgo distintivo del amor reactivo es la exageración.
El amor reactivo protesta demasiado; es excesivo, exor­
bitante, ostentoso y afectado. Es una impostura, y su fal­
sedad se descubre por lo general fácilmente. Otra carac­
terística de una formación reactiva es su compulsividad.
Una persona que se defiende de la angustia mediante una
formación reactiva no puede dejar de expresar lo opuesto
de Jo que realmente siente. Su amor, por ejemplo, no es
flexible. No puede adaptarse a las circunstancias cam­
biantes como lo hacen las emociones genuinas; tiene que
estar más bien en constante despliegue, como si cualquiera
falla en su exhibición permitiera que el sentimiento con­
trario ascendiera a la superficie.
Las fobias son ejemplos de formaciones reactivas. La
persona desea lo que teme. No tiene miedo al objeto;
tiene miedo al deseo del objeto. El miedo reactivo im­
pide que el deseo temido se cumpla. Las formaciones
reactivas también surgen del superyó; de hecho, puede con­
cebirse el superyó como un sistema de formaciones reac­
tivas que se ha desarrollado para proteger al yo del ello
y del mundo externo. Elevados ideales de virtud y bondad
pueden ser formaciones reactivas contra primitivas cate­
xias objetales, y no valores realistas según los cuales se
vive. Las ideas románticas de castidad y pureza pueden
enmascarar crudos deseos sexuales, el altruismo puede es­
conder egoísmo y la piedad pecado.
Las formaciones reactivas t e emplean contra las ame­
nazas externas y también contra las internas. Una persona
que teme a otra puedé- doblegarse ante ella para hacer­
se su amiga. Un temor a la sociedad puede asumir la
forma de obediencia estricta a las convenciones sociales.
Cada vez que existe un conformismo exagerado y rígido
a un grupo de reglas, cabe afirmar con bastante segu­
ridad que esa actitud es una formación reactiva, y que
detrás de la máscara de conformismo la persona está real-
mente impulsada por la rebelión y el antagonismo.
Un ejemplo interesante de formación reactiva es el que
manifiestan los hombres que temen cualquier signo de
blandura y suavidad, al que identifican con la femineidad.
Procuran encubrir sus tendencias femeninas siendo muy
rudos y masculinos, pero el resultado es que se convierten
en caricaturas de lo masculino más que en hombres de
verdad. Las mujeres pueden tratar de ocultar su feminei­
dad bajo un arreglo y conducta masculinos.
Una formación reactiva a veces satisface el deseo origi­
nal contra el cual se la emplea como defensa. Una madre
que teme admitir que se resiente por sus hijos puede inter­
ferir tanto en sus vidas, bajo el pretexto de preocuparse
por su bienestar y seguridad, que su. protección exagerada
es en realidad una forma de castigo.
Las formaciones reactivas son adaptaciones irracionales
a la angustia. Gastan la energía en finalidades engañosas
e hipócritas. Deforman la realidad y hacen de la persona­
lidad algo rígido e inflexible.

D. F i j a c i ó n . Aunque e l desarrollo psicológico, al


igual que el crecimiento físico, es un proceso continuo y
gradual durante las dos primeras décadas de la vida, es
posible distinguir etapas bastante bien definidas que mar­
can el progreso de una persona. Por ejemplo, hay las cua­
tro etapas: la infancia, la niñez, la adolescencia y la
edad adulta. Normalmente, una persona pasa de una eta­
pa a otra en una progresión bastante regular. A veces la
progresión se detiene cuando la persona se queda en un
peldaño de la escalera del crecimiento en lugar de dar el,
paso siguiente. Cuando esto sucede en el desarrollo físico»
decimos que el crecimiento de la persona se ha detenido.
Si ocurre en el crecimiento psicológico, decimos que la
persona se ha fijado.
La fijación es otra defensa contra la angustia. La per­
sona fijada tiene miedo de dar el paso siguiente por los
riesgos y trabajos penosos que cree encontrará más ade­
lante. La mayoría de los niños siente cierta aprensión cuan­
do parte hacia la escuela el primer día de clase, el adoles­
cente de ordinario no está muy cómodo la primera vez
que se cita con una chica, el estudiante secundario espera
con una mezcla de inquietud y expectativa Su inminente
graduación, y prácticamente todo el mundo se siente un
poco ansioso cuando entra en una nueva empresa de
cualquier dase. La angustia que uno experimenta al aban­
donar lo viejo y familiar en pos de lo nuevo y descono*
cido es llamada angustia de separación, Cuando la an­
gustia de separación se hace demasiado grande,' la perso­
na se inclina a fijarse en un modo antiguo de vida en vez
de proceder a adquirir uno nuevo.
¿Qué teme la persona fijada? ¿Qué peligros interrum­
pen el progreso del desarrollo psicológico? Los peligros
principales son la inseguridad, el fracaso y el castigo. La
inseguridad es un estado de ánimo que se presenta cuando
una persona siente que no posee capacidad para encararse
con las exigencias de una nueva situación. Siente que la
nueva situación será demasiado para ella y que el resul­
tado será penoso. El miedo al fracaso es de la misma
clase, excepto que se le agrega el temor al ridículo por
haber fracasado, El fracaso es un golpe a la propia estima
(ideal del yo). Por último, está el miedo al castigo, que
puede ser el más importante de todos. Supongamos que
un niño trata de lograr su independencia respecto de los
padres adquiriendo intereses y afectos fuera de su familia,
fis decir, que desarrolla catexias por otras personas y otras
cosas. Puede hacer tales elecciones objétales de mala gana,
porque teme que sus padres se venguen porque comparte
su amor con otras personas, retirándole su amor paternal,
y que por ende se quede solo y desamparado. Al mismo
tiempo no puede estar seguro de que sus nuevas elecciones
objetales compensen la pérdida del amor paterno. Para
el niño o el adolescente esto puede constituir un verdadero
dilema, cuyo resultado determinará que progrese o se
estanque. Es más probable que quede fijado si ya ha
experimentado previamente un rechazo paterno.
Es una ironía, pero no por eso menos cierto, que es
más probable que un niño quede atado a las faldas de
su madre por miedo que por amor. Teme lo que ella
le hará en caso de que él trate de afirmar su independen­
cia. Un niño que se siente seguro del afecto de sus padres
y sabe por experiencia que no lo rechazarán, tiene me­
nos probabilidades de quedar fijado en una etapa inma­
tura de su desarrollo.
Además de la fijación en objetos, también existen fija­
ciones en el desarrollo de la estructura y dinámica de la
personalidad. Algunas personas no avanzan más allá del
nivel del pensamiento autista. Otras nunca aprenden a
diferenciar claramente entre el mundo subjetivo y el mun­
do objetivo. Otras viven bajo el dominio de un superyó
severo o permanecen bajo el dominio de los miedos in­
fantiles. Alguna gente queda fijada en algún mecanismo
de defensa particular, alrededor del cual gira toda su per­
sonalidad. Otros permanecen en el nivel del comporta­
miento impulsivo de descarga. Hay toda clase y grados de
fijación, que impiden que los individuos realicen plena­
mente sus potencialidades psicológicas.

E. R e g r e s ió n . Habiendo llegado a cierta etapa del


desarrollo, una persona puede retroceder a otra anterior a
causa del miedo. Esto recibe el nombre de regresión. Una
mujer joven que sienta angustia después de la primera
pelea con el marido puede volver a la seguridad del hogar
paterno. Una persona a quien el mundo ha herido puede
encerrarse en un mundo privado, de ensueño. La angustia
moral puede hacer que una persona haga algo impulsivo,
de modo que se lo castigue como cuando era un niño.
Cualquier fuga respecto del pensamiento controlado y rea­
lista constituye una regresión.
Incluso gente sana y bien adaptada de vez en cuando
hace regresiones para reducir la angustia, o, como dicen
ellos, para largar presión. Fuman, se embriagan, comen
demasiado, se enojan, se comen las uñas, se hurgan las
narices, violan leyes, hablan como niñitos, destruyen pro­
piedades, se masturban, leen historias de misterio, van al
cine, se dedican a inusitadas prácticas sexuales, mastican
goma y tabaco, se visten como niños, conducen vehículos a
toda velocidad y temerariamente, creen en los buenos y
los malos espíritus, duermen siestas, se pelean y matan,
apuestan a los caballos, sueñan despiertos, se rebelan o
se someten a la autoridad, juegan por dinero, se arreglan
delante del espejo, representan dramáticamente sus im­
pulsos, escarnecen a víctimas propiciatorias y hacen mil
y una tonterías. Algunas de esas regresiones son. tan comu­
nes que se las toma por manifestaciones de madurez. En
realidad son todas formas de regresión usadas por los adul­
tos. El ensueño es un buen ejemplo de actividad regre­
siva, pues implica obtener placer mediante realizaciones
mágicas de deseos.

F. C a r a c t e r ís t ic a s G e n e r a l e s de los M e c a n is­
mos de D efen sa . mecanismos de defensa del yo
L os
son maneras irracionales de encararse con la angustia, por­
que deforman, esconden o niegan la realidad y obstaculi­
zan el desarrollo psicológico. Ligan la energía psicológica
que podría utilizarse en otras actividades más efectivas del
yo. Cuando una defensa adquiere mucha influencia, do­
mina al yo y reduce su flexibilidad y adaptabilidad. Por
último, si las defensas no pueden resistir, el yo no tiene
a quien recurrir y es abrumado por la angustia. La con­
secuencia es entonces un colapso nervioso.
¿Por qué existen las defensas si son tan perjudiciales
en tantos sentidos? La razón de su existencia es de ín­
dole evolutiva. El yo infantil es demasiado débil para in­
tegrar y sintetizar todas las demandas que se le hacen.
Las defensas dei yo se adoptan como medidas protecto­
ras. Si el yo no puede reducir la angustia por medios ra­
cionales, tiene que utilizar tales medidas para negar el
peligro (represión), externalizar el peligro (proyección),
esconder el peligro (formación reactiva), permanecer en
el mismo estado (fijación) o retroceder (regresión). El yo
infantil necesita y usa todos esos mecanismos accesorios.
¿Por qué persisten después que han cumplido su
propósito en beneficio del yo infantil? Persisten cuando
el yo no puede desarrollarse. Pero una razón por la cual
el yo no puede desarrollarse es que gran parte de su
energía se consume en sus defensas. Se da así un círculo
vicioso. No se pueden abandonar las defensas porque el
yo es insuficiente, y el yo sigue siendo insuficiente siempre
que dependa de las defensas. ¿Cómo puede el yo romper el
círculo? Un factor importante es la maduración. El yo
crece como resultado de cambios innatos en el mismo or­
ganismo, especialmente en el sistema nervioso. Bajo la
influencia de la maduración, el yo se ve obligado a evo­
lucionar.
Otro factor importante para el desarrollo sano del yo es
un ambiente que ofrezca al niño una serie de experien­
cias que se sincronizan con su capacidad para adaptarse.
En ningún momento deben ser los peligros y riesgos tan
grandes como para incapacitar al niño, o tan débiles como
para no servirle de estímulo. En la infancia los riesgos
de la existencia deben ser pequeños, en la primera niñez las
amenazas deben ser un poquito más fuertes, y así suce­
sivamente a través de los años de crecimiento. En una tal
serie graduada de ambientes, el yo tendrá oportunidades
para despojarse de sus mecanismos de defensa (en condi­
ciones Jdeales nunca deberían aparecer) y de reemplazar­
los por mecanismos más eficaces y más realistas.

IV. TRANSFORMACIONES DE LOS INSTINTOS

La diferencia más notable entre el bebé y el adulto,


aparte de las diferencias físicas en tamaño y fuerza, es el
contraste entre el limitado repertorio de conducta del bebé
y el amplio margen de actividades del adulto. LTn bebé
consume sus energías sólo de muy pocas maneras, mien­
tras que un adulto tiene posibilidades ilimitadas. ¿Cómo
encuentra la energía nuevos canales para expresarse? ¿Có­
mo ocurre que los instintos fundamentales de vida y muer­
te, que son la fuente de toda energía psíquica, se ramifican
en todas direcciones y proporcionan la fuerza motriz para
tantas clases diferentes de transacciones adultas con el
ambiente ?
En primer lugar, importa aclarar ciertos puntos funda­
mentales. Los instintos de vida y de muerte en el ello
originariamente contienen toda -la energía psíquica. La
energía psíquica se produce por una transformación de la
energía corporal. El fin de los instintos es eliminar las
excitaciones corporales y hacer volver a la persona a un
estado de reposo mental y fisiológico (liberación de ten­
sión). Los instintos tratan de alcanzar ese fin invirtiendo
energía en actividades psicológicas, tales como percibir,
recordar y pensar. Cuando una actividad psicológica se ha
completado, es decir, cuando se ha formulado un plan de
acción, se libera energía muscular en forma de acción mo­
triz. La persona hace algo, habla, o camina, o utiliza sus
manos para producir un resultado deseado. El Resultado de­
seado siempre es una reducción de tensión, lo cual se
logra eliminando la condición perturbadora que produjo
la tensión. No se sabe exactamente cómo se transforma un
plan mental de acción en actividad física. Pero tal trans­
formación es evidente para todo el que haya pensado cons­
cientemente hacer algo y luego lo haya hecho.
Cuando preguntamos por qué una persona hace algo, ya
sea coleccionar mariposas, lavar su automóvil, manejar un
torno o escribir un libro, lo que queremos saber es qué lo
motiva. ¿Qué instinto particular dirige sus procesos físicos
de tal manera que lo llevan a coleccionar mariposas, lavar
su automóvil, manejar un torno o escribir un libro? Po­
dríamos pensar que existe un instinto específico para cada
una de esas actividades, lo cual parece una explicación muy
poco plausible. Por lo menos no sería muy económica, y
la ciencia se esfuerza por hacer economía.
Debemos más bien buscar la respuesta en lo que Freud
llamó "los instintos y sus vicisitudes". En un sentido, la
respuesta a la pregunta de cómo el limitado margen de
la conducta del niño se amplía hasta llegar a la versatili­
dad del comportamiento adulto significaría volver sobre
todo el terreno que ya hemos recorrido. Una respuesta
concisa sería que la formación del yo y del superyó, la
distribución de energía en los tres sistemas y su utilización
en catexias y contracatexias, y la complicada red de inter­
acciones entre el ello, el yo y el superyó, y de los tres con
el mundo, explican el aumento en complejidad de la con­
ducta.
En vez de repetir todo lo que se ha dicho, limitemos
nuestra atención a unas pocas consideraciones. En primer
lugar, pocas o ninguna actividad adulta son resultado de
un solo instinto de vida o muerte. Es más probable que
cualquier acción particular sea consecuencia de una fusió ?2
de instintos. Una persona aprende por experiencia que
puede reducir la tensión que surge simultáneamente de
distintas fuentes al dedicarse a una actividad compleja. Un
jugador de fútbol, por ejemplo, al jugar satisface varios
instintos o sus derivados.
Casi toda actividad es la condonación de un complejo de
motivos. La fusión de instintos es realizada por la fundón
sintetizadora del yo. Más adelante volveremos, sobre este
punto.
En segundo lugar, una actividad puede representar un
compromiso entre las fuerzas impulsoras (catexias) y las
fuerzas de resistencia (contracatexias). Como resultado
de las resistencias, la persona no puede descargar directa­
mente la tensión; debe encontrar un término medio entre
la satisfacción completa y la completa insatisfacción. Por
ejemplo, el afecto representa una transacción entre la sa­
tisfacción de una necesidad sexual y la resistencia del yo
o las prohibiciones del superyó contra tal satisfacción. De
la misma manera, las críticas verbales son un término me­
dio entre una agresión física y la no-agresión. La razón
de estas transacciones se encuentra en el viejo refrán: "a
falta de pan, buenas son tortas".
A causa de estos desplazamientos (pues eso son en rea­
lidad tales transacciones) se adquieren nuevos motivos
(catexias objétales). Cuando una persona sustituye al
sexo por el amor, se dice que ha formado un nuevo mo­
tivo, Sin embargo, en realidad el nuevo motivo no entraña
cambio alguno en la fuerza impulsora básica o en el ob­
jetivo final. La fuerza impulsora sigue siendo proporcio­
nada por el instinto sex'ual, y la finalidad siempre es eli­
minar la tensión sexual. Lo que cambia son los medios
para llegar al fin. Uno trata de reducir La tensión sexual
al desexualízar las expresiones de amor. Estos motivos o
catexias objétales nuevos reciben el nombre de derivados
instintivos.
Los derivados instintivos son tan numerosos como el
número casi infinito de desplazamientos y transacciones
que el hombre es capaz de hacer. Los afectos, las prefe­
rencias, los intereses, los gustos, las actitudes, los hábitos,
los sentimientos, los valores y los ideales son formas de
los derivados instintivos.
Las catexias objétales a que se llega mediante una
transacción, no descargan de ordinario toda la tensión. El
amor romántico, por ejemplo, deja a la persona con un
residuo de excitación sexual. Del instinto al que se le im­
pide descargar toda su energía se dice que está inhibido
en su objetivo. Los instintos inhibidos en sus objetivos
producen fuertes catexias objetales y engendran persisten­
tes fuerzas impulsoras porque no permiten la completa
descarga de la tensión. En consecuencia, las excitaciones no
descargadas engendran una corriente continua de energía
que se utiliza para mantener las catexias objetales:
Esto nos lleva a una conclusión aparentemente paradó­
jica. Los intereses, los afectos y todas las otras formas
de motivos adquiridos, perduran porque son hasta cierto
punto frustradores y satisfactorios al mismo tiempo. Per­
sisten porque no proporcionan satisfacción completa. Por
ejemplo, una persona que tiene un interés intenso e insa­
ciable en escuchar música clásica, no alcanza una gratifi­
cación completa. Escuchar música no es un sustituto com­
pletamente satisfactorio de una elección objetal más bá­
sica. El melómano no puede saciarse de música porque
no es eso lo que en realidad desea. Sin embargo, es mejor
que nada.
Toda transacción es al mismo tiempo una renuncia. Una
persona abandona algo que realmente desea pero que no
puede tener, y acepta algo de segunda o tercera categoría
que puede poseer. El amor duradero de un hijo por su
madre, y el de la madre por el hijo, los buenos senti­
mientos que los miembros de un club sienten entre sí, el
amor a la patria y la multitud de otros afectos que la
gente forma, están todos motivados por instintos inhibidos
en sus objetivos,
Una tercera vicisitud que sufren los instintos se pro­
duce por acción de loi; mecanismos de defensa. Se recor­
dará que las defensas su'rgen para ayudar al yo a enfren­
tarse con la angustia. Dado que una fuente de la angustia
es el peligro cíe los instintos, los mecanismos de defensa
tratan de evitar el peligro modificando ia elección ob­
jetal instintiva. El instinto de muerte» por ejemplo, es
proyectado por el yo en forma de destrucción, agresión,
dominación, poder, explotación y competencia.
Esto quiere decir que la elección objetal original es
sustituida por objetos externos. Mientras la energía de los
instintos de muerte pueda ser desviada de uno mismo, se
conjura el peligro y la persona no se siente angustiada.
Vemos aquí de nuevo el funcionamiento de un instinto
inhibido en su objetivo. En la medida en que la acción
respecto de un objeto sustitutivo nunca puede ser total­
mente satisfactoria, la proyección del instinto de muerte
tenderá a persistir. Esto explica el hecho de que la agre­
sividad sea una característica humana tai) prominente, y
que las formas menores de agresión desplazada tales como
el poder, el dominio, la explotación y la competencia sean
aún más corrientes. Las expresiones menos terminantes
abundan más que la agresividad desembozada, porque re­
presentan una transacción. En consecuencia, son motivadas
de manera más persistente porque, al no poder reducir
tanta tensión, siempre tienen alguna disponible para man­
tener el hábito. Una pelea a puñetazos es más satisfacto­
ria (descarga más tensión) que una competencia entre
comerciantes rivales, pero los adultos se pelean pocas ve­
ces a golpes y se dedican muy a menudo a hacerse la com­
petencia. Por regla general, cuanto más difiere la elección
objetal sustítutiva de la original al proporcionar alivio
a la tensión, tanto mayor será su dominio sobre la persona.
La represión de las elecciones objetales instintivas da
lugar a varias clases de formaciones sustitutivas, que per­
miten liberar energía en formas disimuladas. El encubri­
miento se lleva a cabo mediante la sustitución de una elec­
ción objetal por otra. La finalidad del encubrimiento es
impedir que el yo se angustie. Mientras el sustituto se
las arregle para engañar al yo, y al mismo tiempo pro­
porcione alguna reducción de la tensión, persistirá la elec­
ción objetal sustitutiva. Una persona que ha reprimido su
instinto de muerte, por ejemplo, puede obtener alguna sa­
tisfacción leyendo avisos mortuorios y artículos necrológi­
cos, yendo a funerales y escuchando cánticos fúnebres, o,
mejor aún, puede convertirse en empresario de pompas
fúnebres.
Los sueños están llenos de representaciones disfrazadas
c simbólicas de los deseos reprimidos. Cuando el disfraz
es demasiado trasparente, el que sueña generalmente se
despierta. Las pesadillas y los sueños angustiosos son
causados por el surgimiento de deseos reprimidos que an­
gustian a la persona.
La formación reactiva opera sobre los instintos, no sus­
tituyendo un objeto por otro, como ío hace la proyección,
sino invirtiendo tanta energía de un instinto en un objeto,
que impide que la energía de otro instinto se exprese. La
modestia, por ejemplo, puede esconder el deseo de exhi­
birse.
En resumen, todas las amplias actividades de la persona
adulta están motivadas por la energía de los instintos de
vida y de muerte. Todo lo que hace una persona es: 1 )
una expresión directa de un instinto, en cuyo caso sería
una simple elección objetal del ello, como comer, dormir,
eliminar y copular; o 2 ) motivado por una combinación
de instintos; o 3 ) representa una transacción entre fuerzas
impulsoras y de resistencia; o 4) surge de una defensa
del yo.
Hemos dejado de mencionar, sin embargo, otra impor­
tante clase de cambio que ocurre en los instintos. Aunque
el objetivo de los instintos es constante durante toda la
vida, la fuente de los mismos, que es una forma de ex­
citación corporal, puede variar durante el desarrollo. Sur­
gen nuevas excitaciones corporales y las viejas se modifi­
can o desaparecen como consecuencia de la madurez, el
ejercicio, los estímulos, la fatiga, los medicamentos,
la dieta, la vejez y la interacción con otras excitaciones
corporales. Estos cambios pueden incorporar nuevos instin­
tos, eliminar otros anteriores o modificarlos de alguna
manera.

V. EL DESARROLLO DEL INSTINTO SEXUAL

La concepción freudiana del instinto sexual es mucho


más amplia que la corriente. Incluye no sólo el gasto de
energía en actividades placenteras que entrañan estimula­
ción y manipulación genitales, sino que también abarca
la manipulación por placer de otras zonas corporales. Una
región del cuerpo en que los procesos excitantes e irritan­
tes (tensiones) tienden a concentrarse, y cuyas tensiones
puedan ser eliminadas mediante alguna acción sobre tal re­
gión, como puede ser chupar o acariciar, recibe el nombre
de zona erógena. La manipulación de una zona erógena
es satisfactoria porque alivia la irritación, de la misma
manera que rascarse alivia la picazón, y porque provoca
un sentimiento sensual placentero.
Las tres zonas erógenas principales son la boca, el ano
y los órganos genitales, aunque cualquier parte de la su­
perficie del cuerpo puede convertirse en centro excitatorio
que demande alivio y proporcione placer. Cada una de
las principales zonas se asocia con la satisfacción de una
necesidad vital: la boca con el comer, el ano con la eli­
minación y los órganos sexuales con la reproducción. El
placer proporcionado por la zona erógena puede ser, y a
menudo es, independiente del placer que se deriva de la
satisfacción de una necesidad vital. Por ejemplo, chuparse
el pulgar o masturbarse reducen la tensión, pero el pri­
mero no satisface el hambre y el segundo no sirve para
la reproducción.
Las zonas erógenas tienen gran importancia para el des­
arrollo de la personalidad porque son las primeras fuentes
importantes de las excitaciones irritantes con las que el
bebé tiene que lidiar, y proporcionan las primeras expe­
riencias placenteras importantes. Además, las acciones que
implican las zonas erógenas llevan al niño a conflictos
con los padres, y las frustraciones y angustias resultantes
estimulan el desarrollo de un gran número de adaptacio­
nes, desplazamientos, defensas, transformaciones, transac­
ciones y sublimaciones.

A. L a Z o n a O r a l . Las dos fuentes principales de


placer derivadas de la boca son el estímulo táctil, que se
obtiene al poner cosas en la boca, y el morder. El estí­
mulo táctil de los labios y de la cavidad oral, por el con­
tacto con objetos y con la incorporación de los mismos,
produce placer oral erótico (sexual), y morder proporcio­
na placer oral agresivo. El placer oral agresivo aparece
más tarde en el desarrollo porque tiene que esperar el
crecimiento de los dientes. Si la incorporación del objeto
es dolorosa, como cuando el bebé ingiere una sustancia
de gusto amargo, el bebé se deshace del objeto ofensivo
escupiéndolo. Como resultado de tales experiencias, ,el
bebé aprende a evitar el dolor cerrando su boca contra
objetos irritantes. Por otra parte, si se quita un objeto
placentero de la boca del bebé, como, por ejemplo, el
pecho materno o el biberón, el bebé tiende a retener. La
boca, por lo tanto, tiene por lo menos cinco modos de
funcionar: 1 ) incorporar, 2 ) retener, 3) morder, 4 )
escupir y 5) cerrar. Cada uno de esos modos es un pro­
totipo o modelo original de ciertos rasgos de personalidad.
Un prototipo significa un modo originario de adaptarse
a un estado doloroso o perturbador. Sirve como modelo
para adaptaciones ulteriores. En otras palabras, el niño,
después de aprender a efectuar una adaptación particular,
utiliza la misma adaptación cuando surgen posteriormente
situaciones similares. Si ingerir cosas por la boca es pla­
centero, como lo es cuando el niño tiene hambre, enton­
ces tomar o incorporar conocimiento o amor o poder
cuando uno se siente vacío, también puede ser placente­
ro, Hablamos, en efecto, de hambre de conocimientos o
de amor o de poder como si fueran cosas materiales que
pudieran ser comidas. La boca proporciona muchas expe­
riencias prototípicas que se transfieren o desplazan a otras
situ aciones similares. En realidad, la mayoría de las expe-
riendas prototípicas implican el cuerpo, porque el bebé
está más preocupado por las funciones corporales que por
el ambiente.
ingerir por la boca es el prototipo de la adquisitividad;
retener, el de la tenacidad y determinación, morder, el de
la destructividad, escupir, el del rechazo y desdén y el
cerrar el del desaire y el negativismo. De la cantidad de
frustración y angustia que se experimente en relación con
la expresión prototípica, depende que estos rasgos se des­
arrollen y se conviertan en parte del carácter de la per­
sona. Por ejemplo, un bebé al que se lo destete demasiado
bruscamente puede desarrollar una fuerte tendencia a re­
tener cosas para impedir una repetición de la experiencia
traumática del destete.
Mediante desplazamientos y sublimaciones de diversa
índole, la fijación en uno de los modos orales prototípi-
cos puede convertirse en una red completa de intereses,
actitudes y comportamientos. Una persona que haya ad­
quirido una orientación predominantemente incorporativa,
toma cosas no sólo por la boca sino también a través de
los órganos de los sentidos, por ejemplo, mirando con los
ojos y escuchando con los oídos. La actitud incorporativa
puede abarcar cosas abstractas y simbólicas,, tales como
la incorporación de amor, conocimiento, dinero, poder y
bienes materiales. La codicia y la voracidad se originan al
no recibir suficiente alimento o amor durante los prime­
ros años de vida. La persona adquisitiva es insaciable por­
que todo lo que adquiere, ya sea dinero o fama, es sólo
un sustituto de lo que realmente desea, es decir, alimento
de una madre amante.
Como el bebé depende de un agente externo, por io
general, su madre, para mitigar su tensión oral y para
la satisfacción de sus placeres orales, la madre puede
controlar la conducta del bebé dándole alimento cuando
es obediente a sus deseos y retirándoselo cuando no obe­
dece. Como el dar alimento se asocia con el amor y la
aprobación y la negativa de alimentos con el rechazo y
la desaprobación, el bebé siente angustia cuando la madre
lo rechaza o ío abandona, pues esto significa la pérdida
del deseable abastecimiento oral. Si se acumula mucha an­
gustia sobre esta amenaza a los placeres orales del bebé,
éste tiende a depender demasiado de la madre y también
de otra gente. Desarrolla una actitud de dependencia ha­
cia el mundo. En iugar de aprender a satisfacer sus nece­
sidades mediante sus propios esfuerzos, espera que le den
las cosas cuando se porta bien y que se las quiten cuando
se porta mal. Se dice entonces que tal persona tiene una
estructura caracterológica de dependencia oral.
Si el deseo de dependencia hace avergonzar a una
persona, puede desarrollarse una formación reactiva que
hará que ella se resista a depender de cualquiera. No pue­
de pedir a nadie nada porque eso significaría perder su
independencia.
También puede utilizarse la proyección como defensa
contra la dependencia. En vez de buscar ayuda, la persona
que proyecta se sentiría obligada a ofrecer ayuda i los
demás. Tal persona puede emprender obras sociales, con­
vertirse en enfermera o demostrar otra vocación humani­
taria. También pueden sus deseos orales reprimidos apa­
recer en forma disfrazada. Una persona puede interesarse
por la lingüística, coleccionar botellas o aprender ven­
triloquia.
La agresividad oral mediante el morder es el prototipo
de muchas clases de agresiones directas, desplazadas y
disfrazadas. El niño que muerde coti sus dientes puede de
grande morder con los sarcasmos verbales, con el despre-
cío y el cinismo, o puede hacerse abugado, político o
escritor de editoriales. Decimos que alguien es mordaz
o que muestra los dientes cuando manifiesta una con­
ducta agresiva, dominante y autoritaria. Cuando uno se
siente culpable, puede utilizar la agresión oral como forma
de autocastigo. Uno puede morderse los labios o la len­
gua.
La agresión oral puede dar lugar a sentimientos de an­
gustia que a su turno se defienden mediante varios meca­
nismos del yo. Una persona puede reaccionar contra la
agresión oral diciendo solamente cosas amables sobre otras
personas. O puede proyectar su agresión oral de manera
que se crea víctima de la agresión de un mundo lleno de
enemigos. Puede fijarse en una etapa primitiva de agre­
sión oral en su desarrollo o puede regresar a ella cuando
las frustraciones de las etapas posteriores sean mayores
que las que ella puede manejar.
Escupir y cerrar la boca siguen de manera bastante pa­
recida los lincamientos del desarrollo del ingerir y el mor­
der. Estos modos prototípicos de reacción se transforman
de numerosas maneras, y dependen de las satisfacciones
y frustraciones particulares que encuentren. El tipo "escu­
pidor” de personalidad se caracteriza por el desdén y el
desprecio, el tipo "cerrado'’ por su actitud ensimismada y
cautelosa. La erección de defensas contra estos modos de
comportamiento que provoca la angustia, afecta de mu­
chas maneras el desarrollo de la personalidad. Por ejem­
plo, una aceptación indiscriminada de lo que uno dice o
hace, caracterizada por la expresión "ese se traga cualquier
cosa’', es una formación reactiva contra el escupir. El sen­
tim iento de ser un exiliado social ante el cual el mundo
ha cerrado sus puertas es una proyección de cerrar la boca
contra un mundo doloroso.
Se pueden ver las manifestaciones de estos cinco modos
de actividad oral en muchos aspectos de la vida. Apare-
' cen en las relaciones y afectos entre las personas, en las
actitudes económicas, sociales, políticas y religiosas, y en
los intereses y preferencias culturales, estéticas, recreativas,
atléticas y vocacionales.

B. L a Z o n a A n a l . En el otro extremo del aparato


digestivo está la abertura posterior, eí ano, a través del
cual se eliminan del cuerpo los desechos de la digestión.
En esta región surgen tensiones como resultado de la acu­
mulación de la materia fecal. Esta materia ejerce presión
sobre las paredes del colon, que es la parte del cordón
intestinal que está inmediata al ano, y sobre los esfínteres
anales, que son músculos que funcionan como válvulas.
Cuando la presión sobré los esfínteres alcanza cierto nivel,
se abren y se expelen los productos de desecho mediante
el acto de la defecación.
La expulsión proporciona alivio a la persona, al elimi­
nar la fuente de tensión. Como consecuencia de experi­
mentar una placentera reducción de tensión, puede em­
plearse tal modo de acción para deshacerse de tensiones
que surgen en otras partes del cuerpo, La eliminación ex­
pulsiva es el prototipo de los estallidos emocionales» las
pataletas, rabias y -otras reacciones primitivas de descarga.
Por Jo común, durante el segundo año de vida o más
temprano, los reflejos expulsivos involuntarios llegan a
ser controlados mediante una serie de experiencias que se
conocen con el nombre de educación del control de esfín­
teres. La educación del control de esfínteres es por lo
habitual la primera experiencia decisiva que el niño tiene
en relación con la disciplina y la autoridad exterior. La
educación de esfínteres representa un conflicto entre una
catexia instintiva (el deseo de defecar) y una barrera ex­
terna. Las consecuencias de este conflicto dejan por fuerza
huellas indelebles en la estructura de la personalidad,
Los métodos empleados por la madre al educar al niño
y sus actitudes con respecto a asuntos como la defecación,
la limpieza, el control y la responsabilidad, determinan
en gran medida la naturaleza exacta de la influencia que
la educación de esfínteres tendrá sobre la personalidad
y su desarrollo. Una persona se resiste naturalmente a
que se interfiera y se regule sus actividades placenteras.
Sí la interferencia es muy estricta y punitiva, el niño
puede vengarse ensuciándose intencionalmente. A medida
que crezca, tal niño se tomará su desquite con los repre­
sentantes externos de la autoridad, armando embrollos,
actuando con irresponsabilidad, o de manera desordenada,,
siendo manirroto y pródigo. Los estrictos procedimientos
para educar los esfínteres también pueden provocar una
formación reactiva contra la expulsión incontrolada, en­
gendrando pulcra meticulosidad, melindrosidad, orden
compulsivo, frugalidad, disgusto, miedo a la suciedad,
estricta administración del tiempo y dinero, y otros com­
portamientos supercontrolados. La constipación es una
reacción defensiva corriente contra la eliminación.
Por otra parte, si la madre le suplica al niño que mueva
el vientre y lo alaba demasiado cuando lo hace, el niño
considerará el producto que ha hecho de gran valor. Más
tarde en la vida puede sentirse movido a producir o
crear cosas para complacer a los demás o para complacerse
a sí mismo, de la misma manera que cuando defecaba
para complacer a su madre. La generosidad, los regalos,
la caridad y la filantropía pueden ser resultados de esta
experiencia básica,
Si se da demasiada importancia al valor de las heces,
el niño puede sentir que ha perdido algo valioso cuando
defeca. Responderá ante la pérdida sintiéndose deprimido,
vacío y angustiado. Tratará de evitar pérdidas futuras ne­
gándose a eliminar ms heces. Si se fija y generaliza este
modo, 1í* per-sena será ahorrativa, parsimoniosa y econó­
mica»
La retención de las heces es el otro modo de funciona­
miento anal. Aunque pueda ser empleado como defensa
contra la pérdida de algo que se considera valioso, la
retención es placentera de por sí. La suave presión sobre
las paredes internas del recto que ejerce la materia fecal
satisface sensualmente. La defecación acaba con este pla­
cer y deja a la persona con una sensación de vacío. SÍ
la persona se fija en este modo de placer erótico, puede
desarrollar un interés generalizado en coleccionar, poseer
y retener objetos.
Una formación reactiva contra la retención puede des­
arrollarse como resultado' de sentimientos de culpa, en
cuyo caso la persona se sentirá impelida a dar sus bienes y
su dinero de manera atolondrada o a perderlos haciendo
tontas inversiones o jugando imprudentemente por dinero.
Poseer cosas angustia tanto a esas personas que harán
cualquier cosa por deprenderse de ellas. Además, sienten
cierta satisfacción en gastar su dinero de manera expulsiva.

C. L a Z o n a s e x u a l . La tercera zona corporal pla­


centera importante son los órganos sexuales. Acariciar y
manipular los órganos propios (masturbación) produce
placer- sensual. Al mismo tiempo, hay u n a intensificación
del anhelo sexual del niño por los padres, que inicia u n a
Serie de ca m b io s importantes en sus catexias objetales. El
período de crecimiento durante el cual el niño se preocupa
por sus genitales es llamado la etapa fálica.
Dado que los órganos reproductivos masculinos y los
femeninos son estructuralmente diferentes, es necesario
examinar los acontecimientos de la etapa fálica separada­
mente para cada sexo.
1) La etapa fálica masculina. Antes de la aparición
del período fálico, el niño ama a su madre y se identifica
con su padre. Cuando el impulso sexual aumenta, el
amor del niño por su madre se hace más incestuoso y en
consecuencia se pone celoso de su rival, el padre. Este es­
tado de cosas, en el que el niño anhela la posesión sexual,
exclusiva de la madre y siente antagonismo hacia el padre
recibe el nombre de complejo de Bdipo. Edipo fue una.
/

eminente figura de la mitología griega, que mató a su


padre y casó con su madre. El desarrollo del complejo
de Edipo crea un nuevo peligro para el niño. Si persiste
en sentirse sexualmente atraído hacia la madre, corre el
riesgo de que el padre lo dañe físicamente. El miedo es­
pecífico que abriga el niño es que su padre le extirpe
su órgano sexual ofensor del niño. A este miedo se le lla­
ma angustia de castración. El niño cree en la realidad de
la castración cuando ve la anatomía sexual de la niña,
que carece de genitales prominentes como los masculinos.
Al varoncito, la niña le parece castrada. "Si eso pudo
sucederle a ella, también puede sucederme a mí”, piensa
él. Como resultado de la angustia de castración, el niño
reprime su deseo incestuoso por la madre y su hostilidad
hacia el padre, y el complejo de Edipo desaparece. Otros
factores también conspiran para debilitar el complejo de
Edipo. Ellos son: 1 ) la imposibilidad de satisfacer el
deseo sexual con la madre, como lo hizo Edipo, 2 ) los
desengaños que le produce la madre, y 3 ) la maduración.
Cuando el niño renuncia a la madre, puede identifi­
carse con el objeto perdido, su madre, o intensificar su
identificación con el padre. De la fuerza relativa de los
componentes masculinos y femeninos en la constitución
del niño depende que ocurra lo primero o lo segundo.
Freud supone que cada persona es constitucionalmente bi­
sexual, lo cual quiere decir que hereda las tendencias del
sexo opuesto lo mismo que las del propio. SÍ las tenden­
cias femeninas del niño son relativamente fuertes, trata­
rá de identificarse con su madre una vez desaparecido el
complejo de Edipo; si predominan las tendencias mascu­
linas, acentuará su identificación con el padre. Típica­
mente, siempre existe alguna identificación y alguna ca-
texia objetal con ambos padres. Al identificarse con el pa­
dre, el niño participa de la catexia del padre hacia la
madre. Al mismo tiempo, la identificación con el padre
ocupa el lugar de la catexia femenina del niño hacia el
? V\ ' ■ ■

\
COM PENDIÓ DÉ PSICOLOGÍA FREUDIANA 125

padre. Al identificarse con la madre, obtiene satisfacción


parcial de su anhelo sexual por el padre, mientras que la
identificación ocupa el lugar de la catexia del niño hacia
la madre. La fuerza relativa y el éxito de estas identifi­
caciones determinan el destino del carácter del niño y de
sus afectos, antagonismos, y grado de masculínidad y
femineidad que demostrará más tarde. Estas identificacio­
nes también dan lugar a la formación del superyó. Se
dice que el superyó es el heredero del complejo de Edipo,
porque ocupa el lugar del mismo.
Durante varios años, más o menos entre los cinco
años *—cuando se reprime el complejo de Edipo por mie­
do a la castración—, y los doce —época en que aumenta
mucho la energía del instinto sexual debido a cambios fi­
siológicos del sistema reproductor— , los impulsos sexua­
les y agresivos del niño quedan dominados. Este período
es llamado período de latencia. Con el despertar de la
pubertad, los impulsos reviven y ocasionan las tensiones
y vehemencias típicas de la adolescencia. Durante esos
años adolescentes ocurren nuevas adaptaciones y transfor­
maciones que finalmente culminan en la estabilización de
la personalidad.
2) La etapa fálica femenina. Al igual que en el
niño, el primer objeto amoroso de la niña, aparte del
amor a su propio cuerpo (narcisismo), es la madre. Pero
a diferencia de lo que ocurre con el niño, no hay muchas
probabilidades de una temprana identificación con el pa­
dre. Cuando la niña descubre que no posee los genitales
externos del varón, se siente castrada. Culpa a su madre
por tal condición y por lo tanto se debilita la catexia ha­
cia la madre. Además, la madre desilusiona a la niña
en otros aspectos. La niña siente que la madre no le da
suficiente amor, o que ella tiene que compartir el amor
de su madre con hermanos y hermanas. A medida que se
debilita la catexia hacia la madre, la niña comienza a
preferir al padre, que posee el órgano que a ella le falta.
126 CALVIN S. HALL

El amor de la niña por su padre se mezcla con envidia


porque él posee algo de que ella carece. Esto se conoce
como envidia del pene. Es el equivalente femenino de la
angustia de castración del niño. Estas dos condiciones,
la envidia del pene y el temor a la castración, son aspec­
tos del mismo fenómeno general, llamado el complejo
de castración. Los complejos de castración y de Edipo
son dos de los desarrollos más importantes de la etapa
fálica
El surgimiento del complejo de castración en el niño
es la razón principal del abandono del complejo de Edi­
po, mientras que en la niña el complejo de castración (en­
vidia del pene) es el responsable de la introducción del
complejo de Edipo. Ella ama a su padre y está celosa
de la madre. Aunque el complejo de Edipo femenino
no es probable que desaparezca como en el varón, se de­
bilita en virtud de la maduración y por la imposibilidad
de poseer al padre. Las identificaciones, entonces, reem­
plazan a las catexias objetales.
Al igual que el niño, la niña es bisexual, y la fuerza
de la identificación con cada progenitor está en parte de­
terminada por la fuerza relativa de las predisposiciones
masculinas y femeninas de la niña. Si el componente mas­
culino es fuerte, la niña se identificará más con el padre
y se convertirá e*i un marimacho. Si predominan los im­
pulsos femeninos, la niña se identificará más con la ma­
dre. Además, existe siempre algún grado de identificación
y catexia con cada padre, La emulación de la niña por la
madre la acerca al padre y también la compensa por la
perdida relación amorosa con ja madre. De la misma ma­
nera, su identificación con el padre la compensa en
cierto grado por la carencia de genitales masculinos y
preserva la catexia hacia la madre. La fuerza y el éxito
de estas identificaciones influyen sobre la naturaleza de
sus afectos y el grado de masculinidad y femineidad de
su vida posterior, además de producir el. superyó.
\
COM PENDIO D k PSICOLOGÍA FREUDIANA 127
\
La niña también pasa pdr un período de latencia; cuan*
do los impulsos están bajo el dominio de las formacio­
nes reactivas. Sale de la latencia al iniciarse la pubertad.
También ella elabora los problemas de la adolescencia y
finalmente alcanza cierta medida de estabilidad como
adulta.

D. S e x u a l i d a d G e n i t a l . Tomadas en conjunto, las


tres etapas del desarrollo, la oral, la anal y la fálica,
reciben el nombre de período pregenital. Este período
abarca los cinco primeros años de vida. La característica
saliente del instinto sexual durante el período pregenital
es su narcisismo. El tipo de narcisismo llamado primario
no debe ser confundido con el llamado narcisismo secun­
dario. El narcisismo secundario se refiere a sentimientos
de orgullo que el yo experimenta cuando se identifica con
los ideales del superyó. El narcisismo primario se refiere
a las sensaciones sensuales que surgen de la autoestimu-
lación. El narcisismo primario es placer corporal. Lo
ejemplifican el chuparse el pulgar, el expeler o retener
las heces, y la masturbación.
El instinto sexual durante el período pregenital no se
dirige hacia la reproducción. El niño catectiza su propio
cuerpo porque es la fuente de considerable placer. Tam­
bién puede catectizar a sus padres, pero estas catexias se
desarrollan porque sus padres, especialmente su madre, le
ayudan a obtener placer corporal. El pecho de la madre
es la fuente principal del placer oral, y las caricias, besos
y mimos que ambos padres le prodigan al niño son se-
xualmente gratificantes.
Después de la interrupción del período de latencia, el
instinto sexual comienza su evolución hacia el fin bioló­
gico de la reproducción. El adolescente comienza a sentirse
atraído hacia miembros del sexo opuesto. Esta atracción
culmina eventualmente en la unión sexual. La fase última
je'* desarrollo es llamada la etapa genital. La etapa genital
se caracteriza por las elecciones objetales más que por el
narcisismo. Es un período de socialización, actividades co­
lectivas, matrimonio, establecimiento de un hogar y una
familia, desarrollo de un interés serio en la profesión y
otras responsabilidades. Es la etapa más larga de las cua­
tro, que dura desde los últimos años de la segunda dé­
cada de la vida hasta que se manifiesta la senilidad, época
en que la persona tiende a regresar al período pregenital.
No se debe suponer, empero, que la etapa genital des­
plaza a las etapas pregenitales. Antes bien, las catexias
pregenitales se fusionan con las genitales. Los besos, las
caricias y otras formas de hacer el amor que de costumbre
forman parte del esquema seguido por las parejas, satis­
facen impulsos pregenitales. Además, los desplazamien­
tos, sublimaciones y otras transformaciones de las catexias
pregenitales se convierten en partes de !a estructura ca­
racterología permanente.

VI. RESUMEN

El desarrollo de la personalidad ocurre como resultado


de dos condiciones principales: 1 ) la maduración o cre­
cimiento natural; y 2 ) el aprender a superar las frustra­
ciones, evitar el dolor, resolver los conflictos y reducir la
angustia.
El aprendizaje consiste en la formación de identificacio­
nes, sublimaciones, desplazamientos, fusiones, transaccio­
nes, renuncias, compensaciones y defensas. Todos estos
mecanismos de la personalidad entrañan la sustitución de
las elecciones objetales instintivas por nuevas catexias ob­
jetales. También implican la formación de contracatexias
que se oponen a las catexias instintivas.
La formación de catexias y contracatexias por el yo y
el superyó, y su interacción recíproca, son responsables de
la manera en que se desarrolla la personalidad.
BIBLIOGRAFÍA

Identificación
S. (1921), Psicología de las masas y análisis del yo,
Capítulo VIL
(19 2 3 ), El yo y el ello, Capítulo III.
Desplazamiento y sublimación
(1908), El carácter y el erotismo anal.
(1908), La moralidad sexual "cultural" y la nervio­
sidad moderna.
(1908), El poeta y la fantasía.
(1910), Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci.
(19 2 3 ), El yo y el ello.
(1930), El malestar en la íuitura, en Obras Com-
pletas, vol. X IX . ós. As., S. Rueda.
Mecanismos de defensa
(1915), "La represión”, en Metapsícologia.
(1911), "Los instintos y sus destinos”, en Meta-
psicología.
(1937), ''Análisis terminable e interminable”, en
Esquema del psicoanálisis y otras obras pos­
tumas, Obras Completas, vol. XXI, Bs. As.,
S. Rueda.
(1939), Moisés y el monoteísmo, Obras Completas,
vol. X X , Bs. As., S. Rueda.
El instinto sexual
(19 0 5 ), Una teoría sexual.
(1923), La organización genital infantil.
(1 9 2 5 ), El final del complejo de Edipo.
(1933), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, Capí­
tulo V.
LA PERSONALIDAD ESTABILIZADA

Los cambios mayores en la personalidad ocurren durante


las dos primeras décadas de vida. Ese es el período en
el que una persona madura y aprende a superar o a adap­
tarse a las frustraciones externas e internas y a las insu­
ficiencias personales, a adquirir hábitos y habilidades y co­
nocimiento, a evitar el dolor y prevenir la angustia, a
alcanzar objetos-meta y asegurarse satisfacciones, a com­
pensar las pérdidas y las privaciones y a resolver los
conflictos., Hacia el final de ese período, la personalidad
por lo general ha adquirido cierto grado de constancia o
equilibrio que persiste hasta que comienzan los procesos
de deterioro de la vejez. Se dice que la organización y di­
námica de la personalidad se han estabilizado.
Cuando hablamos de personalidad estabilizada no que­
remos decir que todas las personas desarrollen la misma
pauta o pautas parecidas de personalidad. Hay mu­
chas clases de personalidades estabilizadas. El equilibrio
puede establecerse alrededor de un mecanismo defensivo
particular como la represión, proyección, o formación re­
activa, o puede basarse en una identificación particular­
mente poderosa, como sucede cuando una persona se mo­
dela a sí misma a semejanza de uno de sus padres o de
un hermano mayor o de algún otro héroe. La estabilidad
también resulta del desarrollo de desplazamientos, subli­
maciones y transacciones habituales. El número de despla­
zamientos y transacciones diferentes es prácticamente in­
finito, como resulta evidente si contemplamos la variedad
de las actividades de los adultos. Hay mil maneras
de ocupar el tiempo. No hay dos personas que tengan
las mismas pautas de intereses, gustos y afectos; sin em­
bargo, cada uno llega a alcanzar un modo de vida que
le proporciona cierta estabilidad.
No queremos tampoco significar, con el término per­
sonalidad estabilizada, lo que otros han llamado personali­
dad madura, o sana, o bien adaptada o ideal. Todos estos
términos pueden describir tipos particulares de personali­
dad estabilizada, pero muchas personas alcanzan estabili­
dad sin llegar nunca a ser maduras o adaptadas. Su
estabilidad puede depender de fijaciones y síntomas neu­
róticos o de alejamientos psicóticos del mundo de Ja rea­
lidad. El alcohólico puede tener costumbres muy estabi­
lizadas, y sin embargo no cabe decir que está bien adap*
tado. La personalidad de dependencia oral o la personali­
dad anal retentiva pueden desarrollar un alto grado de
estabilidad, pero ninguno de esos tipos puede considerar­
se maduro. Muchas personalidades estabilizadas en reali­
dad se han detenido en su crecimiento, por ejemplo, el
adolescente eterno que nunca termina de crecer.
Aunque el término personalidad estabilizada pueda im­
plicar que el adulto se ha ajustado a una existencia ruti­
naria y monótona, no queremos que el lector entienda tal
cosa. Estabilización no significa necesariamente falta de
variedad en la vida, aunque para algunas personas sig­
nifique precisamente eso. Estabilización por lo general
significa que la variación se ajustará a una pauta bastante
congruente y susceptible, que puede predecirse. Un
adulto puede cambiar de trabajo o de pasatiempo o de
mujer con bastante frecuencia, pero el nuevo trabajo o la
nueva mujer o el nuevo pasatiempo se parecerán mucho
a los anteriores. Las variaciones sobre un mismo tema
(Freud las llamó compulsión de repetición), antes que
una serie de temas nuevos, es lo que caracteriza el com­
portamiento del adulto típicamente estabilizado.
Por último, no queremos decir que la personalidad
estabilizada es la que no experimenta frustraciones, an­
gustias u otra clase de tensiones. La vida nunca está libre
de tensiones. La personalidad estabilizada, más bien, es la
que ha hecho arreglos más o menos permanentes para
manejar los aumentos de tensión. El presente capítulo
examina en qué consisten esos arreglos.
La manera más efectiva de manejar o impedir el au­
mento de tensión es utilizar el proceso secundario del yo,
que, se recordará, consiste en el pensamiento realista, el
razonamiento y la solución de problemas. Dados entrena­
miento y experiencia suficientes para resolver los proble­
mas de manera racional y lógica, durante los primeros
veinte años de vida, y una maduración intelectual adecua­
da, un adulto podrá resolver de modo realista y satisfac­
torio la mayoría de los problemas que se le presentan.
Para que el proceso secundario funcione eficazmente, es
necesario controlar las catexias objetales del ello y las
catexias idealizadas del superyó, erigiendo contracatexias.
De lo contrario, esas catexias tenderán a deformar el priflr
cipio de realidad del yo, al contaminarlo con el pensamien­
to autista o moralista. Además, los procesos psicológicos de
la percepción, memoria, juicio y discriminación deben
tener a su disposición una corriente continua de energía
ya que el proceso secundario hace uso abundante de es­
tas funciones.
La canalización de energía hacía los procesos del yo
significa que la energía libre del ello se convierte eo
energía ligada. Se dice que la energía está ligada cuando
la carga libremente móvil de energía, característica de las
excitaciones instintivas, se transforma en una carga tó­
nica en relativo reposo. Esto se lleva a cabo invirtiipnido
energía en las funciones de no-descarga del yo. Una ana­
logía puede ayudar a aclarar lo que ocurre cuando la
energía se vuelve ligada. Una persona, mientras no tenga
obligaciones o responsabilidades financieras, pygdg gastar
libremente y de manera impulsiva su dinero. Puede ju­
garlo o beber o gastarlo en los placeres que lo atraigan
en un momento dado. Sin embargo, cuando asume obli­
gaciones al comprar a crédito, al invertir su dinero o por­
que tiene que pagar impuestos, o cuando acepta la res­
ponsabilidad de proporcionarse alimento, casa y otras ne­
cesidades y comodidades de la vida a sí mismo y a otras
personas, entonces se compromete a gastar su dinero con
propósitos definidos. Ha ligado su dinero a las cuentas
mensuales y a los gastos fijos, y ya no puede gastarlo
como más le plazca. De la misma manera, la personalidad
liga su energía psíquica al invertirla en procesos del yo
estabilizados y organizados.
También se alcanza estabilidad al invertir energía en
los mecanismos de proyección, formación reactiva, repre­
sión, fijación y regresión. Si una persona no puede en­
frentarse con la realidad tal cual es, puede tratar de
modificarla de acuerdo con sus deseos o sus ideales. Aun­
que esta estrategia por parte del yo deforme y falsifique
la realidad, es con todo eficaz pues ofrece protección ant<?
los efectos incapacitantes de la angustia y la frustración.
La estabilidad proporcionada por estos mecanismos de de­
fensa puede ser precaria si las defensas son débiles, pero
cuando uñó ha pasado veinte años fortaleciéndolas, es
muy poco probable que se desmoronen fácilmente. Las
defensas drenan energía del proceso secundario y ocupan
el lugar del pensamiento realista.
Cuando una persona llega a la edad adulta, los des­
plazamientos y las sublimaciones se estabilizan sobre una
base bastante permanente, habiéndose casi completado la
transformación y fusión de los instintos. Las experiencias
de los veinte primeros años le han enseñado a hacer tran­
sacciones que son hasta cierto punto satisfactorias o que,
si no satisfacen, por lo menos la ayudan a soportar el do­
lor y la angustia. Esas transacciones se expresan como in­
tereses, actitudes, afectos y preferencias. Intervienen no
sólo en las decisiones fundamentales de la vida — por
ejemplo, la elección de profesión y la selección de una
pareja matrimonial— sino también en las numerosas
pequeñas decisiones que hay que hacer todos los días.
La congruencia con que se hacen estas elecciones y el
llamado conservadorismo, o resisterícia al cambio, del
adulto, débense al carácter relativamente flojo de las ca­
texias del adulto. La duración de estas catexias depende
de dos factores importantes; 1 ) numerosas fuentes ins­
tintivas le proporcionan energía (fusión instintiva); y
2 ) no permiten la descarga completa de la tensión porque
se les oponen contracatexias. El trabajo, por ejemplo, im­
plica una cantidad de actividades diferentes que satisfa-
cen una variedad de excitaciones instintivas, pero es muy
improbable que se alcance la satisfacción de todas las
excitaciones al mismo tiempo. El ritual, la tradición, la
costumbre, las convenciones, la uniformidad, el orden,
el hábito y la repetición, que caracterizan a la personalidad
estabilizada, representan todos transacciones entre las fuer­
zas impulsoras (catexias) y las fuerzas de resistencia
(contracatexias).
Esto nos lleva al papel del superyó en la personalidad
adulta Las catexias del ideal del yo representan subli­
maciones de las catexias objetables primitivas. El carác­
ter de las sublimaciones depende originalmente de las
clases de conducta por las cuales se recompensa al niño.
Que una sublimación persista o no depende, a su vez,
de la satisfacción, o de la disminución del dolor, que con­
tinúa proporcionando. Si, a la larga, no proporciona
ningún placer o mejpra, la sublimación desaparecerá. Por
lo tanto, durante años adultos, los ideales satisfac­
torios atrincheran y los que ya no cumplen ningún
propósito se dejan de lado, La personalidad definitiva
contiene el residuo de las elecciones objetales que reducen
la tensión. Las prácticas religiosas, el trabajo social, la
participación en las actividades de la comunidad, las ocu-

L
paciones culturales, estéticas y literarias y el estudio de la
naturaleza son sublimaciones adultas representativas.
De una manera similar, la red de prohibiciones (con­
tracatexia) que es la conciencia moral, también se esta­
biliza. Las prohibiciones se debilitan y desaparecen cuando
la experiencia demuestra que los peligros sobre los que
se basan las prohibiciones han desaparecido, mientras que
las prohibiciones que se refuerzan periódicamente por
el temor al castigo se fijan en la personalidad. El yo
se ve forzado a pactar con las catexias del superyó, y lo
hace encontrando un punto medio entre sus propias cate­
xias o las del ello y las contracatexias de la conciencia
moral, Este punto medio es responsable de otro rasgo co­
mún de la personalidad estabilizada, su moderación. Por
lo común hay mucho menos espontaneidad e impulsividad
en el comportamiento adulto si se lo compara con el de
los jóvenes. Sitl embargo, sí las contracatexias del superyó
son muy fuertes en relación a las elecciones objetales del
ello o del yo, la personalidad estabilizada se caracterizará,
no por la moderación, sino por la rigidez. El que tiene
tal personalidad vive una vida cauta, confinada a estrechos
límites. Su estabilidad es la de una persona con chaleco
de fuerza.
En último análisis, la personalidad estabilizada es la 1
que ha logrado, mediante el aprendizaje y la maduración,
un equilibrio entre las catexias y las contracatexias. La
naturaleza de este equilibrio, es decir, que el mismo se
incline hacia el lado de las realizaciones o hacia el lado
de las restricciones o se quede en el medio, está determi­
nada por las influencias que ejercen presión sobre la per­
sonalidad en desarrollo. Una preponderancia de prohi­
biciones, amenazas, peligros, castigos, fracasos, privacio­
nes, coerciones, frustraciones, insuficiencias y déficit, ten­
derá a establecer fuerzas bloqueadoras en la personalidad
y a vigorizarlas; en cambio, abundantes éxitos, gratifi­
caciones, victorias y realizaciones tenderán a favorecer
la formación de catexias. En general, la presencia de con-
tracatexias fuertes aumentará el nivel de tensión de la
personalidad, ya que las contracatexias impiden que se di­
sipe la energía psíquica. Sin embargo, a pesar de la
existencia de considerable tensión, la personalidad puede
ser muy estable en tanto se mantenga el equilibrio de fuer­
zas. Algunas personas que parecen estar a punto de esta­
llar, conservan su estabilidad porque las fuerzas en opo­
sición están bien equilibradas.
La estabilidad también es producida por la resolución
de los conflictos entre las fuerzas instintivas opuestas o
sus derivados. La solución de un conflicto puede ocurrir
de distintas maneras. Uno de los antagonistas puede de­
rrotar al otro.
Por ejemplo, el amor puede conquistar o neutralizar el
odio. Esto no quiere decir que el odio desaparezca; puede
continuar existiendo en forma latente o suprimida.
Si se debilitara el amor, el odio volvería a manifestarse
de nuevo. También puede resolverse un conflicto al en­
contrar maneras de satisfacer ambos móviles conflictuales,
lo cual puede realizarse mediante diferentes transacciones
con diferentes clases de objetos. Por ejemplo, uno puede
manifestar amistad hacia sus asociados (el grupo interno)
y hostilidad hacia los extraños (el grupo externo). Uno
puede ser deferente para con sus superiores y tratar mal
a sus subordinados. También puede resolverse un conflic­
to expresando de modo alternado primero uno y luego el
otro instinto sobre el mismo objeto. A menudo el amor
alterna con el antagonismo en una relación íntima. Esta
forma de solución es como un péndulo que oscila entre
dos polos.
Probablemente la forma más corriente de resolver los
conflictos es la fusión o integración. La persona encuentra
una manera de satisfacer ambas fuerzas opuestas en una
misma actividad. Por ejemplo, una persona que ocupa una
posición de responsabilidad como' empleado asalariado en
una gran compañía, satisface su deseo de dependencia
ai ser miembro asalariado de una organización segura y
más o menos paternalista, y su deseo de independencia al
tener obligaciones y responsabilidades que requieren juicio
e iniciativa independientes. De esta manera, tal persona
no se siente demasiado angustiada por depender en grado
extremo de otros, o demasiado insegura al ser completa­
mente independiente. Durante el período exploratorio de
las dos primeras décadas de vida, la persona aprende mu­
chas maneras de integrar sus conflictos. Aprende que, a
diferencia del zorro de la fábula, puede tener el queso
y la luna al mismo tiempo, aunque probablemente nunca
obtendrá tanto como desea de ambas cosas.
En resumen, entonces, la personalidad estabilizada es
aquella en que la energía psíquica ha encontrado maneras
más o menos permanentes y constantes de consumirse en
la realización de actividades psicológicas. La naturaleza
precisa de estas actividades está determinada por las carac­
terísticas estructurales y dinámicas del ello, del yo y del
superyó, por las interacciones entre los tres, y por su
historia evolutiva.

BIBLIOGRAFÍA

Fri-ud, S. (1910), Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci.


— (1920), Alas allá del principio del placer.
— (19 3 0 ), El malestar en la cultura, en Obras Comple­
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