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INTERNACIONAL?
Muchos historiadores. Politólogos y otros especialistas consideran que la caída del
muro de Berlín (9 de noviembre de 1989) es la fecha simbólica que marca el
hundimiento del marxismo en Europa. Fue el inicio de la modificación del mapa
político que surgió en Yalta al finalizar la II Guerra Mundial.
1. La encíclica
"Centesimus annus"
La tercera encíclica social de Juan Pablo II fue publicada el 1*de mayo de 1991.
Ese año había sido declarado por el Papa como el Año de la Doctrina Social de la
Iglesia, con motivo de la celebración de los 100 años de la encíclica Rerum
novarum de León XIII.
Con esta encíclica el Papa se asocia a las celebraciones del centenario y satisface
«la deuda de gratitud que la Iglesia entera ha contraído con el pm Papa (León XIII)
y con su 'inmortal documento»'; el documento “había de dar tantos beneficios a lo
Iglesia y al mundo y difundir tanta luz".
El Papa inicia su relectura diciendo que a finales del siglo XIX se dieron una serie
de cambios radicales tanto en el campo político como económico. En este último
apareció "una nueva forma de propiedad, el capital, y una nueva forma de trabajo,
el trabajo asalariado":
El sabio León XIII, para esclarecer el conflicto creado, proclamó los derechos
fundamentales de los trabajadores: la dignidad del trabajador; la dignidad del
trabajo, ideas que Juan Pablo II analizó ya en la Laborem exercens.
También León XIII defiende el derecho natural del hombre para formar
asociaciones privadas: "Ésta es la razón, afirma Juan Pablo II, por la cual la Iglesia
defiende y aprueba la formación de los llamados sindicatos"
Otro derecho que León XIII defiende es el del "salario justo", suficiente para el
sustento del obrero y de su familia. La historia nos informa de las grandes
injusticias que se han cometido cuando el contrato de trabajo se ha inspirado
solamente en un riguroso individualismo por parte de los patronos. Mirando la
realidad actual en este aspecto Juan Pablo II afirma: «Por desgracia, hoy todavía
se dan casos de contratos entre patronos y obreros, en los que se ignora la más
elemental justicia en materia de trabajo de los menores o de las mujeres, de
horarios de trabajo, estado higiénico de los locales y legítima retribución».
León XIII reclama también el derecho del trabajador al descanso festivo. Aquí ve
Juan Pablo II "el germen del principio del derecho a la libertad religiosa", y se
pregunta si las legislaciones vigentes y la práctica de las sociedades
industrializadas aseguran hoy el cumplimiento de este derecho al descanso
festivo.
Estos planteamientos de León XIII conservan hoy su validez, sobre todo teniendo
en cuenta las nuevas formas de pobreza que se han manifestado en el mundo
actual. Juan Pablo II conceptúa que León XIII insistió “sobre un principio elemental
de sana organización política, a saber: que los individuos, cuanto más indefensos
estén en una sociedad tanto más necesitan el apoyo y el cuidado de los danés, en
particular la intervención de la autoridad pública”, y esto porque el Estado tiene la
obligación de velar por el bien común y cuidar que todas las esferas sociales lo
promuevan.
Sin embargo, antes del anterior principio, el Papa resalta el fundamento básico de
la doctrina social de León XIII, cuando dice:
«Pero hay que tener presente desde ahora que lo que constituye la trama y
en cierto modo la guía de la encíclica y, en verdad, de toda la doctrina social
de la Iglesia, es la correcta concepción de la persona humana y de su valor
único, porque "el hombre (...) en la tierra es la sola criatura que Dios ha
querido por sí misma' (GS 24). En él ha impreso su imagen y semejanza (cf
Gn 1, 26), confiriéndole una dignidad incomparable».
Siguiendo el hilo de la reflexión de León XIII, Juan Pablo II quiere añadir una
consideración teniendo en cuenta los acontecimientos de fines de 1989 y
comienzos de 1990: «El error fundamental del socialismo es de carácter
antropológico. Efectivamente, considero a todo hombre como un simple elemento
y una molécula del organismo social, de manera que el bien del individuo se
subordino al funcionamiento del mecanismo económico-social... El hombre queda
reducido así a una serie de relaciones sociales, desapareciendo el concepto de
persona como sujeto autónomo de decisión moral, que es quien edifica el orden
social, mediante tal decisión».
Después de esta época sangrienta las armas están calladas en Europa. Es una
situación de no guerra más que de paz auténtica. El análisis que hace el Papa de
la situación que va de 1945 a nuestros días es más bien sombría. Se asiste al
predominio del marxismo en un bloque importante de países, mientras que en el
resto se organiza una sociedad de bienestar o sociedad de consumo: «Ésta tiende
a derrotar al marxismo en el terreno de puro materialismo, mostrando cómo una
sociedad de libre macado es capaz de satisfacer las necesidades materiales
humanas más plenamente de lo que aseguraba el comunismo y excluyendo
también los valores espirituales».
Pero el Papa advierte, acto seguido, que si es verdad que este modelo social
muestra el fracaso del marxismo, por otro lado al negar la existencia autónoma y
su valor a la moral, al derecho, a la cultura y a la religión, «coincide con el
marxismo en reducir totalmente al hombre a la esfera de lo económico y a la
satisfacción de las necesidades materiales».
Los problemas sociales surgidos al interior de cada uno de los dos bloques
hegemónicos coinciden con un proceso de "descolonización" de muchos países.
Este proceso presenta, también, variados problemas al ser estos países débiles
en su economía o dependientes de grandes empresas extranjeras; añadiéndose a
esto las luchas tribales o étnicas internas que los desestabilizan políticamente.
Para finalizar estos análisis, el Papa destaca una nueva sensibilidad que aparece:
tal vez como reacción a los horrores de la guerra. Se trata de «un sentimiento más
vivo de los derechos humanos que ha sido reconocido en diversos Documentos
internacionales", y en la elaboración, podría decirse, de un nuevo “derecho de
gente”.
Juan Pablo II, atribuye la caída de los regímenes opresores, a un factor decisivo:
la violación de los derechos del trabajador: «Son las muchedumbres de los
trabajadores las que desautorizan la ideología, que pretende ser su voz; son ellas
las que se encuentran y como si descubrieran de nuevo expresiones y principios
de la Doctrina Social de la Iglesia, partiendo de la experiencia, vivida y difícil, del
trabajo y de la opresión»".
Paralelo con lo anterior está el hecho que el hombre ha sido crea-do para la
libertad: «Donde la sociedad se organiza reduciendo de manera arbitraria o
incluso eliminando el ámbito en que se ejercita legítimamente la libertad, d
resultado es la desorganización y la decadencia progresiva de la vida social».
Como se dijo antes, los acontecimientos de 1989 no sólo afectaron a los países de
Europa central y oriental sino que tuvieron repercusión universal. Consecuencia de
ello son:
2. La segunda afecta a los pueblos de Europa. Antes del dominio del comunismo
se cometieron muchas injusticias, se acumularon odios y rencores. El peligro de
que revivan y estallen conflictos después de la caída del comunismo es real. Ante
esta grave posibilidad el Papa desea que “el odio y la violencia no triunfen en los
corazones, sobre todo de quienes luchan a favor de la justicia, sino que crezca en
todos el espíritu de paz y de perdón”.
Finaliza el Papa estas ideas recalcando, una vez más, algo que para la Iglesia es
sustancial: cuando se habla de desarrollo no debe entenderse de manera
exclusivamente económica, sino que se trata del desarrollo humano integral. Se
trata de «fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer
efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de
responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios».
Basado en esta enseñanza Juan Pablo II se plantea la cuestión "acerca del origen
de los bienes que sustentan la vida del hombre, que satisfacen sus necesidades y
son objeto de sus derechos". Ahí mismo él responde: "Dios ha dado la tier-ra a
todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a
nadie ni privilegiar a ninguno". Aquí está, pues. el origen del destino universal de
los bienes de la tierra.
Ahora bien, la tierra no da sus frutos sin la intervención del trabajo humano.
Mediante él, con su inteligencia y libertad, el hombre domina la tierra para su
servido y beneficio. Así se apropia de una parte de ella. Este es el origen de la
propiedad privada individual. Pero al hombre "le incumbe también la
responsabilidad de no impedir que otros hombres obtengan su parte del don de
Dios; es más, debe cooperar con ellos para dominar juntos toda la tierra".
En este planteamiento el Papa vuelve a valorar el papel del trabajo humano como
lo hizo ampliamente en la encíclica Laboran exercens. Inmediatamente hace
alusión a otra forma de propiedad que adquiere suma importancia en la actualidad.
Se trata de la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber.
En este complejo proceso del trabajo humano se observa que una sola persona no
puede producir bienes de forma adecuada, sino que se exige la colaboración de
muchas personas. Organizar este proceso es una fuente de riqueza de la
sociedad actual, lo mismo que conocer oportunamente las necesidades de los
demás hombres y el conjunto de los factores productivos para satisfacerlas. “Así
se hace cada va más evidente y determinante el papel del trabajo humano,
disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativo y de espíritu
emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo”.
Por otro lado, el Papa es consciente que este planteamiento presenta riesgos y
problemas porque quizás la mayoría de los hombres «no disponen de medios que
les permitan entrar de manera efectiva y humanamente digna en un sistema de
empresa, donde el trabajador ocupa una posición realmente central…. Ellos,
aunque no explotados propiamente, son marginados ampliamente y el desarrollo
económico se realiza, por así decirlo, por encima de su alcance… esos hombres
forman verdaderas aglomeraciones en las ciudades del Tercer Mundo, donde a
menudo se ven desarraigados culturalmente, en medio de situaciones de violencia
y sin posibilidad de integración».
Ante esta situación se impone una "gran obra educativa y cultural" para que
desarrollen la capacidad de elección responsable, así como la formación de un
alto sentido de responsabilidad en los productores y en los profesionales de los
medios de comunicación social.
Tanto el ambiente natural como el ambiente humano deben ser objeto de atención
y defensa por parte del Estado: «El Estado y la sociedad timen el deber de
defender los bienes colectivos que, entre otras cosas, constituyen el único marco
dentro del cual a posible para cada uno conseguir legítimamente sus fina
individuales».
Esto pone, evidentemente, límites al mercado, que aunque tiene ventajas, que el
Papa enumera", conlleva el riesgo de la "idolatría del mercado"; idolatría que
ignora que se puedan dar bienes que, por su naturaleza, no son ni pueden ser
simples mercancías".
Una respuesta tajante no es fácil por lo complejo del asunto. En realidad el Papa
distingue dos tipos de capitalismo. Al primero, al que prefiere llamar "economía de
empresa", "economía de mercado", o "economía libre", le da su visto bueno. Lo
describe con las siguientes características:
• del mercado,
En los últimos años, sobre todo después de la caída del totalitarismo comunista,
los hombres se han sensibilizado aún más y le prestan mucha atención a los
derechos humanos. Es de desear que en todas las naciones democráticas se
haga un reconocimiento explícito de estos derechos. El Papa enumera unos
cuantos, siguiendo la tradición de otros pontífices —Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI—
: • El derecho a la vida.
Pero las intervenciones del Estado se han multiplicado en los últimos tiempos, lo
que ha constituido un Estado de nuevo cuño: el "Estado de bienestar", que ha
tratado de remediar muchas carencias y situaciones de pobreza de los
ciudadanos: «No obstante, no han faltado excesos y abusos que, especialmente
en los años recientes, han provocado duras críticas a ese Estado del bienestar,
calificado como "Estado asistencial"». Estado que no ha sabido respetar el
principio de subsidiariedad.
En este capítulo Juan Pablo II hace algunas reflexiones finales. Comienza tratando
su tema favorito: la defensa del hombre y de su eminente dignidad. La Iglesia,
siempre atenta a la evolución de la cuestión social, ha desarrollado su Doctrina
Social cuya finalidad ha sido «la atención y la responsabilidad hacia el hombre,
confiado a ella por Cristo mismo, hacia este hombre que, como el concilio
Vaticano II recuerda, es la única criatura que Dios a querido por si misma y sobre
la cual tiene su proyecto, es decir, la participación en la salvación eterna. No se
trata del hombre abstracto, si no el hombre real, concreto e histórico: se trata de
cada hombre, porque a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno
se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio ( cf. Encíclica Redemptor
hominis, 13).
Esta doctrina no debe considerarse solamente como una teoría sino que es
"fundamento y estímulo para la acción". Este mensaje social "se hará creíble por el
testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna".
Por otra parte, la Doctrina Social de la Iglesia tiene, además, dos importantes
dimensiones: la interdisciplinar, por la cual “entra en diálogo con las diversas
disciplinas que se ocupan del hombre, incorporo sus aportaciones y les ayuda o
abrirse a horizontes más amplios al servicio de cada persona"; la otra es la
práctica, ya que ella "se sitúa en el cruce de la vida y de la conciencia cristiana con
las situaciones del mundo" para manifestarse en los esfuerzos que hacen
individuos y grupos sociales para darles forma y aplicación en la historia.
"El amor por el hombre, y en primer lugar por el pobre, en el que la Iglesia ve a
Cristo, se concreta en la promoción de la justicia". Para ello hay que emplear todas
las energías y recursos disponibles: "No se trata solamente de dar de lo superfluo,
sino de ayudar a pueblos enteros —que están excluidos y marginados— a que
entre en el círculo del desarrollo económico y humano". Esto exige, además, el
cambio profundo de "los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo,
las estructuras de poder que rigen hoy la sociedad".
Esto se logrará con el concurso de todos los hombres. Por eso, el Papa hace un
llamado a las Iglesias cristianas y a todas las grandes religiones del mundo y las
invita "a ofrecer el testimonio unánime de las comunes convicciones acerco de la
dignidad del hombre, creado por Dios". Así mismo el Papa está persuadido que
"las religiones tendrán hoy y mañana una función eminente para la conservación
de la paz y la construcción de una sociedad digna del hombres".
Primero
Segundo
Tercero
Cuarto
3. Promover el derecho de las personas a fundar una familia, así como las
condiciones que favorezcan la reciprocidad del amor de los esposos, la paternidad
responsable y la educación de los hijos.
4. Difundir y promover los derechos del niño, y ser responsables y solidarios con
las jóvenes generaciones de hoy y de mañana, trabajando con ellas por construir
un mundo con estructuras más justas y humanas.
5. Trabajar por una cultura que promueva la relación con Dios y las relaciones
sociales libres y creadoras entre los hombres, que genere modelos de desarrollo,
hábitos de consumo y modos de vida que permitan una actitud solidaria entre los
grupos sociales y una convivencia en armonía y respeto con el medio ambiente.
15. Trabajar para que se lleve a la práctica de modo eficiente los deberes
correspondientes a los derechos aquí señalados.
Como fruto del Sínodo de los Obispos de 1985, los participantes expresaron el
deseo de "que fuese redactado un Catecismo o compendio de toda la doctrina
católica tanto sobre la fe como sobre la moral, que sería como un texto de
referencia para los catecismos o compendios que se redactan en los diversos
países".
El Catecismo es fruto de 6 años de trabajo intenso y participativo de los distintos
sectores de la Iglesia. El tema que nos interesa, o sea el de la Doctrina Social de
la Iglesia, el Catecismo lo aborda en varios lugares del texto, así:
Los textos y números antes señalados son una apretada, pero muy buena,
síntesis de lo que la Iglesia enseña en su Doctrina Social. El lector podrá
beneficiarse de la consulta y lectura de estos textos para tener una visión integral
sobre el tema.
«La Iglesia recibe del Evangelio la plena revelación de la verdad del hombre.
Cuando cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en
nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las
personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conforme a
la sabiduría divina».
El capítulo que entramos a estudiar tiene dos grandes secciones en donde los
obispos de la IV Conferencia analizan unos problemas puntuales de América
Latina. En cada problema analizado hacen una descripción de tipo doctrinal, luego
presentan los desafíos pastorales y por último trazan unas líneas pastorales. Para
efectos de nuestro estudio señalamos cada uno de los problemas y seleccionamos
una cita ya sea de la exposición doctrinal, ya de los desafíos pastorales. Las dos
grandes Secciones son:
1.1 Los derechos humanos: «Los derechos humanos se violan no sólo por el
terrorismo, la represión, los asesinatos, sino también por la existencia de
condiciones de extrema pobreza y de estructuras económicas injustas que
originan grandes desigualdades. La intolerancia política y el indiferentismo frente a
la situación del empobrecimiento generalizado muestran un desprecio a la vida
humana concreta que no podemos callar».
1.5 El trabajo: «La Iglesia, como depositaria y servidora del mensaje de Jesús, ha
visto siempre al hombre como sujeto que dignifica el trabajo, realizándose a sí
mismo y perfeccionando la obra de Dios, para hacer de ella una alabanza al
Creador y un servicio a sus hermanos».
1.6 La movilidad humana: «En los países con especiales problemas de migración
por causas socio-económicas existe por lo general ausencia de medidas sociales
para detenerla; y en los países receptores, una tendencia a impedir su ingreso.
Esto trae graves consecuencias de desintegración familiar y desangre de fuerzas
productivas en nuestros pueblos».
1.7 El orden democrático: «La convivencia democrática, que se afianzó después
de Puebla, en algunos países se ha venido deteriorando, entre otros factores por
los siguientes: corrupción administrativa; distanciamiento de los liderazgos
partidistas con relación a los intereses de las bases y las reales necesidades de la
comunidad».
«1. Hacemos nuestro el clamor de los pobres. Asumimos con renovado ardor
la opción evangélica preferencial por los pobres, en continuidad con Medellín
y Puebla. Esta opción, no exclusiva ni excluyente, iluminará, a imitación de
Jesucristo, toda nuestro acción evangelizadora.