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Qué es Filosofía

Filosofía es una doctrina que usa un conjunto de razonamientos lógicos y


metódicos sobre conceptos abstractos como la existencia, la verdad y la ética
basados en la ciencia, las características y las causas y efectos de las cosas
naturales como el ser humanos y el universo.
Filosofía viene de la palabra griega φιλοσοφία y del latín philosophia acuñada por
Pitágoras en la Antigua Grecia que significa 'amor por la sabiduría' o 'amigo de
la sabiduría'. Con este término también se nombran las teorías y sistemas de
pensamiento desarrollados por uno o varios autores dentro de este campo.
La filosofía es también el espíritu, principios y conceptos generales de una
materia, una teoría o una organización. Hace también referencia a una forma
propia de entender el mundo y la vida.
Filosofía también significa templanza, fortaleza o serenidad para afrontar una
situación complicada. En este sentido, la expresión 'tomarse las cosas con
filosofía' significa relativizar un problema.

Filosofía de Vida
Filosofía de vida es una expresión que sirve para describir un conjunto de ideas
y actitudes que forman parte de la vida de una persona o grupo de personas.
Por otra parte, también existe una definición alternativa según la cual, la filosofía
de vida es la forma en que una persona decide cómo vivir. En muchas ocasiones,
esta forma de ver la filosofía de vida está muy relacionada con una religión como
el budismo, el cristianismo o el judaísmo.
Finalmente, hay quien también usa la expresión filosofía de vida como un
sinónimo de estilo de vida.
La filosofía de vida tiene mucho que ver con la búsqueda de la sabiduría y el
autoconocimiento. En este sentido, las personas buscan una serie de normas,
valores o ideas que les permitan articular de manera ordenada su vida, de forma
que consigan una cierta estabilidad personal.
Así, es muy importante incidir en la idea de que el concepto de filosofía de vida
no es ni mucho menos único, sino que varía enormemente según el contexto de
cada persona, pudiendo estar enormemente influenciado por factores sociales,
políticos o económicos. Es por ello que en ocasiones dos personas pueden llegar
a tener un conflicto entre ellas debido a un punto de vista diferente sobre la
filosofía de vida. Lo más habitual es que estos choques vengan generados sobre
todo por las diferencias culturales entre ambos, lo que los lleva a entender la vida
desde posiciones antagónicas.
Los Problemas Filosóficos y sus Características
Los problemas referentes al conocimiento. Se trata de determinar la validez del
conocimiento. ¿En que condiciones es verdadero? ¿Cuándo alcanzamos
efectivamente la verdad? ¿Hasta dónde alcanzan y se limitan nuestras facultades
cognoscitivas?
La importancia de este problema resalta desde el momento en que se ofrecen
varias soluciones a una misma pregunta. El hecho de que cada uno tenga su
propia respuesta, y, en ocasiones, completamente opuesta a la de otros, no deja
de ser inquietante, para el que pretende profundizar en la realidad. ¿Por qué no
hay una respuesta única a los problemas del alma, la libertad, Dios, el bien y el
mal? La misma Historia de la Filosofía, con su cadena de sistemas y soluciones,
es motivo de inquietud para el espíritu filosófico.
Ha habido cinco principales soluciones al problema del conocimiento: el
escepticismo, el empirismo, el racionalismo, el idealismo y el realismo. El
escepticismo niega validez a todo conocimiento; lo mejor es dudar. El empirismo
solo concede capacidad cognoscitiva a las facultades sensibles; o mejor dicho, un
conocimiento es válido solamente cuando está apoyado en alguna experiencia
sensible. El racionalismo, por el contrario, pretende que los sentidos engañan, y
que la necesidad de la universalidad del conocimiento científico solo se consigue
por medio de las facultades intelectuales. El idealismo, por su parte, niega que
podamos conocer a las cosas independientes del sujeto cognoscente; solo
captamos nuestras propias ideas. El realismo, por último, sostiene que, si
tenemos conocimientos válidos, alcanzados por los sentidos y la inteligencia, y
que alcanzan la misma realidad, la cual es independiente del sujeto que conoce.

- El problema del ser. Este es el problema central de la metafísica, y se trata


de preguntar acerca de ser, en que consiste ser (como verbo).
Desde el principio hay que saber distinguir el ser y los seres. Estos son las cosas
y las personas (cualquier objeto que exista o pueda existir), y en filosofía se
designan mejor con la palabra ente. En cambio, el ser (en singular) deber ser
entendido como verbo, como acto, y justamente, la pregunta es: en que consiste
ese acto de ser, qué es ser. A partir de allí surgen problemas colindantes como:
que es existir, que es una esencia, cual es la esencia de la realidad.
La metafísica ha sido el centro de las preocupaciones de los filósofos; pero
también ha sido el centro de los ataques contra la Filosofía. En la actualidad,
algunos filósofos existencialistas, como Heidegger y Marcel, tratan de investigar
al ser en su máxima profundidad.
- El Problema del Absoluto. Se trata del problema de la existencia y la
esencia de Dios. Todos los filósofos han tratado el tema. Hasta los ateos
han tenido que fundamentar o explicar el motivo de su negativa.
Por ahora, lo importante es darse cuenta de que este problema se estudia en
Filosofía independientemente de la religión que se profese. Las soluciones que
dan los filósofos se mantienen en el plano de las facultades naturales del hombre,
preferentemente a un nivel racional. La fe y la revelación se asumen
posteriormente, como fundamentos de la Teología.
Últimamente se ha extendido el ateísmo; pero eso no significa que la única
respuesta acutal a dicho problema sea la negación de Dios. Hay innumerables
sabios de este siglo cuya postura es perfectamente teísta, por ejemplo: Bergson,
Marcel, Husseri, etc.
- La existencia auténtica del hombre. En la actualidad ha tomado auge el
existencialismo, cuyo tema central es la elucidación de la característica de
la existencia autentica del hombre. Se trata del problema mas humano que
pueda afectar a cada uno; de su resolución depende la tónica de la vida a
seguir.
¿es la libertad lo esencial en la vida humana? ¿son acaso, los valores morales lo
mas importante? ¿en que consiste la autenticidad? ¿Cómo debe llevarse a cabo
la interrelación y comunicación humanas? ¿Cómo se degrada el nivel humano de
existencia auténtica? Tales son las principales cuestiones que se pretenden
resolver en dicha corriente.
- El problema de la constitución y evolución del universo. El problema del
tiempo y espacio, de la evolución y de la esencia de la materia, constituyen
uno de los temas centrales e las obras e investigaciones de los físicos
modernos. Generalmente, son los científicos los que se han dedicado a
penetrar filosóficamente en dichos asuntos. Lo importante es aclarar que,
en el momento en que la persona trata de fundamentar los conocimientos
en cuanto tales, en u propio ramo, en ese momento esta haciendo filosofía.
La cosmología es la rama filosófica que trata dichos asuntos y, fue una de
las primeras que se cultivaron entre los griegos.
- Los problemas de la Lógica, la Ética y la Estética. El tema típico de la logia
es el orden de los conceptos. A ella corresponde dictaminar acerca de las
estructuras mentales, los procesos correctos en el raciocinio, las leyes de
todo pensamiento bien estructurado, como el de las definiciones, las
divisiones, las categorizaciones, a conversión de proposiciones, las
inferencias inmediatas a base de oposiciones, etc.
A la Ética le corresponde tratar las cuestiones acerca del bien y del mal. Su
importancia deriva del papel rector que dicha ciencia adquiere en la mente de
quien la escudriña y llega a soluciones fundamentadas. Junto con ese problema
se conectan el de la obligación en armonía con la libertad, el de las categorías de
valores, el de las virtudes, el de la autonomía en correlación con la heteronomía,
etc.
Es la estética a la que le corresponde el estudio del arte y la belleza, similarmente
se consideran los problemas de la actividad artística, la intuición estética, a la
proyección sentimental, las categorías estéticas, etc.

El arte de conversar y dialogar.


Hablar, conversar y dialogar: no son lo mismo.
Nos vamos a referir a las relaciones entre seres humanos fuera del marco del
lenguaje técnico-cotidiano necesario para trabajar y para atender las necesidades
físicas, o sea: a las que solemos emplear en nuestro tiempo libre.
Lo que establece la diferencia entre estas tres formas de comunicación es el
ESCUCHAR.
Para saber hablar, primero hay que aprender a escuchar. Y no es lo mismo “oír”
que “escuchar”.
Oír es algo pasivo: simplemente callamos, pero no prestamos atención a lo que
nos dicen y, la mayoría de las veces, ni siquiera a quien nos está hablando;
ponemos cara de interesados, de “póquer” o de desgana, según los casos, pero
no hay una actitud activa, de voluntad, de real interés por lo que nos dicen. La
escucha siempre es activa, trata de contactar con el sentido de las palabras y
sentimientos del otro.
- Hablar. Es característico del lenguaje intrascendente extremo. No hay
escucha activa. Oímos, nada más. Nos reunimos por atracción de gustos y
solo surgen pequeños matices sobre el tema general que se trata, pero se
carece de afán de aprendizaje, normalmente porque este exige un esfuerzo
y atención, cuando lo que se trata en estas charlas es de “pasar el rato lo
mejor posible”. Se produce un encuentro de afinidades emocionales, sin
ideas de fondo. Es característico del llamado “síndrome de Peter Pan”:
adultos que no quieren envejecer y de los adolescentes. (Ver lo dicho
anteriormente en A.1 sobre el lenguaje intrascendente extremo.)
- Conversar. Es propio del lenguaje intrascendente moderado, a mitad de
camino entre el intrascendente extremo y el del alma. Aquí sí escuchamos.
Su mayor expresión es la empatía o capacidad de ponernos en el lugar del
otro para comprender lo que quiere decirnos. Conversar viene del latín
“convertere”, “dar vueltas” a las palabras, comunicar, relacionarse, trabar
o estrechar amistad unas personas con otras. Hay una voluntad y esfuerzo
por comprender lo que nos dicen. La conversación no es un monólogo: el
monólogo es hablar de uno mismo sin importarnos los demás. Es
importante conversar porque unimos afectos –emociones elevadas– a las
ideas: nos preocupa el otro o, como diría el poeta y escritor portugués
Fernando Pessoa, “nos otramos”, nos ponemos en lugar del otro, y para ello
hemos de salir previamente del nuestro (egocentrismo). Nos facilita la
convivencia.
Al escuchar aprendemos y vamos dando forma a nuestro carácter:
empezamos a definir nuestros sueños, lo que queremos ser y hacer con
nuestra vida. Si nos quedamos solo con el conversar, podremos tener
grandes conocimientos y/o ser seres muy sociables y queridos, pero
seremos incompletos, pues nos falta el conversar con nosotros mismos,
con nuestro yo interior, que es lo más difícil.
- Dialogar. Actualmente se utiliza como sinónimo de “discurso” o
“propuesta”, pero no es este su sentido original. El origen filosófico de esta
palabra se lo debemos a Sócrates, quien le dará el sentido de búsqueda de
la verdad o liberación del alma. Del griego “dia-logos”, diálogo significa el
encuentro entre dos logos o pensamientos que buscan alcanzar una idea
mejor o superior. Es el encuentro de dos almas: voluntad con conocimiento
y amor, en busca de lo mejor de uno mismo para poder compartirlo con los
demás. Hay verdadera “escucha”, pues va más allá de la empatía o ponerse
en el lugar del otro: hay concordia, “corazón con corazón”; se escucha y se
siente el “alma prisionera”, como diría Platón, tanto la propia como la del
otro; se intuye que en realidad no existe un tú ni un yo, sino un “nosotros”
porque todos los seres, visibles e invisibles, somos Uno. Es la vía del
lenguaje del alma y de la síntesis. Para Ortega y Gasset esta característica
del “dia-logos” o encuentro de dos pensamientos, es la base del
perfeccionamiento continuo, de la amplitud de criterio y del aspecto social
de la filosofía: la filosofía es auténtica comunicación entre varias personas
y perfeccionamiento permanente de nuestra forma de pensar. Para el
filósofo y antropólogo Fernando Schwarz, “el diálogo es la relación que se
establece entre dos seres humanos que se comunican a partir de ser dos
conciencias que investigan y buscan una verdad superior; se trata de
compartir una presencia invisible a través de una relación visible entre dos
personas, porque la verdad `surge´ entre los que están dialogando”. A
través del diálogo no se obliga a nadie y se respeta la libertad del otro, es
lo más opuesto al fanatismo. El diálogo busca siempre lo universal, lo
mejor para todos. Dice Jean Lacroix que “el diálogo es el advenimiento de
la filosofía, que es la no violencia”.
Raras veces nos movemos en el campo del diálogo, que es el leguaje del alma,
pero sí podemos hablar menos y conversar mejor. Para ello necesitamos aprender
a escuchar y a reflexionar sobre lo escuchado, para tener ideas propias y saber
qué queremos decir. Es una regla básica de la mente: primero necesitamos saber
qué queremos, después vendrá cómo lo exponemos. Pero… ¿sabemos
REALMENTE lo que queremos?

PARA DIALOGAR O VIVIR CON FILOSOFÍA


Dice la filósofa española Delia S. Guzmán que la filosofía es una maravillosa
aventura individual que nos lleva de la curiosidad a la transmutación o arte de
poner en acción nuestras mejores cualidades o valores que están dormidos; una
aventura que nos lleva a la AUTENTICIDAD.
Esta aventura del alma comienza cuando nos esforzamos por escuchar en vez de
limitarnos a oír, sigue cuando nos esforzamos en conversar bien, en alcanzar la
empatía o capacidad de ponernos en el lugar del otro porque él es importante en
nuestras vidas, porque hay amor. Aquí nace ya el filósofo, aunque no nos demos
cuenta, pues hay solo un paso para querer acercarnos con concordia, “corazón
con corazón”, de “esencia a esencia”, dejando atrás las máscaras, etiquetas y
tabúes tras los que nos ocultamos y nos ocultan las modas y convencionalismos
de todo tipo.
La filosofía es un camino de largo recorrido, donde se empieza viajando hacia el
interior de uno mismo para, a continuación, sacar para compartir y
experimentar, volviendo a llevar hacia adentro las nuevas experiencias y
madurarlas, para de nuevo volver a sacarlas para compartir y experimentar, en
una dinámica como la del corazón: recoger la sangre y expandirla, recoger la
sangre y expandirla… Es un viaje interior y exterior, pues hay que vivir lo que
consideramos válido.
El viaje siempre tiene tres grandes etapas:
1.ª etapa. Tomar conciencia de que somos ignorantes. Es el punto de partida que
nos lleva a querer salir de la ignorancia. Se despierta el amor al conocimiento, la
voluntad para buscarlo, la humildad en reconocer nuestros límites y el sentido
del humor, pues por mucho que sepamos nunca lo sabremos todo.
2.ª etapa. El aprendizaje. El estudio comparado es el método más eficaz porque
nos permite apreciar las diferencias de los enfoques y descubrir que todos los
grandes sabios y mahatmas (“almas grandes”) han buscado lo mismo. Así
podemos elegir aquellas cosas que mejor se adapten a nuestra personalidad y al
momento que vivimos. Empezamos a intuir la conexión entre Dios o el espíritu,
el universo y el ser humano.
Hay una regla de oro, ya señalada en el s. XIX por la gran maestra de filosofía
Helena P. Blavatsky: “Honrad las verdades con la práctica”. Nos va a costar
un esfuerzo, pero, si lo piensas, descubrirás que todo lo importante de tu vida te
ha costado un sacrificio, porque, con palabras de H. P. Blavatsky, “sin esfuerzo
no hay mérito”. Aprenderás que tú eres el arquitecto de tu destino, ya que
puedes modificar tus actos, para bien o para mal, y, por tanto, sus
consecuencias.
Trabajarás para mejorar tu carácter; para ello pondrás en marcha tu voluntad,
primero en pequeñas cosas y, progresivamente, en cosas que te cuesten más. El
amor al conocimiento te hará participar en las clases tratando de faltar lo menos
posible y no ciñéndote a ser como una esponja que solo se limita a absorber:
mejor si además “investigas” para ampliar tus conocimientos y constatar que no
te están engañando. Si te brota del corazón, podrás hacer voluntariado, ya sea
interno o en proyectos sociales, culturales, medioambientales, etc.; esto te
permitirá vivir de forma activa la solidaridad y el valor del trabajo y la
camaradería, pues “la unión hace la fuerza”. Descubrirás que realmente puedes
“hacer prodigios”, pues tú eres más fuerte de lo que crees.
3.ª y última etapa. La sabiduría o transmutación. Es la alcanzada por los sabios
y mahatmas o almas grandes de la humanidad, por los grandes maestros que
han ayudado a mejorar al ser humano.
Como yo sigo siendo aprendiz, poco puedo decirte sobre cómo es la conciencia a
ese nivel. Lo único que puedo hacer es darte el consejo que me dieron a mí: fíjate
en sus obras, en las huellas que dejó su paso por el mundo, y trata de seguirlas
con tus propios pasos. Es la única forma de “sentir” y de “vivir” lo mismo que
ellos.
Sí hay una cosa que sé con certeza: ¡los verdaderos sabios son felices y alegres!
¡Cuánta razón tenía mi madre! “Hijo, sonríe porque ya lo dice el refrán: a quien
sonríe la vida le sonríe!”
Así que ya sabes: todo lo positivo de la vida, incluida una buena conversación,
comienza con una sonrisa, porque no hay barrera que se resista a la amabilidad.

Filosofía y Buen Humor


La consideración moderna acerca del humor ha cambiado enormemente. El
humor y la risa son considerados como actitudes propias del hombre, y que nos
diferencian de los animales. El humor es una demostración de grandeza que
pareciera decir que en última instancia todo es absurdo y que lo mejor es reír,
como aquel condenado a muerte que llevan a la horca un lunes y exclama:
«¡Bonita forma de comenzar la semana!». El humor es una afirmación de
dignidad, una declaración de superioridad del ser humano sobre lo que acontece.
Carecer de humor es carecer de humildad, es estar demasiado inflamado de uno
mismo. El humor es una herramienta crítica de gran eficacia. El humor permite
ver lo que los demás no perciben, ser consciente de la relatividad de todas las
cosas y revelar con una lógica sutil lo serio de lo tonto y lo tonto de lo serio. A
veces el mejor consejo es el que proviene de un chiste y no de una formulación
teórica.
El chiste, el acertijo y la broma son excelentes y necesarios ingredientes de la
sabiduría, ya que su esencia es precisamente la ruptura del orden lógico y del
conocimiento formal con alguna salida que, como una chispa, ilumina
bruscamente el entendimiento con una novedad, se desgrana en risa y deja un
sabor de ingenio en la mente. Arthur Koestler ha mostrado repetidamente el
cercano parentesco de la risa con el hallazgo y el descubrimiento en ciencia y en
arte. ¡Ajá!, decimos en el momento en que se establece la claridad en la
conciencia. ¡Ja, ja!, nos reímos cuando un chiste nos parece bueno por la
inesperada ruptura con el orden esperado.
La filosofía y el humor están estrechamente relacionados. El sentido en el
sinsentido, que caracteriza al chiste, es también la forma de las paradojas,
aporías y acertijos de que se nutre la filosofía. Jugar con la polisemia y las
múltiples acepciones, el disparate, los enlaces arbitrarios de dos
representaciones contrastantes, diversas, ajenas, todo lo que a la filosofía le
ocupa como alguna que otra clase de sofisma, equívoco o paralogismo, son
descripciones de las técnicas del chiste.
Por otra parte, la actitud filosófica requiere de una mirada bromista. El
planteamiento de un problema filosófico necesita una mirada que pueda superar
dogmas, ir más allá de una evidencia, un tabú, un prejuicio o de otras
inhibiciones propias del hombre. Filosofía, inteligencia, sin humor, es esterilidad,
artificialidad, robótica pura. Humor sin inteligencia es mal gusto, zafiedad. De la
unión entre filosofía y humor, nace la creatividad, la fantasía lúdica, el juego de
la lógica.
El sentido del humor es el término medio entre la frivolidad, para la que casi
nada tiene sentido, y la seriedad, para la que todo tiene sentido. El frívolo se ríe
de todo, es insípido y molesto, y con frecuencia no se preocupa por evitar herir a
otros con su humor. El serio cree que nada ni nadie deben ser objetos de burla,
nunca tiene algo gracioso para decir y se incomoda si se burlan de él. El humor
revela así la frivolidad de lo serio y la seriedad de lo frívolo. Se trata de una virtud
social: podemos estar tristes en soledad, pero para reírnos necesitamos la
presencia de otras personas.
Pero en el humor no todo vale, como escribe Comte-Sponville: “Se puede bromear
acerca de todo: el fracaso, la muerte, la guerra, el amor, la enfermedad, la tortura.
Lo importante es que la risa agregue algo de alegría, algo de dulzura o de ligereza
a la miseria del mundo, y no más odio, sufrimiento o desprecio. Se puede bromear
con todo, pero no de cualquier manera. Un chiste judío nunca será humorístico
en boca de un antisemita. La ironía hiere, el humor cura. La ironía puede matar,
el humor ayuda a vivir. La ironía quiere dominar, el humor libera. La ironía es
despiadada, el humor es misericordioso. La ironía es humillante, el humor es
humilde”.
En estas páginas hemos querido recopilar algunos textos acerca de la risa como
terapia, de la influencia de la risa en la sociedad y en la comunicación humana.
Hemos añadido anécdotas o textos de algunos significados “filósofos
humoristas”, y también una pequeña colección de chistes de temática filosófica.

El Sentido Oculto de la Vida


El sentido de la vida constituye una cuestión filosófica sobre el objetivo y el
significado de la vida, o de la existencia más en general. Este concepto se puede
expresar a través de una variedad de preguntas, tales como ¿Por qué estamos
aquí? o ¿Qué es la vida? Ha sido objeto de un gran estudio filosófico, científico,
psicológico, teológico, e incluso literario a lo largo de la historia. Esta cuestión
ha recibido un gran número de respuestas desde diferentes puntos de vista, junto
con los orígenes culturales e ideológicos de cada civilización.
El sentido de la vida está profundamente mezclado con las concepciones
filosóficas y religiosas de la existencia, la conciencia y la felicidad, y afecta a
muchas otras cuestiones tales como el significado simbólico, la ontología, el
valor, el propósito, la ética, el bien y el mal, el libre albedrío, las concepciones de
Dios, la existencia de Dios, el alma y el más allá. También desde el Humanismo
y la literatura son amplias las aportaciones y reflexiones sobre estas cuestiones,
pero dejando de lado la visión religiosa de las mismas.
Las contribuciones científicas son más indirectas; mediante la descripción de los
hechos empíricos sobre el universo, la ciencia ofrece un contexto y establece los
parámetros para las conversaciones sobre temas relacionados. Una alternativa
centrada en el ser humano en sí mismo, alejada de las concepciones religiosas o
más globales, es la pregunta «¿Cuál es el significado de mi vida?». El valor de la
cuestión relativa a la finalidad de la vida puede coincidir con la consecución de
la realidad última, o un sentimiento de unidad, o una sensación de lo sagrado.
Aunque aquí volvemos al campo religioso. Sin embargo, esta reflexión ético-
filosófica-religiosa puede llevar a la realización de la inutilidad misma de la vida
o al menos de la reflexión sobre el sentido de ésta. Un buen ejemplo de este tipo
de respuestas las encontramos entre los autores pertenecientes al Nihilismo,
corriente que toma como base la negación de uno o más de los supuestos
sentidos de la vida.

¿Hacia dónde se dirige nuestro mundo?


Como de costumbre, ante esta pregunta, surgen dos posiciones radicales,
opuestas e irreconciliables: el pesimismo más grande y desesperanzado y el
optimismo más fantástico e ingenuo. El infierno o el paraíso.
Para el OPTIMISMO a ultranza, nuestro mundo sigue una línea recta ascendente,
en la cual no se vislumbran accidentes de importancia. La creación y el progreso
son constantes. Hoy mejor que ayer y peor que mañana… Jamás un tropiezo, un
problema grave; al contrario, todo es amor y comprensión en la bien avenida
familia humana.
Los choques, enfrentamientos y errores son apenas travesuras sin mayor
trascendencia, fáciles de subsanar con buena voluntad y una sonrisa. La única
sombra que opaca este feliz panorama es, precisamente, la gente que no
comparte esta posición, los negros augurios que entorpecen la alegría
inconsciente de quienes ven o interpretan las cosas como más les satisface. Es
como ir por la Historia sin apenas dejar huella.
Desde el punto de vista PESIMISTA, la civilización se precipita en caída libre. Hoy
es peor que ayer y mejor que mañana. La corrupción del género humano es
evidente y se apuntan cono causas varias razones; entre ellas, los fallos
estrictamente espirituales o, más concretamente, el alejamiento de una u otra
forma religiosa, la incomprensión de una u otra forma sociopolítica.
Así mismo, la ciencia es nefasta: a mayores conocimientos, mayores son los
desastres y peor es la aplicación que el hombre hace de esos conocimientos. El
arte es apenas la vulgar exacerbación de los sentidos… Estamos ante el desastre
total; todo va mal y nada tiene solución. Solo queda esperar el fin del mundo, la
gran catástrofe sobre la que abundan predicciones de todo tipo dentro de la
amplia gama de lo negativo.

En el momento preciso
El tiempo no siempre es un recuento de acontecimientos más o menos
previsibles, en progresión lineal, sino que a veces acelera su ritmo y se deja
interrumpir por lo inesperado, lo que se encontraba fuera de los pronósticos más
certeros. La consecuencia es siempre el cambio, y sus protagonistas suelen ser
aquellos que estaban en el lugar y en el momento oportuno, como fruto de una
actitud, abierta a las posibilidades, más ligera y libre que la de los que se aferran
a la tarea de tenerlo todo controlado.
Tal es la lección de la historia, que deberíamos leer más a menudo. Quizá la
mayor de las singularidades que marcan a los personajes que salen a la escena
del mundo para escribir páginas en esa historia, es que supieron estar ahí
cuando era el momento, y se abrieron paso en medio de los sucesos, guiados por
ese particular olfato para percibirlo.
Ya sé que todo esto desafía las leyes de la racionalidad, pero es que en la vida de
los seres humanos no todo puede ser filtrado y enfriado por los razonamientos,
porque también existen las emociones y las intuiciones, por no hablar de ese
extenso territorio interior donde manejamos los símbolos y nos preguntamos por
el sentido que tienen las cosas. Ahora es el momento de soltar el lastre que se
nos había pegado, oscureciendo nuestra capacidad para los compromisos en el
refugio de la desilusión y el escepticismo.
Si nos desentendemos de lo que ocurra en la vida social, con el pretexto de
sentirnos defraudados, otros tomarán las decisiones por nosotros, y lo que es
peor, pretenderán interpretar el mundo solo a su manera, dictada por sus
intereses.
Entre los matices de lo que hemos vivido estas últimas semanas sobresale una
nueva capacidad para salir de la indiferencia y volver a comprometerse con las
ideas y las personas. Ha sido una buena lección de vitalidad, que va a servir
probablemente para renovar muchas cosas, en armonía con los mensajes de esta
primavera.
El dolor
Hay una pregunta que, calladamente o en voz alta, solemos formularnos varias
veces al día, muchas, demasiadas veces en la vida. ¿Por qué sufren los hombres?
¿Por qué existe el dolor?
Esta pregunta señala una realidad de la que nos es imposible escapar. Todos
sufren; por una u otra razón, todos sangran en su corazón e intentan vanamente
apresar una felicidad concebida como una sucesión ininterrumpida de gozos y
satisfacciones.
Viene a mi memoria una parábola del budismo que siempre me ha impresionado;
aparece en los libros bajo el nombre de “El grano de mostaza”. Y, en síntesis,
refleja el dolor de una madre que ha perdido a su hijo pero que, sin embargo,
confía en volverlo a la vida gracias a las artes mágicas del Buda. Este no
desalienta a la madre; solo le pide que para resucitar a su hijo le consiga un
grano de mostaza obtenido en un hogar donde no se conozca la desgracia…
El final de la parábola es evidente: el grano de mostaza, ese grano tan especial,
jamás aparecerá, y el dolor de la madre se verá mitigado, en parte, al comprobar
cuántos y cuán grandes son también los sufrimientos de todos los demás seres
humanos. Pero el hecho de que todos los hombres sufran no quita ni explica la
realidad del sufrimiento. Y otra vez nos preguntamos, ¿por qué?
Viejas enseñanzas –más viejas aún que la parábola citada– nos ayudan a
penetrar en el intrincado laberinto del dolor.
En general, se nos indica que el sufrimiento es el resultado de la ignorancia. Así,
sumamos dolor tras dolor, es decir, a los hechos dolorosos en sí, sumamos el
desconocimiento de las causas que han motivado esos hechos: no somos capaces
de llegar hasta las raíces de las cosas para descubrir la procedencia profunda de
aquello que nos preocupa; simplemente nos quedamos en la superficie del dolor,
allí donde más se siente, y allí donde más se manifiesta la impotencia para salir
de la trampa. Ignoramos la causa de lo que nos sucede, y nos ignoramos a
nosotros mismos, sumando una doble incapacidad de acción positiva.
Así mismo desconocemos otras leyes fundamentales de la Naturaleza, y una vez
más, por ignorancia, acrecentamos nuestro dolor. Deberíamos saber que ningún
dolor es eterno, que ningún dolor se mantiene ante el embate de una voluntad
constructiva. Nada, ni dolor ni felicidad, puede durar eternamente en el mismo
estado. Hay que aprender, pues, a jugar con el Tiempo para hallar una de las
posibles salidas del laberinto.
El dolor de lo por venir no tiene cabida en el presente, ya que es un sufrimiento
inútil, antes de tiempo y, tal vez, sin razón de ser. Es verdad que en el presente
ya se está gestando el futuro, pero también es verdad que el temor del futuro es
germen de futuros males, mientras que la voluntad firme y positiva da lugar a
circunstancias más favorables que también pueden gestarse en el presente.
El dolor de las cosas pasadas es como intentar mantener el cadáver de un ser
querido en nuestra casa, repitiéndonos constantemente que no ha muerto,
volviendo mil veces los ojos a la irrealidad de un cuerpo que no existe y
desconociendo la otra realidad espiritual que sí existe.
Y en cuanto al dolor del presente, es apenas una punzada que en breve se hunde
en el pasado, para dejar lugar al futuro.
Por eso decía un sabio que los hombres somos capaces de sufrir tres veces por
la misma cosa: esperando que suceda, mientras sucede y después que ha
sucedido. Así se refuerza la tesis de “la ignorancia como madre de todos los
dolores”.
Para los orientales, siguiendo con la tónica de la parábola budista, “el dolor es
vehículo de conciencia”, lo que equivale a decir que todo sufrimiento encierra una
enseñanza necesaria para nuestra evolución.
El dolor es el que nos obliga a detenernos y a preguntarnos acerca de las cosas.
Sin el dolor, jamás nos diríamos, como tantas veces lo hacemos: “¿Por qué a mí?”,
para advertir seguidamente que no es “a mí” solamente… Sin el dolor, no nos
propondríamos indagar en las leyes ocultas que mueven todas las cosas, hechos
y personas.
Por poco que volvamos los ojos, encontraremos sufrimiento: sufre la semilla que
estalla para dar lugar al árbol, sufre el hielo que se derrite con el calor o el agua
que se endurece con el frío, y sufre el hombre que, para evolucionar, tiene que
romper las pieles viejas de su cárcel de materia.
Pero tras todos estos sufrimientos se esconde una felicidad desconocida: la
plenitud de la semilla, del agua, del alma humana que descubren, en medio de
las tinieblas, la luz segura de su propio Destino.
Universidad de San Carlos de Guatemala
Centro Universitario del Suroccidente
Licenciatura en Administración de Empresas
Filosofía de la Administración

Max René Fernández Bino


Carné: 201218366
Primer Ingreso “A”
Mazatenango, 04 de Febrero de 2020.

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