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El Concilio Vaticano II fue un gran acontecimiento renovador para la Iglesia Católica, obispos de

todo el mundo respondieron a la invitación del papa Juan XXIII, para revisar el caminar de la Iglesia
y el cumplimiento de su misión salvadora en la tierra. Después de haber sido convocado el 25 de
enero en 1959, dio inicio el 11 de octubre del año 1962 y concluyó el 8 de diciembre de 1965. El
Concilio estuvo divido en cuatro periodos y fue dirigido por dos papas; Juan XXIII que lo convoca e
inicia, pero muere el 6 de junio de 1963, y continua el Concilio el papa Pablo VI quien fue elegido
como sucesor de Juan XXIII, el 21 de junio de 1963.
Un Concilio es la reunión de obispos con el Papa para dar respuesta a una cierta problemática que se
da en determinada época. En siglos pasados los Concilios condenaban las herejías y reafirmaban las
verdades de fe para quienes son parte de la Iglesia Católica. Los Concilios normalmente reciben el
nombre del lugar donde se llevan a cabo.
El Concilio Vaticano II tiene la característica que no responde a una herejía ni condena errores de la
fe, sino que se trata de una revisión sobre la forma de trasmitir el mensaje de salvación. Por esta
razón es catalogado como un Concilio pastoral, esto es, que busca cómo hacer llegar el mensaje del
Evangelio al hombre moderno. La palabra italiana: “aggiornamento” que significa actualización, fue
utilizada en el concilio para decir que la Iglesia buscaba actualizarse, ponerse al día, renovarse, pues
la Iglesia es peregrina no está estática.
El fruto de este gran acontecimiento fue la publicación de una serie de documentos que abordan los
grandes temas de la vida de la Iglesia a saber: cuatro constituciones, nueve decretos, tres
declaraciones. Estos dieciséis documentos marcan una nueva pauta para el caminar de la Iglesia con
una propuesta reformadora: una liturgia más cercana, un lenguaje nuevo para anunciar el Evangelio,
una Iglesia que está al servicio del pueblo y que es capaz de entrar e dialogo con la cultura moderna
y postmoderna.
El Concilio Vaticano II no terminó en 1965 con la clausura del evento, sino que fue el inicio de una
nueva etapa en la historia de la Iglesia y por supuesto de la humanidad, pero también una misión para
todos los bautizados: “la aplicación de dicho Concilio a la época actual”. Esta aplicación consistía en
presentar el mensaje de Jesús y la vivencia del Evangelio de acuerdo al nuevo contexto que el hombre
vive. El mensaje de Jesús no pasa de moda ni tiene caducidad, porque Cristo es principio y fin, por
eso es que la Iglesia debe mostrar el camino para la vivencia de la fe, pues Cristo es ayer, hoy y
siempre.
Es tarea de todos los bautizados acercarse a conocer los documentos que emanaron del Concilio
Vaticano II para vivir la fe en la realidad actual. En los dieciséis documentos finales se encuentran
los medios y las herramientas para dar razón de la fe, para conocer más a la Iglesia, amarla y
defenderla.
El papa Juan XXIII en su discurso de apertura al Concilio manifestaba el nuevo rostro que la Iglesia
quería mostrar a sus hijos: “En nuestros tiempos, la esposa de Cristo prefiere usar de la medicina de
la misericordia más que de la severidad”. La Iglesia camina al lado del hombre y busca responder a
las necesidades, problemas y cuestionamientos del ser humano. La Iglesia se renueva y busca
mantenerse al día en el anuncio del Evangelio.
Después de más de cincuenta y cinco años del Concilio Vaticano II, cabe mencionar que no debe
quedarse como un hecho histórico y que responde al pasado, ni tampoco en un libro más en el librero
personal, sino a un acontecimiento que sigue ofreciendo luces y propuestas para la vivencia de la fe,
por esta razón es importante que todo católico conozca estos documentos, los estudie y aplique.

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