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Dimensión Pastoral

Seminario Diocesano
Del Buen Pastor
Seminario del Buen Pastor

PRESENTACIÓN

El año litúrgico comienza nuevamente con el tiempo del adviento, este año
2019-2020 retomaremos el Ciclo A, escucharemos al evangelista San Mateo
que nos anuncia la Buena Nueva de Jesús.
El ciclo de la Navidad, el cual tiene por excelencia la festividad del
nacimiento del Señor Jesús, lo antecede el adviento como un tiempo de
espera y de preparación, un tiempo fuerte de reflexión que impulse a nuestros
corazones a confrontarse, a esta altura de mi vida, como me voy preparando
para la llegada del Señor Jesús.
El material que a continuación presentamos, está dirigido a la comunidad
seminario, para poder llevar a sus comunidades de apostolado. La dimensión
de pastoral ha preparado un subsidio, el cual contiene algunos elementos que
nos pueden beneficiar, en los temas con nuestros grupos o en la elaboración
de un retiro propio del tiempo, se sugiere a la comunidad de nuestro
seminario adaptar los contenidos a las necesidades propias de su parroquia.
En el subsidio de adviento encontrarás: tema sobre la esperanza en el
adviento; seguido de una catequesis, que contiene los elementos propios y
significativos a considerar, incluye algunas breves oraciones para encender
las velas durante los domingos del tiempo; una Hora Santa, donde se ha
tratado de exaltar la virtud de la caridad, como itinerario formativo y, por
último, encontrarás un cantoral, propio de adviento.
Un agradecimiento especial al equipo que colaboró en la elaboración de este
material, a los seminaristas José Miguel Gámez, Miguel Ángel Maldonado,
Uriel Jovanny Rosete y Jorge Edgar Mercado

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TEMA:

LA ESPERANZA EN EL ADVIENTO

Objetivo: Reflexionar con el pueblo de Dios el tema de la esperanza como una virtud
teologal del creyente ante la venida del salvador; una esperanza que dispone al corazón a
recibirlo, en la sociedad y en la Iglesia, una esperanza puesta en Dios.
Oración, a partir de la iluminación bíblica: Jn 1, 9-15
Canto: Ven Señor no tardes.
Esperanza un signo de contradicción para el mundo de hoy
La expresión ¡Ven Señor Jesús! Que circunda todo el tiempo del
adviento, tiene de fondo un profundo anhelo: que Jesús ya esté entre
nosotros. Lo que implica preparar la vida, la familia, la Iglesia y la
sociedad en la que vivimos, para que, cuando llegue el Señor,
encuentre una plena disposición de todos los hombres.
Dado que el hombre desconoce cuándo vendrá el Señor, el creyente permanece en una
constante espera, viviendo una de las grandes virtudes: la esperanza, como la firme
seguridad que acontecerá sin saber en qué momento. «La virtud de la esperanza
corresponde al anhelo de la felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume
las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al
Reino de los cielos; protege del desaliento y sostiene en todo desfallecimiento» (CEC 1818).
Ante la inminente llegada del Señor, uno supondría que todos los hombres a una sola voz
gritarían ¡Ven Señor! Tratándose mutuamente como hermanos, viviendo en una sociedad
más justa, velando por los más necesitados, buscando el bien común, saliendo a las
periferias para integrar a los descartados. Sin embargo, los signos de nuestros tiempos,
denotan que no es así. No se vislumbra una actitud de acogimiento a las personas, sino
más bien, una actitud individualizada, egocéntrica, hedonista, aislante, una cultura del
descarte y una lucha incesante contra la vida.
El grito en la sociedad no es un ¡Ven Señor! es más bien un ¡Vete! ¡quítate! ¡hazte a un
lado! ¡no vengas! ¡me estorbas! que se desarrolla en un ambiente crítico de nuestra
sociedad y que afecta directamente a todos los fieles que integran la Iglesia.
La Iglesia a imagen de Jesucristo tiene que ser ese signo de esperanza para todos los
hombres y al mismo tiempo de contradicción, para las nuevas culturas de muerte. Siendo
imagen de Jesucristo, resuena aquella profecía de Simeón a la Virgen María en el templo
“Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de

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contradicción” (Lc 2,34). De ahí el impulso para no desfallecer en el intento y fortalecer a


la Iglesia en la esperanza.
La esperanza del creyente está en Dios
El apóstol san Pablo nos habla del lugar que ocupa la esperanza en los hombres y en el
universo mismo:
“[Porque la creación] fue sometida a la frustración no por su propia voluntad, sino
por aquel que la sometió, pero con la esperanza de que fuera liberada de la esclavitud
de la corrupción, para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque
sabemos que, hasta ahora, la creación entera gime y sufre dolores de parto, y no sólo
ella, sino también nosotros, los que tenemos las primicias del Espíritu, pues gemimos
en nuestro interior, aguardando con ansia la adopción como hijos y la redención de
nuestro cuerpo. Porque si bien ya estamos salvados, lo estamos sólo en esperanza.
Ahora bien, una esperanza que ve lo que espera no es esperanza, puesto que, si ya
lo ve ¿cómo puede esperarlo? Al contrario, si esperamos lo que no vemos, lo
aguardamos con perseverancia. (Rom 8,20-26)
Esta esperanza, expuesta por San Pablo, indica dos cosas: la primera, ella brota desde lo
más profundo del ser humano, puesto que, es el mismo
espíritu quien lo impulsa a buscar siempre la presencia de
Dios; segundo, la situación presente mejorará en un
futuro, el agobio de los sufrimientos, quedarán
aniquilados ante la presencia plena del Señor, en la
plenitud de los tiempos, momento en que “seremos como
los ángeles, contemplo cara a cara el rostro del Señor” (Cfr
1Cor 13,12).
A la esperanza le antecede la fe, ya que, si antes no se cree, nada se podría esperar. En
grandes sectores de la humanidad, se ha tratado de descarta del mundo a Dios, ahí es
donde notablemente, la desesperanza fluye con mayor fuerza e impacta al mundo entero.
La creencia en que Dios tiene un plan de salvación para cada uno, nutre nuestra fe, a
pesar de no visualizar el fin en este momento.
Las Sagradas Escrituras nos presentan magníficos testimonios de hombres y mujeres que
creyendo en Dios jamás quedaron decepcionados, sino que alcanzaron la plenitud de su
vida, a pesar de que en el proceso libraron grandes pruebas: Abraham, Dios lo llamó de
casa de su padre en Ur de los caldeos, hacía una tierra desconocida, junto con una gran
descendencia (Cfr Gn 12, 1-3); Moisés, Dios le habló en el monte del Horéb para que
liberará a su pueblo de la esclavitud de los egipcios a una tierra que mana leche y miel
(Cfr Ex 3, 1-17); la misma Virgen María, a la cual Dios le prometió que concebiría y daría
a luz al Salvador (Cfr Lc 1,26-33); al ladrón que, colgado junto a la cruz, el Señor Jesús le
prometió que pronto estaría con él en el paraíso (Cfr Lc 23,42). Algunos de los testimonios

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de los muchos que podemos encontrar a lo largo de la Historia de la Salvación y el inicio


de las comunidades cristianas.
Todos ellos primero creyeron en el poder salvífico de Dios, aceptaron su voluntad,
emprendieron el camino, superaron las adversidades, con espíritu alegre, porque su
confianza se transformó en esperanza, sí Dios lo había prometido, él mismo tendría que
cumplir su promesa, porque su bondad es infinita y no puede fallar.
Así la esperanza vista como una virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos
y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de
Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en la gracia de Dios (CEC 1817). Está
inscrita en el corazón humano desde el día de su bautismo; mismo día que ha recibido el
don de ser llamado hijo de Dios.
El hijo de Dios no se puede conformar con pequeñas y vanas ilusiones que prometen
destellos de felicidad y que, con el tiempo, caen en desuso y pierde su interés; su deseo es
mucho más grande, una felicidad que no es perecedera,
que no termina, que no caduca porque no es material. De
hecho, más que esperar algo es esperara a “Alguien”;
esperar a Dios mismo que viene a nosotros: es el sentido
del adviento.
El adviento nos recuerda que ese “Alguien” es Jesucristo;
que ha venido a la tierra para darnos certeza que Dios nos
aguarda en todo momento, qué el siempre vela por
nosotros, que no nos abandona y que Él está a nuestro
lado. Por lo que nosotros debemos de ponernos en camino, hacia el pesebre, hacía Belén,
es decir, hacía el encuentro del Señor que ya viene.
El camino que nos acerca a Jesús es el camino de la caridad
La carta de Santiago afirma que una fe sin obras es una fe muerta (Cfr St 2,14-17), misma
expresión cabe en este apartado, una esperanza sin obras, no es esperanza. Estas obras
expresan la dimensión caritativa de los cristianos.
El adviento también nos ayuda a mantener una agenda propositiva, ya que la espera del
cristiano, no es una espera infructífera, muerta, desabrida, sino por el contrario es una
espera activa, plegada de iniciativas y de fecundo amor, que mueve al cristiano a salir de
sí mismo para entrar en relación con el otro, es decir, emprender juntos el camino hacia
Dios.
Esta dimensión social de la caridad, encuentra su base en la expresión de la carta de San
Juan, el que ama a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues el que no ama a
su hermano a quien ha visto, cómo puede decir que ama a Dios a quien no ha visto (1Jn
4,20). Ese amor que se manifiesta en el hermano de muchas formas, la comprensión, la

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amabilidad, la integración, la reconciliación, el respeto: todo un itinerario para el tiempo


del adviento.
El camino del adviento que tiene su culmen en Belén, señala el proceso que todos debemos
realizar para llegar juntos al encuentro del Señor. Las luces que cada semana serán
encendidas, son un indicador de que la gran Luz está por llegar. Los cristianos se
convierten en pequeñas luces, para los hombres y mujeres que, cegados en la oscuridad de
sus acciones y sumergidos en la tristeza de la vida, han perdido toda esperanza de un
futuro mejor.
Ahí se anuncia, no con palabras, sino con acciones, que la gran Luz está por llegar y que
marca un nuevo comienzo, para todo aquel que le quiere dar sentido a su vida, en
búsqueda de la plena felicidad. Una felicidad infinita: estar en la presencia del Señor.

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CATEQUESIS:

LOS PRINCIPALES SIGNOS DEL ADVIENTO

La liturgia de la Iglesia es el lugar del signo y del símbolo, de la reflexión profunda y la


expresión creativa. La celebración sacramental es una sinfonía de signos y símbolos que
se interrelacionan de tal modo que le dan belleza, solemnidad, austeridad y elegancia,
haciendo de este conjunto armónico un anticipo de la eternidad.

Signos del mundo de los hombres. En la vida humana, signos y símbolos ocupan un lugar
importante. El hombre, siendo un ser a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las
realidades espirituales a través de signos y símbolos para comunicarse con los demás, mediante
el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios. CEC 1146

¿Por qué hemos partido de una reflexión del signo y el símbolo y no más bien del adviento?
Por el hecho de que también el tiempo en la liturgia tiene un carácter de signo. Pues no
sólo se recuerda un suceso acontecido en el pasado, sino que se actualiza, esa actualización
es participación del Misterio de Cristo. Así el tiempo de advierto no sólo nos recuera la
venida histórica en la carne, del Verbo, sino que además nos invita a preparar el corazón
para su venida definitiva, en el día a día de su venida en los sacramentos y en la persona
del prójimo.
Es precisamente este tiempo litúrgico -el adviento- el que nos puede ayudar a recuperar
lo simbólico en la Iglesia, por los diferentes signos que se encuentran en él y los símbolos
que partiendo de lo visible nos llevan al amor de lo invisible. Observemos groso modo
algunos aspectos simbólicos de este tiempo.

En tiempo de moderación
Un signo del adviento es la austeridad, veamos lo que nos dice a propósito de la
ornamentación la Instrucción General del Misal Romano:

En el tiempo de Adviento adórnese el altar con flores con la moderación conveniente al carácter
de este tiempo, sin que se anticipe la plena alegría de la Natividad del Señor. IGMR 305

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El color morado
El morado es el color de la penitencia la conversión y dolor. El tiempo litúrgico del
adviento es una buena oportunidad para purificar el corazón y volver al Señor. Es un
tiempo de espera, pero marcada por un proceso de conversión. El color morado nos
recuerda este significado.

d)El morado se emplea en el tiempo de Adviento y de Cuaresma. Puede también usarse en los
Oficios y Misas de difuntos. IGMR. 346

La corona de adviento
La corona de adviento es un claro ejemplo de la
inculturación del Evangelio. Sus orígenes se
remontan a los siglos IV y VI entre los pueblos
germanos pre-cristianos generalmente asociada
a cultos paganos, ya que recolectaban las
ramas verdes de los árboles y las quemaban
durante el invierno como señal de espera del
pronto retorno de la primavera, es probable que también se asociara a un culto solar. De
modo semejante a la instauración de la fiesta de la natividad del Señor para contrarrestar
la celebración pagana del sol invicto romano, así también la corona de los germanos pasó
a ser signo de la espera de Cristo. Durante el siglo XVI se dio esta adaptación de un
símbolo pagano que se transformó tanto para católicos como para protestantes en símbolo
del Adviento. Su composición es sencilla, consta de circulo formado de ramas de pino, en
cuya superficie se colocan cuatro velas que serán encendidas durante el adviento, domingo
tras domingo hasta llegar a la solemnidad de la Navidad.
La forma circular, según las interpretaciones más comunes representa la eternidad, pues
el circulo no tiene principio ni fin. Las ramas verdes de pino son símbolo de la esperanza
y la vida. Las cuatro velas que se encienden de una en una, durante los cuatro domingos
que conforman el adviento simbolizan la luz en medio de las tinieblas, cada domingo es
encendida la esperanza en los corazones de la humanidad hasta llegar a la Natividad,
entonces Cristo es luz perene que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. El color
rojo del listón que adorna la corona y forma un moño representa el amor de Dios a la
humanidad.
Conclusión
Es importante recuperar lo simbólico en la liturgia, esta dimensión se ha visto relegada
por un ritualismo exagerado o por la improvisación y el descuido que arruinan la
celebración, y es comprensible que para muchos ya no signifique mucho lo que se realiza
en ella, por eso es importante recuperar el carácter mistagógico de la liturgia y que mejor

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que partiendo de pequeños detalles que nos ayuden a comprender lo que celebramos en
este adviento y no a repetirlo sólo por tradición.

ESQUEMA DE ORACIÓN PARA ENCENDER LA VELAS DE LA CORONA DE


ADVIENTO. (compuesto por el P. Alberto Ramírez Mozqueda)
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO (Llamada a la vigilancia)
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.

ACTO DE CONTRICCIÓN
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA. Lectura del santo evangelio según san Marcos


13,33: “Estén preparados y vigilando, ya que nos saben cuál será el momento”. Palabra del
Señor.
(Breve pausa para meditar)

REFLEXIÓN.
Guía: Vigilar significa estar atentos, salir al encuentro del Señor, que quiere entrar, este
año más que el pasado, en nuestra existencia, para darle sentido total y salvarnos.

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.


Guía: Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir, en la
noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primera semana de Adviento
queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas
sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen.
Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú traes la luz más clara, la paz más
profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!

PADRE NUESTRO
Guía: Unidos en una sola voz digamos: Padre Nuestro...

CONCLUSION
Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvos. Amén.

SEGUNDO DOMINGO
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

ACTO DE CONTRICCIÓN
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.

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Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA.
Lectura de la II carta de San Pedro 3,13-14: “Nosotros esperamos según la promesa de Dios
cielos nuevos y tierra nueva, un mundo en que reinará la justicia. Por eso, queridos hermanos,
durante esta espera, esfuércense para que Dios los halle sin mancha ni culpa, viviendo en
paz". Palabra de Dios.
(Breve pausa para meditar)

REFLEXIÓN
Guía: ¿Qué va a cambiar en mí, en nosotros en este Adviento? ¿Se notará que creemos de
veras en Cristo?

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.


Guía: Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un
símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando se estremece porque
Dios se ha sembrado en nuestra carne...
Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para
que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor!
¡Ven, Salvador!

PADRE NUESTRO.
Guía: Unidos en una sola voz digamos: Padre nuestro...

CONCLUSION.
Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvados. Amén.

TERCER DOMINGO
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

ACTO DE CONTRICCIÓN
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA.
Lectura de la Primera carta a los Tesalonicenses 5,23: “Que el propio Dios de la paz los
santifique, llevándolos a la perfección. Guárdense enteramente, sin mancha, en todo su
espíritu, su alma y su cuerpo, hasta la venida de Cristo Jesús, nuestro Señor”. Palabra de
Dios.
(Breve pausa para meditar)

REFLEXIÓN.

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Guía: Los hombres de hoy no verán en persona a Cristo en esta Navidad. Pero sí verán a
la Iglesia, nos verán a nosotros. ¿Habrá más luz, más amor, más esperanza reflejada en
nuestra vida para que puedan creer en El?
ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.
Guía: En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la
buena noticia: ¡El Señor va a llegar! ¡Preparen sus caminos, porque ya se acerca! Adornen
su alma como una novia se engalana el día de su boda. ¡Ya llega el mensajero! Juan
Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz.

Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para
que brilles, llama para que calientes. Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz,
¡caliéntanos en tu amor!

PADRE NUESTRO.
Guía: Unidos en una sola voz digamos: Padre nuestro...

CONCLUSION.
Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvados. Amén

CUARTO DOMINGO
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

ACTO DE CONTRICCIÓN
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura: Rm 13,13-14 "Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de
comilonas y borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos
del Señor Jesucristo". "Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".

Segunda lectura: 2 Tes. 1,6-7 "Es justo a los ojos de Dios pagar con alivio a vosotros, los
afligidos, y a nosotros, cuando el Señor Jesús se revele, viniendo del cielo acompañado de sus
poderosos ángeles, entre las aclamaciones de su pueblo santo y la admiración de todos los
creyentes." "Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".

Guía: "Ven, Señor, y no tardes.


Todos: "Perdona los pecados de tu pueblo".

SE ENCIENDEN LAS CUATRO VELAS

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Guía: "Bendigamos al Señor"


Todos hacen la señal de la cruz mientras dicen: "Demos gracias a Dios".

Humildad y gloria
El Nacimiento de Jesús

Guía: Lectura del Evangelio según San Lucas (2:6-7)


"Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio
a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían
sitio en el alojamiento." Palabra de Dios
Todos: "Te alabamos Señor".

MEDITACION
La Virgen y San José, con su fe, esperanza y caridad salen victoriosos en la prueba. No
hay rechazo, ni frío, ni oscuridad ni incomodidad que les pueda separar del amor de Cristo
que nace. Ellos son los benditos de Dios que le reciben. Dios no encuentra lugar mejor que
aquel pesebre, porque allí estaba el amor inmaculado que lo recibe.

Nos unimos a La Virgen y San José con un sincero deseo de renunciar a todo lo que impide
que Jesús nazca en nuestro corazón.

Tiempo de silencio / Tiempo de intercesión


Padre Nuestro / Ave María.

ORACIÓN FINAL
Derrama Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido
la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la
resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
Todos: "Amén"

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HORA SANTA

Monición de entrada:
El adviento es un tiempo de preparación en la caridad para recibir a Jesús, a través de los
hermanos. Abramos nuestro corazón al encuentro con Cristo Eucaristía para que
transforme nuestra vida, nos conceda la conversión y seamos capaces de reconocerlo y
amarlo en los hermanos.
Rito de exposición

 Canto de entrada:
 Creemos en Jesús Sacramentado, Padrenuestro, Ave María…
 Canto:
 Esperamos en Jesús, Padrenuestro, Ave María…
 Canto:
 Amamos a Jesús Sacramentado, Padrenuestro, Ave María…
 Canto
De las homilías del santo padre Benedicto XVI, sobre el adviento
El significado de la expresión "Adviento" comprende también el de visitatio, que
simplemente quiere decir "visita"; en este caso se trata de una visita de Dios: él entra en
mi vida y quiere dirigirse a mí. En la vida cotidiana todos experimentamos que tenemos
poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros. Acabamos dejándonos
absorber por el "hacer". ¿No es verdad que con frecuencia es precisamente la actividad lo
que nos domina, la sociedad con sus múltiples intereses lo que monopoliza nuestra
atención? ¿No es verdad que se dedica mucho tiempo al ocio y a todo tipo de diversiones?
A veces las cosas nos "arrollan".
El Adviento, nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Es una
invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos
dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir
Dios un poco de su amor! Escribir —por decirlo así— un "diario interior" de este amor
sería una tarea hermosa y saludable para nuestra vida. El Adviento nos invita y nos
estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia, ¿no debería
ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda
nuestra existencia como "visita", como un modo en que él puede venir a nosotros y estar
cerca de nosotros, en cualquier situación?
Otro elemento fundamental del Adviento es la espera, una espera que es al mismo tiempo
esperanza. El Adviento nos impulsa a entender el sentido del tiempo y de la historia como
"kairós", como ocasión propicia para nuestra salvación. Jesús explicó esta realidad
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misteriosa en muchas parábolas: en la narración de los siervos invitados a esperar el


regreso de su dueño; en la parábola de las vírgenes que esperan al esposo; o en las de la
siembra y la siega.
Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente, donde ya nos
alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de
esperanza. De este modo, el Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en
nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el
misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de
Belén. Al venir entre nosotros, nos trajo y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su
salvación. Presente entre nosotros, nos habla de muchas maneras: en la Sagrada
Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos de la vida cotidiana,
en toda la creación, que cambia de aspecto si detrás de ella se encuentra él o si está
ofuscada por la niebla de un origen y un futuro inciertos.
Nosotros podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos entristecen, la
impaciencia y las preguntas que brotan de nuestro corazón. Estamos seguros de que nos
escucha siempre. Y si Jesús está presente, ya no existe un tiempo sin sentido y vacío. Si
él está presente, podemos seguir esperando incluso cuando los demás ya no pueden
asegurarnos ningún apoyo, incluso cuando el presente está lleno de dificultades.

Sábado 28 de noviembre de 2009


Lectura breve
“En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande
todas es el amor” (1 Cor 13, 13).
Meditación en silencio
Canto
Preces
Oremos hermanos a Dios Padre que tanto amó al mundo que envió a su Hijo Jesús para
que fuera nuestra luz y nuestra esperanza, y para enseñarnos a amarnos los unos a los
otros.
Ven Señor no tardes y enséñanos a amar
Por la Iglesia, para que en medio del mundo sea signo del amor de Dios al hombre y cada
día trabaje por porque todos los hombres se amen los unos a los otros, roguemos al Señor.
Por los gobernantes, para que procuren el bien común, defiendan los derechos de todos,
socorran a los más débiles, roguemos al Señor.
Por los que son rechazados, despreciados y son menos a los ojos de la sociedad, para que
la venida del Señor nos permita reconocer en ellos la presencia de Dios, roguemos al Señor.

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Por todos los aquí reunidos, para que nos preparemos a la venida de tu Hijo a través de
la caridad sincera en medio de la familia, la comunidad y la sociedad, roguemos al Señor.
Se pueden añadir algunas intenciones liebres

Concluyamos nuestra oración con las palabras que Jesucristo nos enseñó. Padre nuestro…

Rito de reserva del Santísimo


Monición: Para la bendición que dará el Sacerdote con él Santísimo te invitamos a ponerte
de rodillas y recibe la bendición de Dios para tu vida, tu familia, tus enfermos, tus
trabajos, estudios y proyectos.
S. Les diste pan del cielo.
T. Que contiene en sí todo deleite.
Oremos. Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión,
te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu
Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos.
R. Amen.
(Bendición con el Santísimo en silencio)
Bendito sea Dios
Bendito sea su santo nombre
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre
Bendito sea el nombre de Jesús
Bendito sea su sacratísimo corazón
Bendita sea su preciosísima sangre
Bendito sea Jesús en el santísimo sacramento del altar
Bendito sea el Espíritu Santo consolador
Bendita sea la gran madre de Dios María santísima
Bendita sea su santa e inmaculada concepción
Bendita sea su gloriosa asunción
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre
Bendito sea San José, su castísimo esposo
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos
Canto:
Rito de despedida

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CANTORAL

ALEGRÍA DE ESPERAR EL DIOS DE PAZ, VERBO DIVINO


Luis Elizalde
Do REm SOLm REm
ALEGRÍA DE ESPERAR VEN, SALVADOR, VEN SIN TARDAR:
Fa Do Sol SOLm REm LA7 REm
QUE ESTÁ MUY CERCANO EL DÍA. TU PUEBLO SANTO ESPERANDO ESTÁ.
Fa
EN LA CARNE DE UNA VIRGEN REm DO7 FA SOLm REm
Re7 Sol VEN, SALVADOR, VEN SIN TARDAR:
AMANECERÁS, SEÑOR. SOLm REm LA7 REm
Do TU PUEBLO SANTO ESPERANDO ESTÁ.
EN LA CARNE DE UNA VIRGEN
Sol Do REm SIb DO7 REm
AMANECERÁS, SEÑOR. El Dios de paz, Verbo divino,
SOLm REm LA7 REm
Lam Mi7 Quiso nacer en un portal.
Nos va a brotar un renuevo SIb DO7 FA
Lam Él es la luz, vida y camino.
Que hará florecer la tierra. SOLm REm MI7 LA
Do Sol Gracia y perdón trajo al mortal.
Se encuentran dolor y gracia.
Lam Re7 Sol
Ven, Señor, ven, Señor Jesús. Vino a enseñarnos el sendero,
vino a traernos el perdón.
Amanecerá tu luz
y romperá las tinieblas. Vino a morir en un madero,
Danos, Dios, tu claridad.
precio de nuestra redención.
Ven, Señor, ven, Señor Jesús.

Cuidaremos el camino
para cuando al fin tú vengas, Por una senda oscurecida,
vestido de nuestra carne.
vamos en busca de la luz.
Ven, Señor, ven, Señor Jesús.
Luz y alegría sin medida
encontraremos en Jesús.
pueblo Él será guía,
juntos iremos a reinar.

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LEVÁNTATE ABRE TU TIENDA AL SEÑOR


Introducción: Dm C A# Dm
Dm C A# A7 Dm SOL RE MI
Levántate, que está llegando... El Señor viene ya ABRE TU TIENDA AL SEÑOR,
Dm C A# A7 Dm DO SOL RE
Levántate, que está llegando... El Señor viene ya RECÍBELE DENTRO, ESUCHA SU
C F A7 A# A7 Dm VOZ.
Nos traerá su resplandor, nos traerá la luz la paz SOL RE MI
C F A7 A# A7 Dm ABRE TU TIENDA AL SEÑOR,
Nos traerá su resplandor, nos traerá la luz la paz DO SOL
PREPARA TU FUEGO,
Dm C A# A7 Dm RE7 SOL
Levántate, que está llegando... El Señor viene ya QUE LLEGA EL AMOR.
Dm C A# A7 Dm
Levántate, que está llegando... El Señor viene ya SOL MI
C F A7 A# A7 Dm 1.- El adviento es esperanza,
En el Señor confiare, Él nos dará la salvación DO SOL
C F A7 A# A7 Dm la esperanza, salvación;
En el Señor confiare, Él nos dará la salvación RE
YA SE ACERCA EL SEÑOR.
Dm C A# A7 Dm SOL MI
Levántate, que está llegando... El Señor viene ya Preparemos los caminos,
Dm C A# A7 Dm DO SOL
Levántate, que está llegando... El Señor viene ya los caminos del amor,
C F A7 A# A7 Dm RE7 SOL
Al mismo Dios recibiré, en mi interior se ESCUCHEMOS SU VOZ.
sembrará
C F A7 A# A7 Dm 2.- Que se rompan las cadenas,
Al mismo Dios recibiré, en mi interior se que se cante libertad,
sembrará EL SEÑOR NOS VA A SALVAR.
Sanará nuestras heridas,
nuestro miedo y soledad
Levántate, que está llegando. El Señor viene ya EL SERÁ NUESTRA PAZ.
Levántate, que está llegando. El Señor viene ya
Lo prometió, lo cumplirá... El Dios de amor nos 3.- Por la ruta de los pobres
salvará va María, va José,
Lo prometió, lo cumplirá... El Dios de amor VAN CAMINO DE BELÉN.
nos salvará En sus ojos mil estrellas,
en su seno Emmanuel;
EL SERÁ NUESTRO REY

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Seminario del Buen Pastor

INDICE

PRESENTACIÓN…………………………………………………………………. 2
TEMA: LA ESPERANZA EN EL ADVIENTO…………………………………. 3
CATEQUESIS LOS PRINCIPALES SIGNOS DEL ADVIENTO……………… 7
Oraciones para encender las velas del Adviento……………………………... 9
HORA SANTA …………………………………………………………………….. 13
CANTORAL………………………………………………………………………… 16

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