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Educación para la solidaridad

En muchas ocasiones pensamos que la violencia es un fenómeno innato del


entorno social en que vivimos, nos acostumbramos a pensar que la violencia es
un acto que se ve expresado solamente en guerras y conflictos estructurales y
olvidamos que en ocasiones el bullyng, la violencia de género, la discriminación
que encontramos en nuestras aulas, es de una u otra manera un reflejo de las
situaciones adversas que vivimos en nuestras comunidades.

Estas “pequeñas” guerras que se desarrollan con nuestros amigos, colegas y


alumnos, tienen repercusiones en nuestras maneras ver a los demás, una
sociedad más conflictiva, por consiguiente se configura en un entorno menos
solidario. La escuela como primer lugar de socialización, debería volcar sus
esfuerzos a formar ciudadanos más proclives a la cooperación, la paz, el
entendimiento de los conflictos ambientales, el respeto a los Derechos
Humanos y la solidaridad.

Educar para la solidaridad implica el desarrollo de valores como el respeto, la


responsabilidad y la tolerancia: este proceso que no es fácil puede constituirse
en un móvil que permite que el estudiante en primer lugar se sienta vinculado a
algo - la escuela, su barrio, su familia - y a partir de esto empezar a generar
espacios de diálogo efectivos con sus pares.

A continuación, una serie de recursos metodológicos que permiten que este


enfoque educativo se desarrolle en el aula.

 La pregunta interdisciplinar. Este primer recurso permite que conflictos


de gran escala, así como pequeños conflictos personales sean tratados
de manera holística ¿Por qué no debemos desperdiciar agua? es una
pregunta movilizadora que en un primer momento puede pasar por una
reflexión acerca de los recursos ambientales, pero también puede
desembocar en entender cómo en zonas áridas del mundo personas
que no tienen acceso al agua potable sufren por la ausencia de este
recurso. Este tipo de preguntas un tanto ingenuas tienen como intención
despertar en los estudiantes reflexiones acerca de los efectos de las
acciones que tomamos a diario.

 Cooperación y participación en el aula. Es necesario que las actividades


cooperativas primen en la educación para la solidaridad, ya que las
actividades tradicionales apuntan a afianzar los puntos de vista
competitivos e individuales. En este caso lo que se quiere lograr es que
los estudiantes se ayuden, compartan sus ideas, métodos de resolución
de conflictos y perspectivas de trabajo.

 El uso de casos cotidianos. Con esta estrategia logramos que los


alumnos elaboren conexiones entre lo que aprenden teóricamente y las
situaciones con las cuales se enfrentan a diario. Por ejemplo, los juegos
de roles se constituyen en una herramienta poderosa para lograr
enfrentar puntos de vista. Un ejemplo que puede ser muy efectivo en el
aula es replicar situaciones problemáticas que tengan con sus vecinos.
Esta es una invitación a trabajar en la solidaridad, una caja de herramientas
que permite dinamizar espacios de discusión acerca de la violencia que nos
circunda.

https://www.magisterio.com.co/articulo/educacion-para-la-solidaridad

La educación de la solidaridad.

El objeto de la educación necesita ser ampliado para poder orientar las


respuestas que debe dar el hombre a los retos que se le plantean en el tercer
milenio: globalización, teleinformación, redistribución de la riqueza,
armonización de los avances científicos con la dignidad personal, respeto y
mantenimiento de los recursos naturales, interculturalismo, etc.

1. Introducción.

El objeto de la educación necesita ser ampliado para poder orientar las


respuestas que debe dar el hombre a los retos que se le plantean en el tercer
milenio: globalización, tele información, redistribución de la riqueza,
armonización de los avances científicos con la dignidad personal, respeto y
mantenimiento de los recursos naturales, interculturalismo, etc.

El siempre difícil arte y ciencia de educar adquiere una complejidad mayor: no


basta con instruir las inteligencias, hay que educar a toda persona y prepararla
para su futuro.

En el Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación


para el siglo XXI, presidida por Jacques Delors, se puede leer:

“para cumplir el conjunto de misiones que le son propias, la educación debe


estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales, que en el
transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del
conocimiento:

 aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la


comprensión;
 aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno
 aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en
todas las actividades humanas;

por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de


los tres anteriores.” (i)

Es necesario volver a replantear seriamente el trabajo educativo, desde todas


las instancias: familia, administración pública, profesores, y los demás agentes
educativos, especialmente los más media: prensa, cine, televisión, radio e
Internet.

Este replanteamiento debe realizarse partiendo del sujeto de la educación: la


persona humana. Al profundizar en la persona y su verdad, podremos cimentar
una nueva educación que supere las diferencias paralizantes de raza, sexo,
religión, y condición social, que destruyen en vez de construir, que dividen en
vez de unir, que hacen al hombre enemigo del hombre.

En el último tercio del siglo XX, se han adelantado estudios sobre la situación
del hombre y la educación en el mundo, en los que filósofos, científicos,
pedagogos, humanistas, eran coincidentes. En “Aprender, horizonte sin límite”
se recopilan algunos de ellos. Allí podemos leer que “aunque muy avanzados
en otras dimensiones, los hombres y mujeres modernos son, hoy por hoy,
incapaces de entender plenamente el significado y consecuencias de lo que
hacen” (ii).

Es -probablemente- una de las consecuencias del pensamiento moderno que


ha sido incapaz de resolver acertadamente el verdadero enigma del hombre
ante sí mismo.

Para configurar el futuro creativamente es necesario que la educación aporte


toda su experiencia y conocimientos de forma decidida y responsable. Que el
temor a la equivocación no atenace a los educadores ni impida su vital
contribución con otros a la configuración de la sociedad futura, en las que el
desarrollo de la solidaridad en cada uno de nosotros tiene mucho que ver.

Recientemente (el 2 de septiembre) en Gdansk, Polonia, se ha firmado un


documento revelador: la Carta de los Deberes del Hombre. La Carta subraya la
importancia de la solidaridad, como “un imperativo interno para actuar a favor
de los demás” y seis ámbitos en los que, de manera principal, se han de
cumplir los deberes de cada persona:

 el bien común,
 la justicia, frente a toda forma de corrupción,
 el conocimiento de la verdad y las actuaciones consecuentes con ella y
la debida formación de la propia conciencia,
 a veracidad para informar de acuerdo con la verdad y no según criterios
políticos o comerciales, y el respeto al buen nombre de los demás,
 el respeto a la vida,
 la familia, comenzando por el deber de los padres de cuidar de sus hijos
desde el momento de la concepción (iii).

2. Hacia un concepto de solidaridad en el marco del desarrollo personal.


Escribe Víctor García Hoz (iv), a quien voy a seguir en la exposición de estas
ideas, que la solidaridad (v) en el sentido etimológico (de solidus = fuerte,
consolidado; de la misma raíz que soldar) significa fuerza, unión, cuyo principio
más radical en el hombre es el amor, cuyo objeto propio es la unión con los
otros. La solidaridad nace del amor mismo y se refuerza en la experiencia de
que muchas aspiraciones humanas “sólo pueden alcanzar su adecuado
cumplimiento en relación con los demás hombres (vi)”

Solidaridad es, por tanto, el sentimiento que nos lleva a “sentirnos uno” con los
demás. Especialmente, conlleva sumarse a las causas de los demás cuando
éstas se consideran justas. La educación personalizada -que es el sistema
pedagógico centrado en la persona- hace de la solidaridad un fin educativo,
para que los alumnos puedan trabajar por superar los sentimientos
individualistas y egoístas.

Al profundizar en la solidaridad se toma conciencia de que no estamos solos en


el mundo y que los demás nos son necesarios para la construcción de nuestra
propia identidad, porque el hombre se hace en relación, en comunicación con
los demás.

La manifestación de esa conciencia se realiza a través de :

 una comunicación puramente informacional,


 la cooperación, y
 la ayuda.

La cooperación es la participación en una misma obra con beneficio para todos


los que intervienen; la ayuda significa algo más, es la entrega del propio trabajo
en beneficio de los demás, exclusivamente.

La solidaridad también puede expresarse como un sentimiento con diferentes


grados de intensidad:

 el aprecio general que se siente por todos los hombres;


 el aprecio incidental, por los conocidos;
 el compañerismo, que es el aprecio que se siente por aquel con el que
coincidimos, no ya incidentalmente sino de una manera periódica en
alguna manifestación de nuestra vida;
 la amistad, sentimiento más profundo con el que manifestamos la unión
con las personas con las que ponemos muchas cosas en común y
estamos a gusto.

Al educar la solidaridad tendremos en cuenta todas sus manifestaciones y


grados, para seguir un proceso secuencial adaptado a los alumnos, en la
adquisición de esta virtud, que reúne la presencia de muchas otras. Al mismo
tiempo, habrá que estar al tanto de las manifestaciones negativas de la
conducta anti solidaria, siendo la agresiva la más llamativa, para evitar su
arraigo en la personalidad adolescente.

3. Las áreas de solidaridad.

Se pueden señalar tres grandes áreas de acción, en las que manifestar la


solidaridad, objeto de la educación de cada persona, según sus características:

 Las acciones que afectan al bienestar material de las personas:


 Vivienda, alimentación, vestidos, medicinas, libros, escuelas, hospitales,
condiciones laborales dignas, etc.

Mark Malloch, administrador del PNUD (vii), afirma que cinco años después de
la Cumbre del Desarrollo Social de Copenhague, “los resultados han sido
decepcionantes”.

En el Informe del 2000 sobre los derechos humanos y el desarrollo humano del
PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), se puede leer que -
actualmente- hay casi 1.500 millones de personas que tratan de sobrevivir con
menos de un dólar al día, y no sólo en los países más pobres sino también en
los llamados industrializados. El número de niños obligados a trabajar asciende
a 250 millones.

“La lucha contra la pobreza es uno de los desafíos que se presenta ante la
humanidad del nuevo milenio. La comida, la asistencia sanitaria, la educación,
el trabajo, no representan sólo objetivos de desarrollo: son derechos
fundamentales, que todavía son negados, por desgracia, a millones de seres
humanos” (viii), afirma Juan Pablo II .

• Las acciones que afectan al mundo afectivo.

Después de las que afectan al desarrollo físico de la persona (primum vivere,


deinde filosofare), se ha de prestar atención a la vida afectiva de los demás,
para que se sientan comprendidos y queridos, y así vaya creciendo la
confianza en ellos mismos y la seguridad para expresar sus emociones y
sentimientos.

Esta fase de la educación es más difícil, porque el compromiso personal que se


pide es mayor, pero también lo es la recompensa, al poder crecer
personalmente con la interacción de los demás, teniendo ocasión de ejercitar
las virtudes.

“Sin generosidad, uno se condena a una soledad terrible. Uno puede tener
mucho dinero, pero, si no se tiene en cuenta a los demás, debe pagar el alto
precio del abandono y de la muerte del deseo”. Así se expresa Walter Salles, el
director de la película Estación Central de Brasil, en la cuenta la evolución de
un país de la indiferencia y de la impunidad hasta un país de la solidaridad, del
descubrimiento del afecto, del encuentro con los demás.

Hace unos años, escribía Edgar Morin en Le Monde: “el sistema asistencial no
se ocupa de la soledad y de las miserias morales, salvo cuando adoptan la
forma de dolencias psiquiatricas o psicosomáticas y son tratadas como
enfermedades (ix)”

No podemos tranquilizar nuestras conciencias pensando en que la


administración se encargará, somos todas las personas a quienes nos
corresponde.

• Las acciones que se refieren al mundo intelectivo y de la trascendencia.

Son aquellas que atienden en los demás las necesidades superiores de la


personas: conocer la verdad, la ciencia, ejercitar la libertad, profundizar sobre
su origen y finalidad, practicar la relación con Dios.

En este ámbito, la solidaridad se preocupa de enseñar a ser autónomos, a


tener juicio personal, de promover personas independientes, capaces de elegir
su propio proyecto personal de vida.

No se puede trabajar en este punto si no se tiene un mínimo de entrenamiento


de hábitos y virtudes que superan el egoísmo, si no se tiene el autodominio que
facilita la relación y comunicación con los demás, para ofrecer motivos
trascendentes para orientar la acción del hombre con el conocimiento de Dios.

Entre todos, unidos solidariamente, hemos de ser capaces de trabajar en la


nueva ciencia y la nueva tecnología que Freeman John Dyson (x) denomina
tecnología verde, y será continuación de la gris, que se basa en el bronce y el
acero, la electricidad, el automóvil, el ordenador.

Se trata de una tecnología limpia, en armonía con la naturaleza, que podría


disminuir la diferencia entre pobres y ricos. Pero, para que prevalezca necesita
de un fuerte impulso ético. Esta nueva tecnología trae también nuevos
problemas en los que las armas bacteriológicas son los menos importantes,
son los derivados de la aplicación de la ingeniería genética a los embriones
humanos que hacen antiguas las pesadillas de Aldous Huxley en Un mundo
feliz.

La nueva tecnología descubierta hace cincuenta años llegará al punto de usar


solamente la luz solar como fuente de energía, y el aire, el agua y el sol, para
manufactura y reciclar materiales químicos de todo tipo.

Otra vez el impulso ético, de acción personal, la moralidad de la acción, porque


ya sabemos que podemos hacer muchas cosas, pero también que no todas
convienen al hombre como persona.
4. Agentes educativos que intervienen en la educación de la solidaridad.

• 4.1.

En primer lugar la familia, y el ejemplo de los padres, en los diferentes


momentos de la vida, instaurando un estilo familiar y un ambiente en el que
tiene sentido la renuncia personal en bien de la ayuda de los demás.

 En la familia, la educación de la solidaridad se ha de reflejar:


 En el estilo familiar
 Intencionalmente, con cada hijo
 En colaboración con los profesores

• En el estilo familiar:

El estilo es ese conjunto de características que configuran e identifican una


manera de hacer las cosas.

Cada familia tiene el suyo propio, como efecto de la interacción de las


diferentes personalidades de los padres y de cada uno de los hijos. Pero,al
mismo tiempo, el estilo puede ayudar a la asunción personal de los valores
imperantes en la familia.

En este sentido, los padres deben ser conscientes de la importancia que su


ejemplo y dedicación tienen en la transmisión de una cultura solidaria. Este
ejemplo, este estilo, no supone imposición a los hijos de una manera
determinada de enfocar la vida de las personas, sino la posibilidad de la
asunción libre de esas ideas, encarnadas en la vida coherente de los padres.

En este ambiente, han de estar presentes -en primer lugar- las manifestaciones
de la solidaridad ya enumeradas:

 el cuidado de los medios materiales a favor de los demás miembros


familiares, aprendiendo a prescindir de ellos, por los demás;
 la escucha mutua del marido y la mujer;
 el respeto a las opiniones de todos, favoreciendo que se puedan
expresar de manera que no ofendan a los que opinan de otra forma;
 el cuidado y la atención cuando alguien está enfermo, celebra su
cumpleaños o le ha salido bien un examen;
 rezar por quien lo necesite en la familia;
 mil detalles más, imposibles de concentrar en unas líneas, porque la
vida diaria ofrece múltiples ocasiones de ejercitarse en las virtudes y
recibir la recompensa de la satisfacción por haber hecho algo bueno, útil,
valioso, por los demás, como signo y manifestación primera de un amor
generoso y abierto a todos los hombres.
Pero el estilo familiar no es suficiente. Es necesario tener objetivos educativos
para cada hijo, porque cada uno de ellos tiene una originalidad propia, que
requiere una educación personal y no en serie.

Hoy, más que nunca, se ha de programar la educación de cada hijo en


colaboración con los profesores, siendo capaces de encontrar nuevas formas
de colaboración que respeten el campo propio de acción de cada cual.

• 4.2. En el colegio:

Para educar en la solidaridad, hay que ofrecer ocasiones que permitan al


alumno salir de sí mismo para ayudar a los demás realizando obras de servicio;
ponerle en contacto con el dolor y la enfermedad; mostrarle que hay otras
personas que tienen las necesidades básicas sin cubrir o que pasan por
situaciones difíciles, hacerle ver que él tiene que prepararse para ayudar en la
construcción de un mundo a la medida de la dignidad de la persona, de todas
las personas que lo habitamos.

Para lograr la máxima eficacia, todo el colegio debe trabajar en un proyecto


educativo compartido en el que la solidaridad aparezca como objetivo, y
consecuentemente se programen las actividades necesarias para conseguirlo.

Estas actividades tienen que ser:

Generales: Participan en ellas toda la comunidad educativa. Son como hitos


que sirven para recordar y sensibilizar a las nuevas generaciones y afianzar a
los que ya han tenido la experiencia solidaria.

Una de estas actividades puede ser la elaboración de un Programa General de


Solidaridad, que reúna todas las posibilidades de acción que el colegio ofrece
cada curso a sus alumnos, y explique las características de estas acciones:

a) Que reporten algún beneficio de terceros.

b) Que no sean acciones ocasionales e impliquen un cierto compromiso en


quien las realiza.

c) Que no sean remuneradas.

Además de las acciones colegiales, la educación de la solidaridad ha de estar


presente en la programación de cada una de las asignaturas, que han de
ofrecerse al alumno revisadas con este prisma.

Es necesario dedicar un tiempo específico a desarrollar un programa


sistemático de educación en virtudes, en el que se asiente manera natural la
solidaridad, que requiere -como hemos visto- el ejercicio de la generosidad, el
compañerismo, la fortaleza, etc.
En una educación personalizada son necesarias las entrevistas personales
tutor-alumno y tutor-padres, para concretar las actividades que desarrollan al
máximo la personalidad de cada alumno.

En colaboración con las APAS, se ha de trabajar en los medios de


comunicación de masas: TV, cine, literatura música…para que en ellos se
transmitan valores y modelos acordes con la dignidad que el hombre merece.

Claro que para que esto deje de ser una declaración de intenciones los
profesionales de la educación tendremos que cambiar algunas cosas. En
primer lugar y como punto de partida, el autoconcepto de la dignidad
profesional de nuestro trabajo. Sólo así podremos transmitirlo a los demás.
Todo el mundo opina de educación, unos por derecho, otros por opinadores;
pero los que más sabemos, aunque sea poco, somos los que nos dedicamos a
educar.

Mejorar el autoconcepto implica estudio profundo y riguroso; flexibilidad


permanente de mente; curiosidad intelectual actualizada; exigencia personal en
la coherencia del modelo que ofrecemos; etc.

En segundo lugar, hemos de ampliar el objeto de nuestra actividad educativa.


No es suficiente el conocimiento del alumno y sus características, la
metodología y procedimientos didácticos, el estudio de las influencias
educativas de los medios de comunicación de masas… Es necesario estudiar
la familia. Los padres necesitan de nuestras orientaciones profesionales para
educar en casa con criterios adecuados. Tanto como lo necesitan nuestros
alumnos y los otros agentes educativos.

Las personas educadas -y no sólo instruidas- están siendo consideradas ya por


las empresas que configuran el futuro, el mayor y más permanente activo de su
balance.

“En la escuela del futuro, el maestro será demasiado importante como para
limitarse a estar presente y ‘enseñar’ “, dice Louis Gerstner, en la obra que
recopila las experiencias educativas más innovadoras para preparar a los
alumnos del siglo XXI en EEUU, y añade: “si queremos éxito en el siglo XXI
debemos cambiar lo que enseñamos, el modo de enseñar y lo que esperamos
de los alumnos (xi)”.

Todos los profesores sabemos esto desde hace tiempo, pero los padres nos
exigen que sus hijos superen la selectividad y con nota suficiente para poder
elegir la carrera universitaria; la administración pretende que todos se gradúen
con éxito, sin tener en cuenta si los alumnos también lo quieren; la legislación
impone un curriculum que no se puede explicar en el tiempo disponible; y
algunos alumnos están en clase porque no hay nadie en los demás sitios a
esas horas.
Esta descripción es tan real como necesaria la educación que venimos
describiendo. Parece que no hay salida; que hemos de esperar a que suceda
algo, no se sabe bien qué, que permita el cambio necesario para esta
reorientación del trabajo educativo.

Los cambios educativos importantes se producen en las aulas y en las casas, y


los provocan los profesores y los padres. Las autoridades legislativas ayudan o
dificultan, pero ningún avance significativo se impone por decreto, se asumen
personalmente, uno a uno. Cuando cada persona sea solidaria, la sociedad
también lo será.

Así que cada uno debe ver qué debe modificar en su clase, en su entrevista
con los alumnos y las familias, en su vida personal y profesional, para iniciar
una educación diferente haciendo cosas diferentes, porque si seguimos
haciendo lo mismo, será difícil que algo cambie.

Claro que estaría muy bien que la administración facilitara medios y flexibilidad
legislativa para poder realizar innovaciones más atrevidas, con participación de
padres y alumnos y con un equipo de profesores que compartiera estos
principios e inquietudes, pero a todo se llegará si somos constantes y
aprovechamos lo que tenemos a nuestro alcance, que es mucho:

 conocer a las ONG que han hecho de la solidaridad su objeto de acción,


y conocen lugares, personas, procedimientos, …y no tienen la suerte de
que el trabajo profesional de sus voluntarios consista en educar, todos
los días de la semana;
 intercambiar experiencias con otros profesionales e instituciones que ya
han iniciado este camino;
 despertar en las APAS la tarea propia de formar a sus padres asociados
en esta educación de futuro;
 sensibilizar a los equipos directivos y a los claustros para que al menos
nos permitan probar a nosotros

En fin, hay mucho que hacer si nos ponemos a ello, pero no estamos solos.

5. La adolescencia, un momento propicio para educar la solidaridad.

La adolescencia es uno de los períodos del hombre más lleno de posibilidades


conscientes, más rico, variado y esperanzador.

Es el umbral de una madurez ansiada, es un proyecto ambicioso de ser


hombre, germen de lo que puede y deseamos ser. Es difícil no hablar
apasionadamente de esta etapa de la vida en la que se fragua gran parte de
nuestra personalidad futura.

La moderna pedagogía, en colaboración con la biología y la medicina -entre


otras- ha descubierto y puesto de relieve los períodos sensitivos e instintos
guía en los que la naturaleza se orienta madurativamente hacia unas
determinada habilidades, motoras, intelectivas y volitivas. Pues bien, durante la
adolescencia se produce una gran confluencia de instintos guía que pueden
facilitar nuestra tarea educadora.

Durante este período, todas las dimensiones de la persona y sus


manifestaciones biológica-corporal; afectiva; racional (una inteligencia en busca
de la verdad y una libertad en busca de amor) comienzan a ser nuevamente,
ahora de forma consciente y libre.

Por necesidad, el adolescente va probando todo lo que tiene al alcance, para


ver cómo le queda. Va probando todo y va tomando decisiones de lo que se
queda y de lo que deja.

Esta situación provoca desconcierto en sus padres y educadores, pero no es


mayor que el desconcierto que él mismo tiene, ante tanto cambio:

Cambios físicos, en su cuerpo, internos y externos. Crecimientos que los hacen


más torpes de movimientos, inicialmente, y modificación interna con la
aparición de las hormonas que regulan el desarrollo de la sexualidad.

• Cambios en las funciones intelectuales.

 Transformación del pensamiento intuitivo concreto en abstracto;


 La memoria mecánica es reemplazada por la lógico-discursiva. Este
cambio influye decisivamente en las notas, ya que la capacidad de
retener mecánicamente tiende a cesar;
 Fantasía, ensueño, que oscilan alrededor de temas erótico-sexuales y
sobre proyectos ambiciosos e irreales donde el niño es el héroe.

• Cambios en las tendencias.

 Avidez de experiencia, que se concreta en afán de aventuras,


excursiones, explorar cuevas, etc;
 Curiosidad investigadora, alternada con períodos de aburrimiento, de
apatía.

• Cambios en la vida afectiva.

 Inestabilidad general e intensa excitabilidad. Bruscos cambios del estado


de humor;
 Predisposición al miedo y a la ansiedad;
 Lo más importante y característico de esta etapa es el desarrollo del
sentimiento del sí mismo. Aparecen conductas egocéntricas y
presuntuosas (habla en primera persona, se siente víctima, se ruboriza
cuando se habla de él, etc.). Necesita seguridad en sí mismo y pueden
aparecer sentimientos de duda e inferioridad;
 Aparece la capacidad de juicio valorativo.

Esta situación abre en la educación de los adolescente y jóvenes un período


realmente intenso y rico en posibilidades educativas, que también pueden
desaprovecharse, como describen algunos estudios sociológicos recientes:

“Abatidos, conformistas,apolíticos, angustiados por el presente y sin ninguna


perspectiva de futuro”.
James Petras

“La tendencia actual parece conceder a los jóvenes un exceso de


holganza…los jóvenes parecen necesitar dosis nunca vistas de jolgorio…el
aspecto más llamativo quizá sea el de las noches enteras de continuas
libaciones.En realidad, cumple aquí el efecto sinérgico de la noche, el alcohol,
el tabaco, la velocidad y, en el último término, las drogas….un agudo
sentimiento de inseguridad..” Amando de Miguel

Pero también eran jóvenes los dos millones que participaron en la Jornada
Mundial de la Juventud, el pasado agosto, en Roma, acudiendo a una llamada
de Juan Pablo II, de quien pudieron oir “hoy estáis reunidos aquí para afirmar
que en el nuevo siglo no os prestaréis a ser instrumentos de violencia y
destrucción; defenderéis la paz, incluso a costa de vuestra vida si fuera
necesario. No os conformaréis con un mundo en el que otros seres humanos
mueren de hambre, son analfabetos, están sin trabajo. Defenderéis la vida en
cada momento de su desarrollo terreno; os esforzaréis con todas vuestras
energías en hacer que esta tierra sea cada vez más habitable para todos (xii)”.

Sí. Los jóvenes son el futuro, y pueden ser mejores si les ayudamos a
conocerse, a limar las aristas del carácter para ponerlo al servicio de las
decisiones, a cultivar la inteligencia con seriedad y rigor, relegando el lenguaje
de la imagen a un segundo plano, para que no sustituya el lenguaje perceptivo
(concreto) al lenguaje conceptual (abstracto) (xiii), como alerta Giovanni Sartori,
si nos atrevemos a educar personalmente a cada uno.

6. Solidaridad, el nuevo nombre de la paz.

En el Manifiesto 2000 para una cultura de paz y no violencia, que el marco del
Año Internacional de la Paz que la ONU ha propuesto para este año, toda
persona se puede adherir con su firma, desde Internet, se recogen seis puntos:

1. Respetar todas las vidas


2. Rechazar la violencia
3. Liberar la generosidad
4. Escuchar para comprender
5. Preservar el planeta
6. Reinventar la solidaridad
Dos de ellos se refieren directamente al tema que nos ocupa y en los que hay
puestas las esperanzas del futuro de la humanidad:

 el tres, liberar la generosidad, que significa compartir mi tiempo y mis


recursos materiales, cultivando la generosidad a fin de terminar con la
exclusión, la injusticia y la opresión política y económica;
 y el seis, reinventar la solidaridad, que significa contribuir al desarrollo de
mi comunidad propiciando la plena participación de las mujeres y el
respeto de los principios democráticos, con el fin de crear juntos nuevas
formas de solidaridad.

La civilización del tercer milenio se asienta necesariamente en una nueva


cultura, fundada en los valores universales de la paz, la solidaridad, de la
justicia y la libertad, y la educación será la encargada de protagonizarla.

Lo podrá hacer si se fundamenta en la persona y supera, desde ahí todas las


diferencias del pasado que interfieren y dificultan el avance.

En todo caso, vale la pena.

https://educrea.cl/la-educacion-de-la-solidaridad/

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