Conocido popularmente como el doctor Angélico; Santo Tomás de Aquino fue un
reconocido e importante teólogo y filósofo de origen italiano. Considerado como el máximo representante de la filosofía escolástica medieval, se encargó de abordó de una manera excepcional, profunda y perdurable la reformulación de la teología cristiana, la cual a duras penas había logrado recibir aportaciones relevantes desde los tiempos de San Agustín de Hipona, es decir, durante los ocho siglos anteriores. Santo Tomás de Aquino, fue hijo de una de las familias más importantes en la Italia meridional. Nació entre los años 1224 y 1225, aunque se desconoce la fecha exacta en el Castillo de Roccasecca, muy cerca de Nápoles. Su padre llamado Landolfo era un noble de origen lombardo. Realizó estudios en Montecassino en donde sus padres quisieron que siguiera adelante con su carrera eclesiástica. Estudio artes y teología y en 1243 manifestó su deseo de ingresar en la Orden de los Hermanos Predicadores, pero su familia se opuso firmemente incluso lo detuvieron miembros del ejército imperial. Tiempo después fue puesto en libertad. Luego pudo trasladarse a París, donde permaneció desde 1245 hasta 1256, fecha en que obtuvo el título como maestro en teología. En ese tiempo Santo Tomás de Aquino estuvo al cuidado de San Alberto Magno, de quien se hizo amigo. Compartían una visión abierta y tolerante, del nuevo saber greco árabe. Luego de doctorarse, ocupó una de las cátedras reservadas a los dominicos, donde empezó la redacción de sus primeras obras, en las cuales empezó a alejarse de la corriente teológica mayoritaria, derivada de las enseñanzas de San Agustín de Hipona. En 1259 regresó a Italia, donde trabajó para el servicio de la corte pontificia como instructor y consultor del Papa. Durante escribió varias obras e inició la redacción de su obra principal conocida como la Suma Teológica, que representa el compendio último de todo su pensamiento. San Agustín San Agustín nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, una antigua ciudad en el norte de África sobre la que se asienta la actual localidad argelina de Souk Ahras, situada entonces en Numidia, una de las provincias del Imperio romano. Su padre, llamado Patricio, era un pequeño propietario pagano y su madre, la futura santa Mónica, es puesta por la Iglesia como ejemplo de mujer cristiana, de piedad y bondad probadas, madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aun bajo las circunstancias más adversas.4 Mónica le enseñó a su hijo los principios básicos de la religión cristiana y al ver cómo el joven Agustín se separaba del camino del cristianismo se entregó a la oración constante en medio de un gran sufrimiento. Años más tarde Agustín se llamará a sí mismo «el hijo de las lágrimas de su madre».5 En Tagaste, Agustín comenzó sus estudios básicos, y posteriormente su padre lo envió a Madaura a realizar estudios de gramática.6 Agustín destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega clásica y poseía gran elocuencia.7 Sus primeros triunfos tuvieron como escenario Madaura y Cartago, donde se especializó en gramática y retórica.6 Durante sus años de estudiante en Cartago desarrolló una irresistible atracción hacia el teatro. Al mismo tiempo, gustaba en gran medida de recibir halagos y la fama, que encontró fácilmente en aquellos primeros años de su juventud. Durante su estancia en Cartago mostró su genio retórico y sobresalió en concursos poéticos y certámenes públicos. Aunque se dejaba llevar por sus pasiones, y seguía abiertamente los impulsos de su espíritu sensual, no abandonó sus estudios, especialmente los de filosofía. Años después, el mismo Agustín hizo una fuerte crítica sobre esta etapa de su juventud en su libro Confesiones. A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el espíritu de especulación y así se dedicó de lleno al estudio de la filosofía, ciencia en la que sobresalió. Durante esta época el joven Agustín conoció a una mujer con la que mantuvo una relación estable de catorce años y con la cual tuvo un hijo: Adeodato. En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasó de una escuela filosófica a otra sin que encontrara en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abrazó el maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y finalmente, decepcionado, la abandonó al considerar que era una doctrina simplista que apoyaba la pasividad del bien ante el mal.7 Sumido en una gran frustración personal decidió, en 383, partir para Roma, la capital del Imperio romano. Su madre quiso acompañarle, pero Agustín la engañó y la dejó en tierra (cf. Confesiones 5,8,15). En Roma enfermó de gravedad. Tras restablecerse, y gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma, fue nombrado magister rhetoricae en Mediolanum, la actual Milán. Agustín, como maniqueo y orador imperial en Milán8 era el rival en oratoria del obispo Ambrosio de Milán.