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1) Esta declaración necesita una explicación. La palabra "regla" indica una suma de
detalles que una vez reunidos forma un conjunto. Cuando se dice del mandamiento
"ama a tu prójimo como a ti mismo" que es de hecho una gran regla de la Torá, se
debe comprender que todos los otros 612 mandamientos de la Torá, con todas sus
interpretaciones, no son ni más ni menos que la suma de los detalles insertados y
contenidos en un solo Mandamiento, "ama a tu prójimo como a ti mismo". Es
bastante inquietante, pues se puede aplicar en lo referente a los mandamientos
entre el hombre y su semejante, pero, ¿cómo este único mandamiento podría
contener en él todos los preceptos entre el hombre y el Señor, que son la mayor
parte de los preceptos de la Torá?
3) Antes que profundicemos en esta cita, debemos observar este precepto con
atención, se nos dice: "ama a tu prójimo como a ti mismo". "Tu mismo" quiere
decir que se debe amar al amigo tanto como uno se ama a sí mismo y en ningún
caso menos que eso. Lo cual quiere decir que constantemente debe uno estar
vigilante para satisfacer las necesidades de cada uno de los miembros de la nación
de Israel, de la misma forma que uno debe estar atento a satisfacer las
necesidades propias. Lo anterior es totalmente imposible, pues raros son aquellos
que pueden satisfacer sus propias necesidades durante el trabajo cotidiano,
entonces ¿cómo se podría pedir trabajar para satisfacer los deseos de toda una
nación? Sin embargo, no se puede pensar que la Torá esté exagerando, pues ella
nos advierte no agregar o eliminar nada, y les recuerdo que cada palabra y ley
fueron escritas con extrema precisión.
5) En primer lugar debe uno comprender por qué la Torá fue entregada a la nación
de Israel y no a todos los pueblos de la Tierra. ¿Y existe en esto nacionalismo?
Queda claro que sólo una persona insensata podría pensar esto. En efecto, nuestros
sabios han examinado esta cuestión y esto es lo que quisieron decir con, "Dios la
propuso (la Torá) a todas las naciones y pueblos pero nadie la aceptó".
Nuestros sabios nos dicen que el mundo fue creado con el propósito del
cumplimiento de la Torá y sus mandamientos. Según la interpretación de los
primeros sabios, la intención del Creador, cuando Él creó su creación era revelar Su
Divinidad a otro. Porque la revelación de Su Divinidad alcanza a los individuos como
agradable profusión que siempre va en aumento hasta que alcanza la medida
deseada. Y por esto, los seres inferiores se elevan al verdadero reconocimiento y
llegan a ser un vehículo para Él y se adhieren a Él hasta que logran su alcance
final: "Jamás ojo alguno había visto a otro Dios más que a Ti (Isaías 64:3)". Y por
el hecho de la grandeza y la gloria de esta perfección, la Torá y la profecía se
abstuvieron de exagerar en sus propósitos. Como nuestros sabios han dicho,
"Todos los profetas hicieron sus profecías pensando en los días del Mesías, sin
embargo, para el mundo por venir, ningún ojo ha visto otro Dios más que a Ti".
Resulta que la meta de toda la creación es que los individuos estén capacitados,
mediante el cumplimiento de la Torá y los mandamientos, de elevarse siempre más
alto, hasta que alcancen la fusión con su Creador.
7) Pero he aquí que entran en escena los cabalistas y preguntan: ¿Por qué no
fuimos creados desde el principio en este estado elevado de comunión? ¿Qué razón
pudo existir para que no diera este fardo de trabajo de la creación así como la Torá
y los mandamientos? A estas preguntas ellos responden: "Aquel que come de lo
que no le pertenece tiene temor de mirarlo al rostro", lo que significa que aquel que
se aprovecha y toma placer del trabajo de su amigo, tiene temor de verlo a la cara,
porque al hacerlo, se siente cada vez más humillado hasta que finalmente pierde
toda la humanidad. Y porque todo lo que proviene de Su perfección no puede tener
una sensación de carencia. Él nos ha permitido ganar nuestra propia elevación a
través del establecimiento de la Torá y sus mandamientos.
Estas palabras son muy profundas y ya las he explicado en mi libro Panim Me'irot y
Masbirot de El Árbol de la Vida en la primera sección y en el Talmud de los Diez
Sefirot - Reflexión Interior, primera parte. Aquí las voy a explicar brevemente para
que sean comprensibles a todos.
Esto es natural, pues por una parte, experimenta un inmenso placer que aumenta a
medida que el hombre rico lo cubre de regalos, pero por otra parte, para él es difícil
soportar la vergüenza que experimenta por la excesiva bondad con que el rico le
otorga. Esto llega por la ley natural que marca que aquel que recibe experimenta la
vergüenza y la irritación cuando recibe los regalos gratuitos de alguien que le da
por compasión o lástima. De ahí, se deriva una segunda ley que es que la persona
no puede satisfacer plenamente las necesidades del otro, porque a fin de cuentas
no puede darle la naturaleza ni la forma de la independencia con la cual únicamente
la perfección deseada puede alcanzarse.
Pero, eso no concierne sino a los individuos mientras que en lo relativo al Creador
esto es definitivamente inconcebible. Es de esta forma que Él nos ha preparado la
labor y los esfuerzos para que nosotros produzcamos nuestra elevación espiritual
nosotros mismos durante el estudio de la Torá y los mandamientos; es entonces
que el deleite y el placer que llega de Él, es decir todo lo que está incluido en la
comunión con Él, serán nuestra propia adquisición que habremos ganado con
nuestros propios esfuerzos. Entonces nos sentiremos los propietarios, sentimiento
sin el cual no puede existir ninguna sensación de plenitud.
9) Efectivamente, es necesario que examinemos la esencia de la fuente de esta ley
natural, que además, ha engendrado el defecto de la vergüenza y la irritación que
experimentamos cuando recibimos la caridad de quien sea. Eso lo recuerda la ley
bien conocida de los científicos que toda rama en su forma es idéntica a la raíz y
que todos los comportamientos de la raíz, la rama también los desea, los busca y
los ansía. Y a la inversa, todos los comportamientos, que no se derivan de la raíz,
la rama se aleja de éstos y no los puede tolerar, se siente herida por ellos. Esta ley
que existe en toda raíz y rama no puede ser violada.
En este momento se abre ante nosotros una puerta para comprender la fuente de
todos los placeres y los males que residen en este mundo. Puesto que el Señor es
la raíz de todas sus creaciones, es la razón por la que todo lo que reside en Él se
propaga directamente hacia nosotros y nosotros lo experimentamos como
agradable y maravilloso, porque nuestra naturaleza está cercana a nuestra raíz.
11) Ahora hemos encontrado un medio para examinar la meta de la creación, que
es la "adhesión con Él" en su verdadera forma. Esta elevación o fusión que se nos
garantiza mediante nuestra aplicación de la Torá y los mandamientos no es ni más
ni menos que la expresión de la equivalencia de las ramas con su raíz, dentro de la
cual toda dulzura, todo placer y toda magnificencia se convierten en una extensión
natural. Como lo hemos dicho anteriormente, el placer no puede encontrarse sino
en la equivalencia de forma con el Creador. Y cuando hemos unificado cada atributo
presente en la raíz, experimentamos admiración y todo lo que no se encuentre en
nuestra raíz se vuelve intolerable, repugnante y muy pesado. Y encontramos
naturalmente que nuestra esperanza depende de cuán extensa es nuestra
equivalencia con nuestra raíz.
12) Estas eran las palabras de nuestros sabios cuando dijeron, "¿Que le importa a
Dios si alguien sacrifica al animal por la garganta o la nuca?" Después de todo, los
mandamientos han sido entregados para purificar a la gente y esta purificación
significa la purificación del cuerpo manchado, la cual es la meta que surge del
cumplimiento de los mandamientos.
"Un asno salvaje nacerá a la dignidad humana" (Job 11:12), pues cuando sale del
regazo de la creación está muy manchado y es de una bajeza incalificable, es decir,
que está marcado con una abundancia de egoísmo; cada una de sus acciones está
centrada sobre sí mismo, sin que exista ni una chispa de otorgamiento hacia los
demás.
Por este hecho, se encuentra distanciado y muy lejos de la raíz, en las antípodas,
porque la raíz es de un otorgamiento total sin una parcela de recepción mientras
que el recién nacido es totalmente recepción para sí mismo sin una chispa de ese
otorgamiento. Por lo tanto, esta situación se considera como el punto más bajo de
la villanía y la mancha que existe en nuestro mundo humano.
Al envejecer, le dicen que observe los mandamientos por Su Nombre, con un fin
particular, que es exclusivamente dar satisfacción a su Creador, como Rambam
decía, "No se les debería decir a las mujeres y a los niños que observen la Torá y
los mandamientos por Su Nombre, pues no pueden soportarlo. Únicamente cuando
hayan crecido y que hayan alcanzado el conocimiento y la sabiduría les podremos
enseñar a trabajar por Su Nombre". Y como decían nuestros sabios, "De no por su
Nombre, pasa a por Su Nombre", que está definido por la meta de aportar
satisfacción a su Creador y no a su egoísmo.
13) Y existen dos partes en la Torá: 1) los mandamientos entre el hombre y Dios,
y 2) los mandamientos entre el hombre y su semejante; los dos tienen el mismo
fin, llevar al individuo a la meta de la comunión final con Él.
Además, incluso el lado práctico de cada uno de ellos no es más que una sola y la
misma cosa, pues cuando alguien actúa por "Su Nombre", sin ninguna mezcla de
egoísmo, es decir, sin buscar ningún provecho para sí mismo, entonces esta
persona no siente la diferencia de trabajar para amar a su amigo o para amar al
Creador.
Esto es porque es una ley natural para todo ser que cualquier cosa fuera de su
propio cuerpo se considera como ilusoria o vacía y cualquier acción que una
persona realiza para amar a su semejante la efectúa con la ayuda de una Luz que
retorna y obtendrá finalmente una recompensa que regresará y que le servirá para
su propio bien. Por lo tanto, una acción así no puede considerarse como "amor a su
semejante" porque su finalidad está calculada; es parecido a rentar un local que a
final de cuentas no es rentable. La acción de rentar no se considera un acto de
amor a su semejante.
Pero realizar cualquier acción solamente por amor a los otros, es decir, sin una
chipa de luz que retorna y sin esperanza alguna de una gratificación para sí mismo
es definitivamente imposible. A este fin se dice en el Zohar a propósito de los
pueblos que, "Todo acto de benevolencia que realizan es únicamente para ellos
mismos".
Esto quiere decir que todas las buenas obras que realizan son para sus amigos o
para su Dios, y no son de hecho amor hacia los demás, sino derivadas de su amor
propio. Pues esto no es natural.
Por lo tanto, sólo aquel que observa la Torá y los mandamientos está calificado
para ello, porque al acostumbrarse a observar la Torá y los mandamientos de
manera a aportar satisfacción a su Creador, progresivamente se aleja del regazo de
la creación natural y adquiere una segunda naturaleza que es el amor del prójimo.
Es esto que llevó a los cabalistas del Zohar a excluir a las naciones del mundo de la
cuestión de amar a su semejante, cuando dijeron, "Toda acción benevolente que
efectúan es únicamente para ellos mismos". Puesto que no están implicados en el
cumplimiento de la Torá y sus Mandamientos, por Su Nombre; la adoración que
rinden a sus dioses es con el fin de obtener una recompensa en este mundo y en el
próximo. Por lo tanto, la veneración a sus dioses no es sino egoísmo y ellos no
efectuarán jamás una acción que esté fuera de los límites de su propio cuerpo y así
no serán capaces de elevarse ni siquiera por el espesor de un cabello por encima de
su naturaleza primaria.
14) Así pues podemos ver claramente que para aquel que observa la Torá y los
mandamientos por Su Nombre no existe diferencia entre las dos partes de la Torá,
incluso sobre el plan práctico, pues antes de que la cumpla, se le empuja a
experimentar cualquier acto de otorgamiento ya sea hacia el hombre o hacia Dios
como un vacío desconocido. Pero, con grandes esfuerzos, se eleva lentamente y
alcanza una segunda naturaleza y entonces alcanza la meta final que es la
comunión con Él.
Puesto que es el caso, es razonable pensar que la parte de la Torá que trata de la
relación del hombre con su amigo es más susceptible de llevarlo a la meta deseada,
puesto que el trabajo de mandamientos entre el hombre y el Señor es fijo y
específico y uno puede fácilmente acostumbrase y cualquier cosa que se haga por
costumbre no es útil, mientras que los mandamientos entre el hombre y su
semejante son variables e imprevisibles y continuamente hay nuevas exigencias a
donde quiera que mire. Así pues su efecto es mucho más eficaz y seguro y su
finalidad más cercana.
15) Ahora podemos comprender las palabras de Hillel HaNassi en Giora, que el
espíritu de la Torá es: "Ama a tu prójimo como a ti mismo", y el resto de los 612
mandamientos no son sino una paráfrasis. E incluso los mandamientos entre el
hombre y Dios son también considerados como una calificación de este
mandamiento y es la meta final de la Torá y los mandamientos como dijeron
nuestros sabios, "La Torá y los mandamientos fueron entregados para servir a la
purificación de Israel", que es la purificación del cuerpo hasta que el hombre
alcance una segunda naturaleza definida por su amor por los demás, es decir, el
único mandamiento de "ama a tu prójimo como a ti mismo" que es la meta máxima
de la Torá, después de lo cual el hombre alcanza de inmediato la fusión con Él.
Pero, no hay que preguntarse por qué eso no está definido en las palabras: "Y
amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y toda tu alma y toda tu fuerza
(Deuteronomio 6:5)" Efectivamente, para el hombre que está todavía en el interior
de la naturaleza de la creación, no existe diferencia entre el amor de Dios y el amor
de su prójimo, pues todo lo que no es él mismo es irreal para él. Y como el
prosélito pidió a Hillel HaNassi explicarle la finalidad deseada de la Torá, de tal
forma que alcanzara fácilmente su meta y no tuviera que recorrer un largo camino
para alcanzarla, por eso le dijo: "Enséñame la Torá mientras que me sostengo en
una pierna". De esta forma, él definió su meta que es el amor al prójimo porque
esta meta está más cercana y se revela más fácilmente, preservándose a sí mismo
de errores pues esta meta tiene sus exigencias.
En efecto, considere que por esta razón la Torá no fue entregada a nuestros Santos
Padres, Abraham, Isaac y Jacob, sino que fue preciso esperar el éxodo de Egipto y
hasta que se volvieran una nación de seiscientas mil personas entre la edad de
veinte años o más. Fue entonces que se preguntó a cada miembro de la nación su
consentimiento para participar en este trabajo sublime y cuando todos hubieron
aceptado en sus corazones y sus almas y dijeron "haremos y escucharemos"
(Éxodo 24:7) entonces fue posible cumplir la Torá en su totalidad, y lo que se
consideraba anteriormente como imposible se convirtió en posible.
Pues es cierto que si seiscientas mil personas detienen sus acciones para satisfacer
sus necesidades personales y se preocupan por velar que a sus amigos no les falte
nada, y si además ellas lo realizan con un amor poderoso en sus corazones y sus
almas, según el significado pleno del mandamiento "Ama a tu prójimo como a ti
mismo", entonces no cabe ninguna duda: ningún hombre de la nación tendrá
necesidad de preocuparse por su propio bienestar.
De esta forma, una vez que todos los miembros de la nación hubieron aceptado, se
les entregó la Torá de inmediato pues entonces ya eran dignos de observarla. Pero
no antes de que se volvieran una nación completa y no tiene caso citar la época de
los patriarcas pues ellos no eran numerosos y realmente no tenían necesidad de
observar la Torá en la forma deseada. Esto es porque con un pequeño número de
personas es imposible ni siquiera empezar a abordar el caso de los mandamientos
entre el hombre y su semejante al nivel de "Ama a tu prójimo como a ti mismo"
como se ha explicado en los puntos 3 y 4. Es por esta razón que no se les había
entregado la Torá.
Si esto no es suficiente, nuestros sabios dicen, "Rabí Elazar, el hijo de Rabí Shimon
dice, puesto que el mundo es juzgado por su mayoría y que el individuo es juzgado
por su mayoría, si ha cumplido con un mandamiento, ha hecho que el mundo
entero sea justo, y si ha cometido un pecado, ha hecho que el mundo entero sea
pecador como está escrito, Un solo pecador perderá mucho bien".
Así el Rabí Elazar, el hijo de Rabí Shimon, me ha hecho responsable del mundo
entero, pues piensa que el mundo entero es responsable de todos y cada uno y
cada persona aporta mérito o perjuicio al mundo entero. Esto en efecto es
desconcertante.