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Demanda ante La Haya : un acierto

por Manfredo Kempff, comentador boliviano


10 de mayo 2015

Somos duros críticos a este Gobierno, pero éso no significa que lo bueno
que se hace no se deba reconocer. Eso ya lo confesamos en meses
pasados, cuando observamos que existía seriedad en el planteamiento
diplomático en La Haya y que la Cancillería -respaldada plenamente por
S.E.- estaba convocando a la mejor gente para llevar a buen éxito el
empeño de convencer a Chile a abandonar posiciones caducas y
soberbias en el tema marítimo y volver por caminos de sensatez y
comprensión que alguna vez transitamos juntos, aunque siempre
quedaran inconclusos.
Además del acertado planteamiento de recurrir a tribunales
internacionales de justicia, finalmente con personalidades nacionales
enteradas en los pormenores de la demanda boliviana, no cabe duda de
que el Gobierno eligió a también a un conjunto de jurisconsultos y
peritos extranjeros de primer nivel, que le dan contundencia a la
posición nacional, explicando debidamente, con los términos precisos,
sin las estridencias tan propias de los políticos de plazuela o de los
diplomáticos improvisados, cuál es el propósito de Bolivia y qué espera
de la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
No nos cabe la menor duda de que el dinero mejor gastado durante el
gobierno del MAS ha sido el destinado a la contratación de los abogados
que nos representan y lo que se ha destinado para informar a la
comunidad de naciones sobre el propósito boliviano, que Chile pretende
deformar en La Haya con una persistencia ciega que deriva hasta en
ciertas preguntas capciosas. El gasto, en estos casos, es inevitable, y
mucho más si se trata de recompensar debidamente a profesionales
reconocidos mundialmente en el ámbito del derecho. Esto no es
despilfarro sino que, esperemos, sea la mejor inversión.
La batalla jurídica de fondo no ha empezado todavía en La Haya. La
verdad es que, en términos militares, estamos reconociendo y
preparando el terreno. Aún no sabemos siquiera si la CIJ se declarará
competente para tratar el caso, ante la objeción de incompetencia
presentada por Chile. Aunque el haber admitido la demanda nacional no
parece dejar dudas de que Chile no podrá hacer abortar el proceso, al
extremo de que en Santiago ya se han escuchado voces autorizadas como
la del ex canciller Hernán Errázuriz que hasta sugiere el retiro de Chile
de la CIJ si ésta admite tener jurisdicción en el pleito. Si La Moneda
optara por retirarse sufriría una nueva derrota consecutiva en La Haya,
justificando lo dicho por el diputado Sapag, Presidente de la Comisión de
Relaciones Exteriores, en sentido de que a Chile le va mejor utilizando
las armas que la diplomacia. Es inaudito de reconocer, pero es algo
cínicamente cierto a la vez.
Sabemos los bolivianos o la mayoría de los compatriotas, que la CIJ no
va a obligar a Chile a ceder un determinado territorio a Bolivia. Los
chilenos lo saben también aunque fingen ignorarlo expresando que un
fallo de La Haya trataría de arrebatarles un trozo de su potestad
territorial. Claman en Santiago ante un presunto atropello a su
soberanía, pese a que es de conocimiento general que la CIJ no tiene
atribuciones para disponer de ese tipo de decisiones y que su fallo, de
existir, no irá más allá de exigir a Chile que negocie con Bolivia una
salida al mar de manera seria, sincera, sin engaños. Ya no con la dichosa
agenda de los 13 puntos, cuando se perdió el tiempo durante toda una
gestión de gobierno, donde la demanda marítima boliviana se había
diluido, como algo más, entre facilidades portuarias, el Silala, temas
consulares, culturales, narcotráfico, pobreza, y la risible “confianza
mutua”.
Además, si como consecuencia de un fallo de la CIJ, se regresara sobre
las bases de lo que fueron las notas del 50 y las negociaciones de Charaña
(seguramente que incluido el canje territorial), para Perú sería más
difícil poner trabas a una solución. Trabas que, sabemos, no las impuso
Perú sino ambos vecinos, de mutuo acuerdo, para dejar a Bolivia aislada,
sin perturbarles su vecindad con su persistente reclamo de acceder a un
puerto. Cuando las negociaciones de Charaña, Chile no quiso ni
enterarse de conversar sobre la respuesta peruana y todo lo concluyó
ignorándola. Al parecer, Chile tiene la idea de que las restricciones
contra Bolivia emergentes del Tratado de Lima de 1929, las tenemos que
levantar los bolivianos. Justamente quienes no lo firmamos; y peor,
quienes fuimos sus únicas víctimas. Finalmente, aunque nos duela,
queda una tenebrosa impresión de que Chile y Perú saben amañárselas
cuando Bolivia exige su salida al mar.
Ahora sólo nos queda esperar lo que dictamine la CIJ y nada más.
Nuestros argumentos han sido contundentes y pensamos que han
influido en el espíritu de tan eminentes jurisconsultos. Hacer
declaraciones sobre el tema desde Tarata o Gauyaramerín, no ayudará en
nada a la causa boliviana. Promover marchas y proclamas contra Chile
no harán variar ni en un ápice lo que la Corte ya ha recogido. Es hora de
esperar y tener fe en la justicia internacional, que, estamos seguros,
estará de nuestro lado.

Precisión es la clave: Bolivia y Chile en La Haya

por Paulina Astroza, comentadora chilena


11 de mayo 2015

Ha terminado la fase oral del incidente abierto por la interposición de la


excepción preliminar presentada por Chile. Dos excelentes equipos
jurídicos, de nivel internacional, presentaron ante los jueces de la Corte
Internacional de Justicia (CIJ) los argumentos que sostienen su
interpretación de los hechos y el Derecho.
Cada uno defiende la aplicación e interpretación de las normas
internacionales en favor de su pretensión. Sin embargo, tengo la
sensación general que Chile logró sostener y defender de mucho mejor
forma su posición. Logró dejar en evidencia no sólo la fuerza del Tratado
del 1904 que resolvió y rige las relaciones entre ambos países, sino
también develar las falencias, ambigüedades y falta de coherencia de la
defensa boliviana.

Creo que las dos preguntas formuladas en el juicio por los


magistrados demuestran la principal debilidad de Bolivia en
esta etapa: la falta de precisión de la argumentación en favor
de la competencia del Tribunal. Pese a los esfuerzos y a la
incuestionable competencia profesional de los abogados de
Bolivia, chocan con una realidad, la falta de “sustancia”, de
“fuerza”, de la posición boliviana.

El cambio evidente de estrategia de Bolivia – pasar de unos “derechos


expectaticios” inexistentes en el Derecho Internacional, a una obligación
de negociar fundada en actos unilaterales y luego en un supuesto pacto
de contrahendo, reflejan claramente que Bolivia tiene un caso difícil. Y es
por lo mismo que las preguntas son pertinentes puesto que lo que
demanda Bolivia es nada menos que un acceso soberano al mar por
territorio chileno, un resultado con una fuerte carga política para
cualquier Estado.

La pregunta del juez Greenwood pidió mayor claridad a Bolivia en


cuanto a la “fecha” del “acuerdo” del cual pretenden hacer surgir la
obligación de Chile de negociar una salida soberana al Océano Pacífico.
La “fecha” es importante para la aplicación del art. 6 del Pacto de Bogotá.
El “acuerdo” es relevante porque el juez británico dejó fuera
los actos unilaterales, tan invocados por Bolivia. En estos
actos autónomos no hay acuerdo, es la expresión unilateral de
la voluntad de un Estado en obligarse por lo que, presumo, el
juez quiere mayor definición respecto del supuesto acuerdo
invocado por la parte boliviana y no sobre éstos últimos.

La pregunta del juez Owada también busca precisión, cómo definen y en


qué sentido ambas partes utilizan la expresión “acceso soberano al mar”.
Personalmente tengo la impresión que ambas defensas entienden lo
mismo pero que Bolivia ha evitado ser concreta para evitar
“cazarse” tanto con la fecha del supuesto acuerdo como con el
resultado que busca: cesión de territorio chileno que implique
modificar el Tratado de 1904 (lo que dejaría fuera de la
competencia de la CIJ esta cuestión por aplicación del art. 6).
En doctrina se distingue la soberanía territorial de la material. La
segunda dice relación con las facultades que permite el dominio en un
territorio determinado. Por el Tratado de 1904 Bolivia goza de ciertas
competencias materiales como el libre tránsito. Pero no goza de
soberanía territorial, no tiene territorio soberano porque así lo
acordaron las partes al negociar el Tratado de 1904 y que hoy Bolivia
pretende que ese tema en particular no se resolvió en aquella fecha
(habló de “obligaciones paralelas”).

Eso es lo que en definitiva quiere Bolivia: territorio. El país


vecino goza de acceso al mar y con garantías que superan las
que otros Estados mediterráneos tienen en el mundo. Por lo
que su demanda, que está justamente caratulada como
“Obligación de negociar un acceso soberano al Océano
Pacífico”, pretende, sin decirlo abiertamente, que nuestro país
ceda el dominio de una parte del territorio chileno.

Es por todo lo anterior que creo que “precisión” es la clave. No puede ser
de otra manera porque el fondo del asunto de la demanda boliviana está
directamente relacionada con uno de los elementos constitutivos de un
Estado, y que la doctrina, la jurisprudencia y las normas internacionales
por siglos han regulado de manera precisa en las relaciones
internacionales.

Derecho reivindicatorio
imprescriptible de Bolivia
sobre su Litoral
autor : Jorge Edgar Zambrana Jiménez
Ingeniero Civil, Historiador y Teólogo boliviano

14 de Febrero (invasión de Antofagasta)


23 de Marzo (defensa de Calama)
1879 - 2015

Bolivia vive desde hace 136 años enclaustrada en pleno corazón de Suda-
mérica. La característica de los gobiernos de Bolivia ha sido la falta de
previsión y la ingenuidad. Nada han hecho para potenciar a la Nación y
preparar a su Ejército. Se han limitado al envío de representantes diplo-
máticos con la misión de reclamar dentro del marco del derecho interna-
cional, pero sin contar con la fuerza efectiva necesaria que respalde para
el caso de que sus gestiones fracasen. Consiguientemente los resultados
de sus reclamos han sido negativos. Cualquiera se da cuenta que un ratón
no puede negociar con un gato, salvo que se iguale en poderío, o que
recurra ante los Tribunales Internacionales en demanda de amparo de
derecho contra el despojo en que vive, para eliminar el dominio chileno
sobre el litoral invadido, ocupado y usurpado de facto.
Nuestro Departamento del Litoral no puede convertirse en soberanía
intangible chilena, con los argumentos de que la Corte de La Haya no
trata revisiones de tratados y de que Chile no devolverá el litoral porque
no puede dividir en dos partes separadas su territorio. Bolivia debe
esperar la coyuntura internacional, así tengan que pasar 100 años más,
para poder reivindicar su propio litoral, y no contentarse con un plato de
lentejas. Los embajadores bolivianos deben publicar en los medios
comunicacionales del mundo la verdad sobre el asalto filibustero chileno
de 1879. No debemos centrar todas nuestras expectativas en un
supuesto fallo favorable de La Haya, ya que conocemos los ardides de la
diplomacia mapochina cuando de negociar se trata. Debemos darnos
cuenta de que el trato bilateral nunca ha encontrado ni la más remota
intención de reparación por parte de Chile al daño causado con su asalto
invasor. Los alcances de un fallo de la Corte, para una obligación a
negociar, seguramente no serán bien establecidos, y menos esa
negociación será necesariamente favorable a la parte demandante.

Bolivia no renuncia a sus derechos sobre el Departamento del Litoral, y


no considera un canje territorial, puesto que ésto último constituiría un
error de lesa Patria.
El objetivo político de Chile ha sido siempre el de mantenernos en estado
de impotencia, porque tiene miedo a que nos fortalezcamos, lo cual va a
suceder a la larga de todos modos, y que le llamemos a rendir cuentas de
todos sus actos de usurpación territorial.
El “melgarejismo” ya ha regalado nuestra costa que va desde el paralelo
24° hasta el río Salado ubicado en 25°28’, al sur del puerto de Taltal, y
esa acción traidora y entreguista fue efectivizada por los gobiernos de
Melgarejo y Frias mediante los monstruosos, siniestros y dolosos
tratados de 1866 y 1874; luego, hemos sufrido la invasión de 1879 donde
nos han arrebatado el litoral hasta la desembocadura del río Loa.
La historia colonial y republicana de la América Española testimonia,
desde 1549 hasta 1866, que el Departamento del Litoral de Bolivia, que
era la antigua provincia de Atacama perteneciente a la Intendencia de
Potosí, limitaba al norte con Perú en el paralelo 21°28’ donde desemboca
el río Loa, y por el sur limitaba con Chile en el paralelo 25°28’ donde
desemboca el río Salado, antiguamente llamado ‘quebrada del Salado’, y
más antes, durante la colonia, ‘río Santa Clara’, tal como describe el
Cronista Mayor de la Corona Española Antonio de Herrera, en su libro
‘Historia General de los Castellanos’, escrito en 1601. Esos límites han
estado siempre bien definidos desde los decretos del Pacificador Pedro
de la Gasca, Presidente de la Audiencia de Lima en 1549, pasando por el
Uti Possidetis de 1810, y han sido patentizados por el mapa oficial
publicado en 1851, durante la Era Victoriana, en el Atlas Ilustrado de la
firma R. Montgomery Martin's Illustrated Atlas London Publisher,
gerentada por el famoso cartógrafo John Tallis, y elaborado mediante las
extraordinarias cualidades artísticas del eminente grabador y dibujante
de mapas John Rapkin, y que está en la página de internet
http://www.raremaps.com/gallery/detail/31536/Peru_and_Bolivia/Tallis.html
Además, el año 1859, Bolivia ya contaba con su mapa oficial, donde han
estado siempre establecidos los límites oficiales con Chile, mandado
publicar por el gobierno de la nación en la administración del presidente
Dr. José María Linares, y cuya elaboración estuvo a cargo del Teniente
Coronel Juán Ondarza, el Comandante Juán Mariano Mujía y el Mayor
Lucio Camacho; a nivel mundial el mapa fue difundido y vendido por la
empresa cartográfica Joseph Hutchins Colton de New York, USA, en su
New Illustrated Family Atlas of the World; su levantamiento y
organización duró 17 años, mismo mapa que fué olímpicamente
ignorado por Melgarejo y su quintacolumnista canciller Muñóz. En esa
misma época los mapas oficiales chilenos jamás cuestionaron la
propiedad boliviana sobre el desierto de Atacama. Fué la angurria de
guano y salitre, por parte de la oligarquía chilena financiada por
capitales ingleses, la que impulsó las agresiones sobre los indefensos
Perú y Bolivia.
Consiguientemente, ahora Bolivia debe conservar su dignidad fundada
en no renunciar a sus derechos ineludibles, en sostener nuestra
integridad moral, nuestro orgullo patrimonial, hasta recuperar nuestro
mar, manteniendo el verdadero compromiso de honor. No debemos
seguir con la chilenofilia; dejemos de lado los “abrazos de Charaña” y
enfoquémonos al progreso social y la soberanía de nuestra Patria,
practicando la democracia participativa. Posicionemos el tema marítimo
en la agenda internacional, buscando aliados y escenarios que nos
acerquen a la reivindicación de nuestro litoral cautivo, para lo cual los
bolivianos deben hacer cada día la renovación de su fé y duplicar sus
esfuerzos. Tenemos que rechazar la política de “confianza mutua” y
“mar a como dé lugar”, y debemos exigir la reparación del atropello de
1879, y ésto sin claudicaciones ni compensaciones territoriales a Chile.

Sería bueno que, en aras de la fraternidad americana, se inicie un


proceso de acercamiento y reforzamiento de la amistad de los pueblos
boliviano y chileno, orientado a una normalidad de sus relaciones
tendiente a superar las dificultades que nos separan, incluyendo en
especial una fórmula que haga posible devolver a Bolivia al menos un
puerto soberano al océano Pacífico sobre bases que consulten los
derechos históricos del pueblo boliviano y la propia iniciativa de Chile,
que se inició en 1920, y que se ha desarrollado durante casi 80 años, que
establece como política de Estado ofrecer a Bolivia un diálogo para
devolverle su ancestral acceso soberano al mar. Los repetidos
ofrecimientos chilenos de negociar la devolución del mar para nuestro
territorio deben ser cumplidos, no pueden ser evadidos, retractados ni
revocados, por cuanto deben producir una negociación aceptable y
conveniente para ambas partes. Y esta negociación debe ser efectiva, ya
que –como ha establecido la Corte Internacional de Justicia– “las partes
están obligadas a entablar una negociación con miras a alcanzar un
acuerdo y tienen la obligación de comportarse de tal manera que la
negociación tenga sentido, lo que no ocurre cuando una de ellas insiste
en su propia posición sin contemplar modificación alguna”. Así, la Corte
Internacional de Justicia debe pronunciarse sobre el asunto pendiente de
una negociación para restablecer a Bolivia su propiedad soberana
portuaria marítima, y ése, y no otro, es el sentido de lo que minimamente
quiere el pueblo boliviano.
Todos los regímenes oligárquicos del pasado de Bolivia, han abandonado
la tarea patriótica de hacer crecer la reivindicación de nuestros puertos
despojados, en el corazón de la Patria. Con esta claudicación
antinacional han renegado vez tras vez de la recuperación del mar propio
y se han quedado con lo peor que es mendigar un callejón de salida, sin
puerto, ante Chile, país que le amputó su mar a la Nación, que cacarea
que Bolivia nunca tuvo mar y que no quiere devolver ni un milímetro de
nuestra costa marítima.
La invasión de 1879, la ocupación de 1884 y el despojo de 1904 son los
antecedentes de fuerza militar, nó de derecho, con los que Chile ha
despojado y detenta hoy el Departamento del Litoral. En vista de la
debilidad del gobierno de Montes, Chile ha obrado con arbitrariedad,
fuerza militar, amedrentamiento y amenaza, para despojar a Bolivia de
su litoral, obligando a Bolivia, en una situación de vida o muerte para
nuestra nación, a firmar el nefasto tratado de 1904. No existe hoy la
intangibilidad de los tratados en el derecho internacional público;
tampoco la eternidad del dominio impuesto por un país sobre otro.
La defensa chilena de su tratado de 1904, como un “derecho de victoria”
ganado por las armas, no es propio de un tratado de Amistad; es un
despojo insano contra la democracia, contra la soberanía y la libertad. La
fuerza de la causa boliviana de reivindicación tiene en estos fundamentos
la justicia que debe primar.
Hoy, como antes, con una repetición que asombra, como en los años
anteriores a la traición, los bolivianos se enfilan en dos posiciones. Por
un lado están los que asumen la conducta “practicista” de sometimiento
y entreguismo, claudicando el honor y el derecho de Bolivia. En el otro
lado estamos los que exigimos la reparación de nuestro derecho
atropellado, la consagración de la justicia y la reivindicación de nuestros
puertos soberanos despojados.
Pedimos que se asuma el rol patriótico de exigir la reparación del
atropello, sin claudicaciones ni sometimientos, con la dignidad del
agredido y vencido en lucha desigual en la invasión militar de 1879.
Basta de soportar la soberbia y las agresiones chilenas, de una vez. En
adelante, Bolivia debe ser quien presione de todas las formas para
conseguir la sagrada causa de la reivindicación marítima. Nuestros
gobernantes están obligados a actuar con honor y dignidad, y no
claudicar ignominiosamente como el traidor Montes.
La fuerza militar no da derechos. Chile se ampara en su poder bélico y
económico, alcanzados con la riqueza usurpada a Bolivia, para manejar
la cantaleta de que Bolivia solo tiene “aspiración” y no derecho al mar.
Chile ha conquistado nuestro litoral, para saquear nuestras riquezas
naturales, mediante la invasión militar y la ley filibustera de que la
victoria en una agresión da derechos, y los bolivianos seguimos
embaucados con la fraseología de la confianza mutua y esperando la
limosna de la “cualidad marítima” que el soberbio agresor tenga a bien
concedernos en una negociación por un corredor sin puerto al norte de
Arica, plato de lentejas que es la aspiración resignada de los
demandantes ante La Haya, contrariando los legítimos derechos del
pueblo boliviano.

LÍMITES CON CHILE EN 1859

De una sencilla mirada a este mapa, se desprende que :

1.- Bolivia nació a la vida republicana con 481 Km de costa.


2.- Chile nos asaltó y usurpó, en la invasión alevosa,
descarada y prepotente de 1879, 296 Km. de costa.

3.- Los restantes 185 Km. de costa que nos pertenecían, ya los
gobiernos bolivianos de Melgarejo y Frías los habían regalado
a Chile mediante los tratados de 1866 y 1874.

Bolivia selló con su firma, de los tratados fraudulentos de 1866 y 1874, la


ambición de Chile, entregándose a discreción para que en un tiempo no
remoto, se apoderaran del resto de la costa. ¿Ni cómo suponer que la
nación usurpadora del desierto se detenga ante la última parte, que era
mucho más importante que la parte regalada? .

La oligarquía chilena, mediante su Ley de 5 de abril de 1879, una vez


llevada a cabo la descarada invasión militar de Antofagasta, dispuso, por
sí y ante sí, la arbitraria anulación del tratado de 1874 y la prepotente
ocupación armada del territorio de todo el Departamento del Litoral. En
esta última fracción de nuestro ancestral Litoral se sitúan el guano y la
bahía de Mejillones, los tesoros de la plata de Caracoles, los puertos de
Antofagasta, Cobija y Tocopilla, las guaneras de Paquica, el bórax y el
salitre; y en el interior de la costa, la altiplanicie de Atacama con la
ciudad de Calama y la fabulosa mina de cobre y molibdeno de
Chuquicamata. Chile persiguió esta concentración de incalculables y
milyunochescos beneficios, con esa tenacidad con que negoció siempre
con todos los partidos políticos melgarejistas de Bolivia, ofreciéndoles
con engaño, en compensación de nuestro litoral, la costa de Moquegua y
Arica.

De esta manera, ocurrió que alrededor de una década después del


indicado regalo de Melgarejo y Frias, se produjo la invasión militar
chilena efectuada el 14 de febrero de 1879 al puerto boliviano de
Antofagasta, que dió inicio a la denominada Guerra del Pacífico,
desarrollada en territorio peruano y que ocasionó la pérdida del litoral
boliviano, con sus pintorescas bahías de Mejillones y Antofagasta,
insuperables en belleza natural en toda la costa desde el istmo de
Panamá al Cabo de Hornos. El Estado boliviano de esa época, dejó todo a
la mano invisible del capitalismo y a la exclusiva máquina del interés
particular , para que atendieran a las necesidades más apremiantes de
sus puertos. Dicha dejadéz fue particularmente notoria y dolorosa
cuando se reconoce que los gobiernos oligarcas nunca prestaron
importancia ni dedicaron recursos a la idea de dotar a Bolivia de una
flota naval adecuada para proteger sus legítimos intereses y propiedades
marítimas, contra la poderosa, peligrosa, amenazante y agresiva fuerza
chilena naval militar, financiada por Inglaterra y dirigida por oficiales de
ese imperio.

Recordemos que la Corona Española, a través de la Real Audiencia de


Charcas, instituyó, en la provincia altoperuana de Atacama, el puerto de
Cobija, ubicado en el paralelo 22°30’, también llamado Puerto de
Atacama, en 1587, con la intensión de establecer un puerto propio para
Potosí por el cual exportara la plata a Europa en vez de hacerlo por Arica.
Fue bautizado con el nombre de Puerto Santa María Magdalena de
Cobija . Luego del informe de la exploración de Francisco Burdett
O’Connor al litoral boliviano, se tuvo como resultado que el Libertador
Bolívar promulgue el decreto emitido el 28 de diciembre de 1825,
rebautizando y habilitando el puerto de Cobija con el nombre de La Mar
(en homenaje al gran mariscal José de La Mar, vencedor de Ayacucho),
como la principal vía marítima de la República de Bolivia. Está escrito
que a fines de Octubre de 1825, mientras permaneció el coronel
Francisco Burdett O’Connor, en la ciudad de Tarija, le llegó una nota
oficial emitida el 25 de ese mes, por el Gral. José Antonio de Sucre, que
le ordenaba, por disposición del Libertador Simón Bolívar, lo siguiente:

“…marche a la provincia de Atacama a hacer el mas prolijo


reconocimiento, i levantar un plano de sus costas; al mismo tiempo que
forme US. los mas esplicados detalles que acompañen a los planos i
reconocimientos. Hai tres puertos de que puede escojerse el mejor; que
son el que se llama de Atacama, el de Mejillones i el de Loa; los dos
primeros no tienen agua, i el último que por ser un río, dicen que no es
bueno en su fondeadero, aunque el Libertador tiene por él inclinación,
por tener ya ese río, i porque es el más cerca de Potosí. Si fuere
totalmente desechable, es menester examinar los otros dos, o cualquiera
otro, i ver de donde se lleva agua, en el concepto de que sea cual fuere el
que se elija, ha de considerarse, que allí debe fundarse una ciudad o un
gran pueblo. Es preciso calcular que el agua que se lleve sea bastante, no
solo para el consumo de los habitantes i de las bestias que se empleasen
en el tráfico, sinó también para regar el terreno, en que han de
sembrarse muchos alfalfares i también las legumbres i artículos de
consumo para la población, i aun para proveer de algunos objetos a los
buques. Por supuesto que con un examen prolijo de todo, formará US.
un presupuesto del costo que se causaría en llevar toda esa agua al
puerto.- Después de esta primera dilijencia, debe practicarse la de
reconocer cual sea el mejor camino de ruedas o de carro que pudiese
abrirse desde el puerto a Potosí, o a cualquiera de las ciudades de el Alto
Perú…”
Francisco Burdett O’Connor fue un infatigable luchador por la causa de
la independencia americana y por el engrandecimiento de Bolivia.
Asistió a las batallas por la causa libertaria con Bolívar y Sucre, y más
tarde, ya en Bolivia, a las de la confederación perú-boliviana con Santa
Cruz, ganando merecidos honores y grados militares hasta el de General
de División.
No hay que olvidar que el 22 de agosto de 1783 el rey nombró a Juan del
Pino Manrique como primer gobernador intendente de Potosí. En 1787,
esta autoridad hizo una descripción de la Villa Imperial de Potosí y los
partidos sujetos a su intendencia, expresando que el puerto de Cobija era
parte del curato de Atacama la Baja, dentro de la Arquidiócesis de
Charcas :

“…El partido de Atacama, situado al extremo de la Provincia, linda por la


parte del norte con el de Lipes y el de Tarapaca del vireynato de Lima,
por el sud con el reyno de Chile, por el este con la Provincia del Tucuman
y por el oeste, con la costa del mar del sur.
Tiene dos curatos, el uno nombrado San Pedro de Atacama, dista 160
leguas de esta capital con cinco anexos, que son San Lucas de Toconao,
Santiago de Socaire, San Roque de Peyne, Susquis é Ingaguasi (...) El
curato de Atacama la baja dista 150 leguas de Potosí, tiene cinco anexos,
entre ellos el puerto de Cobija (...) En el distrito de este curato está
el puerto de Santa Maria Magdalena de Cobija, cuya situacion,
proporciones, seguridad ó riesgo de enemigos, modo de habitarlo y
demas, se comprende en el informe hecho por el comisionado para su
reconocimiento en 19 de mayo de este año, de que se dirigió copia á ese
Superior Gobierno.
(...) Los que no se ocupan en este tragin, viven dedicados al cambio y
rescate del pescado congrio y charquesillo, que regularmente conducen á
esta plaza, á Chuquisaca y Oruro, para lograr del mayor aumento en su
estimacion: las primeras manos expendedoras son los indios naturales
del puerto de Cobija (...) Extiéndese el referido partido de norte á sur 100
leguas, 65 del este á oeste, 320 de circunferencia, siendo el partido mas
despoblado de cuantos componen la Intendencia…”

Después, en la ignominiosa firma del tratado chileno de 1904, abusiva y


usurpativamente se señala, en el mismo, otros límites de sur a norte,
internándose Chile a mayores territorios de Potosí; y luego,
desconociendo los límites entre la provincia de Tarapacá peruana y
Bolivia, incursionan en nuestro Altiplano, con el mayor exceso, abuso e
impunidad, sin respetar el límite natural entre el Perú y Bolivia . Se
internan en una esquina del Salar de Coipasa y se apropian de la alta
cuenca del río Lauca que era íntegramente boliviana. ¿Por qué tanta
extralimitación, abuso y latrocinio?; esos territorios nunca fueron objeto
de litigio, de donde resulta una inicua apropiación, una exageración de
poder militar arbitrario que carece de todo respaldo racional. El
gobierno boliviano debe presentar denuncia internacional en vista de la
enormidad del atropello a nuestros derechos y propiedades territoriales.
El Litoral cautivo no está perdido porque un día aciago fuera invadido.
La historia dictará al final su fallo a favor de la causa histórica legítima
del pueblo boliviano.

La inviolabilidad de territorios

Severo Cruz, comentador boliviano

11 de mayo 2015

Una sugestión de carácter jurídico que cuestionó toda agresión, con fines de
segregación o despojo territorial, fue asumida, hace 150 años, aproximadamente, por
el jurista Agustín Aspiazu.
Él, con el objeto de preservar la política de buena vecindad entre los países de
Latinoamérica, lanzó la teoría relativa a la inviolabilidad de territorios, en un trabajo
interpretativo del Derecho Internacional, ampliamente difundido y comentado,
dentro y fuera de nuestras fronteras, en el Siglo XIX.
“Es inviolable el territorio de una nación. Ninguna potencia extranjera puede
apoderarse ni aún a título de seguridad propia”, anota Agustín Aspiazu, en el capítulo
III, subtítulo VI que corresponde al tema “Inviolabilidad del Territorio” – Artículo 56
-, pág. 64, de su libro “Dogmas del Derecho Internacional”, editado en la Imprenta de
Hallet & Breen de Nueva Cork, el año 1872.
“Sin esta inviolabilidad, las personas y los bienes de los particulares correrían peligro
à cada paso. De dos modos puede violarse el territorio ajeno: ya ocupándolo con
ánimo de retenerlo y señorearlo, o ya usando de él sin consentimiento del diseño, y
contra las reglas del derecho de jentes”, subraya.
En consecuencia nuestro compatriota Agustín Aspiazu ha ratificado una tendencia
jurídica opuesta a toda acción expansionista, invasora o conquistadora, que pudiera
modificar la demarcación de las fronteras territoriales, en desmedro de la paz, de la
amistad y la integración regional. Un enfoque que se hizo patente acorde con los
requerimientos del momento histórico, pues ha invocado, con sus lucubraciones de
Derecho Internacional, al entendimiento civilizado, a fin de resguardar territorios o
fronteras, en el marco de respeto, cordura y cordialidad, por el bien común.
La moción del jurista, expresada en circunstancias que imperaba la ley del más
fuerte, alcanzó resonancia, al correr 1879, como efecto de la infausta noticia de que
Chile, en connivencia con el poder económico inglés, había tomado el Departamento
Litoral, hecho que provocó el más que centenario encierro geográfico.
Problema que concita hoy la atención de quienes administran la justicia desde La
Haya. Asimismo de la comunidad internacional que desde hace mucho tiempo se ha
dignado expresar su más firme y desinteresado respaldo a la causa boliviana. Y de
ciertos sectores sociales del pueblo chileno, obviamente. Empero la “elite” del país
vecino continúa empeñada en excluir al tribunal de la Organización de Naciones
Unidas (ONU) del debate relacionado con el tema marítimo. Insiste en que aquél no
tiene competencia para tratar dicho asunto. He ahí el ardid chileno que pretende
evitar o diluir la demanda interpuesta por Bolivia en los estrados de la Corte
Internacional de Justicia.
La demanda marítima, que radica en La Haya, ha generado una suerte de odio e
intimidación, en contra de los bolivianos. Es una actitud propia de la idiosincrasia
chilena, de los Portales, Merino, Piñera, Muñoz y tantos otros, quienes, por utilizar
un lenguaje procaz, insultante y discriminador, corroboraron nuestra afirmación.
Algunos han empleado, inclusive, palabras de orden despectivo, que hirieron la
dignidad de la población boliviana.
En suma: la inviolabilidad de territorios propugnada por Agustín Aspiazu está
vigente ahora más que nunca.
Una sugestión de carácter jurídico que cuestionó toda agresión, con fines de
segregación o despojo territorial, fue asumida, hace 150 años, aproximadamente, por
el jurista Agustín Aspiazu.
Él, con el objeto de preservar la política de buena vecindad entre los países de
Latinoamérica, lanzó la teoría relativa a la inviolabilidad de territorios, en un trabajo
interpretativo del Derecho Internacional, ampliamente difundido y comentado,
dentro y fuera de nuestras fronteras, en el Siglo XIX.
“Es inviolable el territorio de una nación. Ninguna potencia extranjera puede
apoderarse ni aún a título de seguridad propia”, anota Agustín Aspiazu, en el capítulo
III, subtítulo VI que corresponde al tema “Inviolabilidad del Territorio” – Artículo 56
-, pág. 64, de su libro “Dogmas del Derecho Internacional”, editado en la Imprenta de
Hallet & Breen de Nueva Cork, el año 1872.
“Sin esta inviolabilidad, las personas y los bienes de los particulares correrían peligro
à cada paso. De dos modos puede violarse el territorio ajeno: ya ocupándolo con
ánimo de retenerlo y señorearlo, o ya usando de él sin consentimiento del diseño, y
contra las reglas del derecho de jentes”, subraya.
En consecuencia nuestro compatriota Agustín Aspiazu ha ratificado una tendencia
jurídica opuesta a toda acción expansionista, invasora o conquistadora, que pudiera
modificar la demarcación de las fronteras territoriales, en desmedro de la paz, de la
amistad y la integración regional. Un enfoque que se hizo patente acorde con los
requerimientos del momento histórico, pues ha invocado, con sus lucubraciones de
Derecho Internacional, al entendimiento civilizado, a fin de resguardar territorios o
fronteras, en el marco de respeto, cordura y cordialidad, por el bien común.
La moción del jurista, expresada en circunstancias que imperaba la ley del más
fuerte, alcanzó resonancia, al correr 1879, como efecto de la infausta noticia de que
Chile, en connivencia con el poder económico inglés, había tomado el Departamento
Litoral, hecho que provocó el más que centenario encierro geográfico.
Problema que concita hoy la atención de quienes administran la justicia desde La
Haya. Asimismo de la comunidad internacional que desde hace mucho tiempo se ha
dignado expresar su más firme y desinteresado respaldo a la causa boliviana. Y de
ciertos sectores sociales del pueblo chileno, obviamente. Empero la “elite” del país
vecino continúa empeñada en excluir al tribunal de la Organización de Naciones
Unidas (ONU) del debate relacionado con el tema marítimo. Insiste en que aquél no
tiene competencia para tratar dicho asunto. He ahí el ardid chileno que pretende
evitar o diluir la demanda interpuesta por Bolivia en los estrados de la Corte
Internacional de Justicia.
La demanda marítima, que radica en La Haya, ha generado una suerte de odio e
intimidación, en contra de los bolivianos. Es una actitud propia de la idiosincrasia
chilena, de los Portales, Merino, Piñera, Muñoz y tantos otros, quienes, por utilizar
un lenguaje procaz, insultante y discriminador, corroboraron nuestra afirmación.
Algunos han empleado, inclusive, palabras de orden despectivo, que hirieron la
dignidad de la población boliviana.
En suma: la inviolabilidad de territorios propugnada por Agustín Aspiazu está
vigente ahora más que nunca.

CHILE NO SABE QUÉ QUIERE

PARA NO PERDER EL SUELDAZO, CAMBIA DE POSTURA


El senador y candidato presidencial del Partido Radical chileno, José
Antonio Gómez, se declaró el 29 de marzo de 2013 a favor de que
Chile devuelva una salida soberana al mar a Bolivia.
En entrevista con el Canal 24 horas, el timonel radical afirmó que "a Bolivia
hay que darle una salida al mar, incluso con soberanía", si bien precisó
que dicha solución no debe "dividir" al territorio chileno.
"Si logramos tener una salida soberana de Bolivia que sea colindante con
Perú creo que no habría problema y solucionaríamos un gran problema
de un pueblo que es hermano", argumentó Gómez.
A juicio de legislador es necesario "resolver esa situación", para lo cual "hay
caminos posibles".
Sin embargo, "se requiere la participación de un tercero, que es Perú. Perú
es quien no quiere dar la solución a Bolivia, no nosotros", afirmó Gómez,
coincidiendo con los planteamientos que ha hecho a este respecto el candidato
presidencial del PRO, Marco Enríquez-Ominami.
El también vicepresidente del Senado apuntó, en todo caso, que en el actual
escenario "no hay ninguna posibilidad de que los chilenos aceptemos lo
que plantea Evo Morales". Al mandatario boliviano "yo creo que se le ha
pasado la mano", porque "no podemos estar tratando de entregar parte de
nuestra soberanía por el ex litoral boliviano a consecuencia de que tenemos
problemas energéticos", sentenció José Antonio Gómez, aludiendo a la
propuesta boliviana de "gas por mar".

Hoy 11 de mayo 2015, luego de ser "transferido" desde el Ministerio


de Justicia al de Defensa, Gómez salió a desdecirse de tales dichos,
cuadrándose con la postura oficial del Gobierno, al que le corresponde afrontar
el juicio por la demanda que interpuso La Paz en La Haya.
"Lo que yo voy a hacer es lo que corresponde a las políticas del Gobierno.
El Gobierno en éso ha sido claro y preciso en términos de que lo que
hemos dicho, es que hay un camino que no tiene mar con soberanía. Por lo
tanto, ése es el camino que voy a seguir, como corresponde al ministro de
Defensa, con las directrices que el Gobierno me ha ordenado", señaló.
De qué soberanía hablamos cuando entregamos la riqueza
a los extranjeros

por Gabriel Salazar, historiador chileno


El Premio Nacional de Historia de Chile 2006, se refirió a los alegatos que sostienen Chile y Bolivia
en La Haya por el diferendo marítimo.
Mientras se discuten los alcances y elementos jurídicos que rodean dicho
proceso, en Santiago el historiador y profesor de la Universidad de Chile, Gabriel
Salazar sostiene que es necesario que así como las leyes y Constituciones, los
tratados entre distintos Estados sean materia de actualización y revisión para
adaptarlos a las distintas circunstancias históricas que se van presentando
conforme pasa el tiempo, y no deben ser considerados de manera rígida.

Además, el Premio Nacional de Historia 2006, señala que es incongruente por


parte de Chile hablar de soberanía, en momentos en que gran parte de nuestros
recursos y riquezas son entregados de manera expedita a intereses extranjeros.

Chile ha basado su argumentación sobre el diferendo marítimo con Bolivia en la


intangibilidad de los tratados, y en general en el ámbito jurídico. ¿Es sostenible
proyectar en el tiempo ese argumento?

Así como también las constituciones políticas tiene que ser también eliminadas
para dictar nuevas, como estamos viviendo ese proceso en Chile, creo que la
legalidad tiene una vigencia determinada, históricamente acotada, y lo mismo
vale para los tratados. Yo creo que el tratado de 1904 y todos los tratados que se
firmaron con Perú y Bolivia, después de la guerra del Pacífico, son tratados que,
de alguna manera, establecieron las condiciones del vencedor de la guerra, y
establecieron un aparente statu quo, un tratado de paz, en el fondo, para que no
continuara la guerra, pero tendía a consolidar y rigidizar un estado de cosas que
no podía ser, sino transitorio. Bolivia y Perú fueron derrotados, y en esa condición
tuvieron que firmar los tratados respectivos, y perdieron lo que perdieron. Pero
eso tiende a cambiar con el tiempo. Las fronteras fijadas de esa manera, están
acotadas a una situación determinada, y con el correr del tiempo, pienso yo,
como historiador, la historicidad exige muchas veces, que esos tratados sean
revisados, y sean actualizados, porque la condición de vencedor/vencido, es una
situación del momento, es epocal, digamos diez o veinte años, pero no eterna.

Entonces creo que el alegato chileno en La Haya es un alegato que se aferra a la


permanencia perpetua de los tratados, entonces tiene la debilidad justamente de
que no reconoce que los procesos históricos van cambiando y se van
transformando en el tiempo, y a la vuelta de ciento y pico años es evidente que
las condiciones entre Chile y Bolivia han cambiado. Creo que por ese lado el
alegato chileno es muy patriotero, quiere rigidizar las cosas y mantener la
condición de vencedor en el tratado, y eso creo que está un poco en el aire,
porque las cosas cambian y requieren que todas las leyes deban ser actualizadas
en algún momento.

¿Qué le parece la estrategia de Bolivia de llevar su demanda marítima a la Corte


Internacional de Justicia de La Haya?

La estrategia de Bolivia, pienso yo como historiador, está bien concebida desde el


punto de vista que ella,acoge lo que estaba planteando, es decir que los tratados
necesitan ser revisados, después de cien años en que las cosas cambian. Ahora es
un hecho real, concreto y rotundo, que Bolivia se quedó sin mar después de esa
guerra y de ese tratado. Y en este mundo actual, que está globalizado, donde las
comunicaciones son ultra rápidas, internet, el mundo está convertido en una
aldea. Y mientras más globalizado estemos, mientras más aldea mundial seamos,
las fronteras valen menos, como en Europa. En Europa existen las fronteras y se
respetan los tratados, pero la gente pasa y traspasa encima por un tema de la
ciudadanía de toda la Unión Europea. Entonces es realmente inconcebible que en
América Latina, en donde todos somos hispanoamericanos, hablando el mismo
lenguaje, tenemos la misma memoria, la misma tradición, no tengamos una
unidad como país que relativice la importancia de las fronteras, y yo creo que
desde esa perspectiva de un mundo globalizado, de países vecinos que
necesitan interpenetrarse e integrarse para producir su desarrollo común,
necesitan revisar sus tratados a efectos de lograr esa unidad. No es cuestión de
darle soberanía a Bolivia y nosotros quedamos menoscabados, eso es un
lenguaje decimonónico. Creo que ahí radica la debilidad chilena, los bolivianos
tienen la ventaja de que están pidiendo la actualización de un tratado en
función de razones válidas, que en rigor son válidas.

¿El general de la sociedad chilena tiende a identificarse con el discurso o visión


de las élites sobre el tratamiento de los problemas entre Chile y Bolivia, tanto
en los tiempos de la guerra del Pacífico como cada vez que resurge este tema?

Sí y no. Porque es un hecho que el Ejército que ganó la guerra del Pacífico, o los
ejércitos que ganaron la guerra, estaban compuestos de rotos, y los rotos en esa
guerra no perdían ni ganaban nada. Simplemente ellos los llevaron para pelear y
murieron por miles y miles, y los que se beneficiaron fueron, en definitiva, la
élite empresarial chilena y la élite empresarial inglesa, con otras nacionalidades
que estaban involucradas en la cuestión del salitre. Fue una especie de capital
internacional que se fue metiendo ahí, con mayoría inglesa y con minoría
chilena, en última instancia.

Entonces, los rotos, de hecho, combatieron por principios y conveniencias que


no eran las de ellos, sino de las élites, e incluso élites internacionales. Y dieron la
sangre, y ganaron la batalla y se prestigiaron como ejército de rotos, por eso el
Ejército chileno, después de la guerra del Pacífico, quedó prestigiado a los ojos
de los mismos rotos, porque ellos ganaron esa guerra, eso está claro.

Todas las descripciones de las batallas nos revelan que gracias al empuje de los
rotos, los mineros, se obtuvo esa victoria. Entonces, pasa que el pueblo chileno se
prestigió a sí mismo, a través del Ejército en esa guerra, y en esa medida, al
prestigiarse a sí mismos, también le dio el apoyo a la élite, entonces eso es
complicado, por un lado, porque las glorias del Ejército, que son las glorias del
Ejército de rotos, son las de Chile y nadie quiere negar esas glorias, pero en la
práctica, más allá de la guerra, más allá de los intereses capitalistas, en el norte de
Chile conviven peruanos, bolivianos, chilenos y tenemos peruanos aquí en
grandes cantidades en Santiago, estamos cada día comiendo más cocina peruana.
Entonces, lo que pasa es que hay integración real de los pueblos, pero no de los
Estados, y no de las élites que se agarran de los Estados, y lo que pasa en Bolivia y
con su pueblo es que es obvio que ellos no tienen mar, y les duele que les hayan
quitado la provincia que tenía acceso al mar, entonces el pueblo boliviano apoya,
en ese sentido, las pretensiones del Estado boliviano, pero eso no significa que se
identifiquen con las élites. Es un problema real para el país, sin lugar a dudas. La
cosa tiene muchos bemoles. Un historiador social tiene que preocuparse de todos
los aspectos del problema, y no sólo del tratado en sí. Hay que recordar que en
esa época Chile entregó soberanía gratuitamente. La patagonia, la puna de
Atacama, y ese tema no se toca en Chile.

Qué le parece que se hable de soberanía marítima, en momentos en que en


Chile el mar está prácticamente privatizado

Hablamos mucho de soberanía chilena sobre el territorio, pero resulta que la


soberanía nacional, por ejemplo sobre el agua, el agua está privatizada,
entonces dónde está la soberanía ahí. Poco a poco los ríos están siendo
privatizados. El cobre de hecho está privatizado, a pesar de que una parte es de
Codelco, pero la mayoría está en manos extranjeras. Entonces qué tanto
hablamos de soberanía, cuando estamos entregando la riqueza de este país a
los extranjeros en masa. Hasta la educación.

Están apareciendo universidades extranjeras dentro de Chile que se están


apoderando de ciertos procesos educativos. Hay incongruencias en todos estos
planteamientos. Yo creo que la frase del Presidente boliviano fue muy buena,
“qué tanto hablan ustedes de una democracia dinámica si no hay cambiado la
Constitución de Pinochet”, lo encontré genial.

En una entrevista hace algún tiempo, usted mencionó que Chile, teniendo un
amplio litoral, debería ser capaz de entregar alguna porción a Bolivia.

Mirado históricamente, el tema de la costa, también es un contrasentido, porque


Chile con 4 mil 200 kilómetros de costa, ya a comienzos del siglo XIX, 1830 por
ejemplo, cuando no estaba el canal de Panamá, ni se podía navegar mucho por el
cabo de Hornos, Chile era el país de la costa del Pacífico que podía haber estado
destinado a conquistar los mercados del Pacífico: China, Japón, Filipinas, la India
al frente. Por tanto, la vocación de un país que tiene 4 mil 200 kilómetros de costa
es una vocación marítima. Y Chile estaba destinado, por ubicación geográfica e
histórica, en ese tiempo, a conquistar el Pacífico, pero no. Los gobiernos de
Portales, de ese período, les entregaron el Pacífico a los ingleses, y le convirtieron
a Valparaíso en la base de operaciones para que los ingleses conquistaran el
Pacífico, en cambio Portales y compañía se preocuparon de quitarles un par de
provincias a los peruanos y bolivianos. Entonces, no utilizaron la costa como un
criterio para desarrollar el país, porque fue una conquista territorial tierra adentro
la que se hizo hacia el norte.

Entonces seguimos teniendo 4 mil 200 kilómetros de costa más todavía que en
1830, y qué más da que los bolivianos tengan un territorio para poner un puerto
para embarcar y desembarcar su mercadería. Hay una serie de contrasentidos
en nuestra historia. Si hubiéramos sido un país marítimo y que ocupamos toda la
costa porque dominamos el Pacífico, te creo. No les demos ni un milímetro de
costa a nadie. Pero no, este es un país de vocación terrícola. Si hasta Agustín
Edwards cuando se viste de chileno se pone un ponchito de huaso.

Bolivia en La Haya

Jaime Martínez

Aunque no lo queramos, los hombres del Siglo XXI somos parte de un


mundo globalizado, en el cual la información circula con velocidad
impresionante, y permite a cualquier persona enterarse de los
acontecimientos sucedidos en todo el mundo; por eso ahora hay, ya, una
opinión pública mundial capaz de discernir, y, en su caso, presionar para
que la justicia se establezca en todos los rincones del mundo, como lo
vemos en manifestaciones realizadas en los lugares más insólitos
pidiendo esto o aquello, para gente que vive en lugares distantes.
Nada nos es ajeno en este mundo donde está brotando la voz de la
solidaridad, que grita por las víctimas de Boko Harán o ISIS, en
Latinoamérica; o la palabra que demanda justicia para los
afroamericanos maltratados en EEUU, y se levanta en Australia o
Indonesia. Por eso, la demanda boliviana que se ventila en La Haya está
siendo oída y valorada por millones de personas a lo largo del mundo.
Esa gente ha escuchado las fundamentaciones de los dos litigantes ante
la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y, de una manera u otra, se ha
formado por lo menos una idea de la cuestión.
La CIJ de La Haya es un foro de resonancia mundial, donde habla la voz
de la razón, encarnada en el Derecho; y donde también está comenzando
a hablar al mundo entero, la historia de una guerra de conquista y
despojo de Chile a Bolivia. El Derecho trata sobre la legítima facultad de
alguien para poseer un bien. Bolivia ha sido y es, un país pacífico que ha
enfrentado invasiones y ha tenido que defenderse.
En el caso del Litoral, Chile lo ha ocupado en un acto de piratería,
desembarcando tropas en Antofagasta, sin haber declarado la guerra a
Bolivia. Se trata, por lo tanto, de un acto de despojo, de un robo. ¿El
Derecho consolida en alguno de sus principios la posesión del objeto
robado, o de uno obtenido mediante el chantaje o la estafa? Otra
pregunta: Si hubo guerra justa que le permita a Chile apropiarse de un
territorio, ¿cuál ha sido el motivo que lo empujó a defenderse contra
Bolivia que atentaba contra sus posesiones, como Estado?
Al demandar Bolivia a Chile ante la CIJ está mostrando su vocación de
diálogo; su aceptación de los principios del Derecho; su sentido de
justicia, y la confianza de que los jueces han de actuar con probidad,
imparcialidad, en estricto cumplimiento de los principios racionales que
fundamentan la ciencia del Derecho; está mostrando su posición
pacifista. Está pidiendo que Chile cumpla con sus compromisos,
libremente hechos a nuestro país, en varias oportunidades, después de
haber firmado el tratado de Bogotá, de entrar en negociaciones con el
objeto de otorgarle una salida soberana al océano Pacífico. Esto último es
fundamental, pues, si Chile se ha comprometido, y no ha cumplido, la
Corte Internacional de Justicia tiene competencia para tratar la
controversia planteada, porque esas ofertas incumplidas han sido hechas
durante el gobierno chileno de Gabriel Gonzales Videla, en 1950; y por el
presidente Augusto Pinochet, en 1975.
Por otra parte, ningún principio jurídico prohíbe que las partes en
conflicto puedan revisar y renegociar un tratado; lo contrario sería
condenar a un país a estar sometido permanentemente a los intereses del
otro, lo cual es irracional, además de injusto. En el campo del Derecho
Civil o Penal, es válido revisar un contrato considerado por uno de los
firmantes como injusto, o impuesto por la fuerza; y, además, hay el
Derecho de Alzada. Que los tratados han sido revisados lo vemos, por
ejemplo, en el caso del Canal de Panamá, con el acuerdo Carter-Torrijos,
que devolvió ese bien a Panamá, no obstante haberlo tomado EEUU a
perpetuidad.
A la aplicación de estos principios jurídicos se opone Chile,
considerándolo únicamente un tema bilateral, porque sí, porque “somos
más fuertes (que los bolivianos) con las armas que con el Derecho y la
Diplomacia”; porque, nosotros, la élite gobernante chilena, queremos
seguir explotando a Bolivia para enriquecernos nosotros, no nuestro
pueblo; porque nuestros negocios, los de unos cuantos, pueden ser
afectados con esa revisión de Tratados; en suma, porque queremos oír
nuestros intereses, y no la voz de nuestro pueblo, que como todos los
pueblos tiene sentido de justicia, y en el que hay mucha gente que apoya
a Bolivia.
El autor es Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua,
Correspondiente de la Real Española.

UNA SEMANA EN LA HAYA


por Waldo Silva Alfaro
No cabe duda que los días del 4 al 8 de mayo quedarán, en la memoria de
los bolivianos, como aquellos en los que, por fin, logramos llevar ante los
jueces del alto tribunal de justicia de La Haya, al país más agresivo y
peligroso de esta parte de la región, el que nos causó el más terrible daño
que se le puede provocar a otro país, tan sólo para satisfacer su
incontrolable deseo de riqueza para sus grupos de poder.
Esta primera confrontación fue solamente para evitar que los invasores
posesionen su impertinente planteamiento de que, según ellos, la Corte
Internacional de Justicia (CIJ) NO es competente para ver el asalto
perpetrado en contra del pueblo boliviano en 1879 y que fue legalizado,
según ellos, con un forzado “Tratado de Paz y Amistad”, aunque ni
siquiera entienden el significado de esas palabras, porque nunca
tuvieron la menor intención de cumplirlas en sus relaciones con nuestro
país.
Por el contrario, continúan asaltando los recursos naturales de Bolivia,
como las aguas del río Lauca, las aguas de los manantiales del Quetena
(Silala), diferentes recursos minerales próximos al salar de Uyuni como
el bórax y muchos otros bienes que salen sin control de Bolivia hacia ese
país.
En mi personal opinión, pienso que si la CIJ no atiende nuestro clamor
de justicia, no debemos sentirnos perdidosos ni nada por el estilo y, por
el contrario, debemos continuar difundiendo esos hechos para que el
mundo conozca la calidad de “vecinos” que tenemos, quienes con una
invasión para asaltar propiedad ajena, se creen propietarios de esos
territorios y difunden su delito por el mundo con un filme con el título de
“Epopeya”.
En relación con el pedido del juez japonés Dr. Hisashi Owada para
definir qué entendemos por “Acceso soberano al mar”, bastaría decirle
que es la “libertad para vivir sin controles, respeto a las propiedades de
un país vecino y, dignidad para desenvolvernos como seres humanos,
como cualquier otro pueblo”. También debemos estar muy agradecidos
por la excelente participación de nuestros ex presidentes y sobre todo a
nuestro equipo de juristas internacionales, quienes están dando a
conocer a la CIJ, con claridad y valentía, la infamia que estamos
soportando por más de 136 años, como prisioneros de un país
expansionista que pretende mantener una invasión largamente
preparada, para continuar beneficiándose por siempre con su delito.
Pero lo pasado ya es pasado y lo que ahora nos corresponde a los
bolivianos es prepararnos para el presente y el futuro con mucho estudio
y trabajo, sin demagogia, para construir un verdadero país democrático,
porque si continuamos como lo hacemos hasta ahora, ni la Corte
Celestial estará dispuesta a atendernos.

Bolivia responde a la CIJ y explica que


soberanía es asunto de fondo
Litigio.- La CIJ publicó las respuestas que solicitó el magistrado Hisashi Owada
La Razón (Edición Impresa) / Mauricio Quiroz - 21 de mayo de 2015 – La Paz

La definición de “acceso soberano al mar” es un asunto que hace al fondo del


juicio planteado ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ).  Ésta fue la respuesta
que Bolivia entregó en La Haya a solicitud del magistrado japonés Hisashi Owada.
Chile, por su lado, sostuvo que este concepto está vinculado con la solicitud de
Bolivia de acceder “con soberanía plena” a territorio costero y luego insistió que, con
ello, se pretendería modificar el Tratado de 1904, un extremo que también fue
negado en los escritos presentados a la Corte.

El juez Hisashi había preguntado, al finalizar los alegatos orales realizados entre el
4 y 8 de mayo, qué es lo que entendían Bolivia y Chile sobre “acceso soberano al
mar”, un concepto —según dijo— que no se halla en el derecho consuetudinario
internacional. Además, la autoridad internacional solicitó a ambas partes que
expliquen “el contenido específico de este término tal como lo utilizan para fijar sus
posiciones sobre la cuestión de la competencia de la Corte”.

PROCESO. Las respuestas de ambos países se entregaron, por escrito, en los


plazos establecidos por la CIJ a Philippe Couvreur, secretario del alto tribunal (13 de
mayo para la primera contestación y dos días después para las réplicas,
observaciones y comentarios). Los textos se publicaron ayer en el sitio oficial de
esta entidad, el máximo tribunal de justicia de la Organización de Naciones Unidas
(www.icj-cij.org).

“El contenido específico del acuerdo de partes (sobre el acceso soberano) (...)
claramente no es materia para una determinación en la fase preliminar de los
procedimientos y debe ser asumido en la fase de fondo”, se lee en el documento —
redactado originalmente en inglés— y traducido de manera no oficial en esta
redacción.

Al respecto, el representante internacional de la demanda marítima, el expresidente


Carlos Mesa, sostuvo ayer, en un contacto telefónico con La Razón, que “hay una
respuesta clara de Bolivia” en la que se explica que este asunto está vinculado al
fondo del juicio. “Hay dos partes en la demanda de Bolivia, una que dice que la
obligación de Chile de negociar se concretará en una segunda fase cuando, como
producto de esa negociación, se defina un acceso soberano al mar para Bolivia.
Dado que eso no se puede presumir, —cuál va a ser el desarrollo de la negociación
y cuáles van a ser las características que cada parte va a plantear— la definición del
acceso soberano al mar, como concepto, no corresponde ahora. Este es un tema
que hace al fondo del juicio (...) en caso de que la Corte falle a favor de la
negociación”, puntualizó.

Más temprano, el excanciller Armando Loaiza comentó a este medio que el proceso
de redacción de la respuesta fue meticuloso, en función de argumentos concretos y
sobre la base de “una alta ingeniería jurídica”.

En la primera respuesta de Chile (13 de mayo), firmada por su agente ante la Corte
Felipe Bulnes, se repasan los argumentos, presentados en 2013 por Bolivia, para
solicitar a la Corte que declare que ese país está obligado a negociar un acceso
soberano. “El significado de la expresión ‘acceso soberano al mar’, como se usa por
Chile en la formulación de su objeción, es el mismo que el utilizado por Bolivia en su
demanda”, precisa el documento publicado ayer y que ratifica que esta cuestión
implicaría modificar el Tratado de 1904, que definió las fronteras entre ambos
países. Además comenta que con las respuestas, Bolivia estaría alejándose de su
demanda original.

Al respecto, Bolivia observó (15 de marzo) que “las respuestas de Chile se limitan a
repetir el argumento de que el Tratado de 1904 es supuestamente incompatible con
la obligación de negociar un acceso soberano al océano Pacífico (...) y no menciona
que todas estas referencias provienen de las propias declaraciones unilaterales”.
Tras la fase de alegatos y preguntas, la CIJ debe deliberar en reserva para emitir un
fallo en los próximos meses. Se prevé que la sentencia llegue a finales entre
septiembre y diciembre de este año.

Proceso legal en La Haya

Ruta

En 2013, Bolivia solicitó a la CIJ que emita un fallo que declare que Chile tiene la
obligación de negociar un acceso soberano al mar. Un año después, el país
fundamentó este pedido en una memoria, cuyo contenido se mantiene en reserva
mientras la Corte resuelva la objeción de competencia

Alegatos sobre la tuición

‘Minijuicio’

Tras la argumentación boliviana, en abril de 2014, Chile debía presentar su


“contramemoria” en noviembre de ese año, pero objetó en julio la competencia de la
Corte sobre este caso. Para ello invocó el Pacto de Bogotá de 1948 que desconoce
la tuición de tribunales para casos anteriores a ese año.

Mesa: Bolivia sí respondió al juez Hisashi Owada

“Bolivia sí ha respondido a la pregunta del juez Hisashi Owada, y lo que ha


respondido es que éste no es un tema que haga a la cuestión de la demanda
preliminar de incompetencia, sino es un tema que hace al juicio de fondo. En
consecuencia, el concepto de acceso soberano al mar no es pertinente responderlo
en este momento”. [Carlos Mesa, representante de la demanda marítima]

Muñoz: Chile insiste en la incompetencia de la Corte

“Esperamos que esta respuesta de Bolivia sea considerada por los jueces. Si Bolivia
no la responde es porque responderla significaría reconocer que eso se contrapone
al Tratado de 1904, que estableció de manera definitiva la frontera entre ambos
países, que esto se contrapone con el artículo sexto del Pacto de Bogotá. La Corte
tiene que declararse incompetente”. [Heraldo Muñoz, canciller de Chile]
Soberanía: ‘Bolivia respondió con toda la madurez posible’

“Si Chile tiene alguna versión al respecto es solo una opinión de ellos. Cuando la
Corte se manifieste en un fallo de su competencia o no, recién vamos a poder
hablar del espíritu mismo de la demanda, por el momento Bolivia ha respondido a
las preguntas con toda la madurez y seriedad del caso. Esperamos un informe
oficial, somos respetuosos de la demanda”. [Senadora Patricia Gómez]

La Haya: ‘Hay mucho interés por conocer la demanda’

“Ha sido importante que ambos países hayamos expuesto en esta etapa de objeción
preliminar el contenido de lo que busca Bolivia y lo que busca Chile. Es la primera
vez que Chile se ha visto obligado a explicar a la comunidad internacional. Muchos,
a partir de las exposiciones de nuestros abogados, tienen interés por conocer
profundamente (la demanda)”. [Canciller David Choquehuanca]

Respuestas al magistrado Hisashi Owada

Pregunta

En los procedimientos orales y en los documentos escritos (...) se usó la expresión


“acceso soberano al mar”. Este no es un término reconocido en el derecho
consuetudinario internacional. Les agradecería a ambas partes definir el sentido de
ese término tal como cada una la entiende y que nos expliquen el contenido
específico de ese término tal como lo utilizan para determinar sus posiciones sobre
la cuestión de competencia de la Corte.

Bolivia

13 de mayo

Con respecto a la relevancia de esta cuestión a la jurisdicción de la Corte, Bolivia


señala que este caso es el que Chile aceptó varias veces negociar “el acceso
soberano de Bolivia al océano Pacífico” para resolver el problema de
enclaustramiento geográfico. En la medida que el significado de ese término y su
contenido específico puede ser definido, es necesario determinar un entendimiento
de las partes en los acuerdos sucesivos que han celebrado (sobre el acceso
soberano al mar). Bolivia sostiene respetuosamente que claramente ésta no es una
cuestión de la etapa preliminar de las actuaciones (acción de incompetencia
planteada por Chile) y que se debe iniciar el juicio de fondo (...) A los efectos de la
competencia, basta señalar que el acuerdo de negociar y el resultado final de dichas
negociaciones son dos cuestiones distintas y separadas. La modificación hipotética
del Tratado de 1904, en algún momento futuro, es un tema de especulación que
claramente no está en cuestión en este caso. Además, las partes han acordado, en
varias ocasiones, que la concesión del acceso soberano de Bolivia al océano
Pacífico es independiente del Tratado de 1904 y que no requiere ninguna
innovación del pacto. El amplio conocimiento de las partes, en cuanto a la definición
de “acceso soberano al mar”, tal como se refleja en sus sucesivos acuerdos para
negociar y las diversas propuestas para encontrar una solución, es que Chile debe
otorgar a Bolivia su propio acceso al mar con soberanía en la conformidad con el
derecho internacional.

15 de mayo (observaciones)

La respuesta de Chile se limita a repetir el argumento de que el Tratado de 1904 es


supuestamente incompatible con la obligación de negociar el acceso soberano al
océano Pacífico. Con respecto a las posibles modalidades de acceso soberano, la
respuesta de Chile es engañosa. Se hace varias referencias a “cesión territorial”
incluidas en la memoria de Bolivia, pero no menciona que todas estas referencias
provienen de las propias declaraciones unilaterales de Chile o de sus acuerdos
repetidos para negociar el acceso soberano. La respuesta de Chile no hace más
que confirmar lo que se acordó en ocasiones sucesivas, aunque la existencia y el
contenido específico de ese acuerdo es claramente un asunto que hace al fondo del
caso (...) La respuesta de Chile invoca a la memoria de Bolivia (…) sin reconocer
que simplemente se reproducen términos de las propias declaraciones de Chile o de
sus acuerdos con Bolivia celebrados independientemente del Tratado 1904. El
argumento expuesto expresando que “Bolivia busca una sentencia que obligue a
Chile a conceder una salida soberana al océano Pacífico” no es cierto. Bolivia
solicita a la Corte que declare que Chile está obligado a negociar con el fin de llegar
a un acuerdo que otorgue al país una salida soberana al mar, independientemente
del Tratado de 1904.

Chile

13 de mayo

El punto de partida debe ser la solicitud de Bolivia (…) allí se refiere a “un acceso
plenamente soberano al océano Pacífico”. En la memoria de Bolivia (cuyo contenido
se mantiene en reserva mientras se resuelve el incidente de incompetencia
planteado por Chile) indica con mayor precisión lo que entiende por “acceso
soberano al mar”. En el párrafo 410 se refiere a “una salida soberana al mar para
Bolivia, que será efectuada por una transferencia de territorio a Bolivia desde Chile”
(...) El significado de la expresión “acceso soberano al mar”, como se usa por Chile
en la formulación de su objeción a la jurisdicción, es el mismo que el utilizado por
Bolivia en su demanda y memoria. Chile considera que al pedir a la Corte que
declare que tiene la obligación “de conceder un acceso de Bolivia plenamente
soberano al océano Pacífico”, tiene la obligación de transferir a Bolivia soberanía
sobre territorio costero bañado por el océano Pacífico. La importancia de esto para
la objeción a la jurisdicción de Chile es que en el artículo dos del Tratado de Paz de
1904, Bolivia y Chile establecieron la asignación de la soberanía sobre el territorio y
en el artículo seis de ese mismo tratado que Chile cede “a favor de Bolivia a
perpetuidad el derecho más completo y sin restricciones de tránsito comercial en su
territorio y de sus puertos del Pacífico”. El Tratado de Paz de 1904 estableció (…)
que el acceso al océano Pacífico que Bolivia tiene derecho no es el acceso
soberano. La solicitud de Bolivia (busca) perturbar lo establecido en el Tratado y por
lo tanto está fuera de la jurisdicción de la Corte por la fuerza del artículo sexto del
Pacto de Bogotá.
15 de mayo (observaciones)

El significado de la solicitud de Bolivia no puede derivar en la consideración de la


cuestión de fondo (de esta demanda) por parte de la Corte (…) Esto significa
exactamente el tipo de problema que puede y debe ser determinado en una etapa
preliminar a fin de decidir si la Corte tiene jurisdicción. Si el enfoque de Bolivia fuera
correcto, un Estado demandado debe dejar de responder sobre el sentido de fondo
de una demanda (…) Como Chile destacó en su respuesta a la pregunta del juez
Hisashi Owada, está claro que Bolivia pretende que se declare que Chile tiene la
obligación de llegar a un acuerdo para transferir soberanía sobre el territorio costero.
Bolivia ahora se niega a enunciar el punto que está de manera explícita en su
memoria porque está claro que es una petición objetivamente incompatible con el
Tratado de Paz de 1904 y por lo tanto fuera de la jurisdicción de la Corte por la
fuerza del artículo sexto del Pacto de Bogotá. La referencia de Bolivia a “una zona
especial o alguna otra solución práctica” y su insistencia en que las modalidades del
acceso reivindicado no son competencia de la Corte pretende ser una retirada de la
posición adoptada en su memoria en la que se consagró la expresión “acceso
plenamente soberano”. Chile reitera que su objeción preliminar debe ser decidida
sobre la base de la memoria.

La cuenta sigue: los otros actos unilaterales de Chile...

En los alegatos de la primera semana de mayo en La Haya, los abogados bolivianos


mencionaron varios actos unilaterales que no figuran de manera directa o central en
el documento de la Solicitud presentado en 2013. A continuación se desarrollan
siete actos unilaterales de Chile que no fueron objeto de mucha atención.

Los alegatos bolivianos de la anterior semana en la Corte Internacional de Justicia


(CIJ) sacaron a colación no pocos actos unilaterales de Chile que no figuran en la
“Solicitud para instaurar procedimientos ante la Corte Internacional de Justicia”.
Estos actos muestran otros compromisos adicionales de ese país que expresan su
disposición a negociar con Bolivia una salida al mar o, en un caso particular
(Tratado de Lima), de dejar por escrito el estado pendiente de un corredor para
Bolivia en el área del territorio peruano cautivo.

Pueden identificarse seis actos de esta naturaleza realizados por Chile, más allá de
los que se desarrollaron en abundancia en este suplemento y que constan en el
documento de la “Solicitud”: el Tratado de Transferencia de Territorios (1895), el
Acta Protocolizada de 1920, el intercambio de notas de 1950, las negociaciones de
Charaña y sus correspondientes declaraciones conjuntas (1975-1978), y la
Resolución de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos
(1983).

Los seis momentos que ahora serán desarrollados fueron aludidos por los abogados
de Bolivia durante los alegatos de la primera semana de mayo. Son: la declaración
de Domingo Santa María (primero como Canciller y luego como Presidente); las
nota de 1923, la respuesta de 1926 a la Propuesta Kellogg; el artículo 1 del
Protocolo de Lima; la declaración del presidente Gabriel González Videla en 1948;
la nota “Trucco” de 1961; y la mención chilena en el juicio de Perú contra Chile en
2012. Las manifestaciones expresas de ese país, sin embargo, son aún más.
1. SANTA MARÍA. “No olvidemos por un instante que no podemos ahogar a
Bolivia... Privada de Antofagasta y de todo el Litoral que antes poseía hasta el Loa,
debemos proporcionarle por alguna parte un puerto suyo, una puerta de calle, que le
permita entrar al interior sin zozobra, sin pedir venia. No podemos ni debemos matar
a Bolivia”, dijo el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Domingo
Santa María, el 26 de noviembre de 1879. Ya como presidente, pocos años
después, reiteró ese mismo pedido también poniendo énfasis en el verbo “deber”. Si
bien esta declaración estuvo resaltada por la abogada de Bolivia Chemillier-
Gendreau en su intervención del viernes 8 de mayo, hay que recordar que
declaraciones de este tipo fueron reiteradas a lo alargo de la historia por otros
presidentes chilenos y sus autoridades competentes en temas relacionados con las
relaciones exteriores, como cancilleres y embajadores.

Así, no solo la declaración de Santa María (que podría dar reparos por haber sido
dicha muchos años atrás), sino también las posteriores pueden ser consideradas
como actos unilaterales que crean una obligación. Esto podría darse por descontado
si se considera el juicio en la CIJ de Australia y Nueva Zelanda contra Francia
(1974) para que éste último cese de realizar ensayos con armas nucleares en la
atmósfera del archipiélago de Mururoa porque la contaminación radiactiva se iba
elevando en los países demandantes al estar más o menos cerca de Mururoa.

El Ministro de Defensa francés, en el curso de una entrevista para la televisión


francesa, declaró el 16 de agosto de 1974: “El Gobierno francés ha asegurado que
las pruebas nucleares de 1974 serán las últimas que se desarrollen en la
atmósfera”.

Esto bastó a la CIJ para fallar a favor de Australia y Nueva Zelanda, pues una
autoridad competente en el tema en disputa (el ministro de Defensa de Francia)
había hecho público un compromiso unilateral. Si bien se puede decir que la
declaración de Santa María es del siglo XIX, Bolivia tiene numerosas declaraciones
y documentos firmados por autoridades chilenas competentes que se manifestaron
en el sentido de que se debía dar una salida a la costa propia a Bolivia más allá del
Tratado de 1904.

2. LAS NOTAS DE IZQUIERDO. Otro acto de Chile que fue mencionado (también


por Chemillier) fue la nota de canciller chileno Luis Izquierdo en febrero de 1923.
Esta autoridad escribió una nota al canciller boliviano Ricardo Jaimes Freyre en la
que señaló que el Gobierno de Chile “mantiene el propósito de oír con el más
elevado espíritu de conciliación y equidad, las proposiciones que quiera someterle el
Gobierno boliviano para celebrar un nuevo Pacto que consulte la situación de
Bolivia, sin modificar el Tratado de Paz y sin interrumpir la continuidad del territorio
chileno”. Esta nota es otra prueba de que, como dijo la defensa boliviana en La
Haya, el mundo no comienza y acaba con el Tratado de 1904.

“La letra del Canciller de Chile, de 23 de febrero de 1923, ¿debe dejarse de lado
como sugiere la otra parte (la defensa chilena)?”, cuestionó la jurista el viernes 8 de
mayo. Esto se dio poco después del juicio que intentó iniciar Bolivia en la Corte
Permanente de Justicia de la Liga de las Naciones (1920). Ya existía en curso un
arbitraje internacional conducido por Estados Unidos respecto de la soberanía de
Arica y Tacna, territorios que aún no estaban definidos ni para el Perú ni para Chile.
3. PROPUESTA KELLOGG. El Departamento de Estado de Estados Unidos
mediaba a inicios de los años 20 del siglo pasado la definición por Perú o Chile de
Arica y Tacna mediante el plebiscito que debía realizarse de acuerdo con el Tratado
de Ancón (1883). El arbitraje definió que no habían condiciones para realizar un
plebiscito. En efecto, Chile amedrentaba a los pobladores peruanos de esos
territorios para buscar desplazarlos y, además, trasladaba a chilenos para que así,
en la votación, ganase su país, por lo que luego del fallo que desechaba el
procedimiento democrático, los Estados Unidos presentó varias propuestas a Chile
y Perú. El secretario de Estado, Frank Billings Kellogg, sin paciencia por el rechazo
a sus planteamientos de división territorial, decidió presentar su última propuesta:
que Perú y Chile cedan a perpetuidad en favor de Bolivia los territorios de Tacna y
Arica.

Sobre este hecho de la historia, Chemillier recordó en su alegato una parte de la


respuesta chilena: “En su memorando de respuesta, el ministro chileno de Asuntos
Exteriores, el señor Jorge Matte, recordó que no había jamás rechazado la idea de
conceder a Bolivia una banda de territorio y un puerto, sin embargo él constata que
la cuestión queda pendiente hasta el presente. Así, el Tratado de 1904 no resolvió
todo y la solución propuesta por el mediador dejó intactas las disposiciones del
Tratado.”

Sin embargo, en los alegatos no se señaló que en el memorando de respuesta a


Kellogg, párrafos más abajo, Chile dice: “En este sentido, el Gobierno de Chile
accede a considerar, en principio, la proposición, dando con ello una nueva y
elocuente demostración de sus propósitos de paz y cordialidad”. Es decir que Chile
accedió a considerar la cesión en favor de Bolivia.

4. TRATADO DE LIMA. Tras el fracaso de la mediación estadounidense para definir


los territorios de Tacna y Arica de acuerdo con lo establecido en Ancón, en 1929,
Chile y Perú firmaron el Tratado de Lima. El artículo uno del protocolo
complementario de este pacto siempre fue visto como negativo al derecho boliviano
a un acceso soberano al mar, pues delega a un tercero (Perú) la futura posible
decisión de un acceso boliviano a la costa: “Los gobiernos del Perú y de Chile no
podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o
parte de los territorios que, en conformidad al Tratado de esta misma fecha, quedan
bajo sus respectivas soberanías, ni podrán, sin ese requisito, construir, a través de
ellos, nuevas líneas férreas internacionales”, dice dicho artículo.

De lo negativo de la llamada “llave” que tendría Perú para el acceso de Bolivia al


mar, los abogados de Bolivia sacaron lo pertinente para el objeto de la demanda: se
trata de una aceptación directa, unilateral, de Chile de que tiene asuntos pendientes
con Bolivia.

“Ésta (el artículo 1 del Protocolo Complementario del Tratado de Lima) es una
cláusula muy poco frecuente y no compromete más que a los Estados signatarios y
se considera justificada por las negociaciones ya iniciadas entre Bolivia y Chile para
la transferencia a Bolivia de toda o parte del territorio que en aquel entonces
correspondía a Chile, es decir, que confirma la existencia de una cuestión
pendiente, así como la necesidad de resolver esta cuestión fuera de los términos del
Tratado de 1904”, dijo Chemillier sobre este punto.
5. GONZÁLEZ VIDELA. Antes del intercambio de notas diplomáticas entre Bolivia y
Chile, desde 1946 el presidente del país vecino, Gabriel González Videla, se
manifestó a favor de la cesión de una franja boliviana al Pacífico y comenzó una
negociación. Este presidente quería que se vincule su nombre a una solución
histórica definitiva. Las notas del 50 (que figuran en el documento de la “solicitud”
boliviana) son el resultado de la favorable disposición de González desde 1946.

“Consecuente con la tradición de la Cancillería chilena, y ratificando mi profundo


espíritu americanista, nunca me he negado a conversar sobre la aspiración portuaria
de Bolivia. Así lo expresé en San Francisco, en nombre del Gobierno chileno,
cuando fui delegado gubernamental a esa Conferencia. Al asumir el mando, en
1946 el Presidente (Enrique) Hertzog, de Bolivia, me recordó la promesa, y yo, de
acuerdo con una norma nunca desmentida por la Cancillería de la República,
respondí al Mandatario boliviano que estaba acorde en abrir conversaciones sobre
el punto propuesto”, dijo González a la Revista Vea en 1950.

Asimismo, en su Memoria el expresidente escribe que la negociación consistía en


“ceder a Bolivia, al norte de Arica, una faja de terreno de un ancho de diez
kilómetros, contigua a la frontera peruana y que correría del litoral hasta el límite,
para que Bolivia se pudiera comunicar con el océano Pacífico, a través de su propio
territorio y pudiera construir su puerto. A cambio de ello, porque esta cesión requería
una compensación, Bolivia permitiría que se aprovecharan las aguas del lago
Titicaca para generar energía hidroeléctrica que pudiera ser utilizada en las
provincias de Tarapacá y Antofagasta”. Lo destacable acá es la negociación, si bien
lo que pedía Chile era inviable dado a que no se puede hacer uso de las aguas del
Titicaca, por ser binacionales.

6. MEMORANDO TRUCCO. Otro documento mencionado en los alegatos fue el


Memorando Trucco (llamado así en referencia a su signatario, el embajador chileno
en La Paz Manuel Trucco). Mediante ese memorando, Chile, el 10 de julio de 1961,
ratifica las notas intercambiadas en 1950 y reitera su decisión de negociar con
Bolivia una salida soberana al mar.

El punto 1 de este documento dice: “Chile ha estado siempre llano, junto con
resguardar la situación de derecho establecido en el Tratado de Paz de 1904, a
estudiar, en gestiones directas con Bolivia, la posibilidad de satisfacer las
aspiraciones de ésta y los intereses de Chile.” Otra vez, hay un reconocimiento
chileno de que una solución puede ser llevada a cabo por fuera del Tratado de
1904.

7. JUICIO PERÚ-CHILE. Recientemente, Chile y Perú sostuvieron un litigio


fronterizo marítimo en la CIJ. Durante las argumentaciones, fue Chile el que
mencionó que en el área en disputa había un ofrecimiento de cesión en favor de
Bolivia. En diciembre de 2012, en los alegatos preliminares, Chile recordó su
intención de ceder a Bolivia un corredor al norte de Arica. La declaración se
constituye en un reconocimiento explícito y sin contraste de ese país ante la Corte
de la existencia de un tema pendiente con Bolivia.

“Trataron la delimitación marítima entre Chile y Perú, y ahí Chile se refirió de


manera explícita a las negociaciones (de Charaña), en las cuales durante distintas
épocas había reconocido la necesidad de cederle a Bolivia un corredor al mar”,
recordó Chemillier y afirmó que la CIJ hizo una declaración en su fallo sobre la
situación boliviano-chilena.

En efecto, Chemillier citó a la Corte: “En 1975, 1976, Chile inició una negociación
con Bolivia sobre un proyecto de intercambio de territorios destinado a asegurarle a
Bolivia un acceso al mar y un espacio marítimo adyacente”. Por esto concluyó que:
“ustedes mismos, ustedes, miembros de la Corte, tomaron nota de que la cuestión
del acceso soberano de Bolivia al mar permanecía como una cuestión abierta entre
Bolivia y Chile”. Estos fueron algunos de los comportamientos chilenos —que
también pueden ser considerados actos unilaterales— que fueron mencionados,
entre otros más, durante los alegatos preliminares.

Sin embargo, hay muchos más ejemplos de la apertura de Chile a una negociación
que solucione el enclaustramiento marítimo de otras autoridades de ese país que
probablemente figuran en la Memoria boliviana como del presidente Aníbal Pinto
(1876-1881); Jorge Montt, presidente (1891-1896); Luis Barros, ministro de
Relaciones Exteriores (1894 -1895); Juan Luis Sanfuentes, presidente (1915-1920);
Emilio Bello, ministro plenipotenciario en La Paz (1920); Emiliano Figueroa,
presidente (1925-1927); Beltrán Mathieu, ministro de Relaciones Exteriores (1925-
1926); Horacio Walker, ministro de Relaciones Exteriores (1950-1951); Jorge
Alessandri, presidente (1958-964); Augusto Pinochet, presidente (1973-990);
Patricio Carvajal, ministro de Relaciones Exteriores (1974-1978); y, Miguel
Schweitzer, ministro de Relaciones Exteriores (1983).

Actos de Chile prueban con creces la competencia de la CIJ

Por un lado, Chile dice que el Tratado de 1904 cerró el tema marítimo con Bolivia,
mientras que, por otro, sus actos demuestran lo contrario. Esos mismos actos, en
consecuencia, hacen que el artículo 6 del Pacto de Bogotá sea inaplicable para
declarar incompetente a la Corte Internacional de Justicia.

Si bien los abogados de Bolivia Mathías Forteau, Monique Chemillier-Gendreau,


Antonio Remiro Brotóns y Payam Akhavan tuvieron a cargo en sus intervenciones
unidades argumentales específicas dirigidas a refutar partes igual de concretas de lo
dicho por Chile el lunes (país que intenta demostrar que la Corte Internacional de
Justicia, CIJ, no es competente en el juicio); una línea transversal atravesó a las
cuatro exposiciones: la de poner en evidencia todas las veces que Chile, mediante
sus propios actos, dejó como materia probada que el tema marítimo no ha sido
zanjado por el Tratado de 1904.

Esto es fundamental para el desmonte de los argumentos chilenos que desean que
la Corte se declare incompetente, pues Chile quiere convencer a la CIJ (“confundir”
con “espejismos”, dirían los abogados de Bolivia) de que el acceso marítimo para
Bolivia y las negociaciones posteriores a 1904 son temas ya resueltos por el Tratado
de Paz y Amistad. Con este razonamiento, Chile pretende aplicar el artículo 6 del
Pacto de Bogotá para que la Corte se declare incompetente: “Tampoco podrán
aplicarse dichos procedimientos (los de la CIJ) a los asuntos ya resueltos por
arreglo de las partes, o por laudo arbitral, o por sentencia de un tribunal
internacional, o que se hallen regidos por acuerdos o tratados en vigencia en la
fecha de la celebración del presente Pacto”, señala el artículo que blande Santiago.

Los abogados bolivianos mostraron que son los mismos actos del Estado de Chile
los que demuestran —una, otra y otra vez— que el tema marítimo no ha sido
resuelto, que las negociaciones y compromisos que realizó sobre este punto
evidencian que es un tema que está lejos de estar cerrado, por lo que el artículo 6
del Pacto de Bogotá para objetar la jurisdicción de la CIJ es inaplicable en este
caso. Es decir, la Corte es competente en base al artículo 31 del mismo Pacto y con
énfasis en sus incisos “c” y “d”: “(...) las Altas Partes Contratantes declaran que
reconocen respecto a cualquier otro Estado Americano como obligatoria ipso facto,
sin necesidad de ningún convenio especial mientras esté vigente el presente
Tratado, la jurisdicción de la expresada Corte en todas las controversias de orden
jurídico que surjan entre ellas y que versen sobre: a) La interpretación de un
Tratado; b) Cualquier cuestión de Derecho Internacional; c) La existencia de todo
hecho que, si fuere establecido, constituiría la violación de una obligación
internacional; d) La naturaleza o extensión de la reparación que ha de hacerse por
el quebrantamiento de una obligación internacional”.

Antes de desarrollar los argumentos orales de la defensa boliviana, hay que resaltar
un punto del documento “Declaración Escrita del Estado Plurinacional de Bolivia
sobre la Objeción Preliminar de Competencia presentada por Chile”. Es ese texto se
resalta lo dicho por la presidenta Bachelet (2014) y el canciller Heraldo Muñoz en
marzo de 2014. Si hoy Chile dice que no hay nada que tratar en la Corte y que ésta
no tiene competencia sobre el tema, hace poco decían esas autoridades, de
acuerdo a la declaración escrita: “Si Bolivia decide radicar el tema de su aspiración
marítima en La Haya, nosotros tendremos que tratar ese tema en La Haya” (Muñoz),
y “Si el Gobierno boliviano estimó que debía llevar el tema del mar a La Haya, es el
lugar para verlo”, (Bachelet). En contraste, hoy, a un año de esas declaraciones,
Chile no quiere saber de tratar el tema en el lugar en que antes decía que era el que
correspondía.

Remiro Brotóns se centró en la parte doctrinal del derecho en relación específica al


mencionado artículo 6, razón por la cual se refirió menos a la materia que se aborda
en este texto.

ACTOS. Forteau, por su parte, indicó que la objeción mostró cómo Chile equivocó la
verdadera materia del diferendo que ocupa a las partes en la CIJ, a saber: el
incumplimiento de los actos unilaterales de ese país en los que ofreció negociar con
Bolivia una salida soberana al mar. Paralelamente al Tratado de 1904, Chile negoció
una salida con soberanía para Bolivia repetidas veces, cosa a la que ha
contravenido, explicó Forteau.

El Tratado de 1904 no prohíbe en ningún lugar que las partes asuman compromisos
de otra naturaleza o por otras vías en vistas a permitir que Bolivia obtuviese un
acceso soberano al mar, apuntó Remiro Brotóns. Forteau resaltó que los
compromisos chilenos emanan de compromisos posteriores a 1904.
“Es un contrasentido: la existencia del compromiso de negociar muestra que el
acceso soberano al mar no había quedado zanjado, sino ¿por qué seguir
comprometiéndose?”.

“Hasta 2011, Chile negociaba, siendo una prueba la Agenda de 13 puntos”, aludió
Forteau y resaltó la reacción de las autoridades chilenas después de la presentación
de la solicitud a partir de compromisos paralelos al Tratado de 1904: “Esto es lo que
comprendieron perfectamente las autoridades chilenas cuando tomaron
conocimiento de la solicitud. El 25 de abril de 2013, al día siguiente, el ministro de
Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno, declaró al periódico chileno El Mercurio que
lo que primero se ha de señalar es que Bolivia en su solicitud no pone el Tratado de
1904”. Un año después, en 2014, el nuevo ministro de relaciones exteriores, Muñoz,
declaró a La Tercera: “La demanda de Bolivia no contiene una puesta en tela de
juicio de los tratados, lo que está en juego es una demanda relativa a la existencia,
según Bolivia, de una obligación, que afectaría a Chile, de negociar un acceso
soberano al Pacífico”. Este mismo ministro declaró el 19 de abril de 2014, tras
conocer la Memoria de Bolivia que “no se trata de un diferendo fronterizo, sino de
una demanda relativa a pretendidas expectativas jurídicas legítimas”. Por todo esto,
Forteau dijo no comprender que, hoy, los abogados hablen de que la demanda
boliviana apunta a abrir el Tratado de 1904.

Chemillier abundó en su intervención en evidenciar las veces que Chile, con sus
actos y palabras, demostró que el enclaustramiento de Bolivia no fue zanjado por el
Tratado de 1904, lo que hace que el artículo 6 del Pacto de Bogotá no pueda ser
aplicado para probar la incompetencia de la Corte.

PACTA SUNT SERVANDA. Chemillier, luego, recordó a los jueces que el objeto de


la cuestión son los compromisos incumplidos chilenos que ese país quiso esconder
en sus alegatos, siendo Chile el país que no respeta el principio pacta sunt servanda
(lo pactado obliga).

“A lo largo de más de un siglo, los distintos representantes del Estado chileno han
prometido encontrar negociaciones para que cese la mediterraneidad de Bolivia y
ello sin afectar el Tratado de 1904”; por ello, “Chile, al oponerse a su competencia
(de la Corte), debe pasar por una negación de sus propias afirmaciones”, precisó.

La primera constatación que menciona Chemillier es la de Domingo Santa María,


quien como ministro de Relaciones Exteriores de Chile, en noviembre de 1879,
expresó: “No olvidemos por un momento que no podemos asfixiar a Bolivia,
debemos ofrecerle en algún lugar un puerto que le pertenezca”. Ya como
presidente, esta misma persona, reiteró, cuatro años más tarde: “Bolivia no puede
permanecer como está, ningún pueblo puede vivir y desarrollarse en estas
condiciones. Tenemos la obligación de ofrecerle su propio acceso al Pacífico”. Acá
hay que subrayar la palabra “obligación”.

Luego, la jurista mencionó que Chile logró conciliar su deseo de conservar el


territorio boliviano y a un tiempo no dejar a Bolivia en la mediterraneidad, esto es lo
que se ve en el Tratado de Transferencia de Territorios de 1895 (lo importante de
este documento no es que no se haya aplicado, ni que nunca se aplique en el
futuro, sino que es una prueba de lo que Chile veía como una obligación: dar a
Bolivia una porción del territorio peruano que había ocupado).

Los abogados nombraron en distintas ocasiones (si bien Chemillier desarrolló el


argumento) a Emilio Bello Codesido, ministro chileno de Relaciones Exteriores, que
firmó a nombre de Chile el Tratado de 1904. Esa autoridad escribió en septiembre
de 1919 que Chile “desea hacer todos los esfuerzos para que Bolivia adquiera su
propio acceso al mar” y añade que esto se dará “independientemente de las
estipulaciones del Tratado de 1904”.

La misma línea aparece en el Acta Protocolizada del 10 de enero de 1920, también


firmada por Bello Codesido. Chile, esa vez, estuvo dispuesta a resolver el problema
de la mediterraneidad de Bolivia de forma independiente de la situación definitiva
creada por las estipulaciones del Tratado de 1904. “Estamos varios años después
de la conclusión de ese Tratado y para Chile la cuestión ha quedado abierta y su
solución habrá de hacerse independientemente de ese Tratado”, destacó Chemillier.

Luego, el recuento argumental de la abogada se dirigió hacia 1923: “Por nota


chilena, el 6 de febrero de 1923, el ministro chileno de Relaciones Exteriores
manifiesta que Chile está dispuesto a concluir un nuevo pacto que resuelva la
situación de Bolivia, sin modificar el Tratado de Paz (...)”.

Siguiendo, a través de los buenos oficios de los Estados Unidos para la definición
de los territorios de Arica y Tacna, la Casa Blanca sugirió que ambos territorios sean
transferidos a perpetuidad en favor de Bolivia (30 de noviembre de 1926). En su
memorándum de respuesta, el ministro chileno de Asuntos Exteriores, Jorge Mate,
recordó que no había jamás rechazado la idea de conceder a Bolivia una banda de
territorio y un puerto, sin embargo, Mate constata que la cuestión queda pendiente
hasta hoy.

TRATADO DE LIMA. Inmediatamente después, Chemillier destacó el Protocolo


Complementario del Tratado de Lima de 1929, “que en su artículo 1 dice que los
gobiernos signatarios (es decir, Chile y Perú) no podrán sin permiso anterior entre
ellos ceder a una tercera potencia una parte o la totalidad de los territorios que
quedan bajo su soberanía respectiva”. Esta cláusula “se considera justificada por las
negociaciones ya iniciadas entre Bolivia y Chile para la transferencia a Bolivia de
toda o parte del territorio que en aquel entonces correspondía a Chile, es decir, que
confirma la existencia de una cuestión pendiente”, juzgó.

Al respecto Akhavan se preguntó: “Si el asunto quedó zanjado en 1904, por qué
consideraría Chile necesario construir este protocolo con el Perú en 1929 sobre
exactamente el mismo asunto”.

El abogado Akhavan recordó que el mismo año de la firma del Pacto de Bogotá, en
1948, el presidente de Chile “declaró que podía aceptar la transferencia a Bolivia de
una franja de territorio sobre el desierto al norte de la ciudad de Arica y mostró su
deseo vehemente y legítimo de vincular su nombre a una solución histórica debido a
su gran significado para las Américas”.
Ya después del Pacto de Bogotá (1948), continuó la disposición chilena de negociar
con Bolivia una salida soberana al mar. Así, en 1950 hay un intercambio de notas en
el que Chile respondía al Embajador de Bolivia en Santiago que su gobierno
siempre ha estado dispuesto, “conservando la situación jurídica establecida por el
Tratado de 1904 y negociaciones directas”, a satisfacer las “aspiraciones” del
Gobierno de Bolivia. Este mismo espíritu —que Chile está dispuesto a negociar una
salida más allá del Tratado de 1904— se reiteró en el Memorial Truco (1961).

Chile pretende ocultar, omitir, maquillar, etcétera, todos estos hechos, dijeron los
distintos abogados de Bolivia durante los alegatos del miércoles. Fueron citadas
particularmente las negociaciones de Charaña, donde Chile expresó con claridad
cómo se imagina de manera concreta el corredor que cedería a Bolivia. Chemillier
notó que en la declaración conjunta de esas negociaciones se habla de “resolver” la
mediterraneidad, lo que contrasta con que hoy Chile afirma: que todo está
“resuelto”.

Si todo esto no fuese suficiente para probar que el asunto marítimo no ha sido
zanjado (por lo que el artículo 6 del Pacto de Bogotá se hace inaplicable), los
abogados también mencionaron las declaración de la Organización de los Estados
Americanos (OEA), en especial la de 1983, pues ésta fue negociada y firmada por
Chile. Esa resolución exhorta a los dos países a encontrar “una fórmula” que dé a
Bolivia “un acceso soberano al océano Pacífico”.

Asimismo, se mencionó la declaración del delegado de Chile en la OEA que en


1966 recordó, en la Asamblea, la intangibilidad del Tratado de 1904, así como la
intención de Chile de otorgarle a Bolivia un acceso soberano al mar. Si bien existen
otras negociaciones (Enfoque Fresco, por ejemplo), se puso como prueba de la
irresolución del tema a la Agenda de los 13 Puntos (2006) y su sexto punto: el mar...

Pues bien, Akhavan, en relación a todas las pruebas que evidencian que una salida
al mar para Bolivia es un tema que el Tratado de 1904 no cierra y que los
compromisos de Chile deben ser cumplidos en respeto al principio de pacta sunt
servanda, hizo la siguiente pregunta: “Si no había ningún asunto pendiente entre las
partes, si el asunto estaba resuelto, ¿por qué negociaban las partes después de un
siglo, luego del acuerdo de 1904?”.

Por último, si los compromisos resaltados por el abogado y que constan en la


Solicitud y la Memoria boliviana (los cuales en su mayoría fueron abordados
exhaustivamente en Animal Político desde hace al menos tres años) dejaran alguna
duda, se trajo a colación el diferendo fronterizo marítimo que se saldó en la CIJ
entre Perú y Chile, donde Chile recordó que sobre esa área marítima había
ofrecimientos de cesión de una franja para Bolivia. Todo esto demuestra la
inaplicabilidad del artículo 6 del Pacto de Bogotá y, por tanto, la competencia de la
Corte, que deberá tratar el fondo del diferendo.
Chile comete triple bloqueo: al mar, a la negociación y, ahora, a la
justicia

El triple bloqueo chileno a Bolivia (al acceso al mar, a las negociaciones pasadas, y
a la búsqueda de justicia en la Corte Internacional de Justicia) es una síntesis de la
última injusticia que Santiago pretende realizar al objetar la competencia de ese
tribunal en el diferendo que se lleva en La Haya.

Chile ha bloqueado el acceso soberano de Bolivia al océano Pacífico, ha bloqueado


las negociaciones adicionales y ahora, mediante esta objeción, Chile intenta
bloquear el acceso de Bolivia a la Corte”. Ésta es una frase de Eduardo Rodríguez
Veltzé, el agente de Bolivia en La Haya, se puede destacar de su alegato final del
viernes, porque sabe condensar el pedido de justicia del país frente a esta triple
injusticia: enclaustrar al país, violar los compromisos asumidos por Chile de
negociar la cesión de una salida soberana al mar y hoy pretender que se niegue a
Bolivia tratar su demanda marítima en la Corte Internacional de Justicia (CIJ).

El cierre de los alegatos bolivianos se centró en mostrar cuál es el objeto verdadero


de la demanda marítima, pues los abogados de Chile, los días previos, han tentado
realizar, según la parte boliviana, una “deformación” que haga encajar su argumento
de que el Tratado de 1904 ha cerrado y satisface todas las expectativas bolivianas
de un acceso al mar, para así aplicar el artículo 6 del Pacto de Bogotá, que dice que
la CIJ es incompetente en temas resueltos por tratados, al menos aquellos
efectuados antes de 1948.

“La estrategia de Chile ha consistido en deformar de alguna manera la solicitud de


Bolivia, presentándola como un intento de volver a poner en tela de juicio, y a título
unilateral, el Tratado de 1904, explicó el abogado francés de Bolivia Mathias
Forteau.

Para desechar ese razonamiento, los cuatro abogados que intervinieron (Monique
Chemillier-Gendreau, Antonio Remiro Brotóns, Payan Akhavan y Forteau) aclararon
a la Corte que el verdadero objeto de la demanda es que se obligue a Chile a
negociar, y de buena fe, un acceso soberano al Pacífico, tal como ese país se
comprometió a hacer en repetidas ocasiones a lo largo de la historia.

Asimismo, los alegatos se abocaron a responder la pregunta del juez Christopher


Greenwood, juez con indicios de connivencia con Chile por haber sido asesor
externo de ese país. Su pregunta fue “¿en qué fecha mantiene Bolivia que se
concluyó un acuerdo respecto a la negociación relativa al acceso soberano?”.

Los cuatro abogados contestaron ampliamente al hacer el recuento de las múltiples


veces que Chile se creó a sí mismo una obligación de negociar una salida soberana
al mar con Bolivia (el Acta Protocolizada de 1920, las notas del 50, las
negociaciones de Charaña y varios otros ejemplos nítidos más); no obstante, hay
que destacar lo que dijo el abogado Akhavan sobre la pregunta de Greenwood:
“Con todo gusto damos respuesta. (...) Hay diversas instancias en que hubo
acuerdo con Chile, el párrafo 337 de la memoria señala claramente, y lo cito: ‘que
cada uno de los episodios presentados cumple el criterio de crear un compromiso
jurídico vinculante. Uno solo de estos compromisos bastaría para crear la
obligación. Hay una acumulación de actos por parte de Chile que se han ido
sucediendo, lo que no hace más que fortalecer la argumentación de Bolivia’. Los
hechos están todos ahí. Demuestran que, en diversas oportunidades, Chile prometió
negociar un acceso soberano al mar.”

Luego señaló que la única pertinencia que podría tener la pregunta de Greenwood,
en relación a la fase preliminar actual, es si se acepta una dicotomía entre un antes
y un después de 1948 (año del Pacto de Bogotá). “Los hechos presentados abarcan
todos los momentos: antes, durante y después de 1948”, dijo Akhavan.

Visto en perspectiva, lo que Chile pretende es que la CIJ realice un fallo de fondo en
una etapa preliminar: “Sería inconcebible que esta Corte determinase que esta
objeción es de naturaleza exclusivamente preliminar (...). Está claro que la
determinación de la Corte respecto de su competencia podrá considerar ciertas
cuestiones de fondo, pero la decisión de la jurisdicción, leo el reglamento, nunca
podrá decidir directamente sobre cuestiones del fondo”, apuntó Akhavan.

El resultado que pretende Chile es que se diga que no existe Pactum de


Contrahendo, lo que daría una respuesta al fondo de la cuestión, alegó Bolivia, por
lo que la Corte no puede tomar una decisión sin primero escuchar los argumentos
respecto del fondo.

Brotóns rechazó la intervención de Harold Koh, el abogado estadounidense por


Chile, que el jueves dedicó diez minutos a intentar sembrar el miedo en el sentido
de que si se da curso a la demanda boliviana el mundo se sumiría en un
pandemonium. “Una dialéctica del miedo (...) con un grotesco mensaje” es como el
español calificó lo dicho por Koh frente a la “modesta y civilizada solicitud boliviana”,
apuntó.

Asimismo, Akhavan resaltó la jurisprudencia de la Corte en el caso


Gabcikovo/Nagymaros (Hungría versus Eslovaquia, 1997) en relación a un juicio
sobre la negociación. Esa vez, la Corte falló que “no podrá esta Corte determinar
cuál habrá de ser el resultado final de las negociaciones que lleven a cabo las
partes, sino que son las mismas las que deben encontrar la solución convenida que
tome en cuenta los objetivos planteados”. Con esto se dio por descartado el miedo
que quiere transmitir Chile del supuesto caballo de Troya revisionista del Tratado de
1904 que desembocaría, según Santiago, en un apocalipsis jurídico, pues se abriría
la puerta a la modificación unilateral de todos los tratados.

Asimismo, se hizo mención al no cumplimiento chileno del “más amplio acceso de


libre tránsito” que el Tratado de 1904 da a Bolivia, dejando así al desnudo la
impostura chilena al pretender mostrarse como el país que es el máximo defensor
de ese pacto, cuando a un tiempo es el único signatario que lo vulnera.

Ahora la Corte deliberará por meses y dará su fallo entre octubre y diciembre 2015.
Ecos de La Haya

La fase oral en el juicio que sigue Bolivia contra Chile en la Corte Internacional de
Justicia (CIJ) en La Haya se ha registrado con notable rapidez en las lenguas
oficiales de ese organismo, en las que los expositores recitaron sus alegatos. Esos
documentos denominados “Verbatim Record” suman 220 páginas (más anexos) y
comprenden las cuatro sesiones celebradas del 4 al 8 de mayo de 2015. Servirán de
base a las reflexiones internas para la dictación del fallo de la Corte y reposarán en
los archivos históricos de ese organismo. A continuación, se ofrece cuatro crónicas
sobre aspectos llamativos de las sesiones.

Un británico que es juez y parte

Ninguna pregunta formulada a las partes, por algún juez en la Corte Internacional de
Justicia (CIJ), es totalmente cándida o inocente. Casi siempre trae consigo una
carga explosiva que, dependiendo de su contestación, puede causar destrozos a
veces irreparables en el desprevenido litigante. En 2012, cuando el magistrado
marroquí Mohamed Bennouna (72) interrogó “si Chile o Perú considerarían de
acuerdo a la Declaración de Santiago (1952) a fijar un territorio soberano de
jurisdicción exclusiva”, esa simple duda le estaba otorgando, virtualmente, al Perú
22.000 kilómetros cuadrados para ampliar su frontera marina.

Mientras Sir Christopher Greenwood (62), miembro de la Corte desde 2006, lanzó el
4 de mayo su pregunta capciosa “¿en qué fecha mantiene Bolivia que se concluyó
un acuerdo respecto a la negociación relativa al acceso soberano?” no pensaba
satisfacer una curiosidad histórica o poner en orden su calendario de eventos. Su
intención fue precisamente obtener una respuesta no de la parte boliviana, sino de
dar oportunidad al contrincante chileno de refutar, como en efecto lo hizo su
compatriota-litigante, cuando negó la existencia real de un acuerdo que hubiese
comprometido la fe del Estado chileno en la posible cesión a Bolivia de una salida
soberana al mar.

El presidente Evo Morales, justamente alarmado, confesó públicamente su estupor


ante la falta de ética del inglés, por haber soslayado el hecho de haber servido
profesionalmente a Chile durante su pleito con el Perú. En cambio, su colega James
Crawford (Australia), más honesto, se excusó del caso, por idéntico motivo.
Elemental preocupación que señala descuido de quienes deberían haber
monitoreado los antecedentes de Greenwood y actuar en consecuencia, como lo
hizo Perú en 2012, pues una posible recusación gestionada por Bolivia hubiese sido
enteramente pertinente.

En todo caso, asombra y asusta que antes de que Bolivia respondiese al desafío,
fuese Chile que, mediante uno de sus abogados (también británico), tuviese el
comedimiento de contestar aquella pregunta que no le estaba destinada. Ese
entronque huele a una comedia premeditada.

En este enredo judicial, la conexión chileno-británica (o anglo-sajona) es


sorprendentemente notoria. Cuatro miembros del colectivo jurídico de Chile son de
ese origen que, por cierto, se alinean por su lógica legal, por la secuencia en sus
procedimientos y hasta por sus empolvadas pelucas en esa escuela de
pensamiento. Por añadidura, también inglés, es un monje negro que solo sale de la
niebla londinense cuando es menester y de quien nos ocupamos en otra nota.

Un lord inglés al servicio de Chile

La fascinación chilena por la pérfida Albión (antiguo nombre de la isla de Gran


Bretaña) es antigua y consistente. Comenzó antes de la Guerra del Pacífico, pues
Inglaterra provocó ese conflicto, se enriqueció con los minerales explotados en los
territorios conquistados e influyó en los hábitos y costumbres trasandinos hasta bien
entrada la etapa republicana. Esa circunstancia explica la adhesión encubierta de
Chile, al lado de Londres, durante la Guerra de las Malvinas, cuando sus infidencias
contra la Argentina, transmitidas al Almirantazgo, posibilitó el hundimiento de barcos
argentinos, con centenas de bajas en alta mar. Más tarde, en ocasión del asedio en
Londres al general Augusto Pinochet, perseguido por la Justicia, la Dama de hierro,
Margaret Thatcher, visitó ostensiblemente la cueva del dictador, exclamando que
éste había sido un leal amigo del Imperio.

Esos escarceos románticos ahora continúan con la contratación de abogados de la


corona para enfrentar a Bolivia en la CIJ, pero también con el reclutamiento de Mark
Malloch Brown, que bajo el título de “consultor en comunicación” (FTI-Consulting
Strategic Communication) o algo por el estilo, brinda su linaje y su libreta de
direcciones al servicio de Santiago y de sus intereses. Es alquiler módico en
comparación con la ejecución positiva de las tareas encomendadas a un alfil con la
copiosa hoja de vida de Sir Mark, quien fue sucesivamente editor de The Economist,
asesor de Sawyer Miller para el referéndum en Chile, en la campaña de Vargas
Llosa (1990), en las elecciones en Bolivia (1989), y otras, antes de enrolarse en el
Banco Mundial, y luego penetrar en la ONU, donde llegó a Subsecretario General, y
después trepar al Ministro del Reino Unido (gobierno de Gordon Brown).

Mozo inteligente y con talento para hacer el bien y todo lo contrario (enfrentó
acusaciones en el escándalo “petróleo por alimentos”). Apto en relaciones públicas,
hábil en lenguas, esposo de una americana rica y amigo de George Soros. O sea,
todas las cualidades reunidas para hacer un lobby discreto pero eficaz en los
corrillos oficiales y oficiosos de La Haya, en Londres, que tiene en el bolsillo, en
Nueva York (allí frecuentó en el PNUD a Heraldo Muñoz) y en Washington, donde
usará al máximo esa ligazón umbilical con el Reino Unido, apellidada “special
relationship”, que traducida al léxico diplomático quiere decir “cubrirse
recíprocamente las travesuras legales y de las otras”. Este acápite es significativo,
en momentos en que los vínculos americanos con La Paz no son de los mejores.
Con entrada en la gran prensa de Fleet Street y más allá, no es difícil para él plantar
artículos y comentarios en The Economist, Foreign Affairs y otros medios que los
jueces de la CIJ leen, para alimentarlos e intoxicarlos con información y
desinformación del diferendo boliviano-chileno.

En la acera del frente, Bolivia batalla con las armas que le provee su diplomacia
artesanal, sin vinculaciones ni la sofisticación que el caso exige y excluyendo de su
equipo jugadores de primera liga, por no vestir la casaca de moda.
El coreano misterioso

Originaria de un lado de Corea, su familia emigró a los Estados Unidos, donde hace
62 años nació Harold Hongju Koh, quien, cual sus hermanos, logró el sueño
americano al dotarse de una educación universitaria. Pero como ese escalón es
solo el primero para subir a la cumbre, el joven Koh, luego de vencer aquella
poliomielitis que lo dejó rengo, se afilió al Partido Demócrata y se incrustó de asesor
en el Departamento de Estado, de donde fue reclutado por Clinton para convertirlo
en Subsecretario de Derechos Humanos. Más tarde, Obama lo nombraría su
consejero en ese mismo campo, antes que el ambicioso asiático decida reciclarse
como profesor en la Universidad de Yale.

Fabricante de la arquitectura legal para justificar los mortíferos aeroplanos apodados


“drones”, no pudo vencer el veto con que los estudiantes de la NYU ( New York
University) bloquearon su acceso a la Facultad de Derecho. Hábil decorador de
interiores, el Canciller chileno aceptó prontamente la sugerencia de contratarlo como
parte de su equipo legal ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Aparte de ser
un mensaje subliminal y lambiscón a la Casa Blanca, ese rostro asiático adornaría el
pelotón chileno. Así pues, en la distribución de tareas del alegato contra Bolivia,
quién mejor que Koh para lanzar la velada advertencia a la Corte, cuando en su
turno del 7 de mayo dice: “la demanda de Bolivia tiene amplias implicaciones para la
santidad de los tratados y la capacidad de las naciones a entablar libremente
discusiones diplomáticas, sin prejuicios sobre lo que ya se había acordado”
(Verbatim Record 2015/20, página 39)

Su mensaje fue claro y fuerte: una amenaza casada con chantaje. Si la CIJ admitía
su competencia para conocer la demanda boliviana, acudirían ante ella muchos
países ansiosos de rectificar sus fronteras, comenzando por la propia Bolivia, que
tenía vigentes 12 tratados suscritos con sus vecinos. Es más, dijo, si la CIJ acepta la
demanda boliviana se estimulará a “re-litigar la historia del continente y sus
fronteras”.Su desplante me causó estupor y, en un encuentro casual en el pórtico
del Palacio de la Paz, me permití interpelarlo, para indagar el verdadero alcance de
su bizarra advertencia, dada la naturaleza del pasaporte del que era portador y su
apego a la eficacia de los “drones”. Su respuesta tan lacónica estuvo acompañada
de su sonrisa budista: “No coments”.

Sala de prensa

Los chilenos cuando invaden, lo hacen masivamente, y La Haya no fue excepción


alguna en ocasión de las audiencias orales realizadas entre el 4 y el 8 de mayo de
2015. Aparte de Telesur (antena sevillana), el evento no interesaba a otros medios
que no sean chilenos o bolivianos. Los primeros estuvieron representados por diez
canales y 35 periodistas de todo pelambre. Bolivia, tímidamente, por cuatro cadenas
televisivas casi unipersonales y otros cuantos corresponsales. Pero en las dos salas
de prensa imperaba la integración con anécdotas, bromas e ironías —por igual— a
costa de los tiesos delegados gubernamentales y de la fauna parlamentaria que, a
uno y a otro costado de los Andes, transita con parecido apetito de figuración y
ostensible vacuidad.
CHILENOS. Inquietos por la crisis ministerial provocada por iracunda mandataria
Michelle Bachelet, la frondosa delegación, que incluía además de su heraldo
Canciller, al alto y desgarbado presidente del Senado, Patricio Walker, a su
esmirriado y locuaz portaestandarte de la Cámara de Diputados, Marco Antonio
Núñez, quien para hablar con Carlos Mesa subía incesantemente de grada en grada
la escalinata del Palacio de la Paz, sin lograr sobrepasar la cintura de su
interlocutor. También merodeaba en los corrillos Jorge Tarud, avaro de estatura,
fumador empedernido, cuya incontinencia hasta le comprometió la lengua; ése es el
parlamentario que más exuda antibolivianismo. En cambio, la diputada por
Valparaíso, Andrea Molina, con sus ojos verdes esmeralda, me cautivó tanto como
las olas del mar cautivo.

Entre la gente de prensa chilena, sobresalía por su perspicacia Tamara Avetikian


columnista de El Mercurio y José Luis Repenning, de la cadena Mega Tv.
Me explicaron, con cautela, que el problema para Bolivia no será convencer a la
casta gobernante, sino a la opinión pública chilena.

BOLIVIANOS. Una sabia decisión impuso a todos los miembros de la delegación un


riguroso embargo en sus declaraciones a la prensa. Creo que su silencio fue la más
grande contribución a la causa marítima. Primero, porque los doctos eran los menos
y los profanos, abrumadora mayoría. Eso se comprobó en el decurso del juicio,
cuando la parte contraria, en su alegato, citaba en su beneficio las imprudentes
opiniones que recogió la prensa a lo largo de los años. Centralizar en el vocero
Carlos Mesa la posición oficial del país fue una atinada medida que protegió a
Bolivia de improvisadas estridencias. Los medios nacionales, con sus escasas
herramientas disponibles, cubrieron las noticias, al igual que sus pares chilenos, en
el límite de sus posibilidades, en la fase oral, pues dependían de una desastrosa
interpretación al español, repetidas veces señalada por la CIJ como “no oficial”.
Un botón de muestra fue que al más articulado de los abogados bolivianos, el
profesor Payan Akhavan, se lo hizo aparecer como tartamudo por la incapacidad del
intérprete de seguir su fluida disertación y por no captar su fino humor.

Autoridades chilenas crearon obligaciones a su Estado


La Razón (Edición Impresa) / Ricardo Aguilar Agramont / La Paz

Son varios los presidentes y ministros de Relaciones Exteriores de Chile que se


manifestaron a favor de negociar una salida soberana al mar para Bolivia. Las
declaraciones y documentos que firmaron, en algunos casos, fueron mencionados
en los alegatos en el juicio en la Corte Internacional de Justicia.

Determinadas actuaciones de los Estados, hechas por funcionarios o personeros


con determinado nivel de autoridad o de representación pública y que se emiten de
buena fe, comprometen los contenidos y la conducta de ese Estado. Es decir que
son una suerte de garantía de que las declaraciones o promesas también pueden
tener un efecto jurídico vinculante. Éste es un desarrollo que procura que los
Estados sean serios cuando tienen relaciones que comprometen su disponibilidad
sobre un asunto, es esa seriedad la que procura garantizar el Derecho
Internacional”, señaló el agente de Bolivia en La Haya, Eduardo Rodríguez Veltzé,
para definir la noción de “acto unilateral” durante la última entrevista que dio a la
prensa antes de los alegatos preliminares y que fue publicada en Animal Político.

Entonces, una declaración o un documento firmado por una autoridad de un Estado


sobre un tema en el que tiene competencia crea una obligación jurídica. En la Corte
Internacional de Justicia (CIJ) existe jurisprudencia de casos en que ese tribunal
obligó a países a cumplir sus compromisos adquiridos mediante actos unilaterales.

Para mostrar este hecho en relación con el tema marítimo, a continuación se pondrá
en evidencia otros actos unilaterales llevados a cabo por diferentes autoridades
chilenas con relación a su abierta disponibilidad a negociar una salida soberana al
mar para Bolivia. Que se cumplan esos compromisos es el fallo que el país busca
en la CIJ.

Aníbal Pinto, presidente de Chile (1876-1881), fue posiblemente la primera


autoridad chilena en pronunciarse en favor de la cesión de una salida soberana al
mar para Bolivia. En una carta dirigida a Eusebio Lillo (escritor chileno), el 2 de julio
de 1880, manifestó: “Las bases para la paz serían por parte de Bolivia: renuncia de
sus derechos en Antofagasta y Litoral hasta el Loa, y en compensación cederíamos
los derechos que las armas nos han dado sobre los departamentos de Tacna y
Moquegua”.

El canciller de Pinto, Domingo Santa María (luego también presidente), se pronunció


en ese mismo sentido: “No olvidemos por un instante que no podemos ahogar a
Bolivia… Privada de Antofagasta y de todo el Litoral que antes poseía hasta el Loa,
debemos proporcionarle por alguna parte un puerto suyo, una puerta de calle. (...)
No podemos ni debemos matar a Bolivia…”.

Ricardo Lagos, expresidente de Chile, dio la razón, en 2011, a Santa María, si bien
hoy fue arrastrado a la posición más conservadora: “el ministro Santa María tenía
razón cuando le señaló al presidente Pinto que había que resolver el tema, porque
no podía haber un Estado que no tuviera acceso al Pacífico como le había sucedido
a Bolivia. En consecuencia, hay que buscar una solución...” (presentación del libro
“Un futuro común. Chile, Bolivia, Perú”, Libro del Mar).

Jorge Montt, presidente de Chile de 1891 a 1896, también estuvo a favor de la


cesión. Fue en su gobierno que se negoció y firmó el Tratado de Transferencia de
Territorios con el que se daría Tacna o Arica a Bolivia a perpetuidad. Su canciller,
Luis Barros, puso su firma en ese documento.

Luego estuvieron las gestiones del presidente Juan Luis Sanfuentes (1915-1920) y
su embajador plenipotenciario en La Paz, Emilio Bello. Firmaron el Acta
Protocolizada de 1920, que habla de la necesidad de dar a Bolivia una salida por
fuera del Tratado de 1904.

Otro caso es el del presidente Arturo Alessandri (1920-1924), quien dijo en 1923 a la
prensa: “Sí, señor. En caso de que el fallo arbitral (a cargo de los Estados
Unidos) que naturalmente se inspirará en la justicia y en el derecho, lo permita, es
mi resolución considerar generosamente las aspiraciones de Bolivia, en la forma y
en los términos clara y frecuentemente planificados…” (Periódico El Mercurio, 4 de
abril de 1923).

Pasando a otro episodio, por la negociación llevada a cabo por el secretario de


Estado de los Estados Unidos, Frank Kellogg, se conoce las comunicaciones del
embajador estadounidense en Santiago, W. Miller Collier, con su país. Sobre el
canciller Beltrán Mathieu Andrews (administración del presidente Emiliano Figueroa
Larraín), Collier primero informó que “el canciller Mathieu personalmente deseaba
transferir toda la provincia de Arica a Bolivia, y que necesitaría unos días para
convencer al Presidente y a los Comités de Relaciones Exteriores del Senado y la
Cámara de Diputados sobre la citada solución” (Estados Unidos y el Mar, Jorge
Gumucio).

Asimismo, en otra comunicación, Collier respondió a Kellogg que Mathieu había


sugerido que Chile podría aceptar ceder a Bolivia un corredor de cuatro kilómetros
de ancho que incluiría la parte norte de la ciudad de Arica. (Gumucio)

Por último, Collier desde Santiago informó a su país su parecer sobre Mathieu: el
gran obstáculo a la solución del corredor para Bolivia era en realidad Mathieu, quien
sostenía que la mejor solución era entregar la totalidad de Tacna y Arica a Bolivia y
persistía en esa posición. (Gumucio)

Estos últimos hechos apuntados no son ni declaración ni documentos; sin embargo,


el embajador de Estados Unidos da fe de la disposición de Mathieu en sus
conversaciones durante la mediación Kellogg.

Son conocidas las posiciones a favor de una salida marítima para Bolivia de Gabriel
González (Presidente de Chile de 1946 a 1952) y su canciller Horacio Walker por las
notas de 1950; también de Jorge Alessandri (Presidente de 1958 a1964) y su
embajador en La Paz, Manuel Trucco, al ratificar en 1961 las notas del 50.
Asimismo, es conocida la posición de Augusto Pinochet al firmar la declaración
conjunta de Charaña en 1975. Lo mismo puede decirse de su canciller Patricio
Carvajal.

Luego vino el Enfoque Fresco (1986) y la interrumpida conversación de Algarbe


(2000) durante la administración de Eduardo Frei, quien luego, en 2011, dijera: “Sé
que darle una salida al mar a Bolivia encuentra aún muchas resistencias en nuestro
país, pero sinceramente pienso que no podemos pasarnos toda la vida discutiendo
este tema” (presentación del libro “Un futuro común. Chile, Bolivia”, Libro del Mar).

Luego vino Michelle Bachelet y se inició la Agenda de los 13 puntos. El sexto es, en
rigor, una negociación para dar solución al enclaustramiento marítimo. Cuando
Bachelet fue sucedida por Sebastián Piñera, éste dio continuidad a la negociación,
sin embargo se dilató el tratamiento del punto seis. Bolivia vio que no había
intenciones de la contraparte de abordarlo por lo que se planteó la demanda ante la
Corte Internacional de Justicia en La Haya.

El patrón del comportamiento de Estado de Chile, que va del siglo XIX a la década
de los ochentas del XX, y que se caracteriza por la política de apertura y
negociación, dista del que comienza en los 90, cuando todas las negociaciones o se
interrumpen o son infructuosas.

DELEGACIONES DE CHILE Y BOLIVIA SE SALUDAN EN LA HAYA

Proponen a expresidente uruguayo Mujica para gestión por salida al mar


de Bolivia

La Razón Digital / AFP / Buenos Aires

21 de mayo de 2015

Así lo determinaron en un encuentro en Buenos Aires 12 académicos bolivianos,


chilenos y peruanos, que estuvieron reunidos en la Universidad Católica Argentina
(UCA) para analizar el reclamo de Bolivia.

El expresidente de Uruguay, José Mujica (2010-2015), fue propuesto por


académicos de tres países este jueves para realizar gestiones de buena voluntad
ante Santiago, La Paz y Lima para hallar una solución al pedido de salida al mar de
Bolivia.

Los estudiosos firmaron la denominada "Acta de Buenos Aires", que será entregada
"de forma inmediata al Papa Francisco, junto a varias alternativas de soluciones
concretas", dijo a la AFP Víctor Manuel Fernández, rector de la UCA, tras el acto.
Los documentos también serán entregados a la Unión Sudamericana de Naciones
(Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) para
que, a su vez, los giren a los mandatarios de Bolivia, Chile y Perú y les soliciten que
inicien conversaciones entre los tres.

"También se propone que el expresidente de Uruguay José Mujica sea designado


por Unasur y Celac para realizar gestiones de buena voluntad entre las tres
naciones hermanas para que sea adoptada la solución propuesta", agregó
monseñor Fernández, rector de la UCA.

LA HAYA Y EL MAR

por Manfredo Kempff Suarez

Chile, por algo insignificante que se le pide, por una reparación minúscula, tiene a
una nación resentida que no dejará de reclamar por un terrible daño, más que a su
soberanía a su futuro. Discutir sobre las eficaces acciones de las bien pertrechadas
tropas chilenas durante la Guerra del Pacífico o sobre la escasa respuesta que
Bolivia pudo darle junto a su heroico aliado, el Perú, ya no tiene sentido a estas
alturas del siglo XXI. Insistir en que Chile perdió sangre en la guerra y que, por lo
tanto, al vencido lo encerrará para siempre como un castigo bíblico, cobrándole del
pasado, es algo que no va a convencer a la comunidad internacional. Menos hoy
cuando la conquista de territorios por la fuerza de las armas es algo censurable,
porque no cabe duda de que existe una nueva visión sobre esta materia en el
mundo.
Bolivia no pide que Chile le devuelva lo que le arrebató. Bolivia se conformó siempre
con una mínima satisfacción que le permitiera asomarse al mar. Su anhelo ha sido
tener la posibilidad de construir un puerto propio algún día. Se conforma con muy
poco luego de haber perdido 400 kilómetros de costa. Pero Chile tiene un vecino
débil, mucho más débil que Argentina o Perú, y por eso le ha dado largas a la
solución de un problema que recién hoy le molesta demasiado y que lo perturbará
durante los próximos años y décadas. Eso demuestra que Chile ha respetado a sus
vecinos fuertes, a los que podían significarle algún peligro bélico, pero no a quien se
lo puede acallar con sólo ignorarlo o amenazarlo. Sin embargo, los bolivianos
podremos pasar las peores circunstancias, las penurias más duras, pero siempre le
exigiremos a Chile un arreglo que haga algo de justicia y que concuerde con un
sentimiento de armonía alejado de los terribles odios que por causas religiosas o
territoriales se ven en otras latitudes.
No hemos pensado denunciar el Tratado de Paz y Amistad de 1904 porque cuando
lo hicimos en la segunda década del siglo pasado, fracasamos. Los tratados se han
hecho para cumplirlos, por aborrecibles que sean, y así hayan sido impuestos por la
fuerza. Chile tiene en sus manos la letra de un tratado que le vale para exhibirlo en
todos los foros internacionales. Eso es incuestionable, pese a que Bolivia tuvo que
firmarlo en circunstancias apremiantes. Voces que llegan desde Chile dicen que,
además de sangre, la conquista del litoral boliviano le ha costado de su peculio la
construcción de un ferrocarril desde la costa hasta La Paz, el pago de 300 mil libras
esterlinas y gastos en movimiento e infraestructura portuarios. Ínfimo desembolso
que resulta hasta bochornoso mencionar ante todos los fantásticos beneficios que
recibió de nuestras tierras pródigas en riquezas que guardó para sí.
Pese a lo que digan los moradores de La Moneda en el último tiempo, muchos de
los chilenos coincidieron, poco después de concluida la guerra y durante toda la
segunda mitad del siglo pasado, en que a Bolivia no se la podía dejar encerrada
indefinidamente; que sería un eterno problema. Preclaras mentes advirtieron que no
se debía tener a un vecino resentido porque necesariamente se perdería su
amistad. Dignatarios civiles y militares chilenos entendieron que era necesario
solucionar ese problema. Por eso mismo es que Chile se comprometió con Bolivia
para abordar positivamente el tema marítimo en varias oportunidades. Una tras otra
se sucedieron las gestiones, a veces de manera informal pero también mediante
acuerdos diplomáticos. Ambos países llegaron hasta la etapa negociadora más
avanzada para que Bolivia accediera al mar de manera soberana.
Por motivos imputables a un destino inexplicable todos los empeños quedaron sin
concluir. Al fracasar esos intentos los bolivianos acudimos en busca de apoyo en la
comunidad internacional. Eso provocó siempre el encono de Chile porque La
Moneda tiene como dogma diplomático el entendimiento directo, pero un
entendimiento que no ha dado resultados hasta hoy porque Chile le da largas al
reclamo nacional o lo echa al olvido. Si a chile no se lo presiona, si no se recurre a
la demanda pública, se cruza de brazos.
Veremos, entonces, que dictamina la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Ha
sido el último recurso luego de la frustración con la “Agenda sin exclusiones”, que
acabó por relegar el tema marítimo. Fracasado el optimista e ingenuo plan de
“conocimiento recíproco” a que los llevó la Agenda – fuente final de agravios y
alejamiento – a Bolivia no le quedó otra alternativa que su demanda ante el máximo
tribunal internacional de justicia.
Quienes consideramos que el recurso de acudir a La Haya era inconducente y vano
nos equivocamos. En verdad, a Bolivia no le quedaba otro recurso que buscar
respuesta en un nuevo escenario esta vez de carácter mundial. Sin posibilidades de
un arreglo bilateral, sin que Chile hiciera caso a resoluciones de la OEA y
reflexiones de países amigos, no quedó más que jugárselas en La Haya. Allí parece
que Chile deberá sentarse a escuchar un dictamen que, esperemos, le haga entrar
en razón.

Juan Pablo habló del problema marítimo


por Severo Cruz

Juan Pablo II, en su peregrinación apostólica que realizó por Bolivia, en


1988, invocó la justicia y solidaridad internacional a fin de acabar con el
asfixiante enclaustramiento, consecuencia de la salvaje invasión de 1879.
“Sólo así, sobre el fundamento de la justicia y de la solidaridad, y con el
esfuerzo de la comprensión mutua, es posible sentar las bases estables de
equilibrio para edificar una comunidad internacional sin permanentes y
graves zozobras, sin dramáticas inseguridades, sin conflictos de
irreparables consecuencias. Sólo así podrán hallar adecuadas soluciones
los problemas latentes en diversas partes de Latinoamérica, como ciertas
disputas fronterizas o la cuestión de la mediterraneidad de Bolivia”,
afirmó su Santidad, en discurso pronunciado, en la ciudad de La Paz, en
un encuentro con el cuerpo diplomático acreditado ante el Gobierno de
Bolivia, en fecha 10 de mayo de 1988 (“15 años de su visita a Bolivia – 25
años de su Pontificado. Juan Pablo II”, octubre /2003, pág. 31).
En las palabras del Sumo Pontífice se advierte la más sincera y afectiva
solidaridad con Bolivia, cuyo seguimiento político ha buscado siempre, y
de ello no cabe duda, para resolver el problema del enclaustramiento
marítimo impuesto. De este tema estuvo ampliamente informado él, es
decir de que el poder oligárquico anglo – chileno se apoderó de los
recursos naturales del Departamento Litoral, como, entre otros, el cobre,
el guano, el salitre, la plata, el litio, el bórax, el azufre, el yodo, que no
sólo han “blindado” la economía de dicho país sino que le han permitido
alcanzar la prosperidad, en el ámbito latinoamericano y mundial.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que presidiera el chileno
Felipe Herrera, en su Décimo Informe Anual, 1970, denominado
“Progreso Socio – Económico en América Latina”, subraya, sobre el
particular, estos términos: “Más del 70 por ciento de los ingresos de
divisas obtenidos por Chile en 1969 correspondió al cobre, que es el
mineral principal del sector minero; asimismo, los acontecimientos
ocurridos en este sector en los últimos años han mejorado bastante la
balanza de pagos del país. El más importante de éstos es quizá el alza de
los precios internacionales del cobre. Otro factor de importancia fue que
el Gobierno pudo obtener una mayor proporción de los ingresos que se
derivan del cobre como resultado de su programa de chilenización”. Este
dato fue tomado de la página 195 de aquel documento.
“El Papa expresó su augurio de que la cuestión de la mediterraneidad
boliviana sea resuelta en la mejor manera posible”, señala, asimismo, el
dato que nos ofrece el informe de actividades del Ministerio de
Relaciones Exteriores y Culto de la República de Bolivia, que titula “La
Política Exterior de Bolivia 1989 – 1993”, editado, en julio de 1993, por
Juan Ignacio Siles. Véase la página 101.
Juan Pablo II habría reiterado tales conceptos en oportunidad de la
primera visita oficial que cumpliera a la Santa Sede el presidente
constitucional Jaime Paz Zamora, según indica aquel informe
gubernamental.
En suma: Bolivia, representada por una población de más de diez
millones de habitantes, espera ansiosamente que su Santidad, Francisco,
en su visita al país, próximamente, mencione el asunto marítimo, tal
como lo hizo Juan Pablo II, debido a que es de vital importancia, en la
hora presente, para los supremos intereses nacionales.

NEGOCIACIÓN A LA VISTA
LAGOS Y MESA, DE ACUERDO
5 de Junio 2015
El ex Presidente chileno Ricardo Lagos, en conversación con un diario
paraguayo, manifestó que "la llave" para una solución del tema del acceso
soberano de Bolivia al mar depende de Perú.
El ex Mandatario sostuvo que "en este tema del reclamo de Bolivia se
requiere el visto bueno del Perú".

Lagos explicó que "Es lo que hay. Chile no se puede partir en dos. ¿Cómo
hacer un corredor que pase por la mitad de Chile? Nos partimos en dos.
La única forma de darle una salida con soberanía, como pide Bolivia, es
pegado a Perú (...) sin embargo, si Chile le ofrece a Bolivia este plato de
lentejas, hay que pedirle permiso a Perú".
Agregó que "En dos ocasiones el Gobierno de Chile les ha ofrecido una
salida con soberanía, que son estos 10 kilómetros sin puerto, pegado.
Sin embargo, en el tratado del año 1929 (con Perú) se estableció que si uno
quiere ofrecer parte del territorio de ese tratado entre Chile y Perú a un tercer
país se requiere el acuerdo del otro".
"Vale decir, si Chile le ofrece a Bolivia esos 10 kilómetros, en ese momento
hay que pedirle permiso a Perú", dice Lagos en la entrevista, aunque
sostuvo que "en ambos casos, de una manera indirecta, Perú dijo que no".
"Entonces cuando el Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003) me
dijo que necesitaba una salida con soberanía, yo le dije: 'Presidente, vaya a
preguntarle a Perú'. Después vino el Mandatario Carlos Mesa (2003-2005).
Entonces, yo le dije: 'Presidente, usted sabe mejor que yo que para tener una
salida con soberanía no tiene que hablar conmigo. Vaya a hablar con Perú'.
Hay un candado puesto para la resolución del problema de Bolivia, pero
la llave no la tiene Chile. La tiene Perú, y ésto es la verdad", concluyó.
El ex Jefe de Estado viajó a Asunción la pasada semana, donde sostuvo una
reunión con el presidente de Paraguay, Horacio Cartes.
Ambos expresidentes, Lagos y Mesa, son partidarios del inservible corredor al
norte de Arica, como un plato de lentejas, en lugar del legítimo derecho de los
bolivianos a que les devuelvan sus puertos ancestrales en el Océano Pacífico.

Recopilaciones del Ing. Jorge Zambrana, Historiador y Teólogo boliviano

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