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Somos duros críticos a este Gobierno, pero éso no significa que lo bueno
que se hace no se deba reconocer. Eso ya lo confesamos en meses
pasados, cuando observamos que existía seriedad en el planteamiento
diplomático en La Haya y que la Cancillería -respaldada plenamente por
S.E.- estaba convocando a la mejor gente para llevar a buen éxito el
empeño de convencer a Chile a abandonar posiciones caducas y
soberbias en el tema marítimo y volver por caminos de sensatez y
comprensión que alguna vez transitamos juntos, aunque siempre
quedaran inconclusos.
Además del acertado planteamiento de recurrir a tribunales
internacionales de justicia, finalmente con personalidades nacionales
enteradas en los pormenores de la demanda boliviana, no cabe duda de
que el Gobierno eligió a también a un conjunto de jurisconsultos y
peritos extranjeros de primer nivel, que le dan contundencia a la
posición nacional, explicando debidamente, con los términos precisos,
sin las estridencias tan propias de los políticos de plazuela o de los
diplomáticos improvisados, cuál es el propósito de Bolivia y qué espera
de la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
No nos cabe la menor duda de que el dinero mejor gastado durante el
gobierno del MAS ha sido el destinado a la contratación de los abogados
que nos representan y lo que se ha destinado para informar a la
comunidad de naciones sobre el propósito boliviano, que Chile pretende
deformar en La Haya con una persistencia ciega que deriva hasta en
ciertas preguntas capciosas. El gasto, en estos casos, es inevitable, y
mucho más si se trata de recompensar debidamente a profesionales
reconocidos mundialmente en el ámbito del derecho. Esto no es
despilfarro sino que, esperemos, sea la mejor inversión.
La batalla jurídica de fondo no ha empezado todavía en La Haya. La
verdad es que, en términos militares, estamos reconociendo y
preparando el terreno. Aún no sabemos siquiera si la CIJ se declarará
competente para tratar el caso, ante la objeción de incompetencia
presentada por Chile. Aunque el haber admitido la demanda nacional no
parece dejar dudas de que Chile no podrá hacer abortar el proceso, al
extremo de que en Santiago ya se han escuchado voces autorizadas como
la del ex canciller Hernán Errázuriz que hasta sugiere el retiro de Chile
de la CIJ si ésta admite tener jurisdicción en el pleito. Si La Moneda
optara por retirarse sufriría una nueva derrota consecutiva en La Haya,
justificando lo dicho por el diputado Sapag, Presidente de la Comisión de
Relaciones Exteriores, en sentido de que a Chile le va mejor utilizando
las armas que la diplomacia. Es inaudito de reconocer, pero es algo
cínicamente cierto a la vez.
Sabemos los bolivianos o la mayoría de los compatriotas, que la CIJ no
va a obligar a Chile a ceder un determinado territorio a Bolivia. Los
chilenos lo saben también aunque fingen ignorarlo expresando que un
fallo de La Haya trataría de arrebatarles un trozo de su potestad
territorial. Claman en Santiago ante un presunto atropello a su
soberanía, pese a que es de conocimiento general que la CIJ no tiene
atribuciones para disponer de ese tipo de decisiones y que su fallo, de
existir, no irá más allá de exigir a Chile que negocie con Bolivia una
salida al mar de manera seria, sincera, sin engaños. Ya no con la dichosa
agenda de los 13 puntos, cuando se perdió el tiempo durante toda una
gestión de gobierno, donde la demanda marítima boliviana se había
diluido, como algo más, entre facilidades portuarias, el Silala, temas
consulares, culturales, narcotráfico, pobreza, y la risible “confianza
mutua”.
Además, si como consecuencia de un fallo de la CIJ, se regresara sobre
las bases de lo que fueron las notas del 50 y las negociaciones de Charaña
(seguramente que incluido el canje territorial), para Perú sería más
difícil poner trabas a una solución. Trabas que, sabemos, no las impuso
Perú sino ambos vecinos, de mutuo acuerdo, para dejar a Bolivia aislada,
sin perturbarles su vecindad con su persistente reclamo de acceder a un
puerto. Cuando las negociaciones de Charaña, Chile no quiso ni
enterarse de conversar sobre la respuesta peruana y todo lo concluyó
ignorándola. Al parecer, Chile tiene la idea de que las restricciones
contra Bolivia emergentes del Tratado de Lima de 1929, las tenemos que
levantar los bolivianos. Justamente quienes no lo firmamos; y peor,
quienes fuimos sus únicas víctimas. Finalmente, aunque nos duela,
queda una tenebrosa impresión de que Chile y Perú saben amañárselas
cuando Bolivia exige su salida al mar.
Ahora sólo nos queda esperar lo que dictamine la CIJ y nada más.
Nuestros argumentos han sido contundentes y pensamos que han
influido en el espíritu de tan eminentes jurisconsultos. Hacer
declaraciones sobre el tema desde Tarata o Gauyaramerín, no ayudará en
nada a la causa boliviana. Promover marchas y proclamas contra Chile
no harán variar ni en un ápice lo que la Corte ya ha recogido. Es hora de
esperar y tener fe en la justicia internacional, que, estamos seguros,
estará de nuestro lado.
Es por todo lo anterior que creo que “precisión” es la clave. No puede ser
de otra manera porque el fondo del asunto de la demanda boliviana está
directamente relacionada con uno de los elementos constitutivos de un
Estado, y que la doctrina, la jurisprudencia y las normas internacionales
por siglos han regulado de manera precisa en las relaciones
internacionales.
Derecho reivindicatorio
imprescriptible de Bolivia
sobre su Litoral
autor : Jorge Edgar Zambrana Jiménez
Ingeniero Civil, Historiador y Teólogo boliviano
Bolivia vive desde hace 136 años enclaustrada en pleno corazón de Suda-
mérica. La característica de los gobiernos de Bolivia ha sido la falta de
previsión y la ingenuidad. Nada han hecho para potenciar a la Nación y
preparar a su Ejército. Se han limitado al envío de representantes diplo-
máticos con la misión de reclamar dentro del marco del derecho interna-
cional, pero sin contar con la fuerza efectiva necesaria que respalde para
el caso de que sus gestiones fracasen. Consiguientemente los resultados
de sus reclamos han sido negativos. Cualquiera se da cuenta que un ratón
no puede negociar con un gato, salvo que se iguale en poderío, o que
recurra ante los Tribunales Internacionales en demanda de amparo de
derecho contra el despojo en que vive, para eliminar el dominio chileno
sobre el litoral invadido, ocupado y usurpado de facto.
Nuestro Departamento del Litoral no puede convertirse en soberanía
intangible chilena, con los argumentos de que la Corte de La Haya no
trata revisiones de tratados y de que Chile no devolverá el litoral porque
no puede dividir en dos partes separadas su territorio. Bolivia debe
esperar la coyuntura internacional, así tengan que pasar 100 años más,
para poder reivindicar su propio litoral, y no contentarse con un plato de
lentejas. Los embajadores bolivianos deben publicar en los medios
comunicacionales del mundo la verdad sobre el asalto filibustero chileno
de 1879. No debemos centrar todas nuestras expectativas en un
supuesto fallo favorable de La Haya, ya que conocemos los ardides de la
diplomacia mapochina cuando de negociar se trata. Debemos darnos
cuenta de que el trato bilateral nunca ha encontrado ni la más remota
intención de reparación por parte de Chile al daño causado con su asalto
invasor. Los alcances de un fallo de la Corte, para una obligación a
negociar, seguramente no serán bien establecidos, y menos esa
negociación será necesariamente favorable a la parte demandante.
3.- Los restantes 185 Km. de costa que nos pertenecían, ya los
gobiernos bolivianos de Melgarejo y Frías los habían regalado
a Chile mediante los tratados de 1866 y 1874.
La inviolabilidad de territorios
11 de mayo 2015
Una sugestión de carácter jurídico que cuestionó toda agresión, con fines de
segregación o despojo territorial, fue asumida, hace 150 años, aproximadamente, por
el jurista Agustín Aspiazu.
Él, con el objeto de preservar la política de buena vecindad entre los países de
Latinoamérica, lanzó la teoría relativa a la inviolabilidad de territorios, en un trabajo
interpretativo del Derecho Internacional, ampliamente difundido y comentado,
dentro y fuera de nuestras fronteras, en el Siglo XIX.
“Es inviolable el territorio de una nación. Ninguna potencia extranjera puede
apoderarse ni aún a título de seguridad propia”, anota Agustín Aspiazu, en el capítulo
III, subtítulo VI que corresponde al tema “Inviolabilidad del Territorio” – Artículo 56
-, pág. 64, de su libro “Dogmas del Derecho Internacional”, editado en la Imprenta de
Hallet & Breen de Nueva Cork, el año 1872.
“Sin esta inviolabilidad, las personas y los bienes de los particulares correrían peligro
à cada paso. De dos modos puede violarse el territorio ajeno: ya ocupándolo con
ánimo de retenerlo y señorearlo, o ya usando de él sin consentimiento del diseño, y
contra las reglas del derecho de jentes”, subraya.
En consecuencia nuestro compatriota Agustín Aspiazu ha ratificado una tendencia
jurídica opuesta a toda acción expansionista, invasora o conquistadora, que pudiera
modificar la demarcación de las fronteras territoriales, en desmedro de la paz, de la
amistad y la integración regional. Un enfoque que se hizo patente acorde con los
requerimientos del momento histórico, pues ha invocado, con sus lucubraciones de
Derecho Internacional, al entendimiento civilizado, a fin de resguardar territorios o
fronteras, en el marco de respeto, cordura y cordialidad, por el bien común.
La moción del jurista, expresada en circunstancias que imperaba la ley del más
fuerte, alcanzó resonancia, al correr 1879, como efecto de la infausta noticia de que
Chile, en connivencia con el poder económico inglés, había tomado el Departamento
Litoral, hecho que provocó el más que centenario encierro geográfico.
Problema que concita hoy la atención de quienes administran la justicia desde La
Haya. Asimismo de la comunidad internacional que desde hace mucho tiempo se ha
dignado expresar su más firme y desinteresado respaldo a la causa boliviana. Y de
ciertos sectores sociales del pueblo chileno, obviamente. Empero la “elite” del país
vecino continúa empeñada en excluir al tribunal de la Organización de Naciones
Unidas (ONU) del debate relacionado con el tema marítimo. Insiste en que aquél no
tiene competencia para tratar dicho asunto. He ahí el ardid chileno que pretende
evitar o diluir la demanda interpuesta por Bolivia en los estrados de la Corte
Internacional de Justicia.
La demanda marítima, que radica en La Haya, ha generado una suerte de odio e
intimidación, en contra de los bolivianos. Es una actitud propia de la idiosincrasia
chilena, de los Portales, Merino, Piñera, Muñoz y tantos otros, quienes, por utilizar
un lenguaje procaz, insultante y discriminador, corroboraron nuestra afirmación.
Algunos han empleado, inclusive, palabras de orden despectivo, que hirieron la
dignidad de la población boliviana.
En suma: la inviolabilidad de territorios propugnada por Agustín Aspiazu está
vigente ahora más que nunca.
Una sugestión de carácter jurídico que cuestionó toda agresión, con fines de
segregación o despojo territorial, fue asumida, hace 150 años, aproximadamente, por
el jurista Agustín Aspiazu.
Él, con el objeto de preservar la política de buena vecindad entre los países de
Latinoamérica, lanzó la teoría relativa a la inviolabilidad de territorios, en un trabajo
interpretativo del Derecho Internacional, ampliamente difundido y comentado,
dentro y fuera de nuestras fronteras, en el Siglo XIX.
“Es inviolable el territorio de una nación. Ninguna potencia extranjera puede
apoderarse ni aún a título de seguridad propia”, anota Agustín Aspiazu, en el capítulo
III, subtítulo VI que corresponde al tema “Inviolabilidad del Territorio” – Artículo 56
-, pág. 64, de su libro “Dogmas del Derecho Internacional”, editado en la Imprenta de
Hallet & Breen de Nueva Cork, el año 1872.
“Sin esta inviolabilidad, las personas y los bienes de los particulares correrían peligro
à cada paso. De dos modos puede violarse el territorio ajeno: ya ocupándolo con
ánimo de retenerlo y señorearlo, o ya usando de él sin consentimiento del diseño, y
contra las reglas del derecho de jentes”, subraya.
En consecuencia nuestro compatriota Agustín Aspiazu ha ratificado una tendencia
jurídica opuesta a toda acción expansionista, invasora o conquistadora, que pudiera
modificar la demarcación de las fronteras territoriales, en desmedro de la paz, de la
amistad y la integración regional. Un enfoque que se hizo patente acorde con los
requerimientos del momento histórico, pues ha invocado, con sus lucubraciones de
Derecho Internacional, al entendimiento civilizado, a fin de resguardar territorios o
fronteras, en el marco de respeto, cordura y cordialidad, por el bien común.
La moción del jurista, expresada en circunstancias que imperaba la ley del más
fuerte, alcanzó resonancia, al correr 1879, como efecto de la infausta noticia de que
Chile, en connivencia con el poder económico inglés, había tomado el Departamento
Litoral, hecho que provocó el más que centenario encierro geográfico.
Problema que concita hoy la atención de quienes administran la justicia desde La
Haya. Asimismo de la comunidad internacional que desde hace mucho tiempo se ha
dignado expresar su más firme y desinteresado respaldo a la causa boliviana. Y de
ciertos sectores sociales del pueblo chileno, obviamente. Empero la “elite” del país
vecino continúa empeñada en excluir al tribunal de la Organización de Naciones
Unidas (ONU) del debate relacionado con el tema marítimo. Insiste en que aquél no
tiene competencia para tratar dicho asunto. He ahí el ardid chileno que pretende
evitar o diluir la demanda interpuesta por Bolivia en los estrados de la Corte
Internacional de Justicia.
La demanda marítima, que radica en La Haya, ha generado una suerte de odio e
intimidación, en contra de los bolivianos. Es una actitud propia de la idiosincrasia
chilena, de los Portales, Merino, Piñera, Muñoz y tantos otros, quienes, por utilizar
un lenguaje procaz, insultante y discriminador, corroboraron nuestra afirmación.
Algunos han empleado, inclusive, palabras de orden despectivo, que hirieron la
dignidad de la población boliviana.
En suma: la inviolabilidad de territorios propugnada por Agustín Aspiazu está
vigente ahora más que nunca.
Así como también las constituciones políticas tiene que ser también eliminadas
para dictar nuevas, como estamos viviendo ese proceso en Chile, creo que la
legalidad tiene una vigencia determinada, históricamente acotada, y lo mismo
vale para los tratados. Yo creo que el tratado de 1904 y todos los tratados que se
firmaron con Perú y Bolivia, después de la guerra del Pacífico, son tratados que,
de alguna manera, establecieron las condiciones del vencedor de la guerra, y
establecieron un aparente statu quo, un tratado de paz, en el fondo, para que no
continuara la guerra, pero tendía a consolidar y rigidizar un estado de cosas que
no podía ser, sino transitorio. Bolivia y Perú fueron derrotados, y en esa condición
tuvieron que firmar los tratados respectivos, y perdieron lo que perdieron. Pero
eso tiende a cambiar con el tiempo. Las fronteras fijadas de esa manera, están
acotadas a una situación determinada, y con el correr del tiempo, pienso yo,
como historiador, la historicidad exige muchas veces, que esos tratados sean
revisados, y sean actualizados, porque la condición de vencedor/vencido, es una
situación del momento, es epocal, digamos diez o veinte años, pero no eterna.
Sí y no. Porque es un hecho que el Ejército que ganó la guerra del Pacífico, o los
ejércitos que ganaron la guerra, estaban compuestos de rotos, y los rotos en esa
guerra no perdían ni ganaban nada. Simplemente ellos los llevaron para pelear y
murieron por miles y miles, y los que se beneficiaron fueron, en definitiva, la
élite empresarial chilena y la élite empresarial inglesa, con otras nacionalidades
que estaban involucradas en la cuestión del salitre. Fue una especie de capital
internacional que se fue metiendo ahí, con mayoría inglesa y con minoría
chilena, en última instancia.
Todas las descripciones de las batallas nos revelan que gracias al empuje de los
rotos, los mineros, se obtuvo esa victoria. Entonces, pasa que el pueblo chileno se
prestigió a sí mismo, a través del Ejército en esa guerra, y en esa medida, al
prestigiarse a sí mismos, también le dio el apoyo a la élite, entonces eso es
complicado, por un lado, porque las glorias del Ejército, que son las glorias del
Ejército de rotos, son las de Chile y nadie quiere negar esas glorias, pero en la
práctica, más allá de la guerra, más allá de los intereses capitalistas, en el norte de
Chile conviven peruanos, bolivianos, chilenos y tenemos peruanos aquí en
grandes cantidades en Santiago, estamos cada día comiendo más cocina peruana.
Entonces, lo que pasa es que hay integración real de los pueblos, pero no de los
Estados, y no de las élites que se agarran de los Estados, y lo que pasa en Bolivia y
con su pueblo es que es obvio que ellos no tienen mar, y les duele que les hayan
quitado la provincia que tenía acceso al mar, entonces el pueblo boliviano apoya,
en ese sentido, las pretensiones del Estado boliviano, pero eso no significa que se
identifiquen con las élites. Es un problema real para el país, sin lugar a dudas. La
cosa tiene muchos bemoles. Un historiador social tiene que preocuparse de todos
los aspectos del problema, y no sólo del tratado en sí. Hay que recordar que en
esa época Chile entregó soberanía gratuitamente. La patagonia, la puna de
Atacama, y ese tema no se toca en Chile.
En una entrevista hace algún tiempo, usted mencionó que Chile, teniendo un
amplio litoral, debería ser capaz de entregar alguna porción a Bolivia.
Entonces seguimos teniendo 4 mil 200 kilómetros de costa más todavía que en
1830, y qué más da que los bolivianos tengan un territorio para poner un puerto
para embarcar y desembarcar su mercadería. Hay una serie de contrasentidos
en nuestra historia. Si hubiéramos sido un país marítimo y que ocupamos toda la
costa porque dominamos el Pacífico, te creo. No les demos ni un milímetro de
costa a nadie. Pero no, este es un país de vocación terrícola. Si hasta Agustín
Edwards cuando se viste de chileno se pone un ponchito de huaso.
Bolivia en La Haya
Jaime Martínez
El juez Hisashi había preguntado, al finalizar los alegatos orales realizados entre el
4 y 8 de mayo, qué es lo que entendían Bolivia y Chile sobre “acceso soberano al
mar”, un concepto —según dijo— que no se halla en el derecho consuetudinario
internacional. Además, la autoridad internacional solicitó a ambas partes que
expliquen “el contenido específico de este término tal como lo utilizan para fijar sus
posiciones sobre la cuestión de la competencia de la Corte”.
“El contenido específico del acuerdo de partes (sobre el acceso soberano) (...)
claramente no es materia para una determinación en la fase preliminar de los
procedimientos y debe ser asumido en la fase de fondo”, se lee en el documento —
redactado originalmente en inglés— y traducido de manera no oficial en esta
redacción.
Más temprano, el excanciller Armando Loaiza comentó a este medio que el proceso
de redacción de la respuesta fue meticuloso, en función de argumentos concretos y
sobre la base de “una alta ingeniería jurídica”.
En la primera respuesta de Chile (13 de mayo), firmada por su agente ante la Corte
Felipe Bulnes, se repasan los argumentos, presentados en 2013 por Bolivia, para
solicitar a la Corte que declare que ese país está obligado a negociar un acceso
soberano. “El significado de la expresión ‘acceso soberano al mar’, como se usa por
Chile en la formulación de su objeción, es el mismo que el utilizado por Bolivia en su
demanda”, precisa el documento publicado ayer y que ratifica que esta cuestión
implicaría modificar el Tratado de 1904, que definió las fronteras entre ambos
países. Además comenta que con las respuestas, Bolivia estaría alejándose de su
demanda original.
Al respecto, Bolivia observó (15 de marzo) que “las respuestas de Chile se limitan a
repetir el argumento de que el Tratado de 1904 es supuestamente incompatible con
la obligación de negociar un acceso soberano al océano Pacífico (...) y no menciona
que todas estas referencias provienen de las propias declaraciones unilaterales”.
Tras la fase de alegatos y preguntas, la CIJ debe deliberar en reserva para emitir un
fallo en los próximos meses. Se prevé que la sentencia llegue a finales entre
septiembre y diciembre de este año.
Ruta
En 2013, Bolivia solicitó a la CIJ que emita un fallo que declare que Chile tiene la
obligación de negociar un acceso soberano al mar. Un año después, el país
fundamentó este pedido en una memoria, cuyo contenido se mantiene en reserva
mientras la Corte resuelva la objeción de competencia
‘Minijuicio’
“Esperamos que esta respuesta de Bolivia sea considerada por los jueces. Si Bolivia
no la responde es porque responderla significaría reconocer que eso se contrapone
al Tratado de 1904, que estableció de manera definitiva la frontera entre ambos
países, que esto se contrapone con el artículo sexto del Pacto de Bogotá. La Corte
tiene que declararse incompetente”. [Heraldo Muñoz, canciller de Chile]
Soberanía: ‘Bolivia respondió con toda la madurez posible’
“Si Chile tiene alguna versión al respecto es solo una opinión de ellos. Cuando la
Corte se manifieste en un fallo de su competencia o no, recién vamos a poder
hablar del espíritu mismo de la demanda, por el momento Bolivia ha respondido a
las preguntas con toda la madurez y seriedad del caso. Esperamos un informe
oficial, somos respetuosos de la demanda”. [Senadora Patricia Gómez]
“Ha sido importante que ambos países hayamos expuesto en esta etapa de objeción
preliminar el contenido de lo que busca Bolivia y lo que busca Chile. Es la primera
vez que Chile se ha visto obligado a explicar a la comunidad internacional. Muchos,
a partir de las exposiciones de nuestros abogados, tienen interés por conocer
profundamente (la demanda)”. [Canciller David Choquehuanca]
Pregunta
Bolivia
13 de mayo
15 de mayo (observaciones)
Chile
13 de mayo
El punto de partida debe ser la solicitud de Bolivia (…) allí se refiere a “un acceso
plenamente soberano al océano Pacífico”. En la memoria de Bolivia (cuyo contenido
se mantiene en reserva mientras se resuelve el incidente de incompetencia
planteado por Chile) indica con mayor precisión lo que entiende por “acceso
soberano al mar”. En el párrafo 410 se refiere a “una salida soberana al mar para
Bolivia, que será efectuada por una transferencia de territorio a Bolivia desde Chile”
(...) El significado de la expresión “acceso soberano al mar”, como se usa por Chile
en la formulación de su objeción a la jurisdicción, es el mismo que el utilizado por
Bolivia en su demanda y memoria. Chile considera que al pedir a la Corte que
declare que tiene la obligación “de conceder un acceso de Bolivia plenamente
soberano al océano Pacífico”, tiene la obligación de transferir a Bolivia soberanía
sobre territorio costero bañado por el océano Pacífico. La importancia de esto para
la objeción a la jurisdicción de Chile es que en el artículo dos del Tratado de Paz de
1904, Bolivia y Chile establecieron la asignación de la soberanía sobre el territorio y
en el artículo seis de ese mismo tratado que Chile cede “a favor de Bolivia a
perpetuidad el derecho más completo y sin restricciones de tránsito comercial en su
territorio y de sus puertos del Pacífico”. El Tratado de Paz de 1904 estableció (…)
que el acceso al océano Pacífico que Bolivia tiene derecho no es el acceso
soberano. La solicitud de Bolivia (busca) perturbar lo establecido en el Tratado y por
lo tanto está fuera de la jurisdicción de la Corte por la fuerza del artículo sexto del
Pacto de Bogotá.
15 de mayo (observaciones)
Pueden identificarse seis actos de esta naturaleza realizados por Chile, más allá de
los que se desarrollaron en abundancia en este suplemento y que constan en el
documento de la “Solicitud”: el Tratado de Transferencia de Territorios (1895), el
Acta Protocolizada de 1920, el intercambio de notas de 1950, las negociaciones de
Charaña y sus correspondientes declaraciones conjuntas (1975-1978), y la
Resolución de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos
(1983).
Los seis momentos que ahora serán desarrollados fueron aludidos por los abogados
de Bolivia durante los alegatos de la primera semana de mayo. Son: la declaración
de Domingo Santa María (primero como Canciller y luego como Presidente); las
nota de 1923, la respuesta de 1926 a la Propuesta Kellogg; el artículo 1 del
Protocolo de Lima; la declaración del presidente Gabriel González Videla en 1948;
la nota “Trucco” de 1961; y la mención chilena en el juicio de Perú contra Chile en
2012. Las manifestaciones expresas de ese país, sin embargo, son aún más.
1. SANTA MARÍA. “No olvidemos por un instante que no podemos ahogar a
Bolivia... Privada de Antofagasta y de todo el Litoral que antes poseía hasta el Loa,
debemos proporcionarle por alguna parte un puerto suyo, una puerta de calle, que le
permita entrar al interior sin zozobra, sin pedir venia. No podemos ni debemos matar
a Bolivia”, dijo el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Domingo
Santa María, el 26 de noviembre de 1879. Ya como presidente, pocos años
después, reiteró ese mismo pedido también poniendo énfasis en el verbo “deber”. Si
bien esta declaración estuvo resaltada por la abogada de Bolivia Chemillier-
Gendreau en su intervención del viernes 8 de mayo, hay que recordar que
declaraciones de este tipo fueron reiteradas a lo alargo de la historia por otros
presidentes chilenos y sus autoridades competentes en temas relacionados con las
relaciones exteriores, como cancilleres y embajadores.
Así, no solo la declaración de Santa María (que podría dar reparos por haber sido
dicha muchos años atrás), sino también las posteriores pueden ser consideradas
como actos unilaterales que crean una obligación. Esto podría darse por descontado
si se considera el juicio en la CIJ de Australia y Nueva Zelanda contra Francia
(1974) para que éste último cese de realizar ensayos con armas nucleares en la
atmósfera del archipiélago de Mururoa porque la contaminación radiactiva se iba
elevando en los países demandantes al estar más o menos cerca de Mururoa.
Esto bastó a la CIJ para fallar a favor de Australia y Nueva Zelanda, pues una
autoridad competente en el tema en disputa (el ministro de Defensa de Francia)
había hecho público un compromiso unilateral. Si bien se puede decir que la
declaración de Santa María es del siglo XIX, Bolivia tiene numerosas declaraciones
y documentos firmados por autoridades chilenas competentes que se manifestaron
en el sentido de que se debía dar una salida a la costa propia a Bolivia más allá del
Tratado de 1904.
“La letra del Canciller de Chile, de 23 de febrero de 1923, ¿debe dejarse de lado
como sugiere la otra parte (la defensa chilena)?”, cuestionó la jurista el viernes 8 de
mayo. Esto se dio poco después del juicio que intentó iniciar Bolivia en la Corte
Permanente de Justicia de la Liga de las Naciones (1920). Ya existía en curso un
arbitraje internacional conducido por Estados Unidos respecto de la soberanía de
Arica y Tacna, territorios que aún no estaban definidos ni para el Perú ni para Chile.
3. PROPUESTA KELLOGG. El Departamento de Estado de Estados Unidos
mediaba a inicios de los años 20 del siglo pasado la definición por Perú o Chile de
Arica y Tacna mediante el plebiscito que debía realizarse de acuerdo con el Tratado
de Ancón (1883). El arbitraje definió que no habían condiciones para realizar un
plebiscito. En efecto, Chile amedrentaba a los pobladores peruanos de esos
territorios para buscar desplazarlos y, además, trasladaba a chilenos para que así,
en la votación, ganase su país, por lo que luego del fallo que desechaba el
procedimiento democrático, los Estados Unidos presentó varias propuestas a Chile
y Perú. El secretario de Estado, Frank Billings Kellogg, sin paciencia por el rechazo
a sus planteamientos de división territorial, decidió presentar su última propuesta:
que Perú y Chile cedan a perpetuidad en favor de Bolivia los territorios de Tacna y
Arica.
“Ésta (el artículo 1 del Protocolo Complementario del Tratado de Lima) es una
cláusula muy poco frecuente y no compromete más que a los Estados signatarios y
se considera justificada por las negociaciones ya iniciadas entre Bolivia y Chile para
la transferencia a Bolivia de toda o parte del territorio que en aquel entonces
correspondía a Chile, es decir, que confirma la existencia de una cuestión
pendiente, así como la necesidad de resolver esta cuestión fuera de los términos del
Tratado de 1904”, dijo Chemillier sobre este punto.
5. GONZÁLEZ VIDELA. Antes del intercambio de notas diplomáticas entre Bolivia y
Chile, desde 1946 el presidente del país vecino, Gabriel González Videla, se
manifestó a favor de la cesión de una franja boliviana al Pacífico y comenzó una
negociación. Este presidente quería que se vincule su nombre a una solución
histórica definitiva. Las notas del 50 (que figuran en el documento de la “solicitud”
boliviana) son el resultado de la favorable disposición de González desde 1946.
El punto 1 de este documento dice: “Chile ha estado siempre llano, junto con
resguardar la situación de derecho establecido en el Tratado de Paz de 1904, a
estudiar, en gestiones directas con Bolivia, la posibilidad de satisfacer las
aspiraciones de ésta y los intereses de Chile.” Otra vez, hay un reconocimiento
chileno de que una solución puede ser llevada a cabo por fuera del Tratado de
1904.
En efecto, Chemillier citó a la Corte: “En 1975, 1976, Chile inició una negociación
con Bolivia sobre un proyecto de intercambio de territorios destinado a asegurarle a
Bolivia un acceso al mar y un espacio marítimo adyacente”. Por esto concluyó que:
“ustedes mismos, ustedes, miembros de la Corte, tomaron nota de que la cuestión
del acceso soberano de Bolivia al mar permanecía como una cuestión abierta entre
Bolivia y Chile”. Estos fueron algunos de los comportamientos chilenos —que
también pueden ser considerados actos unilaterales— que fueron mencionados,
entre otros más, durante los alegatos preliminares.
Sin embargo, hay muchos más ejemplos de la apertura de Chile a una negociación
que solucione el enclaustramiento marítimo de otras autoridades de ese país que
probablemente figuran en la Memoria boliviana como del presidente Aníbal Pinto
(1876-1881); Jorge Montt, presidente (1891-1896); Luis Barros, ministro de
Relaciones Exteriores (1894 -1895); Juan Luis Sanfuentes, presidente (1915-1920);
Emilio Bello, ministro plenipotenciario en La Paz (1920); Emiliano Figueroa,
presidente (1925-1927); Beltrán Mathieu, ministro de Relaciones Exteriores (1925-
1926); Horacio Walker, ministro de Relaciones Exteriores (1950-1951); Jorge
Alessandri, presidente (1958-964); Augusto Pinochet, presidente (1973-990);
Patricio Carvajal, ministro de Relaciones Exteriores (1974-1978); y, Miguel
Schweitzer, ministro de Relaciones Exteriores (1983).
Por un lado, Chile dice que el Tratado de 1904 cerró el tema marítimo con Bolivia,
mientras que, por otro, sus actos demuestran lo contrario. Esos mismos actos, en
consecuencia, hacen que el artículo 6 del Pacto de Bogotá sea inaplicable para
declarar incompetente a la Corte Internacional de Justicia.
Esto es fundamental para el desmonte de los argumentos chilenos que desean que
la Corte se declare incompetente, pues Chile quiere convencer a la CIJ (“confundir”
con “espejismos”, dirían los abogados de Bolivia) de que el acceso marítimo para
Bolivia y las negociaciones posteriores a 1904 son temas ya resueltos por el Tratado
de Paz y Amistad. Con este razonamiento, Chile pretende aplicar el artículo 6 del
Pacto de Bogotá para que la Corte se declare incompetente: “Tampoco podrán
aplicarse dichos procedimientos (los de la CIJ) a los asuntos ya resueltos por
arreglo de las partes, o por laudo arbitral, o por sentencia de un tribunal
internacional, o que se hallen regidos por acuerdos o tratados en vigencia en la
fecha de la celebración del presente Pacto”, señala el artículo que blande Santiago.
Los abogados bolivianos mostraron que son los mismos actos del Estado de Chile
los que demuestran —una, otra y otra vez— que el tema marítimo no ha sido
resuelto, que las negociaciones y compromisos que realizó sobre este punto
evidencian que es un tema que está lejos de estar cerrado, por lo que el artículo 6
del Pacto de Bogotá para objetar la jurisdicción de la CIJ es inaplicable en este
caso. Es decir, la Corte es competente en base al artículo 31 del mismo Pacto y con
énfasis en sus incisos “c” y “d”: “(...) las Altas Partes Contratantes declaran que
reconocen respecto a cualquier otro Estado Americano como obligatoria ipso facto,
sin necesidad de ningún convenio especial mientras esté vigente el presente
Tratado, la jurisdicción de la expresada Corte en todas las controversias de orden
jurídico que surjan entre ellas y que versen sobre: a) La interpretación de un
Tratado; b) Cualquier cuestión de Derecho Internacional; c) La existencia de todo
hecho que, si fuere establecido, constituiría la violación de una obligación
internacional; d) La naturaleza o extensión de la reparación que ha de hacerse por
el quebrantamiento de una obligación internacional”.
Antes de desarrollar los argumentos orales de la defensa boliviana, hay que resaltar
un punto del documento “Declaración Escrita del Estado Plurinacional de Bolivia
sobre la Objeción Preliminar de Competencia presentada por Chile”. Es ese texto se
resalta lo dicho por la presidenta Bachelet (2014) y el canciller Heraldo Muñoz en
marzo de 2014. Si hoy Chile dice que no hay nada que tratar en la Corte y que ésta
no tiene competencia sobre el tema, hace poco decían esas autoridades, de
acuerdo a la declaración escrita: “Si Bolivia decide radicar el tema de su aspiración
marítima en La Haya, nosotros tendremos que tratar ese tema en La Haya” (Muñoz),
y “Si el Gobierno boliviano estimó que debía llevar el tema del mar a La Haya, es el
lugar para verlo”, (Bachelet). En contraste, hoy, a un año de esas declaraciones,
Chile no quiere saber de tratar el tema en el lugar en que antes decía que era el que
correspondía.
ACTOS. Forteau, por su parte, indicó que la objeción mostró cómo Chile equivocó la
verdadera materia del diferendo que ocupa a las partes en la CIJ, a saber: el
incumplimiento de los actos unilaterales de ese país en los que ofreció negociar con
Bolivia una salida soberana al mar. Paralelamente al Tratado de 1904, Chile negoció
una salida con soberanía para Bolivia repetidas veces, cosa a la que ha
contravenido, explicó Forteau.
El Tratado de 1904 no prohíbe en ningún lugar que las partes asuman compromisos
de otra naturaleza o por otras vías en vistas a permitir que Bolivia obtuviese un
acceso soberano al mar, apuntó Remiro Brotóns. Forteau resaltó que los
compromisos chilenos emanan de compromisos posteriores a 1904.
“Es un contrasentido: la existencia del compromiso de negociar muestra que el
acceso soberano al mar no había quedado zanjado, sino ¿por qué seguir
comprometiéndose?”.
“Hasta 2011, Chile negociaba, siendo una prueba la Agenda de 13 puntos”, aludió
Forteau y resaltó la reacción de las autoridades chilenas después de la presentación
de la solicitud a partir de compromisos paralelos al Tratado de 1904: “Esto es lo que
comprendieron perfectamente las autoridades chilenas cuando tomaron
conocimiento de la solicitud. El 25 de abril de 2013, al día siguiente, el ministro de
Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno, declaró al periódico chileno El Mercurio que
lo que primero se ha de señalar es que Bolivia en su solicitud no pone el Tratado de
1904”. Un año después, en 2014, el nuevo ministro de relaciones exteriores, Muñoz,
declaró a La Tercera: “La demanda de Bolivia no contiene una puesta en tela de
juicio de los tratados, lo que está en juego es una demanda relativa a la existencia,
según Bolivia, de una obligación, que afectaría a Chile, de negociar un acceso
soberano al Pacífico”. Este mismo ministro declaró el 19 de abril de 2014, tras
conocer la Memoria de Bolivia que “no se trata de un diferendo fronterizo, sino de
una demanda relativa a pretendidas expectativas jurídicas legítimas”. Por todo esto,
Forteau dijo no comprender que, hoy, los abogados hablen de que la demanda
boliviana apunta a abrir el Tratado de 1904.
Chemillier abundó en su intervención en evidenciar las veces que Chile, con sus
actos y palabras, demostró que el enclaustramiento de Bolivia no fue zanjado por el
Tratado de 1904, lo que hace que el artículo 6 del Pacto de Bogotá no pueda ser
aplicado para probar la incompetencia de la Corte.
“A lo largo de más de un siglo, los distintos representantes del Estado chileno han
prometido encontrar negociaciones para que cese la mediterraneidad de Bolivia y
ello sin afectar el Tratado de 1904”; por ello, “Chile, al oponerse a su competencia
(de la Corte), debe pasar por una negación de sus propias afirmaciones”, precisó.
Siguiendo, a través de los buenos oficios de los Estados Unidos para la definición
de los territorios de Arica y Tacna, la Casa Blanca sugirió que ambos territorios sean
transferidos a perpetuidad en favor de Bolivia (30 de noviembre de 1926). En su
memorándum de respuesta, el ministro chileno de Asuntos Exteriores, Jorge Mate,
recordó que no había jamás rechazado la idea de conceder a Bolivia una banda de
territorio y un puerto, sin embargo, Mate constata que la cuestión queda pendiente
hasta hoy.
Al respecto Akhavan se preguntó: “Si el asunto quedó zanjado en 1904, por qué
consideraría Chile necesario construir este protocolo con el Perú en 1929 sobre
exactamente el mismo asunto”.
El abogado Akhavan recordó que el mismo año de la firma del Pacto de Bogotá, en
1948, el presidente de Chile “declaró que podía aceptar la transferencia a Bolivia de
una franja de territorio sobre el desierto al norte de la ciudad de Arica y mostró su
deseo vehemente y legítimo de vincular su nombre a una solución histórica debido a
su gran significado para las Américas”.
Ya después del Pacto de Bogotá (1948), continuó la disposición chilena de negociar
con Bolivia una salida soberana al mar. Así, en 1950 hay un intercambio de notas en
el que Chile respondía al Embajador de Bolivia en Santiago que su gobierno
siempre ha estado dispuesto, “conservando la situación jurídica establecida por el
Tratado de 1904 y negociaciones directas”, a satisfacer las “aspiraciones” del
Gobierno de Bolivia. Este mismo espíritu —que Chile está dispuesto a negociar una
salida más allá del Tratado de 1904— se reiteró en el Memorial Truco (1961).
Chile pretende ocultar, omitir, maquillar, etcétera, todos estos hechos, dijeron los
distintos abogados de Bolivia durante los alegatos del miércoles. Fueron citadas
particularmente las negociaciones de Charaña, donde Chile expresó con claridad
cómo se imagina de manera concreta el corredor que cedería a Bolivia. Chemillier
notó que en la declaración conjunta de esas negociaciones se habla de “resolver” la
mediterraneidad, lo que contrasta con que hoy Chile afirma: que todo está
“resuelto”.
Si todo esto no fuese suficiente para probar que el asunto marítimo no ha sido
zanjado (por lo que el artículo 6 del Pacto de Bogotá se hace inaplicable), los
abogados también mencionaron las declaración de la Organización de los Estados
Americanos (OEA), en especial la de 1983, pues ésta fue negociada y firmada por
Chile. Esa resolución exhorta a los dos países a encontrar “una fórmula” que dé a
Bolivia “un acceso soberano al océano Pacífico”.
Pues bien, Akhavan, en relación a todas las pruebas que evidencian que una salida
al mar para Bolivia es un tema que el Tratado de 1904 no cierra y que los
compromisos de Chile deben ser cumplidos en respeto al principio de pacta sunt
servanda, hizo la siguiente pregunta: “Si no había ningún asunto pendiente entre las
partes, si el asunto estaba resuelto, ¿por qué negociaban las partes después de un
siglo, luego del acuerdo de 1904?”.
El triple bloqueo chileno a Bolivia (al acceso al mar, a las negociaciones pasadas, y
a la búsqueda de justicia en la Corte Internacional de Justicia) es una síntesis de la
última injusticia que Santiago pretende realizar al objetar la competencia de ese
tribunal en el diferendo que se lleva en La Haya.
Para desechar ese razonamiento, los cuatro abogados que intervinieron (Monique
Chemillier-Gendreau, Antonio Remiro Brotóns, Payan Akhavan y Forteau) aclararon
a la Corte que el verdadero objeto de la demanda es que se obligue a Chile a
negociar, y de buena fe, un acceso soberano al Pacífico, tal como ese país se
comprometió a hacer en repetidas ocasiones a lo largo de la historia.
Luego señaló que la única pertinencia que podría tener la pregunta de Greenwood,
en relación a la fase preliminar actual, es si se acepta una dicotomía entre un antes
y un después de 1948 (año del Pacto de Bogotá). “Los hechos presentados abarcan
todos los momentos: antes, durante y después de 1948”, dijo Akhavan.
Visto en perspectiva, lo que Chile pretende es que la CIJ realice un fallo de fondo en
una etapa preliminar: “Sería inconcebible que esta Corte determinase que esta
objeción es de naturaleza exclusivamente preliminar (...). Está claro que la
determinación de la Corte respecto de su competencia podrá considerar ciertas
cuestiones de fondo, pero la decisión de la jurisdicción, leo el reglamento, nunca
podrá decidir directamente sobre cuestiones del fondo”, apuntó Akhavan.
Ahora la Corte deliberará por meses y dará su fallo entre octubre y diciembre 2015.
Ecos de La Haya
La fase oral en el juicio que sigue Bolivia contra Chile en la Corte Internacional de
Justicia (CIJ) en La Haya se ha registrado con notable rapidez en las lenguas
oficiales de ese organismo, en las que los expositores recitaron sus alegatos. Esos
documentos denominados “Verbatim Record” suman 220 páginas (más anexos) y
comprenden las cuatro sesiones celebradas del 4 al 8 de mayo de 2015. Servirán de
base a las reflexiones internas para la dictación del fallo de la Corte y reposarán en
los archivos históricos de ese organismo. A continuación, se ofrece cuatro crónicas
sobre aspectos llamativos de las sesiones.
Ninguna pregunta formulada a las partes, por algún juez en la Corte Internacional de
Justicia (CIJ), es totalmente cándida o inocente. Casi siempre trae consigo una
carga explosiva que, dependiendo de su contestación, puede causar destrozos a
veces irreparables en el desprevenido litigante. En 2012, cuando el magistrado
marroquí Mohamed Bennouna (72) interrogó “si Chile o Perú considerarían de
acuerdo a la Declaración de Santiago (1952) a fijar un territorio soberano de
jurisdicción exclusiva”, esa simple duda le estaba otorgando, virtualmente, al Perú
22.000 kilómetros cuadrados para ampliar su frontera marina.
Mientras Sir Christopher Greenwood (62), miembro de la Corte desde 2006, lanzó el
4 de mayo su pregunta capciosa “¿en qué fecha mantiene Bolivia que se concluyó
un acuerdo respecto a la negociación relativa al acceso soberano?” no pensaba
satisfacer una curiosidad histórica o poner en orden su calendario de eventos. Su
intención fue precisamente obtener una respuesta no de la parte boliviana, sino de
dar oportunidad al contrincante chileno de refutar, como en efecto lo hizo su
compatriota-litigante, cuando negó la existencia real de un acuerdo que hubiese
comprometido la fe del Estado chileno en la posible cesión a Bolivia de una salida
soberana al mar.
En todo caso, asombra y asusta que antes de que Bolivia respondiese al desafío,
fuese Chile que, mediante uno de sus abogados (también británico), tuviese el
comedimiento de contestar aquella pregunta que no le estaba destinada. Ese
entronque huele a una comedia premeditada.
Mozo inteligente y con talento para hacer el bien y todo lo contrario (enfrentó
acusaciones en el escándalo “petróleo por alimentos”). Apto en relaciones públicas,
hábil en lenguas, esposo de una americana rica y amigo de George Soros. O sea,
todas las cualidades reunidas para hacer un lobby discreto pero eficaz en los
corrillos oficiales y oficiosos de La Haya, en Londres, que tiene en el bolsillo, en
Nueva York (allí frecuentó en el PNUD a Heraldo Muñoz) y en Washington, donde
usará al máximo esa ligazón umbilical con el Reino Unido, apellidada “special
relationship”, que traducida al léxico diplomático quiere decir “cubrirse
recíprocamente las travesuras legales y de las otras”. Este acápite es significativo,
en momentos en que los vínculos americanos con La Paz no son de los mejores.
Con entrada en la gran prensa de Fleet Street y más allá, no es difícil para él plantar
artículos y comentarios en The Economist, Foreign Affairs y otros medios que los
jueces de la CIJ leen, para alimentarlos e intoxicarlos con información y
desinformación del diferendo boliviano-chileno.
En la acera del frente, Bolivia batalla con las armas que le provee su diplomacia
artesanal, sin vinculaciones ni la sofisticación que el caso exige y excluyendo de su
equipo jugadores de primera liga, por no vestir la casaca de moda.
El coreano misterioso
Originaria de un lado de Corea, su familia emigró a los Estados Unidos, donde hace
62 años nació Harold Hongju Koh, quien, cual sus hermanos, logró el sueño
americano al dotarse de una educación universitaria. Pero como ese escalón es
solo el primero para subir a la cumbre, el joven Koh, luego de vencer aquella
poliomielitis que lo dejó rengo, se afilió al Partido Demócrata y se incrustó de asesor
en el Departamento de Estado, de donde fue reclutado por Clinton para convertirlo
en Subsecretario de Derechos Humanos. Más tarde, Obama lo nombraría su
consejero en ese mismo campo, antes que el ambicioso asiático decida reciclarse
como profesor en la Universidad de Yale.
Su mensaje fue claro y fuerte: una amenaza casada con chantaje. Si la CIJ admitía
su competencia para conocer la demanda boliviana, acudirían ante ella muchos
países ansiosos de rectificar sus fronteras, comenzando por la propia Bolivia, que
tenía vigentes 12 tratados suscritos con sus vecinos. Es más, dijo, si la CIJ acepta la
demanda boliviana se estimulará a “re-litigar la historia del continente y sus
fronteras”.Su desplante me causó estupor y, en un encuentro casual en el pórtico
del Palacio de la Paz, me permití interpelarlo, para indagar el verdadero alcance de
su bizarra advertencia, dada la naturaleza del pasaporte del que era portador y su
apego a la eficacia de los “drones”. Su respuesta tan lacónica estuvo acompañada
de su sonrisa budista: “No coments”.
Sala de prensa
Para mostrar este hecho en relación con el tema marítimo, a continuación se pondrá
en evidencia otros actos unilaterales llevados a cabo por diferentes autoridades
chilenas con relación a su abierta disponibilidad a negociar una salida soberana al
mar para Bolivia. Que se cumplan esos compromisos es el fallo que el país busca
en la CIJ.
Ricardo Lagos, expresidente de Chile, dio la razón, en 2011, a Santa María, si bien
hoy fue arrastrado a la posición más conservadora: “el ministro Santa María tenía
razón cuando le señaló al presidente Pinto que había que resolver el tema, porque
no podía haber un Estado que no tuviera acceso al Pacífico como le había sucedido
a Bolivia. En consecuencia, hay que buscar una solución...” (presentación del libro
“Un futuro común. Chile, Bolivia, Perú”, Libro del Mar).
Luego estuvieron las gestiones del presidente Juan Luis Sanfuentes (1915-1920) y
su embajador plenipotenciario en La Paz, Emilio Bello. Firmaron el Acta
Protocolizada de 1920, que habla de la necesidad de dar a Bolivia una salida por
fuera del Tratado de 1904.
Otro caso es el del presidente Arturo Alessandri (1920-1924), quien dijo en 1923 a la
prensa: “Sí, señor. En caso de que el fallo arbitral (a cargo de los Estados
Unidos) que naturalmente se inspirará en la justicia y en el derecho, lo permita, es
mi resolución considerar generosamente las aspiraciones de Bolivia, en la forma y
en los términos clara y frecuentemente planificados…” (Periódico El Mercurio, 4 de
abril de 1923).
Por último, Collier desde Santiago informó a su país su parecer sobre Mathieu: el
gran obstáculo a la solución del corredor para Bolivia era en realidad Mathieu, quien
sostenía que la mejor solución era entregar la totalidad de Tacna y Arica a Bolivia y
persistía en esa posición. (Gumucio)
Son conocidas las posiciones a favor de una salida marítima para Bolivia de Gabriel
González (Presidente de Chile de 1946 a 1952) y su canciller Horacio Walker por las
notas de 1950; también de Jorge Alessandri (Presidente de 1958 a1964) y su
embajador en La Paz, Manuel Trucco, al ratificar en 1961 las notas del 50.
Asimismo, es conocida la posición de Augusto Pinochet al firmar la declaración
conjunta de Charaña en 1975. Lo mismo puede decirse de su canciller Patricio
Carvajal.
Luego vino Michelle Bachelet y se inició la Agenda de los 13 puntos. El sexto es, en
rigor, una negociación para dar solución al enclaustramiento marítimo. Cuando
Bachelet fue sucedida por Sebastián Piñera, éste dio continuidad a la negociación,
sin embargo se dilató el tratamiento del punto seis. Bolivia vio que no había
intenciones de la contraparte de abordarlo por lo que se planteó la demanda ante la
Corte Internacional de Justicia en La Haya.
El patrón del comportamiento de Estado de Chile, que va del siglo XIX a la década
de los ochentas del XX, y que se caracteriza por la política de apertura y
negociación, dista del que comienza en los 90, cuando todas las negociaciones o se
interrumpen o son infructuosas.
21 de mayo de 2015
Los estudiosos firmaron la denominada "Acta de Buenos Aires", que será entregada
"de forma inmediata al Papa Francisco, junto a varias alternativas de soluciones
concretas", dijo a la AFP Víctor Manuel Fernández, rector de la UCA, tras el acto.
Los documentos también serán entregados a la Unión Sudamericana de Naciones
(Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) para
que, a su vez, los giren a los mandatarios de Bolivia, Chile y Perú y les soliciten que
inicien conversaciones entre los tres.
LA HAYA Y EL MAR
Chile, por algo insignificante que se le pide, por una reparación minúscula, tiene a
una nación resentida que no dejará de reclamar por un terrible daño, más que a su
soberanía a su futuro. Discutir sobre las eficaces acciones de las bien pertrechadas
tropas chilenas durante la Guerra del Pacífico o sobre la escasa respuesta que
Bolivia pudo darle junto a su heroico aliado, el Perú, ya no tiene sentido a estas
alturas del siglo XXI. Insistir en que Chile perdió sangre en la guerra y que, por lo
tanto, al vencido lo encerrará para siempre como un castigo bíblico, cobrándole del
pasado, es algo que no va a convencer a la comunidad internacional. Menos hoy
cuando la conquista de territorios por la fuerza de las armas es algo censurable,
porque no cabe duda de que existe una nueva visión sobre esta materia en el
mundo.
Bolivia no pide que Chile le devuelva lo que le arrebató. Bolivia se conformó siempre
con una mínima satisfacción que le permitiera asomarse al mar. Su anhelo ha sido
tener la posibilidad de construir un puerto propio algún día. Se conforma con muy
poco luego de haber perdido 400 kilómetros de costa. Pero Chile tiene un vecino
débil, mucho más débil que Argentina o Perú, y por eso le ha dado largas a la
solución de un problema que recién hoy le molesta demasiado y que lo perturbará
durante los próximos años y décadas. Eso demuestra que Chile ha respetado a sus
vecinos fuertes, a los que podían significarle algún peligro bélico, pero no a quien se
lo puede acallar con sólo ignorarlo o amenazarlo. Sin embargo, los bolivianos
podremos pasar las peores circunstancias, las penurias más duras, pero siempre le
exigiremos a Chile un arreglo que haga algo de justicia y que concuerde con un
sentimiento de armonía alejado de los terribles odios que por causas religiosas o
territoriales se ven en otras latitudes.
No hemos pensado denunciar el Tratado de Paz y Amistad de 1904 porque cuando
lo hicimos en la segunda década del siglo pasado, fracasamos. Los tratados se han
hecho para cumplirlos, por aborrecibles que sean, y así hayan sido impuestos por la
fuerza. Chile tiene en sus manos la letra de un tratado que le vale para exhibirlo en
todos los foros internacionales. Eso es incuestionable, pese a que Bolivia tuvo que
firmarlo en circunstancias apremiantes. Voces que llegan desde Chile dicen que,
además de sangre, la conquista del litoral boliviano le ha costado de su peculio la
construcción de un ferrocarril desde la costa hasta La Paz, el pago de 300 mil libras
esterlinas y gastos en movimiento e infraestructura portuarios. Ínfimo desembolso
que resulta hasta bochornoso mencionar ante todos los fantásticos beneficios que
recibió de nuestras tierras pródigas en riquezas que guardó para sí.
Pese a lo que digan los moradores de La Moneda en el último tiempo, muchos de
los chilenos coincidieron, poco después de concluida la guerra y durante toda la
segunda mitad del siglo pasado, en que a Bolivia no se la podía dejar encerrada
indefinidamente; que sería un eterno problema. Preclaras mentes advirtieron que no
se debía tener a un vecino resentido porque necesariamente se perdería su
amistad. Dignatarios civiles y militares chilenos entendieron que era necesario
solucionar ese problema. Por eso mismo es que Chile se comprometió con Bolivia
para abordar positivamente el tema marítimo en varias oportunidades. Una tras otra
se sucedieron las gestiones, a veces de manera informal pero también mediante
acuerdos diplomáticos. Ambos países llegaron hasta la etapa negociadora más
avanzada para que Bolivia accediera al mar de manera soberana.
Por motivos imputables a un destino inexplicable todos los empeños quedaron sin
concluir. Al fracasar esos intentos los bolivianos acudimos en busca de apoyo en la
comunidad internacional. Eso provocó siempre el encono de Chile porque La
Moneda tiene como dogma diplomático el entendimiento directo, pero un
entendimiento que no ha dado resultados hasta hoy porque Chile le da largas al
reclamo nacional o lo echa al olvido. Si a chile no se lo presiona, si no se recurre a
la demanda pública, se cruza de brazos.
Veremos, entonces, que dictamina la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Ha
sido el último recurso luego de la frustración con la “Agenda sin exclusiones”, que
acabó por relegar el tema marítimo. Fracasado el optimista e ingenuo plan de
“conocimiento recíproco” a que los llevó la Agenda – fuente final de agravios y
alejamiento – a Bolivia no le quedó otra alternativa que su demanda ante el máximo
tribunal internacional de justicia.
Quienes consideramos que el recurso de acudir a La Haya era inconducente y vano
nos equivocamos. En verdad, a Bolivia no le quedaba otro recurso que buscar
respuesta en un nuevo escenario esta vez de carácter mundial. Sin posibilidades de
un arreglo bilateral, sin que Chile hiciera caso a resoluciones de la OEA y
reflexiones de países amigos, no quedó más que jugárselas en La Haya. Allí parece
que Chile deberá sentarse a escuchar un dictamen que, esperemos, le haga entrar
en razón.
NEGOCIACIÓN A LA VISTA
LAGOS Y MESA, DE ACUERDO
5 de Junio 2015
El ex Presidente chileno Ricardo Lagos, en conversación con un diario
paraguayo, manifestó que "la llave" para una solución del tema del acceso
soberano de Bolivia al mar depende de Perú.
El ex Mandatario sostuvo que "en este tema del reclamo de Bolivia se
requiere el visto bueno del Perú".
Lagos explicó que "Es lo que hay. Chile no se puede partir en dos. ¿Cómo
hacer un corredor que pase por la mitad de Chile? Nos partimos en dos.
La única forma de darle una salida con soberanía, como pide Bolivia, es
pegado a Perú (...) sin embargo, si Chile le ofrece a Bolivia este plato de
lentejas, hay que pedirle permiso a Perú".
Agregó que "En dos ocasiones el Gobierno de Chile les ha ofrecido una
salida con soberanía, que son estos 10 kilómetros sin puerto, pegado.
Sin embargo, en el tratado del año 1929 (con Perú) se estableció que si uno
quiere ofrecer parte del territorio de ese tratado entre Chile y Perú a un tercer
país se requiere el acuerdo del otro".
"Vale decir, si Chile le ofrece a Bolivia esos 10 kilómetros, en ese momento
hay que pedirle permiso a Perú", dice Lagos en la entrevista, aunque
sostuvo que "en ambos casos, de una manera indirecta, Perú dijo que no".
"Entonces cuando el Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003) me
dijo que necesitaba una salida con soberanía, yo le dije: 'Presidente, vaya a
preguntarle a Perú'. Después vino el Mandatario Carlos Mesa (2003-2005).
Entonces, yo le dije: 'Presidente, usted sabe mejor que yo que para tener una
salida con soberanía no tiene que hablar conmigo. Vaya a hablar con Perú'.
Hay un candado puesto para la resolución del problema de Bolivia, pero
la llave no la tiene Chile. La tiene Perú, y ésto es la verdad", concluyó.
El ex Jefe de Estado viajó a Asunción la pasada semana, donde sostuvo una
reunión con el presidente de Paraguay, Horacio Cartes.
Ambos expresidentes, Lagos y Mesa, son partidarios del inservible corredor al
norte de Arica, como un plato de lentejas, en lugar del legítimo derecho de los
bolivianos a que les devuelvan sus puertos ancestrales en el Océano Pacífico.