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I

BENEMERITA UNIVERSIDAD AUTONOMA DE PUEBLA

FACULTAD DE ARQUITECTURA

LICENCIATURA EN ARQUITECTURA

ARQUITECTURA OCCIDENTAL EUROPEA

NRC: 18139

CATEDRÁTICO: RUBEN GARCIA SALAZAR

OTOÑO 2019

FUNDAMENTOS DE LA IGLESIA CRISTIANA

ALUMNOS:

VELAZQUEZ FERNANDEZ VÍCTOR EDUARDO


INTRODUCCIÓN
En el presente ensayo, abordaré como tema central Los Fundamentos de la Iglesia Católica.
El tema planteado considera una amplia gama de elementos que se interrelacionan, por lo
que considero esencial y determinante mencionar el desarrollo de la iglesia, así como también
los dogmas que esta institución nos presenta basados en ciertos principios que son
esenciales.
En un sentido amplio, entendemos por dogma el conjunto de postulados que rige una religión,
doctrina, ciencia o sistema. Los fundamentos de un dogma no están sujetos a discusión o
cuestionamiento, su verdad resulta inobjetable, sea demostrable o no, sea comprensible o no.
En el campo de la religión, los dogmas constituyen la base de la fe, y como tales deben ser
acatados, aceptados y practicados por sus seguidores.
En este sentido, el cristianismo es un dogma que se funda en la doctrina de Dios, predicada
por Jesucristo, establecida en los textos sagrados, y refrendada y enseñada por la Iglesia
católica.
La Iglesia ha comandado a las principales potencias del Viejo Mundo, desestimando su valor
como elementos de análisis para entender el desarrollo posterior de las naciones y estados,
no solo Latinoamericanos, sino también del continente Europeo; especialmente Italia, España
y Portugal.
DESARROLLO
A continuación considero importante realizar una breve reseña sobre la constitución de la
Iglesia Católica, elemento indispensable en este ensayo.
Es de conocimiento que de Jesús se habla solamente de sus últimos tres años de vida, ya que
los 30 años anteriores son considerados “su vida oculta” , con pocos e imprecisos datos. Por
ende sólo se han estudiados en gran profundidad los tres años de su vida, cuando realiza
todas sus acciones y enseñanzas al pueblo. Durante esos tres años del ministerio de Jesús se
establecieron las bases para que los apóstoles continuaran la tarea, agrupados en una misma
fe y una misma causa.
Tras la subida de Jesús a los cielos (según cuentan los Evangelios) los once apóstoles que
quedaron luego de la traición de Judas, hicieron un primer acto eligiendo al sustituto del
traidor. Cincuenta días después de la celebración de la Pascua judía, el día en que se
celebraba la fiesta de Pentecostés, los doce apóstoles se encontraban debatiendo su destino,
tratando de asumir de la mejor manera posible la enorme responsabilidad que llevarían
sobre sus hombros. En su compañía estaba María, considerada la virgen que engendró un
hijo por obra del Espíritu Santo, sin haber estado con un hombre: la madre de Jesús.
Al ser la Iglesia conformada por seres humanos, los errores no se hicieron esperar. En los
primeros tiempos de esta institución fueron los apóstoles Pablo y Pedro quienes iniciaron la
difícil tarea de evangelizar, pero nunca sin sufrir la persecución que se sufría en aquella época
a causa de Jesús. Esta Iglesia naciente es la Iglesia de los primeros mártires que
entregaban su vida por mantener y hacer sobrevivir los ideales trasmitidos por Cristo,
demostrando al resto de las personas su extrema fe en el Redentor del mundo.
Es muy importante destacar que en estos momentos de desarrollo inicial del catolicismo,
comenzaron a darse conflictos entre los cristianos con orígenes judíos y aquellos cristianos
con orígenes griegos. Básicamente, el enfrentamiento consistía en que los griegos no querían
ser sometidos a las leyes mosaicas con anterioridad al bautismo.
Los cristianos más notables comenzaron a congregarse en lo que se llamó el Concilio de
Jerusalén, que, gracias a los trabajos de Pablo, consiguieron sacar la Buena Nueva (así se
denomina en la tradición católica al mensaje trasmitido por Cristo) del ámbito de Judea, y así
iniciar la evangelización de toda Asia Menor y Grecia, abriéndose a toda la humanidad
conocida por el hombre en ese entonces. El apóstol Pablo continuará evangelizando a Grecia,
mientras que Pedro viaja a Roma.
En el año 64 d.C, el emperador Nerón probablemente provocó el incendio de Roma para llevar
a cabo los proyectos urbanísticos del Imperio. El pueblo se reveló, y él tuvo la idea de culpar a
los cristianos, considerados en ese entonces una pequeña rama del judaísmo.
En estas primeras persecuciones, cientos de cristianos fueron martirizados, entre ellos Pedro
y Pablo. La presencia de los dos apóstoles en Roma será decisiva para la creación de una
Iglesia que pasará a ser la más poderosa, fuerte, perseguida y finalmente perseguidora.
En el año 66 d.C estalla la rebelión de los judíos, que terminará en el año 73 d.C con la toma
de Masada, y en el año 70 d.C con la destrucción del Templo de Jerusalén. Los cristianos
judíos son excluidos del nuevo judaísmo promulgado por los fariseos.
Así, la Iglesia de Roma pasa a ser el punto de referencia absoluto. No se hicieron esperar las
primeras desviaciones o herejías de la doctrina que causaron un gravísimo enfrentamiento en
el seno de la Iglesia, en ese entonces (Siglo I) carente de estructura. Fue gracias a estos
conflictos que en los inicios del siglo II se establecieron las normas del Nuevo Testamento, en
el cual se introducen libros tales como los cuatro Evangelios, los Hechos, las Cartas y el
Apocalipsis.
También comienzan a cobrar mayor importancia las figuras eclesiásticas, como por ejemplo la
del obispo; quien era considerado un guía de los grupos sociales y una autoridad en todo lo
que a doctrina se refería.
Se inicia así una jerarquización de los cargos dentro de la institución, y con ellas, el dictado de
dogmas, generando enormes tensiones debido a la existencia de cristianos que
no consideraban que el cristianismo debía ser jerarquizado. Esto los condujo a proponer un
retorno a las raíces de la religión. El movimiento generado es aprovechado por grupos
heréticos que quieren imponer sus teorías, causando recelo en la mayoría de los cristianos.
En el 132 estalla la segunda rebelión de los judíos, provocando la casi total destrucción de
Jerusalén para el año 135, y la deportación masiva de los judíos fuera de Palestina. Al
igual que en el año 70, todo el odio del Imperio contra el judaísmo se vuelve también contra el
cristianismo, que no sólo tiene que luchar contra sus enemigos externos sino también contra
la proliferación de herejías. Por esta causa, la Iglesia, ya organizada y jerarquizada, dicta los
dogmas de fe, quitando del camino a todo aquel que lo discuta. Las constantes
persecuciones a las que el poder imperial de Roma somete a la Iglesia sólo contribuyen a
reforzar la fe de los cristianos y a que la población pagana empiece a verlos con simpatía ante
las atrocidades que sufren. Las persecuciones diezman a la Iglesia, pero la fe inquebrantable
de los cristianos hace que tras cada asalto surja nueva y renovada, más fuerte y más
sólida mientras el poder imperial se desmorona en luchas civiles.
Tras la gran persecución de Diocleciano (uno de los últimos emperadores romanos que llevó a
cabo una persecución a los cristianos), la guerra civil estalla en Roma por el control del trono
imperial. Después de una larga lucha, Constantino sale victorioso gracias al apoyo de los
cristianos. Así, la Iglesia es finalmente reconocida como una religión de derecho por el
emperador Constantino y su edicto de Milán del año 313 d.C. Con Constantino, la Iglesia
Católica se convierte en el eje ideológico del Imperio Romano.
La caída del Imperio Romano convierte a Europa y el norte de África en un campo de batalla,
y la única institución visible entre todo ese caos es la Iglesia. Una Iglesia que a medida que se
va adentrando en la Edad Media, se va jerarquizando más y más. Surgen entonces los
monasterios, que serán los únicos centros de cultura medievales, y las órdenes religiosas que
intentaran dar a la Iglesia un rostro más evangélico, pero las revoluciones medievales
alcanzan a todo y a todos. Ante las herejías surge la Inquisición, que pasará de la simple
amonestación a la ejecución en la hoguera. La expansión del Islam y la ruptura definitiva con
la Iglesia Oriental de Constantinopla no contribuyen precisamente a mejorar el negro
panorama.
El fin de la Edad Media trae consigo una importante ruptura que lleva a pique la hegemonía de
la Iglesia de la época, protagonizada por Lutero, Calvino y Enrique VIII que montan
unas iglesias a su medida, al servicio de sus intereses personales.
A partir del Concilio de Trento, en el que la Iglesia Católica se acoraza frente a los peligros
externos, vemos la pérdida del poder temporal de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II, iniciado a mediados del siglo XX por Juan XXIII, "el Papa bueno" y
concluido por su sucesor Pablo VI, ajusta el papel de la Iglesia que no sólo está formada
por los sacerdotes, los religiosos, los obispos, los cardenales y el Papa, sino por el conjunto
del “pueblo de Dios”, que son todos los católicos por igual.
La Sagrada Escritura en especial los Evangelios, con las Cuatro Notas características de la
Iglesia (Una, Santa, Católica y Apostólica)

UNA:
En el credo de Nicea los cristianos profesan su fe en la Iglesia una, santa, católica y
apostólica. La unidad es, por tanto, un signo y una característica de la Iglesia, precisamente
como objeto de fe cristiana. Esta unidad sólo puede comprenderse en la fe; se deriva de la
relación íntima que existe entre la Iglesia y el objeto primario de la fe, que es el misterio Trino
y Uno de Dios mismo.
En este sentido el concilio Vaticano II enseña: "Éste es el misterio sagrado de la unidad de la
Iglesia en Cristo y por Cristo, obrando el Espíritu Santo la variedad de las funciones. El
supremo modelo y el supremo principio de este misterio es, en la trinidad de personas, la
unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo" (UR 2).

La Escritura nos ofrece amplias pruebas de que la Iglesia es una. La imagen paulina del
«Cuerpo de Cristo» intenta describir el lazo tan estrecho que mantiene juntos a todos los
cristianos: «Del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los
miembros del cuerpo, por muchos que sean, no forman más que un solo cuerpo, así también
Cristo.

En el número 2 de “Unitatis Rredintegratio” (sobre el ecumenismo y la unidad de la Iglesia), el


párrafo más importante del Vaticano II sobre la unidad de la Iglesia, se afirma: «Jesucristo
quiere que por medio de los apóstoles y de sus sucesores, esto es, los obispos con su
cabeza, el sucesor de Pedro, por la fiel predicación del Evangelio y por la administración de
los sacramentos, así como por el gobierno en el amor, operando el Espíritu Santo, crezca su
pueblo; y perfecciona así la comunión de éste en la unidad: en la confesión de una sola fe, en
la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios».

Se advierten aquí las tres dimensiones fundamentales de la comunión: la fe, la vida


sacramental y la comunión jerárquicamente estructurada.
Además, los obispos en el concilio Vaticano II expresaron su fe en que «aquella unidad de la
una y única Iglesia que Cristo concedió desde el principio a su Iglesia, y que creemos que
subsiste indefectible en la Iglesia católica, crezca cada día hasta la consumación de los
siglos» (UR 4).
Esta unidad en la fe, en los sacramentos y en la vida de la comunidad no es lo mismo que
uniformidad. Efectivamente, la uniformidad equivaldría a un pecado contra el Espíritu Santo,
que inspira una variedad de dones y que siembra la semilla del Evangelio en muchas culturas.
Por eso la unidad de la Iglesia es una unidad católica, que abarca toda la amplia gama de las
culturas humanas.

SANTA:
La Iglesia santa ¡tiene que ser santa! En efecto, «mientras que Cristo, "santo, inocente,
inmaculado", no conoció el pecado y vino solamente para expiar los pecados del pueblo, la
Iglesia que encierra en su seno a hombres pecadores, siendo al mismo tiempo santa y
necesitada de purificación, nunca puede prescindir de la penitencia para su renovación... De
la virtud del Señor resucitado saca fuerzas para vencer con paciencia y amor sus aflicciones y
dificultades internas y externas, y para revelar al mundo con fidelidad, aunque no
perfectamente, el misterio de Cristo, hasta que al final de los tiempos se manifieste en la
plenitud de su luz, (LG 8). La Iglesia tiene la promesa de que el pecado presente en sus
miembros no la arrastrará hasta el punto de hacerla definitivamente infiel, perdiendo su
condición de «esposa digna» En la Iglesia, cuerpo de Cristo, la fidelidad del Cristo-cabeza es
siempre más fuerte que toda la debilidad de los demás miembros. La Iglesia tiene además la
seguridad de la ayuda del Espíritu. En virtud de estos compromisos divinos, y a pesar del
pecado de sus miembros, se puede hablar de indefectibilidad de la Iglesia, es decir, de su
definitiva fidelidad al Esposo.

CATÓLICA (CATOLICIDAD Y CATOLICISMO):


"Católico" se deriva de la lengua griega como término compuesto de la preposición kata
(desde, según, hacia), construida generalmente con genitivo, y del término holon, que designa
siempre un «todo" respecto a sus partes, o bien un "todo" en sentido cualitativo o cuantitativo.
En teología el término designa, junto con la unidad, la santidad y la apostolicidad, una
propiedad esencial de la Iglesia. El primero que unió el término «católica" a la mención de la
Iglesia fue san Ignacio de Antioquía: "Donde aparece el obispo, allí está reunida la comunidad,
lo mismo que donde está Cristo, allí está la Iglesia católica" (Smim. 8, 2). La expresión parece
tener aquí el sentido de «verdadera Iglesia", ya que Ignacio se propone prioritariamente
afirmar que sólo es legítima la comunidad que está reunida en torno a su obispo. En los
símbolos de la fe este término no aparece hasta más tarde, pero de todos modos ya en el s. II
(papiro de DerBalyzeh). En el llamado "símbolo niceno-constantinopolitano" la catolicidad se
enumera sin más entre las cuatro propiedades esenciales de la Iglesia.

En la tradición romana se encuentra ya en el comentario al símbolo llamado "apostólico" de


Nicetas de Remesiana. San Cipriano, en su De catholicae Ecclesiae unitate, describe la
catolicidad de la Iglesia como fuerza interior de expansión universal. Después de él san
Agustín, en polémica contra los donatistas, señalará precisamente en la "universalidad" (esta
vez en sentido no sólo cualitativo, sino también cuantitativo) el carácter de la verdadera Iglesia
frente a las pretensiones de la secta donatista. Así pues, cuando se le aplica a la Iglesia, el
término "católico " no designa tanto la autenticidad y la verdad (con la que va unida la
afirmación de su necesidad salvífica para la humanidad) como su expansión universal.

APOSTÓLICA:
La unidad de la Iglesia se extiende a lo largo de la historia, uniendo a la Iglesia de todas las
épocas con las primeras comunidades establecidas por los apóstoles. De esta manera, la
unidad de la Iglesia es también apostólica, es decir, la Iglesia que tiene su origen desde los
apóstoles, discípulos inmediatos de Cristo que pusieron en obra la voluntad del Maestro. Sólo
la Iglesia católica puede arrogarse ese título. Todas las demás iglesias cristianas (protestantes
y ortodoxas) se separaron por voluntad de ellas, de la Iglesia católica-romana, rompiendo ese
vínculo con las comunidades apostólicas. Son iglesias o sectas que nacen a partir de la
voluntad de los hombres, no del Cristo Redentor.

CONCLUSIÓN
De acuerdo a lo anteriormente mencionado puedo concluir que los fundamentos de la iglesia
fueron siempre claros, adquiridos y seguidos por la gente. Dichos principios y dogmas a lo
largo de la historia fueron reforzados y seguidos cada vez por más personas expandiendo los
conocimientos e ideologías a diferente partes del mundo, es por ello que puedo decir que la
iglesia fue un aspecto muy relevante y controversial en el desarrollo de naciones teniendo
papeles muy importantes dentro de diferentes hechos históricos.

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