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El 4 de abril de 2017 fue asesinada en su casa de París Sarah Halimi, una médico de
familia ya jubilada. El homicida resultó ser un vecino musulmán de 27 años que
pertenece a conocidos círculos antisemitas e islamistas. El 23 de marzo de este
año, la superviviente del Holocausto Mireille Knoll, de 85 años, fue asesinada
también en su domicilio de París, por dos vecinos musulmanes. En ambos casos
hubo insultos y amenazas previas que las víctimas denunciaron a la policía y la
justicia francesa ha reconocido que el motivo de ambos crímenes es el
antisemitismo. Dos mujeres solas, indefensas y en su propia casa fueron golpeadas,
insultadas, acuchilladas y quemadas por el hecho de ser judías.
Unos días más tarde fue convocada una “Marcha Blanca” en París para protestar
por el aumento de las agresiones antisemitas y en recuerdo de la última víctima
mortal. Este tipo de acciones, si bien son necesarias y visibilizan el terrible
problema, no son suficientes.
Europa tiene un compromiso especial para con sus ciudadanos judíos. No podemos
permitir la más mínima amenaza ni agresión, por razones obvias de concepto. La
historia nos recuerda nos faltan no sólo 6 millones de ellos, sino todos sus hijos y
nietos no nacidos. Su libertad y seguridad es nuestra responsabilidad y una
obligación moral que debemos cumplir.
La protección que les debemos no pasa sólo por legislar, juzgar y condenar las
posibles agresiones sino por prevenir y educar en la tolerancia y el respeto, tanto a
los ciudadanos aquí nacidos como a todos aquellos que pretendan formar parte de
nuestra sociedad europea.