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Europa, protege a tus judíos

El fin de semana pasado un joven fue atacado en un barrio acomodado de Berlín


por llevar una kipá. El hecho de que el chico no fuera judío ha sido usado por
algunos medios como “provocación”. Incluso la canciller ha destacado esta
circunstancia, banalizando y sin reparar en que el ataque iba dirigido a toda la
comunidad judía representada en esa kipá.

Europa se enfrenta a una ola de antisemitismo disfrazada de antiisraelismo que


parte fundamentalmente de algunos estratos musulmanes, educados o no en
nuestro territorio. En la agresión de Berlín, se trataba de un refugiado sirio que
reside en Alemania desde 2015. Francia, el país de Europa que cuenta actualmente
con la mayor comunidad judía del continente, conoce por desgracia muchos casos
similares.

El 4 de abril de 2017 fue asesinada en su casa de París Sarah Halimi, una médico de
familia ya jubilada. El homicida resultó ser un vecino musulmán de 27 años que
pertenece a conocidos círculos antisemitas e islamistas. El 23 de marzo de este
año, la superviviente del Holocausto Mireille Knoll, de 85 años, fue asesinada
también en su domicilio de París, por dos vecinos musulmanes. En ambos casos
hubo insultos y amenazas previas que las víctimas denunciaron a la policía y la
justicia francesa ha reconocido que el motivo de ambos crímenes es el
antisemitismo. Dos mujeres solas, indefensas y en su propia casa fueron golpeadas,
insultadas, acuchilladas y quemadas por el hecho de ser judías.

Unos días más tarde fue convocada una “Marcha Blanca” en París para protestar
por el aumento de las agresiones antisemitas y en recuerdo de la última víctima
mortal. Este tipo de acciones, si bien son necesarias y visibilizan el terrible
problema, no son suficientes.

Es necesario establecer unas normas mínimas de convivencia en nuestra sociedad.


Distintos son los gustos, filias y fobias íntimas de cada ciudadano: siguiendo a la
filósofa Hanna Arendt, el Estado y sus Leyes no puede obligarnos a amar a un
colectivo y, en nuestro ámbito privado podemos incluso aborrecerlo ya que forma
parte de nuestro derecho de privacidad. Yendo más allá, Arendt afirma que incluso
socialmente podemos evitar al grupo en cuestión y procurar no tener contacto con
él sin incurrir en ningún delito. Pero cosa bien distinta e infinitamente grave, es
trasladar este desprecio al nivel de convivencia: nadie tiene por qué ser agredido
verbal o físicamente por su religión, vestido, color de piel, ideas políticas u
orientación sexual.

Europa tiene un compromiso especial para con sus ciudadanos judíos. No podemos
permitir la más mínima amenaza ni agresión, por razones obvias de concepto. La
historia nos recuerda nos faltan no sólo 6 millones de ellos, sino todos sus hijos y
nietos no nacidos. Su libertad y seguridad es nuestra responsabilidad y una
obligación moral que debemos cumplir.

La protección que les debemos no pasa sólo por legislar, juzgar y condenar las
posibles agresiones sino por prevenir y educar en la tolerancia y el respeto, tanto a
los ciudadanos aquí nacidos como a todos aquellos que pretendan formar parte de
nuestra sociedad europea.

Memoria, homenaje y justicia.

Esther Cuerda, 22 de abril de 2018

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