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En la actualidad, estamos inmersos en la llamada “Sociedad de la información”, la cual se

caracteriza por contar con dos clases de individuos: nativos digitales e inmigrantes digitales
(Prensky, 2001). Siendo el primer grupo, denominado como “la generación net”. La
generación net nace con los estímulos tecnológicos necesarios para que la realidad virtual
del ciberespacio sea parte importante de sus vidas, los jóvenes ya no distinguen entre una
realidad física y otra virtual, para ellos es una sola, que se sintetiza en su propia manera de
vivir. De allí que surja lo que se denomina “imaginario virtual”, el cual se constituye de la
pancomunicación, la tecnoinformación y orientación al futuro (Cabrera 2004).

Este tipo de bombardeo tecnológico, no solamente repercute en la forma en que los nativos
digitales interactúan sino que genera diversos aspectos psicológicos y emocionales, por
ejemplo, para Torres y Hermosilla (2012), existen ciertos rasgos psicológicos como la
disforia, la impulsividad, entre otros que hacen a los de esta generación sean más proclives
a generar adicciones, quizá debido a una inherente insatisfacción personal que poseen, en
donde un aspecto afectivo faltante en la persona puede llevarla a suplirlo con sustancias o
bien con otras cosas inmateriales que traten de completar aquello que no está bien, es de
ese modo que desarrollan conductas tecnológicas compulsivas igual de adictivas y
potencialmente destructivas, conocida como “Adicción al internet” (Small, 2006).

Sin embargo, la generación no solamente se limita a las características antes mencionadas,


sino que conlleva cambios profundos en muchas áreas de su vida, en donde, obviamente,
se encuentra la educación, esto debido a que no piensan y no procesan la información de
la misma manera que generaciones anteriores.

Ante esto, surge la pregunta, ¿De qué manera la tecnología está transformando el papel
histórico del catedrático y cuál será su papel dentro de la educación en el futuro?

Desarrollo:
Para poder responder de manera explícita dicha pregunta, es importante, esclarecer
algunos aspectos importantes, el primero, es responder a diversas cuestiones sobre
¿Cómo se ha transformado la educación? Y ¿Cuál es su finalidad actual?

Cabe mencionar que la última década del siglo XX fue testigo de cambios significativos en
el entorno global, que, de alguna manera, tuvieron repercusiones en el papel, las funciones,
la conformación y el modo de funcionamiento de los sistemas de educación en el mundo.
Entre ellas se encuentra la importancia creciente del conocimiento, la revolución de las
tecnologías de la información y de la comunicación, el mercado laboral global, e incluso,
cambios sociopolíticos (Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento/Banco Mundial
2003). Cada una de estas modificaciones trajo consigo, tanto oportunidades, así como
importantes retos potenciales para la educación. Dentro de las oportunidades podemos
apreciar una posibilidad de acelerar áreas específicas del crecimiento económico y cultural,
solución de problemas, facilidad de acceso al conocimiento y a la información, así como un
mejor acceso a la experticia, las habilidades y el conocimiento profesional, y un entorno
propicio para reformas. Sin embargo, en lo referente a las amenazas que trajeron consigo
estos cambios, se encuentra la brecha digital y de conocimientos entre naciones, una
creciente fuga de cerebros y pérdida de capital humano avanzado.

Toda educación tiene unos fines claramente definidos, en función del tipo de hombre que
se desea formar, del modelo social imperante en el contexto y del momento histórico
(Cárdenas, 1996; Delors, 1996; León Salazar, 2012). Pese a ello, como lo señala, Delval
(1999), con frecuencia esas finalidades trascendentes no son explícitas y los agentes
formadores no tienen suficiente conciencia de la tarea que están realizando, en sus
palabras: “Saben lo que tienen que hacer para obtener los resultados que la sociedad
espera, pero no saben el sentido de lo que hacen”.

Por ello, encontramos que cada sociedad se ha planteado fines educativos propios teniendo
en cuenta la organización y grado de desarrollo de sus fuerzas productivas, así como la
distribución del poder entre sus grupos sociales existentes; pero a lo largo de los años,
diversas instancias nacionales e internacionales han expuesto sus planteamientos
relacionados con la finalidad de la educación. Por ejemplo, la UNESCO (1995), establece
que la finalidad principal de una educación para la paz, los derechos humanos y la
democracia ha de ser el fomento, en todos los individuos, del sentido de valores universales
y los tipos de comportamiento en que se basa una cultura de paz. Incluso en contextos
socioculturales diferentes es posible identificar valores que pueden ser reconocidos
universalmente.

Un año después, en un informe de la UNESCO, presidido por Delors (1996), se afirma que
la finalidad principal de la educación es el pleno desarrollo del ser humano en su dimensión
social, y se asume como un vehículo de la cultura y los valores, como un espacio para la
socialización y crisol de un proyecto común. Con la finalidad de lograr estos objetivos, la
educación debe basarse en cuatro pilares, que direccionan las finalidades educativas:
Aprender a conocer, Aprender a hacer, Aprender a vivir juntos y Aprender a ser.

En lo que respecta a México, en la actualidad ha sufrido una reforma Educativa (2017),


cuyo principal objetivo es que la educación pública, básica y media superior, además de ser
laica y gratuita, sea de calidad, con equidad e incluyente. Esto significa que el Estado ha
de garantizar el acceso a la escuela a todos los niños y jóvenes, y asegurar que la
educación que reciban les proporcione aprendizajes y conocimientos significativos,
relevantes y útiles para la vida, independientemente de su entorno socioeconómico, origen
étnico o género.

El artículo 3º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que el


sistema educativo deberá desarrollar “armónicamente todas las facultades del ser humano
y fomentará en él, a la vez, el amor a la patria, el respeto a los derechos humanos y la
conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia”.

Expuesto este panorama, las preguntas que surgen serían. ¿Cuál es el rol del docente en
esta Era Digital?

Desde el inicio de la Revolución Digital, todos los desarrollos relacionados con el


tratamiento de la información digital, ha sido recibida como la solución a todos los problemas
de la enseñanza y el aprendizaje (Alonso, 1994; Sancho, 1996; 1998; en prensa). De tal
modo, que una tesis doctoral titulada Ocio Conectado: la experiencia de e-ocio de los
jóvenes, de Bizkaia, los jóvenes se definen como autodidactas respecto al uso del internet.
Ahora bien, ¿Cómo debemos interpretar esa autodefinición de los jóvenes? ¿Significa que
el docente ha quedado en un segundo plano en lo que respecta a la transmisión del
conocimiento en la Era digital? ¿Estamos realmente respondiendo a las necesidades de los
nuevos nativos digitales?

Las TIC han provocado alfabetismos que potencian habilidades y competencias propias del
siglo XXX, las cuales se ejercitan principalmente en las prácticas digitales que los jóvenes
llevan acabo de aprendizaje informal (Busque, Medina y Ballano, 20013). Esto implica que
como dictaba la antigua tradición pedagógica, no es únicamente el docente quien tiene el
conocimiento y quien puede compartirlo.

El aprendizaje en la era digital se caracteriza por una permanente conexión del aprendiz al
entorno. Este entorno, no se basa en la cercanía física o teórica con el aprendiza, sino
también en su posibilidad de acceso mediante distintas redes virtuales, como internet o las
redes sociales digitales (Nobles, Londoño, Martínez, Ramos, Santa & Cotes, 2016). Como
efecto colateral, ha existido una ruptura de la barrera de la educación a distancia. La
educación mediante conexión a plataformas virtuales ya no puede denominarse “Educación
a Distancia”, sino que se ha evolucionado a una modalidad cualitativamente distinta,
denominada aprendizaje electrónico o e-learning.

Ante esto, los modelos clásico sobre el aprendizaje, han fracasado en su intento de tratar
de explicar este tipo de aprendizaje, puesto que este no se encuentra dirigido en un fin
concreto, ni depende directamente de la voluntad del aprendiz, sino que surge directamente
de la fusión del aprendiz con su entorno y la adopción de sus principios, modos de vida y
actitudes (Fuentes, 2017). ¿Qué quiere decir esto? Qué en la actualidad se habla de un
aprendizaje accidental, desorganizado, involuntario. Algo que nunca se había planteado
hasta el momento.

El único enfoque teórico actual, que es capaz de ofrecer una comprensión adecuada de
este tipo de aprendizaje, es sin lugar a dudas, el Conectivismo (Islas & Delgadillo, 2016),
que complementa a modo a de adecuación al mundo tecnológico digital.

El Conectivismo, en su intento para comprender cómo se adquiere conocimiento y como se


produce el aprendizaje, define a la mente humana como una red que se adapta al entorno.
Por lo tanto, el aprendizaje sería el proceso de formación de redes a través de conexiones
entre distintos nodos, y el conocimiento residiría en dichas redes. El papel del aprendiza es
activo y creativo, ya que tiene la necesidad constante de actualizarse a su entorno
cambiante a través de realizar nuevas conexiones, reconocer patrones y aprender a través
de la experiencia en la toma de decisiones (Siemens, 2006; Siemens & Conole, 2011). Sin
embargo, el Conectivismo no surge de forma independiente del resto de las escuelas
teóricas, sino que es el fruto de todas ellas al actualizarse a la era digital; se fundamenta,
en principios explorados por las teorías del caos, las redes, la complejidad y la
autoorganización (Siemens, 2004), retomando y redefiniendo aspectos importantes del
Constructivismo y Cognitivismo de Piaget, Gagné, Brunner, Vygotsky y Ausubel.

Entonces, el aprendizaje de la Era Digital, se puede definir como un aprendizaje diverso,


desordenado y lejos del tradicional conocimiento perfectamente empaquetado y
organizado. Y es precisamente por ello, que el aprendizaje en está época se ha tornado
complejo, porque es un proceso multifacético e integrado, un cambio en cualquier elemento
individual, conlleva la alteración de la red global, y además el aprendizaje en red es
continuo, lo que indica, que aprender en la actualidad significa saber tomar decisiones,
puesto que nos hallamos ante una realidad de cambio constante, y aunque exista una
respuesta correcta ahora, puede estar equivocada mañana, por lo que saber dónde y saber
quién puede proporcionarte la información, es más importante hoy en día que saber qué y
cómo (Siemens, 2006).

El problema reside en la abundante información que existen dentro de la red, y


lamentablemente no todo lo que se encuentra dentro de ello es verídico, o actual. Y por ello
es importante Ser competente digital. ¿Qué quiere decir esto?. Ser competente digital
significa adoptar 5 dimensiones: Información, Comunicación, Creación de contenido,
Seguridad y Resolución de problemas. Es decir, saber donde obtener, organizar, almacenar
y analizar información, comunicarse dentro de entornos digitales, crear y editar textos,
imágenes, videos, contenidos multimedias, protegiendo tus datos personales y que todo
ellos sirva para poder identificar necesidades y tomar la decisión a la hora de elegir la
herramienta apropiada para resolver una problemática (Ferrari, 2013).

Esto redefinió el rol del docente, quien ahora se convirtió en un agente, guía, un
acompañante, que debe adquirir unas competencias, para ayudar a formar competencias
digitales en sus alumnos. Su función, es coordinar y facilitar el aprendizaje, y la mejora de
la calidad de vida del alumnado. Es decir, guiar a esos jóvenes nativos digitales, al uso
correcto, útil y beneficioso de la tecnología para su desarrollo y aprendizaje personal.

En su propuesta de Pedagogía de la Coasociación, Mark Prensky(2001), propone tres roles


que considera debe adquirir el profesorado en la era de la Educación digital: Rol de
entrenador (haciendo alusión a la acción de cargada de retroalimentación y motivación),
Rol de Guía (Es decir, ayudante del alumno ya motivado, sabiendo en qué sentido hay que
guiar a cada estudiante), y el rol de Experto en instrucción (en donde el docente aporte todo
el conocimiento, imaginación y creatividad posible para hacer el proceso de aprendizaje del
alumno efectivo y atractivo).

Conclusión:
La tecnología transformó los modos de procesamiento de información, y abrió un panorama
completamente distinto al que se tenía sobre el aprendizaje, al modificar esto,
indudablemente se transformó el papel del catedrático, ya no es alguien que debe pararse
frente a un aula de jóvenes que no ha tenido acceso a la información, proclamando la
información proporcionada, como verdadera e irrefutable, porque ahora esos jóvenes han
sido bombardeados con información desde edades tempranas.

Ahora su papel ya no es brindarles información a los alumnos, porque información hay


mucha y existen muchos medios para acceder a ella, sino hacerlos competentes
digitalmente, para que sepan discernir entre tantos datos, y emplear la más adecuada en la
resolución de problemas.

Entonces, como docentes, ¿Cumplimos el fin de la educación de crear ciudadanos para


vida? Considero, de forma muy particular, que solamente si les enseñamos a ser
competentes digitalmente, estaríamos cumpliendo dicha finalidad, porque el mundo
cambió, y tenemos que enseñarles cómo resolver problemáticas entre todo ese caos de
información, enseñarles a ser más críticos, capaces para hacerle frente a cualquier
problemática del mundo moderno, porque de ignorar la tecnología, únicamente estaríamos
formando profesionales obsoletos para el mundo actual

Referencias:
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