Revista Sistemas Familiares y otros sistemas humanos Año 32 Nº 1 – abril 2016

El equipo reflexivo sin

equipo: El uso de la
polifonía y las múltiples
voces en la consulta
privada
MÓNICA SESMA-VÁZQUEZ, MARTHA GÓMEZ PANANÁ, NORA
RENTERÍA, ELENA FERNÁNDEZ, SELMA OLIVARES, DULCE MARÍA
RANGEL, JULIA PANIZO, PATRICIA NORIEGA, VANESSA
MANASSERO, JOSEFINA LOZANO, ADRIANA HERRERA, MÓNICA
CAMPERO Y SILVIA JIMÉNEZ 4
GRUPO CAMPOS ELÍSEOS 5

Una de las propuestas más empleadas en el

One of the approaches used in systemic family therapy
entrenamiento en terapia familiar sistémica y terapias
and postmodern therapy training is the reflecting team
posmodernas es el modelo del equipo reflexivo del
proposed by the Norwegian psychiatrist Tom Andersen
psiquiatra noruego Tom Andersen (1987). El equipo
(1987). The reflecting team, besides being used as a
reflexivo, además de ser usado como enfoque terapéutico,
therapeutic approach, facilitates the practice, training
facilita la práctica, el entrenamiento y la supervisión de
and supervision of different models and interventions in
distintas formas de intervención en psicoterapia en
psychotherapy within academic contexts. This proposal
contextos académicos. Esta propuesta permite que un
allows a small or large team of therapists -in-training to
equipo pequeño o numeroso de terapeutas en
develop and enhance their skills, abilities and strategies
entrenamiento desarrolle y aumente sus capacidades,
for therapeutic practices. In this context, the question
habilidades y estrategias de intervención terapéutica. En
that students commonly ask is "why do I need to read,
este contexto, la pregunta que suelen hacer comúnmente
study, practice and be trained in a model of therapy that I
los estudiantes es “¿para qué leo, estudio, practico y me
cannot use in my private practice? I do not have a team".
entreno en un modelo de terapia que no podré llevar a
This article aims to address this concern. The authors
cabo en mi consultorio? Yo no contaré con un equipo”. Este
share how they have taken the reflecting team‟s premises
artículo aspira a dar respuesta a esta inquietud. Las
to their private practice, even when they do not have a
autoras compartimos cómo nos hemos llevado las
reflecting team. Some ideas such as creating a polyphony,
premisas del equipo reflexivo a nuestra consulta privada,
inviting inner dialogues, co-constructing with the other,
aun cuando no contamos con el equipo en esos momentos.
being guided by genuine curiosity, using a tentative
Algunos elementos como generar una polifonía, invitar
language, and talking about what is said instead of what
diálogos internos, co-construir con el otro, guiarse por una
is not said, among others, are presented as possibilities in
curiosidad genuina, usar un lenguaje tentativo y hablar
this work.
sobre lo que se dice en la sesión, entre otros, son
presentados como posibilidades en este trabajo.

Palabras clave: Equipo Reflexivo, Tom Andersen, Keywords: Reflective Team, Tom Andersen,
procesos reflexivos, psicoterapia, terapia familiar. reflexive processes, psychotherapy, family therapy.

4
Correspondencia con las co-autoras: Dra. en Psic. Monica Sesma Vázquez (University
of Calgary, msesmava@ucalgary.ca) y Dra. en Med., M. T. F. Martha Gómez Pananá
(Universidad de las Ciudad de México, mgomezpanana@gmail.com) en representación
del grupo.
5
Grupo Campos Elíseos (GCE) es una institución mexicana de enseñanza/aprendizaje
que entrena y supervisa a psicólogos y otros profesionales de la salud y la educación en
terapias colaborativa, narrativa y de orientación construccionista social. Es la única
institución en México que otorga la Certificación Internacional en Prácticas
Colaborativas. GCE está afiliado al Houston Galveston Institute y al Taos Institute.

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Introducción
C uando las personas se mueven de estar en una
conversación a reflexionar sobre la misma, se
convierten en su propio público (Freedman y Combs,
1996).
La comunidad de aprendizaje del Grupo Campos
Elíseos Sur en la Ciudad de México ha trabajado junta
desde hace cinco años. Está consituida por terapeutas
familiares, de pareja e individuales, con diversas
formaciones de origen. Las personas que conformamos la
comunidad de aprendizaje coincidimos en que el grupo ha
sido para nosotras un espacio para poner en acción las
ideas sobre prácticas colaborativas (Anderson, 1997, 2001;
Anderson & Gehart, 2007; Anderson & Goolishian, 1996),
tales como trabajar desde la curiosidad, ofrecer de manera
tentativa, poner al centro las necesidades de los
consultantes, reflexionar continuamente sobre nuestra
práctica y el papel de las relaciones de poder entre
terapeutas y consultantes.
Una parte del grupo hace los trabajos de docencia,
facilita los procesos reflexivos y, administra y gestiona los
recursos. Otra parte del grupo se incorpora a la
comunidad en calidad de estudiante. A pesar de esta
división de roles, la comunidad de aprendizaje es un
espacio privilegiado para vivir la horizontalidad de las
relaciones. Creemos que la práctica del equipo reflexivo
(ER) (Andersen, 1987, 1991, 1995b, 1996a, 2004), como
forma predilecta para trabajar cuestiones diversas, ha
sido el ingrediente principal para permitir un abordaje en
la que las jerarquías se borran; en la que todas
participamos desde nuestros diferentes saberes, lugares y
formas de experiencia; en la que los distinto aportes son
expresadas y recibidas con respeto, curiosidad y
responsabilidad relacional. Pensamos que el ER, en
nuestro contexto, se convierte en una herramienta para
democratizar las relaciones, en el sentido de que todas las
voces son igualmente importantes y tomadas en cuenta,
volviéndose la comunidad de aprendizaje un espacio para
aprender, crecer y compartir el trabajo.
De ese modo, usamos al ER como formato para
responder a las necesidades de nuestros consultantes y
como una forma de supervisión entre pares o co-visión. Así
también, usamos al ER como espacio colaborativo en
determinados momentos de producción académica, como
cuando diseñamos talleres o co-escribimos textos
académicos. En ocasiones, lo hemos utilizado también
como espacio de cuidado de nosotras mismas. Al ER
también lo hemos puesto en práctica para compartir
nuestros proyectos profesionales individuales, así como
para acompañarlos y darles seguimiento. Además de
servirnos del ER de estas múltiples formas, reflexionamos
continuamente sobre la manera en que trabajamos en
cada ocasión en el equipo, como espacio de meta-reflexión.
Esto nos ha permitido obtener información útil para
revisar nuestra práctica reflexiva y mejorarla.
Es esta vivencia compartida la que nos permite
llevarnos la experiencia internalizada del equipo reflexivo
al consultorio, aun cuando el equipo no pueda estar
físicamente presente. Es también esta vivencia la que
queremos compartir, en este artículo, para invitar a otros
a experimentarla.
Este escrito tiene como intenciones:
● Dar respuesta, desde nuestra visión como
terapeutas, a cómo nos podemos llevar las premisas
del equipo reflexivo a nuestra consulta privada, aun
cuando no contemos con un equipo;
● Compartir algunas de las visiones teóricas que
contextualizan el uso del ER;
● Socializar los distintos puntos de vista sobre cómo
se retoman elementos del ER en distintas
condiciones;
● Difundir nuestra forma de operar en grupo, dar a
conocer los distintos diálogos que alimentan
nuestra experiencia terapéutica con el uso del ER;
● Mostrar una forma de aprender a lo largo de la
vida, con la supervisión entre pares (co-visión) y un
modo de producir materiales académicos de manera
colaborativa y horizontal;
● Invitar a los lectores a conocer, indagar y
experimentar su propia vivencia del equipo
reflexivo. Para quienes ya lo conozcan, animarles a
retomarlo, para quienes no, invitarlos a utilizar el
ER como herramienta terapéutica en su consulta
privada.
El equipo reflexivo en la consulta privada: lo que
dice la literatura6
Una de las propuestas más empleadas en el
entrenamiento en terapia familiar sistémica, así como en
los modelos contemporáneos en psicoterapia y terapias
posmodernas, es el modelo del equipo reflexivo del
psiquiatra noruego Tom Andersen. Andersen (1994,
1995a, 1996b, 2001a) ha descrito detalladamente qué es y
cómo trabaja el ER. Este modelo fue planteado
originalmente como un espacio terapéutico que consiste en
tres partes: 1) una entrevista de uno o más terapeutas con
uno o más consultantes durante los primeros 30-40
minutos, mientras un equipo de varios terapeutas escucha
en silencio, 2) una conversación reflexiva del ER acerca de
las ideas y reflexiones que surgieron durante el momento
de escucha de dicha entrevista (el ER mantiene esta
conversación entre sí por aproximadamente 10/15 minutos
sin incluir al/los consultantes, quienes están en una
postura de escucha), y 3) una conversación final entre el
equipo de entrevista inicial y el consultante sobre sus
reflexiones acerca de las reflexiones del ER.
El interés sobre cómo implementar esta propuesta y
las ideas de Tom Andersen acerca de cómo llevarse al ER
cuando el terapeuta trabaja solo, no es nuevo. Diversos
autores han escrito acerca de los procesos reflexivos que
puede generar un terapeuta que trabaja sin equipo
(Freedman & Combs, 1996; Hoffman, 1991; Lax, 1991,
1995; Wangberg, 1991). Freedman y Combs (1996), por
ejemplo, responden a la pregunta de si un terapeuta
puede ser su propio equipo reflexivo; o bien, Lynn
Hoffman (1991, 1996, 1998, 2002) describe detalles y
aspectos prácticos de cómo implementar las diferentes
ideas del ER en la práctica terapéutica. Tom Andersen
(1987) escribió que cuando el equipo consiste en un solo
terapeuta, éste puede retirarse de la habitación algunos
minutos, para reflexionar y después regresar para
compartir sus ideas, las cuales deben ofrecerse de manera
tentativa, especulativa, y tratando de incorporar en la
conversación una cierta diversidad de puntos de vista.
Andersen menciona que al final les pregunta a las
personas si hubo alguna(s) idea(s) sobre las que ellos
quisieran conversar más.
Freedman y Combs (1996), por su parte, conducen la
entrevista con naturalidad y, después de cierto tiempo,
preguntan a sus consultantes qué de lo escuchado les ha
hecho reflexionar y, posteriormente, les consultan si están
interesados en escuchar lo que ellos como terapeutas
reflexionaron. Estos autores incluyen en sus reflexiones
un breve resumen de lo dicho en la conversación, así como
algunas preguntas que no hicieron y también se dan
permiso para compartir sus propias experiencias. Al final,
6
Algunos segmentos del contenido de esta sección fueron presentados
previamente en la tesis no publicada de maestría de Sesma (2005). Ver en las
referencias.
15
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preguntan “¿alguna de estas ideas resultó interesante
para ti?”. Permiten que toda persona que quiera hacer un
comentario tenga el derecho de hacerlo -sin presionar a
que digan algo- y, además, van indagando de vez en
cuando durante la sesión, si lo que están conversando es
de su interés y beneficio.
William Lax (1995) expone que cuando un
terapeuta trabaja sin equipo puede estar ofreciendo
continuamente reflexiones durante el transcurso de la
entrevista al tener una conversación consigo mismo
mientras los consultantes escuchan. Explica a las
personas, desde el principio, cuál será el proceso y al final
les pregunta si puede compartir sus pensamientos. Lax
utiliza preguntas tales como: ¿qué te gustó de lo que dije?
¿qué partes de mi reflexión te quedaron claras y cuáles
no? Mientras reflexiona, Lax dice mirar más allá de los
consultantes, o hablar mirando a la pared o a su zapato.
Esto les da la libertad a las personas de escuchar y de
comentar cuando ha terminado de hablar. Asimismo, Lax
permite que las personas decidan lo que les fue útil de la
conversación.
Finn Wangberg (1991), terapeuta noruego, fue de
los primeros en describir el empleo de las ideas reflexivas
en su consulta privada, haciéndolo de dos maneras. En la
primera, el terapeuta luego de conversar con los
consultantes asume una postura de reflexión, coloca a las
personas en una metaposición mientras conversa consigo
mismo; o bien, conversa con un miembro de la familia,
dejando que los demás escuchen (en metaposición). En la
segunda, Wangberg emplea el mismo “formato”, creando
una especie de “equipo” con un miembro de la familia,
mientras los demás escuchan las reflexiones. De esta
manera, la conversación es experimentada de diferente
manera por los demás miembros de la familia ofreciendo
nuevas posibilidades para futuras conversaciones. En el
primer caso, el autor hace una especie de pausa en la
entrevista y comparte por unos momentos sus
pensamientos (reflexiones) con el o los consultantes. Para
asegurarse de crear distancia (lo que Andersen llama
posición reflexiva), Wangberg mira al techo o hacia la
ventana, hablando acerca de ellos más que con ellos. Esta
pausa reflexiva le permite también tener una
conversación consigo mismo para aclarar sus ideas y
seleccionar qué nuevas ideas puede introducir en el
proceso.
Al igual que las propuestas de Andersen, Wangberg
(1991) pregunta a los consultantes si quieren escuchar lo
que está pensando y los invita a seleccionar lo que les sea
de utilidad y desechar lo que no. Del mismo modo,
argumenta que su trabajo es tratar de entender, más que
tratar de explicar; por eso, en algún momento de la sesión
les repite la descripción del problema y les pregunta “¿es
esto lo que querían decirme?”. Finalmente, Wangberg
describe como una preferencia suya el tener
conversaciones naturales y casuales con sus consultantes
y hacer reflexiones cortas pero más frecuentes.
En cambio, Miller y Lax (1991) siguen el mismo formato
que Andersen (1991):
El terapeuta habla sólo con uno de los clientes,
mientras el otro observa sin interrumpir. Al final de
la sesión [sic] el terapeuta y el cliente “observador”
tienen una charla acerca de la conversación
precedente. Las indicaciones para esta conversación
reflexiva son las mismas que las de cualquier otra
forma de usar el equipo reflexivo. Las ideas deben
ser presentadas en forma de preguntas,
descripciones positivas y novedosas a las ideas que
se están comentando.
(Miller y Lax, 1991, p.73).
Parece que esta forma de trabajar se ajusta
cómodamente cuando hay al menos tres personas en la
consulta. Al no haber equipo, también Freedman y Combs
(1996) aplican el formato del ER conversando primero con
una persona y dejando que la otra escuche. Al inicio,
explican el procedimiento para cerciorarse de que las
personas sepan lo que se espera de ellas: que escuchen con
atención, que reflexionen sobre lo que escuchan, que
comenten sobre las reflexiones, y demás. Después de un
rato de conversación entre dos (terapeuta y un miembro
de la familia), le preguntan a quien escuchó sus
comentarios sobre las ideas y la información que
surgieron durante el diálogo. La única indicación es que
reflexionen sobre lo escuchado. Pueden introducir esta
fase preguntando a quien escuchaba, por ejemplo, ¿qué
estabas pensando mientras la Otra estaba hablando? O
bien, ¿algo de lo que la Otra mencionó te sorprendió? ¿qué
significó para ti escuchar lo que la Otra estaba diciendo?
Después de esto, regresan con la persona con la que
originalmente comenzaron la entrevista y le piden que
exprese sus reflexiones sobre las reflexiones que acaba de
escuchar.
De acuerdo con Freedman y Combs (1996), la labor
más difícil del terapeuta es asegurarse de que las
personas permanezcan en una posición de escucha.
Algunas de las estrategias que utilizan ellos para sortear
esta dificultad es no mirar a los ojos al que escucha y no
permitir que hable más de una persona a la vez. Ahora
bien, Freedman y Combs argumentan que es muy común
que las familias se interrumpan en el momento de las
reflexiones. Ellos lo que hacen es detener la interrupción y
pedirles que sigan escuchando ya que todos tendrán la
oportunidad de responder y comentar. Además, dividen en
dos las reflexiones sin equipo: 1) reflexiones sobre otros:
El terapeuta puede usar por ejemplo el tipo de preguntas
circulares de la Escuela Sistémica de Milán, como una
manera de invitar las voces y perspectivas de otros
ausentes, como familiares, amigos y demás. Ya sea para
obtener comentarios generales sobre los temas
conversados o también, para tener reflexiones sobre
asuntos específicos; y 2) reflexiones sobre narrativas
personales: Esto se puede realizar de distintas maneras;
una es reflexionar sobre conversaciones pasadas, sobre las
ideas que surgieron entre un encuentro y otro, sobre lo
que pensaría del mismo tema cuando era niño(a), sobre
experiencias personales. ¿Qué has aprendido de ti mismo
al lograr esto? ¿Qué fue lo más significativo de lo que
hablamos hoy? En último lugar, cuando las personas no
comentan o hablan mucho, Freedman y Combs ofrecen
sus propias reflexiones o distinciones.
William Lax (1991, 1996) describe detalladamente cómo
se pueden implementar las ideas reflexivas en la consulta
privada. Lo primero es tener en cuenta que la
conversación terapéutica aspira a poner la plataforma
para que nuevas ideas surjan a partir de los relatos o
descripciones de ciertas situaciones problemáticas para
las personas. Ante dichos relatos, el terapeuta no realiza
hipótesis ni explicaciones predeterminadas. Simplemente,
trata de comprender de manera general las ideas y los
significados para realizar algunas reflexiones que hagan
una diferencia y para disolver algunos de los dilemas. Sus
preguntas no buscan una solución sino provocar una
tensión que forje diferencias y nuevos relatos.
En la consulta inicial, por ejemplo, Lax (1996) obtiene
información acerca de los nombres, fechas de nacimiento y
demás datos, y posteriormente, explica la modalidad del
encuentro. El terapeuta, de acuerdo con Lax, puede ser
flexible para hacer cambios en el diseño. Al igual que
Harlene Anderson (1997), Lax considera que la terapia es
una colaboración mutua a partir de una posición no
jerárquica que respeta las creencias de las personas y da
poder a las propias voces de los consultantes. En este
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sentido, para él, una buena relación con los consultantes
es uno de los elementos de mayor importancia pues
asegura el establecimiento de una relación de confianza
óptima a medida que la conversación avanza. El objetivo
primordial es que las personas se sientan comprendidas y
respetadas desde el comienzo de la terapia.
Durante el primer encuentro, argumenta Lax
(1991), el terapeuta puede conversar con el o los
consultantes sobre las ideas acerca de por qué vienen a
terapia. Esto es importante, afirma el autor, porque “nos
permite iniciar la conversación con los clientes en „el
punto en que se encuentran‟ y no imponerles ninguna
idea, fórmula o hipótesis predeterminada” (p.141). El
terapeuta en el transcurso de la conversación está atento
a las definiciones del problema tal como son pleanteadas
por las personas, poniendo especial interés en los
significados y en el lenguaje que son empleados. Durante
la sesión, el terapeuta irá insertando sus preguntas, ideas,
comentarios o reflexiones, tales como quién habla con
quién, sobre qué y de qué manera, y también, acerca de
quién puede tener más ideas sobre la historia que se
desarrolla en esta conversación. Siguiendo con Lax, otro
componente fundamental es la velocidad de la
conversación; es decir, el ritmo. El terapeuta debe seguir
el ritmo de las personas para que la conversación no sea
“ni demasiado lenta ni demasiado rápida” (Lax, 1991, p.
141). El terapeuta podrá darse cuenta que cuando la
conversación alcanza una pausa natural es un buen
momento para comenzar con las reflexiones. Una pausa
natural es el mejor instante para introducir las ideas,
preguntas o comentarios del terapeuta. Lo importante es
seguir su ritmo.
De ella se sigue que las reflexiones del terapeuta se
hagan de manera tentativa. Preguntas como ¿se le ocurrió
algo mientras estaba escuchando? ¿qué ideas tienen
sentido para usted? ¿hubo algo sobre lo que debería de
haber hablado que no haya mencionado? ¿hay algo con lo
que está en desacuerdo? ¿usted hubiera incluido otra
cosa? le sirven a William Lax (1996) para que las personas
puedan comentar sobre lo que escucharon reflexionar al
terapeuta. Lo que resulte de estas preguntas constituyen
futuros temas de conversación. Es más, los temas son
relevantes siempre que las personas así lo consideren.
Incluso, amplía Lax, si el terapeuta tiene sugerencias,
puede introducirlas en forma de ideas para después
preguntar qué piensan las personas sobre las mismas. No
obstante, el terapeuta debe valorar hasta dónde explora
ya que “cuando el terapeuta empieza a presionar a los
clientes más allá de lo que pueden soportar, es posible que
abandonen la terapia” (Lax, 1996, p. 105). Es por ello que
se explora junto con los consultantes si vale la pena o no
hablar sobre ciertos temas.
Por otro lado, algunos investigadores mencionan,
como logro importante del terapeuta que emplea procesos
reflexivos, la generación de múltiples perspectivas
(Tucker, Stith, Howell, McCollum y Rosen, 2000). Tucker
et al. explican que las personas conseguimos pensar de
manera diferente gracias a ciertas acciones durante las
reflexiones. Entre los elementos que proponen como
cruciales se encuentran a) el ofrecimiento de ideas
singulares, b) el intercambio de más de un punto de vista,
c) el empleo del humor, d) la búsqueda de claridad por
parte del terapeuta, familiares o amigos, e) el
esclarecimiento de pensamientos y sentimientos, f) la
planeación del futuro, g) la exploración de cómo ser activo
ante ciertas situaciones, h) la elucidación de cómo asumir
nuestras responsabilidades. Igualmente, i) el modelado de
nuestro lenguaje y pensamiento abierto, flexible y
tentativo. Además, el terapeuta puede conseguir dejar de
lado la exploración de problemas y, en cambio, j)
conversar sobre las habilidades y competencias de las
personas. Tucker et al. describen que generalmente las
personas están acostumbradas a hablar de sus problemas,
pero el proceso de reflexión brinda un cambio de foco que
las introduce en el mundo de sus capacidades, fortalezas y
aciertos.
Para el terapeuta que trabaja solo, Tucker y otros,
2000) aconsejan invitar a que las personas escuchen y
darles la libertad de responder. La postura de respeto
permite manejar temas difíciles sin forzar a los demás a
estar de acuerdo. Consideran que todas las ideas ofrecidas
por el terapeuta son potencialmente útiles para las
personas. Sin embargo, creen que lo que más promueve el
cambio no son necesariamente las diferentes ideas en sí
mismas sino el proceso de toda persona de poder
contemplar sus propias experiencias y descripciones desde
afuera, desde otro lugar.
En la creación de múltiples perspectivas, Lynn
Hoffman (1998), inspirada por Michael White, propone
crear una comunidad interesada que consiste en reclutar
miembros “apoyadores” para el Club de la Vida. Entre los
reclutados se encontraría por supuesto, el terapeuta pero
puede estar cualquiera vivo o muerto, imaginario o real…
o completos extraños‟. Uno de los objetivos es encontrar
virtudes y potenciales, aspectos positivos e los
pensamientos y acciones de las personas. Hoffman
propone hacer énfasis en lo positivo y moverse de la idea
de seguir un modelo a la de vivir una postura.
Por su parte Michael White (1995), describe que al
conocer sobre los trabajos de Tom Andersen no le fue
difícil visualizar el potencial transformador del equipo
reflexivo. White creó su propia propuesta a la que llamó
Ceremonias de Definición, y también propuso el uso de
Testigos Externos estableciendo las condiciones para
involucrar a los consultantes como participantes activos
de sus propias historias y para crear una autoconciencia
reflexiva sobre la autoría de su propia vida. En White
(2007) menciona la relevancia de la audiencia para
enriquecer el desarrollo de historias, para construir
conclusiones más sólidas acerca de su identidad y para
extender y prolongar la duración de los logros preferidos
de las personas que consultan con nosotros. En este caso,
esa audiencia la podemos traer nosotros como terapeutas.
White hizo hincapié también en cómo lo que se cuenta y
recuenta en las voces de otras personas contribuye a
engrosar las historias preferidas (dominantes e inmersas
en el problema) de nuestros consultantes. Basándose en
las ideas del antropólogo Clifford Geertz, White enfatizó
la necesidad de trabajar con los relatos “delgados” (por
ejemplo, discursos opresivos, culpas, categorías
diagnósticas, críticas, lenguaje patologizante) para
hacerlos más ricos, gruesos o espesos (historias
alternativas, recursos, deseos, esperanzas, posibilidades,
contextos, relaciones y sus complejidades).
En Grupo Campos Elíseos (GCE), a su vez,
propusimos que no era tan relevante si es una o son
varias personas las que trabajan como ER, sino desde qué
postura trabajan. Nosotras concordamos con las ideas
colaborativas de Harlene Anderson (Anderson, 1997;
Anderson y Goolishian, 1996), las cuales favorecen el
trabajo terapéutico a partir de una participación sin
juicios y desde una postura de flexibilidad; estas ideas nos
ayudan a trasladar al ER a cualquier lugar. Fernández,
London y Tarragona (2003) narran que:
…en una ocasión un cliente llegó y al ver al grupo
sentado a la mesa tomó una silla y se sentó con
nosotras. Como anfitrionas quisimos que se sintiera
cómodo y tuvimos la entrevista y las reflexiones del
equipo alrededor de la mesa. A partir de entonces se
creó una nueva forma de trabajo que se podría
describir como una combinación de múltiples
entrevistas para el cliente y diálogo reflexivo entre
los terapeutas. Las preguntas se diversifican y
además se dan varias pequeñas conversaciones entre
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terapeutas dentro de la misma entrevista. De esa
forma el cliente se lleva más de una idea con respecto
a su situación y se siente parte integral de un grupo
de trabajo (p. 17-18).
Como en GCE la mesa de trabajo es cuadrada, se le
llamó a esta visita trabajo en mesa cuadrada. La reflexión
a nivel horizontal con el consultante y el espacio que se da
el terapeuta para pensar en voz alta son parte de la
metáfora de la mesa cuadrada que se llevan los
alumnos/colegas. Es en la forma de una pausa para
escucharse a sí mismos, a sus experiencias y
conocimientos que el equipo sin equipo se lleva hasta la
consulta privada; esta reflexión la hacen las voces del
terapeuta y de los consultantes en un ambiente de
escucha y respeto. Fue también en este espacio donde
surgió la pregunta “¿para qué leo, estudio y practico un
modelo de terapia que no podré llevar a cabo en mi
consultorio? Yo no contaré con un equipo”.
Para dar respuesta a esta inquietud, las autoras
compartimos nuestro propio punto de vista acerca de cómo
implementar las ideas del ER en nuestra práctica privada,
aun cuando no contemos de manera presencial con un ER
en el consultorio.
El equipo reflexivo en la consulta privada:
nuestro punto de vista
Las ideas que a continuación ofrecemos surgieron
de nuestro autoestudio y de las conversaciones grabadas
sobre cómo nos llevamos las ideas del ER. En dos
ocasiones, ocupamos espacio de nuestro grupo de
entrenamiento para averiguar en la misma conversación
qué y cómo nos llevamos del ER a nuestra consulta
privada. Aunque esto no era precisamente una
polietnografía, como suelen presentarla algunos
investigadores cualitativos, seguimos un proceso en el que
entre nosotras facilitábamos las preguntas, luego nos
preguntábamos y contestábamos. Estábamos muy
curiosas sobre lo que la otra decía, al escuchar los
comentarios se nos ocurrían más ideas, y la discusión era
muy rica. Al final, transcribimos las grabaciones, nos
leímos varias veces, reflexionamos sobre nuestras ideas,
nos auto-editamos, ampliamos lo que queríamos decir y,
finalmente, extrajimos los temas más relevantes. A
manera de análisis temático, pero sin seguir el rigor de un
proceso más “formal” de investigación, los siguientes
fueron los principales temas acompañados por algunos
verbatim o voces originales.
¿Cómo nos llevamos el equipo reflexivo a nuestra
consulta privada?
● Generamos polifonía y multiplicidad
“La multiplicidad de ideas no es sólo traer ideas de
mil lugares, es multiplicar las posibilidades en el diálogo
de ese momento. Dar lugar a las que ya están presentes,
traer otras de afuera, ofrecer más y crear desde adentro.
Yo pongo al servicio todo lo que viene conmigo, como lo
haría un equipo de reflexión. Hasta lo opuesto y lo
contrario puedo ofrecerlo. Lo visto y lo no visto. Lo nunca
antes pensado. Me gusta traer frases de películas,
personas, sabiduría popular, dichos y expresiones que han
pasado de generación en generación, traer de todo. Es
como darse el gusto de ofrecer desde otros ángulos y
lugares. La multiplicidad se puede dar cuando no hay un
espacio rígido”.
● Invitamos las voces y diálogos internos de nuestros
consultantes
“Invito a mis clientes a que reflexionen y compartan
historias sobre la influencia que otras personas de su
pasado han tenido en sus vidas (¿qué diría tu mejor amiga
de la infancia sobre …?) o incluso los animo a aventurarse
y predecir lo que diría una versión de ellos mismos en el
futuro (si en un futuro tú supieras esto de ti, ¿qué crees
que dirías?)”.
“Estoy atenta a qué voces deciden involucrar mis
clientes en sus conversaciones conmigo, así como la
manera en que estas voces contribuyen (o no) a generar
historias favoritas que fortalecen su identidad preferida.
Evidenciar y compartir con nuestros consultantes la
importancia de estas voces y decisiones como parte del
proceso terapéutico puede contribuir aún más a engrosar
sus historias”.
● Hacemos público nuestro diálogo interno
“Unido al concepto de curiosidad, me parece
importante hacer público nuestro diálogo interno con los
clientes. Al expresar una idea considero relevante dejarle
saber al otro cómo se formó. Incluir en la conversación el
puente que conecta mis ideas con las del otro, mi propio
diálogo interno, y presentar mi curiosidad de forma
respetuosa, al servicio del otro y en lo que considero puede
serle útil. Eso lo hago en el equipo”.
● Invitamos voces de nuestros colegas, maestros y
autores
“La figura y la presencia de mi sabio profesor
Watzlawick me intimidaban, con terror de hacerle frente
inicié una conversación en mi cabeza con el intelectual
austríaco. Watzlawick se convirtió en mi terapeuta
virtual, se volvió mi estratega íntimo, su voz era el eco
razonado de lo que podría ser. Imaginaba qué y cómo
decirle lo que acontecía. Optaba por diferentes palabras y
frases para explicar claramente mi dilema y me esmeraba
en no parecer una tonta que malentendía su propuesta
teórica. Sumaba todas las preguntas que le escuchaba
hacer en los cursos a los que asistía: cómo, cuándo, con
quién...
Creaba escenarios en mi mente y elegía el punto
óptimo para replantear mi posición ante lo nuevo que iba
sucediendo. Si Watzlawick me había “dejado” tarea, le
exponía cuáles eran los resultados de hacerla/no hacerla
y, aún más importante, conjuraba sus respuestas, sus
ejercicios, respondía a la insistencia de dar todos los
detalles, accedía a su reiteración en reflexionar sobre mis
intentos de solución y consentía en pensar dónde estaba
atorada y así resolver mi situación problemática. Se dio en
mi cabeza un ir y venir de ideas, un debate interno, y
capté numerosas sugerencias; me vi envuelta en un jaleo
maravilloso con excelentes resultados. Yo ofrezco esa voz y
otras igualmente importantes para mí”.
● Invitamos voces de amigos y familiares
“La forma en la que el equipo de reflexión trae
voces de otras personas se convierte en una herramienta
muy poderosa. Frecuentemente, las personas mencionan
en sus conversaciones anécdotas que involucran
referencias a su relación con su mamá, con su mejor
amigo o amiga y otros; el cómo aprovechamos estas
presencias es nuestro reto. En ocasiones, cuando la
persona que está conversando conmigo parece estar
atorada en alguna situación, me ha sido de ayuda
preguntar qué consejo le darían a personas que estuvieran
pasando por alguna situación similar, qué
recomendaciones darían (¿si fuera tu mejor amiga qué le
dirías?). Esto genera movimiento, una nueva perspectiva,
que surge de ellas mismas”.
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“En determinado momento puedo poner en juego
sus propios personajes internos a través de la escritura.
Por ejemplo, les pido que escriban qué diría su mamá, qué
diría su novio, qué diría su amiga Laura”.
● Inventamos voces
“Estando sola en el consultorio, con el objetivo de
agregar más voces para ofrecerle a un cliente, me ha
parecido interesante invitar voces inventadas que surjan
de la conversación. Por ejemplo: si tu oficina hablara sobre
tu nivel de estrés qué agregaría, si tu relación de pareja
comentara sobre la forma en que discuten qué expresaría,
qué expondría la corrupción sobre cómo se ha llevado a
cabo tu demanda, qué diría tu suerte sobre la
oportunidad que se abrió hoy, etc.”.
● Co-construimos con el otro
“Como terapeutas no tenemos que saberlo todo.
Lasposibilidades llegan al participar juntos en el camino.
Los terapeutas no tenemos por qué contar con todas las
respuestas. Las mismas llegan en el proceso dialógico, en
el intercambio con el otro”.
“Otra cosa que me gusta del equipo reflexivo es
pensarlo como una forma diferente de ser/estar con el
otro. Ser co-investigadores, es investigar en acción, y crear
en equipo”.
“El terapeuta no está en el centro. No necesita
saberlo todo. Todo lo que sé como terapeuta y mis
experiencias son solo mi mirada. Una mirada más entre
muchas. Las teorías, el conocimiento que traemos, todo
eso corresponde a un momento histórico. Esa información
adquiere significado en un momento particular pero no lo
es todo. Entonces, lo que me llevo es que todo lo que sé es
tentativo. Lo que sé nunca será la “verdad”, siempre será
solo mi mirada. Lo que yo pienso fue pensado con y
gracias al otro. El o los otros me estiran mis ideas, las
estiramos juntos. Nuestros diálogos son imposibles de
replicar, por mucha técnica que tengamos, cada diálogo es
un momento único. Aunque yo trate de hacer lo mismo con
dos personas, nunca habrá dos terapias iguales, no será
igual porque nos estiramos juntos, con cada uno. Cada
conversación terapéutica tiene una conexión especial,
particular, de ese contexto y de ese momento y esa(s)
persona(s) en particular”.
● Contextualizamos nuestros comentarios
“Una de las cosas que más ha influido en mi trabajo
es la idea de contextualizar las reflexiones o comentarios.
Poder ofrecer mil voces y contextualizar de dónde vienen.
Llevar y traer ideas, generar nuevas ideas que uno no
había pensado, ampliar o acceder a voces no escuchadas
anteriormente”.
“Todo es parte de un contexto. Por eso me
llevo la relevancia de ser pública/transparente. Explico de
dónde vienen mis ideas y por qué las estoy ofreciendo”.
● Evitamos “interpretar” bajo un marco teórico
“Yo evito interpretar. Al interpretar se corre el
riesgo de sembrar ideas, de imponerlas”.
“Pienso que Andersen se refería a no interpretar,
por ejemplo, a no tomar la mirada absoluta e
incuestionable de un modelo. „No interpretar‟ a la luz de
un marco teórico, una sola explicación o visión. No tener
un marco conceptual que de antemano oriente, con ideas
fijas, y explique lo que significan las emociones, las
conductas, lo que le pasa al otro. Por ejemplo, cuando
trabajas con problemas de alimentación, según algunas
teorías, se asume que un trastorno de la alimentación
debe estar relacionado a un abuso sexual. Antes de darlo
como un hecho me abro a la posibilidad de que puede o no
ser de esa manera”.
● Somos “tentativas”
“Mucho de la idea del equipo enfatiza el conducirse
de manera tentativa. Eso incluye la invitación a tomar las
ideas que hacen sentido y desechar las que no. Yo esto
antes lo veía como „resistencia‟, ahora lo veo como el
derecho a tener la libertad de elección de aquello que haga
sentido entre todo lo que diga o proponga. El equipo
reflexivo es sinónimo del derecho a la libertad de elección
y a la capacidad de ser flexibles”.
“La idea del equipo ayuda a traer otros puntos de
vista acerca de cómo resolvieron algunos dilemas otras
personas. Se puede usar la idea del equipo al hablar de
nuestras propias experiencias pero de manera tentativa,
desde un lugar no-experto („no sé si pueda serte útil‟) y
compartir cómo sorteamos ciertos obstáculos dejando a
elección del consultante el tomar en cuenta nuestras
reflexiones o no”.
● Generamos conversaciones y procesos “a la
medida”
“Se trata de generar conversaciones hechas a la
medida, para un espacio y tiempo particular. Retomando
la metáfora de Harlene Anderson sobre ser anfitrión e
invitado, si te invitan a visitar un cuarto pero no toda la
casa está bien. Si te invitan sólo a la cocina, es hasta ahí a
donde llegas. Como visita, no debes imponer qué cuartos
son los que quieres visitar. Al mismo tiempo, parte de
nuestra responsabilidad es ir eligiendo junto con el otro de
qué hablar y de qué no hablar. No debe ser una decisión
unilateral por parte del terapeuta enfatizando tocar unos
temas sobre otros sin tomar en cuenta al cliente”.
“Me parece que una forma de llevarnos como
terapeutas el equipo reflexivo a la consulta privada, es
tener en cuenta que hay muchas
reflexiones/interpretaciones posibles frente a algo que se
conversa en un momento específico durante la consulta.
Mi reflexión es una entre muchas posibles y está sesgada,
situada, determinada por un momento socio/histórico, por
mis múltiples recorridos teóricos y experiencias, y por
aquello que acontece en el espacio dialógico con ese
consultante, en esa conversación, en ese momento. El
proceso reflexivo es consecuente de ese espacio
conversacional. En ese momento se da lugar y se invitan
ciertas ideas, voces y perspectivas, y no otras. Aquello que
ocurre ahí es único. Esta forma de conversar
reflexivamente es crear un cierto proceso de indagación.
Hay una invitación a reflexionar que tiene un resultado
terapéutico para cada uno, de manera diferente e
irrepetible”.
● Tratamos de enfocarnos en lo que se dice en la
sesión y no en lo que no se dice
“Entiendo que Tom Andersen sugería en el formato
del equipo reflexivo comentar únicamente sobre lo que se
escuchó pero no sobre lo que se vio. Aunque al presentar
mis ideas a un cliente, sí incluyo cosas que pude haber
observado, tomando en cuenta esto, procuro ser tentativa
y pedir autorización al cliente preguntándole si considera
que es algo sobre lo que puedo hablar e incluir en nuestra
conversación”.
“Me llevo del equipo reflexivo la idea de explorar el
pasado desde un lugar donde va surgiendo
espontáneamente, no forzado por mí. No llevo una agenda
predeterminada para revisar la historia de la persona de
una cierta forma, por ejemplo, revisar su infancia o la
relación con cada uno de sus padres. A mí sí me gusta la
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idea de Andersen de revisitar las historias familiares, los
vínculos y el contexto social cuando estos salen de forma
natural en la conversación”.
● Consideramos que nuestras preguntas y una
curiosidad genuina son cruciales
“El equipo tiene una forma muy especial de hacer
las preguntas. Yo utilizo la forma de preguntar sobre todo
en situaciones de duelo („tú qué le contestarías, qué le
dirías, qué te gustaría decirle si estuviera aquí‟). También
uso el Como Si o As If de Harlene Anderson, ponerse en el
lugar de otro, de otros”.
“Estar en estas ideas es muy difícil de explicar. La
palabra „interactuar‟ y relacionarte con el otro se quedan
cortitas. Del equipo reflexivo me llevo la co-indagación, la
curiosidad compartida, que son términos que, a mi
parecer, dicen más en la acción acerca de lo que sucede.
La curiosidad es la base de todo, es lo que mejor me llevo,
pero es un concepto difícil de explicar. Algo fundamental
que me guía son las preguntas curiosas”.
“Mi curiosidad me guía: por qué esta persona eligió
hablar de eso, desde ese lugar, en este momento, por qué
dijo eso, por qué así, por qué con esas palabras, a quién se
lo dice, por qué ahora, cómo lo podría decir de otras
formas”.
“Me gusta explorar cómo la gente desafía la
adversidad, las injusticias y las voces dominantes.
También averiguar el origen de las ideas, los valores y
tradiciones que las sostienen. La interpretación (teórica)
es menos ágil; puede ser muy limitada y tortuosa. La
curiosidad es, en cambio, liberadora”.
● Proponemos posiciones que faciliten modos diversos
de reflexión
“Me parece interesante llevarme la propuesta de no
mirar directamente al consultante al reflexionar. Si lo
miras o no a los ojos logras conexiones diferentes. Mirar,
en efecto, te conecta, pero no mirar te conecta de otro
modo. Si miro a mi cliente mientras le hago preguntas
genero algo, pero si no miro mientras hago las mismas
preguntas genera otra cosa. En eso coincido con Tom
Andersen y su equipo reflexivo. Andersen señalaba que él
no miraba al cliente directamente como una manera de no
obligarlo a dar una respuesta y, en cambio, invitar a la
reflexión”.
● Generamos un proceso reflexivo: Facilitamos la
alternancia entre hablar y escuchar
“Retomando la idea de generar otras voces, me
gusta encontrar formas diversas en las que un cliente se
ponga en una posición de escucha. Lo hemos hecho cuando
en una sesión de pareja le pedimos a uno que solo escuche,
sin participar, lo que el otro narra. Es más difícil cuando
tenemos un solo cliente en sesión, pero me ha parecido
interesante la idea de que el propio cliente sea su equipo
reflexivo. En lo último de la sesión, puede adoptar otra
voz, por ejemplo, al preguntarle a un cliente: si hubieras
escuchado esta historia y fueras: tu consejera, tu maestra,
alguien que te aprecia, ¿qué retroalimentación darías? o
¿qué te parecería importante decir?, ¿qué crees que te
parecería lo más conmovedor, lo más riesgoso, etc.? Otra
manera de ocupar un espacio reflexivo puede ser escribir
algo sobre la conversación en sesión o bien hacerlo en
casa”.
● Ofrecemos nuestras ideas hacia el final de la
conversación
“Muchas veces dejo para el final mis ideas (un poco
como lo hace el equipo). Dejo de hacer preguntas y regreso
a lo que estaba pensando: se me ocurrió esto y esto
mientras te escuchaba hablar, tomé algunas notas
mientras hablabas y te voy a compartir algunas de mis
reflexiones, ¿tus ideas fueron invitando otras ideas mías,
las quieres escuchar? Me gustaría darte algunas ideas que
fui pensando, no importa si no encajan con lo que te
sientas cómodo, mis ideas se fueron moviendo mientras
hablabas, te las voy a compartir aunque entre ellas se
contradigan”.
● Usamos la pausa y los silencios al estilo del equipo
reflexivo
“Cuando Tom Andersen vino a México me gustó que
hablara de cómo usar el silencio. Generalmente te
entrenan para estar preguntando y hablando,
interpretando e interviniendo, pero no te entrenan acerca
de cómo usar los silencios. El silencio te permite estar con
el otro de manera diferente”.
● Invitamos a que las ideas puedan tomarse o
desecharse
“Además de las múltiples voces y la polifonía, lo que
más me gusta del equipo es dejar abierta la posibilidad de
que la gente tome la idea que le hace sentido una vez que
ofreciste la polifonía. Me gusta del equipo reflexivo la
posibilidad de dejar en la consulta aquello que no sirva,
que no haga sentido. El ER plantea las ideas desde un
lugar muy respetuoso, valida todas las experiencias sin
imponer que alguna es mejor que otra. Ofrece una
multiplicidad de voces para que haya un abanico grande
que amplía las decisiones del otro. Además de que apoya
la idea de ser flexible, cálido y respetuoso, invita a
compartir las ideas desde la responsabilidad compartida,
ayuda a tomar acciones y comparte la responsabilidad:
„estas ideas se me ocurren a mí, ¿dónde andas tú?‟.
● Seguimos el ritmo de los consultantes
“El ritmo de Tom Andersen era lento y pausado, no
tenía prisa, pero tenía una presencia fuerte. Sus
preguntas eran intensas pero su escucha era grande,
abierta, flexible. Me quedo con su intención de no ir
corriendo. Su capacidad de conectarse con el otro. El ritmo
lento tiene una moraleja: no tener prisa por saber o
decirlo todo. Sus pausas son uno de los legados más
importantes. Tom Andersen se permitía escuchar con
calma, sin prisas, algo que nosotros no estamos
acostumbrados. Nos entrenan para alcanzar mucho y muy
rápido. Finalmente, aunque trates de repetir la misma
técnica, no se puede. Por eso, el ritmo debes encontrarlo
con el otro y no imponerlo tú o tu modelo”.
“Voy checando el proceso. Les voy preguntando si
estamos hablando de lo que debemos estar hablando. Si
voy len o rápido. Si estamos en el tema que quiere
mejorar. Este tipo de preguntas me ayudan también a
compartir la responsabilidad del proceso. Las decisiones
las tomamos juntos y van de acuerdo a la necesidad y
ritmo del consultante. Invito a mi consultante a que
decida qué le es de utilidad, qué le hace sentido, qué
quisiera probar y qué no”.
Reflexiones finales
Nos gustaría que las ideas compartidas en este
artículo sirvan de inspiración a otros. Sean una invitación
a jugar con ellas, estirándolas, dándoles una vuelta,
cuestionándolas y retomándolas, para construir nuevas
comprensiones y conocimientos que les sirvan en su
práctica profesional y en la vida en general. La propuesta
es ponerlas sobre la mesa para ofrecerles a nuestros
consultantes nuevos recursos desde una postura
tentativa. Al poner en práctica las ideas anteriores, es
fundamental tener presente una visión crítica para
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reflexionar de manera constante sobre el proceso y
realizar ajustes según se requiera, sin descuidar los
fundamentos del ER ni la intención de Tom Andersen
(2001b). Lo que les recomendamos es acercarse a la
literatura y el legado de este gran terapeuta noruego y
estudiar sus bases teóricas, poner en práctica el ER sin un
equipo presente es una experiencia única y útil para
nuestros consultantes.
Consideramos que al invitar voces
adicionales a una sesión terapéutica y crear polifonía es
importante mantener una postura abierta y receptiva,
mirarnos como individuos conectados, y tener presente en
la conversación las posturas de respeto, escucha genuina,
receptividad, ser reflexivos, acompañamiento,
enriquecimiento, co-aprendizaje y el cuidado del otro.
Creemos que es necesario contar con las condiciones
anteriores para que se dé un ER en el consultorio y tener
presente que nuestros consultantes deben estar en el
centro de la sesión, siendo ellos quienes elijan las voces
que desean invitar a la conversación. Aprovechemos el
potencial que ofrece el ER y su capacidad de abrir esas
posibilidades. Sugerimos no banalizar las reflexiones y
cuidar que el uso del ER, aun sin equipo, no se convierta
en una sesión de “opinoterapia”. También invitamos a
documentar lo que se observe y se comparta en espacios
de supervisión donde se fomente el aprendizaje continuo.
Finalmente, queremos reiterar que la posibilidad de
llevar con nosotras al equipo reflexivo y sus premisas, en
nuestra forma de trabajo en el consultorio, es en mucha
medida posible gracias a que, como grupo, trabajamos con
el formato de ER en muchas de nuestras tareas
formativas y académicas. De ahí la invitación a que los
lectores incorporen a su trabajo cotidiano con otros el uso
del ER, de modo que llevar sus principios al consultorio se
vuelva una tarea inevitable.
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