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RESUMEN DE MANUALES
RECOMENDADOS POR LA CÁTEDRA

PRIMERA ETAPA: 1776-1852


TERNAVASIO, Marcela: Historia de la Argentina, 1806-1852; Siglo Veintiuno Editores;
Buenos Aires; 2009.

SEGUNDA ETAPA: 1852-1880


SÁBATO, Hilda: Historia de la Argentina, 1852-1890; Siglo Veintiuno Editores; Buenos
Aires; 2012. (NO SE TOMA ESTE MANUAL EN ESTE RESUMEN)

PARA AMBOS PERÍODOS SE TOMA TAMBIÉN EL MANUAL:


ROMERO, José Luis: Breve historia de la Argentina; Fondo de cultura económica;
México; 2004.
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PRIMERA ETAPA: 1776-1852


TERNAVASIO, Marcela: Historia de la Argentina, 1806-1852; Siglo Veintiuno Editores; Buenos Aires;
2009.
ROMERO, José Luis: Breve historia de la Argentina; Fondo de cultura económica; México; 2004.

LA ÉPOCA DEL VIRREINATO (1776-1810)

Reformas borbónicas. El Virreinato del Río de la Plata:


La dinastía de los Borbones era la legítima casa reinante en España desde comienzos del siglo XVIII. Lleva
adelante reformas por la manifiesta vocación expansionista de Portugal sobre el Atlántico sur y la
importancia que toda el área asumía para el comercio marítimo:
1776: se crea el Virreinato del Río de la Plata:
De una organización en dos virreinatos -Nueva España y Perú- se pasó a una de cuatro virreinatos -
Nueva España, Nueva Granada, Perú y Río de la Plata- y cinco capitanías generales -Puerto Rico, Cuba,
Florida, Guatemala, Caracas y Chile-.
Hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata, todo el territorio de la actual República Argentina -y
mucho más- dependió directamente del Virreinato del Perú, con capital en Lima, y estuvo dividido en
dos grandes gobernaciones: la del Tucumán y la del Río de la Plata.
En 1776, el nuevo Virreinato con capital en Buenos Aires, reunió las gobernaciones del Río de la Plata,
Paraguay, Tucumán y el Alto Perú (región algo mayor que la actual República de Bolivia), quitándole una
amplia jurisdicción a las autoridades residentes en Lima.
El eje de la economía se encuentra en la ciudad de Potosí, productora de grandes cantidades de plata,
y se elige a Buenos Aires como salida del mineral hacia Europa.

1778: Reglamento de Libre Comercio: habilita al puerto de Buenos Aires a comerciar legalmente con
otros puertos americanos y españoles.
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1782: Ordenanza de Intendencias: el Virreinato del Río de la Plata se subdividió en ocho intendencias:
La Paz, Potosí, Charcas y Cochabamba (ubicadas en el Alto Perú), Paraguay, Salta de Tucumán
(comprendía las ciudades subalternas de Jujuy, Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán y
Catamarca), Córdoba de Tucumán (incluía La Rioja, San Luis, San Juan y Mendoza) y Buenos Aires (tenía
jurisdicción en Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. La ciudad de Buenos Aires era, a la vez, capital virreinal
y de su propia intendencia). La Banda Oriental (actual Uruguay) permaneció como una gobernación
militar integrada al Virreinato, pero con un mayor grado de autonomía respecto de la sede virreinal.

Buenos Aires no sólo se convirtió en sede del gobierno virreinal y de nuevas corporaciones -como la
Audiencia creada en 1783 y el Consulado de Comercio en 1794- sino también en un puerto legalizado,
donde se instaló la Real Aduana, favorecido por los negocios y recursos que fluían del circuito mercantil
con eje en el Alto Perú, ahora desgajado de su antigua jurisdicción e incluido en el Virreinato
rioplatense.

1780: rebelión liderada por Tupac Amaru en Perú, duramente reprimida por las autoridades coloniales.

Situación internacional:
La Revolución de independencia de los Estados Unidos en 1776: la monarquía española y la Francia de
Napoleón, tradicionalmente aliadas en contra de Gran Bretaña, se alinean a EEUU.
La Revolución Francesa de 1789.
Entre 1796 y 1802, las guerras se generalizaron en toda Europa: La flota inglesa bloqueó el puerto de
Cádiz y otros puertos hispanoamericanos, lo que afectó de manera sustancial las relaciones comerciales
entre la metrópoli española y sus posesiones americanas. La Corona no podía garantizar por sí sola el
aprovisionamiento de sus colonias. Esto la obligó a otorgar sucesivas concesiones comerciales a los
grupos criollos, a los que se autorizó a comprar y vender productos a otras potencias y colonias
extranjeras.
1805: Batalla de Trafalgar, España es derrotada y su flota destruida por Inglaterra. Esto provocó más
dificultades en las comunicaciones con las colonias y abrió la puerta a las invasiones.

Las invasiones inglesas al Río de la Plata:


La captura del puerto de Buenos Aires resultaba estratégica para los intereses de la Corona británica.
Por un lado, desde fines del siglo XVIII Inglaterra se encontraba en pleno proceso de revolución
industrial y expansión comercial de sus productos. Por otro las conquistas de Napoleón Bonaparte
amenazaban con romper el equilibrio europeo.
1806: Primera invasión inglesa. Los británicos, comandados por Beresford, ocupan Buenos Aires y el
Virrey Sobremonte se retira a Córdoba. Los refuerzos demandados a Inglaterra tardaban en llegar,
mientras comenzaban a organizarse las fuerzas criollas (milicias urbanas voluntarias) al mando del
capitán de navío Santiago de Liniers, Juan Martín de Pueyrredón y Martín de Alzaga, alcalde del Cabildo
de Buenos Aires, que vencieron a los ingleses.
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Consecuencias:
En agosto, un cabildo abierto delega el mando político y militar en manos de Liniérs, quien va a
organizar la milicia popular: el cuerpo de Patricios con los nativos de Buenos Aires y el de Arribeños con
los del interior.
Debilidad de autoridades españolas para defender sus dominios en América.
Las milicias urbanas voluntarias se convierten en factor de poder.
1807: Segunda invasión inglesa. Las fuerzas voluntarias creadas por Liniers se habían vuelto más
numerosas y organizadas. Luego de una encarnizada lucha, John Whitelocke debió capitular.
Consecuencias:
El Cabildo de la capital se consolidaba.
El clima de agitación obligó al Cabildo de Buenos Aires y a la Audiencia a reunir una Junta de Guerra. La
Junta decidió suspender en sus funciones al Virrey Sobremonte y tomarlo prisionero provisoriamente.
Liniers se convirtió en virrey interino y ordenó jurar fidelidad a Fernando VII.
Crisis institucional: emergencia de cierto margen de autonomía por parte de las autoridades coloniales
respecto de la metrópoli, que no cuestionó, sin embargo, la lealtad monárquica.

Napoleón ocupa la Península Ibérica. Cada jurisdicción demanda márgenes de autogobierno:


Napoleón Bonaparte conquista Lisboa con el apoyo de España, y el rey Juan VI de Portugal, con todo su
séquito, huye hacia sus colonias americanas para radicarse en Río de Janeiro.
En 1808 Napoleón Bonaparte invade a España. Carlos IV (rey de España) y Fernando VII (su heredero)
abdican el trono a favor de Napoleón, quien nombra a su hermano José Bonaparte como nuevo rey de
España. La familia real española queda prisionera de Napoleón.
Consecuencias:
España se alía a su tradicional enemiga, Gran Bretaña en contra de la invasión de Francia.
En las ciudades no ocupadas se constituyen juntas de vecinos que asumen interinamente algunas
funciones de gobierno en nombre de la tutela de la soberanía del rey prisionero Fernando VII.
En mayo de 1808 la Junta de Sevilla se instituyó como Junta Suprema de España e Indias y se adjudicó
numerosas prerrogativas, hasta la formación de la Junta Central.
En septiembre se conforma la Junta Central Gubernativa del Reino, constituida por representantes de
las juntas de las ciudades no ocupadas.
Ningún virrey ni Audiencia americana reconoció a la nueva dinastía de origen francés.
La formación de juntas en la Península tuvo su réplica en América, aunque no gozaron del apoyo de las
autoridades españolas. Aquel movimiento se caracterizó por una profunda fidelidad al monarca español
y no exhibió intenciones de romper lazos con la metrópoli.
En 1808, la desobediencia de Montevideo. La Banda Oriental lograba la autonomía absoluta respecto
de su antigua rival Buenos Aires, declarando fidelidad al rey Fernando VII y a la Junta de Sevilla.
En la corte portuguesa se encontraba la esposa del rey de Portugal, la infanta Carlota Joaquina,
hermana de Femando VII de Borbón. Ésta solicitó ser la Regente de los dominios americanos en función
de su linaje, pero su reclamo no tuvo acogida alguna entre los españoles que resistían la ocupación
francesa en la Península.
En enero de 1809 la Junta Central gubernativa de la Península decretó que los territorios americanos
ya no eran “colonias” sino “parte esencial e integrante de la monarquía española” y que, en tal
calidad, debían elegir representantes a la Junta Central. Dicha representación era menor a la otorgada a
los reinos peninsulares. Esto no se concretó porque en 1810 la Junta Central, trasladada de Sevilla a
Cádiz, se autodisolvió y decidió nombrar un Consejo de Regencia de sólo cinco miembros.
El último virrey: en febrero de 1809, la Junta Central Gubernativa designó a Baltasar Hidalgo de
Cisneros como virrey del Río de la Plata en reemplazo del cuestionado Liniers (por su origen francés).
En 1809 en el Alto Perú: la Audiencia de Charcas desconoció la autoridad del virrey Cisneros y formó
una junta que asumió todos los poderes en nombre del rey Fernando VII; al igual que la de Montevideo,
se declaró autónoma respecto de Buenos Aires, pero a diferencia de ésta, no reconoció oficialmente a la
Junta de Sevilla. Por su parte, la Junta Tuitiva de La Paz surgida de un cabildo abierto, expresó también la
demanda de autogobierno, vinculada al reclamo de dejar de subsidiar económicamente al Virreinato del
Río de la Plata.
En 1809 el virrey Cisneros otorga el libre comercio al puerto de Buenos Aires, ante el avance del
contrabando.
Romero: “…el problema fundamental era modificar el régimen económico, hasta entonces favorable a
los comerciantes monopolistas; y para lograrlo, los hacendados criollos, tradicionales productores de
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cueros y desde no hacía muchos años de tasajo, procuraron forzar la voluntad de Cisneros, exaltando las
ventajas que para el propio fisco tenía el libre comercio a través del documento que redactó Moreno
conocido como La Representación de los hacendados…”
En 1810 en España, las tropas francesas toman el sur del país y la Junta Central de Sevilla es disuelta. Se
forma un Consejo de Regencia en la ciudad de Cádiz.
En 1810 en varias ciudades de América se producen movimientos revolucionarios para reemplazar a
las autoridades coloniales: Caracas, Buenos Aires, Bogotá, Quito, Santiago de Chile y la sublevación
popular “Grito de Dolores” en México.
Ternavasio: “Entre fines del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, se pasa de una concepción del
poder fundada en el derecho divino de los reyes y el gobierno de los territorios a otra basada en la
soberanía popular y en gobernar individuos”.

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LA INDEPENDENCIA DE LAS PROVINCIAS UNIDAS (1810-1820)

La Revolución de 1810: el primer gobierno autónomo:


En Buenos Aires, ante la noticia de la caída de la Junta Central de Sevilla, los jefes de milicias Juan José
Castelli, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Antonio Luis Berutti, en permanente comunicación con el jefe
del Regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, decidieron entrevistarse con Cisneros para presionarlo a
convocar a un cabido abierto, para debatir y votar sobre la continuidad de las autoridades españolas en
el Río de la Plata.
Los vecinos fueron convocados al cabildo abierto realizado el 22 de mayo de 1810. Los asistentes
votaron deponer al virrey Cisneros de su cargo por haber caducado la autoridad que lo había designado.
Además se decidió que el Cabildo de la capital asumiera el mando como gobernador y que se encargara
de formar una junta de gobierno para tutelar los derechos del rey Fernando VII. Se invocó el principio de
retroversión de la soberanía para reasumirla provisionalmente hasta tanto el rey regresara al trono,
siguiendo el ejemplo de las juntas de España.
El 24 de mayo, el Cabildo procedió a formar una Junta integrada por Cisneros como presidente,
Saavedra, De Solá, Castelli e Incháurregui como vocales. En la Plaza de la Victoria (actual Plaza de mayo)
al difundirse la noticia, creció la tensión.
El 25 de mayo un movimiento liderado por el regimiento de Patricios elevó un petitorio con la lista de
los nombres que debían figurar en el nuevo gobierno. La Primera Junta quedó constituida por nueve
miembros: la presidía Cornelio Saavedra, a quien se le confirió el supremo mando militar; sus secretarios
fueron Mariano Moreno y Juan José Paso, y el resto de los vocales Manuel Belgrano, Juan José Castelli,
Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea. La Junta asumió las atribuciones
correspondientes a un virrey: gobierno, hacienda y guerra.
La autonomía significaba en aquel momento mantener el vínculo con el monarca y ejercer el
autogobierno sin reconocimiento del Consejo de Regencia peninsular. A partir de ese momento el
Virreinato del Río de la Plata comienza a llamarse Provincias Unidas del Río de la Plata.
El ex virrey Cisneros y los miembros de la Real Audiencia juran obediencia, en secreto, al Consejo de
Regencia. Son expulsados del territorio y enviados a Europa.
Los hechos de mayo tuvieron un carácter netamente porteño, lo que condujo a la Primera Junta a
buscar apoyos en el amplio territorio que pretendía dominar. La convocatoria a que las ciudades
eligieran un diputado para integrar esa Junta estuvo acompañada por expediciones armadas. Fue en
Córdoba, Paraguay, el Alto Perú y la Banda Oriental, donde se expresaron las mayores resistencias. En
Paraguay, un cabildo abierto celebrado el 24 de julio en Asunción reconoció al Consejo de Regencia. La
expedición militar enviada allí al mando de Manuel Belgrano fue derrotada, y la autonomía proclamada
por Paraguay respecto de Buenos Aires constituyó un punto de no retorno. Por su parte Montevideo,
tradicional competidora comercial y política de Buenos Aires, donde estaban apostadas las fuerzas

1
Milcíades Peña, p.84: La lucha por la independencia se llevó contra los funcionarios y militares españoles. Por eso
el objetivo y el contenido de la revolución fue puramente político, sin afectar la estructura de clases. Todas las
clases dominantes de la colonia (oligarquía terrateniente y comercial hispano-criolla, que toma las riendas del
estado colonial cuando la monarquía española entra en crisis, producto de la invasión napoleónica) deseaban
prescindir de la tutoría de virreyes y demás agentes de la Corona y tomar en sus manos el aparato estatal para
realizar sus propios fines; para los comerciantes y ganaderos de Buenos Aires, por ejemplo, establecer trato directo
con Europa.
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navales españolas, constituyó durante varios años el foco realista más preocupante para el gobierno
asentado en Buenos Aires.

Las Provincias Unidas del Río de la Plata frente a la nueva Nación Española:
En la Península el Consejo de Regencia convocó a Cortes Generales. Las Cortes reunidas en Cádiz en
septiembre de 1810 asumieron el carácter de Congreso Constituyente en nombre de un nuevo sujeto
político: la nación española. Las autoridades de la Península estaban ahora conformadas por un nuevo
Consejo de Regencia a cargo del poder ejecutivo y por las Cortes de Cádiz, erigidas en poder constitu-
yente y también legislativo.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata se opusieron a participar de las Cortes de Cádiz invocando
como principal argumento la desigualdad representativa. La misma actitud tomaron otras regiones del
imperio.
América comenzaba a dividirse en dos grandes bloques: leales e insurgentes. El Río de la Plata formó
parte del segundo.

La formación de la Junta Grande en 1810, triunfo de la posición conservadora:


En la discusión entre morenistas (el ala radical de la revolución al propiciar la ruptura con la Península) y
saavedrisas (conservadores) sobre cómo integrar a los diputados electos de las ciudades, triunfó la
posición saavedrista y se instituyó una junta de ciudades. El 18 de diciembre de 1810 quedó conformada
la Junta Grande. Moreno fue destinado a una misión en Inglaterra donde encontró la muerte antes de
tocar la costa de las islas británicas.
En 1811 en las zonas rurales de la Banda Oriental, se produce el “Grito de Asencio”: levantamiento
popular en adhesión a la revolución, liderado por José Gervasio Artigas.

Crisis en la Junta Grande. La Creación del Primer Triunvirato en 1811:


En 1811 se produce la crisis de la Junta por las disputas entre el grupo heredero de Moreno, reagrupado
luego de su muerte en el “club morenista”, y el “saavedrista” que dominaba la Junta. Cuando el
presidente de la Junta se dirigió al frente del ejército del Norte con el objeto de reorganizarlo, sus
opositores convocaron un cabildo abierto que constituyó el Triunvirato como poder ejecutivo. Los
diputados elegidos fueron Feliciano Chiclana, Juan José Paso y Manuel de Sarratea. Se dicta, a su vez, el
reglamento orgánico o de División de Poderes y se suprime la Real Audiencia (poder legislativo)
reemplazada por una Cámara de apelaciones. La Junta Grande, ahora llamada Junta Conservadora, fue
disuelta en noviembre de 1811.
El Triunvirato elegido en la capital se erigió en autoridad suprema, mientras que las provincias
quedaron directamente sin voz en ella. El poder ejercido desde Buenos Aires no ocultaba su voluntad
centralizadora, mientras las ciudades reclamaban representación.

De la autonomía a la independencia:
En 1812, en la Península, mientras Fernando VII permanecía cautivo, se sancionó en España la
Constitución de Cádiz que dotó a la nación española -constituida por todos los españoles- de un régimen
de monarquía constitucional centralizada.
Las regiones leales -Nueva España, Perú, parte de Nueva Granada, algunas provincias de Venezuela,
Cuba, Yucatán y Guatemala- aplicaron en sus jurisdicciones la Constitución de 1812, mientras que las
llamadas insurgentes -el Río de la Plata, el resto de Venezuela y de Nueva Granada- no lo hicieron.
El 27 de febrero de 1812, Manuel Belgrano crea la bandera nacional.

Divisiones facciosas en la capital. La creación del Segundo Triunvirato en 1812:


Un movimiento revolucionario liderado por los miembros de la Sociedad Patriótica (asociación creada
en 1812, cuyo lema es “Independencia, Constitución, democracia”, y que núcleo a los sectores
morenistas ahora liderados por Bernardo de Monteagudo) y la Logia Lautaro (organización secreta que
buscaba influir en el gobierno local para favorecer la causa revolucionaria en América y que estuvo
liderada por algunos militares formados en España como José de San Martín y Carlos de Alvear) se
opuso a lo que consideraban una política moderada por parte del primer Triunvirato y formó un nuevo
gobierno. El segundo Triunvirato, dominado por tendencias más radicales que proclamaban la
necesidad de declarar formalmente la independencia, fue el encargado de convocar al primer
Congreso Constituyente que se reunió en el Río de la Plata en enero de 1813.
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La Asamblea del año XIII . Tendencia federal o Liga de los Pueblos Libres, frente a la Tendencia
centralista:
La reunión de la Asamblea Constituyente en 1813, conocida como la Asamblea del año XIII, se declaró
“depositaria del ejercicio de la soberanía de las Provincias Unidas” y representó el momento más
radical de la revolución. No sólo por haber sancionado la libertad de prensa, la libertad de vientre, la
extinción del tributo, la mita y el yanaconazgo, y la supresión de títulos de nobleza, sino también por
haber excluido la fórmula de juramento de fidelidad al rey Fernando VII. Crea además, la primera
moneda patria, el escudo nacional y el himno.
Se profundizan las tensiones entre la capital, sede del gobierno central, y algunas jurisdicciones:
Por un lado, estaban quienes defendían una forma de gobierno indivisible y centralizada, a la que se le
dio el nombre de “tendencia centralista” liderada por el grupo porteño que controlaba el Segundo
Triunvirato y, a partir de 1814, el Directorio.
Por otro lado, quienes propugnaban una forma de gobierno con amplias autonomías para las ciudades
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recibieron el nombre de “tendencia federal ”. Ésta tuvo su epicentro en la Banda Oriental, bajo su líder
revolucionario Artigas, quien comenzó a expandir su poder e influencia sobre Entre Ríos, Corrientes,
Santa Fe, las zonas de las Misiones y, durante un breve período, Córdoba.

En 1814 la Asamblea crea el Directorio: poder ejecutivo unipersonal con el título de “Director Supremo
de las Provincias Unidas”. Ocupó el cargo por primera vez Gervasio Antonio de Posadas.
En 1814 comienza la guerra civil entre las fuerzas del Directorio y las tropas lideradas por Artigas que,
unificadas bajo la Liga de los Pueblos Libres con Artigas como Protector, agrupaban a la Banda Oriental,
Entre Ríos, Corrientes, Santa fe y se pronunciaban por una forma de gobierno confederal.
Los enfrentamientos del litoral con las fuerzas porteñas fueron constantes y para 1815, el territorio
revolucionario en América está dividido en dos:

En 1815 Alvear fue nombrado como Director Supremo.

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I Congreso.
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Chiaramonte: “…sin embargo, bajo la denominación “federal” se acogían distintas alternativas: los términos
“federal”, federación” y “confederación” fueron utilizados de manera indistinta en todo este período.”
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En 1814 en la Península se produce la restauración de Fernando VII en el trono y la propagación de un


clima político mucho más conservador en toda Europa. Se plantea desde España la reconquista de las
colonias sublevadas.
En 1815 se produce el avance de las fuerzas realistas en buena parte de la América hispana insurgente:
México, Nueva Granada, Venezuela y Chile caen bajo el poder realista. El Virreinato del Río de la Plata se
mantiene en poder de los revolucionarios, no obstante se exacerbaban las disputas con Artigas.

En abril de 1815 Alvear cae producto de una revolución armada, producto de la sublevación de su
ejército con el que iba a reprimir la insurrección de los santafecinos apoyada por Artigas.
La Asamblea fue disuelta, lo cual terminó también con la primera experiencia constituyente. Así, pues,
la Asamblea del año XIII no cumplió con sus principales cometidos: declarar la independencia y dictar
una constitución.
La acefalía fue cubierta por el Cabildo de Buenos Aires que formó un gobierno provisorio, que quedó en
manos de Álvarez Thomas como director supremo y de una Junta de Observación de cinco miembros.
Ésta debía dictar un Estatuto Provisorio donde se asumía el compromiso de convocar a un nuevo
congreso constituyente, a realizarse en la ciudad de Tucumán.
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Congreso de Tucumán en 1816 . Proclamación de la independencia en las Provincias Unidas de
Sudamérica:
Para 1816 se reafirman los vínculos entre el Interior y Buenos Aires, pero se mantiene el
enfrentamiento con las provincias del litoral, cuyos representantes no asisten al Congreso.
Los que llegaron a Tucumán se constituyeron en asamblea en marzo de 1816 y designaron presidente a
Francisco Narciso de Laprida. En mayo se eligió Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón.
El nuevo Congreso Constituyente reunido en Tucumán el 9 de julio de 1816, declaró la independencia
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de las Provincias Unidas de Sudamérica de la dominación española y de toda otra dominación
extranjera.
A comienzos de 1817 el Congreso constituyente se trasladó a la ciudad de Buenos Aires para dictar una
constitución. Éste fue deslizándose hacia posiciones cada vez más centralistas.

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II Congreso.
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El Virreinato del Río de la Plata se había transformado en las Provincias Unidas del Río de la Plata, negándose a
formar parte de la nueva nación creada en las Cortes de Cádiz y, luego de la declaración de la independencia, en las
Provincias Unidas de Sudamérica.
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Para 1817 el nuevo país independiente tiene dos grandes desafíos:


Por un lado, los realistas continuaban avanzando en el Alto Perú y la frontera norte defendida por
Güemes.

Por el otro, la guerra civil entre Buenos Aires y el Litoral que dirige Artigas: Corrientes estaba bajo la
autoridad del caudillo artiguista Andresito. En Entre Ríos se había impuesto desde 1817 la figura de
Francisco Ramírez, jefe aliado a Artigas. En Santa Fe, en 1818 Estanislao López, jefe de blandengues,
reemplazó en el gobierno santafecino a Mariano Vera y enfrentó a las fuerzas enviadas por el Directorio.
En 1819 el Congreso sanciona una Constitución que establecía un poder ejecutivo unipersonal y un
Poder Legislativo. Es rechazada por las provincias por su marcado centralismo. Pueyrredón renuncia al
cargo de director supremo.

La guerra de independencia y sus consecuencias:


En el Río de la Plata, los frentes de batalla se concentraron en dos grandes áreas: el Norte y el Este:
El Ejército del Norte estaba encargado de ganar la rica región del Alto Perú, principal bastión realista en
América del Sur.
En 1811 se produce la derrota del ejército revolucionario en la Batalla de Huaqui, en el Alto Perú, y el
bloqueo del puerto de Buenos Aires por parte de fuerzas españolas residentes en la Banda Oriental.
En 1813 el ejército revolucionario sufre dos derrotas en Vilcapugio y Ayohúma.
En 1815, la derrota sufrida por los patriotas en Sipe-Sipe terminó con su retiro definitivo del Alto Perú.
Güemes resiste en la frontera norte el avance realista.
El Ejército del Este: liderado por José Gervasio Artigas, quien libera a la Banda Oriental de la ocupación
realista.
En 1815, en el marco de la guerra civil con el Directorio, Artigas derrotó a los porteños instalados en
Montevideo y extendió su influencia a las provincias del litoral rioplatense, liderando la disidencia de
todo el litoral que jaqueó al gobierno central.
La conflictiva Banda Oriental venía sufrido el avance de los portugueses, que culminó con su anexión
en 1821 (Batalla de Tacuarembó) al Reino de Portugal, bajo el nombre de Provincia Cisplatina, y en
1822 al nuevo Imperio del Brasil. Esto pone fin al dominio artiguista en la región.
En el resto del territorio hubo otros frentes de batalla:
En 1817 el Ejército de los Andes, comandado por el General José de San Martín, cruza la Cordillera de
los Andes y vence a los realistas en Chile. En febrero de 1818 se declaró la independencia de Chile.
Desde Chile, San Martín y O’Higgins organizaron la expedición por mar a Lima que culminó con la
declaración de la independencia peruana en 1821.
Las campañas libertadoras de Simón Bolívar comenzaron en el norte de América del Sur y tuvieron su
epicentro en Venezuela y Nueva Granada. La batalla decisiva fue la de Boyacá, el 7 de agosto de 1819,
que le permitió entrar triunfante en Bogotá. A partir de esa fecha, el dominio realista en el Norte se vio
debilitado por completo.
En 1825, luego de la victoria de Ayacucho -que puso fin a la dominación española del continente suda-
mericano- se creó allí un nuevo estado, Bolivia.
La provincia de Paraguay también conformó un estado independiente.
Consecuencias de la guerra:
La pérdida del Alto Perú, pieza esencial de esos circuitos, desestructuró el orden económico vigente, en
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sus aspectos productivo, comercial y fiscal.


El Libre comercio con Inglaterra: luego de 1810, el libre comercio se impuso definitivamente, e implicó
la ruptura del monopolio y la apertura a todos los mercados extranjeros. Inglaterra se consolidó como
la nueva metrópoli comercial. Esta apertura trajo aparejada una gran ampliación de las importaciones
y convirtió a las rentas de aduana del puerto de ultramar en el principal recurso fiscal. El déficit de la
balanza comercial fue permanente debido al gran aumento de las importaciones producto de la
libertad de comercio, y a la imposibilidad de reemplazar la exportación de metal por una mayor
producción derivada de la actividad ganadera. La penuria financiera de las provincias, cuyo principal
recurso era la alcabala (impuesto que se pagaba en cada provincia por la introducción de mercancías),
hacía que éstas dependieran cada vez más de la Caja de Buenos Aires, que, después de la separación del
Alto Perú, basó sus ingresos casi exclusivamente en los derechos de la Aduana de la capital.
Nuevas jerarquías sociales: el estamento militar se elevó a una nueva jerarquía, social y política, en el
marco de la creciente militarización producida por la guerra y la revolución. Los sectores populares,
incluidos los esclavos, fueron reclutados como soldados, experiencia militar que contribuyó a la cre-
ciente politización de los estratos más bajos de la sociedad.
Libertad e igualdad: la amplitud del sufragio otorgaba el derecho a voto a vecinos y hombres libres que
hubieran demostrado adhesión a la causa revolucionaria. En ellos se excluía la representación de las
mujeres, los menores de edad, los dependientes, domésticos y esclavos.
Nuevas identidades: un nuevo patriotismo criollo, cada vez más antagónico respecto de la Península.
En ese contexto muchas ciudades y pueblos reivindicaban su derecho al autogobierno, ya no sólo
frente a la metrópoli sino también frente a las capitales de intendencia o la capital rioplatense, Buenos
Aires.
Se reactivan los circuitos comerciales (extraído del canal Encuentro): Cuyo con Chile, el Norte con la
nueva República de Bolivia, mientras que el Litoral y Córdoba se vuelcan a la producción de cueros para
el mercado atlántico. Las nuevas tendencias comerciales, lejos de contribuir a la unidad, fortalecen las
divisiones:

LA DESUNIÓN DE LAS PROVINCIAS. (1820-1835)

1820: Disolución del poder central y surgimiento de nuevas entidades territoriales autónomas, las
provincias, que, sin renunciar a unirse en un pacto constitucional, fueron organizando sus instituciones
siguiendo el molde republicano:
En abril de 1819, el brigadier general José Rondeau asume como director supremo, luego de la renuncia
de Pueyrredón al cargo.
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En noviembre de ese año estalló una revolución dirigida por Bernabé Aráoz que declaró a la provincia de
Tucumán autónoma del poder central.
En 1820 parte del ejército del Norte, liderado por el general cordobés Juan Bautista Bustos, se sublevó
en la posta de Arequito y se negó a apoyar con las armas al director supremo. Convocó a un congreso
de todas las provincias, desafiando y desobedeciendo al Directorio y al Congreso que había dictado la
Constitución de 1819.
Se reanuda el enfrentamiento armado entre el ya muy debilitado poder central y el litoral: Santa Fe
sanciona su primer estatuto constitucional; su gobernador es Estanislao López. Francisco Ramírez,
lugarteniente de Artigas y luego gobernador de Entre Ríos, une sus fuerzas a las de López y avanza sobre
Buenos Aires. El general Rondeau salió a la campaña a enfrentarlos. Las escasas fuerzas del ejército
nacional fueron derrotadas por los caudillos del litoral en la Batalla de Cepeda.
Bajo la presión de los vencedores, el Cabildo asumió provisoriamente el poder, obligando al Directorio
y al Congreso a autodisolverse; Buenos Aires se constituyó como provincia independiente: su autoridad
ya no se extendía a todos los territorios rioplatenses, sino a la ciudad de Buenos Aires y su entorno rural.
Comienzo de las autonomías provinciales: las provincias que emergían como nuevos sujetos políticos
con epicentro en sus cabildos cabeceras, quedaron en una situación de autonomía. A falta de un
gobierno central, se unen a través de pactos.

La crisis de 1820 en Buenos Aires:


El Ayuntamiento convocó a un cabildo abierto que, reunido el de febrero de 1820, decidió la creación de
la primera Sala de Representantes de Buenos Aires, llamada también Junta de Representantes, cuyo
único mandato era designar gobernador de la provincia de Buenos Aires. Dado que dicha Sala se
conformó sólo con representantes de la ciudad, la designación de Manuel de Sarratea como
gobernador asumió un carácter provisorio. Sarratea quedó como responsable de establecer la paz con
el litoral, concretada el 23 de febrero al firmarse el Tratado del Pilar.
Buenos Aires debió aceptar la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay (pero no la federalización
de la aduana, que todavía era monopolio de Buenos Aires) y someter a juicio ante un tribunal a los
miembros de la ya caída administración directorial. López y Ramírez se comprometían al retiro
inmediato de sus tropas. La firma del tratado no fue bien recibida por algunos grupos porteños.
La Junta de Representantes designó como nuevo gobernador a Idelfonso Ramos Mexía.
Ramos Mexía renunció asumiendo que su autoridad no era obedecida por nadie: a la insubordinación de
las tropas cívicas de la ciudad se añadía el de las fuerzas de la campaña. El 20 de junio es conocido como
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el “día de los tres gobernadores”: Ramos Mexía, el general Soler, designado gobernador por grupos
disidentes de la campaña, y el Cabildo de Buenos Aires, que asumía el gobierno; ninguno de ellos tenía
el control efectivo de la situación.
El Cabildo convocó a la elección de una nueva junta que designara gobernador. Esta nombró a Manuel
Dorrego para el ejercicio del poder ejecutivo.
En agosto se eligió una nueva Sala de Representantes, que resolvió ratificar en el cargo a Dorrego. Éste
decidió enfrentar a Estanislao López, a quien venció en la batalla de Pavón, el 2 de septiembre, aunque
después resultó derrotado por el caudillo santafecino en la batalla de Gamonal.
El 26 de septiembre, la Junta de Representantes nombró gobernador a Martín Rodríguez, apoyado por
las milicias de campaña al mando de Rosas
Rodríguez inició las tratativas de paz con López, concretadas el 24 de noviembre de 1820 con la firma
del Tratado de Benegas. Allí se aseguraba la paz entre Buenos Aires y Santa Fe, pero quedaba
desplazado el caudillo entrerriano, Francisco Ramírez. La unión de los Pueblos Libres del litoral se había
quebrado.

Las repúblicas provinciales:


En el litoral, las tensiones entre los caudillos de Santa Fe, Entre Ríos y la Banda Oriental se agravaron
después del Pacto de Pilar. Allí, López y Ramírez rompieron relaciones con Artigas. Ramírez pretendió
heredar el monopolio del poder en el litoral lo que lo enfrentó a López, su anterior aliado. Ramírez fue
muerto el 10 de julio de 1821, consolidándose el liderazgo de López en la región.
Por su parte Buenos Aires, dueña ahora del principal recurso fiscal de la Aduana de ultramar,
descubría los beneficios que podía obtener si se abstenía de ser el epicentro de un nuevo intento de
unificación con territorios siempre díscolos y a su vez dependientes económicamente de lo que podía
proveer la Aduana. La ex capital pasó a gozar del provecho de la autonomía, en tanto que las
provincias vivían situaciones muy precarias, ya que el volumen de sus comercios era insuficiente para
recaudar impuestos capaces de cubrir sus déficit fiscales.
Las repúblicas provinciales formadas luego de la caída del poder central se organizaron según los
principios del moderno constitucionalismo liberal: se fueron suprimiendo los cabildos y se adoptó el
principio de división de poderes. Hacia 1824 cada provincia tenía su propia ingeniería política o estaba
construyéndola.
Durante el período abierto en 1820, si bien las provincias se constituyeron en cuerpos políticos
autónomos, con sus propias leyes y reglamentos, en ningún momento renunciaron a conformar un
orden supraprovincial.
Se señalaba un futuro congreso que habría de alcanzar la unidad, pero el intento de que ese congreso se
celebrara en Córdoba, según la iniciativa del gobernador Bustos, ratificada en el Tratado de Benegas,
fracasó.
Buenos Aires consolidó su alianza con el litoral -excluyendo a Córdoba- al firmar el Tratado del
Cuadrilátero el 25 de enero de 1822. Este documento, refrendado por Buenos Aires, Santa Fe, Entre
Ríos y Corrientes, buscaba estrechar vínculos entre las provincias firmantes y comprometerlas a no
concurrir al congreso.
El reclamo de las provincias por la libre navegación de los ríos apuntaba a acceder libremente al
comercio de ultramar y a lograr que la ex capital no fuera la única beneficiada con la recaudación de los
suculentos impuestos a la importación. Buenos Aires, en su nueva condición de autonomía, se
consideraba dueña de todos los lucros provenientes de sus costas y puertos así como del comercio que
hiciera con otros estados.

“La feliz experiencia” de Buenos Aires (1820-1824):


El consenso que rodeó a la gestión de Martín Rodríguez, gobernador hasta 1824, estuvo vinculado al
objetivo de los sectores económicamente más poderosos de replegarse en los nuevos límites de la
provincia para capitalizar al máximo los recursos que ya no deberían repartir con el resto.
Ese consenso se expresó en el apoyo al Partido del Orden durante los primeros años de la década. Éste
estaba conformado por un núcleo de personajes que, liderados por Bernardino Rivadavia, ministro de
gobierno de Martín Rodríguez, impulsaron un plan de reformas en 1821 apoyado por los grupos más
poderosos de la provincia. Los grandes comerciantes que habían sobrevivido a las guerras de la década
precedente podían ahora retomar sus negocios y volcarse hacia nuevas actividades productivas. La
actividad ganadera se presentaba como la más promisoria, en un escenario en el que abundaba la
tierra y de creciente demanda internacional de los derivados del ganado. Contar, pues, con el puerto
13

de ultramar para exportar los productos -básicamente cueros, pero también tasajo, sebo y otros deri-
vados- y con un gobierno dispuesto a garantizar tanto el orden y la paz política como la recomposición
de la economía fueron variables cruciales para obtener el apoyo de los sectores económicamente
dominantes.
Sin embargo, el experimento político desplegado en Buenos Aires entre 1821 y 1824, conocido como la
"feliz experiencia”, no llegó a concretarse en una constitución escrita hasta 1854.
Modernizar el espacio político: era necesario, en primer lugar, garantizar un orden político estable y
legítimo. La sanción de la ley electoral de 1821, destinada a establecer las reglas para elegir diputados a
la Sala de Representantes de la provincia, encargada a su vez de designar al gobernador. La ley de
sufragio cristalizó un régimen representativo de elección directa, de sufragio activo amplio, estaban
habilitados para votar “todos los hombres libres”. La ley de supresión de los dos cabildos existentes en
la provincia -el de Buenos Aires y el de Lujan-, sancionada en 1821. Se crearon los órganos dependientes
del poder ejecutivo, como los ministerios de Gobierno, Hacienda y Guerra. La Sala de Representantes,
surgida durante la crisis del año 20, devino en poder legislativo de la provincia. La ley de reforma militar,
aprobada por la Sala en noviembre de 1821, redujo drásticamente el aparato militar heredado de la
revolución. La Ley de Prensa dictada en 1821 otorgó un amplio margen de libertad al periodismo local.
Además del impulso otorgado a la Biblioteca Pública se crearon la Academia de Medicina, la de Ciencias
Físicas y Matemáticas y la de Música. Se dio nuevo estímulo a la enseñanza del Derecho, la formación de
la Sociedad Literaria responsable de la publicación del periódico El Argos de Buenos Aires y de una
revista literaria La Abeja Argentina. Se reorganizó la Casa de Expósitos y se creó la Sociedad de
Beneficencia. La fundación de la Universidad de Buenos Aires, en 1821.
Reorientar la economía: el campo se estaba convirtiendo en el escenario de una expansión ganadera.
Estimular la producción rural implicaba expandir las tierras disponibles y exportar el producto en el
mercado internacional. La exportación creciente podría corregir el desequilibrio de la balanza comercial
y acrecentar las importaciones, cuyos derechos de entrada por el puerto constituían el principal
recurso fiscal del gobierno. Para mejorar la producción rural, el gobierno creó el Departamento
Topográfico destinado a establecer el catastro territorial de la provincia, se dictó en 1822 la ley de
enfiteusis y se elaboraron planes de inmigración. En el campo financiero, la creación del Banco de
Descuentos, una Bolsa de Comercio y una serie de medidas para atraer capitales y obtener préstamos.
En la década de 1820, Buenos Aires había reemplazado la arruinada economía del litoral,
transformándose en la principal región ganadera del país. Esta expansión, que predominó en las
tierras recién conquistadas al indio cuando la frontera comenzó a avanzar hacia el sur del río Salado.
En julio de 1824, se contrató un empréstito con la firma Baring Brothers & Co., de Londres, cuyos
fondos serían utilizados para la construcción del puerto, las obras sanitarias de Buenos Aires y el
establecimiento de pueblos en la campaña.
El desenlace de la guerra contra el Brasil disminuyó notablemente el comercio exterior y obligó a
invertir importantes recursos en el sostenimiento del ejército. El empréstito de la Baring Brothers se
convirtió rápidamente en un negocio ruinoso tanto para los prestamistas como para el estado.
La predominancia de la economía bonaerense sobre el resto de las regiones se basó en la posesión de
un puerto privilegiado que, a través del comercio marítimo, le permitió absorber los recursos de su
Aduana y capitalizar en su provecho los beneficios obtenidos a través del librecambio. Por esta razón,
la Aduana y la libre navegación de los ríos fueron siempre los grandes temas que enfrentaron a
Buenos Aires con el resto de las provincias, especialmente las del litoral.
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1824 - 1827: Nuevo Congreso Constituyente procura la organización de un estado nacional:
La posibilidad de que Gran Bretaña reconociera la independencia requería una unidad político-estatal
de la que el Río de la Plata carecía.
La ocupación brasileña de la Banda Oriental se había convertido en un fuerte elemento de presión.
Ambas cuestiones actualizaron, en un clima de cierta urgencia, el debate en torno a la reunión de un
nuevo congreso de todas las provincias para establecer definitivamente una constitución nacional.
El Congreso inició sus sesiones el 16 de diciembre de 1824, con diputados elegidos por las provincias.
La primera disposición tomada por el Congreso fue dictar la Ley Fundamental en enero de 1825. Dicha
ley declaró constituyente a la asamblea y estableció que, hasta que se sancionara una constitución, las
provincias se regirían por sus propias instituciones, delegando provisoriamente las funciones del
poder ejecutivo nacional en el gobierno de Buenos Aires. Pocos días después se firmó el Tratado de

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III Congreso.
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Amistad, Comercio y Navegación con Gran Bretaña, en el que se ratificó el reconocimiento de la inde-
pendencia de las Provincias Unidas (ya lo habían hecho Brasil y Estados Unidos en 1822) y en el que
Inglaterra obtuvo el tratamiento de “nación más favorecida”. Las relaciones internacionales fueron
asumidas por Buenos Aires.
A fines de 1825, el Congreso dispuso doblar el número de sus miembros. La nueva elección favoreció al
grupo porteño liderado por Rivadavia, aunque permitió también el ingreso de algunos líderes de la
oposición porteña, como Dorrego y Manuel Moreno (hermano de Mariano), en representación de otras
provincias.
Brasil había declarado la guerra en diciembre de 1825 y bloqueó el puerto de Buenos Aires, cuando el
Congreso declaró la incorporación de la provincia oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Unitarios (defensores de un régimen centralizado - dominan la política del Congreso) y federales


(propulsores de un régimen que pretendía dotar de mayor autonomía a las provincias):
El 6 de febrero de 1826, el Congreso dictó la Ley de Presidencia, que creaba un poder ejecutivo
nacional. Bernardino Rivadavia fue nombrado con el título de Presidente de las Provincias Unidas del
Río de la Plata. El vocero de la oposición al grupo rivadaviano fue Moreno.
En marzo de 1826 fue aprobado por el Congreso el proyecto de Ley de Capitalización en el que se
declaraba a Buenos Aires capital del poder nacional, a la que se subordinaba un territorio federal.
La elite dirigente de la provincia de Buenos Aires se escindió entre quienes apoyaban la política
rivadaviana y unitaria (burguesía comercial porteña) y los sectores económicamente dominantes de la
provincia (sector estanciero y saladeril bonaerense), bajo el liderazgo del gobernador Las Heras. Para
este último, la ciudad -y el puerto- de Buenos Aires debía servir a los intereses provinciales y no a los del
país; era alarmante que la provincia perdiera, con la federalización de la capital, la principal franja para
el comercio ultramarino y, con ella, la fuente más importante de recursos fiscales, la Aduana, ahora en
manos del gobierno nacional.
Se constituyeron dos partidos: quienes pretendían instaurar una forma de gobierno de unidad y
centralizada pasaron a ser denominados “unitarios”, y quienes buscaban organizar una forma de
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gobierno que respetara las soberanías de las provincias continuaban bajo el nombre de “federales” .

Disolución del Congreso y el poder nacional recién creado:


En diciembre de 1826 el Congreso había concluido el proyecto de constitución, cuyos términos repetían
el esquema centralista de la carta de 1819. Había un reemplazo del nombre de Provincias Unidas de
Sudamérica por el de República Argentina y se declaraba que “la nación argentina adopta para su
gobierno la forma representativa republicana, consolidada en unidad de régimen”.
La Constitución fue rechazada por la mayoría de las provincias.
En el plano interno, la guerra civil: a comienzos de 1827 Córdoba (Bustos), La Rioja (Facundo Quiroga),
Santiago del Estero, San Juan, habían rechazado la nueva Constitución y al presidente Bernardino Ri-
vadavia. Del litoral, Santa Fe, gobernada por Estanislao López, dejó de apoyar a Buenos Aires.
En el plano externo, la guerra contra el Brasil: declarada por parte del Brasil en diciembre de 1825,
luego de la incorporación (liderada en abril de 1825, por el coronel oriental Juan Antonio Lavalleja) de la
Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El bloqueo naval impuesto por la escuadra brasileña al Río de la Plata impedía la llegada de barcos al
puerto y la posibilidad de comerciar con el extranjero, deteriorando las finanzas. En febrero de 1827, los
ejércitos se enfrentaron en Ituzaingo, donde la derrota brasileña fue total. Pero no fue suficiente para
romper el bloqueo. Inglaterra, que ya había enviado una misión diplomática para mediar en el conflicto,
redobló sus esfuerzos bajo la presión de los intereses ingleses instalados en el Río de la Plata, que veían
sus negocios arruinados con la prolongación del bloqueo y la guerra proponía que la Banda Oriental no
perteneciera ni al Imperio del Brasil ni a la novel República Argentina. Pero el enviado del gobierno,
Manuel García, se excedió y firmó un acuerdo preliminar de paz en el que aceptaba la incorporación de
la Banda Oriental al Imperio y la libre navegación de los ríos. Era un triunfo diplomático absoluto del
emperador del Brasil.
Rivadavia decidió desconocer una paz tan deshonrosa y renunció a su cargo de presidente en junio de
1827. El Congreso aceptó el rechazo del acuerdo y también su renuncia, y designó presidente
provisional a Vicente López y Planes.
La autoridad del nuevo presidente no era acatada en las provincias ni el Congreso representaba la

7
Esta escisión no se tradujo en la identificación de porteños-unitarios versus provincianos-federales
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“voluntad general” de éstas. Tal descrédito condujo a la renuncia del presidente provisional y a la
disolución del Congreso en junio de 1828. Moría la tentativa de conformar una unidad político-
constitucional con las provincias.

La guerra civil en la nueva acefalía del poder central:


Las provincias regresaron a su anterior condición de autonomía.
En la política, los espacios rurales pasaron a tener un estatus de pleno derecho en la representación
política: al conformarse las repúblicas provinciales e integrarse los espacios urbanos y rurales a través
de los entramados jurídicos sancionados durante la década, se produce un desplazamiento del poder
desde los tradicionales espacios urbanos coloniales hacia un nuevo espacio político en el que la
campaña comenzaba a cobrar mayor relevancia.
En la economía, la desestructuración de los circuitos mercantiles coloniales con la pérdida del Alto Perú
y la declaración del libre comercio volcaron en Buenos Aires y más tarde en el resto del litoral, el motor
del crecimiento económico hacia la producción ganadera destinada al mercado atlántico.
Las provincias comenzaron a advertir las dificultades de vivir en el marco de una autonomía absoluta,
sin recursos con los cuales sostenerse; la conformación de ligas interprovinciales lo evidenciaba.
Buenos Aires recupera sus fronteras provinciales: en pos de restituir las instituciones provinciales
suprimidas con la Ley de Capitalización, se convocó a elecciones para designar a los diputados
bonaerenses que debían conformar la Sala de Representantes y elegir nuevo gobernador.
La votación dio el triunfo al Partido Federal. La Sala designó a Manuel Dorrego gobernador de la
provincia de Buenos Aires, quien frente a la acefalía del poder central debió asumir provisoriamente el
manejo de las relaciones exteriores, según lo estipulado en la Ley Fundamental dictada en 1825 por el
Congreso, de reciente disolución. Esto implicó hacerse cargo de finalizar la guerra y firmar la paz con el
Brasil. Con este propósito, Dorrego envió una misión diplomática que, en agosto de 1828, finalmente
firmó un tratado de paz sobre la base de la independencia absoluta de la Banda Oriental. Así nacía la
República Oriental del Uruguay.
Parte del grupo unitario de Buenos Aires desplazado del gobierno provincial luego de las elecciones y
liderado por el general Juan Lavalle, produjo un movimiento militar que el 1 de diciembre de 1828
destituyó a Dorrego de su cargo y disolvió la Sala de Representantes. Dorrego debió huir en busca de
auxilio hacia la campaña, donde se hallaba Juan Manuel de Rosas, comandante de milicias de la
provincia de Buenos Aires.
Desplazado Dorrego del poder, Rosas asumió el doble papel de defensor del orden en la campaña y
árbitro de la conflictiva situación creada entre unitarios y federales, identificándose cada vez más con
los segundos.
Lavalle, luego de hacerse nombrar gobernador a través de un mecanismo de dudosa legitimidad,
delegó el mando en el almirante Brown y salió a la campaña en una persecución de Dorrego, quien
finalmente fue capturado. Lavalle decidió ejecutarlo. El fusilamiento de Dorrego, el 13 de diciembre de
1828 exacerbó los conflictos y dio inicio a una guerra civil en Buenos Aires. Los unitarios tenían
controlada la ciudad y los federales dominaban la campaña con sus milicias. Rosas buscó el apoyo de
Estanislao López y logró derrotar a Lavalle en Puente de Márquez, el 29 de abril de 1829.
El 24 de junio se firmó el Pacto de Cañuelas entre los líderes de los bandos enfrentados: Rosas y Lavalle.
Así, se asumía el compromiso de convocar a elecciones para formar nueva Sala de Representantes que
designaría al gobernador de Buenos Aires. Rosas y Lavalle firmaron una cláusula secreta en la que se
comprometieron a asistir a dichas elecciones con una lista unificada de candidatos que debía intercalar
miembros moderados del bando unitario y federal respectivamente. Los diferentes grupos de la elite
porteña se resistieron a tal unificación. Lavalle anuló las elecciones. Se arribó a un nuevo pacto en Ba-
rracas, el 24 de agosto, por el cual se nombró gobernador provisorio al general Juan José Viamonte.
La decisión no fue convocar a nuevas elecciones, sino restituir la misma Junta de Representantes para
que ésta designara gobernador. Ésta nombró casi por unanimidad al nuevo gobernador de la provincia
de Buenos Aires: Juan Manuel de Rosas.

Las provincias en situación de autonomía se dividieron en dos grandes bloques: la Liga Unitaria del
Interior y la Liga Federal de las Provincias del Litoral. La guerra civil terminó con la derrota de la Liga
Unitaria y el triunfo del Partido Federal en Buenos Aires y el resto de la “Confederación argentina”:
El conflicto interprovincial reapareció y la guerra civil se reanudó.
Mientras que en Buenos Aires los unitarios liderados por Lavalle habían sido vencidos por las fuerzas
federales, el general unitario José María Paz avanzó sobre Córdoba, obteniendo una victoria decisiva
16

sobre Bustos en abril de 1829.


En junio de 1829 Facundo Quiroga avanzó sobre Córdoba. Paz lo venció en La Tablada. A comienzos de
1830, Quiroga volvió a invadir Córdoba, pero nuevamente resultó vencido por las fuerzas de Paz en la
batalla de Oncativo.
Entre Rosas, López y Quiroga -principales líderes del federalismo-, eran pocos los puntos en común
respecto de la futura convocatoria a un Congreso Constituyente y a las decisiones que allí deberían
tomarse.
Los bandos enfrentados en la guerra civil de esos años se identificaron respectivamente con unitarios y
federales.
El general Paz buscó apoyo en las provincias del interior para neutralizar el avance de las fuerzas
federales y consolidar así su autoridad en Córdoba.
El general Lamadrid se apoderó de San Juan y La Rioja, mientras otras divisiones ocuparon Mendoza,
San Luis, Catamarca y Santiago del Estero. El poderío de Quiroga parecía destruido frente al avance de
Paz.
A mediados de 1830, los unitarios victoriosos buscaron institucionalizar el éxito obtenido a través de la
formación de una liga de provincias. Quedaban excluidas de esta liga Buenos Aires y las provincias del
litoral: el país se dividía así en dos bloques antagónicos.
La Liga del Interior estaba montada sobre un fuerte control militar en cada una de las provincias
ganadas a la anterior influencia del caudillo riojano, refugiado ahora en Buenos Aires.
Buenos Aires retomó la iniciativa con el objetivo de formar una alianza ofensiva y defensiva de las
provincias del litoral para enfrentar el poderío del general Paz, que daría como resultado la firma del
Pacto Federal el 4 de enero de 1831. Se trataba de una Comisión Representativa de los Gobiernos de
las Provincias Litorales (con residencia en Santa Fe), integrada por un diputado de cada una de las
provincias signatarias. El Pacto fue firmado por Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos; Corrientes se negó
en principio a ser incluida (por disidencias con Buenos Aires); integró el bloque más tarde.

Se iniciaron las operaciones militares para vencer a la Liga del Interior.


Facundo Quiroga hizo una campaña relámpago: tomó Río Cuarto, ganó la adhesión de San Luis y
conquistó Mendoza (dominando Cuyo). El general Paz fue tomado prisionero por Estanislao López. Allí
comenzó la rápida caída de la Liga del Interior.
Lamadrid, quien había reemplazado a Paz en la dirección del ejército, fue vencido por Quiroga en la
Ciudadela de Tucumán en noviembre de 1831.
El desmoronamiento de la Liga del Interior dejó a buena parte del territorio bajo el control de los tres
principales líderes federales: Rosas (Buenos Aires), Quiroga (Interior) y López (Litoral) que, durante los
17

años siguientes se disputaron entre los tres la hegemonía regional.

Rosas consolida su poder:


Rosas se opone a la continuidad de la Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias
Litorales y retira el diputado por Buenos Aires, debido a su fuerte interés y el de su séquito más
cercano por seguir monopolizando los recursos porteños en exclusividad. Dicha Comisión se disolvió a
mediados de 1832.
La convocatoria a un congreso constituyente quedó bloqueada debido a la tenaz oposición de Buenos
Aires.
Las provincias se rigieron por una laxa organización confederal en la que cada una mantenía,
supuestamente, su independencia y soberanía, delegando en Buenos Aires la representación de las
relaciones exteriores.
Se trató de una confederación que traducía la asimétrica correlación de fuerzas entre Buenos Aires y
el resto de las provincias. La proclamada soberanía e independencia de cada una de las partes se vio
reiteradamente limitada no sólo por el manejo que oportunamente Rosas hizo de las relaciones
exteriores, sino también por la intervención que interpuso en ellas a través de muy diversos
mecanismos.
El Pacto Federal de 1831 reguló las relaciones interprovinciales hasta la sanción de la Constitución
Nacional en 1853.

Entre 1829 y 1832, primer gobierno de Rosas en la provincia de Buenos Aires:


En 1829, la Sala de Representantes (legislatura) designa gobernador de la provincia de Buenos Aires a
Juan Manuel de Rosas, confiriéndole el título de Restaurador de las Leyes.
Los unitarios fueron demonizados y responsabilizados por todos los males de la provincia. Se cercenaba
la libertad de prensa y expresión. Se implementó el uso de la “divisa punzó” (cinta colorada), símbolo
de adhesión al federalismo.
Muchos unitarios habían partido a un exilio en el que la nueva República Oriental del Uruguay ofició de
principal receptora.

La delegación de facultades extraordinarias al poder ejecutivo y la desaparición del Partido Unitario


(Partido del Orden) del escenario político provincial:
En Buenos Aires, apenas asume Rosas, comienzan a manifestarse las diferencias entre el grupo federal
más antiguo, que había liderado Dorrego, y sus nuevos integrantes. El principal escenario del conflicto
fue la Sala de Representantes por el otorgamiento de las facultades extraordinarias al gobernador.
Si bien la Sala de Representantes aprobó el proyecto de facultades extraordinarias donde se revestía al
gobernador de tales poderes por el término de un año, se produjo una tensa relación entre el poder
ejecutivo y algunos miembros federales de la Legislatura.
Para Rosas la dificultad residía en disciplinar a la elite dirigente: su intento de imponer un modelo
político basado en la preeminencia del Ejecutivo y en la eliminación de la competencia electoral y la
deliberación pública fue muy resistido en esos años, y debió enfrentarse con otras opciones políticas
dentro del propio Partido Federal.

Fractura del Partido Federal porteño a partir de 1830, acentuada cuando Rosas al terminar su mandato,
rechaza la reelección y emprende la Campaña al Desierto, con el fin de avanzar sobre la frontera
indígena y consolidarla:
La situación se tornó más tensa en 1830, cuando la Sala, que contaba aún con una mayoría favorable al
gobernador, aprobó la ampliación de las facultades extraordinarias por tiempo indeterminado.
En diciembre de 1832, la Sala reeligió a Rosas en el cargo de gobernador, aunque sin acordarle las
facultades extraordinarias; éste no aceptó un nuevo mandato. Luego de insistir varias veces en el
ofrecimiento, la Legislatura decidió elegir como nuevo gobernador a Juan Ramón Balcarce, un general
que acababa de participar en la guerra contra Paz. El general Enrique Martinez, primo del nuevo
gobernador, pasó a ocupar el Ministerio de Guerra.
Rosas reasumió su cargo de comandante general de campaña y se lanzó a concretar un proyecto de
expedición contra los indios que habitaban las tierras situadas al norte del río Negro, con el fin de
extender la frontera e incorporar nuevas tierras a la esfera de producción. Partió en marzo de 1833.
En esos años, la expansión ganadera, facilitada por el fluido vínculo que los grupos hacendados de la
provincia mantuvieron con el comercio internacional, había encontrado un respaldo explícito por parte
18

del gobierno.
La reticencia del gobierno de Balcarce a enviar los recursos necesarios fue suplida por la colaboración de
los hacendados más poderosos de Buenos Aires, que no dudaron en solventar una acción que
consideraban indispensable para sus intereses.
A través de una política que combinó la fuerza militar con la negociación pacífica de Rosas con las
diferentes parcialidades indígenas, se logró pacificar la frontera por varios años.
La expedición culminó con el retomo triunfal de Rosas. Al título de Restaurador de las Leyes otorgado
en 1829 se le sumó ahora el de conquistador del desierto: comenzaba a consolidarse la tendencia del
culto a su persona.

Entre 1833 y 1835, los conflictos dentro del Partido Federal bonaerense alcanzan gran virulencia, a la
vez que se reavivan los enfrentamientos entre algunas provincias:
A mediados de 1833, ambos bandos se enfrentaron en las elecciones para renovar los representantes de
la Sala, y armaron sus propias listas: los llamados “federales cismáticos”, aquellos que no respondían a
las directivas de Rosas y que eran mayoría en la Legislatura, y los “federales apostólicos'’, leales al ex
gobernador.
Las elecciones le dieron el triunfo a la lista de los federales disidentes o “lomos negros” (opositores a
Rosas), reafirmando su hegemonía en la Sala de Representantes.
La propuesta de los cismáticos era sancionar una carta orgánica que, además de garantizar la división de
poderes y las libertades individuales, estableciera que el cargo de gobernador sólo se ejercería por tres
años, sin posibilidad de reelección por el término de seis años. Además, la prohibición del otorgamiento
de facultades extraordinarias al poder ejecutivo.
En 1833 el gobierno dispuso procesos a diferentes periódicos y papeles públicos, incriminando primero
al que llevaba el nombre de Restaurador de las Leyes, de tendencia rosista. Los apostólicos movilizaron a
sus seguidores a la Plaza de la Victoria para demostrar su oposición al gobierno. Los rosistas fueron
reprimidos por la policía; huyeron a Barracas, donde se organizaron para enfrentar a las fuerzas del
gobierno, a las que vencieron con rapidez.
Este episodio, conocido como “Revolución de los Restauradores”, obligó al ministro Martínez y al
gobernador Balcarce a renunciar.
En noviembre, la Legislatura designó a Juan José Viamonte en el cargo de gobernador.
El nuevo gobernador quiso desarrollar una política conciliadora entre ambos bandos, pero los leales a
Rosas se lanzaron a amedrentar a los opositores a través de acciones directas. Encarnación Ezcurra
organizó a algunos fieles seguidores en una suerte de club que adoptó el nombre de “Sociedad Popular
Restauradora”, apelando a la amenaza y a la violencia física.
Los federales opositores a Rosas comenzaron a transitar el exilio. La provincia de Entre Ríos y la Banda
Oriental del Uruguay comenzaron a recibir a federales disidentes, mientras el gobierno de Viamonte se
debilitaba cada vez más.
Viamonte renunció en junio de 1834.
La Sala eligió como nuevo gobernador a Juan Manuel de Rosas. Sin embargo, dado que la designación no
incluía el otorgamiento de las facultades extraordinarias, éste puso en marcha el ritual de la renuncia,
tal como lo había hecho dos años antes. Dado que la Sala no estaba dispuesta a entregar tales facul-
tades, decidió nombrar gobernador a Manuel Vicente Maza, íntimo amigo de Rosas y presidente de la
Legislatura.
El nuevo gobernador no encontraba ministros dispuestos a acompañarlo, al tiempo que la derrota de los
cismáticos era total.

En 1835 el caudillo riojano Facundo Quiroga, enviado desde Buenos Aires como mediador, fue asesinado
en una emboscada:
El riojano, luego de deliberar con los gobernadores de Santiago del Estero, Tucumán y Salta, logró la
firma de un tratado de amistad entre las tres provincias y emprendió el regreso a Buenos Aires. Así fue
como encontró la muerte en Barranca Yaco el 16 de febrero de 1835.
Quedaba vacante el liderazgo regional ejercido por Quiroga en las provincias del interior. En el litoral,
las polémicas entre Corrientes y Buenos Aires en ocasión de la firma del Pacto Federal de 1831 habían
quedado acalladas luego de la derrota del general Paz y de la creciente hegemonía de Rosas.

EL ROSISMO (1835 - 1852)


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Entre 1835 y 1840, segundo gobierno de Rosas en la provincia de Buenos Aires:


La Sala de Representantes volvió a elegir al brigadier general don Juan Manuel de Rosas como
Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos Aires, cediéndole no sólo las facultades
extraordinarias, sino además la suma del poder público.
Se le otorgaba un enorme poder al ejecutivo. No sólo la designación se hacía por cinco años, sino que se
depositaba “toda la suma del poder público” de la provincia en la persona de Rosas durante “todo el
tiempo que a juicio del gobernador electo fuese necesario”, sin contemplar más restricciones que la de
“conservar, defender y proteger la religión Católica Apostólica Romana” y la de “defender y sostener la
causa nacional de la Federación que han proclamado todos los pueblos de la República”

Entre 1835 y 1839, creciente control del espacio público y político. Régimen republicano de tipo
unanimista y plebiscitario:
En el plano electoral, la unanimidad fue producto del reemplazo por parte de Rosas de la lógica política
instaurada en la época rivadavíana y vigente hasta 1835, fundada en la deliberación de las listas de
candidatos en el interior de la elite, por un sistema de lista única en el que todos debían votar “sin
disidencias”.
Respetando la ley electoral de 1821, Rosas continuó celebrando anualmente las elecciones para renovar
los diputados de la Sala de Representantes, que además ejercía la representación exterior de la
Confederación. La Legislatura acogió a sectores más vinculados al poder económico-social o a militares y
sacerdotes leales al gobernador.
Esto se combinó con los plebiscitos realizados durante el período en los que los habitantes de la
provincia reclamaban la reelección de Rosas con la suma del poder público, ritual que incluía la renuncia
al cargo por parte de Rosas y su posterior asunción.
Los actos comiciales le servían para demostrar el consenso del que gozaba, en especial de los sectores
populares.
El castigo a los disidentes: para ello se apeló a diversos instrumentos de control sobre la prensa
periódica (libertad de expresión), el derecho de reunión, las asociaciones y espacios públicos (las
asociaciones de la sociedad civil fueron sometidas a un creciente control. Rosas impuso la necesidad de
autorización previa para realizar cualquier tipo de reunión, y ya en 1837 denunció a los miembros del
Salón Literario de Marcos Sastre como enemigos de la Federación. En dicho Salón se reunían los jóvenes
que conformaron la generación romántica en el Río de la Plata -conocida como la “Generación del 37”-,
entre quienes se encontraban Esteban Echeverría, líder del movimiento, Juan Bautista Alberdi, Juan
María Gutiérrez, Félix Frías, José Mármol y Vicente Fidel López). Las únicas formas asociativas que sobre-
vivieron durante el rosismo fueron las sociedades africanas con las que Rosas mantuvo una clásica
relación de protección a cambio de fidelidad.
También se apeló a la depuración de la administración pública y a un aparato represivo cada vez más
sofisticado.

Orden federal peculiar. Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires y representante exterior de la
Confederación, con lo cual extendió su poder al conjunto de las provincias, asegurando la hegemonía de
Buenos Aires y conteniendo el desarrollo de las provincias:
Como encargado de las relaciones exteriores (facultad otorgada al ejecutivo bonaerense para cuya
ejecución no debía consensuar con ninguna representación de las provincias) tenía Rosas un punto de
apoyo para ejercer un dominio sobre el conjunto de las provincias sin reclamar la calidad de capital,
pero lo sustentó sobre todo en su influencia personal y en el poder económico de Buenos Aires.
El puerto de Buenos Aires seguía siendo la mayor fuente de riqueza para el fisco y proporcionaba
pingües beneficios tanto a los comerciantes de la ciudad (burguesía comercial porteña) como a los
productores de cueros y tasajos que se preparaban en las estancias y saladeros (estancieros y
saladeristas bonaerenses). De esas ventajas no participaban las provincias del interior, pese a la
sumisión de los caudillos federales. Las industrias locales siguieron estranguladas por la competencia
extranjera y los estancieros del litoral y del interior continuaron ahogados por la competencia de los
de Buenos Aires.
Rosas no vaciló en prohibir el paso de buques extranjeros por los ríos Paraná y Uruguay.
Paradójicamente la Federación extremó los términos del antiguo monopolio y acentuó el
empobrecimiento de las provincias interiores aisladas por sus aduanas interprovinciales.
Desarrolló el paternalismo político, asimilando la convivencia social a las formas de vida propias de la
20

estancia, en la que el patrón protege pero domina a sus peones; abandonó la misión educadora del
Estado prefiriendo que se encargaran de ella las órdenes religiosas; destruyó los cimientos del progreso
científico y técnico; canceló las libertades públicas e individuales identificando la voluntad de Rosas con
el destino nacional; combatió todo intento de organizar jurídicamente al país, sometiéndolo a la más
severa centralización.
Apoyo del sector poderoso: la economía de Buenos Aires, montada sobre el saladero y la aduana,
permitió el acrecentamiento de la riqueza; así se formó el más fuerte de los sectores que lo apoyaron,
el de los estancieros y propietarios de saladeros que se enriquecían con la exportación de cueros y
especialmente del tasajo que se enviaba a los Estados Unidos y el Brasil para nutrir a los esclavos de
las plantaciones. Y así se constituyó, a través de la aduana porteña, la riqueza pública que permitió a
Rosas ejercer una vigorosa autoridad sobre las empobrecidas provincias interiores.
El tráfico de cueros y tasajos beneficiaba a comerciantes ingleses y norteamericanos que, a su vez,
importaban productos manufacturados y harina; y este sector, que acompañaba a los numerosos
estancieros británicos dispersos por la campaña bonaerense ayudó a Rosas, entre otras maneras,
suscribiendo el empréstito de cuatro millones de pesos que lanzó en su primer gobierno.
Fuerte apoyo popular: Rosas había sabido atraerse la simpatía de los gauchos de la campaña
bonaerense y con ellos constituyó su fuerza militar. También se atrajo a las masas suburbanas y se
aproximó a los negros libres o esclavos.
La estancia atrasada: hubo algunos ganaderos ingleses que procuraron mejorar la cría y uno de ellos,
Ricardo Newton, alambró por primera vez un campo para obtener ovejas mejoradas, de cuya lana
comenzaba a haber gran demanda en el mercado europeo. Pero la rutina siguió predominando y la
estancia siguió siendo abierto campo de cría de un ganado magro destinado al saladero y en la que
prácticamente no tenía lugar la agricultura.

La Santa Federación: orden republicano y federal que superaba ampliamente las fronteras de Buenos
Aires:
Buenos Aires como centro de la Santa Federación: una federación que no era estrictamente un orden
confederal ni un sistema federal de gobierno, sino una compleja ingeniería política que presuponía un
orden supraprovincial que reposaba sobre la provincia más poderosa, Buenos Aires, y más
específicamente sobre su Primera Magistratura, ejercida a través de un régimen unanimista y
plebiscitario centrado en la figura de Juan Manuel de Rosas. Así, en esta etapa, el gobierno de Buenos
Aires se lanzó a reconquistar el territorio de la ahora llamada Federación, aunque sin pretender erigirse
en capital.
La insistencia de muchos gobernadores y caudillos provinciales de abandonar esa precaria condición
confederal para alcanzar la unidad constitucional, que proclamaban de carácter federal, se vio
constantemente vetada por la negativa de Rosas y su séquito a reunir un congreso constituyente.
La negativa de Rosas a dictar una constitución nacional no era ajena al consenso existente entre los
sectores dominantes de la provincia de que, con ella, Buenos Aires perdería el monopolio económico-
comercial del que gozaba. Los sectores más vinculados a la expansión ganadera y al comercio
internacional no querían renunciar ni al ejercicio autónomo de su soberanía ni a los beneficios
económicos de ella derivados. Buenos Aires quería ser ciudad rectora sin pagar el costo de ser capital
y evitar repartir los recursos que podía usar la provincia para su único provecho.
Invocando la identidad federal, su nuevo líder podía ejercer el control sobre los gobiernos provinciales
al tiempo que enfatizaba la autonomía de las provincias, a través de mecanismos que combinaban los
pactos, las intrigas, la amenaza del uso de la fuerza y la movilización de las tropas: para ello se valió de
tácticas que combinaban la búsqueda de consenso a través del vínculo personal con gobernadores,
caudillos, con una fuerte dosis de amenaza de coerción si el destinatario de turno no acataba sus
directivas.
El orden que comenzaba a imponerse hizo de la consigna federal un uso tan ambiguo como eficaz a la
hora de imponer un orden centralizado dominado desde Buenos Aires a todo el territorio de la
Confederación.
No se toleraría ninguna administración unitaria, haciendo uso del derecho de intervención en la
organización política de las provincias. Si bien el Pacto Federal de 1831 no contemplaba tal derecho,
ésta constituyó una práctica muy frecuentada por Rosas luego de 1835.
El gobernador de Buenos Aires procuró desde un comienzo extender su dominio sobre las provincias. En
el caso de Córdoba, luego del asesinato de Quiroga, Rosas utilizó sus atribuciones como encargado de
las relaciones exteriores para presionar al gobernador de esa provincia, Reinafé, a quien se le atribuía la
21

instigación del crimen del caudillo, a que abandonase el cargo y se sometiera a un tribunal confederal.
El gobernador de Buenos Aires se hizo cargo del juicio a Reinafé y a los imputados del crimen de
Quiroga, que culminó con un castigo ejemplar: todos fueron colgados y exhibidos en la Plaza de la
Victoria.
La muerte del caudillo riojano había dejado vacante el liderazgo regional en las provincias del interior.
Quien se perfilaba para sustituirlo era Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán desde 1832, que no
gozaba del beneplácito de Rosas.
En otras provincias, el gobierno de Buenos Aires intervino directamente, como fue el caso de San Juan,
donde el gobernador desde 1834, Martín Yanzón, fue acusado de unitario y obligado a abandonar el
cargo.

La Ley de Aduana:
En diciembre de 1835, con el propósito de apaciguar los reclamos, el gobierno de Buenos Aires sancionó
una Ley de Aduana, con la cual se intentaba atenuar los efectos más perniciosos sufridos por las
provincias a partir de la vigencia del librecambio y negociar así un intercambio que, aunque seguía
siendo desigual respecto de los beneficios obtenidos por Buenos Aires en la medida en que no afectaba
el exitoso rumbo ganadero y exportador de su economía, evitaba una salida constitucional. El criterio
proteccionista utilizado al establecer aranceles para ciertos productos de importación que podían
competir con producciones locales de algunas regiones -incluida Buenos Aires-, intenta dar mayor
equilibrio a las balanzas de pago de las provincias, siempre deficitarias. La ley no cumplió con los
objetivos propuestos debido a los conflictos que enfrentó la Confederación luego de 1838.

El aparato coercitivo del rosismo:


La maquinaria legal que funcionaba a través de la policía, formada por un cuerpo de comisarios con
jurisdicción en la ciudad de Buenos Aires, mientras que en la campaña dichas funciones recaían en los
jueces de paz. Estos actuaban como autoridades máximas en sus distritos, puesto que reunían múltiples
funciones: políticas, de baja justicia, de hacienda, de policía y a veces militares. Los jueces eran
designados directamente por el gobernador.
La Sociedad Popular Restauradora conformada en 1833, tuvo como brazo armado a la Mazorca que,
como grupo parapolicial, operaba de manera ilegal. Luego de 1835 la Mazorca, como ala ejecutora, era
la encargada de cometer asesinatos y torturas, y casi todos sus miembros eran parte de la policía.
La policía actuaba bajo las órdenes del poder ejecutivo, la Mazorca lo hacía aparentemente de manera
autónoma.
El cuerpo de milicias de ciudad y campaña y el ejército regular al servicio de la causa federal. Ambas
instituciones tuvieron mayor peso en la campaña.
La población de Buenos Aires se vio sometida a una creciente militarización de su vida cotidiana. Los
ejércitos federales reclutaban soldados en forma constante.

Conflictos internos y externos que enfrentó el régimen rosista:


La guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana en 1837: Chile le declara la guerra a Andrés de
Santa Cruz y solicita el apoyo de Rosas. La victoria chilena en Yungay en enero de 1839 terminó con la
Confederación Peruano-Boliviana.
En el litoral: En 1838 el gobernador de Corrientes, Berón de Astrada, creyó contar con la ayuda de Santa
Fe para una acción contra Rosas. Éste retomó viejos reclamos correntinos como la exigencia de la libre
navegación de los ríos, el reparto de los ingresos de la Aduana de ultramar y la pronta sanción de una
constitución nacional. Pero Estanislao López murió ese mismo año y la provincia de Corrientes fue
invadida por el gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe, que en 1839 derrotó y mató a Berón de
Astrada en Pago Largo. Ese enfrentamiento dejó como legado centenares de correntinos degollados y la
creación de un gobierno adicto a Rosas.
A su vez, Domingo Cullen fue elegido gobernador por la Sala de Representantes de Santa Fe, pero Rosas
desconoció tal nombramiento y, en alianza con el gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe, impuso a
Juan Pablo López, hermano de Estanislao, como nuevo mandatario santafecino.
En la República Oriental del Uruguay: en 1838, el presidente Manuel Oribe (blancos), adicto a Rosas,
había sido derrocado por Fructuoso Rivera (colorados), con el apoyo de Francia. La creciente
intervención de Rosas en la política oriental al apoyar a Oribe, tenía el objeto de que por su intermedio
se debilitase la presencia y el poder de los emigrados, embarcados en una fuerte propaganda
antirrosista.
22

El bloqueo francés del puerto de Buenos Aires entre 1838 y 1840: a su vez Francia, que buscaba nuevas
áreas para su expansión, había puesto pie en Montevideo por donde se exportaban ya grandes
cantidades de tasajo. Ahora se oponía a Inglaterra, principal beneficiaria del comercio bonaerense. Una
flota francesa estableció el bloqueo del puerto de Buenos Aires, mientras Rivera lograba derrotar a
Echagüe en la batalla de Cagancha y le declaraba la guerra a Rosas por intervenir en la política interna
oriental a favor de Oribe.
La campaña militar de Juan Lavalle: los unitarios argentinos que habían emigrado a Montevideo,
encabezados por el general Juan Lavalle, hallaban eco en la joven “Generación del 37”. Juan Lavalle
encabezó una campaña militar para derrocar a Rosas con el apoyo de los emigrados en Montevideo,
de Fructuoso Rivera y de Francia.
La “conspiración de Maza” en la ciudad de Buenos Aires: El coronel Ramón Maza, contando con el
apoyo de Juan Lavalle, organizó una conspiración que ocupó la isla de Martín García; pero el
movimiento fue descubierto y Maza fusilado.
Un movimiento armado contra Rosas en la provincia de Buenos Aires: el levantamiento que
preparaban en Dolores y Chascomús los "Libres del Sur", Manuel Rico y Pedro Castelli, al que Lavalle no
pudo apoyar, fue derrotado en noviembre de 1839 por Prudencio Rosas haciendo severísimo
escarmiento. La provincia quedó entonces en paz.
El cede del bloqueo francés en octubre de 1840: Rosas había adoptado la estrategia de resistir el
bloqueo, a la espera de que un mayor acercamiento con Gran Bretaña empujara a los franceses a una
decorosa retirada. Su táctica resultó exitosa. El tratado Mackau-Arana estipuló la devolución de Martín
García y el levantamiento del bloqueo a cambio ¿del goce de los derechos reclamados para los ciu-
dadanos franceses? El tratado proporcionaba la regularización del comercio y de toda la actividad
económica dependiente de la exportación.
La prensa periódica y toda la maquinaria del régimen se puso en marcha para instaurar un clima de
terror en la población, dejando claro cuál sería el destino de quienes desafiaran el poder del goberna-
dor.
Mientras los acusados de “traidores a la patria” eran severamente castigados, los defensores de la
Santa Federación comenzaron a ser premiados con recompensas en tierras, confiscadas a los
participantes de la rebelión.

Desde 1840, el régimen rosista consolida su maquinaria unanimista y plebiscitaria en Buenos Aires:
Los plebiscitos asumieron la forma de tradicional petición en las que se solicitaba la reelección de Rosas
con los mismos poderes conferidos cinco años atrás.
El ritual plebiscitario no habría sido lo suficientemente convincente si no le seguía, una vez más, la
renuncia tantas veces reiterada por el gobernador. Este gesto obligaba a la Sala a duplicar la apuesta y a
invocar el mandato del pueblo, para que Rosas aceptara el cargo.

Entre 1840 y 1842: la “etapa del terror”:


En la ciudad de Buenos Aires: octubre de 1840 estuvo marcado por los asesinatos, atentados, torturas y
encarcelamientos de supuestos unitarios, producto de la acción directa de la Mazorca.
En el interior: a comienzos de 1840, la insatisfacción de algunos grupos provinciales opositores a Rosas
se tradujo en una alianza, la Coalición del Norte, liderada por los gobiernos de Tucumán y Salta, que
recibió la adhesión de Catamarca, La Rioja y Jujuy. La Coalición al mando de Lamadrid, contaba con el
apoyo de los unitarios emigrados, de muchos que conformaban la joven generación y de la expedición
de Lavalle.
Los ejércitos enviados desde Buenos Aires, al mando ahora de Manuel Oribe -desplazado de su cargo en
la República Oriental del Uruguay por su enemigo, Fructuoso Rivera-, dieron por tierra con la Coalición
del Norte, mientras que el ejército de Lavalle, en constante retirada, fue derrotado por Oribe y su líder
encontró la muerte en Jujuy, en octubre de 1841. La coalición quedó deshecha y todo el Norte
sometido a la autoridad de Rosas y sus partidarios.
En Buenos Aires: en abril de 1842, la Mazorca se adueñó de las calles: se repitieron los asesinatos,
torturas y atentados.
En el Litoral: Lavalle, antes de morir, había liberado la provincia de Corrientes y dejado su puesto a Paz.
Éste logró derrotar al gobernador de Entre Ríos, Echagüe, en noviembre de 1841. La acción del general
Paz se encuadró en una alianza con el gobernador de Corrientes, Pedro Ferré, y con el de Santa Fe, Juan
Pablo López, para exigir una vez más la organización constitucional del país. El santafecino fue vencido
por los ejércitos de Oribe y Echagüe, en abril de 1842. Por otra parte, la alianza no prosperó. Pascual
23

Echagüe fue designado gobernador de Santa Fe.


En la Banda Oriental: en diciembre de 1842 el ejército de Rivera, en unión con Corrientes, fue vencido
por Oribe. Con ello quedó abierto a los federales el camino de Montevideo, que Oribe sitió en febrero
de 1843.
En 1845 Corrientes volvió a sublevarse con el apoyo del Paraguay. Su gobernador, Madariaga, fue
derrotado dos veces por Urquiza, el líder federal del litoral que desde 1841 gobernaba la provincia de
Entre Ríos.
De esta manera el litoral quedó bajo la égida de Buenos Aires, mientras que la oposición al régimen
rosista se redujo a Montevideo, refugio de exiliados. También los había en otros países, especialmente
en Chile, donde Alberdi y Sarmiento movían desde los periódicos -El Mercurio, El Progreso- una activa
campaña contra Rosas. Allí publicó Sarmiento en 1845 “El Facundo”. Pero fue en Montevideo donde se
desarrolló más intensamente la operación que debía acabar con el gobierno de Rosas.
Rivera no logró romper el cerco cuando procuró sublevar la campaña oriental, donde en 1845 lo
derrotó Urquiza en India Muerta. Pero en cambio Montevideo consiguió mantener libre su puerto,
gracias al bloqueo que las flotas de Francia e Inglaterra, ahora unidas, volvieron a imponer a Buenos
Aires.

El régimen de terror consigue “pacificar” la provincia de Buenos Aires pero no la acción de los opositores
en el exilio:
El orden y la paz “de los cementerios” alcanzados en Buenos Aires se extendieron al conjunto de la
Confederación. Los conflictos y amenazas luego de 1843 estuvieron ubicados fuera de las fronteras de la
república unanimista.
El bloqueo anglofrancés del puerto de Buenos Aires entre 1845 y 1850: El sitio de Montevideo
mantenido por las tropas de Oribe -que duró nueve años- estuvo apoyado por la intervención de Rosas.
Tal intervención desató la reacción de Francia e Inglaterra que decidieron llevar a cabo un bloqueo
conjunto para defender sus negocios con el puerto oriental. En tal decisión influyeron las presiones
ejercidas por los exiliados antirrosistas en Montevideo.
Ambas potencias le exigieron a Rosas el retiro de su escuadra de la república oriental; como éste se
negó, la flota anglofrancesa bloqueó el puerto de Buenos Aires entre 1845 y 1850.
Una vez más se vieron deteriorados los negocios de hacendados y comerciantes, las economías
provinciales y el fisco de Buenos Aires. Pero la estrategia de resistir el bloqueo, ya utilizada entre 1838 y
1840, volvió a dar sus frutos.
Con el levantamiento del bloqueo, Rosas logró, entre otras cosas, que frente al constante reclamo de la
libre navegación de los ríos, las potencias admitieran que la navegación del río Paraná era un problema
interno a la Confederación.
M. Peña: “Pero en 1849, cuando Rosas llega a un acuerdo con Inglaterra por el cual este país reconoce el
monopolio portuario de Buenos Aires comprometiéndose a no navegar los ríos interiores, el Litoral ve
cerrarse la fuente de su prosperidad.”

La batalla de las ideas:


Si bien la propaganda antirrosista estuvo liderada, en un principio, por los emigrados de origen unitario,
e incluso por los federales cismáticos, el protagonismo que fueron adquiriendo los jóvenes románticos a
medida que se vieron obligados a exiliarse fue notorio.
El tema de la nación fue central para esa generación, puesto que entre sus principales objetivos estaba
el de definir una identidad nacional, base de sustentación del estado y de un país nuevo.
Luego de 1839, la Generación del 37 estuvo involucrada en las disputas facciosas y cooperó con los
movimientos armados para derrocar a Rosas. A partir de 1842, el grupo comenzó a dispersarse
geográficamente: a Chile y Uruguay, como fueron los casos de José Mármol, Bartolomé Mitre y Esteban
Echeverría-, a Europa y Estados Unidos: Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi y Juan María
Gutiérrez, entre otros.

La Batalla de Caseros en febrero de 1852. Rosas es destituido de su cargo de gobernador y encargado de


las relaciones exteriores de la Confederación, al ser derrotado por las fuerzas aliadas de Entre Ríos,
Corrientes, Brasil, Uruguay (los colorados) y los opositores emigrados, comandadas por Justo José de
Urquiza:
Entre Ríos desarrollaba una intensa y progresista actividad agropecuaria que requería contacto con
Europa, y sus intereses chocaban abiertamente con los de Buenos Aires. La llamada “guerra grande” en
24

Uruguay y el bloqueo anglo-francés en Buenos Aires habían estimulado la economía entrerriana. Sus
estancieros -entre los que se encontraba el propio Urquiza- se habían convertido en los proveedores de
la sitiada Montevideo. Por ello, el gobernador más poderoso del litoral tenía sumo interés en sostener el
tráfico costero con la capital uruguaya.
La situación se precipitó cuando Francia e Inglaterra decidieron en 1850 levantar el bloqueo del
puerto bonaerense. El monopolio ejercido por Buenos Aires respecto al comercio ultramarino, la
Aduana y la libre navegación de los ríos se convirtió, finalmente, en una de las causas detonantes del
conflicto que derrocó a Rosas.
Por otro lado, desde tiempo atrás, Rosas mantenía con Brasil una situación conflictiva. Brasil apoyaba al
gobierno de Montevideo; Rosas, a Oribe. Esto impulsa a que Brasil rompa sus relaciones con la
Confederación.
A comienzos de 1851, al rompimiento de relaciones entre la Confederación Argentina y el Brasil se
sumó el pronunciamiento de Urquiza del 1° de mayo de 1851: Con el pronunciamiento, el gobernador
de Entre Ríos aceptó literalmente el ritual de la renuncia, tantas veces escenificado, en el que Rosas
declinaba la representación de las relaciones exteriores de toda la Confederación. Urquiza reasumió
tales facultades, delegadas siempre en el gobierno de Buenos Aires. Sólo Corrientes, su gobernador
Virasoro, se adhirió al pronunciamiento. La legislatura bonaerense declaró a Urquiza traidor y loco.
A fines de mayo de 1851 se sella la alianza militar contra Rosas, de Urquiza con Corrientes y luego con
Brasil y Uruguay, que permitió la formación del Ejército Grande: La campaña militar se inició en
Montevideo, Urquiza obligó a Oribe a levantar el sitio de Montevideo. A esa altura, algunos de los
exiliados, como Sarmiento y Mitre, se unieron al Ejército Grande comandado por Urquiza.
Poco después cruzó Entre Ríos, invadió Santa Fe y se presentó frente a Buenos Aires. Sin embargo, a
medida que Urquiza se acercaba a Buenos Aires, no encontraba más que una actitud hostil por parte de
los pobladores de la campaña. Rosas seguía manteniendo en su provincia un apoyo incondicional por
parte de gran parte de la población.
El 3 de febrero de 1852, la rápida y contundente derrota del ejército de Rosas en Caseros condujo al
Restaurador de las Leyes a embarcarse inmediatamente hacia Inglaterra. Rosas partió al exilio, que se
prolongó hasta su muerte, en 1877, con muy escasos recursos; una vez instalado en Inglaterra, no le fue
posible vivir de las rentas de sus tierras porque éstas le fueron confiscadas.
No obstante, supo agradecer a Urquiza, su oponente, el haber intentado restituirle sus propiedades y el
envío regular de una suma de dinero que el vencedor de Caseros le giró a título personal.
Ciertamente, el largo estancamiento provocado por la estrecha política económica de Rosas
contrastaba con las inmensas posibilidades que abría la revolución industrial operada en Europa:
mientras Buenos Aires perpetuaba la economía de la carreta y el saladero, se extendían en Europa los
ferrocarriles y los hilos telegráficos y se generalizaba el uso del vapor como fuente de energía para
maquinarias modernas de alta productividad; la creciente población de las ciudades requería un
intenso desarrollo industrial, y éste, a su vez, un constante aprovisionamiento de materias primas.
Era, pues, una extraordinaria oportunidad que se ofrecía al país.
La crisis era inevitable luego de las experiencias revolucionarias que había sufrido Europa en 1848 donde
el viejo absolutismo declinaba y el liberalismo triunfaba, identificado con la forma de la democracia que
la burguesía triunfante, hija del desarrollo industrial, prefería.

Lo que sigue está tomado solo del libro de Romero, que es muy resumido. Conviene utilizar el manual
recomendado por la Cátedra: SÁBATO, Hilda: Historia de la Argentina, 1852-1890; Siglo Veintiuno
Editores; Buenos Aires; 2012.

SEGUNDA ETAPA: 1852-1880


ROMERO, José Luis: Breve historia de la Argentina; Fondo de cultura económica; México; 2004

BUENOS AIRES FRENTE A LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA (1852-1862)

La oligarquía porteña: el federalismo porteño y la burguesía comercial porteña; frente a la


Confederación Argentina: Urquiza, el federalismo bonaerense y las oligarquías provincianas:
Ante los conflictos entre las clases dominantes de Buenos Aires, el litoral y el interior por causa de la
desproporción de los recursos, era necesaria la nacionalización de las rentas que hasta ese momento
usufructuaba Buenos Aires.
25

Urquiza convocó a elecciones para la legislatura de Buenos Aires, donde fue elegido Vicente López como
gobernador. Luego convocó una conferencia de gobernadores en San Nicolás, de donde salió un
acuerdo para la organización nacional firmado el 31 de mayo de 1852. Se establecía en él la vigencia del
Pacto Federal de 1831 y se sentaba el principio del federalismo, cuya expresión económica era la
libertad de comercio en todo el territorio, la libre navegación de los ríos y la distribución proporcional
de las rentas nacionales. (Urquiza había nacionalizado la Aduana el 28 de agosto de 1852).
Se otorgaban a Urquiza las funciones de Director Provisorio de la Confederación Argentina y se
disponía la reunión de un Congreso Constituyente en Santa Fe para el que cada provincia enviaría dos
diputados.
Las cláusulas económicas y la igualdad de la representación suscitaron la resistencia de la oligarquía
porteña, conformada por los antiguos federales o “federalismo porteño”-grandes estancieros como los
Anchorena, los Alcorta, los Arana, los Vedoya- liderado por Lorenzo Torres, y los antiguos emigrados
unitarios o liberales que conformaban la “burguesía comercial porteña”, nucleada bajo el Partido
Liberal de Buenos Aires, cuyos principales líderes eran Mitre y Alsina, que luego se dividió entre:
- Los autonomistas: Estaba encabezado por Valentín Alsina. Propugnaba por mantener el
aislamiento político y conservar la aduana y el puerto.
- Los nacionalistas: Estaba encabezado por Mitre. Consentía la unificación política pero dirigida
por Buenos Aires.
A su vez, Urquiza contaba con el apoyo del “federalismo bonaerense” conformado por el sector popular
de la campaña bonaerense y liderado por Hidalgo Lagos; y las oligarquías provincianas del resto de las
provincias. Estos sectores estaban nucleados bajo el Partido Federal presidido por Urquiza. El mismo era
unánime en cuanto a sus principios políticos y económicos: federalismo, libre navegación de los ríos y
nacionalización de las rentas aduaneras.

La revolución porteña del 11 de septiembre de 1852:


En la legislatura porteña el acuerdo fue rechazado, lo que originó la renuncia del gobernador López.
Urquiza disolvió la legislatura y se hizo cargo del poder. Se dispuso la designación de Vicente López
como gobernador y la elección de una nueva legislatura.
Urquiza dejó Buenos Aires para asistir a la instalación del congreso de Santa Fe. A los pocos días, el 11
de septiembre, estalló en Buenos Aires una revolución inspirada por Valentín Alsina que restauró las
antiguas autoridades, declaró nulos los acuerdos de San Nicolás y autónoma a la provincia.
Las tropas encabezadas por el coronel Lagos, se rebelaron contra Alsina y pusieron sitio a Buenos Aires
exigiendo el cumplimiento del acuerdo de San Nicolás. Sin embargo son derrotadas por Lorenzo Torres.

1853: se dicta la Constitución Nacional, aceptada por todos los territorios luego de 1860, una vez
reformada y reconocida por Buenos Aires:
La constitución de los Estados Unidos y Las Bases y puntos de partida para la organización política de
8
la República Argentina , que había escrito Juan Bautista Alberdi en 1852 en Chile, fueron los

8 Alberdi postulaba que “la federación no será una simple alianza entre provincias independientes”, sino que “la
República Argentina será y no podrá ser menos de un estado federativo, una república nacional, compuesta de
26

elementos de juicio con que contaron los constituyentes para la redacción de la carta fundamental. El
texto consagró el sistema representativo, republicano y federal de gobierno; se creó un poder
ejecutivo fuerte, pero se aseguraron los derechos individuales, las autonomías provinciales y, sobre
todo, se garantizaron la libre navegación de ríos y la distribución de las rentas nacionales.
El 1° de mayo de 1853 fue firmada la constitución y, por decreto de Urquiza, fue jurada el 9 de julio por
todas las provincias excepto la de Buenos Aires.
Este hecho consumó la secesión. La Confederación por una parte y el Estado de Buenos Aires por otra
comenzaron a organizar su vida institucional. En abril de 1854 se dio este último su propia constitución
Por su parte, la Confederación estableció su capital en Paraná y eligió presidente a Urquiza.

Límites interprovinciales, 1859:

El problema del indio:


El vasto imperio de las pampas que había creado el cacique Calfucurá hacia 1835 -y con el que Rosas
mantuvo relaciones estables- empezó a agitarse al día siguiente de Caseros y comenzó a agredir las
fronteras. Las regiones de Azul y Olavarría y los confines de las provincias cuyanas, de Córdoba y de
Santa Fe se vieron hostigados por los malones.
Mientras se intentaba acentuar la colonización y acrecentar la producción agropecuaria con el estímulo
de la producción lanera, la permanente amenaza de los indios desalentaba a los pobladores y limitaba la
expansión de la riqueza.

varias provincias, a la vez independientes y subordinadas al gobierno general creado por ellas”.
La Constitución de 1853 prohibió la delegación de facultades extraordinarias y la suma del poder público, tanto por
parte del Congreso al ejecutivo nacional como de las legislaturas provinciales a los gobernadores.
La disputa entre Buenos Aires y el resto de la Confederación sólo quedará resuelta en 1880, cuando Buenos Aíres
sea derrotada y declarada capital de la república.
El lema alberdiano “gobernar es poblar”, que se tradujo muy rápidamente en una deliberada política inmigratoria
que cambió la fisonomía del país, implicaba la invitación realizada en el preámbulo de la Constitución de 1853 a
gozar de la libertad, defensa y bienestar general “a todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo
argentino”.
Gobernar suponía ahora tanto cartografiar los territorios sobre los cuales se pretendía ejercer la autoridad como
censar a quienes los habitaban.
27

La “guerra económica” entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires:


Buenos Aires mantenía la crecida recaudación de su aduana: en 1857 quedó inaugurado el Ferrocarril
del Oeste. La política librecambista resueltamente sostenida por el gobierno de Buenos Aires había
permitido establecer líneas marítimas regulares con Europa.
La Confederación, en cambio, sufría las consecuencias de la falta de recursos y del crecimiento de las
necesidades: El gobierno hizo diversos esfuerzos para modificar esa situación. Tratados comerciales con
los Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Brasil establecieron privilegios para la importación y la
exportación. El desarrollo de la producción lanera fue muy estimulado y se favorecieron la inmigración y
la colonización.
En 1853 comenzaron a fundarse colonias agrícolas. Los cereales comenzaban a producirse con cierta
intensidad en la economía de la zona litoral, cuya puerta de entrada y de salida debía ser Rosario. Pero
los resultados eran lentos y no solucionaban los problemas financieros de la Confederación. Fue
necesario acudir al Brasil en demanda de ayuda, aprovechando la vinculación de la economía litoral con
el banco brasileño de Mauá.
La Confederación resolvió en 1856 establecer los llamados "derechos diferenciales" entre las
mercaderías que llegaban a su territorio directamente y las que habían pasado por Buenos Aires: estas
últimas debían pagar un impuesto más alto. Buenos Aires reaccionó vivamente.
En 1857 Alsina fue designado gobernador de Buenos Aires. Poco después quedó prohibido el pasaje en
tránsito hacia el Puerto de Buenos Aires de los productos de la Confederación. Era la guerra
económica.
Un conflicto político suscitado en San Juan precipitó los acontecimientos y los dos estados movilizaron
sus tropas. Buenos Aires declaró la guerra y encargó a Mitre el mando de sus fuerzas. Urquiza avanzó
sobre Buenos Aires y los dos ejércitos se encontraron el 23 de octubre de 1859 en Cepeda, donde
Mitre quedó derrotado.
Por intermediación de Francisco Solano López, hijo del presidente del Paraguay, el 11 de noviembre en
San José de Flores, se firmó el pacto de unión entre Buenos Aires y la Confederación, por el que la
primera se declaraba parte integrante de la nación y aceptaba la Constitución de 1853. La aduana de
Buenos Aires quedaba dentro de la jurisdicción nacional. El 21 de octubre de 1860 la provincia de
Buenos Aires juró la Constitución Nacional. Allí comienza la historia de la República Argentina.

La Batalla de Pavón, 1861: se consolida la unidad nacional bajo el dominio de Buenos Aires:
Inesperadamente un nuevo conflicto suscitado en San Juan desencadenó otro choque. Una ley de la
legislatura bonaerense declaró entonces nulo el Pacto de San José de Flores y la Confederación
28

respondió interviniendo la provincia de Buenos Aires. Pero un ejército mandado por Mitre derrotó a
Urquiza, jefe de las fuerzas de la Confederación, en Pavón el 17 de septiembre de 1861.
Triunfante Buenos Aires y disueltos los poderes nacionales, Mitre asumió interinamente el gobierno de
la Confederación y llamó a elecciones de diputados al congreso, que debía reunirse en Buenos Aires,
donde Mitre había fijado la capital de la República. El 5 de octubre de 1862 fue elegido Mitre
presidente de la Nación y el día 12 asumió el cargo. La unidad nacional quedaba consumada.

LA REPÚBLICA: ESTABILIZACIÓN POLÍTICA Y CAMBIO ECONÓMICO SOCIAL (1862-1880)

La estabilización Política:
Se sucedieron tres presidentes: Mitre de 1862 a 1868, Sarmiento de 1868 a 1874 y Avellaneda de 1874 a
1880.
La cuestión más espinosa era la de las relaciones del gobierno nacional con el de la provincia de Buenos
Aires, del que aquél era huésped; sin embargo no fue menos conflictiva la del establecimiento de la
jurisdicción nacional frente a los poderes provinciales. Fue necesario suprimir las fuerzas militares
provinciales y reorganizar el ejército nacional.
Hubo discrepancia pero en lo fundamental, predominaron las coincidencias porque el cuadro de la
minoría que detentaba el poder, la oligarquía porteña, era sumamente homogéneo y estaba
conformada por una burguesía terrateniente y una burguesía comercial.
Triunfante en Pavón, Mitre representó a los ojos de los caudillos provincianos una nueva victoria de
Buenos Aires; y aunque sanjuanino, Sarmiento ofrecía análoga fisonomía. Para los hombres del interior,
el acuerdo entre Urquiza y los porteños fue una alianza entre las regiones privilegiadas del país.
Contra ella el caudillo riojano Ángel Peñaloza, el "Chacho", encabezó la última insurrección de las
provincias mediterráneas, pero las fuerzas nacionales lo derrotaron a fines de 1863. Igual suerte cupo a
los federales de Entre Ríos encabezados por López Jordán cuando se sublevaron contra Urquiza y lo
asesinaron en 1870.
Entre tanto, la provincia de Buenos Aires procuraba defender su posición dentro de la nación unificada.
Estaba en pie el problema de la residencia del gobierno nacional, que Mitre aspiraba a fijar en la
provincia de Buenos Aires, pero al precio de federalizarla como había pretendido Rivadavia.
Unificada la República, los autonomistas porteños acompañaron a Sarmiento y a Avellaneda,
impuestos por las mayorías provincianas.
En vísperas de las elecciones de 1868 las provincias apoyaron a Sarmiento contra el candidato mitrista,
quedando el jefe del autonomismo porteño, Adolfo Alsina (hijo de Valentín), en calidad de
vicepresidente.
En 1874 volvió a plantearse la cuestión presidencial: las oligarquías provincianas, apoyadas por
Sarmiento, se opusieron a la candidatura de Mitre y propusieron a Nicolás Avellaneda, a quien por un
acuerdo, acompañó otra vez en la fórmula un autonomista bonaerense, Mariano Acosta.
Mitre advirtió entonces que las oligarquías provincianas progresaban en la conquista del poder más
rápidamente de lo que él esperaba, y se rebeló contra el gobierno desencadenando una revolución en
1874.
El movimiento porteño fue vencido y Nicolás Avellaneda, tucumano y partidario de la federalización de
Buenos Aires, subió a la presidencia. Cuando concluía su mandato en 1880, adoptó la resolución de
poner fin al problema de la capital de la República al tiempo que ofrecía su apoyo a la candidatura
provinciana del general Roca contra la del gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor.
Carlos Tejedor impulsa la sublevación de Buenos Aires para preservar su autonomía ante el Estado
nacional. Pero la Guardia Nacional bonaerense cayó derrotada por el ejército nacional en junio de
1880.
Poco después, el 20 de septiembre de 1880, una ley del Congreso Nacional convirtió a la ciudad de
Buenos Aires en la capital federal de la República.

El cambio Económico social:


Los compromisos contraídos en vísperas de Caseros y los intereses internacionales en la cuenca del Plata
condujeron al país a la guerra con el Paraguay: en 1865, el gobierno de Mitre firma el tratado de Triple
Alianza con Brasil y la República Oriental del Uruguay, contra Paraguay. Juntos combatieron contra el
mariscal Francisco Solano López desde 1865 hasta 1870 y lo derrotaron en una contienda que en la
Argentina fue muy impopular y resistida. Concluye con la destrucción socioeconómica del Paraguay, que
29

pierde a la mayor parte de su población masculina. Brasil y Argentina se apoderan de una parte del
antiguo territorio paraguayo.

Argentina comenzó a mirar hacia Europa, donde las transformaciones técnicas y sociales estaban
creando nuevas y promisorias oportunidades para los productores argentinos: cuando comenzó a
declinar las posibilidades de la industria del saladero por la decreciente demanda de carnes saladas en
los países esclavistas, aumentaba la de lana y cereales en los países industrializados, que desarrollaban
una vigorosa industria textil y preferían dedicar sus majadas a la alimentación de los densos núcleos
urbanos que el desarrollo industrial contribuía a concentrar. Lana y cereales fueron, pues, los productos
que pareció necesario producir. Poco a poco fue venciéndose la resistencia de los saladeristas,
debilitados por la competencia de ganaderos más progresistas -ingleses muchos de ellos- que habían
comenzado a cruzar sus vacunos y sus lanares con reproductores de raza importados de Europa y a
cercar sus campos para asegurar la cría y la selección.
Ahora, unificada la nación, la economía del país adoptó decididamente esa orientación que ofrecía
extraordinarias posibilidades.
Alberdi, preocupado por el problema de la riqueza, había expuesto sus ideas en su estudio sobre El
Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina; Sarmiento atento a las formas de la vida
social, había desarrollado su pensamiento en El Facundo. Cuando llegaron al poder y durante los
dieciocho años que transcurren desde 1862 hasta 1880, pusieron esa teoría en acción para sustituir la
tradicional estructura económico-social del país por una distinta que asegurara otro destino a la
nación. Para ello se enfocaron en la apertura del país a la inmigración.

La inmigración:
Desde 1862 la República comenzó a atraer inmigrantes a los que se les ofrecían facilidades para su
incorporación al país, pero sin garantizarles la posesión de la tierra: así lo estableció taxativamente la ley
de colonización de 1876, donde el Estado entregada sistemáticamente la tierra pública a grandes
poseedores. La consecuencia fue que los inmigrantes que aceptaron venir se reclutaron en regiones de
bajo nivel de vida -especialmente en España o Italia- y de escaso nivel técnico.
Los inmigrantes tenían escasas posibilidades de transformarse en propietarios y se ofrecieron como
mano de obra. La corriente inmigratoria se fijó preferentemente en la zona litoral y en las grandes
ciudades: Buenos Aires, que contaba con 150.000 habitantes en 1865 pasó a tener 230.000 en 1875. Así
comenzó a acentuarse intensamente la diferenciación entre el interior del país y la zona litoral, antes
contrapuestas por sus recursos económicos y ahora también por sus peculiaridades demográficas y
sociales.
La agrupación de las colectividades: El "gringo" adoptó un comportamiento económico que contrastó
con la actitud del criollo, y José Hernández recogió el resentimiento de los grupos nativos frente a la
invasión extranjera en su poema gauchesco Martín Fierro, publicado en 1872. El Estado no buscó el
camino que podía resolver el naciente problema, que era el de transformar a los inmigrantes en
poseedores de la tierra; sólo se propuso, para asimilar al menos a sus hijos, un vasto programa de
educación popular.

Preocupaciones educacionales del gobierno nacional:


Mitre y su ministro Eduardo Costa procuraron impulsarla, pero aún se preocuparon más en contribuir a
la formación de las minorías directoras, creando institutos de educación secundaria.
30

La obsesión de Sarmiento, en cambio, fue alfabetizar a las clases populares, "educar al soberano".
Para alcanzar ese objetivo fundó innumerables escuelas dentro de la jurisdicción nacional y propició en
1869 una ley que otorgaba subvenciones a las provincias para que las crearan en las suyas. Un censo
escolar que Sarmiento ordenó realizar mostró la existencia de un 80% de analfabetos en el país, lo cual
lo predispuso para la vasta obra de educación popular que emprendió.
La fundación de la Escuela Normal de Paraná en 1870 y la creación de bibliotecas públicas completó su
labor. Entre tanto, la Universidad de Buenos Aires demostraba nuevas preocupaciones: fue creado el
departamento de ciencias exactas en 1865; de allí salieron los primeros ingenieros que habrían de
incorporarse poco después a los trabajos que el país requería para su transformación.

1879: La conquista del desierto y la extensión de la soberanía nacional:


Una vasta región del país estaba de hecho al margen de la autoridad del Estado y bajo el poder de los
caciques indígenas que desafiaban a las fuerzas nacionales. Sólo la utilización del moderno fusil permitió
al general Roca, sucesor de Alsina en el ministerio, preparar una ofensiva definitiva. En 1879 encabezó
una expedición al desierto y alejó a los indígenas más allá del río Negro, persiguiéndolos luego sus
fuerzas hasta la Patagonia para aniquilar su poder ofensivo. La soberanía nacional se extendió sobre el
vasto territorio y pudieron habilitarse dos mil leguas para la producción ganadera, con lo que se dio
satisfacción a los productores de ovejas que reclamaban nuevos suelos para sus majadas.

Crecimiento acelerado de la riqueza, concentrado en pocas manos:


Los estancieros que tan fácilmente habían logrado grandes extensiones de tierra se volcaban a la
producción intensiva de la lana que requería el mercado europeo. El proceso de intensificación de la
cría de ovinos había comenzado en 1860, y cinco años después la Argentina ocupaba un lugar
privilegiado entre los exportadores de lana. Sesenta millones de ovinos, distribuidos en campos que
comenzaban a alambrarse aceleradamente aseguraban una fructífera corriente de intercambio con
puertos de Europa.
Francia y Bélgica eran las principales consumidoras de esa producción; pero el saldo favorable que esas
exportaciones dejaban se invertía preferentemente en productos manufacturados ingleses.
Tenía una escasísima importancia la exportación de cereales, cuya producción apenas comenzaba a
sobrepasar el nivel de autoabastecimiento de harina.

La política librecambista predominaba, en perjuicio de las actividades manufactureras:


Pese a los esfuerzos de Sarmiento para estimular las extracciones mineras y en especial la del carbón,
los resultados fueron escasos una fábrica que pretendió instalarse en 1873 para producir tejidos de lana
debió cerrar al poco tiempo ante la imposibilidad de competir con los artículos importados. Sólo la
explotación ferroviaria y los talleres de imprenta alcanzaron cierto grado de organización industrial.
Desde 1857 existía una organización obrera: la Sociedad Tipográfica Bonaerense exclusivamente de
ayuda mutua; pero en 1878 se constituyó la Unión Tipográfica como organización gremial para luchar
por la disminución de los horarios de trabajo y un aumento de los salarios. Ese mismo año se declaró la
primera huelga obrera, gracias a la cual se fijó una jornada de diez horas en invierno y doce en verano.
Pero la industria no tenía perspectivas. Y a pesar de que en 1876 se intentó establecer algunas tarifas
proteccionistas, el mercado de productos manufacturados siguió dominado por los importadores, con
lo que se acentuaba el carácter comercial y casi parasitario de los centros urbanos que crecían con la
inmigración.
En cambio, la construcción de los ferrocarriles creó una importante fuente de trabajo para los
inmigrantes y desencadenó un cambio radical en la economía del país. Tres compañías argentinas -una
privada y dos estatales- y siete compañías de capital extranjero hicieron las obras. Eran empresas de
capital inglés preferentemente y realizaron un pingue negocio, porque recibieron tan vastas extensiones
de campo a los costados de sus vías que agregaron a la explotación ferroviaria el negocio de venta de
tierras. Eran éstas las que más se valorizaban por la acción del ferrocarril, y así nació un nuevo motivo
de especulación que fue nuevo obstáculo para la política colonizadora.
La antigua diferencia entre las regiones interiores y las regiones litorales se acentuó cada vez más:
Buenos Aires fue la principal beneficiaria del nuevo desarrollo económico. La ciudad se europeizó en
sus gustos y en sus modas.
Federalizada en 1880, pese a la oposición de los autonomistas encabezados por Leandro N. Alem,
Buenos Aires siguió siendo el mayor emporio de riqueza de la nación.
31

LA REPÚBLICA LIBERAL (1880-1916)

Política económico-social:
La Argentina se había incorporado definitivamente al ámbito de la economía europea, cuya expansión
requería nuestras materias primas y nos imponía sus manufacturas. Europa ofrecía también el
contingente humano de sus excedentes de población.
A medida que se hibridaba la población del país con los aportes inmigratorios, la oligarquía estrechaba
sus filas. El censo de 1895 acusó un 25% de extranjeros y el de 1914 un 30%. El país crecía: de 3.995.000
habitantes que acusaba el censo de 1895 había pasado en 1914 a 7.885.000.
Las zonas del Este del país, fértiles llanuras próximas a los puertos, acogieron más del 70% del aumento
de la población; Buenos Aires pasó de 663.000 en 1895 a 1.575.000 en 1914.
Esta transformación demográfica del país respondía a los intensos cambios económicos que se habían
producido desde que comenzaron a refinarse los ganados vacuno y ovino y a extenderse las áreas de
cultivos de cereales:
En 1883 se instalaron los primeros frigoríficos argentinos, que al cabo de poco tiempo fueron
sobrepasados por los que se crearon con capitales británicos y norteamericanos para servir a las
demandas del mercado inglés. A las exportaciones de ganado en pie se agregaron entonces las de
carnes congeladas, cuyo volumen se intensificó considerablemente en poco tiempo.
Por la misma época la producción de cereales comenzó a exceder los niveles del consumo interno y se
pudo empezar a exportarlos con tal intensidad que, en el quinquenio comprendido entre 1900 y 1904,
las cifras del comercio exterior revelaron una equivalencia entre la exportación de productos ganaderos
y de productos agrícolas.
La cría de la oveja retrocedía hacia las tierras recientemente incorporadas a la producción en los
territorios de La Pampa y Río Negro, donde, como en el resto del país, se constituyeron grandes
latifundios.
En 1890 se inauguraron los trabajos del puerto de La Plata y de una sección del de Buenos Aires.
Continuó la prolongación de la red ferroviaria, que comenzó a caer dentro del monopolio de los
capitales ingleses por la deliberada decisión del gobierno, según el principio de que sólo las rutas
improductivas debían ser explotadas por el Estado, en tanto que las productivas debían quedar
libradas al capital privado. Esa opinión correspondía a la política económica liberal que defendieron
sobre todo, Roca y su sucesor Juárez Celman, en virtud de la cual convenía a la nación ofrecer a los
inversores extranjeros las más amplias facilidades con el objeto de que acudieran a estimular el
desarrollo de las posibilidades económicas que el país no podía encarar con sus propios recursos.
Garantizadas las inversiones, los grupos financieros extranjeros ofrecieron al Estado argentino
sucesivos empréstitos: 12 millones entre 1880 y 1885, 23 millones entre 1886 y 1890, 34 millones entre
1891 y 1900, y realizaron cuantiosas inversiones en explotaciones bastante productivas que ponía en
manos de los inversores un decisivo control sobre la vida nacional. Quedaron en su poder los dos
grandes sistemas industriales de carácter moderno que se habían organizado hasta entonces: los
ferrocarriles y los frigoríficos.
Al mismo tiempo surgieron entre 1880 y 1890, especialmente en Buenos Aires, otras industrias
menores desarrolladas con capitales medianos, especialmente en el campo de las artes gráficas, de la
alimentación, de la construcción y del vestido.

Presidencia de Julio Argentino Roca, 1880-1886:


Julio A. Roca estuvo apoyado por las clases tradicionales del país cada vez más enfrentadas con la masa
heterogénea que las rodeaba, mezcla de inmigrantes y de criollos.
Los partidos porteños -el liberal y el autonomista- quedaron reducidos a la impotencia frente a la
organización del Partido Autonomista Nacional, que se constituyó con las oligarquías provincianas, cuya
indiscutida jefatura asumió Roca, y al que se fueron incorporando los grupos que desertaban de los
viejos partidos faltos de perspectivas de poder.
Disminuida con la falta de su capital tradicional, la provincia de Buenos Aires perdió buena parte de su
influencia, y desde La Plata, fundada en 1882 por el gobernador Dardo Rocha, contemplaba impotente
el predominio de la alianza provinciana en el gobierno nacional.
Los ingentes gastos fiscales que demandaba la aceleración del cambio económico: la construcción de los
puertos, de los ferrocarriles, de los edificios públicos, alteraron la estabilidad monetaria del país;
comenzó una incontenible inflación que, sumada a la arbitrariedad con que se manejaron los créditos
32

bancarios y al creciente desarrollo de la especulación con los valores de la tierra, provocó una difícil
situación que Roca quiso resolver con la ley monetaria de 1881. Pero no por eso cesó la emisión de
papel moneda y la crisis siguió avanzando.
En medio de las mayores dificultades financieras, el gobierno llevó adelante un proceso de renovación
institucional: fue aprobada en 1884 la Ley de creación del Registro Civil, por la cual se encomendaba al
Estado el registro de las personas, confiado antes a la institución eclesiástica; la Iglesia y los sectores
católicos se opusieron enérgicamente, pero la ley fue sancionada por la nación y adoptada luego por
todas las provincias. Ese mismo año se enfrentó el problema de la educación popular: los sectores
católicos se levantaron violentamente contra el principio del laicismo que inspiraba el proyecto oficial,
pero la Ley 1420 de educación obligatoria y gratuita fue aprobada. No menos trascendental fue la
sanción de la ley proyectada por Nicolás Avellaneda, que consagró en 1885 el principio de la autonomía
de las universidades. Más tarde se estableció el matrimonio civil. Desde entonces quedaron divididas
las clases tradicionales en sectores ideológicos: liberales por una parte y católicos por la otra.
En 1884, el ejército se apodera sangrientamente de los territorios aborígenes del Chaco.
Esta región y la Patagonia, conquistada por Roca, pasan a ser territorios nacionales dependientes del
gobierno central.

EN LA DÉCADA DE 1880, CON EL MAPA ARGENTINO CASI IDÉNTICO AL QUE CONOCEMOS HOY, LA
EXISTENCIA DE UN PODER CENTRAL CONSOLIDADO, UNA SOLA MONEDA Y UN SOLO EJÉRCITO
NACIONAL, SE CIERRA EL CONFLICTIVO Y COMPLEJO PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO
ARGENTINO.
33

FIN DE H. ARGENTINA I

Presidencia de Miguel Juárez Celman, 1886-1890:


Roca mantuvo sin embargo su autoridad; para las elecciones de 1886 logró imponer la candidatura de
Juárez Celman, quien ejerció la jefatura del Partido Autonomista Nacional.
Llegado al poder, exigió el incondicionalismo de sus partidarios y promovió con ello la formación de un
frente político cuyos miembros aprovecharon impúdicamente las difíciles circunstancias del momento
para obtener ventajas con el crédito y la especulación.

Nace la oposición al juarismo: el incipiente Movimiento Obrero y la Unión Cívica:


El naciente proletariado industrial comenzaba por entonces a exigir mejoras y manifestaba su inquietud
a través de huelgas reiteradas. Eran generalmente obreros extranjeros quienes las desencadenaban por
haber adquirido en sus países de origen cierta preparación revolucionaria.
Al principio en las clases tradicionales se advirtió indiferencia o desprecio respecto de ellos, juzgándolos
de desagradecidos frente a la hospitalidad que les había ofrecido el país; pero la inquietud obrera creció
hasta transformarse en un problema inocultable al calor de las largas jornadas y la inflación provocada
por la crisis financiera que culminó en 1890, que implicaba la disminución de los salarios reales. Es así
como estos conflictos coincidieron con la inquietud de los grupos políticos que disentían con el
"unicato" presidencial y se preparaban para abrir el fuego contra el gobierno.
A principios de 1890 un club socialista compuesto por obreros alemanes promovió la formación de un
"comité internacional" para organizar en Buenos Aires la celebración del 1° de mayo. El acto reunió a
casi tres mil obreros y en él se echaron las bases de una organización de trabajadores que, en el mes de
junio, presentó al Congreso un petitorio exponiendo las aspiraciones de los obreros en la naciente
organización industrial del país.
Poco antes los grupos políticos adversos al juarismo habían celebrado otro mitín en el que había
quedado fundada la Unión Cívica bajo la presidencia de Leandro N. Alem. Era un nuevo partido ajeno a
las inquietudes que en esos días manifestaba el incipiente movimiento obrero, y que encarnaba las
aspiraciones republicanas y democráticas de un sector de las clases tradicionales y de los círculos de
clase media que empezaban a interesarse por la política.
Así nacieron, casi al mismo tiempo, dos grandes movimientos de distinta índole, uno que aspiraba a
representar a las clases medias y otro que quería ser la expresión de la nueva clase obrera.
La Unión Cívica: era inspiraba por una juventud que anhelaba el perfeccionamiento de las instituciones
y que pretendía alcanzar el poder. La inspiraba también el grupo de Mitre, hecho a un lado por las
oligarquías provincianas, y el grupo católico encabezado por José Manuel Estrada, hostil al régimen por
la actitud resuelta de Roca y de Juárez Celman frente a la Iglesia Católica.
La Unión Cívica consiguió la adhesión de algunos grupos militares, con cuyo apoyo desencadenó la
Revolución del Parque, el 26 de julio de 1890, que fue rápidamente sofocado.
No obstante, el desprestigio del régimen quedó al descubierto: poco después el presidente Juárez
Celman se vio obligado a renunciar y asumió el mando el vicepresidente Carlos Pellegrini.

Presidencia de Carlos Pellegrini, 1890-1892:


Aunque sólo política en apariencia, la crisis era fundamentalmente económica. Durante dos años,
Pellegrini se esforzó por resolver los problemas financieros del país, pero en 1891 quebraron el Banco
Nacional y el Banco de la Provincia de Buenos Aires, arrasando con las reservas de los pequeños
ahorristas, destruyendo el sistema del crédito y comprometiendo las innumerables operaciones a largo
plazo. Para ordenar las finanzas y restablecer el crédito, en diciembre de 1891 se fundó el Banco de la
Nación.

El fin del unicato en vísperas a la elección presidencial de 1892:


Cuando comenzaron a discutirse las candidaturas para la elección presidencial de 1892, el Partido
Autonomista Nacional se vio enfrentado por la Unión Cívica.
La Unión Cívica se dividió, constituyéndose la Unión Cívica Nacional bajo la inspiración de Mitre y la
Unión Cívica Radical bajo la dirección de Alem.
El Partido Autonomista Nacional, por su parte, acusó la presencia de un movimiento disidente
encabezado por Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña, deseosos de evitar la influencia de Roca. Pero
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éste controlaba firmemente los mecanismos electorales y, tras un acuerdo con Mitre, pudo imponer el
nombre de Luis Sáenz Peña para la candidatura presidencial.

Presidencia de Luis Sáenz Peña, 1892-1895:


Sáenz Peña estaba sujeto a la influencia de los dos políticos más influyentes del momento, Mitre y Roca,
y contemporizó con ambos sin lograr definir su propia política.
La Unión Cívica Radical volvió a intentar un movimiento revolucionario en 1893 que, aunque fracasó,
probó la fuerza del partido en la provincia de Buenos Aires y el prestigio de Hipólito Yrigoyen sobrino de
Alem.
Los trabajos del puerto de Buenos Aires progresaban rápidamente y se concluyeron por entonces los del
puerto de Rosario; la inmigración fue estimulada otra vez tras la retracción que había originado la crisis
de 1890, y el comercio exterior se intensificó gracias al incesante crecimiento de la producción
agropecuaria. Pero los embates políticos de sus dos mentores no le dieron tregua y Luis Sáenz Peña se
vio obligado a renunciar a principios de 1895.

Presidencia de José Evaristo Uriburu, 1895-1898:


El grave problema de límites que la Argentina tenía con Chile alcanzó entonces su mayor gravedad, y el
vicepresidente José Evaristo Uriburu, que se hizo cargo del poder, tuvo que afrontar la responsabilidad
de preparar al país para la guerra.
La Unión Cívica Radical se vio disminuida cuando, en julio de 1895, se suicidó su indiscutido jefe,
Leandro N. Alem, pocos meses después de que se constituyera, bajo la inspiración de Juan B. Justo, el
Partido Socialista. Nada pudo impedir que en las elecciones de 1898 se repitiera el cuadro tradicional de
los comicios fraudulentos, y Roca fue elegido por segunda vez presidente de la República.

Presidencia de Julio Argentino Roca, 1898-1904:


El problema de límites con Chile fue finalmente resuelto por el fallo del rey de Inglaterra, árbitro
elegido, y la amenaza de guerra quedó descartada en 1902.
Las necesidades de la defensa nacional habían movido al coronel Pablo Ricchieri, ministro de guerra, a
gestionar la sanción de una Ley de conscripción militar anual y obligatoria que votó el congreso en
1901.
Nuevas leyes financieras e impositivas robustecieron la moneda, en un momento en que volvía a
desarrollarse intensamente la producción agropecuaria. Se multiplicaban las obras públicas -
ferrocarriles, puertos, canales de riego, balizamiento de costas, obras sanitarias- y se ordenaba la
administración pública. Las clases acomodadas veían cumplirse un programa de gobierno progresista; en
cambio, las clases trabajadoras acusaban una inquietud cada vez mayor por la disminución de los
salarios y sobre todo por la creciente desocupación. En 1902 el problema hizo crisis y estalló una huelga
general que paralizó a la ciudad de Buenos Aires. La respuesta del gobierno fue la sanción de la Ley de
Residencia que lo autorizaba a deportar a los extranjeros que "perturbaran el orden público". El
movimiento obrero era, sin duda, obra de extranjeros en su mayoría, y la medida provocó reacciones
violentas que la policía y el ejército sofocaron implacablemente. Pero el gobierno no pudo impedir, sin
embargo, que gracias a una modificación del sistema electoral, llegara al parlamento en marzo de 1904
como diputado, Alfredo L. Palacios, candidato del Partido Socialista.
El problema de la sucesión presidencial acentuó, por entonces, las diferencias entre Pellegrini y Roca,
que implicaban una división en el seno del Partido Autonomista Nacional. Pellegrini criticaba
enérgicamente el fraude electoral y la tendencia oligárquica del Partido, y estaba vinculado a Roque
Sáenz Peña, que compartía sus puntos de vista y mantenía trato con Hipólito Yrigoyen.
Pero Roca seguía moviendo los hilos de su partido, manejados en la provincia de Buenos Aires por
Marcelino Ugarte, y volcó su influencia a favor de la candidatura de Manuel Quintana, que obtuvo el
triunfo en comicios viciados, una vez más, por el fraude. La Unión Cívica Radical, que ahora obedecía a
Yrigoyen, afirmó entonces el principio de la abstención revolucionaria y no concurrió a las elecciones.

Presidencia de Manuel Quintana, 1904-1906:


Para entonces, la fuerza del radicalismo había crecido mucho. Reunía a algunos sectores rurales
hastiados de la omnipotencia de los grandes latifundistas, a los enemigos de Roca que conservaban la
tradición del rosismo y del autonomismo de Alsina y de Alem, y comenzaba a acoger en su seno a un
vasto sector de inmigrantes e hijos de inmigrantes No mucho después de iniciarse la presidencia de
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Quintana, el 4 de febrero de 1905, Yrigoyen desencadenó un movimiento revolucionario que contó con
apoyo militar y tuvo mucha repercusión en varias provincias.
Pero el gobierno logró sofocarlo y aprovechó la ocasión para extremar la persecución sistemática del
movimiento obrero. Crecía éste considerablemente en ciudades como Buenos Aires y Rosario, a
medida que aumentaba la actividad industrial y se desarrollaba el sentimiento de clase entre los
trabajadores. Las huelgas se sucedieron ininterrumpidamente y el presidente Quintana las enfrentó con
sostenida energía, estableciendo repetidas veces el estado de sitio. Pero, pese a todo, la organización
obrera se perfeccionaba y la tensión social crecía. En el Congreso, Palacios logró arrancar a los
conservadores algunas leyes sociales, como la del descanso dominical obligatorio, que suponía una
nueva actitud del Estado frente a los trabajadores. En el seno del gabinete compartía esa actitud Joaquín
V. González, que había elaborado un proyecto de ley nacional del trabajo.
Marcelino Ugarte, gobernador de la provincia de Buenos Aires, ejercía fuerte influencia sobre el
presidente y se había erigido en director de la gran organización electoral que debía perpetuar
fraudulentamente en el poder a su partido.

Presidencia de José Figueroa Alcorta, 1906-1910:


A la muerte de Quintana asume su vicepresidente, Alcorta. La defensa de los intereses conservadores
alineada en el Partido Autonomista Nacional, se hacía cada vez más difícil, ante la irreductible oposición
del radicalismo y la violencia del movimiento obrero, que se manifestó en las huelgas de 1909 y 1910.
El gobierno sancionó la Ley de Defensa Social, que puso en sus manos al movimiento sindical. Ese año
festejó la República el centenario de la independencia.

Presidencia de Roque Sáenz Peña, 1910-1914:


Roque Sáenz Peña representaba el sector más progresista de la vieja oligarquía.
Logró que se aprobara la Ley Electoral que establecía el sufragio secreto y obligatorio sobre la base de
los padrones militares. En las elecciones de Santa Fe de 1912 la nueva ley se puso en práctica por
primera vez y la Unión Cívica Radical resultó triunfante. Poco después estalló la primera guerra europea
y la Argentina adoptó una neutralidad benévola para con los aliados. Se anunciaba una era de
prosperidad para los productores agropecuarios.

Presidencia de Victorino de la Plaza, 1914-1916:


Ante el fallecimiento de Roque Sáenz Peña, en 1914, asume su vicepresidente Victorino de la Plaza.
Cuando en 1916 éste llama a elecciones presidenciales bajo el imperio de la ley Sáenz Peña, el jefe del
radicalismo, Hipólito Yrigoyen, resultó triunfante. La derrota de los conservadores cerró la época
denominada como “la generación del 80” que aspiró a poner al país en el camino del desarrollo
europeo. Trató de que Buenos Aires se pareciera a París y procuraron que en sus salones brillara la
elegancia francesa. Fundó escuelas y estimuló los estudios universitarios porque tenían una fe
indestructible en el progreso y en la ciencia, y una acentuada afición a la literatura.
A principios de siglo, las clases medias y las clases trabajadoras poseían una existencia muy visible.
Cuando las clases medias advirtieron su fuerza, lograron el poder político e iniciaron una nueva etapa
en la vida argentina.
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Datos:

Presidente Período Fin Vicepresidente


RIVADAVIA, Bernardino 1826 - 1827 Renuncia
de URQUIZA, Justo José 1854 - 1860 Concluye DEL CARRIL, Salvador M.
DERQUI, Santiago 1860 - 1861 Renuncia PEDERNERA, Juan E.
MITRE, Bartolomé 1862 - 1868 Concluye PAZ, Marcos
SARMIENTO, Domingo F. 1868 - 1874 Concluye ALSINA, Adolfo
AVELLANEDA, Nicolás 1874 - 1880 Concluye ACOSTA, Mariano
ROCA, Julio Argentino 1880 - 1886 Concluye MADERO, Francisco B.
JUAREZ CELMAN, Miguel 1886 - 1890 Renuncia PELLEGRINI, Carlos
PELLEGRINI, Carlos 1890 - 1892 Concluye
SAENZ PEÑA, Luis 1892 - 1895 Renuncia URIBURU, José Evaristo
URIBURU, José E. 1895 - 1898 Concluye
ROCA, Julio Argentino 1898 - 1904 Concluye QUIRNO COSTA, Roberto
QUINTANA, Manuel 1904 - 1906 Fallece FIGUEROA ALCORTA, José
FIGUEROA ALCORTA, José 1906 - 1910 Concluye
SAENZ PEÑA, Roque 1910 - 1914 Fallece DE LA PLAZA, Victorino
de la PLAZA, Victorino 1914 - 1916 Concluye
YRIGOYEN, Hipólito 1916 - 1922 Concluye LUNA, Pelagio

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