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RESUMEN DE MANUALES
RECOMENDADOS POR LA CÁTEDRA
1778: Reglamento de Libre Comercio: habilita al puerto de Buenos Aires a comerciar legalmente con
otros puertos americanos y españoles.
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1782: Ordenanza de Intendencias: el Virreinato del Río de la Plata se subdividió en ocho intendencias:
La Paz, Potosí, Charcas y Cochabamba (ubicadas en el Alto Perú), Paraguay, Salta de Tucumán
(comprendía las ciudades subalternas de Jujuy, Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán y
Catamarca), Córdoba de Tucumán (incluía La Rioja, San Luis, San Juan y Mendoza) y Buenos Aires (tenía
jurisdicción en Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. La ciudad de Buenos Aires era, a la vez, capital virreinal
y de su propia intendencia). La Banda Oriental (actual Uruguay) permaneció como una gobernación
militar integrada al Virreinato, pero con un mayor grado de autonomía respecto de la sede virreinal.
Buenos Aires no sólo se convirtió en sede del gobierno virreinal y de nuevas corporaciones -como la
Audiencia creada en 1783 y el Consulado de Comercio en 1794- sino también en un puerto legalizado,
donde se instaló la Real Aduana, favorecido por los negocios y recursos que fluían del circuito mercantil
con eje en el Alto Perú, ahora desgajado de su antigua jurisdicción e incluido en el Virreinato
rioplatense.
1780: rebelión liderada por Tupac Amaru en Perú, duramente reprimida por las autoridades coloniales.
Situación internacional:
La Revolución de independencia de los Estados Unidos en 1776: la monarquía española y la Francia de
Napoleón, tradicionalmente aliadas en contra de Gran Bretaña, se alinean a EEUU.
La Revolución Francesa de 1789.
Entre 1796 y 1802, las guerras se generalizaron en toda Europa: La flota inglesa bloqueó el puerto de
Cádiz y otros puertos hispanoamericanos, lo que afectó de manera sustancial las relaciones comerciales
entre la metrópoli española y sus posesiones americanas. La Corona no podía garantizar por sí sola el
aprovisionamiento de sus colonias. Esto la obligó a otorgar sucesivas concesiones comerciales a los
grupos criollos, a los que se autorizó a comprar y vender productos a otras potencias y colonias
extranjeras.
1805: Batalla de Trafalgar, España es derrotada y su flota destruida por Inglaterra. Esto provocó más
dificultades en las comunicaciones con las colonias y abrió la puerta a las invasiones.
Consecuencias:
En agosto, un cabildo abierto delega el mando político y militar en manos de Liniérs, quien va a
organizar la milicia popular: el cuerpo de Patricios con los nativos de Buenos Aires y el de Arribeños con
los del interior.
Debilidad de autoridades españolas para defender sus dominios en América.
Las milicias urbanas voluntarias se convierten en factor de poder.
1807: Segunda invasión inglesa. Las fuerzas voluntarias creadas por Liniers se habían vuelto más
numerosas y organizadas. Luego de una encarnizada lucha, John Whitelocke debió capitular.
Consecuencias:
El Cabildo de la capital se consolidaba.
El clima de agitación obligó al Cabildo de Buenos Aires y a la Audiencia a reunir una Junta de Guerra. La
Junta decidió suspender en sus funciones al Virrey Sobremonte y tomarlo prisionero provisoriamente.
Liniers se convirtió en virrey interino y ordenó jurar fidelidad a Fernando VII.
Crisis institucional: emergencia de cierto margen de autonomía por parte de las autoridades coloniales
respecto de la metrópoli, que no cuestionó, sin embargo, la lealtad monárquica.
cueros y desde no hacía muchos años de tasajo, procuraron forzar la voluntad de Cisneros, exaltando las
ventajas que para el propio fisco tenía el libre comercio a través del documento que redactó Moreno
conocido como La Representación de los hacendados…”
En 1810 en España, las tropas francesas toman el sur del país y la Junta Central de Sevilla es disuelta. Se
forma un Consejo de Regencia en la ciudad de Cádiz.
En 1810 en varias ciudades de América se producen movimientos revolucionarios para reemplazar a
las autoridades coloniales: Caracas, Buenos Aires, Bogotá, Quito, Santiago de Chile y la sublevación
popular “Grito de Dolores” en México.
Ternavasio: “Entre fines del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, se pasa de una concepción del
poder fundada en el derecho divino de los reyes y el gobierno de los territorios a otra basada en la
soberanía popular y en gobernar individuos”.
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LA INDEPENDENCIA DE LAS PROVINCIAS UNIDAS (1810-1820)
1
Milcíades Peña, p.84: La lucha por la independencia se llevó contra los funcionarios y militares españoles. Por eso
el objetivo y el contenido de la revolución fue puramente político, sin afectar la estructura de clases. Todas las
clases dominantes de la colonia (oligarquía terrateniente y comercial hispano-criolla, que toma las riendas del
estado colonial cuando la monarquía española entra en crisis, producto de la invasión napoleónica) deseaban
prescindir de la tutoría de virreyes y demás agentes de la Corona y tomar en sus manos el aparato estatal para
realizar sus propios fines; para los comerciantes y ganaderos de Buenos Aires, por ejemplo, establecer trato directo
con Europa.
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navales españolas, constituyó durante varios años el foco realista más preocupante para el gobierno
asentado en Buenos Aires.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata frente a la nueva Nación Española:
En la Península el Consejo de Regencia convocó a Cortes Generales. Las Cortes reunidas en Cádiz en
septiembre de 1810 asumieron el carácter de Congreso Constituyente en nombre de un nuevo sujeto
político: la nación española. Las autoridades de la Península estaban ahora conformadas por un nuevo
Consejo de Regencia a cargo del poder ejecutivo y por las Cortes de Cádiz, erigidas en poder constitu-
yente y también legislativo.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata se opusieron a participar de las Cortes de Cádiz invocando
como principal argumento la desigualdad representativa. La misma actitud tomaron otras regiones del
imperio.
América comenzaba a dividirse en dos grandes bloques: leales e insurgentes. El Río de la Plata formó
parte del segundo.
De la autonomía a la independencia:
En 1812, en la Península, mientras Fernando VII permanecía cautivo, se sancionó en España la
Constitución de Cádiz que dotó a la nación española -constituida por todos los españoles- de un régimen
de monarquía constitucional centralizada.
Las regiones leales -Nueva España, Perú, parte de Nueva Granada, algunas provincias de Venezuela,
Cuba, Yucatán y Guatemala- aplicaron en sus jurisdicciones la Constitución de 1812, mientras que las
llamadas insurgentes -el Río de la Plata, el resto de Venezuela y de Nueva Granada- no lo hicieron.
El 27 de febrero de 1812, Manuel Belgrano crea la bandera nacional.
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La Asamblea del año XIII . Tendencia federal o Liga de los Pueblos Libres, frente a la Tendencia
centralista:
La reunión de la Asamblea Constituyente en 1813, conocida como la Asamblea del año XIII, se declaró
“depositaria del ejercicio de la soberanía de las Provincias Unidas” y representó el momento más
radical de la revolución. No sólo por haber sancionado la libertad de prensa, la libertad de vientre, la
extinción del tributo, la mita y el yanaconazgo, y la supresión de títulos de nobleza, sino también por
haber excluido la fórmula de juramento de fidelidad al rey Fernando VII. Crea además, la primera
moneda patria, el escudo nacional y el himno.
Se profundizan las tensiones entre la capital, sede del gobierno central, y algunas jurisdicciones:
Por un lado, estaban quienes defendían una forma de gobierno indivisible y centralizada, a la que se le
dio el nombre de “tendencia centralista” liderada por el grupo porteño que controlaba el Segundo
Triunvirato y, a partir de 1814, el Directorio.
Por otro lado, quienes propugnaban una forma de gobierno con amplias autonomías para las ciudades
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recibieron el nombre de “tendencia federal ”. Ésta tuvo su epicentro en la Banda Oriental, bajo su líder
revolucionario Artigas, quien comenzó a expandir su poder e influencia sobre Entre Ríos, Corrientes,
Santa Fe, las zonas de las Misiones y, durante un breve período, Córdoba.
En 1814 la Asamblea crea el Directorio: poder ejecutivo unipersonal con el título de “Director Supremo
de las Provincias Unidas”. Ocupó el cargo por primera vez Gervasio Antonio de Posadas.
En 1814 comienza la guerra civil entre las fuerzas del Directorio y las tropas lideradas por Artigas que,
unificadas bajo la Liga de los Pueblos Libres con Artigas como Protector, agrupaban a la Banda Oriental,
Entre Ríos, Corrientes, Santa fe y se pronunciaban por una forma de gobierno confederal.
Los enfrentamientos del litoral con las fuerzas porteñas fueron constantes y para 1815, el territorio
revolucionario en América está dividido en dos:
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I Congreso.
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Chiaramonte: “…sin embargo, bajo la denominación “federal” se acogían distintas alternativas: los términos
“federal”, federación” y “confederación” fueron utilizados de manera indistinta en todo este período.”
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En abril de 1815 Alvear cae producto de una revolución armada, producto de la sublevación de su
ejército con el que iba a reprimir la insurrección de los santafecinos apoyada por Artigas.
La Asamblea fue disuelta, lo cual terminó también con la primera experiencia constituyente. Así, pues,
la Asamblea del año XIII no cumplió con sus principales cometidos: declarar la independencia y dictar
una constitución.
La acefalía fue cubierta por el Cabildo de Buenos Aires que formó un gobierno provisorio, que quedó en
manos de Álvarez Thomas como director supremo y de una Junta de Observación de cinco miembros.
Ésta debía dictar un Estatuto Provisorio donde se asumía el compromiso de convocar a un nuevo
congreso constituyente, a realizarse en la ciudad de Tucumán.
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Congreso de Tucumán en 1816 . Proclamación de la independencia en las Provincias Unidas de
Sudamérica:
Para 1816 se reafirman los vínculos entre el Interior y Buenos Aires, pero se mantiene el
enfrentamiento con las provincias del litoral, cuyos representantes no asisten al Congreso.
Los que llegaron a Tucumán se constituyeron en asamblea en marzo de 1816 y designaron presidente a
Francisco Narciso de Laprida. En mayo se eligió Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón.
El nuevo Congreso Constituyente reunido en Tucumán el 9 de julio de 1816, declaró la independencia
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de las Provincias Unidas de Sudamérica de la dominación española y de toda otra dominación
extranjera.
A comienzos de 1817 el Congreso constituyente se trasladó a la ciudad de Buenos Aires para dictar una
constitución. Éste fue deslizándose hacia posiciones cada vez más centralistas.
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II Congreso.
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El Virreinato del Río de la Plata se había transformado en las Provincias Unidas del Río de la Plata, negándose a
formar parte de la nueva nación creada en las Cortes de Cádiz y, luego de la declaración de la independencia, en las
Provincias Unidas de Sudamérica.
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Por el otro, la guerra civil entre Buenos Aires y el Litoral que dirige Artigas: Corrientes estaba bajo la
autoridad del caudillo artiguista Andresito. En Entre Ríos se había impuesto desde 1817 la figura de
Francisco Ramírez, jefe aliado a Artigas. En Santa Fe, en 1818 Estanislao López, jefe de blandengues,
reemplazó en el gobierno santafecino a Mariano Vera y enfrentó a las fuerzas enviadas por el Directorio.
En 1819 el Congreso sanciona una Constitución que establecía un poder ejecutivo unipersonal y un
Poder Legislativo. Es rechazada por las provincias por su marcado centralismo. Pueyrredón renuncia al
cargo de director supremo.
1820: Disolución del poder central y surgimiento de nuevas entidades territoriales autónomas, las
provincias, que, sin renunciar a unirse en un pacto constitucional, fueron organizando sus instituciones
siguiendo el molde republicano:
En abril de 1819, el brigadier general José Rondeau asume como director supremo, luego de la renuncia
de Pueyrredón al cargo.
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En noviembre de ese año estalló una revolución dirigida por Bernabé Aráoz que declaró a la provincia de
Tucumán autónoma del poder central.
En 1820 parte del ejército del Norte, liderado por el general cordobés Juan Bautista Bustos, se sublevó
en la posta de Arequito y se negó a apoyar con las armas al director supremo. Convocó a un congreso
de todas las provincias, desafiando y desobedeciendo al Directorio y al Congreso que había dictado la
Constitución de 1819.
Se reanuda el enfrentamiento armado entre el ya muy debilitado poder central y el litoral: Santa Fe
sanciona su primer estatuto constitucional; su gobernador es Estanislao López. Francisco Ramírez,
lugarteniente de Artigas y luego gobernador de Entre Ríos, une sus fuerzas a las de López y avanza sobre
Buenos Aires. El general Rondeau salió a la campaña a enfrentarlos. Las escasas fuerzas del ejército
nacional fueron derrotadas por los caudillos del litoral en la Batalla de Cepeda.
Bajo la presión de los vencedores, el Cabildo asumió provisoriamente el poder, obligando al Directorio
y al Congreso a autodisolverse; Buenos Aires se constituyó como provincia independiente: su autoridad
ya no se extendía a todos los territorios rioplatenses, sino a la ciudad de Buenos Aires y su entorno rural.
Comienzo de las autonomías provinciales: las provincias que emergían como nuevos sujetos políticos
con epicentro en sus cabildos cabeceras, quedaron en una situación de autonomía. A falta de un
gobierno central, se unen a través de pactos.
el “día de los tres gobernadores”: Ramos Mexía, el general Soler, designado gobernador por grupos
disidentes de la campaña, y el Cabildo de Buenos Aires, que asumía el gobierno; ninguno de ellos tenía
el control efectivo de la situación.
El Cabildo convocó a la elección de una nueva junta que designara gobernador. Esta nombró a Manuel
Dorrego para el ejercicio del poder ejecutivo.
En agosto se eligió una nueva Sala de Representantes, que resolvió ratificar en el cargo a Dorrego. Éste
decidió enfrentar a Estanislao López, a quien venció en la batalla de Pavón, el 2 de septiembre, aunque
después resultó derrotado por el caudillo santafecino en la batalla de Gamonal.
El 26 de septiembre, la Junta de Representantes nombró gobernador a Martín Rodríguez, apoyado por
las milicias de campaña al mando de Rosas
Rodríguez inició las tratativas de paz con López, concretadas el 24 de noviembre de 1820 con la firma
del Tratado de Benegas. Allí se aseguraba la paz entre Buenos Aires y Santa Fe, pero quedaba
desplazado el caudillo entrerriano, Francisco Ramírez. La unión de los Pueblos Libres del litoral se había
quebrado.
de ultramar para exportar los productos -básicamente cueros, pero también tasajo, sebo y otros deri-
vados- y con un gobierno dispuesto a garantizar tanto el orden y la paz política como la recomposición
de la economía fueron variables cruciales para obtener el apoyo de los sectores económicamente
dominantes.
Sin embargo, el experimento político desplegado en Buenos Aires entre 1821 y 1824, conocido como la
"feliz experiencia”, no llegó a concretarse en una constitución escrita hasta 1854.
Modernizar el espacio político: era necesario, en primer lugar, garantizar un orden político estable y
legítimo. La sanción de la ley electoral de 1821, destinada a establecer las reglas para elegir diputados a
la Sala de Representantes de la provincia, encargada a su vez de designar al gobernador. La ley de
sufragio cristalizó un régimen representativo de elección directa, de sufragio activo amplio, estaban
habilitados para votar “todos los hombres libres”. La ley de supresión de los dos cabildos existentes en
la provincia -el de Buenos Aires y el de Lujan-, sancionada en 1821. Se crearon los órganos dependientes
del poder ejecutivo, como los ministerios de Gobierno, Hacienda y Guerra. La Sala de Representantes,
surgida durante la crisis del año 20, devino en poder legislativo de la provincia. La ley de reforma militar,
aprobada por la Sala en noviembre de 1821, redujo drásticamente el aparato militar heredado de la
revolución. La Ley de Prensa dictada en 1821 otorgó un amplio margen de libertad al periodismo local.
Además del impulso otorgado a la Biblioteca Pública se crearon la Academia de Medicina, la de Ciencias
Físicas y Matemáticas y la de Música. Se dio nuevo estímulo a la enseñanza del Derecho, la formación de
la Sociedad Literaria responsable de la publicación del periódico El Argos de Buenos Aires y de una
revista literaria La Abeja Argentina. Se reorganizó la Casa de Expósitos y se creó la Sociedad de
Beneficencia. La fundación de la Universidad de Buenos Aires, en 1821.
Reorientar la economía: el campo se estaba convirtiendo en el escenario de una expansión ganadera.
Estimular la producción rural implicaba expandir las tierras disponibles y exportar el producto en el
mercado internacional. La exportación creciente podría corregir el desequilibrio de la balanza comercial
y acrecentar las importaciones, cuyos derechos de entrada por el puerto constituían el principal
recurso fiscal del gobierno. Para mejorar la producción rural, el gobierno creó el Departamento
Topográfico destinado a establecer el catastro territorial de la provincia, se dictó en 1822 la ley de
enfiteusis y se elaboraron planes de inmigración. En el campo financiero, la creación del Banco de
Descuentos, una Bolsa de Comercio y una serie de medidas para atraer capitales y obtener préstamos.
En la década de 1820, Buenos Aires había reemplazado la arruinada economía del litoral,
transformándose en la principal región ganadera del país. Esta expansión, que predominó en las
tierras recién conquistadas al indio cuando la frontera comenzó a avanzar hacia el sur del río Salado.
En julio de 1824, se contrató un empréstito con la firma Baring Brothers & Co., de Londres, cuyos
fondos serían utilizados para la construcción del puerto, las obras sanitarias de Buenos Aires y el
establecimiento de pueblos en la campaña.
El desenlace de la guerra contra el Brasil disminuyó notablemente el comercio exterior y obligó a
invertir importantes recursos en el sostenimiento del ejército. El empréstito de la Baring Brothers se
convirtió rápidamente en un negocio ruinoso tanto para los prestamistas como para el estado.
La predominancia de la economía bonaerense sobre el resto de las regiones se basó en la posesión de
un puerto privilegiado que, a través del comercio marítimo, le permitió absorber los recursos de su
Aduana y capitalizar en su provecho los beneficios obtenidos a través del librecambio. Por esta razón,
la Aduana y la libre navegación de los ríos fueron siempre los grandes temas que enfrentaron a
Buenos Aires con el resto de las provincias, especialmente las del litoral.
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1824 - 1827: Nuevo Congreso Constituyente procura la organización de un estado nacional:
La posibilidad de que Gran Bretaña reconociera la independencia requería una unidad político-estatal
de la que el Río de la Plata carecía.
La ocupación brasileña de la Banda Oriental se había convertido en un fuerte elemento de presión.
Ambas cuestiones actualizaron, en un clima de cierta urgencia, el debate en torno a la reunión de un
nuevo congreso de todas las provincias para establecer definitivamente una constitución nacional.
El Congreso inició sus sesiones el 16 de diciembre de 1824, con diputados elegidos por las provincias.
La primera disposición tomada por el Congreso fue dictar la Ley Fundamental en enero de 1825. Dicha
ley declaró constituyente a la asamblea y estableció que, hasta que se sancionara una constitución, las
provincias se regirían por sus propias instituciones, delegando provisoriamente las funciones del
poder ejecutivo nacional en el gobierno de Buenos Aires. Pocos días después se firmó el Tratado de
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III Congreso.
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Amistad, Comercio y Navegación con Gran Bretaña, en el que se ratificó el reconocimiento de la inde-
pendencia de las Provincias Unidas (ya lo habían hecho Brasil y Estados Unidos en 1822) y en el que
Inglaterra obtuvo el tratamiento de “nación más favorecida”. Las relaciones internacionales fueron
asumidas por Buenos Aires.
A fines de 1825, el Congreso dispuso doblar el número de sus miembros. La nueva elección favoreció al
grupo porteño liderado por Rivadavia, aunque permitió también el ingreso de algunos líderes de la
oposición porteña, como Dorrego y Manuel Moreno (hermano de Mariano), en representación de otras
provincias.
Brasil había declarado la guerra en diciembre de 1825 y bloqueó el puerto de Buenos Aires, cuando el
Congreso declaró la incorporación de la provincia oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
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Esta escisión no se tradujo en la identificación de porteños-unitarios versus provincianos-federales
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“voluntad general” de éstas. Tal descrédito condujo a la renuncia del presidente provisional y a la
disolución del Congreso en junio de 1828. Moría la tentativa de conformar una unidad político-
constitucional con las provincias.
Las provincias en situación de autonomía se dividieron en dos grandes bloques: la Liga Unitaria del
Interior y la Liga Federal de las Provincias del Litoral. La guerra civil terminó con la derrota de la Liga
Unitaria y el triunfo del Partido Federal en Buenos Aires y el resto de la “Confederación argentina”:
El conflicto interprovincial reapareció y la guerra civil se reanudó.
Mientras que en Buenos Aires los unitarios liderados por Lavalle habían sido vencidos por las fuerzas
federales, el general unitario José María Paz avanzó sobre Córdoba, obteniendo una victoria decisiva
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Fractura del Partido Federal porteño a partir de 1830, acentuada cuando Rosas al terminar su mandato,
rechaza la reelección y emprende la Campaña al Desierto, con el fin de avanzar sobre la frontera
indígena y consolidarla:
La situación se tornó más tensa en 1830, cuando la Sala, que contaba aún con una mayoría favorable al
gobernador, aprobó la ampliación de las facultades extraordinarias por tiempo indeterminado.
En diciembre de 1832, la Sala reeligió a Rosas en el cargo de gobernador, aunque sin acordarle las
facultades extraordinarias; éste no aceptó un nuevo mandato. Luego de insistir varias veces en el
ofrecimiento, la Legislatura decidió elegir como nuevo gobernador a Juan Ramón Balcarce, un general
que acababa de participar en la guerra contra Paz. El general Enrique Martinez, primo del nuevo
gobernador, pasó a ocupar el Ministerio de Guerra.
Rosas reasumió su cargo de comandante general de campaña y se lanzó a concretar un proyecto de
expedición contra los indios que habitaban las tierras situadas al norte del río Negro, con el fin de
extender la frontera e incorporar nuevas tierras a la esfera de producción. Partió en marzo de 1833.
En esos años, la expansión ganadera, facilitada por el fluido vínculo que los grupos hacendados de la
provincia mantuvieron con el comercio internacional, había encontrado un respaldo explícito por parte
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del gobierno.
La reticencia del gobierno de Balcarce a enviar los recursos necesarios fue suplida por la colaboración de
los hacendados más poderosos de Buenos Aires, que no dudaron en solventar una acción que
consideraban indispensable para sus intereses.
A través de una política que combinó la fuerza militar con la negociación pacífica de Rosas con las
diferentes parcialidades indígenas, se logró pacificar la frontera por varios años.
La expedición culminó con el retomo triunfal de Rosas. Al título de Restaurador de las Leyes otorgado
en 1829 se le sumó ahora el de conquistador del desierto: comenzaba a consolidarse la tendencia del
culto a su persona.
Entre 1833 y 1835, los conflictos dentro del Partido Federal bonaerense alcanzan gran virulencia, a la
vez que se reavivan los enfrentamientos entre algunas provincias:
A mediados de 1833, ambos bandos se enfrentaron en las elecciones para renovar los representantes de
la Sala, y armaron sus propias listas: los llamados “federales cismáticos”, aquellos que no respondían a
las directivas de Rosas y que eran mayoría en la Legislatura, y los “federales apostólicos'’, leales al ex
gobernador.
Las elecciones le dieron el triunfo a la lista de los federales disidentes o “lomos negros” (opositores a
Rosas), reafirmando su hegemonía en la Sala de Representantes.
La propuesta de los cismáticos era sancionar una carta orgánica que, además de garantizar la división de
poderes y las libertades individuales, estableciera que el cargo de gobernador sólo se ejercería por tres
años, sin posibilidad de reelección por el término de seis años. Además, la prohibición del otorgamiento
de facultades extraordinarias al poder ejecutivo.
En 1833 el gobierno dispuso procesos a diferentes periódicos y papeles públicos, incriminando primero
al que llevaba el nombre de Restaurador de las Leyes, de tendencia rosista. Los apostólicos movilizaron a
sus seguidores a la Plaza de la Victoria para demostrar su oposición al gobierno. Los rosistas fueron
reprimidos por la policía; huyeron a Barracas, donde se organizaron para enfrentar a las fuerzas del
gobierno, a las que vencieron con rapidez.
Este episodio, conocido como “Revolución de los Restauradores”, obligó al ministro Martínez y al
gobernador Balcarce a renunciar.
En noviembre, la Legislatura designó a Juan José Viamonte en el cargo de gobernador.
El nuevo gobernador quiso desarrollar una política conciliadora entre ambos bandos, pero los leales a
Rosas se lanzaron a amedrentar a los opositores a través de acciones directas. Encarnación Ezcurra
organizó a algunos fieles seguidores en una suerte de club que adoptó el nombre de “Sociedad Popular
Restauradora”, apelando a la amenaza y a la violencia física.
Los federales opositores a Rosas comenzaron a transitar el exilio. La provincia de Entre Ríos y la Banda
Oriental del Uruguay comenzaron a recibir a federales disidentes, mientras el gobierno de Viamonte se
debilitaba cada vez más.
Viamonte renunció en junio de 1834.
La Sala eligió como nuevo gobernador a Juan Manuel de Rosas. Sin embargo, dado que la designación no
incluía el otorgamiento de las facultades extraordinarias, éste puso en marcha el ritual de la renuncia,
tal como lo había hecho dos años antes. Dado que la Sala no estaba dispuesta a entregar tales facul-
tades, decidió nombrar gobernador a Manuel Vicente Maza, íntimo amigo de Rosas y presidente de la
Legislatura.
El nuevo gobernador no encontraba ministros dispuestos a acompañarlo, al tiempo que la derrota de los
cismáticos era total.
En 1835 el caudillo riojano Facundo Quiroga, enviado desde Buenos Aires como mediador, fue asesinado
en una emboscada:
El riojano, luego de deliberar con los gobernadores de Santiago del Estero, Tucumán y Salta, logró la
firma de un tratado de amistad entre las tres provincias y emprendió el regreso a Buenos Aires. Así fue
como encontró la muerte en Barranca Yaco el 16 de febrero de 1835.
Quedaba vacante el liderazgo regional ejercido por Quiroga en las provincias del interior. En el litoral,
las polémicas entre Corrientes y Buenos Aires en ocasión de la firma del Pacto Federal de 1831 habían
quedado acalladas luego de la derrota del general Paz y de la creciente hegemonía de Rosas.
Entre 1835 y 1839, creciente control del espacio público y político. Régimen republicano de tipo
unanimista y plebiscitario:
En el plano electoral, la unanimidad fue producto del reemplazo por parte de Rosas de la lógica política
instaurada en la época rivadavíana y vigente hasta 1835, fundada en la deliberación de las listas de
candidatos en el interior de la elite, por un sistema de lista única en el que todos debían votar “sin
disidencias”.
Respetando la ley electoral de 1821, Rosas continuó celebrando anualmente las elecciones para renovar
los diputados de la Sala de Representantes, que además ejercía la representación exterior de la
Confederación. La Legislatura acogió a sectores más vinculados al poder económico-social o a militares y
sacerdotes leales al gobernador.
Esto se combinó con los plebiscitos realizados durante el período en los que los habitantes de la
provincia reclamaban la reelección de Rosas con la suma del poder público, ritual que incluía la renuncia
al cargo por parte de Rosas y su posterior asunción.
Los actos comiciales le servían para demostrar el consenso del que gozaba, en especial de los sectores
populares.
El castigo a los disidentes: para ello se apeló a diversos instrumentos de control sobre la prensa
periódica (libertad de expresión), el derecho de reunión, las asociaciones y espacios públicos (las
asociaciones de la sociedad civil fueron sometidas a un creciente control. Rosas impuso la necesidad de
autorización previa para realizar cualquier tipo de reunión, y ya en 1837 denunció a los miembros del
Salón Literario de Marcos Sastre como enemigos de la Federación. En dicho Salón se reunían los jóvenes
que conformaron la generación romántica en el Río de la Plata -conocida como la “Generación del 37”-,
entre quienes se encontraban Esteban Echeverría, líder del movimiento, Juan Bautista Alberdi, Juan
María Gutiérrez, Félix Frías, José Mármol y Vicente Fidel López). Las únicas formas asociativas que sobre-
vivieron durante el rosismo fueron las sociedades africanas con las que Rosas mantuvo una clásica
relación de protección a cambio de fidelidad.
También se apeló a la depuración de la administración pública y a un aparato represivo cada vez más
sofisticado.
Orden federal peculiar. Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires y representante exterior de la
Confederación, con lo cual extendió su poder al conjunto de las provincias, asegurando la hegemonía de
Buenos Aires y conteniendo el desarrollo de las provincias:
Como encargado de las relaciones exteriores (facultad otorgada al ejecutivo bonaerense para cuya
ejecución no debía consensuar con ninguna representación de las provincias) tenía Rosas un punto de
apoyo para ejercer un dominio sobre el conjunto de las provincias sin reclamar la calidad de capital,
pero lo sustentó sobre todo en su influencia personal y en el poder económico de Buenos Aires.
El puerto de Buenos Aires seguía siendo la mayor fuente de riqueza para el fisco y proporcionaba
pingües beneficios tanto a los comerciantes de la ciudad (burguesía comercial porteña) como a los
productores de cueros y tasajos que se preparaban en las estancias y saladeros (estancieros y
saladeristas bonaerenses). De esas ventajas no participaban las provincias del interior, pese a la
sumisión de los caudillos federales. Las industrias locales siguieron estranguladas por la competencia
extranjera y los estancieros del litoral y del interior continuaron ahogados por la competencia de los
de Buenos Aires.
Rosas no vaciló en prohibir el paso de buques extranjeros por los ríos Paraná y Uruguay.
Paradójicamente la Federación extremó los términos del antiguo monopolio y acentuó el
empobrecimiento de las provincias interiores aisladas por sus aduanas interprovinciales.
Desarrolló el paternalismo político, asimilando la convivencia social a las formas de vida propias de la
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estancia, en la que el patrón protege pero domina a sus peones; abandonó la misión educadora del
Estado prefiriendo que se encargaran de ella las órdenes religiosas; destruyó los cimientos del progreso
científico y técnico; canceló las libertades públicas e individuales identificando la voluntad de Rosas con
el destino nacional; combatió todo intento de organizar jurídicamente al país, sometiéndolo a la más
severa centralización.
Apoyo del sector poderoso: la economía de Buenos Aires, montada sobre el saladero y la aduana,
permitió el acrecentamiento de la riqueza; así se formó el más fuerte de los sectores que lo apoyaron,
el de los estancieros y propietarios de saladeros que se enriquecían con la exportación de cueros y
especialmente del tasajo que se enviaba a los Estados Unidos y el Brasil para nutrir a los esclavos de
las plantaciones. Y así se constituyó, a través de la aduana porteña, la riqueza pública que permitió a
Rosas ejercer una vigorosa autoridad sobre las empobrecidas provincias interiores.
El tráfico de cueros y tasajos beneficiaba a comerciantes ingleses y norteamericanos que, a su vez,
importaban productos manufacturados y harina; y este sector, que acompañaba a los numerosos
estancieros británicos dispersos por la campaña bonaerense ayudó a Rosas, entre otras maneras,
suscribiendo el empréstito de cuatro millones de pesos que lanzó en su primer gobierno.
Fuerte apoyo popular: Rosas había sabido atraerse la simpatía de los gauchos de la campaña
bonaerense y con ellos constituyó su fuerza militar. También se atrajo a las masas suburbanas y se
aproximó a los negros libres o esclavos.
La estancia atrasada: hubo algunos ganaderos ingleses que procuraron mejorar la cría y uno de ellos,
Ricardo Newton, alambró por primera vez un campo para obtener ovejas mejoradas, de cuya lana
comenzaba a haber gran demanda en el mercado europeo. Pero la rutina siguió predominando y la
estancia siguió siendo abierto campo de cría de un ganado magro destinado al saladero y en la que
prácticamente no tenía lugar la agricultura.
La Santa Federación: orden republicano y federal que superaba ampliamente las fronteras de Buenos
Aires:
Buenos Aires como centro de la Santa Federación: una federación que no era estrictamente un orden
confederal ni un sistema federal de gobierno, sino una compleja ingeniería política que presuponía un
orden supraprovincial que reposaba sobre la provincia más poderosa, Buenos Aires, y más
específicamente sobre su Primera Magistratura, ejercida a través de un régimen unanimista y
plebiscitario centrado en la figura de Juan Manuel de Rosas. Así, en esta etapa, el gobierno de Buenos
Aires se lanzó a reconquistar el territorio de la ahora llamada Federación, aunque sin pretender erigirse
en capital.
La insistencia de muchos gobernadores y caudillos provinciales de abandonar esa precaria condición
confederal para alcanzar la unidad constitucional, que proclamaban de carácter federal, se vio
constantemente vetada por la negativa de Rosas y su séquito a reunir un congreso constituyente.
La negativa de Rosas a dictar una constitución nacional no era ajena al consenso existente entre los
sectores dominantes de la provincia de que, con ella, Buenos Aires perdería el monopolio económico-
comercial del que gozaba. Los sectores más vinculados a la expansión ganadera y al comercio
internacional no querían renunciar ni al ejercicio autónomo de su soberanía ni a los beneficios
económicos de ella derivados. Buenos Aires quería ser ciudad rectora sin pagar el costo de ser capital
y evitar repartir los recursos que podía usar la provincia para su único provecho.
Invocando la identidad federal, su nuevo líder podía ejercer el control sobre los gobiernos provinciales
al tiempo que enfatizaba la autonomía de las provincias, a través de mecanismos que combinaban los
pactos, las intrigas, la amenaza del uso de la fuerza y la movilización de las tropas: para ello se valió de
tácticas que combinaban la búsqueda de consenso a través del vínculo personal con gobernadores,
caudillos, con una fuerte dosis de amenaza de coerción si el destinatario de turno no acataba sus
directivas.
El orden que comenzaba a imponerse hizo de la consigna federal un uso tan ambiguo como eficaz a la
hora de imponer un orden centralizado dominado desde Buenos Aires a todo el territorio de la
Confederación.
No se toleraría ninguna administración unitaria, haciendo uso del derecho de intervención en la
organización política de las provincias. Si bien el Pacto Federal de 1831 no contemplaba tal derecho,
ésta constituyó una práctica muy frecuentada por Rosas luego de 1835.
El gobernador de Buenos Aires procuró desde un comienzo extender su dominio sobre las provincias. En
el caso de Córdoba, luego del asesinato de Quiroga, Rosas utilizó sus atribuciones como encargado de
las relaciones exteriores para presionar al gobernador de esa provincia, Reinafé, a quien se le atribuía la
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instigación del crimen del caudillo, a que abandonase el cargo y se sometiera a un tribunal confederal.
El gobernador de Buenos Aires se hizo cargo del juicio a Reinafé y a los imputados del crimen de
Quiroga, que culminó con un castigo ejemplar: todos fueron colgados y exhibidos en la Plaza de la
Victoria.
La muerte del caudillo riojano había dejado vacante el liderazgo regional en las provincias del interior.
Quien se perfilaba para sustituirlo era Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán desde 1832, que no
gozaba del beneplácito de Rosas.
En otras provincias, el gobierno de Buenos Aires intervino directamente, como fue el caso de San Juan,
donde el gobernador desde 1834, Martín Yanzón, fue acusado de unitario y obligado a abandonar el
cargo.
La Ley de Aduana:
En diciembre de 1835, con el propósito de apaciguar los reclamos, el gobierno de Buenos Aires sancionó
una Ley de Aduana, con la cual se intentaba atenuar los efectos más perniciosos sufridos por las
provincias a partir de la vigencia del librecambio y negociar así un intercambio que, aunque seguía
siendo desigual respecto de los beneficios obtenidos por Buenos Aires en la medida en que no afectaba
el exitoso rumbo ganadero y exportador de su economía, evitaba una salida constitucional. El criterio
proteccionista utilizado al establecer aranceles para ciertos productos de importación que podían
competir con producciones locales de algunas regiones -incluida Buenos Aires-, intenta dar mayor
equilibrio a las balanzas de pago de las provincias, siempre deficitarias. La ley no cumplió con los
objetivos propuestos debido a los conflictos que enfrentó la Confederación luego de 1838.
El bloqueo francés del puerto de Buenos Aires entre 1838 y 1840: a su vez Francia, que buscaba nuevas
áreas para su expansión, había puesto pie en Montevideo por donde se exportaban ya grandes
cantidades de tasajo. Ahora se oponía a Inglaterra, principal beneficiaria del comercio bonaerense. Una
flota francesa estableció el bloqueo del puerto de Buenos Aires, mientras Rivera lograba derrotar a
Echagüe en la batalla de Cagancha y le declaraba la guerra a Rosas por intervenir en la política interna
oriental a favor de Oribe.
La campaña militar de Juan Lavalle: los unitarios argentinos que habían emigrado a Montevideo,
encabezados por el general Juan Lavalle, hallaban eco en la joven “Generación del 37”. Juan Lavalle
encabezó una campaña militar para derrocar a Rosas con el apoyo de los emigrados en Montevideo,
de Fructuoso Rivera y de Francia.
La “conspiración de Maza” en la ciudad de Buenos Aires: El coronel Ramón Maza, contando con el
apoyo de Juan Lavalle, organizó una conspiración que ocupó la isla de Martín García; pero el
movimiento fue descubierto y Maza fusilado.
Un movimiento armado contra Rosas en la provincia de Buenos Aires: el levantamiento que
preparaban en Dolores y Chascomús los "Libres del Sur", Manuel Rico y Pedro Castelli, al que Lavalle no
pudo apoyar, fue derrotado en noviembre de 1839 por Prudencio Rosas haciendo severísimo
escarmiento. La provincia quedó entonces en paz.
El cede del bloqueo francés en octubre de 1840: Rosas había adoptado la estrategia de resistir el
bloqueo, a la espera de que un mayor acercamiento con Gran Bretaña empujara a los franceses a una
decorosa retirada. Su táctica resultó exitosa. El tratado Mackau-Arana estipuló la devolución de Martín
García y el levantamiento del bloqueo a cambio ¿del goce de los derechos reclamados para los ciu-
dadanos franceses? El tratado proporcionaba la regularización del comercio y de toda la actividad
económica dependiente de la exportación.
La prensa periódica y toda la maquinaria del régimen se puso en marcha para instaurar un clima de
terror en la población, dejando claro cuál sería el destino de quienes desafiaran el poder del goberna-
dor.
Mientras los acusados de “traidores a la patria” eran severamente castigados, los defensores de la
Santa Federación comenzaron a ser premiados con recompensas en tierras, confiscadas a los
participantes de la rebelión.
Desde 1840, el régimen rosista consolida su maquinaria unanimista y plebiscitaria en Buenos Aires:
Los plebiscitos asumieron la forma de tradicional petición en las que se solicitaba la reelección de Rosas
con los mismos poderes conferidos cinco años atrás.
El ritual plebiscitario no habría sido lo suficientemente convincente si no le seguía, una vez más, la
renuncia tantas veces reiterada por el gobernador. Este gesto obligaba a la Sala a duplicar la apuesta y a
invocar el mandato del pueblo, para que Rosas aceptara el cargo.
El régimen de terror consigue “pacificar” la provincia de Buenos Aires pero no la acción de los opositores
en el exilio:
El orden y la paz “de los cementerios” alcanzados en Buenos Aires se extendieron al conjunto de la
Confederación. Los conflictos y amenazas luego de 1843 estuvieron ubicados fuera de las fronteras de la
república unanimista.
El bloqueo anglofrancés del puerto de Buenos Aires entre 1845 y 1850: El sitio de Montevideo
mantenido por las tropas de Oribe -que duró nueve años- estuvo apoyado por la intervención de Rosas.
Tal intervención desató la reacción de Francia e Inglaterra que decidieron llevar a cabo un bloqueo
conjunto para defender sus negocios con el puerto oriental. En tal decisión influyeron las presiones
ejercidas por los exiliados antirrosistas en Montevideo.
Ambas potencias le exigieron a Rosas el retiro de su escuadra de la república oriental; como éste se
negó, la flota anglofrancesa bloqueó el puerto de Buenos Aires entre 1845 y 1850.
Una vez más se vieron deteriorados los negocios de hacendados y comerciantes, las economías
provinciales y el fisco de Buenos Aires. Pero la estrategia de resistir el bloqueo, ya utilizada entre 1838 y
1840, volvió a dar sus frutos.
Con el levantamiento del bloqueo, Rosas logró, entre otras cosas, que frente al constante reclamo de la
libre navegación de los ríos, las potencias admitieran que la navegación del río Paraná era un problema
interno a la Confederación.
M. Peña: “Pero en 1849, cuando Rosas llega a un acuerdo con Inglaterra por el cual este país reconoce el
monopolio portuario de Buenos Aires comprometiéndose a no navegar los ríos interiores, el Litoral ve
cerrarse la fuente de su prosperidad.”
Uruguay y el bloqueo anglo-francés en Buenos Aires habían estimulado la economía entrerriana. Sus
estancieros -entre los que se encontraba el propio Urquiza- se habían convertido en los proveedores de
la sitiada Montevideo. Por ello, el gobernador más poderoso del litoral tenía sumo interés en sostener el
tráfico costero con la capital uruguaya.
La situación se precipitó cuando Francia e Inglaterra decidieron en 1850 levantar el bloqueo del
puerto bonaerense. El monopolio ejercido por Buenos Aires respecto al comercio ultramarino, la
Aduana y la libre navegación de los ríos se convirtió, finalmente, en una de las causas detonantes del
conflicto que derrocó a Rosas.
Por otro lado, desde tiempo atrás, Rosas mantenía con Brasil una situación conflictiva. Brasil apoyaba al
gobierno de Montevideo; Rosas, a Oribe. Esto impulsa a que Brasil rompa sus relaciones con la
Confederación.
A comienzos de 1851, al rompimiento de relaciones entre la Confederación Argentina y el Brasil se
sumó el pronunciamiento de Urquiza del 1° de mayo de 1851: Con el pronunciamiento, el gobernador
de Entre Ríos aceptó literalmente el ritual de la renuncia, tantas veces escenificado, en el que Rosas
declinaba la representación de las relaciones exteriores de toda la Confederación. Urquiza reasumió
tales facultades, delegadas siempre en el gobierno de Buenos Aires. Sólo Corrientes, su gobernador
Virasoro, se adhirió al pronunciamiento. La legislatura bonaerense declaró a Urquiza traidor y loco.
A fines de mayo de 1851 se sella la alianza militar contra Rosas, de Urquiza con Corrientes y luego con
Brasil y Uruguay, que permitió la formación del Ejército Grande: La campaña militar se inició en
Montevideo, Urquiza obligó a Oribe a levantar el sitio de Montevideo. A esa altura, algunos de los
exiliados, como Sarmiento y Mitre, se unieron al Ejército Grande comandado por Urquiza.
Poco después cruzó Entre Ríos, invadió Santa Fe y se presentó frente a Buenos Aires. Sin embargo, a
medida que Urquiza se acercaba a Buenos Aires, no encontraba más que una actitud hostil por parte de
los pobladores de la campaña. Rosas seguía manteniendo en su provincia un apoyo incondicional por
parte de gran parte de la población.
El 3 de febrero de 1852, la rápida y contundente derrota del ejército de Rosas en Caseros condujo al
Restaurador de las Leyes a embarcarse inmediatamente hacia Inglaterra. Rosas partió al exilio, que se
prolongó hasta su muerte, en 1877, con muy escasos recursos; una vez instalado en Inglaterra, no le fue
posible vivir de las rentas de sus tierras porque éstas le fueron confiscadas.
No obstante, supo agradecer a Urquiza, su oponente, el haber intentado restituirle sus propiedades y el
envío regular de una suma de dinero que el vencedor de Caseros le giró a título personal.
Ciertamente, el largo estancamiento provocado por la estrecha política económica de Rosas
contrastaba con las inmensas posibilidades que abría la revolución industrial operada en Europa:
mientras Buenos Aires perpetuaba la economía de la carreta y el saladero, se extendían en Europa los
ferrocarriles y los hilos telegráficos y se generalizaba el uso del vapor como fuente de energía para
maquinarias modernas de alta productividad; la creciente población de las ciudades requería un
intenso desarrollo industrial, y éste, a su vez, un constante aprovisionamiento de materias primas.
Era, pues, una extraordinaria oportunidad que se ofrecía al país.
La crisis era inevitable luego de las experiencias revolucionarias que había sufrido Europa en 1848 donde
el viejo absolutismo declinaba y el liberalismo triunfaba, identificado con la forma de la democracia que
la burguesía triunfante, hija del desarrollo industrial, prefería.
Lo que sigue está tomado solo del libro de Romero, que es muy resumido. Conviene utilizar el manual
recomendado por la Cátedra: SÁBATO, Hilda: Historia de la Argentina, 1852-1890; Siglo Veintiuno
Editores; Buenos Aires; 2012.
Urquiza convocó a elecciones para la legislatura de Buenos Aires, donde fue elegido Vicente López como
gobernador. Luego convocó una conferencia de gobernadores en San Nicolás, de donde salió un
acuerdo para la organización nacional firmado el 31 de mayo de 1852. Se establecía en él la vigencia del
Pacto Federal de 1831 y se sentaba el principio del federalismo, cuya expresión económica era la
libertad de comercio en todo el territorio, la libre navegación de los ríos y la distribución proporcional
de las rentas nacionales. (Urquiza había nacionalizado la Aduana el 28 de agosto de 1852).
Se otorgaban a Urquiza las funciones de Director Provisorio de la Confederación Argentina y se
disponía la reunión de un Congreso Constituyente en Santa Fe para el que cada provincia enviaría dos
diputados.
Las cláusulas económicas y la igualdad de la representación suscitaron la resistencia de la oligarquía
porteña, conformada por los antiguos federales o “federalismo porteño”-grandes estancieros como los
Anchorena, los Alcorta, los Arana, los Vedoya- liderado por Lorenzo Torres, y los antiguos emigrados
unitarios o liberales que conformaban la “burguesía comercial porteña”, nucleada bajo el Partido
Liberal de Buenos Aires, cuyos principales líderes eran Mitre y Alsina, que luego se dividió entre:
- Los autonomistas: Estaba encabezado por Valentín Alsina. Propugnaba por mantener el
aislamiento político y conservar la aduana y el puerto.
- Los nacionalistas: Estaba encabezado por Mitre. Consentía la unificación política pero dirigida
por Buenos Aires.
A su vez, Urquiza contaba con el apoyo del “federalismo bonaerense” conformado por el sector popular
de la campaña bonaerense y liderado por Hidalgo Lagos; y las oligarquías provincianas del resto de las
provincias. Estos sectores estaban nucleados bajo el Partido Federal presidido por Urquiza. El mismo era
unánime en cuanto a sus principios políticos y económicos: federalismo, libre navegación de los ríos y
nacionalización de las rentas aduaneras.
1853: se dicta la Constitución Nacional, aceptada por todos los territorios luego de 1860, una vez
reformada y reconocida por Buenos Aires:
La constitución de los Estados Unidos y Las Bases y puntos de partida para la organización política de
8
la República Argentina , que había escrito Juan Bautista Alberdi en 1852 en Chile, fueron los
8 Alberdi postulaba que “la federación no será una simple alianza entre provincias independientes”, sino que “la
República Argentina será y no podrá ser menos de un estado federativo, una república nacional, compuesta de
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elementos de juicio con que contaron los constituyentes para la redacción de la carta fundamental. El
texto consagró el sistema representativo, republicano y federal de gobierno; se creó un poder
ejecutivo fuerte, pero se aseguraron los derechos individuales, las autonomías provinciales y, sobre
todo, se garantizaron la libre navegación de ríos y la distribución de las rentas nacionales.
El 1° de mayo de 1853 fue firmada la constitución y, por decreto de Urquiza, fue jurada el 9 de julio por
todas las provincias excepto la de Buenos Aires.
Este hecho consumó la secesión. La Confederación por una parte y el Estado de Buenos Aires por otra
comenzaron a organizar su vida institucional. En abril de 1854 se dio este último su propia constitución
Por su parte, la Confederación estableció su capital en Paraná y eligió presidente a Urquiza.
varias provincias, a la vez independientes y subordinadas al gobierno general creado por ellas”.
La Constitución de 1853 prohibió la delegación de facultades extraordinarias y la suma del poder público, tanto por
parte del Congreso al ejecutivo nacional como de las legislaturas provinciales a los gobernadores.
La disputa entre Buenos Aires y el resto de la Confederación sólo quedará resuelta en 1880, cuando Buenos Aíres
sea derrotada y declarada capital de la república.
El lema alberdiano “gobernar es poblar”, que se tradujo muy rápidamente en una deliberada política inmigratoria
que cambió la fisonomía del país, implicaba la invitación realizada en el preámbulo de la Constitución de 1853 a
gozar de la libertad, defensa y bienestar general “a todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo
argentino”.
Gobernar suponía ahora tanto cartografiar los territorios sobre los cuales se pretendía ejercer la autoridad como
censar a quienes los habitaban.
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La Batalla de Pavón, 1861: se consolida la unidad nacional bajo el dominio de Buenos Aires:
Inesperadamente un nuevo conflicto suscitado en San Juan desencadenó otro choque. Una ley de la
legislatura bonaerense declaró entonces nulo el Pacto de San José de Flores y la Confederación
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respondió interviniendo la provincia de Buenos Aires. Pero un ejército mandado por Mitre derrotó a
Urquiza, jefe de las fuerzas de la Confederación, en Pavón el 17 de septiembre de 1861.
Triunfante Buenos Aires y disueltos los poderes nacionales, Mitre asumió interinamente el gobierno de
la Confederación y llamó a elecciones de diputados al congreso, que debía reunirse en Buenos Aires,
donde Mitre había fijado la capital de la República. El 5 de octubre de 1862 fue elegido Mitre
presidente de la Nación y el día 12 asumió el cargo. La unidad nacional quedaba consumada.
La estabilización Política:
Se sucedieron tres presidentes: Mitre de 1862 a 1868, Sarmiento de 1868 a 1874 y Avellaneda de 1874 a
1880.
La cuestión más espinosa era la de las relaciones del gobierno nacional con el de la provincia de Buenos
Aires, del que aquél era huésped; sin embargo no fue menos conflictiva la del establecimiento de la
jurisdicción nacional frente a los poderes provinciales. Fue necesario suprimir las fuerzas militares
provinciales y reorganizar el ejército nacional.
Hubo discrepancia pero en lo fundamental, predominaron las coincidencias porque el cuadro de la
minoría que detentaba el poder, la oligarquía porteña, era sumamente homogéneo y estaba
conformada por una burguesía terrateniente y una burguesía comercial.
Triunfante en Pavón, Mitre representó a los ojos de los caudillos provincianos una nueva victoria de
Buenos Aires; y aunque sanjuanino, Sarmiento ofrecía análoga fisonomía. Para los hombres del interior,
el acuerdo entre Urquiza y los porteños fue una alianza entre las regiones privilegiadas del país.
Contra ella el caudillo riojano Ángel Peñaloza, el "Chacho", encabezó la última insurrección de las
provincias mediterráneas, pero las fuerzas nacionales lo derrotaron a fines de 1863. Igual suerte cupo a
los federales de Entre Ríos encabezados por López Jordán cuando se sublevaron contra Urquiza y lo
asesinaron en 1870.
Entre tanto, la provincia de Buenos Aires procuraba defender su posición dentro de la nación unificada.
Estaba en pie el problema de la residencia del gobierno nacional, que Mitre aspiraba a fijar en la
provincia de Buenos Aires, pero al precio de federalizarla como había pretendido Rivadavia.
Unificada la República, los autonomistas porteños acompañaron a Sarmiento y a Avellaneda,
impuestos por las mayorías provincianas.
En vísperas de las elecciones de 1868 las provincias apoyaron a Sarmiento contra el candidato mitrista,
quedando el jefe del autonomismo porteño, Adolfo Alsina (hijo de Valentín), en calidad de
vicepresidente.
En 1874 volvió a plantearse la cuestión presidencial: las oligarquías provincianas, apoyadas por
Sarmiento, se opusieron a la candidatura de Mitre y propusieron a Nicolás Avellaneda, a quien por un
acuerdo, acompañó otra vez en la fórmula un autonomista bonaerense, Mariano Acosta.
Mitre advirtió entonces que las oligarquías provincianas progresaban en la conquista del poder más
rápidamente de lo que él esperaba, y se rebeló contra el gobierno desencadenando una revolución en
1874.
El movimiento porteño fue vencido y Nicolás Avellaneda, tucumano y partidario de la federalización de
Buenos Aires, subió a la presidencia. Cuando concluía su mandato en 1880, adoptó la resolución de
poner fin al problema de la capital de la República al tiempo que ofrecía su apoyo a la candidatura
provinciana del general Roca contra la del gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor.
Carlos Tejedor impulsa la sublevación de Buenos Aires para preservar su autonomía ante el Estado
nacional. Pero la Guardia Nacional bonaerense cayó derrotada por el ejército nacional en junio de
1880.
Poco después, el 20 de septiembre de 1880, una ley del Congreso Nacional convirtió a la ciudad de
Buenos Aires en la capital federal de la República.
pierde a la mayor parte de su población masculina. Brasil y Argentina se apoderan de una parte del
antiguo territorio paraguayo.
Argentina comenzó a mirar hacia Europa, donde las transformaciones técnicas y sociales estaban
creando nuevas y promisorias oportunidades para los productores argentinos: cuando comenzó a
declinar las posibilidades de la industria del saladero por la decreciente demanda de carnes saladas en
los países esclavistas, aumentaba la de lana y cereales en los países industrializados, que desarrollaban
una vigorosa industria textil y preferían dedicar sus majadas a la alimentación de los densos núcleos
urbanos que el desarrollo industrial contribuía a concentrar. Lana y cereales fueron, pues, los productos
que pareció necesario producir. Poco a poco fue venciéndose la resistencia de los saladeristas,
debilitados por la competencia de ganaderos más progresistas -ingleses muchos de ellos- que habían
comenzado a cruzar sus vacunos y sus lanares con reproductores de raza importados de Europa y a
cercar sus campos para asegurar la cría y la selección.
Ahora, unificada la nación, la economía del país adoptó decididamente esa orientación que ofrecía
extraordinarias posibilidades.
Alberdi, preocupado por el problema de la riqueza, había expuesto sus ideas en su estudio sobre El
Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina; Sarmiento atento a las formas de la vida
social, había desarrollado su pensamiento en El Facundo. Cuando llegaron al poder y durante los
dieciocho años que transcurren desde 1862 hasta 1880, pusieron esa teoría en acción para sustituir la
tradicional estructura económico-social del país por una distinta que asegurara otro destino a la
nación. Para ello se enfocaron en la apertura del país a la inmigración.
La inmigración:
Desde 1862 la República comenzó a atraer inmigrantes a los que se les ofrecían facilidades para su
incorporación al país, pero sin garantizarles la posesión de la tierra: así lo estableció taxativamente la ley
de colonización de 1876, donde el Estado entregada sistemáticamente la tierra pública a grandes
poseedores. La consecuencia fue que los inmigrantes que aceptaron venir se reclutaron en regiones de
bajo nivel de vida -especialmente en España o Italia- y de escaso nivel técnico.
Los inmigrantes tenían escasas posibilidades de transformarse en propietarios y se ofrecieron como
mano de obra. La corriente inmigratoria se fijó preferentemente en la zona litoral y en las grandes
ciudades: Buenos Aires, que contaba con 150.000 habitantes en 1865 pasó a tener 230.000 en 1875. Así
comenzó a acentuarse intensamente la diferenciación entre el interior del país y la zona litoral, antes
contrapuestas por sus recursos económicos y ahora también por sus peculiaridades demográficas y
sociales.
La agrupación de las colectividades: El "gringo" adoptó un comportamiento económico que contrastó
con la actitud del criollo, y José Hernández recogió el resentimiento de los grupos nativos frente a la
invasión extranjera en su poema gauchesco Martín Fierro, publicado en 1872. El Estado no buscó el
camino que podía resolver el naciente problema, que era el de transformar a los inmigrantes en
poseedores de la tierra; sólo se propuso, para asimilar al menos a sus hijos, un vasto programa de
educación popular.
La obsesión de Sarmiento, en cambio, fue alfabetizar a las clases populares, "educar al soberano".
Para alcanzar ese objetivo fundó innumerables escuelas dentro de la jurisdicción nacional y propició en
1869 una ley que otorgaba subvenciones a las provincias para que las crearan en las suyas. Un censo
escolar que Sarmiento ordenó realizar mostró la existencia de un 80% de analfabetos en el país, lo cual
lo predispuso para la vasta obra de educación popular que emprendió.
La fundación de la Escuela Normal de Paraná en 1870 y la creación de bibliotecas públicas completó su
labor. Entre tanto, la Universidad de Buenos Aires demostraba nuevas preocupaciones: fue creado el
departamento de ciencias exactas en 1865; de allí salieron los primeros ingenieros que habrían de
incorporarse poco después a los trabajos que el país requería para su transformación.
Política económico-social:
La Argentina se había incorporado definitivamente al ámbito de la economía europea, cuya expansión
requería nuestras materias primas y nos imponía sus manufacturas. Europa ofrecía también el
contingente humano de sus excedentes de población.
A medida que se hibridaba la población del país con los aportes inmigratorios, la oligarquía estrechaba
sus filas. El censo de 1895 acusó un 25% de extranjeros y el de 1914 un 30%. El país crecía: de 3.995.000
habitantes que acusaba el censo de 1895 había pasado en 1914 a 7.885.000.
Las zonas del Este del país, fértiles llanuras próximas a los puertos, acogieron más del 70% del aumento
de la población; Buenos Aires pasó de 663.000 en 1895 a 1.575.000 en 1914.
Esta transformación demográfica del país respondía a los intensos cambios económicos que se habían
producido desde que comenzaron a refinarse los ganados vacuno y ovino y a extenderse las áreas de
cultivos de cereales:
En 1883 se instalaron los primeros frigoríficos argentinos, que al cabo de poco tiempo fueron
sobrepasados por los que se crearon con capitales británicos y norteamericanos para servir a las
demandas del mercado inglés. A las exportaciones de ganado en pie se agregaron entonces las de
carnes congeladas, cuyo volumen se intensificó considerablemente en poco tiempo.
Por la misma época la producción de cereales comenzó a exceder los niveles del consumo interno y se
pudo empezar a exportarlos con tal intensidad que, en el quinquenio comprendido entre 1900 y 1904,
las cifras del comercio exterior revelaron una equivalencia entre la exportación de productos ganaderos
y de productos agrícolas.
La cría de la oveja retrocedía hacia las tierras recientemente incorporadas a la producción en los
territorios de La Pampa y Río Negro, donde, como en el resto del país, se constituyeron grandes
latifundios.
En 1890 se inauguraron los trabajos del puerto de La Plata y de una sección del de Buenos Aires.
Continuó la prolongación de la red ferroviaria, que comenzó a caer dentro del monopolio de los
capitales ingleses por la deliberada decisión del gobierno, según el principio de que sólo las rutas
improductivas debían ser explotadas por el Estado, en tanto que las productivas debían quedar
libradas al capital privado. Esa opinión correspondía a la política económica liberal que defendieron
sobre todo, Roca y su sucesor Juárez Celman, en virtud de la cual convenía a la nación ofrecer a los
inversores extranjeros las más amplias facilidades con el objeto de que acudieran a estimular el
desarrollo de las posibilidades económicas que el país no podía encarar con sus propios recursos.
Garantizadas las inversiones, los grupos financieros extranjeros ofrecieron al Estado argentino
sucesivos empréstitos: 12 millones entre 1880 y 1885, 23 millones entre 1886 y 1890, 34 millones entre
1891 y 1900, y realizaron cuantiosas inversiones en explotaciones bastante productivas que ponía en
manos de los inversores un decisivo control sobre la vida nacional. Quedaron en su poder los dos
grandes sistemas industriales de carácter moderno que se habían organizado hasta entonces: los
ferrocarriles y los frigoríficos.
Al mismo tiempo surgieron entre 1880 y 1890, especialmente en Buenos Aires, otras industrias
menores desarrolladas con capitales medianos, especialmente en el campo de las artes gráficas, de la
alimentación, de la construcción y del vestido.
bancarios y al creciente desarrollo de la especulación con los valores de la tierra, provocó una difícil
situación que Roca quiso resolver con la ley monetaria de 1881. Pero no por eso cesó la emisión de
papel moneda y la crisis siguió avanzando.
En medio de las mayores dificultades financieras, el gobierno llevó adelante un proceso de renovación
institucional: fue aprobada en 1884 la Ley de creación del Registro Civil, por la cual se encomendaba al
Estado el registro de las personas, confiado antes a la institución eclesiástica; la Iglesia y los sectores
católicos se opusieron enérgicamente, pero la ley fue sancionada por la nación y adoptada luego por
todas las provincias. Ese mismo año se enfrentó el problema de la educación popular: los sectores
católicos se levantaron violentamente contra el principio del laicismo que inspiraba el proyecto oficial,
pero la Ley 1420 de educación obligatoria y gratuita fue aprobada. No menos trascendental fue la
sanción de la ley proyectada por Nicolás Avellaneda, que consagró en 1885 el principio de la autonomía
de las universidades. Más tarde se estableció el matrimonio civil. Desde entonces quedaron divididas
las clases tradicionales en sectores ideológicos: liberales por una parte y católicos por la otra.
En 1884, el ejército se apodera sangrientamente de los territorios aborígenes del Chaco.
Esta región y la Patagonia, conquistada por Roca, pasan a ser territorios nacionales dependientes del
gobierno central.
EN LA DÉCADA DE 1880, CON EL MAPA ARGENTINO CASI IDÉNTICO AL QUE CONOCEMOS HOY, LA
EXISTENCIA DE UN PODER CENTRAL CONSOLIDADO, UNA SOLA MONEDA Y UN SOLO EJÉRCITO
NACIONAL, SE CIERRA EL CONFLICTIVO Y COMPLEJO PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO
ARGENTINO.
33
FIN DE H. ARGENTINA I
éste controlaba firmemente los mecanismos electorales y, tras un acuerdo con Mitre, pudo imponer el
nombre de Luis Sáenz Peña para la candidatura presidencial.
Quintana, el 4 de febrero de 1905, Yrigoyen desencadenó un movimiento revolucionario que contó con
apoyo militar y tuvo mucha repercusión en varias provincias.
Pero el gobierno logró sofocarlo y aprovechó la ocasión para extremar la persecución sistemática del
movimiento obrero. Crecía éste considerablemente en ciudades como Buenos Aires y Rosario, a
medida que aumentaba la actividad industrial y se desarrollaba el sentimiento de clase entre los
trabajadores. Las huelgas se sucedieron ininterrumpidamente y el presidente Quintana las enfrentó con
sostenida energía, estableciendo repetidas veces el estado de sitio. Pero, pese a todo, la organización
obrera se perfeccionaba y la tensión social crecía. En el Congreso, Palacios logró arrancar a los
conservadores algunas leyes sociales, como la del descanso dominical obligatorio, que suponía una
nueva actitud del Estado frente a los trabajadores. En el seno del gabinete compartía esa actitud Joaquín
V. González, que había elaborado un proyecto de ley nacional del trabajo.
Marcelino Ugarte, gobernador de la provincia de Buenos Aires, ejercía fuerte influencia sobre el
presidente y se había erigido en director de la gran organización electoral que debía perpetuar
fraudulentamente en el poder a su partido.
Datos: