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Todos no sentimos furiosos en algún momento. La ira es una respuesta normal del
ser humano cuando se siente amenazado o frustrado. No obstante, si no se
controla bien, puede convertirse en un problema y poner en peligro tu carrera, tus
relaciones y todos los aspectos de tu vida, la verdad es que es un gran problema
por el que mucha gente sufre. Además suele ser un problema difícil de controlar
sin alguna ayuda externa.
¿Qué es la ira?
La ira surge como consecuencia del miedo, la inseguridad, la envidia, los celos,
de no saber cómo actuar, etc. Igualmente surge cuando no podemos controlar
una determinada situación o no podemos controlar las acciones de los demás, o
bien cuando no aceptamos determinados hechos o nos molesta la forma de actuar
de quienes nos rodean. Es decir, resumiendo todo lo anterior la ira o agresividad
surgen ante cualquier situación que interpretamos como amenaza. Se asocia
fuertemente con sentimientos de temor, frustración e incluso fatiga.
Nos sentimos frustrados por algo y es esa frustración la que desencadena la rabia
o cólera. Concretamente la cadena sería: Expectativas no cumplidas →
Frustración → Sentimiento de Injusticia→ Dolor
Emocional→ Ira/agresividad (la agresividad sería la manifestación externa de la
ira).
La agresividad y la ansiedad
La agresividad es una conducta similar a la ansiedad y, como emoción, la puede
sustituir y es menos desagradable, aunque puede ser devastadora contra los que
nos rodean o contra nosotros mismos.
La agresividad y la desesperación
La agresividad y el poder
Una de las formas de manejar nuestra ansiedad es por medio del poder y la
agresividad genera miedo en los demás y si nos tienen miedo tenemos poder
sobre ellos.
Es importante entender los problemas que esta conducta causa hoy en día.
Debemos concienciarnos bien de ello para poder controlarla. La agresividad nunca
soluciona nada y solo nos llevará a sentirnos peor y agravar el problema.
Debemos tener esto muy claro para empezar.
– Disminuye la autoestima.
– Dejan la sensación de que se ha perdido el control y genera sentimiento de
culpa.
– Reconocer que todo el mundo no se rige por nuestras propias leyes o deseos.
– Aprender que nosotros mismos somos los causantes de nuestro enfado, y no los
demás, por lo que modificarlo está en nuestro propio interés y beneficio.
– Mejorar las relaciones sociales por medio del desarrollo de habilidades sociales
asertivas.