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La oración formaba parte de la vida del Maestro tanto como la predicación, la atención
a las necesidades de la gente o el descanso. Pero, mientras todas esas actividades les
resultaban comprensibles e incluso admirables, aquellos tiempos de silencio les
fascinaban, aunque no los entendían del todo. Solo tras un tiempo junto al Maestro se
atrevieron a pedirle: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos» (Lc 11,1).
Conocemos la respuesta de Jesús a esa petición: la oración del Padrenuestro. Y alguno podría
pensar que los discípulos debieron quedar decepcionados: ¿tan solo esas pocas palabras? ¿Eso
es lo que hacía el Maestro durante largas horas? ¿Repetía siempre lo mismo? Podemos incluso
imaginar que la respuesta de Jesús les debió saber a poco; hubieran deseado que Jesús siguiera
enseñándoles. En ese sentido, el evangelio de san Mateo —a diferencia del de san Lucas— nos
puede iluminar algo más, ya que sitúa la enseñanza del Padrenuestro en el contexto
del Sermón de la Montaña: allí Cristo había señalado las condiciones principales de la
oración, del trato verdadero con Dios. ¿Cuáles son esas condiciones?
LA RECTITUD DE INTENCIÓN, LA CONFIANZA Y LA SENCILLEZ SON TRES
CONDICIONES PARA PODER DIRIGIRSE A DIOS
La primera es la rectitud de intención: se trata de dirigirse a Dios por Dios, no por otros
motivos; desde luego, no hacerlo simplemente para que nos vean, ni para aparentar una
bondad de la que carecemos (cfr. Mt 6,5). Dirigirnos a Dios porque él es un ser personal, que no
debe ser instrumentalizado. Nos ha dado todo lo que poseemos, existimos por su amor, nos ha
hecho hijos suyos, cuida tiernamente de nosotros y ha entregado su propia vida para salvarnos.
Él no merece nuestra atención solo, ni principalmente, porque puede
conseguirnos cosas. La merece… ¡porque es él!
La segunda es la confianza: nos dirigimos a quien es Padre, Abbá. Dios no es un ser lejano, ni
mucho menos un enemigo del hombre y la mujer, al que habría que tener contento, aplacando
su ira o sus exigencias constantemente. Él es el padre que se preocupa por sus hijos, que sabe lo
que necesitan, que les da lo que más les conviene (cfr. Mt 6,8), que «tiene sus delicias con
ellos» (cfr. Prov 8,31).
Se entiende así mejor la tercera de las condiciones de la oración, que es la que introduce la
revelación del Padrenuestro: no usar demasiadas palabras (cfr. Mt 6,7).
Demasiadas palabras pueden aturdirnos y desviar nuestra atención. Así, en vez de mirar a Dios
y descansar en su amor, existe el peligro de acabar prisioneros de nuestras necesidades
urgentes, de nuestras angustias o de nuestros proyectos. Es decir, podemos terminar
encerrados, sin que la oración nos abra verdaderamente a Dios y a su amor transformador.
La oración de Cristo (cont.)
Lo que Jesús Puso por obra nos lo mandó también hacer a nosotros. Muchas
veces dijo "orad", "pedid", "en mi nombre", incluso nos proporcionó una fórmula de
plegaria en la llamada oración dominical.
Los apóstoles, que frecuentemente nos aportan en las Epístolas oraciones sobre todo
de alabanza y de acción de gracias, también insisten en la oración asidua a Dios, por
medio de Jesús, en el Espíritu Santo, en su eficacia para la santificación, en la oración de
alabanza de acción de gracias, de peticiones y de intercesión por todos.
LA ORACIÓN DE LA IGLESIA (cont.)
En el siglo XII, Juan Beleth, un autor litúrgico, enumera los libros necesarios para el
debido cumplimiento del Oficio canónico, a saber: el antifonario, el Antiguo y
el Nuevo Testamento, el Pasionario (Actas de los Mártires), el legendario (leyendas de
los santos), el homiliario, o colección de homilías sobre los Evangelios, el Sermologus,
o colección de sermones, y los tratados de los Padres. Además de estos se debe
mencionar el salterio, el oracional para las oraciones, el martirologio, etc. Así, para
la recitación del Oficio canónico se requería una gran biblioteca; se hizo
imperativa alguna simplificación, y la presión de las circunstancias dio lugar a una
condensación de varios libros en uno. Este fue el origen del Breviario.
Tomás Cranmer (1469 - 1556). Como resultado de la obra de reforma litúrgica de
Cranmer los tradicionales ocho oficios diarios y nocturnos quedaron en un solo oficio
diario de dos servicios: la Oración Matutina y la Vespertina —muchas veces
llamadas oficios corales, por ser recitado en el coro de una iglesia de forma tradicional.
VER LIBRO DE ORACIÓN DE 1928.
Con el Breviario de San Pío V: En 1568, se reafirmó la uniformidad de la oración
canónica, que había decaído en aquel tiempo en la Iglesia latina.
De los Breviarios al Oficio Diario del LOC
Oración Matutina se
basó en el Oficio
Medieval de Maitines Cramer, deliberadamente, simplifica los
junto con elementos Oficios Diarios de modo que tanto clero
como laicos puedan participar en él. El
de Prima; número de los oficios se reduce de siete a
dos.
La oración
Vespertina fue, en Para favorecer la lectura de la palabra
esencia, una de Dios, Cranmer elimina los numerosos
tiempos de oración y provee al principio de
combinación de su libro de oración un calendario el cual
Vísperas con asignaba cuatro capítulos de la Biblia cada
día, dos para la oración matutina y dos para
Completas. la vespertina. AT1x / NT2x /Salmos 1xmes
La Lectio Divina
La Biblia y el “Ente las muchas formas de acercarse a la Sagrada
LOC Escritura, hay una privilegiada a la que todos estamos
invitados: la Lectio Divina o ejercicio de lectura orante
de la Sagrada Escritura.”
EL resultado de la
Más adelante, la «Lectio divina» se convirtió en
reforma litúrgica de la columna vertebral de la vida religiosa. Las
Cranmer es un LOC reglas monásticas de Pacomio, Agustín, Basilio y
muy rico en Sagradas Benito harían de esa práctica, junto al trabajo manual
Escrituras. Lo cual nos y la liturgia, la triple base de la vida monástica.
distingue de cualquier
otro Oficio Divino de la La sistematización de la «Lectio divina» en cuatro
historia y se presta para peldaños proviene del siglo XII. Alrededor del año
la reflexión orante de la 1150, Guigo, un monje cartujo, escribió un librito
Biblia.
titulado «La escalera de los monjes», en donde
exponía la teoría de los cuatro peldaños: la lectura,
la meditación, la oración y la contemplación.
Con esta escalera los monjes suben al cielo.
CONOCIENDO MEJOR
NUESTRO
LIBRO DE ORACIÓN COMÚN