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1a
PADRE, PERDÓNALOS
PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN
(Lc 23,34)

MIS BRAZOS SIEMPRE ABIERTOS

Tengo en la cruz mis brazos siempre abiertos


para que vengas pronto a refugiarte;
prenderte entre estos brazos, perdonarte,
cepos de amor y de indulgencia ciertos.

Son dos ramos, dos ramas, son dos huertos


derramándose en flor de parte a parte,
que, de tanto quererte y esperarte,
se quedaron exánimes y muertos.

Maduro el corazón, se dora en la era.


Contempla la amarilla primavera,
palmo a palmo, extendida por mis brazos.

Desde la cruz te entrego el alma entera,


que se me cae a pares, a pedazos,
esperando respuesta: tus abrazos.

2
orar
Padre, perdónalos y perdónanos.
Padre de Jesús y de los pecadores

Padre lleno de amor:

En cada instante te excedes con nosotros, en el don


que nos regalas de tu propia vida.
Eres amor y, para nosotros, pecadores, amor per-
donante siempre, desmedido, rebosante.
Ignoramos la inmensidad de tu amor y el abismo
infernal de nuestra culpa: rechazarte y dañarte en
tus hijos queridos, nuestros hermanos.
Más el perdón que tu Hijo te implora nos abarca a
todos y a cada uno en reconciliación gratuita, per-
fecta.
Danos cada día tu perdón que renueva, haznos dig-
nos de Ti para dignificarnos entre nosotros com-
partiendo tu perdón entero.
Siendo cada uno previamente perdonado podrá
sentirse arrepentido y convertirse a Ti, Padre mi-
sericordioso. Y parecerse a Ti practicando la mise-
ricordia sin fin.

3
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2a
EN VERDAD TE DIGO: HOY
ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO
(Lc 23,43)

TÚ QUE FUISTE LADRÓN ARREPENTIDO

Tú que fuiste ladrón arrepentido,


feliz ladrón robando el gran tesoro:
encontraste en mi cruz la puerta de oro
del paraíso abierto y prometido.

Yo que fui Luz de Luz, Dios tan crecido,


por culpa de un querer que tanto adoro
he perdido la luz clara, el decoro...,
te he querido encontrar y me he perdido.

¿Qué has hecho tú de mí, que has saqueado


mi pobre corazón y lo has dejado
hecho un esclavo de tu señorío?

¡Devuélveme, ladrón, lo que has robado;


dame de una vez, Dimas, lo que es mío!
¿No te da pena verme muerto y frío?

4
orar
Jesús, Hermano de cruz y de gloria

Señor:
No te avergüenzas de llamarnos hermanos a noso-
tros, los que nos robamos unos a otros los bienes
necesarios para la felicidad de la vida, la honra y
dignidad que pertenecen a todos los nacidos en
esta tierra.
Compartes el sufrimiento injusto que nos acarrea-
mos y cargamos todos.
Viniste al mundo a traernos el Reino de la vida, el
amor y la felicidad.
Con excusas necias te rechazamos hasta el absurdo
de la muerte de cruz
Y así llegas hasta compartir el sinsentido de nuestra
muerte para liberarnos de su sino.
Recuérdanos a cada uno en tu Reino eterno de vida
y de gloria, Compañero de camino y de destino.
Yo te caigo en falta al no quedarme siempre conti-
go. Pero confío en tu promesa fiel: Estarás conmigo
hoy. Para suplicarte en cada momento la compa-
sión que necesito.

5
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3a
MUJER, MIRA A TU HIJO
HIJO, MIRA A TU MADRE
(Jn 19,26-27)

AHÍ TIENES A TU MADRE Y MADRE MÍA

Ahí tienes a tu madre. Una espada


cruel la dejó maltrecha y malherida.
Mírala dolorosa y afligida,
sola, junto a mi triste cruz, plantada.

Ahí tienes a mi madre inmaculada.


Mírala al pie del árbol de la vida,
mírala intrépida, sin ser vencida
por la muerte, la noche ni la nada.

Te doy a aquella a quien yo más quería,


la que es mi pan y paño de agonía.
Mira su corazón: es ya tu casa

abierta y encendida: ¡entra y pasa!


Ahí tienes a tu madre y madre mía.
Mírala. Es nuestra madre y es María.

6
orar
Con la madre amada,
discípulos amados
y herederos de Jesús

Jesús Nazareno:
María, la mujer de Nazaret llena de gracia, guarda-
ba toda tu vida en su corazón de madre tuya.
En esta mujer creyente contemplamos la más pura
fe de toda la comunidad del pueblo de Israel.
Y la primera fe en Ti, Jesús, fruto bendito de su
vientre, Salvador de todos los pueblos.
En la hora suprema de tu muerte, Jesús, con tu pa-
labra de hombre entero, nos das como madre a tu
querida madre fiel.
Tu amor a ella pasa a la comunidad de todos tus
discípulos amados, herederos de la nueva alianza
sellada con tu sangre.
Como hijos fieles de tu madre, creemos en tu
amor, Jesús. Queremos corresponderte amándote
y amándonos, como miembros de tu Cuerpo que
es la Iglesia, tu Esposa amada, suplente de nuestras
faltas de amor.

7
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4a
DIOS MÍO, DIOS MÍO,
¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
(Mc 15,34)

DESDE LO MÁS PROFUNTO ALZO MI GRITO

Desde lo más profundo alzo mi grito


como una ardiente y roja llamarada.
Oye, Señor, ven pronto a mi llamada:
solo soy hombre y en la sombra habito.

No me dejes morir como un proscrito,


pues maldito es quien muere en la estacada,
colgado de una cruz y por la espada
del silencio de Dios como delito,.

Grito. Vuelvo a gritar. Nadie responde.


Cuanto más grito, más abandonado,
más se espesa la noche y Dios se esconde.

¡A quién acudir! ¿Cómo, cuándo, dónde?


No me dejes, mi Dios, de ti olvidado,
pues tu ausencia es cruel lanza en mi costado.

8
orar
Tu abandono, Jesús,
recoge todos los nuestros

Jesús abandonado:
Amargo es el abandono de todos los humanos a la
esclavitud del pecado y de la muerte.
Más abandonados aún los acorralados por ham-
brunas, torturas, cárceles, asesinatos… y las gue-
rras siempre fraticidas.
Con la impotencia fatal de no poder superar solos
tanto pecado como nos domina, amarga y destru-
ye, por dentro y por fuera.
¡Cuántas veces, parece, gritamos al vacío!
Abandonados como Tú, Jesús, de las manos her-
manas de los prójimos y más abandonados de las
paternales manos de Dios…
Pero el Dios tuyo nunca renegó ser Dios de Ti, ni
de ser Dios nuestro, de cada uno de los humanos…
Al Dios vivo pertenecemos porque Él nos hizo y so-
mos suyos.
Y Dios escuchará nuestros gritos como escuchó los
tuyos, Jesús, al confiarte a sus manos bienhechoras
en la oscuridad total.

9
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5a
¡TENGO SED!
(Jn 19,28)

TENGO SED

De sed el alma entera se me abrasa.


Mi lengua es teja, y baja a mi garganta,
y al cielo de mi boca se levanta
el infierno deshecho en pura brasa.

La pavesa se ha hecho presa de mi casa.


Se calcinó la voz. Y ya no canta
al sol la flor. Ni crece ya otra planta,
sino esta sed voraz que me traspasa.

Tengo sed, y me quemo entre la hoguera


de un fuego no retórico o vacío.
¡Se me muere de sed el alma entera!

Tengo sed, y te miro como un río,


como un mar de agua dulce, verdadera...
¿No me darás un vaso lleno y frío?

10
orar
Sed del Dios vivo
y de viva fraternidad
Jesús de las Bienaventuranzas:
Tú, el Pobre más grande de toda la historia del Pue-
blo de Dios, has sido el hombre más feliz de toda la
historia humana.
Porque la plenitud del Espíritu de amor de tu Padre
Dios te rebosaba el corazón de felicidad: al abrir tu
boca para proclamar dichosos a los pobres, a los
sedientos de justicia, a los limpios de corazón, a los
misericordiosos y trabajadores de la paz.
Jesús, en tu continua oración confiada al Padre, sa-
ciabas tu sed de ver su rostro.
Y en servir su Reino a las muchedumbres saciabas
tu sed de tener hermanos y hermanas en la nueva
familia de los hijos de Dios haciendo su voluntad.
El que tenga sed, que venga a Mí y beba.
El que beba del agua que yo le daré nunca más ten-
drá sed…Le daré agua viva.
Jesús, que nuestra sed de Ti apague tu sed de no-
sotros, para saciar tu deseo infinito de que vivamos
como hijos de tu Padre y como hermanos entre no-
sotros.

11
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6a
TODO ESTÁ CONSUMADO
(Jn 19, 30)

Consummatum est!

Soy tu Dios y Señor, tu Dueño y Amo…


y sin embargo, en cruz crucificado.
¿Se puede amar más hondo y elevado,
pues de amor me derrito y me derramo?

Jadeo, Gimo. A juicio te reclamo:


¿por qué eres viento esquivo, descastado,
que vas, que vienes, que me das de lado.
Si yo, amor, por tu amor, ay, ¡cuánto te amo!

¡Si lograra hacer más de cuanto he hecho!:


Amor en cruz, maltratado, ¡ay!, maltrecho.
¡Ay, locura de amor, que te amo tanto!

“Cumplido está”. ¿Es todo? Estoy deshecho


en llanto. En ti destilo todo cuanto
pudiera Dios amar, ¡pues te amo tanto!

12
orar
A tu vida consumada en la muerte
falta la nuestra

Jesús entregado:
Cumpliste lo que dijiste: No he venido a ser servido
sino a servir hasta dar la vida en rescate por todos.
Tu discípulo predilecto lo confirma: Sabiendo Jesús
que había llegado su hora de pasar de este mundo
al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban
en el mundo, los amó hasta el extremo.
Jesús, para tu amor a los pecadores no hay término
medio. Tu amor más grande solo conoce el extre-
mo de llegar a dar la vida.
Tu vida entregada en tu sangre derramada nos li-
bera enteramente del desamor que nos condena.
Tu amor saca nuestro amor, saca el amor de todo
ser humano nacido para el amor, nacido para Dios
que es amor.
Consumaste tu vida de la mejor manera, Amor de
los amores, con tu entrega amorosa a tu Padre y a
nosotros, tus hermanos.
Ayúdanos a consumarla así contigo.

13
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7a
¡PADRE, EN TUS MANOS
ENTREGO MI ESPÍRITU!
(Lc 23,46)

VUELVO A TI, PADRE

Vuelvo a ti, Padre. Qué gozosamente


me inclino y me hundo dentro de tu seno
abismal, manantial, cristal sereno
del luciente frondor de eterna fuente.

Quiero verte y beberte, transparente,


y llenarme de ti, y quedarme lleno
y hambriento, Padre mío, Padre bueno.
¡Qué sed de Padre sufro últimamente!

Hoy vuelvo a ti, no solo ni vacío.


La espiga en cruz brotó con nuevos granos.
Mira: traigo agarrados a mis manos

recientes hijos tuyos, mis hermanos.


¿Sonríes, Padre? Yo también sonrío.
Y a la orilla del mar, sonríe el río.

14
orar
Entregar la vida al Padre,
Dios de la vida,
de las manos del Hijo y del Espíritu

Jesús, Maestro para vivir y para morir:


Tu Padre tanto amó al mundo que te entregó a no-
sotros, no para condenarnos, sino para salvarnos.
Tú nos enseñas a hacer la voluntad del Padre como
hijos muy agraciados por Él, para serle agradecidos.
Tu vida es toda ella Evangelio, Buena Noticia del
amor del Padre:
Nos perdona y nos capacita para amarnos unos a
otros como Tú nos has amado, con el infinito amor
de Dios rebosando tu corazón humano.
Maestro bueno, repasando cada día tu vida y tu
palabra, caminamos hacia Dios de tu mano y de la
mano de tu Espíritu, Don de tu Resurrección glorio-
sa: luz, amor, perdón y paz.

En el don del Hijo y del Espíritu confío: para entre-


garte, Padre lleno de amor, mi vida entera ahora,
y mi espíritu en la hora de mi muerte, con Jesús.

15
Las 7 palabras de Jesús en la cruz, en cada
Pascua, reclaman a sus discípulos amados
identificarnos con Él, junto a la primera
creyente, su Madre, también nuestra.
Son gritos de entrega confiada al amor del
Padre y al amor nuestro.
Palabras–gritos para escuchar, orar, sufrir,
agradecer y gozar con fe oscura y verdade-
ra, esperanza cierta y amor entero (S. Juan de
la Cruz).

Válgannos los bellos sonetos que las pro-


longan del P. Francisco Contreras, clare-
tiano, ya en la eternidad de Dios.
Mi redacción intenta ser un pálido reflejo,
entre tantas oraciones silenciosas, des-
garradas, confiadas, que más nos valen a
todos.
Elías Alcalde Martín

Granada Misionera nº 172


Suplemento nº 13
Delegación Diocesana de Misiones
C/ Casillas de Prats, 5 bajo
18002 Granada · Tel. 958 25 00 46
granadamisionera@gmail.com

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