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Revista de Filosofía Contemporánea de la FHCE – UdelaR – Sec.

Traducciones - Set/2004

El Concepto Socrático de Verdad

DONALD DAVIDSON

¿Por qué Sócrates practicó el método refutatívo? Una respuesta es que pensó que su uso le conduciría a
las verdades morales- Pero entonces se plantea una nueva pregunta, por qué debería pensarse que el
método llevaría a tales verdades. Yo propondré una razón. Suponga que estoy en lo correcto, que hay una
buena razón para suponer que la refutación podría conducir a verdades morales. Allí nos encontramos
con el enigma de por qué Sócrates pensó que valía la pena dirigir preguntas persistentes a los demás.
¿Por qué recorría Atenas durante horas, día y noche, molestando al amigo y al enemigo, adolescentes y
adultos, estadista y general, sofistas y esclavos, sabios y necios, con preguntas que ellos no podían
contestar, y que él sabía que ellos no podrían contestar? Es más, estaba tan decidido a persistir en
molestar a aquéllos que confiesa que sus compatriotas no sólo creen que él "se lanzaba hacia los demás
sin que le pagaran nada, e incluso que sería capaz de pagar para que lo escucharan " (Eutifron 3b). En la
prisión él desconoce la advertencia de que si sigue hablando deberá beber dos veces o incluso tres la
cicuta, y sigue hablando imperturbablemente (Fedón 63d-e). El les dice a los jurados en su juicio que su
muerte valdrá la pena si puede examinar y cuestionar a los muertos en el Hades (Apología 40c-41 b).
Hay, entonces, dos preguntas. La primera es por qué debe creerse que las refutaciones llevan a la verdad.
La segunda es: ¿aún si fuera razonable esperar que la práctica del método pueda llevar a la verdad, qué
motivo tenía Sócrates para imponerlo a los demás? Aunque las respuestas a estas preguntas no necesiten
ser las mismas, pienso que de hecho están muy estrechamente relacionadas; y las respuestas tienen en
ambos casos profundidad filosófica.

Es sin duda gracias al trabajo de investigación de Gregory Vlastos que nosotros debemos el
redescubrimiento de Sócrates como un fascinante y original filósofo, claramente distinto a Platón. Las
dos preguntas que he hecho se desprenden naturalmente de "la discusión de Vlastos sobre la refutación
socrática (1).

Vlastos caracteriza la refutación como sigue; Sócrates sonsaca una respuesta A, a una pregunta
que plantea al interlocutor; Sócrates entonces extrae otras consecuencias de tal modo que lleva a que se
descubra la falsedad de la respuesta A. La consecuencia es aceptada por ambos, y (casi siempre) los dos
coinciden en que esto muestra (o incluso demuestra) que A, como se ha mostrado, es falso. Vlastos
entonces plantea la pregunta: ¿incluso concediendo que el interlocutor posea conceptos contradictorios,
por qué cualquiera debe estar de acuerdo en que A es falso? Todo lo que la refutación muestra
(asumiendo que la lógica es legítima) es que A no es consistente con las admisiones subsecuentes del
interlocutor. Tal como Duhem nos enseñó, nosotros podemos escapar de una contradicción abandonando
cada una de las premisas de las que nosotros partimos; no hay ningún principio de lógica que nos incite a
abandonar nuestra asunción original. También sería posible abandonar una o más de las consecuencias

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admitidas subsiguientemente.

Tal como Vlastos enfatiza, la lógica de la refutación no puede hacer otra cosa que revelar
inconsistencias. No obstante, el reconocimiento de que las creencias de uno son inconsistentes constituye
un progreso. Alguien con creencias inconsistentes seguramente tendrá creencias falsas; así reconociendo
la inconsistencia la persona eliminará seguramente sus falsas creencias. Pero no hay nada en este proceso
que asegure que cualquiera de las creencias restantes es verdadera.

Hay evidencia textual clara de que Sócrates a menudo está seguro de que algunas de sus creencias
morales son verdaderas, constituye un enigma por qué Sócrates podía pensar que la refutación por sí sola
podía asegurar tales verdades (2). Vlastos tiene una respuesta sorprendente: Sócrates no está dependiendo
exclusivamente de la lógica de la refutación. Más bien, él confía en una idea que no es parte de la
refutación sino de una asunción sobre la naturaleza de pensamiento humano. Esta asunción es que si un
interlocutor da una respuesta falsa, hay siempre otras creencias que él tiene y a la luz de las cuales su
respuesta es falsa. Es posible que estas otras creencias no siempre sean claras o explícitas, pero pueden
hacerse claras por medio del interrogatorio refütativo. Tal como Vlastos señala,"... nosotros podemos
creer innumerables cosas que nunca han entrado en nuestras cabezas pero que carecen de vínculos con
aquello que creemos, en el sentido común de la palabra" (SE, pág. 51).La refutación elimina estas
creencias, y demuestra que ellas chocan con el sentido original.

Vlastos plantea del siguiente modo la "tremenda" suposición en la que Sócrates se apoya:

A. Cualquiera que en la vida tiene una creencia moral falsa siempre tendrá al mismo tiempo creencias
verdaderas que traen consigo la negación de esa creencia falsa (SE, p.52)'.

Aún esta asunción no es suficiente para asegurar que las refutaciones llevarán a la verdad, sin embargo,
por ninguna razón se podría suponer que las creencias que contradicen la propuesta original sean
verdaderas. En lo que a la lógica concierne, uno puede estar consistentemente equivocado tan fácilmente
como (exactamente con tanta facilidad como) consistentemente acertado. Lo que se requiere además es
algo así: hay verdades básicas que nadie concederá que sean falsas. Por consiguiente cualquiera con una
creencia moral falsa está condenado a permanecer en un estado contradictorio. Hay indicios de que
Sócrates creyó esto (Gorgias 482a-c), y su práctica parece suponerlo ciertamente. Permítanos entonces
hacer explícito que las suposiciones de Sócrates necesitan para justificar una demanda que las
refutaciones obliguen a cualquiera que quiera evitar la contradicción, a desechar sus creencias falsas:

B. Cualquiera que en la vida tiene una creencia moral falsa siempre tendrá al mismo tiempo creencias
verdaderas que él no abandonará y qué se vinculan con la negación de esa creencia falsa.

Pienso que Vlastos tiene en mente B en lugar de A (3). En todo caso, Vlastos señala que Sócrates
nunca presenta argumentos en apoyo de su método: puede que se apoyara más bien en suposiciones de

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las que él no era consciente. Según Vlastos, Sócrates no se obsesionó con la metodología; él creyó en su
método, no se refugió en él o lo defendió. Fue Platón que vino a cuestionar el método, y como
consecuencia inventó varias alternativas, ninguna de las cuales probó finalmente ser superior (4).

¿Nosotros debemos aceptar B, o algo asi, por la fe? Pienso que no. Pienso que hay razones excelentes
para aceptar B en una forma ligeramente modificada. No hay ninguna evidencia de que Sócrates tuviera
estas razones, ni que él incluso pidiera razones para aceptar su "tremenda suposición". Por eso,
permítanme enfatizar que aquí me separe de la crítica, y plantee la pregunta antihistórica: ¿Sócrates
estaba tan seguro de creer en su método, y si era así, porqué?

Tal como argumenté, A no es suficiente para justificar el uso de la refutación; ahora quiero agregar
que tampoco B es necesario. Las refutaciones pueden justificarse en base a lo siguiente, que suponemos
un poco más débil:

C. Hay una presunción de que las serias creencias morales (sostenidas firmemente) son verdaderas.

Si esto es así, es muy improbable que una creencia moral falsa pueda convivir con el peso de las
creencias morales serias.

La reflexión refütativa que elimina las contradicciones, dará probablemente como resultado
verdaderas creencias morales. Si aceptamos C, y nuestras creencias morales son de hecho verdaderas,
puede decirse que nosotros tenemos el conocimiento moral, porque habríamos justificado las verdaderas
creencias morales.

¿Pero es C correcto? Yo pienso que podemos ver eso preguntándonos cómo le asignamos contenidos
a los pensamientos de otros. Empiezo por plantear una suposición, que en el personaje de Sócrates hay
una estrecha conexión entre pensamiento y lenguaje, especialmente lenguaje hablado. Por lo menos con
respecto a nuestros pensamientos más cuidadosos y transparentes - y aquí yo no distingo entre los juicios
de valor y las creencias fácticas - lo que nosotros decimos cuando hablamos y realmente revelamos lo
que pensamos. Nuestros pensamientos pueden estar confundidos, y podemos pensar que no podemos
en el momento articularlos, pero lo que articulamos proporciona una ventana genuina en el alma. El
lenguaje es necesariamente público; no puede haber nada en el significado literal de nuestras palabras
que no pueda en el principio ser interpretado por un intérprete caritativo y persistente. Así lo que
semejante intérprete determina acerca de lo que son nuestros pensamientos, disipa de este modo la
confusión, de lo que son realmente.

Los elementos de interpretación correcta son tales que aseguran un amplio grado de verdad. Nosotros
debemos encontrar a los otros ampliamente consistentes y correctos en lo que creen como una condición
para hacerlos inteligibles, esto es, de acceder a la totalidad de los pensamientos. Pero desde el momento
en que lo que encontramos es lo que realmente hay, se sigue que las criaturas racionales, las criaturas con

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pensamientos, deben ser principalmente consistentes y deben corregir sus creencias.

Éste es un asunto amplio y difícil sobre el que he escrito en otra parte más ampliamente (5). Aquí yo
ofrezco un ejemplo para dar una perspectiva de la posición. Suponga que estoy intentando interpretar a
un hablante al que no entiendo. Me doy cuenta de que algo le lleva a proferir las palabras" Sta korg"
cuando y solamente cuando un objeto rojo aparece a la vista, bien iluminado, y ella se enfrenta a él. Si
posteriores experimentos confirman esto, tentativamente traduzco su frase "Eso es rojo". Es obvio que
ésta es simplemente la clase de evidencia de la que nosotros dependemos para aprender una lengua;
tampoco esta ausente en el tipo de conexiones entre el portavoz, intérprete, y mundo que de hecho
determinan los significados desde las más simples y básicas oraciones, y por lo tanto también determinan
los contenidos de los pensamientos expresados por esas frases. Pero esta observación simple tiene
implicaciones importantes; si ésta es el modo en que los significados de frases y los contenidos de
pensamientos son determinados, no hay ninguna forma de que podamos estar equivocados acerca de
nuestras creencias sobre el mundo y nuestro lugar en él. La base de toda comprensión social es un
trasfondo de pensamientos sobre los que estamos mayoritariamente de acuerdo.

Algo similar, aunque más complejo, me parece que puede sostener para los juicios de valor. Así
como la concordancia general hace posible la comunicación y el pensamiento con respecto a las
cuestiones fácticas, para nuestra comprensión de los valores de otros dependemos bastante de lo que
compartimos para permitirnos encontrar sentido a lo que no es compartido, y proveer elementos para la
resolución de las diferencias morales. Esto es posible, claro, sólo si realmente entendemos los
pensamientos y los valores del otro. Para plantearlo en términos mucho más simples, y evitar, en cierto
modo, que requiera una gran cantidad de elaboración antes de que sea aceptado: no puede haber una
discontinuidad completa en principio, entre cómo nosotros aprendemos el significado de la palabra
"rojo", y como la aplicamos correctamente la mayor parte del tiempo, y cómo nosotros aprendemos las
palabras "bueno" y "correcto". Hay diferencias importantes, pero ellas no son tan importantes como las
similitudes.

Estas reflexiones, adecuadamente desarrolladas, pueden justificar la dependencia de Sócrates de la


refutación como un método para lograr la verdad moral, y para hacer de esa dependencia algo que no
tiene porqué ser aceptado basándose en la intuición o la fe. Al mismo tiempo, está claro que las creencias
que sobreviven a la investigación refutatoria no tienen la garantía de ser verdaderas. Cuando es
correctamente practicada, está justificado que uno acepte los resultados, y ellos son probablemente
verdaderos. Por consiguiente, si son verdaderos, ellos constituyen conocimiento en el sentido ordinario
de creencia verdadera justificada, pero la refutación tal como señala Vlastos, no confiere certeza. Es
cuando se piensa en el conocimiento como algo que requiere certeza, tal como sostiene Vlastos, que
Sócrates dice que él no conoce las verdades morales.

Paso ahora a mi segundo enigma: ¿qué motivo podría haber tenido Sócrates para emplear la

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refutación como lo hizo? (¿Qué motivo podría tener cualquiera?) Esta pregunta puede parecer que ya ha
sido contestada, puesto que si estoy en lo correcto, se trata de un método que generalmente conduce a la
verdad. ¿Pero para quién? ¿Si es Sócrates el que investiga la verdad, que le impide seguir su método en
el aislamiento? El parece aceptar la profecía del oráculo de que nadie es más sabio que él, aunque la
razón simplemente puede ser que él solo sabe que no tiene la sabiduría (en el sentido de certeza). Y su
experiencia con el cuestionamiento a los demás no sugiere que Sócrates haya aprendido algo de ese
intercambio (6). Lo que los diálogos nos muestran, una y otra vez, es que Sócrates puede demostrar que
sus interlocutores están desconcertados, que sus respuestas sobre lo que es la piedad o el valor o la virtud
están equivocadas a la luz de otras opiniones que ellos mismos sostienen. La sabiduría que se alcanza es
negativa: se manifiestan una cantidad de conceptos falsos, pero la refutación nunca conduce a una verdad
moral mayor. Sócrates exige saber ciertas verdades morales; pero éstas se presentan como las premisas,
no las conclusiones, del argumento refütativo, y son premisas con las que sus interlocutores están de
acuerdo. No hay ninguna razón
para pensar, entonces, que Sócrates practica la refutación en otros con la esperanza que ellos conozcan
algo que él no sabe.

¿Él lo hace entonces para el beneficio de otros? Hay dos razones para dudar esto. La primera
simplemente es que los diálogos Socráticos testifican que eso no funciona. Las víctimas de Sócrates'
terminan desconcertadas, irritadas, incluso lo insultan, pero raramente parecen mejorar. Como Vlastos
dice, "el Sócrates de Platón no es en absoluto persuasivo. Él gana cada argumento, pero nunca parece
ganarle a un antagonista". (PS, p.2) La vida sin examen puede no ser merecida de ser vivida, pero no hay
ninguna señal de que las vidas de sus interlocutores mejoren después de los exámenes de Sócrates".

La segunda razón para dudar es que Sócrates examinó a los otros principalmente para poner a prueba
sus almas. Dado que los otros eran molestados en lugar de ayudarlos por sus cuestionamientos
agobiantes, es difícil creer que Sócrates no obstante persistiera en un esfuerzo por mejorarlos. Quizás
Sócrates careció, como Vlastos sugiere, de la capacidad humana para apreciar que es posible ser virtuoso
sin ser capaz de responder a la pregunta sobre "¿qué es la virtud?" sin embargo él no era ni estúpido ni
cruel.

Hay otra razón, o excusa, ofrecida por Sócrates mismo por su importunar persistente a sus
conciudadanos (o a cualquiera, fuera cual fuera su rango). Esto es que prefería vivir más bien entre
ciudadanos buenos que malos; por lo tanto debía estar convencido que correcta o erróneamente, su
interrogatorio hacía algún bien a otros, así como a él (Apología 25c ff.). Esto tal vez conduce a alguna
idea de que Sócrates creía que sus interrogatorios mejoraban a los demás a pesar de sus faltas aparentes;
pero no nos aporta un motivo respetable a menos que uno suponga que era tan tonto como para pensar
que podría de algún modo reformar a la sociedad completa que estaba contra él.

Finalmente, está el daimon de Sócrates que, él nos dice, le ha dicho que pase su tiempo interrogando

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y examinando a todos los que encuentre, sobre todo aquéllos que se creen sabios. Podemos tomar esto
seriamente como una razón adicional para aplicar la refutación sólo si suponemos que Sócrates pudiera
aceptar los decretos de una voz autoritaria carente de argumentos. No puedo aceptar esta sugerencia.
Aunque las exigencias y prohibiciones del daimon sin duda coincidieran con intuiciones Socráticas
fuertes, intuiciones quizás en algún sentido religiosas, Sócrates sólo las habría tenido en cuenta si las
consideraba racionales.

Puede ser que yo desestime el poder y la evidencia textual de algunos argumentos para la práctica
pública de la refutación que exhaustivamente he revisado. Pero me gustaría sugerir que hay un
argumento mucho más persuasivo, y más interesante, que ninguno de los que haya hasta ahora
mencionado. Es que Sócrates estaba convencido de que él mismo podría aumentar su sabiduría y claridad
a partir del intercambio con los otros aún cuando estos no fueran tan inteligentes como él.

Hay frecuentemente sin duda mucho de ironía en expresiones de Sócrates sobre su deseo de aprender
de otros. Hay un punto serio, sin embargo, detrás de la respuesta de Sócrates a Eutifron cuando Eutifrón
dice que Sócrates lo ha entendido perfectamente:
"Sí, mi amigo (dice Sócrates), porque yo estoy ávido de su sabiduría, y me entrego totalmente a ella, por
eso nada de lo que usted diga caerá al vacío" {EutifrónHd).
Sócrates está bromeando cuando acredita a Eutiftón sabiduría; pero él no bromea sobre querer
entenderlo. Sócrates frecuentemente comenta como está preparado para encontrar que él está tan
equivocado como aquéllos que él cuestiona. Cuando Protágoras pregunta si debe responder por él o como
"la multitud" lo haría, Sócrates contesta "me da lo mismo, con tal de que usted conteste. Por eso lo que
principalmente examino es la proposición. Pero la consecuencia puede ser que yo el interrogador y usted
el interrogado estemos siendo examinados ambos" (Protágoras 333b-c). A Menón le agrada el estilo de
respuestas de Sócrates', y contesta "Bien entonces, yo no ahorraré el esfuerzo, para su suerte y para la
mía propia [mis cursivas], continuaré en ese estilo"(Menón77a). Un poco después en el mismo diálogo
encontramos a Sócrates diciendo,

No es porque tenga seguridad en mí mismo que provoco la duda en los otros; es


porque tengo más dudas que ningún otro que yo provoco la duda en los demás. Así
ahora, por mi parte, no tengo ninguna idea de qué es la virtud, mientras usted, aunque
quizás puede haberlo sabido antes de que estuviera en contacto conmigo, es ahora tan
ignorante como yo. Pero al menos yo deseo unirme a usted para examinarlo y para
investigar su naturaleza. (Menón 80c-d).

Cuando Critias acusa a Sócrates de intentar refutarlo en lugar de plantear un argumento, Sócrates
contesta,

¿Y qué si soy yo? ¿Cómo puede usted pensar que yo tengo cualquier otro motivo para

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refutarlo sino que yo ya me haya examinado a mí mismo? Este motivo bastaría


simplemente para temer mi inconsciencia de pretender conocer algo que ignoro. Y en
este momento, yo le aseguro, continúo la discusión principalmente para mi bien, y
quizás en alguna medida también por el bien de mis otros amigos (Cármides 166c-d).

O, de nuevo, "Protágoras, no supone que yo tengo cualquier otro deseo para debatir con usted
que el de examinar las dificultades que se me plantean en cada tema" (Protágoras 348c).

Lo que estos pasajes sugieren, es tanto la práctica real de Sócrates, como la fuerza con que él
creía firmemente, al punto de arriesgar su vida por ello, que ese intercambio verbal, en la forma de
refutación, proveía el principal o único acceso a la sabiduría moral. Yo tomo a Sócrates seriamente
cuando explica por qué el habla es superior a la escritura. Escribir, dice el, es como la pintura: las figuras
están de pie allí como si estuvieran vivas, pero si usted les hace una pregunta ellas callan. Las palabras
escritas son así: ellas parecen inteligentes, pero si usted las interroga dicen siempre lo mismo. (Fedro
275d).

Por qué, sin embargo, Sócrates creía que la comunicación verbal, correctamente dirigida, podría
llevarlo al reconocimiento de verdades, no lo dijo, y yo no puedo responder por él. Pero puedo dar una
razón de por qué creyó eso. La respuesta descansa, tal como la respuesta a nuestro primer enigma, en la
manera en que los contenidos del pensamiento de una persona y juicio dependen de sus relaciones con
otras personas y con el mundo. Nosotros pensamos el diálogo como un proceso en el que pensamientos
totalmente formados se intercambian, y pasamos por alto el hecho que el diálogo nos aporta nexos a
partir de los cuales los pensamientos y conceptos se forman y adquieren significados. Pensamiento y
racionalidad son, como dije antes, fenómenos sociales. Sin el lenguaje, los pensamientos no tienen
ninguna forma clara; pero el lenguaje sólo permite que emerjan en el contexto de comunicación activa.
Lo qué nosotros pensamos depende de lo qué otros pueden hacer de nosotros y de las relaciones con el
mundo que nosotros compartimos con ellos. Se sigue que nosotros no tenemos ningún pensamiento claro
excepto aquellos que surgen en el proceso de ser capturado por otros. Cuándo Sócrates insiste una y otra
vez en el Menón que es inútil preguntar si puede enseñarse la virtud hasta que uno no sepa lo que es la
virtud, él no está, como se supone a menudo, lamentando el fracaso para ascender con una respuesta
prolija y final a la pregunta, "¿que es la virtud?" Está invitando a sus compañeros a continuar en la
búsqueda para la claridad y entendimiento mutuo - que es el único método que conoce para lograr la
verdad moral.

Deberíamos distinguir entre la falta de consistencia y falta de claridad. En los diálogos socráticos
los interrogados se encuentran diciendo cosas que son contradictorias. Pero lo que esto revela
necesariamente no es que ellos tienen ideas claras que chocan; la apariencia de contradicción es lo que
más comúnmente traiciona la confusión real. Hay un sentido genuino en que alguien que está

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desconcertado no puede estar sinceramente equivocado, porque simplemente no sabe lo que piensa. El
diálogo, particularmente en la forma de refutación, proporciona el foro en que las solas palabras asumen
significando y se clarifican lentamente los conceptos. Cuanto mejor podamos entender a los demás mejor
sabremos lo que nosotros pensamos.

Parece confuso que Sócrates siempre esté preguntando, "¿que es la virtud"?, "¿que es la piedad"?,
"¿que es la justicia"?, y nunca encuentre una respuesta satisfactoria. Nunca. ¿Está intentando averiguar
qué es la virtud o la piedad o la justicia, o más bien lo que él y los demás entienden por esas palabras?
¿Cómo podemos separar estos problemas? No podemos esperar aprender lo que estas virtudes son sin
aprender lo que las palabras significan, o aprender lo que las palabras significan sin aprender lo que la
gente, nosotros mismos y los demás, entendemos por ellas. Lo que la gente quiere decir es lo que los
demás pueden entender; aprender lo que nosotros queremos decir es aprender lo qué queremos dar a
entender a otros. Entendemos a los demás, cuando estamos de acuerdo con ellos en los conceptos
básicos, la claridad sobre lo que nosotros queremos decir, viene de la mano con lo que ellos quieren
decir. La refutación es un modelo de nuestro único método para promover estos fines.

NOTAS

(1). Los artículos de los que dependo particularmente son "The Socratic Elenchus" [SE], en Oxford
Studies in Ancient Philosophy. Clarendon Press. Oxford, 1983, 27-58;

"Afterthoughts on the Socratic Elenchus", ibid. 71-4; "Socratic Irony", Classical Quarterly 37 (1987), pp.
79-96; "The Paradox of Sócrates" [PS], en The Philosophy of Sócrates, ed. Gregory Vlastos. Douhieday
& Co., New York, 1971.

(2) Por ejemplo es mejor sufrir la injusticia que cometerla (Gorgias 482a-c).

(3). La discusión de Vlastos que conduce al enunciado de que A es mucho más claro que lo que él tiene
en mente.

(4). Esta es mi conclusión no la de Vlastos. En "Plato's Philosopher", London Review of Books, 1


August, 1985, sugiero que hacia el fin de su carrera de escritor en el Filebo, Platón abandonó su mejor
método para retomar a la refutación.

(5). Ver los ensayos en Inquirios into Truth and Interpretation, Oxford University Press, 1984, y
"Rational Animáis", Dialectics 36 (1982), pp. 317-27. Para la aplicación de los juicios de valor, ver
"Expressing Evaluations", The Lindiey Lecture, University of Kansas Press, 1984.

(6). El Filebo, demasiado tardío en la carrera de Platón como para dar cuenta de Sócrates como para la

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mayor parte de los especialistas puede contener una excepción:

Sócrates comienza plantando que una vida de pensamientos puros es mejor, pero la refutación (utilizada
por el mismo Sócrates) muestra que una vida mezclada de razón y placer es lo mejor.

Versión española Prof Marta Bayarres Delio

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