desarrollo sostenible es promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos. ¿Cómo nos aventuramos hacia esa meta? Cuando sales a trabajar por la mañana, hay muchas cosas de las que en general estás desentendido. Sin embargo, Anderson Rodrigo Reis estaba haciendo su trabajo de siempre cuando estuvo a punto de perder su vida. Se encontraba adentro de un depósito de granos para descargar un camión, actividad riesgosa pero a la que estaba habituado después de tres años dedicado a la tarea. De pronto, un compañero activó la máquina que permitía el traspaso de los granos del silo al automotor y el suelo que pisaba Anderson comenzó a desmoronarse bajo sus pies. El pasado 30 de agosto, la BBC News publicó una investigación inédita sobre las muertes en depósitos de granos en Brasil. Es que en 2017, los trabajadores que perecieron alcanzaron un total de 24, registrando el número más alto en diez años. Anderson fue de los pocos afortunados que pudo sobrevivir para contar su historia: para ello tuvo que mantenerse cinco horas en puntas de pie, con los granos de soja presionando todo su cuerpo hasta el mentón, hasta que los bomberos lograron rescatarlo. Los derechos laborales son derechos humanos y bajo ese precepto deben juzgarse las prácticas laborales que violentan la vida de las personas, o simplemente su seguridad psico-física. Por ejemplo, ¿sabías que desde 1987 el Ministerio de Salud de Japón reconoce que el karoshi es una realidad? Se trata de la muerte por exceso de trabajo, que solo en 2015 se cobró 2310 vidas en el país asiático. Derrames cerebrales y ataques cardíacos son las causas de fallecimiento más frecuentes de las víctimas del karoshi, quienes han trabajado más de 100 horas extras en un mes. En este sentido, según la Organización Mundial del Trabajo el año, 2017 concluyó con más del 40% de los trabajadores empleados en condiciones de vulnerabilidad. Este porcentaje se traduce en 1400 millones de personas y se cree que podría incrementarse en 35 millones más para el 2019. Por otro lado, en el amplio espectro que comprende el mundo laboral, una problemática más se inserta: el número de personas que están en búsqueda de trabajo y no obtienen respuestas cada vez es mayor. Los estudios de la OIT revelan que en 2018 el índice de desempleados en todo el mundo es de 192 millones de personas. La relación que existe entre esta cifra y las observaciones hechas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo es directa: se estima que entre 2016 y 2030 será necesario crear 470 millones de empleos para absorber a la totalidad de potenciales participantes del mercado laboral. Los cambios de las prácticas laborales son otro de los desafíos que nos presenta la actualidad. Entre los fenómenos que destaca la OIT, la migración de los trabajadores de la agricultura y la industria al sector de servicios es uno de los más influyentes. Por eso, en su Declaración sobre la justicia social para una globalización equitativa afirma que los valores fundamentales de libertad, dignidad humana, justicia social, seguridad y no discriminación son esenciales para un desarrollo y una eficacia sostenibles en materia económica y social. Lo cierto es que toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. Y esta afirmación es nada más y nada menos que el inciso primero del artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Para terminar, ¿sabías que desde el 1 de enero de 2017, las empresas francesas de más de 50 trabajadores deben regular los horarios de conexión digital de sus empleados? Esto significa que no pueden intentar localizarlos en la virtualidad fuera de los momentos acordados previamente. La conquista del derecho a la desconexión digital es el gran reto de nuestro tiempo. ¿Qué piensas al respecto? Los derechos laborales son derechos humanos El octavo de los objetivos de desarrollo sostenible es promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos. ¿Cómo nos aventuramos hacia esa meta? Cuando sales a trabajar por la mañana, hay muchas cosas de las que en general estás desentendido. Sin embargo, Anderson Rodrigo Reis estaba haciendo su trabajo de siempre cuando estuvo a punto de perder su vida. Se encontraba adentro de un depósito de granos para descargar un camión, actividad riesgosa pero a la que estaba habituado después de tres años dedicado a la tarea. De pronto, un compañero activó la máquina que permitía el traspaso de los granos del silo al automotor y el suelo que pisaba Anderson comenzó a desmoronarse bajo sus pies. El pasado 30 de agosto, la BBC News publicó una investigación inédita sobre las muertes en depósitos de granos en Brasil. Es que en 2017, los trabajadores que perecieron alcanzaron un total de 24, registrando el número más alto en diez años. Anderson fue de los pocos afortunados que pudo sobrevivir para contar su historia: para ello tuvo que mantenerse cinco horas en puntas de pie, con los granos de soja presionando todo su cuerpo hasta el mentón, hasta que los bomberos lograron rescatarlo. Los derechos laborales son derechos humanos y bajo ese precepto deben juzgarse las prácticas laborales que violentan la vida de las personas, o simplemente su seguridad psico-física. Por ejemplo, ¿sabías que desde 1987 el Ministerio de Salud de Japón reconoce que el karoshi es una realidad? Se trata de la muerte por exceso de trabajo, que solo en 2015 se cobró 2310 vidas en el país asiático. Derrames cerebrales y ataques cardíacos son las causas de fallecimiento más frecuentes de las víctimas del karoshi, quienes han trabajado más de 100 horas extras en un mes. En este sentido, según la Organización Mundial del Trabajo el año, 2017 concluyó con más del 40% de los trabajadores empleados en condiciones de vulnerabilidad. Este porcentaje se traduce en 1400 millones de personas y se cree que podría incrementarse en 35 millones más para el 2019. Por otro lado, en el amplio espectro que comprende el mundo laboral, una problemática más se inserta: el número de personas que están en búsqueda de trabajo y no obtienen respuestas cada vez es mayor. Los estudios de la OIT revelan que en 2018 el índice de desempleados en todo el mundo es de 192 millones de personas. La relación que existe entre esta cifra y las observaciones hechas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo es directa: se estima que entre 2016 y 2030 será necesario crear 470 millones de empleos para absorber a la totalidad de potenciales participantes del mercado laboral. Los cambios de las prácticas laborales son otro de los desafíos que nos presenta la actualidad. Entre los fenómenos que destaca la OIT, la migración de los trabajadores de la agricultura y la industria al sector de servicios es uno de los más influyentes. Por eso, en su Declaración sobre la justicia social para una globalización equitativa afirma que los valores fundamentales de libertad, dignidad humana, justicia social, seguridad y no discriminación son esenciales para un desarrollo y una eficacia sostenibles en materia económica y social. Lo cierto es que toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. Y esta afirmación es nada más y nada menos que el inciso primero del artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Para terminar, ¿sabías que desde el 1 de enero de 2017, las empresas francesas de más de 50 trabajadores deben regular los horarios de conexión digital de sus empleados? Esto significa que no pueden intentar localizarlos en la virtualidad fuera de los momentos acordados previamente. La conquista del derecho a la desconexión digital es el gran reto de nuestro tiempo. ¿Qué piensas al respecto? ¿Existe un límite para la libertad de expresión? Ya hemos hablado de la Libertad de Expresión en otra nota de nuestro blog: aquella en la que te invitamos a pensar este derecho como un derecho social. Pero hoy queremos analizar este tema desde una óptica novedosa: ¿qué sucede con la Libertad de Expresión en los tiempos de Internet? Bradley Manning -hoy, Chelsea -tenía 22 años cuando fue detenido por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, en 2010. Su condena de 35 años de cárcel fue la mayor de su tipo impuesta en su país. ¿El crimen? Manning fue el protagonista de la mayor filtración de información clasificada del gobierno norteamericano. Dentro del cuerpo de soldados del Ejército de Estados Unidos, Manning se desempeñaba como analista de espionaje y tenía acceso a distintas bases de datos cargadas de información secreta. Mientras hacía creer a sus compañeros que escuchaba Lady Gaga, copiaba en el CD que llevaba el nombre de la artista los archivos más polémicos a los que se enfrentaba en su ejercicio profesional diario. Las filtraciones de Manning se hicieron a través de la página Wikileaks, convirtiéndose en una de las más mediáticas publicaciones de esta plataforma. Entre los documentos, figuraba el “Asesinato Colateral” –tal fue el título bajo el cual lo presentó Wikileaks –en el que podía verse en una serie de videos un ataque de helicópteros en Bagdad ocurrido en 2007 y que tuvo como consecuencia la muerte de 12 civiles. Un fotógrafo y un periodista de la agencia de noticias Reuters estuvieron entre las víctimas. El hermano de uno de ellos dijo a The Washington Post: “Lo que hizo este soldado es justicia descubriendo un crimen contra la humanidad”. Sin embargo, Manning fue denunciado ante el Pentágono por Adrian Lamo, un hacker quien alardeó su hazaña, y condenado a prisión. Uno de los argumentos de la fiscalía contra Manning fue la malintención que implicaba el haber compartido los archivos con Wikileaks. Según buscaron demostrar, la plataforma online no tendría como propósito final el actuar de servicio público, cumpliendo la tarea de informar a las personas, sino de instigar para poder obtener información secreta y atacar a los poderosos. Sin embargo, las publicaciones de Wikileaks molestan al poder pero ponen en advertencia a todos los ciudadanos. Por ejemplo, una de sus últimas filtraciones, Vault 7, dio a conocer que cualquier dispositivo electrónico es susceptible de ser coaptado por la CIA para el espionaje de los ciudadanos. Casi ningún producto se salvó de esta generalidad: tanto los teléfonos móviles de Apple, Android y Microsoft como los Smart TV de Samsung, los iPads, módems para la conexión a internet, entre otros dispositivos, todos figuraron en la lista de control informático de la CIA. Las redes sociales también formaron parte de esta polémica. Cualquier punto de acceso a internet es conocido por la CIA. ¿Qué sucede con la libertad de expresión en este caso? Muchos sostienen que queda totalmente vulnerada ante tal denuncia, ya que el pensarse uno mismo espiado por otros puede conducirlo a la autocensura, otra de las formas de coartar el derecho a manifestarse sin trabas. Manning salió de prisión en el 2017, tras una intervención del entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, bajo la argumentación de que su pena había sido desmedida. ¿Nuestra Libertad de Expresión tiene límites? ¿Qué nos dice esta historia? Jessie Street, luchadora de los derechos políticos de las mujeres “No se puede ir a ninguna parte sin un cambio en la Constitución y no se puede obtener eso sin un referéndum. Necesitarás una petición con 100,000 firmas. Será mejor que empecemos de una vez.” Esas fueron las palabras que Jessie Street le dijo por teléfono a Faith Bandler cuando buscaban la reforma constitucional para que los nativos australianos fueran incorporados en los censos. La determinación con que se dirigió aquella vez es un ejemplo claro de la fuerza y convicción con que vivió su vida entera, luchando por los derechos de las mujeres, por la paz y por la eliminación de toda discriminación contra los aborígenes. Jessie Street fue una figura central en la vida política de Australia y del mundo entero durante más de 50 años. Jessie fue la primera y única mujer delegada de Australia en las Naciones Unidas, donde desempeñó un papel clave junto con Eleanor Roosevelt para garantizar que la mujer se incluyera junto a la raza y la religión como cláusula de no discriminación en la Carta de las Naciones Unidas. Ya desde muy joven se involucró en la vida política y social desde los distintos lugares en los que tuvo residencia. Durante 1914, residió en Londres y pudo vincularse directamente con el movimiento de sufragistas, mientras trabajaba con madres y niños en condiciones de vulnerabilidad. En 1915, se trasladó a Nueva York donde trabajó algún tiempo en un centro de apoyo para mujeres arrestadas por prostitución. Una de las hazañas más recordadas de Jessie Street fue cuando, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, adoptó una identidad diferente –“Jane Smith” –para trabajar en la fábrica de municiones de Melbourne y experimentar en carne propia las condiciones laborales de las mujeres. En ese entonces, la presencia de los hombres en batalla, tuvo como consecuencia que muchas mujeres pudieran lograr grandes avances en cuanto a la participación en el trabajo y la igualdad de oportunidades. Por tanto, Jessie luchó arduamente porque estos avances no se diluyeran y las mujeres fueran consideradas en la reconstrucción de la posguerra y la reforma social. Jessie Street, además, fue una de las 15 integrantes originarias de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer. Dicha comisión se reunió por primera vez en Lake Success, Nueva York, en febrero de 1947, poco después de la creación de las Naciones Unidas. En aquel momento, los 15 representantes gubernamentales que formaban la Comisión eran mujeres. La Comisión elaboró las primeras convenciones internacionales sobre los derechos de la mujer, como la Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer de 1953, que fue el primer instrumento de derecho internacional en reconocer y proteger los derechos políticos de las mujeres. Nacida en la India, en el año 1889, donde su padre se desempeñaba como funcionario público, cuando tenía siete años su madre heredó la residencia de Yullgibar Station, en Australia, y toda la familia Street se trasladó al país oceánico. Su educación básica tuvo lugar en el Reino Unido y sus estudios universitarios, en Sydney. Jesse Street es un ejemplo de compromiso por la conquista de derechos para las mujeres del mundo. Hoy la recordamos con orgullo. Las mujeres y la discriminación laboral ¿Por qué, en pleno siglo XXI, se dice que las mujeres sufren discriminación laboral? ¿Es esto una realidad o una creencia que no tiene fundamentación? Quítate todas las dudas en esta nota especial por los Derechos Humanos de la Mujer. El 5 de febrero de 2014, se incendió un depósito de la empresa Iron Mountain Inc. en Buenos Aires. Más allá de todas las polémicas que el siniestro suscitó, un hecho en particular llamó la atención de los medios de comunicación: la muerte de Anahí Garnica, la primera mujer bombera de la Policía Federal Argentina. Anahí, nacida el 5 de octubre de 1984, estaba decidida a ser bombera desde su infancia: su papá también ejercía esa profesión. Sin embargo, no fue sino hasta el 2003 que pudo comenzar a vivir su sueño. Antes de ese año, los Bomberos de la Policía Federal no aceptaban mujeres entre sus trabajadores. ¿Cuántas veces has visto a una mujer vestida de bombera? Si bien –y tal como sostienen las estadísticas de ONU Mujeres –las posibilidades de inserción de las mujeres en el mundo del trabajo han aumentado, ellas siguen siendo mayoría en los empleos menos estables y peor remunerados, con escaso o ningún acceso a la protección social y el trabajo decente. Para empezar, solo el 50% de las mujeres en edad de trabajar forma parte de la población económicamente activa, mientras que el número de los hombres sobrepasa el 75%. Se estima que el PBI mundial anual aumentaría en 28 billones de dólares si mujeres y hombres realizaran los mismos trabajos. Y es que las mujeres parten con desventaja: solo en cuanto a su participación, las probabilidades difieren en 26 puntos porcentuales respecto de los hombres, según datos presentados por la OIT. En África del Norte y los Estados Árabes las mujeres tienen dos veces menos posibilidades de trabajar. La famosa brecha salarial entre hombres y mujeres también se presenta como una realidad: a nivel mundial, por cada dólar que gana un hombre, una mujer solo percibe 77 centavos. Aproximadamente, se necesitarán 70 años para revertir esta desigualdad, al menos si se continúa con el tipo de políticas implementadas en este sentido. Por otro lado, ¿ya habías escuchado que la jornada laboral de las mujeres es mayor que la de los hombres? Desde el 2013, se considera que actividades como buscar agua, recolectar leña y combustible, cocinar, limpiar y cuidar personas son una forma de trabajo no remunerado. Se trata de un tipo de labor de producción de bienes y servicios para el autoconsumo que, tal como sostiene ONU Mujeres, suple en muchas ocasiones la falta de gasto público en servicios sociales e infraestructura. Este trabajo doméstico es asumido en gran parte por mujeres. En los países en desarrollo, de un total de 7 horas y 9 minutos, que es en promedio la duración de un día laboral para las mujeres, 4 horas y media son trabajadas sin remuneración alguna. Mientras que en el caso de los hombres el trabajo doméstico implica 1 hora y media de un total de 6 horas y 16 minutos. ¿Sorprendente, no? El caso de Anahí Garnica es por demás reciente. Pero los títulos como “la primera mujer médica”, “la primera mujer abogada”, “la primera mujer maquinista de tren” se escriben desde hace décadas. Y, tal como lo señalan los números pero también la experiencia personal de miles de jóvenes y adultas, la inserción laboral para las mujeres, en muchas ocasiones, sigue siendo hoy un gran desafío. Trabajo significa empoderamiento económico y esto es clave para la reversión de la desigualdad estructural que impregna el mundo de hoy y de siempre. La libertad de expresión es un derecho social ¿Desde qué óptica concibes el derecho a la libertad de expresión? En esta nota, te proponemos descubrirlo en su faceta social. En marzo de este año, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo falló a favor de dos ciudadanos independentistas catalanes que quemaron una foto de los reyes Juan Carlos y Sofía. Su tesis central fue la defensa de la libertad de expresión. El hecho ocurrió en 2007, en una plaza pública y en el marco de una manifestación autorizada. Las consecuencias para sus protagonistas fueron una pena de 15 meses en la cárcel y una fianza de 2700 euros. Al contrario de la sentencia emitida por el Tribunal Constitucional español en 2015 -que consideraba el acto como un delito de incitación a la violencia y al odio-, el TEDH argumentó que juzgar la quema de fotos desde este paradigma y no desde la óptica de la libertad de expresión podría perjudicar el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura sin los cuales no puede concebirse una democracia real. ¿Habías considerado que la libertad de expresión es un derecho social porque sostiene la democracia? La lucha por el derecho a la libertad de expresión se inscribe en la historia de las sociedades desde hace mucho tiempo. Quizás sus registros más conocidos son los que lo remiten a la Revolución Francesa (1789), cuando estaba asociado directamente al ideal revolucionario de libertad, igualdad y fraternidad. Desde entonces, la libertad de expresión se cuenta entre las principales conquistas de la humanidad y se incluye en una primera generación de derechos fundamentales que reúne una diversidad de derechos civiles y políticos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 lo concibe también de esta manera. En su artículo 19 lo define como el derecho de todo individuo a “no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Es interesante detenerse en las primeras palabras que emplea este documento para referirse al tema: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión”… y más puntualmente: “todo individuo”. Por supuesto que la libertad de expresión es un derecho del que debemos gozar individualmente. Pero… ¿por qué no dotarlo, al mismo tiempo, de un carácter social y entenderlo, entonces, como un pilar fundamental de toda sociedad democrática? La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en una opinión consultiva de 1985 sobre la colegiación obligatoria de periodistas, lo planteó de esta manera: “La libertad de expresión es una piedra angular en la existencia misma de una sociedad democrática. Es indispensable para la formación de la opinión pública y para que la comunidad, a la hora de ejercer sus opciones, esté suficientemente informada. Es por eso que, es posible afirmar que una sociedad que no está bien informada, no es plenamente libre. La libertad de expresión es por lo tanto no sólo un derecho de los individuos sino de la sociedad misma.” Una concepción un poco más amplia, ¿verdad? Otro aspecto que resalta la cara más social de la libertad de expresión es su estrecha relación con la libertad de prensa. Es real que muchas veces la actividad de los medios de comunicación está bañada de intereses y conveniencias políticas y económicas. Pero lo cierto es que su misión intrínseca y principal es poner al alcance de los ciudadanos toda la información de la actualidad para asegurar su protagonismo dentro de la democracia. Porque los medios son, ante todo, un servicio público. Por esa razón, se considera que una de las formas más comunes de restricción a la libertad de expresión es con amenazas y agresiones directas e indirectas a periodistas. De hecho, según el Informe 2016 de la CIDH, América Latina es uno de los continentes más peligrosos para el ejercicio del periodismo. En ese año, se registraron ante dicho organismo 33 asesinatos de periodistas y trabajadores de los medios de comunicación. El homicidio de periodistas constituye la mayor violación del derecho a la Libertad de Expresión y sus repercusiones incluyen la autocensura por parte de otros profesionales que, por supuesto, no quieren correr la misma suerte. Y tú, desde tu lugar, ¿cómo eliges concebir tu derecho a expresarte libremente? Pensar el derecho a la libertad de expresión desde una perspectiva social nos permite ahondar más y mejor en sus implicancias y entonces comprender por qué, más de diez años después, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos habló fuerte y claro para defender una manifestación popular que, durante mucho tiempo, fue considerada contraria a la ley.