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INTRODUCCION - CLASE 2

PRODUCCION HISTORIOGRAFICA ARGENTINA: TEMAS, PERSPECTIVAS Y PROBLEMAS

 CUESTIONES HISTORIOGRAFICAS DE LA ARGENTINA CONTEMPORANEA (ficha de Cátedra)

Se denomina “historia oficial” a aquella que predomina como única verdad indiscutida expresándose
en los discursos y la iconografía oficial. Como también en las estatuas de las plazas, etc.

Los autores la titulan HISTORIOGRAFIA LIBERAL porque interpreta y valora los acontecimientos desde
un enfoque ideológico “liberal conservador” (liberalismo con libre juego de mercado y apertura de la
economía hacia el exterior, y que se impregna de una concepción elitista i antipopular.

Se la conoce también como “historia mitrista” porque Bartolomé Mitre fue su propulsor. Inauguro la
escuela erudita convirtiéndose en el más riguroso custodio de la Heurística. Historia pretenciosa,
científica. Personalidades como depositarios del proceso histórico. Esta corriente analiza el pasado
desde la óptica de las elites dueñas del país y se centra en pocas personalidades, desvinculándose del
resto de América latina. Sus principales divulgadores fueron V. Fidel López, Ricardo Levene, entre
otros.

A partir de 1930 comienza a predominar “LA NUEVA ESCUELA HISTORICA” (dictadura, ideas fascistas)
esta iba a continuar cantes que renovar las líneas interpretativas de la historiografía liberal. Se difundió
en instituciones como el Instituto de Investigaciones Históricas (más tarde Ravignani), posteriormente
en la Academia Nacional de la Historia, dirigida por R. Levene. Se amparaba en el rigor metódico y en
la critica concientizuda de los documentos, trataba de construir los hechos “tal como fueron” a través
del análisis riguroso de las fuentes inéditas consideradas como llave fundamental del saber histórico.
Se dedicaron sobre todo a la historia política, de las instituciones y del Estado. Tenían una visión
positivista vista “desde arriba” propensa al culto de los grandes hombres y minorías ilustradas. Se
dedicaba atención al periodo colonial y a los años de la emancipación con prolongaciones que no
llegaban mas allá de la llamada “organización nacional” (hasta 1962, Batalla de Pavón)

La CORRIENTE REVIOSINISTA surge hacia 1930 frente a la tendencia oficial impregnada de referencias
ideológicas y políticas de derecha nacionalista y oligárquica. La historia nacional se constituyo como un
campo de batalla político. Se convirtió en un eje de combate ideológico orientado a la impugnación del
orden socioeconómico y político existente. Las primeras manifestaciones de una historiografía
académica no subordinada a la visión conocida como liberal, critica de los métodos y la cosmovisión de
la Nueva Escuela Social dirigida por José Luis Romero en la UBA. El momento fundacional de esta
renovación historiográfica se da a partir de 1955. Se buscaba una producción histórica con mayores
pretensiones de rigor científico y actualizado de acuerdo a las corrientes historiográficas europeas
(Ruggiero, Hobsbawm) sobre todo la francesa de Annales. Existía una preocupación por integrar las
dimensiones económicas, sociales y culturales a una historiografía nacional que hasta ese momento se
había centrado en lo político a través de la idea de Historia social, en una época en que todavía seguía
vigente la tradición erudita. Los renovadores produjeron una oxigenación teórica, temática, y
metodológica bastante amplia. El golpe de estado de 1966 rompió esa trayectoria y se volvió por un
tiempo la hegemonía del academicismo conservador. Se vio truncada en el terreno universitario.

Después de 1983 se produce la hegemonía de la “HISTORIA SOCIAL”, todavía en el transcurso de la


dictadura iniciada en el 76, se constituyo un grupo de historiadores que comenzaron a reconstruir la
idea de hacer Historia Social en la línea de José Luis Romero junto a Halperin Donghi obraron como
modelos. Pondrán acento en la profesionalización de la carrera de Historia, con la consiguiente
regularización de sus cátedras y plan de estudio y la tarea de investigación. Se busca un
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restablecimiento de las publicaciones y encuentros científicos, el cultivo de vínculos internacionales
con las últimas tendencias de la historiografía mundial. Distintos equipos de investigación
entrecruzando los aportes de la sociología, la teoría política, la teoría del Estado y la Historia de las
ideas políticas reconstruyen el pasado dando lugar a un debate entre historiadores. Alguno de ellos:
José Carlos Chiaramonte (19869) quien resinificó los estudios sobre caudillos y le federalismo. Realizo
importantes aportes a sobre la construcción del estado argentino. Hilda Sábato: trabaja sobre historia
política. Se refiere a la relación entre el sistema de poder político y la sociedad civil. Deja la mirada
global para atender un caso local, la ciudad de buenos aires. Rechaza al marxismo como filosofía de la
Historia y como modelo de transformación.

Otras características: priorizan la visión “micro” y el estudio de las instituciones por encima de los
grupos sociales, huyen de los temas comprometidos y politizables. La preocupación por reflexionar
sobre la dimensión local se carga de politización. Para Fernando Devoto, Natalio Botana y Darío Cantón
son tres los principios fundamentales para el estudio de la historia política:

_la reivindacion de la narrativa como instrumento de explicación histórica.


_la defensa de la especificidad propia de la vida política.
_la preocupación por analizar los fenómenos del pasado en sus propios términos, es decir, evitar
cualquier tipo de extrapropiacion o uso político.

SOCIOLOGIA HISTORICA: Desde esta perspectiva, Waldo Ansaldi, cruzando aportes del marxismo con
la teoría política actual, indaga sobre la compleja relación: ideología-política-clases sociales, con el
objeto de develar el origen de la crisis institucional argentina(crisis de hegemonía) en el que las clases
fundamentales al ser cuestionadas por las nuevas formaciones sociales abandonan su papel dirigente
para reforzar los mecanismos coercitivos de dominación dando lugar a distintas formas de dictaduras,
semidictaduras y democracias fraudulentas. Su propuesta metodológica es la hibridación, entendía
como un proceso mediante el cual se combinan los conocimientos especializados de diferentes
dominios. Un campo de hibridación es el resultado de la recuperación de zonas marginales de dos o
varias disciplinas.

Las clásicas publicaciones fueron: El Orden CONSERVADOR (1977) DE Natalio Botana, La Pampa Gringa
de Ezequiel Gallo, otras que no provienen del campo de la historia como La formación del Estado y la
Construcción de la Soc. Argentina (1982) de Oscar Oszlak o el Radicalismo de David Rock.

La escuela social en el transcurso de los años fue sedimentando distintas generaciones de


historiadores vinculados a una política amplia de publicaciones en libros y revistas especializadas de
difusión general. Los llamados “patriarcas” publicaron 8 tomos de Historia Argentina dirigidas por
muchos historiadores. Esta colección intentaba equiparar la obra realizada por la Academia Nacional
de la Historia dirigida por Levenne. La generación “intermedia” nucleados en la colección Nueva
Historia Argentina publicaron trabajos monográficos con leguaje sencillo y algunas ilustraciones.
También hay revistas especializadas como boletines del Emilio Ravignani, el anuario del IEHS,
Prohistoria y socio histórico.

HISTORIOGRAFIA MARXISTA: notable producción durante todo el siglo XX. Buscan entroncar el
análisis marxista al surgimiento del peronismo y al movimiento nacional-popular, década del 50:
Puigros, Ramos y Arregui. Se resisten a cualquier concesión al nacionalismo popular, señalando la poca
comprensión de la izquierda argentina de la problemática nacional, década del 60: Milciades Peña, en
el cual sobresalen: la incapacidad de la burguesía para realizar la transformación democrática-

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burguesa en la Argentina y la inexistencia de una burguesía nacional potencial aliada a los trabajadores
en una revolución nacional.

Durante los 60 y 70 otros historiadores como Laclau, Assaudouriam, Garavaglia entraron en el debate
internacional

HISTORIOGRAFIA COMUNISTA: hasta los 60´ quedo atrapada en el análisis de carácter semifeudal de
la estructura social de la Argentina. Después de ese periodo nación CICSO como contrapeso de la
escuela de Gino Germani. Aparecen nuevos combates por la historia, se cuestiona la metodología y las
practicas de las instituciones científicas desde las que se fijan el “oficio”

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1.1
PLANTEOS TEORICOS E HISTORICOS DE LA FORMACION DEL ESTADO NACIONAL

 Oszlak, Oscar (1982) “La formación del estado y la construcción de la sociedad Argentina”

REFLEXIONES SOBRE LA FORMACIÓN DEL ESTADO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD ARGENTINA

El autor sostiene que el estudio de la formación del estado argentino no cuenta con una tradición
historiográfica que permita señalar senderos potencialmente fructíferos para una profundización
analítica del tema. Por ello sostiene que su perspectiva no es estrictamente “histórica” en el sentido de
exposición cronológica de eventos. El interés girara en torno a actores y no a personajes, en torno a
procesos y no a sucesos.

Estatidad

La formación del estado es un proceso de construcción y lo acompañan elementos variados como el


desarrollo relativo de las fuerzas de producción, la estructura de clases resultante o la inserción de la
sociedad en la trama de las relaciones económicas internacionales.

Dentro de este proceso de construcción social, la formación del estado nacional supone a la vez la
conformación de la instancia política que articula la dominación en sociedad y la materialización de esa
instancia es un conjunto de instituciones que permiten su ejercicio. El autor llama a esto: atributos que
definen la estatidad, la condición de ser “estado”, es decir, del surgimiento de una instancia de
organización del poder y del ejercicio de dominación política.

La estatidad supone la adquisición de:

_capacidad de externalizar su poder, obteniendo reconocimiento como unidad soberana dentro de un


sistema de relaciones.

_capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de relaciones de poder que


garantice su monopolio sobre los medios.

_capacidad de diferenciar su control a través de la creación de instituciones públicas con reconocida


legitimidad para extraer recursos de la sociedad civil.

_capacidad de internalizar una identidad colectiva mediante la emisión de símbolos que refuerzan
sentimientos de pertenencia y solidaridad. Control ideológico.

Nación y Estado

La estatidad no puede desvincularse del surgimiento de la nación. La formación del estado argentino
no resulto automáticamente de la guerra emancipadora. Varios fueron los factores que impidieron la
organización nacional una vez roto el vínculo colonial con España.

La estructura política heredada de la colonia y su aparato burocrático continuaron proporcionando


durante un tiempo un elemento aglutinante básico. Romper con las Provincias Unidas requería tener
opciones: ser viable política y económicamente y poder elegir una autonomía.

En este sentido, Buenos Aires aspiro desde el mismo momento de la Revolución de Mayo a construir
un estado unificado bajo su hegemonía. Los constructores del estado argentino (fundamentalmente
los dominantes de buenos aires) no buscaron formar una unidad política mayor o más fuerte, si no
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evitar la disgregación de la existente y producir una transición estable de un estado colonial a un
estado nacional. Aspiraron a extender un movimiento revolucionario local a la totalidad de las
provincias del ex virreinato y a heredar de la colonia el control territorial y político ejercido por España.

La unidad nacional argentina durante las primeras décadas de vida independiente se asentó más en
elementos expresivos y simbólicos que en vínculos materiales plenamente desarrollados. Echeverría
(1846) señalaba que existía una unidad diplomática externa, como unidad de banderas, de armas, que
aludía a la “Republica Argentina” o territorio argentino. Se le oponían otros atributos: aislamiento y
absoluta independencia pcial, pactos de unión interrumpidos, viejas tradiciones municipales, formas
caudillistas del ejercicio de la dominación, entre otras.

Existían intereses heterogéneos en cuanto a la economía regional, el vínculo del idioma en pcias que
preferían los leguajes indígenas y en cuanto a las etnias. En todo intento de conformar una autoridad y
representatividad no se consiguió una autoridad y representatividad, todo esto fue desnaturalizado
por el caudillismo y la lucha facciosa. El autor señala que el aislamiento y el localismo impidieron el
total fraccionamiento de estas unidades provinciales en estados nacionales soberanos.

El proceso de homogeneización fue lento, la posibilidad de negociar la constitución de un estado


nacional se vinculaba a diversos pactos federativos, a la vinculación económica que tenía como eje el
puerto de Bs As, mejoramiento de las comunicaciones con un mercado en crecimiento. El proceso de
integración se fue dando paulatinamente, con diferenciación y territorialidad social y política.

Orden y progreso

Solo a partir de la aparición de las condiciones materiales para la estructuración de una economía de
mercado se consolidan las perspectivas de organización nacional y solo en presencia de un potencial
mercado nacional se allana el camino para la formación de un estado nacional.

Hubo dificultad para articular los factores productivos y la actividad despertada por la economía
(economía exportadora). Estos fueron: dispersión y aislamiento de mercados regionales, escasez de
población, precariedad de los medios de comunicación y transporte, inexistencia de un mercado
financiero.

La distancia entre el “progreso indefinido” señala el autor era la distancia entre la constitución formal
de la nación y la efectiva existencia de un estando nacional. Roto el orden colonial el proceso
emancipador había desatado fuerzas centrifugas que desarticulaban una sociedad de pretendía ser
nación. Por eso, el orden se erigía en la agenda de problemas de la sociedad argentina como cuestión
dominante. Resuelta esta podrían encararse con mayor dedicación y recursos los desafíos del
progreso.

Por definición el “orden” excluía a todos aquellos elementos que pudieran obstaculizar el progreso, el
avance de la civilización, fueran esos indios o montoneras, estas “rémoras” que dificultaban el
progreso. El orden contenía una implícita definición de ciudadanía, en el sentido de quienes eran
considerados legítimos miembros de la nueva sociedad, es decir de quienes tenían cabida en la trama
de las nuevas relaciones sociales.

El orden también tenía proyecciones externas. Su instauración permitía obtener la confianza del
extranjero en la estabilidad del país y sus instituciones. Con ello atraerían capitales e inmigrantes, dos
factores de producción que sin su participación toda la perspectiva de progreso resultaría nula.

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El desorden y sus diferentes manifestaciones (enfrentamiento armada, caos jurídico, precariedad
institucional, imprevisibilidad en las transacciones) expresaban la inexistencia de una instancia
articuladora de la sociedad civil que solo podía estar encarnada en el estado.

La Confederación Argentina compartía con Bs As el reconocimiento externo de su soberanía política. A


su vez el control institucionalizado sobre los medios de coerción era compartido por los catorce
gobiernos pciales, que se reservaban celosamente este atributo de dominación. A esto se contraponía
la inexistencia de un aparato administrativo con alcances nacionales.

En fin, ordenar la sociedad y llenar de contenido a los atributos del estado se veían reflejados en:
soberanía externa indisputada, autoridad institucionalizada en todo ámbito territorial respaldada por
el control monopólico de la coerción, creación simbólica de consenso como fundamento legitimador
de la supremacía del estado sobre toda otra instancia de poder alternativo.

Penetración estatal

La centralización del poder y los recursos resultaban insuficientes para ganar la adhesión de las pcias y
eliminar los focos de contestación armada. Para hacer esta efectiva, acompañaría una
descentralización del control, es decir una presencia institucional permanente que fuera anticipando y
disolviendo rebeliones interiores y afirmando la suprema autoridad del estado nacional.

La represión aparecía como un condición necesaria para lograr el monopolio de la violencia y le control
territorial, la creación de bases consensuales de dominación aparecía también como atributo esencial
de estatidad. Ello suponía no solo la constitución de una alianza política estable, sino además una
presencia articuladora, material e ideológica que soldara relaciones sociales y afianzara los vínculos de
la nacionalidad.

Las diversas modalidades con que se manifestó esta penetración podrían ser objeto de una
categorización analítica.

_fuerza militar unificada y distribuida territorialmente con el objeto de prevenir y sofocar intento de
alteración del orden.

_cooptativa: captación de apoyos entre los sectores dominantes y gobiernos del interior, a través de la
formación de alianzas y coaliciones basadas en compromisos y prestaciones reciprocas.

_ Material: presupuso diversas formas de avance del estado nacional, a través de la localización en
terreno provincial de obras, servicios y regulaciones indispensables para su progreso económico.

_Ideológica: creciente capacidad de difusión de valores, conocimientos y símbolos reforzadores de


sentimientos de nacionalidad que tendían a legitimar el sistema de dominación establecido.

La represión y las formas más consensuales de penetración fueron procesos simultáneos y


recíprocamente dependientes: ganar aliados dio lugar muchas veces a ganar también enemigos, y el
“progreso” en el que se enrolaron los unos exigió el “orden” que debió imponerse sobre los otros. De
esta manera los mecanismos como la intervención federal pueden considerarse a la vez como una
modalidad de penetración represiva y como un medio de ganar la adhesión y afianzar las bases de
poder de sectores aliados dentro del propio territorio provincial.

Por último, al margen del impacto especifico de cada una de las modalidades, el autor señala que estas
produjeron diversas consecuencias. En lo que se refiere al propio estado cada una de las formas de

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penetración se expresaría en cristalizaciones institucionales, es decir, en normas y organizaciones
burocráticas que regularían y ejecutarían las actividades contempladas en los distintos ámbitos
operativos. El estado nacional se convirtió en el núcleo irradiador de medios de comunicación,
regulación y articulación social, cuya difusión tentacular facilitaría las transacciones económicas, la
movilidad e instalación de la fuerza de trabajo, el desplazamiento de las fuerzas represivas y la
internalización de una conciencia nacional. Estos correlatos institucionales al producir una
descentralización del control constituirían, en esta etapa inicial, una condición inseparable de la
centralización del poder.

Estado y clases

Vinculación entre el proceso de constitución del estado y la constitución de las clases

1)composición y transformación de la clase dominante: a medida que avanza la “civilización del


progreso” y aumenta la renta del suelo, la riqueza y no ya el valor militar, pasa a ser el rasgo
característico de la clase gobernante, los ricos en lugar de los bravos son los que mandan. La clase
dominante argentina se constituyo a partir de miembros diversos y cambiantes sectores de actividad.
Durante la etapa de las guerras de independencia, fue visible el liderazgo ejercido por la casta militar
en los esfuerzos de centralización del poder.

Hacia 1852 el centro de la escena política fue ocupado por diversas fracciones de una burguesía en
formación, implantada fundamentalmente en las actividades mercantiles y agroexportadoras que
conformaban todavía rustica aunque pujante economía bonaerense. A este núcleo se vinculaba por
origen social un nutrido y heterogéneo grupo de intelectuales y guerreros, y por lazos comerciales
diversas fracciones burguesas del litoral fluvial y el interior, cuyos intereses resultaban crecientemente
promovidos a través de esta asociación

A lo largo de este periodo la existencia del estado nacional no solo contribuiría a transformar la
composición de la clase dominante si no también a transformar la propia estructura social.

2) papel del estado en la estructuración de clases sociales. Apertura de oportunidades de explotación


económica, la creación de valor, la provisión de insumos críticos para el perfeccionamiento de la
relación capitalista o la garantía material o jurídica. Construcción de ferrocarriles y obras de
infraestructura física con el patrocinio y la garantía estatal permitieron dinamizar los circuitos de
producción y circulación. Apertura de la actividad económica y revalorización de las tierras.

Subsidiando las provincias, el estado promovió la formación de un importante sector de profesionales


y burócratas provinciales a cargo de actividades docentes, legales, administrativa y religiosas mediante
la contratación directa. Y al final, a través de la creación y afianzamiento de un ejército nacional
favoreció el proceso de institucionalización de las fuerzas armadas, cómodamente esencial en
cualquier pacto de dominación.

Reflexiones finales

La guerra de la independencia argentina fue el primer capítulo de un largo proceso, caracterizado por
cruentos enfrentamientos y variadas formulas de transacción, mediante los cuales los sectores que
pugnaban pro prevalecer en la escena política intentaron sustituir el orden colonial por un nuevo
sistema de dominación social. El origen local del movimiento social hallado en Bs As dio lugar a
movimientos separatistas y guerra civiles que durante cuatro décadas impidieron la formación de una
estado nacional. El resurgimiento de la provincia como ámbito de lucha por la dominación local y actor

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institucional en el escenario político más amplio que integraban las Provincias Unidas del Rio de la
Plata, tendió a otorgar a los enfrentamientos un carácter territorial que ocultaba sus más
determinantes motivaciones económicas.

Las provincias funcionaron como cuasi estados dentro de una federación cuyos vínculos de
nacionalidad radicaban esencialmente en la aun débil identidad colectiva creada por las guerras de
independencia.

Señala el autor, que sobre las cenizas de Caseros se realizo el primer intento organizo de creación de
una estado nacional, que al no contar con la adhesión legitimante ni los recursos de la autoexcluida
provincia porteña, sobrevivió tan solo una década. La Confederación Argentina resigno en Pavón su
efímero liderazgo del proceso de organización nacional.

 Ansaldo, Waldo, “Estado y sociedad en la Argentina del siglo XIX”

Cuestiones fundamentales de una Historia compleja

La ruptura de la situación colonial abrió un rico proceso histórico extensible hasta 1880. Se
desencadenan las acciones en procura de la creación de la nación, la constitución del mercado interno,
y la formación del Estado nacional. Estos tres movimientos de larga duración deben analizarse en
conexión con otro, el de la formación de una clase dominante/dirigente de la sociedad argentina,
simultáneamente con el proceso de acumulación originaria del capitalismo dependiente.

Las contradicciones regionales

La desaparición del sistema colonial genera en el espacio rioplatense un complejo juego de


enfrentamientos. La tensión entre la tendencia al centralismo y la tendencia al fraccionismo que
alcanza puntos extremos en los casos tempranos de Paraguay, Alto PERU Y Banda Oriental. En
términos analíticos, esta puede aprehenderse desde tres perspectivas:

1) Las de las contradicciones interregionales


2) De clases
3) Campo y ciudad

La reunificación de las tres en una exposición global permite apreciar que ellas expresan una etapa de
transición en el interior de la sociedad argentina. En términos generales dicha sociedad puede
caracterizarse como mercantil simple con fuerte incidencia capitalista, con dos ejes articulados: el
sector externo (comercio mundial) y el sector productivo rural (básicamente el ganadero del litoral)
ambos estrechamente conectados.

Caracterización por regiones:

Tradicionalmente se ha distinguido el Litoral e Interior como los grandes bloques regionales. En cuanto
a su caracterización especial, ni uno ni otro son homogéneos. El primero contiene elementos
unificadores que tienden a predominar, orientados a la definición de relaciones capitalistas
(capitalismo agrario más específicamente ganadero), y en particular en las nuevas tierras que se
incorporan a la actividad productiva. Aquí se desarrolla entonces un área dinámica, articulada con el
mercado mundial capaz de subordinar en las más retrasadas.

El litoral comprende dos regiones: el litoral fluvial SANTA FE, ENTRE RIOS, CORRIENTES y el litoral
platense o bonaerense BUENOS AIRES.

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En el Interior en cambio es mucho más heterogénea la cuestión. Tanto económica como socialmente
presenta fuertes dificultades para adecuarse al nuevo contexto encono mico que viene definiéndose
desde fines del siglo XVIII.

Un conjunto de cuatro regiones: interior noroccidental o el TUCUMAN, JUJUY, SALTA, SANTIAGO DEL
ESTERO. Interior andino septentrional LA RIOJA, CATAMARCA. Interior andino meridional o Cuyo SAN
JUAN, MENDOZA, SAN LUIS. E interior mediterráneo CORDOBA.

Esta división en seis regiones se funda en una combinación de criterios de homogeneización espacial
físico- geográfico y espacial económico-social y debe entenderse como válida para el periodo que se
cierra hacia 1880-1890, cuando el mapa regional arg vuelve a redibujarse.

En todos los casos, la distribución capitalista subordina a la producción, por lo general no capitalista, lo
que explica el peso de los sectores comerciantes. La subordinación de la producción encuentra su
clave explicativa en el hecho de que esta frecuentemente opera como nexo con una esfera productiva
mayor (la de las economías centrales con la inglesa a la cabeza) y, en definitiva con el mercado
mundial, en cambio es menos relevante su función articuladora de economías o mercados regionales o
locales.

En el interior de cada región hay una clase dominante enfrentada con sus propias clases subalternas,
pero también con contradicciones que la oponen a las clases dominantes de otras regiones. En un
principio el conflicto aparece como conflicto entre regiones, y en un segundo momento se nos revela
como una contradicción de clases que a veces es interclases y otras interclases. Sustancialmente se
trata de un conflicto entre clases dominantes, no siempre necesariamente por intereses económico
antagónicos o diferentes, si no por razones políticas.

Así bien la heterogeneidad estructural es uno de los elementos que explica las características de la
sociedad argentina decimonónica. A su lado hay q colocar la debilidad estructural de las “clases” y
grupos actores del proceso. Es ella la q obstaculiza el camino hacia la formación de la nación, del merc
interno y del Estado nacional.

Nación y Estado Nacional

El autor señala que durante buena parte del siglo XIX, la patria, el país, es para cada habitante de la
Provincias Unidas o de la Confederación, su provincia o su patria chica.

Las guerras independentistas se convierten en campañas militares y solo en pocas ocasiones son
verdaderas luchas populares. A menudo los gobiernos deben recurrir a medidas coercitivas para
integrar las fuerzas militares y/o evitar deserciones.

Hay conciencia estamental, hay conciencia comarcal, provincial pero cuesta encontrar una conciencia
de nación que se extienda por el conjunto del espacio geográfico-social que aspira a definirse en
nuevos términos.

Los dirigentes de la revolución y del ciclo pos-revolucionario que advierten la necesidad de crear esa
conciencia y las dificultades para ello, creen que la solución pasa por la centralización del poder y la
desaparición de las más pequeñas unidades de integración social, claramente representada por los
cabildos.

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Si bien fracasan las políticas de combatir a un gobierno centralista y a otro federal, el mecanismo
unificador de esas unidades dispersas, es evidente que una y otra apuntan a privilegiar el papel del
Estado como elemento unificador. Este aparece como constructor de la identidad colectiva.

La acumulación originaria.

Simultáneamente se desarrollan otros procesos importantes, el de acumulación originaria del


capitalismo argentino, en primer lugar del capital ganadero del litoral rioplatense y del litoral fluvial.

El análisis histórico concreta muestra como la economía del país se articula con el sistema capitalista
mundial en una relación de dependencia, pero el análisis lógico de ese mismo proceso indica que la
constitución de un capitalismo dependiente no deja de seguir mecanismos universales.

La acumulación originaria es un proceso que comprende dos aspectos:

1) La concentración de la propiedad mediante la presión económica, el monopolio, la usura o


la expropiación efectiva.
2) El consecuente despojo de los antiguos propietarios.

La acumulación originario según M Dobb debe entenderse como una acumulación de derechos, de
títulos sobre patrimonios existentes, acumulados ante todo por razones especulativas, y el segundo
lugar como acumulación en manos de una clase que por su especial posición, es capaz de transformar
en definitiva estos títulos acumulados de patrimonio en medios efectivos de producción.

Las maneras de incrementas el patrimonio de la burguesía en esta fase parecen reducirse a dos
categorías principales: la adquisición de un tipo particular de propiedad cuando es excepcionalmente
barata para venderla en un periodo posterior, cuando su valor de mercado es relativamente alto a
cambio de otras cosas. La fase de adquisición implica una creciente concentración de la propiedad
existente y el despojo simultaneo, mientras en la fase de acabamiento se realizan o venden al menos
en parte, los objetos de la acumulación originaria, ello permite “una efectiva inversión en producción
industrial”

En opinión del autor, en el periodo que se ocupa en el Rio de la Plata, se encuentra la primera fase de
acumulación originaria, la de adquisición. Dentro de tal fase, la segunda manera posible de
incrementar el patrimonio aparece como la más importante, la adquisición de propiedades
excepcionalmente “baratas”. Pero aquí aparecen las peculiaridades del desarrollo capitalista
argentino: la burguesía no acumula comprando tierras a sus anteriores propietarios, si no al Estado
(tierras públicas) a través de un proceso de expansión de las fronteras que desaloja a los indios y
guachos, y consolida la propiedad terrateniente.

Halperin Donghi ha explicitado cual es el mecanismo económico de la expansión ganadera


bonaerense, cuya base es la exportación de cueros acentuados por la aparición de nuevos rubros
exportables vinculados a la ganadería vacuna. El secreto de esta expansión se encuentra en las
ganancias muy elevadas y en las modestas inversiones iniciales de capital de la ganadería. Es por ello
que a partir de 1820 los ganaderos porteños se van a convertir en el sector económico, social y
político más importante de la sociedad rioplatense.

La aparición y desarrollo del saladero constituye el elemento divisor entre funciones dentro del sector
o fracción de los hacendados: cría e invernada. El saladero aleja doblemente al productor del centro de
consumo y lo deja en desventaja, sometiéndolo a los precios impuestos por los saladeros. El vacuno no

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solo provee el cuero y la grasa, si no la carne para salar (y exportar en gran escala), y en esta situación
el productor vende el animal en pie, encargándose el saladerista de lo demás.

El saladero es una actividad industrial capitalista en la que el hecho dominante es que quienes la
ejercen son terratenientes o comerciantes o barraqueros.

En estas condiciones, los terratenientes y comerciantes sortean el obstáculo de los escases de


capitales y de acumulación mediante el impulso de una actividad productiva que se caracteriza por
necesitar una inversión inicial baja y redituar altas ganancias. El comercio de importación y
exportación. Los comerciantes rioplatenses se convierten en socios menores del comercio de Londres
y Liverpool, en terratenientes y en agentes políticos de los grupos dominantes.

En el periodo se va produciendo una clara división del trabajo, una especialización de comerciantes,
cuyas consecuencias económicas y sociales han de ser importantes durante largos años, en líneas
generales, los comerciantes británicos controlan en comercio exterior y los rioplatenses el interior,
aunque en uno y otro hay alguna presencia nacional y extranjera respectivamente.

Señala el autor de la burguesía también tuvo limites económicos y fue incapaz de controlar la
comercialización de ultramar, el transporte y la exportación de excedente. Esta exportación de
excedente terminó beneficiando a la burguesía inglesa.

En cuanto al interior, la actividad económica ppal. sigue siendo la distribución y el cambio, la


circulación de mercancías, o sea, el comercio. Esto hace q sean los comerciantes los que detecten el
poder. En Tucumán lo monopolizan al igual que el Salta donde o refuerzan por su carácter de
terratenientes invernadores de mulas.

En Mendoza el vuelco hacia la ganadería de engorde reasegura e dominio de los productores y


comercializadores de la agricultura de oasis.

En Córdoba aparecen terratenientes de Buenos Aires adquiriendo extensiones de tierras en los


departamentos del sur después de 1880. La penetración de los capitales porteños en las economías del
interior comienzan a tener relevancia, los extranjeros también son accionistas.

Por último, otro elemento destacable es la transformación de los comerciantes terratenientes en


industriales en la región del noroeste (Tucumán, Salta y Jujuy), esto se da en la industria azucarera.
Desde temprano esta industria se desarrolla por acción de una política proteccionista, tanto pcial
como nacional que le permite ganar amplios mercados regionales hasta desalojar por completo a la
producción importada.

El problema de la formación del Estado nacional

La burguesía de buenos aires pudo construir una clase fundamental capaz de imponer su dirección al
conjunto de la sociedad. Logro una base esencial al construir con los terratenientes del Litoral un
bloque histórico regional, bloque cuya hegemonía detenta claramente después de la reunificación de
la republica, en 1861-62.

Otra es la posición de la burguesía porteño-bonaerense, el autor señala que esta se define con una
“vocación hegemónica”. A través de un diario de 1861 cita: “el papel de Buenos Aires no será ya
respecto de las otras provincias puramente doctrinario, le corresponde a ella dar unidad al
pensamiento político y gubernativo, crear y establecer el predominio de un solo partido, el partido de
la ley en todas y cada una de las Provincias”
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Sin embargo, hasta el momento de la federalización en 1880, no existe total homogeneidad en el seno
de los grupos dominantes bonaerenses. La fracción más interesada en encontrar una solución nacional
busca ampliar así la alcanzada en el Litoral, para lograr que el bloque histórico regional del Litoral se
convierta en hegemónico a escala nacional. Ella debe establecer una alianza con los agroindustriales
del Tucumán y la suboligarquía financiera de Córdoba, esto es, una alianza de clases dominantes
regionales.

En este sentido el autor no habla de unidad de clases como la constitución de un bloque histórico, la
clase es estructuralmente débil y en esta situación el Estado desempeña un papel privilegiado, aun
cuando una y otra se construye recíprocamente. Dicho en otras palabras: la unidad histórica de las
clases dominantes regionales en una clase nacional ocurre en y por el Estado. Toda la historia de la
burguesía argentina se resume en un movimiento de constitución y reconstitución dentro o a través
del estado.

Su hipótesis es: que mientras la burguesía bonaerense se construye como clase y como fracción
hegemónica dentro de la burguesía argentina construye el Estado provincial y el Estado nacional, al
mismo tiempo, la edificación de estos revierte en la de aquella. En otras palabras hay un simultáneo y
dialectico proceso en el cual la clase construye el Estado y el Estado construye a la clase

Es a través del ejercicio de la dominación, de la dictadura sin hegemonía, que la burguesía argentina
conquista la dirección, el consenso, en fin la hegemonía. Ella construye su bloque histórico, entonces
no mediante un verdadero proceso prerrevolucionario si no a través de un contradictorio movimiento
de “revolución-restauración”. Ene estas condiciones, la forma hegemónica alcanzada dista de ser
solida.

Estado y clases

Hasta aquí se ha hablado solo del papel de los sectores dominantes. Pero el autor se pregunta sobre
las clases subalternas y establece que es un territorio prácticamente poco explorado, desconocido. Las
clases subalternas aparecen comportándose de un modo que refuerza su subalternidad, carentes de
proyectos o de políticas que expresen la defensa de sus propios intereses.

Las clases sociales mismas en construcción no son siempre iguales ni plenamente definidas, de allí la
imposibilidad de explicar las luchas sociales de la Argentina en términos clasistas.

Frente a las clases subalternas los grupos propietarios plantean la cuestión de su incorporación al
mercado de fuerza de trabajo, mercado que progresivamente está dominado por las relaciones
asalariadas capitalistas. El estado juega un papel fundamental, por un lado destructivo, en cuanto el
mismo es el máximo “consumidor” de fuerza de trabajo, la que en rigor es sacada del mercado y
enviada a servir en el ejercito; esta incorporación coactiva provoca su correlato obligado, la deserción
y las bandas armadas de salteadores y cuatreros, y por otro lado recreador permanente de dicha
fuerza a través de la coacción jurídica que persigue el disciplinamiento de la fuerza de trabajo.

En este sentido las clases subalternas son objeto de una fuerte coacción. Las clases dominantes de las
distintas regiones tienen q asegurar, reforzar el dominio interno de clase a través del control del
Estado en construcción.

FIN DE LA CLASE (la clase de arg III, no la subalterna ajja)

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1.1 – CLASE 3
CONSTRUCCION DEL RÉGIMEN POLITICO

 El Orden Conservador. La política argentina entre 1880 y 1916 – Natalio Botana

Primera parte: La fórmula alberdiana

Capítulo I: Los orígenes del régimen del 80`

Siete décadas no habían bastado para constituir una unidad política un mucho menos para legitimar
un centro de poder que hiciera efectiva su capacidad de control a lo ancho y a lo largo del territorio
nacional. Esto es lo que en definitiva se planteaba en 1880. La solución de tal problema habrá de
alcanzarse por medio de la fuerza.

Tras estos hechos de sangre se escondía un enfrentamiento entre dos regiones que reivindicaban
intereses contrapuestos: Buenos Aires y el interior. El primer término: una ciudad puerto abierta al
exterior, asiento histórico del virreinato, con un hinterland que crecía a medida que se ganaba la tierra
salvaje. El interior, en cambio, cubría una realidad geográfica mucho más extensa, en la cual se erguían
sistemas de poder embrionarios, constituidos sobre la autoridad tradicional de caudillos.

La constitución de una unidad política

El significado último del conflicto entre Buenos Aires y el interior residía en su falta de solución; un
empate inestable gobernaba las relaciones de los pueblos en armas, mientras no se consiguiera hacer
del monopolio de la violencia una realidad efectiva y tangible, característica más significativa de una
unidad política. El proceso que da origen a una unidad política lo he denominado reducción de la
unidad. De un modo u otro, por la vía de la coacción o por el camino del acuerdo, un determinado
sector del poder adquiere control imperativo sobre el resto y lo reduce a ser parte de una unidad más
amplia. Este sector no reconoce una instancia superior; constituye el centro con respecto al cual se
subordina el resto de los actores y recibe el nombre de poder político (o poder central).

¿Qué medios posibilitan el proceso de reducción a la unidad? Las teorías clásica que hacen hincapié
en el acuerdo o en la coacción pueden aclarar esta cuestión. En las teorías contractualistas, la unidad
política resulta de un dialogo, o una discusión, a cuyo término se alcanzara un consenso, por el cual
todos los participantes se obligan voluntariamente a transferir parte de su capacidad de decisión a una
autoridad común. Desde otro punto de vista, la constitución de una unidad política es empresa de
conquista y de coacción. La obediencia no es obtenida por la persuasión, sino por la violencia.

Ambas teorías constituyen racionalizaciones utópicas del proceso de reducción a la unidad. Ambos
medios de transferencia de poder se manifiestan combinados con grados de intensidad variable.
Ejemplo:

Cuando J. J. Urquiza derroto a Rosas en la batalla de Caseros vio su fin una forma de gobierno
caracterizada por una descentralización autonomista. El principal objetivo que perseguía Urquiza era
transferir mayor capacidad de decisión a un poder político que fuera centro de una unidad política más
amplia, para lo cual propuso combinar efectividad de la fuerza con la eficacia de un acuerdo pactado
por los mismos gobernadores. Estos se reunieron en San Nicolás de los Arroyos y celebraron un pacto
que los comprometía a convocar un Congreso Constituyente para organizar políticamente a las catorce
provincias. Así, los gobernadores cedían voluntariamente una parte del poder de decisión. El consenso
de quebró el 11 de septiembre de 1852, ya que Buenos Aires no acepto transferir el poder que se

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reservaba. Esto se tradujo en la coexistencia durante casi una década de dos proyectos de unidades
políticas: la Confederación con asiento en Paraná y Buenos Aires, que culmino con la victoria de esta
ultima en la batalla de Pavón (1861)

Tres problemas básicos: integridad territorial, identidad nacional, organización de un régimen


político

Los presidentes posteriores a Pavón desempeñaron su papel desde una provincia hegemónica en la
que tomaban decisiones con carácter nacional. Después de Pavón, el papel del presidente careció de
los medios necesarios para hacer efectivo el poder político debido a la coexistencia obligada con el
gobernador de Buenos Aires en la ciudad capital de la provincia más poderosa. Tres presidencias
(Mitre, Sarmiento y Avellaneda) manifestaron tres problemas básicos:

1. Cuestión acuciante referida a la integridad territorial, entendida como el ámbito espacial


sobre el que debería ejercerse el poder político
2. Los pueblos dispersos abrían el interrogante de saber si estaban dispuestos a integrar una
comunidad más amplia que al de aquellas comarcas limitadas donde nacían, planteaba la
cuestión de la identidad nacional
3. Implantar un modo de elección estable de gobernantes, lo cual ponía de relieve el problema
de organizar un régimen político

La primera cuestión se relaciona con la fuerza coercitiva de que dispone el poder político. La segunda
se refiere a los mecanismos de comunicación entre actores localizados en regiones diferentes. El
tercer problema plantea la necesidad de desarrollar sentimientos de legitimidad.

El problema de la integridad territorial cuenta con dos movimientos de impugnación al poder


político embrionario. Por una parte, en algunas provincias del interior se produjeron movimientos de
fuerza que fueron controlados por el poder central (Peñaloza, Felipe Varela, López Jordán). Tal
dominación coercitiva no se correspondió con la política de compromisos seguida con Buenos Aires
que, al igual que otras provincias, no estaba dispuesta a subordinarse al poder política. La reticencia de
Buenos Aires se explica por la división de las facciones porteñas en “nacionalistas”, conducidas por
Mitre, y “autonomistas”, dirigidas por Adolfo Alsina.

Esta contradicción dentro de la provincia hegemónica genero una serie de efectos que no solo
influyeron sobre la integridad territorial sino también sobre los mecanismos de comunicación. El papel
desempeñado por el autonomismo de Buenos Aires puede ser asimilado al de un actor con la
suficiente fuerza para impedir la consolidación de su oponente, pero sin el consenso indispensable
para conquistar el poder presidencial.

Sobre la base de una contradicción que, con el correr del tiempo, se resolvería en el 80`, el
autonomismo porteño cerceno el ámbito de control imperativo del poder político y, al mismo tiempo,
abrió nuevos canales de comunicación entre los grupos del interior.

La crisis del ochenta

El tímido y balbuceante crecimiento de un sentido de comunidad no se produjo sin sobresaltos. El


resultado de estos enfrentamientos fue favorable para el poder central. En los combates de Barracas,
Puente Alsina y Los Corrales, en 1880, se enfrentaron el interior y Buenos Aires en bandos opuestos
para decidir, por la fuerza de las armas, la subordinación definitiva de todas las provincias al poder
político nacional.

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Durante los 18 años que transcurrieron entre 1862 y 1880, Roca, antiguo oficial de Urquiza en Cepeda
y Pavón, sirvió al ejército nacional participando en todas aquellas acciones que contribuyeron a
consolidar el poder político central.

Esa trayectoria militar permitió a Roca mantener contactos permanentes desde sus comandancias de
frontera con las clases gobernantes emergentes. Las provincias interiores, en alguna medida
integradas en un espacio territorial más amplio y subordinadas de modo coercitivo al poder central,
advirtieron que el camino para adquirir mayor “peso” político consistía en acelerar el proceso de
nacionalización de Buenos Aires y no en retardarlo. Los ejecutores naturales de ese interés común
serian los gobernadores vinculados con Roca por medio del Ministerio de Guerra y cobijados por
Avellaneda. Organizados en una así llamada “Liga” tejieron una trama electoral que condujo a Roca
hacia la presidencia.

Cuando el interior consolidaba esta alianza, el poder de Buenos Aires se fragmento entre los
partidarios de la candidatura presidencial del gobernador Carlos Tejedor y los porteños nacionales,
antiguos partidarios del autonomismo y del Partido Republicano. La Liga de Gobernadores impuso su
candidato en el Colegio Electoral en las elecciones del abril de 1880, mientras Buenos Aires emprendía
el camino de la resistencia armada. Dos meses después Avellaneda instalaba el gobierno nacional en
Belgrano y convocaba las milicias. Roca, desde Rosario, organizaba la marcha sobre Buenos Aires. Tres
sangrientos encuentros, los ya nombrados de Barracas, Puente Alsina y Los Corrales, decidieron la
victoria a favor de los nacionales. Buenos Aires se subordinaba al poder político central.

El resultado se tradujo en dos leyes nacionales: una federalizo la ciudad de Buenos Aires, que quedo
sometida, desde el 8 de diciembre de 1880, a la jurisdicción exclusiva del gobierno nacional; el otro
instrumento legal prohibió a las provincias la formación de cuerpos militares bajo cualquier
denominación que fuera.

Unión y gobierno ordenado: he aquí el lenguaje de Avellaneda y Roca. Los actos de la guerra y la paz
parecían converger hacia algunos interrogantes cruciales. Gobierno implicaba actos y procedimientos
capaces de edificar instituciones que mantuvieran en existencia la unidad política recién fundada. El
país se había dictado una formula prescriptiva de carácter federal, la Constitución Nacional, y sobre
esa fórmula o, quizá, encubierta bajo sus ideales, había que trazar una formula operativa que hiciera
factible la producción de actos de gobierno.

Capítulo II: La republica posible

Regímenes políticos y legitimidad

Régimen político: puede ser entendido como una estructura institucional de posiciones de poder,
dispuestas en un orden jerárquico, desde donde se formulan decisiones autoritativas que
comprometen a toda la población perteneciente a una unidad política.

La constitución de una unidad política asumía, como problema central, el hecho de subordinar
diferentes sectores de poder a un ámbito imperativo más amplio, el poder político.

De aquí se desprenden dos interrogantes a los que un régimen político debe responder:

1. Que vinculo de subordinación establecerá el poder político con el resto de los sectores de
poder presentes en la sociedad
2. Que reglas garantizaran el acceso y el ejercicio del poder político de los futuros gobernantes

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La primera cuestión hace hincapié en la organización y en la distribución del poder, la segunda, en el
modo de elección de los gobernantes y en los limites que se trazan entre estos y los gobernados. Los
cuatro términos representan la imagen teórica de un sistema de relaciones en el cual el contenido
concreto de cada uno de ellos, o su modificación eventual, influyen necesariamente sobre los otros.

Es preciso atribuir valor preferente a una estructura institucional en detrimento de otra y, a partir de
este acto, se tratara entonces de consagrar una formula prescriptiva o un principio de legitimidad que
no solo busque satisfacer ciertas ideas acerca del régimen mejor adaptado, sino que también pretenda
gratificar intereses materiales reivindicados por grupos y clases sociales.

Ambas acciones nos introducen en el segundo tramo analítico. En esta segunda etapa los actores
procuran traducir las formulas prescriptivas en una creencia compartida con respecto a la estructura
institucional del régimen y en un acuerdo acerca de las reglas de sucesión. De esta serie de acciones
puede resultar una formula operativa o un sistema de legitimidad.

Alberdi y su formula prescriptiva

Desde los albores de la independencia, los criollos enfrentaron, en términos teóricos y prácticos, la
grave contradicción entre el principio de legitimidad de la monarquía hereditaria y el principio de
legitimidad de la republica electiva. Esos grupos dirigentes asumieron la penosa tarea de construir una
legitimidad de reemplazo.

La fórmula que algunos llamaban republicana y otros democrática, hacia residir el origen del poder en
una entidad más vasta que las antiguas aristocracias, al mismo tiempo que proponía una operación
mucho más complicada para elegir gobernantes que aquella definida por las viejas reglas hereditarias y
burocráticas. Pueblo y elección, términos de un proyecto de solución posible, en la medida en que no
provocaran una fractura irremediable con costumbres políticas que gozaban del beneficio de la
tradición.

Juan Bautista Alberdi fue el autor de una formula prescriptiva que gozo del beneficio de alcanzare
una traducción institucional sancionada por el Congreso Constituyente en 1853. Lo significativo de esta
fórmula consistió en su perdurabilidad sobre las vicisitudes de la guerra interna. Esta persistencia hizo
que la formula alcanzara los acontecimientos del ochenta y justificara la acción política de los
protagonistas del régimen político en ciernes.

La vinculación aquí propuesta entre Alberdi, por una parte, autor de una formula prescriptiva y, por la
otra, su traducción institucional y posterior vigencia en el ochenta, no deriva de una comprobada
relación de causalidad. Se trata de una hipótesis que asume lo siguiente:

a) Que la formula influyo significativamente en las deliberaciones del Congreso Constituyente


b) Que mediante elaboración ulterior se prolongo mas allá de las deliberaciones del Congreso
c) Que tradujo valores e intereses dominantes en la Argentina de ese entonces
d) Que no obstante ello, la formula perduro en el tiempo y otorgo a la postre un marco valorativo
que sirvió de guía al régimen político implantado en el ochenta

Esta fórmula prescriptiva tiene la particularidad de justificar un régimen político en cuanto hace al
origen del poder y a su programa futuro. Los campos específicos sobre los cuales se proyecta son: la
inmigración, la construcción de ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de
propiedad nacional, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la importación de capitales
extranjeros y la exploración de los ríos interiores.

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Para alcanzar esos fines es dable advertir en Alberdi la intención de provocar un trasplante cultural.
Alberdi rechaza una cultura tradicional, la cultura hispánica que impide el cambio y la innovación, y
opta por otro modelo: el de los piases europeos en trance de edificar una sociedad industrial que
libere al hombre de la servidumbre de la naturaleza. Un cambio de tal envergadura no puede llevarse a
cabo si no se inyectan desde fuera, en una cultura, nuevos fermentos de población y de riqueza que
sean portadores de esos valores.

La población es el agente privilegiado del cambio cultural, peor no es el único. El ferrocarril y el vapor,
las industrias y los capitales, que se han desarrollado y acumulado en otras naciones, son los agentes
complementarios e imprescindibles.

El medio seleccionado para alcanzar estas metas es el régimen político. En esta circunstancia, la figura
del legislador va delineando una concepción acerca de la organización y distribución del poder, del
modo de elección de los gobernantes y de las garantías otorgadas a los gobernados que procura
conciliar los valores igualitarios de una republica, abierta a todos, con los valores jerárquicos de una
republica restrictiva, circunscripta a unos pocos. La piedra de toque de esta fórmula funda una
capacidad de decisión dominante para el poder político central, otorga el ejercicio del gobierno a
una minoría privilegiada, limita la participación política del resto de la población y asegura a todos
los habitantes, sin distinción de nacionalidad, el máximo de garantías en orden a su actividad civil.

La cuestión que preocupaba a Alberdi era la de organizar un poder central, necesariamente fuerte
para controlar los poderes locales y suficientemente flexible para incorporar a los antiguos
gobernadores de provincia en una unidad política más vasta.

Esta fórmula deja entrever una tensión entre la necesidad de encontrar una fórmula concreta de
reducción a la unidad y el acuerdo inevitable que conviene establecer con los que están instalados en
posiciones de poder.

Esta fusión entre dos tendencias contradictorias en la historia nacional, la centralización y la


descentralización, pone sobre el tapete la idea que se forjaba Alberdi de la organización federal,
pragmática y hasta imprecisa. Federación evoca, en este sentido, un medio adaptado a nuestra
circunstancia histórica para alcanzar una unidad de régimen. De aquí deriva el carácter mixto del
gobierno, “consolidable en la unidad de un régimen nacional; pero no indivisible como quería el
Congreso de 1826, sino divisible y dividido en gobiernos provinciales, limitados, como el gobierno
central, por la ley federal de la Republica”.

No hay, pues, una ruptura definitiva con el orden tradicional; esa ruptura vendrá después. Mientras
tanto, es preciso reorientar las expectativas de obediencia hacia un nuevo centro de poder. Allí
emergerá un papel político inédito que habrá de integrar lo nuevo y lo viejo. Ese papel privilegiado es
el papel del presidente. De esta manera, la figura monárquica reaparece bajo la faz republicana.

En la formula alberdiana, el presidente materializa el poder central pero no reúne en si todo el poder
ni tampoco ejerce un dominio irresponsable sobre la sociedad:

“en vez de dar el despotismo a un hombre, es mejor darlo a la ley. […]Que


la severidad sea ejercida por la constitución y no por la voluntad de un
hombre. […] Dad al poder ejecutivo todo el poder posible, pero dádselo por
medio de una constitución”.

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Impedir la tiranía es la finalidad básica del gobierno republicano, y de esa finalidad se deduce la teoría
normativa de las limitaciones del poder: si el poder puede degenerar en despotismo, es preciso
prevenir, encuadrar el ejercicio gubernamental dentro de límites temporales precisos, otorgando a
magistraturas diferentes la tarea de legislar, ejecutar y sancionar. La no reelección del presidente y la
distribución de la actividad legislativa y judicial en cámaras y tribunales donde el poder central y el de
las provincias estén debidamente incorporados, serán, entonces, dos limitaciones fundamentales
concordantes con el argumento republicano. En este punto, la formula alberdiana no se aparta de las
pautas fijadas por el modelo norteamericano: un senado y una cámara de diputados representarán a
las provincias y a la nación en el proceso legislativo, en tanto tribunales de provincias y tribunales
federales adjudicaran sanciones; todo ello ordenado por una última instancia, la Corte Suprema de
Justicia, a quien corresponde el control constitucional de las leyes.

Libertad política para pocos y libertad civil para todos

El problema que inevitablemente surge en el horizonte de una formula republicana es el de saber


quiénes, y bajo que reglas, podrán ejercer el gobierno de la sociedad. Alberdi rechazo explícitamente
toda forma de designación derivada de la herencia. La posición democrática hace derivar el titulo de
legitimidad del gobernante –diputado, senador o presidente- de la elección realizada por el pueblo; no
hay, en rigor, legitimidad posible para el demócrata si ella no proviene del consentimiento popular.

El modo de expresión del consentimiento popular puede traducirse de múltiples maneras, pero los
medios elegidos deben hacerse efectivos por medio de alguna forma de representación. Y la
representación arrastra consigo, sin embargo, nuevos riesgos y, por consiguiente, nuevas
prevenciones.

Para prevenirlos es preciso mediatizar los modos de elección de los representantes, según sea la
importancia del cargo que está en juego. De esta manera, la formula alberdiana, fiel una vez más al
modelo norteamericano, prevé que el diputado será directamente elegido por el pueblo, mientras que
el senador y el presidente obtendrán su titulo por una elección de segundo grado realizada en las
legislaturas o en el seno de un colegio electoral.

Como quiera que fuese, ya sea emprendiendo el camino del sufragio directo o el de la elección
indirecta, el pueblo es siempre la fuente de la cual deriva la legitimidad del gobernante. La cuestión
reside en saber cuáles son las fronteras que encuadran esa entidad llamada pueblo. Las respuestas que
se ensayaron frente a tal interrogante dividen, a grandes rasgos, a los que conciben que el gobierno
democrático es obra de un grupo reducido de personas, y solo ellas integran el pueblo donde reside el
poder electoral, o bien ese conjunto es más abundante en términos cuantitativos de forma que tiende
a universalizarse, abarcando un número cada vez mayor de miembros participantes.

Esta oposición está fundada en argumentos que asignan a unos pocos la virtud de saber elegir y a la
muchedumbre, la ignorancia de no saber elegir. El punto de vista alberdiano, en este sentido, es
francamente restrictivo.

La cuestión que preocupaba a Alberdi era como hacer de un pueblo, según el sumergido en la miseria
y en la ignorancia, una colectividad federativa apta para el ejercicio del gobierno republicano.

Esta minoría es la única calificada para ejercer la libertad política. Algunos están habilitados para
intervenir en el gobierno, el resto, en cambio, la mayoría que hizo mal uso de la libertad política
favoreciendo despotismos populares, solo tiene derecho al ejercicio de la libertad civil. La libertad

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civil abre entonces la ruta para implantar la nueva cultura, porque esas garantías traerán inmigración,
industria y riquezas.

Puede afirmarse que la formula alberdiana prescribe la coexistencia de dos tipos de republica
federativa: la republica abierta y la republica restrictiva. La republica abierta estaría regida por la
libertad civil; en ella tienen cabida todos los ciudadanos, nacionales y extranjeros, que hagan uso de
las garantías consagradas por el texto constitucional. Pero la republica abierta, en sí, es una
contradicción en los términos pues no controla sus actos de gobierno: los miembros que la integran no
intervienen en al designación de los gobernantes, no son electores ni representantes. Esta es la
republica restrictiva, construida sobre el ejercicio de la libertad política: un ámbito donde la
participación en el gobernó se circunscribe a un pequeño número de ciudadanos; en un espacio cuyos
miembros se controlan a sí mismos y, a la vez, controlan el contorno que lo circunda.

La totalidad, sin embargo, estará dada en la formula alberdiana por la república restrictiva mas la
republica abierta, y mientras en una los que participan, mediante el uso de la libertad política,
delegaran de modo voluntario su capacidad potencial de mando, en la otra los habitantes afincados en
un territorio permanecerán dirigidos por un sistema de control impuesto desde afuera.

Alberdi y Tocqueville: la libertad frente al riesgo de la igualdad

Esta es, a la postre, la vieja distinción entre habitante y ciudadano, la cual aparejaba graves
consecuencias para el punto de vista conservador. Los legisladores que procuraron fundar Estados
advertían que el reino de la libertad política y económica podía sufrir la erosión de un movimiento
súbito e irresistible: el movimiento de la igualdad.

Alberdi no presto suficiente atención a este fenómeno. Adopto todas las precauciones de la
representación indirecta, pero las robusteció mediante una tajante distinción entre el habitante y el
ciudadano. Todo el edificio republicano podía temblar en sus cimientos a medida que un aumento
histórico de la igualdad social diera por tierra con las antiguas distinciones entre ciudadano y
habitante. Esta realidad emergente fue la que deslumbró a Alexis de Tocqueville.

El punto de partida del aristócrata francés consiste en comprobar un acontecimiento inédito e


irreversible que crecerá a lo largo del tiempo en intensidad y magnitud: la igualdad. Este es el motivo
principal que induce a Tocqueville a sostener que la democracia equivale a la igualdad no significando,
como tal, un régimen político sino un estado de naturaleza social que anuncia el ocaso de la
dominación aristocrática; por eso le produce miedo.

La igualdad aparece entonces como la regla social a la que, inevitablemente, deberán someterse las
relaciones políticas del futuro. Tocqueville desarrolla un argumento que casi consiste en una operación
de rescate. La libertad es una realidad proveniente del control sociológico que sobre el Estado ejerce
un grupo autónomo cuya independencia, al menos relativa, está asegurada sin duda por la ley, pero
más por costumbre o tradición.

La observación de la democracia norteamericana de principios del siglo XIX permite a Tocqueville


descubrir tres medidas de la acción política que, correctamente practicadas, pueden preservar la
libertad en una sociedad igualitaria:

1. Descentralización que se exprese en una formula federal


2. Asociación que se manifieste mediante las organizaciones voluntarias
3. Moderación electoral que se expresa por medio del voto indirecto

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La descentralización del gobierno local presentara un peculiar sistema de soberanía fragmentada.
Una cantidad creciente de asociaciones voluntarias permitirá reagrupar los intereses aislados de un
sinnúmero de ciudadanos desamparados frente a ese mismo Estado. Una prudente mediatización del
sufragio será el factor que mejor controle el peligro de la demagogia y de las pasiones irresponsables
propias de una multitud desarraigada. Sobre este trípode Tocqueville desplego su teoría del pluralismo
político.

El escenario tocquevilliano es distinto del que nos presenta Alberdi. Mientras para éste la obra del
legislador consiste en discriminar quienes pertenecen al pueblo soberano y quienes están excluidos de
la ciudadanía política, para aquel la tarea del sociólogo se circunscribe a comprobar el hecho igualitario
que hace de los habitantes de una nueva nación sujetos aptos para constituir un pueblo, el cual, por lo
demás, manifiesta sus preferencias mediante el sufragio universal. Para Alberdi, el acto discriminatorio
tiene como propósito asegurar la calidad del acto electoral. Tocqueville, como se rinde ante la marcha
irresistible de la igualdad, realiza un rodeo algo más complicado para expresar, también, un propósito
semejante: reconoce que el sufragio universal está consagrado por la ley y la costumbre, pero esta
evidencia no le resulta suficiente y de inmediato añade, ¿Qué instituciones y comportamientos pueden
favorecer un voto razonable y moderado?

Tocqueville decide aparatarse del Congreso y elige recostarse en algún edificio contiguo para
encontrar brillo y recato político: la Sala del Senado. El hecho que explica este contraste es muy
sencillo: “La elección que constituye la Cámara de representantes es directa y aquella de donde emana
el Senado está sometida a dos grados”. El sufragio indirecto, a la luz de estas observaciones, es un
instrumento de moderación y un sistema electoral que robustece la calidad de los gobernantes.

La conclusión de Tocqueville es terminante: “Veo en el doble grado electoral el único medio de poner
el uso de la libertad política al alcance de todas las clases del pueblo”. Este será el gran papel
reservado a las leyes electorales: el de constituirse en los nuevos mediadores de la razón. Para Alberdi,
en cambio, los mediadores de la razón en la vida política eran las leyes y los notables porque la
desigualdad en el sufragio aparecía como al condición necesaria que haría efectiva la igualdad en la
republica. Los papeles de elector y elegido debían ser intercambiables; entonces, la ley debía operar
una rígida distinción entre ciudadano y habitante, entre pueblo político y pueblo civil.

La formula alberdiana culmina consagrando la contradicción entre desigualdad social e igualdad


política, porque quien elige también puede gobernare y quien gobierna debe gozar de la autoridad de
interpretar y decidir razonablemente. Nada reasegura la calidad del voto si no es la calidad moral,
intelectual o económica del ciudadano que lo emite.

Alberdi permanece aferrado a esta concepción de las cosas; Tocqueville traspone el umbral de la
republica restrictiva. Alberdi no niega la bondad de las instituciones; hasta incorpora en su proyecto
todos los recaudos que estas proponen, pero las instala sobre un suelo en cuya superficie reinara una
severa distinción de rangos. Votaran los de arriba: los educados y los ricos; no podrán ni deberán elegir
los ignorantes y los pobres.

Capítulo III: La oligarquía política

La republica restrictiva, tal como surge de la formula alberdiana, no definía ningún medio practico
para hacer efectiva la representación. Pareciera como si el legislador hubiese apostado a favor de la
prudencia natural que se desprendería de los notables habilitados, en virtud de la educación, el poder
y el prestigio, para ejercer la libertad política.

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El acto de seleccionar los medios prácticos que habrían de regular las acciones políticas dentro de los
límites de la republica restrictiva, ya no correspondía al legislador. La respuesta debía trazarla el
hombre político o, si se quiere, debía resultad de una relación entre los individuos y las clases ubicados
en posiciones de poder y los que pretendía acceder a ellas.

Ante una propuesta prescriptiva había que legitimar por medio de los hechos una estructura de
papeles políticos dominantes y una regla de sucesión. Era necesario diseñar una formula operativa que
permitiera a los actores constituir una base de dominación efectiva. No es tarea sencilla dar cuenta del
principio básico que gobierna esta fórmula, la cual carece de acta de nacimiento.

El control de la sucesión

Las observaciones de Alberdi, en tanto sociólogo, son fruto de una crisis y una experiencia política
fallida.

En 1879, Alberdi, viejo y enfermo, regresa al Rio de la Plata luego de cuatro décadas de ausencia;
viene dispuesto a hacerse cargo de una banca de diputado nacional por Tucumán en circunstancias en
que impera un clima de violencia. Tras el enfrentamiento entre Avellaneda – Roca y Tejedor, por una
extraña paradoja, Alberdi no votara esa ley de federalización de Buenos Aires que preconizaba como
indispensable desde 1859.

Durante el verano que sigue a los sucesos del ochenta, surge en Alberdi la necesidad de explicar los
acontecimientos, en el cual se puede ver un cambio radical de significado del lenguaje
tradicionalmente utilizado para describir una situación de republica electiva. La combinación de la
forma republicana con el principio electivo de gobierno puede adoptar múltiples traducciones
institucionales, pero ambos principios imponen, desde su particular perspectiva, una distinción
tajante: la republica distingue entre la esfera pública y la esfera privada, protegidas por toda una red
de derechos y garantías que se estipulan de modo explicito. Si la republica opta por la elección
proveniente de una realidad llamada pueblo, una segunda distinción se sumara a la primera: el
soberano, o entidad donde reside el poder de designar a los gobernantes, es causa y no efecto de la
elección de los magistrados. El elector, por consiguiente, tiene una naturaleza política diferente de la
del representante, este ultimo depende del elector, el cual, por una delegación que va de abajo hacia
arriba, controla al gobernante que el mismo ha designado. Hasta aquí los argumentos teóricos.

La realidad que se había gestado durante las presidencias anteriores al ochenta demuestra lo
contrario y convoca al observador a expresar un lenguaje inédito que mantiene las palabras
tradicionales con significados opuestos. Habrá siempre electores, poder electoral, elecciones y control,
pero los electores serán los gobernantes y no los gobernados, el poder electoral residirá en los
recursos coercitivos o económicos de los gobiernos y no en el soberano que lo delega de abajo hacia
arriba, las elecciones consistirán en la designación del sucesor por el funcionario saliente, y el control
lo ejercerá el gobernante sobre los gobernados antes que el ciudadano sobre el magistrado.

Lo que aquí se advierte es un problema de unificación de poderes y de concentración del control


nacional. Se trataba, pues, de acumular poderes, una de las grandes dificultades que enfrentan las
nuevas nacionales.

Si la capacidad electoral está concentrada en los cargos gubernamentales, el acceso a estos


permanece clausurado para otros pretendientes que no sean aquellos designados por el funcionario
saliente. Hay en esto la voluntad explícita de mantener la estructura de papeles dominantes. Este
control constituye el punto central del cual depende la persistencia de un sistema hegemónico. Hacer
21
un régimen consiste, entre otras cosas, en edificar un sistema institucional que trascienda la
incertidumbre que trae aparejada el ejercicio personal del gobierno.

Pero en la Argentina no había ni reyes ni monarcas, solo restaban la elección y la fuerza. Ambos
métodos, observaba, fueron singularmente racionalizados: la elección se trastoco en designación del
gobernante por su sucesor y la fuerza se concentro en los titulares de los papeles dominantes,
revestidos con la autoridad de grandes electores.

La hegemonía gubernamental

Ahora bien, ¿solo la designación y la fuerza fueron las reglas sucesorias adaptadas al régimen de la
época? ¿O hubo también otra regla de sucesión calificada por la riqueza? La formula prescriptiva
coincidía con la formula operativa tan solo en su punto de partida: los únicos que podían participar en
el gobierno era aquellos habilitados por la riqueza, la educación y el prestigio.

La observación es importante pues, a partir del ochenta, el extraordinario incremento de la riqueza


consolido el poder económico de un grupo social cuyos miembros fueron “naturalmente” aptos para
ser designados gobernantes. El poder económico se confundía con el poder político: la oligarquía.

Es complicado ensayar alguna síntesis de los significados diferentes atribuidos a la oligarquía. Pero
podríamos decir que tres puntos se entrecruzan cuando se emprende un análisis del fenómeno
oligárquico en la Argentina:

1. Es una clase social determinada por su capacidad de control económico


2. Es un grupo político, en su origen representativo, que se corrompe por motivos diversos
3. Es una clase gobernante, con espíritu de cuerpo y con conciencia de pertenecer a un estrato
político superior, integrada por un tipo especifico de hombre político: el notable

Dado el carácter crítico del concepto de oligarquía, la cuestión que ocupara nuestro interés consistirá
en desentrañar la dimensión política del fenómeno oligárquico en la Argentina de ese entonces,
admitiendo, como supuesto, dos cosas sobre las cuales parece derivarse un acuerdo:

a) Que hay oligarquía cuando un pequeño número de actores se apropia de los resorte
fundamentales del poder
b) Que ese grupo está localizado en una posición privilegiada en la escala de la estratificación
social

La oligarquía puede ser entendida como un concepto que califica un sistema de hegemonía
gubernamental, cuyo imperio en a Argentina observaba Alberdi antes y después de 1880. El sistema
hegemónico se organizaría sobre las bases de una unificación del origen electoral de los cargos
gubernamentales que, según la doctrina, deberían tener origen distinto. Este proceso unitario se
manifestaría según modalidades diferentes: primero, por la intervención que le cabria al gobierno
nacional para nombrar sucesores; después, por el control que aquel ejerce en el nombramiento de los
gobernantes de provincia. La escala de subordinación que imaginaba Alberdi alcanzaría la cúspide de
un papel dominante, el de presidente, para descender en orden de importancia hacia el gobernador de
la provincia, el cual, a su vez, intervendrá en la designación de los diputados y senadores nacionales y
en la de los miembros integrantes de las legislaturas provinciales.

La hipótesis expuesta exige, pues, rastrear un fenómeno de control político. Control evoca una acción
de poder, una voluntad de potencia ejercida sobre otros desde determinado punto del espacio
político. Esta noción traduce un acto que se extiende entre dos términos: uno que hace referencia a
22
quien controla y otro que califica a quien es controlado; ambos configuran una relación política a la
cual se le podría añadir un tercer elemento: el porqué y el para qué del control.

El sentido de control y su dimensión temporal merecen, entonces, especial atención. La formula


prescriptiva que habían consagrado Alberdi y el Congreso Constituyente, pretendían traducir en
instituciones un conjunto de valores e intereses socioeconómicos que los actores dominantes estaban
dispuestos a defender contra hipotéticas resistencias. Las instituciones pueden ser traducción efectiva
de un propósito de control pero también actúan como punto de arranque de una empresa histórica
más complicada, por cuyo destino un propósito de control se esconde bajo determinadas
prescripciones formales, las orienta con un sentido distinto del que resulta de una mera lectura
jurídica.

Este doble movimiento de cambio y persistencia está presente en todo proceso de desarrollo
institucional, peor en algunos casos la distancia entre formula prescriptiva y operativa es más fuerte
que en otros.

Dicho esto, es preciso tomar conciencia de algunos riesgos teóricos sobre la hipótesis alberdiana:
proponer una relación simple, según la cual todos los presidentes fueron directamente designados por
su antecesor, significaría violentar la historia de un modo tan ingenuo como el espíritu que suele
animar ciertas generalizaciones sociológicas de endeble factura. Los regímenes políticos oligárquicos
tienen la característica de desplegar un complejo entrecruzamiento de actores y tendencias que se
enfrentan o se ponen de acuerdo. Resulta bastante claro que los mecanismos de control intra-
oligárquicos poco tienen que ver con una imagen de designación burocrática, trasladada sin sentido
crítico desde otros contextos históricos, según la cual el de arriba nombra al que le sucede y este, a su
vez, acata sus mandatos.

El camino interpretativo es otro, como un sistema de transferencia de poder mediante el cual un


reducido número de participantes logro establecer dos procesos básicos: excluir a la oposición
considerada peligrosa para el mantenimiento del régimen y “cooptar” por el acuerdo a la oposición
moderada, con la que se podía transar sobre cargos y candidaturas.

Esta manera de alentar conflictos y de tejer alianzas puede hacer de telón de fondo para entender el
modo en que los actores se sirvieron de un conjunto de instituciones. Nuestra hipótesis defiende al
coexistencia de dos formulas: la prescriptiva y la operativa; ambas enhebraron un viejo dialogo entre
constitución y realidad que, quizá, permita echar alguna luz sobre una complicada historia.

Segunda parte – Rasgos institucionales de un régimen

Capítulo IV: Electores, gobernadores y senadores

Origen y propósito de las Juntas Electorales

Alberdi y los constituyentes del 53 permanecieron fieles a la formula norteamericana en lo que se


refiere a la elección del presidente. Para elegir presidente y vicepresidente “la capital y cada una de las
provincias nombraran por votación directa una junta de electores igual al duplo del total de diputados
y senadores que envían al Congreso, con las mismas calidades y con las mismas formas prescriptivas
para la elección de diputados. No pueden ser electores los diputados, los senadores, ni los empleados a
suelo del Gobierno Nacional”. Los candidatos que reúnen en ambos casos la mayoría absoluta de todos
los votos, serán proclamados inmediatamente presidente y vicepresidente.

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La institución de las Juntas de Electores tenía un doble propósito: por un lado “mediatizar” el ejercicio
de la soberanía popular; por el otro, mantener un delicado equilibrio entre nación y provincias, pues
los electores debían deliberar y elegir aisladamente en pequeñas juntas que se instalarían en la Capital
Federal y en cada provincia.

Los constituyentes norteamericanos idearon esta institución para conceder la menor oportunidad la
desorden y al tumulto, institución cuya composición, al no depender de una “entidad ya establecida”,
excluía la participación de todos “aquellos cuyas situaciones los hagan sospechosos de un excesivo
apego hacia el presidente en funciones”. Si hubiera que diseñar la clave de bóveda de esta institución,
es muy probable que estuviera perfilada por las nociones de autonomía y de elitismo, círculos
custodiados con celo de la demagogia popular.

Obsérvese la idea central que animaba a los fundadores: los electores son libres de elegir, no
dependen de un mandato imperativo del pueblo. No cabe duda de que un propósito de esa naturaleza
esta mejor adaptado al ejercicio electoral propio de una republica restrictiva.

En el curso de treinta años, las Juntas de Electores representaran, por cierto, un papel importante,
pero al precio de la perdida de esa autonomía que los legisladores argentinos y norteamericanos
pretendieron asignarles.

Entre 1880 y 1910, el Colegio estuvo compuesto por 228, 232 y 300 electores designados mediante el
sistema de lista completa sin representación de las minorías. En cada distrito los ciudadanos votaban
por una lista de electores, y a la que obtenía el mayor número de votos se le asignaba la totalidad de
los electores correspondientes al distrito. Hay una excepción: las elecciones celebradas en 1904 que
estuvieron regidas por la ley 4161, concebida por Joaquín V. González.

Si se clasifican los distritos en tres categorías: grandes, medianos y pequeños, puede ser interesante
observar la relación que existe entre ellos, medida en términos del peso respectivo de cada uno sobre
el total de electores. El carácter federal de la formula prescriptiva aconsejaría mantener una relación
de equilibrio en la composición de las Juntas.

El equilibrio entre distritos se acentúa en las elecciones presidenciales posteriores a 1880 (en 1886 y
1892) y desaparece después, de forma paulatina, cuando el censo de 1895 reflejo una creciente
concentración demográfica en el litoral.

La federalización de la ciudad – capital partió el número de electores pertenecientes a la provincia de


Buenos Aires. El desmembramiento de Buenos Aires acorto la diferencia que existía entre los bloques
de electores en 1880. En las elecciones de 1886 y 1892 se reforzó la posición de los distritos medianos.
La relación entre distrito grande y distrito chico marco la distancia más corta del periodo: 28 electores
(Buenos Aires 36, Jujuy y La Rioja 8).

En las elecciones de 1898, 1904 y 1910, los bloques de electores comenzaron a distribuirse de
acuerdo con una pauta que, de allí en más, se mantendría y se simplificaría. Buenos Aires casi duplico
sus electores y lo mismo ocurrió en la Capital Federal. El sector de distritos medianos disminuyo en
grado significativo.

Resumamos, pues, algunas pautas de predominio. Buenos Aires tuvo desde el ochenta un bloque de
electores predominante, al que se le sumo en 1898 la Capital Federal. El peso de los distritos grandes
marco una línea ascendente a partir de 1880. Los distritos medianos, en cambio, alcanzaron un pico
importante en las elecciones de 1886 y 1892, desde el cual trazaron una línea descendente.

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Se recorta un hecho cuyo significado es preciso destacar una vez más: la federalización del ochenta
produjo una redistribución en los bloques de electores que trajo como resultado la composición más
equilibrada de las Juntas. Esta situación apenas se prolongo durante dos elecciones: 1886 y 1892. A
partir de 1898, Buenos Aires retomo y acentuó su predominio.

El comportamiento en las Juntas de Electores

¿Cómo influyó el conjunto de leyes electorales y la distribución de os distritos según su peso relativo
sobre el comportamiento interno en las Juntas de Electores? Si volvemos a la formula prescriptiva,
cabe recordad que la intención del legislador, al institucionalizar la hipotética autonomía de los
electores, procuraba favorecer las divisiones horizontales dentro de cada Junta y alentar el desarrollo
de posibles coaliciones entre grupos de electores pertenecientes a distintos distritos.

Sin embargo, la lectura de los resultados registrados en las Juntas entre 1880 y 1910 permite advertir
la ausencia de divisiones dentro de cada uno de los bloques de electores asignados a los distritos. Si se
presentaba la eventualidad de una división, dicho enfrentamiento tenía lugar entre bloques.

Al analizar cómo se expreso el voto en las Juntas se puede notar una ausencia evidente de
oposiciones efectivas que se recorta sobre una coalición de provincias que, invariablemente,
presentaron apoyo a la formula victoriosa. Coalición constituida por los bloques de electores de
nueve provincias: Catamarca, Córdoba, Jujuy, La Rioja, Salta, San Juan, San Luis, Santa Fe y Santiago del
Estero. En las seis elecciones analizadas, estas provincias volcaron sus electores a favor de los
candidatos ganadores. El comportamiento de la coalición configuro un núcleo oficialista, con la
suficiente fuerza para controlar a las provincias díscolas que manifestaron su voluntad opositora, de
modo circunstancial, en una sola elección (Mendoza y Entre Ríos) o bien de manera repetida en dos o
más comicios (Buenos Aires, Tucumán, Capital Federal y Corrientes).

A diferencia de lo ocurrido con las provincias de apoyo permanente, las de oposición circunstancial y
repetida no siempre expresaron su voluntad opositora con la totalidad de los electores que componían
cada uno de sus bloques. En el caso de las provincias de oposición repetida, el comportamiento más
insistente fue el de Buenos Aires.

Adviértase el andamiaje sobre el que se asentaría el control de las candidaturas. La coalición de


provincias de apoyo permanente no sumaba la mitad más uno de los electores; estaba compuesta, en
efecto, por distritos medianos y chicos con la excepción de Córdoba en 1886 y 1892. Se imponía, pues,
la apertura hacia un juego que combinara la disciplina de la coalición oficialista con la división en los
bloques de electores de los distritos grandes. En la indisciplina de que hacían gala los electores de las
provincias de oposición circunstancial y repetida estaba el “plus” necesario para trepar hacia mayorías
siempre superiores al 69 %. Las Juntas de Electores tradujeron, pues, un propósito de control que se
engarzaba con negociaciones que tenían lugar fuera de su recinto.

En otros recintos, la presencia de las provincias tenía carácter permanente. La Constitución dividía el
proceso legislativo en dos Cámaras. Mientras que una acogía a los diputados nacionales mediante el
voto directo, la otra garantizaba la representación igualitaria de las provincias. Allí, en el Senado
Nacional, campeaba el mismo espíritu conservador que animaba a las Juntas de Electores. Conviene
detenerse un instante sobre la teoría y la práctica de esa institución.

El Senado Nacional

25
El sistema federal adoptado por la Constitución hacia del Senado una surte de institución bisagra que,
instalada en el lugar de encuentro del poder nacional con el poder provincial, contara con el prestigio
necesario para salvar contradicciones.

En una primera perspectiva, de carácter formal, el Senado constituía un recinto adecuado para
preservar la igualdad de los Estados intervinientes en el pacto federal cualquiera fuese su dimensión
geográfica o demográfica.

Si se desciende hacia un umbral de análisis más profundo, pocas dudas caben que el Senado estaba
pensado como un eficaz vehículo de comunicación, cuyo propósito básico consistía en nacionalizar a
los gobiernos locales. La designación de los senadores por las legislaturas de los Estados era
considerara, en este sentido, un método útil y positivo.

En un tercer umbral, el Senado podía ser entendido como un original instrumento de control al
servicio de una prudente elite, amparada por la edad y la distancia electoral sobre tumultuosas o
esquivas multitudes.

Más allá del problema federal, el Senado también daba respuesta a dos cuestiones decisivas que
estaban implícitas en un régimen republicano de rígida separación de poderes. La primera de ellas
exigía consagrar en algún cuerpo institucional el derecho de juzgar a los ciudadanos investidos del
gobierno y en concreto al presidente.

La otra cuestión traducía una dificultad derivada de la naturaleza misma del régimen presidencial.
Una de las diferencias más notables de este régimen y el parlamentario consiste, en efecto, en la
confusión que existe en uno y en la distinción que se establece en el otro entre jefe de estado y jefe de
gobierno. Dos realidades cuya existencia podía observarse en las monarquías constitucionales
europeas del siglo pasado. Mientras el jefe de estado ocupaba una posición inamovible protegida por
la tradición aun persistente de la legitimidad hereditaria, el Parlamento, realidad cambiante,
nombraba al Jefe de Gobierno.

La lógica del régimen Parlamentario hacia del gobierno una realidad dependiente del Parlamento: los
representantes podían derrocar al primer ministro cuando cesaba la confianza de la mayoría, pero
también la corona podía disolver el Parlamento si consideraba necesario un nuevo llamado a
elecciones. En la situación parlamentaria, el Jefe de Estado no hacia figura de caballero solitario: su
jefe de gobierno y sus ministros lo vinculaban con la representación popular que se radicaba en el
Parlamento. ¿Qué ocurría cuando la legitimidad tradicional cedía su lugar a la legitimidad republicana
y cuando a la cabeza del Estado se ubicaba la figura de un gobernante elegido?

Se trazaron dos caminos de solución diferente. El primero era casi un calco de las últimas etapas de
las monarquías constitucionales, cuando la corona ya no gobernaba y solo simbolizaba la unidad del
Estado. El segundo era el régimen presidencial, donde se combinaba con una rígida separación de
poderes por la cual el presidente no podía disolver el Congreso ni este podía hacer obligatoria la
renuncia del primer magistrado y de su gabinete. A ello se añadía un motivo de confusión importante:
el presidente, en efecto, era a la vez el jefe de estado y de gobierno, y los secretarios o ministros no
confirmaban su responsabilidad ante el Congreso, sino ante el presidente.

Visto en esta perspectiva el Senado era un autentico consejo ejecutivo dotado de las atribuciones
para ejercer control sobre el poder judicial, el religioso y los niveles más altos del entonces
embrionario sistema burocrático: según la Constitución, el presidente necesitaba el acuerdo del
Senado. Veamos, ahora, como se integro en la práctica la colegialidad conservadora.
26
Las relaciones entre los gobernadores y el Senado

En la sesión de la Cámara de Diputados del 8 de mayo de 1906, Carlos Pellegrini sostenía que “el
artículo 1º de la Constitución dice que la Republica adopta la forma de gobierno representativa,
republicana y federal; y la verdad real y positiva es que nuestro régimen, en el hecho, no es
representativo, ni es republicano, ni federal. No es federal porque presenciamos a diario como la
autonomía de las provincias ha quedado suprimida”.

Esta apasionada afirmación ¿podría mantener en pie una hipótesis según la cual el gobernador de
provincia gozaba de lo que en buena jerga constitucional podría denominarse autonomía federal?

La anécdota introduce otros protagonistas y evoca un estilo propio de colegialidad amparada por el
secreto: interviene, por un lado, el gobernador cesante, por el otro, el senador de esa provincia; y, en
el vértice del pacto, el presidente en ejercicio acotado por otro notable que también había ejercido la
primera magistratura.

Matienzo, más federalista que Rivarola, se inclina a favor de la ortodoxia del 53. Después de la
reforma constitucional de 1860, los gobernadores adquirieron más impunidad dentro de los límites de
su provincia. Como remedio a esos males de oligarquizacion, Matienzo recomendaba el retorno al
régimen constitucional originario de 1853, que otorgaba la Senado la atribución de juzgar
políticamente a los gobernantes.

Las figuras de la independencia y de la autonomía se superponen hasta que sus trazos coinciden en
un sector de la imagen. El gobernador ejercía control electoral sobre el personal político de su
provincia bajo el amparo presidencial. Desde esta perspectiva se explica el intercambio de
protecciones reciprocas entre Nación y provincia, porque sin el apoyo de los gobernadores el poder
presidencial carecía de sustento, pero sin el resguardo nacional los gobernadores permanecerían
huérfanos de la autoridad indispensable para mandar en su ámbito particular. Esta aparente paradoja
descubre, en alguna medida, las nuevas relaciones que entablaron los presidentes y los gobernadores
después de la federalización del ochenta.

Durante los 20 años que transcurrieron entre la reforma constitucional de 1860 y la primera
presidencia de Roca, el gobernador de provincia tenía poder de veto en la elección presidencial. A
partir del ochenta, el gobernador perdió estatura política y, de algún modo, comenzó a obrar como
“agente del presidente para realizar su concepción positiva el gobierno.

Entre 1880 y 1916, las provincias argentinas fueron presididas por 195 gobernadores. El ritmo de
renovación de los gobernadores correspondía a periodos que oscilaban entre los tres y los cuatro años
y, a primera vista, no parecía encuadrar un régimen de predominio personal, si por ello se entiende la
presencia de un gobernador que se hace reelegir por lo menos una vez.

Si el predominio personal apenas se atisba, merced a este preliminar análisis acerca de la ocupación
foral del cargo ejecutivo en las provincias, es preciso orientar los interrogantes hacia otro campo de la
acción política. El tramo de tres o cuatro años que cubría el ejercicio efectivo de la gobernación era
estrecho comparado con la duración y la consecuente estabilidad que otorgaba el desempeño de otros
cargos nacionales. Para muchos, la gobernación podía ser el mojón institucional que señalaba la
culminación de una carrera; pero para otros, la gobernación se constituía en el punto de partida de
una carrera nacional que habría de llevar al ex gobernador a intervenir en el sistema de decisiones
nacionales. Pocos gobernadores lograron ejercer el poder presidencial. ¿Hacia dónde marchaban,
entonces, los gobernadores? Quedaba en pie un vínculo importante, una banca en el Senado Nacional.
27
El Senado, decíamos, fue pensado como una institución conservadora: su composición, entre 1880 y
1916, confirmo este propósito; en primer lugar, porque acogía a un número no desdeñable de ex
presidentes. En segundo lugar, el Senado se había transformado en un recinto que acogía al
gobernador saliente, quien, de esta suerte, velaba sobre los asuntos de su provincia desde ese sitio de
preeminencia. Sobre los ciento cuarenta y tres senadores que registra el periodo 1880 – 1916, sesenta
y dos habían desempeñado previamente el cargo de gobernador.

Los modos de inserción de los ex gobernadores en el Senado Nacional tenían múltiples expresiones,
peor por lo general obedecían al carácter instrumental de las legislaturas de provincia y al control que
sobre estas ejercía el gobernador.

El Senado jugaba un papel semejante al que le asignaba el legislador. Era, en lo sustancial, una
institución que agrupaba a quienes, habiendo concentrado poder y prestigio en una circunstancia
provincial, volcaban esa experiencia y esa capacidad de control en el ámbito nacional.

El Senado comunicaba oligarquías, las hacia participes en el manejo de los asuntos nacionales y las
cobijaba con la garantía de un mandato extenso y renovable. El mandato duraba nueve años; una
reelección los llevaba a dieciocho años. Así quedaba consagrada la duración y la permanencia.
“Invernada de gobernadores” llamaba al Senado Nacional un cronista parlamentario.

Capitulo V: El sistema federal

Alberdi y los constituyentes sabían que el federalismo expresaba una concepción política que
intentaba llevar a la práctica una fragmentación pluralista de la soberanía entre un poder central y un
conjunto de unidades geográficas locales.

Esta intencionalidad presenta al federalismo como un argumento de compromiso entre dos


conjuntos de valores e intereses. Los federalistas enfrentaban uno de los temas básicos: qué medida
de centralización de las decisiones residiría en un órgano central que, por definición, es supremo.

De aquí surgí una primera precisión: el federalismo expresaba los vínculos más o menos estables que
existían entre unidades políticas independientes o bien traducía una organización interna que se
desarrollaba dentro de las fronteras de un Estado.

El contraste entre confederación y estado Federal ponía sobre el tapete una segunda precisión: el
limite trazado entre la Confederación y el Estado federal provenía, ni más ni menos, de un principio de
legitimidad más profundo que el que portaban cada una de las unidades federadas: sobre ellas debía
preexistir o emerger un vinculo nacional que religara a las partes mediante la presencia de un pueblo y
de un territorio común a todas ellas. Se reforzaba con medios coercitivos para hacerlas efectivas en
caso de secesión o impugnación de la autoridad nacional. Por eso, el hecho de que muchas
constituciones federales declarasen soberanas a las unidades locales no era más que una metáfora
verbal.

¿Cómo resolver la coexistencia efectiva entre dos poderes: el nacional y el local? Alguna exploración
sobre el concepto de dualismo federal puede desbrozar el camino. El dualismo es un medio para crear
o conservar un sistema integrado por dos órdenes de competencia: el orden global y el orden
elemental o particular. En este sentido, el federalismo clásico, tal como se lo concibió en Estados
Unidos, se expresaría mediante un equilibrio entre ambas tendencias: la periferia controlaría el centro
y viceversa.

28
Los constituyentes obraron sobre la realidad de unidades particulares de carácter homogéneo y
procuraron implantar los resguardos necesarios para impedir dos cosas: la ruptura del equilibrio
dualista y la emergencia de algún estado federado que se apropiara de los resortes del poder central y
ejerciera el liderazgo de la empresa unificadora.

No ocurrió lo mismo en Alemania. El ejemplo de la Alemania bismarckiana ilustra la quiebra del


dualismo desde el momento en que se fundaba el Estado federal, pero apuntaba, también, una
tendencia hacia el desequilibrio a favor del poder central que quedara confirmado por la practica
histórica de os federalismos llamados clásicos y, en particular, del argentino.

La intervención federal

¿Qué camino recorrieron los argentinos para fracturar el dualismo federal, sobre todo después de
1880?

Alberdi otorgaba a la Confederación el deber de garantizar a las provincias el sistema republicano, la


integridad de su territorio, su soberanía y su paz interior. A continuación introducía el derecho de
intervención: la Confederación “interviene sin requisición en su territorio al solo efecto de restablecer
el orden perturbado por la sedición”. Dos palabras serán la clave interpretativa: requisición y sedición.

El Congreso de 1853 dejo escrito el Articulo 6: “El Gobierno Federal interviene (…) al solo efecto de
restablecer el orden publico perturbado por la sedición o de atender a la seguridad nacional
amenazada por un ataque o peligro exterior”.

La oposición a esta norma se gesto en Buenos Aires durante los debates que se realizaron en aquella
provincia, que culminaron con una nueva propuesta, luego admitida por la Convención de 1860. En
Buenos Aires, los aires reformadores tenían un franco carácter autonomista. Buenos Aires adhería a la
Confederación con prevención, después de la derrota que había sufrió en Cepeda, y procuraba
institucionalizar los mayores resguardo. Alberdi y el Congreso de 1853 se habían apartado de la norma
Norteamericana en lo que se refería a la intervención federal; los convencionales de Buenos Aires, en
cambio, hicieron gala de mayor ortodoxia hacia ese texto.

Luego de un debate con vigor y calidad, l Artículo 6 quedo escrito de este modo y fue aceptado por la
Convención Reformadora:

“El gobierno federal interviene en el territorio de las provincias para garantir


la forma republicana de gobierno, o repeler invasiones exteriores, y a
requisición de sus autoridades constituidas para sostenerlas o restablecerlas,
si hubieran sido depuestas por la sedición, o por invasión de otra provincia”

Alberdi insistió con su oposición al texto. La nueva redacción dejaba a salvo el peligro que
atormentaba a Sarmiento: solo debía intervenirse en las provincias previa requisición de sus
autoridades constituidas. Pero la sentencia introductoria del artículo dejaba un amplio margen para la
interpretación. Se decía que el gobierno federal interviene para garantir la forma republicana de
gobierno. ¿Quién decide en qué circunstancias corresponde garantir? Y, por otra parte, ¿Quién es el
sujeto que hace de garante? La ruta quedaba despejada, si no había especificaciones, para intervenir
por Ley del Congreso o por decreto del Poder Ejecutivo. Por estos resquicios el andamiaje jurídico
legaba al poder central una posición dominante para hacer efectiva la intervención, que los hechos no
desmentirían con el correr de los años. Según Alberdi se trataba de intervenir sin requerimiento de las
provincias.

29
Adolfo Posada, un publicista español que visito nuestro país en aquel tiempo advertía la quiebra del
dualismo federal en la Argentina. Volvía su mirada hacia el Imperio Alemán, que se había erigido en el
modelo más representativo del sistema federal anti dualista organizado en torno de un poder
unificador y hegemónico. Un Estado federal, escribía Posada, requiere “cierto equilibrio de fuerzas, que
si se rompe, ha de ser en la proporción en que Prusia rompe el equilibrio alemán, no en la proporción en
que la Capital Buenos Aires rompe, por el momento, el equilibrio argentino”. Severa conclusión: la
Capital, que en el ochenta aparecía como prenda de conquista para le interior, revertía su control
sobre el resto del país.

¿No podrían inducirse de estas observaciones los rasgos de un instrumento de control que se ejercía
desde la Capital y se desplegaba sobre un territorio de más en más dependiente de un centro político
hegemónico? La cuestión exige, ahora, comprobar en qué medida de la excepción se transformo, con
el correr del tiempo, en un habito ordinario al servicio del poder central.

La práctica de la intervención

Una vez sancionada la Constitución, el periodo que se extendió entre 1854 y 1880 estuvo macado por
la guerra interna entre Buenos Aires y la Confederación y por tres presidencias que gobernaron desde
una provincia hegemónica. La aplicación de una medida excepcional corrió, pues, paralela con el
carácter de los conflictos armados. La intervención federal cubría con un manto jurídico la marcha de
los ejércitos que buscaban imponer, desde posiciones antagónicas, su concepción del orden y de la
integración territorial. Fueron 26 años en cuyo transcurso el Poder Ejecutivo decreto 35 intervenciones
y el Congreso Nacional la sanciono solo en 5 oportunidades. La intervención federal sirvió entonces, en
la mayoría de los casos, como uno de los tantos instrumentos que justificaron la voluntad de constituir
una unidad política.

A partir de 1880, la intervención federal representara un papel diferente. Persistirá como


instrumento de control, pero ahora, asentada sobre el poder político nacional, la intervención federal
obrará con mas parsimonia y según los dictados de gobiernos que buscaban controlar las oposiciones
emergentes dentro y fuera del régimen institucional: por un lado, la lucha para fundar una unidad
política; por el otro, la tarea más rutinaria para conservar un régimen.

La aplicación menos intensa de la intervención federal corrió paralela con la importancia del
Congreso Nacional como fuente legislativa que la sancionaba. En total fueron cuarenta intervenciones
en 36 años, de las cuales 25 se hicieron por ley del Congreso y 15 por decreto del Poder Ejecutivo.

En las provincias más castigadas que dan incluidas dos provincias llamadas de oposición repetida a
propósito de su comportamiento en las Juntas Electorales: Buenos Aires y Corrientes; y otras dos que
integraron la coalición de provincias de apoyo permanente cuyos electores votaron siempre al
candidato oficial: Catamarca y San Luis.

Lo dicho basta para señalar que casi todas las provincias estuvieron envueltas en procesos que dieron
lugar a la intervención federal. Estos procesos respondieron a múltiples motivos en cuanto a su origen,
a la iniciativa de la intervención y a sus consecuencias políticas. En todo caso, el origen de las
intervenciones es claro: sobrevinieron, por lo general, cuando en determinadas provincias se
manifestó una situación de conflicto ante la cual el gobierno federal volcó su poder e influencia para
apoyar a las autoridades constituidas o bien a las oposiciones emergentes.

30
La sedición y la garantía de la forma republicana de gobierno resultan ser los criterios básicos para
orientar una adecuada comprensión de los procesos intervencionistas. Sin embargo, la realidad no
sugiere una significación tan drástica.

Las acciones intervencionistas generaron consecuencias políticas que permiten explorar un propósito
de control del poder central sobre las provincias. A riesgo de generalizar, las intervenciones acaecidas
a partir de 1880 tuvieron tres tipos de consecuencias: apoyaron a las autoridades constituidas,
favorecieron a los grupos opositores comprometidos en el conflicto e instalaron nuevas autoridades a
propósito de un conflicto en donde la intervención no satisfizo al gobierno provincial ni a los
adversarios. En el primer caso el gobierno federal actuó inspirado por un criterio conservador: repuso
o apoyo a los gobernantes en ejercicio; en el segundo, tomo parte en un conflicto a favor de los
actores que se enfrentaron con las autoridades provinciales; en el tercero, en fin, busco la distancia de
un arbitraje.

Cuando hubo requerimiento, la mayoría de las veces apoyo a las autoridades constituidas; cuando el
gobierno federal intervino de oficio, se invirtió la relación con una diferencia mucho más acentuada.
Quiere decir, entonces, que el carácter reparador o conservador de la intervención federal apenas
cubrió una parcela limitada.

Vistas en conjunto, las experiencias intervencionistas diseñaban una imagen radial: el centro emitía
decisiones imperativas hacia una pluralidad de puntos localizados en la periferia. Ese centro tenía un
carácter político y espacial, representaba el poder nacional y estaba instalado en la ciudad de Buenos
Aires. Sabemos que los presidentes, cuando afrontaron los procesos intervencionistas, buscaron el
acuerdo legislativo eludiendo, por lo general, la acción por decreto. Pero los presidentes, pese a su
carácter predominante, no obraron solos. La Constitución establecía que “cinco ministros – secretarios
tendrán a su cargo el despacho de negocios de la Nación, en 1898 aumento ese número a ocho.
Ministros que refrendaban y legalizaban los actos del presidente por medio de su firma, sin cuyo
requisito carecían de eficacia. ¿Cuál fue su origen? ¿De dónde provinieron?

Buenos Aires en el gabinete nacional

Ese carácter monárquico del mando republicano suponía centralización y predominio del ejecutivo
sobre un espacio federativo; y ya hemos visto como el orden global quebraba mediante la intervención
el equilibrio que recomendaba la teoría del dualismo federal. Las relaciones de subordinación
perfilaban no solo la fisonomía vertical, sino también una configuración espacial: al proyecto federal
de un espacio integrado entre unidades de poder equivalentes se yuxtaponía un espacio
desequilibrado cuya estructuración impulsaba y conservaba una ciudad o una región hegemónica.

Ambas palabra exigen una distinción previa. Por una ciudad hegemónica entenderemos la sede del
Poder Ejecutivo nacional, es decir, Buenos Aires, la capital de la Republica desde 1880. Región
hegemónica, en cambio, será la capital y la provincia donde aquella está instalada. La provincia de
Buenos Aires se constituye así en una unidad directamente vinculada con la capital en términos
políticos, económicos y sociales. De este modo se desmiente el proyecto del ochenta, consistente en
separa una de otra.

De los nueve presidentes que se sucedieron entre 1880 y 1916, cuatro tuvieron origen bonaerense: C.
Pellegrini, Luis Sáenz Peña, M. Quintana y Roque Sáenz Peña; y cinco provenientes del interior: J.A.
Roca, M. Juárez Celman, J.E. Uriburu, J. Figueroa Alcorta y V. de la Plaza.

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Con respecto a los ministros integrantes del gabinete nacional, de un total de 105 para el mismo
periodo, los de origen bonaerense sumaron 52, y los pertenecientes al resto del país, 50; en términos
porcentuales, 51 % contra 49 %. A primera vista, una relación de equilibrio que demanda, por lo
menos, tres precisiones complementarias.

En primer término, conviene explorar la distribución por provincias de los cincuenta ministros de
origen no bonaerense. Todas las provincias, a excepción de Jujuy y Santiago del Estero, estuvieron
representadas en los gabinetes, y la provincia que más ministros reunió fue Salta, hecho importante si
recordamos que Salta fue la única provincia no intervenida.

En segundo lugar, algún comentario sugiere la participación porcentual de los ministros, de acuerdo
con su diferente origen, por rama de ministerio. Las provincias marcaron su porcentaje de
participación más alto en el Ministerio del Interior; mientras que Buenos Aires trazo las diferencias
más fuertes a su favor en Relaciones Exteriores y Obras Publicas.

La región hegemónica en su conjunto fue el suelo de origen de la mayoría de los ministros; estos, sin
embargo, amparados por una legitimidad nacional de la que antes carecían, revirtieron el control
sobre la misma provincia de Buenos Aires. La región hegemónica producía la clase dominante; la
provincia sufría los efectos del dominio capitalino; de la misma manera como las provincias se
plegaban al imperio intervencionista que gestaba un ministerio donde los hombres del interior hacia
mayoría.

Capítulo VI: La clase gobernante frente a la impugnación revolucionaria

El régimen del ochenta se propuso unificar el ámbito político en un sistema nacional de decisiones.
Nacionalización de los grupos dirigentes y control del espacio nacional: entre estos dos carriles se
desplazo la actividad y se localizo el origen de la clase gobernante que tuvo acceso al ejercicio de la
libertad política.

Orden y espacio: la clase gobernante

Los conservadores que reaccionaron ante los acontecimientos desencadenados por la Revolución
Francesa sostuvieron una concepción del orden semejante a un espacio cruzado por sistemas de
autoridad tradicional: un pluralismo funcional, jerarquizado e inmóvil, con autoridad dispersa y sin
conflicto. El liberalismo clásico, en cambio, defendió la centralización del poder en pocas instituciones
políticas dotadas de jurisdicción y de competencia restringidas: un Estado racional, una sociedad
librada a su dinamismo y a la libre expresión de la competencia.

Los conservadores proponían la armonía institucional; los liberales, la armonía espontanea. Los
conservadores optaban por un estado de débil articulación en una sociedad organizada; los liberales,
por un estado acotado, de fuerte articulación, en una sociedad librada al destino del individuo. Los
liberales legaron al mundo moderno un Estado “en forma”, bien dispuesto, donde las divisiones entre
gobierno, legislación y justicia obrarían como contrapesos efectivos para apaciguar las pasiones
naturales de los hombres. Los conservadores legaron el interés por el diseño de comunidades
organizadas, donde todas y cada una debían ocupar su sitio, amparados por cuerpos sociales celosos
de su autoridad y de su autonomía.

Entre unos y otros, la formula alberdiana planto una solución intermedia la cual luego se plegarían
los ejecutores prácticos. Entonces, el orden político debía resultar de un proyecto histórico que
conjugara lo existente, como prenda de rescate, con la racionalización jurídica proveniente de la

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vertiente liberal. Lo rescatable no era otra cosa que la autoridad tradicional afincada en las provincias;
lo nuevo: las instituciones nacionales, solucionada la cuestión capital, bajo la egida del poder
presidencial. La formula rescato de la vieja sociedad los cuerpos constituidos de probada autoridad.

Las guerras civiles enfrentaron a Buenos Aires con el interior. Al fin, luego de las batallas del ochenta,
la paz fue pactada por una fracción de la clase gobernante de Buenos Aires y las clases gobernantes de
la mayoría de las provincias del interior. Este acuerdo traducía la concepción alberdiana del orden
político: la incorporación de los sistemas de autoridad establecidos en espacios regionales (as
provincias) a un régimen político inclusivo organizado en torno a la magistratura presidencial.

El espacio de origen no era la ciudad ni la comuna. Era, más bien, la provincia. Durante el periodo de
las guerras civiles, las provincias tuvieron ejércitos; más tarde, los gobernantes perdieron ese típico
atributo de la soberanía externa. La coacción, en su sentido último, quedo subordinada al poder
político nacional, cuyo titular era a la vez jefe supremo de las Fuerzas Armadas pero, de todos modos,
los gobernantes mantuvieron en reserva una capacidad suficiente para mandar sobre las comunas o
segmentos regionales dentro de su mismo territorio.

Ese fundamento regional de la clase gobernante fue celosamente defendido a medida que crecía el
poder presidencial. El régimen del ochenta ejerció controles efectivos sobre otros sistemas de
autoridad tradicional de carácter funcional. La Iglesia católica, por ejemplo, perdió dos atributos: la
educación y la competencia civil del matrimonio religioso.

Nunca, sin embargo, sufrieron mella los grupos que luego recibirían el mote peyorativo de oligarquías
provincianas. Conflicto, pues, dentro del régimen de las clases gobernantes y no contra el fundamento
sobre el cual reposaba su autoridad.

Esta relación trazada entre dos polos, el sistema de autoridad tradicional en las provincias, por un
lado, y el poder político central, por el otro, tradujo, ante los actores, múltiples itinerarios de acceso a
las instituciones donde se radicaban las decisiones de carácter nacional.

La case gobernante cobra, de este modo, un perfil más preciso. Este término comprende el conjunto
de actores que desempeñaron cargos institucionales decisivos y se jerarquizaron unos con respecto a
otros.

Se ha dicho, con razón, que los hombres del ochenta no solo acumularon cargos políticos,
desempeñaron también otros papeles sociales y fueron, a la vez, en muchos casos, políticos,
propietarios, militares, escritores, historiadores y poetas. Menester es recordad que una clase
gobernante expresa relaciones típicas de la faz publica de la acción social. Tras aquellas relaciones se
mueven otras, pertenecientes al ámbito privado.

Clase gobernante se vincula, al menos con respecto al uso de las palabras, con una corriente teórica
que concibió las relaciones de poder como factores constates cuya estructura básica no sufre mayores
variaciones, pese a las diferencias de contenido observables en las formulas de justificación. Las
teorías difieren, pero la meta que alcanzan, autores y glosadores, es similar en sus líneas maestras:
será necesaria una elite unificadora que comparta valores e intereses comunes para asegurar la
estabilidad política. Hay intercambio de palabras entre los miembros de esta familia teórica: clase
política, clase gobernante, elite dirigente… y no obstante todas ellas convergen hacia un mismo tronco.

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Es cierto que el régimen comprendido entre 1880 y 1916 parece proclive a ser entendido a través de
una lente elitista, aunque más no fuera por el pequeño número de actores que participo en los
procesos de control y de distribución de poder.

El significado de un ciclo revolucionario

Durante la década que se extiende entre 1880 y 1890, el proceso político estuvo protagonizado, casi
de modo exclusivo, por el Partido Autonomista Nacional, al que pertenecían los presidentes Roca y
Juárez Celman. El partido liberal de Bartolomé Mitre, derrotado en el ochenta, permanecía marginado
de los cargos gubernamentales.

La ruptura de este estado de cosas se produjo en el invierno de 1890. La crisis económica que
desencadeno el ímpetu transformadores del gobierno de Juárez, los viejos antagonismos que
permanecían latentes hacia ya diez largos años y los desmembramientos parciales que aquejaron al
autonomismo convergieron, todos ellos, en una coalición opositora en la que participaron fuerzas
políticas de diferente signo: el partido liberal de tradición mitrista; los dirigentes alejados del tronco
autonomista con motivo de las elecciones de 1886; la Unión Católica y, por fin, un grupo de antiguos
militantes, fieles a la tradición populista del autonomismo bonaerense, donde sobresalían Leandro N.
Alem e Hipólito Yrigoyen. A ellos se sumaron sectores juveniles que fundaron la Unión Cívica de la
Juventud. La Unión Cívica recibió, pues, bautismo de fuego en la Revolución del Parque que contó con
el apoyo de sectores militares.

El noventa significó un cambio cualitativo en el modo de comprender y hacer política. A partir de


aquella fecha el impacto de una impugnación persistente, que se prolongo hasta promediar la década,
reoriento las expectativas de un sector de la clase gobernante y puso en movimiento otra formula
política: un principio de legitimidad emergente que contradecía el que reivindicaron, y luego
mantendrían, los fundadores del régimen del ochenta.

Pero los hechos de armas no fructificaron en victoria. La Revolución del Parque no cerceno la
sucesión constitucional: Juárez Celman se vio obligado a renunciar y Pellegrini asumió la presidencia.

Esta acción revolucionaria modifica una regla de hegemonía gubernamental que luego fue suplantada
por otra. Después de la Revolución del Parque, la Unión Cívica se fragmento en dos líneas opuestas: la
Unión Cívica Nacional, conducida por Bartolomé Mitre y la Unión Cívica Radical con el liderazgo de
Alem y Bernardo de Irigoyen. Más tarde, los cívicos nacionales acordaron con el autonomismo de Roca
y Pellegrini el apoyo a una formula integrada por Luis Sáenz Peña y J. E. Uriburu. Los cívicos radicales
emprendieron el camino de la resistencia negando la legitimidad del acuerdo y de las comisiones que
lo legalizaron.

Desde entonces, hasta entrado el siglo XX, los cívicos nacionales participaron en cargos ministeriales y
legislativos. Los sectores católicos, por su parte, se identificaron con Luis Sáenz Peña y no volvieron a
organizarse de manera inmediata.

El radicalismo, desde la oposición, participo durante tres años en la lucha electoral. Interregno
significativo en cuyo transcurso el sistema de control electoral sufrió fisuras parciales por donde se
filtro una competencia más abierta.

La Revolución del Parque tuvo carácter urbano, se localizo dentro de los límites de la Capital y los
combates dejaron un saldo de más de 250 muertos. Más tarde, la revolución se traslado a las
provincias. El gobierno presidido por Luis Sáenz Peña respondió con tres medidas de control: el estado

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de sitio, la intervención federal y la rápida movilización de efectivos militares. El control
gubernamental puso a su servicio el formidable desarrollo de la infraestructura de comunicación. El
régimen del ochenta acelero la integración del espacio físico: el ferrocarril penetraba en el territorio
nacional y las líneas convergían hacia Buenos Aires. Hombres, armas y maquinas avanzaban al ritmo de
los tiempos. La modernización robustecía la efectividad del mando.

El noventa provoco una ruptura que difiere de la que tuvo lugar diez años antes, en la misma ciudad
de Buenos Aires. El ochenta fue el último episodio con el cual culminaron procesos históricos
tendientes a constituir una unidad política; el ciclo revolucionario abierto en el noventa, en cambio,
fue el primer acontecimiento con la fuerza suficiente para impugnar la legitimidad del régimen político
que había dado forma e insuflado contenidos concretos al orden impuesto luego de las luchas por la
federalización. Los revolucionarios del parque no discutían la necesidad de un orden nacional, si
discutían los fundamentos concretos de la dominación, el modo como se habían enlazado la relación
de mando y de obediencia y las reglas de sucesión.

Los nuevos arreglos posteriores al noventa se debieron, por el contrario, el hecho de que el conflicto
no alcanzara una solución tajante a favor de unos u otros antagonistas. Esta circunstancia permitiría
entender el acuerdo entre cívicos nacionales y autonomistas. A la incorporación de un sector al juego
de las alianzas gubernamentales le siguió la exclusión (o la autoexclusión) de otro que emprendía la
resistencia: los cívicos radicales de Alem y Bernardo de Irigoyen.

Por analogía, el mismo conflicto entre incorporación y exclusión habría de repetirse cinco años mas
tarde en las filas del radicalismo. Abierto un nuevo proceso sucesorio, que confirmaría el retorno de
Roca a la presidencia, el enfrentamiento entre Bernardo de Irigoyen e Hipólito Yrigoyen derivo en otra
división. El radicalismo intransigente conducido por Hipólito Yrigoyen opto por la abstención electoral.
Los otros, con la dirección de Bernardo de Irigoyen, buscaron participar de las elecciones y trazaron
alianzas con un sector de los cívicos nacionales y con grupos antirroquistas provenientes del
autonomismo. Vano intento que signo el progresivo ocaso del radicalismo moderado.

Los fenómenos revolucionarios obedecen a múltiples causas. Para el centro de interés de este
trabajo, el trasfondo de los acontecimientos señala tres hechos significativos: la división de la clase
gobernante que medio sus conflictos por medio de enfrentamientos violentos; el resultado de la lucha
revolucionaria que puso en marcha un nuevo tipo de organización política; y el propósito ideológico de
las nuevas oposiciones que ponía en tela de juicio la legitimidad del régimen.

La crisis de la legitimidad provocada por el ciclo revolucionario del noventa abrevo en convicciones y
en juicios de valor que marcaban una contradicción entre la teoría y la práctica política. La formula
emergente rechazaba los procedimientos adoptados para conservar vigente el control de la sucesión.

El sufragio: fraude y control electoral

En la década del noventa, la oposición externa al régimen levanto la bandera de la moral electoral
frente a lo que ellos llamaban el fraude y la corrupción de los comicios. El régimen del ochenta
practicaba elecciones en el orden nacional, en las provincias y en los municipios. Se respetaban los
periodos de renovación de las autoridades con cuidado y hasta con prolijidad. Pero todos sabían,
gobernantes y opositores, que tras las formas jurídicas se escondía una realidad harto diferente.

Hecho curioso, las sucesivas leyes electorales, sancionadas desde los orígenes de la organización
nacional, nunca establecieron un tipo de sufragio que calificara al elector según su capacidad
económica o cultural.
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La transmisión del voto popular en voluntad gobernante resultaba de un complejo proceso donde se
confundían varios umbrales de control. La cuestión del control electoral puede condensarse en dos
tramos descriptivos. El primero seria sitio de arranque de una serie de pasos cuyo propósito consistía
en gestar el fraude electoral. En un segundo tramo de control permanecían instaladas las instancias
que juzgaban el producto, es decir, las Asambleas Legislativa a quienes les competía decidir acerca del
proceso electoral.

Conviene tener presente tres características básicas del régimen electoral previo a 1912: el carácter
voluntario del voto, la ausencia del secreto en la expresión de aquel y la aplicación del principio
plurinominal o sufragio de lista. Para votar era necesario empadronarse e integrar un registro
electoral. Aquí comenzaban las escaramuzas; la designación de los integrantes de una Comisión
Empadronadora que tenía en sus manos la confección del Registro era una decisión crucial. Parece
razonable suponer, por consiguiente, que el control del Registro se constituía en la llave del control de
los comicios. En el día de los comicios se instalaban las mesas receptoras de votos. Aquí, la designación
de los escrutadores era, sin duda, otra decisión crucial.

Los denominados comicios dobles evocaban, de algún modo, una situación de competencia electoral
no regulada. Momentos en cuyo transcurso las juntas escrutadoras volcaban padrones o los electores
repetían su voto. Volcar un padrón o vaciar un registro tenían, pues, un mismo significado. Se trataba,
lisa y llanamente, de asignar un voto a un ciudadano ausente, o presente si se rompían boletas, de
acuerdo con una decisión previa adoptada por la Junta Escrutadora. El sistema podía reforzarse, según
las circunstancias, con la repetición del voto realizada por electores votantes o golondrinas, que
sufragaban varias veces en una misma mesa, o en su defecto, en diferentes mesas de un mismo
distrito. Entrado ya el siglo XX, los procedimientos tradicionales fueron reemplazados por el comercio
de libretas de inscripción y la compra directa de votos. Con el voto comprado se cerró el círculo del
fraude electoral. Todos ellos constituyeron un primer umbral de control.

El segundo umbral de control lo constituye el hecho de que el procedimiento consagrado por al


Constitución traía como resultado que los cuerpos legislativos producían, en los hechos, a los
representantes cuando verificaban los escrutinios. El titulo de senador derivaba, en efecto, de la
elección practicada por las legislaturas; el titulo de legislador provincial provenía de una elección
realizada en su distrito que controlaba la misma legislatura, y los tribunales de provincia juzgaban los
abusos a que podía dar lugar esta elección.

Es decir, el gobierno elector controlaba el sufragio: hacia elecciones y garantizaba la victoria de los
candidatos. A este sistema se le atribuyo el calificativo de fraude burocrático: una red de control
electoral descendente que arrancaba de los cargos de presidente y gobernador hasta llegar, más
abajo, a los intendentes y comisionados municipales, concejales, jueces de paz, etc.

Los gobernantes electores no actuaron solos. Entre el hipotético pueblo elector y los cargos
institucionales que producían el voto, se localizaba, en una franja intermedia, un actor político,
respetado con esmero por los que ocupaban posiciones de poder y acerbamente criticado por quienes
emprendían el camino de la oposición o de la crítica moral: el caudillo electoral, quienes actuaron en
los distritos, en la campaña y en las ciudades. Todos los gobernantes dependieron en mayor o menor
medida de esos mediadores.

Esta escala descendente, que en el vértice ubicaba a notables y en la base a los productores del
sufragio, ocupaba un escenario al cual se incorporaban pocos ciudadanos. La participación electoral

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parece, pues, un tema indispensable para entender el marco que rodeo las energías concentradas en
el ritual del fraude.

La participación electoral

Los inmigrantes no se naturalizaban, pero tampoco cesaba una corriente de población extranjera que
se volcaba sobre nuestros puertos. Así, mientras la sociedad civil se transformaba, el mercado
electoral no sufría cambios análogos. Para Gino Germani “donde mayor importancia podía tener la
participación en el voto, entre el 50 % y el 70 % de los habitantes se hallaban al margen de su ejercicio
legal”.

Así pues, la clase gobernante practicaba elecciones. Sus miembros se enfrentaban y se dividían entre
la recriminación y el conflicto. Pese a ello, por extraño que parezca, se aferraban a ciertos ritos
formales, conservaban la fachada y seguían produciendo el sufragio. Los reformadores habrían de
iniciar, entre viejos e inéditos conflictos y una sociedad irremediablemente transformada, la marcha
hacia el ocaso de una clase gobernante.

Tercera parte – La reforma política de 1912

Capítulo VII: Del orden oligárquico a la democratización

El control institucional cubrió una superficie bajo la cual yacían relaciones de poder más profundas.
Tras ellos se agitaron realidades cambiantes: relaciones de mando y de obediencia que tocaron la
constitución de una clase gobernante; movimientos de impugnación de carácter revolucionario y
conflictos intra-oligárquicos; apertura, a la postre, hacia un horizonte reformista que se desplegara,
pletórico de optimismo, ante los gobernantes del Centenario.

La contradicción de una fórmula política

La oligarquía, decíamos, tenía razones económicas y sociales y una traducción política que se
expresaba mediante el control institucional. En el nuevo universo de principios deseables que hizo
suyos esta oligarquía coexistieron valores contradictorios. Los hombres que partieron al exilio en la
época de Rosas, Alberdi entre ellos, descubrieron un país gobernado por una republica fuerte,
consolidada sobre principios institucionales y rigurosos frenos legales, esta era la república chilena de
Diego Portales; la comparación de esta experiencia con lo que propuso alcanzar la fórmula alberdiana
puede alumbrar el núcleo de una contradicción, voluntariamente perseguida, que podría explicar el
ocaso de una clase gobernante.

La idea rectora de la republica portaliana “era nueva de puro vieja”: lo que hizo fue restaurar material
y moralmente la monarquía, no en su principio dinástico, que ello habría sido ridículo o imposible, sino
en sus fundamentos espirituales como fuerza conservadora del orden y de las instituciones. El
resultado que se buscaba era legitimar un poder fuerte, no despótico ni arbitrario.

Alberdi, Sarmiento y Gutiérrez vivieron en Chile muchos años, la cual conto con treinta años de orden
institucional, una circunstancia inédita para las balbuceantes naciones de América del Sur.

La republica portaliana era conservadora en su esencia, tanto por los medios políticos que
propugnaba (control de sufragio, fuerte impronta unitaria, libertades públicas restringidas por el
estado de sitio) cuanto por el programa que sustentaba la clase gobernante. Chile recibía contingentes
inmigratorios que no alteraban de modo sustancial su composición demográfica. Su principio fundante

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no era la igualdad, sino la jerarquía; su propósito no consistía en alentar el cambio social sino en
consolidar, mediante el imperio de la ley, los intereses establecidos.

Cuando Alberdi diseño su plan, de la republica portaliana adopto los medios políticos e
institucionales: orden, jerarquía y disciplina; respecto sacral por el principio de autoridad. Pero este
universo de ordenamientos debía imponerse sobre un espacio inmenso, vacio e incomunicado, con
centros de poder autónomos y desequilibrados con respecto a los recursos disponibles.

Viejo argumento hobbesiano, las marchas y contramarchas de las guerras civiles habían ahuyentado
la virtud de la pax; por eso el carácter federativo del régimen desempeñaba el papel de un principio
unificador, más que el clásico rol de descentralización que le asignaba la teoría. Era, valga la paradoja,
un ordenamiento unitario posible, adecuado a un espacio disgregado donde las provincias custodiaban
una celosa tradición de gobierno propio.

En este pacto fundante, el principio de legitimidad era más ambicioso. La formula afirmaba la
necesidad de alcanzar un proyecto de sociedad. Al marco le yuxtapuso el programa, acosado por la
restricción casi insalvable de la extensión, el espacio vacío, el desierto y las comunicaciones. Entonces
se puso en marcha la respuesta: al desierto decidieron inyectarle población; al espacio incomunicado,
transportes. Y todo ello vendría desde afuera, trasplantando una cultura y cambiando de raíz una
sociedad.

Por un lado, una republica conservadora, celosa del rango y del poder de las clases nativas superiores;
por el otro, el vertiginoso proceso de la población nueva, de una economía que permitiera la
acumulación del capital en el ámbito de la sociedad civil. Orden y disciplina en el Estado; promesa de
igualdad, de enriquecimiento y de ascenso social en la sociedad civil. Como decíamos, republica
restrictiva y republica abierta, implantadas, ambas, en un territorio común. A los futuros gobernantes
Alberdi les dio dos misiones: conservar las murallas que protegían el ejercicio de la libertad política y,
al mismo tiempo, transformar la vieja sociedad.

Esta es la contradicción que de manera explícita proponía la formula alberdiana: la tradición y el


orden quedaban reservados a la política; el progreso y al democratización social, a los cambios que
debían sobrevenir en la sociedad civil. Los hombres del régimen del ochenta marcharon por este
camino. Afirmaron el poder del Estado, al mismo tiempo que no establecieron la legitimidad de las
instituciones. Al principio, los fundadores tuvieron que lidiar con un espacio disgregado; después,
cuando el espacio adoptaba una fisonomía mas unificada, vieron crecer valores antagónicos, los de la
sociedad y los de la política, sin puentes de comunicación que pudieran vincularlos.

Nuevos conflictos en la clase gobernante

A medida que la sociedad crecía en tamaño y complejidad, el orden político permanecía para los de
afuera como un sistema anquilosado y poco flexible. Para muchos observadores, era este el resultado
del fracaso de los revolucionarios del noventa.

La crónica de los sucesos se remonta hasta principios del siglo XX. Relata la ruptura de una alianza
entre dos notables, que juntos habían superado las crisis que se abrieron en el noventa. Durante
veinte años fueron jefes de Estado y conductores, como sugiere una crítica poco benevolente, de esa
“vasta asociación sin contrato ni reglamentos, sin estatutos y sin programa de todos los gobernantes,
legisladores, jueces y demás funcionarios nacionales y provinciales”, que se denomino Partido
Autonomista Nacional. Ellos eran Julio Argentino Roca y Carlos Pellegrini.

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Reelegido en 1898, Roca retomo el control de la presidencia. El defensor público del candidato y
eficaz colaborador fue Carlos Pellegrini. La prueba de la alianza sobrevino cuando Roca solicito el
concurso de Pellegrini para gestionar en Londres un plan de unificación de la deuda pública. Pellegrini
afronto una gestión que despertaría reacciones inesperadas y asumió su defensa en el Senado. Roca,
para remediar una súbita crisis, retiro el proyecto. Pellegrini quedo aislado y troco su papel por el de
opositor que no abandonaría hasta su muerte.

Esto ocurría en 1901. En las elecciones legislativas, que tuvieron lugar un año después, despunto en la
Capital la oposición antirroquista. La lista “Demócrata”, encabezada por R. Sáenz Peña y Eliseo Cantón,
no alcanzo apoyo suficiente para enfrentar con exito la facción oficialista. Pero la resistencia interna ya
se había puesto en marcha y presagiaba nuevas divisiones que se manifestarían en la “Conferencia de
Notables”, convocada para designar la formula que en 1904 habría de suceder al general Roca.
Pellegrini y R. Sáenz Peña integraron la Comisión Ejecutiva de la Convención. Pellegrini pugno por
obtener el apoyo de los convencionales y ganar la presidencia. Pero su estrategia cayó derrotada por la
acción combinada de Roca y M. Ugarte que impusieron la candidatura de Manuel Quintana, un antiguo
antirroquista en ese momento alejado de la vida pública.

Fue una transacción que, en aquella circunstancia, denotaba como el peso del presidente, cuando
defendía el control de la sucesión, imponía su capacidad de veto ante candidaturas no queridas.
Pellegrini reacciono con una severa renuncia, a la que se sumarian R. Sáenz Peña, Federico Pinedo,
Indalecio Gómez, I. Ayarragaray, Miguel Cané y J. M. Ramos Mexia.

Las querellas entre los notables arreciaron cuando, el mismo día en que Quintana era proclamado por
al Convención, Pellegrini denunciaba ante sus amigos el sistema vigente que había suprimido los
órganos representativos, sustituyéndolos por una sola cabeza. Roque Sáenz Peña dio acta de
fundación al nuevo Partido Autonomista (autonomistas-pellegrinistas) levantando la candidatura de
Pellegrini como senador por la Capital.

Quintana acordó con Roca, Ugarte y Villanueva la designación de J. Figueroa Alcorta (pellegrinista)
como vicepresidente, para la alegría de Carlos Pellegrini, quien se encontraba a la sazón en Londres.

Pellegrini regreso a Buenos Aires en 1905 en medio de un vigoroso clima preelectoral, presentando
batalla en las elecciones legislativas de 1906. Los votos opositores en la Capital estaban dispersos
entre republicanos (mitristas) y autonomistas. Pellegrini pacto un acuerdo con Emilio Mitre, se puso al
frente una lista conjunta integrada por los republicanos: la Coalición Popular. El triunfo correspondió a
la Coalición. Pellegrini retornaba al Congreso el mismo día en que el presidente Quintaba moría y
asumía su vice, el pellegrinista J. Figueroa Alcorta. Así, los pellegrinistas volvieron a la presidencia.

Pero Pellegrini no alcanzo a conducir ese súbito realineamiento de fuerzas. Murió en ese invierno de
1906, con menos años que Bartolomé Mitre y Bernardo de Irigoyen, quienes, sin remedio,
abandonaron también la escena.

Figueroa Alcorta no titubeo en ejercer el dominio presidencial sobre el parlamento, al mismo tiempo
que impulso la intervención federal sobre las provincias díscolas. Los mismos métodos con diferentes
propósitos. Figueroa Alcorta gobernó agobiado por recurrentes crisis ministeriales, señal de la
fragilidad que aquejaba la coalición de 1906. Al año siguiente, con motivo de la intervención a
Corrientes, el presidente rompía con los republicanos. La oposición se comenzó a afirmar en el
Congreso, al tiempo que Roca volvía al país tras una estadía en Europa. El conflicto institucional estaba
planteado. En enero de 1908, Figueroa Alcorta respondió con una decisión inédita: por decreto se

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clausuraron las sesiones extraordinarias y se procedió a ocupar el Congreso con efectivos comandados
por al Policía Federal.

Producido el “golpe de estado”, le restaba a Figueroa Alcorta afrontar las elecciones legislativas de
1908. El proceso pre electoral se caracterizo por la persistencia de lealtades y captación de antiguos
adversarios: el ejemplo es característico de la manera como se desplazaban los apoyos tácticos en el
mercado electoral. La operación definitiva de Figueroa Alcorta se dio en Córdoba, su provincia, y de
incólume filiación roquista, por lo cual fue intervenida en 1909. Así quedo anulada la base del poder
político de Roca y Ugarte, el cual residía en las provincias.

Faltaba una cuestión aun, ¿Qué hacer con la oposición revolucionaria? El partido radical, derrotado
en 1905, permanecía en la abstención y en la semiclandestinidad. Hipólito Yrigoyen aglutinaba las
energías del movimiento. Aun persistía el bloque político: reformas electorales fallidas, como las de
1902, habían sido reemplazadas por el sistema tradicional de lista completa. No obstante, el proceso
reformista mantenía su rumbo.

Tras el carácter público de los proyectos oficiales, otros sucesos rompían la distancia entre el
gobierno y la oposición: por primera vez, el presidente entablaba conversaciones privadas con Hipólito
Yrigoyen. La brecha abierta por el pellegrinismo se había transformado en camino de victoria para la
facción que enfrento a Roca en el conflicto del novecientos.

El centenario: optimismo y amenazas

De algún modo el centenario represento el ascenso de una creencia política que venía erosionando
las viejas convicciones y que, a la postre, terminaría encarnada en una nueva fórmula de carácter
reformista. EL espíritu del centenario resulta del enfrentamiento entre quienes consideraban legitima
y quienes consideraban ilegitima la situación de predominio de la vieja oligarquía.

Cuando despuntaba el régimen del ochenta, el país marchaba, todavía, al ritmo de los viejos tiempos.
Treinta años después la clase gobernante contemplaba un país que poco asemejaba al que habían
conocido en su niñez, y en rápida sucesión cobraban realidad promesas de los fundadores.

Después, la crítica histórica comprobara fisuras y falencias en este plan de inserción de la Argentina
en el mercado mundial. Pero en aquellas circunstancias los actores no dudaban. Y todo esto, con un
fervor compartido por porteños y provincianos, se condensaba en Buenos Aires, la ciudad que
proyectaba el Apis hacia afuera, sede del poder, puerto de inmigrantes, mosaico de formas de vida.

No obstante el optimismo, las amenazas cundían hasta alcanzar una peligrosidad inédita o, por lo
menos, distinta de la habitual. Entre el novecientos y el Centenario, la clase gobernante disputo de un
típico conflicto político; la sociedad, por su parte, descubría otro conflicto de caracteres bien
diferentes. Movimientos tributarios de una conciencia de clase en germen, que buscaba expresarse
por medio de las organizaciones sindicales y las sociedades de resistencia, cuya irrupción obedecía a
los cambios que modificaban la estructura de la población activa, o bien corría paralela a la recepción
de ideologías revolucionarias y con el rápido ascenso del anarquismo libertario.

Ante la sucesión de huelgas y de hechos de violencia el gobierno nacional reacciono con decisiones
tradicionales (estado de sitio) y robusteció su aparato de control con la llamada Ley de Residencia de
1903. Reacción de defensa, por un lado, que se completó con una apertura hacia la legislación social y
la organización de agencias especializadas en la materia, por ejemplo, el Departamento Nacional de

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Trabajo. Las luchas sociales no eran, por cierto, la única fuente de amenazas. Derrotados en 1905, los
radicales mantenía una peligrosidad que no decrecía.

Entre el optimismo y las amenazas fue tomando cuerpo la respuesta reformista. La clase gobernante
del Centenario conservo una tenaz fidelidad hacia los aspectos programáticos de la vieja fórmula, y la
combino con una doctrina de reparación moral que procuraba redimir el vicio de la oligarquía.

Mundo contradictorio, impregnado por actitudes que se confundían en al predica de los


reformadores. Sabían de las amenazas: la percepción de un daño que reclamaba una inteligencia
estratégica para conceder parte del privilegio y buscaban la reparación ética mediante una reforma
política capaz de aventar fantasmas y liberarlos de la mala conciencia que los hostigaba. Inmerso en
este clima, Roque Sáenz Peña ascendería a la primera magistratura.

Roque Sáenz Peña en la presidencia

Ya habíamos destacado el papel de Sáenz Peña en el autonomismo pellegrinista. Pero su


antirroquismo venia de antigua data. Sáenz Pela había encabezado el movimiento modernista en las
elecciones de 1892 y que solo pudo desbaratar Roca logrando la adhesión del PAN y del mitrismo a la
candidatura de su padre. Cuatro años mas tarde, Sáenz Peña encabezo la lista “demócrata” de 1902;
acompaño a C. Pellegrini en la Convención de Notables de 1904 y en 1906 fue elegido diputado por la
Coalición Popular, aunque no asumió la banca y acepto un cargo diplomático con una exitosa carrera
en el campo de las relaciones exteriores.

Sáenz Peña programo su candidatura desde Europa. Allí se puso de acuerdo con Indalecio Gómez,
viejo colega en el movimiento modernista del 91 y también antirroquista. En 1904, I. Gómez era
ferviente pellegrinista.

Modernismo, política de las paralelas, pellegrinismo: tres momentos opositores compartidos por un
antiguo juarista y un militante católico. El movimiento reformista del Centenario cobraba cuerpo en
Roque Sáenz Peña e Indalecio Gómez. La campaña se organizo en torno de la Unión Nacional, por lo
que apenas despunto la simbólica oposición de los republicanos – mitristas que levantaron la
candidatura de E. Udaondo

Para hacer más eficaz el contraste se resaltaba la presencia en la Unión Nacional de los sobrevivientes
de la junta revolucionaria de 1890. La campaña electoral proponía a Roque Sáenz Peña como un
conciliador de tendencias.

La lectura de los discursos electorales califican a la Unión Nacional con el signo de una fuerza política
de carácter tradicional. Como el PAN, la Unión Nacional constituía un eficaz vehículo para comunicar
oligarquías locales y gobiernos provinciales bajo la protección de una presidencia que no escatimaban
recursos para hacer efectivo su poder y su influencia electoral. Pero la Unión Nacional reoriento ese
mensaje ideológico y contradijo el sistema electoral vigente mediante un proyecto reformista, que
Sáenz Peña proclamo en su discurso – programa pronunciado en la Plaza Retiro en agosto de 1909.

Sáenz Peña impuso la candidatura de Victorino de la Plaza como vicepresidente. En abril de 1910, las
listas de la Unión Nacional se impusieron en todo el país sin atisbo alguno de resistencia electoral,
pese a la participación del Partido Socialista (en la Capital) y de la fracción cívica – republicana que
apoyo la candidatura de Udaondo. Los radicales permanecieron en la abstención.

Sáenz Peña, ya electo, de inmediato rompió la comunicación y busco entrevistarse con el personaje
que despistaba los servicios de seguridad y evocaba las mayores amenazas: Hipólito Yrigoyen y Roque
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Sáenz Peña conversaron días antes de que tuviera lugar la asunción del mando. Yrigoyen rechazo la
propuesta de integrar un gabinete de coalición y mantuvo invariable su exigencia acerca de la
modificación del registro y de la ley electoral.

Los reformadores emprendían un plan que poco desmentiría el ritmo vertiginoso o la velocidad de los
cambios a los cuales estaba habituada la Argentina de entonces. Los nuevos gobernantes asumían la
tarea de reparar una formula y un régimen. Buscaron un método: al reforma deliberada; quizá,
definieron una meta: la conservación del poder y su posición social, ambas cosas reconciliadas, esta
vez, con una práctica institucional menos imperfecta y más coherente con los principios proclamados.

Capítulo VIII: Las leyes electorales: diálogo entre dos reformadores

La reforma política que preconizaba Sáenz Peña se concreto en una ley electoral sancionada en
febrero de 1912. Indalecio Gómez, ministro del interior, la tradujo en instrumento jurídico.

Diez años antes, sin embargo, la clase gobernante prestaba temprana atención a estos problemas.
Joaquín V. González presento en el Congreso un proyecto de ley electoral, sancionada en diciembre de
1902 tendría corta vida: apenas regulo una elección nacional en 1904. La lectura de los debates
parlamentarios permite observar rasgos comunes y diferencias significativas.

Joaquín V. González e Indalecio Gómez discutían sobre el sufragio y las leyes electorales. A la
reflexión en torno del problema del voto universal que subyacía bajo las reglas institucionales se
sumaba una crítica meditación acerca del método más adecuado para distribuir cargos autoridad
gubernamental.

Significado y practica de la legislación electoral hacia principios de siglo

Una ley electoral, según la Rae, son instrumentos que, al hacer efectiva la representación política,
gobiernan procesos que tienen dos características principales: traducir en forma de votos las
preferencias electorales y volcar el número de sufragios en distribuciones de autoridad
gubernamental.

En términos generales, las leyes electorales están gobernadas por tres principios básicos: la
pluralidad, la mayoría y la proporcionalidad. Un sistema electoral a pluralidad de sufragios otorga el o
los cargos en discusión al candidato o partido que supere en número de votos a su competidor más
próximo. Un sistema electoral a mayoría de sufragios otorga el o los cargos al candidato o partido que
hubiere conquistado la mayoría total de votos emitidos en un distrito. El principio de proporcionalidad
corresponde a la proposición que sigue: si S es la proporción de bancas atribuidas a un partido, la
representación proporcional es el sistema donde S ₌ t (t ₌ % de los votos que obtiene un partido).

Como se puede observar, los principios de pluralidad, mayoría y proporcionalidad están asociadas
con una unidad territorial (distrito) y, dentro de dicha unidad, con la modalidad de elección. Si el
ciudadano elige un representante estará ejerciendo un procedimiento uninominal; si, en cambio, elige
muchos representantes (o una lista) utilizara un procedimiento plurinominal.

Según la interpretación histórica y constitucional, en la Argentina el distrito coincidía con el territorio


de cada una de las catorce provincias y de la Capital Federal. La legislación que rigió las elecciones
nacionales a partir de la presidencia de Urquiza permaneció fiel a la regla de la pluralidad y a la unidad
territorial del distrito. Según lo establecido por las leyes, los ciudadanos votaban desde un distrito por
una lista de candidatos: por lo tanto, la lista que obtenía el primer puesto en la carrera electoral
arrastraba consigo la totalidad de las bancas o cargos.
42
Cuando Joaquín V. González lanza en el novecientos el proceso reformista, las prácticas electorales en
el mundo occidental ofrecían un panorama múltiple. Dos principios se disputaban la primacía: la
pluralidad y la mayoría. La representación proporcional constituía una excepción a la regla. ¿Cuál era,
entonces, la unidad territorial y cuantos representantes podían elegir los ciudadanos? El sistema
imperante era el uninominal que se ejercía desde un distrito chico (dado que se elegía un solo
representante) al cual denominaremos circunscripción.

El sufragio uninominal por circunscripción era una típica herencia del régimen censitario y estaba
armado para dosificar en diferentes espacios la expresión electoral de un pueblo chico. El territorio así
acotado era un espacio fértil para la expresión política del notable del lugar, quien, de esta suerte, tejía
una red de relaciones y recompensas con un electorado reducido. Aun después de implantado el
sufragio universal el sistema persistía. El viejo trazado de las circunscripciones aseguraba la
representación conservadora por más que descendiera la población en los distritos rurales.

El sufragio uninominal se combinaba con la pluralidad y la mayoría según procedimientos distintos. El


más conocido era un sistema por demás simple: cada circunscripción votaba un representante para el
parlamento a simple pluralidad de sufragios.

Las críticas frente al sistema uninominal provenían desde la izquierda o desde los partidos de
creación extra parlamentaria que pugnaban por traducir sus demandas de participación con más
eficacia electoral.

El panorama era complejo en un mundo que combinaba la tradición y el cambio. Este fue el escenario
externo que se desplego ante Joaquín V. González e Indalecio Gómez; un universo, claro está, que
revertía sobre nuestras fronteras y contrastaba, según ellos, con nuestra dramática realidad. En la
Argentina se aplicaba el sistema de lista completa, a simple pluralidad de sufragios desde quince
distritos electorales. El voto secreto constituía una costumbre exótica. ¿Hasta dónde llegaba el limite
reformador de quienes hacían publica su autocritica? Difícil respuesta que la reconstrucción de un
dialogo pueda, quizá, aclarar.

Joaquín V. González: el sufragio uninominal por circunscripciones – Indalecio Gómez: la lista


incompleta

Proyecto electoral 1902 Proyecto electoral 1912 (Ley 8.871)


Joaquín V. González Indalecio Gómez
- Incorporar a las nuevas fuerzas sociales en el - Acabar con los tres grandes males: la
debate políticos abstención de los ciudadanos, el fraude y
Objetivos y argumentos - Disminuir la conflictividad social a partir de un las venalidades
sistema de relaciones laborales estables - El origen de estos problemas es que el
que exponen
- Ve una clara contradicción entre la realidad socio pueblo no elige
- económica y la política - Solucionar la conflictividad social
- Creación de un registro electoral permanente - Padrón electoral elaborado sobre la base
Funciones del registro desde dentro de la clase que ejerce el poder del Registro de Enrolamiento
electoral y sus - Dejar asentado el empadronamiento de la - El registro queda bajo control externo, el
republica Ministerio de Guerra, quien empadrona e
características
- Ningún control externo actúa sobre el registro imprime las listas de electores
- Acceso de los ciudadanos al registro mediante un
acto voluntario
Aspectos referidos al - Por el momento no debía ser obligatorio - Obligatorio y secreto
sufragio - Debía ser secreto (no lo fue) - Se añade un artículo para garantizar que
el sufragio sea secreto
- Sufragio uninominal por circunscripciones - Sistema de lista incompleta
- Genera una tendencia federativa, es decir, de - Combina la pluralidad y proporcionalidad
descentralización, ya que “el núcleo representativo con un mecanismo plurinominal
estaba en la pequeña circunscripción” (Botana; - Se asegura la representación de la primer

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2013, 218), desde allí se debían trazar nuevos minoría
Características y vínculos a nivel nacional - Queda asentada la regla de los 2/3
consideraciones - Favorece la formación de centros regionales - Es un sistema centralizado, el sistema
- Elección de candidatos con arraigo en su electoral debía conducir a la concentración
respecto al sistema
circunscripción de fuerzas, no a su dispersión, sobre una
electoral
- Inspirado en los sistemas electorales de la base de pocos distritos electorales (14
mayoría de los países europeos provincias más la capital)
- Debía generar partidos nacionales
- No está viendo el sistema de otros países,
sin embargo su reforma es muy similar a la
española de 1907
- Son la condición necesaria para el optimo - Al igual que González, opina que sin
funcionamiento del sistema electoral y para que Partidos Políticos toda la reforma carecería
llegue a buen puerto la “reforma de las de sentido
costumbres” - Estos partidos serian el resultado de la
- Es la realidad que representa “la cohesión natural reforma, ya que los partidos históricos no
Características y
e histórica de las opiniones, de las tendencias, de constituyen partidos nacionales, que es
funciones del los los intereses” (Botana; 2013, 210) uno de sus objetivos
partidos políticos - Son la acción directiva de las afinidades visibles
(Ibídem)
- Anula a los agentes intermediarios, quedando
como verdadero y único intermediario ente la
sociedad civil y el Estado el partido
- Deben ser de creación interna
- Se reforman las costumbres de la sociedad - Tendencia al fortalecimiento del
Consecuencias de la - Gobierno de notables con legitimidad en los bipartidismo, una “leal oposición”
aplicación de los comicios y en su arraigo local - Los partidos nacionales serian resultado
- Surgirían partidos de creación interna distintos a de la reforma en los comicios
modelos electorales
los que venían gobernando

Capitulo IX: ¿Plan estratégico o salto en el vacio?

La ley de reforma electoral fue finalmente sancionada. El largo debate no logro perfilar una real
autonomía del Congreso frente al Poder Ejecutivo. Roque Sáenz Peña e Indalecio Gómez presionaron
sobre los legisladores de acuerdo con una pauta tradicional de predominio presidencial.

Nada torció la voluntad reformadora. Es posible diseñar un esbozo de un plan estratégico basado en
el uso de todos los resguardos institucionales que el ordenamiento constitucional ponía a disposición
de las reformistas.

Los resguardos institucionales

Lo primero a tener presente es que la ley regulaba exclusivamente las elecciones de diputados
nacionales, electores de presidentes y vicepresidente, y electores de senadores para el distrito de la
Capital. El Senado Nacional quedaba, pues, fuera del circuito reformista; la Constitución, lo sabemos,
imponía la elección indirecta por medio de las legislaciones provinciales. Este fue el resguardo más
efectivo porque las nuevas oposiciones solo hicieron valer su peso electoral en el Senado, entre 1912 y
1916, precisamente en aquel distrito donde no había legislatura y si designación de electores de
acuerdo con la ley nacional de elecciones.

¿Qué ocurrió, en cambio, con el método de elección propuesto para los electores de presidentes y
para los diputados nacionales? En el proyecto de ley se establecía el sistema de la lista incompleta,
pero lo curioso del caso es que allí el Poder Ejecutivo discriminaba el modo de elección para los
diputados del procedimiento aplicable para designar los electores de presidente y vicepresidente.
Mientras para los primeros se consagraba el principio de los dos tercios, la elección de electores
conservaba el método tradicional, es decir, la lista completa.

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Al término del debate en general se genero un complicado cambio de opiniones que concluyó con un
peculiar método de decisión: los diputados se pronunciaron a favor o en contra de la lista incompleta
por votación nominal. Posteriormente, Fonrouge introdujo un nuevo artículo que extendía el
procedimiento de la lista incompleta para la elección de electores de presidente y vicepresidente.

Este primer intento de proponer un sistema mixto, que combinase dos procedimientos electorales,
fue descartado. En todo caso, los legisladores habían transpuesto un segundo resguardo institucional.

Otras defensas hacían referencia al carácter universal y obligatorio del sufragio. Fonrouge había
explicado previamente, como la ley no alentaba la participación de los analfabetos al eximirlos de la
responsabilidad de incurrir en las sanciones pecuniarias aplicables a todo elector que, sin causa
legítima, dejase de emitir su voto. Pero cuando se discutió el carácter universal del sufragio fueron
pocos los legisladores que manifestaron los riesgos de tal decisión.

Los temores se presentaron después, cuando la Cámara de Diputados desecho todos los artículos
referidos al voto obligatorio. Es posible que haya sido esta la sesión en la cual se esgrimieron los
argumentos más contundentes a favor de un programa que reforzara los rasgos de prudencia de un
conservadurismo electoral en exceso optimista. El Senado reimplanto todos los artículos atinentes al
sufragio obligatorio. Por fin, esta tesitura prevaleció en Diputados y fue aceptada. El sufragio universal
y obligatorio era ley definitiva de la Nación. Una ley definitiva que dejaba de lado sin preocupaciones
evidentes los resguardos clásicos de uso habitual por el reformismo conservador de nuestro
Centenario.

Volvamos a dos temas caros a I. Gómez: El optimismo de la Victoria y El papel Del tercio previsto en la
lista incompleta en tanto umbral de admisión para las oposiciones en ciernes. La incorporación de las
minorías por medio del tercio fue un presupuesto estratégico compartido por los legisladores
favorables a la lista incompleta y por aquellos proclives al sistema tradicional o al sufragio uninominal.
Nadie creía que la mayoría pudiera recaer en algún sector no perteneciente a los grupos gobernantes,
ni que la reforma electoral tuviera la virtualidad suficiente para modificar una relación de fuerzas.
Concebían la lista incompleta como una especia de división de condominio que atribuye a las
situaciones que gobiernan la Republica la parte de la mayoría y a las oposiciones la parte de la minoría.
He aquí definido, por la voz de los actores, el umbral de admisión.

Por otra parte, el tercio de la lista incompleta no concordaba con la suma aritmética de diputados en
el Congreso. Debía aplicarse en sucesivas renovaciones, por obra de la renovación por mitades de la
Cámara de Diputados cada dos años, y se combinaba, por consiguiente, con la lista completa y en
algunos casos con el sufragio uninominal por distritos.

La cantidad de diputados correspondiente a cada distrito permite desglosar los diferentes sistemas
electorales practicados en 1912, 1914 y 1916. En rigor había tres conjuntos de distritos: uno, que
incluía las provincias más populosas y la Capital, votaba de acuerdo con la lista incompleta; otro lo
hacía con el método tradicional de la lista completa ya que, en ellos se sufragaba por dos
representantes indivisos; en un tercer conjunto, en fin, el voto se emitía mediante una suerte de
sufragio uninominal por distrito pues cada una de estas provincias elegía un solo diputado.

Esta distribución dejaba en manos de la lista incompleta la clave del resultado electoral. Los distritos
donde se aplicaba reunían en total 47 diputados en 1912 (33 mayoría, 14 minoría); 54 en 1914 (39 y
15) y 50 en 1916 (35 y 15). Pero quedaba siempre un número de diputados de reserva, que oscilaba
entre 12 y 9, por los cuales se sufragaban de acue3rdo con métodos tradicionales en provincias que

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luego manifestarían una notable estabilidad con respecto al apoyo hacia las agrupaciones
conservadoras.

Julio Costa, opositor decidido de la lista incompleta, tuvo el cuidado de realizar un análisis aritmético
de las posibilidades con que contaban las minorías; admitió, sin tapujos, que el fracaso estaba a la
vista: “Nunca llegaran a controlar el tercio aritmético”.

La prueba electoral

En abril de 1912 tuvieron lugar las primeras elecciones legislativas reguladas por la nueva ley, con la
participación de radicales y socialistas.

El presidente parecía convencido de muchas cosas: de la muerte de la venalidad, de su irrevocable


decisión de no tomar partido, del poder que había declinado “aspirando a gobernar y no a mandar”.
“La representación no puede ser la expresión de los gobernantes, sino la de los partidos libremente
manifestada”.

En abril votaron los argentinos mayores de dieciocho años alcanzando un nivel de participación
electoral menos espectacular de lo que muchos suponían. La clásica división histórica se expreso en las
listas de la Unión Nacional y de la Unión Cívica: junto con ellas se presentaron trece listas más, aparte
de las correspondientes a la UCR y al Partido Socialista.

La noche de los comicios, antes de que se conocieran los resultados, los partidos tradicionales
festejaron anticipadamente la victoria; pero “la elección significo una derrota aplastante para los
candidatos de la vieja oligarquía que esperaban confiados el triunfo”. “En la Capital el triunfo
correspondió a los radicales, lo que resulto, para algunos, inesperado”.

Habían perdido, pero apenas en dos distritos, la Capital y Santa Fe, aquellos, precisamente, donde de
modo directo el presidente ejerció su autoridad. En el resto de las provincias, los medios para
garantizar el sufragio se limitaron al momento electoral. Los nuevos partidos que se presentaron
fueron tres: la UCR, el Partido Socialista y la Liga del Sur. Los resultados no fueron amenazantes. Se
incorporaron 15 diputados nuevos, una cifra que se constituía en vigoroso desafío ante los 43
pertenecientes a las agrupaciones tradicionales.

Algo, sin embargo, había cambiado. El sistema de la compra de votos perdía su razón de ser en
algunos distritos claves; la autonomía electoral del ciudadano, protegido por el voto secreto, se abría
camino.

Mientras tanto, los resultados en las provincias, para elegir gobernadores y representantes en las
legislaturas, no modificaron la tendencia favorable al conservadurismo. En 1912, el radicalismo disputo
la batalla electoral en Salta, Córdoba y Tucumán. En las tres provincias fue derrotado por los
candidatos conservadores.

Estas elecciones en las provincias son significativas por al percepción constatable en algunos
dirigentes conservadores del contraste que se presentaba entre, por un lado, una estrategia de
carácter local, típica del estilo político característico del antiguo régimen, y, por el otro, una estrategia
nacional organizada en torno de un partido más amplio y de un liderazgo que desbordaba las fronteras
de las provincias.

Al año siguiente, los signos de preocupación no decrecieron. Las complicaciones se concentraron, una
vez más, en la Capital federal, donde, esta vez, la victoria correspondió al Partido Socialista.
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Un año después de la promulgación de la ley, los confiados protagonistas comenzaban a advertir
amenazas. Veían la Capital como un distrito que se perdía definitivamente y, ante semejante hecho,
seleccionaban al enemigo principal.

Hacia el mes de septiembre de 1913, Sáenz Peña solicito dos meses de licencia, la que se prorrogo
hasta su muerte. Se extinguió su vida, mientras alentaba la reforma electoral. Había gobernado como
una suerte de monarca republicano, distante de las contiendas, cuya preocupación dominante fueron
los problemas institucionales. Durante aquellos meses comenzaba a gestarse un drástico cambio en las
filas oficialistas. Es probable que Sáenz Peña no alcanzara a percibirlo ni a entenderlos. Murió en
agosto de 1914.

Por segunda vez, después de sancionada la ley, los argentinos concurrieron a las urnas para renovar la
Cámara de Diputados. Los resultados acentuaron vigorosamente la tendencia que ya se había
insinuado en 1912. Los partidos nuevos obtuvieron la mayoría y la minoría en la Capital y Santa Fe; la
mayoría en Entre Ríos y avanzaron vigorosamente sobre otras provincias, conquistando la minoría en
Buenos Aires, Córdoba, Corrientes y Mendoza.

Treinta diputados para los partidos nuevos, treinta y tres para las agrupaciones tradicionales. La
brecha se acortaba peligrosamente. ¿Dónde quedaban los juegos aritméticos de 1911 frente a los
datos de la realidad electoral? La suma de los diputados obtenidos por los partidos nuevos, entre 1912
y 1914, superaba con holgura las conjeturas, trepaba hacia el tercio aritmético y aun lo desbordaba sin
mayores apremios: en total cuarenta y siete diputados nuevos, de los cuales treinta y tres pertenecían
a la UCR, once al socialismo y tres a la Liga del Sur.

El partido político ausente

Había, pues, que avanzar durante dos años decisivos, que dieron lugar a la indecisión o al conflicto
dentro de las filas conservadoras. En gran medida, las respuestas que se ensayaron obedecían a la
necesidad de cambiar y adecuarse al nuevo cuadro electoral.

En 1914, los nuevos partidos ganaban y volcaban su aparato organizativo a la competencia pacifica.
Pero más allá de su peculiar carácter, estos partidos ingresaban en la acción política para poner en tela
de juicio todo un sistema de mantenimiento oligárquico que no atinaba a ponerse en marcha. En rigor,
había en la sociedad un nuevo esquema de organización y reclutamiento. Los nuevos partidos
mediaban entre el pueblo elector y el Estado.

La consecuencia de este movimiento que, por primera vez, veían cercana la posibilidad de controlar el
orden institucional era evidente: los nuevos partidos proponían un nuevo tipo de amalgama política,
fusionaban los grupos regionales (en ciudades o provincias) en estructuras nacionales, y en el caso del
radicalismo avanzaban sobre estos rasgos de carácter organizativo para condensar expectativas
populares en un nuevo caudillo.

Se manifestaba un liderazgo popular; algo en su esencia distinta de la reivindicación de autoridad de


los fundadores del régimen del ochenta, para quienes el problema del orden pasaba por encima de
todos los argumentos.

Así, en 1914, el viejo orden no encontraba su rumbo tradicional, quizá porque faltaba el timonel.
Roque Sáenz Peña había quebrado el ordenamiento en su nervio más sensible, ¿Qué hacer sin un
presidente a quien repugnaba el papel el papel consagrado de gran elector? Antes de su muerte, el
presidente había insistido en sus ideas básicas: el cambio era inevitable y convenía organizar partidos.

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Durante los meses anteriores a que Victorino de la Plaza asumiera la primera magistratura, el
observador tiene la impresión de asistir a un retorno a las fuentes, ya que el vicepresidente se
mostraba preocupado por el destino de los grupos conservadores. Pero el nuevo presidente se resistía
a jugar un papel decisivo. De la Plaza parecía dispuesta a impulsar la formación de un partido
conservador. Pero, ¿de qué partido se trataba? He aquí el meollo de un conflicto que atravesaría 1915
y se prolongaría hasta el momento en que se constituyeran las Juntas Electorales. Las orientaciones se
encarnaron en dirigentes que durante un largo año pugnaron por imponerse. ¿Por qué no evocar por
medio de hombres como Lisandro de la Torre y Marcelino Ugarte el duro trajín que apareció entre la
renovación y la tradición?

Hacia fines de 1914 se constituyo en Buenos Aires el Partido Democrático Progresista (PDP). El
partido nacía como una respuesta. Para unos significaba un acto negativo que intentaba bloquear el
camino de la victoria a la Unión Cívica Radical. Para otros, la Democracia Progresista tenía un propósito
más ambicioso: reunir en torno de si trozos dispersos del antiguo régimen para reorientarlos de
manera más drástica hacia un reformismo cuyos orígenes había que rastrear mas allá de las fronteras
de la clase gobernante tradicional. Esta fue la idea – fuerza de un hombre como Lisandro de la Torre.

De la Torre había recibido su bautismo político en el Parque y en Rosario, durante los largos años
revolucionarios que transcurrieron entre el 90 y el 93. Radical de origen, de la Torre rompería con el
líder radical cuando este decidió abstenerse en las elecciones presidenciales de 1898; fue promotor
apasionado de la política de paralelas al lado de Bernardo de Irigoyen, R. Sáenz Peña e I. Gómez; más
tarde se retiro de la actividad política. De la Torre reaparecería años después en la misma región
donde hizo sus primeros pasos. Esta vez para fundar una nueva agrupación en 1912, de carácter local,
la Liga del Sur. La liga puede ser vista como un movimiento de protesta del sur de la provincia de Santa
Fe contra el predominio de la región norteña.

En aquel momento, De la Torre estaba subyugado por el gobierno local de los Estados Unidos; lector
de Tocqueville, admirador de Sarmiento, ¿Por qué no encontrar la raíz de los males argentinos en la
centralización creciente que aquejaba a los gobiernos provinciales? La centralización, deducía,
engendraba la oligarquía. La Liga del Sur respondía con un programa que reclamaba el régimen
comunal autónomo mediante la elección del intendente municipal, la concesión del voto a los
extranjeros, el equilibrio de representación entre las distintas regiones, organización de consejos
escolares electivos y autónomos en cada comuna. De la Torre diagramaba un partido que trascendía el
marco local y tomaba como punto de referencia el sistema político nacional. De la Torre sostenía que
la política debía canalizarse por medio de una nueva estructura de mediación, de un partido autónomo
con órganos propios, dispuesto a obtener consenso popular. La Liga del Sur podía ser, entonces, el
medio apto para lograr ese objetivo: solo bastaba ampliar su espacio de acción.

Frente a este proyecto, la provincia de Buenos Aires representaba la contrapartida más clara. Allí
también residía una pretensión de liderazgo: la de Marcelino Ugarte. La visión política de Ugarte había
madurado sobre el suelo del viejo régimen. Ugarte fue el blanco preferido del reformismo moralizante
del Centenario. Ugarte desplazaría una estrategia que habría de chocar con al que proclamaba
Lisandro de la Torre: ambos pretendieron controlar un espacio de fuerzas mientras el tiempo imponía
su ley y acortaba, sin remedio, los plazos electorales.

El Partido Democrático Progresista nació gracias a la iniciativa de Mariano Demaria, un viejo seguidor
de Aristóbulo del Valle. Indalecio Gómez, Joaquín V. González, Lisandro de la Torre y Alejandro Carbo
tuvieron a su cargo la redacción del primer manifiesto. La pretendida amalgama de fuerzas de signo
opuesto estaba ya presente en el triunvirato directivo.
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El disenso se prolongara durante todo 1915. El radicalismo había avanzado sobre Santa Fe y Entre
Ríos. En Córdoba se impuso, finalmente, sobre el partido demócrata.

Hacia el fin del año, el Partido Demócrata Progresista convoco a su Convención Nacional y eligió la
formula de la Torre – Villanueva; ante la renuncia de este ultimo a la candidatura de vicepresidente, se
nombro a A. Carbo. Cuando se proclamo la formula Ugarte hizo llegar una nota del Partido
Conservador en la cual reconocía “la clausura de las negociaciones iniciadas por el Partido
Democrático para llegar a un acuerdo político, con el Partido Conservador, que permitiera resolver el
problema presidencial”. Concluía la nota dejando a consideración de es Convencion Electoral la
candidatura de ciertos ciudadanos para la fórmula presidencial. La brecha entre uno y otro sector se
ahondaba.

La gente del bloque conservador obedecía a reglas de práctica política probadas a lo largo del tiempo.
Entendía la realidad como un reconocimiento progresivo. La política consistía en la reproducción cíclica
de procedimientos probados. Los hombres llegados desde la Liga del Sur introdujeron en el campo de
fuerzas una visión racionalista de la acción política, un programa ordenado, una anticipación de lo que
debía se para hacer así, más evidente, el contraste con el desorden establecido. Racionalidad que no
necesariamente suponía mayor democratización. La Liga del Sur no adhería, por ejemplo, al sufragio
universal.

Destaca Cortes Conde: “Es curioso que dentro de una marea librecambista general, de la que no
escapaban ni el socialismo proletario ni el radicalismo, la plataforma demócrata progresista fuera la
única con un programa económico basado en la protección a la industria nacional, el desarrollo de la
marina mercante y la organización del comercio de exportación bajo el control del Estado”.

Con este sustrato ideológico, De la Torre emprendió la campaña electoral. El bloque conservador
aguardaba. Los socialistas cubrían una pequeña parcela del espacio nacional. Los radicales también
esperaban con distintos propósitos. ¿Era la agrupación que presidia de la Torre un partido nacional, o
bien los desgarramientos internos habían recortado la figura del líder santafecino, predicador que
marchaba en una, para él, incomprensible soledad?

La derrota

El 1º de enero de 1916, La Prensa sostenía que como en el noventa “el partido situacionista defiende
su posición contra la protesta cívica del parque, pero no con las armas sino en los comicios en donde
mide sus fuerzas la revolución representada por el radicalismo pacifico”. Solo hacia el mes de marzo de
1916, el radicalismo dejaba de lado su mutismo y proclamaba la formula Yrigoyen – Pelagio Luna.

Habíamos visto en capítulos anteriores que el papel de las Juntas Electorales no se correspondía con
los atributos que le asignaba el texto constitucional. No existía autonomía de los electores durante la
elección de segundo grado, sino más bien, dependencia de los bloques de electores con respecto a los
pactos previamente establecidos entre presidentes y gobernadores. Quebrado el acuerdo que hubo de
sostener al PDP, los grupos conservadores hicieron acto de reserva, confiando que las elecciones
primarias no decidirían por sí mismas la victoria o la derrota. Quedaba una segunda instancia que
postergaba el último acto, momento en el cual debía constituirse el Colegio Electoral.

Tras las elecciones, la formula Rojas – Seru obtuvo 104 votos. Hipólito Yrigoyen fue elegido
presidente con una mayoría de 152 electores. Pese a todo, el viejo régimen terminaba sus días con la
mesura impuesta por la disciplina institucional a la que eran afectos los reformadores.

49
El viejo régimen no acertó con lo que buscaba. ¿Combinaciones imposibles? ¿Exceso por reunir en
una sola madeja todos los hilos políticos que se apartaban del radicalismo? Todo régimen político tiene
una lógica implícita. La clave del sistema oligárquico residía en el control, subordinado a la presidencia,
de los cargos ejecutivos en las provincias. La lucha entre facciones conservadoras tenía sentido cuando
no se perdía el control de la sucesión global, sin adversarios externos que compitieran por el poder
presidencial. Ahora, en cambio, el espacio estaba inevitablemente recortado, pues la competencia se
planteaba ente fuerzas organizadas y no entre individuos que encabezaban facciones cambiantes.

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 Mirta Zaida Lobato – Estado, gobierno y política en el Régimen Conservador

En 1880 las pasiones políticas estaban enardecidas como en tiempo de Pavón y habían estallado los
sentimientos locales. Carlos Tejedor, el gobernador de Buenos Aires, había desconocido a las
autoridades nacionales y encabezaba una revuelta armada. Aquellos que no se habían integrado al
Partido Autonomista Nacional, el localismo y el exclusivismo metropolitano, encontraban en el
gobernador provincial su representación. Los porteños se oponían a la capitalización de Buenos Aires.
El alzamiento fue el último de la vieja serie de resistencias a la autoridad nacional. Frente a Tejedor y a
sus seguidores se levantaba la figura del presidente Nicolás Avellaneda y de Julio A. Roca.

Para algunos, tanto el presidente Avellaneda como el general victorioso de tantas campañas, incluida
la más reciente contra los indios en la frontera sur, representaban la unidad que se había sellado en la
Constitución de Santa Fe. Ambos eran hijos de las provincias. Si Tucumán fue la cuna de los
presidentes saliente y entrante en ese año de 1880, Córdoba fue el centro de las ideas. El apoyo del
interior a Roca fue indiscutible. No puede ser presidente de la republica un gobernante como viejo
Tejedor, quien siente desprecio por las provincias. El joven general Roca ofrece todas las garantías,
tiene verdadera alma provinciana y por eso en el palpita el corazón nacional.

La oposición porteña a la federalización y a la elección de Roca para suceder a Avellaneda fue el


marco para el enfrentamiento de la Nación y la rebelde provincia de Buenos Aires. Los combates de
Barracas, Puente Alsina y Los Corrales fueron los actos de violencia que culminarían con la
subordinación de toda la provincia al poder político nacional, y del monopolio de la acción coercitiva
por parte del Estado.

Autoridad y orden fueron las bases del régimen conservador, y el requisito primordial para el ejercicio
de la libertad y para el progreso económico de una nueva etapa. Sin embargo, surgirían novedosos
problemas asociados al mantenimiento de la unidad política alcanzada, a la edificación de las
instituciones del Estado, a la selección y elección de los gobernantes, así como a las reglas que regirían.
Finalizara con una reforma política y el acceso al gobierno de una fuerza política surgida en los
márgenes del corazón de la elite que hasta entonces había concentrado el poder.

Profundizar la organización del estado nacional

La unidad política consolidad en 1880 tenía que continuar el proceso de organización de las bases
para el funcionamiento del Estado y organizar y reorganizar los aparatos de gobierno, administración,
justicia y represión.

Desde el punto de vista formal, los instrumentos de gobierno había sido delineados por la
Constitución de 1853 con el establecimiento de tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), pero la
organización y el afianzamiento de esas instituciones de gobierno fueron activos durante todo el
periodo. Aunque las provincias se organizaron bajo sus respectivas Constituciones, el dato más
significativo fue la consolidación de un proceso centralizador que reforzó el Poder Ejecutivo nacional
en detrimento de las provincias y los municipios.

La “caída” de Buenos Aires en 1880 fue la manifestación más clara de que la relación provincias –
Nación habían cambiado, al convertirse el Estado en el arbitro de diversas situaciones.

La constitución de ese poder centralizado requería una administración cuya complejidad y


diferenciación fueran cada vez mayores: una burocracia que hiciera efectiva las acciones del gobierno,
la organización de un sistema de recursos, la definición y conformación de un sistema de construcción

51
y administración de los sistemas de transporte y escolar, y las fundamentales cuestiones impositivas y
fiscales. La pregunta clave para cualquier país es quienes deben pagar los costos de la administración.

En la Argentina de fines del siglo XIX los gravámenes al consumo eran pagados por toda la población,
y era la base de buena parte de los ingresos públicos. El crecimiento paulatino del mercado
consumidor producido con el aumento de la población, la construcción de una red de transporte, la
eliminación de las barreras aduaneras internas, la producción local de alimentos baratos y los salarios
percibidos por los trabajadores amplio la base impositiva y dio sustento al Estado. Los gravámenes a
las exportaciones fueron el otro sostén. Debido a que esos recursos no fueron suficientes, el
endeudamiento mediante la solicitud de préstamos extranjeros fue la otra fuente de ingresos.

El costo del progreso fue pagado por los sectores sociales menos beneficiados por ese proceso. En
1923 se denunciaba al sistema tributario como injusto, incoherente, desequilibrado y antidemocrático.
En 1890 una representación de la Federación Obrera realizaba una denuncia similar: el sistema fiscal
descansaba sobre los miembros de las clases no acaudaladas y ejercía una acción desastrosa sobre los
labradores, artesanos, obreros y demás elementos de la clase media.

El aparato administrativo requería también la conformación de una burocracia que garantizara su


funcionamiento, para lo cual se necesitaba empleados. La burocracia estatal estaba constituida por
una compleja trama de jerarquías y los cargos eran cubiertos por personas de formación cultural y de
orígenes familiares diversos. Los más altos rangos de la burocracia se cubrían con los jóvenes
egresados de las universidades de Buenos Aires y Córdoba.

La relación entre estrato profesional y burocracia fue fundamental: la abogacía era una actividad por
medio de la cual un hombre podía adquirir prestigio, influencia política y hasta riqueza. El otro rasgo es
la juventud de los funcionarios. Juventud y formación universitaria fueron claves en este plano. Los
cargos medios de la burocracia se cubrían con miembros de las clases menos acomodadas. Un indicio
claro del crecimiento del aparato burocrático se advierte cuando se mira las cifras del gasto público de
la administración central.

Durante el periodo de 1880 – 1916 el aparato estatal fue ampliado y renovado. Por ejemplo, el Estado
convirtió a la educación pública en un pilar del cambio. En 1884 se estableció la instrucción pública
obligatoria hasta los 14 años y se creó el registro civil. De modo que dos aspectos importantes de la
vida de una persona pasaron a la jurisdicción del Estado nacional y de los estados provinciales.

La impronta laica del gobierno en materia educativa fue un foco de conflicto entre católicos y los
liberales entre los años 1880 y 1886, durante la presidencia de Julio A. Roca. A media que surgían los
inconvenientes, el Estado buscaba y ensayaba las respuestas y ellas dependían de las variaciones
estructurales y de los cambios coyunturales que se operaban en la sociedad.

Un ejemplo claro fueron las políticas generadas desde el Estado alrededor del conflicto social. En
cuanto las consecuencias negativas del proceso de formación del capitalismo en la Argentina
irrumpieron en la superficie, diversos problemas relacionados con los sectores populares comenzaron
a preocupar a unos pocos miembros de la elite. La certidumbre de que se estaba frente a nuevos
problemas provoco preocupación en los grupos dirigentes. En esa búsqueda se entrecruzaron la
participación de los poderes públicos con las iniciativas privadas relacionadas con la filantropía.
Paralelamente, se fue conformando en el interior del aparato del Estado una elite política vinculada a
la burocracia administrativa, encargada de la generalización de los valores de la clase dominante
mediante el castigo y la corrección.

52
De modo que a lo largo de todo este periodo el Estado nacional tuvo que sentar las bases para la
obtención de los recursos necesarios para solventar los gastos crecientes que la complejización del
aparato administrativo y judicial requería. También tuvo que involucrarse crecientemente en los
nuevos problemas, creo nuevas instituciones y renovó las viejas abarcando esferas de intervención
cada vez más amplias.

El partido gobernante: un orden con turbulencias

El desafío de la época fue integrar el territorio y constituir una identidad nacional sobre la base de un
gobierno ordenado y estable.

La Constitución de 1853 establecía la fórmula para gobernar y producir actos de gobierno y otorgaba
legitimidad a las acciones emanadas bajo su tutela. El dilema para Juan Bautista Alberdi era “como
realizar una organización constitucional que abrace y concilie las libertades de cada provincia y las
prerrogativas de toda la Nación”. EL dilema no se había resuelto en los años ochenta y era posible
preguntarse cómo se podía conciliar la centralización y la descentralización, la federación y la unidad.
Para evitar las degeneraciones implícitas en las nociones de tiranía y despotismo se establecieron
límites temporales precisos para la duración de los mandatos, se determino la división de poderes y se
distribuyeron las actividades legislativas y judiciales en cámaras y tribunales donde el poder central y
los poderes provinciales se encontraban representados.

La noción de ciudadanía solo se daba parcialmente en las reflexiones públicas. Quienes ocupaban
funciones dentro del aparato del Estado eran los que “hacían política”, y ella estaba en manos de los
“notables”. El control gubernamental fue clave para los hombres que actuaban al comenzar la década
del ochenta, y esa toma de decisiones estaba en las manos de individuos habilitados por la riqueza, la
educación y el prestigio. En muchos casos el poder económico se confundía con el poder político y esa
coincidencia fue denominada con una palabra que tendría un poderoso simbolismo: oligarquía.

Oligarquía refiere tanto a la capacidad de gobernar derivada del control y poder económico como a
un grupo político corrupto y, al mismo tiempo, a un grupo gobernante que se considera superior
(notables). Con el tiempo, las críticas al espíritu mercantilista del periodo reforzarían la imagen de una
minoría que se apropio de los resortes fundamentales del poder en perjuicio de las mayorías; ya en la
década de 1930, y sobre todo cuando el general Perón llego al gobierno de la Republica, se transformó
en las causas de todos los males de la Nación.

Al finalizar el siglo XIX, un grupo selecto (oligárquico) fue el que ocupo los cargos de gobierno más
relevantes ejerciendo una hegemonía cuyo sostén eran los acuerdos entre diferentes grupos de
notables.

Un claro ejemplo de cómo funcionaba la lógica política de la época, fundada en el poder ejercido por
un grupo reducido de personas y en el contrapeso entre los polos de poderes nacionales y regionales –
provinciales, fue la elección de Miguel Juárez Celman, cuñado del general Roca, gobernador de
Córdoba entre 1883 – 1883, senador nacional y candidato presidencial en 1886, sostenido por los
principales dirigentes del PAN.

EL hecho fundamental de esta elección fue que mostro la eficacia de la máquina electoral y la
constitución de un bloque de todas las provincias, menos Buenos Aires y Tucumán. La máquina
electoral garantizaba la elección de los candidatos oficialistas y el control político de la elite. Con la
elección de Juárez Celman para la presidencia de la Nación, quedaron fuera de juego la fracción liberal
de Mitre.
53
El deseo del nuevo presidente de identificar el Poder Ejecutivo con el dominio de aparato político y
administrativo en las provincias, la concentración del poder en la figura del presidente de la Nación
con el resultado de la ruptura de un equilibrio posible entre el presidente y el partido del gobierno, el
PAN, provocaran, tanto como la crisis financiera de 1890, la caída de Juárez Celman y con él su intento
de buen gobierno y de control de las instituciones por parte del partido único. La oposición a Juárez
Celman tuvo una base poderosa en las provincias y en los hombres que respondían al ex presidente
Roca. También la tuvo las huestes cívico – liberales encabezadas por Mitre, quienes participaron de la
revolución del 1890.

El fracaso de Juárez Celman y la crisis política de 1890 hicieron visibles las dificultades existentes para
el funcionamiento de juego de alianzas que pretendían darle estabilidad al régimen conservador. Puso
en evidencia también los límites de la oposición “cívica”, dividida entre aquellos que seguían a Alem y
los seguidores de Mitre. A partir de la revolución de 1890 la clase dirigente tuvo que negociar
permanentemente con los sectores más moderados de la Unión Cívica algunas candidaturas.

Se inauguro entonces una dinámica peculiar de la política, que consistió en la pérdida del monopolio
político del PAN, ejercido casi plenamente entre 1880 y 1890, una mayor diversificación interna dentro
del grupo conservador, y un cambio fundamental de la gestión de gobierno. Los radicales comenzaron
a crear una base de apoyo más amplia con la incorporación de elemento populares y, dentro del grupo
dominante, se verifico una mayor redistribución del poder.

Esa mayor diversificación interna del grupo conservador dio paso a la conformación de una fuerza
política que se definió como modernista. En 1892 esa fuerza se propuso como alternativa al roquismo.
Los modernistas plantearon la candidatura presidencial de Roque Sáenz Peña. Roca con el PAN sostuvo
la candidatura de su padre Luis Sáenz Peña para oponérsele. Aunque habiendo triunfado frente a la
propuesta modernista, el general Roca no pudo retomar todas las riendas del PAN.

Luis Sáenz Peña fue elegido presidente en los marcos de una fuerte inestabilidad, teniendo que
afrontar diferentes levantamientos. Los levantamientos desgastaron al ministro del interior Del Valle,
aunque Julio A. Roca y Carlos Pellegrini aparecieron como las figuras que lo empujaron hasta lograr su
alejamiento, reemplazado por Manuel Quintana. Con una actuación enérgica intervino las tres
provincias sublevadas, decreto el estado de sitio, se prohibieron actos públicos y se clausuraron
diversos periódicos.

Las rebeliones armadas coexistieron con los mecanismos electorales, pero ellos daban el triunfo a los
candidatos oficiales. Las fuerzas políticas estaban constituidas por bases sociales (clientes) parecidas
que se movilizaban tanto para concurrir a elecciones, aun bajo porcentajes de participación ciudadana,
como para levantarse en armas. Las diferencias internas dividieron al monopolio político ejercido por
el Partido Autonomista Nacional en la década del ochenta, y esa fractura del partido de gobierno fue
acompañada por una intensa actividad cívica que las distintas fracciones y los opositores desplegaban.

La división del PAN tuvo su contraparte en la Unión Cívica. De modo que si al inicio del gobierno de
Roca una era de paz, progreso y buena administración parecía inaugurarse, la crisis política del
noventa tuvo consecuencias más graves que las perturbaciones económicas con las que estuvo
asociada.

El desorden era otra vez amenaza, pero este no solo provenía de la situación creada por la oposición;
en el seno del PAN no pudo recrearse la efímera alianza que garantizara la sucesión de gobierno sin los
fantasmas del pasado. Las soluciones ensayadas fueron la intervención federal y el estado de sitio.

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Al comenzar el siglo XX el PAN no había cuajado en una organización política cohesionada, era más
bien un sistema flexible de negociación sobre la distribución de puestos electivos y burocráticos. En
este sistema un papel importante lo cumplían los gobernadores de provincia. Los catorce
gobernadores provinciales mantenían celosamente su autonomía y poseían un fuerte control de los
puestos políticos en sus jurisdicciones. A su vez, los gobernadores dependían de los caudillos locales
que habían cambiado su carácter de organizadores de fuerzas militares (Chacho Peñaloza, Felipe
Varela, López Jordán eran apenas unas sombras) y jugaban ahora un papel importante en la
movilización de los electores y en el control de los puestos administrativos. La presencia de figuras
fuertes como Roca aquietaba las turbulencias cuando ellas ocupaban el centro de le escena política.
Cuando su segunda presidencia llego a su fin en 1904 se produjeron reagrupamiento políticos que se
prolongaron hasta el fin de esta época histórica. La presidencia de Manuel Quintana ilustra los
vaivenes, conflictos y tensiones dentro del grupo gobernante.

En la Capital Federal la fragmentación de los partidos políticos era aun mayor. El viejo PAN estaba
disminuido y habían surgido nuevos partidos: Republicano, Autonomista (bajo Pellegrini) y Socialista.
En las elecciones de 1904 todos los grupos ocupaban una banca en el Congreso.

Manuel Quintana encontró en el estallido de la revolución radica de 1905 un aliado inesperado para
consolidar su poder dentro de los grupos políticos tradicionales a nivel nacional. Vencida la revolución,
Quintana intento proponer algunos cambios institucionales, que iban desde una reforma de la
estructura d la tarifa aduanera hasta el proyecto de una nueva ley electoral que eliminaba el sistema
de circunscripciones. En este último caso se buscaba darle nuevas fuerzas al PAN luego de la
fragmentación. Sin embargo, el poder de Roca siguió declinando. A la muerte de Quintana se, produjo
la sucesión de José Figueroa Alcorta.

Una vez en la presidencia, Figueroa Alcorta se definió por la plena vigencia de las instituciones a partir
del ejercicio del sufragio pero ello no fue un obstáculo para que siguiera ejerciendo el fraude. En las
provincias los conflictos se agudizaron cuando se prepararon las elecciones para gobernadores de
1906 y 1907.

En 1906 habían desaparecido del escenario político Mitre, Pellegrini y Bernardo de Irigoyen. La
situación política dentro del grupo gobernante siguió siendo confusa y compleja, en ese contexto
comenzó a tejerse la candidatura presidencial de Roque Sáenz Peña. La imposibilidad de conformar
una coalición nacional efectiva y permanente también e le planteo al nuevo presidente. La
desintegración del sistema de alianzas políticas y los desajustes entre los tres niveles (nacional,
provincial y municipal) fueron claves a la hora de enfrentar al radicalismo en 1915 – 1916. Los
conflictos políticos dentro del PAN y con los grupos opositores que habían surgido después de la
revolución del noventa minaron una hegemonía que imaginaban sin fisuras.

Las elecciones: los limites a la voluntad del ciudadano

Otro dato relevante para el análisis de la política de la época es la dimensión electoral. Una visión
generalizada de la época señala que hacia fines de siglo el acto electoral era algo meramente formal.
Sin embrago, en todo proceso político el significado de las practicas varia. Si las elecciones funcionaron
como actos legitimadores de los acuerdos entre los notables, era importante que el acuerdo existiera
paro, además, ellas eran necesarias para el orden republicano. La forma que asumía la representación
y la elección de los gobernantes se articulaba en diferentes niveles. Para llegar al gobierno era
fundamental la maquinaria de acuerdos que se recreaban en los procesos electorales. El mecanismo

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era simple: los ciudadanos votaba por una lista de electores y a la que obtenía mayor número de votos
se le asignaba la totalidad de los electores correspondientes al distrito.

Entre 1880 y 1910, las provincias litoraleñas, las más beneficiadas por los cambios socioeconómicos,
incrementaron o mantuvieron el número de electores mientras que otras, mal articuladas con el
nuevo ordenamiento, lo disminuyeron. De manera que la distribución de los electores les asignaba
entonces cierta importancia a algunas provincias en detrimento de otras, pero además era a través de
los bloques de electores que las provincias eran protagonistas en el momento de la elección
presidencial, y les otorgaban a sus gobernadores y a sus representantes en el Senado un papel
importante en las negociaciones políticas. Conquistar la mayor cantidad de electores era una meta y
desde 1880 se puede advertir un movimiento creciente hacia la unanimidad en el Colegio Electoral.

Los electores eran importantes y ellos se obtenían por medio de las elecciones. El acto de votar era
entonces un modo de intervenir en la cosa pública aunque estaba limitado a los ciudadanos
movilizados por las maquinas electorales. El fraude era corriente y las prácticas electorales han
quedado inmortalizadas en numerosos relatos. Sin embargo, podemos suponer que algunos individuos
consideraban ese acto como un mecanismo de acción e intervención en la vida pública. Además, a
juzgar por las críticas feroces del anarquismo a la farsa de las elecciones, uno podría pensar que al
menos una parte de los sectores populares se manifestaba políticamente por este medio.

Las demandas de limpieza del sufragio de radicales y socialistas, el abstencionismo de la población


habilitada para votar, así como la impugnación del régimen representativo que hacia el anarquismo,
ponían limites a la representatividad del PAN, o a la asociación de notables que, desde 1880,
gobernaba al país.

Frente a esta situación, la propuesta de “mejoramiento institucional” que impulso el presidente


Manuel Quintana, y que retomo el candidato a presidente Roque Sáenz Peña, busco también un
acuerdo con la oposición política, los cívicos del radicalismo. Durante la presidencia de Roque Sáenz
Peña cobro impulso la demanda de democratización del sistema. Los sectores de la elite enfatizaron
que los mecanismos legislativos tenían una función importante en la modernización de la política y
consideraban necesaria una ampliación de la representación y la democratización de las reglas del
juego. Con este arsenal de ideas se propusieron responder también a las demandas de radicales y
socialistas. La instauración de un nuevo régimen democrático dependía del sufragio y cuando el
Congreso voto la Ley 8871 o Ley Sáenz Peña, que estipulaba el sufragio universal masculino, secreto y
obligatorio y la aplicación del sistema de lista incompleta, así como la representación de las minorías,
se cerraron los debates sobre la obligatoriedad o no del sufragio, sobre su carácter secreto o publico y
sobre los criterios que se aplicarían para traducir los votos en bancas en las cámaras y en la Junta de
Electores.

La confianza de los conservadores en la regeneración de la sociedad política mediante e sufragio


masculino se mantuvo imperturbable ante las demandas socialistas de una universalidad que incluyera
a las mujeres, alternativa que solo comenzaron a contemplar cuando los resultados electorales fueron
adversos y dieron el triunfo al radicalismo.

La sociabilidad política: construir una opinión y al ciudadano

La vida política tenía en la Argentina variadas manifestaciones. Un mecanismo ampliamente utilizado


para generar una opinión pública favorable, fue la prensa. Los notables habían hecho de la prensa una
forma de intervención pública privilegiada y sus diarios dependían del partido o de la facción que lo
sostenía.
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El diario les permitía unificar opiniones y construir imágenes más homogéneas sobre la sociedad, los
hombres y la política. Pero los diarios tenían que luchar con otros periódicos políticos y con las
empresas periodísticas que ya buscaban alejarse de los grupos facciosos y formar una opinión pública
que imaginaba independiente. De manera paralela a la constitución de una prensa oficial se crearon
otros órganos de opinión por parte de sociedades mutuales y obreras. Hacia fin de siglo las
competencias prácticas y discursivas se ampliaron hasta incorporar contrapúblicos cuestionadores del
orden que se pretendía mantener.

La diversificación de la oposición política y d las opiniones fue paralela a la diversificación de los


grupos políticos de los notables. Frente a las elecciones y al ejercicio del sufragio no solo eran los
radicales los que reclamaban la limpieza del mismo. Un partido político circunscripto a una particular
región como el sur santafecino, La Liga del Sur de Lisandro de la Torre, reclamo elecciones limpias,
descentralización política y administrativa y naturalización de los extranjeros. Cuando en 1914 se
convirtió en el Partido Demócrata Progresista, busco constituirse además en la voz racional, moderada
y moderna frente a las prácticas fraudulentas de los personajes políticos de la época. El Partido
Socialista, que se había conformado como la voz de la oposición de los trabajadores, reclamaba la
aplicación de los principios universales de la ciudadanía, señalando la necesaria participación en las
elecciones de hombres y mujeres.

El diarismo fue entonces tanto el generador de una cultura política oficial como de las visiones críticas
a ese modelo y en el participaban quienes se sentían atraídos por la carrera política. Sin embargo, los
fines de la prédica periodística variaban de acuerdo con el pensamiento político que sustentaran sus
emisores.

Hubo otras formas más o menos privilegiadas de hacer política. La sociabilidad política de la elite tuvo
expresiones importantes en las tertulias, en los encuentros en clubes, en el café, en la Universidad y
hasta en el Congreso Nacional. El parentesco acerco y afianzo las lealtades políticas.

El énfasis puesto en los diarios y en la correspondencia como formas privilegiadas de la intervención


política ha opacado otros mecanismos igualmente importantes. El banquete, por ejemplo, fue un
modo para crear personajes políticos.

Con la organización de los partidos políticos la prensa mantuvo su poder de formadora de opinión, las
cartas se hicieron más espaciadas hasta desaparecer y los banquetes y las reuniones adquirieron un
tono distinto en los marcos de la conformación de nuevos espacios y prácticas políticas, que buscaban
la movilización permanente y se articulaban alrededor de los comités barriales o locales organizados
por el radicalismo y de los centros de acción socialista.

57
1.1
IMPUGNACION AL REGIMEN

 Waldo Ansaldi – El parque de los senderos que se bifurcan. La insurrección de 1890

En 1880 culmina el proceso de formación estatal nacional, cuya expresión simbólica suele ser la
federalización de la ciudad de Buenos Aires. Julio Argentino Roca se despliega bajo la consigna de Paz
y Administración, la formula argentina de la positivista Paz y Progreso.

Habitantes con un amplísimo grado de libertades civiles privados de ciudadanía política y estimulados
a la indiferencia, la pasividad; situación que denomino modo perverso de hacer política.

Se trata de un régimen político oligárquico, es decir, fundado en la exclusión de las mayorías en las
tomas de decisiones. Oligarquía expresa precisamente eso, una manera de ejercer, restringidamente,
el poder político; el sistema de dominación política definido y practicado entre 1880 y 1912 – 1916.

Esta situación se traduce en una hegemonía organicista: la Argentina moderna se estructura


políticamente bajo un régimen oligárquico ejercido por facciones burguesas. En tanto oligárquico es
cerrado, restrictivo. La hegemonía, en tanto organicista, se construye y ejerce afirmando la
uniformidad de las posiciones y negando la posibilidad del disenso.

El ejercicio del poder político bajo la forma oligárquica muestra en los 80` la primacía del Presidente
sobre los otros poderes del estado, lo que lo convierte en el “gran elector”. Tal tendencia a la
concentración personal del poder se manifiesta en su más alto nivel cuando el cordobés Miguel Juárez
Celman ejerce la presidencia (1886 – 1890), período denominado como unicato. Tanto Juárez como su
antecesor, su cuñado Julio A. Roca, son hombres de esa laxa agrupación política que es el Partido
Autonomista Nacional, constituida en la Liga de los Gobernadores.

Para los orgullosos porteños hay para entonces una demasiado larga sucesión de presidentes
provinciales, serie iniciada por el sanjuanino Domingo Sarmiento (1868 – 1874) y continuada por los
tucumanos Nicolás Avellaneda (1874 – 1880) y Julio A. Roca (1880 – 1886), y por el propio Juárez
Celman (1886 – 1890).

En los límites de este articulo, y como ejercicio de una investigación sobre los mecanismos de la
dominación política en Argentina, quisiera proponer una interpretación diferente, en términos de
hipótesis de trabajo. Diré entonces que la dominación política de la burguesía argentina se estructura y
ejerce en términos oligárquicos (en consecuencia, no democráticos), en razón de la debilidad
estructural de la clase y como un modo eficaz de garantizar el proyecto de constitución de una
sociedad capitalista dependiente. Posición que explica la pertinaz política antinorteamericana a lo
largo de, por lo menos, la Argentina moderna (1880 – 1930).

El modo oligárquico de ejercer el poder político es cuestionado tempranamente por otros sectores
burgueses. A ese reclamo por la democracia política se suman nuevos sujetos sociales: las clases
medias y obreras urbanas. La tensión estalla en julio de 1890 cuando una conjunción de fuerzas civiles
y militares desencadena una insurrección en procura de la destitución y reemplazo del gobierno
nacional.

La Revolución de 1890 o del Parque es la denominación histórica de esa insurrección. Participan de


ella fuerzas sociales y, sobre todo, políticas diferentes. Hay una convergencia de sectores distintos y
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antagónicos que logran articular un “frente único”: mitristas, católicos, la corriente Além – del Valle,
burgueses terratenientes.

Los mitristas (sectores del comercio y pequeña burguesía) aspiran a un acuerdo con el gobierno, mas
con el roquismo que con el juarismo, y con el capital imperialista, como fórmula de solución a la crisis
económica y política. Los burgueses terratenientes bogan por una salida que resguarde espacios
fundamentales de soberanía económica. La juventud universitaria porteña y cuadros del ejército y la
marina también se encuentran entre los insurrectos.

La insurrección fracasa por varios motivos:

1. Ausencia de mando político – militar unificado y subordinación de la dirección política a la


dirección militar
2. Estrategia insurreccional fundada en el accionar de un número limitado de cuadros civiles y
militares con exclusión de participación y/o movilización populares
3. Virtual reducción del operativo a la Capital Federal

En este último sentido parece bastante significativo que un movimiento que aspira a la
defenestración del poder político nacional se plantea actuar en un espacio reducido, municipal; la
estrategia se asemeja mucho más que a un putch, a un golpe blanquista, que a una insurrección
popular, mucho menos a una revolución. Por otro lado, debe añadirse la heterogeneidad de las fuerzas
sociales y políticas involucradas y del carácter instrumental que unas y otras asignan a la insurrección y
al eventual cambio de gobierno.

La insurrección es derrotada, el gobierno no cae. Lo significativo de la insurrección del Parque, de ahí


en más, es la bifurcación de los senderos políticos: la causa y el régimen, el acuerdo y la intransigencia,
la oligarquía y la democracia. La división política de la burguesía en dos grandes alas, define parte
esencial del escenario político del próximo cuarto de siglo, y dentro del cual también empiezan a
desempeñar su papel las clases medias y obreras urbanas. El radicalismo será en buena medida
expresión de la primera, si bien en la Capital Federal deberá competir con el Partido Socialista, que a
su vez procura captar las voluntades obreras, en este caso confrontando con las propuestas
sindicalistas y anarquistas. La UCR y el PS representan y dividen el campo democrático, no pudiendo
constituir un frente anti-oligárquico. La burguesía oligárquica mantiene su concepción y su práctico
organicista de la hegemonía.

El Parque representa la debilidad y la fortaleza de la hegemonía organicista: la debilidad genera el


intento insurreccional proto-democrático; la fortaleza permite vencerlo y una solución que refuerza el
modo oligárquicos de ejercer el poder. En el Parque se bifurcan los senderos de la burguesía y los
senderos de las fuerzas democráticas. El Parque es prologo de la derrota oligárquica y del triunfo
democrático de 1912 -1916, pero su epilogo es el triunfo oligárquico y la derrota democrática de 1930.

59
 Hilda Sábato – La revolución del 90: ¿prologo o epilogo?

Los relatos del 90

Mil novecientos noventa. A cien años de una crisis que no solo trastorno los indicadores del
crecimiento sino que llevo a cuestionar el rumbo que estaba siguiendo la Argentina, no pudimos sino
buscar paralelos y diferencias. A cien años de la Revolución del Parque, donde la indignación contra las
prácticas políticas del Régimen, las supuestas corrupciones del gobierno y las consecuencias de la crisis
económica, se tradujo en un enfrentamiento armado, un episodio central en la lucha por la
democratización de nuestra sociedad.

Fecha fundacional para uno de los dos grandes partidos que compiten en la escena política argentina;
momento decisivo en el tránsito hacia la ampliación de la participación popular en el gobierno de
nuestra sociedad.

Y si el clásico trabajo de Sommi descubre a la pequeña burguesía como el actor central de este
episodio en la lucha por la consolidación de un sistema democrático burgués, el no menos clásico
análisis de Roberto Etchecopareborda entiende a la revolución como resultado del “despertar cívico”
de un pueblo.

El dato central: la existencia de un sistema político restrictivo, caracterizado por el control


monopólico de los instrumentos de poder por parte de una elite que mantenía alejada de los
mecanismos de representación y gobierno a vastos sectores de la población. A tal efecto adoptaron la
teoría de que el pueblo no estaba capacitado para votar y que el voto debía ser privilegio de la gente
culta, de la gente adinerada.

Gino Germani entendió al periodo anterior a 1916 como de democracia representativa con
participación limitada, y la ley de 1912 como un paso decisivo en el proceso de conformación y
ampliación de la ciudadanía política hasta alcanzar su universalización con la puesta en vigencia de la
Ley Sáenz Peña. En la visión de Germani, el nuevo sistema no logro superar un obstáculo: la presencia
masiva de inmigrantes no nacionalizados que no tenían derecho a voto dejaba a una parte importante
de la población al margen de la política. Buena parte de ellos integraban las filas de la clase obrera. El
radicalismo no habría sido capaz de expresar políticamente al proletariado. Tampoco los partidos de
izquierda. Tocaría al peronismo asumir ese papel. Para otros, en cambio, el peronismo culmina el
proceso largo y varias veces interrumpido de construcción de la ciudadanía política, completado con la
extensión del sufragio a la mujer en 1952.

En términos generales esta interpretación se ha incorporado al sentido común de buena parte de los
argentinos. En el horizonte de todas estas visiones la Revolución, con todas sus contradicciones
internas, simboliza el reclamo por la extensión de la ciudadanía política y la participación política
popular.

Para el radicalismo, el 90 es el origen. Se trataba de un paso hacia adelante: como en otras


sociedades en proceso de modernización, los mecanismos de representación hasta entonces limitados
a sectores elegidos de la población, debían extenderse hacia abajo. En esa fecha hacia su entrada a la
vida política un nuevo sector, hasta entonces marginado de la vida ciudadana, oculto, invisible. La
imagen del ciudadano aparece sintetizando los nuevos reclamos y aspiraciones colectivos.

La Revolución se interpreta, pues, como un momento de gestación, más aun, de eclosión de lo nuevo
que estaba destinado a eliminar lo viejo. Pero allí radica también su principal debilidad, en tanto lo

60
viejo constituye un ingrediente fundamental del programa de los revolucionarios del 90. En general, se
ha considerado a la Revolución mucho mas como el preludio de 1912, que como epilogo de 1880.
Mientras en 1912 se pone en marcha una reforma que cambia las reglas de juego del sistema, en 1890
todavía las nociones de soberanía popular y derechos del ciudadano vigentes pueden vincularse con el
funcionamiento político de las décadas que precedieron a la Revolución.

Al establecer el sufragio secreto y obligatorio, la Ley Sáenz Peña contribuyo a constituir una
ciudadanía, no por mera agregación o ampliación hacia abajo, sino por una reformulación implícita de
la condición de ciudadano. La característica principal del sistema político tal como funcionaba no era
como pretendía Sommi, el de exclusión por abajo. Las bases de funcionamiento radicaban
precisamente en el sufragio universal, que indujo una organización política que combinaba la
participación electoral de las capas más bajas de los sectores populares y el control de ese proceso por
parte de sectores minoritarios que concentraban el poder político. La reforma mino las bases mismas
de ese sistema al cambiar el sentido del sufragio universal: ya no se trataba de que cualquiera pudiera
votar, sino de que todos debían hacerlo.

En 1890, en cambio, el énfasis estuvo puesto en garantizar el sufragio universal en la primera de sus
acepciones. Se reclamaba por la libertad de sufragio, pero no aparecía preocupación alguna referida a
quienes habrían de ejercer ese derecho, la indefinición reinaba en esa materia. Esta manera de
considerar el voto estaba estrechamente ligada a las formas políticas del pasado.

En 1821 la Constitución de la provincia de Buenos Aires estableció el derecho a voto para todos los
varones adultos. En 1853 la Constitución Nacional consagro definitivamente ese derecho. A pesar de la
universalidad del sufragio, las elecciones convocaban a muy poca gente.

Las interpretaciones tradicionales insisten en la falta de participación del pueblo en los comicios. En
general se concluye que solo votaban los sectores privilegiados de la población. Sin embargo una
mirada aun superficial sobre las crónicas de época nos haría descubrir muy rápidamente que esto no
era así. Los participantes característicos de las jornadas electorales eran los peones y jornaleros del
ferrocarril, de la aduana, de la municipalidad o de los corrales. S trataba, en realidad, de grupos
movilizados colectivamente para la ocasión. Las jornadas electorales tenían todas las características de
las jornadas de guerra, pero donde los limites estaban establecidos tácitamente de antemano.

Lejos de estar librada a la presentación espontanea e individual de los ciudadanos dispuestos a hacer
uso de su derecho constitucional de elegir entre los candidatos postulados para representarlos, la
participación en las elecciones estaba sujeta a una organización meticulosa. En Buenos Aires, durante
las tres décadas que siguieron a la caída de Rosas, esa organización estuvo a cargo de las dos facciones
políticas que se disputaban el poder elección tras elección: el nacionalismo (mitrismo) y el
autonomismo (alsinismo). Apoyados en el control de estado, formaron clientelas integradas en sus
bases por los trabajadores menos calificados de las reparticiones públicas y dirigidas por caudillos
ubicados en diferentes escalones de la jerarquía laboral y política.

Organizadas por las maquinarias políticas montadas por las dos facciones rivales apoyadas en el
aparato estatal, las elecciones producían resultados que garantizaban la resolución relativamente
pacifica de los conflictos políticos de la elite local. Pero era la vigencia del sufragio universal lo que
hacía posible el sistema. Toda esta maquinaria implicaba formas complejas de vinculación entre
dirigentes y bases e imprimía a las elecciones rasgos de combates simbólicos.

61
Durante las décadas de 1860 y 1870 este sistema no funciono sin inconvenientes. La dosis de
violencia y fraude parecían incrementarse en cada elección. Los reclamos se centraban en garantizar el
sufragio universal entendido como el derecho constitucional de que cualquiera pudiera votar.

Leandro Alem, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, quienes años más tarde liderarían la lucha
por la limpieza del sufragio, militaban entonces en las filas del autonomismo e hicieron eso de todos
sus recursos retóricos contra el voto secreto.

Para algunos intelectuales y políticos el problema de quienes participaban efectivamente de las


elecciones empezó a ser materia de cuestionamiento. ¿Qué pasaba con la “gente decente”? Su
ausencia en los comicios era evidente. Se hablaba de indiferencia, y ella empezó a aparecer como
causa fundamental de la fragilidad del sistema político. Una oligarquía política apelaba al voto de
clientelas populares para definir sus controversias internas.

La cuestión no parecía, en cambio, preocupar demasiado a los excluidos. La existencia y el desarrollo


de otros mecanismos que servían a distintos sectores de la sociedad para incidir en el terreno político
sin la mediación de voto fue un rasgo típico de estas décadas. Para buena parte de la población, esos
mecanismos eran más efectivos y accesibles que el camino formal del sufragio.

¿Cuál era, entonces, el sentido de la ciudadanía política? En la letra, se relacionaba estrechamente


con el ejercicio de la ciudadanía a través de los mecanismos de representación establecidos por al
Constitución. En la práctica, la participación se alcazaba a través de vías que poco tenían que ver con
esa ciudadanía.

Frente a al erosión del partido político a partir de los años 70` era indispensable constituir una
ciudadanía propiamente dicha que debía integrarse a partir de los sectores más acomodados de la
población. Se propusieron modificaciones a las leyes electorales y ya en 1873 Sáenz Peña sostuvo la
necesidad de imponer la obligatoriedad del voto, no para ampliar el sufragio hacia abajo sino para
obligar a votar a esos sectores tan reticentes a ejercer sus derechos.

A lo largo de las décadas del 70` se fue minando el poder político de las facciones que habían
hegemonizado la lucha hasta entonces. Hacia 1880 estas perdieron definitivamente la partida, en
manos de una nueva clase política a nivel nacional, que termino por incorporar también a algunos
sectores de la dirigencia porteña. La construcción de un nuevo sistema político no se hizo, sin
embargo, logrando la participación electoral de la “gente decente”. En palabras de Botana: “el
gobierno elector controlaba el sufragio: hacia elecciones y garantizaba la victoria de los candidatos”. La
diferencia con el periodo anterior no radicaba en la marginación de buena parte de la clase política
porteña, sino en que hubo un solo protagonista efectivo: el Partido Autonomista Nacional.

La Revolución

El grito revolucionario de 1890 en su versión más contestataria, se levanto contra ese monopolio y
aquella marginación. La Declaración del Meeting del Jardín Florida establecía como objetivo de la
Unión Cívica de la Juventud “Levantar como bandera el libre ejercicio del derecho de sufragio, sin
intimidación y sin fraude”. El carácter revolucionario de una reivindicación como esa radicaba en que
cuestionaba las prácticas sobre las que se asentaba el Régimen político vigente.

Sin embargo, en el horizonte de ideas de los revolucionarios no estaba presente la cuestión de las
formas de constitución de una ciudadanía política efectiva. El cambio exigido se refería a la libertad de

62
sufragio para cualquiera. En el mismo sentido, no se revisaba el funcionamiento del sistema político en
la etapa anterior al roquismo.

Por lo tanto, el cuestionamiento del Régimen no implico la revisión de la historia anterior del sufragio.
Se trataba, en cambio, del viejo reclamo de quienes se sentían perdedores en una coyuntura política;
ninguna discusión acerca de quienes serian los que irían a votar. El problema de la constitución de
ciudadanía no fue en realidad un tema durante la Revolución del 90.

La Argentina no experimento en el siglo XIX un proceso progresivo de incorporación ciudadana.


Paradójicamente, sufragio universal no significo ciudadanía universal. La Unión Cívica surgió del seno
de ese sistema. Sin embargo, es posible que el hecho revolucionario mismo, con su cuota de
movilización política y social, haya contribuido a cambiar los términos de las preocupaciones políticas.
En los albores del nuevo siglo la pregunta acerca de quienes conformarían la ciudadanía paso a ocupar
un lugar central en el debate público. Al establecer el voto obligatorio, la Ley Sáenz Peña propuso una
respuesta: todos los hombres adultos nativos debían integrar el cuerpo político de la nación argentina.

63
1.1 - CLASE 4
PARTIDOS POLITICOS

 Alonso, Paula (2003) “La política y sus laberintos: el Partido Autonomista Nacional entre
18880- 1886” En Sábato Hilda y Alberto Lettieri (Comp.) La vida política en la Argentina del
siglo XIX. Armas, votos y voces, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

Se pretende reconstruir la dinámica interna dentro del PAN durante la presidencia de Julio Argentino
Roca.

El sistema federal y la elección indirecta del presidente otorgaban un rol fundamental a los
gobernadores de provincia, el presidente se encontraba en posición de ejercer una gran influencia
sobre quienes digitaban la política provincial y de quienes a su vez necesitaba.

Los aspirantes a la presidencia no comenzaban su carrera electoral con la organización formal de un


partido y una campaña pública donde se incitaba al pueblo a votar por ellos, sino como una campaña
sigilosa y secreta donde el trato personal y la correspondencia privada se formaban pactos de
adhesión mutua entre los que controlaban o decían controlas las políticas provinciales y los
pretendientes al poder presidencial conocidos como ligas. Alianzas políticas tradicionales, lazos de
familia, ideología y religión pasaban a un plano poco significativo en el momento de sumar puntos. Las
ligas eran puestas a prueba en cada elección.

El PAN disto de poseer una estructura jerárquica fuertemente disciplinada, no se dio una estructura
interna ni acordó entre sus miembros reglas a seguir para consensuar candidaturas a los puestos
nacionales. Agudizo la existencia de las ligas internas dentro del PAN.

El PAN constituyo inicialmente la liga de gobernadores que llevo a Roca a la presidencia en 1880
compuesta por todos los gobernadores provinciales con la excepción de Corrientes y Buenos Aires que
apoyaron la candidatura de Carlos Tejedor. Era una alianza integrada principalmente por dirigentes del
viejo partido federal de Urquiza y del partido autonomista de Alsina.

Entre 1881 y 1885 existieron cuatro ligas principales que se redujeron a dos en las postrimerías de la
elección presidencial. La principal era la liga roquista. La segunda liga en importancia era la del
gobernador de Buenos Aires Dardo Rocha. La tercer liga era la de Juárez Celman concuñado de Roca,
gobernador de Córdoba y senador nacional. La menor de las ligas era la del Ministro de Relaciones
Exteriores y del Interior de Roca, Bernardo de Irigoyen, tenía algunos contactos en las provincias pero
de menor peso y cuantía que las de las restantes ligas. Estaba siempre la posibilidad de que las
influencias de Irigoyen se aliasen con facciones opositoras desestabilizando la balanza política local. En
algunas provincias los irigoyenistas se encontraron aliados con los rochistas presentando un verdadero
desafío para las otras ligas.

La competencia: la interacción de estas ligas dentro del PAN provoco una serie de conflictos
nacionales. Se observan en las relaciones entre el poder ejecutivo nacional y las catorce provincias
como resultado de la competencia interliguista que tuvo lugar dentro del PAN. A

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Buenos Aires: el poder del rochismo resulto inalterable. Roca y sus aliados realizaron algunos intentos
poco exitosos. Opto por no secundar planes revolucionarios u de otro tipo para cambiar la situación.
Buenos Aires voto en contra de Juárez Celman.

Mendoza y San Luis: dentro de la liga roquista. Roca mantuvo con Mendoza un estrecho contacto con
los hombres claves de su política. La provincia se mantendrá incondicionalmente leal al presidente y
los diversos intentos de Rocha de extender sus redes en la Mendoza no tendrán resultado alguno
mientras que Juárez Celman y Bernardo Irigoyen no tenían vínculos en las provincias.

En San Luis Roca se encargo de que ocupase la gobernación hombres de su más entera confianza.
Seguiría las directivas roquistas sobre candidaturas presidenciales, dando eventualmente sus votos a
Juárez Celman.

Santiago del Estero: la rivalidad interliguista se hizo sentir con más fuerza acá. Los conflictos locales
desembocaron en una intervención federal porque el gobernador Pedro Gallo no se había
comportando desde entonces como un incondicional al presidente y no le había permitido inmiscuirse
en los asuntos políticos de su provincial. La convicción de Roca de que el gobernador se había pasado
al bando rochista. Bajo la intervención federal la política santiagueña paso a la órbita de la influencia
de Roca.

Los conflictos santiagueños fueron complejos ya que se mezclaron los intereses contrapuestos de las
tres ligas principales del PAN: los rochistas, los roquistas y los Juaristas. Roca y Juárez contaban con
distintos aliados dentro de la provincia los cuales pronto se vieron enfrentados.

Corrientes: también experimento la injerencia personal y directa del presidente. Fue la única provincia
en votar contra Roca y en apoyar la revolución de junio. Luego de la derrota la provincia fue
intervenida y pronto nuevas elecciones fueron ocupadas para ocupar los cargos electivos. Durante la
campaña por la gobernación de 1880 el partido autonomista correntino se dividió en dos facciones
lideradas por Antonio Gallino y Manuel Derqui. La victoria electoral fue para el primero quien fue
apresado, se lo forzó a firmar su renuncia aceptada por la Legislatura.

Roca decidió atender personalmente los asuntos de Corrientes para sostener al gobernador Derqui.
Este pidió ayuda de Roca para recuperar su gobierno y la acción de este fue rápida y enérgica. A través
de su intervención directa y personal Roca logro la caída de Gallino en 1882 logrando imponer a Derqui
en 1883 y sostenerlo en 1885.

Entre Ríos: las rivalidades entre las ligas roquista, juarista y rochista, demando la intervención directa
del presidente para su resolución. El nudo del conflicto fue la elección a la gobernación en 1882. Para
las elecciones presidenciales de 1880 la provincia había dado sus votos a Roca. Éste desarrolla tácticas
a fin de evitar que la provincia quede en manos de Rocha.

Catamarca: el conflicto adopto características violentas y dio lugar a una intervención federal en 1884.
Desde 1882 gobernaba la provincia Joaquín Acuña apoyado a Roca comenzaron a surgir rumores de
que el gobernador hacia arreglos con Rocha. La caída en desgracia del favor presidencial de Catamarca
se mezclo con eventos de la política local. La provincia se había dado una nueva constitución
estableciendo libertad de cultos. La reacción católica no se hizo esperar. Por lo cual la política nacional
estuvo mezclada con cuestiones locales de conflictos religiosos y de faccionalizacion de la política
provincial

65
San Juan: entrecruzamientos entre política provincial y nacional que tuvieron consecuencias trágicas e
inesperadas. La causa del conflicto se hallaba en la competencia entre Roca y Rocha por el control del
mapa político del país. Doncel asume como gobernador pero no mostro las cualidades de un político
capaz de reagrupar a las fuerzas de la provincia. En 1885 Ortega, gobernador de Mendoza y confidente
de Juárez Celman se encargo de dirigir los trabajos políticos en San Juan y asegurar que la provincia
votara por Juárez en las elecciones presidenciales.

Tucumán: la política partidaria estaba dividida en dos bandos: liberales y federales cada uno de los
cuales se encontraba subdividido en una serie de clubes y facciones compuestos por distintos clanes
familiares cuyos líderes mantenían su propia correspondencia y pactaban sus propias alianzas a nivel
nacional.

Maraña de negociaciones cada vez que tenía lugar una elección. Era la provincia de Roca y por lo cual
tenía lazos de parentesco y amistad. Los eventos demuestran cierta autonomía de la provincia frente a
las preferencias presidenciales, una postura que le costaría a la provincia una intervención federal en
1887, luego de la cual pasara a la órbita juarista.

Córdoba: el cuartel general desde donde se forjó la liga de gobernadores que llevo a la presidencia a
Roca y el principal sostén del gobierno nacional en la revolución de Buenos Aires. Con la llegada de
Viso al gobierno, la provincia quedo prácticamente reducida a las tensiones dentro de las facciones
roquista y juarista dentro del PAN. Cuando su gobierno llega a su fin, Juárez Celman fue elegido
gobernador, empujando a los roquistas a sus márgenes. Las tensiones entre juaristas y roquistas,
siempre latentes, se crisparon con motivo de la sucesión de Gavier, sucesor de Juárez. Roca auspiciaba
la candidatura de Guillermo Moyano y realizo acciones para sentar las bases de su propia y directa
influencia en la provincia pero su resultado fue solo parcial y temporario.

La Rioja: la política llevada a cabo por Roca en La Rioja se caracterizó por la transacción. Cuando su
candidato fue resistido aceptó que otros ocuparan la gobernación volviendo a intentar con más éxito
controlar la siguiente elección provincial. El costo de mantener a la política de La Rioja alejada de las
convulsiones de antaño y de una posible cuña rochista fue que la provincia pasara a la órbita de
influencia de Juárez Celman.

Santa Fe: Roca logro neutralizar a sus rivales en la política nacional y hacer que la provincia diera sus
votos a Juárez Celman. Los medios por los que logro estos resultados privilegiaron la transacción por
sobre la imposición, Roca prefirió realizar un acuerdo con la situación provincial al insistir con sus
intentos de imponer el liderazgo de Ceballos en la provincia.

Salta: una de las provincias que mejor se acomodo a la nueva política nacional, entre 1880 y 1916 no
experimentará ninguna intervención federal, la provincia disfruto de la protección del gobierno
nacional. La llamada homogeneidad salteña comprendía una realidad mucho más compleja y la
llamada protección del gobierno nacional esconde la autonomía política de la que gozo la provincia e
ignora el abierto enfrentamiento que tuvo lugar entre el gobernador y el presidente con motivo de las
elecciones presidenciales de 1886.

La autonomía de la provincia salteña responde en parte a la consolidación del Club de la Juventud que
sostuvo la candidatura de Roca. El club se mantuvo posicionado confortablemente en el gobierno de la
provincia. La política provincial se vio sacudida por la política nacional. Las primeras inserciones del
rochismo comenzaron a sentirse a mediados de 1882 pero sin grandes efectos hasta mediados de
1885

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Juaristas, rochistas, e irigoyenistas se pusieron de acuerdo: Martin Gabriel Güemes sería elegido
gobernador. El acuerdo era ampliamente favorable a los rochistas. Se evidencia la autonomía de la
política provincial de la injerencia de Roca durante su administración. Salta quedo en manos de
Güemes a nivel provincial y de Juárez a nivel nacional aunque la victoria fue al principio parcial ya que
Güemes debió compartir el poder con sus opositores.

Jujuy: tradicionalmente emparentada con la política de Salta se desenvolverá con independencia de


ella durante el primer quinquenio del ochenta, permanecerá mayormente aliada a Roca y
eventualmente dará sus votos por Juárez Celman.

A diferencia de Salta, Jujuy deicidio seguir la línea roquista a nivel nacional y los intentos rochistas
fueron minados por el acuerdo logrado entre viejos grupos opositores en la provincia el cual tuvo
como garante al presidente. Roca no solo se aseguro la lealtad de la provincia a nivel nacional sino
también una dirección personal sobre los asuntos de política interna.

Conclusiones

Analizar un aspecto de un partido político cuya relevancia radica en ser el único partido operante a lo
largo de 1880 1886, el partido en el gobierno y un partido con ramificaciones en cada una de las
catorce provincias. Ejerció en muchas áreas conjuntamente el rol de partido oficialista y de oposición.

Disto de ser una organización con una estructura jerárquica y centralizada o un sistema de
constelaciones de poder en que el presidente ejercía una inobjetable imposición. La dinámica política
que tuvo lugar dentro del PAN fue de aguda competencia interna.
La naturaleza de la competencia que tuvo lugar dentro del partido. Marco la naturaleza del PAN, esta
no se presento con la misma intensidad en cada provincia.

En dicha competencia el presidente mostro tener algunos objetivos principales. El primero mantener
unido al partido a pesar de sus rivalidades internas. El segundo evitar que las provincias cayeran bajo el
dominio del gobernador de Buenos Aires o que estas pasaran a la órbita de influencia de Juárez
Celman como el mal menor.

Los modos de injerencia del presidente en la política provincial y nacional fueron variados y sus
resultados diversos. La capacidad del presidente de interferir en los asuntos provinciales y el grado de
injerencia de dicha intervención vario de provincia en provincia y de gobernación en gobernación.
Roca desplego distintas modalidades en los medios empleados para manipular las situaciones
provinciales y mantener el equilibrio de fuerzas a su favor.

Los resultados de la competencia intrapartidaria no siempre eran los esperados o los que más
pudieran beneficiar al presidente. Sería un error evaluar el éxito de la política de Roca en las provincias
como el resultado de la suma de las distintas situaciones provinciales. Fue la política nacional del
nuevo gobierno, sus fines y sus medios la que en gran medida dicto el curso de la acción del presidente
en relación con la política provincial y por lo tanto el éxito de esta ultima debe medirse en relación con
los objetivos establecidos en la primera.

67
 David Rock “El radicalismo argentino 1890- 1930”

La UCR desempeñó un papel decisivo en la presión ejercida sobre la elite conservadora para que
promulgase las medidas de reforma. Primera fuerza política nacional importante en la Argentina y uno
de los primeros movimiento populistas latinoamericanos. Coalición entre ese sector de la élite e
importantes sectores de las clases medias.

Hasta 1896 el partido fue conducido por Leandro N. Alem. Los orígenes están en la depresión
económica y la posición política a Juárez Celman. En 1889 la Unión Cívica de la Juventud amplia su
base paso a denominarse simplemente Unión Cívica. En 1891 las relaciones que debían mantenerse
con el nuevo gobierno de Carlos Pellegrini, la UC se dividió y así surgió la UCR de Alem.

El origen de la UC de la que saldría el radicalismo un año después no debe buscarse tanto en la


movilización de sectores populares cuanto en sectores de la elite. La Unión Cívica es la condensación
de todas las fuerzas vivas del país que no están absorbidas por el oficialismo

La UC era pues expresión de la imposibilidad de Juárez Celman de instituir una relación estable entre
los sectores politizados de la elite. El núcleo principal estaba integrado por jóvenes universitarios, en
su mayoría hijos de familias patricias.

Un segundo grupo formado por varias facciones dirigidas por diferentes caudillos que controlaban la
vida política de la Capital federal y Buenos Aires. Entre ellos hay dos subgrupos uno conducido por el
general Bartolomé Mitre representaba a los principales exportadores y comerciantes y el otro era
liderado por Leando N. Alem y contaba con el apoyo de cierto número de hacendados.

En tercer lugar había algunos clericales. Finalmente contaba con algunos adherentes entre los sectores
populares sobre todo pequeños comerciantes y dueños de talleres artesanales. No impedía que el
movimiento estuviese firmemente controlado por los elementos patricios a quienes los católicos y los
grupos de clase media estaban subordinados.

Lo novedoso de la UC radicaba en su tentativa de movilizar en su favor a la población urbana. La


campaña no tuvo éxito. Quedo abierto el camino para que la solución viniera por vía de un siempre
ajuste de la distribución del poder dentro de la elite. Luego de la caída de Juárez Celman el nuevo
presidente Pellegrini se agencio la buena voluntad de los grupos más influyentes de la UC

En 1891 el proceso de reorganización interna de la elite estaba virtualmente concluido, vio la luz la
UCR, Alem y sus partidarios se vieron excluidos del plan de Pellegrini. Alem se afano en vano por
conquistar apoyo popular. La oligarquía se las ingenio para permanecer unida. Pese a todos los
esfuerzos de Alem los remanentes de adhesión popular que los radicales habían heredado de la UC se
diluyeron.

Los grupos de clase media solo eran motivados políticamente durante épocas de crisis económica
extrema. El apoyo urbano obtenido por Alem provino fundamentalmente de los antiguos grupos
criollos más que de la nueva clase media formada por los inmigrantes y sus descendientes.

La imagen nacional y revolucionaria que los radicales trataron de presentar se vio afectada por su
participación en disputas entre las distintas facciones terratenientes provinciales. Esto origino una
división entre los grupos que deseaban honestamente superar la tradición del personalismo y del
favoritismo oficial y aquellos que habían hecho de ese sistema una cuestión de vida o muerte. La
ruptura más significativa tuvo lugar con la fundación del Partido Socialista. La pérdida de apoyo entre
los grupos terratenientes termino con la división de la UC en 1891.
68
Entre 1896 y 1905. El radicalismo perdió posiciones. Con el surgimiento de Yrigoyen como sucesor de
Alem eje central del partido vuelve a situarse en Buenos Aires.

Aparecieron nuevos signos de turbulencia en las universidades con huelgas estudiantiles. Los
estudiantes pasaron a constituir un importante grupo de presión urbano a favor de la adopción del
sistema de gobierno representativo, con el fin de provocar cambios en las universidades.

Yrigoyen comenzó a planear otra revuelta. Sin embargo el disconformismo se limitaba todavía a ciertos
grupos restringidos. Yrigoyen se dio a la tarea de organizar un golpe militar. Logro considerable apoyo
estudiantil. Si bien el golpe fallo tuvo vitales efectos a largo plazo. Sirvió para recordarle a la oligarquía
que el radicalismo no estaba muerto. Permitió que el radicalismo se diera a conocer a una nueva
generación. Comenzó el proceso que culminaría con la victoria de Yrigoyen en las elecciones
presidenciales

Entre el golpe abortado en 1905 y la Ley Sáenz Peña de 1912 los radicales avanzaron a grandes pasos
en el reclutamiento del favor popular. Esta vez sus organizaciones provinciales y locales no
desaparecieron sino que comenzaron a expandirse. Constituido un conjunto de dirigentes locales
intermedios. Las organizaciones locales dejaron de llamarse clubes y pasaron a ser reconocidas como
comiste.

Los radicales ignoraron virtualmente a los inmigrantes mismos pero los hijos de estos desempeñaron
en cambio un papel fundamental,

Comenzaron a incrementar el volumen de su propaganda. No pasaba de ser un ataque ecléctico y


moralista a la oligarquía. El partido operaba sobre la base de cierto número de slogans como la
abstención o negativa a participar en elecciones fraudulentas y a la intransigencia revolucionaria.
Énfasis en la función orgánica del Estado y en la solidaridad social ideas que habitualmente se
expresaban de una manera confusa e incoherente que armonizaba con la noción de la alianza de clases
que el radicalismo término por representar y que había sido mucho más difícil de alcanzar si hubiera
adoptado doctrinas positivistas.

Más importante que lo que decían los radicales era lo que no decían su evitación de todo programa
político explícito. Había solidas razones estratégicas para proceder así. No se mostraban muy
dispuestos a perder la oportunidad de granjearse adherentes atándose a determinados intereses
sectoriales. El objetivo era evitar las diferencias sectoriales.

Solo se afirmaba que la corrupción de la oligarquía había limitado el desarrollo del país. La democracia
presentada por los radicales casi como una panacea para resolver los problemas nacionales. Su
propósito era crear un nuevo Estado unipartidario principio que paso a constituirse en uno de los
rasgos centrales del populismo radical.

Los radicales no apuntaban a introducir cambios en la economía del país, su objetivo era más bien
fortalecer la estructura primario exportadora cooperación entre la elite y los sectores urbanos.

La otra importante novedad que puso aun más de relieve el carácter populista fue el surgimiento de
Yrigoyen como líder. La oposición clara a la oligarquía. Era un representante bastante típico de los
primeros radicales que aspiraban a crear una coalición popular para restaurar su suerte política. Su
estilo político consistía en el contacto personal y la negociación cara a cara a fin de crear una cadena
muy eficaz de lealtades personales. Doto de fama entre las clases medias. Obligo a la oligarquía a
conceder la reforma mediante la amenaza de la rebelión.

69
El radicalismo se desarrollo menos como un partido y mas como un movimiento de masas que fundaba
su fuerza en una serie de actitudes emocionales. En 1912 abandonan su política de abstención y
comienzan a postular candidatos. No tenía dirigentes que contaran con reconocimiento en el país.
Intensificación de la organización partidaria entre 1912 y 1916

La ventaja de los radicales era su vaguedad. El enfoque moral y heroico que tenían de los problemas
políticos les permitió a la postre presentarse ante el electorado como un partido nacional, por encima
de las distinciones regionales y de clase. La fuerza del radicalismo estaba en su organización. En las
grandes ciudades sistema de caudillos de barrio. Establecen sistema de patronazgo. A cambio de
votos cada dos años los caudillos de barrio cumplían gran cantidad de pequeños servicios para sus
vecindarios en la ciudad o la campaña.

Comités nacional, provincial, de distrito y de barrio en periodos de elecciones se añadían una serie de
subcomités. Una de las cosas de las que más se jactaban los radicales era que sus representantes
habían sido elegidos mediante el libre sufragio de los afiliados al partido con lo cual se evitaban las
tradicionales practicas personalistas. Sin embargo la pauta más corriente era que el comité nacional y
los provinciales estuviesen dominados por los terratenientes y los comités locales por la clase media.

En 1916 la organización partidaria se había convertido en un eficaz sustituto de un inexistente


programa político bien definido. La manipulación desde arriba era evidente en el carácter amorfo de la
ideología radical.

Dada la relevancia de los terratenientes dentro del partido no es de sorprender que el radicalismo no
se transformara jamás en un defensor de la reforma agraria o la industrialización. Su concepción de la
sociedad era una amalgama ecléctica de ideas liberales y pluralista. Atacaba a la oligarquía con
argumentos liberales. Proclamaban el precepto liberal de la competencia individual, había en sus
posiciones algo de as tradicionales actitudes conservadoras de jerarquía y armonía social. Se apoyaban
mucho en medios paternalistas.

Los principios recortes de la conducción radical permitieron el mantenimiento de una estructura


jerárquica autoritaria en el partido que constituiría una réplica del equilibrio preexistente de poder y
de las estructuras de estatus de la sociedad argentina, posibilitando la coexistencia de grupos cuyos
intereses eran a veces antagónicos. Preservaban la hegemonía de los terratenientes.

Como consecuencia de su gran ubicuidad la UCR gano las elecciones presidenciales de 1916. En 1916 el
radicalismo era en muchos aspectos una especia de partido democrático conservador que combinaba
la adhesión a los intereses económicos de la elite con un sentido de identificación con la comunidad en
general. Tenía estrechos vínculos con las instituciones tradicionales del régimen conservador como la
iglesia.

La UCR se aproximaba mucho a la alianza que los conservadores habían estado buscando entre los
magnates de la elite y los profesionales de clase media provenientes en gran medida de familias
urbanas de inmigrantes.

El radicalismo era visto como una innovación, no porque pusiera en peligro el orden establecido sino
porque sus características organizativas y su estilo político estaban en agudo contraste con todo lo que
se concia hasta entonces.

70
 Molinas, Ricardo y Barberis, Santiago (1983) El partido Demócrata Progresista, C.E.A.L.
Buenos Aires

El antecedente del Partido Demócrata Progresista es la Liga del Sur, fundada en 1908 por Lisando de la
Torre en Santa Fe, quién siguió fiel a la Unión Cívica hasta la llegada de Alem.

El programa de la agrupación contiene los siguientes puntos:

Reforma amplia de la Constitución, reforma de la composición del Colegio Electoral y del Senado
Provincial, autonomía municipal, descentralización del poder, régimen autónomo comunal,
representación de minorías, sufragio a extranjeros en condiciones limitadas eran algunos de los puntos
de su programa.

La liga del Sur no es la Liga del Sur contra el Norte sino la concentración de voluntades de los
habitantes del Sur en defensa de su autonomía y contra el localismo absorbente de la ciudad capital.
La Liga del Sur se organiza sin bandera partidista como una reacción contra las malas leyes que causan
los malos gobiernos, se considera que le concepto de democracia esta subvertido cuando se considera
al pueblo incapacitado para desempeñar bien las funciones que se le encomiendan.

En 1912 llega el primer gobierno radical, Lisandro de la Torre llega al congreso concitando el apoyo de
amplios sectores. Se opone a Yirigoyen lo cual lo lleva a renunciar al partido radical. Ello lo lleva a
organizar un partido que pueda combatir con posibilidades de éxito, pero la oposición a Yrigoyen no
era lo único que buscaba.

Buscaba organizar un partido nuevo, independiente de la tradición. Seria además permanente y con
programa definido. Nace el Partido Demócrata Progresista como un partido democrático, liberal y
progresista. De la Torre sostuvo que se retiro del Partido Radical porque eran poco radicales pero que
él llevaba bien alto la tradición y las banderas del parque. Era más anticonservador que antiradical.

Considera el sufragio irrestringido e inviolable como el único medio.

Por la presión oficial, las maniobras de sectores que no podían compartir un programa serio de
gobierno se desintegra el Partido Demócrata Progresista, quedando reducido a sectores de Capital
Federal y la Provincia de Santa Fe hasta que el esfuerzo de los seguidores de la Torre lo convierten en
1946 en Partido Nacional.

La democracia progresista se exhibió públicamente como una agrupación laicista, antimilitarista y


antiimperialista. No debe confundirse una posición laicista con una postura antirreligiosa. Propiciaba la
separación del Estado y la Iglesia y la neutralidad del Estado en materia religiosa.

La postura antimilitarista que proclama el PDP no significa un ataque a estos sectores sino a sus
desviaciones y al abuso con que han manejado las armas. Su antiimperialismo esta en relación con la
defensa del patrimonio nacional en productos como la yerba mate, las carnes y sus políticas en
relación a las fuentes de energía y los combustibles.

Afirmaban que siempre habían sido antiimperialistas desde antes que esta posición este distorsionada
por el empleo propagandístico que según su criterio habían realizado os comunistas se afirmaban
antiimperialistas frente a los grupos monopólicos y también frente a las grande potencias que
pretender dominar a los pueblos débiles.

71
Una constante permanente del pensamiento y acción demoprogresista ha sido la defensa del
federalismo autentico, la vigencia del régimen municipal- comunal y la descentralización del poder con
la correlativa ampliación de la participación popular. Se plantea la necesidad de la reforma de la
Constitución llevada a cabo en 1821 y que refleja su respeto de la democracia ya que se convoca al
pueblo a realizarla y se respeta la voluntad popular, se evita utilizar ventajas para el partido y el
gobierno y se soluciona el problema dentro del marco de la ley.

Se consagraba al municipio como la escuela primaria de la democracia donde el ciudadano aprendía a


ejercer sus derechos y obligaciones. Prometían régimen municipal electivo y autónomo en toda la
nación.

 Jeremy Adelman, “El Partido Socialista argentino”, ene Lobato, El progreso, la modernización
y sus límites, Nueva Historia Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, Vol. 5

Los orígenes del partido socialista están estrechamente relacionados con el contexto internacional,
así como las ideas que inspiraron a sus dirigentes y el tipo de programas que propuso. El Partido
impulso diversos emprendimientos colectivos, sindicatos, cooperativas, movimientos agrarios y, por
supuesto, actividades vinculadas al campo electoral.

Hacia 1920 los socialistas llegan a la conclusión de que la sociedad argentina estaba incapacitada para
modernizarse e integrarse al universo cosmopolita de la democracia social.

La Segunda Internacional (1889) proporcionó el marco intelectual de los socialistas argentinos.

Marx pensaba que el socialismo solo surgiría de una revolución violenta. Los socialistas adhiriendo a
la idea planteada por el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), pensaban que la transformación
socialista podía ser efectuada de modo legítimo mediante la política electoral y representativa.

¿Cómo estimular las bases del electorado político socialista? Según las leyes de evolución del
movimiento, la propia dinámica del capitalismo daría lugar a un crecimiento de la masa de
trabajadores y extendería las filas del proletariado, los cuales serian la “clientela natural” de votantes
del socialismo.

Partido Socialista en la Argentina

El partido es fundado en 1896 y su figura principal fue Juan B Justo, profundo conocedor de Marx,
cargaba también con la marca de Spencer y los darwinistas sociales, creyendo en la posibilidad de
aplicar los modelos de la selección natural al mundo social.

Sus objetivos principales eran

 Contribuir al afianzamiento de las instituciones republicanas


 La tierra debía ser redistribuida de manera de romper el dominio de la oligarquía
 Era necesario fomentar las prácticas culturales y las asociaciones colectivas para que los
sectores populares se conviertan en agentes históricos y operantes
 Para llevar a cabo su transición planteaban una doble plataforma
1. Frente económico:
 promover el desarrollo de la base social y económica y así ampliar las fronteras
de las posibilidades políticas.
72
 Es decir la subordinación de las instituciones políticas y jurídicas a la técnica y
la economía.
 Se reclamaba la estabilidad monetaria y la extinción del papel moneda
 exigían un impuesto directo a la renta de la tierra para elevar los recursos
fiscales.
 Buscaban limitar los peores aspectos de la dominación del capital, sin
perjudicar al capitalismo en su conjunto.
2. Frente cultural:
 Se comprometían en una transformación de la esfera cultural
 Objetivo: ayudar a los sujetos políticos a convertirse en actores racionales de la
esfera publica
 Parte del problema surgía de la total ignorancia de los sectores populares, la
otra se encontraba en la iglesia
 Buscaban conducir a la sociedad a la madurez, expandir la educación, estimular
a los trabajadores a desarrollar el habito de lectura, buenas costumbres,
trabajo, con el fin de representar un nuevo modelo de ciudadano

Muchos socialistas apoyaban la inmigración, porque ella contribuía al progreso del país; siempre y
cuando no dividiera y fragmentara al país resultaba clave para una verdadera cosmopolitización. El
patriotismo seria una fuerza para el cambio.

Cuatro canales para incorporar los sectores populares a la esfera pública

El objetivo era convertir a los trabajadores en protagonistas racionales:

 Sindicatos: instrumentos en la negociación del tránsito del capitalismo al socialismo

El Programa del Partido sancionaba la creación de sindicatos en tanto agentes representativos de


negociación. Sin embargo los sindicatos aun eran organizaciones embrionarias. La tendencia de los
sindicatos era restringir sus preocupaciones a los problemas relacionados con el lugar de trabajo,
ignorando otros asuntos como el mejoramiento social general y la ilustración.

Los socialistas también tenían una expectativa negativa con respecto a la huelga, por su carácter
coercitivo, sangriento y destructivo. Exigían negociaciones graduales y calibradas que podían realizarse
en forma pacífica y legal. La movilización colectiva iba a transformar el panorama de los actores
históricos e induciría a la clase trabajadora a ocuparse de los asuntos públicos.

 Reforma agraria:

A comienzos de 1901 se dio un gran impulso a la reforma agraria. Las grandes concentraciones de
tierras constituían una preocupación de larga data. El Partido impulsaba la constitución de ligas
agrarias de los arrendatarios rurales para presionar a los terratenientes y reducir el monto de sus
pagos en proporción a las ganancias y prolongar sus contratos. Deseaban una distribución paulatina y
legal de la propiedad. Los Socialistas y Juan B Justo se mantuvieron cercanos a la Federación Agraria
Argentina, pero el partido pronto s desilusionaría ya que los arrendatarios nunca sustentaron un
proyecto que fuera mas allá de las demandas dirigidas a lograr una disminución de las rentas. En una
palabra no luchaban contra los terratenientes para convertirse en productores directos.

 Cooperativa:

73
El Partido proponía un conjunto de empresas paralelas a los sindicatos y a las federaciones. Esta
forma de asociación colectiva no parlamentaria era la “cooperación libre”, cuyo prototipo eran las
sociedades de ayuda mutua. Se trataba de un área de las relaciones de propiedad que trascendía los
lugares de trabajo y abarcaba todos los trabajadores. Estas complementaban a los sindicatos
instruyendo a los trabajadores en una dimensión diferente de la lucha de clases y los instruían en
funciones tecnológicas y económicas directas permitiendo que desafiaran al monopolio del capital.

 Campo electoral:

El más importante y decisivo de la lucha colectiva. La participación en las luchas parlamentarias


estaba dirigida a utilizar las leyes para pavimentar el camino al socialismo. Se esperaba que los
trabajadores votaran a los socialistas porque eran trabajadores. El partido insistía en la cuestión del
sufragio femenino. Así y todo, la forma electoral estaba al final de la lista del Programa del Partido.

El PS no parecía preocupado por la democratización y no había dicho mucho sobre la reforma


electoral de 1912. Una vez que se promulgó la ley el partido se vio obligado a competir con la UCR en
las mismas circunscripciones electorales. Esta reforma los tomo por sorpresa, pero estaban conformes
con algunas clausulas: se aprobó el voto secreto y de un solo miembro por circunscripción, pero la
clausula que estipulaba que el voto era obligatorio para los hombres adultos provoco una encendida
ola de burlas ya que para muchos de ellos significaba dar derechos a personas que aun carecían de una
cultura cívica y de una conciencia de clase racional.

El partido ni siquiera conto con los votos de los miembros más avanzados y consientes de la clase
obrera porteña. Los socialistas se enfrentaban en una lucha estrecha con los radicales para ganar la
voluntad política y la lealtad electoral de los que ellos consideraban su clientela natural.

A pesar de sus esfuerzos el partido no logro convertirse en la guía de la transformación de la clase


obrera argentina. La falta de apoyo de los trabajadores quebró el nexo entre la experiencia y la
conciencia y el carácter automático del apoyo socialista.

1.4
REGIMEN CONSERVADOR Y ORIGEN DE LA UCR EN SALTA

 Torino, Esther; Michel Azucena del Valle y Correa Rubén (1996) “Grupos y Clubes Políticos en
los orígenes de la Unión Cívica Radical de Salta (1876- 1891)” En Cuadernos de Humanidades,
Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta, Nº 8.

En el interior de los grupos dominantes de la provincia de Salta encontramos dos tendencias que dan
lugar a dos clubes políticos: el Club de la Libertad de orientación mitrista y el Club de la Juventud
constitucionalistas federales o autonomistas y opositores a Uriburu.

Sobre la base del Club de la Juventud surgió la Unión Cívica y más tarde la Unión Cívica Radica. El
origen del partido Radical eta vinculado a la división producida dentro del grupo político y social
dominante en una provincia donde la clase media estaba escasamente desarrollada y el impacto de la
inmigración fue mínimo.

No existió en realidad una homogeneidad política absoluta en el grupo social dominante, los conflictos
fueron contenidos en la medida en que se afirmo en el poder un grupo que se torno hegemónico y que

74
pertenecía mayoritariamente al Club de la Juventud. La elección de Juárez Celman constituye el nudo a
partir del cual podemos encontrar elementos que contribuyeron a dar origen a la UCR en Salta.

Lo que llevo a agruparse fue tratar de lograr un acercamiento con el Partido autonomista Nacional de
Avellaneda. Su línea política se expreso en el diario La Reforma. La depuración de los elementos
opositores dentro del Club de la Juventud se realizo durante la campaña electoral para la renovación
de diputados nacionales en 1876.

Juan Solá es electo gobernador. El control político se fue extendiendo sobre las representaciones
nacionales cubriendo las instituciones y organismos que dependían del gobierno central. Aunque las
relaciones con el presidente Avellaneda fueron tensas. Entre los motivos estaban la intervención de
Sarmiento sobre las provincias y la adhesión del Club de la Juventud a la candidatura de Roca. Cuando
se realizaron elecciones presidenciales triunfando sin resistencia los partidarios del Club de la
Juventud. Los opositores eran llamados de ahora en adelante situacioncitas. Se reducían a la queja
periodística.

En un comienzo Salta se integra al programa de Roca, las relaciones con el mismo sin embargo se
deterioran y entran en crisis durante la campaña electoral de Juárez Celman.

Los jóvenes dirigentes salteños, tomando las banderas del orden y el progreso que levantaba Roca se
dieron a la tarea sin lograrlo de producir una profunda transformación en Salta para incorporarla a los
cambios que se estaban produciendo en la esfera nacional. Se plantea un programa de gobierno para
el cual creían contar con el apoyo de Roca y Juárez Celman en su momento. Los puntos básicos son:
prolongación del ferrocarril hasta la frontera con Bolivia, el problema de la federalización y
delimitación de la frontera de Chaco, la reestructuración financiera y presupuestaria de la provincia y
el crecimiento de la estructura burocrática.

La economía salteña entra en crisis y busca la forma de no quedar en la periferia del polo
agroexportador. La Guerra del Pacifico reactiva el comercio del noroeste argentino.

El Club de la Juventud proclama la candidatura de Miguel Ortiz además de por su juventud, porque
propone continuar la obra del ferrocarril. La misma se fue dilatando hasta dar por tierra con las
promesas electorales de Roca.

En relación a la federalización de Chaco y la demarcación de los limites, en el Club de la Juventud se


observan dos posiciones por un lado una más permeable al interés del gobierno nacional que acepta la
entrega de estos territorios a cambio de una indemnización equivalente a la renta fiscal que objetiva el
gobierno provincial. La otra coherente con el planteo autonomista defendía la integridad de la
provincia vinculado a la posibilidad de que el Estado nacional se interesara en apotrar el desarrollo de
la región en aras del progreso que proclamaba. El Chaco salteño siguió postergado.

En la medida en que se afirmaba la penetración del Estado Nacional se desmembraba la región del
espacio altoperuano. El flujo de dinero a la provincia fue muy irregular por lo cual debió solicitar
empréstitos. El endeudamiento era crónico y la recaudación insuficiente para sostener un estado
provincial.

El Club de la Juventud había concentrado cada vez más poder. El optimismo inicial sobre la capacidad
de trabajo de los jóvenes profesionales quedo en poco tiempo sepultado por la paralización y
vaciamiento que se hizo del sistema representativo y republicano.

75
Desde fines de 1883 los enfrentamientos internos dentro del Club ya no fueron contenidos y en las
elecciones de diputados nacionales de 1884 se dividió en tres grupos políticos. Fueron reflejo de la
agitación política nacional.

Martin Güemes comenzó la tarea de demoler la estructura política del Club de la Juventud. Para ello
convoco una asamblea para aprobar las Bases de la creación del Partido Nacional en Salta que
orientaba en el orden nacional Juárez Celman. Se empiezan a organizar clubes políticos que adhieren
luego a la Unión Cívica. Constituida esta provisoriamente se organiza una comisión presidida por
Domingo Güemes quien se reúne con Pedro José Frías quien con el objeto de evitar que los
movimientos revolucionaros se extendieran en Salta le ofrece participación el gobierno. La Unión
Cívica rechaza las concesiones propuestas.

Leguizamón por cuenta propia entra en negociaciones clandestinas. Los miembros de la Unión Cívica
desconocen el acuerdo al que este llega aunque luego lo secundan.

El camino de la Conciliación iniciada por Leguizamón dividió a los cívicos en dos grupos principales.
Domingo Güemes y Don Aniceto Latorre vinculados con la corriente alemnista junto al Club de los
Artesanos fueron la bese sobre la que se erigió la Unión Cívica Radical en Salta.

76
1.1 – CLASE 5
LOS LIBERALES REFORMISTAS – LAS LEYES LIBERALES

 Zimmerman, Eduardo A. (1994) “Reforma política y reforma social: tres propuestas de


comienzo de siglo”. En Devoto Fernando J. y Ferrari Marcela P. (compiladores). La
construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas,
1900- 1930. Buenos Aires.

Los vínculos entre la transformación social y el cambio institucional son el punto de partida para
explicar los programas de reforma social de los grupos liberales conservadores en el gobierno. Se
puede observar ello en las propuestas de tres personajes.

Joaquín V. González. En 1902 presento su proyecto de ley de reforma del sistema electoral que
permitió la llegada al socialista Alfredo Palacios al Congreso, afirmando que la causa de las
perturbaciones se debe a que los obreros no tienen representación. No se trataba de una cesión ante
las presiones de factores socio- económicos sobre la estructura política sino a la necesidad de
reconocer el avance de nuevas formas de cultura política que el percibía en el programa moderado del
Partido Socialista.

Era un partidario de la concepción “social” del liberalismo. Reflejo de ello es el proyecto del código
laboral de 1904 (descanso dominical, condiciones de trabajo de mujeres y niños, higiene y seguridad)
el cual represento un acercamiento entre el liberalismo reformista de algunas figuras del oficialismo y
el socialismo reformista del Partido Socialista. Se busca establecer un sistema de relaciones laborales
estable que disminuyera o eliminara las posibilidades de conflicto social. Estimaba que el sistema de
relaciones laborales que proponía era un complemento de la reforma electoral.

El proyecto encontró oposición del movimiento obrero y de los grupos industriales ya que no pudo
satisfacer ninguno de los intereses a los que supuestamente apuntaba. La era roquista estaba llegando
a su fin con lo cual la influencia de los roquistas sobre el Congreso declinaban. El proyecto era
demasiado ambicioso.

José Nicolás Matienzo. Plantea la necesidad de una profunda reforma de las prácticas políticas
argentinas, purificación de los mecanismos electorales, el fortalecimiento del sistema federal y la
insistencia de subrayar el carácter colegiado del Poder Ejecutivo.

Plantea que el papel que le cabía a la “nueva generación” surgida tras el Centenario era consolidar las
instituciones republicanas, evitar la explotación del débil por el fuerte, dignificando la persona
humana.

Fue designado presidente del Departamento Nacional del Trabajo desde donde intento continuar el
proyecto de Gonzales sobre la conciliación de los conflictos laborales. Sus aspiraciones reformistas
tienen mayor peso en el campo político- institucional su crítica a las prácticas políticas argentinas
encontrara una respuesta en los cambios de 1912. Sus aspiraciones reformistas tendrán nuevo cauce
en los acontecimientos de la Reforma Universitaria de 1918.

Indalecio Gómez. Fuertes vínculos con el catolicismo social argentino. Impulsado por parecidas
convicciones en materia de reforma política que Joaquín V. González. Consiguió igualar sino superar la
alianza entre liberales reformistas y socialistas en la promoción de medidas de reforma social. El

77
movimiento social católico adquirió entonces mayor influencia. En las huelgas ferroviarias intervino a
favor de las demandas de los trabajadores. Interviene en modo personal en los conflictos laborales.

*Los tres casos permiten observar el carácter inclusivo de estas propuestas frente a las nuevas fuerzas
socialistas. También se caracterizan por una dosis de excesivo voluntarismo y adolecen de un similar
optimismo al considerar que la sanción de legislación social y la incorporación de los trabajadores al
proceso político prometían una solución al conflicto social latente que no tomaba demasiado en
cuenta las reacciones de estas fuerzas a esas propuestas.

Una vez que los obstáculos del anarquismo fueron superados obstáculos similares fueron colocados
por el sindicalismo revolucionario que se convierten en los rivales más serios de los socialistas. Los
sindicalistas consideraban que reformar era conservador.

 Floria, Carlos. El clima ideológico de la querella escolar. En Gallo Ezequiel y Ferrari Gustavo
(Comp.) La Argentina del ochenta al centenario. Buenos Aires, Sudamericana.

En la ley 1420 de educación influyó el liberalismo, el laicismo pero con él la posición crítica de la
Iglesia católica hacia manifestaciones expresivas de la sociedad moderna. Paso la cuestión republicana
pero sobre todo el dominio hegemónico del partido Autonomista Nacional.

Cabe preguntarse si el clima ideológico del 80 tenía correspondencia con el clima sociológico de una
Argentina acostumbrada a la influencia política y moral de los hombres de iglesia pero también a la
dependencia de la Iglesia católica respecto del Estado. En la formación del Estado nacional la Iglesia
interviene como factor pre estatal pero la tradición regalista viene con ella.

Los católicos actúan como clericales y los políticos en el poder católicos tibios o no católicos, pugnan
contra la influencia política de la Iglesia más bien que contra el catolicismo. Temperamentales como
Sarmiento, empíricos como Roca, liberales abiertos como Mitre no habían hecho de la cuestión
republicana ni del anticlericalismo una bandera.

El diputado Lagos García decía que la cuestión que se discute no es cuestión de escuela atea, no es
tampoco cuestión religiosa sino una cuestión de dominación. La cuestión escolar era uno de los teatros
de operaciones en un conflicto entre dos sociedades y dos sistemas de pensamiento. Era
efectivamente uno de los teatros de operaciones donde la clase gobernante actuaba para poner en su
quicio a la Iglesia católica y a sus seguidores.

En el debate que dio origen a la Ley 1420 las reuniones fueron más o menos serenas hasta que
irrumpió el tema de la enseñanza de la religión. No hay desacuerdos fundamentales respecto de la
gratuidad y la obligatoriedad pero emerge la polémica en torno a la enseñanza de la religión. El debate
educacional del 80 es como el Iceberg que esconde cuestiones de fondo. El positivismo dominaba en
los ambientes académicos. El Club Liberal había establecido en 1883 su programa de acción:
enseñanza laica, matrimonio civil, abolición de los registros parroquiales y del juramento, supresión de
los cementerios religiosos.

La cuestión abierta es si el conflicto ideológico y religioso había sido planteado por Roca por
convicciones profundas o por razones políticas practicas. El anticlericalismo de Roca era una respuesta
simétrica al clericalismo que el percibía en sus opositores católicos y en eclesiásticos notorios. Era
78
anticlerical en la medida en que percibía el clericalismo de los otros. En su segunda presidencia busca
recomponer las relaciones con el Vaticano.

En el 80 los viejos ideales estaban en crisis. La querella escolar no se explica sin determinar el
significado de ciertas ideologías de combate que se elaboraron fuera de la Argentina. Dos importantes
fueron el laicismo y el anticlericalismo. Ambas nacen de la iglesia.

El laico es el bautizado, no clérigo ni religioso. Pero quienes hacían bandera de la laicidad no apelan a
este origen. La ideología laicista se organiza en torno de la común hostilidad a la iglesia Católica
aunque estas reconozcan objetivos y motivaciones diferentes. El hilo conductor del pensamiento laico
es el rechazo de una cierta concepción de las relaciones entre el Estado y las iglesias. Ese hilo
conductor contribuye a la trama del anticlericalismo y se afirma en el rechazo de la pretensión de que
el Estado caucione una fe y brinde a una fe institucionalizada ayuda material. La opción religiosa es un
hecho privado. El Estado debe presentarse a todos despojado de cualquier signo metafísico ajeno a lo
sobrenatural.

La ideología laicista en la forma que adopta en el 80 no es solamente una concepción del Estado sino
una idea de la vida y de la verdad que adopta el tono y la forma del enemigo a combatir y el enemigo
entonces es la concepción católica del mundo. El laicismo rechaza su fundamento esencial: la idea de
una verdad revelada de la que la Iglesia se afirma depositaria.

El anticlericalismo como el laicismo parece ideología de combate. Como todos los antis se define por
referencia a su antagonista y sin embargo muestra mucho más que una ideología negativa. No es
necesariamente ateísmo ni anti religión militante ni anticristianismo. Pero se define respecto del
clericalismo cómo dos enemigos complementarios aunque ambos no acuerden sobre los criterios para
su reconocimiento. El clericalismo mezcla los géneros, confunde los órdenes “Dad al Cesar lo que es
del Cesar y a Dios lo que es de Dios” la idea misma del clericalismo supone un sistema religioso que
admite tal distinción. La forma más común de clericalismo es subordinar la sociedad política a la
sociedad religiosa. Para los liberales del 80 esa subordinación existía en la enseñanza.

En la Ley 1420 pocos dudan que en su elaboración y discusión mediaran tanto las ideas e intenciones
genuinas como las especulaciones políticas. Los liberales respondieron con anticlericalismo virulento
sumando a una suerte de laicismo. La Argentina de la inmigración necesitaba de una ley de educación
común obligatoria y gratuita con una base moral y cívica que afirmase los valores privilegiados por el
país nuevo en cambio progresista.

79
1.1
LOS TERRITORIOS NACIONALES

 Ruffini, Martha (2007) La pervivencia de la Republica posible en los territorios nacionales.


Poder y ciudadanía en Rio Negro. Buenos Aires. Universidad Nacional de Quilmes.

La concepción estatal dominante planteo asentar el dominio del naciente estado sobre la totalidad
del espacio nacional. Proceso que en 1884 dio origen a los territorios nacionales. Su origen histórico se
encuentra en las llamadas “tierras nacionales” objeto de disputas entre el Estado y las provincias a
partir de 1862 es un aspecto más de este conflicto centrado en sostener la dispersión de la soberanía
en múltiples entidades independientes o su concentración en un gobierno centralizado y dotado de
amplias facultades.

Con la batalla de Cepeda y la desaparición del gobierno central en 1820 emergieron las provincias
autónomas como forma predominante de organización estatal. Sin embargo una parte importante del
territorio argentino no se organizo bajo el formato provincial por el dominio de pueblos indígenas y
por sus características naturales. Espacios que fueron objeto de atención de las provincias vecinas que
buscaron expandir sus fronteras y legislar sobre ellos para obtener ingresos adicionales ya ayudas
militares como así también obstaculizar el avance de países limítrofes.

La necesidad de expansión sobre tierras nuevas fue una preocupación permanente y en 1853 resulta
primordial atender esta cuestión si se pensaba en la inserción argentina en el comercio internacional.
La percepción dominante atribuía al gobierno nacional y no a las provincias la posesión de estos
espacios para impulsar la producción de productos primarios y la colonización.

Las tierras de propiedad nacional fueron entonces todas las situadas dentro del territorio de la nación
y que no tuvieran dueño actual. El dominio indígena no implicaba el reconocimiento de la soberanía
sobre las tierras que ocupaban. El gobierno podía despojarlos de ellas alegando lo que se consideraba
“carencia de civilización” o por su “reconocida belicosidad”.

La cuestión de los territorios quedo asociada a dos elementos: la soberanía nacional y los límites
efectivos de las provincias. El crecimiento del poder estatal centralizado en detrimento del sistema
federal permitirá al Estado imponerse a las provincias en sus pretensiones de dominio sobre las tierras
nacionales.

Hablar de territorios nacionales entre 1853- 1862 nos remite a la consideración de espacios no
controlados efectivamente por el gobierno central. El estado tendrá que desplegar una política
tendiente a sentar su soberanía frente a los nativos pero también frente a las provincias circundantes y
las naciones limítrofes.

Una vez producida la unificación nacional se requería incorporar tierras nuevas para garantizar la
expansión del modo de acumulación capitalista basado en la agroexportación. Determinar las tierras
nacionales, deslindarlas claramente de las provinciales y sentar postura frente a las enajenaciones
hechas por las provincias constituía un imperativo para el liberalismo triunfante.

El resultado fue la ley N 28 de 1862 “todos los territorios existentes fuera de los limites o posesión de
las provincias son nacionales, aunque hubiesen sido enajenados por los gobiernos provinciales desde
el primero de mayo de 1853”. Esta ley marca el inicio de la penetración estatal sobre las tierras
nacionales y el final de la intervención provincial sobre ellas.

80
En el sur y en el nordeste se fundaron colonias con el fin de radicar población y propiciar el desarrollo
económico. Lenta penetración estatal hasta que se desarrollaran las campañas militares de 1879/
1885.

El correlato de las acciones de exploración, ocupación y conquista fue la creación de gobernaciones


en los espacios anteriormente controlados por las provincias y las comunidades indígenas. Se crean la
Gobernación del Chaco, la Gobernación de la Patagonia y la Gobernación de Misiones. Las tres
constituyeron verdaderos ensayos de organización que sirvieron de antecedentes para el
establecimiento de los territorios nacionales, demostraron a las provincias que el Estado nacional tenía
la capacidad para ocuparlas, conquistarlas y organizarlas.

Este objetivo de explorar, ocupar y organizar los espacios no provinciales incluía el destino de los
pueblos indígenas. Se sostuvo la necesidad de mantener la política de “trato pacifico” que confluye
con una tendencia ofensiva que va a terminar teniendo prioridad y va a sentar las bases para la
posterior política de la campaña del desierto a partir de la cual los indios sometidos fueron
concentrados en colonias o enviados al interior para ser ocupados en trabajos estacionales.

Esta creación constituyo una manifestación más del incremento de las atribuciones presidenciales. Se
reavivan las disputas con las provincias por la cuestión de los límites. Un modelo de país “la Republica
posible” en 1853 significo una solución provisoria. Este acuerdo permitió concentrar las decisiones en
una minoría a la espera de la difusión de los principios de nacionalidad y la acción educativa
“civilizaran” a la totalidad de los habitantes de la nación inaugurando una “Republica verdadera”.

La postura oficial negaba la existencia de pretensión hegemónica del Estado frente a las provincias, se
afirma que las provincias habían carecido históricamente de limites fijos y que no tienen los recursos
necesarios para afrontar el sostén material de los territorios. La nación podía hacerlo. Resulta
triunfante esta posición y las provincias se sometieron a una ley que consideraba la fijación de límites
territoriales en forma provisoria.

La definición de los territorios fue adoptada en función de su negatividad aludiendo a lo que deban
llegar a ser o lo que no eran: el pasaje por un estadio previo al estatus provincial. Fue la forma que
adopto el Estado para determinar la futura incorporación de nuevas provincias argentinas.

El Estado constructor de nacionalidad asumía un rol pedagógico y activo. Se tradujo en dos ideas: la
implantación del sistema republicano en los territorios y el acompañamiento estatal en su desarrollo
que tenía como correlato la situación de minoridad política. Se adopto el republicanismo tutelado. Se
otorgan escasas facultades a las autoridades territoriales y estricta dependencia funcional y financiera
del gobierno central para evitar que se erijan en los territorios poderes independientes que resulten
incontrolables. La organización dada a los territorios refleja la intención estatal de erigirse como único
controlador y arbitro.

81
1.1
LA LEY SAENZ PEÑA – DIALOGO ENTRE DOS REFORMADORES

 El Orden Conservador. La política argentina entre 1880 y 1916 – Natalio Botana

Capítulo VIII: Las leyes electorales: diálogo entre dos reformadores

La reforma política que preconizaba Sáenz Peña se concreto en una ley electoral sancionada en
febrero de 1912. Indalecio Gómez, ministro del interior, la tradujo en instrumento jurídico.

Diez años antes, sin embargo, la clase gobernante prestaba temprana atención a estos problemas.
Joaquín V. González presento en el Congreso un proyecto de ley electoral, sancionada en diciembre de
1902 tendría corta vida: apenas regulo una elección nacional en 1904. La lectura de los debates
parlamentarios permite observar rasgos comunes y diferencias significativas.

Joaquín V. González e Indalecio Gómez discutían sobre el sufragio y las leyes electorales. A la
reflexión en torno del problema del voto universal que subyacía bajo las reglas institucionales se
sumaba una crítica meditación acerca del método más adecuado para distribuir cargos autoridad
gubernamental.

Significado y practica de la legislación electoral hacia principios de siglo

Una ley electoral, según la Rae, son instrumentos que, al hacer efectiva la representación política,
gobiernan procesos que tienen dos características principales: traducir en forma de votos las
preferencias electorales y volcar el número de sufragios en distribuciones de autoridad
gubernamental.

En términos generales, las leyes electorales están gobernadas por tres principios básicos: la
pluralidad, la mayoría y la proporcionalidad. Un sistema electoral a pluralidad de sufragios otorga el o
los cargos en discusión al candidato o partido que supere en número de votos a su competidor más
próximo. Un sistema electoral a mayoría de sufragios otorga el o los cargos al candidato o partido que
hubiere conquistado la mayoría total de votos emitidos en un distrito. El principio de proporcionalidad
corresponde a la proposición que sigue: si S es la proporción de bancas atribuidas a un partido, la
representación proporcional es el sistema donde S ₌ t (t ₌ % de los votos que obtiene un partido).

Como se puede observar, los principios de pluralidad, mayoría y proporcionalidad están asociadas
con una unidad territorial (distrito) y, dentro de dicha unidad, con la modalidad de elección. Si el
ciudadano elige un representante estará ejerciendo un procedimiento uninominal; si, en cambio, elige
muchos representantes (o una lista) utilizara un procedimiento plurinominal.

Según la interpretación histórica y constitucional, en la Argentina el distrito coincidía con el territorio


de cada una de las catorce provincias y de la Capital Federal. La legislación que rigió las elecciones
nacionales a partir de la presidencia de Urquiza permaneció fiel a la regla de la pluralidad y a la unidad
territorial del distrito. Según lo establecido por las leyes, los ciudadanos votaban desde un distrito por
una lista de candidatos: por lo tanto, la lista que obtenía el primer puesto en la carrera electoral
arrastraba consigo la totalidad de las bancas o cargos.

Cuando Joaquín V. González lanza en el novecientos el proceso reformista, las prácticas electorales en
el mundo occidental ofrecían un panorama múltiple. Dos principios se disputaban la primacía: la
pluralidad y la mayoría. La representación proporcional constituía una excepción a la regla. ¿Cuál era,
entonces, la unidad territorial y cuantos representantes podían elegir los ciudadanos? El sistema
82
imperante era el uninominal que se ejercía desde un distrito chico (dado que se elegía un solo
representante) al cual denominaremos circunscripción.

El sufragio uninominal por circunscripción era una típica herencia del régimen censitario y estaba
armado para dosificar en diferentes espacios la expresión electoral de un pueblo chico. El territorio así
acotado era un espacio fértil para la expresión política del notable del lugar, quien, de esta suerte, tejía
una red de relaciones y recompensas con un electorado reducido. Aun después de implantado el
sufragio universal el sistema persistía. El viejo trazado de las circunscripciones aseguraba la
representación conservadora por más que descendiera la población en los distritos rurales.

El sufragio uninominal se combinaba con la pluralidad y la mayoría según procedimientos distintos. El


más conocido era un sistema por demás simple: cada circunscripción votaba un representante para el
parlamento a simple pluralidad de sufragios.

Las críticas frente al sistema uninominal provenían desde la izquierda o desde los partidos de
creación extra parlamentaria que pugnaban por traducir sus demandas de participación con más
eficacia electoral.

El panorama era complejo en un mundo que combinaba la tradición y el cambio. Este fue el escenario
externo que se desplego ante Joaquín V. González e Indalecio Gómez; un universo, claro está, que
revertía sobre nuestras fronteras y contrastaba, según ellos, con nuestra dramática realidad. En la
Argentina se aplicaba el sistema de lista completa, a simple pluralidad de sufragios desde quince
distritos electorales. El voto secreto constituía una costumbre exótica. ¿Hasta dónde llegaba el limite
reformador de quienes hacían publica su autocritica? Difícil respuesta que la reconstrucción de un
dialogo pueda, quizá, aclarar.

Joaquín V. González: el sufragio uninominal por circunscripciones – Indalecio Gómez: la lista


incompleta

Proyecto electoral 1902 Proyecto electoral 1912 (Ley 8.871)


Joaquín V. González Indalecio Gómez
- Incorporar a las nuevas fuerzas sociales en el - Acabar con los tres grandes males: la
debate políticos abstención de los ciudadanos, el fraude y
Objetivos y argumentos - Disminuir la conflictividad social a partir de un las venalidades
sistema de relaciones laborales estables - El origen de estos problemas es que el
que exponen
- Ve una clara contradicción entre la realidad socio pueblo no elige
- económica y la política - Solucionar la conflictividad social
- Creación de un registro electoral permanente - Padrón electoral elaborado sobre la base
Funciones del registro desde dentro de la clase que ejerce el poder del Registro de Enrolamiento
electoral y sus - Dejar asentado el empadronamiento de la - El registro queda bajo control externo, el
republica Ministerio de Guerra, quien empadrona e
características
- Ningún control externo actúa sobre el registro imprime las listas de electores
- Acceso de los ciudadanos al registro mediante un
acto voluntario
Aspectos referidos al - Por el momento no debía ser obligatorio - Obligatorio y secreto
sufragio - Debía ser secreto (no lo fue) - Se añade un artículo para garantizar que
el sufragio sea secreto
- Sufragio uninominal por circunscripciones - Sistema de lista incompleta
- Genera una tendencia federativa, es decir, de - Combina la pluralidad y proporcionalidad
descentralización, ya que “el núcleo representativo con un mecanismo plurinominal
estaba en la pequeña circunscripción” (Botana; - Se asegura la representación de la primer
2013, 218), desde allí se debían trazar nuevos minoría
vínculos a nivel nacional - Queda asentada la regla de los 2/3
Características y - Favorece la formación de centros regionales - Es un sistema centralizado, el sistema
consideraciones - Elección de candidatos con arraigo en su electoral debía conducir a la concentración
respecto al sistema circunscripción de fuerzas, no a su dispersión, sobre una
electoral - Inspirado en los sistemas electorales de la base de pocos distritos electorales (14
83
mayoría de los países europeos provincias más la capital)
- Debía generar partidos nacionales
- No está viendo el sistema de otros países,
sin embargo su reforma es muy similar a la
española de 1907
- Son la condición necesaria para el optimo - Al igual que González, opina que sin
funcionamiento del sistema electoral y para que Partidos Políticos toda la reforma carecería
llegue a buen puerto la “reforma de las de sentido
costumbres” - Estos partidos serian el resultado de la
- Es la realidad que representa “la cohesión natural reforma, ya que los partidos históricos no
Características y
e histórica de las opiniones, de las tendencias, de constituyen partidos nacionales, que es
funciones del los los intereses” (Botana; 2013, 210) uno de sus objetivos
partidos políticos - Son la acción directiva de las afinidades visibles
(Ibídem)
- Anula a los agentes intermediarios, quedando
como verdadero y único intermediario ente la
sociedad civil y el Estado el partido
- Deben ser de creación interna
- Se reforman las costumbres de la sociedad - Tendencia al fortalecimiento del
Consecuencias de la - Gobierno de notables con legitimidad en los bipartidismo, una “leal oposición”
aplicación de los comicios y en su arraigo local - Los partidos nacionales serian resultado
- Surgirían partidos de creación interna distintos a de la reforma en los comicios
modelos electorales
los que venían gobernando

 Bonaudo, Marta y Sonzoni, Élida “Sufragio libre y cuestión social Argentina, 1912, 1922”.
Cuadernos del CLAEH.

El capitalismo mundial va adquiriendo expresión política con pesos diferenciados según su dispersión
e impulsa una nueva definición de ciudadanía. La conflictividad social queda precisada en términos
clasistas. Se evidencia la obsolencia de la estrategia tradicional de la alianza interoligarquica que obliga
una reformulación de las reglas de juego.

La sociedad ha venido ensayando alternativas para rescatar a la política de su contenido restrictivo y


excluyente que encaucen una participación ampliada y múltiple con una redefinición de la política y lo
político. Entre estas cuestiones cabe destacar la importancia de la apertura legal de la participación
política ampliada.

La crisis del 90 abre un camino a la impugnación de la preeminencia de la política del acuerdo dentro
de lo cual se inscribe la propuesta legislativa de Roque Sáenz Peña y refleja la consensualidad en torno
a una democracia formal, traducida en el sufragio libre, pretende dejar atrás la etapa institucional del
fraude, del clientelismo, de la violencia de la proscripción y de la apatía y dejar sentadas sobre nuevas
bases la legitimidad del sistema político. Se reflejan también nuevas formas de apelación a la sociedad.

Aunque la norma amplia teóricamente la participación política resta para una participación real. La
adhesión a un gobierno representativo basado en el sufragio universal se convierte en un dilema en la
medida en que se considera que el proceso de extensión del sufragio debe ir acompañado por el
desarrollo de ciertas capacidades del ciudadano: condición de alfabeto. Quedan marginados ciertos
sectores como la población femenina. La naturalización de extranjeros también queda como un
objetivo a alcanzar.

En 1912 la UCR lanza un manifiesto anunciando la decisión de incorporarse al juego electoral. La ética
política de Sáenz Peña ha provisto al gobierno de Yrigoyen de dos herramientas: la legitimidad popular
de su mandato y la capacidad derivada para intervenir federalmente a las provincias en nombre de la
moralidad comicial.

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La reformación del sistema es cuestión central y para darle a esto existencia cierta es esencial ofrecer
una propuesta que atienda tanto a la democratización de la política como a la “cuestión social”. Se
concibe que el sufragio universal sea legítimo para el sistema político.

Estos presupuestos están dirigidos a otorgar al sistema una credibilidad que en términos del elector
lo conduzca a superar la retracción o la abstención. La preocupación por concientizar al elector es
entonces para intelectuales políticos ligados a las fracciones dominantes un problema crucial.
Necesidad de ser respuesta a lo que se ha llamado la cuestión social, convencidos que la democracia
política y la democracia social son caras de una misma moneda.

Para llevar adelante esa instrucción política, la sociedad cuenta con algunas estructuras tradicionales
y otras modernas. La escuela era una de ellas para llevar adelante la tarea de socialización y de
instrucción cívica. Ambos objetivos se vinculan con el buen funcionamiento de esta participación
política ampliada.

El campo inmediato de la actuación del político es el partido, un partido que alejado del estilo
clientelistico procuraría realizar el mejor gobierno de la sociedad de ideas e intereses legítimos. La UCR
y el PS se plantearon como partidos que inauguraban una nueva tradición. La distancia fundamental se
establece en torno al programa. Si bien el socialismo avanza en una serie de propuestas que se
orientan hacia la defensa explicita de una clase obrera sus apelaciones tienen la pretensión de
aproximar a un elector: el consumidor.

La UCR sin descuidar este elector, acostumbra a operar con sufragantes inmersos en una categoría
más amplia: el pueblo. Ambos encuadran su propuesta doctrinaria y su accionar político en un eje
articulador común que es el liberal y el ideal del progreso indefinido, afirmando ambos que se debe
lograr un verdadero desarrollo capitalista. Difieren en los fundamentos ya que para la UCR la madurez
del capitalismo amplia las perspectivas de una conciliación entre el capital y el trabajo, los socialistas
consideran que es el pre requisito para acelerara el proceso de lucha de clases.

El PS acude a distintas formas de lucha: acción parlamentaria, actividad sindical o creación de


mecanismos alternativos de protección como las cooperativas de producción o de consumo. Desde los
radicales la cuestión social se aborda con una metodología más pragmática que se desarrolla
básicamente en el campo político. La aparición de estas propuestas coloca a las elites conservadoras
en una difícil encrucijada.

Los esfuerzos realizados resultan insuficientes para que los partidos se constituyan en verdaderos
mediadores entre la sociedad civil y el sistema político.

La “Liga Patriótica Argentina” reúne personalidades e instituciones que tratan la cuestión social. Su
puto de arranque está asociado con la constitución de grupos armados parapoliciales y paramilitares
pero su campo de acción se va complejizando en el ámbito de la sociedad civil. Se propone ofrecer una
alternativa argentina para contrarrestar el izquierdismo que alejen de las posturas revolucionarias y
apunten a la armonía entre capital y trabajo.

Entre 1912 y 1922 se abren compuertas para que ciudadanos y no ciudadanos expresen sus formas
de pensar, experimenten acciones novedosas e intenten dirimir sus diferencias. Sin embargo persisten
procedimientos anacrónicos como el clientelismo, el personalismo y la emergencia de fenómenos de
patronazgo político que lesionan el desarrollo de una cultura democrática basada en el sufragio libre.

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1.2 – CLASE 6
El MODELO AGROEXPORTADOR. FORMAS DE EXPLOTACION AGRARI. CONCENTRACION DE
LA TIERRA.

 Rocchi Fernando, “el péndulo de la riqueza: la economía argentina en el periodo 1880-1916.”

En este periodo, la economía argentina experimento un crecimiento tal que la llevo desde una posición
margina a convertirse en una promesa destinada a ocupar en América del Sur el lugar que los EEUU
tenían en el norte. En estos años, la economía se multiplico nueve veces.

El motor del crecimiento económico fueron las exportaciones de productos primarios. Desde
mediados del XIX las ventas al exterior de lana habían crecido de manera sostenía y convertido a este
producto en el principal bien exportable del país, desplazando al cuero y otros derivados del vacuno
que habían dominado el comercio internacional en los años que siguieron a la independencia. A fines
del XIX la estructura de las exportaciones comenzó a diversificarse con la producción de nuevas
mercancías para vender en el exterior como cereales, lino, carne congelada ovina, animales en pie. A
principios de siglo XX la carne refrigerada vacuna se transformo en una nueva estrella mientras los
cereales ampliaban su presencia. Cultivos y vacas de raza desplazaron a las ovejas hacia el sur y
cambiaron el pasaje de las pampas.

En contexto mundial se puede decir que las economías más avanzadas del mundo estaban viviendo un
proceso de industrialización que generaba tanto un exceso en la producción de bienes
manufacturados como un aumento en la demanda de alimentos para su población.

Así como se comerciaban los bienes y servicios, también los factores de producción móviles como el
trabajo y el capital fueron fundamentales. Una Europa con exceso de población se convirtió entonces
en la principal fuente de salida de mano de obra hacia las zonas que la requerían y que ofrecían
salarios más atractivos. Esta migración requería un cierto marco de orden político y jurídico en los
lugares de recepción, que protegiera vidas, propiedades y emprendimientos.

A mediados del siglo XIX, el país no tenía capitales ni población suficiente como para producir bienes
exportables en gran escala. Ni siquiera había un estado central que pudiera ofrecer el orden político
necesario para recibir estos factores escasos. Este orden finalmente llego después de un largo, costoso
y completo proceso que comenzó a gestarse con la batalla de Caseros en 1852 y culmino en 1880,
cuando las tropas del gobierno central vencieron a la última rebelión provincial. En este momento el
Estado comenzó a garantizar la seguridad jurídica, la propiedad privada y el movimiento libre de
capitales con lo que llegaron las inversiones extranjeras y los inmigrantes.

La Argentina contaba con un facto de producción abundante sobre el que se baso el crecimiento
exportador: la tierra. El tipo de tierras y el clima de las pampas permitieron la producción de bienes
que demandaba el mercado mundial.

La ocupación del espacio pampeando por parte de los blancos se fue desplegando en el tiempo a partir
de una frontera que se desplazaba esporádica pero irreversiblemente sobre el territorio indígena. El
salto final se produjo con la Campaña del Desierto liderada por ROCA EN 1879. En la década del 80,
con las campañas en el Chaco y en la Patagonia esta frontera terminó por desaparecer.
Posteriormente se dio el avance de la frontera productiva.

Este doble movimiento de fronteras, la política y la productiva fue lo que atrajo a los pobladores
ofreciéndoles una vasta extensión de tierras vírgenes. A partir de su apropiación y poblamiento, las
86
tierras se destinaron a la producción y paralelamente una parte de ellas comenzó a comprarse y
venderse en un mercado cada vez más dinámico.

Señala el autor que uno de los factores que migro a la Argentina, mas allá de la población, fue el
capital. A este se le ofrecieron oportunidades para lograr ganancias. Las inversiones extranjeras se
desplegaron siguiendo dos elementos: la seguridad, y la rentabilidad.

Esto se resolvió gracias a un marco ofrecido por la Constitución de 1953, esta establecía el carácter
sagrado de la propiedad privada, y prohibir expresamente la confiscación. También se genero la
garantían final del movimiento de capitales. Es así que el Estado impulso la primera ola de inversiones
a través de la emisión de bonos del gobierno sobre los que pagaba u interés mayor que el que
brindaba un banco europeo, justamente en esa diferencia de rentabilidad estaba el interés por
comprarlos.

La mejor muestra de seguridad estaba en el propio Estado que ofreció sus ingresos como garantía y
que a la vez pudo afianzarse gracias a esos préstamos que fortalecieron su aparato militar y
burocrático, así como la posibilidad de subsidiar a los aliados provinciales.

La mayoría de los capitales provenían de Gran Bretaña, estos compraron los primero bonos del estado
e invirtieron su capital en las vías de transporte que la producción necesitaba para poder
comercializarse y exportarse: los ferrocarriles.

La rentabilidad de las primeras inversiones les aseguró una ganancia sobre el capital invertido. La
garantía estatal tenía como contrapartida su injerencia en la fijación de tarifas.

La primera línea de tren Argentina fue vendida a los ingleses que la rebautizaron como The Buenos
Aires Western Railway. Una experiencia similar fue con el ferrocarril andino que unía Buenos Aires con
las provincias cuyanas. Las inversiones fueron en Gran Sud, Central Argentino y Ferrocarril argentino
del Este, estos atravesaban por córdoba, rosario, Mesopotamia y Buenos Aires.

Esta red posibilitó la puesta en producción de nuevas tierras así como la explotación de nuevos
productos exportables. El Estado nacional continúo construyendo ferrocarriles en las zonas donde el
capital privado no quería aventurarse como ocurría en buena parte del Noroeste y de la Región
chaqueña.

Además de los británicos también invirtieron alemanes, belgas e italianos y posteriormente


comenzaron a llegar los capitales norteamericanos. En un principio el grueso de ellas se centro en
bonos estatales y los norteamericanos invirtieron en una operación más riesgosa: los frigoríficos. Estas
empresas permitían el procesamiento de vacunos con destino a la exportación, pero de unos animales
que eran muy distintos de los que habían poblado las pampas desde la época colonial. A fines de siglo
XIX comenzó a exportarse ganado vacuno en pie para su faena en el lugar de consumo. Esta línea de
exportación se desvaneció ante la invención del buque frigorífico que permitía transportar la carne
conservada hasta los mercados europeos. El ppal. Comprador de carne argentina era Gran Bretaña.

En un principio la carne se enviaba refrigerada, resultado de un proceso con mucho nivel de frio que
conservaba la frescura del producto pero que al descongelarse le quitaba parte de su sabor y poder
nutritivo. El perfeccionamiento de las técnicas llevo al enfriado, por el cual la carne se mantenía a un
frio menos pero lo suficiente como para cruzar el atlántico y mantenerse más cerca del sabor y
virtudes originales.

87
Los ferrocarriles fueron fundamentales para hacer que la Argentina se convirtiera en un exportador de
cereales en gran escala, fue su propia construcción la que impulso como efecto multiplicador la
producción.

Es así que en los primeros años del siglo XX, la Argentina ya había delineado un perfil productivo y
exportador que continuaría por muchos años: carnes y cereales con destino a los mercados europeos.
Formaban el grueso de la exportación: trigo, maíz, lino, carne vacuna y lana. La cantidad exportada era
tal que los ingresos provenientes del exterior diluían los efectos de la falta de diversificación.

La economía pampeana

La producción de cereales con destino a la exportación comenzó en las colonias agrícolas. Allí la regla
era que os agricultores fueran propietarios de una parcela de tierra que en promedio alcanzaba 50
hectáreas.

A principios del siglo XX el escenario microeconómico del agro cambio cuando buena parte de la
producción comenzó a originarse en estancias como establecimientos diferenciados de las colonias. La
estancia considerada como una unidad económica desplegada en una gran extensión de tierra había
caracterizado al paisaje pampeano desde la época colonial. Los cereales se produjeron sin embargo en
la “estancia mixta” porque combinaba la agricultura con la ganadería, esta era un tipo de unidad
productiva nueva con una serie de instalaciones y un manejo empresarial. La ganadería que se
explotaba era también distinta de la de los antiguos establecimientos.

En las estancias mixtas el estanciero se dedicaba al engorde o invernada del ganado. La forma que
estos estancieros encontraban para abaratar costos fue la asociación económica con un grupo de gran
importancia en el agro pampeano: los chacareros.

Estos chacareros explotaban una fracción de tierra generalmente para producir cereales pero no eran
dueños de la propiedad, si no que la arrendaban. Su beneficio estaba en vender sus cultivos, pagarle
un arriendo al propietario y obtener una diferencia. Arrendaba la tierra por uno a dos años y después
de dejarla lista para el engorde, se desplazaban a otra parcela que podía ser o no de los mismos
dueños. No eran el eslabón más bajo de la estructura social, sin ser propietarios de la tierra eran
empresarios capitalistas en pequeña escala así como empleadores de mano de obra que necesitaban
para tareas agrícolas estacionales. Estos eran los peones o “braceros”.

El mundo de los estancieros era complejo. Los invernadores estaban al tope de la estructura
económica de la región pampeana aunque no eran ellos los únicos miembros dueños de la tierra.
Buena parte de ellos eran “criadores” que se ocupaban de la primera etapa de vida de los terneros, la
previa al engorde.

La relación entre estos y los criadores estuvo teñida por el conflicto que llevo en la década del 20 una
lucha abierta por el control de la Sociedad Rural. Este choque se debía a los espacios de diferentes
jerarquía que ambos grupo ocupaban en la cadena de producción y comercialización del agro
pampeano, mientras que los criadores quedaban presos de los invernadores que les compraban sus
novillos, los segundos tenían vinculaciones directas y fluidas con los frigoríficos, que constituían el
lugar donde se concentraba la parte más rentable del negocio de la carne y con quienes podían
negociar precios, pues eran sus proveedores.

La estancia mixta hizo llegar a la producción agrícola a los niveles que convirtieron a la Argentina en
uno de los graneros del mundo. Entre 1880 y 1890 las exportaciones agrícolas pasaron de 450.000 a

88
25.000.000 pesos en oro. En el siglo XX con el auge de la estancia mixta, estas ventas pasaron de
70.000.000 a 300.000.ooo en 1913.

El entramado que unía a estancieros, arrendatario y braceros no siempre fue tan calo. Cuando
estallaba una crisis como ocurrió en 1912 durante el llamado Grito de Alcorta, las complejidades y
tensiones del tejido social pampeano salían a flor de piel.

La industria se desarrollo en torno a la producción de una serie de artículo de consumo y creció como
resultado de un doble movimiento de protección arancelaria y aumento de la demanda agregada. La
actividad manufacturera había comenzado a desplegarse tímidamente en la década de 1870.

Surgieron una serie de grandes fábricas dedicadas a producir bienes de consumo que iban desde los
alimentos y bebidas hasta la vestimenta de artículos de ferretería. A principios de siglo XX, la industria
se desplego con mayor fuerza a partir de un nuevo aumento de la demanda, logrando la producción
estandarizada en algunos casos mediante el uso de maquinas modernas y aprovechando las
economías de escala.

La producción de esta industria, protegida por las tarifas aduaneras y un poco eficientes, tenía como
principal destino el mercado interno. Las producciones regionales protegidas como el azúcar y el vino
no contaban con las ventajas comparativas que hubieran hecho posible la exportación.

El comercio y las finanzas

Los mecanismos de financiamiento eran uno de los cuellos de botella a los que se enfrentaba la
producción agropecuaria. El sistema de créditos se basaba en la prenda hipotecaria por lo que aquellos
que no poseían tierras se venían en dificultades. El crédito hipotecario estaba relativamente difundido
a través de una serie de bancos cuya historia mostraba la potencialidad y los límites de la economía
exportadora. Hacia 1880 el escenario bancario estaba ocupado por el Banco de la Provincia de Buenos
Aires, de propiedad estatal y caracterizada por una libertad creciente en la concesión de créditos. Los
beneficiarios eran el sector ganadero y el comercial, aunque buena parte de su gestión estuvo inferida
por el Partido Autonomías Nacional que controlaba los destinos de la provincia y los del banco que la
sostenía financieramente.

Además de los préstamos directos en esta década otro banco “el Hipotecario” ocupo un papel
destacado en el circuito de financiamiento agrario al oficiar del intermediario en la cadena de crédito
que tenía como inversores finales a los ahorristas británicos. Esta cadena poseía como instrumento a
las cedulas hipotecarias emitidas por el banco sobre la garantía que ofrecía la propiedad de la tierra. A
cambio del dinero el deudor se comprometía a pagar la amortización del capital más los intereses.

La perdida de dinero por parte de los inversores británicos era posible porque en la economía
argentina se utilizaban dos monedas de manera paralela. Por un lado, circulaban los pesos papel o
moneda nacional, que variaban con la emisión local. Por el otro se usaban los pesos oro, atados a este
metal que cambiaba por pautas internacionales mucho más estables.

Para fijar una relación estable entre ambas monedas se implanto en 1881 un patrón bimetálico por el
cual se respaldaba en otro y plata cada peso emitido localmente. Las posibilidades de mantener este
sistema no eran muchas, por lo que en 1884 ante una pequeña crisis se volvió a las “inconvertibilidad”
a curso forzoso que obligaba a aceptar la moneda según su denominación pero sin poder cambiarla
libremente por otro, porque simplemente el Estado no tenia con que pagar.

89
En 1887 Juárez Celman lanzo el proyecto pronto convertido en ley de creación de los bancos
garantidos. De acuerdo con esta ley, cualquier banco tendría la facultad de emitir moneda siempre que
comprara bonos del gobierno nacional que servirían como respaldo a esa emisión. La emisión de
dinero por parte de un banco del Estado no era un fenómeno nuevo, pues el de la PROVINCIA DE
buenos Aires lo había hecho por mucho tiempo.

La ley de bancos garantidos llevo a la emisión descontrolada de dinero en todo el país, unida a la
concesión liberal de crédito que se estaba produciendo, sentaron el terreno para que se desarrollara la
crisis de 1890, que impacto desfavorablemente sobre la actividad bancaria.

La crisis terminó con el viejo sistema bancario liberal a través de la destrucción de buena parte del
mismo. La reorganización de la red bancaria se llevo a cabo a partir de las entidades privadas más
conservadoras y sobre todo del Banco de la Nación Argentina, una institución estatal creada en 1891.

Ya en la década de 1910 al argentina contaba con una serie de solidas instituciones estatales y privadas
que sin embargo no llegaban a formar un sistema bancario desarrollado: las instituciones no tenían
conexión entre si y una operación tan simple como el clearing recién llego a establecerse en 1912.

Mientas el sistema bancario se movía dentro de un fuerte conservadurismo, el marco monetario lo


hacían en medio de una novedosa estabilidad. En 1899 durante el segundo gobierno de Julio Roca se
adopto una ley de convertibilidad monetaria que iba a tener una vida más larga que la de los intentos
anteriores. Esta ley fijaba la conversión entre pesos papel y pesos oro bajo el sistema de patrón-oro,
en el que la moneda emitida localmente contaba con el respaldo de reservas en este metal.

A principios de siglo XX se consolidaron las grandes tiendas, empresas que contaban con secciones
especiales de venta y que combinaban el comercio con la producción. Las grandes tiendas empleaban
a varios centenares de empleados y obreros y desarrollaban su actividad en edificios de varios pisos y
en talleres donde confeccionaban sus propios productos, especialmente los relacionados con la
vestimenta y el mobiliario. A la vez se dedicaron a ropa hecha en serie, que se vendía apilada en los
anaqueles de estos mismo emporios del consumo o se la enviaba a una red de negocios que cubría la
casi totalidad del territorio argentino.

Mercado interno y mercado nacional

El crecimiento económico que origino el boom exportador se desplego de manera desigual en la


geografía argentina. La región pampeana de donde salía el grueso de la producción exportable fue la
que experimento más mayores transformaciones y cosecho los mayores beneficios. El resto del país
tuvo una evolución económica menos impresionante y más heterogénea, de acuerdo con esa manera
de integrarse al mercado mundial.

Otras zonas ubicadas en las fronteras políticas recientemente definías se conectaron con los espacios
comerciales de los piases limítrofes donde comercializaban parte de sus bienes. La posibilidad de
vender algún producto a la expansiva región pampeana (y de esa manera vincularse aunque de
manera indirecta al mercado internacional) se transformo en la alternativa más provechosa y en la
llave del éxito para un par de economía regional. Los casos más sobresalientes fueron los del azúcar,
cultivado principalmente en Tucumán y en menor medida en Jujuy, y del vino, producido en Mendoza
y san Juan. Varias provincias sin embargo no lograron producir en gran escala bienes que fueran
atractivos ni contar como fuente de supervivencia con subsidios. Por lo tanto, el crecimiento del
mercado interno fue paralelo al de la economía exportadora.

90
Parte del mercado interno estaba en la zona rural, donde el crecimiento de la agricultura más que el
de la ganadería proveyó los grandes números de la demanda, la producción agrícola en efecto,
requería una mayor cantidad de mano de obra integrada por trabajadores que eran a la vez
consumidores. En este mercado rural sobresalían los colonos de santa fe, que comenzaron a ser objeto
de la seducción por parte de las fabricas de buenos aires, mas aun que los arrendatarios y aparceros
del corazón de la zona pampeana.

Por otro lado la urbanización fue un fenómeno paralelo al del crecimiento exportador. Las ciudades
crecían y demandaban cada vez mas bienes y servicios. El esfuerzo por crear el entramado urbano tuvo
efecto tanto transformadores cuanto multiplicadores. Viejas casas chatas eran demolidas para dar
pasos a edificios más altos, mientras que las ciudades extendían sus brazos con una rapidez que
sorprendía a quienes visitaban estos lugares de manera espasmódica.

El dominio industrial de Buenos Aires encontraba un muro de resistencia en las producciones


regionales que el Estado protegía abiertamente, como el azúcar y el vino. La idea de producir azúcar de
remolacha en la capital argentina a partir de cultivos. A partir de la integración de Cuyo al mercado
nacional, por otro lado, la producción de vinos artificiales fue prohibida por un gobierno preocupado
por considerarlos peligrosos para la salud así como por la presión constante de los legisladores
cuyanos. Hacia la década de 1910 la mayor parte del país terminó por formar parte de un mercado
unificado de productos. Solo quedaron fuera de tal mercado algunas áreas por entonces marginales.

La revolución del consumo

La alta movilidad social de la Argentina vuelve complicada la definición de grupos sociales, si el


objetivo es mostrarlos como estáticos y permanentes. Si la idea es describirlos como grupos
transitorios, heterogéneos y con límites difusos, en cambio es posible definirlos y analizar sus
comportamientos. Las clases altas desplegaban un consumo conspicuo que incluía mayormente
artículos importados pero su incidencia en el mercado era pequeña. En cambio las clases medias y
bajas conformaron el grueso de la demanda nacional. Si bien consumían bienes importados, también
demandaban muchos de origen local, por lo que se convirtieron en la base sobre la que se sustentan la
producción industrial argentina.

La clase media aumento en número y en presencia a medida que crecían una economía con efectos
multiplicadores sobre las actividades secundarias y terciarias y un Estado cada vez más dispendioso en
sus gastos y sus capacidades de empleo.

La clase baja entro de manera similar en la esfera del consumo, sus recursos más modestos, sin
embargo, llevaban a desenvolverse en ella más con la actitud que con el número de los sectores
medios.

La masificación del espacio encontró su mejor empleo en el papel cada vez más importante que los
lugares públicos ofrecían como sitios de convivencia simétrica, donde asistían no solo individuos de
distintas clases si no que lo hacían de manera indiferenciada. La secularización del espacio se tradujo
en el surgimiento de lugares comerciales como suerte de versiones del cielo en la tierra, una ilusión
que había sido en los viejos tiempos uno de los mayores encantos de las iglesias. La masificación del
tiempo se desplego en la concesión de créditos por las empresas comerciales, desde las grandes
tiendas hasta los pequeños negocios que vendieron sus mercancías en cuotas.

91
La irrupción de lo masivo hizo que la difusión de la moda tenga amplio protagonismo en la ciudad, se
decoraron los negocios y calles con luces y publicidades y el grueso de la población comenzó a vestirse
de manera similar más allá de su posición social.

Los obreros no usaban indumentaria especial que los hace resaltar en la vía pública. La población
ofrece tipo marcadamente burguesa, no se notan las blusas ni las gorras como en Paris y en Barcelona
que daban color a las muchedumbres.

Los vaivenes de la economía

La incorporación de la Argentina al capitalismo mundial también le dio a su economía la vulnerabilidad


de ese universo integrado. El capitalismo de entonces se caracterizaba por ciclos de auge y depresión
que se propagaban en espacios cada vez más amplios en la medida en que se iban integrando nuevos
países y regiones al sistema económico mundial.

Crisis internacionales:

1866: afecto a las exportaciones de lana. 1873: en los años previos argentina había recibido una
cantidad de capitales en forma de préstamos al gobierno que sumada a las divisas ingresadas por la
creciente exportación de lanas, llevaron a un aumento del consumo interno y de las importaciones que
entonces lo proveían.

El gobierno de Nicolasa VELLANEDA decidió enfrentar la crisis sin dejar de pagar la deuda externa,
pues el objetivo era mantener el buen nombre del país en el mercado financiero internacional. Impuso
un plan que incluía el aumento de los impuestos a las importaciones y un ajuste en los gastos del
gobierno. La caída en el consumo se unió a las tarifas más altas y al menos gasto público para producir
un abrupto descenso en las importaciones y aumentos en la posibilidad del Estado para pagar la
deuda.

1890: fragilidad en el sector externo, entrada de capitales. 1897: sobreproducción industrial,


competencia y reducción de precios. Desaceleración en la concesión de créditos.

La crisis puso a la banca privada en serios problemas que se agravaban porque los depositantes
tendían a sacar sus ahorros y a dejarlos en algún banco oficial.

El estado frente a la economía

Si bien no existió une estado intervencionista a la manera en que la Argentina lo conoció más
avanzado el siglo XX la presencia estatal en la economía fue tan significativa cuanto compleja.

El Estado promovió las primeras inversiones garantizando sus bonos y las ganancias de las empresas
ferroviarias privadas. Incluso se involucro directamente a partir de la construcción de la primera red de
trenes, así como se aventuro con sus ferrocarriles de fomentos donde el capital privado no lo hacía.

La complejidad de la relación política y estado se desplegaba en la política fiscal. El grueso de los


ingresos estatales estuvo compuesto por impuestos a las importaciones. Los gravámenes a las
exportaciones terminaron desapareciendo en la década de 1880 pues se consideraba q obstruían las
ventas al exterior que eran el motor de crecimientos. Los impuestos directos por otro lado quedaban
dentro de la jurisdicción provincial.

Uno de los resultados de la política fiscal fue una inevitable protección a la industria local. Esta
protección será selectiva y compleja. El porqué de que ciertas industrias se protegían y otras no se
92
debía a razones económicas, políticas ideológicas y hasta fortuitas. Pero lo cierto es que una serie de
bienes de consumo resultó protegida por tarifas que solían surgir o profundizarse como consecuencia
de una crisis. Los industriales reunían en una empresa dos actividades como la fabricación y la
importación, que aparecían antagonizando en el marco macroeconómico, pero que para ellos era de
un mismo negocio. Por lo tanto estos industriales no iban a presionar por una política librecambista
general porque afectaba a lo que producían, pero tampoco por una completamente proteccionista
porque dañaba a lo que importaban. Prefirieron influir sobre las tarifas específicas de las
importaciones.

Los ingresos del estado nunca llegaban a cubrir sus gastos por lo que el déficit fiscal era moneda
corriente. El agujero fiscal se cubría a partir de la emisión de deuda pública. Esta emisión para
solventar el creciente gasto público llevaba a un aumento en la tasa de interés del sistema y a una
eventual caída en la tasa de inversión del sector privado.

A partir del siglo XX el Estado creció más que el conjunto de la economía aunque sin alcanzar los
niveles de desborde a los que llegaría en los años posteriores. Esta sola característica hacia que se
convirtiera en uno de los principales demandantes del mercado para proveer a sus fuerzas militares,
policiales y del servicio civil. La política económica, no podía llegar a definirse como librecambista ni
como intervencionista, si no como una mezcla de pragmatismo y flexibilidad.

 Ansaldi Waldo: “la pampa es ancha y ajena. La lucha por las libertades capitalistas y la
construcción de los chacareros como clase”

Los chacareros, ¿son o se hacen?

El formidable crecimiento de la agricultura argentina en las primeras décadas del siglo XX pone en un
plano relevante la figura de un tipo de productor rural característico de la región pampeana, el
chacarero. Esta expresión en tanto categoría histórica o identificación de sujeto tiene una amplia
acepción. Indistintamente se la usado como sinónimo de arrendatario o colono pero no sucede lo
mismo cuando se la utiliza como categoría. En este caso el chacarero suele ser considerado como
campesino, campesino capitalista, o campesino emergente, como miembro de la pequeña y mediana
burguesía, como pequeño productor capitalista, como pequeño productor mercantil en el caso del
chacarero pobre, o pequeña burguesía rural propietaria en el caso del enriquecido.

En algún caso los chacareros son simultáneamente y contradictoriamente pequeña y mediana


burguesía agraria y burguesía agraria federada “un acusado de carácter pequeño burgués en sus
orientaciones políticas”

En 1977 Guillermo Fichman planteo que los chacareros estaban estratificados en ricos, medios y
pobres, aunque sin una explícita construcción de la categoría. Algo similar se encuentra en la
interpretación de Jorge Sábato 1981 para quien un chacarero arrendatario es un capitalista rural.

Tanta disparidad sugiere varias cosas, desde la peculiaridad del desarrollo del capitalismo agrario
argentino hasta el desconcierto de los científicos sociales frente a aquella, pasando por la debilidad del
conocimiento de un capitulo esencial de la historia argentina, el de su historia rural.

Se encontrara aquí una formulación más precisa de una interpretación alternativa.

El punto inicial es la especificidad del capitalismo agrario argentino. Es posible destacar:


93
1) La feracidad de las tierras pampeanas
2) La monumental renta diferencial de las mismas
3) Las características del proceso de apropiación y distribución de unas y otras
4) La formación y las cualidades de los terratenientes entre los cuales se destacan el
comportamiento de diversificación de riesgos.
5) Las relaciones entre agricultura y la ganadería, ocupando esta el polo dominante
6) La virtual ausencia en la región pampeana y la irrelevancia en el nivel nacional de los
campesinos
7) La existencia y las características de los chacareros qua sujetos sociales
8) La debilidad estructural del proletariado rural.

Sintéticamente, debe prestarse atención a la heterogeneidad de la estructura agraria pampeana.

La atención de este artículo está centrada solo en una de esas características de los chacareros. Los
chacareros son y se hacen. Que son, quiere decir que son chacareros, por lo tanto no son campesinos
ni colonos ni farmers (granja) ni ninguno otro sujeto social agrario. Los chacareros son productores
rurales que emplean su propia fuerza de trabajo (personal y familiar) y tienden a comprar fuerza de
trabajo asalariada, emplean tecnología propia o alquilada a empresarios contratistas y se apropian de
una masa de plustrabajo que:

a) Transfieren como renta al propietario de la tierra


b) Acumulan cierto nivel de excedente bajo la forma de ganancia, se capitalizan o si se prefiere
acumulan capital.

Los chacareros constituyen, son una clase social específica del capitalismo agrario argentino. A
diferencia de los campesinos, utilizan más y mejor tecnología, a diferencia de los farmers, con los
cuales comparten los caracteres citados salvo el referido al de la propiedad de la tierra.

El chacarero es fundamentalmente un arrendatario o mediero dedicado de modo preferencial a la


agricultura aunque se aprecia un movimiento hacia formas mixtas de producción (ganadería,
agricultura, ganadería lechera). La tendencia histórica es en el plano de la posesión a la conversión en
propietarios, o al menos a la aparición y extensión de un estrato de chacareros propietarios de sus
tierras. Esta tendencia parece surgir como tal en 1920. La distinción entre chacareros arrendatarios y
chacareros propietarios no sugiere demasiados cambio visibles significativos en su comportamiento
como clase, excepto en el nada trivial de las formas de lucha, en el cual la conversión en propietario
elimina el conflicto con los terrateniente y/o empresarios colonizadores en torno a la renta.

Es necesario profundizar el análisis del este sector que accede a la propiedad de la tierra no es casual
que el cambio de estrategia del accionar organizado de los chacareros a través de su asociación de
interés, la Federación Agraria Argentina, pasando del enfrentamiento o el conflicto manifiesto al
predominio de la negociación corporativa, se produzca a partir de la década de 1930 y se acentuó
después de 1950. Los cambios sugieren una mutación que convierte a tal estrato de chacareros en
farmers. Es decir, en el pasado, la expresión chacareros simultáneamente designa o identifica a sujetos
sociales (categoría histórica) y define conceptual, teóricamente a tales sujetos (categoría analítica),
mientras en el presente la categoría histórica chacareros contiene a dos sujetos sociales agrarios
analíticamente diferenciados, los chacareros (arrendatarios) y los farmers (propietarios). El tipo de
posesión de la tierra parece constituir el criterio divisorio entre nos y otros. Esta hipótesis aun está
sujeta e verificación empírica.

94
Una cuestión mas es la de la geografía social chacarera. Si la oposición con los terratenientes es la que
define la clase, ella reduce su alcance a la región pampeana y quizás a algunas agroindustriales.
Efectivamente, así lo creo. El no es más una manifestación adicional de la desigualdad del desarrollo
capitalista, de las formas que este adquiere en Argentina. Marca también, en buena medida, los límites
de la acción de clase de los chacareros.

Los chacareros se hacen a través de una historia compleja. Son el resultado de un corte decisivo, de
una mutación en la formación y desarrollo de la estructura agraria argentina.

Los colonos, cuya “época de oro” 1860-70, son la posibilidad más consistente de constitución de una
clase de farmer en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX. Agricultores que no debe ni pueden
ser confundidos con chacareros.

El alfalfado de los campos constituye la clave de la bóveda de la mutación en la economía rural


pampeana. El procedimiento se difunde en 1892 en la Sociedad Rural Argentina. En lo esencial
constituye un mecanismo que disminuye los costos para los ganaderos y transmite los riesgos a los
agricultores arrendatarios.

El alfalfado se extiende a partir de las renovadas exigencias de los frigoríficos respecto de la calidad y
armonía de los animales destinados a la exportación. El proceso expansivo del cultivo de alfalfa
arrastra tras si a los de lino y trigo, provocando una sustancial modificación en el uso agrícola de la
tierra, subordinado a la ganadería.

Se trata de una mutación profunda que cierra una línea posible y abre otra. Se clausura la extensión de
una clase de colonos (farmers) y aparecen los chacareros. Los agentes mutagenos son los
terratenientes ganaderos. La agricultura se constituye en una actividad económica altamente rentable.

Los chacareros son y se hacen una clase social en cuanto tal se constituye a través de relaciones
conflictivas con otra u otras clases. En tal sentido resulta difícil apelar entre otros elementos teóricos y
metodológicos, a la distinción formulada por Alain Touraine de tres principios: identidad, oposición,
totalidad.

¿Fare I’America o hacer la clase?

Es casi una expresión de sentido común vincular a los inmigrantes que llegan a la argentina con
aspiración de hacer la América.

Se sostiene que los inmigrantes que participan de la economía cerealera pampeana son mucho más
interesantes e importantes como sujetos que definen una nueva clase de la sociedad argentina que
como exitosos o frustrados hacedores de fortunas personales. Es posible que vinieran con la intención
de “fare i’america”, mas lo decisivo es que hace una clase social, la de los chacareros. También son
sujetos destacados en la formación del proletariado urbano, de la clase media e incluso en la
renovación de la burguesía.

El Estado fue el principal promotor de la política de la inmigración, por lo tanto contribuyo a la


formación de la clase chacarera. También fue garante de las relaciones que se estatuyen entre
arrendatarios y propietarios de tierras y/o empresarios colonizadores.

En relación al desarrollo del capitalismo en el campo, el abandono de la política estatal de


colonización, que busca constituir una clase de farmers (inmigrantes a los que se concede tierra en

95
propiedad) deja lugar como ya se ha indicado a la parición de los chacareros (inmigrantes a los que se
les ofrece tierra en arrendamiento. Se abre la primera fase (1890-1920) de la historia de estos.

La condición mayoritariamente extranjera de los primeros chacareros es el segundo aspecto


destacable. La común pertenencia a una misma nación e incluso a una misma región, favorece la
organización de los chacareros, enfrentados a una clase burguesa terrateniente mayoritariamente
argentina. Pero esta “ventaja” en la organización de la lucha se transforma en un hándicap en el
momento de las negociaciones y en las relaciones con el poder político. He aquí una dimensión étnica
nacional de decisivo impacto en el proceso de construcción de la clase también observable en el caso
de la clase obrera.

También se añade que los chacareros toman el patriotismo y la italianidad, vaciándose de su contenido
retorico y conservador, para utilizarlos como primer soporte ideológico en una confrontación de clase.
La abrumadora resistencia de los chacareros extranjeros a naturalizarse es, un componente nada
desdeñable en el proceso de formación de la clase y de su identidad política, muro en el que se estrella
la estrategia socialista de Juna B Justo.

La persistencia de la condición de los chacareros en el proceso histórico que convierte a estos en una
clase cede frente al de las condiciones estructurales. Estas se definen a partir de la relación contractual
entre los chacareros y los terratenientes y/o los empresarios colonizadores. Esa relación se estatuye a
partir del uso de la tierra, la que es concedida a los chacareros en arriendo y mediante el pago de una
renta en dinero o en especie o producto. Los chacareros ponen el trabajo, el capital, aunque
relativamente temprano aparecen los empresarios contratistas.

También se puede destacar en cambio, la relación contractual entre chacareros y terratenientes y/o
colonizadores. Ese carácter será esgrimido por el gobernó nacional, en ocasión del grito de Alcorta en
1912, para justificar la no mediación estatal en el conflicto.

Durante la primera fase (1890-1920) de la historia de la clase chacarera, el conflicto social agrario
enfrenta a esta con los propietarios de tierras- terrateniente capitalistas o burgueses terratenientes- o
bien empresarios que arriendan a aquellos grandes extensiones que luego subarriendan a chacareros,
lucha en la cual se cuestiona el quantum del plustrabajo transferido como renta por los productores
chacareros a los propietarios. Los chacareros reivindican la reducción del monto de la tierra mientras
que los terratenientes trata de mantenerlo e incluso de incrementarlos.

Esa lucha por el quantum de la renta se prolonga durante la segunda fase (1920-1950) de la historia de
la clase chacarera, en la que comienza a gestarse la división en chacareros y farmers, que será la nota
distintiva de la tercera fase (1950 hasta la actualidad). En la segunda etapa se percibe la fuerte
presencia de una demanda ya esbozada, por lo menas, en la primera: la que persigue obtener la
propiedad de la tierra para los chacareros. En esta fase entonces lo que se cuestiona es la relación
misma existente entre propietarios y arrendatario. Los terratenientes persiguen la continuidad de la
relación contractual y la percepción de la renta, los chacareros aspiran terminar con ella para
convertirse en propietarios privados de la tierra, sin perder su condición de productores directos.

Hay dos aspectos en los cuales la condición de inmigrantes es decisiva para una mejor comprensión de
la formación de clase:

1) El pasaje de familia campesina a europea familia chacarera pampeana, que implica un cambio
en con composición y otro en la relación entre la unidad económica y su número de hectáreas.

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2) Los limites de las demandas y reivindicación es de los inmigrantes están dado, inicialmente por
aquellos de traer de sus lugares de origen, la aparición de nuevas necesidades acompaña, pari
passu, el proceso de arraigo en el nuevo medio.

Las demandas de las libertades capitalistas

Durante la primera fase de su historia, los chacareros enfrentan viarias limitaciones para el desarrollo
de su actividad económica, los derivados de las duras condiciones contractuales, las imposiciones
restrictivas hacen q estos sean obligados a realizar operaciones con quienes indiquen los
terratenientes o los empresario colonizadores.

Las luchas desencadenadas del docenario 1910-1921 son esenciales en el proceso de formación de la
acción colectiva de la clase, constituyendo un rápido pasaje de formas elementales de revuelta a la
acción de clase organizada.

Luchas por las libertades capitalistas es una lucha por la abolición de las trabas u obstáculos a la
acumulación y en consecuencia por la expansión del capitalismo. Proponen estrategias para maximizar
sus beneficios. Obtienen mayor libertad capitalista, esto les permite ascender en el orden económico:
muchos pasan de la renta en producto a la renta en dinero, mientras otros logran convertirse en
propietarios. En definitiva se acentúa el carácter capitalista del campo.

Las estrategias chacareras para acumular ofrecen un abanico de opciones, cuando no una combinación
de ellas. Señala el autor que se crea una esperanza de aumentar su capital por medio de la agricultura
extensiva.

He ahí un elemento clave. La conjunción de arrendamiento, contratos de corta duración y agricultura


extensiva define un comportamiento económico cuya lógica tiene a transformar un costo de inversión
fijo en un costo variable de exploración.

A medida que los chacareros van consiguiendo mayores libertades comerciales como consecuencia de
sus luchas por la anulación de los contratos restrictivos, ascienden en el orden económico. Este
ascenso se ve favorecido por la convergencia de fin de la huelga agraria de 1919 y la recuperación
económica de posguerra, que eleva el precio de los productos agrícolas argentinos.

En el proceso formativo de la clase chacarera hay una permanente tensión entre el deseo de ascenso
individual que potencia el individualismo y enerva la acción colectiva y la necesidad de organizarse
grupalmente para resistir mejor la presión de sus contrincantes. También conspira para el
fortalecimiento de su organización representativa campo donde la lucha de la dirección de la FAA por
el incremento de los chacareros federados es contrastante.

Los chacareros, la política y la organización política

Los chacareros debían constituir un sujeto social decisivo para el establecimiento, consolidación y
desarrollo de una sociedad democrática basada en una estructura agraria despojada de la traba
representada por la gran propiedad terrateniente. Justo les propone a los chacareros, pero también les
asigna, una función que es una misión: ser vanguardia de cambios estructurales en la sociedad
argentina.

97
Las desavenencias entre la FAA y el PS surgen con el comienzo mismo de la primera y no se traducen
en la temprana separación de su propio presidente, el socialista Antonio Noguera, enfrentado con el
sector liderado por Francisco Netri, que no solo es más moderado políticamente si no también
defensor de una organización chacarera meramente corporativa ajena a vinculaciones partidarias. La
derrota de los chacareros socialistas en 1912 por alinear a la Federación bajo la orientación del PS se
prolonga en el debate sobre la cuestión de la necesidad de un partido agrario, que aparece finalmente
en las deliberaciones del Primer Congreso reunido en agosto de 1913, en las cuales en primera
instancia se aprueba un proyecto para impulsar la creación de una formación patrocinada por la propia
Federación, mas en revisión de votación se lo rechaza.

En 1931 después de haber rechazado a socialistas, radicales y demoprogresistas, el resultado es la


breve experiencia de la Unión Nacional Agraria. No debe vérsela como Una mera prolongación política
de la Federación Agraria ni tampoco una creación de esta. Se trata de una historia cuyo entramado
todavía no es bien conocido y cuya elucidación ha de arrojar buena luz sobre el comportamiento
chacarero en la coyuntura electoral de 1931.

En síntesis dice el autor que s renuncia a cualquier “vocación hegemónica·, política reformista y como
se hace evidente después de 9131, acción corporativa como practica de clase en la lucha por los
intereses específicos. Lo que hace que los chacareros no se diferencien demasiado de lo que será
expresión de las formas de la acción social de las clases subalternas en Argentina.

98
1.2
TRANSFORMACIONES DEL SECTOR GANADERO – LA INDUSTRIA FRIGORIFICA

 Smith Peter “Carne y política en la Argentina”

Capitulo 2

Primer desarrollo

El primer factor que origino el ascenso de la carne argentina fue la aparición de la demanda extranjera,
especialmente de Gran Bretaña. El cambio en el poder adquisitivo y la mayor demanda fue superando
la oferta.

En 1866 se fundó la Sociedad Rural Argentina a fin de mejorar la calidad del ganado. La conquista del
Desierto emprendida por Roca abrió zonas de pastoreo adicionales y el crecimiento de los ferrocarriles
proporciono el medio de transportar el ganado al puerto de Bs As.

1860 Charles Tellier invento una planta refrigeradora de comprensión de amoniaco. Se fue mejorando
de a poco la refrigeración para el traslado de la carne. En 1882 se fundó el primer frigorífico del país el
River Plate FRESH Meat COMPANY y comenzó a exportar carne de cordero al año siguiente. En 1902
algunos inversores británicos combinados con otros grupos de extranjeros, financiaron la construcción
de la enorme Cold Storage Company. Comenzaron a dominar el negocio por aquellos años.

Las exportaciones de carne comenzaron a aumentar espectacularmente a principios de siglo. En el


mercado mundial una crisis que se produjo en el mercado francés desalentó a los ganaderos
argentinos a criar ovejas y muchos por criar ganado. A medidas que aumentaban el suministro de
carne, la competencia disminuía en el mercado internacional. Las sequias también agravaron el
ganado australiano, y las huelgas de Chicago redujeron los envíos norteamericanos al exterior. Y lo
más importante de todo, el comercio de ganado en pie anglo-argentino conoció una súbita
interrupción con el cierre de los puertos británicos a los novillos procedentes de zonas donde se
propaga la aftosa. La Argentina se convirtió pronto en la fuente principal que abastecía de carne
congelada al Reino Unido.

El capital estadounidense llego a la industria de la carne argentina en 1907, ellos querían carne de la
mejor calidad y pronto alentaron a los ganaderos argentinos a producirla. Añadieron otra categoría a
los modos de criar el ganado con destino al matadero:

1) Había chillers, terneros de alta calidad, engordados en pastizales de alfalfa


2) Les seguía los freezers
3) La carne para consumo interno era habitualmente de calidad entre muy buena y media, y con
frecuencia de vaca en lugar de ternera.

La mejor carne Argentina se enviaba al extranjero, así también la demanda creció notablemente
después de la Primera Guerra Mundial.

La principal significación socio-política del comercio de carne enfriada estaba en la división de los
estancieros argentino en dos grupos: criadores (criaban el ganado de alta calidad y lo alimentaban a lo
largo de 8 meses) e invernadores (que engordaban los animales hasta que estuvieran listos para la
matanza). Esta separación del trabajo descansaba primordialmente sobre ases frigoríficas, por cuanto

99
solo la tierra de la parte occidental de la provincia de Buenos Aires y zonas similares podía utilizarse
para la alimentación de los chillers.

La separación entre criadores e invernadores era enteramente contingente, constituía un producto del
desarrollo de la industria.

Si el negocio de la carne enfriada era la parte más provechosa de la industria, el mercado interno era
con mucho mas voluminosos. Casi todo este comercio local tenía lugar en el Gran Buenos Aires. La
demanda urbana era una consideración importante para los productores de ganado del país.

De estos modos diversos, la estructura y desarrollo de la industria de la carne argentina condujo a l


formación de cinco grandes grupos de interés:

1) Los empresarios de los frigoríficos, los ganaderos eventualmente divididos en:


2) Criadores
3) Invernadores
4) Los consumidores de Gran Buenos Aires
5) Y los obreros de los frigoríficos.

También pueden incluirse en la lista a los carniceros, los dueños de ferrocarriles y los agentes navieros,
pero identifica a los grupos de más importancia. Sus intereses estaban definidos por las posiciones que
ocupaban en la industria de la carne.

Los dueños de frigoríficos

Cumplían una función de intermediación. Compraban ganado listo para la matanza y vendían carne
para ser consumida. Los precios absolutos del ganado y la carne no le interesaban, lo importante era el
margen entre esos precios, pues allí estaba su beneficio. La preservación y expansión de este margen
era el interés principal. Su propósito consistía en comprar tan bajo como fuese posible y vender más
caro.

Era imposible que cualquiera instalara un pequeño frigorífico. Inversiones y costos tan elevados
obligaban a los dueños a procurar grandes volúmenes de comercio, lo que dependía principalmente de
constantes fuentes de suministro. Sin embargo, los empresarios frigoríficos no tenían virtualmente
ningún control sobre sus suministros. El exceso de estos significaba costos de compra más bajos, pero
también podía significar un precio más bajo para la carne.

Bajo estas condiciones los empresarios daban todos los pasos que podían para asegurarse suministros
regulares, en especial de chillers, que tenían mucha demanda.

El siguiente azar principal era el transporte. La velocidad en el viaje a Europa era particularmente
importante para la carne refrigerada, cuyo carácter perecedero determinaba que el tiempo fueses una
preciada cuestión. Si la carne no se vendía al por menor dentro de los cuarenta días siguientes al de la
matanza era preciso congelarla y venderla con perdida. La competencia para ganar lugar en los buques
era una cuestión de supervivencia y rapidez. Esta tensión inducia a los dueños a llegar a una serie de
acuerdos para la distribución de facilidad de transporte.

Estos se conformaron en pools, estos permitían a sus miembros compartir el tonelaje disponible en los
barcos y regular los suministros al mercado británico de modo tal que el momento y la cantidad de los
embarque pudieran ajustarse al poder de absorción del mercado.

100
Los pools equivalían a un prorrateo del mercado británico para la carne argentina. El poder real de
estos se ejercía en el mercado ganaderos de la Argentina, donde los empresarios de los frigoríficos
gozaban de un virtual monopolio de compra. Un reparto del espacio de las bodegas implicaba
naturalmente un reparto del ganado que se compraba para la exportación.

Como grupo, los hombres que dirigían los frigoríficos Vivian generalmente en Buenos Aires o en sus
suburbios. Su función económica consistía en prestar servicio al sector ganadero antes que en
fomentar la industrialización del país. Debido a sus intereses naturales, cabe identificarlos como sector
rural o al menos ruralmente orientado. Tenían contactos con la aristocracia terrateniente, y podrían
colocarse en la categoría general de la clase alta.

Ganaderos: criadores e invernadores

Los hacendados argentinos nunca tendieron hacia la cohesión o la cooperación. La tensión y la


sociedad de la vida en las pampas habían alimentado en ellos un altivo orgullo por su independencia
social y económica.

A medida que progresaba el comercio de exportación, la división del trabajo entre criadores e
invernadores formo dos grupos separados cuyos intereses a menudo divergían. Los invernadores
comerciaban casi exclusivamente con novillos chiller. Si los mercados eran limitados en el exterior,
entonces tendían a competir contra quienes criaban freezers y canners. Dentro del comercio de chiller
los criadores compraban terneros a los criadores, y vendían ganado a los frigoríficos. No les
preocupaba tanto el precio absoluto de sus mercaderías como el margen del precio del costo. Este
punto es decisivo para comprender su conducta política, pues su deseo de comprar ganado barato los
enfrentaba a veces con os criadores y los alineaba junto a los frigoríficos.

Los invernadores adoptaban una posición flexible. Su tierra solía ser excelente tanto para la agricultura
como para el pastoreo.

Socialmente los invernadores se apartaban por lo habitual de las costumbres rudas de sus
antepasados. Había poco que hacer en las estancias por cuando el ganado requería pastizales
abundantes y un mínimo de cuidado, y por eso no siempre residían en el campo. Si bien sus interés y
antecedentes eran decididamente rurales, Vivian y trabajaban en buenos aires tanto como en la
pampa.

Los criadores generalmente adoptaban una vida más tradicional. Su ocupación exigía constante
atención a la cría, nacimiento y crianza de ganado. Pasaban menos tiempo en Buenos Aires o en
Europa que los invernadores. Contaban con dos principales cauces de salida para su ganado: 1) la
venta los invernadores, 2) la venta de ganado en el mercado de Liniers.

Los criadores de novillos cheller habitualmente criaban freezers y hasta también algunos canners, y
dentro del negocio chiller, desde luego, continuaban oponiéndose a los invernadores y los frigoríficos.
En su mayor parte, los ganaderos argentinos perseguían sus intereses económicos o como criadores o
como invernadores.

Como grupo los invernadores tendían a ser ganaderos en gran escala. Según los datos para la provincia
de Buenos Aires, puede calcularse un índice aproximado de su magnitud dividiendo el porcentaje de
invernadores que había en el total provincial de ganaderos en gran escala por el porcentaje de
invernadores que había en el total provincial de todos los ganaderos.

101
Los criadores pertenecían a la clase media y los invernadores a la clase alta. Debido a su posición de
mercado flexible y a la gran cantidad de tierras que poseían, los invernadores tenían indudablemente
mas poderío económico que los criadores, para algunos estancieros, este equilibrio bien podía
acarrear ciertos matices sociales. Sería peligroso atribuir características de clase a esos grupos de
modo simplista. Al menos en cuanto a liderazgo, que es de lo que principalmente trata este estudio, no
existen pruebas de que a las diferencias de poder económico correspondieran iguales diferencias de
poder social.

Procedían de familias aristocráticas. Las disparidades socio económicas entre unos y otros no parecen
haber estado sustentadas por sentimientos de conciencia de clase: las figuras más importantes de
ambos grupos procedían de la clase alta.

Los invernadores estaban concentrados principalmente en Buenos Aires, al paso que muchos criadores
estaban dispersos en las zonas menos favorecidas de Córdoba, corrientes, santa fe, entre ríos, la
pampa, san Luis.

La sociedad rural argentina

Institución que representaba los intereses de los estancieros. La sociedad Rural gozaba de significativa
representación en el gobierno. Entre 1910 y 1043 cinco de las nueve administraciones presidenciales
fueron encabezadas por hombres pertenecientes a la Sociedad. Esta tendía a controlas los ministerios
de mayor importancia, sobre todo Relación exteriores, Hacienda y los puestos militares. La influencia
de la institución era particularmente aparente respecto de la ganadería y agricultura. Era también
costumbre gubernamental consultar a la Sociedad acerca de todos los problemas relacionados con la
ganadería.

La Sociedad estaba fuertemente representada en el gabinete, antes, durante y después de los


gobiernos radicales (16-30) y aproximadamente el 15% de las bancas del Congreso fueron ocupadas
por sus miembros. Poseía gran poder político, la cuestión es saber cómo lo empleaba.

La Sociedad defendía intereses limitados. Solo incluida el 10% de los estancieros dedicados al comercio
del ganado. Las organizaciones ganaderas locales tenían escasísimo poder y prestigio. Y la mayor parte
de ellas estaba vinculada con la misma Sociedad, alrededor de 1918 se fundó una Confederación de
Sociedad rurales para unir las asociaciones locales.

Parece lícito identificar a los miembros de la sociedad rural como aristócratas de la clase alta. Eran
hombres de fortunas y buena familia. El 75% poseía residencia en Buenos Aires. Ello significa que eran
lo bastante prósperos para ser dueños de casas en la ciudad así como estancias con ganado.

Las luchas internas se centraban habitualmente en las elecciones bienales para designar al presidente.
Los invernadores poseían una leve ventaja sobre los criadores para competir por los puestos del
directorio, pues vivían más a menudo en la ciudad de Buenos Aires donde se votaba y se tomaban
decisiones.

Los consumidores urbanos

El grupo más vasto y menos coherente de todos estaba constituido por los consumidores del GRAN
Buenos Aires, 24% de la población nacional. Eran diversos: inmigrantes, estibadores, empleados de
oficina, industriales, banqueros y pequeños comerciantes. Algunos eran ricos, otros pobres, y otros
entre ambos.

102
La mayoría de los consumidores urbanos pertenecían a la baja clase media y especialmente a la clase
baja. El 65% de la población en ese periodo era de clase baja. Por cuanto muchos de los residentes en
la ciudad de la clase media identificaban sus intereses con los de los productores de carne de clase
alta.

En este contexto, su función consistía en consumir carne. Comían increíbles cantidades de ella,
alrededor de 250 libras por año cada persona. Su interés era adquirir una provisión constante de carne
tan barata como fuera posible. Más carne por menos dinero.

Como los consumidores tenían una escasa representación directa en la misma industria, sus intereses
se articulaban `principalmente en la esfera política habitualmente a través de dos instituciones
principales. El Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires y en el Congreso. En ambos planos el
vocero más consecuente fue Juan B Justo.

Los obreros de los frigoríficos

Los obreros de los frigoríficos procedentes principalmente de las masas de la clase baja de la ciudad y
los suburbios de Buenos Aires y empleados en la industria en gran escala, eran completamente
urbanos y su número era significativo.

Sus condiciones de trabajo eran difíciles, carneaba y condimentaban la carne destinada a la


distribución diaria en el mercado local. Las horas de trabajo y los salarios dependían de la magnitud de
la matanza que variaba conforme con la demanda y que era restringida por los pools de los frigoríficos.
Sus intereses no solo iban por la clásica exigencia de aumento de salario, sino también por mejorar las
condiciones de trabajo.

No poseían mucho poder económico, y estaba organizado por compañías antes que por gremios
industriales. Optaban por seguir sus metas a través de la acción política.

En este grupo se puede estudiar tres sectores: los industriales, los agricultores y la clase media

Los industriales tenían importancia debido a su creciente peso en la economía nacional, pero más
específicamente de la rivalidad potencial en este grupo, la clase media y los terratenientes.

A los cultivadores de trigo la industria de la carne les imponía una perspectiva ambigua. Las zonas que
se utilizaban para engordar ganado eran también zonas excelentes para el cultivo del trigo.

Los pedidos de los sectores del trabajo se formulaban de un modo desarticulado hasta la fundación de
la CGT en 1932, entonces e intensificó la actividad obrera. Lo significativo de la actitud de esta clase
fue que, constituyo la base política del ascenso de Perón.

Los contendientes y su poder

Tres de estos grupos eran esencialmente rurales, los criadores, los invernadores y frigoríficos. Los otros
dos grupos, consumidores y trabajadores eran decididamente urbanos y pertenecían a la clase baja.
Esta alineación competitiva proporcionaba una oportunidad concreta de examinar el lugar original de
las luchas de los grupos, la posibilidad de su transición.

Las luchas entre estos grupos estaban destinadas a estallar por motivos de cuestiones económicas:
precios del ganado, precios de la carne, salarios y condiciones de trabajo.

103
El recurso de la lucha política podía convertir los motivos de queja privados en problemas públicos,
movilizar un apoyo activo entre los grupos exteriores y obligar al poder del Estado a resolver la
cuestión.

Capitulo 3

Yanquis, Guerras y Trusts.

Los británicos se habían asegurado casi el monopolio del negocio del congelamiento de carne. Las
compañías frigoríficas de propiedad británica lograron ciertos beneficios notables y los ganaderos
argentinos cosecharon las ganancias derivadas de los precios ascendentes de los animales.

Aparecen los imperialistas

En 1907 Swift and Company de Estados Unidos compró una planta inmensa de congelamiento. Inicio
su promoción de cría de novillos de alta calidad destinados a la preparación de carne enfriada. Los
intereses británicos recibieron un serio desafío hacia 1910 en realidad, los frigoríficos con sede en
Chicago estaban más de la mitad de la carne enfriada que se exportaba desde el Rio de la Plata.

En la Argentina, los propagandistas pro británicos denunciaron los peligros de la penetración


norteamericana. Advertían que los norteamericanos unirían fuerzas para suprimir la competencia en el
mercado ganadero. Por lo que no solo los británicos se verían perjudicados i no también los productos
argentinos.

Se inicio así una campaña antinorteamericana que se transfirió a la cámara de diputados en junio de
1909, cuando se presento una ley para prohibir los trusts de acción conjunta en el negocio de los
frigoríficos. Preocupaban los acuerdos de fijación de precios de animales destinados a la matanza, y
afirmaban que el temor al “trust de la carne” de Chicago estaba ampliamente justificado por la
experiencia.

A primera vista esto parece un ejemplo cabal de antiimperialismo. El discurso introducido lamentaba
explícitamente los intentos extranjeros por “fundar un imperio dentro de nuestra Republica”. Lo que
parecía ser un antiimperialismo era en realidad una suerte de inter-imperialismo.

El punto básico de la proposición consistía en ganar el apoyo de los ganaderos y transferir el conflicto
anglo. Norteamericano del sistema económico al sistema político. Se quería que el trust
norteamericano no pudiera dictar precios y condiciones a los ganaderos, los precios deberían estar
sujetos a la oferta y a la demanda. Este proyecto representado por los hermanos Carles fue ignorado.

En 1910 cuando los considerables envíos de carne enfriada realizados por firmas norteamericanas
acabaron por inundar el mercado británico, la competencia obligo a los frigoríficos a mantener los
precios para el ganado argentino. Las compañías comenzaron a registrar algunas perdidas. Así los
empresarios de frigoríficos se unieron en un pool y distribuyeron los envíos totales entre los distintos
grupos. El capital estadounidense paso a primer lugar en la industria frigorífica argentina.

Los empresarios norteamericano solicitaron conservar el pool y a ello le siguió una dura competencia.
El mercado británico quedo inundado de carne enfriada y los precios descendieron en forma
alarmante como las condiciones empeoraban, los británicos intentaron nuevamente estimular la
acción política. La resistencia hacia el trust norteamericano se despertó con más intensidad.

104
Las autoridades argentinas se apartaron de los norteamericanos y se volvieron a los británicos, el
mejor modo de combatir cualquier trust de carne consistía en volver a abrir los puertos británicos al
ganado en pie procedente de la Argentina.

División de los ganaderos

La intrusión del capital estadounidense en la industria de la carne separo a los estancieros argentinos
en dos grandes grupos: los que vendían a los norteamericanos y los seguían vendiendo a los británicos.
Se abrió una grieta por la lucha de intereses británicos y norteamericanos entre los ganaderos.

Los británicos procuraron llevar el problema a la lucha política poco después de que se hubiera
desintegrado el pool. Roque Sáenz Peña era aun presidente y el gabinete estaba integrado por
hombres de la aristocracia.

Entretanto los consiguientes beneficios habían cegado a los estancieros a la táctica norteamericana de
quebrar el pool a fin de monopolizar el mercado y explotar luego tanto a productores como a
consumidores. En defensa de estos últimos se propusieron dos medidas, un ceso ganadero y una ley
general anti trust, también se solicito un empresa mixta sostenía por el Estado y capital privado
argentino.

La concentración del mercado en manos de norteamericanos favorecía en realidad a los ganaderos


puesto que el volumen acrecido del comercio aseguraría a los frigoríficos beneficios t les permitiría
pagar precios más altos por el ganado. Y no había ninguna razón para que los frigoríficos se lanzasen a
una campaña con vistas a causar la bancarrota de los estancieros.

Sáenz Peña sometió al congreso una ley con medidas anti trust que prohibía la aplicación de precios en
detrimento del consumidor, un censo ganadero y propuestas para estudiar los intereses del productor
y del consumidor, todo fue archivado.

La facción que disponía de mayor poder económico desplego mayor poder político. Este resultado
significo también un triunfo para la Sociedad Rural. La oposición no había logrado reunir sus fuerzas.
Los ganaderos continuaron reinando sin obstáculos.

El comercio de la carne en tiempos de guerras

La primera guerra mundial interrumpió temporariamente los envíos de carne a Europa pero el trafico
repunto después de que el gobierno británico anuncio que compraría toda la carne para su pueblo.
Con el fin de asegurar suministros para las tropas aliadas la Cámara de Comercio arrendo luego la
planta. La demanda de carne envasada y congelada suprimió temporariamente la rivalidad latente
entre criadores e invernadores. Este estado se prolongo hasta 1916 en que las consecuencias de la
creciente demanda de carne conservada y congelad ano permitía vender ganado a los recios
habituales chiller.

Oposición a los trabajadores

Con los radicales en el poder la acción y las actitudes del Estado y los grupos envueltos en la política de
la carne cobraron especial significación. Este gobierno fue puesto a prueba por una serie de huelgas en
los ferrocarriles y en las plantas frigoríficas de propiedad británica.

105
A fines de 1917 en las plantas de trabajo comenzaron a despedir a dirigentes, los obreros se
declararon en huelga a modo de represalia y 11.000 hombres abandonaron el trabajo. Sus exigencias
era: 8 horas de trabajo, pago de horas extras, subsidios de viajes, feriado del 1 de mayo. A medida que
la huelga progresaba los obreros de los frigoríficos recibieron el apoyo del poderoso sindicato de
marines que boicoteo todos los cargamentos, también la FORA tomo la dirección.

En esta disputa los estancieros se apuran a poyar a los frigoríficos, estos pidieron que las autoridades
tomaran medidas.

La actitud del gobierno radical arroja ciertas dudas sobre las índoles de la a menudo mentada política
de neutralidad de Yirgoyen en la Primera Guerra Mundial. Y también, proporciona un significativos
precedente de la infame Semana trafica de enero de 1919 cuando obreros y policías libraron
sangrientas batallas en Buenos Aires.

Como vocero de la clase media, se alineo con los barones de la carne y los capitalistas extranjeros en
lugar de con los obreros.

Alianza de consumidores y ganaderos

En julio de 1917 se volvieron a presentar las medidas generales anti trust que había preparado en 1913
el comité sobre trusts. Estos voceros estaban indudablemente a favor de los ganaderos: Buenos Aires
era la principal pcia ganadera del país, el partido conservador era un tradicional baluarte de los
hacendados y la mitad de los proponentes de la ley pertenecían a la Sociedad RURAL. El grupo estaba
dispuesto a colaborar con los consumidores.

Un informe sostenía que los precios del ganado debían ser los mismos que los precios del mercado
análogo en los otros países exportadores del mundo. En la lucha contra el monopolio capitalista de la
carne seria absolutamente necesario capacitación económica para organizar un propio
aprovisionamientos, mediante frigoríficos municipales o regionales y también para entrar en relación
directa con los grandes mercados extranjeros de consumo.

Los dirigentes socialistas hicieron circular el texto de una ley anti trust. Prohibía el monopolio y se
especificaban una infinidad de pecados: acaparamientos de mercancías, precios fijos, ventas baratas
al exterior convenios para distribuir la producción, entre otros.

Aprobación de la ley

Fue respaldado por diputados socialistas. En 1921 surgió la ley anti trust.

La demostración mas sorprendente de la alianza entre consumidores y ganaderos sobrevino cuando


Justo pidió que una clausula que prohibía los acuerdos para limitar la producción no debían aplicarse
meramente a las mercaderías básicas de consumo.

Sancionada finalmente, la ley fue prolongada. En único cambio significativo fue el que se introdujo en
respuesta a una petición de que una clausula contra el alza artificial debería prohibir también la
reducción artificial de los mismos.

El papel de los socialistas en esta campaña no ha de considerarse como una transición significativa del
poder desde los grupos rurales a los urbanos, o desde las clases altas a bajas. El éxito último de los
esfuerzos contra los trust dependió en gran medida de la cooperación, la tolerancia y las necesidades

106
de los ganaderos. Si bien los consumidores participaron en la persecución del poder político en última
instancia no lo tuvieron.

 Roy Hora “terratenientes, empresarios industriales y crecimientos industrial en la argentina.


Los estancieros y el debate sobre el proteccionismo 1890-1914)”

El autor señala dos grandes vertientes de interpretación: una que enfatiza el antagonismo entre
terratenientes e industriales y otra que subraya la armonía entre estos segmentos del empresariado.

Por la primera, distintos autores han sostenido que los grandes terratenientes pampeanos
sistemáticamente mostraron escaso interés hacia el desarrollo de la industria.

Los defensores de esta línea de interpretación encontraron en la falta de raíces del empresariado
industrial en la vida argentina unos argumentos para entender las debilidades del proceso de
industrialización. En su mayoría inmigrantes recientemente arribados al país, los industriales del
cambio de siglo habrían crecido de agresividad no solo en su comportamiento como empresarios, sino
también en la arena política. Como consecuencia de esta debilidad habría resultado indiferente o
declaradamente hostil al desarrollo manufacturero. Para esta visión el estado controlado por sus
grandes propietarios territoriales, habría favorecido aquellas políticas librecambistas que
profundizaban la vinculación de la economía argentina con los países industrializado del hemisferio
norte, por lo que la protección a la industria habría encontrado escaso eco en las esferas oficiales. Así
se argumento que las políticas arancelarias tenían por objeto principal el financiamiento del estado y
no la protección del sector industrial.

Una visión alternativa comenzó a desafiar esta visión “pesimista”. Para esta nueva línea no habrían
existido mayores contradicciones entre expansión agraria y crecimiento industrial. Dentro de esta
perspectiva hay dos vertientes de interpretación. La primera ha prestado escasa atención a los actores
que protagonizaron el proceso del crecimiento industrial. La otra vertiente hace referencia a la no
preocupación por de los grupos empresariales que impulsaron el desarrollo industrial argentino.

Los investigadores cuya inspiración proviene del marxismo arribaron a la conclusión de que la
experiencia argentina ilustra no tanto una oposición entre empresarios industriales y terratenientes
como la conformación de una única y poderosa clase empresarial que habría obtenido el control de
todos los sectores de la economía, agricultura, industria, comercio y finanzas.

Se propone el análisis de un aspecto hasta ahora poco explorado: la relación de los propietarios
territoriales de la pampa a la emergencia de un clima favorable al desarrollo industrial en las décadas
del cambio de siglo. La aparición de las primeras grandes fabricas que desplazando a las pequeñas
manufacturas que caracterizaban al paisaje industrial argentino comenzaron a concentrar una parte
significativa de la producción industrial. Así mismos la década d e1890 dio lugar a la parición de
propietarios industriales más poderosos que conto con voceros calificados entre la elite política de la
Republica Oligárquica.

En este trabajo ha y un análisis sobre las luchas entre los defensores y detractores del proteccionismo,
desde la perspectiva que ofrecen los propietarios rurales, y toma distancia tanto de la visión que
subraya la armonía entre los industriales y terratenientes como de aquella otra que enfatiza el carácter
esencialmente conflictivo de sus relaciones. Argumenta que contra lo que sostienen los revisionistas,
107
entre la crisis del Noventa y el estallido DE LA primera Guerra mundial no existió identificación de
intereses entre terratenientes e industriales. El principal motivo de conflicto para los terratenientes
giraba en torno a las represalias comerciales contra la producción exportable pampeana, incitada por
las barreras aduaneras argentinas. Estas amenazas inquietaron a los terratenientes, pero ello no se
tradujo en enfrentamiento entres estancieros a los estancieros y empresarios débiles.

Contra lo que han afirmado los autores de la visión pesimista, en PAN se manifestó a favor del
desarrollo manufacturero. No fueron los industriales si no los terratenientes quienes reaccionaron con
mayor vehemencia.

Finalmente se señala que este debate comenzó a perder vigencia conforme avanzaba el nuevo siglo, al
calor de una nuevos contexto expansivo que formulo la manera en la que los terratenientes definían
su relación con el sector industrial. Hacia 1900 se hizo evidente que los empresarios argentinos habían
alcanzado un acuerdo tácito de convivencia y que la política económica favorecía posiciones
intermedias en la discusión sobre proteccionismo y el librecambio. Esta situación fue aceptada tanto
por industriales como por empresarios rurales por un cuarto de siglo.

La crisis del Noventa: crecimiento industrial y avance del proteccionismo

El capitalismo argentino experimentos un marcado proceso expansivo. La consolidación del orden


político estimulo el ingreso de un sostenido flujo de capital e inmigrantes. La construcción de una
densa red de puertos, telégrafos y ferrocarriles creo condiciones propicias para la expansión
productiva y a lo largo de la década del 80 la economía argentina creció a un ritmo febril.

La década sin embargo termino con una depresión inusitada. La crisis del Noventa comenzó en el
mercado financiero pero pronto afecto a todos los sectores de la economía.

El presidente Pellegrini lanzo un programa de reforma fiscal destinado a contrarrestar los efectos de la
depresión económica. Con la intención de incrementar el ingreso fiscal y el saldo positivo de la balanza
comercial, el gobierno impulso elevación de las tarifas aduaneras. En 1891 una nueva ley de aranceles
entro en vigencia.

Estas medidas surgieron debido a la penuria fiscal pero también indican el propósito de la elite política
de ampliar el campo de la acción estatal y contribuir a diversificar la actividad económica. La
depreciación del peso que se verifico desde fines de la década del 80 beneficio a aquellos grupos
sociales cuyo ingreso dependía directamente de las ventas al exterior, entre los que se destacaban los
empresarios rurales. En consecuencia, tanto las condiciones económicas como las políticas
gubernamentales contribuyeron a crear un ambiente más favorable para el crecimiento industrial.

En estos años la industria se convirtió en una presencia más visible en el escenario urbano. Las grandes
fábricas adornaron el paisaje, en especial los suburbios de Buenos Aires.

En general los grandes propietarios mostraron escaso entusiasmos por las transformaciones asociadas
al crecimiento industrial. Sus objeciones no compendian a la totalidad del sector manufacturero. La
industria argentina tenía una estructura dual. Las unidades de producción elaboraban productos
primarios destinados a la exportación. Los empresarios rurales alentaron la expansión de este sector
que generaba eslabonamientos hacia delante que valorizaban la producción primaria, y que reforzaba
la orientación exportadora de la economía Argentina.

Un segundo grupo de industrias producía para el mercado domestico. Dentro del mismo conviene
distinguir dos sectores: el que manufacturaba bienes transables y el que producía un factor crítico,
108
elaboraba alimentos y bebidas, que no soportaban altos costos del transporte extranjeros. El segundo
en cambio competía con la producción importada, en este sector se evidencian falta de competitivas y
se vio obligado a refugiarse detrás de barrera arancelarias. Este sector concitaba mayores rechazos de
los voceros rurales, ya que consideraban que debía su existencia a políticas proteccionistas que solo
servían para erigir industrias ineficientes, dependientes de la ayuda estatal.

Sobre todas las cosas a los estancieros les preocupaba que las tarifas aduaneras que protegían a estas
industrias concitaran represalias contra las exportaciones rurales. En particular temían que los países
extranjeros que comerciaban con la Argentina reaccionaras a los obstáculos que encontraban sus
exportaciones reduciendo sus compras de bienes pampeanos.

Los países continentales estaban decididos a proteger sus sectores agrícolas de la competencia
extranjera. En los años noventa se produjo una caída en el valor de las comprar externas producto de
la crisis económica general. En este contexto las voces de alarma no se hicieron esperar, y los
terratenientes comenzaron a protestar contra el proteccionismo. La liga Agraria reclamo la reducción
de aranceles. Francia elevo los derechos aduaneros sobre el trigo importado, España amenazo con
cerrar sus fronteras al ingreso de carne salada en caso de que la Argentina elevase los derechos sobre
el vino peninsular para proteger su industria vitivinícola.

Estas inquietudes encontraron eco en el Congreso Nacional, donde en definitiva se decidía la política
arancelaria en la era parlamentarista. Los representantes radicales fueron los más propensos a
sostenes argumentos antiproteccionistas. En 1894 en la discusión de ley de aduanas, el vocero del
radicalismo advirtió que la tarifa arancelaria era exorbitante, prohibicionista, con la que la Argentina
protegía su industria contribuía a crear un ambiente favorable a una hostilidad internacional contra los
productos de ganadería y agricultura.

“Donde hay leyes protectoras, existe el peligro de una guerra de tarifas”. De a poco se iban cerrando
las puertas de los mercados consumidores de la producción nacional. La política proteccionista
produjo perturbación en la ganadería y en la agricultura.

Si la denuncia del proteccionismo encontró gran eco fue porque entonces la economía rural
atravesaba un periodo difícil que volvió a los propietarios rurales más sensibles a los problemas del
sector. A pesar de la crisis la expansión del mercado urbano del litoral contribuyo a sostener la
demanda de productos agroindustriales del interior como el azúcar y el vino. Pero no atenúa la caída
de los precios ni dio soluciones a la producción agraria.

La crisis del Noventa contrajo el crédito y una gran seguía, la más severa en treinta años, desbastó la
campaña de Buenos Aires en 1893 y 1894. Tras una década de incrementos sostenido el precio de la
tierra se vino abajo.

Este contexto de crisis, la inquietud de los hacendados antes la amenaza del impuesto del tasajo y de
modo general sus temores frente a la posibilidad de represalias comerciales dieron impulso a una
campaña librecambista que encontró eco en diversos medios de prensa. Se llamo a lanzar una
campaña para reducir los aranceles aduaneros. La Sociedad Rural llamo a esta iniciativa,
posteriormente Mitre y sus seguidores se dedicaron a agitar la bandera del librecambio. Esta fuerza
estuvo liderada por productores rurales.

109
Estancieros, política y proteccionismo durante el régimen oligárquico

La sociedad rural miro con simpatía la agitación contra el proteccionismo. Al adoptar esta actitud, las
prestigiosa y poderosa de las instituciones ruralistas argentinas no hacia si no continuar una tradición
firmemente establecida. En los años 80 os grandes propietarios de Buenos aires reforzaron su posición
económica y su prestigio social gracias al papel que desempeñaron en la transformación de la
ganadería pampeana. La crisis política con la que se abrió la década del 90 encontró a una clase
terratenientes más poderosa y consciente de su propia fuerza. La fractura y crisis del pan y las
revoluciones de 1893 estimularon la intervención directa de propietarios rurales hacia la política
provincial. Los mayores terratenientes de buenos aires impulsaron la fundación de un partido de clase
para competir con la gobernación de la provincia de buenos aires. El rápido fracaso de la unión
provincial reforzó la actitud despectiva con la que los grandes propietarios rurales contemplaban la
lucha entre las maquinaria políticas que dominaban la vida de su principal base territorial.

El eco que encontró la agitación librecambista no modifico esta actitud. La renuencia de la Sociedad
Rural a encabezar una fuerza librecambista no era resultado de conflictos al interior del sector rural.

Hasta la segunda década del siglo XX cuando estallo el movimiento de Alcorta, la expansión de la
frontera funciono como válvula de escape de muchas tensiones rurales, por lo que nunca se
produjeron enfrentamientos abiertos entre terratenientes y pequeños agricultores. Todos los
productores rurales pampeanos compartían visiones u objetivos similares. Estas posiciones también
hallaban bien acogida en el medio urbano, donde tenía lugar una serie de actividades que giraban en
torno al comercio de exportación - importación, mayorista minorista, y donde el prestigio de las ideas
librecambistas era considerable.

Es de por si significativo que distintos voceros de la campaña por la baja de las tarifas aduaneras vieran
a la Sociedad Rural como la institución líder del sector agrarios. La prensa rural presento esta visión
que también compartieron órganos periodísticos más identificados con la posición de agricultores. Se
provocaron críticas a la institución por su “silencio inexplicable” sobre derechos y tarifas aduaneras. El
presidente de la sociedad rural señalo la influencia que los interese industrialistas habían alcanzado en
el congreso y lamentaba que la asociación careciera de los medios necesarios como para imponer sus
puntos de vista.

En los tiempos de la republica oligárquica los intereses librecambistas eran políticamente dominantes.
Un clima proteccionista en los 90 predominada en el congreso. Mientras que la mayoría de los
representantes radicales y mitristas se inclinaban por le librecambio, los autonomistas favorecían
cierto grado de protección industrial. Los representantes radicales contaban con el apoyo en el litoral,
donde había grandes estancieros con economía abierta. En temas como la tarifa exista una unidad de
perspectivas e intereses entre todos los sectores agrícolas.

El elevado grado de urbanización de la región pampeana sugiere también la presencia de una masa de
consumidores urbanos que podría haberse movilizado contra la protección aduanera. El argumento de
que el proteccionismo tenía un impacto negativo sobre el costo de vida de los sectores populares era
bien conocido en la época y gozaba de fuerte predicamento. Sin embargo, nunca se activo a la cruzada
antiproteccionista. Para disgusto del radicalismo y del mitrismo y en especial del socialismo que hizo
del librecambio una de sus propuestas más caras, la movilización popular contra la protección
aduanera siempre resulto extremadamente débil.

La población trabajadora se vio sometida a una marcada tensión entre su papel como consumidora y
su papel como productora, y no parece errado concluir que este ultimo constituyo el polo dominante.
110
Ello asesto un golpe de muerte a cualquier proyecto de organizar una coalición anti-proteccionista
urbana. Es por ello que en estos años las posturas librecambistas siempre encontraron una recepción
simpática pero escaso apoyo activo en el mundo urbano.

En el interior las ventajas derivadas de la gran expansión exportadora que estaba rehaciendo el litoral
resultaban más tenues. En consecuencia, los reclamos para proteger industrias locales existentes (o a
desarrollarse) se hacían escuchar con más fuerza. Las elites del interior, los grupos que organizaban
estos reclamos y que controlaban firmemente la vida política de sus lugares de origen, nunca
rechazaron la expansión de la economía de exportación. Lo que las oligarquías del interior reclamaban
era asociarse a la prosperidad de la economía de exportación. Para ello, estos grupos impulsaron la
construcción de una red de transporte que conectara en interior con el litoral, después, lo que restaba
hacer era colocar y garantizar el desemboque de los productos regionales en los prósperos mercados
litorales. El instrumento privilegiado para lograr tal fin era la protección aduanera.

El bloque proteccionista se conformaba con las provincias del interior, que exigían un proteccionismo
decidido para estimular el desarrollo de la industria vitivinícola. Tanto vitivinícola como azucareros
apoyaron esta postura. La importancia de estas dos actividades no era desdeñable. Las bodegas e
ingenios representaban en quinto del capital total invertido en la industria.

Los industriales del litoral tendían un poco menos abrumador al predominio industrial porteño. Los
industriales del litoral, un grupo extremadamente heterogéneo, se encontraban menos estrechamente
conectados al poder político que sus colegas del interior. Con todo poseían recursos como para ejercer
influencia sobre el parlamento y el gobierno, entre los que destacaba el que derivaba de su papel
como empleadores, y sus presiones sobre legisladores y funcionarios.

Los terratenientes advertían con claridad que en PAN, la fuerza política de la republica Oligárquica,
ofrecía el principal canal a través del cual los industriales hacían sentir sus demandas. Dominaba el
interior y articulaba los intereses de las provincias de tierra adentro, acogidas a la protección de sus
industrias insipientes. El proteccionismo encontraba apoyo entre los parlamentarios del litoral porque
el compañerismo y la solidaridad política es el principal origen de tan inconveniente y antipatriótica
conducta.

El poder del autonomismo explica en parte la renuencia de la Sociedad rural a liderar debates de la
campaña antiproteccionista, que durante años permaneció restringida a debates periodísticos y
parlamentarios. Para entonces el PAN se había recuperado de la crisis en la que se había hundido en la
primera mitad de la década del 90, reconquistando plenamente el control de la escena política. Este
controlaba la totalidad del país político. A fines del 90 convoco a una convención donde Roca fue
ungido con un fuerte sabor proteccionista. El fomento de las industrias existentes era uno de los
puntos centrales.

En 1898 la sociedad rural decide romper con el silencio que hasta ahora se había considerado como el
desarrollo progresivo de una política económica cuya adopción es perjudicial a las verdades de la
fuente de riqueza nacional. Criticando a las políticas económicas seguidas desde 1880, a las que
calificaba como extremadamente nocivas para el sector rural. Los ruralista denunciaban el
proteccionismo con argumentos que venían voceando desde años antes.

111
La tarifa arancelaria: un espacio de compromiso antes que de conflicto

Para los estancieros, el proteccionismo comenzaba a convertirse en un tema de discusión intelectual y


en un motivo de queja incesante, y dejaba de ser un problema que causara profunda inquietud, o que
amenazase su activismo político.

La primera razón que explica el temor de los terratenientes acerca de lo que el desarrollo industrial
implicaba, era el que se vinculaba a la gradual atenuación de las amenazas de las guerras de tarifas.
Con el paso de los años la argentina se torno menos vulnerable a las presiones externas. Los nuevos
bienes exportados (la carne en especial) se orientaban crecientemente no hacia los mercados
protegidos de Europa continental si no al librecambista. Para comienzos de siglo XX las exportaciones
argentinas se convirtieron en las más diversificadas de América latina, tanto por la variedad de bienes
como por su destino final. En este contexto las amenazas de represalias comerciales se volvieron
menos peligrosas que a comienzos de la década anterior.

Desaparecida esta, el efecto negativo de la protección aduanera sobre la economía de exportación


resultaba menos dañino de lo que algunos terratenientes sostenían. Al afectar el precio de los
productos de consumo importados o producidos localmente, la protección actuaba como un impuesto
sobre el consumo. El aumento del costo de los bienes de consumo popular determinado por la tarifa
aduanera, incidía sobre los niveles salariales rurales y urbanos, y afectaba el precio de los productos de
exportación. Sin embargo para los empresarios las consecuencias nunca fueron graves, pues el sector
de exportación no hacia un uso intensivo del sector del trabajo.

Pellegrini debió pagar un costo por su predica industrialista, que erosiono sus apoyos políticos en la
provincia de Buenos Aires. Los voceros del librecambismo no propusieron alternativa alguna al sistema
impositivo basado en los derechos a los productos importados. En todo caso, lo que pretendían era
mantenerlo dentro de ciertos límites. En su mayoría, los estancieros parecían coincidir en verlo como
un “mal necesario”.

La creciente indulgencia de los estancieros hacia el proteccionismo fue favorecida por un contexto
político y económico bien distinto del que signo gran parte de los años noventa. No existían amenazas
para un PAN que se mostraba renovado y fortalecido; Roca volvía a ocupar la primera magistratura y
sería recibido con más simpatía en 1898 que en 1880 por los grandes propietarios rurales pampeanos.

Es necesario enfatizar que no se trataba solo de que los propietarios rurales habían cambiado su
visión sobre el líder del PAN. El propio Roca también se mostro dispuesto a ganarse el favor y apoyo de
este grupo social, por ejemplo otorgando al Departamento de Agricultura el rango ministerial e
invitando a dos directivos de la Sociedad Rural a formar parte de la lista de diputados nacionales. Al
inaugurar las sesiones parlamentarias de 1899, Roca se comprometió a no impulsar la política
proteccionista.

La defensa de Roca hacia los grupos terratenientes culmino en la Ley de Convertibilidad de 1899. La
misma, por otra parte, pone de manifiesto la compatibilidad entre algunas demandas del
empresariado rural y del industrial. Los beneficios de una moneda devaluada y estable eran claros
tanto para los productores rurales como para los industriales, ayudando a impulsar un boom de
inversiones extranjeras que supero a la de la década del 80` y que no se interrumpiría hasta la primera
guerra mundial.

Si bien la Argentina era el país más industrializado de América Latina, esta se encontraba muy
vinculada al procesamiento de productos primarios de exportación.
112
Lo que resulta decisivo para entender la creciente aceptación de la presencia industrial por parte de
los terratenientes es que, superada la etapa de inquietud que estos manifestaron en los años noventa,
para el cambio de siglo comenzó a advertirse mejor que el desarrollo industrial no perjudicaba sus
intereses, y que resultaba inofensivo para la expansión agraria. Así, en 1900 el presidente de la Unión
Industrial señalaba que le periodo posterior a 1880 había asistido al desarrollo de la industria y de una
política arancelaria proteccionista al mismo tiempo que la economía rural experimentaba la expansión
más formidable de toda su historia. Luego del boom de exportaciones de la primera década, la mayoría
de los propietarios rurales comenzaban a considerar a la industria no como una amenaza sino como un
complemento del sector agrario. Para la década de 1900, el proteccionismo ya no provocaba temor
alguno entre los terratenientes.

A diferencia de las discusiones de la década de 1890, el debate parlamentario sobre la ley de aduanas
de 1905 no atrajo la atención de los empresarios rurales ni del público en general, pasando
prácticamente inadvertida. Ni la Liga Agraria ni la Sociedad Rural habían participado del debate. La
única voz que se alzo en contra era la de Alfredo Palacios.

Conclusiones

Durante las últimas décadas del siglo XIX la Argentina asistió a la emergencia de un sector industrial
moderno de ciertas proporciones y de ciertas políticas orientadas a favorecer su crecimiento. Estas
medidas, cuyo mayor instrumento era la tarifa aduanera, no resultan asimilables a las políticas
proteccionistas de la década de 1930.

Este proteccionismo tenía defensores entre las oligarquías provinciales. En las provincias pampeanas
y litorales, en cambio, se hacía notar el poder de los grupos sociales vinculados a la economía de
exportación. Aquí se encontraban los grandes terratenientes más ricos del país.

Podemos intentar replantear los términos del clasico problema de la ausencia de un partido
industrialista en la Argentina agroexportadora:

 Partidos de este tipo son la excepción más que la regla


 La buena acogida a las demandas de protección industrial puede funcionar como
obstaculizador de la emergencia de una fuerza industrialista
 Los industrialistas nunca se inclinaron por considerar el problema desde la perspectiva de
partido
 Mas que un partido industrial, lo que le falto a la Argentina agro exportadora fue un partido
libre cambista

Durante el periodo de la expansión agropecuaria, el sector rural siempre requirió menos apoyo
estatal que el sector industrial. A partir de la crisis del sector rural de 1890, la incertidumbre y el
pesimismo marcaron fuertemente la reflexión y la actividad económica; recién aquí comienzan los
reclamos del sector rural y se esboza un intento de creación de partido librecambista. Dos obstáculos
frenaron este proyecto:

1. La conciencia de la existencia de un partido político de gran fortaleza


2. La debilidad de “las clases productoras” frente a ellos

Solo se abrió esa posibilidad a partir de la crisis de 1890 y el debate de proteccionismo y el


librecambio. Pero en el cambio de siglo, el proyecto de armar un partido de claros principios
económicos de librecambio no solo se torno inviable, también se rebeló innecesario. Ya era evidente
113
que el proteccionismo y el crecimiento industrial no amenazaban la vitalidad del sector de
exportación.

Considerando así el problema, podríamos decir que las relaciones del sector rural con el industrial en
la era agroexportadora no reconoce el carácter estructuralmente antagónico que se le había atribuido.

114
1.2 – CLASE 7
PROTECCIONISMO Y LIBERALISMO – CUESTIONES NACIONALES – CAPITALES EXTRANJEROS

 Campi, Daniel (2000) “Economía y sociedad en las provincias del Norte”. En Mirta Zaida
Lobato (Directora) El progreso, la modernización y sus límites Nueva Historia Argentina,
Sudamericana, Buenos Aires, Vol. 5.

Desde el punto de vista de los beneficios de una empresa económica, el ferrocarril a Tucumán era un
acto rayano a la locura pero como contribución a construir la nación Argentina era una empresa
heroica. Llego a la capital provincial en 1876 y fue uno de los factores que desencadernaron un
proceso de transformaciones en gran escala en todo el Norte Argentino.

El motor de esas transformaciones fue la expansión del cultivo y la industrialización de la caña de


azúcar, bajo cuya egida se redefinieron las relaciones económicas, espaciales, sociales y políticas. El
proceso no se manifestó de igual manera en toda la región y lo hizo con diferentes ritmos e
intensidades según las zonas.

El afianzamiento del nuevo modelo acelero la decadencia de una sistema de articulaciones


económicas con los Andes y el Pacifico forjado en la colonia en torno a la minería altoperuana
consumando la lenta pero sostenía atlantizacion de las economías extra pampeanas. Todo el espacio
regional se refuncionalizo alrededor del azúcar.

Otra manifestación del proceso fue el surgimiento de grandes unidades productivas agroindustriales,
algunas de la cuales ocupaban miles de trabajadores durante la zafra y requerían para su montaje y
funcionamiento inéditas inversiones de capital. La azucarera fue por muchos años una de las industrias
de mayor concentración de capitales. La elite azucarera era de reciente formación. Constituida en gran
medida por antiguas familias con tradición en actividades comerciales y manufactureras.

Profunda modificación en las perspectivas empresariales y políticas. Las transformaciones en el seno


de los sectores populares no fueron menos profundas. Alterar hábitos laborales preindustriales en
miles de hombres y mujeres y asimilarlos a la disciplina del trabajo asalariado impuesto por lo demás
en las duras condiciones laborales de plantaciones e ingenios en una época en que eran inexistentes
normas de protección al trabajador.

El protagonismo y la consecuente incidencia política de que gozaron en el Estado roquista los que
permitieron a los grupos dominantes del interior negociar una especie de redistribución del progreso
argentino consiguiendo especiales condiciones para el desarrollo azucarero en las provincias del Norte
y vitivinícola en Mendoza y San Juan.

En el caso de la agroindustria del azúcar era imposible fundar su desarrollo en la demanda externa
pues los precios mundiales descendieron de manera sostenida. La única posibilidad de articularse con
el auge agroexportador era asegurar un corpus legal proteccionista que sirviera de barrera a la
competencia externa y concretara lo que se ha definido como uno de los primeros ejemplos de
“sustitución de importaciones” en América Latina.

Pero el protagonismo político de tucumanos y norteños no pudo modificar la dependencia que


subyacía en la nueva relación que se había establecido entre esta economía regional con epicentro en
Tucumán y el área pampeana. Sus posibilidades de expansión estaban en función del crecimiento de la

115
economía agroexportadora. Las relaciones de subordinación se manifestaron también en el plano de
las relaciones interregionales.

Con la emergencia de la economía azucarera la organización espacial se modifico radicalmente. Se


definieron nítidamente áreas centrales y áreas satélites, ingenios y plantaciones se ubicaran solamente
en unas especies de oasis. La ocupación que ofrecían ingenios y plantaciones era en alto grado
inestable tanto por requerir trabajo transitorio. A su vez esta integración parcial de la mano de obra
permitía a las empresas desentenderse del problema de la manutención,

Las migraciones intrarregionales adquirieron carácter masivo. Configuraron una nueva realidad
poblacional que fortaleció el potencial económico de los epicentros en menoscabo de las áreas
satelizadas las que perdieron sobre todo población masculina económicamente activa. La provincia
más favorecida por estos flujos migratorios fue Tucumán. Estos flujos no impidieron que el Norte
argentino continuara siendo expulsor de población en beneficio de la región pampeana.

La delantera del proceso de modernización y especialización productiva la tomo Tucumán debido a su


mayor potencial demográfico y la ventaja que significo su más temprana conexión ferroviaria con el
litoral y también por las características de los sectores dominantes ya que la elite tucumana asienta su
poder en el comercio. Por el contrario la posición de poder de las clases dominantes se Salta y Jujuy
derivaba en mayor medida del control de la tierra y del excedente extraído a indígenas y mestizos.

En Tucumán el azucarero se encentra en un estado de casi permanente conflictividad. En Salta y Jujuy


los ingenios monopolizaron con diversas estrategias las tierras para las plantaciones constituyéndose
en empresas de gran integración vertical lo que les otorgo grandes ventajas competitivas frente a las
fábricas tucumanas. Los indígenas de Bolivia y del Chaco eran otra de sus ventajas.

Por el monopolio que las empresas salto- jujeñas ejercieron sobre la propiedad de la tierra y las
escasas inversiones de capitales sus efectos multiplicadores sobre la economía global fueron muy
reducidos. Dentro del mismo complejo agroindustrial la empresa producía la materia prima, insumos
para el sector fabril y los alimentos para los trabajadores.

En Tucumán, la presencia de la mediana y pequeña propiedad cañera implico una distribución menos
inequitativa de la riqueza constituyéndose una clase media rural que logro manifestarse políticamente
con independencia.

Un tercer modelo de explotación industrial de la caña de azúcar fue Santiago del Estero. Se
caracteriza por haber iniciado la producción en gran escala sin una tradición manufacturera previa.
Una agricultura comercial con fuerte inversión en infraestructura y empleo intensivo de la mano de
obra, constitución de un empresariado agrícola que cultivaba la caña en explotaciones diversificadas
con reducida presencia del minifundio.

La expansión de las relaciones salariales fue uno de los requerimientos básicos del auge azucarero.
Era necesario captar y disciplinar una masa laboral con inventivos monetarios. En todos los casos los
trabajadores temporarios duplicaban a los permanentes siendo una actividad con demanda laboral
que se concentraba en los meses de la zafra. La proletarización fue incompleta y desigual. Paradoja ya
que eran asalariados que no eran estrictamente hombres jurídicamente libres.

La homogeneidad de la mano de obra captada por los ingenios tucumanos hizo que los mecanismos
utilizados fueran los derivados de antiguas normativas socio- laborales las leyes contra la vagancia, la
papeleta de conchabo y el peonaje por deudas. El sistema coactivo entro en crisis en la década de

116
1890 por la resistencia de los peones lo que dejo el camino libre para la constitución de un mercado de
trabajo libre y unificado.

En Salta y Jujuy hubo que esperar varios años más. Los mecanismos coactivos tienen vigencia legal
hasta 1915 y 1921 pero se siguen aplicando hasta 1940. Había mayor heterogeneidad de trabajadores
y sobre estas condiciones las empresas diseñan distintas estrategias para forzar a campesinos e
indígenas a abandonar temporariamente sus actividades y así conchabarse.

El auge azucarero coincidió con el ocaso de los vínculos mercantiles que daban vida al espacio
económico peruano. Se promueve un contacto más intenso de las economías americanas con el
mercado mundial debilitando los nexos interregionales y activando tendencias centrifugas. El
crecimiento económico fue en América Latina el de los capitalismos dependientes de la actividad
exportadora desintegrando el “espacio peruano”.

La expansión azucarera no suprimió las pequeñas unidades productivas.

En Tucumán la etapa de despegue puede ubicarse entre la llegada del ferrocarril en 1876 hasta la
primera crisis de sobreproducción en 1895- 1896. A partir de allí la producción azucarera continúo
incrementándose por el constante flujo de inversiones.

Santiago del Estero desapareció como productor. La producción salteña se incremento levemente. La
expansión se concentro en Tucumán y Jujuy.

Se generan debates en torno a la cuestión de la pertinencia o no de la intervención estatal en defensa


de una actividad no tradicional. Hasta 1877 la industria se había desarrollado sin ningún tipo de
protección arancelaria especial. El proteccionismo era tolerado si no generaba un aumento importante
del costo de vida y no limitaba la corriente inmigratoria. A partir de la década de 1890 la protección se
potencio.

 Balán, Jorge (1978) “Una cuestión regional en la Argentina: Burguesías provinciales y el


Mercado nacional en el desarrollo agroexportador” En Revista Desarrollo Económico, Buenos
Aires, vol. 18, Nº 69, Abril- Julio.

Las cuestiones regionales tienen en común una dimensión espacial o territorial de las relaciones de
conflicto entre grupos y clases sociales en sociedades nacionales cuando en esas relaciones los actores,
sus intereses o lealtades están espacial y estructuralmente diferenciados.

La formación de sociedades nacionales en América latina tuvo dos características comunes a todas
ellas que incidieron en la emergencia de cuestiones regionales:

El origen colonial de los límites territoriales administrativos

La inserción neocolonial de estos países en la economía capitalista mundial

Las cuestiones regionales en Argentina fines del siglo XIX y comienzos del XX tuvieron como uno de
sus ejes centrales el fortalecimiento de una autoridad central cuya clave era la relación entre el
ejecutivo y las oligarquías provinciales. El apoyo del poder central resultaba decisivo.

Las cuestiones regionales surgieron alrededor de contradicciones dentro del estado como así también
de conflictos inherentes a los procesos de unificación económica y política. Entre las primeras la
117
principal fue la dependencia económica del Estado nacional de la economía agroexportadora. Pero el
fortalecimiento del estado estaba basado en la estabilidad política, el orden interno que requería
alianzas de la situación en el gobierno nacional con las oligarquías provinciales.

Las cuestiones regionales también se planteaban por conflictos inherentes al avance mismo de los
procesos unificadores. Es cierto que el fortalecimiento del estado nacional implicaba el debilitamiento
de las autonomías provinciales. Las burguesías del interior cuando existían podían esperar un beneficio
del crecimiento agroexportador.

Las oligarquías provinciales a menudo consolidaron su poder frente al poder privado de caudillos
locales solo con los recursos que directa o indirectamente genero la penetración del estado nacional.
Por lo menos hasta 1930 las limitaciones a la autonomía provincial no impidieron que se abriera un
amplio rango de decisiones locales que hacía que la política provincial tuviera vida propia.

Las clases dominantes en las provincias donde se radicaron las industrias azucarera y vitivinícola
tuvieron una alta participación empresaria en su formación. La política provincial fue sumamente
influida desde un comienzo por la burguesía del azúcar y el vino. La posición de las burguesías
tucumana y mendocina dentro del sistema político de dominación oligárquica permitió que pudieran
expresar las demandas en favor de sus intereses que en líneas generales fueron favorecidos desde el
gobierno nacional. Sin embargo este también debía confrontar demandas opuestas.

Las industrias azucarera y vitivinícola son dos economías regionales en las que las burguesías locales
encontraron una vía de expansión complementaria con el desarrollo agroexportador. Surgieron en
pocas décadas y al amparo de políticas proteccionistas.

Hacia mediados del siglo la economía tucumana no se encontraba en una situación ventajosa, el polo
dinámico estaba sobre todo en Buenos Aires. Desde 1820 en Tucumán se empieza a renovar la
producción de caña pero recién con el ferrocarril crece la industria.

A principios de la década de 1880 los ingenios eran propiedades familiares de residentes de las
provincias aunque todos tenían tierras y rara vez representaban la principal riqueza familiar. No
significaba que todas las familias propietarias de ingenios fueran de viejas raíces locales. Podemos
distinguir varias categorías:

De orígenes coloniales. Inmigrantes peninsulares instalados durante los años de renovación comercial
y auge de fines del virreinato

Propietarios con orígenes muy semejantes de provincias vecinas. Se trata de migración de familias
acomodadas.

Familias más nuevas en el país, inmigrantes o hijos de inmigrantes.

Propietarios de origen no claramente ubicable.

No todos los ingenios se modernizaron sino que el número de industriales fue decreciendo. El
requisito esencial para la transformación fue la disponibilidad de capitales considerables. El
equipamiento fue el primer vínculo importante de la burguesía azucarera con el capital externo.

En Mendoza la expansión vitivinícola se da hacia la década de 1870 momento en el cual ya centraba


la atención de la incipiente burguesía mendocina. El ferrocarril abría el mercado del litoral y Mendoza

118
coloca en el mismo el vino. El abaratamiento del transporte exigía la transformación productiva
agrícola e industrial. Esta transformación fue llevada a cabo por capitales locales.

La expansión tucumana conto con una burguesía más poderosa y diversificada, con una base más
firme en la propiedad agraria, que realizo inversiones importantes en la modernización industrial. En
Mendoza la renovación industrial masiva de las grandes bodegas ocurrió recién a fines de siglo y por
mucho tiempo estas convivieron con multitud de bodegas pequeñas.

Los capitales locales financiaron el aumento del área cultivada con viña, la compra de maquinaria
para los ingenios ato a los propietarios tucumanos con capitales externos los cuales fueron mucho
menores en la producción vitivinícola por ser esta menos concentrada, permitiendo también mayores
posibilidades de ascenso económico y salarios más altos que atrajeron mayor inmigración que en
Tucumán.

Las burguesías del vino y el azúcar surgían de las clases dominantes que llamamos a menudo
oligarquías, es decir clases propietarias de intereses locales diversificados que monopolizaban el poder
político en las provincias. Al hablar de oligarquías provinciales se añade una dimensión política que
está ausente del concepto de burguesías, las oligarquías eran dichas clases que por su control sobre la
política provincial participaban de la nacional.

El régimen oligárquico provincial surgió como tal con el fin de las luchas civiles y el régimen de
caudillos en los 70. La transición fue gradual: las provincias adoptaron constituciones, el fraude y la
violencia electoral remplazaron la lucha armada. Desde que la producción azucarera y vitivinícola
comenzaron a tener importancia las figuras políticas importantes fueron dueños de ingenios o
plantaciones, viñas y bodegas. El crecimiento económico trajo una mayor diferenciación social en la
burguesía pero en ninguna de las dos provincias tendieron a formarse partidos estables.

Desde un principio la vinculación ferroviaria con el interior se justifico por la unidad política tanto
como por la integración económica. El ferrocarril tenía solo un significado político en el favoritismo a
los intereses económicos de los aliados y en el apoyo armado que serviría para consolidar la
dominación oligárquica. Fue administrado durante algún tiempo directamente por el Estado Nacional
para luego ser enajenado por capitales extranjeros fundamentalmente ingleses interesados en las
economías azucarera y vitivinícola quitando un área de poder provincial.

La tarifa aduanera fue la principal medida proteccionista que tomo el estado nacional durante la
década de 1880. La tarifa fue crucial para permitir que la industria tucumana comience a abastecer el
mercado nacional. En el caso del vino la importancia del aumento de la tarifa fue menor en la década
de 1880. La política tarifaria tuvo una oposición leve esos años que tampoco formo grupos de presión
organizados.

En las décadas siguientes aparecen sindicatos empresarios y grupos de presión que expresaron los
intereses industriales por mecanismos formales en una labor política organizada pero en los 80 todavía
se canalizaron informalmente desde Tucumán y Buenos Aires.

Los aumentos de la tarifa tuvieron un significado secundario para la industria vitivinícola durante los
70 y 80. El constante aumento del precio internacional del vino mantenía los precios internos altos y
remunerativos para los productores provinciales. Para conquistar una parte mayor del mercado estos
debían mejorar la calidad del producto. Por la coyuntura internacional, el vino que llegaba a la
Argentina en los 80 era más caro y de calidad dudosa y variable. La demanda interna crecía y la
Argentina se convirtió en uno de los principales importadores netos mundiales.
119
La burguesía mendocina no actuó en forma coherente y precisa durante el periodo sino que mostro
fracturas internas importantes. Continúo contando en 1890 y 1900 con los contactos políticos que le
daba su participación en el sistema oligárquico y que le había permitido en los años 80 un acceso
directo al gobierno nacional. Eficacia de un sistema de relaciones personales. Muchos comienzan un
proceso de porteñizacion que los convierte en miembros de la burguesía nacional más que provincial.

Los gobiernos provinciales tomaron medidas a favor de las industrias regionales que favorecieron a
las respectivas burguesías entre ellas la más importante fue la de subvención impositiva. Los intentos
de utilizar el monopolio provincial para sostener los precios internos agravaron los conflictos ya
manifiestos entre provincias productoras y consumidoras que en realidad significaban la oposición
entre oligarquías provinciales productoras y consumidoras que en realidad significaban la oposición
entre oligarquías provinciales y las clases medias y obrera de los sectores rural y urbano en las
provincias del litoral pampeano.

La legislación proteccionista sobre todo a la industria azucarera enfrento a partir de entonces la


oposición abierta de estas clases que se hicieron oír invariablemente en el Congreso. Los intereses del
vino y del azúcar entraron también en colisión a nivel interprovincial cuando algunas provincias
comenzaron a aplicar impuestos al consumo de artículos que no producían. Bajo estas condiciones
resulto imposible proseguir una línea sostenida de defensa basada en la monopolización de un
producto.

Mendoza y Tucumán son dos provincias del interior que hallaron un papel complementario dentro
del proceso económico liderado por el sector externo en las provincias pampeanas. El papel de las
burguesías de esas provincias permitió el rápido desarrollo de las economías regionales que ellas
dirigían. Este papel fue importante primero por la inserción de las burguesías del vino y el azúcar en las
oligarquías provinciales cuyo poder resulto consolidado en 1880.

Se llego a un crecimiento acelerado que transformo la estructura productiva de los sectores e


introdujo cambios sustanciales en las sociedades regionales. Las industrias azucarera y vitivinícola
captaron rápido el interés de los capitales extraregionales invertidos en el ferrocarril.

Las transformaciones económicas fueron nacionalizando las industrias a pesar de la localización


provincial. Los cambios sustanciales que las industrias azucarera y vitivinícola introdujeron en
Mendoza y Tucumán se vieron reflejadas en la aparición y fortalecimiento de clases nuevas y en un
deterioro creciente del control ejercido por una clase propietaria multifacética. En las provincias del
interior de economía menos dinámica el control oligárquico perduro mucho más.

La formación de una estructura de clases a nivel nacional afecto tanto a las clases propietarias como
asalariadas y transformo los lineamientos de la cuestión regional. La ventaja comparativa de
tucumanos y mendocinos radico en el nucleamiento temprano de los intereses provinciales en
sectores con posibilidades grandes de ampliación, en la receptividad del gobierno central y en la
debilidad de la oposición.

120
1.2
CRISIS ECONOMICA DE 1890

 Gerchunoff, Pablo, Rochi, Fernando y Rossi Gastón (2008) Desorden y progreso. Las crisis
económicas argentinas, 1870- 1905. Edhasa, Buenos Aires. Cap. 2.

Juárez era un hombre de Córdoba la provincia que parecía convertirse en centro geográfico y
económico. En 1886 primer presidente que sucedía a su antecesor en un clima de paz interna y
externa, el vicepresidente era Pellegrini.

El optimismo local fue casi unánime una vez superada la corta crisis de 1885. Ese optimismo estaba
en línea con las nuevas ideas en Gran Bretaña y que el tiempo se encargaría de desmentir. Un
indicador preciso del optimismo fue la oferta de crédito que se expandía más que la demanda y que
ahorristas cada vez más pudientes estaban dispuestos a arriesgar algún capital en la argentina. La
Argentina ofrecía tierra virgen, sobre todo de Buenos Aires. Se estaba convirtiendo en un destino más
confiable para las inversiones porque se la percibía más rica.

Juárez era la encarnación del optimismo al oeste del atlántico, no fue un liberal fue un desarrollista
que trabajo sobre las ruinas del centralismo roquista, cuyos pilares habían sido el gran banco del
Estado, el proteccionismo y los ferrocarriles financieros por el fisco nacional.

La ley de Bancos Garantidos implicaba el surgimiento de múltiples bancos de emisión en las


provincias, con el respaldo pleno a las nuevas emisiones y la emisión de pagares por el stock
monetario previo en los dos casos en que así correspondiera. Los representante de la provincia de
Buenos Aires estuvieron a favor de la Ley de Bancos garantidos porque de esa manera se debilitaba el
concubinato entre el gobierno nacional y el Banco nacional permitiendo que el Banco de la Provincia
de Buenos Aires recuperara posiciones. Era mejor para la primera institución financiera oficial
Argentina competir con varios bancos débiles que con el gran aspirante al monopolio nacional.

La provincia de Buenos Aires ingreso callada y modestamente a la Ley de Bancos Garantidos. En parte
se debe a que busco el debilitamiento del adversario más temible pero hubo otros ingredientes el más
importante de naturaleza política. El gobernador Calros D´Amico decidió hacer un gesto que lo
apartaba de Dardo Rocha y que lo reconciliaba con roca y con Ju8arez.

El criterio adoptado inicialmente para la distribución de los préstamos fue el de asignarlos


proporcionalmente al pago del impuesto territorial, con lo cual no había ni siquiera en la letra del
reglamento un sesgo preferencial a favor del interior en la práctica tampoco.

Se justifico el volumen del crédito otorgado a la Capital Federal por razones estrictamente
comerciales. El mayor valor de la tierra, la sanidad de los títulos de propiedad y el vertiginoso ritmo de
desarrollo del distrito federal provocaron masivas solicitudes porteñas que ningún funcionario de una
institución financiera se hubiera atrevido a rechazar.

Al principio Europa absorbería todo. La tesis era: tierra abundante y fértil significaba disponibilidad de
crédito. La provincia de Buenos Aires supo aprovechar su ventaja comparativa.

Cuando la gestión juarista del Banco Hipotecario Nacional fue evaluada, la crítica casi unánime fue el
sesgo porteño de su política de crédito.

121
El papel moneda no se apreciaba y más bien aparecían signos de presiones devaluatorias. Ahora se
consideraba probable que las cedulas hubiera contribuido junto los proyectos ferrocarrileros a
aumentar en exceso el precio de la tierra. El precio de la tierra se había ido muy arriba mientras que el
precio de sus productos se estaba yendo muy abajo. No se trataba solo de que las provincias pobres
del norte estuvieron recibiendo fondos en exceso quizá una sobreestimación de riqueza estaba
afectando al gran arco de tierra fértil que abarcaba a Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y Buenos Aires y a
la ciudad capital. Los interrogantes sobre la Argentina ya no desaparecerían.

Con la política expansionista el desequilibrio comercial se espiralizaba y el ingreso de capitales ya no


era suficiente para financiarlo. No se podía renunciar a los capitales internacionales, eran el
combustible que impulsaba la producción. Se movilizan las reservas en oro que los Bancos Garantidos
tenían depositadas en el Banco Nacional y de ese modo se estabilizaría el tipo de cambio y se
calmarían los mercados

Era inevitable que el papel se devaluara y era inevitable movilizar el oro para ponerle un limita a esa
depreciación y restablecer la normalidad, introducida subrepticiamente la conversión de facto en el
sistema de Bancos Garantidos. Lo que si estaba claro a finales del invierno de 1889 era que el deterioro
del contexto internacional y las inquietudes internas imponían un viraje de política económica
doloroso para Juárez. Cualquier combinación era contractiva y antipopular y significaba dificultades en
las relaciones con las provincias.

Viraje ortodoxo de Juárez: menos moneda, menos cedulas, menos ferrocarriles. Dos sorprendentes
proyectos: el primero un artículo que prohibía todo aumento de emisión de billetes inconvertibles
desde la promulgación de esta ley hasta el primero de mayo de 1891. Por el segundo se proponía la
reducción del monto total de dinero en circulación, se eliminaría la totalidad de la emisión del Banco
Nacional y una parte proporcional de los restantes Bancos Garantidos.

Nadie sabía si el conjunto del programa tenía alguna probabilidad de llevarse a la práctica. Nadie en
Europa estaba dispuesto a adquirir tierras argentinas a los precios a los que aspiraba el gobierno con
los precios de las exportaciones decreciendo no había demanda para nuevas emisiones de bonos.

Muy pronto comenzaron a acumularse indicios de que el presidente estaba insatisfecho con su
apuesta inicial a favor de los ferrocarriles garantidos. Juárez creo la Dirección General de Ferrocarriles,
la relación de Juárez con los ferrocarriles empeoro en la medida en que se profundizo la crisis.

El clima de sálvese quien pueda que había reemplazado al optimismo. El congreso repartía garantías
en un escenario cada vez más incierto.

El Banco Nacional y el Banco de la provincia de Buenos Aires aliados por primera ves reclamaron un
pronto auxilio al gobierno de Juárez. Inmediatamente sufrió otro golpe: la provincia de Buenos Aires
tomo su propio camino hacia Londres y designo a Pedro Costa hermano del gobernador electo y
flamante presidente del comité provincial del Partido Autonomista comisionado financiero en Europa.

Juárez termino de rearmar su discurso público infundiéndole un tono menos negador de la crisis y
menos antiporteño. Uriburu intento conseguir un nuevo empréstito externo para garantizar el pago
de los compromisos urgentes. Uriburu le propuso al Presidente y al resto de los ministros el plan
integral que pensaba instrumentar

122
El apoyo habría sido unánime de no ser porque Uriburu pidió la remoción completa del directorio del
Banco Nacional, incluida la figura de Wncesalao Pacheco. No pudo disimular que lo que en verdad
quería era desplazarlo para tomar el poder en el Banco nacional.

Pareció que Juárez apoyaría a Uriburu pero la reacción de los damnificados y de la fracción del
autonomismo leal al presidente fue instantánea y sin fisuras. El Presidente dio marcha atrás en su aval
inicial a Uriburu. Juárez quería salvar su gobierno pero no a costa de licuar su poder. Resolvió el dilema
apoyándose en los incondicionales que cada día eran menos.

La economía de Juárez ahora si estaba hecha pedazos. El 26 de lujo estallo la revolución del Parque,
pero fue vencida con la intervención directa y personal de Carlos Pellegrini en el frente de batalla. El 6
de agosto la resistencia de Juárez ante lo que veía como una rebelión porteña cedió y presento la
renuncia. Carlos Pellegrini llegaría a la presidencia.

123
1.3 – CLASE 8
LA CUESTION SOCIAL

 Zaida Lobato, Mirta (2000) “Los trabajadores en la era del progreso”, en Zaida Lobato, Mirta
(Dir.) El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916). Anuario, Universidad Nacional
de Rosario, nº 14.

A comienzos del siglo XX las clases trabajadores se habían convertido en un sector que diseñaba sus
medios y formas de acción para mejorar las condiciones de vida y de trabajo. La irrupción en la
República de este nuevo actor social, planteo los limites al régimen político e hizo emerger las
cuestiones sociales, étnica y política como esferas donde la intervención del Estado era necesaria.

El crecimiento de la población trabajadora:

En la Argentina del siglo XIX, medidas al corto y largo plazo contribuyeron a la formación de una oferta
de mano de obra regular, disciplinada y dispuesta al empleo asalariado, al menos en el litoral
pampeano.

Sin embargo, las transformaciones en la vida económica requerían de más trabajadores que el
crecimiento natural de la población no podía cubrir. Los inmigrantes fueron los proveedores de mano
de obra para un mercado en rápida expansión. Entre 1870 y 1914 ingresaron a la Argentina casi 8
millones de personas de las cuales casi 4 millones y medio retornaron a sus países, lo que respondía a
un fenómeno de inmigración golondrina internacional.

Se puede afirmar que la Argentina moderna se conformo en el plano del trabajo con la inmigración.

Impacto de los inmigrantes en el trabajo:

Cambio la oferta de fuerza de trabajo en número y en las relaciones entre los sexos. El peso de las
mujeres en la población económicamente activa disminuyo. La diversificación general de las
ocupaciones fue un proceso casi exclusivo de los hombres. Impacto también en la distribución especial
de la fuerza de trabajo, el número mayor de personas se concentro en el litoral y en los polos de
crecimiento vinculados a la producción azucarera, como en Tucumán y a la vitivinicultura como en
Mendoza.

En cuanto a sus ocupaciones, la tercera parte de las personas estaba ocupada en el sector primario, la
actividad en el sector secundario alcanzo a fines del siglo XIX niveles importantes.

Mano de obra:

Hasta fines del siglo XIX la demanda de mano de obra excedió la oferta y por lo tanto fue favorable
para incremento de los salarios. Desde inicios del XX esta situación comenzó a invertirse. Desde 1910
los ciclos de desocupación- ocupación incrementaron las manifestaciones de los trabajadores.

Las condiciones de trabajo:

En 1904 el ministro del interior Joaquín v. González solicito al médico Juan Bialet Massé un informe
para conocer las condiciones de trabajo en el interior de la República. Al autor formulo un decurso
nacionalista que exaltaba al trabajador criollo frente al extranjero y señalo la miseria en la que se
encontraban hombres y mujeres del interior. Para Bialet Massé la solución era crear desde el Estado al
124
ciudadano demócrata y dignificado, el tenia la responsabilidad de promover la elevación material y
moral del trabajador.

A su vez, los trabajadores reclamaron desde la última década del siglo XIX mejoras en el régimen de
horarios de trabajo (jornada de 8 hs), reglamentación del trabajo nocturno y del descanso dominical, la
seguridad en el trabajo, mejoras en las condiciones de higiene y la protección de la mujer obrera y de
los niños trabajadores.

La aceptación de la jornada de 8 hs, por parte de los empresarios no fue fácil, solo en la capital federal
se noto una sensible disminución de la jornada laboral, en el interior se continuo con el régimen de sol
a sol.

El establecimiento de un día semanal de descanso fue objeto de numerosos conflictos. La Ley de


Descanso Dominical establecida en 1905 en la Capital fue sistemáticamente violada por los
empresarios y no todos los trabajadores la recibieron con satisfacción, preferían el pago.

La seguridad en el trabajo fue desde fines del siglo XIX un tema recurrente en la prensa obrera. La
primera ley de accidentes de trabajo fue sancionada en 1915.

En el Congreso Nacional se debatió la Ley de protección del trabajo femenino e infantil. En 1907, se
estableció la jornada de 8 hs., el descanso semanal y el resguardo de la salud y la moral de las mujeres.
Todavía el lenguaje de la protección colocaba a la maternidad como la principal y única función de la
mujer.

Organización y protestas:

Los trabajadores rurales y sus conflictos:

En la región pampeana fueron 3 los sectores subalternos:

1. chacareros: alquilaban (arrendaban) la tierra.


2. colonos: eran los pequeños propietarios de la tierra
3. peones-braceros. Los trabajadores asalariados (peones) adquirieron importancia en la
región pampeana cuando la agricultura demando gran cantidad de brazos. Los peones
rurales eran trabajadores itinerantes y esta característica era fundamental para explicar
las posibilidades y los límites de la organización de los obreros rurales en la Argentina
(Waldo Ansaldi).

Los trabajadores golondrina se instalaron en las áreas rurales del litoral pampeano y en el norte en los
ingenios tucumanos y jujeños. Sus salarios presentaban disparidades significativas, lo cual generaba
una experiencia de fragmentación entre estos trabajadores que dificultaba su unión.

La debilidad de las manifestaciones colectivas en el ámbito rural fue característica a lo largo de esta
etapa. Se dieron algunos movimientos de colonos santafecinos hacia 1890 llevados a cabo por la
inseguridad de las fronteras indígenas, la exposición a las acciones de los bandidos rurales y la
resistencia frente a los abusos de las autoridades.

Sin embargo fue el Grito de Alcorta el movimiento que coloco en la escena pública a al potencial
conflictivo existente en el campo.

Los protagonistas fueron los arrendatarios que reaccionaron frente a una coyuntura desfavorable que
hacía imposible mantener los valores del arrendamiento. En 1912 la caída del precio del maíz fue el
125
detonante: los chacareros pidieron a los estancieros o a las compañías colonizadoras mejoras en las
condiciones del arrendamiento que incluyeran pagos más bajos y plazos más amplios.

Unos 2.000 agricultores se reunieron en Alcorta y la asamblea presidida por Francisco Neri decidió el
cese de actividades hasta que se produjera la rebaja general de los arrendamientos y de las aparcerías
y la aceptación de contrato con una duración mínima de 4 años.

El paro y la protesta se extendieron a otras colonias del territorio santafecino y también a Bs. As. e
incluso a Córdoba.

Las peticiones de los chacareros fueron resistidas por los terratenientes y los empresarios
colonizadores. El conflicto se extendió e intervinieron los gobiernos provinciales. La movilización y la
protesta de los chacareros duro aproximadamente 3 meses y terminó reuniendo a 100.000 chacareros,
conto con el apoyo de comerciantes de campaña y recibió la adhesión de la prensa. Los partidos
políticos tuvieron diversas reacciones. Los conservadores fueron represores o prescindentes, los
radicales más bien conciliadores y los socialistas buscaron el acuerdo las partes, los anarquistas
pretendían encender las chispas de la revolución social.

La extensión de la protesta creo la necesidad de unificar los esfuerzos y se creó una instancia superior
de organización: la Federación Agraria Argentina (FAA) en 1912. La protesta de los arrendatarios no
incluyo una alianza con los braceros no con los peones rurales.

Los problemas laborales de los trabajadores del capo tenían un denominador común con los de los
obreros urbanos: extensión de la jornada, bajos salarios, el trato de los patrones y la provisión de
alimentos.

En el área rural, los conflictos se manifestaban de diversas maneras y se contraponían intereses entre
diferentes actores: colonos contra las autoridades, arrendatarios enfrentados a propietarios de tierras
y empresarios colonizadores, estibadores y carreros contra acopiadores, peones enfrentados a
arrendatarios y propietarios. Esto fue desdibujando a la oposición que podía materializarse contra los
dueños de las grandes propiedades. Otras tensiones fueron la presencia dominante de los extranjeros
que dio origen dentro de la población nativa a un sentimiento de pérdida de lugar.

Los trabajadores urbanos y sus conflictos: formas de organización y luchas:

En las ciudades se dieron numerosos conflictos que tuvieron amplia repercusión. Durante toda la
década del 80` se produjeron huelgas: la expresión más visible y clara del conflicto obrero-patronal.

Los nuevos trabajadores urbanos necesitaban tiempo para conocerse, para conocerse, dar forma a sus
medios de lucha y organizar sus asociaciones gremiales. Reclamaron mejoras en los salarios, el
establecimiento de una jornada justa y el reconocimiento de las nuevas organizaciones gremiales. En
la economía agroexportadora, los trabajadores ferroviarios y los estibadores portuarios tuvieron la
fuerza para paralizar actividades económicas y ello comenzó a generar inquietud entre las clases
dirigentes.

A comienzos de 1900, las autoridades de la Argentina ya no podían obviar el problema obrero que
requería de respuestas por parte del Estado, el cual debía ahora diseñar políticas sociales adecuadas.

126
Formas de organización:

Los trabajadores organizaron en último cuarto del siglo XIX instituciones de diversos tipos: sociedades
de ayuda mutua, sociedades gremiales y centros culturales.

 Las sociedades de ayuda mutua: reunían a los miembros de una misma comunidad nacional y
también a los que realizaban una misma profesión y hasta diversas religiones. Brindaban
ayuda y protección. Estaban cruzadas por diferencias de clase.
 Sociedades gremiales y de resistencia fueron las formas de organización más difundidas en el
mundo del trabajo urbano. Los trabajadores de un mismo oficio se reunían para defender sus
intereses. La asociación de los trabajadores era voluntaria y debían aportar fondos. Cuando los
trabajadores pertenecían a varias ramas se conformaban sociedades de Oficios Varios. Desde
la última década de 1800 se constituyeron organización más inclusivas denominadas
federaciones.

En 1901 se formo la primera federación de carácter permanente: la Federación Obrera Argentina


(FOA). En su congreso se proclamo la necesidad de establecer un día de descanso a la semana y el
arbitraje y la legislación laboral. Su constitución fue producto del acuerdo entre socialistas y
anarquistas.

En cuanto a la cuestión de la autonomía de las organizaciones gremiales respecto a los partidos


políticos, la autonomía obrera de una fuerza política se mantuvo hasta la hegemonía del peronismo.

Entre socialistas y anarquistas las divergencias eran demasiadas, en 1903 los socialistas se retiraron y
formaron la Unión Gremial de Trabajadores (UGT) l cual estuvo tensionada desde 1905 por la
emergencia del sindicalismo. La UGT fue perdiendo poder y los sindicalistas construyeron su propia
federación, la Confederación Regional Obrera Argentina (CORA) en 1909.

La FOA siguió en manos de los anarquistas y en 1904 se convirtió en la Federación Obrera Regional
Argentina (FORA), en 1905 se pronuncio por los principios económicos y filosóficos del comunismo
anárquico. En el IX congreso los sindicalistas que se habían integrado a la FORA eran mayoría y se
opusieron a esos principios, la minoría anarquista se alejo y en 1915 la FORA se dividió en FORA del V
congreso (anarquistas) y FORA del IX congreso (sindicalista).

Entre 1880 y 1916 se dio la formación de las primeras organizaciones gremiales y se asentaron las
bases de organismos más inclusivos como las federaciones que dieron lugar a un movimiento obrero
fuerte.

Durante toda esta etapa los obreros y sus instituciones difundieron sus ideas a través de la prensa.
Aquellos periódicos obreros nacieron hacia 1896 aproximadamente. Fueron numerosos, pocos se
conservan hasta la actualidad.

No solo los trabajadores con empleo se organizaron, también lo hicieron los desocupados hacia 1897.

Formas de lucha:

Huelgas, boicots y manifestaciones fueron las 3 formas protestas más utilizadas por los trabajadores
para hacer visibles sus reclamos. Alteraron la idea de orden y pusieron en la mesa los nuevos
problemas del Estado.

127
Las huelgas, sobre todos los generales, y las manifestaciones fueron las que dieron el tono distintivo a
la cuestión social. Tuvieron la función de aglutinar y separar al mismo tiempo. Ayudaban a dar forma a
una identidad de clase que se definía por oposición al patrón y al Estado y separaba a los trabajadores
de los militantes obreros. Fueron la principal herramienta de la lucha obrera.

En la Argentina no se produjeron huelgas generales entre 1880 y 1900 sí numerosas huelgas parciales.
La primera huelga general fue en 1901 luego de la constitución de la FOA. No todos los paros generales
fueron exitosos, solo aquellos que contaron con el apoyo masivo de la población y de los gremios
directamente ligados a la exportación (carreros, portuarios y ferroviarios) tuvieron notoriedad.

Un rito obrero el 1º de mayo:

El año 1890 se estableció el 1º de mayo como un rito obrero internacional. Este acto fue el resultado
de un acto político deliberado, la manifestación de un acto voluntario de crear una clase: la clase
obrera.

La invención del 1º de mayo estuvo asociada al nacimiento de la II Internacional, cuyo primer congreso
se realizo en Paris en 1889, en donde se propuso organizar una gran manifestación con fecha fija a
nivel mundial.

En Bs. As. se conformó un comité para llevar a cabo lo acordado en Paris y para solicitar la sanción de
leyes protectoras de los trabajadores. El comité Internacional Obrero convoco a un mitin para el 1º de
mayo. El poder de la convocatoria del 1º de mayo se extendió al interior del país y desde entonces se
reprodujo como una instancia de autorepresentación de los trabajadores en la sociedad.

Trabajadores, ciudadanos y partidos políticos:

En la definición de una identidad de clase, establecer intereses comunes articulados alrededor del
trabajo fue una tarea ardua pero fructífera.

En cuanto a su participación política, los peones y trabajadores rurales de la Argentina no anudaron


claramente sus acciones de resistencia al cuestionamiento político expresado por el voto. Para buena
parte de los sectores populares nativos, la adhesión a una fuerza política o a un dirigente determinado
se basaba en la posibilidad de obtener protección y seguridad.

La transformación que implicó la llegada de miles de brazos desde el otro lado del Atlántico planteo
nuevos problemas. Para que los extranjeros pudieran convertirse en ciudadanos tenían que pasar por
el proceso de nacionalización, lo que constituía una decisión problemática.

Las acciones políticas de los trabajadores organizados eran claras y precisas porque daban forma a una
impugnación radical de las exclusiones a las que eran sometidos social y económicamente, pero eran
limitadas en el plano de establecer una democracia representativa más igualitaria y con mayores
niveles de participación que cuestionara el modelo republicano y representativo excluyente.

128
1.3
INMIGRACION Y MOVIMIENTO OBRERO

 Matsushita, Hiroshi (1983) “tendencias ideológicas del movimiento obrero antes de 1930”,
en Movimiento obrero argentino (1930-1945). Capitulo 1. Biblioteca argentina de historia y
política. Ed. Hyspamerica.

Surgimiento de los sindicatos:

Reflejando el desarrollo industrial, aunque precario e incipiente, las últimas décadas del siglo XIX,
vieron surgir en la capital una cantidad considerable de sindicatos y luchas sindicales. En 1857 se
constituyo la Sociedad tipográfica bonaerense, una de las entidades más viejas del país. Los primeros
gremios eran básicamente de ayuda mutua, poco a poco aparecieron aquellos con fines de lucha. A
medida que crecí la actividad sindical, se realizaron varios intentos para formar una central obrera, en
1891 fue creada la federación de obreros trabajadores de la región argentina (FTRA), que fue la
primera central del país. En 1901 se creó la federación obrera argentina (FOA), que en 1904 cambio su
nombre por federación obrera regional argentina (FORA), la cual se convertiría en una de las centrales
más importantes de las primeras décadas del siglo XX.

Todas las actividades a nivel sindicatos y centrales obreras estuvieron a cargo principalmente de
obreros extranjeros. Por ello, no es extraño que las ideologías obreras en el país hayan sido en buena
medida una reproducción de sus correspondientes europeas.

El desfasaje entre tales ideologías y la realidad nacional se convirtió en uno de los problemas con los
que los dirigentes obreros y los ideólogos de izquierda tenían que enfrentarse constantemente.

Las corrientes ideológicas de mayor gravitación en el movimiento obrero argentino:

Anarquismo:

Introducido en el país hacia 1870.

Diversas tendencias dentro del anarquismo, el que se difundió en Argentina a fines del siglo XIX tenía
ciertas características:

1. Acento en la acción colectiva: la necesidad del proletariado de organizarse para combatir con
éxito a la clase capitalista. Por ello se dedicaron a la tarea de organizar los sindicatos. Por ello
se encuadra a este anarquismo dentro del anarco-sindicalismo.
2. Preferencia por la acción directa: huelga general como método de lucha. Rechazo absoluto de
la lucha parlamentaria.
3. Antipoliticismo: sostenían que lo obreros debían organizarse para que los Estados políticos y
jurídicos quedasen reducidos a funciones puramente económicas.
4. Marcado internacionalismo.
5. Intención de dar un contenido ideológico al movimiento obrero. Se definió como sus principios
ideológicos a los del comunismo anárquico.
6. Hegemonía en la FORA hasta el IX Congreso en el que se rechaza como principio al comunismo
anárquico que se había aceptado en el V Congreso, se separan con el nombre de FORA V
Congreso.

129
Este movimiento logro una gran adhesión entre los obreros argentinos a fines del siglo XIX e inicios
del XX. Argentina era el país sudamericano donde el anarquismo fue más influyente.

Razones:

 esfuerzos de anarquistas europeos como Malatesta, Antonio Pellicet y José Prat.


 Gran mayoría de los inmigrantes eran de Italia y España, donde habían sido ya
influenciados por el anarquismo.
 Situación de los inmigrantes, sobre todo después de la crisis de 1890: miserable. Atraídos
por los postulados del anarquismo.
 Los inmigrantes estaba excluidos de la participación política (no tenían derecho al voto).
Su único recurso era la acción directa.
 El desarrollo inicial de la industria argentina, donde predominaba el sector artesanal
favoreció la extensión del anarquismo.

Por lo general el movimiento tendió a atraer a gente entre los obreros del sector artesanal y otros
rubros donde las tareas eran poco diferenciadas.

Decadencia:

El anarquismo logro adquirir un desarrollo de tal magnitud que el gobierno reacciono para frenar su
expansión mediante numerosas legislaciones como la Ley de Residencia (1902) y la Ley de Defensa
Social (1910).

La ley electoral de 1912 resolvió en gran medida la marginalidad de los obreros y todos estos factores,
sumados al creciente desarrollo industrial del país, llevaron a que en la década de 1920 se registrara
una notable disminución de los adeptos al anarquismo.

Socialismo:

Empieza a tener influencia en el movimiento obrero después de la fundación del Partido Socialista en
1896 por iniciativa de Juan B. Justo. Quien se acercaba al socialismo revisionista del alemán Eduardo
Berntein. Características:

 Defendían la lucha política a través de la democracia parlamentaria. Justo sostenía que el


socialismo se debía desarrollar en la Argentina dentro del marco del sistema parlamentario.
 El Partido reconocía la eficacia del uso de los derechos políticos y el sufragio para preparar la
fuerza del proletariado organizado. El partido se oponía a la huelga general.
 En cuanto al rolo del Estado proponía incrementarlo en especial en lo referido al problema
gremial.
 Reconocía el significado del patriotismo, así el internacionalismo y el patriotismo eran
compatibles. En esta línea, el partido socialista luchaba por la nacionalización de los
extranjeros.
 Organizaciones obreras adheridas al partido: unión general de trabajadores
(UGT) creada en 1903 por los gremios socialistas que se separaron de la FOA.
 El socialismo no logro muchos adherentes a principio del siglo XX cuando todavía
predominaba la fuerza anarquista. En 1906 la UGT fue liderada por una corriente sindicalista
 Neutralidad del partido en materia gremial: idea que se impuso en el congreso de 1908. Esto
genero escisiones al interior del partido: el ala izquierda tendió a enfatizar la relación entre el
partido y el movimiento y el ala derecha, se inclinaba por la independencia mutua. En la
130
década del 20`tendio a ser más fuerte dentro del partido el principio de la independencia del
movimiento obrero, respetando la autonomía Y evitando la intromisión partidista en el
mismo.
 Critica contra el capital extranjero mucho mas moderada que la de los comunistas. No lo
criticaban en sí sino, que denostaba la acción extorsionadora y corrupta del mismo.
 Defendía el librecambismo.
 El socialismo aumento el número de seguidores en la década del 20`. Razones: respeto al
principio de autonomía y aprovechamiento del vacío que iba dejando la declinación del
anarquismo.

Sindicalismo:

Introducido hacia 1903 por los disidentes socialistas. En Europa el sindicalismo apareció como una
reacción contra la tendencia reformista y parlamentaria de los partidos socialistas

Características:

 eran los sindicatos y no el partido el arma principal de la lucha proletaria.


 La acción política era un medio para conseguir las reivindicaciones obreras sin que esto
significara la subordinación de los sindicatos a los partidos políticos. La acción parlamentaria
estaba subordinada a los intereses de la clase trabajadora. Postura intermedia entre la
confianza en el parlamento de los socialistas y el apoliticismo de los anarquistas.
 Actitud políticamente neutral.
 El problema principal para el obrero era de tipo económico y no político ni ideológico.
 Consiguieron la hegemonía en la UGT, en la CORA confederación obrera regional argentina
creada en 1909 y en la FORA del IX congreso.
 Se oponía al proteccionismo.

El sindicalismo experimento una notable expansión desde la segunda década del siglo XX, favorecida
por:

 la expansión de la FORA del IX Congreso y la declinación del anarquismo.


 el desarrollo de la economía y de los grandes gremios (ferroviario, portuario) y la política
laboral de Yrigoyen que si bien fue contradictoria puesto que reprimió las manifestaciones
obreras, por otro lado, abrió un nuevo camino para solucionar el problema laboral: la
negociación entre los obreros y el gobierno.
 La pérdida de contenido filosófico del sindicalismo en la Argentina y una actuación más
pragmática lo que lo hacía más fácil de aceptar desde el punto de vista obrero, bregaba por la
reivindicación inmediata de la clase obrera.

Mientras se expandía iba perdiendo su carácter revolucionario y tendía hacia una postura más
moderada y conciliatoria.

Después de la lucha interna provocada por la revolución Rusa, a partir de la década de 1920, renovó su
carácter revolucionario. Cuando se creó en 1922 la USA (unión sindical argentina) fueron la principal
fuerza y se sostuvo que era el momento que los trabajadores luchasen por la conquista integral de sus
derechos.

Se restablece su actitud moderada hacia 1930. Algunos sindicalistas se relacionaron con el radicalismo
yrigoyenista.
131
Comunismo:

La actividad comunista organizada en Argentina se inició con la fundación del Partido Socialista
Internacional en 1918.

Tuvo sus orígenes en las actividades de algunos socialistas jóvenes de izquierda del partido socialista
que proponían intensificar el carácter obrero del Partido y se dedicaban a la organización de los
sindicatos.

Características:

 Gran diversidad ideológica a lo largo de la década del 20.


 Peculiar parlamentarismo: el parlamento era un instrumento burgués, aunque se participaba
en él no era para afianzarlo sino para contribuir a su desprestigio.
 Enfatizaba la unidad entre el partido y el movimiento obrero.
 Se opuso al anarquismo porque estaba en contra de cualquier dictadura del proletariado.
 La ideología que mas critico fue el sindicalismo porque éste no reconocía la dimensión política
de la lucha obrera y para el partido Comunista no hay lucha económica que no sea política y
viceversa.
 Su principal característica: constante ataque al imperialismo. Su antiimperialismo estaba
pensado dentro de la política nacional, planteando que Argentina era un país económicamente
dependiente de los países capitalistas. La lucha era contra la dominación de afuera y los
aliados de adentro: los terratenientes.
 Propusieron la reforma agraria y la expropiación de las empresas extranjeras sin
indemnización.
 Respecto al debate entre proteccionistas y libre cambistas consideraron que lo que había que
hacer era liberarse del imperialismo extranjero y eso era un problema político.

132
 Devoto, Fernando (2003) “La inmigración de masas”, en Devoto, Fernando Historia de la
inmigración en la argentina. Cap. 6, Ed. Sudamericana. Bs. As.

Flujos migratorios, expansión económica y políticas de promoción:

Entre 1881 y 1914 más de 4.200.000 personas llegaron a la Argentina.

Rasgos de la migración: predominaban los hombres jóvenes, de origen rural, llegados a través de
mecanismos migratorios en “cadena”. El porcentaje de retornos era significativo.

En el contexto internacional Argentina atrajo el mayor porcentaje de familias. También el mayor


porcentaje de personas que declaraban una ocupación (mas agricultores y trabajadores calificados que
jornaleros) y tuvo índices de retornos más bajos que otros países americanos.

Contexto: las excepcionales condiciones económicas en la Argentina en la década del 80´ se


combinaban con cambios que se producían en Europa con la gran crisis agraria del siglo XIX. La
migración de masas a la Argentina coincide con una expansión en la oferta global europea.

Expansión de la economía argentina: avance de la frontera agropecuaria que permitía la producción de


millones de hectáreas. Crecimiento de la red ferroviaria, inversiones extranjeras en el sector del
transporte, las finanzas y servicios y con ello nuevos ingresos y gastos para el Estado, se generaron
nuevas fuentes de trabajo (construcción de infraestructura, edificación urbana, comercio, artesanado
e industrias).

En este periodo las políticas de Estado ocuparon un lugar secundario. Era le economía la que brindaba
el principal incentivo para emigrar a la Argentina. Incluso la mayoría de los inmigrantes tenía lazos
previos. Estos eran los grupos más antiguos que procedían de Italia, Francia o España.

Entre 1881 y 1914 dos prolongadas fases de expansión de inmigración cortadas por la crisis de 1890.

 Primera fase 1881 a 1890:

Emigró un mayor número de familias, el porcentaje de retornos fue menor. Un gran número de los
inmigrantes eran colonos decididos a aprovechar las oportunidades que brindaban las tierras
disponibles.

Se promovió la inmigración desde el Estado mediante pasajes subsidiados entre 1888 y 1891. Dio
sobre todo impulso al flujo español. Excluían a los italianos y posibilitaron la llegada de nuevos grupos
como colonos holandeses y un primer contingente importante de judíos llegados de Rusia.

Pero la política de pasajes subsidiados se mostro rápidamente como un fracaso. Las tasas de retorno
fueron altas y la experiencia fue bastante negativa para los mismos inmigrantes. El problema fue un
enorme desorden en la gestión. Fue el quiebre de las finanzas del Estado nacional con la crisis de 1890
el que puso fin al financiamiento estatal de la inmigración.

El debate sobre la inmigración en la década de 1890:

La política migratoria se basaba en un conjunto de de preocupaciones de las elites argentinas ante la


inmigración. La idea de reorientar el flujo inmigratorio tenía que ver con el predominio de los italianos
que nunca habían sido los inmigrantes preferidos.

133
Además se mantenía la idea de que los únicos inmigrantes civilizadores eran los del norte de Europa y
se estimaba en menos a los provenientes del Mediterráneo.

Los italianos eran el grupo más rechazado por razones culturales y económicas, por su elevado
número, por su poca disposición a integrarse, la fortaleza de sus instituciones y su presencia pública
organizada. También se temía una política imperialista de Italia y se desconfiaba del impacto de sus
escuelas que apuntaba a preservar el sentido de pertenencia a su tierra de origen.

En los años 80´ Sarmiento fue uno de los primeros en manifestarse en contra de esta situación.
Planteaba que los inmigrantes no se nacionalizaban y se daba una funesta escisión entre productores y
ciudadanos.

Las ideas de Sarmiento eran compartidas por muchos otros miembros de la elite. Soluciones: política
migratoria selectiva, educación pública y la nacionalización política de los inmigrantes. Algunos
propusieron nacionalizar compulsivamente a los inmigrantes europeos como Lucio Mansilla y
Estanislao Zeballos.

También apoyaban la nacionalización un grupo de las elites de las colectividades extranjeras, que
querían intervenir en la política y en la economía para asegurar sus bienes. Esta iniciativa no conto con
el favor de los gobiernos europeos ni de otro sector de las elites comunitarias.

Entre las medidas tomadas se trato de imprimir un carácter nacional a la educación a través del
otorgamiento de un gran peso a la enseñanza de la historia argentina. Pero no todos coincidían en que
debía desarrollarse una pedagogía cívica para resolver los problemas de identidad nacional.

La identidad no era el único problema de la masiva presencia inmigratoria. Había otra amenaza para la
elite: su misma supervivencia como elite imaginariamente asediada por el ascenso social de algunos
entre los recién llegados. Por ello, se fortalecía entre la elite su carácter de antiguos residentes, lo que
se expresaría en un término: patriciado. El cual proponía la oposición entre antiguos pobladores y
recientes advenedizos. En los años 80 la elite argentina tendió a cerrarse ante nuevos miembros.

La discusión sobre la integración y la identidad de los inmigrantes siguió presente pero sin poder
orientar acciones concretas: las reformas educativas no tomaron un rumbo definido, el proyecto de
nacionalización compulsiva se archivo y la política de subsidio de la inmigración quedo desplazada.

Por su lado, lo inmigrantes tenían desde donde defenderse ante estos ataques: una vasta estructura
comunitaria les brindaba todo tipo de asistencia y servicios: periódicos, sociedades de socorro muto,
bancos, influencias políticas, entre otros.

Las elites inmigrantes mantuvieron continuas polémicas con las elites nativas. A veces también con
otras comunidades inmigrantes. Las elites inmigrantes mostraban una hostilidad a integrarse muy
visible.

La adopción de la ciudadanía argentina significaba en casi todos los casos la perdida de los derechos
sociales y la exclusión o expulsión de la entidad étnica.

 Segunda fase: luego de la crisis de 1890:

La crisis de 1890 significo un duro golpe para los inmigrantes instalados y desalentó nuevos
desplazamientos. Muchos ahorros de los recién llegados se perdieron en la crisis.

134
En 1891 los retornos llegaron a superar a los ingresos. La recuperación del flujo inmigratorio en la
década de 1890 fue lenta. Una oleada de imágenes negativas sustituyo a las positivas de la década
procedente.

Se dieron cambios regionales entre los inmigrantes italianos y españoles y estos estuvieron
acompañados por modificaciones en la composición profesional de los migrantes: decreció el número
de agricultores y se elevo el de los jornaleros y los sin profesión como el de los artesanos. Esto tuvo
que ver con las nuevas oportunidades que provenían del desarrollo de la economía urbana.

Ya no se dieron políticas de fomento estatal y prevalecieron los mecanismos de cadena. La mayoría de


los inmigrantes sostenía que había sido traída por sus paisanos, que financiaban la experiencia
migratoria y los integraban a través de redes personales en el mercado del trabajo.

En 1895, el flujo migratorio comenzó a recuperarse. Eran entonces los inmigrantes el 25% del total de
la población. Su distribución: fundamentalmente en Bs. As. y Santa Fe.

Su composición por orden de porcentaje: italianos, españoles, franceses. Las migraciones eran en su
mayoría masculinas aunque creció el número de mujeres.

Ocupación: estaban presentes en casi todos los sectores. Un rubro en el que eran muy visibles era el
incipiente tejido industrial. La presencia de los inmigrantes no solo era importante en los pequeños
talleres sino también en los establecimientos medianos. Entre los obreros empleados en la ciudad un
85% era extranjero. Pero, a medida que aumentaba el número de personal empleado, todos los grupos
extranjeros disminuyen entre los propietarios.

Un sector en el que estaban ampliamente representados los inmigrantes como propietarios era el de
las viviendas, sobre todo de los llamados conventillos. Los italianos eran propietarios del 47% de los
mismos. Había una tendencia a elegir un propietario, un inquilino o un obrero de la misma
nacionalidad. Esto reforzaba los lazos entre el mismo grupo extranjero.

El problema de cómo lograr la integración de los inmigrantes se hizo presente en esta década. Ellos y
sus movimientos se comenzaron a hacer más visibles. Episodios en zonas rurales que mostraban el
poderío y la inconformidad de los inmigrantes respecto a un Estado que consideraban promotor de
arbitrariedades.

Las manifestaciones patrióticas de las colectividades de inmigrantes en ocasión de sus fiestas


nacionales.

Este activismo también se observaba en la creciente importancia de los extranjeros en las asociaciones
obreras y en la fundación del Partido Socialista en 1896.

Desde la perspectiva de las elites, el activismo obrero de los inmigrantes que era visible en los mítines
del 1º de mayo, en la fundación de asociaciones obreras y en los movimientos políticos socialista y
anarquista, era visto como una serie amenaza. Desde la mirada del movimiento obrero o de las nuevas
fuerzas políticas de izquierda, el fenómeno también era preocupante: la enorme heterogeneidad
étnica de los inmigrantes era vista como un obstáculo. Las asociaciones étnicas eran percibidas como
un freno para la constitución de organizaciones de clase, o mejor aun de sindicatos.

Las tensiones tenían que ver con el marco asociativo. En las entidades étnicas coexistían todos loes
estratos sociales de una misma nacionalidad o región. La identidad étnica obstaculizaba a la identidad
de clase. Se denunciaba que estas sociedades eran integradas por obreros y otros trabajadores
135
manuales que eran controlados por notable comunitarios y se enfatizaba su carácter manipulador y de
tutela moral.

Entre los trabajadores inmigrantes había una tendencia a mantener una sociabilidad separada de los
criollos. También se daban conflictos entre los obreros y propietarios de una misma nacionalidad o
propietarios de casa y sus inquilinos.

Ante este preocupante activismo de los grupos inmigrantes se propusieron medidas nacionalizadoras.
En esta década, la nacionalización de los inmigrantes no era solo un argumento político que intentaba
superar la disociación entre productores y ciudadanos. Se trataba de convertir a aquellos extranjeros
en ciudadanos, desde el punto de vista cultural.

Los primeros años del nuevo siglo:

La marea inmigratoria siguió siendo importante. Se dieron cambios regionales y nacionales. Aumento
el número de siriolibaneses y otros grupos levantinos. La gran mayoría de ellos fue denominada
genéricamente como “turcos”. También creció el componente judío europeo.

Estos grupos de rusos y turcos fueron denominados como “exóticos” y portadores de nuevas
carencias. En especial de los turcos se criticaba su predilección por el comercio ambulante y su
supuesta incapacidad para el trabajo físico, la distancia lingüística y de los musulmanes la diferencia
religiosa.

Con ello se dio un proceso de revalorización de los inmigrantes españoles e italianos. Los italianos del
norte eran ya plenamente incorporados al grupo de los inmigrantes positivos.

Las imágenes de los inmigrantes cambiaron en general en el siglo XX: de clases laboriosas a clases
potencialmente peligrosas. La sanción de la Ley de Residencia era un reflejo de esta imagen. La misma
daba potestad al Estado para expulsar a cualquier extranjero considerado peligroso y de impedir la
entrada sin necesidad de orden judicial. La solución propuesta por esta ley era anticonstitucional.

Al problema de cómo construir una identidad nacional se sumaba el de la emergencia de una


problemática social con la aparición de una creciente conflictividad laboral y de una paralela violencia
política alternativa.

Parte de las elites consideraba que ese malestar social debía ser importado por agitadores extranjeros.
Junto a esta lectura aparecerá otra que planteaba que la reforma social era el instrumento necesario
para resolver la tensión social.

Junto a la cuestión social emergió otra: la de los efectos no deseados de la urbanización creciente. Los
conventillos y la prostitución fueron objetos de crítica preferente.

A la cuestión social y el problema de la urbanización se le sumo otro heredado de las dos décadas
precedentes: el de la identidad nacional.

“Nacionalizar” y “civilizar” a los inmigrantes (y a sus hijos):

Las respuestas de los grupos dirigentes fueron bastantes heterogéneas. Primero operar
represivamente, a través de instrumentos como las leyes de Residencia y de Defensa Social. Junto con
ello operar con una vasta reforma social y política que diera cauce a las nuevas fuerzas emergentes
integrándolas al sistema. También se pensó para nacionalizar, en inventar una tradición e imponerla.

136
Los ejemplos europeos mostraban tres vías maestras en la construcción de la nacionalidad:

1. El servicio militar obligatorio.

En 1901 se discutió en la Cámara de Diputados la ley de la implantación del servicio militar obligatorio
que insistía en la necesidad de construir ciudadanos

2. La política.

La reforma electoral promovida en el año 1911 por el residente Roque Sáenz Peña proponía la
instauración delo voto obligatorio. Este era visto dentro de una secuencia junto con la educación
pública que argentiniza y el servicio militar que forma el amor por la bandera.

3. La educación.

Era el arma principal del proceso de nacionalización de los inmigrantes. Se trataba de crear un
autentica religión cívica que se basase en inculcar una fe a través de ritos en los que la palabra ocupara
un lugar secundario ante la dimensión ceremonial. Se propuso sistematizar una liturgia pedagógica
que acompañara los actos escolares (himnos, canticos patriotas, culto a la bandera, fiestas cívicas).

Todo ello se complementaba con una nueva campaña contra las escuelas de las colectividades
extranjeras. La cual era favorecida porque la escuela pública era comparativamente mejor a muchas
escuelas comunitarias, especialmente las de los grandes centros urbanos.

Con el programa de educación patriótica se trataba de imponer más horas de instrucción cívica,
castellano, historia y geografía argentinas. Un papel central le correspondía a la lectura del pasado
nacional. Se dio una revalorización de la cultura hispánica, indígena, criolla o de las tres como
contraposición al papel civilizatorio de de los inmigrantes europeos.

Joaquín v. González fue uno de los más preocupados por la “invención de la tradición” planteaba la
idea de una tradición original a la que se incorporaban los inmigrantes. El junto a Ramos Mejía o
Agustín Álvarez no condenaron la inmigración pero anularon o redujeron su papel transformador en la
sociedad argentina.

Otros que vieron en el pasado argentino un agente positivo alternativo al inmigrante fueron Ricardo
Rojas quien propone recuperar la cultura indoamericana y Manuel Gálvez la hispano-católica.
Leopoldo Lugones sostuvo que la tradición se asentaba en la figura del criollo, convertida ahora en la
del gaucho: el campesino europeo no era el agente de la civilización, sino un ser inferior, el siervo de la
gleba, el gaucho encarnaba a un ser libre siempre superior.

Pero lo caracteriza a la cultura del bicentenario es su gran heterogeneidad. Para autores como José
Ingenieros, Horacio Rivarola y los intelectuales socialistas, la civilización estaba de lado de la
inmigración europea. Había una tensión entre la elite respecto de lo que se valoraba como y percibía la
identidad argentina.

La nacionalización no era solo una demanda de los argentinos viejos o de la elite dirigente, entre los
hijos de los inmigrantes existían voces que rechazaban la inmigración indiscriminada y buscaban su
nacionalización.

137
Civilizar a los inmigrantes:

Nacionalizar era un objetivo pero también “civilizar” a los inmigrantes y sus hijos. Bajo la “civilización”
lo que pretendían los sectores de la elite era lograr una cohesión social a partir de un conjunto de
pautas que se implementaban de arriba hacia abajo. Se buscaba que la elite argentina se convirtiera en
el grupo de referencia de toda la sociedad y que así se asegurase la disciplina social. Al mismo tiempo
que se pretendía que los inmigrantes imitasen en sus gustos a los grupos dirigentes se buscaba
mantener la distancia y la jerarquía social. Existía una hostilidad hacia los inmigrantes y sus hábitos.

Respecto a la civilización, existían entre la elite dos posiciones:

1. La mayoritaria era la de los que pensaban que el procesos civilizatorio estaba destinado
a los inmigrantes.
2. La otra que concebía “una elite dentro de la elite” y había que civilizar a los inmigrantes
pero también a la elite nativa.

Políticas y prácticas selectiva ente la inmigración:

A comienzos del siglo XX se llevaron a cabo medidas en sentido contrario de las de los años 80: se
inicio una política de restricción y selección, las cuales se aplicaron en el terreno ideológico, en el
sanitario y en de la alfabetización. El poder ejecutivo hizo un uso extenso de la Ley de Residencia, la
cual genero controversias hasta su derogación en 1958.

Para el control de los arribados lo más activo fue intentar imponer mecanismos más estrictos en el
plano sanitario.

No obstante, los partidarios de la libre inmigración continuaron siendo mayoritarios. Tal es así que la
Argentina inauguraba en 1912 un nuevo Hotel de Inmigrantes. Parece que a pasar de los temores,
seguía siendo más fuerte la idea de que la inmigración era la única vía posible para asegurar el
progreso.

138
2.1 – CLASE 9
GOBIERNOS RADICALES - POLITIZACION DEL EJÉRCITO

 Rouquie Alain, Poder militar y sociedad política en la Argentina, Emece ediciones, Buenos
Aires, 1994

Capitulo 3

Radicales y militares: connivencias y desacuerdos. El fin del antiguo régimen y la ampliación de la


sociedad política

Las circunstancias de la vida política argentina resultaron considerablemente modificadas por la


nueva ley. Se paso de una democracia limitada a un sistema de participación ampliada: los individuos
se transformaron en ciudadanos. Pero la nueva ley solo estaba destinada a entreabrir el acceso a la
función pública a las nuevas capas que consideraban tener derecho a ser asociados a los negocios.

Se inicia una nueva etapa de la historia política del país, signada por la disociación de los honores, del
poder y de la riqueza. Esta fase parece terminar pacíficamente con el antiguo régimen de hegemonía
oligárquica. La Argentina transformo su sistema político a partir de 1916, en contra de los deseos del
grupo dominante enredado en su propia trampa.

La victoria radical fue más el coronamiento paradójico de la “Argentina oligárquica del ganado y de
las mieses” que su derrota. El partido radical no tenía un proyecto socioeconómico de recambio y no
encaro reformas estructurales capaces de asegurar las bases materiales duraderas para la hegemonía
de los antes excluidos del poder.

La Guerra Mundial interrumpió el flujo de las importaciones de bienes y capitales, peor las
exportaciones de productos se mantuvieron en muy buenos niveles y el balance comercial presento
cómodos saldos positivos. La Argentina se enriqueció con el comercio con las naciones beligerantes, de
país deudor paso a ser una nación acreedora. Las arcas estaban llenas. Para sustituir las importaciones
se acrecentó la cantidad de establecimientos industriales que producían para el mercado interno. La
presidencia de Yrigoyen no constituye una ruptura.

¿Qué se proponía hacer el partido radical, cuya historia es inseparable de la aparición del poder
militar?

El radicalismo y los radicales

La UCR es por definición y en los hechos un movimiento político socialmente heterogéneo, un partido
de masas que reagrupa a la mayoría de los que no aceptan el monopolio político del grupo dominante
de las grandes familias. Es un partido fuertemente arraigado en las capas medias, particularmente en
la pequeña burguesía urbana. Agrupaba a modestos empleados de comercio, jóvenes universitarios,
hijos de inmigrantes, y también clases populares. Numerosos dirigentes radicales estaban relacionados
con las familias tradicionales de la oligarquía. El grueso de las personalidades radicales de 1916 no
diferían fundamentalmente de los miembros del grupo dominante, el mismo Yrigoyen era un
estanciero acomodado.

Al exaltar los valores criollos y populares tradicionales, la UCR se encontraba muy próxima
ideológicamente de instituciones tales como la Iglesia y el Ejército, verdaderos conservatorios del
espíritu nacional.
139
El radicalismo y el ejército

Los demócratas golpistas

Las revoluciones radicales movilizaron grupos de militantes, tratando de llegar al sufragio libre por el
camino de las armas. Los militares de carrera y el ejército en general no estaban ausentes de esas
“puebladas”.

El levantamiento de 1890 resulta de la convergencia de fuerzas dispares. Tomaron parte en el


partidarios del ex presidente Mitre, hostiles a un gobierno demasiado federalista, católicos ulcerados
por el laicismo militante del régimen, los amigos de Alem y de Yrigoyen, que ellos si combatían al
régimen “radicalmente”. Fue una revolución civil, peor apoyada por cuartelazos.

Esos militares de academia que participaron en la sedición junto al futuro líder radical no eran los
toscos militares politizados que se alistaban y resultaban promovidos gracias al favoritismo y a las
intrigas. Quienes toaron parte en el golpe fueron los cadetes profesionalizados, acostumbrados a una
obediencia a la prusiana. Algunos oficiales ofrecieron a Alem sus servicios, entre ellos, José F. Uriburu.
Se puede constatar por lo tanto, un predominio de las “armas científicas” y una total ausencia de la
caballería. Esto hace pensar que muchos oficiales apoyaban el objetivo cívico de Alem y de Yrigoyen.

La conspiración civil y militar de febrero de 1905 comprometió a los militares y radicales todavía más
profundamente. Los radicales trataban de hacer salir al ejército de los cuarteles desde 1898. Los
oficiales respondieron a la llamada de Yrigoyen para oponerse a la elite cosmopolita. Concibieron este
gesto de rebelión como un deber patriótico, el radicalismo se les presentaba como al forma popular
del nacionalismo.

Para Yrigoyen, el militar era un ciudadano que tenía el deber de ejercitar el supremo recurso de la
protesta armada. Cualquier otra actitud conduciría a un ejército pretoriano capaz de defender
cualquier poder de turno, pero no a la nación o a la constitución. El ejército debía estar sometido a los
civiles, pero solo a aquellos que defendían el ideal democrático.

Según la ortodoxia radical, el ejército debía subordinarse a la causa de la reparación nacional que
encarnaba la UCR, pero parece que después de 1905 tal opinión fue cada vez menos compartida por
los oficiales argentinos. Desde el fracaso de 1905, las relaciones entre el jefe del radicalismo y el
ejército parecen haberse deteriorado.

Los rumores de una nueva revolución radical contribuyeron a precipitar la adopción de la ley Sáenz
Peña. Fue a pedido de los radicales que se confió a la autoridad militar la confección de las listas
electorales.

Cuando Yrigoyen llego a la presidencia no olvido la afinidad del radicalismo y del ejército. Pero el
desgaste del poder y sobre todo la actitud de su gobierno ante los problemas sociales, contribuirían
rápidamente a modificar y a desvanecer las perspectivas de un entendimiento fiable ente un ejército
constitucional y el elegido del pueblo.

El gobierno plebeyo

Cuando Yrigoyen llego a la Casa Rosada en 1916, el radicalismo no detentaba el poder. Los partidarios
del antiguo régimen no estaban mal ubicados para paralizar al radicalismo y recuperar el terreno
perdido. Hay que agregar el peso de la gran prensa conservadora, que no dejaba de renunciar todo lo
radical. El nuevo presidente, por su parte, encarno la “reparación popular”.
140
Esa reparación fue estrictamente política y no ocultó ninguna intención de revancha económica sobre
los beneficiarios del antiguo régimen. Los radicales de 1916 no encaraban en ningún momento
reformas estructurales.

Por otra parte, la “cuestión social” preocupaba muy poco al nuevo presidente. Sus ideas sobre esta
materia eran escasas. La actitud de la UCR en el gobierno hacia las clases populares fue más bien de
paternalismo comprensivo.

Yrigoyen llego a la presidencia en un periodo de gran efervescencia social. La falta de audacia y la


indecisión del jefe del partido popular le valdrían una reputación de demagogo, partidario de los
trabajadores, ante las clases adineradas y en amplios sectores del ejército.

La política social de Yrigoyen y el ejército

La multiplicación de huelgas a partir de 1914 fue la expresión de una situación económica poco sana
pero dinámica. Tal deterioro del clima social fue más alarmante aun en el plano político, ya que fue
contemporáneo de amplios movimientos revolucionarios de Europa.

La actitud de Yrigoyen ante los conflictos sociales está lejos de responder a las expectativas. Fue
confusa en el plano social y muy clara desde el punto de vista político. Yrigoyen no derogo la
legislación represiva promulgada por Roca. Las Leyes de Residencia y de Seguridad Social siguieron en
vigencia. Por otro lado, supo reprimir una huelga cuando lo considero oportuno.

La Semana Trágica de enero de 1919 revela el carácter contradictorio de las bases sociales del
radicalismo. Tras la violencia incontrolable desatada por el enfrentamiento entre huelguistas de una
gran empresa metalúrgica en Buenos Aires y las fuerzas del orden, el ejército parecía imponerse como
único recurso. Sera el General Luis Dellepiane, Jefe Militar de la Capital, quien tome la situación en sus
manos, poniendo término al conflicto social y conteniendo a los desbordes de la represión policial y de
voluntarios civiles.

No solo los cabecillas quedaron sin castigo, sino que además el gobierno dio la razón a los obreros
rebelados: los propietarios se encontraban aterrados y descontentos. Para la mayoría de los
conservadores, la demagogia de Yrigoyen fue la causa de la rebelión obrera de 1919.

Pero la ambivalencia del radicalismo frente a los movimientos sociales quedara más explícita con la
creación de organizaciones privadas de defensa social. Esas asociaciones se proponen organizar la
resistencia contra las reivindicaciones obreras o los movimientos sociales que se juzga subversivos. La
Asociación del Trabajo y la Liga Patriótica eran encabezadas por radicales.

Los patriotas, identificando a los maximalistas soviéticos con los inmigrantes originarios del antiguo
imperio ruso, judíos en su mayoría, llevaron a cabo progroms contra los israelitas originarios de Europa
central. El antisemitismo irrumpía en la Argentina mientras nacía el anticomunismo sin comunistas de
la derecha nacional que tanto influiría en el destino del país.

Los vínculos de la Liga Patriótica con el radicalismo son innegables. Esta organización provenía
básicamente del comité nacional de la juventud que animaba el gran escritor radical Ricardo Rojas. En
sus orígenes, la Liga Patriótica reflejaba la ambigüedad del Yrigoyenismo. No era antigubernamental ni
antiradical.

Ahora bien, aunque el gobierno no haya estado descontento con los miembros de la Liga, no podía
aceptar perder el monopolio de la violencia legítima en provecho de formaciones paramilitares. La
141
agitación antiobrera no realza el prestigio del poder. Es quizá por eso que la Liga Patriótica se distancia
poco a poco de Yrigoyen. Mientras sigue proclamando su adhesión a la democracia contra el peligro
rojo, no tardaría en manifestar su simpatía por los regímenes autoritarios europeos, en particular por
el fascismo italiano.

Con una posición semejante, los partidarios del orden y los activistas de la patria no podían dejar de
atraer a los profesionales del patriotismo: los militares. Oficiales de primera línea adhirieron a la Liga.

El divorcio entre los radicales yrigoyenistas y la opinión militar respecto de los problemas sociales se
acentúa todavía más durante los acontecimientos de la Patagonia, en los cuales, desde luego, la Liga
Patriótica trato de desempeñar su papel habitual.

Frente a una muy dura situación socio económico en la Patagonia, hacia fines de 1920 estallaron
huelgas: el movimiento se extendió a la mayoría de los trabajadores de los frigoríficos y de los obreros
agrícolas. A pesar de que sus demandas eran moderadas, los propietarios se rehusaron a satisfacerlas
y llamaron a las fuerzas represivas.

Luego de un tiempo, llegan un expedición militar al mando de Varela, un autentico militar radical
quien había participado de la revolución de 1905. Este logra restablecer la calma imponiendo su
arbitraje: los estancieros deben aceptar algunas de las reivindicaciones de sus empleados, cuando solo
deseaban una represión brutal.

Pero la crisis de la lana continua, y tres cuartas partes de los peones están sin trabajo a fines de 1921.
Estos se organizan en bandas, tomando prisioneros a estancieros que se cruzaban por su camino. El
pánico se apodera de los dueños de las tierras. El Coronel Varela vuelve a la Patagonia. Pero en esta
segunda expedición Varela parece más bien prisionero de los asustados propietarios. Se extralimita en
sus atribuciones y aplica la ley marcial: los rebeldes son fusilados en masa. La represión es atroz y sin
relación con los delitos. La buena sociedad de Rio Gallegos y todas las fuerzas vivas de Santa Cruz
festejan al heroico teniente coronel que libro a los hacendados de la pesadilla de la rebelión popular.

Pero las cosas son muy distintas en Buenos Aires, ya que no se le había pedido tanto. El gobierno no
está muy orgulloso de ese desgraciado episodio. Varela estorba, sus hazañas no convienen a la imagen
del partido radical. Únicamente la Liga Patriótica, que había intervenido, recompensa a Varela y a sus
hombres.

Este triste asunto hizo nacer en el ejército un profundo rencor contra Yrigoyen. La mayoría de los
oficiales no olvidara la ingratitud e un gobierno más preocupado por su imagen que por recompensar
o justificar a sus ejecutantes. Le reprochan a Yrigoyen, con algún fundamento, utilizar con fines
policiacos a hombres entrenados para la guerra y, lo que es más, apelar al ejército demasiado tarde,
por no haber previsto una situación social peligrosamente tensa y por no haberla remediado con
medidas de gobierno.

El clima social muy cargado de esos años capitales tanto para la historia institucional argentina como
para la historia mundial, contribuyen al deterioro de las relaciones entre el ejército y el primer
presidente radical. Hasta se lo acusa de avivar el fuego que deben apagar luego los militares. Por lo
tanto, mucho más que los problemas de presupuestos o salarios, a los que se les dio excesiva
importancia, es la política social del gobierno de Yrigoyen, con todas sus implicaciones políticas o
corporativas, la que puso una valla cada vez más alta entre la mayoría de los oficiales y el gobierno de
la reparación nacional.

142
La política militar del primer gobierno radical

La política militar de Yrigoyen no hace más que acentuar el malestar dentro de las Fuerzas Armadas.
El ejército no es su principal preocupación, al carecer de programa nunca tuvo una política de defensa
nacional. Sin embargo, la desavenencia entre los dos sobrevendrá tardíamente.

La neutralidad ante la primera guerra mundial, en contra del deseo de los conservadores, les acerca a
los oficiales formados a la prusiana. Miembros de la marina serán utilizados como cuerpo de
funcionarios polivalentes. Oficiales de Marina serán los encargados de la explotación de petróleo en
Comodoro Rivadavia, a otros se les encomienda inspeccionar las tierras de colonización, en muchos
casos reemplazaban a las policías provinciales claudicantes o incompetentes, y otros desempeñaría
puestos administrativos en provincias intervenidas. Debido a la frecuente practica de la intervención,
la colaboración de los militares fue ampliamente requerida.

Sin embargo, las Fuerzas Armadas tienen la sensación de ser ignoradas y hasta despreciadas por un
partido y un hombre que deben mucho a ellos. A pesar de que el presupuesto nacional en cuanto al
gasto militar aumenta, lo hace esencialmente por incremento de sueldos y pensiones. El presupuesto
es casi nulo en “adquisición de armas”. La consideración de los problemas de seguridad y de
infraestructura defensiva induce a algunos oficiales a denunciar la subordinación de la argentina en lo
referente a los bienes manufacturados.

En realidad, Yrigoyen solo considero la creación de una industria de guerra como un paliativo
momentáneo para periodos de escases. El presidente radical no tiene la más mínima mentalidad
industrial.

La toma de partido de la prensa traduce la tensión que existe entre el gobierno y el Estado Mayor,
que alcanza un umbral crítico en 1921 ante las exigencias presupuestarias. Hacia fines de su primer
mandato, Yrigoyen se enajeno la enemistad de una gran parte del cuerpo de oficiales. Los dos últimos
años de Yrigoyen se encuentran signados por la consolidación de una fuerte oposición política dentro
del ejército. Algunos oficiales superiores censuran abiertamente al poder.

La amalgama entre la pretendida debilidad de Yrigoyen frente a los movimientos sociales y su


supuesta voluntad de “politizar” al ejército llevo a los oficiales más conservadores a ver la complicidad
del gobierno detrás de toda falta a la disciplina y de toda alteración de las jerarquías. Sin duda,
Yrigoyen no “politizo” al ejercito favoreciendo a sus partidarios mas que los presidentes que lo
precedieron. Pero lo cierto es que, a partir de la “semana trágica”, el menor gesto del líder “populista”
resultaba sospechoso y lleno de intenciones tortuosas, incluso subversivas, para amplios sectores de
las Fuerzas Armadas.

La propaganda antiyrigoyenista y el ejército: el control ideológico de la opinión militar

Los ataques de la prensa “seria” o de los líderes de la Cámara contra la política de Yrigoyen
encuentran cierto eco en las filas de un ejército descontento con la política social y militar del
gobierno.

La elite establecida ya no siente más como suya a la presidencia de Yrigoyen, eso forma parte de la
“reparación”. Estas provocaciones dan argumentos de peso a los conservadores que se esfuerzan por
confundir al caudillo popular con la gente humilde. Aunque Yrigoyen sea un estanciero acomodado,
predominaba en su gabinete “gente inferior por su incultura e ineptitud”; los espíritus ilustrados, los

143
directores naturales del cuerpo social, es decir, las personalidades tradicionales no son mayoría allí.
Está naciendo una nueva especie de hombres políticos.

Se trata de una lucha a muerte que debe acabar con la desaparición de uno de los dos adversarios, de
aquel cuya pretensión del poder no se considera legítima.

Todos esos temas de propaganda y las declaraciones satíricas se dirigen sobre todo a la clase media y
en particular a ese sector privilegiado de las capas intermedias que es la sociedad militar.

El sucesor indócil y la alianza militar

Yrigoyen apoyo, sin que pareciera una imposición, a un candidato inesperado: Marcelo Torcuato de
Alvear. Alvear parecía estar ubicado en las antípodas del caudillo popular. Descendía de un familia
rosista, formaba parte de la oligarquía y el mismo era un autentico aristócrata. Al momento de su
elección, se encontraba en Francia como embajador. De este modo, Yrigoyen se aseguraba su lealtad y
preparaba su futuro, ya que Alvear le debería todo.

Por otro lado, con su designación se trataba de disipar el malestar latente en el seno del partido. La
candidatura de Alvear tampoco podía desagradar al ejército, dado su pasado entretejido con glorias
militares. Alvear presidiría, entonces, un gobierno de distención. La elite tradicional estaba encantada;
Alvear era radical, pero era de los suyos y de los más ilustres.

Entre 1923 y 1928 el intercambio comercial total se mantiene casi estable, y la coyuntura a partir de
1925 sería favorable. La confianza del gobierno en el futuro del país puede ser vista en el crédito de
350 millones de dólares que pide prestados. A partir de esta época, los capitales norteamericanos
comienzan poco a poco a desplazar a los intereses británicos.

Respondiendo a las críticas al gabinete saliente, Alvear forma un “gran ministerio compuesto de
personalidades brillantes”. Por otro lado, Alvear se encontraba deseoso de acercarse a las Fuerzas
Armadas, y confió los dos ministerios (de Marina y de Guerra) a oficiales. Trata incluso de elegir a los
militares que le parecen representativos de su arma. Consciente del alcance político de las buenas
relaciones con el ejército, tras su llegada a la presidencia la primera visita oficial que haría sería al
Círculo Militar. Así comienza la luna de miel entre Alvear y el Ejército. El Ministro de Guerra, Justo,
sería el portavoz de Alvear ante el ejército. Para asentar su poder y resistir a las presiones de su gran
elector, Alvear se acerca al ejército. Alvear necesita de un ejército fuerte y satisfecho, por lo que se
verá un incremento acelerado de los presupuestos militares, por más de que ningún peligro exterior
justificara un reequipamiento.

El Coronel Mosconi será nombrado al frente de YPF, quien obtendrá del ejecutivo, años después, la
autorización para la construcción de la primera refinería de petróleo del país. En los medios militares,
YPF se convierte en el símbolo de la independencia económica, incluso de la soberanía nacional.

Mosconi es partidario de una política de monopolio nacional (pero no estatal) de la industria


petrolera, que rechazaría cualquier concesión a sociedades extranjeras. El Ministro de Guerra inauguro
en n1927 en Córdoba una fábrica de construcciones aeronáuticas, la Fábrica Militar de Aviones. El
Estado liberal, impulsado por los militares, juega aquí también un papel de pionero en la
industrialización del país. Hay una “conciencia industrial” que se manifiesta cada vez con mayor
claridad en las filas del ejército.

Serán los administradores militares quienes descubran las peligrosas debilidades de la economía
nacional. El sentimiento que tiene el ejército de su destino se adapta mal, en efecto, a una prosperidad
144
exclusivamente agropastoril que lo mantenga relegado. Las posiciones favorables a la industrialización
del país provienen, pues, también de una voluntad de afirmación corporativa.

Pero el principal problema que preocupa ampliamente a la opinión militar es el del petróleo. La
explotación de los hidrocarburos se convirtió en la Argentina en un problema política, alrededor de
1926 – 1927. Así, denunciaría el general Baldrich en 1927 desde el Centro Naval la invasión de la
provincia de Salta por la Estándar Oil que, pretende “ahogar la independencia económica si la cual es
ficticia la independencia política”. Baldrich reclamara la total e inmediata nacionalización de los
recursos petrolíferos

A partir de entonces el poder militar es una realidad. Los militares, lejos de despolitizarse realmente,
toman partido. Alvear no controla al ejército: es la institución militar la que da su apoyo al presidente.
La tendencia predominante en los grados más altos parece cercana a la orientación de los liguistas de
Manuel Carles. La presencia militar se refuerza constantemente en el seno de la Liga Patriótica.

El poder militar y la escisión del radicalismo

Un acontecimiento trágico unió a las autoridades militares y a la nueva administración, sellando así
una alianza antiyrigoyenista.

Los partidarios y los colaboradores de Alvear creen que ha llegado la hora de afirmar la personalidad
propia de la corriente política encarnada por el actual presidente. Piensan que Alvear goza de un
apoyo suficientemente sólido dentro del aparato del Estado como para hacer oficial y orgánica una
división del partido radical, perceptible desde hace mucho tiempo. Con esto comenzó a manifestarse
una desconfianza hacia los incondicionales de Yrigoyen, evidentemente, los gérmenes de una escisión
están presentes.

Vicente Gallo, nombrado ministro del Interior en 1923 se convierte en el líder de los antiyrigoyenistas
o antipersonalistas como preferían llamarse. Es así que el 23 de agosto de 1924 nace la Unión Cívica
Radical “antipersonalista”, abiertamente al apoyo del ala alvearista. Dos partidos distintos invocan
desde ese momento al radicalismo.

La perspectiva de una nueva presidencia de Yrigoyen provoca cierto malestar en algunos sectores del
ejército y los conservadores buscan los medios legales para impedir su retorno al poder. Se piensa
todavía en el supremo recurso de las armas. Un tentativo golpe de Estado está en el aire, el ejército ha
sido rehabilitado.

Las autoridades militares ponen en guardia a los jóvenes oficiales contra la tentación de apartarse de
sus “objetivos específicos”. El deber de los oficiales en una democracia se reduce a la obediencia y a la
actividad profesional en sentido estricto. La prensa nacional desaprueba la acción militar de los países
vecinos y en el propio país. Todavía se está lejos de un consenso militarista y los órganos de prensa de
los grupos dominantes se sienten seguros como para poner en su lugar al ejército y a sus aduladores.

La sombra del caudillo

Se trataba de buscar la mejor táctica contra el irresistible retorno de Yrigoyen. Las presiones sobre
Alvear se hacen más insistentes. Se le pide una solución para evitar el ascenso de Yrigoyen, indeciso no
escucha esos pedidos. En este contexto se intentara el último recurso: el llamado al ejercito. Algunos
pensaban que un golpe de estado podría suprimir u “organizar” las elecciones. La solución elegida
parece haber sido más bien la amenaza de una intervención militar que debía terminar con los últimos
escrúpulos del presidente.
145
Se corre el rumor que el general Justo conspira desde el interior del gobierno con la finalidad de
instaurar una dictadura militar que terminaría con el espectro del retorno de Yrigoyen. Finalmente
Justo declara fidelidad y lealtad constitucional del ejército y el golpe de estado no se produce, aunque
está en marcha.

Antes del resultado de las elecciones, el ejército y los medios conservadores más combativos
consideran ilegitima la nueva presidencia de Yrigoyen. Este triunfa ampliamente en las elecciones
presidenciales de 1928, la participación electoral fue fuerte lo que indica que los electores se daban
cuenta de la relativa importancia de lo que estaba en juego.

146
2.1
REFORMA UNIVERSITARIA DE 1918

 Buchbinder, Pablo (2008) ¿Revolución en los claustros? La reforma universitaria de 1918.


Sudamericana, Buenos Aires

El sistema universitario cordobés manifestó inercia y capacidad de resistencia s u reforma interna lo


que lleva a que deba enfrentar numerosos desafíos que derivaban en gran medida del aumento
progresivo del número de estudiantes.

Las academias no terminaban de dar respuesta a las demandas crecientes que provenían, sobre todo
de los estudiantes. Las organizaciones gremiales estudiantiles lograron durante aquellos años ser
reconocidas como interlocutoras de las autoridades de la universidad.

Los sectores que impulsaban los cambios eran importantes y tenían predicamento y eco. Las
corporaciones profesionales cordobesas estaban detrás de quienes impulsaban las modificaciones en
los estatutos. Las tensiones entre los sectores renovadores y los grupos más tradicionalistas ocupaban
un espacio relevante en los ámbitos institucionales.

Las críticas fundamentales que se dirigían estaban vinculadas con su renuencia a renovar el cuerpo de
profesores. Las decisiones de las academias cordobesas no conformaban a los actores relacionados
con la vía universitaria. La elite que conducía la universidad fue acusada por su negativa a abrirse a
esos reclamos, por su atraso en aspectos científicos y por sus orientaciones confesionales y
dogmaticas.

Las controversias cordobesas no generaban a nivel nacional el impacto que causaban las que tenían
lugar en Buenos Aires. Las razones que explicaban la renuencia al cambio se entienden por el lugar que
la universidad desempeñaba en su sociedad y sobre todo el reclutamiento de su elite política. En la
disputa por el control de la institución se jugaba el dominio del mundo de las profesiones, el acceso a
la burocracia y el ingreso a la elite gobernante. Los sectores dominantes fundaban su predominio no
en su riqueza o su patrimonio sino en su naturaleza doctoral. Todo intento de modificación de la
estructura de poder de la ciudad de Córdoba debía ser necesariamente también, una reforma
universitaria.

A finales de 1917 los estudiantes universitarios cordobeses entraron en conflicto con las autoridades
de su universidad. El centro de estudiantes de Medicina elevo un memorial en el que concentraba las
críticas a la academia y a la antigüedad de sus miembros. Habían formado un sistema signado por la
arbitrariedad y el nepotismo. Un pequeño círculo monopolizaba el poder administrativo dentro de la
facultad. Se incluían consideraciones de tipo científico y pedagógico, afirmaban que el Hospital de
Clínicas estaba subordinado a la academia y que en forma arbitraria proveía sus puestos. La raíz del
problema estaba en la organización política de la universidad y particularmente en el predominio de
las academias compuestas por miembros vitalicios.

A principios de 1918 los alumnos decretaron boicot en el Hospital de Clínicas con el propósito de que
ningún estudiante acepte cargos de practicante. Realizan manifestación reclamando la modificación
del régimen de gobierno. Los incidentes se reiteraron el día previsto para el comienzo de clases, los
profesores no encontraron alumnos en el aula.
147
Los estudiantes apelaron al ministro presentando un nuevo memorial. Señalan la necesidad de
proceder a reformar los planes de estudio, el régimen disciplinario y los mecanismos de selección del
profesorado. Debían ser precedidos por cambios en el sistema de gobierno.

Las críticas apuntaban nuevamente a las academias vitalicias insistiendo en cambiar el sistema por
otro basado en la elección libre y periódica, asegurando la participación de todos los vinculados con la
vida universitaria: profesores, estudiantes, egresados.

Afirmaban que la designación de los funcionarios académicos debía partir del voto secreto, buscan
limitar la reelección del rector y la incompatibilidad de los cargos de delegado al consejo directivo y
superior no cuestionan la potestad del Poder Ejecutivo en la designación de los profesores titulares
pero señalan la necesidad de llamar a concurso para confeccionar ternas.

El interventor designado por el Ejecutivo fue José Matienzo quien respaldaba los cambios que
proponían los reformistas. Acuso a la organización del gobierno de ser demasiado rígida e inmóvil.
Tenía que promover la renovación de sus autoridades, facilitar el control, evitar cargos vitalicios, abrir
aulas a los más capaces, t dar a profesores y graduados participación razonable en el gobierno.

Las autoridades sancionan un nuevo estatuto. El gobierno estaría en manos de los consejos
directivos, durarían tres años y se renovarían por tercios cada año. Elegirían sus miembros a partir de
la propuesta de profesores titulares y suplentes. La adopción de la votación secreta para la elección de
rector y decano, la prohibición a los miembros de los consejos superior y directivo de acceder a
empleos rentados dependientes de la universidad y el establecimiento del concurso como método
para designar al menos a uno de los tres candidatos que debían presentar los organismos
universitarios para la selección de profesores titulares. Con este estatuto se lograba un objetivo central
que era el de limitar la concentración del manejo de los asuntos universitarios en un núcleo
extremadamente reducido. Matienzo criticaba la Ley Avellaneda que había asegurado el gobierno
oligárquico.

Las reformas propuestas fueron respaldadas por el Poder Ejecutivo.

La última fase del proceso era la elección del decano. Enrique Martínez Paz era el favorito de la
federación de estudiantes. El opositor y representante de los sectores conservadores que habían
gobernado la universidad hasta entonces era Antonio Nores. Los estudiantes inician una campaña
contra este que no fue suficiente ganándole a Martínez Paz.

Se proclama una nueva huelga estudiantil para impedir que Nores tome posesión del cargo. La
sociedad cordobesa se polarizo ante el conflicto. Juan B. Justo y Alfredo Palacios hicieron llegar su
adhesión y solidaridad.

El 21 de julio en La Gaceta Universitaria se publico el manifiesto liminar considerado el documento


fundacional del movimiento de la reforma- se cuestionaba el sistema universitario, se hacía hincapié
en el régimen de gobierno vigente y en la hegemonía profesoral.

Los estudiantes cambian el foco de sus protestas, antes se habían atacado las academias vitalicias
ahora el centro de la crítica estaba en los profesores.

El 9 de septiembre un grupo de poco más de ochenta estudiantes toma la universidad por asalto y
designo un nuevo gobierno para ella y para cada una de las facultades. Salinas designado por el
gobierno para intervenir en la universidad llega a Córdoba.

148
Se produce una renuncia masiva de miembros del consejo superior. El 5 de Octubre Salinas dispuso
una nueva modificación en los estatutos de la universidad. Los consejos directivos nombrarían a sus
miembros sobre la bese de la propuesta de una asamblea compuesta por todos los profesores
titulares, igual número de suplentes e igual número de estudiantes. La docencia libre y la participación
estudiantil en el gobierno universitario quedaban consagradas. El proceso electoral culmino con la
elección de rector de Eliseo Soaje.

Las transformaciones tuvieron repercusiones en todos los centros universitarios del país. Se extiende
a Buenos Aires, La Plata, Santa Fe y Tucumán.

Los cambios en el sistema de gobierno de las universidades se produjeron en un marco internacional


particularmente convulsivo. Además en 1919 en Buenos Aires se desarrollan conflictos en un taller
metalúrgico, con huelgas y represión que se conoce como la “Semana trágica”. El país experimenta las
consecuencias del avance del proceso gradual de democratización.

Los estudiantes no podían permanecer al margen de los procesos políticos nacionales e


internacionales. El 11 de abril de 1918 los estudiantes universitarios de todo el país fundaron la
Federación Universitaria Argentina (FUA) con el propósito de otorgar mayor fuerza a sus reclamos. El
primer congreso de FUA ratifico el monopolio estatal de la enseñanza universitaria, los principios de la
docencia libre, de la asistencia libre a clase y la periodicidad de la cátedra. No llego a aprobar algunas
de las consignas más avanzadas como el reclamo por la gratuidad total de los estudios universitarios.

Un grupo creía que la reforma tenía que conservar una orientación y conjunto de objetivos limitados
a problemas específicamente académicos, otro grupo creía que los ideales de la reforma debía
cristalizar en proyectos de cambio social y político.

Los vínculos con los partidos políticos fueron objeto de debate entre los líderes del movimiento.
Radicales, demócratas y conservadores se encontraban entre los preferidos por los universitarios pero
también entre los impugnados.

Los reformistas no lograron consolidar una agrupación política que expresar el programa de cambio
que pregonaron. Fue compatible con el proceso de cambio y democratización que vivía la Argentina.
La reforma fue comprendida como la cristalización en las universidades de las transformaciones
producidas en la esfera nacional desde la Ley Sáenz Peña.

Adquirió una proyección latinoamericana aunque con diferencias en relación a la Argentina. En


distintos países se organizaron centrales gremiales. El primer impacto fue en Perú, en México se lleva a
cabo el primer congreso internacional. En muchos casos fueron perseguidos y obligados a articular sus
programas con exigencias más generales de cambio y transformación del sistema político.

A relación con otros grupos sociales y con el movimiento obrero ocupo un lugar central en los
debates. Hubo dos propuestas la del líder del movimiento estudiantil en Perú, Víctor Haya de la Torre
que establece lazos con la dirigencia obrera. La segunda propuesta por el dirigente cubano Julio
Antonio Mella que acentuaba el componente político y social de la reforma por encima de su
contenido académico. Cuestiona la idea de que los trabajadores intelectuales pudiesen conformar una
fuerza decisiva en la lucha contra el sistema capitalista.

149
150
2.1 – CLASE 10
LOS NACIONALISTAS – EL GOLPE DE 1930

 Los nacionalistas (1910 – 1932) – María Inés Barbero y Fernando Devoto

Introducción

El termino nacionalismo es equivoco e impreciso. Designa a:

 Grupo político
 Línea ideológica
 Movimiento cultural

Permite desde un uso restrictivo hasta una utilización amplísima, incluyendo a cualquier
manifestación que exalte la tierra, la nacionalidad o la patria. Su misma ambigüedad permite que se
hable de:

 Nacionalismo cultural
 Nacionalismo económico
 Nacionalismo político: puede ser de izquierda o de derecha

Los mismos autores que han escrito sobre el tema se han puesto de acuerdo sobre los alcances del
mismo. Para Julio Irazusta el nacionalismo aparece a fines de 1927, y es considerado como un sistema
de ideas muy preciso encarnado en un puñado de intelectuales y teóricos de la política. Federico
Ibarguren sitúa su origen en la misma fecha, pero es entendido como una serie de lealtades políticas
estructuradas en torno a una militancia contra ciertos previsibles enemigos comunes: la democracia, el
liberalismo, el comunismo. Su columna vertebral es La Liga Republicana.

El termino nacionalismo será utilizado aquí en el sentido de un movimiento cultural acotado, por un
lado, por la presencia en el pensamiento de aquellos a quienes denominaremos nacionalistas de
ciertos elementos político – ideológicos comunes y, por otro, por una conciencia de pertenencia.
Todos ellos comparten una serie de actitudes y principios, cierta posición de crítica y disconformidad
hacia el sistema imperante, una revisión no uniforme de los valores histórico aceptados como
producto de este cuestionamiento del presente, una manifiesta hostilidad hacia el positivismo, criticas
a diversos aspectos del liberalismo, una exaltación de la nacionalidad y, por último, una actitud de
oposición hacia filosofías y las organizaciones internacionales.

Se pueden distinguir cinco grupos principales. Tres de ellos puede agruparse, a su vez, dentro de la
clásica definición de “nacionalismo de elite” y son: el nacionalismo clásico o republicano representado
por La Nueva Republica; el nacionalismo tradicionalista católico integrado por el grupo Criterio; y el
nacionalismo filofascista, ejemplificado por los grupos de choque como La Legión Cívica, La Legión de
Mayo. Los otros dos pueden englobarse dentro de lo que se denomina como “nacionalismo popular”:
uno de matriz laico – democrática (Rojas, Mosconi); el otro como base católico – popular (Gálvez).

Diversas posturas sobre origen y significado del nacionalismo en Argentina:

 Reflejo de movimientos políticos y corrientes ideológicas europeas, adaptas a Latinoamérica


 Condiciones internas que permitieron la emergencia de movimientos con características
similares a los europeos

151
 Problema principal: conflicto social creciente y los temores que genera en un segmento de la
clase dirigente
 Respuesta a la perdida creciente de prestigio y poder político en el seno del grupo dirigente a
mano de grupos sociales en ascenso
 Nacionalismo como reacción natural, en especial en ambientes provincias, ante la creciente
cosmopolitizacion y disgregación cultural de la Argentina como consecuencia del impacto
migratorio

Su anti electoralismo recalcitrante la hizo rechazar toda propuesta de constituir un partido


nacionalista, al estilo tradicional, para ir a las urnas cuando el movimiento reunía en las calles
multitudes mayores que sus rivales. Hay una evidente incapacidad de transformar su fuerte influencia
en un proyecto de poder político estable y viable.

I – Algunos precursores

La Argentina del centenario

Por debajo de la prosperidad económica y del resplandor cultural, se manifestaban algunos síntomas
preocupantes. EL temor a la desintegración nacional como consecuencia del impacto inmigratorio, la
aprehensión con respecto al conflicto social, producto casi inevitable de la urbanización y de la
incipiente industrialización, y la debilidad del sistema político, que mantenía al margen de la vida cívica
a amplísimos sectores de la población, desvelaban a la elite dirigente.

La agitación social y el aluvión inmigratorio no eran sin embargo las únicas amenazas al orden político
social instaurado en las últimas décadas del siglo XIX. El mismo se veía también afectado por la falta de
sustentación del sistema político, expresada en el bajísimo porcentaje de votantes que concurría a los
actos comiciales.

Roque Sáenz Peña, junto a Indalecio Gómez, propondrá la nueva ley de sufragio aspirando a que
actuara como antídoto de los problemas enumerados. También, hacia los años del Centenario
alcanzaba notoriedad una nueva generación literaria, influida por el espiritualismo y el modernismo,
en el marco de una época que reaccionaba contra el naturalismo y el positivismo. Dos merecen
especial atención: Rojas y Gálvez, jóvenes miembros de las elites dirigentes que reaccionaran contra
las temidas consecuencias del aluvión inmigratorio.

Dos precursores del nacionalismo: Ricardo Rojas y Manuel Gálvez

Ambos pertenecían a prestigiosas familias provincianas, alcanzando el cenit de la carrera política bajo
el roquismo del ochenta. Ambos van a enjuiciar a la Argentina del Centenario. Ambos van a plantear
las dificultades que un joven provinciano encontraba para integrarse en la gran ciudad, a la que
parecían adaptarse mejor los extranjeros que los hombres del Interior.

Rojas va a plantear una reforma educativa como la clave para evitar la desnacionalización cultural y
social de su patria. Denuncia el cosmopolitismo, la indiferencia para con negocios públicos, el
individualismo, la venalidad del sufragio. Frente a la desnacionalización de la cultura, el problema que
se plantea es el de una “restauración nacional”, integrando equilibradamente el aporte extranjero al
desarrollo nacional. Un punto central es la superación de ciertos conceptos básicos como el de
“civilización y barbarie”. En su lugar proponía la de “exotismo e indianismo”.

152
Rojas no formo parte de ninguno de los grupos políticos nacionalistas que se constituyeron a partir de
fines de la década del veinte, cuyos postulados en su mayor parte no compartía. Rojas terminaría
afiliándose al radicalismo.

Síntesis del primer Rojas, nacionalismo afincado en visión liberal y laica junto a la noción de progreso:

 Democrático
 Laico
 No tradicionalista ni xenófobo
 Síntesis armónica entre lo antiguo y lo nuevo: lo indígena y lo hispano
 Denuncia la dependencia cultural y económica

Manuel Gálvez: nacionalismo más apoyado en una visión católica y tradicional, inquieta preocupación
social

 comparte el rechazo hacia la ciudad cosmopolita


 reacción antipositivista y espiritualista
 demócrata
 tradicionalista
 apertura hacia la problemática social
 cierta influencia krausiana
 profundamente católico y provinciano
 rechazo a la tradición liberal
 En muchos aspectos se anticipa a temáticas del nacionalismo de la década del 30`.
 Admirador de la obra social del fascismo italiano, peor no de su culto a la violencia
 La Argentina ha perdido el espíritu nacional y el patriotismo: reconquista espiritual del país
 Inmigración y europeización: llevaron a la perdida de la tradición y las costumbres
 Preferencia del término tradicionalismo en reemplazo de nacionalismo

Gálvez no perteneció a ningún partido político. Izquierdista anárquico en su juventud, abandono


dichas posiciones tras su reacercamiento al catolicismo. Fue uno de los pocos intelectuales no
radicales que apoyo a Yrigoyen.

II – Nacionalismo y orden

La época de los gobiernos radicales

Pese al desagrado que provocaba el nuevo gobierno, las fuerzas conservadoras globalmente
consideradas no cuestionaban todavía el orden establecido por la Constitución y por la Ley Sáenz Peña.
Aun conservaban una buena cuota de poder en las Cámaras y en la prensa.

A la tenaz oposición conservadora se le sumaba desde el otro extremo político la agitación obrera.
Favorecida en parte por la permisividad del gobierno e impulsada por la oleada revolucionaria. Dos
hitos son significativos: la Semana Trágica de comienzos de 1919 y las huelgas de la Patagonia de 1921.

Finalizada la Semana Trágica, surgirán las primeras voces y los primeros grupos nacionalistas, de
dimensiones aun reducidas. Alarmados por el caos social que percibían inminente, y que muchos
creían favorecido por el obrerismo del caudillo, elitistas y hostiles al estilo populista de Yrigoyen, se
enrolaron en la oposición, pero desde una perspectiva distinta a la de las fuerzas conservadoras.
Comenzaba a delinearse una osada crítica al prestigioso sistema demoliberal. Proponían el
153
restablecimiento del orden y las jerarquías, la abolición del sufragio universal, y en algunos casos hasta
al reforma constitucional.

Uno de esos grupos y de larga actuación posterior, fue la Liga Patriótica Argentina, surgida tras los
acontecimientos de la Semana Trágica y ante lo que parecía el desfallecimiento momentáneo del
gobierno, ante su falta de respuesta. Comenzaba a circular, también, la idea de un complot soviético.

El ideario político de la Liga

 Muchos elementos de tipo nacional – fascista


 Lema “Patria y Orden
 Eran guardianes de la argentinidad: estimulaban el amor a la patria
 Cooperar con las autoridades en el mantenimiento del orden
 Inspirar amor por el ejército y la marina
 Marcado chauvinismo y antisemitismo

Sin embargo, hay elementos que la diferencias de los grupos nacionalistas:

 Respeto al marco constitucional


 Escasa autonomía de sus objetivos políticos
 Rol subordinado a las instituciones

Marco ideológico:

 Contradictorio y confuso
 Confluían sectores de las más diversas procedencias: católicos moderados, liberales,
nacionalistas antidemocráticos, conservadores y hasta radicales, reunidos por odios comunes
más que por afinidad

Sus cuadros los componían miembros de:

 Jockey Club
 Circulo de Armas
 Asociación de Damas Patricias
 Círculo Militar y Centro Naval
 Comité Nacional de la Juventud
 Alta cantidad de oficiales del ejército y la armada de alta graduación

Leopoldo Lugones y la hora de la espada

Fue una figura clave del nacionalismo en los primeros tiempos de la década del veinte. Escritor
cordobés y socialista en su juventud. Luego se acercara a las posiciones liberales y apoyara al
roquismo. Tras la primera guerra mundial, vira hacia posturas nacionalistas y antiliberales, alarmado
sin duda por las convulsiones que habían sucedido a la paz en Europa y América. Abandono el
idealismo racionalista que había sustentado durante la guerra para confiar cada vez más en el uso de la
fuerza.

Expresa los pensamientos de una gran parte de los nacionalistas argentinos:

 Condena al liberalismo y al régimen democrático


 Valoración del patriotismo como virtud suprema
154
 Misión de las fuerzas armadas, destinadas a restablecer el orden amenazado por al ineficacia
de sus sistema político y por la agitación extranjera
 Apocalíptica hostilidad al cristianismo, luego atemperado en la década del 30`y luego
convertido al catolicismo

Discurso de Ayacucho o La Hora de la Espada, pronunciado en Lima en 1924: llamo al ejército a


restaurar el orden y la jerarquía amenazados por la democracia, la demagogia y el socialismo. Sus
posiciones políticas lo llevaron a vincularse con los distintos grupos nacionalistas que preparaban la
conspiración que estallaría en septiembre de 1930. Colaboro con los jóvenes de La Nueva Republica y
estrechó lazos con los militares golpistas encabezados por Uriburu.

Propone una política de desarrollo industrial basada en el proteccionismo aduanero. Pero dicho plan
es imposible de llevar a cabo en el marco del sistema liberal democrático. Al igual que la mayoría de
los nacionalistas, Lugones se sentirá pronto desilusionado con el gobierno de Uriburu, y terminara
apoyando la candidatura de Justo en 1931.

III – El nacionalismo de elite

De Alvear a Yrigoyen

La presidencia de Alvear pasó como un liviano intermedio entre las dos del gran caudillo. Fue
beneficiado por una aliviada situación económica, con retracción de la desocupación y el crecimiento
del salario real, caída del número de huelgas y del número de afiliados a sindicatos. Algunos problemas
estructurales no parecían preocupar mayormente, como las consecuencias de haber llegado a los
límites naturales de la frontera agropecuaria y la cuantiosa deuda externa que evaporaba el superávit
de la balanza comercial. El único plan coherente del radicalismo era controlar el gasto público y reducir
el déficit fiscal.

El 1º de abril de 1928 Yrigoyen obtiene un clamoroso éxito electoral, el mayor del radicalismo en toda
su historia, solo el Senado permanecerá bajo control opositor. Veremos ahora los grupos nacionalistas
que se han ido conformando hacia la segunda mitad de la presidencia de Alvear.

La Nueva Republica

En la segunda mitad de la presidencia de Alvear comenzaron a aflorar las primeras voces periodísticas
nacionalistas. La primera fue La Voz Nacional, pero tendría poca duración. El otro periódico
nacionalista, La Nueva Republica, tendría su origen en 1927 y seria integrado por un grupo sumamente
heterogéneo. Su proyecto era constituir un órgano político – doctrinario de oposición al gobierno. El
subtitulo del periódico era Órgano del nacionalismo argentino. En su staff se contaba a Rodolfo y Julio
Irazusta, Juan Carulla, Cesar Pico, Tomas Casares y Ernesto Palacio. Se utilizaba a los mentores
ideológicos del 80 –liberales pero no democráticos- para cuestionar un régimen y un sistema por
democráticos pero no por liberales. A diferencia de Lugones, La Nueva Republica no propone la
reforma constitucional, sino la del sistema electoral

Rodolfo Irazusta

 Entrerriano con antecedentes en el radicalismo no yrigoyenista


 Enemigo del liberalismo
 Admirador incondicional de España y de la civilización greco latina cristiana
 Adversario encendido de la democracia, del vulgo o populacho

155
 Denuncia contra el capital extranjero y contra el mundo urbano
 Conspiró contra Yrigoyen apoyando activamente a Uriburu
 Tras los resultados del golpe se arrepintió e inicio una revalorización del pueblo y la
democracia
 Se acerco al radicalismo y estableció vínculos con Scalabrini Ortiz y con el grupo FORJA

Ernesto Palacio

 De una destacada familia de Buenos Aires


 Anarquista en su juventud universitaria, partidario de la reforma del 18
 Se vinculo a las vanguardias literarias
 Influido por la acción de Mussolini en Italia: reconoce que sus modelos eran la España de la
dictadura del General Primo de Rivera y la Italia de Mussolini
 Temática: la defensa del orden y las jerarquías, del catolicismo y del espíritu clásico. Todo lo
que era incompatible con la democracia
 Oposición a la revolución francesa
 Opositor a Yrigoyen, apoyo el golpe de Uriburu, tras lo cual se arrepentirá
 Luego apoyara al peronismo

Juan Carulla

 Anarquista en su juventud
 Amigo de Uriburu, jugó un rol principal en la conspiración que derroca a Yrigoyen. Continuo
colaborando con Uriburu tras el golpe a través de la creación de la Legión Cívica Argentina,
organización semi militar de características fascistoides
 Influido por el régimen mussoliniano

Julio Irazusta

 La figura de mayor trascendencia


 Opinión desfavorable al régimen de Mussolini
 Escaso interés por la política, tras el fiasco del golpe de Uriburu se inclina hacia el estudio del
pasado argentino. Su principal actividad es histórica y literaria
 Comienza su amistad con Scalabrini Ortiz y se afilia al partido radical en 1935
 Enemigo del autoritarismo y de los gobiernos despóticos, de las diferencias raciales o religiosas
 Tolerante y respetuoso de la diversidad ideológica
 Nacionalismo nostálgico de un pasado agrario, elitista y moralizante

Cesar Pico

 Uno de los pensadores católicos más conocidos de los años treinta


 Retorno a la cultura, a la gran tradicion greco – latina
 Reivindicación de la Iglesia y del tomismo
 Modelo societal ideal: la Europa medieval, prevalecía el respeto por el orden y las jerarquías

Criterio
 Semanario de orientación católica que aparece en 1928.
 Coincidía en muchos aspectos con la predica de los nacionalistas.
156
 Origen: expansión de movimientos culturales católicos que surgieron en la primera posguerra
 Heterogénea lista de colaboradores
 Retorno al orden natural: anhelo de la disciplina y de las jerarquías
 Publicación hostil a la democracia, al liberalismo, al socialismo y al positivismo elitista y
conservador
 Enemiga acérrima de Yrigoyen, aplauden el golpe de Uriburu

IV – El otro nacionalismo

Dos precursores del nacionalismo popular

Prácticamente, la política petrolera es el único aspecto novedoso del segundo gobierno de Yrigoyen.
Tras la creación de YPF en 1922, la política petrolera se convertirá en proyecto de nacionalismo
económica y conllevara muchas disputas dentro de las Cámaras, la principal es en torno a la sanción de
la ley que establecía la nacionalización de los recursos mineros y el monopolio de su explotación por
parte del Estado. Esta ley buscaba reemplazar al Código de Minería de 1886, que dejaba en manos de
las provincias el derecho a otorgar concesiones mineras.

EL problema del petróleo, así como la defensa de la neutralidad durante la Guerra o el rescate de
ciertos elementos culturales autóctonos son indicadores de la presencia de ciertos contenidos
nacionalistas en el radicalismo. En realidad, muchos nacionalistas reconocerían a posteriori que el
radicalismo yrigoyenista encerraba principios fundamentales del nacionalismo. Habrá dos pensadores
que serán lo0s precursores de este nacionalismo popular.

General Enrique Mosconi

 Colabora en los primeros planes de sustitución de importaciones, propugnando la creación de


industrias de guerra que aseguraran cierta autonomía a la defensa nacional
 En 1922 accede a la dirección de YPF
 Necesidad de ruptura con los trust norteamericanos e ingles
 Convierte a YPF en la primer gran empresa estatal argentina
 Necesidad de ir transformando al país en una organización económica nacionalista
 Desarrollo de empresa privada de capital nacional, oponiéndose a la injerencia política de
grandes empresas
 Defensa del petróleo: elemento básico para fomentar la industria nacional, trascendiendo así
el esquema liberal agropecuario
 Proponía nacionalizar y resguardar por el estado las fuentes de petróleo
 No perteneció a ningún partido político
 Renuncio después del golpe del 30`.

Manuel Ortiz Pereyra

 Hombre del interior, correntino


 Representa uno de los mayores esfuerzos por denunciar la dependencia económica y cultural
en que veía sumergida a la Argentina
 Gran influencia en el FORJA y en Arturo Jauretche
 Radical, fiscal federal, renunciaría tras el golpe del 30`
 Se enrolo en los sectores más intransigentes del radicalismo
157
 Misión de la UCR: promover la reconquista de la soberanía económica y política de la
Argentina y de las naciones latinoamericanas
 Formo parte del grupo que gestaría el FORJA
 En su obra sobresalen dos temas: la preocupación por la enajenación de la riqueza nacional y
el rechazo a lo que consideraba falta de originalidad del pensamiento argentino
 Su propuesta más que industrialista es de defensa del productor nacional
 Fuerte crítica al socialismo por extranjerizante. Falta de capacidad de comprender los
problemas locales al trasponer mecánicamente los esquema sociales enunciados en Europa

Mosconi y Ortiz Pereyra delinean un rostro de nacionalismo de distinta matriz ideológica de de los
conspiradores uriburistas, de base romántica y democrática, y que realizara en 1930 una opción
política opuesta a la de aquellos: la defensa del gobierno radical.

V – La revolución del 30 y el nacionalismo

La Revolución de setiembre

El 6 de setiembre de 1930 una columna militar compuesta por los cadetes del COLEGIO Militar avanza
sobre la Plaza de Mayo para derrocar a un gobierno constitucional. Tanto Hipólito Yrigoyen como su
vice presentan su dimisión. El gobierno radical se había derrumbado sin estrepito, asumía el General
José Félix Uriburu.

En 1929, las serias dificultades de la balanza de pagos, afectada por la iliquidez internacional y por la
caída del valor de sus exportaciones, obligaron al gobierno de Yrigoyen a abandonar el patrón oro. El
año 30 vera profundizarse la recesión: caída de exportaciones agrícolas, descenso moderado del
salario real. De todos modos, la ocupación se mantenía elevada y el grado de conflictividad era muy
bajo. Pero el radicalismo no solo no tenia recetas para resolver la tormenta, sino que tampoco estaba
en condiciones de readaptarse a los tiempos de la gran depresión.

Si la situación económica no puede darnos la clave sino solo un marco de referencia, tampoco puede
hacerlo la simplista explicación del petróleo como móvil central de la conspiración. De mayor peso son
las descensiones internas, vinculadas a la vejez del presidente. A este problema se sumaba una relativa
parálisis administrativa del gobierno, que alimentada por la prensa opositora y por el rumor callejero
daba la impresión de desgobierno e inacción. Las elecciones de diputados de 1930, donde perderían,
reflejaron el malestar dentro del radicalismo.

Si la crisis económica financiera, el relativo desgobierno y la pérdida de consenso son las condiciones
de posibilidad del golpe, el instrumento es el ejército. Dos proyectos minoritarios se venían gestando
dentro de las Fuerzas Armadas a partir del malestar que generaba la política de pases y ascensos del
yrigoyenismo, el descenso del gasto militar y la tradicional hostilidad militar a la chusmocracia.

Uno era liderado por Agustín P. Justo: liberal, partidocratico y constitucionalista; el otro, por José F.
Uriburu: nacionalista, autoritario, corporativo.

Uriburu pertenecía a una familia muy tradicional de Salta. Había sido revolucionario en 1890, luego
había militado en el PDP, frente a la 1º Guerra Mundial se posicionó del lado alemán, admirador del
sistema prusiano, impresionado por los logros de la Italia mussoliniana. Desarrollaba sus actividades
conspirativas desde los aristocráticos Jockey Club y Círculo de Armas.

158
La conspiración fue detectada por el entonces Ministro de Guerra Dellepiane, pero ante la inacción
del gobierno renuncio, allanando el camino para el golpe, el cual llegaría el 6 de septiembre, producto
más de la inacción del gobierno que por propia capacidad.

Los grupos nacionalistas y la Revolución de Septiembre

Desde principios de 1929 los Irazustas y Carulla comenzaron a visitar al general en su casa, desde
donde irían preparando aspectos civiles de la conspiración. Para los integrantes de La Nueva Republica,
Uriburu encarnaba la posibilidad de hacer concretas sus aspiraciones a una modificación del régimen
político, que llevaría adelante un plan de reformas en las instituciones del Estado, que debía comenzar
por la del sistema de sufragio.

La Liga Republicana y la Legión de Mayo

Antes de promediar 1929 se decidió organizar un grupo de choque, la Liga Republicana: milicia
voluntaria de la juventud para luchar contra los enemigos interiores de la Republica. Los principales
inspiradores de su creación habían sido Rodolfo Irazusta y Roberto de Laferrere, con el visto bueno de
Uriburu. La Liga fue siempre controlada por los nacionalistas.

La Legión de Mayo era al igual que la Liga, una organización agitativa, pero a diferencia de esta fue
creada recién en vísperas de la revolución y por iniciativa directa de Uriburu.

La Nueva Republica

La Nueva Republica cumplió como órgano periodístico el papel de preparar el ambiente para la
Revolución. A casi seis años del “Discurso de Ayacucho” aceptaban por fin la solución lugoniana, lo que
también se hizo evidente en la intensificación de las relaciones con el poeta.

El gobierno del General Uriburu

El 8 de septiembre de 1930 asumió el nuevo gobierno. Las distintas carteras serian ocupadas por
veteranos políticos conservadores, en su gran mayoría miembros del Jockey Club. Sin fuerza para
impulsar por ahora sus propuestas, el General Uriburu transaba con las fuerzas tradicionales. Pero los
proyectos corporativos no habían sido olvidados. Carlos Ibarguren sería designado interventor de la
Provincia de Córdoba.

Uriburu expresaba la necesidad de propender a reformas constitucionales pero solo “por los medios
que la misma Constitución señala” y se volvía a sugerir la alternativa de tipo corporativo. Nuevamente
envueltas en un ropaje liberal aparecían lo que eran dos ideas esenciales del nuevo grupo: reformar la
Constitución y establecer algún tipo de representación corporativa sin suprimir el sistema político
existente.

El proyecto revolucionario se empantanara no solo en las incapacidades políticas de su conducción,


sino principalmente en las resistencias que dicho proyecto encontraba en las distintas fuerzas sociales
y políticas. La ausencia de conflictos externos y de desorden social interno quitaba toda posibilidad a
un sistema de tipo nacionalista autoritario en la argentina del 30`.

El General Uriburu hizo intento de imitar el ejemplo italiano mediante la creación de una agrupación
para militar, cuyo objetivo era construir el embrión de una agrupación sustentadora de un nuevo
régimen e inculcar las virtudes militares. Se trataba de la Legión Cívica Argentina, entrenada por

159
oficiales, tenían sus uniformes y grados. Sin embargo, La Legión no consiguió ejercer una efectiva
influencia sobre los reales factores de poder de la sociedad argentina.

El gobierno de Uriburu debió ir cediendo posiciones hasta convocar a elecciones generales con
proscripción de la fuerza mayoritaria: el radicalismo. A fines de 1931 era elegido presidente su rival del
año anterior: el General Justo

Los nacionalistas y el gobierno de Uriburu

Tras haber apoyado fervientemente la revolución, la mayor parte de los grupos nacionalistas se
sienten desilusionados. Sin embargo, algunos se mantienen como colaboradores de Uriburu, como
Palacio, nombrado ministro de gobierno en San Juan, y buena parte de la Liga Republicana que
acompañara a Ibarguren a Córdoba. Una vez allí, Ibarguren contara con el apoyo de los nacionalistas
cordobeses, posteriores creadores del Partido Fascista de Córdoba.

La Nueva Republica siguió defendiendo lo que siempre había considerado los principios de la
revolución. En octubre de 1931 sus redactores hacen pública la ruptura con el gobierno, al que acusan
de haber traicionado el espíritu de la revolución, convirtiendo lo que debería haber sido un
movimiento de cambio en una restauración conservadora.

El grupo de la Liga Republicana era igualmente crítico, no le perdonaba la creación de la Liga Cívica,
en vez de apoyarse en el grupo de fieles de la Liga Republicana.

Paradójicamente, muchos nacionalistas terminarían apoyando la candidatura de Justo, única


alternativa para evitar el triunfo de la Alianza Civil (Partido Socialista – PDP)

160
2.1
PROBLEMAS DE MEDIACION ENTRE LA SOCIEDAD CIVIL Y EL ESTADO

 La trunca transición del régimen oligárquico al régimen democrático - Waldo Ansaldi

La importancia de la ley Sáenz Peña

El periodo convencional analizado es 1916 – 1930. Aquí, en cambio, se analizara el más amplio,
iniciado en 1912.

En términos políticos – sociales, una cuestión clave del periodo 1912 – 1930 es la democratización,
que no puede restringirse al voto universal masculino y a la representación de la primera minoría, ella
va mas allá, incluyendo al Estado y la sociedad. Más, ¿Cuánto se democratizo el Estado? y ¿Cuánto se
democratizo la sociedad?

A partir de 1912 se produjo, a nivel nacional, una transición de la dominación oligárquica a la


democrática, proceso que se interrumpe y trunca, no solo por el golpe militar de septiembre de 1930
sino también por los límites que tienen la propia democratización política y el mismo proceso de
transición.

De la ley 8871, quedan excluidos del derecho a voto mujeres y los extranjeros de ambos sexos. La ley
tampoco se aplica a territorios nacionales.

La ley, impulsada por los sectores transformistas de la burguesía argentina, persigue descomprimir la
presión de los sectores excluidos del sistema de decisión política y, en una dimensión de mayor
envergadura, permitir la libre competencia electoral entre partidos socialmente representativos. La ley
no es solo la instauración del nuevo régimen electoral: ella es inseparable de un proyecto de mayor
envergadura política, cuya clave es la constitución de un partido político orgánico de la burguesía
democrática, un objetivo no logrado pese al intento del PDP.

El 2 de abril de 1916 se realizaron los primeros comicios para escoger electores de presidente y vice
mediante el procedimiento del voto secreto y obligatorio. La UCR se presento en los quince distritos
electorales, obteniendo la mayor cantidad de votos y triunfando en 6 de ellos. El novel PDP, intento de
constitución de un partido orgánico de derecha, se presento solo en seis distritos, ganando solamente
en 2.

Ahora bien, la democracia políticas que comienza a constituirse en 1912 era, al mismo tiempo,
ampliada en un sentido y restringida en otro. Este es ampliado no solo por incorporación al sistema de
decisiones políticas “a la clase de formación reciente”, sino, quizá sobre todo, por hacer efectivamente
posible el ejercicio del sufragio masculino en un país en el cual a nivel nacional no ha habido,
históricamente, formal restricción a su universalidad. El temprano acceso a la efectiva práctica del
sufragio universal masculino no tiene equivalente en el otorgamiento del femenino, que se concederá
solo en 1947.

Empero, el temprano basamento para constituir una democracia política liberal no es lo


suficientemente firme. Tampoco logra modificar una de las claves del sistema político argentino, el de
la bifacialidad o doble lógica de funcionamiento de la mediación política, la partidaria y la corporatista.

161
Los años de transición de la dominación oligárquica a la democrática y la interrupción de esta
muestra la permanencia y el despliegue de viejos y estructurales componentes y prácticas de la cultura
política argentina: caudillismo, clientelismo, intolerancia, intransigencia, fraude electoral.

Entre 1912 y 1916 se produce un cambio en el régimen político, el cual no conlleva una crisis de
Estado. No se cuestiona la matriz fundamental de la dominación social. En cambio, si hay crisis de una
forma de Estado: muda la figura de este, de Estado oligárquico a Estado democrático, permanece
invariante en la relación fundamental de dominación de clase.

La ley Sáenz Peña permitió, en lo sustantivo, la creación de un sistema de partidos competitivo, de un


sistema de partido dominante a un sistema de partidos de pluralismo limitado. La ley hizo posible el
pasaje de la hegemonía organicista a la hegemonía pluralista, por lo tanto hay continuidad en el
carácter burgués de la hegemonía. Es decir que el grupo burgués hegemónico se fractura en una
burguesía conservadora que se resiste a abandonar las prácticas tradicionales, y en otra democrática,
que no podía ampliar la base de su dominación incorporando efectivamente a las clases subalternas.

El posterior desenlace de 1930 guarda realicen con la paradoja de la etapa de hegemonía pluralista: la
ampliación de la democracia política resalta la debilidad del sistema de partidos políticos y Parlamento
como vehículo de mediación entre la sociedad civil y la sociedad política.

La cuestión de la mediación entre sociedad civil y estado

En un régimen democrático liberal, el canal por el cual se expresan las demandas de la sociedad civil
ante el Estado es el de los partidos políticos / parlamento. Es decir, los partidos con representación
parlamentaria son quienes operan como agentes transmisores de las demandas de la sociedad civil al
Estado.

Si institucionalmente, como ocurre en el caso argentino, los partidos no logran consolidar su papel de
mediadores y articuladores entre la sociedad civil y el Estado, tal fracaso se refuerza con el del
Parlamento en igual función. Es probable que en este hayan incidido decisivamente tanto al mecánica
de representación oligárquica prolongada durante la fase democrática cubierta por las
administraciones radicales, cuanto la situación de entrampamiento institucional en el cual cayo la UCR.
La composición del Parlamento no es un dato trivial. Para Yrigoyen, la correlación de fuerzas adversas
operaba como una traba a su política de reformas.

El radicalismo, en particular el yrigoyenismo de 1916 – 1922, gobernó en un contexto caracterizado


por una ambigüedad, por una institucionalización perversa del conflicto político – social. El
Parlamento, en tanto no expresaba adecuadamente la real correlación de fuerzas sociales y políticas,
aparecía como una institución debilitada para desempeñar con eficacia su función articuladora entre
las demandas de la sociedad civil y la capacidad de decisión estatal.

Otro aspecto de la gestión radical que contribuyo a debilitar la mediación partidaria y a potenciar la
corporatista fue la política obrera del primer gobierno de Yrigoyen. Parece evidente que la práctica del
denominado “obrerismo” yrigoyenista contribuyo a consolidar una forma corporatista de mediación
entre la sociedad civil y el Estado, la cual atiende y defiende intereses particulares bien sectoriales.

El catch all radical

Yrigoyen, tal vez más que el radicalismo, enfatiza la condición de coalición social de la UCR, la cual
permite pensar a la agrupación mas como un movimiento y menos como partido. Explícitamente hay
una renuncia a definirse como partido político. Esa renuncia es coherente con la confusión radicalismo
162
₌ Nación. Notable contradicción: la de una agrupación defensora de la democracia representativa que,
al no concebirse como “parcialidad”, niega la posibilidad de disensión mínima necesaria parea el
funcionamiento de una sociedad pluralista.

La afirmación de Alem sobre el radicalismo, que puede romperse pero no doblarse, implica tanto el
sostenimiento de una posición intransigente cuanto, conexa a ella, la resistencia a una política de
alianzas. La postura radical encuentra su correlato en el Partido Socialista. Unos y otros se
abroquelaron en posiciones intransigentes, mutuamente descalificadoras. Toda la cultura política se
construyo, desde el momento inicial, conforme la lógica de la guerra.

La derecha violenta

En el límite de la violencia de la palabra deviene violencia de los hechos. Los grupos parapoliciales
nacionalistas, antisemitas y xenófobos aparecen a partir de 1909; en 1919 se forma la Liga Patriótica,
autodefinía como “asociación de ciudadanos pacíficos armados” bajo la consigna de “orden y patria”.
La Liga fue creación de un sector prominente de la burguesía, y era una manifiesta demostración de la
intolerancia de la clase frente a la democracia política y, a las demandas de justicia social.

La Liga Patriótica inaugura una línea de acción de violencia paraestatal que se prolongara larga y
cruelmente en la sociedad argentina. La Liga no solo tuvo estructura orgánica, sino continuidad y
émulos.

Por otra parte, la Liga produjo el ahondamiento de la fractura entre la clase media y obrera, que
afecto la posibilidad de constitución de un sólido bloque social democrático capaz de enfrentar a la
burguesía y postular una solución política alternativa. Por lo demás, La Liga Patriótica tenía inequívocas
vinculaciones con el propio radicalismo.

Yrigoyenistas, socialistas y clase obrera

El fracaso de la estrategia socialista en articular un frente social que, bajo la dirección política del PS,
reuniera a obreros, industriales, chacareros pampeanos y clase media urbana y generara una
acumulación de fuerzas democráticas suficiente para producir algunos cambios estructurales por la vía
de reformas es una de las notables cuestiones distintivas de la transición.

En contrapartida, el radicalismo era capaz de ganar para su causa la adhesión de trabajadores, aun
cuando el denominado “obrerismo” de Yrigoyen muestra su contracara en la intensificación de la
movilización social y en la acción represora.

Un aspecto central de la relación entre los gobiernos radicales y el movimiento obrero gira en torno a
la percepción socialista de la política de Yrigoyen, que combinaba renuencia a impulsar cambios en
materia de derecho laboral con preferencia de abordar esta por la vía del decreto presidencial. Al
mismo tiempo, el gobierno empleaba su poder de arbitrar a favor de los trabajadores en ciertas
situaciones conflictivas, sin desmedro de recurrir a la represión cuando se trataba de “calmar” a los
desconfiados e intranquilos burgueses.

Coherente con su distinción entre política de conciliación y política de represión, el radicalismo, como
el peronismo más tarde, no derogo la represiva Ley de Residencia promulgada en 1902 por Roca.
Tampoco la Defensa Social de 1910.

Por otra parte, tampoco debe olvidarse de que el radicalismo fue gobierno cuando ya se percibían los
límites del modelo primario – exportador, modelo que ha definido una situación de dependencia con
163
control nacional del sistema productivo. Ese control nacional permitió una política intervencionista del
Estado.

El radicalismo se enfrento con la tensión generada por dos demandas presentes en la sociedad: la de
democracia política y la democracia social. Cada una de estas resulta privativa de clases sociales
diferentes: la clase media reclamaba democracia política; la clase obrera exigía justicia social y
descreía, en sus corrientes mayoritarias, anarquistas y sindicalistas, de la democracia política. Los
radicales se definieron por la primera y mostraron menor atención a la segunda. El socialismo era la
única formación partidaria que bregaba por ambas.

Las intervenciones federales y el debilitamiento de la democracia

La continuidad de componentes del régimen político oligárquico en le democrático en el caso del


Senado, verdadero garante del pacto de dominación oligárquica, es uno de los factores que lleva al
presidente al posible recurso constitucional de la intervención federal a las provincias mediante
decreto presidencial. Procedía con la convicción de su “reparación nacional”. Se buscaba, por un lado,
modificar la composición del Senado y, por el otro, legitimar a la totalidad de los gobiernos de
provincias a partir del ejercicio del sufragio libre. EL presidente aplico la intervención federal en 19
ocasiones.

En el caso de los dos presidentes radicales no deja de ser una paradoja: la principal fuerza propulsora
de la democratización política apelo a una práctica institucional que, de hecho, ocluía la posibilidad de
afirmar y profundizar la democracia, dejando a oligarcas y conservadores, cerriles opositores de esta,
el papel, que no sabían desempeñar, de abanderados de su defensa. La práctica excesiva de las
intervenciones tiene como resultado el debilitamiento de la democracia política.

Una vez más, la cuestión de las mediaciones

El vacio que produjo la ineficacia de los partidos políticos y el Parlamento en la mediación política
partidaria tendió a ser cubierto por las asociaciones de interés, reforzando la mediación política
corporatista; y no solo de las representativas de la burguesía (Sociedad Rural, Unión Industrial, Bolsa
de Comercio, Centro de Exportadores de Cereales) sino también de los sindicatos obreros y las
organización de las colectividades de inmigrantes.

La mediación corporatista tiene la forma perversa de hacer política, caracterizada por hacer esta
negando hacerla. La confusión frecuente entre posiciones y acciones políticas y posiciones y acciones
partidarias es parte de esa trama y alimenta tal perversidad.

Así se fue constituyendo una compleja red de instituciones mediadoras, que conectaban a
gobernantes y gobernados en una práctica que tiende a definirse mucho mas como económico –
corporativa que nacional – estatal o nacional – popular.

La cultura política golpista no es otra cosa que un conjunto de prácticas para resolver toda o
cualquier diferencia o conflicto mediante la expulsión, la fractura o escisión de los disidentes, sin
capacidad de procesar una y otra a través de reglas definidas y efectivamente acatadas.

Las condiciones sociopolíticas de la democracia argentina

La hipótesis sostenida en este capítulo es la siguiente: durante la hegemonía pluralista de la


burguesía, coincidente con el ejercicio del gobierno por el radicalismo, se hacen explicitas todas las
tendencias estructurales que apuntan, más allá de la apariencia democrática, a trabar decisivamente la
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construcción de un orden social y político, genuina y sólidamente democrático, en el marco de una
sociedad obviamente definida por relaciones de producción capitalista. La clave reside en el papel de
uno de los componentes del sistema hegemónico burgués, el de la estructura agraria, más
específicamente en las relaciones existentes entre las transformaciones operadas en su interior, con
las estructuras de clases y de poder. La relación entre la estructura agraria y la estructura social global
es el núcleo de debilidad estructural de la democracia en Argentina.

La hegemonía burguesa dura el tiempo que lleva la definición y consolidación de la estructura


económico – social del país sobre una base agraria. En la década de 1910 ya se tornan claras las
características, la orientación e incluso los límites del modelo societal, de los colectivos y actores
sociales que componen el mismo y de sus expresiones políticas. Con su culminación se fragmenta el
bloque histórico, se prepara y desencadena una crisis orgánica sin solución. Esta es preparada, en
buena medida, por la colisión entre dirección política representativa (partidos y parlamento) y
dirección burocrática representada por un poder ejecutivo avasallante; colisión que potencia la
mediación corporativa no democrática y finalmente se expresa como crisis de autoridad, de
representación y de hegemonía.

La breve e inconclusa experiencia argentina de democratización política concluye con un sonado


fracaso, el golpe del 6 de septiembre de 1930. Es, antes y quizá sobre todo, la expresión de la debilidad
estructural de ese primer intento de establecer un sistema de dominación política de clase
democrático. La debilidad se explica por la estructura social del país y por la acción (y la inacción u
omisión) de las principales fuerzas político – sociales. En la Argentina moderna, casi nadie cree
seriamente en la democracia.

El dilema del modo de ejercicio del poder es resuelto mediante dos soluciones, no excluyentes y
después de 1930 a menudo combinadas: la mediación corporativa y la apelación al golpe de estado.

Un déficit central de los gobiernos radicales se observa en su nula, o escasa, acción en la resolución
de uno de los problemas básicos de la Argentina, el agrario. Tal vez resulte excesivo adjudicarle al
radicalismo tamaña función, en primer lugar, porque esta fuerza es, básicamente, un partido de la
burguesía democrática, en oposición a la burguesía oligárquica de derecha, que tiene un notable éxito
en ampliar su base electoral con aportes de clase media. Peter Smith demostró cuanto los primeros
gobiernos radicales favorecieron los intereses de los grandes propietarios de tierra y ganados.

Atendiendo al juego de sistemas de partidos, la Argentina del primer y frustrado experimento


democrático no tiene un partido orgánico de derecha, ni uno fuerte de izquierda, como tampoco
expresiones de correspondencia entre partido político y clase social. Si, en cambio, un partido (más
bien, movimiento) de un centro (excesivamente ancho) que se expande hacia uno y otro margen del
espectro político.

En el campo de poderosas instituciones de la sociedad civil, la Iglesia Católica es clara, militantemente


opuesta a la democracia liberal. Los grandes diarios (La Nación y La Prensa) son decididamente anti
yrigoyenistas. Tampoco se encuentran posiciones de defensa de la democracia en las más poderosas
asociaciones de interés burguesas, la Sociedad Rural y la Unión Industrial. En cuanto a las fuerzas
armadas, su protagonismo en el campo de las decisiones políticas es, en buena medida, una
prolongación de la práctica inaugurada por los cívicos en 1890, y continuada por los radicales, al
menos entre 1893 y 1905. Entre los intelectuales, la oposición a la democracia liberal encuentra su
figura más expresiva en Leopoldo Lugones quien, desde 1925, acentúa su predica contraria a los

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partidos políticos, al parlamento y al sufragio universal y, contrario sensu, favorable a las soluciones
militares.

En suma, frente a quienes tienen claro que la democracia no es un buen mecanismo para ejercer la
dominación, los sujetos sociales y políticos identificados con ella no alcanzan a constituir un bloque
sólido, homogéneo, fuerte, capaz de asegurarla. La ampliación no va acompañada por fortalecimiento.
Al final, la derecha antidemocrática, como casi siempre, es quien gana.

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