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Según Weber la dominación se conoce cómo ‘’la probabilidad de encontrar obediencia

dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos). No
es, por tanto, toda especie de probabilidad de ejercer poder o influjo sobre otros hombres. ’’
(pag 296). Por esto se concluye en que la dominación puede definirse como la posibilidad de
encontrar obediencia en un grupo de personas mediante la creencia de las mismas en la
autoridad de quien la ejerce.

Principalmente antes de conocer cuál es el tipo de dominación que se lleva a cabo en


México, debemos explicar y definir qué es una dominación y cada uno de los tipos de éstas
según Max Weber, que son tres.

1- Dominación racional: La dominación legal-racional se basa en normas establecidas por


la asociación. La obediencia, dentro de este tipo de dominación, se debe no al superior
como tal, sino a las normas que definen su autoridad. Por tanto, el dirigente debe
orientar sus disposiciones por estas normas (Weber, 1983).
2- Dominación tradicional: La dominación tradicional se basa en la creencia en la
“santidad de ordenaciones y poderes de mando heredados de tiempos lejanos, desde
tiempo inmemorial, creyéndose en ella en méritos de su santidad” (Weber, 1983, p.
180). El dirigente en este tipo de dominación debe basar su mandato en la tradición y en
los hábitos, que son sagrados para los dominados, para no provocar su resistencia.
3- Dominación carismática: Weber define el carisma como “la cualidad, que pasa por
extraordinaria, de una personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión de
fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas, o como enviados del dios, o como ejemplar y,
en consecuencias, como jefe, caudillo, guía o líder” (Weber, 1983, p. 193). El carisma
depende del reconocimiento, por parte de los dominados, de los poderes del
carismático, para tener validez.

El Estado Mexicano narra según su constitución que "La Ciudad de México adoptará para
su régimen interior la forma de gobierno republicano, representativo, democrático y laico. El
poder público de la Ciudad de México se dividirá para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y
Judicial.’’ (art 28). Al ser un gobierno republicano se entiende que el jefe de Estado es el
mismo presidente, lo cual da a pensar que la política Mexicana está intrínsecamente
relacionada en primera instancias con la dominación racional, que según Weber se define como
la ‘’que descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de
mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad (dominación legal). ‘’ (pag
299).
Cabe destacar que en este tipo de dominación el gobernante ha de obedecer al
ordenamiento impersonal, el mismo que dará orientación a su mandato, asimismo, sus sub
ordinados cuando le obedecen, no obedecen al sujeto, sino a un cargo impersonal, lo que hace
que estén obligados a prestar servicio y obediencia en el campo de sus competencias, las cuales
han sido de por sí delimitadas racionalmente por el ordenamiento jurídico establecido en la
nación. Como narra Weber ‘’…El soberano legal típico, el “superior”, en tanto que ordena y
manda, obedece por su parte al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones’’.

Con todo esto se busca dar a entender que la dominación que ejercen los cargos en México
(así como en otras naciones) pueden verse fuertemente asociados en primera instancias por el
tipo de dominación racional, dado que no se obedece a la persona, sino al cargo instituido con
carácter legal, que su constitución dicta.

Hay otro tema que llama la atención con relación a la descripción de la burocracia en
Weber y es que la define como la forma más pura de dominación racional en la cual ‘’Sólo el
dirigente de la asociación posee su posición de dominio, bien por apropiación, bien por
elección o por designación de su predecesor. Pero sus facultades de mando son también
competencias legales’’ (pag 302). Esto se ve demostrado en el Estado Mexicano al tomar en
cuenta que en los últimos años han desarrollado y ampliado sus competencias, generando así
más de 200mil puestos de empleos dentro de los distintitos ministerios, y creando un desnivel
económico en cuanto a los salarios, al tomar el ejemplo de un funcionario mexicano cuando a
un nivel de sub secretario es capaz de percibir un salario equivalente a 13 veces más del salario
que ganan los habitantes en general.

Por otro lado, la segunda dominación tomada en cuenta para este análisis, juega un fuerte
papel y rodea todo lo relacionado al nuevo gobierno Mexicano. Mencionada anteriormente, la
dominación Carismática cuenta con una característica resaltante, por ello “el carisma es la gran
fuerza revolucionaria en las épocas vinculadas a la tradición” (Weber, 1983, p. 196; Giddens,
1977 p. 265). Dejando en claro esto que la principal característica del carisma es su carácter
revolucionario. Los liderazgos carismáticos son irracionales (incluyendo entre sus protagonistas
a muchos líderes religiosos de la historia ejemplares o no, y a una gran lista de dictadores
demagogos).
Seguirlos implica un salto de fe que puede terminar en un encontronazo de ideales, una
disolución social y sobretodo en una inestabilidad para la nación y quienes la habitan. Los
liderazgos carismáticos premodernos (según Weber) son sumamente inestables porque
dependen de los ideales del líder en curso. Y ese es el riesgo que se corre en México porque se
conoce que muchas veces estos liderazgos terminan truncando el curso de la ley dentro del país,
reformando a su manera, y creando una desestabilización, la cual a la larga conlleva a otros
problemas (por ejemplo Venezuela). La figura del líder carismático Andrés Manuel López
Obrador, presidente actual de Mexico, representando una ‘’nueva’’ forma de hacer política en
el país. AMLO se definió ante todo como un luchador social que empezó su carrera en
comunidades indígenas en el sureste.

Esto causó impacto dado que lo más cercano que tuvo Mexico a este tipo de conducta
política en sus presidencias fue con Lázaro Cárdenas, quien decretó una reforma agraria para
concebirles tierras a los campesinos. Esto lleva a citar a Weber cuando se refiere a que en
‘’…La validez del carisma decide el reconocimiento (nacido de la entrega a la revelación, de la
reverencia por el héroe, de la confianza en el jefe) por parte de los dominados; reconocimiento
que se mantiene por corroboración de las supuestas cualidades carismáticas (siempre
originariamente por medio del prodigio) ’’ (pag 320).

Al consultar a Weber encontramos que ‘’si falta de un modo permanente la corroboración,


si el agraciado carismático parece abandonado de su dios o de su fuerza mágica o heroica, el
éxito se le resiste a cada paso y, sobre todo, si su jefatura no aporta ningún bienestar a los
dominados, entonces hay la probabilidad de que su autoridad carismática se disipe. ’’ (pag
320). Acá Weber manifiesta lo importante que es para un líder carismático, el apoyo y
confianza de sus dominados y muchas veces esto puede recaer sobre el aprovechamiento de
desilusiones pasadas por parte de los habitantes, como es el caso de México.

Los mexicanos desilusionados de doce años de gestión de la PAN y renuentes a otorgar una
nueva oportunidad al menos parcial al PRI, muchos ciudadanos que anteriormente no habían
votado por él, terminaron optando por darle una oportunidad a López Obrador (así también su
vocación social) esperando tal vez una reforma intelectual y política que lo apartara
explícitamente de los caminos populistas, y alejara su programa del nacionalismo
revolucionario, alejándolo de los partidos que tanto debilitaron a México.
Para finalizar, se considera pertinente tomar en cuenta que Weber hace hincapié en la
rutinización del carisma, definida también como adaptación a lo cotidiano, lo cual se define
como ese proceso dónde el carisma pasa a ser efímero y se convierte en cotidiano, es decir, los
dominados se acostumbran a ese tipo de dominación y lo hacen parte de su rutina, esto trayendo
consigo casos de sucesión de cargos por medio de líderes que mantienen sus mismos ideales y
que buscan el mismo poder, estas sucesiones no suponen cambios extremos por el hecho de que
los dominados ya están acostumbrados a ese estilo de autoridad (que en la actualidad se podría
citar como ejemplo la sucesión presidencial Venezolana entre el presidente Hugo Chávez, y el
actual presidente Nicolás Maduro).

Por otro lado, en México encontramos que la victoria de López Obrador pudo haberse visto
influenciada no directamente, pero sí parcial con respecto a sus ideales patrióticos,
revolucionarios y sociales. Ideales a los cuales México se encontraba familiarizado de líderes
revolucionarios e históricos (por ejemplo Zapata). Esto causó cierta familiaridad entre los
mexicanos y el nuevo presidente, consiguiendo el apoyo casi totalitario de la población, y con
ello, su confianza y fácil manejo.

Aunque sus proclamas y medidas han cancelado el debate y la crítica entre sus seguidores y
quienes intentan inútilmente apegarse a la constitucionalidad, porque estos ideales no están
inscritos dentro de un marco democrático. Mediante lo anteriormente expuesto se concluye que
estos dominados no apoyan políticas concretas porque solo creen en dogmas que no admiten
discusión y repiten mantras intuitivos que no tienen sustentos reales.

Dos tipos de legitimidad distintas que crean un choque entre dos sistemas opuestos de
legitimación, que consta de un sistema racional de leyes y uno de dominación carismática
premoderno. Basado en los textos de Weber, y en los registros históricos no se espera que
López Obrador respete las resoluciones de las instituciones del país. Esto producto de la
dominación que en poco tiempo ha logrado instaurar, dónde se consiguen dos paradigmas, la
dominación racional instituida en los cuerpos políticos del país, y la carismática en un nivel
más externo del constructo social mexicano, consiguiendo el jefe de gobierno la libertad de
hacer cambios que le permitan tener más flexibilidad en sus atribuciones, y desestabilizando
una nación que por ignorancia, o por costumbre, ve cómo sus panoramas se oscurecen a medida
que avanzan los días.

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