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Síndrome de
Estocolmo
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Este aviso fue puesto el 25 de julio de
2018.
Antiguo edificio del Banco de Crédito en Estocolmo,
Suecia. Sitio donde en 1973 sucedió el Robo de
Norrmalmstorg (fotografía de 2005).

El síndrome de Estocolmo es una reacción


psicológica en la que la víctima de un
secuestro o retención en contra de su
voluntad desarrolla una relación de
complicidad y un fuerte vínculo afectivo[1]
con su captor. Principalmente se debe a
que malinterpretan la ausencia de
violencia como un acto de humanidad por
parte del agresor.[1] Según datos de la
Federal Bureau of Investigation (FBI),
alrededor del 27 % de las víctimas de 4700
secuestros y asedios recogidos en su
base de datos experimentan esta
reacción.[1] Las víctimas que experimentan
el síndrome muestran regularmente dos
tipos de reacción ante la situación: por
una parte, tienen sentimientos positivos
hacia sus secuestradores; mientras que,
por otra parte, muestran miedo e ira contra
las autoridades policiales o quienes se
encuentren en contra de sus captores. A la
vez, los propios secuestradores muestran
sentimientos positivos hacia los
rehenes.[1]

Cabe destacar que el síndrome de


Estocolmo no está reconocido por los dos
manuales más importantes de psiquiatría:
el Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales y la Clasificación
internacional de enfermedades. Por lo que
este síndrome caería en la categoría de
efecto postraumático.[2]

Causas
En la bibliografía sobre el tema, se
mencionan varias posibles causas para tal
comportamiento:

Tanto el rehén o la víctima como el


autor del delito persiguen la meta de
salir ilesos del incidente, por ello
cooperan.
Los rehenes tratan de protegerse en un
contexto de situaciones que les resultan
incontrolables, por lo que tratan de
cumplir los deseos de sus captores.
Los delincuentes se presentan como
benefactores ante los rehenes para
evitar una escalada de los hechos. De
aquí puede nacer una relación
emocional de las víctimas por
agradecimiento con los autores del
delito.
Con base en la historia de desarrollo
personal, puede verse el acercamiento
de las víctimas con los delincuentes
como una reacción desarrollada durante
la infancia. Un infante que percibe el
enojo de su progenitor, sufre por ello y
trata de «comportarse bien», para evitar
la situación. Este reflejo se puede volver
a activar en una situación extrema.
La pérdida total del control que sufre el
rehén durante un secuestro es difícil de
asimilar. Se hace más soportable para la
víctima convenciéndose a sí misma de
que tiene algún sentido, y puede llevarla
a identificarse con los motivos del autor
del delito.
Este comportamiento surge debido a la
presión psicológica que tiene el rehén al
saberse aislado, abandonado,
amenazado y quizás olvidado por la
policía.
Historia

Patricia Hearst durante el atraco protagonizado por el


SLA en el Banco Hibernia.
El 23 de agosto de 1973, Jan Erik Olsson
intentó asaltar un Banco de Crédito de
Estocolmo, Suecia. Tras verse acorralado
tomó de rehenes a cuatro empleados del
banco, tres mujeres y un hombre. Entre
sus exigencias estaba que le trajeran a
Clark Olofsson, un criminal que en ese
momento cumplía una condena. A pesar
de las amenazas contra su vida, incluso
cuando fueron obligados a ponerse de pie
con sogas alrededor de sus cuellos, los
rehenes terminaron protegiendo al raptor
para evitar que fueran atacados por la
Policía de Estocolmo.[3] Durante su
cautiverio, una de las rehenes afirmó: «No
me asusta Clark ni su compañero; me
asusta la policía». Y tras su liberación,
Kristin Enmark, otra de las rehenes,
declaró: «Confío plenamente en él, viajaría
por todo el mundo con él».[4] El psiquiatra
Nils Bejerot, asesor de la policía sueca
durante el asalto, acuñó el término de
«síndrome de Estocolmo» para referirse a
la reacción de los rehenes ante su
cautiverio.[4]

Un año después, en febrero de 1974,


Patricia Hearst, nieta del magnate William
Randolph Hearst, fue secuestrada por el
Ejército Simbionés de Liberación. Dos
meses después de su liberación, ella se
unió a sus captores, ayudándolos a
realizar el asalto a un banco. Este caso le
dio popularidad al término de «síndrome
de Estocolmo», al intentar ser usado por
su defensa durante el juicio, pero no fue
aceptado por el tribunal y Hearst fue
condenada por el atraco.[4]

En 1904, el escritor catalán Marian


Vayreda (1853-1903) describió en su
novela La punyalada este efecto
psicológico.

Situaciones
De acuerdo con el psiquiatra y catedrático
de Medicina Social Nils Bejerot, asesor de
la Policía sueca durante el secuestro, el
síndrome de Estocolmo es más común en
personas que han sido víctimas de algún
tipo de abuso, tal es el caso de:[5]

Rehenes
Víctimas de violencia intrafamiliar
Miembros de una secta
Víctimas de abuso sexual reiterado
Prisioneros de guerra
Prisioneros de campos de
concentración
Víctimas de violencia en la pareja

Otros usos
Fuera del contexto criminal, una forma de
que el síndrome puede ocurrir es en el
entrenamiento militar básico —el cual es
una experiencia ligeramente traumática—
con la meta de crear vínculos en las
unidades militares, que seguirán siendo
leales entre sí, aun en situaciones de
peligro de muerte

Igualmente, los efectos del sistema de las


«novatadas» en la introducción a grupos
(tales como fraternidades, secretas o no,
las bandas y hermandades) se han
comparado a este síndrome. En la
antropología cultural un síntoma similar
común es la captura de la novia.
La lealtad a un abusador más poderoso —
a pesar del peligro en que esta lealtad
pone a la víctima de abuso— es común
entre víctimas de abuso doméstico, los
maltratados y el abusador de niños
(infantes dependientes). En muchos casos
las víctimas eligen seguir siendo leales a
su abusador, y eligen no dejarlo, incluso
cuando se les ofrece un lugar seguro en
hogares adoptivos o casas de acogida.
Este síndrome fue descrito por los
psicoanalistas de la escuela de la teoría
de las relaciones objetales (véase Ronald
Fairbairn) como el fenómeno de la
identificación psicológica con el abusador
poderosa.

Síndrome de Estocolmo
doméstico
El síndrome de Estocolmo doméstico
(SIES-d), también llamado «síndrome de la
mujer u hombre maltratado», se da en
personas maltratadas por sus parejas
sentimentales con las que mantienen un
vínculo de carácter afectivo.

El SIES-d plantea que la persona víctima


del maltrato por parte de su pareja llega a
adaptarse a esa situación aversiva que se
da, incrementando la habilidad para
afrontar estímulos adversos y la habilidad
de minimizar el dolor. Estas personas
suelen presentar distorsiones cognitivas
como son la disociación, la negación o la
minimización. Esto les permite soportar
las situaciones e incidentes de violencia
que se ejerce sobre ellas/os.

Origen de la denominación …

Su denominación está vinculada con el


síndrome de Estocolmo, que fue definido a
partir de un concreto incidente en el que
tras un atraco a un banco de Estocolmo,
«una cajera se enamora de uno de los
atracadores. Sandor Ferenczi (1873-1933)
llamó a este mecanismo de defensa
identificación con el agresor, vínculo que
se crea cuando una persona se encuentra
impotente frente a su agresor en una
situación donde su vida corre peligro».[6]
Se trata de un mecanismo de
supervivencia que se crea en la mujer
víctima de maltrato para convivir con la
repetida violencia que su pareja ejerce
sobre ella. Se denominó así a este
proceso que se da en la mente de la
víctima. Por ello también se le ha llamado
síndrome de Estocolmo doméstico al
proceso mental que sufre una mujer
víctima de maltrato por parte de su pareja
sentimental.

Fue formulado por Leonare Walker en


Estados Unidos en 1979, quien lo usó para
describir las secuelas psicológicas que se
daban en las mujeres víctimas de
violencia de género.[7] El origen de la
formulación de este síndrome estaría
fundamentado en la teoría de la
indefensión aprendida.
Dicha teoría toma como fundamento
experimentos realizados por Martin
Seligman, los cuales tuvieron incluso
repercusión para el análisis de la
depresión en los seres humanos. El autor
partió del estudio de perros que fueron
sometidos a choques eléctricos
intermitentes. Estos choques se daban de
forma discontinua y al azar cuando los
perros se aproximaban a buscar sus
alimentos; este procedimiento les produjo
una conducta, la cual les hacía
arrinconarse en una esquina de su jaula a
la que denominaremos «esquina segura».
Permanecían en esa esquina segura hasta
que decidían volver nuevamente a la
búsqueda de los alimentos y a veces
recibían choques y otras no. Como
resultado de este proceso se crearon
sentimientos de incertidumbre al mismo
tiempo que los perros se volvían más
dependientes del propio experimentador.
A razón de estos resultados se estableció
un paralelismo entre la conducta
aprendida desarrollada por estos perros y
la conducta de la mujer maltratada.
También se han dado algunas posiciones
críticas que defendían que la
incertidumbre asociada a la violencia
repetida e intermitente es un proceso
clave en el desarrollo del vínculo, pero que
sin embargo de ninguna manera puede ser
el único.[8]

Ubicación como trastorno


disociativo no especificado

El síndrome que nos ocupa no ha sido
caracterizado como entidad diagnóstica
en la última edición de 1995 del Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales (DSM IV), pero sí se lo reconoce
como fenómeno psicopatológico de
plataforma traumática: «En el que se
induce al agredido a un modelo mental, de
naturaleza cognitiva y anclaje contextual»
(Montero Gómez, 1999). Montero ha
introducido este síndrome dentro de la
clasificación de «Trastornos disociativo no
especificado» del manual DSM IV.

El autor ha descrito el SIES-d como «un


vínculo interpersonal de protección,
construido entre la mujer y su agresor, en
el marco de un ambiente traumático y de
restricción estimular, a través de la
inducción en la mujer de un modelo
mental (red intersituacional de esquemas
mentales y creencias). La mujer sometida
a maltrato desarrollaría el Síndrome de
Estocolmo para proteger su propia
integridad psicológica y recuperar la
homeostasis fisiológica y conductual».
(Montero Gómez, 1999).[9]

Según Dutton y Painter (1981),[10] el


síndrome de Estocolmo entendido en el
ámbito domiciliar surge de una forma
determinada. Estos autores han descrito
un escenario en el que dos factores, el
desequilibrio de poder, por un lado, y la
suspensión en el tratamiento bueno-malo,
por el otro, generan en la mujer maltratada
el desarrollo de un lazo traumático que la
une con el agresor a través de conductas
de docilidad, donde el abuso crea y
mantiene en la pareja una dinámica de
dependencia debido a su efecto
asimétrico sobre el equilibrio de castigos.
Este sentimiento de dependencia camina
hacia la identificación con el agresor, a la
justificación de sus actos y por último a
«ponerse de su lado».
A pesar de que el adjetivo «doméstico» a
veces es entendido como el espacio de
convivencia familiar, este hace referencia
en el síndrome de Estocolmo doméstico a
muchos más ámbitos que el propio
domicilio donde puedan convivir la pareja.
La conducta de maltrato es llevada a cabo
muchas veces en el hogar, pero también lo
es fuera de él. Por ello, es importante no
confundir el término «doméstico» cuando
hablemos de este síndrome: (SIES-d).
Es de resaltar que las víctimas de manera
previa al evento traumático suelen tener
distorsiones cognitivas como son la
disociación, la negación o la minimización.

Puede darse en hombres y mujeres.

Fases …

El síndrome viene determinado por una


serie de cambios y adaptaciones que se
dan a través de un proceso formado por
cuatro fases a nivel psicológico en la
víctima de maltrato por parte de su pareja.

Estas cuatro fases son:[11]

Desencadenante: los primeros malos


tratos rompen el sentimiento de seguridad
y la confianza que la víctima tiene
depositada en su pareja. Se produce
entonces desorientación, pérdida de
referentes e incluso depresión.
Reorientación: la víctima busca nuevos
referentes, pero su aislamiento es cada
vez mayor. Normalmente a estas alturas
se encuentra prácticamente sola con el
exclusivo apoyo de la familia. La víctima
no tiene con qué comparar o con quién al
estar aislada.

Afrontamiento: la víctima percibe la


realidad de forma desvirtuada, se
autoinculpa de la situación y entra en un
estado de indefensión y resistencia
pasiva. El agresor la hace sentir culpable.
Entra en una fase de afrontamiento donde
asume el modelo mental de su pareja,
tratando de manejar la situación
traumática.

Adaptación: la víctima proyecta la culpa


hacia otros, hacia el exterior (locus de
control externo) y, el síndrome de
Estocolmo doméstico se consolida a
través de un proceso de identificación con
el agresor.
Sobre este tema Vallejo Rubinstein señala
que el «desconocimiento de estos
procesos y de sus secuelas hace que
muchas veces las mujeres agredidas sean
tratadas y retratadas como masoquistas,
locas o histéricas a las que les gusta que
les peguen. Como explica Rojas Marcos, a
la hora de analizar las representaciones
que se hacen de víctimas y agresores
(especialmente de los medios de
comunicación que raramente toman en
cuenta o narran estos procesos), la mujer
sale mucho peor parada que el agresor,
que suele aparecer como un señor normal,
que nunca ha sido violento según los
vecinos y testigos, no el monstruo que uno
espera, versus una mujer desencajada y
fuera de sí que lo provoca con sus
comportamientos (1995, p.34). Esta
concepción patológica de la mujer objeto
de abuso es solo una de las muchas
imágenes o estereotipos que circulan en la
sociedad respecto a víctimas y
agresores».[12]
Véase también
Indefensión aprendida

Bibliografía
Escudero Nafs, Antonio; Polo Usaola,
Cristina; López Girones, Marisa y Aguilar
Redo, Lola. La persuasión coercitiva,
modelo explicativo del mantenimiento
de las mujeres en una situación de
violencia de género. I: Las estrategias
de la violencia. Rev. Asoc. Esp.
Neuropsiq. [online]. 2005, n.95 [citado
2014-05-14], pp. 85-117. Disponible en:
[1]
Dutton, Donald G. y Painter, Susan:
Emotional Attachments in Abusive
Relationships: A Test of Traumatic
Bonding Theory. Violence and Victims,
Vol. 8, No. 2,1993. Disponible en: [2]
Guía Práctica Clínica. Actuación en
salud mental con mujeres maltratadas
por su pareja. Servicio Murciano de
Salud, 2010. Disponible en: [3]
Carlson, Neil R. (2010). Psychology the
science of behaviour. Pearson Canada.
p. 409. ISBN 978-0-205-69918-6.
Seligman, M. E. P. (1975). Helplessness:
On Depression, Development, and Death.
San Francisco: W. H. Freeman. ISBN 0-
7167-2328-X.
Martínez Q, Lucía W. Rompiendo el
silencio: del remanso romántico a la
agitación de una violencia inesperada.
Rev. Vzlana. de Soc. y Ant. [online].
2006, vol.16, n.47 [citado 2014-05-14],
pp. 607-640. ISSN 0798-3069.
Disponible en: [4]
Montero Gómez, Andrés: Síndrome de
Adaptación Paradójica a la Violencia
Doméstica: una propuesta teórica.
Clínica y Salud, vol. 12, núm. 1, 2001, pp.
6-8. Disponible en: [5]
López Aguilar, Jesús. La Dinámica de la
Violencia Doméstica. Development
Connections. Washington D.C. 2007.
Disponible en: [6]
Vallejo Rubinstein, Claudia:
“Representación de la violencia contra
las mujeres en la prensa española”(El
País/ El Mundo) desde una perspectiva
crítica de género. Un análisis crítico del
discurso androcéntrico de los medios”,
Trabajo de investigación, Universidad
Pompeu Fabra, 2005. Disponible en: [7]

Referencias
1. (en inglés) de Fabrique, Nathalie;
Romano, Stephen J.; Vecchi, Gregory
M.; van Hasselt, Vincent B. (julio de
2007). «Understanding Stockholm
Syndrome» . FBI Law Enforcement
Bulletin (Law Enforcement
Communication Unit) 76 (7): 10-15.
ISSN 0014-5688 . Archivado desde el
original el 23 de noviembre de 2012.
Consultado el 10 de noviembre de
2012.
2. «Captor vs. cautivo, 40 años del
Síndrome de Estocolmo» . BBC. 23 de
agosto de 2013. Consultado el 15 de
junio de 2018.
3. (en inglés) «The six day war» , artículo
de Nils Bejerot, en Stockholm New
Scientist, volumen 61, número 886,
pág. 486-487, 1974.
4. Los Ángeles press, ed. (2013).
«Síndrome de Estocolmo: 40 años del
secuestro que le dio origen.» .
Consultado el 30 de agosto de 2013.
5. Alcala, Antonio. «Síndrome de
Estocolmo: Definición, Causas,
Síntomas y Tratamientos» . Archivado
desde el original el 24 de diciembre
de 2018. Consultado el 23 de
diciembre de 2018.
6. «Guía Práctica Clínica. Actuación en
salud mental con mujeres maltratadas
por su pareja.» . Servicio Murciano de
Salud, 2010. Consultado el 29 de
marzo de 2018.
7. «Violencia de género: Dependencia
emocional y relación de pareja.» .
Psicopedia.org. Consultado el 29 de
marzo de 2018.
8. López Aguilar, Jesús. «La Dinámica de
la Violencia Doméstica.» Development
Connections. Washington D.C. 2007.
9. Montero Gómez, Andrés. «Síndrome
de Adaptación Paradójica a la
Violencia Doméstica: una propuesta
teórica.» Clínica y Salud, vol. 12, núm.
1, 2001, pp. 6-8.
10. (en inglés) Dutton, Donald G. y Painter,
Susan. «Emotional Attachments in
Abusive Relationships: A Test of
Traumatic Bonding Theory.» Violence
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11. Martínez Q, Lucía W. «Rompiendo el
silencio: del remanso romántico a la
agitación de una violencia
inesperada.» Rev. Vzlana. de Soc. y
Ant. online. 2006, vol.16, n.47 citado
2014-05-14, pp. 607-640. ISSN 0798-
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12. Vallejo Rubinstein, Claudia:
«Representación de la violencia contra
las mujeres en la prensa española (El
País/El Mundo) desde una perspectiva
crítica de género. Un análisis crítico
del discurso androcéntrico de los
medios», Trabajo de investigación,
Universidad Pompeu Fabra, 2005.
Datos: Q180242

Obtenido de
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title=Síndrome_de_Estocolmo&oldid=121635344»

Última edición hace 1 mes por SeroBOT

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