Subsidio Domingo de La Palabra de Dios PDF

Subsidio
litúrgico-pastoral
26 de enero de 2020
El domingo de la
palabra de Dios
PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Un subsidio precioso para vivir

el domingo de la palabra de Dios
El domingo de la palabra de Dios

con el papa Francisco
y con toda la Iglesia.
ISBN 978-8428558204
Subsidio
litúrgico-pastoral
26 de enero de 2020
142 mm 112 pp. | Creator Silk 115 g - mano 0’87 6 142 mm

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El domingo de la
palabra de Dios

PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN
DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
El domingo de la
palabra de Dios

Agradecemos a mons. Antonio Pitta
el comentario exegético sobre Mt 4,12-23
Referencias iconográficas
Portada: L’Osservatore Romano.

Giuseppe Lacerenza: p. 8/9, 48/49, 53, 59, 73, 74,
82, 86, 88
Giacomo Perego: p. 10, 17, 31, 56, 70, 96
Elena Muñóz: p. 18, 65
Edizioni San Paolo: p. 21, 24, 28, 35
Ediciones San Pablo:
Shutterstock.com: p. 14/15 (GoneWithTheWind),
23 (Riccardo De Luca - Update),
27 (Halfpoint ), 36 (Frippitaun),
41 (GYG Studio), 44/45 (Prostock-studio),
46 (MIA Studio), 69 (Andrey_Popov),
79 (Konstantin Christian), 85 (PV productions),
90 (Chat Karen Studio), 92 (Colombo Nicola)
Título original: La Domenica della Parola di Dio

Traducido por Juan Antonio Carrera Páramo, SSP
© SAN PABLO 2019 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

Tel. 917 425 113 – Fax 917 425 723
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Distribución: SAN PABLO. División Comercial

Resina, 1. 28021 Madrid
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E-mail: ventas@sanpablo.es
ISBN: 978-84-285-5820-4
Depósito legal: M. 39.523-2019
Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)
Printed in Spain. Impreso en España
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o
transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor,
salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitu-
tiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si
necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de
Derechos Reprográfi cos – www.conlicencia.com).

Presentación
«Las comunidades encontrarán el modo de vivir este domingo

como un día solemne». Las palabras del papa Francisco en la car-
ta Aperuit illis, con la que instituye el domingo de la palabra de
Dios, nos permiten comprender la importancia de este Subsidio
litúrgico-pastoral. Es una ayuda que queremos ofrecer a las co-
munidades parroquiales y a los que se reúnen para la celebración
de la santa Eucaristía dominical, para que este domingo se viva
intensamente. Necesitamos hacer de la celebración eucarística
un verdadero momento de encuentro, donde los creyentes se-
pan que son convocados por el Espíritu para celebrar juntos el
misterio de la muerte y resurrección del Señor Jesús. La escucha
de la palabra de Dios es una cosa buena para iluminar el cami-
no de nuestra vida y para permitir que nos alimentemos de la
Palabra y del Cuerpo y la Sangre de Cristo, para dar apoyo y
fortaleza a nuestro testimonio en el mundo.
Este Subsidio litúrgico-pastoral puede satisfacer estas necesi-
dades y, quizás, puede ayudar a hacer de la celebración eucarísti-
ca un momento solemne para reencontrar la alegría de celebrar
como pueblo creyente el misterio de nuestra salvación.
 Cardenal Rino Fisichella,

Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción
de la Nueva Evangelización
7

10

¿Qué es el domingo
de la palabra de Dios?
«Que la palabra de Dios se celebre, se conozca y se difunda cada

vez más» (Misericordia et misera 7). Con estas palabras el papa
Francisco, al término del Jubileo de la misericordia, animaba a
toda la Iglesia a poner cada vez más en el centro de su vida y de
su acción pastoral la Sagrada Escritura. Por lo demás, la palabra
de Dios tiene en sí «un dinamismo» y «una potencialidad
que no podemos predecir» (Evangelii gaudium 20.22), pues
logra hablar al corazón del hombre para hacerle descubrir y
conocer el amor misericordioso de Dios (cf Evangelii gaudium
128). Por este motivo, el Santo Padre, en la Carta apostólica
escrita tras la conclusión del Jubileo de la misericordia, dijo
que sería oportuno que «cada comunidad, en un domingo del
año litúrgico, renovase su compromiso en favor de la difusión,
el conocimiento y la profundización de la Sagrada Escritura:
un domingo dedicado enteramente a la palabra de Dios para
comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo
constante de Dios con su pueblo» (Misericordia et misera 7).
En todo el mundo, desde hace años y con una gran respues-
ta de los fieles, un domingo, un mes o un período del año, está
dedicado a la Biblia: «Ahora se ha convertido en una práctica
común vivir momentos en los que la comunidad cristiana se
centra en el gran valor que la palabra de Dios ocupa en su exis-
tencia cotidiana. En las diferentes Iglesias locales hay una gran
11

¿QUÉ ES E L DO M I NGO DE LA PALAB RA DE DIO S?
cantidad de iniciativas que hacen cada vez más accesible la Sa-

grada Escritura a los creyentes, para que se sientan agradecidos
por un don tan grande, con el compromiso de vivirlo cada día
y la responsabilidad de testimoniarlo con coherencia» (Aperuit
illis 2). Respondiendo a las muchas solicitudes que le llegaron,
para que toda la Iglesia, con su gran riqueza de tradiciones e
iniciativas locales, pueda caminar unida y en «unidad de in-
tenciones», el papa Francisco, con la Carta apostólica Aperuit
illis, ha instituido un domingo del año litúrgico dedicado a
la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia: el domingo de la
palabra de Dios. Así pues, cada año esa jornada será celebra-
da el III domingo del Tiempo Ordinario y estará dedicada «a
la celebración, reflexión y divulgación de la palabra de Dios»
(Aperuit illis 3).
No es casualidad que el Santo Padre haya querido firmar la
Carta el 30 de septiembre de 2019, memoria litúrgica de san
Jerónimo, día en que comenzó el MDC aniversario de la
muerte de este importante traductor y comentarista de la Es-
critura, a quien debemos la expresión: «La ignorancia de las
Escrituras es la ignorancia de Cristo».
La Sagrada Escritura siempre ha sido un puente de diálogo
y también un contacto importante con otras confesiones cris-
tianas y con otras religiones. No deja de tener importancia,
desde este punto de vista, que el domingo de la palabra de
Dios haya sido colocado en un período en el que la Iglesia
celebra la Jornada de diálogo entre judíos y católicos y la Se-
mana de la unidad de los cristianos, dándole un gran valor
ecuménico y de comunión (Aperuit illis 3). Entre otras cosas,
los evangelios de este domingo, en los tres ciclos litúrgicos,
muestran el comienzo del ministerio y de la predicación de
Jesús, el Verbo hecho carne (cf Jn 1,14).
12

EL DOMI NGO D E LA PA LA B R A D E D I O S
Cada realidad local podrá encontrar las formas más ade-

cuadas y eficaces para vivir mejor este domingo, haciendo
«crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua
con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba
ya en tiempos antiguos: “Esta Palabra está muy cerca de ti:
en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas” (Dt 30,14)»
(Aperuit illis 15).
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LA PALABRA DE DIOS
EN LA CELEBRACIÓN
LITÚRGICA
«La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada

Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo
de Cristo, pues, como todo en la sagrada
liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir
a sus fieles el pan de la vida que ofrece la
mesa de la palabra de Dios y del Cuerpo de
Cristo» (Dei Verbum 21).
Cuando proclamamos la Palabra, realizamos

un acto eclesial: no hacemos nada en nuestro
nombre, sino que participamos en la misión
de la Iglesia, de la cual somos parte.
«La Biblia no puede ser solo patrimonio

de algunos, y mucho menos una colección
de libros para unos pocos privilegiados.
Pertenece, en primer lugar, al pueblo
convocado para escucharla y reconocerse en
esa Palabra» (Aperuit illis 4).
Por esta razón es importante conocer, para

vivirlos mejor, los diversos elementos y
gestos que, en la celebración litúrgica, se
dirigen a la palabra de Dios.

L A PA L A B RA DE DI O S E N LA C E LE B RAC IÓ N LIT ÚRGICA
Los «lugares» y los «libros»

de la palabra de Dios
Uno de los propósitos principales del domingo de la palabra de
Dios es recuperar la familiaridad con la Sagrada Escritura. La
comunidad cristiana, de hecho, se construye y se reconoce a su
alrededor: «El contacto frecuente con la Sagrada Escritura y la
celebración de la Eucaristía hace posible el reconocimiento entre
las personas que se pertenecen» (Aperuit illis 8). Para hacer esto,
es necesario morar en todos esos «lugares» en los que la palabra
de Dios se encuentra, y conocer los libros que, en la celebración,
resaltan su importancia.
El lugar: el ambón
La importancia de la Sagrada Escritura, afirmada por el conci-

lio Vaticano II, se extiende inevitablemente al lugar donde se
proclama. En la introducción a la Ordenación de las lecturas de
la Misa, se establece que el lugar de la Palabra responde a su dig-
nidad y recuerda la relación con el altar. Debe ser evidente que,
en la Misa, se prepara la mesa de la palabra de Dios y del Cuerpo
de Cristo. El ambón recuerda al altar porque el Verbo anunciado
desde el ambón se hace «carne» en el altar. Podemos hablar con
razón de «dos mesas»: la de la Palabra y la de la Eucaristía.
El antepasado bíblico de nuestro ambón actual podría ser
la tribuna de madera que Esdras mandó construir para la lec-
tura solemne de la Ley, con motivo de la Fiesta de las Primicias
alrededor del año 445 a.C. En el libro de Nehemías leemos:
«Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tribuna de madera
levantada al efecto [...], abrió el libro a la vista de todo el pueblo
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–porque dominaba a toda la multitud– y, al abrirlo, el pueblo

entero se puso de pie. Entonces Esdras bendijo al Señor, el gran
Dios, y todo el pueblo, con las manos levantadas, respondió:
“Amén, amén”, al tiempo que se inclinaban y adoraban al Señor,
rostro en tierra» (Neh 8,4-6). Esdras se encuentra sobre una
tribuna, construida específicamente para expresar la dignidad
que posee la Palabra cuando se anuncia. «Estaba de pie sobre
una tribuna» no es solo un requisito logístico (para que todos lo
vean y lo escuchen), sino que también tiene un valor simbólico:
Dios habla con su Palabra que está por encima de la nuestra y
debe descender a los corazones.
Así leemos al comienzo del Misal Romano: «La dignidad de
la palabra de Dios exige que en la Iglesia haya un lugar ade-
cuado para su proclamación, hacia el que, durante la liturgia de
la Palabra, se vuelva espontáneamente la atención de los fieles.
Conviene que en general este lugar sea un ambón estable, no un
facistol portátil. El ambón, según la estructura de cada Iglesia,
debe estar colocado de tal modo que permita al pueblo ver y oír
bien a los ministros ordenados y a los lectores. Desde el ambón
únicamente se proclaman las lecturas, el salmo responsorial y el
pregón pascual; pueden también pronunciarse la homilía y las
intenciones de la oración universal. La dignidad del ambón exige
que a él solo suba el ministro de la Palabra» (Ordenación general
del Misal Romano 309).
Los libros: el Leccionario y el Evangeliario
En la Palabra, Cristo resucitado se hace verdaderamente presente

entre los suyos y dona el Espíritu para la glorificación del Padre.
En la celebración, la presencia del Señor se ve subrayada por los
honores que se otorgan al libro sagrado y, en particular, al Evange-
liario. Todo esto quiere expresar una realidad maravillosa: a través
de la Palabra que se anuncia, se cumple en la Iglesia una verdade-
ra «epifanía» del Señor entre quienes la escuchan y la ponen en
19

práctica, creciendo en la fe y celebrando el misterio pascual de

Cristo. Por esta razón, proclamar la Palabra adquiere el valor de un
advenimiento salvífico, en el que se actualiza la historia de la salva-
ción. La proclamación no es una simple lectura del texto, sino más
bien el anuncio de una presencia. En la proclamación, Dios da a
conocer su obra salvífica. La proclamación atestigua que siempre
se hace referencia a un advenimiento, que destaca el origen y la
característica de ser un don recibido. La palabra de Dios es siempre
el evento de un encuentro, que crea vida y establece una relación.
El Leccionario
Es el libro litúrgico que reúne toda la palabra de Dios anun-
ciada en las celebraciones eucarísticas. El Leccionario, un signo
litúrgico de las realidades superiores, debe ser digno, decente y
hermoso, capaz de despertar el sentido de Dios que le habla a su
pueblo, merecedor de ser besado. Por esta razón, no son adecua-
dos para la proclamación de la palabra de Dios los subsidios pas-
torales sustitutivos, como por ejemplo los «folletos», que deben
destinarse a los fieles solamente para la preparación y la medita-
ción personal de las lecturas. El libro litúrgico en sí debería ser
como la epifanía de la belleza de Dios en medio de su pueblo. El
Leccionario, a diferencia del Evangeliario, no solo contiene las
lecturas del evangelio, sino también textos tomados del Antiguo
y del Nuevo Testamento. En ausencia del Evangeliario, puede re-
emplazarse con los respectivos diez volúmenes de los leccionarios
de la Misa, a saber: I. Domingos y fiestas del Señor: ciclos A, B y
C; II. Ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma y Tiempo Pascual;
III. Ferias del Tiempo Ordinario: Año Par y Año Impar; IV. Mi-
sas de los Santos; V. Misas rituales y de difuntos; VI. Misas para
diversas necesidades y votivas; VII. Misas con niños.
El Evangeliario
El Misal prevé que el Evangeliario se coloque en el altar antes de la
proclamación del Evangelio. El diácono (o el acólito en ausencia
20

del diácono) lo coloca en el altar al comienzo de la celebración,

después de haberlo llevado consigo durante la procesión de en-
trada. Entre las procesiones de la celebración eucarística, la que
se hace con el Libro del Evangelio debería ser la más solemne; de
hecho, tiene el propósito de glorificar a Cristo en su Palabra y de
aclamar su presencia. El hecho de ser colocado en el altar le da
al Evangeliario un honor excepcional. Como el altar es el mismo
Cristo, solamente la Eucaristía y los evangelios gozan del privilegio
de ser colocados en él. Cuando el presbítero o el diácono toman
el Evangeliario del altar, se quiere significar que las palabras que
se leerán a continuación no son de ellos, sino de Jesús, Señor de
la historia y de la Iglesia. El Evangeliario contiene los pasajes del
evangelio que se proclamarán durante las celebraciones. Los textos
generalmente están dispuestos según el orden en que aparecen en
los evangelios, ya divididos por perícopas para ser proclamadas.
21

Los «gestos» hacia

la palabra de Dios
El lugar privilegiado del encuentro entre la comunidad cristiana
y la palabra de Dios es la celebración eucarística. Por lo tanto,
es muy importante restaurar la dignidad y la atención que se le
deben, tanto a través de la entronización como de la incensación.
Del mismo modo, se puede proponer, al final de la celebración,
un rito para la entrega de la Biblia. Para que esto sea aún más
evidente el domingo de la palabra de Dios, es importante que,
dentro de las celebraciones, se realicen algunos «gestos» que ha-
gan visible a todos su importancia (cf Aperuit illis 3).
La acogida de la Palabra
San Pablo, en la Primera carta a los tesalonicenses, subraya la

importancia de la correcta acogida de la Palabra: «Por todo ello
damos continuamente gracias a Dios: porque, al recibir la pala-
bra de Dios que os predicamos, la abrazasteis no como palabra
de hombre, sino como lo que es en verdad, la palabra de Dios,
que permanece vivamente activa en vosotros, los creyentes» (1Tes
2,13). Durante el canto solemne de entrada, el diácono trae pro-
cesionalmente el Evangeliario, manteniéndolo un poco elevado.
Una vez en el presbiterio, lo coloca en el altar. En ausencia del
diácono, puede hacerlo un concelebrante. Este gesto, reservado
para el texto sagrado, quiere expresar nuestra disposición interna:
la palabra de Dios viene sobre nosotros, ilumina nuestros pasos
y ocupa el lugar central en la asamblea. El respeto mostrado al
Evangeliario refleja la posición que la palabra de Dios ocupa en la
comunidad y en cada uno de nosotros.
22

23

La entronización de la palabra de Dios
Una vez en el altar, el Evangeliario se coloca en el centro. Esta

colocación es equivalente a una entronización y a la exposición
del Santísimo Sacramento.
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Durante los grandes concilios ecuménicos, nació la tradición

de colocar el Evangeliario en un pequeño trono para acentuar la
primacía de la palabra de Dios. Esta práctica litúrgica también se
realiza en el tiempo de Navidad, en el que se subraya el Misterio
de la Encarnación.
La entronización expresa la supremacía del Verbo en la vida de
los creyentes que orientan y dan forma a todo lo que hacen de
acuerdo con las indicaciones pronunciadas por Dios.
La proclamación de la Palabra
Tal como recomienda la exhortación apostólica postsinodal Ver-

bum Domini, es bueno tener el máximo cuidado al proclamar la
palabra de Dios. Esta es la primera señal de nuestro respeto por
la Biblia.
«Como es sabido, mientras que en la tradición latina el Evange-
lio lo proclama el sacerdote o el diácono, la primera y la segunda
lectura las proclama el lector encargado, hombre o mujer [...]. Es
necesario que los lectores encargados de este servicio, aunque no
hayan sido instituidos, sean realmente idóneos y estén seriamente
preparados. Dicha preparación ha de ser tanto bíblica y litúrgica,
como técnica: La instrucción bíblica debe apuntar a que los lecto-
res estén capacitados para percibir el sentido de las lecturas en su
propio contexto y para entender a la luz de la fe el núcleo central
del mensaje revelado. La instrucción litúrgica debe facilitar a los
lectores una cierta percepción del sentido y de la estructura de la li-
turgia de la Palabra y las razones de la conexión entre la liturgia de
la Palabra y la liturgia eucarística. La preparación técnica debe ha-
cer que los lectores sean cada día más aptos para el arte de leer ante
el pueblo, ya sea de viva voz, ya sea con ayuda de los instrumentos
modernos de amplificación de la voz» (Verbum Domini 58).
Como regla general, el salmo debería ser cantado desde el
ambón. Hay dos formas de cantar un salmo: el modo directo,
en el que el salmo se canta sin respuesta, por el salmista o por
25

un solista, o por todos de una vez; y el modo responsorial, que es

preferible en la celebración eucarística. El salmista o un solista
canta los versículos del salmo y toda la comunidad participa
a través de la respuesta. Esta forma responsorial tiene algunas
variantes: el salmista puede cantar el salmo y la asamblea canta
la respuesta; el lector proclama el salmo y la comunidad canta la
respuesta o el estribillo; el lector proclama el salmo y la asamblea
dice la respuesta. Esta última posibilidad es la menos correcta,
aunque en realidad es la más común.
La proclamación del Evangelio
La proclamación del Evangelio debe recibir la máxima atención,

por esta razón, es bueno que sea precedida por la incensación.
Durante el «Canto al Evangelio» el turiferario se lleva a la sede,
para la infusión de incienso; a continuación, se coloca al lado del
ambón para que el diácono (o el presidente) haga la incensación
y la proclamación. El saludo y el anuncio inicial: «Lectura del
santo Evangelio...» (y la aclamación final «Palabra del Señor»),
sería bueno cantarlos para enfatizar la importancia de lo que se
lee. Si la celebración es presidida por el obispo, al final de la pro-
clamación, el presbítero o el diácono llevarán al obispo el Evan-
geliario para besarlo. Es bueno que en esta ocasión el celebrante
imparta también la bendición al pueblo.
El gesto de veneración
Para enfatizar la centralidad del Libro Sagrado, después de la

proclamación del Evangelio, los fieles pueden ser invitados a ex-
presar un gesto de veneración. El Evangeliario, antes de ser colo-
cado de nuevo en el ambón, se puede exponer para la veneración
de los fieles. Un beso, una inclinación, una mano apoyada en la
página evangélica... pueden expresar la veneración de los fieles,
mientras el coro interpreta una canción adecuada.
26

La entrega de la Biblia
Entregar la Biblia a los fieles se convierte en un acto de con-

fianza, en el cual la palabra de Dios se deposita en las manos de
los hombres, que de ahora en adelante son responsables de la
recepción y transmisión. Para transmitirla, primero es preciso
recibirla. Por lo tanto, será «un vano predicador de la palabra de
Dios al exterior quien no la escucha desde adentro» (san Agustín,
Sermón 179,1).
En el momento de la entrega, el creyente se compromete a leer,
a escuchar la palabra de Dios y a transmitirla con sus propias pa-
labras y en las obras de la vida diaria: «Dichosos los que escuchan
la palabra de Dios y la ponen en práctica» (Lc 11,28).
27

28

LA PALABRA DE DIOS
EN LA VIDA DE
LOS CREYENTES
La Sagrada Escritura no puede perpetuarse

como una «letra muerta», sino que, por el
contrario, debe hacerse viva en la acción y
en la vida cotidiana de la Iglesia.
En la Carta apostólica Aperuit illis leemos lo

siguiente: «A menudo se corre el riesgo de
separar la Sagrada Escritura de la Tradición,
sin comprender que juntas forman la única
fuente de la Revelación» (n. 11).
«El carácter escrito de la primera no le quita

nada a su ser plenamente palabra viva; así
como la Tradición viva de la Iglesia, que la
transmite constantemente de generación
en generación a lo largo de los siglos, tiene
el libro sagrado como “regla suprema de la
fe”» (ib).
Proponemos a continuación algunas ideas

tomadas del inestimable tesoro de los
Padres de la Iglesia y del Magisterio,
en particular en las contribuciones de
los últimos tres papas.
29

L A PA L A B RA DE DI O S E N LA VI DA DE LO S CRE Y E NT E S
¿Cómo acoger la
palabra de Dios?
La voz de los Padres de la Iglesia
Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que

dice: «Estudiad las Escrituras» (Jn 5,39), y también: «Buscad, y en-
contraréis» (Mt 7,7), para que no tenga que decirme, como a los
judíos: «Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escri-
turas ni el poder de Dios» (Mt 22,29). Pues, si, como dice el apóstol
san Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que
no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría,
de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.
San Jerónimo, Prólogo al comentario del profeta Isaías
La doctrina de la Iglesia, que es la casa de Dios, se encuentra en

la plenitud de los Libros divinos. [...] De hecho, ¿qué otra vida
podría haber si excluimos la ciencia de las Escrituras? Gracias a
ellas llegamos a conocer a Cristo, que es propiamente la vida de
los que creen.
San Jerónimo, Carta 30,7
Recuerde, vuestra caridad, que el discurso de Dios es uno solo,

extendido en todas las Escrituras; y que, por la boca de muchos
santos, resuena la única Palabra, que, al ser desde el principio
Dios con Dios, carece de sílabas, ya que está fuera del tiempo;
y no nos debe extrañar que, a causa de nuestra debilidad, des-
cendiera hasta la articulación de nuestras voces, cuando vino a
asumir la debilidad de nuestro cuerpo.
San Agustín, Exposición sobre los Salmos 103,4,1
30

31

Nadie desconoce que la Sagrada Escritura, es decir, el conjunto

de libros de la Ley, de los profetas y de los evangelios, y de los
escritos apostólicos, a los que reconocemos la autoridad canóni-
ca, en algunas de sus partes, tiene el único propósito de nutrir la
ciencia y proporcionar bases sólidas para la fe. [...] En cambio,
otros textos contienen preceptos que deben observarse y ponerse
en práctica o prohibiciones para hacer tal o cual acción [...] y
establecen normas para una vida moral que se ajuste a las necesi-
dades de la verdadera religión.
San Agustín, «Prefacio» al Espejo de de la Sagrada Escritura
Cualquiera que crea que ha entendido las Sagradas Escrituras o

alguna parte de ellas, si a través de este entendimiento no puede
levantar el edificio de esta doble caridad, de Dios y de su próji-
mo, aún no las ha entendido.
San Agustín, La doctrina cristiana 1,36,40
Así es como debes entender las Escrituras: como el cuerpo único

y perfecto del Verbo.
Orígenes, Homilías sobre Jeremías 39
Se dice que bebemos la Sangre de Cristo no solo cuando la

recibimos de acuerdo con el rito de los misterios, sino también
cuando recibimos sus palabras en las que reside la vida, como él
mismo dice: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida»
(Jn 6,63).
Orígenes, Homilías sobre los Números 16,9,2
Por lo tanto, pon todo tu celo en la lectura de las Escrituras, con

fe y con buena voluntad que agraden a Dios. No es suficiente lla-
mar y buscar. De hecho, lo que es sobre todo indispensable para
obtener la inteligencia de las cosas divinas es la oración.
Orígenes, Carta a Gregorio el Taumaturgo 4[3]
32

En los dos ángeles [que aparecieron en la tumba de Cristo] po-

demos reconocer los dos Testamentos. [...] Están reunidos donde
está el cuerpo del Señor, porque, anunciando de manera conver-
gente que el Señor se encarnó, murió y resucitó, los dos Testa-
mentos de algún modo confluyen, el Antiguo en la parte de la
cabeza y el Nuevo en la de los pies. Es por eso por lo que los dos
querubines que cubren el propiciatorio también se miran entre
ellos [...]. Querubín, de hecho, significa plenitud de conocimien-
to. ¿Y qué significan los dos querubines si no los dos Testamentos?
¿Qué representa el propiciatorio si no es el Señor encarnado, de
quien Juan dice que es propiciación por nuestros pecados? Cuan-
do el Antiguo Testamento muestra que debe realizarse lo que el
Nuevo proclama cumplido en el Señor, se miran el uno al otro
como los querubines, volviendo la cara hacia el propiciatorio: de
hecho, los dos Testamentos ven al Señor en medio de ellos y [...]
cuentan unánimemente el misterio de su designio amoroso.
San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios 2,25,3
Si el rostro de las palabras [de la Escritura] fuera uno [solo],

entonces el primer intérprete podría haberlas [explicado], y los
demás estudiosos no habrían tenido que hacer ningún esfuerzo
por buscar ni alegría por descubrir. En cambio, cada una de las
palabras de nuestro Señor tiene sus formas, y cada forma tiene
muchos miembros, y cada uno de los miembros tiene su propio
carácter y forma. Por lo tanto, cada uno entiende cómo es capaz
de hacerlo e interpreta de acuerdo con lo que se le ha dado.
San Efrén el Sirio, Comentario al Diatessaron 7,22
Introducirse en la médula y en las profundidades de las palabras

celestiales, contemplar los profundos y secretos misterios con el
ojo purificado del corazón, esto no se obtendrá ni por la ciencia
humana ni por la erudición profana, sino solo por la pureza de la
mente, por medio de la iluminación del Espíritu Santo.
San Juan Casiano, Conferencias 14,9,7
33

Si quieres alcanzar el verdadero conocimiento de las Escrituras,

date prisa en primer lugar en adquirir una humildad inquebran-
table de corazón. Esto te llevará, no a la ciencia que se infla, sino
a la que ilumina, a través de la plenitud del amor.
San Juan Casiano, Conferencias 14,10,1
No te acerques nunca a las palabras de los misterios que están

en la Escritura sin orar y pedir la ayuda de Dios, sino que di-
rígete así: «Señor, concédeme sentir el poder que está en ella».
Ten en cuenta que la oración es la clave que abre el verdadero
significado de las Escrituras.
San Isaac de Nínive, Discursos ascéticos 73
La voz del Papa
A la luz del Verbo que se hace carne y se revela al hombre, san

Juan Pablo II quería cruzar el umbral del tercer milenio.
Con la mirada puesta en el misterio de la encarnación del Hijo
de Dios, la Iglesia se prepara para cruzar el umbral del tercer mi-
lenio. [...] El nacimiento de Jesús en Belén no es un hecho que
se pueda relegar al pasado. En efecto, ante él se sitúa la historia
humana entera: nuestro hoy y el futuro del mundo son ilumi-
nados por su presencia. Él es «el que vive» (Ap 1,18), «aquel que
es, que era y que va a venir» (Ap 1,4). Ante él debe doblarse toda
rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua
debe proclamar que él es el Señor (cf Flp 2,10-11). Al encontrar
a Cristo, todo hombre descubre el misterio de su propia vida.
Bula de convocación del Gran Jubileo del año 2000,
Incarnationis mysterium
Queridos jóvenes, esta tarde os entregaré el Evangelio. Es el re-

galo que el Papa os deja en esta vigilia inolvidable. La palabra
que contiene es la palabra de Jesús. Si la escucháis en silencio,
34

35

en oración, dejándoos ayudar por el sabio consejo de vuestros

sacerdotes y educadores con el fin de comprenderla para vuestra
vida, entonces encontraréis a Cristo y lo seguiréis, entregando
día a día la vida por él.
San Juan Pablo II, Tor Vergata, 19 de agosto de 2000
No cabe duda de que esta primacía de la santidad y de la oración

solo se puede concebir a partir de una renovada escucha de la pa-
labra de Dios. Desde que el concilio Vaticano II ha subrayado el
papel preeminente de la palabra de Dios en la vida de la Iglesia,
ciertamente se ha avanzado mucho en la asidua escucha y en la
lectura atenta de la Sagrada Escritura. Ella ha recibido el honor
que le corresponde en la oración pública de la Iglesia. Tanto las
personas individualmente como las comunidades recurren ya en
gran número a la Escritura, y entre los laicos mismos son mu-
chos quienes se dedican a ella con la valiosa ayuda de estudios
teológicos y bíblicos. Precisamente con esta atención a la pala-
bra de Dios se están revitalizando principalmente las tareas de
la evangelización y la catequesis. Hace falta, queridos hermanos
y hermanas, consolidar y profundizar esta orientación, incluso
a través de la difusión de la Biblia en las familias. Es necesario,
en particular, que la escucha de la Palabra se convierta en un en-
cuentro vital, en la antigua y siempre válida tradición de la lectio
divina, que permite encontrar en el texto bíblico la Palabra viva
que interpela, orienta y modela la existencia.
San Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte 39
Al inicio de su pontificado, el papa Benedicto XVI defendía de este

modo la práctica de la lectio divina:
En este marco, quisiera recordar y recomendar sobre todo la an-
tigua tradición de la lectio divina: la lectura asidua de la Sagrada
Escritura acompañada por la oración realiza el coloquio íntimo
en el que, leyendo, se escucha a Dios que habla y, orando, se le
responde con confiada apertura del corazón (cf Dei Verbum 25).
37

Estoy convencido de que, si esta práctica se promueve eficaz-

mente, producirá en la Iglesia una nueva primavera espiritual.
Por eso, es preciso impulsar ulteriormente, como elemento fun-
damental de la pastoral bíblica, la lectio divina, también median-
te la utilización de métodos nuevos, adecuados a nuestro tiempo
y ponderados atentamente. Jamás se debe olvidar que la palabra
de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero
(cf Sal 119,105).
Discurso a los participantes del Congreso Internacional con motivo
del XL Aniversario de la Dei Verbum, 16 de septiembre de 2005
Recordando los días transcurridos en el Aula Sinodal, dedicados a la

reflexión sobre la palabra de Dios, el papa Benedicto XVI subrayaba:
Es un don y una tarea imprescindible para la Iglesia. En un mun-
do que considera con frecuencia a Dios como algo superfluo o
extraño, confesamos con Pedro que solo Él tiene «palabras de
vida eterna» (Jn 6,68). No hay prioridad más grande que esta:
abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que
habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundan-
te (cf Jn 10,10).
Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini 2
El penúltimo domingo del año litúrgico de 2012, Benedicto XVI

subrayaba así la firmeza de la Palabra:
Jesús afirma: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán» (Mc 13,31). En efecto, sabemos que en la Biblia la pa-
labra de Dios está en el origen de la creación: todas las criaturas,
empezando por los elementos cósmicos –sol, luna, firmamento–,
obedecen la palabra de Dios, existen en cuanto que son «llama-
dos» por ella. Esta potencia creadora de la Palabra divina se ha
concentrado en Jesucristo, Verbo hecho carne, y pasa también a
través de sus palabras humanas, que son el verdadero «firmamen-
to» que orienta el pensamiento y el camino del hombre en la tie-
rra. Por esto Jesús no describe el fin del mundo, y cuando utiliza
38

imágenes apocalípticas, no se comporta como un «vidente». Al

contrario, él quiere apartar a sus discípulos –de toda época– de la
curiosidad por las fechas, las previsiones, y desea en cambio dar-
les una clave de lectura profunda, esencial, y sobre todo indicar
el sendero justo sobre el cual caminar, hoy y mañana, para entrar
en la vida eterna.
Ángelus, 18 de noviembre de 2012
El papa Francisco ha subrayado muchas veces cómo la palabra de

Dios debe tocar profundamente al hombre que quiere anunciarla a
los demás:
Jesús se irritaba frente a esos pretendidos maestros, muy exigen-
tes con los demás, que enseñaban la palabra de Dios, pero no
se dejaban iluminar por ella: «Atan cargas pesadas y las ponen
sobre los hombros de los demás, mientras ellos no quieren mo-
verlas ni siquiera con el dedo» (Mt 23,4). El apóstol Santiago
exhortaba: «No os hagáis maestros muchos de vosotros, herma-
nos míos, sabiendo que tendremos un juicio más severo» (3,1).
Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse
conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia con-
creta. De esta manera, la predicación consistirá en esa actividad
tan intensa y fecunda que es «comunicar a otros lo que uno ha
contemplado» (santo Tomás de Aquino). Por todo esto, antes de
preparar concretamente lo que uno va a decir en la predicación,
primero tiene que aceptar ser herido por esa Palabra que herirá
a los demás, porque es una Palabra viva y eficaz, que como una
espada, «penetra hasta la división del alma y el espíritu, articu-
laciones y médulas, y escruta los sentimientos y pensamientos
del corazón» (Heb 4,12). Esto tiene un valor pastoral. También
en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: «tiene sed
de autenticidad […]. Exige a los evangelizadores que le hablen de
un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo
estuvieran viendo».
Exhortación apostólica Evangelii gaudium 150
39

El papa Francisco nos recuerda que somos instrumentos en manos de

la Palabra:
Somos servidores de la Palabra de salvación que no volverá al
Señor vacía. Dejarse «herir» por la Palabra es, pues, indispensa-
ble para expresar con la boca lo que sobreabunda del corazón.
La palabra de Dios, efectivamente, «penetra hasta las fronteras
entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escru-
ta los sentimientos y pensamientos del corazón» (Heb 4,12).
Somos servidores de la Palabra de Vida Eterna, y creemos que
no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios (Mt 4,4). Por eso, con la ayuda del Espíritu
Santo, debemos alimentarnos en la mesa de la Palabra con la
lectura, la escucha, el estudio y el testimonio de vida. Dedica-
mos tiempo a los que amamos, y aquí se trata de amar a Dios,
que ha querido hablarnos y nos ofrece palabras de vida eterna.
Somos servidores de la Palabra de reconciliación, también entre
los cristianos, y deseamos de todo corazón que «la Palabra del
Señor siga propagándose y adquiriendo gloria» (2Tes 3,1). Por
lo tanto, es justo esperar un nuevo impulso a la vida espiritual
gracias a la veneración creciente de la palabra de Dios. Somos
servidores de la Palabra que ha «salido» de Dios y «se ha hecho
carne» (Jn 1,14). Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el
Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones,
sin demoras, sin asco y sin miedo (Evangelii gaudium 23). Y
lo hacemos en obediencia al mandato misionero del Señor y
con la certeza de su presencia entre nosotros hasta el fin del
mundo (Mt 28,20). Somos servidores de la Palabra de verdad
(Jn 8,32). Estamos convencidos de que «la unidad querida por
Dios solo se puede realizar en la adhesión común al contenido
íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de
compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad.
En el Cuerpo de Cristo que es “camino, verdad y vida” (Jn
14,6), ¿quién consideraría legítima una reconciliación lograda
a costa de la verdad?» (Ut unum sint 18). Somos servidores de
40

41

la palabra de Dios potente que ilumina, protege y defiende, sana

y libera. «La palabra de Dios no está encadenada» (2Tim 2,9).
Por ella muchos de nuestros hermanos y hermanas están en la
cárcel y muchos más han derramado su sangre como testimonio
de su fe en Jesús Señor.
Discurso a la delegación de la United Bible Societies
Relations Committee, 5 de octubre de 2017
Reflexionando sobre el texto de los Hechos de los apóstoles (8,26-

40), que tiene como protagonista al diácono Felipe y su misión, el
papa Francisco dice:
Este diálogo entre Felipe y el etíope nos lleva a reflexionar tam-
bién sobre el hecho de que no basta con leer la Escritura, es
necesario comprender su significado, encontrar el «jugo» que va
más allá de la «corteza», ir al Espíritu que anima la letra. Como
dijo el papa Benedicto XVI al comienzo del Sínodo sobre la pa-
labra de Dios, «la exégesis, la verdadera lectura de la Sagrada Es-
critura, no es solo un fenómeno literario [...]. Es el movimiento
de mi existencia» (Meditación, 6 de octubre de 2008). Entrar en
la palabra de Dios es estar dispuesto a ir más allá de los propios
límites para encontrar y conformarse a Cristo, que es la palabra
viva del Padre.
Audiencia general, 2 de octubre de 2019
42

La lectio divina
Entre las diversas iniciativas que se pueden implementar para

el domingo de la palabra de Dios, surge la lectio divina. Como
ha recordado el papa Francisco en Aperuit illis, este domingo es
importante «resaltar la importancia de continuar leyendo, pro-
fundizando y orando con la Sagrada Escritura en la vida diaria,
con una referencia particular a la lectio divina» (n. 3).
Aquí ofrecemos algunas indicaciones prácticas de cómo vi-
vir la experiencia de la lectio divina, con una propuesta concre-
ta de lectio y un comentario exegético sobre el evangelio que
la liturgia nos ofrece el domingo de la palabra de Dios (Mt
4,12-23), el 26 de enero de 2020 (III domingo del Tiempo
Ordinario).
La sugerencia del papa Francisco
Según el Santo Padre, «hay una forma concreta de escuchar

lo que el Señor nos quiere decir con su Palabra y de dejarnos
transformar por el Espíritu. Es lo que llamamos lectio divina.
Consiste en la lectura de la palabra de Dios en un momento
de oración para permitirle que nos ilumine y nos renueve. Esta
lectura orante de la Biblia no está separada del estudio que rea-
liza el predicador para descubrir el mensaje central del texto; al
contrario, debe partir de allí, para tratar de descubrir qué le dice
ese mismo mensaje a su propia vida. La lectura espiritual de un
texto debe partir de su sentido literal. De otra manera, uno
fácilmente le hará decir a ese texto lo que le conviene, lo que le
43

sirva para confirmar sus propias decisiones, lo que se adapte a

sus propios esquemas mentales. Esto, en definitiva, será utilizar
algo sagrado para el propio beneficio y trasladar esa confusión
al pueblo de Dios. Nunca hay que olvidar que a veces “el mis-
mo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2Cor 11,14). En la
presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno
preguntar, por ejemplo: “Señor, ¿qué me dice a mí este texto?
¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me
molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?”, o bien:
“¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me
atrae? ¿Por qué me atrae?”» (Evangelii gaudium 152-153).
44

Primer esquema: la Palabra en el centro
La lectio comienza con la entronización de la Biblia que se co-

loca, abierta, en el centro para que sea visible para todos los
presentes. Durante la entronización se interpreta un canto ade-
cuado. Se coloca una vela encendida al lado de la Biblia.
Entrar en un clima de oración

La persona que dirige la lectio introduce el acto con la invocación
al Espíritu Santo para disponer los corazones de los presentes a
la escucha.
45

Escuchar la Palabra
Todos se sientan y escuchan la proclamación de la página bíblica
elegida.
Después de unos momentos de silencio, el guía deja que la
Palabra resuene, enfatizando algunas expresiones u oraciones del
texto. Se trata de releer algunos pasajes o palabras del texto muy
lentamente, sin hacer comentarios. Sigue un tiempo de silencio,
al final del cual se sugieren algunos comentarios: se trata de com-
prender el contexto en el que se encuentra el pasaje, ayudando a
ver el rasgo del amor de Dios que allí aparece (¿qué nos comu-
nica del amor de Dios esta página?), la idea principal, teniendo
cuidado con las diferentes formas de moralismo y con las tenta-
ciones de detenerse en lo que «debe o no debe hacerse».
Venerar la Palabra
Cuando se acoge la palabra de Dios, se traduce espontáneamen-
te en gratitud, en una invocación para la Iglesia y para el mundo.
46

Cuando Dios se manifiesta, se entrega, se hace un compa-

ñero de camino, así también el creyente que ha acogido su Pa-
labra abre su corazón a sus hermanos y se lo presenta al Señor.
El guía invita a los presentes a expresar todo esto en el silencio
de un gesto, realizado lentamente y de manera recogida. Si el
sitio es amplio, junto al texto sagrado se puede poner un brasero
con brasas encendidas y una pequeña bandeja de incienso. Cada
uno de los presentes puede expresar su veneración colocando un
poco de incienso en el brasero y haciendo una breve pausa en un
momento de oración. Si el entorno es más pequeño, se pueden
distribuir algunas velas que deben encenderse en la que esté al
lado de la Sagrada Escritura.
Todo esto puede acompañarse con una canción serena canta-
da en voz baja.
Permanecer en la Palabra
Al final del gesto, el guía invita a los presentes a expresar espon-
táneamente algunas razones para orar. Al final, las voces se armo-
nizan en la invocación que compendia toda la oración cristiana:
el Padrenuestro. Por lo tanto, se puede concluir con una oración,
extraída de la Liturgia de las Horas del día, y después de una
canción final adecuada, la asamblea se disuelve.
Segundo esquema: el método verdad, camino, vida
La lectio comienza con la entronización de la Biblia que se co-

loca, abierta, en el centro para que todos los presentes la vean.
Durante la entronización hay que entonar un canto adecuado.
Se coloca una vela encendida al lado de la Biblia.
Entrar en un clima de oración

La persona que dirige la lectio, introduce el acto con la invoca-
ción al Espíritu Santo para disponer los corazones de los presen-
tes a la escucha.
47

La Palabra es verdad
Todos se sientan y escuchan la proclamación de la página bíblica
elegida.
Después de unos momentos de silencio, el guía deja que la
Palabra resuene, enfatizando algunas expresiones u oraciones
del pasaje. Se trata de releer algunos pasajes o palabras del texto
muy lentamente, sin hacer comentarios. Sigue un tiempo de
silencio, al final del cual se sugieren algunas ideas: se trata de
comprender el contexto en el que se encuentra el pasaje, ayu-
dando a ver el rasgo del amor de Dios que allí aparece (¿qué
nos comunica del amor de Dios esta página?), la idea princi-
pal, teniendo cuidado con las diferentes formas de moralismo
y con las tentaciones de detenerse en lo que «debe o no debe
hacerse».
La Palabra es camino
A la escucha le sigue un gran espacio de silencio de al menos
quince minutos, durante el cual los presentes se preguntan: ¿Qué
48

rasgo del amor de Dios se desprende de este texto? ¿Cómo lo

vivió y lo encarnó Jesús durante todo su ministerio? ¿Cómo lo
entendieron los apóstoles? ¿Qué me dice este texto? ¿Puede Jesús
vivir esta dimensión del amor de Dios en mí? ¿Cómo puedo ha-
cer que esta página se exprese en mi vida cotidiana?
La Palabra es vida
La persona que guía la lectio invita a los presentes a expresar es-
pontáneamente algunas razones para orar. Se puede expresar: una
invocación al Espíritu para vivir el rasgo del amor de Dios que
surge del pasaje, una petición de perdón por la disonancia entre
ese rasgo y su propia vida, un motivo de agradecimiento por la
gratuidad del Padre; una manifestación de confianza en el amor
fiel de Dios… Al final, las voces se armonizan en la invocación
que compendia toda la oración cristiana: el Padrenuestro. Por lo
tanto, se puede concluir con una oración, extraída de la Liturgia
de las Horas del día, y después de una canción final adecuada, la
asamblea se disuelve.
49

Lectio divina para el domingo de la palabra de Dios
A continuación, sugerimos un esquema completo de lectio divi-

na, que puede integrarse con la lectura personal del comentario
exegético al Evangelio que la liturgia propone para el 26 de ene-
ro de 2020, III domingo del Tiempo Ordinario y domingo de
la palabra de Dios: Mt 4,12-23.
Preparémonos para la oración

Abramos nuestro encuentro, disponiéndonos para acoger la pa-
labra de Dios y escuchando al Maestro. Con humildad y con-
fianza, le pedimos al Espíritu Santo su fuerza:
Ven, Espíritu Santo.

Tú eres aquel que ha consagrado a Jesús con la unción
enviándolo a llevar la alegre noticia a los pobres.
Tú eres aquel que, con el bautismo,
nos ha permitido ser hijos de Dios
y miembros vivos de la Iglesia.
Tú eres aquel que, en el sacramento de la confirmación,
nos has dado el coraje de anunciar y de testimoniar…
Llénanos con tu presencia y tu fuerza,
tu audacia y tu gracia.
Haznos entender que Dios sigue llamando, hoy,
al servicio de la evangelización.
Ayúdanos a participar en este servicio
viviéndolo en comunión y solidaridad.
Espíritu Santo, despiértanos, conságranos, envíanos.
Lectura del texto

La noticia del arresto de Juan el Bautista se convierte para Jesús
en la «señal» de que ha llegado la hora del reino: lo que muchos
leen como otra decepción más, para él es el episodio que inau-
gura un tiempo de gracia. De una «mala noticia» surge la «bue-
50

na noticia» del Evangelio que se convierte en una invitación, en

un don, en una llamada. Escuchamos la proclamación del texto:
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró
a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún,
junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para
que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:

«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos,
a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando
la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en
pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediata-
mente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante
vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y
a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las
redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamen-
te dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas,
proclamando el evangelio del reino y curando toda enfer-
medad y toda dolencia en el pueblo.
Después de escuchar el texto, cada uno lo relee en silencio. Je-

sús describe su misión después de haber leído un pasaje de Isaías.
Repasemos los verbos usados: ¿cuál es la misión de Jesús? ¿A
51

quién se siente enviado? ¿De dónde le viene la autoridad para

cumplir su misión? ¿Por qué Jesús inmediatamente involucra a
otros en la proclamación del Evangelio?
A continuación, ponemos en común un aspecto del texto
que nos haya llamado la atención.
Meditación del texto

Jesús encuentra en la palabra de Dios los términos, las palabras
correctas para expresar su vocación y su misión. Como Jesús
y como las primeras comunidades cristianas, nosotros también
recurrimos a la Palabra proclamada en la Iglesia a la luz de la fe
en Jesucristo, para encontrar en ella las raíces de nuestra vida y
el significado de nuestra misión.
Preguntémonos: ¿cómo alimento mi relación con Dios? ¿Dejo
que la Palabra me diga quién soy y cómo estoy llamado a vivir?
En mi vida diaria, ¿qué rasgos de Jesús estoy llamado a encarnar?
¿Cuáles son los primeros destinatarios que Jesús quiere alcanzar
incluso a través de mí?
Compartamos con sencillez el fruto de nuestra actualización
personal del pasaje evangélico.
Oración
La confrontación con este pasaje de la palabra de Dios cier-
tamente nos ha recordado el don de la vocación cristiana y la
responsabilidad del anuncio. Expresamos nuestras oraciones en
voz alta en forma de alabanza, de agradecimiento, de petición.
Después concluimos el encuentro, recitando juntos la Ora-
ción para alcanzar la sabiduría (Sab 9,1-6.9-11.13-18):
Dios de los Padres y Señor misericordioso,

que hiciste todas las cosas con tu Palabra,
y con tu Sabiduría formaste al hombre,
para que dominara a los seres que tú creaste,
para que gobernara el mundo con santidad y justicia
52

53

e hiciera justicia con rectitud de espíritu:

dame la sabiduría, que comparte tu trono
y no me excluyas del número de tus hijos.
Porque yo soy tu servidor y el hijo de tu servidora,
un hombre débil y de vida efímera,
de poca capacidad para comprender el derecho y las leyes;
y aunque alguien sea perfecto entre los hombres,
sin la sabiduría que proviene de ti, será tenido por nada.
Contigo está la sabiduría que conoce tus obras
y que estaba presente cuando tú hacías el mundo;
ella sabe lo que es agradable a tus ojos
y lo que es conforme a tus mandamientos.
Envíala desde los santos cielos,
mándala desde tu trono glorioso,
para que ella trabaje a mi lado y
yo conozca lo que es de tu agrado:
así ella, que lo sabe y lo comprende todo,
me guiará atinadamente en mis empresas
y me protegerá con su gloria.
¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?
Los pensamientos de los mortales son indecisos
y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma
y esta morada de arcilla oprime a la mente
con muchas preocupaciones.
Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra,
y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con el esfuerzo;
pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?
¿Y quién habría conocido tu voluntad
si tú mismo no hubieras dado la sabiduría
y enviado desde lo alto tu santo espíritu?
Así se enderezaron los caminos
de los que están sobre la tierra,
54

así aprendieron los hombres lo que te agrada

y, por la sabiduría, fueron salvados.
Comentario exegético a Mt 4,12-23
El cumplimiento de la Sagrada Escritura en la misión de Jesús

es el contenido esencial de la liturgia de la Palabra. La promesa
del profeta Isaías, escuchada en la primera lectura, a la luz de la
esperanza para las personas inmersas en la oscuridad, se realiza
con el comienzo de la misión de Jesús. La página del evangelio
se articula en cuatro fases principales: el cumplimiento de la
promesa a la luz de salvación para el pueblo del Señor, la prime-
ra predicación de Jesús sobre la conversión y la proximidad del
reino de los cielos, la elección de los primeros cuatro discípulos
y el comienzo de la misión en Galilea.
• En primer lugar, al ir a vivir a Cafarnaún en Galilea, Jesús

realiza la profecía de Isaías para un pueblo sin esperanza, sin
luz y en condiciones de muerte. La de Isaías (Is 8,23–9,1) es
una profecía rica en esperanza para aquellos que están lejos
del centro religioso, político y cultural de su tiempo. Sutil es
la controversia que involucra a Mateo con las expectativas
mesiánicas de Israel hechas por Jesús. Finalmente, el Mesías
prometido y esperado ha llegado, pero no va a vivir en Jeru-
salén, ni en otros centros urbanos importantes de Palestina,
sino en Cafarnaún. Inaugura su misión en el «distrito de los
gentiles», como se llamaba la Galilea de su tiempo y en un
país, más que una ciudad, como Cafarnaún. La misión de
Jesús no comienza desde el centro, sino desde la periferia de
la provincia más remota del Imperio romano.
• Con la referencia a los pueblos o extranjeros que vivieron en

Galilea, se describe el universalismo de la salvación, típico del
evangelio de san Mateo, tanto que solamente él entre los evan-
55

gelistas dedica atención a la Galilea de los gentiles. Por un lado,

el comienzo de la predicación de Jesús en la Galilea de los gen-
tiles hace realidad la esperanza de los lejanos, por otro, anticipa
la misión encomendada a los discípulos. Mirando hacia atrás,
la adoración de los Magos ya había anticipado la universalidad
de la salvación lograda con el nacimiento de Jesucristo (cf Mt
2,1-12). La misma perspectiva universal cierra el evangelio de
san Mateo, cuando el Resucitado envía a los discípulos a hacer
discípulos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cf Mt 28,19). Entre
estas aperturas a los Reyes Magos que van a adorar al niño Je-
sús y a los discípulos enviados para hacer discípulos en todos
los pueblos, Jesús inaugura la misión universal partiendo de la
zona habitada, en su mayor parte, por extranjeros en Palestina.
La misión de Jesús y de sus discípulos, después de él, rompe las
barreras y los muros que separan a las personas y se convierte
en un encuentro de salvación para todos los pueblos. Aunque
los extranjeros no podían entrar al templo de Jerusalén porque
eran considerados «pecadores», desde el lado religioso, Jesús no
dudó en vivir entre ellos.
La predicación de Jesús comienza con la solicitud, diri-
gida a todos, de convertirse para el acercamiento del reino
de los cielos. Entre la conversión y el acercamiento del reino
de los cielos hay una profunda sintonía porque solamente a
través de la conversión es posible reconocer los signos que
hacen presente el reino de los cielos. Sin la conversión no nos
damos cuenta de que el reino de los cielos comenzó con la
misión de Jesús entre los distantes y los que están inmersos
en la oscuridad. Porque el reino de los cielos no se limita a
espacios y lugares precisos, sino que se encuentra donde están
los pobres en espíritu (cf Mt 5,3) y en aquellos que son perse-
guidos por la justicia (cf Mt 5,10), solo la conversión permite
la entrada en este reino tan diferente de otras formas de po-
der. El reino de los cielos, inaugurado por Jesús, no está com-
57

puesto de lugares de poder, sino de personas que cambian su

mentalidad para seguirlo, que en el presente viven de acuerdo
con la lógica paradójica de las Bienaventuranzas. El reino de
los cielos no es de los pobres porque sean pobres, sino porque
«en espíritu» han puesto su confianza en el Señor.
• La evangelización de la Galilea de los gentiles y la solici-

tud de conversión para todos aquellos con quienes Jesús se
encuentra se concretan en la elección de los primeros cuatro
discípulos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Con extrema
brevedad, el evangelista relata su llamada: Jesús ve a cuatro
pescadores arrojando o arreglando las redes en el mar y los
invita a seguirlo. Sin dudarlo, los cuatro discípulos dejan in-
mediatamente las redes y las barcas para seguirlo. La llamada
de los primeros discípulos es asombrosa porque acontece so-
lamente por opción o elección, sin ninguna condición. Jesús
no se detiene para investigar el origen, la reputación y las ha-
bilidades del llamado sobre el cual descansa su mirada. Él los
elige como son y los transforma en pescadores de hombres
o en discípulos que aprenden a llamar a otras personas para
seguir a Jesús. El seguimiento de Jesús siempre está marcado
por la gracia o por la elección de la gracia y no por los méri-
tos de los que son llamados.
Incluso la respuesta de los primeros discípulos es inme-
diata para que puedan confiar en él sin cuestionar su repu-
tación o su proyecto mesiánico. Solamente habrían oído ha-
blar de su predicación que acababa de comenzar en Galilea.
Sin embargo, en ese momento, los mesías que prometían
la liberación de Israel de la ocupación extranjera aparecían
como hongos. La mayoría de ellos no había cumplido las
promesas hechas a la población palestina, inmersa en la os-
curidad. Jesús inaugura el reino de los cielos con la elección
de las personas a las que eligió sin conocerlas, dispuestas a
seguirlo sin condiciones.
58

59

No es secundario el hecho de que sean elegidos dos dis-

cípulos cada vez: primero Pedro y Andrés, luego Santiago y
Juan. Según la Ley judía, el testimonio necesita como míni-
mo de dos personas para ser creíble (cf Dt 19,15; Mt 18,16).
No es suficiente el testimonio de una sola persona para que
sea aceptado, ya que un único testimonio está sujeto a un
alto grado de arbitrariedad. Con el seguimiento de los pri-
meros cuatro discípulos, Jesús inaugura lo que él llamará «la
Iglesia» (Mt 18,17): «Porque donde hay dos o tres reunidos
en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20).
En su núcleo más esencial, la Iglesia no está hecha de muros,
ni de espacios, sino de personas de carne y hueso que se ca-
racterizan por el seguimiento de Jesús y que están dispuestas
a dar testimonio de su misión de salvación.
La llamada de los primeros discípulos está dominada por
la confianza mutua, pero sobre todo por la prioridad de la
elección hecha por Jesús con respecto a la respuesta de los
discípulos. Por lo general, en aquel tiempo eran los discí-
pulos los que elegían a su maestro, según su capacidad de
enseñar y los contenidos de su mensaje. La autoridad de un
maestro garantizaba la elección y la asistencia de los discípu-
los. En el caso de Jesús, siempre se da prioridad a su elección:
no son los discípulos quienes lo han elegido, sino todo lo
contrario. Quien se convierte en discípulo de Jesús no elige
la iglesia que más le gusta o que es de su agrado, sino que se
coloca en la Iglesia que lo acoge porque ha sido elegido por
el Señor. Solamente de esta manera el Emmanuel o «el Dios
con nosotros» (Mt 1,23), según el significado de su nombre,
que se le dio en su nacimiento, está en medio de los suyos y
puede ser reconocido en su Iglesia.
• Entre la llamada incondicional y la precedencia de su elec-

ción, Jesús inaugura la misión creando el núcleo más esencial
de la Iglesia. Frente al lugar común que dice que Jesús no in-
60

ventó ninguna Iglesia, se mantiene firme que, en el lago de

Galilea, en las periferias del mundo, Jesús inauguró la cercanía
del reino de los cielos al elegir personas dispuestas a seguirlo
durante la misión.
Sin ninguna pausa entre la elección de los primeros dis-
cípulos y el primer discurso público de Jesús en Galilea (Mt
5,1–7,29), Mateo observa que Jesús cruzó la región, ense-
ñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del reino
y sanando de todas las formas de enfermedades que encon-
traba. Con Jesús, el reino de los cielos no solo concierne a
la salvación espiritual o interior, sino que involucra todas las
áreas de la vida humana: desde la predicación de la noticia
más verdadera y bella que se transmite a los que no tienen
esperanza, hasta la enseñanza donde nos reunimos para la
oración, como en la sinagoga, a la curación de cualquier tipo
de enfermedad. La salvación anunciada por Jesús no es teó-
rica, ni es simplemente una promesa inconclusa: siempre es
la salvación real, lograda en el encuentro con él, que involu-
cra la salud y la curación de cada persona.
El comienzo de la misión de Jesús, con su estancia en Ca-

farnaún, la predicación del reino, la elección de los primeros
discípulos y la curación de todo tipo de enfermedades, hace rea-
lidad las esperanzas de todo el pueblo, sin anteponer a nadie. Si
la Biblia es el libro del pueblo, como le gusta definirla al papa
Francisco en Aperuit illis 4, es sobre todo porque con Jesús de
Nazaret todas las promesas de Dios se realizan con la salvación
que trae el encuentro con él.
61

62

PROPUESTAS
CELEBRATIVAS
Para poner en práctica la indicación del papa

Francisco y encontrar «el modo de vivir este
domingo como un día solemne» (Aperuit
illis 3), es oportuno que cada diócesis,
cada comunidad parroquial y cada realidad
eclesial en general, de acuerdo con su propia
realidad, sensibilidad y su contexto, piense en
algunas iniciativas, para ser implementadas y
propuestas.
A continuación, presentamos algunas

propuestas celebrativas y pastorales que
pueden servir de ayuda.

P R OP UESTAS C E LE B RATI VAS
Algunas consideraciones
prácticas
Es importante, en primer lugar, preparar el domingo de la pala-

bra de Dios con la debida anticipación. Los preparativos deben
comenzar tanto a nivel espiritual (oración personal y comunita-
ria), como material (programación adecuada correspondiente a
la vida de la comunidad).
El primer paso es establecer un grupo de personas capaces
de organizar y coordinar el evento. La tarea de este grupo de
personas será:
• Orar por el éxito.

• Programar la iniciativa (presentar las propuestas para las dife-
rentes franjas de edad, confeccionar eventos de carácter cultural,
histórico y bíblico).
• Elegir otras personas adecuadas para la ejecución práctica del
programa.
• Calcular los gastos eventuales.
• Preparar el material necesario.
• Difundir la información sobre el evento.
• Llegar a personas en dificultades (enfermos, hogares de ancianos,
cárceles, asociaciones benéficas...).
• Involucrar, según las posibilidades, a otras religiones y denomi-
naciones cristianas.
• Llegar con la Buena Noticia también a las personas no creyentes.
64

65

Prepararse espiritualmente
En primer lugar, es necesario recordar que la Biblia no solo con-
tiene un texto de alto valor cultural, moral, histórico, social y ar-
tístico, capaz de inspirar el pensamiento del hombre de hoy. De
hecho, la Biblia contiene la palabra de Dios que es «viva y eficaz
y más aguda que espada de dos filos; ella penetra hasta la división
del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y es
capaz de juzgar los sentimientos y los pensamientos» (Heb 4,12).
Para cumplir con la Palabra viva es necesario dedicar espacio y
tiempo a la preparación espiritual. Las comunidades, al menos
una semana antes del evento, deben incluir en la oración de los
fieles una intención dedicada al éxito del evento. Los miembros
del grupo organizador, así como los catequistas, evangelizadores
y otros grupos encargados de proclamar el Evangelio, podrían
organizar un momento prolongado de escucha y de adoración,
donde la unión entre la Palabra y la Eucaristía se haga visible.
Programar el evento
La propuesta para llevar a cabo la iniciativa debe estar dirigida
tanto a la comunidad como al individuo, recordando siempre
que la Biblia es la palabra del Dios viviente, pero también te-
niendo en cuenta su indudable valor cultural con sus múltiples
connotaciones.
Involucrar a los fieles

La información sobre el evento debe comenzar temprano y lle-
gar a la mayor cantidad de personas que sea posible. Sin lugar a
dudas, la invitación personal es la forma más directa de informar
a las personas sobre la iniciativa. También se pueden usar hojas
sueltas y folletos, que se pueden distribuir fácilmente a las per-
sonas y colgar en los distintos tablones de anuncios. También
deben tenerse en cuenta las redes sociales (Facebook, Twitter...)
y otros programas o aplicaciones para llegar a la mayor cantidad
de personas que sea posible.
66

Vivir el domingo de la palabra de Dios

Es bueno recordar que el desarrollo del programa no es el pro-
pósito en sí mismo de este domingo. Necesitamos alentar, más
bien, el encuentro personal y comunitario con la palabra de Dios.
Debemos convertirnos en instrumentos en las manos del Señor
recordando siempre que «como la lluvia y la nieve descienden
del cielo y no vuelven allá sin empapar la tierra, sin fecundarla y
hacerla germinar para que dé sementera al sembrador y pan para
comer, así la palabra que sale de mi boca no vuelve a mí sin re-
sultado, sin haber hecho lo que yo querría y haber llevado a cabo
su misión» (Is 55,10-11).
Continuar la experiencia de la palabra de Dios

El evento termina, pero la palabra de Dios no deja de actuar en
medio de nuestros corazones. Sería oportuno inaugurar ocasio-
nes formativas (por ejemplo, la lectio divina semanal o mensual,
los grupos bíblicos...) gracias a las cuales continuar el encuentro
con la palabra de Dios, enraizando en ella la misma formación
continua de los fieles.
67

Entronización de
la palabra de Dios
y entrega de la Biblia
Es de esperar que el rito de entronización se lleve a cabo al menos una

vez, durante la celebración eucarística más solemne del domingo de la
palabra de Dios.
Junto al altar, o al ambón, o en otro lugar especialmente prepa-
rado (por ejemplo, en una capilla), hay que preparar un lugar visible
para toda la asamblea, elevado y adornado, donde se pueda colocar
el texto sagrado.
Junto al trono, también se pueden colocar copias de la Biblia, que
luego serán entregadas a los fieles durante la celebración.
La Santa Misa comienza como de costumbre: según las posibilidades,
debe favorecerse la procesión solemne con el incensario, la naveta, la
cruz y las velas, llevando el texto sagrado según las costumbres litúrgicas.
Después del saludo inicial, el celebrante introduce la celebración
con estas o similares palabras:
C. Dios, queriendo hacernos partícipes de su inmenso

amor, ha enviado su Palabra para que habite en medio de
nosotros, para que podamos conocer el amor de Dios. El
Hijo de Dios se encarnó, revelándonos el rostro misericor-
dioso del Padre y reconciliándonos con Él. Hoy celebramos
en toda la Iglesia el domingo de la palabra de Dios. Que-
remos abrir nuestros corazones a la presencia divina en las
Sagradas Escrituras, y redescubrir el significado de nuestra
vida que se nos da en la Palabra que se hizo carne. Para
que podamos acoger dignamente esta Palabra, le pedimos
perdón al Señor.
68

Sigue el acto penitencial (se recomienda la aspersión con el agua ben-

dita) y los ritos iniciales de la Santa Misa. Después prosigue la liturgia
de la Palabra como de costumbre.
Para la proclamación del Evangelio, se lleva procesionalmente el
Evangeliario del altar al ambón, donde se inciensa. Al final de la lectura
del evangelio, el ministro, después de haber besado el texto sagrado,
lo lleva procesionalmente al trono, donde se coloca de nuevo y se deja
abierto.
Sigue la homilía, al final de la cual, el texto de la Biblia (o uno de
sus libros, como, por ejemplo, uno de los evangelios) se puede entregar
a todos los presentes (o solo a algunos). Después de un breve tiempo de
silencio meditativo, el celebrante dice:
C. Queridos hermanos: El evangelista san Juan nos recuer-

da que «la vida eterna es que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).
También queremos conocer a Dios que se ha revelado a
sí mismo a través de su Palabra. Por lo tanto, queremos dar
69

la bienvenida a la Palabra, sintiendo la importancia de su

lectura diaria, para vivir cada vez más unidos a Cristo Jesús.
Por esta razón, ahora dirigimos a Dios nuestra oración.
Después de un breve momento de oración silenciosa, el celebrante,

con los brazos extendidos, dice:
C. Padre de la luz,
te alabamos y te bendecimos
por todos los signos de tu amor.
Tú has hecho renacer a estos hijos tuyos
del agua y del Espíritu Santo
en el regazo de la Iglesia madre
y ahora los llamas a escuchar
y anunciar la Palabra que salva.
70

Jesucristo, que es tu Palabra, se hizo hombre,

la guía al conocimiento del misterio
oculto a los sabios e inteligentes
y revelado a los pequeños.
Permíteles abrir sus corazones

para comprender el significado
de las Sagradas Escrituras.
Permíteles convertirse en testimonio vivo del Evangelio,
que leerán de estos libros.
María, Madre de la sabiduría,
interceda por ellos,
que fue la primera que recibió en el vientre materno
la Palabra hecha carne.
El Espíritu Santo nos dé a cada uno la gracia
de colaborar con sencillez y alegría
en la proclamación de su Palabra,
para la gloria de su nombre.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
El celebrante se acerca al trono, toma los textos para repartir, y los

distribuye entre los fieles. Mientras reparte el texto, dice:
C. Recibe las Sagradas Escrituras, lee, anuncia y testimonia

con alegría la palabra de Dios.
Se responde:
R. Amén.
Terminada la distribución de los textos, la Santa Misa continúa como

de costumbre con el Credo y la Oración de los fieles.
71

Bendición de los
llamados a proclamar
la palabra de Dios
La siguiente bendición puede utilizarse para enfatizar la importancia
de la palabra de Dios, acogida y proclamada por los fieles. Se puede
invocar el mismo domingo de la palabra de Dios, o bien otro día que
se considere más apropiado.
Si la bendición se pronuncia el domingo de la Palabra, se puede
hacer después de la homilía y antes de entregar la Biblia a los fieles.
Al comienzo de la celebración eucarística, los fieles, que recibirán
la bendición, ocupan su lugar frente al altar (por ejemplo, en las
primeras filas de la nave).
Después de la homilía, el celebrante se dirige a los presentes con
estas palabras:
C. Queridos hermanos: Todos los que hemos sido bautiza-

dos, tenemos la tarea de conocer a Dios a través de su Pala-
bra, de anunciarlo y dar testimonio a todos, especialmente a
aquellos que aún no lo han conocido. Hoy queremos pedir
una bendición especial para algunos de nuestros hermanos
y hermanas que desean dedicarse de manera especial a la
proclamación de la palabra de Dios. Estos son los nombres
de aquellos que en nuestra comunidad han sido designados
para anunciar la Palabra.
El celebrante lee la lista de nombres. Cada persona, después de escu-

char su nombre, se pone de pie y dice:
R. Aquí estoy.
72

Terminada la presentación, el celebrante invita:
C. Invoquemos al Espíritu Santo para que estos hermanos

y hermanas nuestros puedan acoger y transmitir la palabra
del Dios viviente.
Toda la asamblea recita la siguiente oración, invocando al Espíritu

Santo (se puede usar otra oración o un canto apropiado):
Ven, oh Espíritu Santo, dentro de mí,

en mi corazón y en mi inteligencia.
73

Concédeme tu inteligencia
para que pueda conocer al Padre
al meditar la palabra del Evangelio.
Concédeme tu amor, para que también hoy,

impulsado por tu Palabra,
te busque en los hechos y en las personas
que he encontrado.
Concédeme tu sabiduría, para que sepa cómo

vivir y juzgar, a la luz de tu Palabra,
lo que hoy he vivido.
Concédeme la perseverancia
para penetrar pacientemente
el mensaje de Dios en el Evangelio.
Santo Tomás de Aquino

74

A continuación, el celebrante pronuncia la siguiente oración de ben-

dición:
C. Te bendecimos y te alabamos, oh Dios,

para que en el misterioso designio de tu misericordia
tu Palabra viva se haga carne
y habite en medio de nosotros
para liberarnos de la esclavitud del pecado.
Él, después de haber vencido la muerte,

antes de acudir a ti, oh Padre,
envió a los apóstoles
para anunciar a los pueblos el Evangelio de la vida.
Mira, Señor, a estos siervos tuyos,

a quienes cambiaste con la señal de la cruz,
envíalos como mensajeros de salvación y paz.
Guía sus pasos con mano firme

y sostenlos con el poder de tu gracia,
para que nunca decaigan
bajo el peso de las fatigas apostólicas.
Resuene en sus palabras la voz de Cristo

y que todos los que las escuchen
se sientan atraídos por la obediencia al Evangelio.
Infunde en sus corazones tu Santo Espíritu

para que, hecho todo para todos,
conduzcan a ti, oh Padre, una multitud de hijos
que en la santa Iglesia te alaben sin fin.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
75

Entronización de
la Biblia en la familia
En la Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini,
al final del Sínodo de los Obispos dedicado a «La palabra de
Dios en la vida y misión de la Iglesia», leemos:
Del gran misterio nupcial, se desprende una impres-

cindible responsabilidad de los padres respecto a sus
hijos. En efecto, a la auténtica paternidad y mater-
nidad corresponde la comunicación y el testimonio
del sentido de la vida en Cristo; mediante la fidelidad
y la unidad de la vida de familia, los esposos son los
primeros anunciadores de la palabra de Dios ante sus
propios hijos.La comunidad eclesial ha de sostenerles y
ayudarles a fomentar la oración en familia, la escucha
de la Palabra y el conocimiento de la Biblia. Por eso, el
Sínodo desea que cada casa tenga su Biblia y la custodie
de modo decoroso, de manera que puedan leerla y uti-
lizarla para la oración. Los sacerdotes, diáconos o laicos
bien preparados pueden proporcionar la ayuda nece-
saria para ello. El Sínodo ha encomendado también la
formación de pequeñas comunidades de familias, en las
que se cultive la oración y la meditación en común de
pasajes adecuados de la Escritura (n. 85).
Un día después del domingo de la palabra de Dios, toda la familia se

reúne, por la noche, alrededor de la mesa principal de su hogar, donde
se puede colocar el crucifijo, un ícono de la Virgen, una vela y la Biblia.
Uno de los miembros de la familia enciende la vela y dice:
76

— La luz de Cristo.
Todos responden:
— Demos gracias a Dios.
A continuación, otra persona recita la siguiente oración (el texto también

se puede dividir en varias partes para que sea recitado por más personas):
El Espíritu Santo
te ha conquistado por completo, Virgen María.
Él habita en ti, vive en ti,

en ti realiza la mayor obra de la historia:
«el Verbo hecho carne».
Actúa libremente en ti.
Tú le perteneces...
Enséñame a escuchar al Espíritu:

«El Espíritu de vuestro Padre
habla en vosotros» (Mt 10,20).
Enséñame a confiar en el Espíritu:
«El mismo Espíritu intercede por nosotros
con gemidos inenarrables» (Rom 8,26).
Enséñame a dejar que el Espíritu
actúe libremente en mí:
«Los que se dejan guiar
por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rom 8,14).
El espíritu humano no puede entender todo esto.

Solo la meditación de la palabra de Dios puede intro-
ducirnos en este misterio. Solo Dios puede revelarnos
cuál es su Espíritu y cuán poderosa y dulce es su ac-
ción en nuestras almas.
77

Ven, Santo Espíritu.

Cardenal François-Xavier Van Thuan
Todos responden:
— Amén.
Un miembro de la familia toma la Biblia, la abre, y comienza a leer:
Escuchad la palabra del Señor del evangelio

según san Lucas (Lc 24,13-53)
Aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea lla-
mada Emaús, distante de Jerusalén unos trece kilómetros.
Iban hablando de todos estos sucesos; mientras ellos habla-
ban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a cami-
nar con ellos. Pero estaban tan ciegos que no lo reconocían.
Y les dijo: «¿De qué veníais hablando en el camino?». Se
detuvieron entristecidos. Uno de ellos, llamado Cleofás,
respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no
sabes lo que ha sucedido en ella estos días?». Él les dijo:
«¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús de Nazaret, que
fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y
ante todo el pueblo, cómo nuestros sumos sacerdotes y
nuestras autoridades lo entregaron para ser condenado a
muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él se-
ría el libertador de Israel, pero a todo esto ya es el tercer
día desde que sucedieron estas cosas. Por cierto que algunas
mujeres de nuestro grupo nos han dejado asombrados: fue-
ron muy temprano al sepulcro, no encontraron su cuerpo y
volvieron hablando de una aparición de ángeles que dicen
que vive. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo
encontraron todo como las mujeres han dicho, pero a él no
lo vieron». Entonces les dijo: «¡Qué torpes sois y qué tardos
para creer lo que os dijeron los profetas! ¿No era necesario
78

que Cristo sufriera todo esto para entrar en su gloria?». Y

empezando por Moisés y todos los profetas, les interpre-
tó lo que sobre él hay en todas las Escrituras. Llegaron a
la aldea donde iban, y él aparentó ir más lejos; pero ellos
le insistieron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque es
tarde y ya ha declinado el día». Y entró para quedarse con
ellos. Se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo,
lo partió y se lo dio. Entonces sus ojos se abrieron y lo reco-
nocieron; pero él desapareció de su lado. Y se dijeron uno a
otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en
el camino y nos explicaba las Escrituras?».
79

Todos los miembros de la familia besan el Libro de la Sagrada Escritura.

Sigue un momento de silencio, de meditación sobre el texto que se
acaba de escuchar y de oración personal.
A continuación, una persona lee el siguiente comentario:
El encuentro de Jesús con esos dos discípulos parece ser del

todo casual: se parece a uno de tantos cruces que suceden
en la vida. Los dos discípulos caminan entristecidos y un
desconocido se acerca a ellos. Es Jesús; pero sus ojos no son
capaces de reconocerlo. Y entonces Jesús comienza su «te-
rapia de esperanza». Esto que sucede en este camino es una
terapia de la esperanza. ¿Quién la hace? Jesús.
Sobre todo, pregunta y escucha: nuestro Dios no es un
Dios entrometido. Incluso si ya conoce el motivo de la de-
cepción de esos dos, les deja tiempo para que puedan com-
prender en profundidad la amargura que les ha vencido.
Sale una confesión que es como un coro de la existencia
humana: «Nosotros esperábamos, pero... Nosotros espe-
rábamos..., pero...» (v. 21). ¡Cuántas tristezas, cuántas de-
rrotas, cuántos fracasos hay en la vida de cada persona! En
el fondo, todos somos un poco como esos dos discípulos.
Cuántas veces en la vida hemos esperado, cuántas veces nos
hemos sentido a un paso de la felicidad, y después nos he-
mos encontrado de nuevo en tierra decepcionados. Pero
Jesús camina con todas las personas desalentadas que van
cabizbajas. Y caminando con ellas, de forma discreta, consi-
gue devolverles la esperanza.
Jesús les habla en primer lugar a través de las Escritu-
ras. Quien recurre al libro de Dios no encontrará historias
de heroísmo fácil, campañas de conquista fulminantes. La
verdadera esperanza no es nunca barata, supone siempre
derrotas. La esperanza de quien no sufre, quizá no es ni
siquiera tal. A Dios no le gusta ser amado como se amaría
a un líder que arrastra a la victoria a su pueblo destruyendo
80

con sangre a sus adversarios. Nuestro Dios es una luz tenue

que arde en un día de frío y de viento, y aunque parezca
frágil su presencia en este mundo, Él ha elegido el lugar
que todos despreciamos…
Todos nosotros, en nuestra vida, hemos tenido momen-
tos difíciles, oscuros; momentos en los cuales caminába-
mos tristes, pensativos, sin horizonte, como con un muro
delante. Y Jesús siempre está junto a nosotros para darnos
esperanza, para calentarnos el corazón y decirnos: «Sigue
adelante, yo estoy contigo. Sigue adelante».
El secreto del camino que lleva a Emaús está aquí: aun-
que puede parecer lo contrario, siempre hay alguien que nos
ama, Dios no dejará nunca de querernos. Dios caminará con
nosotros siempre, siempre, también en los momentos más
dolorosos, también en los momentos más feos, también en
los momentos de la derrota: allí está el Señor. Y esta es nuestra
esperanza. ¡Seguimos adelante con esta esperanza! ¡Porque Él
está junto a nosotros y camina con nosotros, siempre!
Papa Francisco, Audiencia general (24 de mayo de 2017)
Después de la lectura del comentario todos rezan el Padrenuestro:
— Padre nuestro, que estás en el cielo...
Al final de la oración, la persona que encendió la vela toma la Biblia y

traza con ella la señal de la cruz, bendiciendo con la Sagrada Escritura
a toda la familia.
A continuación, apaga la vela, diciendo:
— Quédate con nosotros, Señor, ahora y por los siglos de

los siglos. Amén.
La Biblia puede permanecer expuesta en un lugar digno de la casa.

81

82

PROPUESTAS
PASTORALES
Para que el pueblo de Dios se familiarice

con la Palabra, puede ser útil, además de
las propuestas litúrgico-celebrativas, valorar
también otros caminos, como el formativo-
cognitivo o el recreativo-festivo: esto
favorecerá la percepción de la Biblia como
«don» de Dios.
Ya en el texto de Nehemías 8, Esdras,

Nehemías y los levitas invitan al pueblo
a alegrarse, a no entristecerse y a celebrar
alrededor de la Palabra.

P R OP UESTAS PASTO RALE S
Propuestas
formativas
En la exhortación apostólica Verbum Domini se recuerda que «la

palabra de Dios llega a los hombres por el encuentro con testigos
que la hacen presente y viva. De modo particular, las nuevas
generaciones necesitan ser introducidas a la palabra de Dios «a
través del encuentro y el testimonio auténtico del adulto, la in-
fluencia positiva de los amigos y la gran familia de la comunidad
eclesial» (n. 97). Por esta razón, el domingo de la palabra de Dios
se presenta como una oportunidad privilegiada para conocer a
aquellos que han sido formados por la Palabra.
Los grandes testigos

En este sentido, podemos profundizar tanto en las figuras de los
grandes fundadores o reformadores que hicieron de la palabra de
Dios el punto de apoyo de su existencia (san Jerónimo, santo Do-
mingo, san Antonio de Padua, san Ignacio de Antioquía, san Felipe
Neri, santa Teresa de Ávila, el beato Carlos de Foucauld, el beato
Santiago Alberione, san Arnoldo Janssen...), como en el perfil de al-
gunos mártires que, en nombre de la Palabra, han afrontado la vio-
lencia y la muerte (Dietrich Bonhoeffer, el beato Giuseppe Girotti,
Shahbaz Bhatti...). También puede ser enriquecedora la compara-
ción con algunas Órdenes o Congregaciones o realidades eclesiales.
Las preguntas candentes

También merecen atención la formación y los cursos de profun-
dización específicos para las diferentes categorías de personas:
84

niños, estudiantes, universitarios, jóvenes parejas, padres de fa-

milia, extranjeros, ancianos, enfermos... Pueden afrontarse temas
«candentes» como la historicidad de los evangelios, la formación
bíblica, el significado de algunos pasajes duros y difíciles, la ins-
piración, los criterios para leerla correctamente... organizando
mesas redondas y momentos de discusión constructiva, inspirán-
dose tanto en la publicación de un libro reciente sobre el tema,
como en una emisión transmitida sobre el tema.
El camino de la belleza
Marc Chagall confesó que la Biblia es «el alfabeto coloreado en
el que casi todos los pintores han sumergido su pincel». El poe-
ta Thomas S. Eliot lo convierte en un «jardín de símbolos, de
imágenes, de historias». Capturar las repercusiones de la Biblia
en la literatura, el arte, la música, el cine y en Internet puede ser
85

una oportunidad para confrontarnos con nuevos mundos que,

en nombre de la belleza, se proponen como comentarios auto-
rizados de las páginas sagradas: las visitas guiadas, los conciertos
o las peregrinaciones abren el camino a muchas percepciones y
reflexiones.
El variopinto mundo de Internet

También vale la pena explorar Internet, donde se encuentran re-
cursos inesperados. Entre ellos destacamos la iniciativa de dos
jóvenes que en 2014 lanzaron un proyecto, totalmente dedicado
a la Biblia, realmente interesante: The Bible Project (https://the
ebibleproject.com/). Hoy, después de unos años, ya tienen un
millón de suscriptores que se sumergen en las páginas de la Bi-
blia, no solo para aprender y profundizar, sino también para me-
ditar y dejarse transformar por la Palabra.
86

Propuestas
recreativas
Para que el domingo de la palabra de Dios sea un evento del pue-

blo, capaz de involucrar, incluso de una manera alegre y festiva,
a pequeños y mayores, a jóvenes y adultos, sugerimos algunas
iniciativas que cada comunidad puede adaptar y construir con la
contribución de jóvenes y adultos.
Concursos y maratones
Se pueden organizar concursos en equipo con preguntas relativas
a personas y hechos presentes en la Biblia.
En Filipinas, por ejemplo, el concurso bíblico ha logrado un
éxito inesperado, capaz de involucrar a muchas provincias de toda
la nación (https://www.facebook.com/StPaulNationalBibleQuiz/).
En general, los maratones bíblicos también son experiencias sig-
nificativas, experiencias de lectura continua en etapas de un libro
bíblico entero, presentándolo y proclamándolo, en un contexto
muy cuidado. Momentos parecidos pueden concluir con espacios
de convivencia fraterna (un desayuno, un aperitivo...).
Dramatizaciones e interpretaciones
La dramatización de los textos también ayuda a la reflexión so-
bre la Biblia y a la percepción de su riqueza: por ejemplo, para
reconstruir el «después» de algunas escenas bíblicas que han per-
manecido pendientes (como las parábolas del buen samaritano o
del padre misericordioso...) o el «mañana» de algunos encuentros
evangélicos (como el acontecido con el joven rico, con la pecadora,
con Nicodemo...). También son interesantes las experiencias del
87

Bibliodrama, muy comunes en Brasil (www.bibliodrama.it). La

propia BBC en los últimos años está dando un amplio espacio a
las experiencias de radiodramas bíblicos, con ecos realmente inte-
resantes (como el radiodrama escrito y transmitido en 2018 sobre
Judá, obra de Lucy Gannon).
88

Para los más pequeños

Al pensar en un programa básico para el domingo de la palabra
de Dios, es bueno no olvidarse de los más pequeños, para orga-
nizar iniciativas capaces de llegar también a ellos.
En este sentido, en Italia ha tenido buena acogida la pro-
puesta anual del festival bíblico (www.festivalbiblico.it), rico no
solo en encuentros sino también en ideas, iniciativas y propues-
tas de caminos capaces de llegar a todo tipo de personas, desde
los más pequeños hasta los mayores, desde los creyentes hasta
los curiosos, desde los expertos en el campo hasta aquellos que
se acercan a la Biblia por primera vez.
89

90

El logotipo
E LA PALABR
D A
O
G
DE
D O MI N
DIOS
El logotipo del domingo de la palabra de Dios pone un énfasis

particular en el tema de la relación: la conexión entre los viaje-
ros es fuerte, en una red de miradas, gestos, pasos y palabras. A
la luz del pasaje de los discípulos de Emaús, Jesús aparece como
el que «se acerca y camina con» la humanidad (Lc 24,15), «ha-
91

bita entre nosotros» (Jn 1,14). En él «no hay judío ni griego,

no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, pues todos
vosotros sois uno» (Gál 3,28).
Caminando entre los suyos, revitaliza sus pasos, señalando los

horizontes de la evangelización, representados en el logotipo de
la estrella: «Él llama a sus ovejas por sus nombres y las saca fuera.
Y cuando ha sacado todas sus ovejas, va delante de ellas, y las
ovejas lo siguen porque conocen su voz» (Jn 10,3-4).
Sus palabras están encerradas en el rollo que tiene en sus ma-
nos: «¿Quién es digno de abrir el libro y de romper los sellos?»
(Ap 5,2). Si los dos discípulos se pierden frente a los misterios de
la historia, de inmediato se les tranquiliza: «Deja de llorar, que ha
vencido el león de la tribu de Judá, el vástago de David; él abrirá
el libro y sus siete sellos» (Ap 5,5). «Y empezando por Moisés y
todos los profetas, les interpretó lo que sobre él hay en todas las
Escrituras» (Lc 24,27).
92

La familiaridad con la palabra de Dios surge de la relación,

de la búsqueda, en las páginas Sagradas, del rostro de Dios. La
Escritura no nos ofrece conceptos sino experiencias, no solo
nos sumerge en un texto, sino que también nos abre al en-
cuentro con el Verbo de la vida, decisivo «para enseñar, para
reprender, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que
el hombre de Dios sea perfecto, dispuesto a hacer siempre el
bien» (2Tim 3,16-17).
De fondo, una gran luz: hay quienes ven un sol al atardecer,
evocando Lc 24,29. A nosotros nos gusta captar el «sol que nace
de lo alto» (Lc 1,78) y que, en el Resucitado, anuncia el ama-
necer de una nueva misión destinada a todos los pueblos: «Id
por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc
16,15).
93

Los discípulos El Resucitado
«Dos de ellos se dirigían a una aldea» (Lc 24,13). Con discreción, Jesús emprende
En los dos discípulos, Lucas capta el rostro de todos los nuestro camino, «se pone en
creyentes. La atención a la reciprocidad entre lo masculino y el medio», habitando nuestra
lo femenino, que recorre toda la historia lucana, ha llevado historia, nuestras preguntas.
a algunos exegetas a verlos como una pareja, identificando Él cuestiona y escucha tanto a
en el discípulo anónimo a la esposa de Cleofás. quienes expresan su decepción
como a quienes la mantienen en
silencio en sus corazones: «Jesús
mismo se les acercó y se puso a
La luz caminar con ellos» (Lc 24,15).
Cuando tiene lugar la
puesta del sol, otra luz
calienta los corazones de
los discípulos: la luz de La estrella
la Palabra. En el gesto Dada por el Resucitado, es el
eucarístico encontrará signo de la evangelización:
su plenitud, en plena «Ellos contaron lo del camino
comunión con el Maestro: y cómo lo reconocieron al
«Entonces sus ojos partir el pan» (Lc 24,35).
se abrieron y lo
reconocieron»
(Lc 24,31).
El pergamino
El misterio de la
salvación se revela
en el diálogo entre
el Antiguo y el
Nuevo Testamento.
«Y empezando por
Moisés y todos los
profetas, les interpretó
lo que sobre él hay en
todas las Escrituras»
(Lc 24,27).
Los pies El bastón

El Resucitado comparte los pasos Delgado e incierto, como
del hombre y el poder de su Palabra todas las certezas humanas,
sabe cómo dirigirlos en la dirección expresa la fragilidad de los
correcta porque «tu Palabra es una luz discípulos que «se detuvieron
para mis pies, y una antorcha para mi entristecidos» (Lc 24,17).
camino» (Sal 119,105). Por eso ellos «se El Resucitado les da fuerza
levantaron inmediatamente y regresaron con la Palabra «viva y eficaz
a Jerusalén» (Lc 24,33). y más aguda que espada
de dos filos... capaz de
juzgar los sentimientos y los
pensamientos» (Heb 4,12).
94

* El logotipo del domingo de la palabra de Dios entrelaza dos hilos artís-

tico-expresivos: el de la iconógrafa sor Marie-Paul Farran y el del artista
contemporáneo, Giordano Redaelli.
Sor Marie-Paul Farran

Nació el 10 de noviembre de 1930 en El Cairo (Egip-
to). En 1955, después de una peregrinación a Tierra
Santa, profundamente marcada por la experiencia
vivida, ingresó en el monasterio benedictino de No-
tre-Dame du Calvaire en Jerusalén, en el Monte de
los Olivos. En 1960, el Hno. Henry Corta, de los Her-
manitos de Carlos de Foucauld, enseñó a las herma-
nas a escribir íconos, sin limitarse a enseñar las ha-
bilidades técnicas, sino que profundizó en el sentido
de cada fase del trabajo, ilustrándolo a través de las
páginas de la Biblia y la experiencia de sus protago-
nistas. La «escuela» del Hno. Corta le gustó hasta
tal punto a la Hna. Marie-Paul que la escritura de los
íconos se convierte en su misión. Le encantaba testi-
ficar: «Escribir un ícono me sumerge en Dios y cuan-
do “escribo a Dios” me siento tan profundamente
inmersa en Él que vivo experiencias difíciles de ex-
presar con palabras». La Hna. Marie-Paul Farran ha
escrito iconos hasta el 8 de mayo de 2019, día en el
que Dios la llamó a contemplar la luz de su rostro.
Giordano Redaelli
Después de estudiar en la Escuela Gráfica Salesiana
alesiana
de Milán, se especializó en publicidad gráficaa y artes
visuales en la Scuola Superiore d’Arte del Castello.
Tras la experiencia como maquetador y director ctor de
arte de la revista semanal Sorrisi e Canzoni TV, fun-
dó el estudio gráfico Giordano Redaelli en Milán y
la empresa Methodus en Giussano, para trabajarbajar en
diferentes áreas de la comunicación. En el sector
ctor edi-
torial ha colaborado con las principales editoriales.
toriales.
Para SAN PAOLO Italia ha maquetado varios os volú-
menes de arte entre los que se destacan el Nuevo
Evangelio del arte y el Evangeliario de la Misericordia
ricordia
para el Jubileo de la Misericordia. La experiencia
ncia ad-
quirida en el sector gráfico allana el camino para
ara una
exploración en el arte contemporáneo: durante ante al-
gunos años ha expuesto sus obras en diversass expo-
siciones en las ciudades europeas más importantes.
tantes.
95

96

Índice
Presentación 7
¿Qué es el domingo de la palabra de Dios? 11
LA PALABRA DE DIOS EN LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA

LOS «LUGARES» Y LOS «LIBROS» DE LA PALABRA DE DIOS 16
El lugar: el ambón 16
Los libros: el Leccionario y el Evangeliario 19
El Leccionario 20
El Evangeliario 20
LOS «GESTOS» HACIA LA PALABRA DE DIOS 22

La acogida de la Palabra 22
La entronización de la palabra de Dios 24
La proclamación de la Palabra 25
La proclamación del Evangelio 26
El gesto de veneración 26
La entrega de la Biblia 27
LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA DE LOS CREYENTES

¿CÓMO ACOGER LA PALABRA DE DIOS? 30
La voz de los Padres de la Iglesia 30
La voz del Papa 34
LA LECTIO DIVINA 43
La sugerencia del papa Francisco 43
Primer esquema: la Palabra en el centro 45
Entrar en un clima de oración 45
Escuchar la Palabra 46
97

ÍNDICE
Venerar la Palabra 46
Permanecer en la Palabra 47
Segundo esquema: el método verdad, camino, vida 47
Entrar en un clima de oración 47
La Palabra es verdad 48
La Palabra es camino 48
La Palabra es vida 49
Lectio divina para el domingo de la palabra de Dios 50
Preparémonos para la oración 50
Lectura del texto 50
Meditación del texto 52
Oración 52
Comentario exegético a Mt 4,12-23 55
PROPUESTAS CELEBRATIVAS
ALGUNAS CONSIDERACIONES PRÁCTICAS 64
Prepararse espiritualmente 66
Programar el evento 66
Involucrar a los fieles 66
Vivir el domingo de la palabra de Dios 67
Continuar la experiencia de la palabra de Dios 67

ENTRONIZACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS Y ENTREGA DE LA BIBLIA 68
BENDICIÓN DE LOS LLAMADOS A PROCLAMAR LA PALABRA DE DIOS 72
ENTRONIZACIÓN DE LA BIBLIA EN LA FAMILIA 76
PROPUESTAS PASTORALES
PROPUESTAS FORMATIVAS 84
Los grandes testigos 84
Las preguntas candentes 84
El camino de la belleza 85
El variopinto mundo de Internet 86
PROPUESTAS RECREATIVAS 87
Concursos y maratones 87
Dramatizaciones e interpretaciones 87
Para los más pequeños 89
EL LOGOTIPO 91

A MARÍA,
la mujer de la escucha
María, mujer de la escucha, haz que se abran nuestros oídos;
que sepamos escuchar la palabra de tu Hijo Jesús
entre las miles de palabras de este mundo;
haz que sepamos escuchar la realidad en la que vivimos,
a cada persona que encontramos, especialmente a quien
es pobre, está necesitado o tiene dificultades.
María, mujer de la decisión,
ilumina nuestra mente y nuestro corazón,
para que sepamos obedecer
la palabra de tu Hijo Jesús sin vacilaciones;
danos la valentía de la decisión, de no dejarnos arrastrar
para que otros orienten nuestra vida.
María, mujer de la acción,
haz que nuestras manos y nuestros pies
se muevan «deprisa» hacia los demás,
para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús,
para llevar, como tú, la luz del Evangelio al mundo.
Amén.
Papa Francisco

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uno de ustedes, y en el se pueden reconocer muchas
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celebraciones
jóvenes”.
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en cada evangelio porque “mirándole

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La alegría del Evangelio
APERUIT ILLIS
E X H O R TAC I Ó N A P O S TÓ L I C A S.S. F R A N C I S CO
DE
Les abrió el entendimiento
FRANCISCO
24/11/13 23:40
Con la que se instituye el

Domingo de la Palabra de Dios
C A R TA A P O S TÓ L I C A DE S.S. F R A N C I S CO
FRANCISCO
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El domingo de la
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Portada: L’Osservatore Romano.

Título original: La Domenica della Parola di Dio

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© Edizioni SAN PAOLO s.r.l., 2019. Cinisello Balsamo (Milán)

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«Las comunidades encontrarán el modo de vivir este domingo

 Cardenal Rino Fisichella,

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 7 11/12/19 16:51

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 10 11/12/19 16:51

«Que la palabra de Dios se celebre, se conozca y se difunda cada

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 11 11/12/19 16:51

cantidad de iniciativas que hacen cada vez más accesible la Sa-

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 12 11/12/19 16:51

Cada realidad local podrá encontrar las formas más ade-

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 13 11/12/19 16:51

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 14 11/12/19 16:51

«La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada

Cuando proclamamos la Palabra, realizamos

«La Biblia no puede ser solo patrimonio

Por esta razón es importante conocer, para

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 15 11/12/19 16:51

Los «lugares» y los «libros»

La importancia de la Sagrada Escritura, afirmada por el conci-

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Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 18 11/12/19 16:51

–porque dominaba a toda la multitud– y, al abrirlo, el pueblo

Los libros: el Leccionario y el Evangeliario

En la Palabra, Cristo resucitado se hace verdaderamente presente

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 19 11/12/19 16:51

práctica, creciendo en la fe y celebrando el misterio pascual de

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 20 11/12/19 16:51

del diácono) lo coloca en el altar al comienzo de la celebración,

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 21 11/12/19 16:51

Los «gestos» hacia

San Pablo, en la Primera carta a los tesalonicenses, subraya la

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La entronización de la palabra de Dios

Una vez en el altar, el Evangeliario se coloca en el centro. Esta

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 24 11/12/19 16:51

Durante los grandes concilios ecuménicos, nació la tradición

Tal como recomienda la exhortación apostólica postsinodal Ver-

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 25 11/12/19 16:51

un solista, o por todos de una vez; y el modo responsorial, que es

La proclamación del Evangelio

La proclamación del Evangelio debe recibir la máxima atención,

Para enfatizar la centralidad del Libro Sagrado, después de la

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 26 11/12/19 16:51

Entregar la Biblia a los fieles se convierte en un acto de con-

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 27 11/12/19 16:51

Domingo de la palabra de Dios (tripa) .indd 28 11/12/19 16:51

La Sagrada Escritura no puede perpetuarse

En la Carta apostólica Aperuit illis leemos lo

«El carácter escrito de la primera no le quita

Proponemos a continuación algunas ideas