Prima dell'annuncio dell'Angelo, dobbiamo capire chi era Giovanni e perché è così
importante per il progetto salvifico di Dio, per questo propongo due idee, la prima è l'importanza
della madre di Giovanni, e la seconda, la persona e la missione di Giovanni. Nel primo caso, vediamo
come Dio è in grado di dare la vita anche quando si perdono le speranze, in questo senso Elisabetta
sperimenta le parole dell'Angelo "niente è impossibile a Dio" (Lc 1, 37), è la prima donna a confessare
Cristo nella carne, anche prima di Maria. Quando Maria, dopo aver concepito lo Spirito, andò a
visitare Elisabetta, esclamò nella preghiera profetica: "Dove mi accade, può la madre del mio Signore
venire da me?" (Lc 1:43). Con queste parole ha rafforzato la fede di Maria nel fatto che lei, senza
dubbio, ha portato il Salvatore del mondo nel suo seno. Luis Antonio Shokel, esegeta biblico, parla
dell'importanza delle due donne, una sterile (Elizabetta) e l'altra Vergine Madre (Maria). Uno doveva
nascere prima, il precursore, era colui che avrebbe annunciato il percorso di conversione, cioè colui
che avrebbe preparato la venuta del Messia. Giovanni è la prova dell'amore che Yhwh ha avuto con i
suoi genitori, quindi, la figura di Giovanni ci aiuta a capire e vivere questi ultimi giorni di attesa per
l’Emmanuele, perché della stessa forma che Giovanni anche ognuno di noi è chiamato, nella nostra
fragilità humana, a prepararci per vivere in pienzza l’avvenuta del Signore, è lui che ci invita a
preaprarci perche lui possa nascere nel nostro cuore e così sperimentare la vera gioia del Natale.
Giovanni precede Gesù nel tempo, ma Gesù lo precede in dignità e grazia, al punto che
Giovanni, il cui nome significa "il Signore ha misericordia, o il Signore provvede", afferma "che chi
viene dopo di lui, a chi non è degno di sciogliere il cinturino del suo sandalo è l'agnello di Dio, il
prescelto ”(Gv 1:27). Giovanni è la gioia dei suoi genitori, ma a sua volta è la gioia di tutte le persone,
è il primo ad annunciare il più grande evento escatologico che la storia umana ha vissuto, perché chi
era invisibile diventa visibile davanti agli occhi del l'uomo per amore. Benedetto XVI, in un'omelia
tenutasi a Roma il 24 giugno 2012, si riferisce a Giovanni come al profeta che conclude l'Antico
Testamento e inaugura il Nuovo, indicando Gesù di Nazaret come il Messia, e allo stesso tempo è lo
stesso Gesù che parlerà di Giovanni in questi termini: «È quello di cui è scritto: “fra i nati da donna
non è sorto alcuno più grande di Giovanni il Battista”, (Mt 11:10). Alcuni esegeti, come padre Miguel
Anegl, in un Commentario sul Vangelo di Luca afferma che c'era un annuncio messianico, che i
Rabbini insegnavano dove afrmavano que del Messia doveva venire Elia o un’altro profeta, a
preparare la sua venuta, in questo modo è compreso perché Giovanni è confuso con Elia, o con il
Profeta, (Gv 1:21). Allo stesso modo, il profeta Malachia 3, 23, parla di colui che verrà inviato
riferendosi a Elia prima dell'arrivo del giorno del Signore, quindi la missione di Giovanni era già stata
annunciata prima del nuovo testamento, e allo stesso modo apri il Nuovo Testamento annunciando l’
Emmanuel, Figlio di Dio.
Quindi, possa Dio nella sua infinita grazia dare a ciascuno di noi la forza, il coraggio e
soprattutto la fede per poter entrare in noi stessi e vedere che cosa dobbiamo cambiare, pulire, in
modo che il Dio dell'amore riesca a trovare la nostra casa pulita e possa nascere in essa. E, come il
Battista che ha annunciato con grande umiltà e ardore profetico la venuta del Salvatore, possa servirci
da esempio in modo che anche noi, nella nostra fragilità umana, possiamo annunciare la venuta del
figlio di Dio.
En el Antiguo Testamento seguro que recordamos la esterilidad de muchas mujeres, como Sara,
Rebeca y Raquel, la liturgia de hoy recuerda a dos mujeres estériles, la primera la encontramos en el
libro de los Jueces, la esposa de Manoj, madre de Sansón, en el Evangelio, siguiendo con la tradición
encontramos a Zacarías y Isabel. Es interesante ver cuando Dios actúa para dar vida, no comienza por
el varón; comienza por la mujer. Son ellas, las estériles que Dios elige, las que llevan la iniciativa, en
contra de la mentalidad del momento. En esta línea el evangelista Lucas nos cuenta que, en el tiempo
de Herodes, rey de Judea había un sacerdote de nombre Zacarías, Su esposa era Elizabeth, ambos no
habían sido bendecidos por Yhwh, porque Elizabeth era estéril y no podía tener hijos. En la
mentalidad del Antiguo Testamento, los hijos eran signo de bendición y gratitud a los ojos de Yhwh.
Dios no es ajeno a las suplicas de ambos, es Dios quien le responde bendiciéndolos con un hijo, así
lo expresa el Ángel a Zacarías cuando este oraba en el Templo. “Tua moglie ti dará un figlio, e tu lo
chiamerai Giovanni”.
Ante el anuncio del Ángel, necesitamos entender quién era Juan, y por qué es tan importante para el
proyecto salvífico de Dios, a ello propongo dos ideas, la primera es la importancia de la madre de
Juan, y la segunda, la persona y misión de Juan. En el primer caso, vemos como Dios es capaz de dar
vida incluso cuando las esperanzas están perdidas, en este sentido Elizabeth experimenta las palabras
del Ángel «nada es imposible a Dios» (Lc 1, 37), es la primera mujer que confesó a Cristo en la carne,
incluso antes que María. Cuando María, después que hubo concebido por el Espíritu, fue a visitar a
Elisabeth, esta exclamó en oración profética: "¿De dónde a mí esto, que la madre de mi Señor venga
a mí?" (Lc 1, 43). Con estas Palabras reforzó la fe de María en el hecho de que ella, sin la menor
duda, llevaba al Salvador del mundo en su seno. Luis Antonio Shokel, exegeta Bíblico, habla de la
importancia de las dos mujeres, una Estéril (Elibateh), y la otra Virgen Madre (Maria). Uno debía
nacer antes, el precursor, era quien anunciaría el camino de la conversión, es decir, aquel que
prepararía la venida del Mesías. Juan es la prueba de amor que Yhwh ha tenido con sus padres, por
ende, la figura de Juan nos ayuda a comprender y a vivir estos últimos días de espera de Emmanuel,
del esperado, porque al igual que Juan cada uno de nosotros estamos llamados, a preparar nuestros
caminos, sobre todo nuestro corazón para que Jesús nazca en él y solo así experimentar la verdadera
alegría de la navidad.
Juan precede a Jesús en el tiempo, pero Jesús lo precede en Dignidad y en gracia, a tal punto que
Juan, cuyo nombre significa “el Señor se apiada, o el Señor provee”, afirma “que el que viene después
de él, a quien no es digno de desatar la correa de su sandalia es el cordero de Dios, el elegido” (Gv 1,
27). Juan es la alegría de sus padres, pero a su vez es la alegría para todo el pueblo, es el primero en
anunciar el evento escatológico más grande que ha vivido la historia humana, porque aquel que era
invisible, se hace visible ante los ojos del hombre por amor. Benedicto XVI, en una homilía tenida
24 de junio 2012 a Roma, se refiere a Juan como el profeta que concluye el Antiguo Testamento e
inaugura el Nuevo, indicando a Jesús de Nazaret como el Mesías, y al mismo tiempo es el mismo
Jesús que hablará de Juan en estos términos: «Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi
mensajero delante de ti, para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más
grande que Juan el Bautista, (Mt 11, 10). Algunos exegetas, como el Padre Miguel Ángel, en un
Comentario al Evangelio de Lucas afirma que existía un anuncio mesiánico, que los Rabinos
enseñaban que antes del Mesías vendría el profeta Elías a preparar su venida, de este modo se entiende
porque Juan es confundido con Elías, o con el Profeta, (Jn 1, 21). Así mismo el profeta Malaquías 3,
23, habla de aquel que será enviado refiriéndose a Elías antes que llegue el día de Yahvé, por ello la
misión de Juan ya estaba anunciada antes del nuevo testamento, y da inició al Nuevo Testamento
anunciando al Emmanuel, al Hijo de Dios.
En síntesis, que Dios en su infinita gracia nos dé a cada uno de nosotros la fuerzas, la valentía, y sobre
todo la fe para poder entrar en nosotros mismos y ver que es aquello que debemos cambiar, limpiar,
para que el Dios de amor pueda encontrar nuestra casa limpia y se quede a vivir en ella. Y, al igual
que el Bautista quien anunció con gran humildad y ardor profético la venida del Salvador, nos sirva
de ejemplo para que también nosotros podamos, en nuestra fragilidad humana, anunciar la venida del
hijo de Dios.