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Describe la perspectiva crítica, como aquella que se dirige justamente a criticar los
modelos técnicos de racionalización de la práctica docente, mostrando que el diseño del
currículum no es un asunto técnico o profesional, sino –primariamente- un asunto de
política cultural. Por eso, si bien no ofrece un procedimiento de diseño
supuestamente “nuevo” o “propio”, sí proporciona una plataforma desde la que
afrontar y situar las tareas de elaboración de un currículum. La teoría critica,
sociopolítica, o emancipadora de la educación, de esta forma, se ha ido configurando
como un modo propio de análisis, con la suficiente potencia como para articular e
integrar otras perspectivas, denunciando las limitaciones del enfoque técnico-
instrumental y poniendo de manifiesto que a los prácticos y deliberativos subyacen
intereses implícitos que no siempre son debidamente desvelados y valorados.
La orientación crítica se pregunta, frente a las propuestas técnicas que subordinan los
medios a los fines, por la racionalidad misma de los fines. Entiende que los juicios acerca
de lo que deba ser la práctica interna no son solo internos a la propia práctica sino que
necesitan de instancias normativas y críticas desde las que juzgar la realidad descrita y
legitimar sus líneas de transformación. La perspectiva crítica se dirige a mostrar que el
conocimiento y experiencia escolar, como práctica social, están siempre
socialmente condicionadas. Se han de develar dichos condicionantes para que los
actores tomen conciencia y puedan así incidir en propuestas educativas que
contribuyan a la progresiva emancipación de la falsa conciencia y de las
estructuras sociales y educativas injustas.
Un tema que atraviesa a esta teoría, es desde que posición efectuar la propia crítica.
Sin renunciar a comprender los significados universales de toda práctica concreta,
esta perspectiva aspira a superar de forma crítica y reflexiva los
condicionamientos de cualquier tipo de particularismo.
Más que cómo organizar los contenidos curriculares, se plantea que cultura debe
enseñarse en las escuelas públicas para poder posibilitar un acceso igualitario a la
escolarización y una ciudadanía activa. Aspira a ser una propuesta de política
cultural. Un modelo de corte crítico suele ser contrahegemónico, alternativo a las
formas dominantes establecidas.
El currículum debe ser situado en el espacio social amplio del que forma parte, a
través de mediaciones personales, institucionales y sociales. Al ser una práctica
construida socialmente, su análisis no puede limitarse a los documentos o practicas
docentes, es preciso entrar en sus condicionamientos sociales y políticos.
El diseño del currículum está condicionado por un primer nivel general (selección de la
cultura escolar) de acuerdo con unas opciones básicas de valor asumidas y justificadas
en función de razones teóricas y prácticas, y un nivel especifico de planificación de los
elementos curriculares. El enfoque crítico, frente a los técnicos, se enfoca
preferentemente en el primero, concretamente en las determinaciones sociales de la
escolarización y del conocimiento transmitido en las escuelas. El currículum, como
proyecto cultural, dependerá de los valores de base que como contenidos orienten
las decisiones que se pueden tomar, así como los procesos educativos que ponga
en juego: ¿Cuál es el conocimiento escolar?, ¿Cómo está organizado?, ¿a qué intereses
sirve?, ¿Qué formas de desarrollo curricular se prefieren?
Posner plantea que son necesarios y complementarios dos elementos: las técnicas
para el desarrollo del currículum y una conciencia crítica del mismo. Conocer cómo
desarrollar un currículum es algo técnico, ser capaces de identificar los supuestos que
subyacen a las discusiones acerca del currículum, comprender lo que se está dando por
supuesto, es tener conciencia curricular.
El enfoque crítico toma algunos principios que como plataforma de base o condiciones
previas, sirven para encarar las tareas de planificación del currículum.
En el proceso de formular y articular los valores y metas del currículum debe haber
una masa crítica de participantes (alumnos, padres, profesores, comunidad). El
currículum no puede acomodarse a las demandas actuales de los participantes y sus
necesidades espontáneas que pueden estar distorsionadas ideológicamente.
Los análisis realizados sobre los currículos ocultos y públicos, sobre las formas de
pedagogía y de la evaluación, sobre los modelos de organización dominantes en las
escuelas han sido de gran importancia, pero esta literatura no ha penetrado ni tenido la
influencia esperada. Desde algunos planteamientos feministas se ha criticado a la
pedagogía crítica considerando que su discurso contribuía a perpetuar y reproducir las
relaciones de dominación en el aula. Consideran que la crítica racional es una práctica
entre otras, no debe gozar de una posición privilegiada. Se ha cuestionado su carácter
prescriptivo sobre los actores educativos, llevando a una concepción redentora de la
teoría critica. Se ha advertido su inadecuada atención a la práctica del currículum, en
lugar de solo criticar los documentos curriculares se reclama la necesidad de centrar los
análisis en la práctica del aula y trabajar sobre el cambio.
Así y todo, los análisis críticos y posmodernos han contribuido a sacar a la luz nuevas
preocupaciones y temas que no pueden marginarse, como la individualidad, el género y el
racismo, las relaciones entre el conocimiento y el poder. Ello lleva a la necesidad de
pensar con nuevos marcos conceptuales los efectos de la enseñanza y tratar de develar
los significados de las prácticas docentes.
El discurso compartido en la clase, reemplaza los enfoques que enfatizan los fines
y objetivos, memorización y aprendizaje competitivo.
Resumen
Algunos caracteres de la teoría crítica son: los fenómenos educativos son realidades
construidas socialmente, respondiendo a determinadas opciones; participación y
comunicación en la construcción contextualizada del conocimiento; propugna una
política cultural alternativa a la dominante (contra hegemónica) el currículum
(¿Qué cultura merece ser enseñada?) debe situarse en un espacio social más
amplio que el escolar.
Diseño del currículum: si bien la teoría crítica no tiene un sistema propio que ofrecer, si
cuenta con una PLATAFORMA desde la que afrontar las tareas de planificación,
así como unos procesos de trabajo congruentes.
Siendo irremplazables los aportes de la teoría critica “clásica” también deben ser
reconceptualizadas para acoger nuevas problemáticas (etnia, género y cultura) o
dimensiones destacadas por la sensibilidad postmoderna (políticas de la identidad,
deseos, cuerpo, saber y poder)
La reevaluación de la teoría crítica ha cuestionado el tipo de discurso practicado por
las pedagogías críticas por su carácter abstracto, elitista y prescriptivo, alejado de la
práctica y de los profesores. Al centrarse en las estructuras del poder político ha
olvidado la dimensión microfísica del poder.
Noción de currículum
Para Bourdieu, el currículum es un arbitrario cultural; sin embargo, tal arbitrario está
conformado por elementos de diversas conformaciones culturales y su carácter es el de
una estructura dinámica o relativamente estable.
Cada momento histórico, en el devenir de las distintas culturas y los pueblos, los distintos
tipos de educación han intentado responder a las exigencias del proyecto político-social
amplio sostenido en cada caso.
A fines del XIX y principios del XX se sostenían dos proyectos político-sociales amplios,
opuestos y contradictorios, con una base económica común: la industrialización. En el
XX esos proyectos políticos-sociales han devenido en prácticas sociales concretas y en
estrecha relación con ellos se han desarrollado los sistemas educativos y los currícula.
Acerca de los intereses que tienden a ser dominantes o hegemónicos y los que
tienden a oponerse o resistirse a tal dominación
Dimensiones generales
Dimensión institucional
De ahí que esta perspectiva social amplia sea comprendida y trabajada a través de
diversos aspectos de la realidad, que conforman distintas perspectivas teóricas en el
contexto de un plano epistemológico general en el cual esta categoría de totalidad es
fundamental.
Cultural: se entiende a la cultura como un plano general ordenador de la vida social que
le da unidad, contexto y sentido a los quehaceres humanos y que hace posible la
producción, la reproducción y la transformación de las sociedades concretas. Todos los
seres humanos son productores y reproductores de cultura. Se han superado posiciones
de corte racista y clasista al comprobar que los tests construidos a partir de determinados
códigos culturales occidentales dominantes ofrecen dificultades serias para los grupos
que manejan de manera preferente otros.
Política: todo proyecto educativo es proyecto político en tanto implica una práctica
humana, una praxis, es decir, acciones con sentido dirigidas hacia determinados fines
sociales. Ningún currículum puede ser neutro y aséptico como pretenden las posiciones
empírico-analíticas. La educación es una parte sensible y neurálgica del tejido social, los
sujetos y sectores sociales están interesados, luchan porque la educación sea congruente
con su proyecto político.
Social: nos encontramos en una sociedad compleja y contradictoria cruzada por intereses
opuestos y en pugna. La educación no es en sí misma reproductora, conservadora o
transformadora. La función social de la educación está vinculada con él o los proyectos
sociales, culturales, políticos y económicos.
Acerca del carácter histórico y no mecánico y lineal del devenir de los currícula en
las instituciones sociales educativas
Cuando se habla de carácter histórico se hace referencia a la complejidad de la práctica,
que no puede entenderse como aplicación de lo estructural-formal, en la medida en que
tiene sus propias particularidades.
Podemos diferenciar tres tipos de sujetos sociales del currículum, los cuales no
necesariamente lo conciben y actúan en su ámbito de acuerdo al mismo proyecto social:
Los sujetos sociales del proceso de estructuración formal del currículum son
aquellos que en el ámbito institucional escolar le dan forma y estructura al currículum
de acuerdo a los rasgos centrales perfilados en el proceso de determinación curricular.
Son los consejos técnicos, consejos universitarios, academias, equipos de
evaluación y diseño curricular. Este proceso se concreta en la elaboración del plan de
estudios.
Los sujetos sociales del desarrollo curricular son los que convierten en práctica
cotidiana un currículum, son principalmente maestros y alumnos. Retraducen a
través de la práctica, la determinación curricular, concretada en una forma y estructura
curricular específica, imprimiéndole diversos significados y sentidos, impactando y
transformando de acuerdo a sus propios proyectos sociales, la estructura y
determinación curricular iniciales.
Surge en EEUU en un contexto donde los sistemas de producción industrial tienen gran
importancia y hay una necesidad de modernización del ejército para liderar la guerra.
En nuestro país su influencia fue efímera, situándose en relación a la implantación de la
Ley General de Educación en 1970. Actualmente la concepción técnica del diseño como
soporte de la planificación curricular ha perdido vigencia.
Los técnicos diseñan los productos curriculares según los procedimientos anteriores
El profesorado usa esos productos elaborados cuya evaluación se contrasta con los
procedimientos y principios anteriores.
Este esquema de producción y utilización de conocimiento tiene dos consecuencias:
Limita la fundamentación de la acción a criterios de racionalidad, excluyendo
cualquier tipo de justificación de carácter ético, político e ideológico, lo que contradice
la información disponible acerca de cómo actúa el profesorado.
El interés por la función de control, como indicador de eficacia, hace que se dedique gran
atención al análisis de los procesos de diseño, desatendiendo otros.
La tercera etapa trató de dar mayor cobertura teórica al diseño. Es una mejora teórica
porque fundamenta el proceso de derivación de los objetivos que se efectuaba de
manera excesivamente empírica. La obra de Gagné brindaba una base racional para
identificar, derivar y secuenciar los objetivos, lo que daba validez a los diseños. Sin
embargo no hay una relación clara y argumentada entre los objetivos y demás elementos
del currículum.
La revisión de Merril asume que los objetivos tienen que estar al servicio del diseño y
vinculados al resto de los componentes de los procesos de enseñanza. Pese a centrarse
en el análisis de la conducta de los alumnos y de los tipos de contenido que han de
aprender, no había una consideración profunda en torno al aprendizaje en todos sus
matices, por lo que las contribuciones al diseño resultaron limitadas.
Análisis del problema, esbozar las soluciones posibles y apropiadas. Enunciar los
objetivos específicos de la enseñanza y prerrequisitos, considerar ventajas y
desventajas de cada solución
Microdiseño: Diseño de las actividades para cada lección; diseño de los pasos de cada
actividad. Implica: poner en práctica el plan diseñado; y la evaluación de los resultados,
con posibilidad de revisar el sistema si es necesario.
Las cuestiones básicas a decidir son: Qué objetivos instructivos se persiguen; qué
secuencia vamos a tomar; qué estrategias y métodos vamos a usar; cómo se agruparan
los alumnos; qué medios y recursos necesitamos; cómo se realizará el control.
Esto no difiere mucho del sistema de Tyler, la aportación más importante está en el
análisis que hace de los objetivos y sobre todo las interrelaciones entre ellos, su
desarrollo y los mecanismos de control del sistema. Se trata de relacionar lo que se quiere
lograr (objetivos) con los medios para lograrlo (estrategias, métodos, medios) y con el
modo de comprobar el logro (control y evaluación). Para ello considera todos los dominios
que incluyen la educación del ser humano: social, afectivo, físico y cognitivo, disponiendo
de taxonomías para la identificación de los distintos aprendizajes en cada dominio.
La planificación requiere un orden que asegure una adecuada relación entre las distintas
fases y facilite la integración de las acciones a realizar. En esta fase se establecerán los
niveles que se van a considerar, cada uno permite identificar los problemas a resolver y
los procedimientos adecuado para ello.
Al identificar los objetivos derivados de cada propósito estamos identificando a la vez, las
capacidades que deben aprender los alumnos. Esto nos permitirá conocer las condiciones
internas y externas que deberemos preparar para su enseñanza.
6. Preparar la evaluación
Para llevar a cabo la evaluación se parte de la formulación de los objetivos que incluía la
descripción detallada de las acciones que el alumnado debería realizar y las condiciones
en que se realizaría. Se complementa dicha formulación con un nuevo elemento:
instrucciones para efectuar la prueba, así se supervisará el lugar donde los alumnos
realizarán la tarea que se le solicita, los medios que tendrán para ello y el control del
tiempo disponible.
Luego se establecerán con igual rigor los criterios para valorar el desempeño del
alumnado.
Se trata de una concepción curricular que ha sido hegemónica durante décadas y que aún
sigue siendo influyente, es quizá la concreción más clara en el ámbito educativo de los
principios de la modernidad, la vocación universalista, la insistencia en el individualismo,
la división jerárquica del trabajo, ultrarracionalización de los procesos, obsesión por la
eficacia. El grado de correspondencia entre el modelo de sociedad imperante en
occidente y este tipo de racionalidad es la responsable de su vigencia.
El interés por la formación del ser humano se centró en la formulación rigurosa del tipo de
producto que se quería obtener (objetivos de aprendizaje) y en el modo de controlar la
calidad de dicho producto (evaluación).
Uno de los primeros autores que propone una alternativa es Schwab, le siguieron Reid y
Walker. Estos modelos tienen raíces profundas en la historia del pensamiento en general
y de la pedagogía en particular. La visión práctico-deliberativa ésta inspirada en el
pragmatismo filosófico y pedagógico de Dewey, y toma en sus desarrollos a la
epistemología genética de Piaget, la psicología cognitiva aplicada a la educación en
general. También está emparentada con la tradición interpretativa en investigación
educativa, los progresos de ésta fueron reforzando e impulsando los presupuestos de los
modelos prácticos y deliberativos.
Schwab sostenía que los problemas curriculares son de carácter práctico y no teórico.
Para él, el discurso técnico sobre el currículum estaba agotado sin posibilidad de
renovación o progreso. El campo del currículum debía abrirse al campo de lo práctico.
Esto no implica que no se pueda teorizar sobre ellos, sino que se plantean en un lenguaje,
situaciones y contextos distintos, el de la acción práctica.
Para Stenhouse, “un currículum es una tentativa para comunicar los principios y rasgos
esenciales de un propósito educativo, de forma que permanezca abierto a su discusión
crítica y pueda ser llevado a la práctica”. Enfatiza en ésta definición el carácter hipotético
(tentativo) del diseño curricular configurándose como un campo de acción e investigación
para quienes lo desarrollan en la práctica. Sintetiza el sentido de la deliberación como
racionalidad cuando afirma que se trata de comunicar un “propósito educativo” y que es
permanentemente revisable a través de la educación crítica.
Cuando la deliberación se convierte en el eje y motor del diseño curricular, éste deja
de concebirse como una tarea de laboratorio, es decir, no es una operación siempre
previa a la práctica y distinta de ella. El diseño curricular aparece como un espacio de
deliberación en el que se trata de alcanzar entre todos los participantes un consenso
sobre el mejor argumento disponible para fundamentar un conjunto de decisiones. El
diseño se convierte en un proceso cíclico, evolutivo y situacional.
El diseño del currículum es una tarea que va más allá de la responsabilidad de los
políticos y administradores de la educación. Los modelos práctico-deliberativos abren esta
tarea a los profesores, los problemas curriculares son prácticos y no teóricos, poseen una
racionalidad distinta a la de medios-fines, una racionalidad deliberativa. Son modelos más
metodológicos que ideológicos, aunque posee una visión más democrática, la
dependencia de expertos y de conocimiento teórico especializado sigue siendo muy
grande.
Uno de los primeros autores que propone una alternativa es Schwab, le siguieron Reid y
Walker. Estos modelos tienen raíces profundas en la historia del pensamiento en general
y de la pedagogía en particular. La visión práctico-deliberativa ésta inspirada en el
pragmatismo filosófico y pedagógico de Dewey, y toma en sus desarrollos a la
epistemología genética de Piaget, la psicología cognitiva aplicada a la educación en
general. También está emparentada con la tradición interpretativa en investigación
educativa, los progresos de ésta fueron reforzando e impulsando los presupuestos de los
modelos prácticos y deliberativos.
Schwab sostenía que los problemas curriculares son de carácter práctico y no teórico.
Para él, el discurso técnico sobre el currículum estaba agotado sin posibilidad de
renovación o progreso. El campo del currículum debía abrirse al campo de lo práctico.
Esto no implica que no se pueda teorizar sobre ellos, sino que se plantean en un lenguaje,
situaciones y contextos distintos, el de la acción práctica.
Para Stenhouse, “un currículum es una tentativa para comunicar los principios y rasgos
esenciales de un propósito educativo, de forma que permanezca abierto a su discusión
crítica y pueda ser llevado a la práctica”. Enfatiza en ésta definición el carácter hipotético
(tentativo) del diseño curricular configurándose como un campo de acción e investigación
para quienes lo desarrollan en la práctica. Sintetiza el sentido de la deliberación como
racionalidad cuando afirma que se trata de comunicar un “propósito educativo” y que es
permanentemente revisable a través de la educación crítica.
Schwab sostiene que la subordinación del diseño del currículum a cualquier teoría o
conjunto de principios generales, por su carácter parcial, unilateral, siempre va a dar lugar
a diseños también unilaterales, incompletos y por lo tanto inapropiados y poco realistas.
Cuando además esta parcialidad está recubierta de una supuesta objetividad técnica, se
crea la ilusión de una neutralidad ideológica engañosa.
Cuando la deliberación se convierte en el eje y motor del diseño curricular, éste deja
de concebirse como una tarea de laboratorio, es decir, como una operación siempre
previa a la práctica y distinta de ella. El diseño curricular aparece como un espacio de
deliberación en el que se trata de alcanzar entre todos los participantes un consenso
sobre el mejor argumento disponible para fundamentar un conjunto de decisiones. El
diseño se convierte en un proceso cíclico, evolutivo y situacional.
Las tres direcciones se desmarcan del currículum escolar tradicional centrado en los
contenidos de las disciplinas académicas y toman la herencia renovadora de la Ilustración
que pasa por la Escuela Nueva.
El diseño del currículum es una tarea que va más allá de la responsabilidad de los
políticos y administradores de la educación. Los modelos práctico-deliberativos abren
esta tarea a los profesores, los problemas curriculares son prácticos y no teóricos, poseen
una racionalidad distinta a la de medios-fines, una racionalidad deliberativa. Son modelos
más metodológicos que ideológicos, aunque posee una visión más democrática, la
dependencia de expertos y de conocimiento teórico especializado sigue siendo muy
grande.
3. “si creyéramos que la enseñanza debe trasmitir los conocimientos disciplinarios con la
misma lógica con la que se descubrieron y con la que se organizaron y justificaron en
cada campo disciplinario, entonces la didáctica no sería necesaria” (Los contenidos
provienen de campos disciplinarios organizados demarcados de acuerdo con los objetos
de conocimiento de que se ocupan, las metodologías de investigación y validación de los
conocimientos que emplean, los temas que tratan y los conceptos que construyen, así
como también las estructuras de conocimiento que desarrollan).
4. “si pensáramos que las cuestiones curriculares básicas ya han sido resueltas y que no
es imprescindibles someter a critica constante los principios teóricos y prácticos que
las sustenta, entonces la didáctica no sería necesaria.” (Las decisiones sobre qué
aprender varían según marcos culturales, políticos, económicos y filosóficos de cada
época).
5. “si creyéramos que esta situación es deseable o que no puede o debe ser
transformada para lograr la inclusión de todos en altos niveles de desempeño y de
información, entonces la didáctica no sería necesaria.” (La educación se ha
democratizado llegando a sectores que antes quedaban excluidos).
6. “si creyéramos que el destino del alumno esta fatalmente determinado y que la acción
del profesor se limita a identificar cuáles son los alumnos que están en condiciones de
aprender y cuales no podrán superar su incapacidad natural, entonces la didáctica no
sería necesaria.” (Aprendizaje como limitado desde el nacimiento).
8. “si pensáramos que enseñar es fácil, que el profesor nace o no nace con talento para
enseñar y que si lo tiene su intuición le será suficiente para resolver los problemas que se
le presenten en su trabajo; si pensáramos que todo está bien en la educación o que es
poco lo que se puede hacer para mejorarla, entonces construir conocimientos didácticos
sería una tarea superflua y sin sentido”.
La didáctica renace hoy sobre la base de la crítica de los 8 supuestos, porque pensamos
que siempre se puede enseñar mejor, que es necesario revisar permanentemente
los currículos; porque es necesario seleccionar y usar bien las estrategias de
enseñanza y crear nuevas maneras de enseñar y de evaluar; porque tenemos el
compromiso de lograr que todos los alumnos aprenden y construyan toda clase de
saberes que les son indispensables en su vida personal, en sus relaciones sociales,
como ciudadanos y como trabajadores; porque para fundamentar seriamente las
decisiones y las practicas pedagógicas es necesario integrarlos aportes de diferentes
disciplinas así como realizar investigaciones en el campo especifico de la enseñanza; y
porque la reflexión debe acompañar sistemáticamente todas las tareas relacionadas con
la acción de enseñar, es que afirmamos que es necesario contar con una teoría didáctica
madura, seria, rigurosa y dinámica.
La didáctica es una disciplina teórica que se ocupa de estudiar la acción pedagógica, es
decir, las prácticas de la enseñanza y que tiene como misión describirlas, explicarlas y
fundamentar y enunciar normas para la mejor resolución de los problemas que estas
prácticas plantean a los profesores.
La didáctica es una disciplina que se construye sobre la base de toma de posición ante
los problemas esenciales de la educación como practica social, y que procura resolverlos
mediante el diseño y evaluación de proyectos de enseñanza, en los diferentes niveles de
adopción, implementación y evaluación de decisiones de diseño y desarrollo curricular, de
programación didáctica, de estrategias de enseñanza, de configuración de ambientes de
aprendizaje y de situaciones didácticas, de la elaboración de materiales de enseñanza,
del uso de medios y recursos, de evaluación tanto de los aprendizajes cuanto de la
calidad de la enseñanza y de la evaluación institucional (no solo evaluamos la enseñanza,
sino cómo enseñamos nosotros. Se puede hacer así un análisis institucional).
¿Cuáles son los fines de la educación?, ¿Cómo lograr esos fines?, ¿Cómo traducir
los fines de la educación en objetivos a corto, mediano y largo plazo?, ¿Cómo
enseñar a todos para que aprendan lo más importantes y con los mejores resultados?,
¿Qué enseñar?, ¿Cuándo?, ¿Cómo construir secuencias de aprendizaje?, ¿Cuál es el
mejor diseño de los materiales que usan los profesores y los alumnos en clase y cuáles
son los más adecuados para estudiar y aprender?.
Las relaciones son complejas por diferentes motivos: son disciplinas con orígenes geo-
políticos diferentes; que estudian objetos que abarcan diversidad de dimensiones y no hay
consenso entre los diferentes autores acerca de la naturaleza de sus vinculaciones.
Desde una perspectiva curricular, Barbosa Moreira y Álvarez Méndez, coinciden en que
el currículum se ha ocupado prioritariamente del contenido, del qué enseñar, mientras que
la didáctica como disciplina ha estado más inclinada a pensar el cómo enseñar, a las
cuestiones metodológicas.
La didáctica ha tenido más desarrollo en aquellos países con una tradición centralizada
en sus sistemas educativos; y el currículum convive con sistemas educativos
descentralizados en líneas generales.
Camilloni plantea que existen ciertas controversias acerca de si la didáctica es una teoría
de la enseñanza, como indica la tradición europea; si se confunde con la psicología
educacional más propia de la tradición norteamericana; o si debe ser reemplazada por
alguno de sus objetos de estudio, entre ellos el currículum.
Barbosa Moreira (Brasil) dice que “…La didáctica tiene como objeto de estudio la
enseñanza, desarrollándose principalmente en Francia y en Alemania, así como en los
países fuertemente influenciados por estas culturas. La disciplina currículum, por otro
lado, se expande dominantemente, a partir de los países anglosajones, focalizando en el
conocimiento escolar –el currículum– y abarcando, en su ámbito, cuestiones ligadas a los
procesos de enseñanza‐aprendizaje.”
Los límites entre las dos disciplinas se presentan tenues y transponibles, dado que la
enseñanza se efectiviza a partir de un currículum y éste sólo se materializa en el
momento de la enseñanza.
En ese escenario, se encuentran los que proponen que las disciplinas sean entendidas en
términos aditivos, los que sugieren que la didáctica subsuma al currículum y los que
juzgan que currículum abarca más que didáctica, lo que justificaría anexarla a su territorio.
“...Entonces, más que un procedimiento añadido para responder a las exigencias externas
de control y comunicación, la programación obedece a un principio de estructuración
y regulación interna...” Cols.
Cols señala respecto a las dos primeras, que una política curricular ambiciosa o un diseño
curricular de gran intensidad, representa un documento con una importante cantidad de
elementos prescriptos y limitan por tanto las posibilidades de decisión de los docentes.
Por otro lado, una alternativa modesta de política curricular o un diseño de menor
intensidad, representa un currículum que se halla a menor distancia del docente y su
lugar de intervención en él es mayor.
“[…] se puede afirmar que estos planteamientos son la expresión pedagógica por medio
de la cual la sociedad industrial pretende adecuar el funcionamiento de la escuela a las
exigencias del proceso de industrialización. Esta situación explicaría: 1) la orientación
global de tecnología educativa, currículum y evaluación hacia un criterio de eficiencia y
control; 2) la insuficiencia de la didáctica (de corte formalista e instrumental) para
enfrentar las nuevas demandas sociales generadas por la industrialización; 3) la
incorporación de estos saberes en América Latina, cuando el modelo desarrollista
fomenta la industrialización y el subsecuente desplazamiento del saber didáctico”
Furlán y Gvirtz también aluden a las relaciones entre la didáctica y el currículum pero
introduciendo comparaciones entre lo sucedido en Argentina y en México. Aparece el rol
desempeñado por agencias internacionales en la difusión de obras curriculares.
“[…] En Argentina, bajo la influencia de la tradición francesa, durante los ‘60 se cambió la
denominación de las carreras [de pedagogía] a ciencias de la educación, persistiendo sin
embargo, las disciplinas pedagógicas según la visión alemana: pedagogía, didáctica
general y didácticas especiales. Pero, mientras en Francia las ciencias de la educación
trataron de diferenciarse con nitidez de la formación docente (concentrándose en la
investigación desde las perspectivas de las ciencias humanas y sociales) y la formación
para la docencia –con sus problemas pedagógicos y didácticos– se dejó a cargo de las
escuelas normales, en Argentina quedó un esquema híbrido. Se mantuvo una actitud
ambigua con respecto a la preparación de profesores: mientras que la formación de
maestros para la primaria se dejó exclusivamente en manos de los “institutos terciarios”
no universitarios, se retuvo parcialmente, en las universidades, la formación pedagógica
para profesores. De este modo, las carreras de Ciencias de la Educación se desarrollaron
con un ethos de investigación, articulado con disciplinas cuya vocación es la intervención
en la práctica. A esta diversidad de tradiciones, en nuestros países [Argentina y México],
se añaden las que se fueron incorporando por la influencia de las tradiciones pedagógicas
anglosajonas.
Aparecerían acá dos tensiones en las que se filtra la teoría curricular: por un lado, la
terciariación de la formación docente se opone a la educación normalista previa; por
el otro; los textos curriculares reemplazan a los manuales de didáctica general que
se leían en las Escuelas Normales.
Según argumentan Zoppi de Cerruti y Aguerrondo, la educación hasta los años ’60,
presentaba un carácter formalista, memorístico, verbalista y enciclopedista. A medida que
avanza la década, en los planes y programas del nivel primario que elaboran las
jurisdicciones provinciales, van apareciendo elementos renovados en los que se puede
apreciar la influencia de la Escuela Nueva con autores como Dewey, Decroly, Montessori,
etc.
“…el modelo didáctico no varió demasiado en relación con los anteriores programas o
planes de estudio escolares: la propuesta siguió centrada en los contenidos informativos
organizados en unidades temáticas determinadas para cada grado, con la única novedad
de incorporar exhaustivas listas de actividades para su desarrollo”.
Feeney explica que el término currículum llega a nuestro país de la mano de este auge
por la planificación, convirtiéndose en un elemento de la política educativa del Estado
Desarrollista de esos años.
Durante este período se difunden las primeras obras sobre currículum provenientes, sobre
todo, EEUU. Empresas editoriales como Troquel, El Ateneo, Kapelusz, Paidós o Losada,
vuelcan al mercado gran cantidad de traducciones de autores americanos como R.Tyler,
H.Taba, R.Doll, J. Schwab, J. Michaelis, B.Bloom. Otros trabajos llegan a través de
editoriales mexicanas y españolas. A través de la teoría curricular comienzan a difundirse
nuevas tecnologías que el pensamiento de la época liga a la modernización de la
enseñanza: la teoría de la evaluación, la formulación y taxonomías de objetivos
operacionales”.
Palamidessi y Feldman analizan los principales ejes que caracterizan a estos trabajos.
“Los primeros trabajos producidos en la Argentina sobre la cuestión curricular son, ante
todo, libros de textos dirigidos a los estudiantes de Profesorado del nivel primario y, en
algunos casos, a los estudiantes universitarios. Sus autores son, por lo general,
egresados de las nuevas carreras superiores en Educación. Su producción intelectual se
orienta a las necesidades del mercado editorial. Con su ingreso al campo, esta nueva
literatura desplaza a los manuales de Didáctica General que se utilizaban en las Escuelas
Normales.
Esta primera literatura curricular argentina se estructura en relación los siguientes ejes:
• La noción de currículum identificada con un enfoque racional y científico para la
toma de decisiones en materia educativa. Por oposición al plan de estudios y a los
programas de enseñanza que consagran el predominio de la materia, el currículum
supone una metodología integral y sistémica orientada a la producción planificada de
experiencias educativas: “Currículo es sinónimo de planificación integral de las
actividades de la vida escolar”.
• Se legitiman nuevas divisiones del trabajo pedagógico. Los expertos deben ocuparse
de los pasos relacionados con la fundamentación científica y la concepción estructural,
mientras que los docentes deben operativizar los objetivos subordinados (“didácticos”,
“de aula”) del currículum.
En estas versiones locales se hace coincidir el esquema tyleriano con las instancias
burocráticas existentes del gobierno del sistema educativo. El planeamiento moderno no
modifica los niveles oficiales en los que se planifica el currículum. Si bien destacan el rol
innovador de la escuela, mantienen al Estado en el centro del cambio curricular y la toma
de decisiones.
La interpretación que realiza el campo pedagógico argentino en estos años reconoce dos
grandes vertientes: Por un lado, la de los sectores que adoptan la versión más técnica
de la teoría curricular basada en los objetivos operacionales, la evaluación standarizada y
búsqueda de la eficiencia. Por otro lado, los académicos y profesores que se opusieron a
esta versión y utilizaron el planteo curricular para renovar, desde una perspectiva
democratizadora, el qué y cómo se enseñaba en las escuelas. Estos grupos, los
progresistas, sostenían la promoción de un planeamiento integral como una posibilidad
de fortalecer la autonomía de los docentes. Ligados en parte a estos sectores, se
conformaron incipientes núcleos universitarios que usaron la teorización curricular para
realizar una crítica de la escolarización.
Podrían haber incidido, como por ejemplo la soberbia y omnipotencia con que se
presentaron las ideas y propuestas; su inserción improcedente en una dinámica política
en la que no se supo actuar adecuadamente; la falta de articulación con los sectores de
administración y supervisión; la fuerza que en un contexto resistente cobran las
declaraciones de los que descalifican desde marcos teóricos diferentes pero no acercan
elementos para encontrar necesarias síntesis y productivas prácticas.
“Otro componente técnico que tiene que ver con la incapacidad de producir efectos
transformadores es su presentación como una propuesta estática y terminada: un
modelo que reemplaza a otro modelo. No se ha desarrollado de modo generalizado
en el país la práctica del currículum como hipótesis de trabajo permanentemente
contrastable y reajustable, cercenando con ello la posibilidad de que “una práctica
instituyente más dinámica pueda aportar progresivamente modificaciones a lo instituido”.
Porque en la escuela nueva, el docente está tan al servicio del alumno que casi no tiene
voz ni voto en el proceso, llega a ser instrumento del alumno. Al menos su aporte como
persona en interacción debe ser reconocida, en la escuela nueva esa circunstancia no se
da suficientemente.
“Como se infiere de los textos anteriores, la persecución del cambio entendido como
esfuerzo de “racionalización” (con resonancias de neutralidad científica, eficacia,
superación de obstáculos) encontró en el concepto de currículum, una brecha por la cual
penetrar en las intrincadas estructuras académicas.
La visión del profesor como técnico aparecía como el único modo de profesionalizar la
tarea, dotarla de un carácter científico y asegurar la eficacia de la enseñanza”.
De ahí que los maestros deban ser entrenados como conductores de un ambiente de
enseñanza-aprendizaje, en un rol que es más extenso que el de ser un maestro. Esto
significa acrecentar clases amplias de respuestas, tales como organización educacional,
organización ambiental, motivación del estudiante, evaluación del estudiante y de los
materiales, etc. También significa disminuir, o al menos dejar constante, el marcado
énfasis puesto en el entrenamiento de maestros en asignaturas.
Según Zoppi de Cerruti, se podría decir que parecían convivir elementos de distintas
configuraciones. Por un lado, se presentan “conceptos y generalizaciones” para organizar
la secuencia de los temas a enseñar, objetivos para el alumno en función de los diferentes
niveles educativos; pero por el otro, un listado de contenidos informativos a partir de los
cuales se formulan las actividades y los recursos.
“El gobierno del presidente Alfonsín (1983‐1989) marcó un período de reactivación cultural
y de reapertura de canales de expresión. En ese contexto, el sistema educativo fue
considerado como un vehículo central en la modificación de la cultura autoritaria. La
democratización de la educación se realizó a través de la expansión de la matrícula, el
incremento de la participación en el gobierno escolar (Centros de Estudiantes, Consejos
de Escuela) y la promoción de pedagogías centradas en el alumno.
Hacia finales de la década ciertas corrientes críticas del currículum habían comenzado a
difundirse en nuestro medio a través de textos de un grupo de autores mexicanos y
españoles que traducen y sistematizan los debates y corrientes del campo curricular
anglosajón. Por intermedio de esos trabajos, los académicos argentinos conocen la
discusión entre la tradición tyleriana y el reconceptualismo en los estudios del currículum.
La sociología inglesa del currículum (Bernstein, Young) y las versiones neomarxistas
(Giroux, Apple) empiezan a ser consideradas en los medios académicos argentinos. Estos
años sirvieron para que la comunidad académica actualizara sus conocimientos en torno
a la noción de curriculum” .
Algunos de los intereses que se fueron ubicando en la agenda del pensamiento didáctico
fueron: el abandono de los modelos “directos” o causales de enseñanza, la
importancia de las representaciones y concepciones de los estudiantes y el contenido
escolar; el replanteo del contenido desde puntos de vista epistemológicos y
psicológicos; la búsqueda de estrategias y contextos de enseñanza que promuevan
procesos de construcción de significados por parte de los alumnos.
La inclusión de visiones provenientes del campo del currículum posibilitó replantear las
relaciones entre enseñanza y escolarización, entre el profesorado y las reformas, entre
intenciones curriculares y realidades pedagógicas. Algunos autores privilegiaron los
aportes de los estudios sociológicos del currículum y de las teorías críticas, mientras que
en otros casos fue mayor el impacto de los enfoques prácticos y deliberativos. El análisis
de los aspectos sociopolíticos implicados en las decisiones en torno al currículum y la
construcción de procesos de diseño curricular más participativos constituyeron temas
destacados desde este punto de vista.
Compartimos la descripción que Davini (’96) realiza de esta etapa de reconceptualización
interna del campo: “La didáctica –entendida como didáctica general– fue creciendo en
caudal interpretativo‐descriptivo, aunque todavía fragmentario, y diluyendo su dimensión
propositivo‐normativa, aunque estuviera resignificada como criterios sistemáticos de
acción” Sobre el final de la década del ’80, Palamidessi y Feldman destacan que el
término currículum va ampliando sus áreas de incumbencias y sus preocupaciones,
abarcando temas y problemas que tradicionalmente ocupaban a la pedagogía y a la
didáctica. También postulan que con la reapertura democrática, la didáctica se presenta
como una disciplina de poco prestigio académico que concentra el tratamiento de la
enseñanza y de la institución educativa.
Del mismo modo que cualquier discurso sobre educación, el discurso sobre el currículo se
refiere a un objeto que implica una acción social, y debido a ello articula diferentes
funciones vinculadas con la práctica.
“Por último, resulta pertinente mencionar el impacto del campo disciplinar de la sociología
de la educación o insistir en el de la política educativa en la configuración del «campo» de
los estudios curriculares en la Argentina.
A diferencia de la primera ola de difusión del pensamiento curricular, más preocupada por
los problemas de diseño e implementación, la producción de los últimos quince años
brindó una mayor atención a los aspectos procesuales de su implementación, a las
dimensiones institucionales y al rol de los enseñantes en el desarrollo del currículum.
Pero, la creciente aceptación de ciertos principios entre los educadores y especialistas –
como el desarrollo curricular basado en la escuela, el rol del profesor como investigador y
la autonomía institucional– no se reflejaron en una producción teórica sostenida y
creciente.
Sin embargo, todavía hay una marcada desproporción entre la extensión de los usos del
lenguaje curricular y la producción teórica sistemática. Pese al temprano y rápido
desarrollo de su sistema educativo y a la sólida tradición de su pensamiento pedagógico,
la Argentina no logró avances importantes en la consolidación de un campo local de
investigación y de producción teórica sobre los problemas relacionados con la definición y
distribución del contenido escolar y con la discusión sobre el sentido actual de la
escolaridad.
Cols, Amantea, Cappelletti y Feeney expresan: “La reforma educativa que tuvo lugar en
la década del 90 instaló al currículum como uno de los principales centros de
intervención sobre el sistema. La Ley Federal de Educación (1993), no sólo modificó la
estructura del sistema sino que profundizó los procesos de descentralización curricular
demarcando ámbitos de definición nacional, jurisdiccional e institucional. Se iniciaron una
serie de procesos que impactaron desde la educación inicial hasta la formación docente.
No obstante la magnitud de estos movimientos, no tuvieron su correlato en un aumento de
la potencialidad de análisis de los problemas curriculares ni en la densidad conceptual de
la producción. Hay un notable fraccionamiento de los saberes con respecto al currículum y
la producción teórica local relevada (Feeney, 2001) da cuenta de una amplia variedad de
temas con poco desarrollo sobre los problemas teóricos del campo. La producción se
concentra alrededor de los problemas del diseño, desarrollo e innovación del currículum.
Ciertas condiciones del campo profesional explican la situación de la teorización curricular
en Argentina. Para quienes están interesados en el campo curricular, la mejor oportunidad
de desarrollo ha sido la actividad profesional ya que los centros académicos prestan
escasa atención al tema. En cambio, al dispararse el trabajo de elaboración curricular a
partir de la reforma, existen hoy muchos profesionales que han participado, por lo menos
una vez o por un tiempo, en la elaboración de un currículum, y los temas curriculares se
han inscripto con fuerza en la agenda pedagógica contemporánea. Si bien hoy, en
algunos círculos del pensamiento curricular se considera poco provechoso el estudio de
los procesos de diseño para la comprensión del currículum, nosotros creemos que hacerlo
en nuestro medio constituye una necesidad vacante. Las prácticas curriculares no
enriquecieron la reflexión sobre el currículum ni la posibilidad de identificar y analizar las
tradiciones que marcan estos procesos. Es necesario también, problematizar el lugar de
los actores en la elaboración curricular, la dimensión política y técnica de los procesos de
diseño y las posibilidades y límites de los diferentes modelos o alternativas curriculares.
Para llevar a cabo la producción de los textos oficiales, las agencias de planeamiento y
diseño central, tanto del ámbito nacional como jurisdiccional, reclutan personal técnico y
desarrollan programas y proyectos específicos. En nuestro medio es muy notoria la
interpenetración del ámbito académico y profesional desde la década del 70, que se
concreta con la participación efectiva de diferentes sectores del campo profesional y
académico en las agencias de diseño.
Por otra parte, se ha procurado abrir la reflexión acerca de los problemas ligados al tipo
de texto curricular en tanto discurso normativo. En el caso de nuestro país, se ha
manifestado en las últimas décadas una tendencia hacia la producción de diseños
curriculares que definen el máximo deseable en lugar de establecer una plataforma
común de criterios básicos. Simultáneamente, o quizás, debido a ello, se ha debilitado
notoriamente el potencial regulador del texto curricular sobre las acciones de enseñanza
de los profesores.
[…] este tipo de diseños avanza en decisiones didácticas que claramente corresponderían
al nivel de diseño institucional y de aula. Se aspira, a través de la propuesta curricular, a
modificar prácticas de enseñanza. Esto genera distintas situaciones problemáticas desde
el punto de vista del docente como destinatario e intérprete del texto curricular.
Extremando el planteo, podría decirse que la aplicación estricta de la normativa es
empíricamente inviable porque reduce al mínimo las posibilidades de decisión del docente
y homogeneíza las prácticas de enseñanza; ya que es sabido que las instituciones llevan
a cabo procesos de mediación o moldeamiento institucional de las propuestas curriculares
sustentadas por las acciones de reforma (Ball y Bowe, 199880 y Cornbleth, 199881)82.
En contextos como el nuestro, el riesgo que este tipo de propuestas curriculares genera,
desde el punto de vista del sistema, es la debilitación de la norma curricular, y desde el
punto de vista de la escuela, aumenta la brecha entre las aspiraciones de la propuesta
oficial y las condiciones cotidianas de enseñanza en el aula. El diseño de políticas
curriculares más ambiciosas acarrea, como señalan Elmore y Sykes (1992)83 dificultades
tales como disputas acerca de los conocimientos y las teorías, conflictos de legitimidad y
control, y problemas de implementación y coordinación entre múltiples instrumentos y
actores políticos.
Por su carácter normativo el texto curricular debe proponerse particularmente restringir los
márgenes de interpretación ya que, de otro modo, se diluye su capacidad regulativa.
Limitar la polisemia en el texto curricular no implica que éste cierre el campo al desarrollo
o se constituya como un paquete cerrado “a prueba de profesores”. Simplemente, señala
la exigencia de un lenguaje curricular claro, que permita su desarrollo en la práctica y
facilite una acción deliberativa sobre la base de significados compartidos” […] (p.70).