Sei sulla pagina 1di 103

LIDERAZGO CONTRA LA CORRIENTE

LIDERZGO DE SERVICIO EN UN MUNDO BASADO EN EL PODER

ROBERT D. KUEST

• Literatura Alcanzando a Todo el Mundo •


P.O. Box 645 • Joplin, MO 64802-0645 • E.U.A.
La RED es un servicio voluntario para promover la obra literaria. Su propósito es apoyar y ayudar todo
esfuerzo relacionado con la producción de literatura bíblica y cristiana.
La RED se compromete a servir la comunidad publicadora utilizando la riqueza de la diversidad cultural e
intelectual de sus recursos humanos y técnicos, sin embargo, respetando la autonomía de cada entidad para
la unidad de la iglesia.
La RED es un servicio disponible a quien quiera utilizar los recursos humanos cooperativos para la revisión
y mejoramiento de los trabajos impresos y así mantener una fidelidad al lenguaje.
Este logotipo (sello) es el símbolo representativo de la calidad en ortografía y el uso de un lenguaje común
con el propósito de que el mensaje bíblico y las aplicaciones cristianas se comprendan por la gran mayoría
de hispanohablantes.
Copyright © 2011 Derechos reservados
Literature And Teaching Ministries (LATM)
2111 N. Main, Suite C
Joplin, MO 64801 EUA
Titulo original: Uncommon Leadership
publicado por Hope International University Press,
Fullerton, CA 90831 EUA
Copyright © 2006 Robert Kuest.
Segunda edición publicada por
New Mission Systems International,
Fort Myers, FL 33901 EUA
Copyright © 2009 Robert Kuest
Traductor: José José Aparicio
Redacción: Benigno José Aparicio, Bob Marsh, Fernando Soto.
Diseño de la tapa: Mark Cole
ISBN: 978-1-930992-40-5
Scriptures taken from La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright©1999 by
International Bible Society
Used by permission. All rights reserved worldwide.
PREFACIO

Hace algunos años estuve en África junto con Robert y Peggy Kuest. Ellos fueron los invitados
de honor para enseñar sobre el liderazgo y qué significa ser líder. Muchos de los pastores y líderes
de congregaciones venían de áreas rurales y remotas y debían reunirse con los anfitriones después
de la cena, así que después de un largo día de enseñanza, Peggy y Robert se fueron a dormir al
tiempo que se reunían los pastores locales junto con los invitados.

La siguiente vez que vi a Robert y a Peggy estaban lavando las ollas, las sartenes, los platos y
limpiando, mientras los niños que los observaban reían tímidamente ante un espectáculo poco visto
en su cultura. Cuando terminó la reunión, las mujeres se dieron cuenta que su trabajo que les debía
estar esperando ya había sido hecho. Se escandalizaron al considerar que personas tan importantes
habían hecho labores domésticas, pero les agradecieron por su enorme ayuda.
Esta vida de servicio le da a Robert la autoridad para escribir sobre el liderazgo. Robert y Peggy
son ejemplos bíblicos claros de qué es un líder de servicio: jamás quejándose, jamás aferrándose
a una posición, sino sirviendo a otros como si lo hicieran a Dios mismo. En Un liderazgo contra
la corriente Robert muestra que el liderazgo de servicio no simplemente es una frase sin sentido,
sino el centro mismo de lo que Dios intentó que un líder demostrara.

La primera vez que me di cuenta que el liderazgo debía ser una disciplina académica fue
cuando mi esposa y yo regresamos de Kenia e intentábamos definir cuál era la voluntad de Dios
para nuestro futuro. Algunos ancianos de la iglesia donde ministraban los Kuest me ayudaron a
orar y a darme dirección. Ken y Jim me enseñaron una lección sobre liderazgo que Robert les
enseñaba a ellos. Luego ellos me mostraron como practicar la lección en mi vida y mi situación.
Fue así que me di cuenta que Dios me estaba llamando al liderazgo. Es más, mi potencial completo
se daría únicamente si seguía los patrones bíblicos de liderazgo.
Sigo intentando aplicar los principios de Robert planteados en su libro Un liderazgo contra la
corriente. La Biblia debe ser nuestra guía, como Robert lo señala, en vez de los modelos de los
negocios. Claro, podemos aprender algo de los modelos de negocios, y debemos entenderlos, pero
el estándar está en la Biblia, la Palabra de Dios. Únicamente así tendremos un liderazgo contra la
corriente.

Me alegra que Robert y Peggy estén profundamente comprometidos con la enseñanza de la


Palabra de Dios ya que tienen una sabiduría singular. Eso ha hecho crecer muchas misiones. Ellos
han enseñado en los continentes americano, africano, europeo y asiático. Han dado capacitación a
miles de líderes cristianos. He escuchado testimonios de muchos líderes cristianos cuyos
ministerios y congregaciones se han visto beneficiados en gran manera por estas enseñanzas y han
sido transformados mediante la aplicación de estos principios.
Estoy seguro de que Un liderazgo contra la corriente ayudará a que el ministerio de la familia
Kuest alcance más allá de donde ellos puedan llegar. Este libro está escrito de manera tan sencilla
que lo pueden usar los pastores y líderes en seminarios y cursos. Es una herramienta valiosa para
el cuerpo de Cristo en todo el mundo.
Un liderazgo contra la corriente no es tan sólo para la iglesia naciente, sino también para
ministros, ancianos y cualquier cristiano que anhela ser dirigente en la iglesia. Nuestros modelos
de liderazgo basados en el poder están tan enraizados en nuestros contextos culturales y
eclesiásticos que casi no nos damos cuenta cúanto nos hemos alejado del plan de Dios respecto del
liderazgo. La iglesia necesita este libro. Mi oración es que el liderazgo bíblico ya no sea tan “raro”
en las generaciones por venir.
— Phil Hudson, ex Presidente
New Mission Systems International
CONTENIDO

Prefacio
Reconocimientos
Introducción
1. Pensamiento contra la corriente: Definiendo el liderazgo
2. Medidas contra la corriente: Requisitos del liderazgo
3. Propósito contra la corriente: Dirigiendo con el propósito divino
4. Paradigma contra la corriente: El líder como pastor
5. Estrategia contra la corriente: Liderazgo del pacto
6. Prueba contra la corriente: Cómo crecen los líderes
7. Autoridad contra la corriente: Los líderes y el poder
8. Jesús: Un líder encarnado: Liderando entre la gente
9. David: Un gobernante justo: Integridad del liderazgo
10. Pablo: Un edificador de gente: Liderazgo que da el poder a la gente
11. Valor contra la corriente: Liderando con intrepidez
RECONOCIMIENTOS

Al contemplar la escritura de este libro, recuerdo a aquellos que han contribuido a la elaboración
del mismo. Creo que sería prácticamente imposible considerar que un libro es producto único del
autor. Por lo tanto, deseo agradecerle a Dios por aquellos que él me ha enviado a ser parte de mi
equipo.
Habría sido imposible escribir este libro sin el amor y apoyo de Peggy mi esposa, quien me ha
animado en momentos cuando las ideas fluyeron fácilmente, pero también en tiempos cuando lo
que yo quería era arrojar mi manuscrito por la ventana. Siempre hemos viajado como un equipo y
a pesar de que ella ha escuchado estos conceptos vez tras vez, sigue sentándose en cada una de mis
reuniones para orar por mí y para alentarme. He sido bendecido desde el día en que ella entró en
mi vida.
Dios nos ha bendecido con cuatro hijos maravillosos: Dean, David, Sheila y Scott. El último
capítulo de este libro fue escrito por Dean nuestro primogénito. Él es pastor y ávido estudiante
sobre el liderazgo. Ha contribuido con ideas y sugerencias que han sido valiosas en la formación
de este libro. Como se menciona en la introducción de su capítulo en este libro, su predicación el
13 de septiembre del año 2001 nos hizo a su mamá y a mí muy orgullosos de él.
Quiero agradecerle al Dr. Dan Denton, mi amigo y colega, quien siempre me decía: “Robert,
tienes que escribir esto. Cometerías un error si no lo hicieras”. En muchas discusiones durante la
comida me animaba a “hacerlo”. Muy bien Dan, aquí lo tienes.
Quiero agradecerles a Mike y Delores Hines, nuestros amigos desde mediados de los años
setenta, quienes han viajado y enseñado junto con nosotros. Mike siempre ha side una gran persona
quien me ha dado ideas y me ha mantenido fiel a la Palabra de Dios. Siempre me han alentado las
discusiones que hemos tenido juntos. Tanto él como Delores leyeron el manuscrito y aportaron
excelentes sugerencias. Les agradezco a los dos por su valiosa amistad y ayuda.
Gracias a la Dra. Tamsen Murray, amiga y compañera en la enseñanza sobre liderazgo, quien
ha creído en nuestro ministerio desde sus inicios y es una gran amiga de mi esposa. Ella me ayudó
con la corrección de estilo y siempre me hizo responsable de mis aseveraciones al preguntarme:
“¿cuál es tu fuente de información?”
Me siento agradecido con el Dr. Joe Grana por su ánimo que me infundió para escribir y por
su disposición para leer mi manuscrito y por ofrecer su guía.
Phil Hudson, ex Presidente de New Mission Systems International, era mi mentor en misiones.
Él ha contribuido mucho a que yo entendiera el mundo y los principios básicos de misiones.
Aprecio que él leyera mi manuscrito desde un punto de vista crítico respecto a misiones y por sus
valiosas contribuciones.
Phil Barrera es diseñador gráfico. Su talento vale más de lo que yo pudiera aportarle. Me pidió
ser él el afortunado en diseñar la portada del libro y después hizo de nuevo todos los gráficos.
Tanto él como Kim su esposa, han sido fuertes contribuyentes de nuestro ministerio y han viajado
con nosotros en algunas ocasiones para enseñar y animar a los líderes locales a donde hemos ido.
Sin este equipo, estas lecciones seguirían siendo borradores y notas dispersas en la
computadora.
INTRODUCCIÓN

Dios ha usado tres acontecimientos cruciales en mi vida que han sido el antecedente de nuestro
ministerio y el libro que usted tiene en sus manos. El primero se dio cuando, después de catorce
años en el ministerio, sobreviví a uno de los momentos más críticos en mi carrera de liderazgo. Yo
había estado dirigiendo una iglesia en Arizona por nueve años y todo marchaba bien. Sin embargo,
pasé por momentos de serias dudas debido a un problema que se suscitó en la iglesia. La tormenta
cesó, pero continuaron mis dudas respecto a mi liderazgo. En esos momentos de la vida de la
iglesia habían contratado a un administrador financiero y me pidieron que lo llevara a una
capacitación para administradores de iglesias. Así es que lo llevé a un seminario.
Mientras él asistía a sus sesiones de finanzas de la iglesia, yo iba a sesiones diseñadas para
líderes. El maestro, un consultor de empresas altamente reconocido, pasó dos días hablando de
cómo encontrar a la persona ideal para cierto trabajo o tarea. Decía: “para argumentar sobre este
concepto, tomemos como ejemplo el perfil de un pastor experimentado en una iglesia creciente”.
En los dos días que lo escuché hablar y hablar de las cualidades y elaborar sobre un buen líder, yo
me sumí más y más en mi depresión. Él presentó una lista de diez requisitos de los cuales yo tenía
nada más uno. Yo tenía una maestría, la cual él consideraba como algo opcional. Regresé a mi
casa pensando que yo no pertenecía al grupo de liderazgo. Su lista incluía una educación avanzada,
un pasado exitoso, una personalidad carismática y varias destrezas dinámicas en liderazgo.

Dios me guio a través de mi depresión y me llevó a la Biblia para aprender acerca del liderazgo.
Al estudiar empecé a enseñarles a otros los principios que yo iba encontrando. Fue entonces cuando
sucedió el segundo acontecimiento. Me pidieron que enseñara estos principios a un equipo de
misioneros en África. Un día, después de nuestras sesiones, uno de los líderes locales me preguntó:
“¿Cuándo regresarás para enseñarle estos principios a mi gente?” Yo verdaderamente creía que
esa sería una experiencia única en mi vida. Jamás tuve la intención de volver a cruzar los mares.
Sin embargo, esa pregunta resonó en mi mente por cinco largos años.
El tercer acontecimiento tuvo lugar un año después de nuestro viaje a África cuando siete
jóvenes de nuestra congregación, incluyendo a nuestro primogénito, se fueron al instituto bíblico
a prepararse para el ministerio y servir en la iglesia. Yo había empezado a estudiar mi doctorado
haciendo énfasis en el liderazgo, lo cual yo creía que era mi punto fuerte. Preocupado porque
realmente no había tenido capacitación o enseñanza respecto al liderazgo en el ministerio, yo
quería hacer algo para ayudarles a estos siete futuros líderes. Por lo tanto, quise escribir mi tesis
acerca de cómo un líder empieza en el ministerio. Nunca soñé que esta disertación daría como
resultado un ministerio internacional. Un polaco, que había llegado a Estados Unidos para hacer
su maestría, me pidió que le sirviera como su mentor. Luego, me pidió que me fuera a Polonia a
enseñar. Después, fui invitado a Corea, Cambodia y Myanmar. Mi esposa y yo empezamos a usar
nuestras vacaciones para viajar a enseñar. Una vez viendo la necesidad de capacitación de los
líderes locales y el hambre de los líderes locales de las congregaciones por aprender, renuncié al
ministerio en Anaheim, California, y nos convertimos en “maestros itinerantes” con una
organización llamada Mission Systems International.

Al viajar, nos percatamos de dos cosas. Primero, la filosofía del liderazgo basado en el poder
está en todas las iglesias y es muy común en la mayoría de los países. Este es un producto de las
filosofías seculares, que controla y destierra el modelo bíblico, haciendo una traducción pésima de
la Biblia. Esto ha llegado a asfixiar el crecimiento y ha patrocinado el sectarismo en muchos
campos misioneros fértiles. Cuando enseñamos, mucha gente nos repite: “Nadie nos había
enseñado esto antes. No sabíamos que la Biblia enseñara tanto respecto a ser líder”.
Segundo, nos dimos cuenta de qué hay pocos libros y buenos recursos disponibles para los
líderes en países en vías de desarrollo. En cada país que visitamos, nos rogaban que escribiéramos
e hiciéramos un libro con nuestras enseñanzas. Este libro es el resultado de mi promesa que hice a
los líderes de las congregaciones en los cuatro continentes que he visitado. He sacado y escrito
aquello que Dios dice en su Palabra respecto a ser un líder de su reino.

Estoy plenamente convencido que los ideales de Dios para el liderazgo no están de acuerdo
con la forma de pensar de nuestros tiempos. De hecho, muchos lectores de la Palabra de Dios
dirían que sus principios son algo raro o poco común. Ello se debe a que, como Dios lo anunció a
través del profeta Isaías, él tiene una forma suprema de pensar y actuar (Isaías 55:8–9). Las formas
de ser de Dios no resonarán con las formas del mundo.
En toda la Biblia tenemos una ilustración constante de las formas supremas de ser y actuar de
Dios. Dios no ha cambiado su forma de hacer las cosas ni de cómo él quiere que las hagamos
nosotros. Por lo tanto, si vamos a ser líderes en su reino, debemos retornar a su manera excepcional
y arriesgarnos a que el mundo nos diga que nuestro liderazgo es algo fuera de la norma.
Dos días después del ataque terrorista el 11 de septiembre del año 2001 en Nueva York y en
Washington, nuestro hijo Dean, ahora pastor de jóvenes en Arizona, predicó en la inauguración
del año escolar de Hope International University en Fullerton, California. Manejó las horas
necesarias desde Arizona, porque no pudo tomar avión. Durante varios días toda aerolínea
mantuvo sus aviones en tierra. En esa ocasión predicó un sermón en cuanto al valor. Le pedí que
escribiera su mensaje para incluirlo en el último capítulo de este libro. Espero que los líderes que
lean esto se alienten como los que estuvieron presentes en esa convocación el 13 de septiembre de
2001.

Ruego en oración que este libro le ayude a usted a tomar el reto y el riesgo de ser lo que Dios
quiere que usted sea. Estoy convencido de que los principios de Dios son para hombres y mujeres
en toda cultura alrededor del mundo. Espero se goce al leerlo y que usted escoja volver a tomar las
formas supremas del pensamiento de Dios y renueve su compromiso para realmente ser el líder
que Dios quiere.
Capítulo uno

PENSAMIENTO CONTRA LA CORRIENTE


Él que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor.
— Mateo 20:26

Jesús vino para presentar el reino de Dios al mundo. Predicó el mensaje del reino. Continuamente
usó historias claras y sencillas para que entendiéramos el reino. Instruyó a sus discípulos:
“Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: ‘El reino de los cielos está cerca’(Mateo 10:7).
Como la iglesia, hemos sido comisionados para llevar el mensaje del reino a todo pueblo y nación
sobre la faz de la tierra (Mateo 28:19–20). El propósito de este libro es investigar cómo se debe
ver el liderazgo en ese reino.
El estudio del liderazgo es un reto emocionante y también una responsabilidad aterradora. Es
emocionante porque pone a los líderes en contacto con conceptos y destrezas que pueden lograr
que la iglesia crezca y tenga la plena confianza de enfrentar un mundo cambiante. Es aterrador
porque hay una responsabilidad maravillosa de que los líderes asuman dirigir y tomar decisiones
que impacten las vidas diarias de la gente por la eternidad.

Una forma diferente de considerar el liderazgo


Al enseñar los principios del liderazgo en el reino de Dios, hay que tener sumo cuidado de que
la Palabra de Dios siga siendo la autoridad. El sabio rey Salomón nos advirtió: “ten presente que
el hacer muchos libros es algo interminable …” (Eclesiastés 12:12). Esto es una gran realidad
cuando se trata de la teoría sobre liderazgo.
Sin una definición clara y algo de instrucción específica en cuanto a los principios del reino,
un líder se siente tentado a mirar y buscar en el mundo secular sus fuentes del conocimiento. Los
líderes de las congregaciones norte-americanas tienden a correr y ser los primeros en escuchar una
conferencia o seminario para escuchar la filosofía en boga de un líder popular de moda. Compran
libros y grabaciones de autores de renombre. Sin embargo, tenemos esta advertencia:
Este acercamiento [para estudiar las filosofías de líderes famosos] tiene sus peligros. A
nuestro alrededor, la excelencia está definida como éxito y el éxito se mida tomando en
cuenta qué tanto puedes aventajar a tu oponente en tu búsqueda de dinero, desarrollo y
poder. Los cristianos podemos aprender de los [otros] pero con los ojos completamente
abiertos. Nuestras metas son diferentes y nuestros recursos son mayores.
En aquellos países donde no hay seminarios o libros, los líderes obtienen lo que encuentran.
Un evangelista asiático nos comentó que él obtenía su ejemplo de liderazgo de los programas de
la televisión norteamericana que eran dirigidos a su comunidad. Otros tienen de ejemplo a los
militares en su alrededor, o miran al gobierno o a las tradiciones de las tribus. Muchos líderes
cristianos copian la forma de dirigir del misionero que les presentó el evangelio. Quiero señalar
que esta imitación puede resultar provechosa pero no siempre es así.
Si verdaderamente queremos entender el liderazgo en el reino de Dios, debemos aprender a
pensar de manera distinta. No podemos basarnos en los ejemplos del mundo. Si lo hacemos,
nuestro ministerio no será efectivo. La forma en que Dios espera que los líderes de su reino piensen
y operen difiere de la forma del mundo. Para llegar al nivel de pensar de Dios, él mismo nos habla
a través del profeta Isaías:
Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos –afirma el
SEÑOR–. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que
los cielos sobre la tierra!
— Isaías 55:8–9

Dios quería que su pueblo supiera que la forma de pensar en su reino no tiene nada que ver con
la sabiduría humana. Las teorías y la filosofía de este mundo se basan en el entendimiento y las
observaciones humanas (Colosenses 2:8).
Creo firmemente que Dios estableció su orden de las relaciones en el jardín del Edén. Todo lo
que Dios hacía tenía que ver con los dos seres que allí había colocado. Los cuidaba y tenía
compañerismo con ellos. Conocía sus necesidades y con su poder las suplía. Lo que en Edén vemos
es totalmente diferente de lo que presenciamos con los dioses hechos por el ser humano. Los dioses
hechos por los seres humanos se dedican a hostigar a la misma humanidad que los creó.

Al recorrer el mundo encontramos grupos de personas y aldeas que tienen sus “dioses
personales”. Estas deidades deben ser constantemente apaciguadas para que el individuo, la familia
o toda la aldea viva sin tormento. Un erudito que se dedicó al estudio de las deidades paganas
escribió: “si no se ofrecen sacrificios a estos dioses, si no se cumple con los ritos, si se profanan
sus capillas o no se cumple con sus privilegios es lo mismo que invitar consecuencias desastrosas”.
La belleza de la relación en el jardín del Edén se vio rota por la entrada de aquel que quiso
usurpar el poder de Dios y falló. Él trató de que los dos seres e hijos especiales de Dios vieran la
necesidad de elevar su nivel de autoridad y poder, ser iguales a Dios (Génesis 3:5) — la misma
meta que él no pudo lograr (Isaías 14:14–15). La serpiente discutió con la mujer y la convenció de
que lo que estaba diciendo parecía correcto. Cuando la mujer tomó del fruto, inició el caos en las
relaciones humanas y la belleza de lo que Dios había establecido fue deteriorándose conforme caía.

El escritor de Proverbios señala que hay una forma de pensar diferente a la de Dios. La llama
una forma que “parece recta” (Proverbios 16:25). Yo lo llamo sentido común. Vivimos en un
mundo secular donde el sentido común está basado en todo aquello que los demás hacen y todos
hacen lo que mejor les parece dentro de su sistema de valores (Jueces 21:25). Cada día, los hijos
de Dios siguen tomando decisiones basados en lo que mejor les parece o a través del sentido común
de la mayoría en vez de hacerlo en la manera más alta que Dios propone.

La forma de pensar de Dios en cuanto a su reino permanece sin cambio desde el inicio. Es más
alta y pura que lo que se ha deteriorado dando origen al sentido común. Su sistema de valores no
ha cambiado y sigue siendo la fuente de bendiciones para aquellos que lo siguen. Por lo tanto, si
vamos a dirigir en el reino de Dios, debemos recuperar ese nivel más alto de pensar y remontarnos
a lo que se considera común.
El pensamiento común en los días de Jesús tenía su base en las enseñanzas de Platón y
Aristóteles. Estos dos hombres eran el eje del pensamiento común de la época. Su doctrina fue
publicada y enseñada con gran fervor. Ambos filósofos pensaban y enseñaban que el poder era el
fin último del ser humano.
Los poetas griegos y los filósofos, incluyendo a Platón, eran estudiantes de todo lo que
acontecía entre los dioses del mítico monte Olimpo. De los dioses griegos provenía la mayor parte
de sus ideas y pensamiento en cuanto a las relaciones entre los seres humanos. Sin embargo, aun
Platón admitió que aquellos que estudiaban a las deidades griegas “les atribuían a los dioses todo
aquello que es vergonzoso y reprobable entre los seres humanos: robar, cometer adulterio y
engañarse unos a otros”. A pesar de ello, eran considerados ejemplos de justicia y poder, casi igual
a como nuestro mundo moderno considera y eleva a los políticos, figuras del deporte, los ricos y a
otros que creemos que son gente de éxito.
Platón escribió que la aristocracia (palabra griega que significa “gobierno ejecutado por los
mejores”) o los guardianes, deben gobernar una nación. Esta forma de pensar produjo constantes
luchas de poder entre los políticos griegos y los dueños de esclavos. Los mejores debían gobernar;
por lo que era considerado bueno planear la ruina de otros para mostrar y demostrar tu fuerza. Así,
el liderazgo se convirtió en una muestra de riqueza, poder y control.
En Mateo capítulo 23 Jesús abiertamente atacó la filosofía griega. Expuso las prácticas de los
líderes judíos que seguían la forma común de pensar de la época. Les ordenaban a la gente hacer
cosas que ellos no estaban dispuestos a hacer (23:2–4). Vestían atuendos ostentosos y demandaban
los puestos de honor (23:5–7). Se gloriaban en sus títulos (23:8–12). Creían que podían decidir
quién podía tener una relación con Dios y quien no (23:13–14). Cada posición que Jesús atacó en
este sermón fue resultado de la falla de los fariseos para dirigir de acuerdo a la forma más alta de
pensar de Dios.

Platón creía que algunos hombres habían nacido para ejercer el poder y que otros debían ser
auxiliares (guerreros). Todos los demás, hombres y mujeres, debían ser productores y servir a
todos los que estaban por encima de ellos.
Alejandro el Grande, discípulo de Aristóteles, creía que la filosofía de Platón era tan importante
que forzó a las naciones conquistadas a abandonar su idioma, herencia y cultura para aceptar la
forma de ser de los griegos. A pesar de que los griegos cayeron ante Roma, la cultura romana ya
había sido completamente influenciada por la filosofía de Platón y por eso continuó con la forma
de pensar basada en el poder.
Después de 300 años del dominio de la filosofía de Platón basada en el poder, Jesús entra en
escena. Jacobo y Juan habían crecido en la cultura judía que estaba totalmente plagada con el
concepto del “poder” que se había convertido en la forma común de pensar. Por lo tanto, resultó
natural para ellos que cuando Jesús habló de su reino por venir, ellos rápidamente pidieran
posiciones de importancia. Esta era la forma que ellos concebían para desplazarse de productores
a la aristocracia.
En ninguna otra parte de la Biblia se refuta más “aquello que parece correcto” en palabras de
Jesús como cuando él se dirige a sus discípulos en su alboroto por quién debía ocupar posiciones
de poder en el nuevo reino por venir.
Jesús los llamó [a sus discípulos] y les dijo: – Como ustedes saben, los gobernadores de
las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre
ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá
ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como
el Hijo del Hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate
por muchos.
— Mateo 20:25–28
Jesús fue completamente claro al señalar que el liderazgo en el reino de Dios no sigue el patrón
del pensamiento del mundo en cuanto a que este modelo se basa en lo que a la gente le “parece
correcto”. Él dijo: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Por lo tanto, el reino de Dios es
diferente de cualquier otro reino de este mundo. A los líderes se les requiere que tengan un corazón
de servicio que vaya más allá de sí mismo a un bien mayor en beneficio de aquellos a quienes se
les sirve.
Un liderazgo excepcional:
Una relación de servicio dedicada a ayudar a personas y/o grupos para que
alcancen su potencial máximo.

José: Un líder contra la corriente


José, patriarca del Antiguo Testamento, es un claro ejemplo de alguien que estuvo dispuesto a
pensar más allá de sí mismo en beneficio supremo de aquellos a quienes servía. Su ejemplo de
pensamiento de liderazgo extraordinario ha sido escogido ya que precede a las teorías de Platón y
demuestra que el modelo divino de liderazgo fue establecido antes del Nuevo Testamento. En los
tres períodos de liderazgo egipcios en los que José sirvió, mostró ser un hombre que confiaba en
la forma de Dios de hacer las cosas. En cada una de ellas veremos los componentes de la definición
de liderazgo presentada en este capítulo.
Cuando la caravana de mercaderes de esclavos llegó a Egipto, pudieron vender al joven guapo
a Potifar, capitán de la guardia. Como siervo en la casa de Potifar, José se dedicó a honrar a su
amo y le ayudó a prosperar “tanto en la casa como en el campo” (Génesis 39:5).
Cuando a José se le acusó falsamente de querer abusar sexualmente a la mujer de Potifar, éste
fue puesto en la cárcel. Dios estuvo con él y muy pronto su actitud de servicio y sus destrezas
hicieron que se ganara la confianza del guardia de la cárcel. El guardia puso a José a cargo de todos
los prisioneros y de todo lo que allí se hacía (Génesis 39:22). José hacía tan bien su trabajo que la
Biblia dice que “El guardia de la cárcel no se preocupaba de nada de lo que dejaba en sus manos”
(Génesis 39:23).

Cuando Dios lo sacó de la prisión y lo exaltó a gobernador de Egipto, José siguió mostrando
una actitud de servicio. Se dedicó a salvar a Egipto de la hambruna y obró de tal forma que preparó
a la nación para que sobreviviera a una sequía de siete años (Génesis 41:35–36).
En ocasiones, la fuerza más grande demostrada por los líderes siervos es aquello que no hacen.
La Biblia lo pone como mansedumbre o “contener el poder”. Es más fácil permitir que nuestras
emociones afloren para mostrar ira o querer tomar el control. Se necesita a una persona sosegada
para controlar esas emociones para suplir las necesidades más apremiantes de aquellos a los cuales
se sirve. José claramente demuestra esta capacidad cuando sus hermanos llegan ante él buscando
alimento. Una persona común habría respondido justificadamente con venganza. Sin embargo,
José demuestra una actitud de servicio fuera de lo común, supliendo sus necesidades, restaurando
las relaciones y afirma que las circunstancias fueron herramienta en el plan de Dios para bien
(Génesis 50:20).
En ningún momento del liderazgo de José, lo encontramos haciendo mal uso de su posición o
poder. A pesar de disponer de ellos como resultado de su servicio, José sigue mostrando un corazón
“basado en el servicio” en vez de un autoritarismo “basado en el poder”. Con José como nuestro
ejemplo, veamos los diferentes componentes de nuestra definición de liderazgo.
El liderazgo es una relación
El corazón mismo del liderazgo de servicio se encuentra en la relación. José tuvo que tener
una buena relación con Potifar para desear el éxito y bienestar para su casa. Por eso logró lo que
se propuso. Tuvo una buena relación con los prisioneros en la cárcel para que confiaran en él y le
obedecieran. Después del liderazgo exitoso de José en Egipto, como gobernador de ese país
(Génesis 42:6), se encuentra con sus hermanos que no sospechaban quién era él. Su deseo ardiente
de renovar las relaciones con ellos hizo que se sobrepusiera a sus sentimientos hostiles por haberlo
vendido y en verdad que se convirtió hasta en líder de ellos.
Dios desplegó la relación en el liderazgo cuando él caminó en el jardín con Adán y Eva
(Génesis 3:8). Estaba al pendiente de sus hijos y sus necesidades. Se dio cuenta cuando Adán
estaba solo y le hizo una ayuda idónea (Génesis 2:18). La relación entre Dios y Adán y Eva era
muy opuesta a las relaciones del monte Olimpo en la cual Platón fundó sus conceptos de liderazgo.
Los dioses griegos estaban muy distantes de los mortales y les molestaban sus ruegos y súplicas.

La encarnación de Jesucristo es el ejemplo supremo de una relación en el liderazgo. Juan nos


dice que “el Verbo [Jesús] se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). No gobernó desde
lejos. No escogió a doce hombres y los envió a la escuela para que aprendieran de sus maestros
ángeles. En cambio, vino a la tierra y caminó con los doce por más de tres años. Entabló relaciones
con los ricos, los pobres, la elite y los despreciados. Fue una relación que causó que llegáramos a
amar a Dios “porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Jesús entabló una relación a la cual hemos
respondido.

John Maxwell, escribe que “a la gente no le importa cuánto sabe usted hasta que se dan cuenta
cuánto se preocupa usted por ellos”. La forma más fuerte de liderazgo es un “liderazgo con
permiso: debido a que veo que te preocupas por mí, te doy permiso para ser mi líder”. Eso
solamente se puede lograr a través de una relación extraordinaria.

El liderazgo es un servicio
En algún lugar entre Canaán y Egipto, José desarrolló una actitud de servicio. El orgullo de
cuando reveló a sus hermanos la visión de que ellos se le inclinaban en reverencia había
desaparecido. Como esclavo en la casa de Potifar fue modelo de servidumbre. Aun en la cárcel, a
donde fue llevado por una acusación falsa, mostró una actitud de siervo. El guardia lo puso a cargo
de todos los prisioneros y de todo lo que allí se hacía (Génesis 39:22).
José no mostró orgullo en su nueva posición o poder. Note usted cómo se expresa cuando ve a
dos de los presos que se notan preocupados. Les pregunta: “¿Por qué andan hoy tan cabizbajos?”
(Génesis 40:6–7). No los regañó, azotó o degradó como lo hubiera hecho un líder basado en el
poder para mostrar su autoridad. En cambio, se mostró preocupado. Las Escrituras afirman que
José atendió a estas personas (Génesis 40:4). La palabra hebrea empleada quiere decir que él les
daba un “servicio doméstico” o “de servidumbre”. José pudo haberlos castigado por no cumplir
con sus tareas, pero en cambio los trató con el corazón de un siervo. Procuró lo mejor para ellos.
Dios bendijo su liderazgo.

El error más común en cuanto al liderazgo es que lo vinculamos con obtener un título, una
posición y la adquisición de poder. En los seminarios que imparto, a veces hago sátira para illustrar
lo que el liderazgo no es. No es una persona que se coloca por encima de los demás para decirles
que vayan o que vengan. No es levantar juicio sobre si una decisión o acción está bien o mal
tomada o hecha. No es reprender a la gente por haber fallado en vivir de acuerdo a lo esperado de
ellas. Estos conceptos equivocados respecto del liderazgo nacieron de ideas equivocadas que la
gente se forma de Dios. Comúnmente se le conoce como el “Dios de la ira” en vez de la revelación
escritural de él como “Dios de amor” (1 Juan 4:8). Si hemos de elevar nuestra forma de pensar al
nivel y expectativa de Dios, debemos ser como él y regresar a una plataforma “basada en el
servicio”.
Los apóstoles reflejaron una filosofía común al debatir quién era el más importante y capaz o
merecedor de una posición y título de honor en el nuevo reino. Pero Jesús los corrigió diciendo:
“Él que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor”.
Servicio es una palabra que implica acción. Para que quede definida propiamente se la debe
ver en acción. Así mismo sucede con el liderazgo. José demostró esta actitud en toda su vida de
líder. Jesús enseñó que, si queremos ser alguien en su reino, debemos deshacernos de tales ideas
como son la ostentación de títulos y posiciones para dejar paso a formas mediante las cuales
podamos suplir las necesidades de la gente.

El liderazgo es un servicio dedicado


La palabra dedicado fue escogida para esta definición ya que describe propósito y compromiso.
Otra palabra apropiada sería intencional. Pablo le dijo a Timoteo que quien pone su corazón en el
liderazgo de la iglesia aspira a una noble función (1 Timoteo 3:1). Este requisito de desear una
buena obra en la iglesia comúnmente se pasa por alto cuando de nombrar líderes en la iglesia se
trata. Muy poco o casi nada se considera si la persona para el cargo muestra un corazón dispuesto
para servirle a la gente y ver por sus necesidades. Dos veces Pedro enfatiza la disposición del líder
en servir en sus instrucciones a los líderes del reino de Dios (1 Pedro 5:1–4).

Dedicado no únicamente describe el propósito, sino que también habla de un compromiso que
no se da por vencido tan fácilmente. Nuevamente, José muestra esta característica. En las tres cosas
que se le confiaron, José pone todo su corazón y su alma para hacer lo mejor que puede. No lo
vemos hundiéndose ni enfadándose en su situación desventajosa. Tampoco lo vemos sacando
ventaja por el poder que lo envolvía. En cambio, vemos a este joven a propósito dando lo mejor
de sí mismo en bienestar supremo de todos los demás.
Trabajar con la gente no es tarea fácil. La Biblia nos describe como ovejas y las ovejas no son
animales fáciles de cuidar. Por lo tanto, la persona que acepta la responsabilidad del liderazgo debe
estar dedicada a servir, ayudar y soportar tiempos buenos y malos.

El liderazgo presta auxilio


Auxiliar fue escogida en esta definición porque describe el ministerio de Dios Padre. Jesús
vino para servir (Mateo 20:28). El Espíritu Santo ha sido enviado para “estar a nuestro lado” y
enseñarnos todas las cosas que nos recordarán todo lo que Jesús dijo (Juan 14:26). La
responsabilidad del líder no debe ser menos que el ejemplo de Aquel que vino para establecer este
reino que hemos escogido. Los líderes son maestros y ayudantes. “[El faraón] le dio [a José]
autoridad sobre toda su casa y lo puso a cargo de cuanto poseía, con pleno poder para instruir a
sus príncipes e impartir sabiduría a sus ancianos” (Salmo 105:21–22).
José pasó siete años instruyendo y ayudando a los egipcios a prepararse para la gran hambruna
que vendría. Jesús pasó tres años enseñando y auxiliando a los discípulos preparándolos para el
ministerio. Pablo les dijo a los líderes en Éfeso que su propósito era “capacitar al pueblo de Dios
para la obra de servicio” (Efesios 4:12). La palabra moderna de esta responsabilidad en el liderazgo
es empoderar. Esto quiere decir, dar el poder o dejar el poder en manos de la gente. Esto se logra
mejor cuando estamos al lado de la gente, en vez de “señorear” sobre ellos.

Los líderes elevan a la gente a su potencial máximo


Por lo visto Dios abrió los ojos de José para que los egipcios tuvieran el potencial para cultivar
y almacenar trigo en cantidades estratosféricas. Sin importar cuánto trigo estuvieran produciendo,
es obvio que no tenían las instalaciones adecuadas para almacenar el producto necesario para los
tiempos difíciles que venían. Así que, José estuvo al lado de los egipcios atendiendo que la
producción fuera más de la que todos necesitaban durante un año. Les ayudó a aprender a cómo
almacenar el producto y a construir instalaciones que mantuvieran el producto útil por siete años.
Mucha gente no conoce a ciencia cierta su potencial. Se subestiman. Están prestos a
proporcionar una lista de sus debilidades, pero no de sus fortalezas. Así como José desafió a los
egipcios a cultivar y cosechar la cantidad de trigo que él sabía que ellos eran capaces de producir,
los líderes buscan y encuentran el potencial de la gente y les ayudan a alcanzar ese potencial.
Cuando Jesús se encontró con Simón, le dijo que su nuevo nombre sería Pedro: Piedra. Al
principio no vemos ninguna fortaleza que Jesús haya visto en Pedro. Pero Jesús lo mantuvo a su
lado, lo enseñó, lo corrigió, lo perdonó y lo comisionó. Como resultado, podemos retroceder y ver
a este gran hombre de Dios y decir que Pedro verdaderamente llegó a ser “la piedra” que Jesús vio
en él. Jesús lo auxilió y lo ayudó para que Pedro alcanzara su potencial.
El concepto de dedicarse uno mismo a ayudar a otros para que alcancen su potencial, se
encuentra en toda la Biblia. Nehemías habla de lograr aquello que “Dios le había motivado hacer
por Jerusalén” (Nehemías 2:12). Lo logró estando al lado de su gente, trabajando juntos,
animándolos con aquello que él sabía que podían lograr. Pablo siempre estaba buscando lo mejor
para aquellos de su equipo y en las iglesias donde servía. Catorce veces en sus cartas utiliza el
concepto de edificar a la gente.
Robert Greenleaf, en su clásico estudio sobre liderazgo de servicio, resume la tarea con esta
pregunta de evaluación en cuanto a un liderazgo efectivo:
Un siervo líder primero es un siervo … [La responsabilidad de un líder es] asegurarse
que las necesidades prioritarias de la gente se suplan. La mejor prueba, muy difícil de
determinar, es ¿crecen como personas aquellos a quienes se les sirve? Mientras se les sirve,
¿se ponen más saludables, se tornan más sabios, se sienten más libres, se sienten más
autónomos, se ve que podrían ser siervos?

Conclusión
José, un hombre escogido por Dios mucho antes de que Platón escribiera sus famosos diálogos,
demuestra el tipo de liderazgo que Dios espera para su pueblo. Es un liderazgo que ve las
necesidades de la gente y que está a su lado para asegurarse que esas necesidades sean suplidas.
Alejandro el Grande forzó los conceptos de Platón en cuanto al poder en la gente civilizada de
su época. Trescientos años más tarde, Jesús entra en escena donde esta filosofía basada en el poder
era aceptada como algo común. Jesús enseñó a sus seguidores algo totalmente diferente, que era
el tipo de liderazgo que se practicaría en su reino, una filosofía de servicio. Sin embargo, con el
poder aceptado como algo común, no tardó mucho tiempo para que la iglesia cayera en la trampa.
La gente se siente más a gusto viendo a un representante de Dios que estando en directa
comunión con el Viviente … y por eso empezaron a fijar estructuras y liderazgo similares
a las muy bien conocidas estructuras judías y paganas. Muy pronto se olvidaron de que
Jesús era la cabeza del cuerpo transfiriendo su liderazgo a líderes humanos y a las
estructuras administrativas de apoyo.
Por lo tanto, la iglesia empezó a amoldarse al sistema romano basado en el poder en cuanto a
títulos y posiciones de prestigio y poder. Al entrenar y enviar misioneros, la iglesia incluyó la
filosofía basada en el poder y por ello los misioneros también enseñaron a la gente de los nuevos
continentes a interpretar la Biblia de acuerdo con la filosofía de Platón en vez de hacerlo con el
punto de vista bíblico.
Hasta que la iglesia esté dispuesta a retornar a las formas extraordinarias de Dios, seguirá
disputando sobre títulos, posiciones y cuestionándose la autoridad reinante. Mientras siga copiando
ideas comunes desde el punto de vista secular, seguirá enredada en reuniones de consejo, reportes
de comités, reglas de orden y luchas por el poder. Mientras tanto, el pueblo de Dios no recibe
ayuda para alcanzar su potencial para hacer la obra de Dios que él diseñó para su reino.
Capítulo dos

MEDIDAS CONTRA LA CORRIENTE


No nos atrevemos a igualarnos ni a compararnos con algunos que tanto se
recomiendan a sí mismos. Al medirse con su propia medida y compararse unos con
otros, no saben lo que hacen.
— 2 Corintios 10:12

Yo tuve el privilegio de iniciar mi ministerio en Thousand Oaks, California, una ciudad creciente
nueva al oeste de Los Angeles. Las hermosas montañas y la brisa del océano atrajeron a mucha
gente que salió de la contaminada y congestionada ciudad. Cuando llegué a ser el pastor de jóvenes
de una iglesia recién formada, me impresionó la gran cantidad de casas nuevas. Sin embargo, a mi
llegada me enteré que la gente aprendía un significado nuevo atribuido al “paraíso perdido”.
Un constructor sin principios ni escrúpulos se dio cuenta de la falta de regulaciones firmes en
materia de construcción o la correspondiente supervisión en esta zona. Por lo tanto, utilizó
materiales de baja calidad y omitió las especificaciones reglamentarias sobre construcción. Al
visitar a algunas de las familias de la congregación, me di cuenta que se podía ver filtrarse los
rayos solares por las ranuras de los techos y paredes. Estas aberturas surgieron debido a que el
fundamento de las casas se estaba desmoronando. Acudieron los ingenieros a inspeccionar las
casas y encontraron que éstas habían sido construidas con fundamentos poco profundos, delgados
y sin el metal reforzador. Las hermosas casas empezaron a caerse en pedazos al hundirse la tierra
bajo ellas.
El mismo problema surge al edificar y establecer el liderazgo en el reino de Dios. La decisión
respecto al fundamento que ha de llevar el liderazgo determinará la fortaleza del ministerio. Pablo
hace una gran advertencia a los corintios y por ello también nosotros debemos tener cuidado en
cuanto al material de construcción que escojamos. A pesar de que Pablo está refiriéndose a la
edificación de nuestra vida individual, tiene gran aplicación a la edificación del liderazgo en el
reino de Dios.
Según la gracia que Dios me ha dado, yo, como maestro constructor, eché los cimientos,
y otro construye sobre ellos. Pero cada uno tenga cuidado de cómo construye, porque
nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo. Si
alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con
madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al
descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada
uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra
es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el
fuego.
— 1 Corintios 3:10–15

En todo el mundo los líderes del reino de Dios enfrentan la tentación de mirar al mundo y
copiar los principios de liderazgo de autores famosos sin compararlos con la Biblia. Un liderazgo
fundado en un cimiento equivocado caerá. Las Escrituras son claras respecto a que los líderes del
reino de Dios no deben copiar el comportamiento y las costumbres de este mundo (Levítico 18:3;
Colosenses 2:8). Los ejemplos del mundo se ven atractivos. Sin embargo, en vez de medir y
comparar estos principios con Jesús, nos comparamos unos con otros; y, siempre encontraré
ejemplo de alguien terrenal que me hará verme exitoso. Así como al principio, las cosas siguen
igual, habrá líderes que se “miden a sí mismos por sí mismos y se comparan consigo mismos” (2
Corintios 10:12 — parafraseado por el autor). Tal vez Jesús tenía esto en mente cuando contó la
parábola de los dos cimientos. Hay constructores prudentes, pero también los hay insensatos.
Quien oye y obedece, construye un ministerio que permanece firme (Mateo 7:24–27).
He pasado tiempo en las oficinas y hogares de muchos líderes cristianos alrededor del mundo.
Muchos tienen historias de liderazgos desmoronados y corazones quebrantados porque sus sueños
han quedado en la nada. La filosofía del mundo en cuanto al liderazgo parecía buena, pero al
ponerla en práctica no pasaba la prueba. Algunos de estos líderes estaban a punto de abandonarlo
todo. Su pasión por el ministerio se había desmoronado y se preguntaban si debían continuar.
Algunos de ellos viven en países donde la cultura no les permite rendirse y dejar todo y por ello
continúan sin corazón dispuesto ni visión del reino de Dios. Edificaron sobre un fundamento
fallido. Mi corazón anhela poder ayudar a aquellos líderes jóvenes a escoger un fundamento
apropiado y también ayudar a los líderes desanimados a edificar y fortalecer su esperanza.

Escogiendo nuestro punto de medición


De conformidad con el apóstol Pablo, la iglesia surge del “fundamento de los apóstoles y
profetas” (Efesios 2:20) — la Palabra de Dios revelada. Toda palabra revelada de Dios es su propio
aliento proveniente de su sabiduría y plan, cada palabra escogida y útil para cada situación,
incluyendo el liderazgo (2 Timoteo 3:16–17). Pedro nos recuerda que ninguna palabra encontrada
en la Biblia es producto de la imaginación del escritor (2 Pedro 1:19–21). Por lo tanto, si afirmamos
que somos aliados de Dios y obreros de él para edificar el reino de Dios a su manera, entonces su
Palabra (la Biblia) se convierte en su fundamento sobre el cual establecemos nuestro mensaje y
liderazgo.
En tiempos antiguos, todo un proyecto de construcción se comenzaba colocando la piedra
angular. Perfectamente labrada a la medida, esta piedra se convertía en el punto de referencia de
toda medición futura del edificio y su construcción. Muchas culturas no utilizan una piedra
angular, pero todas tienen un punto de referencia en el cual basan su construcción. En el Asia rural
esto se conoce como “el primer poste”. Otras culturas simplemente designan “el punto de
arranque”. Sin importar el nombre con que se le conozca, es el punto de donde se toman todas las
medidas.
Para ayudarnos a entender el punto de la medida correcta del reino de Dios, los escritores del
Antiguo y del Nuevo Testamentos señalaron al Mesías como la Piedra angular (Isaías 28:16;
Zacarías 10:4; Efesios 2:20). Las profecías señalan a Jesús (Apocalipsis 19:10). Los escritores del
Nuevo Testamento señalan a Jesús ya que su ministerio y sacrificio dominan su mensaje (1
Corintios 15:3). La piedra angular es Jesús, de quien ha de salir toda medida en el proceso de
construcción.
Los principios de Dios en cuanto al liderazgo no están escondidos. La Biblia nos da una
dirección y ejemplos claros del liderazgo divino. Las acciones y pensamientos de Dios son muy
distintos a las filosofías comunes del mundo. Si realmente creemos que la Biblia es el plano de
Dios y que Jesús es la piedra angular, mediremos nuestros motivos y acciones desde él y nuestro
liderazgo contra la corriente será descomunalmente fuerte.
Comenzaremos a investigar las cualidades de liderazgo bíblico, conocidas en este libro como
bloques para edificar. El mundo las verá como algo poco común; sin embargo, estoy convencido
de que Dios honrará a aquellos que regresen a su forma suprema de pensar y se comprometan con
su forma de servir.

Escogiendo nuestros bloques de construcción


Los bloques de construcción en el liderazgo del reino son las cualidades que la Biblia usa para
medir a un líder. La filosofía del liderazgo secular también usa algunas de las mismas palabras
enlistadas en este capítulo; sin embargo, sus definiciones le ponen un énfasis distinto en el
significado de las mismas. Cuando se mide usando la piedra angular, los significados entran en
conflicto. Seis de los bloques de construcción del liderazgo en el reino han sido escogidos con este
propósito y razón. Los presentaremos en su orden de importancia para edificar una iglesia fuerte.

Nehemías — un líder medido


Nehemías, un hombre a quien el mundo no consideraría como apto para el liderazgo, sobresale
como uno de los mejores ejemplos de liderazgo en el reino de Dios. Al tiempo que estudiamos y
avanzamos en estos seis bloques escogidos para esta lección, este hombre de Dios, quien cumple
en cada punto con los estándares de Dios, será nuestro ejemplo que abra nuestro entendimiento y
aplicación de lo que venimos diciendo.

Integridad
Nehemías era copero del rey de Persia (Nehemías 1:11) y, como tal, era considerado un hombre
exageradamente íntegro. La vida del rey dependía de la fidelidad de Nehemías. Su responsabilidad
era beber del mismo vino que se le servía al rey. Nehemías creía en la importancia de mostrar un
carácter de hombre de Dios. Fue por ello que descubrió las acciones de los líderes de Jerusalén y
de cómo trataban al pueblo. Debido a su forma de pensar que ellos tenían en cuanto al manejo del
poder, él los confrontó: “Lo que están haciendo ustedes es incorrecto. ¿No deberían mostrar la
debida reverencia a nuestro Dios?” (Nehemías 5:9). Poco tiempo después, reemplazó a estos
líderes con uno el cual “era varón de verdad y temeroso de Dios, más que muchos” (Nehemías 7:2
RVR 60).

Este bloque fundamental demanda mucha atención ya que es clave dentro de los seis. Jesús y
los demás inspirados para registrar todo en la Biblia, enseñaron más de la integridad que de
cualquier otro asunto relacionado con el liderazgo. La formación del carácter fue el fundamento y
base sobre la cual Jesús elaboró su Sermón del Monte al enseñar acerca del comportamiento y
actitud divina (Mateo 5:1–12), la reconciliación (Mateo 5:21–26), la fidelidad (Mateo 5:27–32),
la honestidad (Mateo 5:33–37), el perdón (Mateo 5:38–42), la humildad (Mateo 6:1–4), las
prioridades (Mateo 6:19–24) otros valores del carácter. Todo lo resume en la capacidad del ser
humano para amar a Dios y a los demás (Mateo 5:43–48; compare con 22:37–40).
La integridad despliega el fruto del Espíritu de Dios morando en nosotros (Gálatas 5:22–23).
Las cualidades y medidas de un líder de la iglesia del Nuevo Testamento tratan casi en su totalidad
con la fibra moral de la persona. Por lo tanto, si quitáramos este bloque de la construcción toda la
pared colapsaría.
En muchas publicaciones que encontramos en el mundo secular podemos rastrear y trazar el
columpio de la forma de pensar común dándole un énfasis a la ética del carácter hasta llegar al
énfasis que le atribuyen a la ética de la personalidad. “El éxito se convirtió en algo así como una
función de la personalidad, de imagen pública, de actitudes y comportamiento, destrezas y
técnicas, que lubrican los procesos de la interacción humana”. Hoy día las secciones de libros
sobre liderazgo en las librerías están atiborradas de libros acerca de vestirte de poder, vocabulario
del poder y pensamiento relativo al poder. Pocos libros tratan acerca de la importancia de los
valores y principios del líder.
El énfasis en la personalidad por encima del carácter tiene parte de la culpa de los fracasos
políticos y empresariales hoy día en el mundo y, desafortunadamente, también en la iglesia. Hemos
tenido un resurgimiento de lo que ocurrió en los días de Nehemías cuando la gente en la que Dios
confiaba para que fueran líderes se preocupaban más por cuidarse a sí mismos que por suplir las
necesidades de la gente y el pueblo confiado y entregado en sus manos para su cuidado (Nehemías
5:1–13). Este problema se presentaba vez tras vez en la historia del Antiguo Testamento (Ezequiel
34:2).
No resulta difícil trazar y llegar al meollo del asunto en cuanto a esta forma egoísta de razonar.
Nuestro estudio pudiera desplazarse por Nehemías, Ezequiel, Platón, Maquiavelo y otros.
Maquiavelo es un personaje que el mundo secular considera como pilar mismo del liderazgo
moderno. Él escribió en el Siglo XVI. Su libro, El príncipe (considerado todavía por muchos como
estudio clave para la formación de líderes), enseña que la integridad y la consistencia no siempre
son buenas para un líder.
Me atrevo a asegurar esto: que tener [cualidades buenas de carácter], mostrando y
practicar éstas en todo tiempo resulta dañino: y aparentar tenerlas es útil; por ejemplo,
parecer misericordioso, fiel, humano, franco, religioso, y serlo [el líder] cuya mente debe
concebir de tal manera que si fuera necesario no serlo, sería capaz y sabría cómo ser lo
contrario. Y esto resulta esencial entenderlo: que un [líder] y esencialmente un nuevo
[líder], no puede mostrar todos estos atributos por los cuales el hombre es considerado un
ser bueno.
Una mente y forma de pensar “nosotros-ellos” surge cuando los líderes se preocupan más por
alcanzar y mantener una posición y el poder en vez de su integridad. Los líderes se separan de sus
seguidores para mostrar control en vez de preocupación. Lo que los demás experimentan
solamente le preocupa al líder si amenaza o le da al líder la posibilidad de fortalecer su posición.
De cualquier manera, no se manifiesta ningún sentido de cuidado y preocupación por el
subordinado.
Existe un contraste muy extremo entre los perfiles de liderazgo creados por líderes seculares y
las medidas escritas por el apóstol Pablo. La forma de pensar común pone énfasis en la
personalidad, las apariencias, la experiencia, las destrezas de oratoria y la visión de mantener a la
gente alineada al objetivo perseguido. Con la excepción de “apto para enseñar”, la lista entera de
Pablo presenta unas cualidades excepcionales, todas teniendo que ver con la integridad de la
persona.
Así que el obispo debe ser intachable, esposo de una sola mujer, moderado, sensato,
respetable, hospitalario, capaz de enseñar; no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo
del dinero, sino amable y apacible. Debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le
obedezcan con el debido respeto.… No debe ser un recién convertido.… Se requiere
además que hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia …

Los diáconos, igualmente, deben ser honorables, sinceros, no amigos del mucho vino ni
codiciosos de las ganancias mal habidas. Deben guardar, con una conciencia limpia, las
grandes verdades de la fe.…

Así mismo, las esposas de los diáconos deben ser honorables, no calumniadoras sino
moderadas y dignas de toda confianza.
— 1 Timoteo 3:2–11

Mi profesor en el seminario definía liderazgo como “un carácter moldeado por una relación de
amor por el Señor y su pueblo”. Un líder que cumple esta definición siempre tomará decisiones
basadas en su medida personal comparada a Jesús como piedra angular y considerando aquello
que beneficie a los que son guiados o dirigidos. Mostrarán un deseo personal profundo de continua
superación y crecimiento (integridad) para proveer mejor a las necesidades de aquellos confiados
en su liderazgo.

Conocimiento con sabiduría


“Todo hombre prudente [sabio] procede con sabiduría” (Proverbios 13:16 RVR 60). “Porque
el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios”. (Proverbios 2:6). Los
ingredientes del conocimiento y la sabiduría se enlazan para formar un bloque de construcción.

Dependiendo del conteo de los meses entre Nehemías 1:1 y 2:1, pasan de tres a cinco meses
entre el tiempo en que Nehemías recibe el informe de la con dición de Jerusalén y su petición al
rey. Recuerde, Nehemías no era albañil o carpintero; le servía bebidas al rey. Sin embargo, basado
en la capacidad que muestra y el cuidado que tiene para detallar y presentarle al rey las necesidades
apremiantes en cuanto a la restauración de los muros de Jerusalén, podemos pensar que él pasó
esos tres o cinco meses aprendiendo todo en cuanto a la reedificación de los muros. Preste atención
a su inmediata y concreta respuesta a la pregunta del rey en cuanto a lo que se necesitaría para este
proyecto:
Entonces añadí: -Si a Su Majestad le parece bien, le ruego que envíe cartas a los
gobernadores del oeste del río Éufrates para que me den vía libre y yo pueda llegar a Judá;
y por favor ordene a su guardabosques Asaf que me dé madera para reparar las puertas
de la ciudadela del templo, la muralla de la ciudad y la casa donde he de vivir.
— Nehemías 2:7–8

La forma de pensar común escogería a un líder basada en el conocimiento, la educación y los


años de experiencia. Sin embargo, Dios escoge a gente dispuesta a aprender una vez que han sido
escogidos para la obra. Vez tras vez Dios seleccionó gente para liderazgo a aquellos que no tenían
ningún conocimiento específico para lo que los requería. En cambio, una vez aceptado el llamado
de Dios, la adquisición del conocimiento se tornó algo de suma importancia y primordial para
ellos. David no creció en las cortes del liderazgo. Pastoreaba y vivió los primeros años de su vida
apartado de los líderes. Aun así, anheló tener conocimiento, hasta el que descubría estudiando la
creación de Dios:
Un día comparte al otro noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin
lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan
hasta los confines del mundo!
— Salmo 19:2–4

Al leer sus salmos, notamos que David jamás pensó haber tenido ya el conocimiento completo
de cómo seguir a Dios de manera plena y guiar bien a su pueblo. Constantemente deseó que Dios
le enseñara la forma correcta (Salmos 25:4–5; 27:11; 143:8). Le pidió a Dios que le diera a conocer
su voluntad (Salmo 143:10). También Moisés oró: “Pues si realmente es así, dime qué quieres que
haga. Así sabré que en verdad cuento con tu favor. Ten presente que los israelitas son tu pueblo”
(Éxodo 33:13).
Jonás fue pastor en Tailandia por más de treinta años. De joven había establecido iglesias en
China hasta que se enteró que el gobierno le habia puesto en la lista para ser asesinado, por lo cual
tuvo que huir. Se fue a Birmania, dejando atrás su esposa e hijos. Su esposa murió de malaria y
jamás volvió a ver a sus dos hijos. Por veinte años estableció iglesias en Birmania hasta que se vio
amenazado de persecución teniendo que salir de este país. Llegó a Tailandia y continuó sirviendo
al pueblo de Dios. Por tres años consecutivos, Jonás asistió a nuestros seminarios de liderazgo,
sentado al frente y tomando notas como si jamás fuese a estudiar nuevamente. A sus ochenta y
cinco años le pregunté: “Jonás, ¿por qué sigues asistiendo a nuestros seminarios?” Contestó:
“porque todavía tengo mucho que aprender”. Jonás reveló su corazón de líder.
El escritor de Proverbios afirma que “El afán sin conocimiento no vale nada” (19:2). Por lo
tanto, aquellos líderes competentes siempre estarán aprendiendo y adquiriendo entendimiento
acerca de cómo cuidar de otros, cómo dirigir y cómo hacer que los nuevos líderes crezcan y se
desarrollen. Saben que jamás deben dejar de estudiar la Biblia. Buscan capacitarse y aprender
constantemente. Pasan tiempo ante Dios pidiendo sabiduría. Una iglesia u organización con líderes
que “ya lo saben todo” dejará de crecer ya que sus líderes se estancan.
Las Escrituras jamás presentan el llamado de una persona al liderazgo por su conocimiento.
Sin embargo, todos los líderes que Dios llamó, tuvieron éxito porque estuvieron dispuestos a
aprender todo lo que Dios tenía para ellos. Después de todo, el conocimiento en sí solo ofrece poco
valor a un líder. El líder también debe crecer en capacidad para aplicar apropiadamente lo que
aprende.
Nehemías repetidamente mostró sabiduría en su proyecto de la reconstrucción del muro de
Jerusalén. Primero, descansó y se puso al tanto de la situación informándose con la gente de la
ciudad (2:11). Investigó las necesidades antes de revelar su plan (2:12–16). Max DePree, un
cristiano ejemplar, escritor y exitoso hombre de negocios, escribe: “La primera responsabilidad de
un líder es definir y entender la realidad.” Esto es similar al informe entregado por los hombres de
Isacar: “expertos en el conocimiento de los tiempos, que sabían lo que Israel tenía que hacer” (1
Crónicas 12:32).
Le agradó a Dios que Salomón escogiera correctamente cuando tuvo la oportunidad de pedirle
algo. En vez de buscar el poder y la riqueza, pidió la sabiduría y el conocimiento para guiar el
pueblo de Dios (2 Crónicas 1:10). Por el buen deseo de Salomón, Dios le respondió dándole
sabiduría y riqueza. La respuesta de Dios a Salomón nos da evidencia de cómo mide él a los
actuales líderes de su reino.
Salomón, en su sabiduría que Dios le dio, describe este bloque de construcción tan importante
en nuestro perfil de liderazgo. La sabiduría nos da disciplina, prudencia y justicia (Proverbios 1:3).
El líder que obtiene sabiduría tendrá conocimiento, discreción y será buen guía (Proverbios 1:4–
5). Alcanzar el buen juicio y entendimiento le provee al líder más ventaja que la adquisición de
oro, plata o rubíes (Proverbios 3:14–15). Por lo tanto, Salomón escribe que “Dichoso el que halla
sabiduría, el que adquiere inteligencia” (Proverbios 3:13).
Salomón y el apóstol Santiago revelan la disponibilidad de la sabiduría a aquellos que la piden
(Proverbios 2:6; Santiago 1:5–6). Los líderes del reino buscan la capacidad para ejercer buen juicio
más que buscar una posición o un título de honor. Santiago plantea la diferencia entre la sabiduría
divina y la de poder proveniente de la filosofía griega, muy prominente en sus días. Para “mostrar
sabiduría como el mundo la concibe” la persona debe ser ambiciosa, buscarse promoción propia y
asegurarse del poder necesario para sobreponerse a los demás (causando envidia y amargura)
(3:14–15). Santiago dice que la sabiduría de Dios ofrecida a los líderes del reino conlleva humildad
(3:13); es “pura, pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y
sincera” (3:17).
El conocimiento y la sabiduría no pueden estar separados en el liderazgo del reino. Hacen
pareja junto con la integridad, y bajo la medida de Jesucristo estas cualidades resultan esenciales
para tener un liderazgo sólido. Continuando en la edificación sobre la cimentación de Jesús,
proseguimos para encontrar más evidencias de lo que Dios busca mientras mide a una persona apta
para su liderazgo.

Pasión
La palabra pasión describe “una emoción poderosa y atrayente.” Proviene del latín sufrir, y
que describe a una persona que siente que debe seguir el llamado de su corazón. No hacerlo implica
sufrir.
Nehemías fue guiado por “lo que mi Dios me había motivado hacer por Jerusalén” (2:12). Su
ardiente deseo por servir a Dios y a su pueblo presenta a Nehemías como el más grande de los
líderes bíblicos. Su sufrimiento fue notorio que no pudo pasar desapercibido por el rey persa a
quien servía. El rey le preguntó: “-¿Por qué estás triste? No me parece que estés enfermo, así que
debe haber algo que te está causando dolor” (2:2). Su conocimiento de la devastada muralla de
Jerusalén le pesaba tanto que era insoportable y se evidenciaba en su rostro. Dios busca tales
personas en quienes puede encender se el espíritu de “debo actuar.”
La pasión empieza con una chispa que crece hasta formar una llama dentro del corazón y la
mente. Moisés empezó su viaje de regreso a Egipto en obediencia, no con pasión. Dios tuvo que
alentar el fuego lento que ardía en Moisés y que mantenía brazas muy profundas y escondidas muy
en el fondo de su corazón; un fuego que ardió encolerizado cuando se dio cuenta que los
maltratados esclavos israelitas eran su raza. Fue una pasión mal dirigida la que lo llevó a matar al
capataz egipcio. Dios le recordó a Moisés que su raza (pueblo) seguía sufriendo. Entre más se
acercaba Moisés a Egipto, su fuego ardía más y más fuerte dentro de él; el cual, ahora que era
dirigido por el Espíritu de Dios, llegó a ser una pasión que seguía el curso correcto.
Lo primero que Moisés pensó en cuanto al llamado de Dios fue algo así como “no tengo lo que
se requiere para hacer este trabajo, envía a otra persona” (lea Éxodo 3:11). Muchos de los líderes
del reino de Dios iniciaron su jornada de liderazgo pensando: “otra persona es la que debe ir”. Una
pareja nota que han quedado muchos niños huérfanos como resultado de un desastre natural o
epidemia y dice: “alguien debe cuidar a estos niños”. Una mujer ve la necesidad de que los niños
aprendan de Jesús y dice: “alguien debe iniciar una escuelita dominical para niños”. Un hombre
visita a sus parientes que viven en un pueblito cercano al suyo y se da cuenta que allí no se ha
predicado el evangelio. Recapacita: “¡alguien debe establecer una iglesia en ese lugar!”
Cuando mi esposa y yo nos percatamos de la falta de capacitación a los líderes de las iglesias
en países en vías de desarrollo concluimos que alguien debía ir a ellos para enseñarles. Después
escuchamos las estadísticas de jóvenes extranjeros que acudían a Estados Unidos para estudiar
pero que ya no regresaban a sus países de origen. Dijimos: “debemos ir a enseñarles a sus países
para que no tengan ellos que ingresar a Estados Unidos. Después de acudir a ellos y capacitarlos
por poco tiempo, nos llegaban las cartas y llamadas rogándonos que “por favor volviéramos a
enseñarles pero por más tiempo”. Pensamos, “lo haremos en nuestras vacaciones”. Sin embargo,
Dios seguía alentando el fuego que ardía más y más hasta que contestamos afirmativamente. Hoy
día, sufriríamos si no enseñamos.
Es muy posible que Nehemías haya dicho “alguien debe reconstruir la muralla”. La pasión no
siempre empieza con alguien que diga “yo lo haré”. Sin embargo, entre más contemplamos el peso
de la situación sobre sus hombros, notamos que su conclusión es “Dios quiere que yo vaya y lo
haga”. Entonces, empezamos a notar el sufrimiento de espíritu por el que pasan si la tarea no se
hace. Jeremías lo describe así:
Si digo: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre, entonces su palabra en
mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo
posible por contenerla, pero ya no puedo más”.
— Jeremías 20:9

Cuando mis hijos se unieron a los Boy Scouts, yo me hice líder de los Boy Scouts. Yo quería
pasar tiempo con mis hijos y también me servía para compartir mi fe y capacitar a líderes futuros.
Como líder, yo también asistí a sesiones de entrenamiento. Una noche en la que estábamos
alrededor de la fogata el líder nos preguntó a todos por qué queríamos ser líderes de los Boy Scouts.
Más de la mitad de los hombres presentes dijeron no tener una razón; el líder de su iglesia les dijo
que tenían que acudir al entrenamiento y allí estaban. Casi ninguno de ellos mostraba interés
alguno en la capacitación. Con el paso del tiempo durante los meses de entrenamiento atestigüé
que esas personas se fueron poco a poco. No tenían la pasión requerida para ser líderes de los Boy
Scouts.
Yo podría hacer una lista larga con todas las razones débiles respecto al porqué se invita a la
gente a ser parte del liderazgo en la iglesia. Algunas de ellas son las siguientes. “Hazlo líder y
cambiará su vida pecaminosa que lleva”. “Hazlo líder y acudirá más seguido a las reuniones”.
“Hazlo líder porque es fiel y siempre está puntual en las reuniones”. La lista podría incluir a
aquellas personas que se escogen por su posición social, educación, tienen un negocio propio o
por su generosidad a la congregación. Muchos miembros destacados en la congregación no tienen
el deseo de ser líderes, pero se les ruega hasta que aceptan serlo.
Pablo habla de un líder potencial de la iglesia al señalar que es alguien quien “desea” serlo (1
Timoteo 3:1). Sin un corazón dispuesto a servir en la iglesia habrá ausentismo, resistencia a su
capacitación y entrenamiento, y problemas potenciales en la lucha por el poder ya que la persona
no entiende el propósito y la dirección o rumbo que debe tomar. El reino necesita líderes que tienen
un corazón deseoso de cumplir con el mandato que Dios dejó en manos de la iglesia, personas que
sufren si no llevan a cabo la obra encomendada en sus manos.

Visión
Nehemías podía estar en Persia pero su mente estaba fija en la reconstrucción de los muros de
Jerusalén y ver la confianza de la ciudad también restablecida. Mientras Jesús estaba parado en
una montaña fuera de Jerusalén, comisionó a sus seguidores diciéndoles “vayan y hagan discípulos
de todas las naciones” (Mateo 28:19). En su mente pudo ver discípulos alcanzando y llegando a
todos los rincones del mundo. Vio todo iniciarse en Jerusalén, propagándose por Judea y Samaria
antes de continuar hacia los confines de la tierra (Hechos 1:8). El apóstol Pablo se vio a sí mismo
haciendo un alto en Roma en su viaje a España (Romanos 15:24, 28).

Un arquitecto me dijo que él construye una casa tres veces antes de que alguien la habite.
Primero, la construye en su mente, visualizando cada detalle. Luego, la casa toma su forma al ir él
dibujándola para hacer el plano. Finalmente, el constructor toma el plano y edifica la casa. La casa
llega a ser una realidad palpable. Sin esa primera visión, no habría casa. La visión es la habilidad
que se tiene para saber qué se necesita hacer y fijarse una fotografía mental antes de llevar a cabo
el proyecto.
Muchos líderes de iglesias son como los conductores que únicamente se guían mirando por el
espejo retrovisor del automóvil. Hacen una evaluación de acuerdo al pasado para estrellarse en el
futuro. Cada vez que un líder tiene una nueva idea, estos asesinos de visión dicen “haberlo
intentado antes pero no funcionó”. “Jamás lo hemos hecho así antes”. “Jamás hemos hecho eso
antes”. “Nuestros misioneros no nos enseñaron así”. Un líder debe revisar el espejo de la historia;
sin embargo, el futuro no puede ser controlado por ese espejo y esa visión.
Los buenos líderes tienen la vista fija en la carretera frente a ellos. Anticipan necesidades que
otros no ven y éstas sorprenden a los que no están alertas. Ven las modas y oran por sabiduría para
saber cómo usarlas o evitarlas. Sienten la responsabilidad de compartir la visión que Dios les ha
dado, asegurándose que los seguidores las entiendan y tengan el conocimiento para tomar una
decisión para su realización.
La visión le da esperanza a la gente al saber que la iglesia que aman continuará.
La visión da dirección a los seguidores. El escritor de Proverbios sabiamente informó: “Sin
profecía el pueblo se desenfrena” (Proverbios 29:18, RVR 60). Este pasaje está refiriéndose a una
visión profética. La palabra hebrea para desenfreno usada en este proverbio describe a un grupo
de personas que están “fuera de control, corriendo desenfrenadamente o sin límite alguno. Un
cuadro o panorama de lo que Dios quiere lograr en su iglesia le ayudará al líder a reunir a la gente
en busca de una dirección común. Como lo hicieron los profetas, los líderes del reino buscarán el
plan de Dios al caminar en una relación con el Padre, permitiéndole a Dios hablar en y a través de
ellos.
Cuando yo llegué a Anaheim, California como pastor líder de la congregación, esta iglesia que
una vez fue famosa había experimentado años de constante caída. La moral de los miembros era
deficiente y muchos se fueron a otras congregaciones. Empezamos a evaluar el problema,
conversando con individuos y grupitos. Una vez concluida mi primera investigación y habiendo
entregado los resultados a los líderes de la congregación, éstos determinaron que la gente mostraba
ocho diferentes direcciones en las que querían ir. La mayoría de los deseos de la gente era regresar
al pasado enfocándose en lo que la iglesia había sido.
Un campesino ni siquiera puede concebir la idea de empezar a arar la tierra con una yunta de
bueyes uncidos cada uno por su lado y jalando hacia direcciones opuestas. La iglesia de Anaheim
era como tener ocho bueyes jalando cada uno en dirección opuesta a los demás, mostrando cada
uno una idea distinta. Nos tomó alrededor de dos años de oración para que la gente entendiera
plenamente la visión de Dios. Una vez logrado, todos empezamos a caminar en la misma dirección.
Nuevamente regresaron la esperanza y la alegría a la congregación al compartir una visión común
y desplazarse la iglesia en la dirección de Cristo.
Si los líderes de una organización no tienen otra visión más que la de mantener lo que ya tienen,
ese cuerpo morirá. Jesús presenta a su iglesia como algo imparable y siempre avanzando en
constante movimiento (Mateo 16:18). El reino necesita líderes dispuestos a avanzar y que animen
a otros a hacer lo mismo. Para desplazarse hacia adelante, los líderes necesitan tener el quinto
bloque de construcción en nuestra medida contra la corriente del liderazgo del reino de Dios, un
ingrediente al cual le dedicaremos todo un capítulo en este libro, pero del cual hablaremos
brevemente en este momento.

Valor
El liderazgo del reino pone como prioritario la importancia de la integridad. Busca y persigue
a aquellos que están dispuestos a crecer en conocimiento y pasión con una visión del reino. Sin
embargo, muchos líderes se quedan estancados aquí. Jamás ven sus sueños realizados. Muchos
buenos cristianos permanecen petrificados en sus deseos de que las cosas se hagan en el reino.
Tienen grandes sueños e ideas brillantes en ellos; constantemente hablan de lo que quieren hacer;
pero les falta el valor para actuar.

El valor ocupa el quinto de los seis bloques del liderazgo del reino. Si el líder no tiene la fuerza
para llevar a cabo la visión, la gente andará de un lado para otro mientras esperan que alguien se
atreva a liderar. Necesitamos a un Nehemías que valientemente se ponga al frente de la gente y
diga “creo que debemos ir en esta dirección” y empezar a caminar.
¿Fue flojera o temor lo que obstaculizó que la gente de Jerusalén reconstruyera los muros?
Jamás lo sabremos a ciencia cierta. Sin embargo, sabemos que varias situaciones de la ciudad
necesitaban ser atendidas para que el proyecto fuera exitoso. Los vecinos del norte, Samaria, no
querían que las murallas fuesen reconstruidas. Criticaron y amenazaron para que la construcción
parara. Los líderes que vivían en Jerusalén no convivían con el pueblo común y les cobraban altas
tasas de interés y aplicaban excesivos impuestos para continuar con su muy cómodo estilo de vida.
Alguien tenía que levantar la voz y liderar, diciendo: “glorifiquemos a Dios reconstruyendo los
muros de su ciudad”.
Liderar es actuar. Tener valor es emprender, primero la propia vida, porque el
verdadero héroe no es la persona que conquista a otros sino el que se conquista a sí mismo.
Entonces ya es posible encargarse de las organizaciones … valor es actuar con una
iniciativa sostenible.
Un estudio de gran importancia hecho por una universidad norteamericana descubrió que de
todos los ingredientes que un líder debe poseer, el valor sobresale como la cualidad que casi
siempre hace falta. Cuando he enseñado esta lección en muchos países, la respuesta más común
recibida de los participantes es su confesión de que este punto es el que les pega más fuerte. Hablan
de visiones y esperanzas para el reino, pero sus temores los obstaculizan.
El temor a fallar persigue tanto a los líderes experimentados como a los potenciales. Creer en
que se ha de fallar etiqueta a alguien como un líder débil. Algunos sienten que es más seguro no
intentarlo que proceder a realizar algo nuevo y quedarse corto. Teniendo esto en consideración, la
Biblia da ejemplos de líderes que en sus fallas aprendieron lecciones que no tan sólo benefició su
liderazgo sino que también son de ayuda a otros. Josué aprendió de su fallido ataque a Hai (Josué
7:3–4). David aprendió de su amorío y adulterio con Betsabé (Salmo 51). Juan Marcos se tornó en
alguien valioso en el ministerio después de su primer falla (Hechos 15:37–39; 2 Timoteo 4:11).
En el liderazgo del reino de Dios, fallar no te descalifica sino que contribuye a tu conocimiento y
sabiduría.
Muchas tareas y responsabilidades encomendadas a los líderes del reino quedan sin realizarse
porque los responsables temen ser criticados. El liderazgo es un riesgo. Algo que está garantizado
es que cualquiera que se ponga al frente recibirá críticas, se dudará de él y muchos se opondrán a
lo que quiera realizar. Es por ello que mucha gente calificada se atemoriza y se van sin correr el
riesgo. A pesar de las severas críticas y fuertes amenazas de los líderes judíos, Pedro y Juan
respondieron pidiendo que la iglesia orara por ellos para que no tuvieran miedo ni temor (Hechos
4:29). Al parecer, el ministerio de Pablo atrajo a sus críticos en cualquier lugar que llegó a pararse.
Por lo tanto, les pidió a los de Éfeso que oraran por él para dar a conocer y proclamar con valor el
misterio del evangelio (Efesios 6:19–20). Nuestro Padre celestial está listo para proveer lo que
necesitamos en los momentos que enfrentamos temor de cualquier clase.
Antes de entrar a la tierra prometida, Josué recibió instrucciones para su liderazgo, primero de
Moisés y luego de parte de Dios. Primero, Moisés le advierte a Josué que no permitiera que el
temor lo desanimara (Deuteronomio 31:6, 8); sino que fuera esforzado y valiente (Deuteronomio
31:6, 7, 23). Después de la muerte de Moisés, Dios le da a Josué instrucciones similares: “Sé fuerte
y valiente” (Josué 1:6, 7, 9, 18); “¡No tengas miedo ni te acobardes!” (Josué 8:1; 10:25). Tanto
Moisés como Dios sabían que los temores y el miedo pueden plagar la vida del líder. Por lo tanto,
querían que Josué supiera que no estaría solo en lo encomendado en sus manos; Dios estaría con
él.
Tanto Moisés como Dios usan una combinación sumamente interesante respecto al coraje y el
desánimo. En inglés estos dos términos (courage y discourage) contienen la palabra “cour” del
francés que viene del latín “cor” y significa corazón. Corazón es sinónimo de fuerza o pasión.
Animar a una persona a tener coraje significa darle corazón y desanimarle es quitarle corazón, o
destruirle su pasión para llevar a cabo una tarea encomendada. Los dos guías de Josué entendían
que el temor acecha en todo momento la mente del líder. Pero al darse cuenta Josué que no lucha
solo debe darle la fuerza para sobreponerse a su influencia.
Tener valor no quiere decir no tener miedo, sino que implica la voluntad de continuar a pesar
de las fallas o la crítica. Le dedicaremos toda una lección en este libro a este tema y veremos que
el valor proviene de una pasión derivada de una necesidad mayor que nuestros miedos.
Nuestro Dios, el cual estuvo con Nehemías, Josué y otros más, ha prometido estar con nosotros
(Mateo 28:20). A través de la pluma de Pablo Dios nos recuerda que un espíritu de timidez no
procede de él (2 Timoteo 1:7). El quinto bloque en el liderazgo del reino de Dios hace un llamado
a hombres y mujeres que quieran vencer sus temores que sus corazones albergan y se pongan al
frente diciendo: “¡Síganme!” Detrás de estos líderes el reino necesita seguidores que les den
corazón y digan: “estamos contigo, usa el conocimiento, la visión y las destrezas que Dios te ha
dado”.

Habilidades (Destrezas)
Desde el punto de vista bíblico, el bloque de construcción superior de liderazgo es el que más
se ha malentendido. No tiene pasajes bíblicos asociados ya que ningún escritor menciona la
presencia de habilidades de liderazgo o los requisitos que una persona debía reunir antes que Dios
la llamara a servir. Los líderes bíblicos sí mostraron habilidades. Sin embargo, Dios jamás le hizo
el llamado a una persona basándose en sus habilidades. En toda medida respecto a un líder bíblico
se podría hallar mencionada sólo una habilidad: “un obispo debe ser capaz de enseñar” (1 Timoteo
3:2). A pesar de todo esto, muchos huyen en cuanto a aceptar responsabilidades de líder porque se
sienten deficientes en sus habilidades. Desde el punto de vista del reino de Dios, como con el
conocimiento, no se trata de cuanto se conoce, sino de lo que estás dispuesto a aprender.
Seamos claros en que liderazgo es una habilidad. Es el poder de influenciar a personas a seguir
y crecer hacía la meta de Dios. Habilidad en liderazgo tiene muy poco que ver con talent natural.
Y tiene todo que ver con discernir el liderazgo de Dios y establecer la confianza necesaria para
inspirar a los seguidores. Al mencionar habilidades la mayoría de la gente piensa en la facilidad
de hablar en público, de coordinar un proyecto o dirigir una reunión. Según estas habilidades
muchos juzgan su propio grado de liderazgo.
Las hablidades son importantes; es por ello que aparecen entre nuestros bloques para la
edificación. Sin embargo, el pensamiento común de nuestro tiempo es buscar primero las
hablidades en un candidato a líder. Es muy común invitar a un hombre de negocios, a un famoso,
a un administrador para que forme parte del liderazgo en la congregación porque pensamos que
por su posición en la sociedad debe tener hablidades. Muy poco se considera y se procura un
pensamiento más profundo: la integridad, el conocimiento o el valor como medidas que
deberíamos usar para escoger a los líderes del reino de Dios. Si fijamos como prioridad más
importante a las habilidades entonces desechamos inmediatamente casi a todo líder tanto del
Antiguo como del Nuevo Testamentos. Un proverbio antiguo en cuanto al liderazgo afirma que
“donde Dios hace el llamado, él equipa”.

Conclusión
Estos son los bloques de la construcción para el liderazgo del reino de Dios: seis ingredientes
sumamente importantes de todo el panorama en cuanto al liderazgo. Todos deben partir y ser
medidos en relación a la piedra angular. Todos son importantes. Sin embargo, la integridad está
ubicada en el centro de donde parte la construcción porque si esta faltara todo lo demás se
derrumbaría.
Al igual que las hermosas casas de Thousand Oaks, California, muchas congregaciones y
negocios se están derrumbando porque tienen cimientos defectuosos. Los líderes del reino
escuchan el reto de construir sobre el cimiento de la Biblia, un llamado excelente y profundo,
mucho mejor que el que se encuentra en la sabiduría común.
También debo mencionar algo a aquellos cristianos de excelencia, hombres y mujeres que,
aunque espiritualmente aptos para ejercer el liderazgo, continuamente rechazan el llamado de Dios
debido a que se juzgan y comparan a sí mismos tomando en cuenta los estándares del mundo:
educación, experiencia, apariencia física y destrezas. La humildad no requiere que neguemos los
dones que Dios nos ha dado. No hay ningún honor o alabanza en negar la capacidad de Dios para
obrar a través de nosotros. La humildad se muestra en el servicio y da el crédito a QUIEN nos llamó,
equipó y está con nosotros todos los días.
Sé fuerte y valiente, porque tú harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a
sus antepasados. Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley
que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para nada; sólo así tendrás éxito
dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche;
cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. Ya te
lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el SEÑOR
tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.
— Josué 1:6–9
Capítulo tres

PROPÓSITO CONTRA LA CORRIENTE


La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.
— 1 Samuel 16:7
El espíritu humano es la lámpara del SEÑOR, pues escudriña lo más recóndito del
ser.
— Proverbios 20:27

Cuando muchos escuchan el término “liderazgo” en lo primero que piensan es posición, poder y
autoridad. El rey Saúl tenía los tres, además de ser alto y guapo (1 Samuel 9:2). Sin embargo, no
tuvo el favor de Dios. Un pastorcito, el más joven de ocho hermanos, reemplazó a Saúl. David
creció y se convirtió en el mejor líder de la historia pre-mesiánica de Israel. ¿Qué hizo la
diferencia? Tal vez la respuesta se encuentre en las palabras del profeta Samuel cuando acudió a
decirle al rey Saúl que su cetro había sido arrancado de sus manos y ya no sería más el líder de su
reino.
Pero ahora te digo que tu reino no permanecerá. El SEÑOR ya está buscando un hombre
más de su agrado, pues tú no has cumplido su mandato.
— 1 Samuel 13:14

Cuando Samuel se dirigía a ungir al joven David como futuro líder del reino, Dios le dio una
encomienda especial al profeta para que éste supiera a quien debía escoger.
Pero el SEÑOR le dijo a Samuel: -No te dejes impresionar por su apariencia ni por su
estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el
corazón.
— 1 Samuel 16:7

Trescientos años más tarde, nuevamente Dios está disgustado con Israel. No era el reino que
había esperado. Los israelitas seguían acudiendo al templo a ofrecer sus sacrificios. Seguían
diciendo las mismas oraciones y cantando los himnos apropiados (Isaías 1:10–15). ¿Cuál era el
problema? Isaías lo define como el mismo problema que Dios vio en Saúl. “Este pueblo me alaba
con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no es más
que un mandato enseñado por hombres” (Isaías 29:13).
Jeremías confirmó este problema al describir las maldades que veía en Israel (Jeremías 12:2).
Jesús recalcó la acusación de los profetas en Marcos 7:6 cuando los líderes espirituales de Israel
acusaron a sus discípulos de no guardar las tradiciones orales que los eruditos judíos le habían
anexado a la ley.
Algunos dirían que el primer ingrediente que Dios busca es la obediencia. Sin embargo, el rey
Saúl y el pueblo que vivió en los días de Isaías y Jeremías podían confiadamente decir que ellos
habían sido obedientes. Los fariseos habrían negado rotundamente cualquier sugerencia de
desobediencia de su parte. Todos ellos participaban en los rituales religiosos.
Tener un corazón conforme al corazón de Dios, estar cerca de Dios o tener un corazón para
Dios quiere decir que detrás de cada acción y decisión hay un deseo de cumplir con el propósito
inalterable de Dios (Salmo 33:11; Hebreos 6:17). El propósito de Dios no se cumple con
observancias de rituales. Tan importante como lo es el carácter, el propósito de Dios va más allá
de simplemente vivir una “vida moral buena”. Hay gente de buen carácter que puede tener un
propósito equivocado. El propósito alinea nuestro corazón y nuestra cabeza con nuestras manos
en acción. El propósito del liderazgo en el reino es modelar y perpetuar el “corazón de Dios”. Para
entender lo que eso significa, consideremos dos formas de ver el corazón de Dios y su aplicación
al propósito del reino.

La naturaleza del corazón de Dios


Regresemos al jardín del Edén y preguntémonos el propósito por el cual Dios lo creó. ¿Creó
al ser humano para el jardín o al jardín para el ser humano? Si el propósito de Dios fue crear un
hermoso jardín para placer de él mismo, entonces creó al ser humano como esclavo para cuidar
del jardín. Cuando el ser humano falló fue expulsado del jardín para vérselas por sí mismo. Si Dios
creó al jardín para el hombre y la mujer, entonces su propósito en plantarlo fue para proveer lo
mejor para su creación especial. El jardín fue un acto de amor. Cuando el ser humano falló, Dios
echó a andar un nuevo plan para cumplir con su propósito.
Desde la tierna creación de Adán y Eva en el jardín del Edén a la gracia mostrada a su creación
mediante la muerte de su Hijo, el corazón de Dios únicamente muestra “amor”. Juan declara de
manera contundente: “Dios es amor” (1 Juan 4:8). En su evangelio Juan escribió: “Porque de tal
manera amó Dios al mundo” (Juan 3:16). En toda la Biblia encontramos que Dios actúa por amor.
La ley entregada a Israel fue diseñada para dar una calidad de vida muy superior a la experimentada
por cualquier otra nación limítrofe de Israel. Se muestra en el amor de un pastor por sus ovejas
(Salmo 23; Ezequiel 34). Se le ve en la ilustración de Jesús acerca del padre parado frente a su
casa esperando el regreso de su hijo pródigo (Lucas 15:11–24). El amor que apreciamos en estas
enseñanzas y narrativas únicamente se puede caracterizar como un amor excepcional que fluye de
la forma superior de pensar y actuar de Dios.
Si queremos entender el corazón de Dios, simplemente tenemos que estudiar el ministerio de
Jesús. Ver su compasión por los dolidos. Verlo bendecir a los niños. Observar su pasión por el
propósito de su Padre para la gente. Escúchelo ofrecerle agua viva a la mujer sedienta espiritual
en el pozo de Jacob (Juan 4). Note su deseo de ofrecer “vida abundante” a todo aquel que esté
dispuesto a aceptarla (Juan 10:10). Sienta sus lágrimas derramadas en la tumba de su amigo Lázaro
(Juan 11). Véalo inclinarse para lavar los pies a sus discípulos (Juan 13). Sin embargo, su mayor
acto de amor fue cuando tuvo que contener su poder para darle paso a su crucifixión porque sabía
que era para nuestro beneficio.
Así como el amor es la palabra descriptiva en relación a la naturaleza del corazón de Dios,
también debe ser la palabra clave que describa el corazón del líder en el reino de Dios. “De este
modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Juan 13:35). El amor
se torna una prioridad difícil para un líder cuyo enfoque es la posición, el poder y la autoridad. El
amor no es una práctica de aquel líder que lucha por obtener su propio éxito. El amor no es algo
que escoge poner en acción el líder que siente que debe controlar y dirigir la vida de las personas.
Cuando el apóstol Juan escribe de la llegada de Jesús a la tierra, tres veces usa la palabra
“gracia” (Juan 1:14–17). En este párrafo, Juan declara algo sumamente interesante que nos muestra
el corazón y propósito de Jesús (Dios encarnado). Dice: “De su plenitud todos hemos recibido
gracia sobre gracia, pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad
nos ha llegado por medio de Jesucristo” (Juan 1:16–17). Considere usted a la gracia como el amor
que va más allá del sentido común. La gracia es el amor puesto en acción. Es ir más allá de las
respuestas comunes ante los problemas de la gente a una respuesta excepcional que se enfoca en
las necesidades. Nuestra respuesta común al pecado y la debilidad es la ley. Sin embargo, la
respuesta de Dios, a través de Jesucristo, es la gracia.
Ya no están bajo la ley sino bajo la gracia.
— Romanos 6:14

No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría


muerto en vano.
— Gálatas 2:21

Si la herencia se basa en la ley, ya no se basa en la promesa; pero Dios se la concedió


gratuitamente a Abraham mediante una promesa.
— Gálatas 3:18

Pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús
efectuó.
— Romanos 3:24

El corazón de Dios es un amor excepcional que se demuestra a través de sus actos de gracia:
perdón, visitar a los enfermos, visitar a los prisioneros, arropar a los desnudos, alimentar a los
hambrientos, etc. (Mateo 25:34–46). Por esta razón el líder del reino debe basar el liderazgo en el
amor de Dios que continuamente trata con la gente en base a la gracia en vez de la condenación.
Sin embargo, la forma común del mundo es escribir reglas, políticas y normas, crear cadenas de
mando y dictar responsabilidades. El pensamiento común dicta: “asciende un escalón y toma el
control”. De acuerdo con el pastor y escritor sobre liderazgo Henri Nouwen, es más fácil ejercitar
el poder que ejercitar el amor. Es más fácil controlar a la gente que amarla. Se necesita más poder
de liderazgo y autocontrol para amar y confiar que ser autocrático.
Por todo el mundo encontramos un liderazgo que ha sido seducido por el poder. Los líderes
establecen sus reinos en vez de propagar el reino de Dios. Para hacerlo, hacen hincapié en la ley
en vez de en la gracia. Se fijan reglas estrictas que causan dolor y separación, en vez de la gracia
que lleva a la sanidad y a la unidad. Los sermones están diseñados para regañar a la gente y para
hacerles saber que no se ajustan a las medidas, en vez de un mensaje de gracia que libera y edifica
a la gente.
Escuche usted las palabras del famoso erudito ruso Alexander Solzhenitsyn:
Una sociedad basada en la letra de la ley, sin ascender nada, falla en sacar ventaja de
todo el potencial de las amplias posibilidades del ser humano. La letra de la ley es
demasiado fría y formal como para beneficiar a la sociedad. Siempre que los tejidos de la
vida están siendo entretejidos por relaciones legalistas, esto crea una atmósfera de
mediocridad espiritual que paraliza los impulsos más nobles del hombre.
La ley dictaba quien era aceptado y quien rechazado. La gracia se extiende para aceptar. La
ley define el pecado. La gracia demuestra el perdón. La ley ata a la gente con leyes y reglamentos.
La gracia edifica a la gente en acuerdo con el diseño divino. La ley limita a la gente. La gracia
libera a la gente. La ley existe para conducirnos a Jesús. Jesús vino para guiarnos a tener una buena
relación con el Padre. El líder del reino debe luchar siempre contra la tentación de dedicarse más
a la ley que a la gracia, construir su propio reino en vez del de Dios.
Jesús comisionó a sus discípulos para que fueran a todo el mundo a predicar un mensaje de
“arrepentimiento y perdón de pecados” (Lucas 24:47). Su mensaje es buenas noticias (Lucas 4:43)
que hace hincapié en la gracia. Lucas, el historiador de la iglesia, relata que Pablo y Bernabé
predicaron un “mensaje de gracia” (Hechos 14:3). Siempre que enseñaban, su énfasis era en la
gracia. Eran las buenas noticias, ese amor excepcional y extraordinario que mandó a Dios a la cruz
para que el hombre quedara libre. El líder que lucha por ser una persona “conforme al corazón de
Dios” debe demostrar este concepto alto del amor que fluye del corazón de Dios. Es un amor que
se preocupa y libera al pueblo de Dios. A pesar de que John Killinger les escribe a los pastores y
predicadores, creo que les habla a todos los líderes del reino que desean mostrar el corazón de
Dios.
Por lo tanto, el primer llamado del predicador es a amar … debemos amar a la
comunidad y amar a la gente que pertenece a la comunidad. No es suficiente, si alguien
quiere predicar, estar enamorado de la predicación. No es suficiente estar enamorado de la
filosofía cristiana. Ni siquiera es suficiente estar enamorado de Dios. Debemos amar a la
gente y amar la visión de Dios en cuanto a la comunidad. Entonces podremos predicar.
Entonces podremos servir en la iglesia o la comunidad. Estas palabras no son únicamente para
aquellos que predican, sino para todos aquellos que ansían representar a Dios en el ambiente del
hogar, de la comunidad o del trabajo.

El deseo del corazón de Dios


El escritor de Proverbios señala que Dios tiene un propósito que se impone sobre los proyectos
del ser humano (19:21). Pablo les dijo a los efesios que Dios tiene un “propósito eterno” realizado
en Cristo (3:11). El escritor de Hebreos hace referencia al “propósito inmutable” de Dios (6:17).
Si es verdad que Dios tiene un propósito inmutable, entonces lo podremos trazar desde Génesis
hasta Apocalipsis y probar su consistencia. Si ese propósito se puede descubrir en el corazón de
Dios, entonces el líder del reino que lucha por mostrar el corazón de Dios adoptará el mismo
propósito. Jesús dijo que vino a hacer la obra de su Padre (Juan 14:10); ¿acaso no debemos tener
la misma meta?
Las palabras de Dios a Israel justo antes de entrar a la tierra prometida nos dicen mucho
respecto al deseo de Dios de tener un pueblo a quien bendecir. Él había escogido a Israel de entre
todas las naciones del mundo para mostrarle su amor y presteza para ben decir a todas las razas de
la tierra. Dios quería que su posesión preciosa (cuatro veces usa Moisés esta frase para describir a
Israel) fuera recipiente de todas sus bendiciones.
Por su parte, hoy mismo el SEÑOR ha declarado que tú eres su pueblo, su posesión
preciosa, tal como lo prometió. Obedece, pues, todos sus mandamientos. El SEÑOR ha
declarado que te pondrá por encima de todas las naciones que ha formado, para que seas
alabado y recibas fama y honra. Serás una nación consagrada al SEÑOR tu Dios.
— Deuteronomio 26:18–19
Seiscientos años antes Dios le había dado a Abraham los detalles de su estrategia al establecer
su pacto con él.
El SEÑOR le dijo a Abram: “Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la
tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu
nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te
maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!”
— Génesis 12:1–3

A través de David, Dios repitió su deseo de tener un pueblo al cual bendecir. “¿Y qué nación
se puede comparar con tu pueblo Israel? Es la única nación en la tierra que tú has redimido …” (2
Samuel 7:23).
El propósito de Dios se mantuvo fuerte por siglos, atado por su amor excepcional que es su
naturaleza. Este amor perdonó repetidamente, libró y volvió a tomar al pueblo que se había
apartado de su pacto.
Israel rechazó continuamente el ofrecimiento de Dios de bendecirlo. Por lo tanto, después de
varias intervenciones y acciones disciplinarias, Dios escogió un nuevo pueblo. Él está llamando
gente del mundo entero (incluyendo a Israel) para que sean su posesión preciosa: gente de cada
nación, tribu y lengua. Note usted la consistencia de los escritores del Nuevo Testamento en cuanto
a este tema de que Dios escoge a un pueblo especial.
… Dios desde el principio tuvo a bien escoger de entre los gentiles un pueblo para honra
de su nombre.
— Hechos 15:14

Él [Jesús] se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un
pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.
— Tito 2:14

Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a
Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a
la luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios;
antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.
— 1 Pedro 2:9–10

El hilo de consistencia que traza el propósito inmutable de Dios culmina en el cielo. En


Apocalipsis 21:3 la potente voz del trono dice: “¡Aquí!” Con esta sola palabra todos los planes de
Dios llegan a su culminación. Esto es lo que él ha estado esperando, planeando y ejecutando desde
que puso a Adán y a Eva en el jardín del Edén. El apóstol Juan describe la escena:
Y entonaban este nuevo cántico: “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus
sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza,
lengua, pueblo y nación. De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de
nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra”.
— Apocalipsis 5:9–10

Más tarde, Juan describe la celebración:


Oí una potente voz que provenía del trono y decía: “¡Aquí, entre los seres humanos, está
la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo
estará con ellos y será su Dios”.
— Apocalipsis 21:3

El apóstol Juan resume el impacto del ministerio contra la corriente de Jesús: “De su plenitud
todos hemos recibido gracia sobre gracia” (Juan 1:16). El hecho de tener un pueblo suyo al cual
bendecir parece ser una clave para entender el propósito de Dios. Este es el deseo de su corazón.
Hay consistencia en el propósito de Dios desde su inicio hasta su fin. El extraordinario amor
de Dios ha establecido un plan para atraer a sí mismo un pueblo suyo al cual bendecir. Si esto es
cierto, entonces el corazón del líder del reino reflejará la manera sublime de ser de Dios. El líder
del reino de Dios tendrá una pasión para transmitir el mensaje a las naciones para que Dios tenga
gente de cada rinconcito del mundo. El líder en el reino bendecirá a la gente y la tratará como
tesoro de Dios. No encontramos ningún énfasis en el poder, ninguna lucha por posición o autoridad
que otorgue el poder para gobernar a unos sobre los otros. El propósito de Dios es bendecir, edificar
y dar vida en abundancia. Cuando respondemos al llamado de Dios para ser líder en su reino,
nuestro propósito se debe unir al suyo.

Conclusión
Un corazón dispuesto para Dios fue el ingrediente que le faltaba al rey Saúl y en aquellos que
vivieron en los atrios de Dios en los tiempos de Isaías y Jeremías. El liderazgo en el reino debe
iniciar donde Dios empieza. No es un asunto de una lucha solitaria. Dios no está buscando gente
bonita con un coeficiente intelectual alto y una personalidad carismática.
¿Cómo se ve un líder del reino de Dios? David fue un líder en el reino de Dios. Fue reconocido
como un hombre conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22). Se ganó tal distinción porque sirvió
“a su propia generación conforme al propósito de Dios” (Hechos 13:36). David dirigió a su pueblo
con “corazón sincero” (Salmo 78:72); un corazón fiel a Dios (1 Reyes 11:4). La vida de David no
fue perfecta; cometió algunos errores garrafales, pero su corazón se inclinaba para seguir a Dios.
Israel floreció bajo el liderazgo de David. Caminaron todos más cerca de Dios que en ningún otro
periodo de su historia. Fueron la nación más fuerte sobre la faz de la tierra. Debido a David, Israel
supo lo que era ser “el pueblo del propósito de Dios”.
Hoy día un líder en el reino sigue siendo una persona que tiene un corazón amoroso para Dios
y para su pueblo, demostrando más gracia que ley y compartiendo el deseo de Dios en cuanto a
bendecir en vez de controlar a la gente. Un líder del reino trabaja fielmente en formas tales que
aseguren que la gente crezca en su relación personal con Dios y que lleguen a ser más capaces de
ocupar su lugar en el reino. La gente bajo el liderazgo del reino sabe lo que es ser “posesión
preciosa y tesoro de Dios”.
Capítulo cuatro

PARADIGMA CONTRA LA CORRIENTE


Entonces les daré un pastor, mi siervo David, que las apacentará y será su único
pastor.
— Ezequiel 34:23

De jovencito yo fui pastor. Muy poco me imaginé que cuando mi hermano y yo entablamos
amistad con los pastores vascos vecinos de las granjas a nuestro alrededor yo aprendería lecciones
importantes respecto del pastoreo y que me servirían en mi liderazgo por venir.
Los pastores vascos a nuestro alrededor tenían rebaños superiores a doscientas ovejas.
Llegaban con sus ovejas para que éstas apacentar la alfalfa que quedaba después de la cosecha
final. Mi hermano y yo entablamos amistad con dos de ellos. Nos comunicábamos con señas y
palabras muy simples. Un día uno de ellos nos regaló una ovejita que había sido abandonada por
su mamá. Nos la llevamos a casa y la alimentamos con biberón. Al año siguiente nos dieron dos
más. Nuestro papá compró un carnero y las cruzamos para tener nuestro propio rebaño. Muy pronto
ya teníamos un pequeño rebaño con veintidós ovejas. Las alimentábamos, las trasquilábamos, las
buscábamos cuando se extraviaban, las cuidábamos cuando se enfermaban y las ayudábamos
cuando parían.
Cuando aprendíamos acerca de las ovejas, Jesús vino a ser Pastor de mi familia. Sabíamos más
de las ovejas que del cristianismo. Empezamos a aprender la Biblia. Cuando estudiamos Juan
10:1–18 acerca del buen pastor nos sorprendió tanto porque ya sabíamos eso de los pastores.
Habíamos visto a nuestros amigos vascos cuidar de sus ovejas. Sabíamos que las guardaban en un
corral especial para dormir (Juan 10:3, 7). Los habíamos oído llamar a sus ovejas por sus nombres
y ellas respondían (Juan 10:3). Sabíamos que un pastor siempre camina delante de sus ovejas y
ellas lo siguen (Juan 10:4).
Cuando el pensamiento común era el de un liderazgo de posición, poder y control, Jesús llegó
con un paradigma o estilo totalmente diferente: una manera más alta de pensar y actuar. Imagine
usted lo que la gente pensó cuando a la luz de la filosofía griega, su líder reverenciado se presentó
a sí mismo como el buen pastor (Juan 10:11). La historia griega está llena de guerras, estratagemas
políticas y la conquista del mundo. Las deidades griegas estaban llenas de engaño y contienda. Las
narrativas griegas son historias de hijos contra sus padres, hermanos contra hermanos y Titanes
contra el Olimpo. Sólo el fuerte sobrevive en su búsqueda del control. Platón vio todo esto y dijo
que era bueno. Jesús miró a la gente y dijo, ellos necesitan la paz y el cuidado de Dios.
Aunque la historia hebrea tiene episodios de guerras, jamás encontramos a Dios honrando los
intentos hebreos por conquistar más que la tierra prometida. Los héroes de la historia griega son
conquistadores, filósofos y políticos, mientras que los héroes de la historia hebrea tienen un pasado
considerablemente diferente. De una comparación de los dos ejemplos resulta un paradigma contra
la corriente que sigue de pie ante la iglesia hoy día como ejemplo del liderazgo en el reino de Dios.

Consistencia del paradigma


Si tuviéramos un salón de la fama hebreo, encontraríamos un rasgo común en muchos
personajes y esto resulta muy interesante. Así que, procedamos a comparar a las personalidades
prominentes de liderazgo. Tomaremos seis del Antiguo Testamento y tres del Nuevo. Estos fueron
hombres que buscaron tener un corazón conforme al corazón de Dios. Aprendieron a pensar de
forma superior que lo que para sus compañeros tenía sentido. Fueron colocados frente a una nación
y se esperaba que ellos la guiaran en la dirección de Dios.

Abraham: Padre de una nación — un pastor


Abraham fue escogido por Dios para recibir el pacto que constituiría la nación de Israel. Dios
le pidió que tomara a su familia, saliera de su tierra natal y se fuera a un país nuevo. Cuando fue
necesario que Abraham rescatara a su sobrino que había sido tomado cautivo, fue el líder de
aproximadamente mil personas. Debía proveer dirección, suplir lo necesario diaria mente y dar
protección y capacitación (Génesis 14:14). Lo que notamos es que también Abraham era pastor
(Génesis 13:5). Era un hombre plenamente familiarizado con suplir las necesidades de los animales
que no tienen la capacidad de cuidarse a sí mismos.

José: Proveedor de una nación — un pastor


José fue bisnieto de Abraham. También él se encontró en una posición donde requirió dirigir
a una nación. Fue llevado cautivo a Egipto, pero ocupó lugares de liderazgo después de haber
mostrado habilidad para obtener resultados y convertirse en vocero de Dios. Dios le dio la
interpretación del sueño del Faraón y lo exaltó hasta ocupar el puesto de gobernador de la nación
egipcia. Después de haber servido en la casa de Potifar, haber visto a los guardias en la prisión y
observar las cortes del Faraón, José tenía suficiente experiencia en cuanto al liderazgo egipcio
basado en el poder. Cuando le llegó el tiempo de dirigir tomar la responsabilidad de prepararse
para los años de hambruna, José mostró un corazón de siervo en su coordinación de los egipcios
para el cultivo del trigo, la construcción de las bodegas y planear la distribución.
Mediante el liderazgo de José, no tan sólo se salvaron los egipcios, sino también otras naciones
de los alrededores, incluyendo a Israel. Resulta importante notar que antes de haber sido vendido
como esclavo, José fue pastor (Génesis 37:2). También José sabía cómo suplir las necesidades de
los animales que no se pueden valer por sí mismos. Su entrenamiento de siervo lo tuvo en la casa
de Potifar y en un calabozo egipcio. A pesar de toda la rudeza que experimentó, emergió con un
corazón de pastor.

Moisés: Libertador de una nación — un pastor


Al igual que José, Moisés empezó su carrera de liderazgo en la corte del Faraón donde
diariamente vivía contemplando el despojo del poder y la posición. Cuando por fin sintió que debía
hacer algo para liderar a su pueblo, intentó hacerlo por la fuerza, tal vez la única manera que
conocía. Para contener la fuerza y el potencial de este joven, Dios lo envió a Madián para que
conociera en el desierto una nueva forma de vida. Se convirtió en pastor. Moisés pasó de ser
servido en la corte egipcia a cuidar animales que necesitaban ser servidos. Aprendió el paradigma
del pastoreo útil en el liderazgo.

Josué: General de una nación — guiado a ser pastor


Cuando ya Israel estaba listo para recibir a un nuevo líder, su actual líder, Moisés, hizo una
oración especial: “Así el pueblo del SEÑOR no se quedará como rebaño sin pastor” (Números
27:15–18). Desde su juventud, Josué había sido ayudante de Moisés (Números 11:28) y había
estado con él en casi toda situación de liderazgo. Era un líder militar y un espía. Acompañó a
Moisés al Sinaí y a la tienda de reunión para orar. Cuando llegó el tiempo, aprendió el paradigma
del pastoreo y guió a Israel como pastor que cuida de sus ovejas.

David: Soberano de una nación — un pastor


Se han escrito libros en cuanto al liderazgo de David. Aun siendo joven y estar al cuidado de
las ovejas de su padre, fue llevado a la residencia del rey para tocar música y apaciguar la mente
turbada del rey Saúl. Al igual que mató al oso para librar las ovejas de su padre, degolló a Goliat
para librar a Israel. Así como protegió a sus ovejas del asecho del león, protegió a Israel de los
filisteos. Así como encontró pastos verdes para su rebaño, guió a Israel para que encontrara tesoros.
Bajo el liderazgo de David, rebosó la copa de Israel. Bajo su reinado, ellos se convirtieron en la
nación más fuerte de la época.
Ciertamente David logró todo esto mostrando un corazón conforme al corazón de Dios y el
paradigma del liderazgo de pastor. Esto lo confirman dos pasajes de las Escrituras:
Y David los pastoreó con corazón sincero; con mano experta los dirigió.
— Salmo 78:72

Entonces les daré un pastor, mi siervo David, que las apacentará y será su único pastor.
Yo, el SEÑOR, seré su Dios, y mi siervo David será su príncipe. Yo, el SEÑOR, lo he dicho.
— Ezequiel 34:23–24

Nehemías: Restaurador de una nación — un siervo del rey


Nehemías es el único gran líder del Antiguo Testamento del cual no se le relaciona para nada
con el pastoreo. Sin embargo, fue un hombre conocedor nato de lo que era el servicio. Como siervo
especial del rey, también estaba bien familiarizado con las palabras y los juicios del poder. Se
dedicó a la reconstrucción de los muros de Jerusalén, una tarea que Dios le puso en su corazón
hacer (Nehemías 2:12). Trabajó lado a lado con la gente para animarla y para cumplir con su
función en la reparación de los muros. Los muros fueron sorprendentemente reconstruidos en muy
poco tiempo porque la gente se dedicó de corazón al trabajo arduo. Eso se logró gracias a que
Nehemías estuvo con ellos en todo, animándolos y protegiéndolos como el pastor cuida su rebaño.

Pedro: Evangelista judío —“cuiden como pastores el rebaño de Dios” (1


Pedro 5:2)
Al acudir a los líderes del Nuevo Testamento, no encontramos ningún cambio en la
consistencia del paradigma del pastor para el liderazgo. Pedro les instruyó a sus compañeros
pastores que recordaran el ejemplo del “Pastor supremo” (1 Pedro 5:4).

Pablo: Evangelista a los gentiles — “para pastorear la iglesia de Dios”


(Hechos 20:28)
Más adelante compartiremos todo un capítulo del ejemplo de Pablo en cuanto al liderazgo en
el reino. Sin embargo, tenemos un reflejo de la consistencia del paradigma del pastor mientras él
se reunió con los ancianos de la iglesia de Éfeso. Toda su conversación con ellos estuvo permeada
con el paradigma del pastoreo.

Jesús: Autoridad del reino — “Yo soy el buen pastor” (Juan 10:11, 14)
Jesús, en quien reposa toda autoridad, rehusó los ejemplos de un liderazgo basado en el poder,
predominantes en Roma y Jerusalén, y mantuvo la consistencia del paradigma del pastor. Anunció
a sus discípulos que él era el buen Pastor y les describió qué quería decir eso. Sin embargo, veamos
otros pasajes de la Biblia para confirmar el modelo visto en Jesús.
A través de los profetas, Dios prometió que el Mesías sería uno que seguiría en los pasos del
paradigma del pastor. El profeta Miqueas anticipó:
Pero de tí, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, saldrá el que gobernará a Israel;
sus orígenes se remontan hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales
— Miqueas 5:2, vea Mateo 2:6

El Mesías no tan sólo seguiría el paradigma del pastor, Dios le prometió a Israel que le enviaría
otros líderes que también seguirían ese mismo modelo. Habló a través de Jeremías: “Les daré
pastores que cumplan mi voluntad, para que los guíen con sabiduría y entendimiento” (Jeremías
3:15). La promesa de Dios se cumplió cuando él —
… levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas [continuando el paradigma], a
nuestro Señor Jesús.
— Hebreos 13:20–21

Finalmente, compare usted el gobierno de Dios en la tierra como es en el cielo:


Como un pastor que cuida su rebaño, recoge los corderos en sus brazos; los lleva junto a
su pecho, y guía con cuidado a las recién paridas.
— Isaías 40:11

Porque el Cordero que está en el trono los pastoreará y los guiará a fuentes de agua viva;
y Dios les enjugará toda lágrima de sus ojos.
— Apocalipsis 7:17

¿Sugiere esto un patrón de liderazgo bíblico? Nuevamente, escuche usted las palabras de Jesús
en medio de un mundo donde el poder, la posición y la autoridad eran signos de éxito.
Así que Jesús los llamó y les dijo: —Como ustedes saben, los que se consideran jefes de
las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre
ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá
ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun
el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate
por muchos.
— Marcos 10:42–45
El contraste del paradigma
La referencia que Jesús hace de sí mismo como el buen Pastor (Juan 10:11, 14) presupone que
existe lo opuesto: un mal pastor. A la luz de esta sugerencia encontramos tres textos de la Biblia
que nos permiten contrastar lo bueno con lo malo a los ojos de Dios. Para ayudarnos a establecer
el concepto del paradigma del pastor, compararemos estos tres pasajes a nuestra definición de
liderazgo bíblico.

El liderazgo tiene que ver con las relaciones


Jesús dijo que el buen Pastor se acerca a las ovejas por la puerta (Juan 10:2). Las ovejas lo
conocen. Cuando habla, reconocen su voz (Juan 10:4). En cambio, el mal pastor se acerca a las
ovejas por detrás. Las ovejas no lo reconocen y teme que las ovejas no confíen en él (Juan 10:5).
El buen pastor sabe cuándo una oveja esta débil o lastimada y la atiende (Ezequiel 34:13–16). El
mal pastor ignora a las ovejas débiles (Ezequiel 34:4). Ezequiel señala que este es el caso ya que
el mal pastor está muy ocupado atendiéndose a sí mismo (34:8). Simplemente no cuida a las ovejas
(Juan 10:13).
En una ocasión intercambié correos electrónicos con uno de mis colegas maestros porque él
deseaba escribir un libro sobre el éxito en el liderazgo. El autor quería mi definición de un líder
exitoso en el mundo moderno. Compartí ejemplos de cómo los líderes exitosos entablan relaciones
con su gente e intentan suplir sus necesidades. El escritor siempre estuvo en desacuerdo. Él era de
la idea que el único criterio para el éxito era la cantidad de dinero que el líder ganaba para sí mismo
y para la empresa en donde laboraba. En su último correo que me envió me dijo: “no tienes idea
de lo que es ser líder, ya que los líderes no se pueden responsabilizar por la gente. Los líderes
únicamente son responsables del éxito o fin último al que aspiran”. Su punto de vista común de
liderazgo recibiría la misma respuesta de Dios como los pastores de Ezequiel 34.

El liderazgo es servicio
Pedro utiliza la palabra servir para describir al líder de la iglesia, como el pastor cuida del
rebaño de Dios (1 Pedro 5:2). De hecho, este líder está ansioso por servir (5:2). No es una tarea
gravosa sino una responsabilidad. Es el plan de Dios que el pastor cuide del rebaño a su cargo:
atender sus necesidades y hacer de esas necesidades una prioridad mayor que las suyas propias
(Ezequiel 34:2). Por causa del servicio, los buenos pastores encuentran buenos pastos para las
ovejas y las llevan a pastar (Ezequiel 34:14).
En contraste, los malos pastores sólo buscan su propio bienestar (Ezequiel 34:2). Pedro observa
que aman el dinero (5:2) y tienen la tendencia de enseñorearse sobre su gente (5:3). A pesar de que
Jesús no usa la palabra pastor, hace una declaración severísima contra los que se consideran a sí
mismos como líderes religiosos. Permítame parafrasear la declaración de Jesús a una aplicación
moderna que yo he atestiguado en todo el mundo.
Cuidado con los malos pastores. A ellos les encanta caminar vestidos ostentosamente y
con cortes de cabello espectaculares. Les encanta que la gente (especialmente si son
personas de renombre los que les dirigen la palabra) los salude por todos lados a donde
van. Demandan sentarse en las primeras filas y lugares de prestigio en la iglesia y a todas
las reuniones a las que asisten. Los lugares de honor son sus favoritos en las fiestas. Sacan
ventaja financiera de su propia gente y por simple espectáculo hacen largas y audibles
oraciones. Tales hombres serán más severamente castigados.
— Lucas 20:46–47
(parafraseado por el autor)

El liderazgo implica dedicación


El buen pastor se dedica a tal grado que hasta está dispuesto a morir para proteger su rebaño,
mientras que el mal pastor huye al menor peligro. Sin embargo, la dedicación no únicamente es
estar dispuesto a morir por las ovejas, sino que también es un ministerio diario comprometido (1
Pedro 5:2) con las necesidades de las ovejas. Si una oveja se aparta del rebaño, el buen pastor va
en su búsqueda (Ezequiel 34:11–12; Lucas 15:4–6). En contraste, el mal pastor ignora a la oveja
extraviada (Ezequiel 34:5–6, 8). Sin preocuparse por sí mismo, el buen pastor se dedica a suplir
las necesidades de las ovejas. El mal pastor se dedica a promoverse a sí mismo. El buen pastor está
dedicado al éxito de los demás.

El liderazgo implica ayudar


Si una oveja está herida, el pastor la atiende. Si otra está débil, el pastor la fortalece (Ezequiel
34:16). En contraste, el mal pastor está tan concentrado en sus propios intereses y deseos que no
tiene tiempo para cuidar a las ovejas descuidadas que a cada rato meten la pata y se lastiman o se
debilitan.
Un capacitador taiwanés sobre liderazgo cuenta la historia que resume el contraste entre un
pastor bueno y uno malo.
Ver a un pastor oriental yendo al frente de sus ovejas sigue siendo una escena común
en Israel hoy día. Un árabe hacía su recorrido habitual como guía de turistas por tierra santa
y al ir manejando el autobús del recorrido se jactaba hablando de esta tradición milenaria:
el pastor palestino caminando al frente de su rebaño. Mientras él hablaba, los turistas vieron
a un hombre a la distancia llevando un pequeño rebaño pero con un palo amenazante en la
mano, arreando y hostigándolo. Como los escolares que quieren burlarse de su maestro por
su error, señalaron hacia el espectáculo haciéndole saber al chofer lo que pasaba.
Inmediatamente paró el autobús y corrió por el campo hacia el rebaño. Conversó unos
instantes con el hombre y luego regresó jadeante. Anunció: “Señores y señoras, ese hombre
no es el pastor. ¡Es el carnicero!”

La aplicación del paradigma


Dios diseñó que encontremos el paradigma del liderazgo en el corazón del pastor. Allí
encontraremos el ejemplo de servicio que produce verdaderos seguidores. Los líderes basados en
el poder siempre estarán protegiendo sus posiciones y estarán controlando la forma de pensar y las
acciones de sus seguidores. Esto porque siempre habrá el peligro de que alguien los destrone. En
contraste, los líderes siervos, llevando a cabo el paradigma del pastor, se concentran en las
necesidades de las ovejas: dedicados a servir, ayudar, nutrir, alimentar y proteger. En retorno, las
ovejas siguen voluntariamente y proveen para las necesidades del líder. Buscando ser bendición,
el líder siervo acepta responsabilidad y evita demostraciones de autoridad.
En un mundo donde la posición, el poder y el control eran las metas más altas a alcanzar, llega
un carpintero de Nazaret. Jesús, en el punto más alto de su popularidad, dio el mejor ejemplo de
un verdadero liderazgo. Sabiendo que “el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y
que había salido de Dios y a él volvía” (Juan 13:3), se arremangó, ciñó su vestidura en su cintura,
se ató una toalla a la cintura y se inclinó para lavar los pies de sus seguidores. Una vez hecho el
trabajo de los más bajos de los siervos, dijo: “Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo
que yo he hecho con ustedes” (Juan 13:15).
Capítulo cinco

ESTRATEGIA CONTRA LA CORRIENTE


El nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la letra sino
el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.
— 2 Corintios 3:6
Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la
herencia eternal prometida.
— Hebreos 9:15

No fue mucho tiempo después de la llegada de un nuevo empleado que descubrimos que no tenía
la enseñanza o las destrezas para el trabajo. Sus profesores y la gente que lo conocía nos aseguraron
que él era la persona indicada. Sin embargo, tenía serias deficiencias. Tuvimos que enfrentar una
decisión: “¿Lo enviamos de regreso a casa o le ayudamos a convertirse en la persona que todos
creyeron que él podía ser?” Escogimos la segunda opción.
Contacté a una persona en nuestro pueblo quien a nivel nacional era conocido por tener
habilidades en esta área del ministerio. Escribimos un programa de capacitación de seis meses para
el joven. Yo me senté con el empleado para explicarle: “queremos que te quedes y llegues a ser un
líder efectivo en tu área. Por eso te estamos proponiendo el siguiente pacto. Si estás dispuesto a
someterte a tu maestro que te hemos escogido, estudias el material que tu instructor te asigne y
pasas tiempo observando a aquellos que están sirviendo en tu misma área de ministerio,
continuaremos nuestra relación contigo y te apoyaremos a que sigas creciendo en tu ministerio”.
El joven aceptó el acuerdo y pacto.
Cuando Dios reunió a los líderes de Israel en el monte Sinaí, él plenamente sabía que ellos eran
nuevos líderes en un ambiente libre. Sabía que necesitaban guía y dirección. Por lo tanto, en vez
de ordenarles o negociar un contrato, les ofreció un pacto. Les dijo a los nuevos líderes de Israel:
“Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva
entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de
sacerdotes y una nación santa” (Éxodo 19:5–6). Cuando Moisés presentó el pacto a los líderes,
ellos juraron: “Haremos todo lo que el SEÑOR ha dicho” (Éxodo 24:3).
La relación de liderazgo que Dios tuvo con Israel fue tan poco común en los días de Moisés
como lo es hoy día. Platón y Aristóteles no crearon una estrategia de “liderazgo basado en el poder,
la opresión y la servidumbre”; sin embargo, definieron lo que era común y lo elevaron al rango de
aceptable a nivel académico y filosófico. Un escritor moderno describe lo común como pensar “en
términos de autoridad formal, posición, nivel social … control, mando, coercer, dominar, gobernar
o manipular”. Dios jamás le ha rendido cuentas a la forma común del pensamiento humano. Su
forma de tratar a los israelitas nos muestra otro ejemplo de su forma excelente y profunda de
pensar, con su forma suprema de actuar. Stephen Covey afirma que el pensamiento de un liderazgo
verdadero es “una forma mejor y más elevada”.
En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea chesed se usa más que cualquier otra para
describir el carácter de Dios. Se la usa más de 150 veces en relación con la forma en que Dios trata
a la gente. La raíz de esta palabra hebrea es el verbo darle seguimiento. La traducción literal de
chesed es cumplidor del pacto. El Dr. Mont Smith define chesed como “fidelidad a un juramento
… actuando en beneficio de la otra parte”.
La mayoría de los eruditos bíblicos no usan literalmente cumplidor del pacto cuando traducen
la Biblia. Por lo tanto, no encontramos las palabras cumplidor del pacto como descriptivo de Dios
en la mayoría de las traducciones. Cuando los traductores de las Escrituras encuentran una palabra
difícil de interpretar literalmente, buscan lo que se conoce como su equivalente dinámico o la
palabra en la lengua y cultura que mejor señala el concepto de la palabra original. En la mayoría
de las lenguas los equivalentes son fidelidad, lealtad, misericordia, bondad y amor eterno.
La estrategia de Dios desde el Génesis hasta Apocalipsis siempre ha sido trabajar con su pueblo
mediante pactos. Smith escribe: “La idea de pacto está inseparablemente conectada con cada idea
principal en la Biblia”. Viene a ser lo común dentro de lo extraordinario de Dios.
Basados en la palabra hebrea berith (“unir”), los pactos bíblicos son acuerdos entre Dios y su
pueblo que traerán bendición tanto a Dios como a aquellos que quieren formar parte del pacto.
Todo pacto tiene sus propios términos (lo que se debe hacer para cumplir con el acuerdo) y
promesas (lo que la persona que entra en el acuerdo recibirá por cumplir con los términos). Los
pactos bíblicos son muy sencillos de localizar ya que contienen una combinación de palabras tales
como “lo haré … si tú cumples …”
El estudio de los pactos bíblicos revela dos puntos consistentes. Primero, el compromiso de
parte de Dios para bendecir a aquellos que acepten los términos de su pacto. Segundo, los escritores
bíblicos se refieren a Dios como chesed (cumplidor del pacto) más de 150 veces. Descubrimos
que Dios está comprometido a darle seguimiento a sus promesas. De acuerdo con Smith, el
significado central chesed de es “fidelidad a los compromisos y expectativas legítimas”. Sin
embargo, lo que diferencia un pacto de otros acuerdos es que dentro del pacto hay un compromiso
de fortalecer y suplir las necesidades de ambas partes. En otras palabras, tanto quien establece o
fija los términos del pacto como quien acepta y entra al mismo resultan beneficiados y serán
bendecidos.
PACTOS IMPORTANTES EN LA BIBLIA
(Note usted los términos y promesas)
Pacto con Abraham: El SEÑOR le dijo a Abram: «[Si tú] Deja tu tierra, tus parientes
y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. »Haré de ti … Bendeciré
… todas las familias de la tierra!»
—Génesis 12:1–3
Pacto con Israel: “Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi
pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones … ustedes serán para
mí un reino de sacerdotes y una nación santa”.
—Éxodo 19:5–6
Pacto con David: El SEÑOR le ha hecho a David un firme juramento que no
revocará: «A uno de tus propios descendientes lo pondré en tu trono. Si tus hijos
cumplen con mi pacto y con los estatutos que les enseñaré, también sus
descendientes te sucederán en el trono para siempre.»
—Salmo 132:11–12

¿Qué significa para nuestra estrategia de liderazgo contra la corriente un estudio sobre el pacto?
Primero, aporta otra percepción del corazón de Dios (su deseo de tener un pueblo al cual bendecir),
proveyendo así otro panorama de lo que significa “tener un corazón dispuesto para complacer a
Dios”. Segundo, explica que Dios está buscando líderes cuyo enfoque esté fijo en servir a otros en
formas que ambas partes sean beneficiadas y bendecidas. El liderazgo mediante pactos es actuar e
ir más allá de las palabras para darle seguimiento a un compromiso de ayudarles a los demás a
crecer.
“El liderazgo mediante pacto es tomar la responsabilidad de proveer y mantener
una atmósfera que promueva lo mejor tanto para el líder como para el seguidor”.

Jesús fue claro al señalar que él vino a servir (Mateo 20:28). A donde quiera que el volteó en
su ministerio, la gente fue bendecida, ya fuera a través de sus enseñanzas o extendiendo su mano
para tocarlas (en ocasiones ambas cosas). No estuvo tan ocupado como para no bendecir a los
niños. No fue tan orgulloso como para no lavar los pies de sus discípulos. Ministró a los ricos, a
los pobres, a la élite y a los despreciados de la sociedad. Todos fueron bendecidos y él cumplió
con la promesa hecha por su Padre.
El Espíritu del SEÑOR omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar
buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar
liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, a pregonar el año del favor del SEÑOR
y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar a todos los que están de duelo.
— Isaías 61:1–2

A la luz de esto, debemos asumir que la estrategia del reino es que los líderes sean dignos de
confianza y fieles en su compromiso de servicio a la gente. Al igual que con Dios, se podrá confiar
en ellos ya que su personalidad y sus acciones hacen que sus seguidores confíen en ellos. Otro
autor usa las palabras “integridad”, “confianza”35 y una “relación de cortesía, respeto y aprecio
genuino por la otra persona” para describir a un líder confiable.
El apóstol Pablo se esforzó para equipar a la gente y prepararla para obras de servicio para
fortalecer y edificar a la iglesia (Efesios 4:12). Quería unir a los cristianos para que todos fueran
bendecidos (Colosenses 2:2). Otro autor cristiano y famoso líder corporativo afirma que las
relaciones de pactos “reflejan unidad y gracia”. Los pactos le dan libertad a la gente para que
crezcan. No separan, dominan o someten a la gente.
Por lo tanto, la estrategia del reino no es gobernar o controlar con aspereza a la gente. Es seguir
el ejemplo claro y excepcional del trato de Dios con su pueblo. Está presente en el enfoque que
Jesús le da al ministerio. Está modelado en el ministerio de Pablo. Los líderes de pactos se hacen
responsables de tal manera que tanto el líder como el seguidor encuentran la plenitud de Dios. El
deseo del líder es promover aquello que es mejor para los demás.
Los líderes tienen tres herramientas básicas de las cuales disponer. El siguiente esquema hace
una comparación de tales herramientas.
HERRAMIENTAS DE LIDERAZGO
MANDATO

PARTES Autoridad y Sirviente

TÉRMINOS Impuestos

PROMESAS Impuestos

PROPÓSITO Cumplir con la tarea

CONTRATO

PARTES Autoridad y Receptor

TÉRMINOS Negociados

PROMESAS Negociados

PROPÓSITO Proteger las partes

PACTO

PARTES Autoridad y Receptor

TÉRMINOS Presentados

PROMESAS Presentados

PROPÓSITO Bendecir las partes

Una herramienta común utilizada en el liderazgo es el mandato. Al dar una orden, el líder usa
su posición de autoridad para dictar lo que el otro debe hacer. Como paso siguiente, el sirviente
debe obedecer o atenerse a las consecuencias. Normalmente, el propósito de un mandato es lograr
que se realice la tarea que el jefe quiere. Un mandato es una herramienta válida en una situación
militar o donde los rescatistas desean que haya paz y se realice su trabajo a salvo. Sin embargo,
uno se tiene que preguntar su validez fuera de estas situaciones.
Un contrato es una transacción entre la persona en autoridad y aquellos que deben cumplir con
los términos negociados. Se logra haciendo que ambas partes se comprometan en sus demandas.
El propósito de un contrato es proteger a ambas partes para que, si una rompe con su contrato,
tendrán una posición válida ante una corte legal. En disputas de trabajo y acuerdos financieros, los
contratos parecen ser vitales hoy día. Sin embargo, hay grandes líderes de la industria occidental
que jamás firmaron contratos con sus empleados. En cambio, usaron la tercera herramienta
disponible a los líderes.
Un pacto es una mezcla de las otras dos herramientas. Es una lista de términos y promesas que
señala la persona en autoridad. En la elaboración de los términos y promesas, el líder intenta suplir
las necesidades de la gente y promueve lo mejor para las personas. El receptor tiene la opción de
querer estar o no dentro del pacto. El principio que hace que un pacto funcione es su seguimiento.
Si ambas partes se mantienen fieles al pacto, entonces ambas resultan bendecidas. En un capítulo
posterior de este estudio veremos que todas las palabras que describen la estrategia del reino son
palabras basadas en el servicio de las necesidades. Un líder mediante pactos es uno que escucha a
la gente y cuida de ellos. Tal líder basa el pacto en suplir tales necesidades al tiempo que cumple
con las necesidades de la organización.
Entonces, el enfoque de la estrategia del reino es participar en un ministerio que bendiga a la
gente. La estrategia del reino no tiene que ver con posiciones, títulos o poder. Le preocupa si la
gente crece y si encuentra la vida abundante que Jesús prometió (Juan 10:10). Los líderes de pactos
crean lazos de relaciones que “inducen a la libertad, no a la parálisis”. La meta del liderazgo es
“lograr que la gente se sienta más fuerte”.39 Los líderes deben “crear sistemas que fortalezcan el
crecimiento”.
Sin embargo, existe lo que yo llamo el lado inverso del pacto. Uno de los errores comunes en
cuanto al tema del liderazgo de servicio es que se dice que el líder debe permitirle a la gente a que
tome todas las decisiones. Aquellos que malentienden esto creen que los líderes deben convertirse
en los meseros que les sirven a todos los que están bajo su cuidado y que se deben inclinar y
agachar para suplirles cada vez que ellos manifiesten cualquier deseo o capricho. Eso está
totalmente alejado de la verdad. Los líderes del reino no son débiles. De hecho, se necesita más
fuerza para ser un líder basado en el servicio que estar parado en una base de poder. El liderazgo
basado en el servicio mantiene un “balance entre el valor y la consideración”.
Cuando Dios estableció su pacto con Israel, entregó una lista enorme de bendiciones que Israel
disfrutaría (Deuteronomio 28:1–14). Uno se preguntaría cómo es posible que alguien quisiera
rechazar tal oferta. Sin embargo, Dios advirtió que, si ellos se apartaban del pacto, no serían
bendecidos. De hecho, si se apartaban del pacto, una lista de maldiciones reemplazaría a las
bendiciones (Deuteronomio 28:15–68). No era asunto de si Dios les enviaba un castigo, sino que
Israel solito se apartaría de las bendiciones de Dios.
Cómo me gustaría poder informarlos de que todo terminó bien en mi pacto con el joven que
formó parte del personal de la iglesia del cual conté anteriormente. Sin embargo, a pesar de que él
aceptó el acuerdo, jamás llamó a su maestro asignado, por lo tanto, tampoco estudió las lecciones
ni observó el trabajo de otros líderes. En dos ocasiones renové el pacto con él y le animé a empezar
su capacitación. Al final del tiempo que se le dio, fue despedido del trabajo y él se fue de la iglesia.
A la historia le encantaría registrar que todo terminó bien en el pacto de Dios con Israel. Sin
embargo, a pesar de que Israel aceptó el acuerdo, tuvieron un tiempo sumamente difícil para seguir
a los líderes que Dios les puso. Continuamente, Dios les advirtió y renovó su pacto con ellos. A
pesar de ello, Dios llegó al punto donde fue totalmente obvio que Israel no se interesó en cumplir
su parte del pacto. Por lo que Dios envió a su Hijo para ofrecer un nuevo pacto a otras razas.
Pero Dios, reprochándoles sus defectos, dijo: Vienen días —dice el Señor—, en que haré
un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No será un pacto como el que
hice con sus antepasados el día en que los tomé de la mano y los saqué de Egipto, ya que
ellos no permanecieron fieles a mi pacto, y yo los abandoné.
—Hebreos 8:8–9

El propósito de la estrategia del reino es guiar de tal manera que la gente sea bendecida. Están
libres para crecer y convertirse en lo que Dios quiere que sean. El líder mediante pactos está listo
para cumplir sus promesas. Sin embargo, si la gente se rehúsa a seguir, solitos se apartan de las
bendiciones ofrecidas en el pacto. Si a pesar de la insistencia en que regresen siguen alejándose,
el líder los debe dejar marcharse.
En mi experiencia, una de las alegrías más grandes es ver crecer a la gente. Yo lo comparo al
florecimiento de un árbol. Y este es el propósito que hay detrás de una estrategia de liderazgo
bíblico: causar el florecimiento de potenciales líderes. Esto únicamente se puede lograr a través de
una relación entre líder y aprendiz, que permite que ambos crezcan. La satisfacción llega cuando
usted observa al aprendiz convertirse en un líder efectivo.
Capítulo seis

PRUEBA CONTRA LA CORRIENTE


Que primero sean puestos a prueba, y después, si no hay nada que reprocharles, que sirvan
como diáconos.
—1 Timoteo 3:10

En nuestro primer viaje a Myanmar yo me paré en la ribera del gran río Ayeyarwady y me
maravillé de su tamaño. Siento lo mismo cuando contemplo el río Misisipi o cualquier otro río
enorme. Hay una grandeza impresionante en el flujo de estos caudales. ¿De dónde viene tanta
agua? Si los ríos pudieran hablar, ¿qué me dirían? ¿Qué vidas fueron tocadas al paso de las aguas
de estos ríos? ¿Qué cosechas fueron alimentadas con sus corrientes?

Cuando estoy parado a la ribera de un gran río, tiendo a pensar que, en todo su recorrido, este
río siempre ha tenido el mismo tamaño. Mi vista no alcanza a percibir otra cosa. En Egipto
navegamos el cauce del río Nilo por más de 160 kilómetros y jamás notamos un cambio en su
tamaño. Seguro que empezó como un río enorme, ¿o no? No reparo en que hay un inicio. En alguna
parte los pequeños nacimientos de agua fueron formando arroyos, luego barrancas, para dar paso
a pequeños ríos y ríos más grandes hasta unirse todos y formar un gran río. El imparable flujo ante
mi es el resultado de muchas aguas juntas. No reparo en pensar de los obstáculos vencidos o
rodeados para llegar a mí con tal ímpetu.
El nacimiento y crecimiento de un gran río es una gran historia con un pasado y un recorrido
sorprendente. Así resulta ser el nacimiento y madurez de cada líder. Sin embargo, en ocasiones
soy culpable de mirar la obra de un hombre o mujer poderosa de Dios y tengo los mismos
pensamientos que cuando contemplo un río. Me maravillo al ver la fortaleza de sus vidas y su
confianza depositada en Cristo. Los oigo compartir palabras sabias que yo quisiera poder
pronunciar también. Me convenzo de que yo jamás seré como ellos.
Resulta fácil equivocarnos al pensar que un líder fuerte siempre ha sido un líder poderoso.
Asumo que tal persona nació con tanta experiencia y sabiduría. No me detengo a pensar que en
algún momento de su juventud hubo un inicio. Hubo muchas decisiones mal tomadas e intentos
fallidos. Cada líder tuvo que aprender de su maestro. Necesito recordar que la sabiduría espiritual
que ahora admiro viene de horas de estudio y luego la aplicación de ese estudio a las situaciones
de la vida que han sido algo trágicas o difíciles. Tal vez si investigo, me daré cuenta de que hubo
tiempos en que ellos, al igual que Elías, se dieron por vencidos sintiendo que estaban solos y la
tarea era monumental (1 Reyes 19:14). Pero, como el gran río, Elías se sobrepuso a los obstáculos,
fluyendo más sabio, fuerte y con más determinación que antes. Así mismo funciona el líder de
hoy.
Los líderes no nacen, se hacen. Sus vidas se forman con las muchas aguas que fluyen hasta
crear al líder que vemos. Son hombres y mujeres que conscientemente decidieron permitir que los
arroyos de la vida convergieran en servicio a los demás. Por esta razón, el servicio y la dedicación
aparecen en la definición de liderazgo. El liderazgo es la decisión de hacerle caso al llamado de
Dios para llenar ese espacio vacío (Ezequiel 22:30). Hay un hueco que hay que llenar y nadie lo
quiere ocupar. Hay una necesidad que hay que suplir y Dios quiere que alguien la tome como suya,
dando como resultado la bendición del pueblo de Dios. Para lograrlo, la persona tiene que tener un
corazón de siervo dedicado, algo contra la corriente.
Es común que antes del llamado de Dios haya años de preparación. Hay kilómetros de agua
que convergen antes de tener algo que conocemos como el gran río. Pasaron diecisiete años entre
el momento en que José fue vendido como esclavo hasta que fue nombrado gobernador de Egipto
(Génesis 37:2; 41:46). Sabemos que Moisés pasó un tiempo de preparación de, por lo menos,
ochenta años (cuarenta en Egipto y cuarenta en Madián) antes de guiar a Israel. Josué estuvo como
cuarenta años al lado de Moisés, de aprendiz, antes de tomar las riendas del pueblo de Israel. Por
lo menos pasaron catorce años entre la conversión de Pablo y su primer viaje misionero (Gálatas
2:1). Durante estos años hubo muchas lecciones y experiencias aprendidas y que convergieron
para preparar a estos siervos poderosos que conocemos en la Biblia.
Crecemos a través de las aguas de la prueba que Dios permite en nuestras vidas. Nos moldean
de acuerdo a su diseño. La Biblia registra que Dios probó a Abraham (Génesis 22), a Gedeón
(Jueces 6–7) y a Job (Job 23:10). David fue probado al tiempo que Saúl lo perseguía por el desierto.
Jesús fue probado en el desierto (Mateo 4:1). Pablo escribió que una persona nombrada diácono
debe ser “puesta a prueba” (1 Timoteo 3:10).
Pablo fue un hombre “aprobado por Dios” (1 Tesalonicenses 2:4). Pedro enseñó que nuestra
fe “debe ser probada para demostrar que es digna de aprobación, gloria y honor” (1 Pedro 1:7). En
su segunda carta, Pedro agrega que si le añadimos fe a las situaciones de la vida el resultado será
cualidades que nos evitarán ser inútiles e improductivos en el conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo (2 Pedro 1:8–9).
En una ocasión presencié a un hombre labrar una hermosa joya que iba a montar en un anillo.
Empezó con un trozo de roca poco atractiva, que yo hubiera pasado por alto, o arrojado a la basura.
Sin embargo, el ojo entrenado del hombre sabía el potencial de esa piedrita. Lo miré cortar la pieza
y contemplar sus diferentes capas. En uno de los pedazos, hizo sus trazos y empezó a cortarla y
pulirla, dándole forma. Cortó y pulió más. Al contemplar su trabajo, me imaginé: ¿Qué tal si esa
piedra pudiera gritar? ¿Le pediría que parara el tormento?
Luego, el joyero tomó la pieza ya con una forma decente y la acercó a una pulidora. La pulidora
tenía siete distintas ruedas de acabado, desde el más áspero hasta el más fino. Nuevamente, me
imaginé a la piedra gritar: “¡Para! ¡Me maltratas y me duele mucho!” Pero el diseñador continuó
hasta que su obra dio como resultado una hermosa joya que fue montada en un bellísimo anillo
que todavía llevo puesto. Ahora miro la joya y pienso: “si esta piedra hubiera sabido desde el inicio
de su proceso que iba a ser una bella joya, habría soportado la prueba con gozo”.
Dios tiene algo especial para nosotros y él sabe lo que se necesita hacer para moldearnos y
prepararnos. Para algunos, el tiempo de dar forma será breve. Para otros será una jornada
prolongada. En ocasiones en nuestra vida le diremos a Dios: “¡Por favor para ya! ¡Me lastimas!”
Sin embargo, debido al resultado final que únicamente él conoce, en amor, nos seguirá moldeando
para la obra que nos espera. Son solamente aquellos que se mantienen en las manos del Maestro
quienes se convierten en un río enorme o una gema valiosísima.
Hay muchas áreas donde un líder puede ser probado. Son los arroyos que juntos forman un
gran río. Quiero sugerir tres arroyos que se unen para crear el cauce central de cualquier líder. Así
como un río jamás deja de recibir agua, no hay edad en la que las pruebas empiezan o terminan en
un líder. No hay límite en cuanto a la severidad de cada prueba. Sin embargo, el producto final
encajará perfectamente a la tarea asignada al líder.
Los arroyos de la herencia
El salmista declara que nosotros “fuimos entretejidos” en el vientre de nuestra madre (Salmo
139:13–16). Afirma que Dios sabía cómo iba a ser nuestro cuerpo y lo que sucedería en nuestros
días. Dios conocía a nuestros padres y el lugar exacto de nuestro nacimiento. Sabía en qué clase
de hogar naceríamos. Conocía el sistema de valores bajo el cual nuestros padres nos educarían.
Nos diseñó con propósito. Sin embargo, no todos aprecian el diseño.
A estos componentes nos referimos cuando hablamos de nuestra herencia. Son circunstancias
y acontecimientos de nuestro nacimiento de los cuales no tenemos control alguno. No escogemos
a nuestros padres, nuestra identidad ética, nuestro cuerpo, nuestras habilidades o posición
económica. Sin embargo, debemos responder ante estas características muy nuestras. Debemos
decidir si habremos de aceptar el diseño que Dios nos dio o lo vamos a rechazar. Todos estos
componentes son los diferentes contribuyentes que acaban formando el cauce del río.
He conocido a mucha gente que vive enojada con Dios por el diseño y acabado que les dio
como personas. Creen haber nacido con los padres equivocados y en un país equivocado. Maldicen
su situación y se rehúsan a aceptar el amor de Dios porque lo culpan de haberles hecho esto. Creen
que si Dios los hubiera hecho un poco más altos tendrían éxito. “Si tan sólo Dios me hubiera dado
una habilidad musical, tendría éxito. Si hubiera nacido en una familia distinta tendría éxito”. Para
algunos, estos elementos de diseño se convierten en pruebas porque son objeto de burla o escarnio
debido a algunos defectos físicos: una deficiencia física, una marca al nacer o el tamaño de su
cuerpo. Estas pruebas pueden resultar cruciales en la infancia y pleno desarrollo del individuo. Los
niños a veces se deprimen o se enojan por las circunstancias que no pueden controlar. Creen que
“si tan sólo” algunas cosas de sus vidas hubieran sido distintas podrían servir más eficazmente.
En casi todo país donde hemos enseñado, nos hemos percatado que hay gente con
circunstancias de vida muy difíciles que tienen que vencer. Algunas de ellas están en las esquinas
con las manos extendidas deseando que alguien pase y les deposite una moneda. Sin embargo,
otros han pasado la prueba y se han superado. Una de esas personas es un evangelista en Zimbabue,
que tuvo polio a los dos años y perdió el uso de una pierna. Sus padres no le procuraron una
educación, ni siquiera que aprendiera un oficio. Él perseveró solo y hoy día ha ayudado a fundar
más de doscientas congregaciones en cuatro países. También conocemos a un evangelista en
Tailandia que también tuvo polio cuando era joven. Sigue sin poder caminar, pero conduce
campañas de evangelización en los pueblos y aldeas de su país de origen. Una señora joven en
Honduras ha superado el abandono de su padre, abuso sexual por parte de un familiar cercano y
quemaduras de tercer grado en una tercera parte de su cuerpo. Ahora ella comparte el evangelio
con jóvenes que están pasando por los mismos traumas que ella enfrentó.
Los líderes que pasan la prueba de la herencia son aquellos que aceptan el diseño de Dios y
buscan maneras de usarlo para su gloria. Yo pasé mucho tiempo quejándome por no tener
habilidades musicales. Hubo tiempos que me enojé con Dios. Gasté mucha energía tratando de
desarrollar mis habilidades musicales. Cuando finalmente acepté que Dios no me había dotado de
tales habilidades, pude librarme y desarrollarme en las habilidades que Dios sí puso en mí. Cuando
me pude relajar y permitir que el diseño de Dios aflorara en mí, encontré mi pleno gozo.
El diseño de Dios en cuanto a nuestra herencia tiene un propósito que será usado para escribir
una historia de ministerio en su reino. Aquella gente que acepta el diseño de Dios en sus vidas,
como la joya elaborada por el joyero, se convierten en una hermosura a los ojos del gran Diseñador.
Aquellos que rechazan su herencia en cuanto a su diseño de parte de Dios, jamás podrán servir con
alegría y eficacia, como Dios quiere.
Los arroyos del carácter
Como se mencionó en el capítulo “Medidas contra la corriente”, el carácter es el ingrediente
más importante en el liderazgo cristiano. Dios está buscando a hombres y mujeres que muestren
un corazón como el de él: “conforme al corazón de Dios”. Ese corazón parcialmente se demuestra
en el carácter de la persona. Por lo tanto, Dios permitirá que haya experiencias que fluyan en
nuestra vida para formar nuestra reputación a los ojos de los demás y poder así compartir su
mensaje.
Recordemos que Satanás entró en el jardín del Edén para tentar a Adán y a Eva para que se
apartaran del plan de Dios y que aceptaran un plan que parecía el correcto. Los creyentes deben
esperar tentaciones similares a las cuales deben responder. La respuesta a cada decisión forma el
carácter y la reputación que nuestra gente verá.
La palabra carácter realmente tiene su inicio en la historia de la imprenta. Una imprenta podía
grabar una letra, carácter o marca. Esta marca se conocía como esculpido o grabado y se podía
utilizar varias veces para imprimirse en el papel. Cuando la imprenta tomaba la pieza grabada o
esculpida, sabía en qué posición iba debido a su forma. Más tarde la palabra carácter se utilizó
para describir la moral y los valores por los que se conocía a alguien, esas características grabadas
en su vida.
No hay una edad específica en la cual se pudiera ciertamente afirmar que se empieza a forjar
el carácter. La Biblia no revela la edad propicia cuando a la persona se la deba educar para que
inicie la formación del carácter. Tampoco hay un punto donde se pudiera decir que se ha fijado ya
el carácter de una persona.
Algunos cristianos crecerán con estas pruebas, pero otros no lo harán. No hay senderos fáciles
que conduzcan a la madurez. Aquellos que intenten encontrar un atajo para evitarse la prueba
fallarán. Las filosofías seculares proveen muchos atajos. Lo único que tenemos que hacer es mentir
un poquito o abrirnos paso con un poco de manipulación. Tal vez robar solucione nuestros
problemas. Algunos piensan que tan sólo unos dos viajes transportando drogas les darán la
posición, la economía y el respeto que necesitan. Sin embargo, aquellos que conocen los caminos
de las montañas saben que los atajos falsos presentan muchos peligros: víboras, arena movediza o
lo desconocido puede ser muy doloroso y hasta mortal. Así mismo sucede con intentar los atajos
del desarrollo en la vida.
Al irse desarrollando el cristiano en Cristo, encontrará diferentes tipos de experiencias que
convergerán para formar un carácter más fuerte y proveer credibilidad cuando de temas bíblicos
se trate. Consideremos tres de estas experiencias.

1. Experiencias que prueban el honor


El honor es una reputación ganada al manifestarnos fieles a lo que decimos. Yo lo defino como
“mantenerse firme en lo que afirmamos creer”. La gente pierde el honor o se les cae la cara de
vergüenza cuando sus acciones revelan que no son lo que profesan ser. La palabra que más se usa
para definir el honor es integridad. Esta palabra proviene del latín completo, sin particiones o
divisiones. Es decir, algo completo. Se la usa para describir a una persona que muestra el mismo
carácter en toda circunstancia.
La Biblia habla de rectitud. Un buen carácter tiene que ver en parte con esa rectitud. David nos
entrega su entendimiento de lo que es la justicia, la rectitud o la integridad. Lo hace definiendo
quién tiene el carácter para morar en la presencia del santuario de Dios.
¿Quién, Señor, puede habitar en tu santuario?
¿Quién puede vivir en tu santo monte?
Sólo el de conducta intachable, que practica la justicia
y de corazón dice la verdad; que no calumnia con la lengua,
que no le hace mal a su prójimo ni le acarrea desgracias a su vecino;
que desprecia al que Dios reprueba, pero honra al que teme al SEÑOR;
que cumple lo prometido, aunque salga perjudicado;
que presta dinero sin ánimo de lucro, y no acepta sobornos que afecten al inocente.
El que así actúa no caerá jamás.
—Salmo 15:1–5

El honor se desarrolla al tiempo que los demás reconocen que una persona posee las mismas
marcas distintivas propias de carácter ya sea que esté en casa, en la iglesia o en el pueblo. Tal
persona está completa, viviendo una vida que no está dividida en partes (vida en el hogar, trabajo
y/o pueblo).
Jamás olvidaré el día en que la hija de diecisiete años de uno de los ancianos de la iglesia vino
a mí para comunicarme algo conmovedor. La cultura y ley de Estados Unidos funciona de tal
manera que se espera que a los dieciocho años de edad los jóvenes ya no sean responsabilidad de
los padres. La muchacha me dijo: “el próximo mes cumplo dieciocho años y ya no me verá más
en la iglesia”. Cuando le pregunté por qué, me contestó: “Usted conoce a mi papá en la iglesia. Yo
lo conozco en la casa. No es la misma persona”. De hecho, el papá de la muchacha era esposo,
papá, anciano de la congregación, hombre de negocios y alcalde de la ciudad. En cada uno de estos
lugares él mostraba valores diferentes. Descubrí que en su hogar se distinguía por su ira y lenguaje
vulgar. La iglesia lo conocía como un hermoso hombre de Dios, un verdadero cristiano. En el
gobierno era bien conocido por deshonesto. A tal personaje le faltaba integridad. Vivía su vida en
partes. No era un hombre de honor.
Cuando mi hijo fue ministro de jóvenes de una congregación grande, tuvo la oportunidad de
conversar con el hijo del ministro principal: el hombre encargado de dirigir a la congregación y
quien predicaba cada semana. Mi hijo le preguntó al hijo de tal ministro: “¿Cómo es vivir con este
hombre?” El hijo del ministro contestó: “el hombre que tú ves en el púlpito es el mismo que yo
veo en casa”. Dondequiera que este hombre se parara, era conocido por los mismos valores. Vivía
lo que predicaba. Este líder cristiano tenía integridad. Su vida está completa. Es un hombre de
honor. Los líderes fuertes de Dios son aquellos que pasan las pruebas del carácter y se mantienen
completos.

2. Experiencias que prueban nuestra obediencia a Dios


Primero hay que aprender la obediencia para poderla enseñar. Nuestro carácter a los ojos de
Dios se forma al tiempo que él revela su verdad y su dirección y nosotros obedecemos. Esta prueba
es “un proceso a través del cual el líder aprende a reconocer, entender y obedecer la voz de Dios”.
Un papá que constantemente está violando la ley no puede esperar que sus hijos sean ciudadanos
ejemplares. Un ministro de jóvenes que constantemente se está revelando contra la autoridad
tendrá un tiempo sumamente difícil para enseñarles obediencia a los adolescentes.
Cuando Dios envió a Moisés para liberar a su pueblo de las manos de los egipcios, le dijo que
llevara a toda la nación tres días de viaje a ofrecer sacrificios (Éxodo 3:17). El faraón le ofreció
varias soluciones parciales: ofrezcan sus sacrificios aquí en Egipto (Éxodo 8:25), únicamente
llévate a los varones (Éxodo 10:11), llévate a las mujeres, pero deja a todos los animales (Éxodo
10:24). Moisés pudo haber aceptado cualquiera de estas ofertas, pero ¿habría obedecido?
Daniel sabía perfectamente las leyes en cuanto a la alimentación que Dios había dado para
mantener fuerte y saludable a su pueblo. Cuando el rey le ofreció “lo mejor de su cocina” (Daniel
1:5, 8), Daniel pudo haber razonado: “pero me lo ofreció el rey”. Sin embargo, ¿habría sido
obediencia a todo lo que Dios quería? En cambio, Daniel les ofreció una alternativa a los oficiales
del rey. Esta alternativa cumpliría con la meta del rey y Daniel se mantendría obediente a Dios
(Daniel 1:12–13). Daniel pasó la prueba y se convirtió en un gran líder entre los babilonios al igual
que con el pueblo de Dios.
En una ocasión trabajé junto con un ministro de jóvenes, quien fue hallado culpable de pecado
sexual. Yo me enojé tanto con él que ni siquiera quería dirigirle la palabra. A la mañana siguiente
abrí mi Biblia para tener mi devocional matutino y el pasaje que me correspondía leer esa mañana
fue “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo
con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado” (Gálatas 6:1).
Me disgusté en gran manera. Mis pensamientos no tenían nada que ver con restaurarlo
humildemente. Desafiantemente dije: “¡No lo haré!” Permanecí sentado unos minutos en mi sillón,
refunfuñando, pero finalmente decidí obedecer. Esa misma noche conversé con los ancianos de la
iglesia y elaboramos un plan para restaurar a ese joven a Cristo. No teníamos que comprometer
nada ya que la Biblia no lo plantea de esa manera. Únicamente la obediencia podría restablecer a
tal persona. Obedeciendo a Dios experimentamos lo mejor de él.

3. Experiencias que nos llevan a la madurez


En el capítulo anterior conté del joyero que hizo la gema para mi anillo. La última pulida por
la que pasa la joya es una de las más críticas. Es un paso que determina con precisión el potencial
máximo de la piedra. En un principio el joyero supo reconocer que la piedra tenía valor y que este
valor se hacía más visible con cada paso del pulido. Al final, la joya queda libre de cualquier
imperfección. Sin embargo, es en este paso final cuando se sabe si la gema resistirá y quedará
perfecta o si se romperá. Si se parte en pedazos, la piedra valdrá casi nada. Si soporta la prueba
final, brillará en todo su potencial y esplendor.
Un carácter maduro es el resultado de tiempos difíciles, pruebas y dificultades. “Dios sigue
obrando en la vida de las personas para desarrollar su carácter aun después de haberlos llamado al
liderazgo. Dios sigue formando el carácter por toda la vida del líder”. Para hacer que nuestro
liderazgo madure, permitirá ciertas experiencias en nuestra vida para fortalecer las áreas de nuestra
vida que amerite un cambio. Si soportamos la presión, seremos los líderes que él previó. Si nos
quebramos, nuestro liderazgo se verá afectado y sufrirá.
Mi segunda oportunidad de ministrar tuvo lugar en una iglesia grande y de mucho prestigio.
Me la creí en cuanto a que cómo me habían escogido para ser su ministro iba yo rumbo a ser
famoso. Me pedirían que predicara en las convenciones. La gente acudiría a mí en busca de
consejos para llegar a ser gente de éxito. Eso llegó a su fin año y medio más tarde cuando los
ancianos de la iglesia me llamaron para comunicarme que ya no trabajaría más con ellos. Me
conmoví hasta lo más profundo de mi ser. Cuestioné a Dios. Culpé a los líderes por no saber
reconocer lo que yo valía. Le grité a todo mundo, excepto a mí mismo.
Dios no se dio por vencido conmigo. Dos años más tarde, durante mi siguiente ministerio,
seguía yo culpando a los demás por mi falla. A pesar de que le grité a Dios para que parara de
pulirme, pacientemente siguió puliéndome. Finalmente, me dí cuenta que la raíz del problema era
yo mismo. Mis conceptos de liderazgo estaban muy distantes de lo que la Biblia revela. Dios utilizó
una conferencia, a la cual yo fui de mala gana, y el único libro que yo vagamente recordaba que
había leído sobre liderazgo para empezar el proceso de darme cuenta que él tenía un plan
totalmente diferente con mi vida. Me rendí. Ahora Dios ya podía usarme. Clinton escribe:
Si el líder rehúsa ver la mano de Dios en este proceso tan intenso, sino que culpa las
circunstancias o a la gente, o busca una explicación racional que explique el proceso,
entonces [el objetivo de Dios] no se desarrollará.
Después de estudiar las vidas de algunos de los más grandes líderes cristianos — los enormes
rios del liderazgo, las gemas de la historia de Dios — hombres como son Wilbur Chapman, D.L.
Moody, Hudson Taylor, Isaac Watt, F.B. Meyer, y William Mueller, Robert Clinton escribe:
El promedio de años para estos [líderes] fue 15 años después de haber iniciado su vida
de trabajo para darse cuenta de que el Señor Jesucristo era en verdad su VIDA y dejaron de
trabajar para él, dándole paso a que él obrara en sus vidas y fuera así su todo en todo y para
que él iniciara a hacer su obra en ellos.

Los arroyos del liderazgo


Los arroyos finales de prueba a los cuales todos nosotros estaremos expuestos son aquellas
pruebas que confirman nuestra habilidad para hacer la obra y el trabajo de liderazgo. Al inicio,
puede que estas pruebas sean pequeñas. Sin embargo, al ser fieles en las pocas tareas
encomendadas, Dios permitirá áreas más grandes de responsabilidad. Debemos tener cuidado de
nuestras propias expectativas porque tal vez lleguemos a pensar que seremos rápidamente tan
importantes y tan fuertes como aquellos que ya llevan años sirviendo. Hasta el río más grande
empezó con pequeñas corrientes de agua.
Para la gran mayoría, las primeras pruebas de las corrientes de liderazgo se manifestarán y nos
evaluarán como seguidores. No podemos ser un líder adecuado si no entendemos lo que es ser un
seguidor. Note usted que los primeros líderes de la iglesia del primer siglo primero fueron llamados
a ser seguidores. “Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres. Al
instante dejaron las redes y lo siguieron” (Mateo 4:19–20).
Pedro les recordó a los cristianos judíos que primero debían ser seguidores. “Para esto fueron
llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos” (1 Pedro
2:21).
Una vez probada nuestra fidelidad al ser seguidores, Dios permitirá que tomemos
responsabilidad en pequeñas áreas de liderazgo. Primero, la tarea asignada pudiera parecerle
irrelevante al prospecto líder.
Uno de los problemas a enfrentar en la filosofía del liderazgo común es el énfasis en la
grandeza e importancia de la persona. El pensamiento basado en el poder requiere de la grandeza
y de la posición como indicadores del éxito. Esto causa que los candidatos jóvenes emergentes
crean que deben empezar con responsabilidades grandes. Se enojan cuando se les pide que hagan
algo pequeño o que sirvan en un lugar insignificante y pequeño. Un profesor de un instituto bíblico
me dijo que los estudiantes siempre hablan de servir en una congregación grande y en ganar
bastante dinero. Consideran que una iglesia pequeña significa un ministerio menos importante.
Estos jóvenes líderes creen que deben empezar como un río enorme sin los caudales pequeños que
los alimenten.
Sin embargo, el líder emergente que madurará al diseño de Dios aceptará las responsabilidades
pequeñas y pondrá todo su corazón en hacerlas bien. Para los fieles, más y más arroyos alimentarán
ese río creciente de sus vidas. Como su señor le respondió al siervo bueno y fiel: “¡Hiciste bien,
siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la
felicidad de tu señor!” Mateo 25:21).

Convergencia
Muchos líderes potenciales jamás llegan hasta aquí. O fallan las pruebas o deciden no
participar. Cada prueba añade experiencia a nuestras vidas y nos prepara para la siguiente. Cuando
a los pequeños ríos de nuestra vida se les permite fluir juntos, nos convertimos en ese río diseñado
por Dios.
Poco tiempo después de haber aceptado mi llamado a dirigir mi cuarta congregación, pude
visualizar en retrospectiva mi vida y logré ver encontrarse todos los arroyos. Todo convergió: mis
experiencias de vida, mis experiencias en el ministerio, mis funciones y mis dones. Donde mis
ministerios anteriores se quedaban cortos y hasta resultaron experiencias dolorosas, ahora
convergían y se unían para darme diecisiete años de liderazgo efectivo en esta nueva
responsabilidad de liderazgo.
La convergencia trae consigo un nuevo nivel de poder en el liderazgo. Es el poder del
propósito. Las personas que han permitido los acontecimientos y pruebas de la vida converger son
aquellas que se “han encontrado de frente. Están hallando su verdad interior, un propósito en la
vida, un imperativo moral que va más allá de sí mismos”. Aquellos que han crecido hasta este
punto están practicando ahora un liderazgo contra la corriente al ir contemplando el liderazgo
como “abandono del poder para permitir que otros dirijan”.50 Se dan cuenta que no tienen que
tener el poder para hacer la diferencia.
Cuando vemos un gran río fluir sin restricción alguna, su poder nos asombra. En vez de un
poder destructor de un río embravecido, contemplamos la calma mientras el agua fluye para nutrir
la tierra, permitir el comercio y recrear a aquellos que tocan sus aguas cristalinas. Su vida da vida.
Lo mismo sucede con los líderes del reino de Dios los cuales han madurado a la forma
extraordinaria de ser, actuar y pensar de Dios. Fluyen fuertes en carácter y habilidades. El liderazgo
deja de estar centrado en la persona y ahora se enfoca en aquellos cuyas vidas pueden ser tocadas
por el plan de Dios. Su meta es “darles el poder a los demás: levantarlos, amarlos, darles
responsabilidades, confiar en ellos, aprender de ellos y ser dirigidos por ellos”. Como concluye
Clinton: “A menos que experimentemos el desarrollo continuo de Dios no podremos ayudar a que
otros desarrollen su capacidad de liderazgo “.
Es común que las pruebas no se consideren como algo deseable. La mayoría de las pruebas
resultan inconvenientes, difíciles y hasta dolorosas. El gran río se ha sobrepuesto a las peñas y
árboles caídos a su paso. La gema ha superado las pruebas de sus muchos cortes y las pulidas. El
líder fuerte en el reino ha permitido que Dios lo moldee a su diseño original.
Capítulo siete

AUTORIDAD CONTRA LA CORRIENTE


Se me ha [a Jesús] dado toda autoridad en el cielo y en la tierra.
—Mateo 28:18

Tal vez no haya otro tema más equivocadamente entendido o donde la Biblia se aplique peor que
la enseñanza en cuanto al poder y la autoridad. La filosofía griega respecto del liderazgo estaba
basada en el uso del poder. Jesús presentó otra definición y ejemplo en cuanto al liderazgo para el
reino. Desafortunadamente, poco después de su muerte, los líderes de la iglesia fueron absorbidos
por los halagos del poder.
Jesús, conociendo los problemas creados por la jerarquía basada en el poder, a propósito, evitó
crear tal estructura para la iglesia.
En toda la preparación de los doce discípulos, Jesús jamás enfatizó ninguna continuidad
de alguna organización. Tampoco contenía el corazón de su enseñanza ninguna fórmula
verbal. Cuando fue traicionado, Jesús oró para que sus discípulos fueran uno y que todos
aquellos que fueran a creer en él por la palabra de ellos también fueran uno. Aunque esto
ciertamente implicaba un compañerismo cercano y continuo, casi no especificaba ninguna
estructura visible.
También Pablo evitó una estructura de liderazgo para la iglesia. Habiendo crecido en la cultura
romana, conocía perfectamente una “cadena de mando”. A pesar de eso, evitó títulos y discusiones
respecto de su autoridad (2 Corintios 10:8). En ninguna de sus cartas dirigidas a los líderes jóvenes
o a iglesias en crecimiento plantea el tema de la estructura para la autoridad en la iglesia.
En el período comprendido entre los cien años después de la ascensión de Cristo, la iglesia fue
completamente reestructurada, amoldándose a los patrones comunes de la filosofía secular. Se veía
más como los sistemas políticos del senado romano y el sanedrín judío que a las enseñanzas de
Jesús, la piedra angular: “todos somos siervos”. La iglesia se parecía a “los gobernantes gentiles y
aquellos que gozaban de autoridad”, exactamente aquello que Jesús les dijo que no hicieran (Mateo
20:25–28; Marcos 10:42–43; Lucas 22:24–30). A inicios del segundo siglo, Ignacio, un líder de la
iglesia de Antioquía, les escribió a las iglesias una serie de cartas. El historiador Bruce Shelley
resume los escritos de Ignacio:
Habitualmente él habla de un obispo en la iglesia, un cuerpo de presbíteros y una
compañía de diáconos. La gracia de Dios y el poder del Espíritu fluyen al rebaño a través
de este ministerio unido.
Latourette, explica lo que pasó enseguida:
Los obispos [se convirtieron en] los representantes de Dios el Padre y los presbíteros
son el sanedrín de Dios … nada se hacía sin la previa autorización o persona del obispo …
[declaró Ignacio] y quien honre al obispo será honrado así por Dios mismo”.
Rinehart resume lo que pasó luego:
Ya sea consciente o inconscientemente, empezaron a liderar y a formar una estructura
basada en el mismo patrón de las religiones paganas a su alrededor. Una élite de sacerdotes
mantuvo el poder en sus manos y controlaron el bienestar espiritual de aquellos bajo su
cargo. La alabanza se tornó totalmente una fórmula, con la decreciente participación de los
creyentes. Los líderes adoptaron un estilo distintivo de vestimenta y dijeron tener derechos
especiales: la habilidad de otorgar el perdón, prohibirles a ciertos cristianos tomar la cena
del Señor, prohibirles a algunos enseñar la palabra de Dios. Al definirse mejor el clero, el
observador casual pudo, en ciertos momentos, confundir a la iglesia con un simple culto
misterioso.
La iglesia, ya estructurada con la filosofía pagana basada en el poder, envió misioneros a otros
países con el buen motivo en mente de compartir el mensaje de Jesucristo. Sin embargo, fundaron
iglesias de acuerdo con la estructura basada en el poder, como lo estipulaba el cuerpo gobernante
que los enviaba. Cuando tradujeron la Biblia, escogieron palabras alineadas a la teología basada
en el poder en vez de hacerlo con las palabras de la Biblia basadas en el servicio. Es por ello que
hay versiones de la Biblia que tradujeron líder como gobernante.
Esta preocupación con el poder y la autoridad ha existido desde que Satanás tentó a Adán y a
Eva para que éstos mostraran su poder de decisión en el jardín. Desde entonces, la gente se ha
metido en una lucha ardua por el poder: el amo contra su esclavo, el ministro contra los ancianos,
el esposo contra su esposa, el hijo contra su padre, el estudiante contra su maestro, el rebelde contra
su gobierno. Un autor describe el problema:
Afanadamente buscamos el liderazgo para luego domesticarlo y enjaularlo.
Rechazamos el poder, pero nos atrae, hormiguea en nuestro interior y nos seduce.
Devoramos libros enteros que hablan del poder: poder en la oficina, poder en el dormitorio,
poder en los pasillos. Los grandes conocedores y eruditos en la materia enseñan en cuanto
al poder: lo que es, cómo obtenerlo, cómo usarlo y “cómo obtener el control absoluto en
todo lo que nos rodea”.
En nuestro estudio del liderazgo, debemos reconocer y admitir que un punto fundamental es
llegar a entender y decidir sobre el uso del poder. Tenemos que tomar una decisión. “El poder
puede ser usado para dominar [a otros] y debilitarlos o para levantar[los] y elevar sus capacidades
y auto-estima”.
El cuarto capítulo de Lucas empieza narrando las artimañas de Satanás al tentar a Jesús en el
desierto (Lucas 4:1–13). Este intercambio de razonamientos provee una base para la formulación
de un interesante estudio en cuanto al asunto del poder y la autoridad en el reino de Dios.
Especialmente note usted la segunda tentación y lo que Satanás le ofrece a Jesús. Si tan sólo Jesús
se inclinaba a él en adoración. Satanás le ofrece autoridad “sobre estos reinos y su esplendor” (4:6).
Jesús lo rechazó, señalando que únicamente se debe adorar a Dios. Sin embargo, tal vez haya otra
razón: el hecho de que Jesús ya tenía más autoridad que lo que Satanás tenía para ofrecerle.
De acuerdo con Lucas, después de que Jesús dejó el desierto, fue a Nazaret a anunciar el
comienzo de su ministerio (4:14–31). Luego fue a Capernaúm donde la gente se maravilló por sus
enseñanzas. La razón de que la gente se maravilló está bien claro: “enseñaba con autoridad” (4:32).
Más tarde, la gente se sorprendió y maravilló porque Jesús expulsaba demonios. Les ordenaba
que salieran. Lucas registra que la gente hasta se asustaba de lo que Jesús hacía. Tenía todo el
poder y los espíritus inmundos le obedecían. La gente decía: “¡Con autoridad y poder les da
órdenes a los espíritus malignos, y salen!” (4:36). Esto es muy interesante ya que nos damos cuenta
que Jesús estaba mostrándole su autoridad a Satanás cuando expulsaba demonios. Así que, Satanás
no tenía nada que ofrecerle a Jesús.
Nuevamente Jesús muestra autoridad; por tercera vez la gente se fue meditando maravillada
(Lucas 5:21–26). En esta ocasión, Jesús mostró autoridad sobre el pecado y la gente se maravilló.
“¿Quién es este hombre? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” Jesús claramente
mostró su autoridad sobre lo que ellos creían había causado que el hombre estuviera paralítico.
En cada acto de su ministerio Jesús mostró su autoridad. A la luz de las luchas por el liderazgo
(poder) que hoy día experimentamos, creo que sería bueno comparar la descripción de la autoridad
de Jesús con la de los líderes modernos de las iglesias. Examinemos tres palabras que describen la
autoridad de Cristo como cabeza de la iglesia.
AUTORIDAD DESIGNADA O CONFERIDA:
EXOUSIA = “AUTORIDAD CONCEDIDA POR UNA AUTORIDAD SUPERIOR”.
Exousia es la palabra más común utilizada en el Nuevo Testamento para designar autoridad.
Normalmente se usa para describir la autoridad civil de un líder: “alguien puesto a cargo”. Jesús
la utilizó cuando les dijo a sus discípulos que toda autoridad le había sido dada en el cielo y en la
tierra (Mateo 28:18). Este fue el tipo de autoridad que Satanás intentó ofrecerle a Jesús en el
desierto. La autoridad siempre fue un tema que los líderes judíos continuamente le cuestionaron a
Jesús: “¿Con qué autoridad haces esto?” (Marcos 11:28, 29). En cada ejemplo, esta palabra
describe una autoridad o poder delegado de una posición alta a una más baja.
AUTORIDAD ASUMIDA:
KURIEUO = “GOBERNAR”, “SEÑOREAR”.
Kurieuo describe una autoridad que es asumida por una persona basada en un derecho o logro.
Un erudito la describe como una combinación de “los dos elementos conocidos como poder y
autoridad … el poder denotado en un control en vez de la fuerza física”. “Para esto mismo murió
Cristo, y volvió a vivir, para ser Señor [tener dominio sobre] tanto de los que han muerto como de
los que aún viven” (Romanos 14:9). Puede estar basada en una herencia, como el ascenso de un
rey. Podría ser el resultado de una lucha por el poder: la victoria de un líder militar. O, pudiera ser
la designación de un gobernador. Para Jesús, fue la autoridad que él obtuvo a través de su
resurrección.
AUTORIDAD ABSOLUTA:
ARCHO = “DOMINAR”, “ENSEÑOREAR”, “SER PRIMERO”.
A su vez, Isaías afirma: “Brotará la raíz de Isaí, el que se levantará para gobernar a las
naciones; en él los pueblos pondrán su esperanza”. (Isaías 11:10; Romanos 15:12) (énfasis
agregado) Archo, el sustantivo de gobernar describe a alguien que fue colocado en el punto más
alto. Es el “primero ya sea en el tiempo o de rango”. No puede haber nadie por encima de esa
persona. Es la misma palabra que se la ha traducido como principio. Se la usa para proclamar a
Jesús como “el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin” (Apocalipsis 21:6; 22:13).
Esta palabra no tan sólo describe la autoridad de Jesús, sino que Pablo también la usó para
declarar a Jesús como autoridad sobre todo dominio: arche.
… y en él, que es la cabeza de todo poder (arche) y autoridad (exousia).
—Colosenses 2:10
(énfasis agregado)

Muy por encima de todo gobierno (arche) y autoridad (exousia), poder (dunamis) y domi
nio (kuriotes), y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino
también en el venidero.
— Efesios 1:21
(énfasis agregado)

Precisamente es esto a lo que se refieren los escritores de la Biblia cuando afirman que Jesús
es “Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 17:14, 19:16). El punto es el siguiente: “¡No
hay en el cielo o en la tierra alguien que tenga una autoridad superior a la de Jesús!” Por lo tanto,
todo lo que podemos decir para describir a los líderes enfatiza a “aquellos que están bajo autoridad”
en vez de “aquellos que ejercitan autoridad”.

Un punto relevante y una pregunta


Esto nos trae a considerar un punto crucial al iniciar la aplicación de lo que autoridad y poder
significan en el reino de Dios. Con la excepción del apóstol Pablo (2 Corintios 10:8; 13:10), estas
tres palabras no se usan para describir a los líderes en las iglesias. Así que, debemos preguntarnos:
“¿Qué quiere decir esto en cuanto al concepto de autoridad en la iglesia local?”
Jesús puso la piedra angular del liderazgo dentro de la iglesia y dijo que no sería nada parecido
al liderazgo que era muy común en todo el mundo.
Jesús los llamó [hacia él] y les dijo: —Como ustedes saben los gobernantes de las naciones
oprimen (kurieuo) a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad (exousia). Pero
entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes
deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás”.
—Mateo 20:25–27
(énfasis agregado)

Vayamos más allá de los evangelios para ver si hay consistencia en el uso de estas palabras.
Pablo afirmó que su liderazgo no era similar al que le fue conferido por el sumo sacerdote. Él había
experimentado el uso de una autoridad delegada (exousia), pero esa ya no le interesaba. De hecho,
Pablo escribió que Dios desharía y destruiría ese tipo de autoridad.
Entonces vendrá el fin, cuando él entregue el reino a Dios el Padre, luego de destruir todo
dominio (arche), autoridad (exousia) y poder (dunamis)
—1ª Corintios 15:24
(énfasis agregado)
Desarmó a los poderes (ache) y a las potestades (exousia), y por medio de Cristo los humilló
en público al exhibirlos en su desfile triunfal.
—Colosenses 2:15
(énfasis agregado)

Resulta importante entender que todo poder y autoridad, como son los estándares comunes del
mundo, serán destruidos. Salomón nos advirtió que tuviéramos cuidado de aquello que parece
correcto porque si no concuerda con el pensamiento de Dios puede ser algo que nos lleve a la
muerte (Proverbios 16:25). El resultado de las filosofías basadas en el poder son la competencia y
la voracidad, que únicamente pueden terminar en muerte: muerte del negocio, de las iglesias, de
las familias y de los individuos. Se necesita de un entendimiento excepcional para que todo crezca
sanamente.
Ya que el liderazgo tiene que ver con el poder y la autoridad, ¿dónde encontramos un modelo?
¿Cómo debe ser? Cuando lo descubramos, la gente dirá: “eso no es en lo que fui enseñado o he
experimentado. Seguro que ese es un concepto raro en cuanto al poder y la autoridad”.

Palabras que describen función


Dios diseñó mi cuerpo con un par de pies. Su propósito en este diseño fue que mis pies
funcionaran para permitirme estar de pie o para desplazarme de un lugar a otro. Por lo tanto, la
función de mis pies es el movimiento: sin embargo, ese movimiento puede darse de diferentes
formas. Puedo caminar, correr, brincar o saltar. Puedo usar mi pie para presionar el pedal del
acelerador de un automóvil. Hay muchas formas que mis pies tienen para cumplir con su función.
Lo mismo sucede cuando se trata de la responsabilidad en el liderazgo de la iglesia se trata.
Por diseño de Dios la función del liderazgo es para suplir las necesidades de la gente. Hay muchas
formas en las que se puede cumplir con estas responsabilidades. “Él mismo constituyó a unos,
apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros …” A pesar de que
su forma es distinta, su función es la misma: “a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de
servicio, para edificar el cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11–12). A Dios no le preocupa tanto la forma,
sino que la función se lleve a cabo.
El problema surge cuando una persona empieza a pensar que la forma que escogió debe
imponerla sobre todos los demás: todos deben correr; nadie puede caminar. O, cuando observamos
que una persona parece tener éxito y determinamos que todos deben funcionar en esa forma
particular en que funciona esa persona.
En ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos una jerarquía clara de liderazgo con una
estructura del liderazgo en el reino de Dios. Algunas iglesias están estructuradas de tal forma que
los ancianos son los líderes, otras nombran un obispo distrital; mientras que otras discuten que la
autoridad debe recaer en manos de un pastor. La forma será distinta en las diferentes culturas y
lugares. Sin embargo, la función del liderazgo está bien señalada. Debemos volver nuestra
concentración a la función y permitir libertad en las formas para cumplir con la función.
Para entender la función del liderazgo del reino, regresemos al paradigma contra la corriente y
pensemos en el líder como un pastor. Jesús quería ser conocido como un pastor (Juan 10:11) y un
siervo (Mateo 20:28). Tanto Pablo como Pedro consideraron a los líderes de la iglesia como
pastores (Hechos 20:28; 1 Pedro 5:2). El paradigma del pastor finalmente es un siervo que da su
vida y energía para suplir las necesidades de las ovejas. A pesar de ello, debemos reconocer que
el pastoreo se logra mediante un cierto nivel de poder y autoridad. Sin embargo, con las ovejas, no
se puede usar una práctica convencional de liderazgo. Al hacer uso de la fuerza, las ovejas se
esparcen, huyen y se descontrolan. La autoridad del pastor sobre las ovejas se obtiene mediante
una buena relación con ellas. Jesús explica:
El portero le abre la puerta, y las ovejas oyen su voz. Llama por nombre a las ovejas y la
saca del redil. Cuando ya ha sacado a todas las que son suyas, va delante de ellas, y las
ovejas lo siguen porque reconocen su voz. Pero a un desconocido jamás lo siguen; más
bien, huyen de él porque no reconocen voces extrañas.
—Juan 10:3–5

Es verdad que los pastores sirven y cuidan de sus ovejas supliendo sus necesidades. Sin
embargo, habrá tiempos cuando los pastores deberán tomar decisiones duras para el bienestar de
sus ovejas. Habrá situaciones en que los pastores dirán: “No”. En otras ocasiones el mensaje puede
ser: “es hora de irnos de este lugar”. En tiempos peligrosos el mensaje al depredador será: “no
permitiré que te acerques a mis ovejas”. En tiempos así, los pastores deben ejercer su poder: el
poder del pastor.
Kenneth Blanchard plantea una pregunta sumamente importante a este respecto: “¿Están las
ovejas aquí para el pastor o está el pastor para las ovejas?” Prosigue: “La forma en que usted
conteste esta pregunta determinará su forma de liderar”. Más específico, la respuesta a esta
pregunta dice mucho en cuanto al punto de vista que el pastor tiene respecto del poder. Algunos
líderes creen que las ovejas están allí para ellos; así que proceden a usar su poder para que las
ovejas hagan lo que ellos les ordenan. La cantidad de ovejas en su rebaño es señal de éxito, aun de
su poder sobre otros pastores. Tales líderes controlan y manipulan, demandando una obediencia
ciega y total. Hacen todo esto usando un lenguaje denigrante. Tratan a todo mundo como siervos,
pero se escudan en que todo lo hacen por el bienestar de las ovejas.
Líderes como Moisés, David, Nehemías, Jesús, Pedro y Pablo creían que su función era suplir
las necesidades de las ovejas, cuidarlas, guiarlas y fortalecerlas. El paradigma bíblico para el
liderazgo no es la autoridad; es la responsabilidad. No es el control; es el cuidado. No es demandar;
es el discipulado. No es impedir; es preparar.
Hemos hablado de las palabras bíblicas (poder y autoridad) que no se usan para describir el
liderazgo en el reino de Dios. Meditemos ahora en cuatro palabras que describen la función del
liderazgo bíblico. Resulta importante recordar que cada definición se debe medir desde la piedra
angular: a la luz de lo que Jesús enseñó y cómo se condujo él como líder.
El poder del pastor:
Poimaino = atender, dirigir, guiar
Cuatro veces se usa el verbo poimaino como descripción de la responsabilidad de un líder en
la iglesia de Dios. En cada uno de estos contextos el escritor habla de ovejas; por lo tanto, debemos
traducirlo como atender, como alguien atendería a las ovejas. “El pastor (poimen), como lo usó
Jesús, es una ilustración de alguien que cuida las ovejas que le pertenecen a Jesús, el Maestro y
Señor; no es una ilustración de autoridad, sino una de cuidado y amor personal”.
Y volvió a preguntarle: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas? —Sí, Señor, tú sabes que te
quiero. —Cuida de mis ovejas”.
—Juan 21:16
Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha
puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él adquirió con su propia
sangre.
—Hechos 20:28

Cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por
ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere. No sean tiranos con los
que están a su cuidado, sino sean ejemplos para el rebaño. Así, cuando aparezca el Pastor
supremo ustedes recibirán la inmarcesible corona de gloria.
—1 Pedro 5:2–4

Estos individuos son un peligro oculto: sin ningún respeto convierten en parrandas las
fiestas de amor fraternal que ustedes celebran. Buscan sólo su propio provecho. Son nubes
sin agua, llevadas por el viento. Son árboles que no dan fruto cuando debieran darlo; están
doblemente muertos, arrancados de raíz.
—Judas 1:12

El paradigma del pastor describe la responsabilidad de “proteger, cuidar y nutrir”. No se otorga


poder para controlar; se da para proteger a aquellos que están bajo el cuidado del líder. La autoridad
no se da para la propia preservación del líder; se da para que el líder pueda proveer para los demás.
El paradigma del pastor es la base para interpretar todo texto bíblico que habla del poder y la
autoridad. Todos se deben medir y ajustar a la medida del buen pastor: la piedra angular.
Autoridad para cuidar:
Proistemi = estar ante
Un reconocido erudito en griego traduce Proistemi como “estar al frente mientras cuida a
aquellos que son guiados … la combinación de guiar y cuidar”. Proistamenos (sustantivo) “tiene
que ver con la tarea de vigilar y la responsabilidad de proteger a aquellos sobre los cuales ha sido
puesto … el verbo puede hacer referencia a apoyo, cuidado y mostrar preocupación por alguien.
Es la descripción perfecta del poder del pastor, de la autoridad que se desprende de una relación.
Jesús dijo que él conocía a las ovejas por su nombre y que las ovejas conocían su voz y que lo
seguían cuando él estaba al frente guiándolas (Juan 10:3–5).
Un ejemplo de estructura de liderazgo que ha sido enseñado por siglos se conoce como “primus
inter pares”, que se traduce como el primero entre iguales. Esta filosofía cree que mientras que
todos los del rebaño son iguales, uno tiene que ser el responsable de ir al frente y ser el primero:
para tener el control y fijar los estándares de la rendición de cuentas. Esta enseñanza es consistente
con los comentarios de Pablo a los corintios donde él no se considera más que Pedro, Apolos u
otros. Les instruye a “considerarnos como siervos de Cristo” (1 Corintios 3:5, 4:1). Concuerda con
la declaración de Pedro en referencia a él mismo como anciano junto con los demás (1 Pedro 5:1).
Quien está en una posición de autoridad debe recordar que no es mejor que los demás;
y, quien está bajo autoridad debe recordar la dignidad y libertad de su llamado. Sin importar
las diferencias en su posición social a los ojos de la sociedad o sus distintas
responsabilidades en la iglesia, ante todo son compañeros de vida, compañeros en la obra,
coherederos e hijos del mismo padre.
La palabra proistemi se usa tres veces con relación al liderazgo en la iglesia.
… si es el de animar a otros, que los anime; si es el de socorrer a los necesitados, que dé
con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero; si es el de mostrar compasión,
que lo haga con alegría.
—Romanos 12:8
(énfasis agregado)

Hermanos, les pedimos que sean considerados con los que trabajan arduamente entre
ustedes, y los guían y amonestan en el Señor.
—1 Tesalonicenses 5:12
(énfasis agregado)

Los ancianos que dirigen bien los asuntos de la iglesia son dignos de doble honor,
especialmente los que dedican sus esfuerzos a la predicación y a la enseñanza.
—1 Timoteo 5:17
(énfasis agregado)

La versión Reina-Valera de la Biblia utiliza las palabras preside, presiden y gobiernan.


Precisamente es esta inconsistencia en la traducción de los conceptos que nos lleva a confundirnos
en cuanto al liderazgo y porque se es inconsistente con la piedra angular. He conocido líderes de
la iglesia que usan 1 Timoteo 5:17 como prueba contundente para reclamar su derecho en ser “el
anciano gobernante” en una congregación. Sin embargo, el hecho de traducir las palabras de Pablo
como gobiernan resulta totalmente contradictorio a la enseñanza y ejemplo de Jesús. La
interpretación “gobernar” está en acuerdo con el pensamiento común, no en el pensamiento alto
de Dios. No se ajusta a la medida de la piedra angular. Con nuestro compromiso puesto en la
soberanía de la palabra de Dios, debemos redirigir nuestra forma de pensar a la manera apropiada.
Amablemente debemos enseñar a aquellos que han recibido una instrucción falsa.
Pablo utiliza la palabra proistemi para describir la habilidad del líder cristiano para administrar
su casa (1 Timoteo 3:4, 5, 12; 5:17). Como medida de alguien que quisiera servir en la iglesia, un
erudito en griego escribe: “Los diáconos deben ser la cabeza de su hogar, pero con énfasis en un
cuidado propio para los suyos”.
Proistemi describe al pastor, parado frente a su rebaño, diciendo: “vayamos por aquí”. Es el
cuadro del pastor el cual va al frente de sus ovejas siempre buscando satisfacer sus necesidades y
tomando decisiones que obran en beneficio de las ovejas. Al hacerlo, este líder se preocupa muy
poco por sí mismo y su propio cuidado e intereses.
Un líder se aventura a afirmar: “¡Iré con ustedes; vengan conmigo!” Un líder empieza,
provee las ideas y la estructura y se arriesga a fallar teniendo en mente el éxito. Un líder
dice: “¡Iré con ustedes; síganme!”
Las ovejas siguen al pastor porque han desarrollado una relación de confianza. En esencia, le
dan permiso al pastor para que sea él quien las dirija. El poder otorgado por permiso es el poder
más poderoso del mundo. Lo mismo sucede en el matrimonio. En Efesios capítulo 5, se les
aconseja a las esposas a que se sometan a sus maridos. Si el esposo ama de acuerdo a los estándares,
enseñanza y vida de Jesús, la esposa tiene pocos problemas para someterse. Ella le da a él el
permiso para dirigir (Efesios 5:21–33). Los hijos seguirán a sus padres (Efesios 6:1–4) y los
esclavos seguirían a sus amos (Efesios 6:5–9). Cuando se mide desde la piedra angular, tenemos
puros ejemplos de poder por permiso: de autoridad desprendiéndose de una relación.
Autoridad de carácter:
Hegeomai o Proegeomai = dirigir, estimar, pensar
Muy probable es que los versículos que más controversia y mal entendidos han causado en
cuanto al liderazgo en el reino sean Hebreos 13:7, 17 y 24. Nuevamente, la razón principal es que
los traductores han utilizado las definiciones comunes de la palabra griega, en vez de examinar las
palabras a la luz de la vida y enseñanza de Jesús. La palabra utilizada es dirigente. Dios no se
contradice ni lo hace su palabra.
La palabra hegeomai es la raíz, la cual describe el liderazgo en seis textos de la Biblia. Un
diccionario griego define hegeomai como dirigir, guiar, pensar, venerar o considerar. Un
segundo erudito escribe: “el punto es estimar”.
… a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales (hegeomai)
entre los hermanos.
—Hechos 15:22 (Reina-Valera)

Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose (proegeomai)
mutuamente.
—Romanos 12:10

Hermanos, les pedimos que sean considerados con los que trabajan arduamente entre
ustedes, y los guían (proistemi) y amonestan en el Señor. Ténganlos en alta estima
(hegeomai), y ámenlos por el trabajo que hacen. Vivan en paz unos con otros.
—1 Tesalonicenses 5:12–13

Acuérdense de sus dirigentes (hegeumenoi), que les comunicaron la palabra de Dios.


Consideren cuál fue el resultado de su estilo de vida, e imiten su fe.
—Hebreos 13:7

Obedezcan a sus dirigentes (hegeumenoi) y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes


como quienes tienen que rendir cuentas. Obedézcanlos a fin de que ellos cumplan su tarea
con alegría y sin quejarse, pues el quejarse no les trae ningún provecho.
—Hebreos 13:17

Saluden a todos los dirigentes (hegeumenoi) y a todos los santos.


—Hebreos 13:24

La consistencia de nuestro líder basado en el servicio continúa en Lucas 22:26. Jesús enseña
que el más grande en el reino funcionará como el más joven y el que dirige (hegemonos — el que
es estimado) será como el que sirve (diakonon). El uso que Jesús hace de hegemonos fija la piedra
angular para la traducción en Hebreos 13; haciendo así de algunas traducciones una regla
contradictoria a la enseñanza de Jesús.
La autoridad para el liderazgo en el reino de Dios encuentra su base en el carácter de una
persona. Quienes conocen a tal persona le dan el permiso para que los dirija, basados en su estima
del líder. Como ya se mencionó, con la excepción de la conducción del hogar y la habilidad para
enseñar, no hay destrezas de liderazgo entre la lista de requisitos para el líder de la iglesia. Cristo
quiso que los líderes del reino fueran personas que alcanzaran su posición basados en la estima de
sus seguidores. Quiso que el liderazgo se diera a través del permiso: permiso concedido a través
de la relación con un líder quien pone en primer plano las necesidades de sus seguidores.
Buena autoridad:
Dokeo = Tener buena reputación
En una sola ocasión se utiliza la palabra griega dokeo para describir liderazgo en la iglesia. Al
escribirles Pablo a las iglesias de Galacia, compartió sus experiencias con los líderes de Jerusalén:
“con los que eran reconocidos como dirigentes” (Gálatas 2:2). Esta palabra, similar a hegeomai,
tiene el contexto de alguien que fue puesto en una posición de liderazgo debido a la estima
(permiso otorgado) de la gente siendo guiada. Voluntariamente los seguía la gente, no por temor
o por la fuerza, sino por voluntad propia de elección. Las ovejas siguen a los pastores en los cuales
confían porque saben que éstos tienen los mejores intereses para ellas.

Palabras que sugieren forma


Israel observó las naciones seculares a su alrededor y deseó su estilo de monarquía (forma de
liderazgo). Demandaron que el profeta Samuel pusiera a un rey. Samuel les advirtió que un rey,
actuando al igual que las demás naciones, muy pronto requeriría que el pueblo le sirviera (1 Samuel
8:9–18). De la misma manera, las iglesias han contemplado el mundo secular y desearon las
mismas formas de liderazgo. Durante la revolución industrial las compañías se unieron y se
constituyeron bajo consejos de administración que tomó el control del negocio. Las iglesias,
buscando lo mismo, decidieron otorgar las funciones del ministro a los comités, consejos y/o
concilios para que éstos fueran los que controlaran las funciones del negocio de la iglesia. Esta
forma de liderazgo muy pronto se olvidó de sus funciones bíblicas. Hoy día los líderes de las
iglesias discuten para determinar cuál forma es la correcta, mientras que la función queda
desatendida y hasta olvidada.
El rey David demostró que no todos los reyes fueron malos. Algunos, que escucharon a Dios
y entendieron sus funciones, pudieron restaurar a Israel y elevarlo a un liderazgo superior al común
de las naciones vecinas. No todo comité es malo. Ninguna forma es mala en sí misma, ya sea de
reinado o sin reinado, con comité o sin comité. La pregunta crítica es: “¿Cuál es la función de la
forma?” Regresamos a la pregunta de si las ovejas existen para los pastores o los pastores para las
ovejas. La respuesta determina si la forma controla a la función o si la función controla a la forma.
En la mayoría de los lugares del mundo, debido a la forma de pensar de los líderes de que deben
basarse en el poder, la función vive para proteger la forma, hasta el punto mismo de ignorar o mal
interpretar la Biblia. Esto da como resultado algo similar a lo de Ezequiel 34 donde Dios mostró
su ira contra los pastores (líderes) de Israel por fallar en cumplir con su función.
Para que la iglesia funcionara basada en el servicio, el Espíritu Santo escogió tres palabras para
describir las diferentes formas en que se pueden cumplir las responsabilidades que Dios puso en
los líderes en el reino. Cuando estas palabras son traducidas en acuerdo con la piedra angular,
tienen significado y esclarecen mucha de la confusión que impera en el liderazgo de la iglesia.
Líder siervo:
Diakoneo = servir a la mesa, cuidar de, servir
El verbo diakoneo y su sustantivo, diakonos, son las palabras más frecuentes que se usan para
describir la función dentro del cuerpo de Cristo. También es la más fácil de interpretar porque en
el griego no hay significados alternos. Bromiley menciona que el uso de esta palabra era totalmente
opuesta a la filosofía griega en los días de Jesús. “Para los griegos, el servicio es algo indigno:
hemos nacido para gobernar no para servir”. Prosigue: “el servicio únicamente adquiere valor
cuando promueve el desarrollo completo del individuo”.87
El verbo diakoneo y el sustantivo diakonos s se usa para describir el ministerio de los ángeles,
los hombres, las mujeres, los diáconos, los apóstoles y Jesús. El verbo se traduce como servirle a
alguien a la mesa, servirle a alguien, cuidar, atender, ayudar, o apoyar a alguien. De manera muy
simple: “un diácono es un siervo que funciona atendiendo las necesidades de la gente”.
Liderazgo maduro:
Presbyteros = persona de edad avanzada, ancestros o anciano
La palabra más frecuente que describe una forma de liderazgo en la iglesia es presbyteros. En
el contexto bíblico esta palabra siempre se utilizó para describir viejos, hombres maduros
aceptados en la sinagoga, aldea o ciudad: hombres de una posición alta en su comunidad. El uso
de esta palabra está en completo acuerdo con hegeomai — “liderazgo estimado”. Basados en su
carácter (1 Timoteo 3, Tito 1) debían dirigir los asuntos de la iglesia (1 Timoteo 5:17). Debían ser
llamados para orar por los enfermos (Santiago 5:14). Siempre se les refiere en plural indicando
que jamás había un solo anciano gobernante. (Esto confirma que el concepto de anciano
gobernante no se ajusta a la piedra angular). Bennett describe la función de un anciano:
[El anciano] está menos orientado al trabajo físico y más orientado a los valores. Reúne
a la gente y se preocupa por sus actitudes … se interesa en [la iglesia] y su salud interna,
en el clima o ambiente en los que viven los miembros y que finalmente alterarán
radicalmente su crecimiento y efectividad … un anciano busca mantener el cuerpo y un
sistema de apoyo de vida para los creyentes.
De la forma que se lo quiera ver, esto describe un ministerio donde el pastor crea un ambiente
donde las ovejas son cuidadas y crecen. Es un ministerio que requiere de un corazón siervo que
piensa más allá de sí mismo para pensar en el bien mayor para aquellos a quienes sirve.
Liderazgo vigilante:
Episkeptomai, = mirar (echar un ojo), ir a ver, visitar
Episkopeo = proteger, cuidar, vigilar
La función del obispo — vigilante — es bastante difícil de entender. Solamente cuando
examinamos los hechos y los comparamos a la piedra angular nos damos cuenta si se ha llevado a
cabo bien la tarea del mismo. Es por eso que el cuadro total solamente recae en la función del
vigilante (episkopos). Es decir, los hechos del obispo hablarán por sí solos.
… estuve enfermo y me atendieron (episkeptomai) …
—Mateo 25:36
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha venido (episkeptomai) a redimir a su
pueblo.
—Lucas 1:68
… Dios ha venido en ayuda (episkeptomai) de su pueblo.
—Lucas 7:16
La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender
(episkeptomai) a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la
corrupción del mundo.
—Santiago 1:27
Pablo nos regresa al paradigma del pastor como la función del ministerio. El vigilante (anciano,
obispo) es uno quien se preocupa por las necesidades de la gente y suple esas necesidades. Un
erudito en griego dice que debemos recordar que “la idea de la preocupación está presente”. Otro
erudito afirma que este verbo “enfatiza un cuidado activo y responsable”.94 Esto se alinea con la
piedra angular y esclarece el significado. No estamos hablando de una persona que domina,
haciendo uso del poder y el control, sino de una persona que cuida genuinamente del pueblo de
Dios y suple sus necesidades. No estamos hablando de una posición con un título, sino de un
ministerio activo que cuida del cuerpo de Cristo.
Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha
puesto como obispos [vigilantes] (episkopos), para pastorear la iglesia de Dios, que él
adquirió con su propia sangre.
—Hechos 20:28
(énfasis agregado)

Pedro continúa con la metáfora del pastor y claramente muestra que la función del líder en la
iglesia no se debe interpretar con formas que enfaticen el poder.
… cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo (episkopeo), no por
obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere. No sean
tiranos (kurieuo) con los que están a su cuidado, sino sean ejemplos para el rebaño.
—1 Pedro 5:2–3
(énfasis agregado)

He aquí el problema: las iglesias se detienen y se dividen por personas que buscan una posición
de poder (la forma), en vez de desear la honorable responsabilidad (1 Timoteo 3:1) de cuidar y
atender las necesidades de la gente (función). A Dios no le preocupa qué forma de liderazgo opera
en la iglesia, en una cultura o qué título se otorga. Sino que sí se preocupa por “¿están siendo
atendidas mis ovejas?”
En su enseñanza, Jesús enfatizó la obediencia del líder a la autoridad de Dios en vez de su
actuar con su propia autoridad.
Resulta interesante notar que a pesar de que los discípulos están siendo preparados para
el liderazgo espiritual en la iglesia, Jesús enfatiza más su responsabilidad a la autoridad de
Dios, que en la autoridad que ellos mismos deben ejercer. Hay mucha más instrucción en
cuanto al papel de seguir que en dirigir.

Conclusión
En el jardín del Edén, la serpiente les ofreció poder a Adán y a Eva, tentándolos a llegar a ser
tan conocedores de todo como Dios. Ellos lo analizaron y vieron que, en ese momento, esto era
algo deseable. Les pareció correcto. Se equivocaron y fueron separados del paraíso de Dios.
Satanás prosiguió con su engaño de ofrecerles poder a los profetas, sacerdotes y reyes. Aquellos
que aceptaron su liderazgo ficticio perdieron su lugar en el plan de Dios. En el desierto, Satanás le
ofreció poder a Jesús. Sin embargo, Jesús estaba bien familiarizado con la forma alta de pensar y
actuar de Dios. Se ajustó al plan de Dios y se convirtió en el líder más grande líder de la historia
del mundo.
Satanás sigue provocando a los líderes en el reino de Dios para que caigan y acepten las
filosofías comunes de liderazgo basadas en el poder. Esta forma de pensar está basada en “la vana
y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este
mundo y no conforme a Cristo” (Colosenses 2:8). Aquellos que se conforman a la forma superior
de Dios serán exaltados a sus ojos. Su éxito no será medido por los estándares comunes del mundo,
sino por los del Príncipe de los pastores.
Capítulo ocho

JESÚS: UN LÍDER ENCARNADO


“Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros”.
—Juan 1:14

“Perdón, pero usted no puede usar esa palabra”. Esta fue la preocupación de nuestro intérprete
cuando supo que yo enseñaría sobre liderazgo. En su país había habido un dictador depravado el
cual se había hecho llamar “el líder”, por lo que la palabra les traía recuerdos dolorosos. Después
de una hora de discusión tratando de encontrar un concepto adecuado, llegamos a la conclusión de
que el traductor usaría “hombre al frente”. En una de las sesiones el intérprete cometió el error de
usar la palabra prohibida y toda la audiencia se quedó atónita. Entonces comprendí el dolor que
ese líder le había causado a su gente.
En otras culturas la gente tiene problemas para aceptar la palabra siervo. Hay individuos que
se rebelan ante la idea de servir; sin embargo, yo hablo de culturas donde la palabra se usa de otra
manera. En una comunidad al sur de África la palabra siervo hace referencia a una persona sujeta
a un espíritu maligno la cual hace lo que el espíritu le dicta. Otras culturas no pueden separar el
concepto siervo de esclavitud. Por lo tanto, debemos tener cuidado en la selección de las palabras
hasta que podamos desarrollar el concepto bíblico de guardián o vigilante.
Cuando Jesús trató de ayudar a sus discípulos a que entendieran lo que es la servidumbre,
utilizó palabras que les crearon imágenes en sus mentes para explicar el concepto. Una de esas
imágenes fue la del “buen pastor”. Como lo vimos en el capítulo 5, Jesús no hablaba de un dueño
ausente que contrató a alguien para que pastoreara sus ovejas. Jesús describió a un dueño que vivía
con las ovejas, las conocía por su nombre y suplía sus necesidades. Este dueño está dispuesto a
arriesgar su vida para proteger y darle provisión a su rebaño. Jesús encarnado es el dueño que se
dignó a venir a vivir entre sus ovejas. Él fue el cumplimiento de la profecía de Isaías, la cual
declaraba que el Mesías sería Emanuel: “Dios con nosotros” (Isaías 7:14).
Platón desarrolló su filosofía estudiando las acciones de la mitología griega, dioses ficticios
los cuales jamás dejaron su lugar en el monte Olimpo. Estaban demasiado ocupados en banquetes
y peleándose entre ellos que no tenían tiempo para atender a los mortales. Por lo tanto, enviaron
mensajeros los cuales cumplían con sus órdenes y entregar sus determinaciones a los humanos.
Basado en los conceptos de Platón, el liderazgo moderno entiende el éxito como escalar más
alto en la estructura del liderazgo hasta el punto donde se tenga siervos que cumplan con las
órdenes del líder. Tales líderes operan a puerta cerrada, son protegidos por aquellos a quienes
mandan y casi no se reúnen con nadie excepto con su personal. No conocen los nombres o las
necesidades de sus seguidores. Son gobernantes aislados del resto de la población.
El apóstol Juan hace una audaz declaración al inicio de su evangelio al afirmar que el Verbo
de Dios se encarnó y vivió entre nosotros (Juan 1:14). La traducción literal de esto es: “Él armó y
fijó su tienda de campaña en medio de nosotros”. Jesús llegó a este mundo que vivía un liderazgo
aislado de la gente y por su enseñanza y acción presentó un concepto de cómo los líderes se deben
relacionar con su gente.
El hecho de que Jesús, el dueño de las ovejas, vino a experimentar la vida entre las ovejas se
conoce en teología como la encarnación, o en la carne. Este concepto extraordinario acerca del
liderazgo habla fuertemente de lo que se espera del líder en el reino de Dios y pone otra marca más
en la piedra angular a la cual nosotros nos medimos o comparamos. Consideremos ahora el ejemplo
del liderazgo de Jesús como un líder encarnado: uno que vive entre la gente y cumple nuestra
definición de liderazgo.
Una de las lecciones más fuertes en cuanto al liderazgo fue la que Jesús enseñó en Juan capítulo
13. La clave para entender el impacto de esta lección la encontramos en el versículo tres, donde
Juan afirma: “Jesús sabía que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había
salido de Dios y a él volvía”. Luego, Jesús les dice a sus discípulos: “Ustedes me llaman Maestro
y Señor, y dicen bien, porque lo soy” (Juan 13:13). Juan quiere que nosotros sepamos que Jesús
sabía perfectamente quien era él; que sabía el hecho de que él tenía toda autoridad y todo poder.
Sin embargo, mientras los discípulos luchaban por determinar quién de ellos era el más importante,
Jesús tomó una toalla y una vasija, cumpliendo con las responsabilidades del siervo más bajo de
la casa. Tal acción era tan poco común en su experiencia que los discípulos casi quedaron mudos
mientras Jesús se arrodillaba frente a ellos. Jesús les dijo: “Este es el tipo de liderazgo que espero
de ustedes” (Juan 13:15 — parafraseado por el autor). Jesús lo enseñó como el paradigma del
pastor. Ahora lo modela como la piedra angular a la cual se compara y se mide todo liderazgo.
Un liderazgo encarnado resulta tan poco común en nuestros días modernos como en los
tiempos bíblicos donde imperaba uno basado en el poder. Sin embargo, ningún otro estilo de
liderazgo describe mejor sus acciones. Trabajar relacionándose con la gente a la que dirige, encaja
con la definición que hemos obtenido de la piedra angular.

Un liderazgo encarnado construye relaciones


La narrativa de lo que pasó en el aposento alto empieza con una fuerte declaración en cuanto
a las relaciones. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan
13:1). Jesús había escogido cuidadosamente y capacitado a los que esa noche se encontraban
reunidos en ese lugar, antes de que él muriese. Había caminado con ellos por tres años y los conocía
muy bien. Su liderazgo se había desarrollado en esta relación íntima con cada uno de ellos.
Los discípulos no fueron las únicas personas con quienes Jesús había desarrollado una relación
encarnada.
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las
buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las
multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como
ovejas sin pastor.
—Mateo 9:35–36

Esta es una declaración contundente concerniente a su ministerio encarnado. Su impacto


logrado no fue simplemente por su título “Hijo de Dios” o por la calidad de su enseñanza. Jesús
no siguió con la práctica común de sus días, la cual era situarse en una ciudad de renombre y
rodearse de estudiantes que se sentaran a sus pies a oírlo. Caminó entre la gente común con una
presencia excepcional. Sus enseñanzas estaban encaminadas hacia sus necesidades y comunicaban
con palabras de ilustración claras que ellos entendían a la perfección. Él sabía y conocía sus luchas
diarias y mostró una preocupación genuina por sus audiencias. Mientras que los líderes judíos
buscaban razones para separarse de las mujeres, los niños, los pobres, los enfermos y los
discapacitados, Jesús comió con los pecadores, tocó a los leprosos, recibió a los niños y ministró
a los pobres. En una cultura donde comúnmente el liderazgo ignoró a la gente de bajos recursos y
posición social, Jesús, como la Deidad encarnada, mostró una compasión extraordinaria para todos
y a propósito entabló relaciones con esas personas.

El liderazgo encarnado es servicial


Jesús puso la piedra angular del liderazgo de servicio de tal manera que únicamente un líder
encarnado lo podría lograr. Se levantó de la mesa donde estaban cenando y se quitó su manto (Juan
13:4). En el liderazgo judío, el tipo de manto o vestimenta exterior revelaba de qué persona se
trataba. Los fariseos y saduceos gastaban enormes cantidades de dinero en ropa para hacer un
despliegue de su riqueza, grandeza e importancia. Jesús, el Hijo de Dios (que no se comparó el ser
igual a Dios sino que puso su importancia en servir y suplir las necesidades de la gente), se despojó
de sí mismo y tomó la forma de siervo (Filipenses 2:5–7).
Después de deshacerse de su manto, Jesús se dispuso a cumplir con las responsabilidades del
esclavo más bajo de la casa. Mientras los discípulos se peleaban para ver quién era el más
importante (Lucas 22:24), Jesús “se ató una toalla a la cintura, echó agua en un recipiente y empezó
a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba en la cintura”. Alguien
debió haber estado en la casa cuando los discípulos llegaron para hacer este servicio. Sin embargo,
nadie se ofreció de voluntario para inclinarse ante sus colegas para refrescarlos de su jornada
polvorienta.
Después de lavarles los pies, Jesús les instruyó a que no pensaran como los líderes que
conocían y que no pertenecían al reino de Dios. A esos líderes les encantaba “enseñorearse” de su
gente. Jesús fue claro al señalar: “Pero entre ustedes no debe ser así” (Marcos 10:42, 43). Él les
dijo que tales títulos como “señor y maestro” no eran la base de la responsabilidad en el liderazgo.
Él, su Señor y Maestro, había tomado el papel del siervo más bajo y ellos no eran más importantes
que él. Por lo tanto, ellos debían estar dispuestos a hacer lo mismo (Juan 13:13–17). El liderazgo
encarnado únicamente funciona y acciona en el reino del servicio. Como lo dice Edersheim: “el
servicio [es] evidencia de gobierno”.

El liderazgo encarnado es dedicado


El pensamiento común del mundo busca oportunidades para escalar cada vez más alto en la
estructura del liderazgo. Todo se evalúa por la manera en que algo ayudará en el camino del éxito.
Una persona es considerada dedicada si se olvida de su familia y amigos. Se espera que el
prospecto líder trabaje horas y horas para probar su dedicación y ganarse las posiciones para
escalar. Conocemos esto como estar casado con el trabajo y la empresa donde se labora.
Cuando Jesús entró al aposento alto con sus discípulos sus pensamientos se enfocaron en
“¿cómo puedo preparar a estos hombres para que sean efectivos? ¿Cómo les puedo enseñar?” En
su dedicación para ayudar a sus seguidores a que vieran el cuadro verdadero del liderazgo de
siervo, dio una demostración encarnada.
Durante su ministerio vemos la compasión de Jesús por la gente de todos los niveles sociales.
Reconocemos su autoridad certera mientras enseñaba y trataba sus problemas. Lo miramos
mientras confronta a aquellos que usan a la gente en vez de ayudarla. Leemos de su compromiso
en capacitar a aquellos que cumplirían con la visión de su Padre. Quedamos perplejos ante su
completo sacrificio por la gente.
Cuando yo cursaba la preparatoria, en una ocasión busqué la ayuda de un profesor después de
haber terminado de dar su clase. Él salió del salón y dijo: “no te puedo ayudar”. Bromeando, le
pregunté: “¿qué me dice de toda esta dedicación de los maestros a sus alumnos?” Volteó y me
dijo: “mi dedicación termina en el instante en que el reloj marca la hora de salida”. Sin embargo,
Jesús estuvo dispuesto a recibir y atender a los niños que querían ser abrazados, a la gente dolida
que estaba al lado del camino, a los que lo buscaron para que él acudiera a sanar a un amigo o
pariente enfermo. La dedicación de Jesús al propósito de su Padre no paró jamás, a pesar de que
muchos la hubieran considerado inapropiada por su cansancio.
Tal vez una de las declaraciones más poderosas en cuanto a la dedicación de Jesús en servir a
las necesidades más profundas de la gente se encuentre en las palabras de Lucas: “Como se
acercaba el tiempo de que fuera llevado al cielo, Jesús se hizo el firme propósito de ir a Jerusalén”
(Lucas 9:51). Nada detendría a Jesús en su camino a la cruz. Sus pasos no revelaron una
preocupación por su persona o por auto-promoverse. No corrió a esconderse. Fue un acto de valor
por haberse despojado de sí mismo. Jesús se dedicó a estar entre su gente hasta el fin.

El liderazgo encarnado auxilia


Una vez que Jesús hubo lavado los pies de sus discípulos, preguntó: “¿Entienden lo que he
hecho con ustedes?” (Juan 13:12). En innumerables ocasiones en el ministerio de Jesús se tomó
un tiempo especial con sus seguidores para explicarles una enseñanza, dar más indicaciones o para
ayudarles a entender por qué no podían realizar un milagro. La esencia misma de ser un siervo es
para ayudar a la gente.
Al tiempo que escribo este capítulo me doy cuenta de un programa de televisión que ha hecho
famosa la frase “¡estás despedido!” El programa inicia con un hombre de negocios que escoge a
dieciocho personas para que ellos le indiquen por qué los debe contratar como sus empleados.
Cada semana les asigna una tarea a estos candidatos y se va a su oficina. Al fin de la semana las
dieciocho personas aparecen ante él y uno de ellos es despedido. Por semanas que han transcurrido
de este programa, este hombre jamás ha ayudado a los candidatos, sino que únicamente critica y
descarta al que queda fuera. Continuamente les pregunta: “¿Quién es el más débil? ¿A quién
correrías tú?” Por mi observación puedo señalar que las lecciones aprendidas por estos candidatos
son a manipular el sistema y a lograr que los demás se vean mal. Están aprendiendo a promoverse
a sí mismos, no a ayudar al éxito de nadie. Han aprendido a seguir el consejo de Maquiavelo: “Haz
todo esfuerzo para debilitar a los más poderosos”.
Jesús luchó en contra de este tipo de pensamiento al enseñarles a sus aprendices. Él quería que
cada uno de ellos triunfara en sus tareas del reino. No permitiría conversaciones donde se tratara
el tema de quién era el más importante.
Tal vez un ejemplo paralelo al del programa de televisión comentado se pudiera considerar la
ocasión cuando Jesús envió a doce de sus discípulos a predicar. Marcos y Lucas registran el
acontecimiento. Sin embargo, muy por el contrario al hombre de negocios, Jesús pasó por lo menos
dos años enseñándoles a estos hombres antes de asignarles la tarea. Les dio instrucciones
específicas (Marcos 6:7–11; Lucas 9:1–6). Debían ir a predicar a las aldeas circunvecinas y debían
ministrar a las necesidades de la gente. Cuando regresaron no hubo crítica áspera o rigurosa, no
hubo cuestionamientos de quién era el mejor. Nadie fue despedido. Por el contrario, Jesús los llevó
a un lugar silencioso donde pudieran descansar y compartir lo aprendido (Marcos 6:30–31; Lucas
9:10).
La disposición de Jesús en hacerse presente para ayudar y socorrer a sus seguidores para que
éstos a su vez cumplieran con su ministerio no terminó con su presencia en la tierra. Prometió estar
con ellos mientras este mundo siga existiendo (Mateo 28:20). Les prometió enviarles a otro
Ayudador (Juan 14:16) para alentarlos a realizar su obra en el reino de Dios. La existencia
encarnada de la presencia de Dios continuaría.

El liderazgo encarnado eleva a otros a su potencial máximo


De acuerdo con Lucas, una vez terminada la última cena los discípulos empezaron nuevamente
a discutir acerca de quién sería el más importante en este nuevo reino (22:24). Tal vez fue en este
instante cuando Jesús empezó a lavarles los pies. Jesús le puso fin al altercado en el aposento alto
diciendo: “el que sirve es mayor que el que es servido” (Lucas 22:27). Esta declaración está en
total contraste con los principios comunes de la filosofía griega que controlaba y controla la forma
de pensar hoy día.
Cuando Jesús hubo terminado su servicio de lavarles los pies a sus discípulos, les dijo:
“Dichosos serán si lo ponen en práctica” (Juan 13:17). La palabra que Jesús utilizó para denotar
dicha o bendición no se debe entender en sentido común como “si lo hacen, obtendrán un beneficio
personal”. Esta es la misma palabra que Jesús usó en las bienaventuranzas (Mateo 5:1–12).
Significa: “tendrán gozo, se sentirán satisfechos o realizados, si sirven como yo lo he hecho”. Su
definición de éxito se enfocó en los líderes dispuestos a ayudar a aquellos que estaban a su cargo
y que necesitaban auxilio para suplir sus necesidades.
Uno de los ejemplos más contundentes del liderazgo y dedicación encarnados de Jesús sucedió
en la playa del mar de Galilea después de su resurrección, en miras al éxito de sus discípulos. Pedro
se creía un perdedor e indeseable a los ojos de Jesús. Lo había traicionado en vez de morir por él.
Jesús acudió a Pedro para restaurarlo al ministerio (Juan 21:15–23). Tal vez, al igual que Jesús
habló con sus discípulos en el aposento alto, podamos nosotros también escuchar las palabras de
Jesús hablándonos a nosotros, después de su encuentro con Pedro: “Les he puesto el ejemplo, para
que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes” (Juan 13:15).

El impacto de un liderazgo encarnado


Mientras yo estudiaba en el seminario, nuestro profesor nos asignó una palabra griega para su
investigación. Debíamos preparar una presentación oral del uso de esa palabra en el contexto del
ministerio. Un estudiante, con carrera terminada en lingüística, fue a quien el profesor le asignó la
palabra logos, que el apóstol Juan, en la apertura de su evangelio, usó para presentar a Jesús. En
su presentación, este estudiante afirmó que una posible traducción de la palabra sería impacto.
Logos, palabra que Juan escogió para describir a Jesús, no es el término comúnmente usado
para referirse a palabra. El vocablo más usado en referencia a palabra es rhema, que indica un
anuncio. Sin embargo, Juan utiliza la palabra menos común, que es logos, que se usa cuando el
hablante espera una respuesta. Debido a que logos demanda una respuesta, impacto fue la palabra
sugerida como posible traducción.
Debido a que logos demanda una respuesta del oyente, el apóstol Juan estaba señalando que
Jesús vino de Dios para impactar al mundo. Impactó al dejar el cielo, llegar a nosotros
[encarnarse], vivir entre nosotros, compartir el mensaje de redención y modelar los deseos de Dios
(Filipenses 2:5–11). Ahora, nosotros debemos responder.
La encarnación de Jesucristo es el pivote sobre el cual gira nuestro mundo. Para
entender su vida y su liderazgo, debemos empezar por su encarnación. Entonces, del
misterio de su paradoja y el milagro de su resolución, el significado de y aquel Verbo fue
hecho carne se despliega ante nosotros. De su carácter encarnado aprendemos el
significado de su visión redentora, su estrategia de siervo y su tarea de enseñar. De la misma
manera, al experimentar nosotros mismos la encarnación, aprendemos que los líderes
cristianos son distintos tanto en el ser como en el hacer. Nuestra encarnación del ser es
para encarnar el Espíritu de Cristo; nuestra encarnación del hacer es para darles el poder
a su pueblo.
La teoría del liderazgo secular tiende a enfatizar la organización y el proceso más que
a la persona … el liderazgo cristiano es diferente porque se centra en el carácter de la
persona y hace que participen recursos tanto espirituales como humanos.
Ya que Jesús impacta la vida del líder en el reino, demanda una respuesta que afecta el ser del
líder. El líder, al igual que el Cristo encarnado, ya no está centrado en sí mismo, sino centrado en
los demás. Así, no solamente cambia el carácter del líder, sino también sus prioridades y acciones.
La filosofía del liderazgo común tiene poco que decir en cuanto al carácter del líder. Se centra más
en los rasgos de personalidad del líder que pueden, como en el concepto griego de logos, controlar
a los demás.
Jesús impactó a todo el mundo con tan sólo doce hombres a los cuales muy pocos consideraron
líderes. Eran una mezcla de hombres comunes que no tenían los rasgos o cualidades que su mundo
consideraba necesarias para el liderazgo. Sus personalidades y destrezas variaban mucho. Jesús,
al vivir entre ellos, los cambió modelando un nuevo concepto de liderazgo. Lo hizo sirviendo en
vez de dar órdenes.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”. Fue su morada entre nosotros la que
nos impactó tanto. Sus palabras no simplemente fueron palabras importantes provenientes del
cielo, sino palabras vividas entre su gente. McKenna declara que Jesús fue más un “entrenador que
un comandante”. Estuvo dispuesto a caminar entre la gente y conocer sus necesidades de primera
mano. Estuvo dispuesto a conocer la vida desde las moradas de la gente. Estuvo dispuesto a
conocer el rigor de la fuerza de trabajo: carpintero, pescador, rabino. Estuvo dispuesto a suplir las
necesidades de la gente. Estuvo dispuesto a capacitar a otros para que hicieran lo que él hizo.
Estuvo dispuesto a arriesgarse por la gente. Estuvo dispuesto a perdonar cuando la gente falló.
Jesús es el modelo supremo del liderazgo. Él es el pastor que se pone al frente diciendo:
“¡Síganme!” Ningún otro líder histórico ha logrado en tan poco tiempo tanto como lo que él logró.
Su vida y enseñanza siguen impactando a cada nación del mundo. Él es el modelo de un liderazgo
de carácter tomando como bandera un cuidado activo. Es el modelo de un liderazgo en acción al
ayudar a otros a crecer.
¿Cómo fue que Jesús, El Verbo, ¿impactó al mundo? Lo creó, lo mantiene, se dignó descender
a la tierra y lo redimió. No consideró su santa posición en el cielo como cosa a que aferrarse, sino
de menor importancia. Dejó su santidad para entrar a nuestra vida. Descendió para traernos un
mensaje y un modelo que debíamos conocer. Ahora, nuevamente debemos oír sus palabras: “Les
he puesto ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes” (Juan 13:15).
Capítulo nueve

DAVID: UN GOBERNANTE JUSTO


Que el Señor le pague a cada uno según su rectitud y lealtad.
—1 Samuel 26:23

Una vez considerado el ejemplo de Jesús hecho carne y a la luz de lo que hemos descubierto en
cuanto al énfasis que Dios hace en lo importante que es el corazón de un líder, sería bueno que
consideráramos la vida de dos líderes que son ejemplos claros del liderazgo contra la corriente que
Dios desea. En este capítulo hablaremos del corazón del rey David, un gobernante del pueblo
terrenal de Dios, Israel. En el siguiente capítulo examinaremos el ministerio del apóstol Pablo.
David fue el mejor gobernante que se sentó en el trono de Israel ya que fue él quien llevó a
esta nación a su “edad de oro”. Dios testificó que David fue “un hombre conforme a mi corazón;
él realizará todo lo que yo quiero” (Hechos 13:22). Asaf, escritor de muchos cantos israelitas,
relata que David “Los apacentó conforme a la integridad de su corazón” (Salmo 78:72 RVR60).
Ya en su vejez David pronunció palabras que servirían a sus sucesores en el trono. Dios le dio
estas palabras en cuanto al futuro de Israel, el pueblo de Dios. Es por eso que las palabras de David
resultan importantes para los líderes del pueblo de Dios hoy día como lo fueron para los hijos de
David que ocuparían su trono:
El Espíritu del SEÑOR habló por medio de mí; puso sus palabras en mi lengua. El Dios de
Israel habló, la Roca de Israel me dijo: “El que gobierne a la gente con justicia, el que
gobierne en el temor de Dios, será como la luz de la aurora en un amanecer sin nubes,
que tras la lluvia resplandece para que brote la hierba en la tierra”.
—2 Samuel 23:2–4

En los siguientes 383 años (970 a.C.–587 a.C.) a la muerte de David, 39 reyes ocuparon los
tronos de Israel y de Judá La mitad de ellos podía trazar su linaje hasta David. Solamente nueve
“hicieron lo justo a los ojos de Dios”. De los nueve, únicamente cinco se opusieron a la idolatría
y guiaron a su nación “justamente”. De hecho, aun Salomón se apartó de Dios y su corazón se fue
en pos de ídolos que sus mujeres introdujeron a Israel (1 Reyes 11:9–10). Esto disgustó mucho a
Dios ya que estos líderes del reino fallaron en hacerle caso a la predicción entregada a David. Sin
embargo, cuando los líderes del reino como Josías tenían corazones prestos a la voz de Dios,
recibieron su bendición (2 Reyes 22:19).
En este capítulo quiero examinar las últimas palabras de David y ponerlas como ejemplo que
puedan ser tomadas por los líderes del reino de Dios. Yo estoy seguro que este oráculo de Dios a
David es un reto y una promesa.

El reto
El Dios de Israel habló,
La Roca de Israel me dijo:
El que gobierne a la gente con justicia,
El que gobierne en el temor de Dios …
—2 Samuel 23:3

Vivir justamente
Antes de “gobernar con justicia” debemos vivir una vida justa. La palabra hebrea que David
usó para dar su advertencia significa “estar en lo correcto en conducta y en carácter”. Antes de
enseñar o predicar la justicia, debemos modelarla. Antes de demandarla en los demás, debemos
exigirla en nosotros mismos. Tal vez sea por ello que los requisitos del liderazgo del Nuevo
Testamento primordialmente tratan asuntos del carácter (1 Timoteo 3; Tito 1).
Cuando hablamos de justicia en conexión con David, la primera pregunta que surge es: “¿Qué
hay en cuanto al asunto con Betsabé?” ¿Cómo pudo David jactarse al decir “por mi integridad
habrás [Dios] de sostenerme y en tu presencia me mantendrás para siempre” (Salmo 41:12) a la
luz de su amorío pecaminoso y asesinato encubierto? ¿Cómo es que David llegó a ser un líder tan
exitoso, el cual pudo afirmar: “El SEÑOR me ha pagado conforme a mi justicia” (2 Samuel 22:21,
25)? La respuesta está en su reconocimiento y respuesta que dio a su pecado. Jamás encubrió o
negó haber pecado. No intentó justificar su pecado o redefinirlo de tal forma que le permitiese
hacer lo que hizo. Se dio cuenta que la primer “persona” a quien le había fallado fue a Dios, el cual
lo había llamado para guiar a Israel. Una vez admitido su pecado, el profeta le dijo a David, “El
SEÑOR ha perdonado ya tu pecado, y no morirás” (2 Samuel 12:13). Cuando Dios nos declara
limpios, no debemos señalar que seguimos sucios.
David oró: “Júzgame, SEÑOR, conforme a mi justicia; págame conforme a mi inocencia”
(Salmo 7:8). La integridad ha sido definida como “aquello que somos cuando nadie nos está
viendo.” Es una consistencia entre nuestra creencia y nuestro actuar dondequiera que nos
encontremos, no importando con quien estemos. En una ocasión yo le conversaba a un hombre de
negocios acerca de uno de los ancianos en la iglesia. Cuando esta persona se percató de quien
hablaba, me dijo: “si ese hombre es anciano de tu iglesia, no quiero saber nada de esa
congregación”. Prosiguió refiriendo lo mal hablado y la pereza de ese anciano de la congregación.
En otra ocasión cierto hombre fue nominado en mi congregación para ser anciano.
Consultamos con toda la iglesia para saber si había algún inconveniente del porqué esta persona
no pudiera ocupar tal puesto de servicio. Una persona contó de cómo esta persona se jactaba de
haberle hecho trampas a un pastor en un negocio. Las personas de su clase de escuelita dominical
compartieron que esta persona se burlaba de cómo no había pagado sus impuestos por siete años.
No había forma de permitirle a este hombre ser líder espiritual de nuestra congregación.
Ninguno de estos líderes de la iglesia estaba viviendo una vida íntegra. No reunían los
requisitos para “liderar con rectitud” porque la misma justicia no era parte de sus vidas.
David sabía que la tentación de comprometer la integridad era muy fuerte para aquellos que
son líderes, especialmente cuando alguien está convencido que nadie lo va a saber. El rey había
caído y tuvo que sufrir la áspera disciplina de Dios por su pecado con Betsabé. Leimos de su dolor
y arrepentimiento en los Salmos 32 y 51. Seguro que David asintió al estar de acuerdo con Dios
cuando éste agregó la frase “el que gobierne a la gente con justicia” (2 Samuel 23:3).
En el Salmo 36 David señala que la integridad se pierde cuando la persona se convence a sí
misma de que Dios no lo va a saber. Lo atribuye al hecho de que “no hay temor de Dios”. No se
hace justicia cuando el deseo es más fuerte que el temor. Entonces, el deseo causa que una persona
diga “no creo que Dios sepa o le interese si hago esto”. He aquí las palabras de David:
Dice el pecador: “Ser impío lo llevo en el corazón”. No hay temor de Dios delante de sus
ojos. Cree que merece alabanzas y no halla aborrecible su pecado. Sus palabras son inicuas
y engañosas; ha perdido el buen juicio y la capacidad de hacer el bien. Aun en su lecho
trama hacer el mal; se aferra a su mal camino y persiste en la maldad.
— Salmo 36:1–4

David creía que únicamente el justo podía “vivir en el santo monte de Dios”. Nos describe la
justicia al definirnos la integridad.
¿Quién, SEÑOR, puede habitar en tu santuario? ¿Quién puede vivir en tu santo monte? Sólo
el de conducta intachable, que practica la justicia y de corazón dice la verdad; que no
calumnia con la lengua, que no le hace mal a su prójimo ni le acarrea desgracia a su vecino;
que desprecia al que Dios reprueba, pero honra al que teme al SEÑOR; que cumple lo
prometido aunque salga perjudicado; que presta dinero sin ánimo de lucro, y no acepta
sobornos que afecten al inocente. El que así actúa no caerá jamás.
—Salmo 15:1–5

David no tan sólo luchó y se esforzó por vivir una vida santa, sino que hasta a sus hombres les
pidió que le rindieran cuentas de sus actos. Cuando acudió a Ajimélec en busca de pan para sus
hombres, el sacerdote le preguntó si todos estaban limpios. David contestó: “—te aseguro que,
como es la costumbre cuando salimos en una expedición, no hemos tenido contacto con mujeres.
Además, mis hombres se consagran incluso en ex pediciones ordinarias, así que con más razón
están consagrados ahora” (1 Samuel 21:5). Más tarde, mientras David seguía huyendo de Saúl,
junto con sus hombres, protegieron hombres y mujeres que se encontraban trasquilando las ovejas.
Uno de los criados contó acerca de David y sus hombres que “se portaron muy bien con nosotros.
En todo el tiempo que anduvimos con ellos por el campo, jamás nos molestaron ni nos quitaron
nada” (1 Samuel 25:15).
Mientras la gente pretende juzgar de acuerdo a las apariencias, Dios examina el corazón (1
Samuel 16:7). Dios conoce el propósito de cada acción. Hasta conoce los secretos de nuestros
corazones, los cuales pensamos que hemos escondido muy bien (1 Reyes 8:39; Salmo 44:21).
David estaba seguro que Dios prueba los corazones y ama la rectitud (1 Crónicas 29:17). Dios se
complace en la integridad de su pueblo.
Siempre que Dios da una lista de requisitos del líder, hace hincapié en el carácter — la justicia
— del que recibe el llamamiento. Así pues, el oráculo de David no es simples palabras de
despedida; es un resumen de lo que Dios busca en un líder.
Un líder verdaderamente temeroso de Dios mostrará un corazón verdadero, sin importar el
lugar, las circunstancias o la audiencia. Para alcanzar esa posición, David miró a Dios el cual era
su Dirigente (Salmo 5:8). Para recibir las promesas de este oráculo, un líder debe dirigir con
justicia, asegurándose de que su relación con Dios sea la correcta.

Trata justamente a la gente


Una segunda parte de “gobernar en justicia” implica no únicamente vivir moralmente correcto,
sino también hacer lo recto para la gente. La palabra hebrea que David escogió para gobernar
significa “tener dominio sobre”. No podemos hablar de liderazgo sin llegar a la pregunta del poder.
El poder es la realidad; es parte del liderazgo. Nuevamente, como lo mencioné en el capítulo siete,
la pregunta es, ¿qué vamos a hacer con el poder, la autoridad, la posición o un título?
¿Controlaremos o edificaremos a la gente? Hay poder negativo como también lo hay positivo. El
primero pone el énfasis en los deseos del gobernante; el segundo en las necesidades de los
gobernados. David hace un llamado a las generaciones futuras de los líderes del reino a gobernar
con poder positivo.
Refresquemos nuestro pensamiento con dos preguntas importantes. “¿Son las ovejas que están
allí para atender al pastor o es el pastor quien debe atender a las ovejas?” “¿Creó Dios el jardín del
Edén para sus hijos o a sus hijos para ese jardín?” Las respuestas determinarán el uso que le demos
al poder. Cuando David llegó a ser rey, el pueblo le recordó las palabras de Dios y cómo él unificó
el pastoreo con gobernar. “Tú guiarás a mi pueblo Israel y lo gobernarás” (2 Samuel 5:2). El
salmista Asaf testifica que David vivió estas palabras al pie de la letra: “Y David los pastoreó con
corazón sincero; con mano experta los dirigió” (Salmo 78:72).
Tal vez un repaso de la palabra griega escogida para darnos el concepto hebreo gobernar nos
ayudaría respecto a nuestro entendimiento. Como lo vimos en el capítulo 8, la palabra encontrada
en Hebreos 13:7 y 17 literalmente se traduce como “dirigir con cuidado”. Nuestro entendimiento
de este concepto referente a gobernar hace una gran diferencia en cómo vemos a la gente. La
segunda palabra más usada en referencia al liderazgo del reino significa “una combinación de
dirigir y cuidar”.111 Cuando medimos el concepto de gobernar con la piedra angular, resulta seguro
afirmar que no estamos puestos para controlar a la gente, sino que tenemos la responsabilidad de
cuidarla.
En la vida de David vemos reflejada su liderazgo y justo trato a su pueblo. Tal vez la mejor
ilustración la encontremos en 1 Samuel 30. David y sus hombres huían de Saúl, soportando una
presión física y sicológica extrema. Después de un servicio fiel de un año a Aquis, fueron enviados
a casa, despreciados. Cuando llegaron a casa, su aldea había sido quemada. Sus mujeres y niños
habían sido tomados presos. David y sus guerreros se dispusieron a recuperar a sus familias. Sin
embargo, David no dio un paso sin antes consultar a Dios. David entendió la angustia por la que
pasaban sus hombres y no se vengó de ellos cuando le dieron la espalda y se pusieron en su contra.
Y cuando perseguían a sus enemigos, David no los presionó más allá de lo que podían soportar.
Cuando obtuvieron la victoria y se repartieron los despojos, David los divide partes iguales con
sus soldados, pero también les envía a los ancianos y ciudades que les fueron amistosas a él y a
sus hombres (1 Samuel 30:26–30).
Gobernar en justicia quiere decir guiar y dirigir a la gente en el mismo espíritu como Dios
gobierna a su pueblo. Es por ello que la palabra del Nuevo Testamento enfatiza el “cuidado” (que
es consistente con el amor y la gracia). Es por esto que se hace referencia tanto en el Antiguo como
en el Nuevo Testamento a los líderes como “pastores”. Si queremos entender el corazón de líder
que Dios tiene, debemos ir al Salmo 23, donde el Señor/Pastor proveyó descanso, dirección, fuerza
y restauración para sus ovejas. O tal vez deberíamos voltear a ver el ejemplo de Jesús en Juan
13:4–5: “así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego
echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la
toalla que llevaba a la cintura”. Él lo hizo así sabiendo “que el Padre había puesto todas las cosas
bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía” (v. 3). El hecho de tener todo el poder
no quería decir que todos tenían que servirle.
Una generación bastó para apartarse de un gobierno justo que David había ejercido. Se tomó
una decisión que afectó el resto de la historia de Israel. Esta decisión estuvo basada en la pregunta
respecto a cuidar o controlar. El nieto de David, Roboán, quería saber cuál era la mejor forma en
que él debía gobernar. Tenía que escoger entre gobernar al estilo de su abuelo (con un corazón
dedicado a Dios y a su pueblo), o gobernar como lo hacían los reyes circunvecinos (con una mano
dura hacia el pueblo de Dios). Llamó a los consejeros de su padre, los cuales le aconsejaron, “Si
su majestad se pone hoy al servicio de este pueblo … y condesciende con ellos y les responde con
amabilidad, ellos le servirán para siempre” (1 Reyes 12:7). En otras palabras, “gobierna en
justicia”.
A Roboán no le agradó este consejo y mandó llamar a sus consejeros jóvenes los cuales eran
más sensibles a sus deseos. Ellos le aconsejaron que “les impusiera un yugo pesado”; es decir, que
les mostrara quien era el jefe (1 Reyes 12:10–11). Roboán hizo caso omiso a sus consejeros
ancianos; al hacer caso a sus consejeros jóvenes, escogió el poder. El resultado fue la división del
reino y la pérdida de las bendiciones de Dios.
Cada vez que escogemos el poder en vez del servicio, quedamos expuestos a perder todo
aquello que esperábamos ganar, para la actualidad y por la eternidad. Veintinueve de los reyes que
llegaron después del oráculo de David, escogieron el poder como herramienta para liderar. Sus
historias están llenas de maldad, corrupción, asesinatos y miseria tanto para el líder como para el
pueblo. David fue siervo de su pueblo. Los resultados se pueden apreciar después del período de
lamento por la muerte de su general Abner. “La gente prestó atención, y a todos les pareció bien.
En realidad, todo lo que hacía el rey les agradaba” (2 Samuel 3:36).
Al aceptar el manto del liderazgo del reino también enfrentamos “la opción de Roboán”.
¿Escogeremos el poder o la justicia? Si escogemos correctamente, las promesas del oráculo de
David serán nuestras. Por lo tanto, examinemos esas promesas.

Las promesas: “Será como …”


Será como la luz de la aurora
En un amanecer sin nubes,
Que tras la lluvia resplandece
Para que brote la hierba en la tierra.
—2 Samuel 23:4

1. “La luz de la aurora en un amanecer sin nubes”


Este es un hermoso cuadro de felicidad y frescura. Poca gente realmente se disgusta con un
nuevo día brillante cuando la vida entra en acción en un bello amanecer. En contraste, sabemos lo
que significa levantarnos en un día frio, húmedo, lluvioso y gris. En un día así, lo que queremos
es volvernos a cobijar y dormir más. El gris deprime. Sin embargo, despertar con los rayos solares
brillantes nos da la bienvenida y refresca nuestro espíritu.
Bajo un gobernante basado en el poder como Roboán, la gente teme juntarse y prefiere buscar
excusas para quedarse en casa. Tal vez pocos perseveren pero será únicamente porque tienen
responsabilidades que cumplir o hábitos que no pueden dejar. Sus espíritus están grises y
deprimidos. Fingen un espíritu afable pero sin bendiciones o muy pocas. Un liderazgo basado en
el poder producirá una atmósfera de temor e ira, en vez de gozo y esperanza.
Bajo un gobierno justo como el de David, el pueblo está contento para acudir a la casa de Dios.
David dijo: “Yo me alegro cuando me dicen: “Vamos a la casa del SEÑOR” (Salmo 122:1). En la
casa de Dios hay gozo, compañerismo, paz y libertad. Fue únicamente durante los períodos de
reyes justos que Judá experimentó esta frescura en su alma.
2. Lluvia que hace brotar la hierba en la tierra
Nos alegramos con una lluvia que cae por la tarde y alimenta los campos. También nos
gozamos con un atardecer claro y limpio después de la lluvia. La combinación de ambos produce
crecimiento.
En el estudio de los principios de liderazgo, descubrimos que los líderes basados en el poder,
como Roboán, no se pueden permitir el lujo de dejar que la gente crezca, porque tal vez puedan
llegar a tener más poder que sus líderes. A los seguidores hay que mantenerlos ignorantes y bajo
control. Esa es la idea. Pero esto únicamente logra apagar el Espíritu de Dios y el gozo de la gente.
Henri Nouwen, profesor de liderazgo, cuestiona cómo es que los líderes cristianos, a la luz del
ejemplo y enseñanzas de Jesús, encuentran tan fácil ceder a la tentación del poder. Y, lo hacen en
nombre del Salvador y Líder el cual se despojó de poder.
En contraste, hay investigaciones que arrojan resultados mostrando que los líderes justos, como
David, promueven crecimiento en la relación de la gente con Dios y unos con otros. Así como la
luz expone la verdad, las decisiones de un líder justo jamás harán que el pueblo de Dios vea
amenazada su relación con el Todopoderoso. Así como la luz ilumina el sendero, las enseñanzas
de un líder justo será luz a sus seguidores para que encuentren y conozcan la voluntad de Dios en
sus vidas. Así como la luz da sanidad, así el consejo divino del líder justo traerá sanidad a los
problemas.

Conclusión
Tenemos, entonces, las palabras finales de David a los líderes de generaciones que vendrían
después de él. Nos confrontan cuando nos enfrentamos a la opción de Roboán: ¿servicio o poder?
¿Escucharemos la sabiduría de uno de los mejores hombres de Dios o escucharemos la sabiduría
del mundo y haremos lo que es común y habitual? En ninguna parte de la vida y enseñanza de
David encontramos un énfasis en el poder o la posición. Él fue un siervo de Dios y de su pueblo.
Como tal, él se convierte en nuestro primer ejemplo. Sin embargo, lo mismo se puede decir de los
demás líderes justos encontrados en el Antiguo Testamento: Abraham, Moisés, Josué, Samuel y
Nehemías. Todos ellos viven enfocados en su relación personal con Dios y las necesidades de su
pueblo.
Al tiempo que cerramos este capítulo de la vida y liderazgo de David, notemos que en Salmo
5:12 añade una tercera promesa para todos aquellos que viven justamente (incluyendo al
gobernante justo): “Porque tú, SEÑOR, bendices a los justos; cual escudo los rodeas con tu buena
voluntad”. ¿Qué otra confirmación o ratificación necesita un líder? ¿Qué más podemos desear que
las bendiciones y favores de Dios en nuestras vidas?
Capítulo diez

PABLO: UN EDIFICADOR DE GENTE


Quiero que lo sepan para que cobren ánimo, permanezcan unidos por amor y
tengan toda la riqueza que proviene de la convicción y del entendimiento.
—Colosenses 2:2

Hace años trabajé con un pastor el cual amaba las oportunidades que se le dieran para predicar.
Sin embargo, cada vez que predicaba la gente se preguntaba: “¿por qué está enojado?” Este hombre
consideraba la predicación como una oportunidad para arremeter en contra de la gente y para
criticarla. Muy pronto, cuando la gente se daba cuenta que él predicaría no iban a la reunión porque
él los destrozaba y los ponía por los suelos con sus palabras. El acercamiento de este hombre a la
predicación no era tan distinto del resto del mundo. Tales líderes consideran que su responsabilidad
al predicar es anunciar lo que está mal con la sociedad y en su audiencia.
En nuestro desarrollo de este estudio acerca de los líderes del reino con el corazón de Dios,
pasamos del rey David al apóstol Pablo. Es un gran privilegio para nosotros poder contemplar su
vida en dos partes. Primero lo encontramos como Saulo de Tarso, un líder celoso que con gran
osadía se dedicó a hacer cuanto estuvo a su alcance en contra de Jesús (Hechos 26:9). Facultado
por los sacerdotes, ponía en prisión a los cristianos que atrapaba y daba su voto para que ellos
fueran ejecutados (Hechos 9:14). Iba de sinagoga en sinagoga para forzar a los creyentes a negar
a Jesús. Si no lo hacían, los castigaba cruelmente. Él mismo describe estas acciones como una
obsesión de su parte (Hechos 26:10–11).
Más familiar nos resulta la imagen de un hombre después de su conversión y subsecuente
cambio de nombre a Pablo. Su celo por servir a Dios seguía presente, pero su enfoque y propósito
habían cambiado totalmente. Ya no tenemos al líder guiado por el ansia de poder que conocimos
antes de Damasco. Su nuevo deseo era edificar y fortalecer a aquellos que creían en Jesús (2
Corintios 13:10).
Mi corazón se quebranta hoy día al ver a los líderes del reino de Dios tan enfocados en las
definiciones y ejemplos del mundo. El mundo hace hincapié en lo externo: fuerza, poder,
cantidades, títulos y riqueza. El mismo Pablo estaba familiarizado con esta forma de pensar.
Conocía a la perfección la filosofía griega del momento que enseñaba que el poder y el control
pertenecen únicamente a los fuertes y poderosos. Sabía de las enseñanzas que habían corrompido
el corazón de Jacobo y de Juan, los cuales creían que debían tener posiciones importantes en el
nuevo reino que Jesús establecería (Marcos 10:37). Pablo estuvo en contra de aquellos que
practicaban esta filosofía secular para liderar. Se refirió a ellos como aquellos “que se dejan llevar
por las apariencias y no por lo que hay dentro del corazón” (2 Corintios 5:12).
Pablo pasó de ser un líder que martirizaba al cuerpo de Cristo a uno que gustosamente sufrió
por la iglesia (Colosenses 1:24). Afirmó haber sido comisionado como siervo de la iglesia para
edificarla. Esta transición de un líder con hambre de poder a un siervo es un estudio importante
para aquellos cuyo deseo es entender lo que Dios desea en los que llama al liderazgo. Por lo tanto,
consideremos de cerca al apóstol Pablo y aprendamos de su nuevo mensaje y de su nuevo método
de liderazgo.

El mensaje de Pablo en cuanto a la edificación de la gente


Pablo escribió que era su deseo servir a Dios de todo corazón, predicando las buenas nuevas
de Jesús (Romanos 1:9). La parte más importante del ministerio de Pablo fue la muerte, sepultura
y resurrección de Cristo (1 Corintios 15:3–4). Pablo sabía que todo el poder que una persona
necesita, residía en este mensaje que salvaría a las almas apartadas de Dios (Romanos 1:16).
La descripción del mensaje que Pablo debía predicar, desafía a todo aquel que ha sido llamado
a ser líder en el reino de Dios. Lo aprendió directamente de Jesús cuando fue capacitado en Arabia
(Gálatas 1:17–18). Dios le entregó el mensaje de gracia que el propio Jesús introdujo en lugar de
la ley (Juan 1:16–17). Cuando Saulo de Tarso entró en Damasco, lo hizo con la autoridad de los
jefes de los sacerdotes para atar y llevarse presa a la gente (Hechos 9:14). Ahora Pablo marcha por
el territorio con nueva autoridad: el mandato de Dios en cuanto a servir pre dicando el evangelio
de gracia que edifica a la gente (2 Corintios 10:8; 13:10). Era un mensaje y servicio de un amor
excepcional.
Pablo usa siete veces el verbo griego oikodomeo (edificar, fortalecer, construir); diez veces
usa oikodome (construyendo o edificando) para describir “ministerio”. Dios confirmó en Pablo un
mensaje de gracia que “contribuye a la necesaria edificación y bendición” (Efesios 4:29); es decir,
que beneficia, y así transmitió Pablo el mensaje a todos los líderes del reino. Les dijo a los líderes
de la iglesia en Éfeso que su responsabilidad era encargarse de ministrar el “mensaje de su gracia,
mensaje que tiene poder para edificarlos y darles herencia entre todos los santificados” (Hechos
20:32). A los de Corinto les escribe:
En efecto, nosotros somos colaboradores al servicio de Dios; y ustedes son el campo de
cultivo de Dios, son el edificio de Dios. Según la gracia que Dios me ha dado, yo, como
maestro constructor, eché los cimientos, y otro construye sobre ellos. Pero cada uno tenga
cuidado de cómo construye, porque nadie puede poner un fundamento diferente del que
ya está puesto, que es Jesucristo.
—1 Corintios 3:9–11

El mensaje de Pablo a los líderes del reino de Dios en Roma, Corinto y Éfeso es el mismo.
Aquellos que han sido llamados a predicar, enseñar o liderar el reino deben considerar el ministerio
como un trabajo de construcción. Sin embargo, Pablo no señala que los ministerios simplemente
deben edificar grandes construcciones o atraer a grandes multitudes. Nos dice que no debemos
juzgar el éxito por la apariencia, sino por lo que pasa en el corazón del líder y en los corazones de
la gente (2 Corintios 5:12).
En su primera carta a los Corintios, Pablo advirtió que “el conocimiento envanece, mientras
que el amor edifica” (1 Corintios 8:1). Luego les dice: “Por eso ustedes, ya que tanto ambicionan
dones espirituales, procuren que éstos abunden para la edificación de la iglesia” (1 Corintios
14:12). Nuevamente, no se refería a cantidades, sino a edificar gente para que fueran fuertes en su
fe y mejor capacitados para cumplir con su ministerio en el reino de Dios. Les dijo a los cristianos
de Roma: “Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua
edificación” (oikodome — sustantivo — construir o edificar) (Romanos 14:19). A los
tesalonicenses les dice: “Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen
haciendo” (oikodomeo — verbo — construir, edificar) (1 Tesalonicenses 5:11).
Los líderes deben examinar constantemente sus corazones y encontrar los motivos que los
impulsan a liderar. Algunos se sentirán motivados a regañar y corregir, señalando tales cosas como
“voy a despertar a toda esta gente, los voy a enderezar y los haré que vivan como deben vivir”.
Otros lideran por tener la simple satisfacción de tener seguidores. Otro dirá: “me esforcé en
elaborar este mensaje por lo que esta gente me debe oír”. Sin embargo, un líder del reino de Dios
se debe estar preguntando siempre: “¿Qué puedo hacer para fortalecer a la gente?” El enfoque es
que la gente sea edificada en vez de destruirla.
En cierta ocasión un pastor contestó: “a veces hay que demoler lo viejo para edificar lo nuevo”.
Tal vez eso sea verdad. Hay instantes en que Pablo utiliza tales palabras como confrontar, regañar,
amonestar y advertir. Sin embargo, en el contexto de Pablo, ¿no son acciones en respuesta por el
amor al pastoreo, en vez de la mano dura de un gobernante?
Considere cuanto tiempo cuesta tirar una casa comparado con el tiempo que se necesita para
construir una. Dado este ejemplo, ¿no deberíamos pasar más tiempo edificando que demoliendo?
Compare la cantidad de veces que Pablo usa palabras negativas a la cantidad cuando utiliza
edificar, fortalecer, animar, crecer y madurar.
El ministerio de Pablo se enfocó en edificar creyentes que hicieran obra de servicio en el reino
de Dios (Efesios 4:12–13). Laboró y se esforzó para que presentara a todos perfectos (maduros)
en Cristo (Colosenses 1:28). Él sabía que esta meta se lograría cuando los creyentes fueran
animados y unidos en amor (Colosenses 2:2).
… liberando a la gente para que hagan lo que se les pide es la manera más efectiva y
humana. Así, el líder se convierte en siervo de sus seguidores de tal forma que quita los
obstáculos que les detienen para cumplir con sus tareas. En breve, el verdadero líder
capacita a sus seguidores para que estos se den cuenta de todo su potencial.
Al leer las cartas de Pablo, empezamos a encontrar muchos pensamientos en cuanto a “edificar
a la gente”. Por ejemplo, en 1 Corintios 8:1 y Efesios 4:16 les dice a sus lectores que es el amor el
que edifica a la gente. También les dice a las personas que tengan cuidado con lo que sale de sus
bocas. Debemos asegurarnos que únicamente sea algo que “contribuya a la necesaria edificación”
(Efesios 4:29). Y, ¿qué es lo que edifica a la gente?
Todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo
lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.
—Filipenses 4:8

Una palabra de ánimo edifica a la gente (1 Tesalonicenses 5:11) como también lo hace la
búsqueda de manera para “preocuparnos unos por otros, a fin de estimularnos al amor y a las
buenas obras” (Hebreos 10:24). Todos los líderes debemos hacer nuestro trabajo “a fin de capacitar
al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12).
Estas lecciones que aprendemos de Pablo son una verdadera amenaza para los líderes que se
basan en el poder. Cuando los líderes creen que el éxito depende en controlar y gobernar, no
permiten que la gente crezca, porque pudiera ser que los seguidores lleguen a tener más poder que
el líder. Las personas adictas al poder se acostumbran a que la gente acuda a ellos para suplir sus
necesidades o para darles dirección. Una persona en crecimiento podría descubrir recursos internos
que ya no le permitan depender tanto de su líder. La mejor manera de lograr que la gente dependa
del líder, éste tiene que mantenerlos en ignorancia y desanimados. Por lo tanto, un líder basado en
el poder a propósito esconderá información que podría fortalecer a la gente y constantemente les
recuerdan a sus seguidores de lo débil que son y que no valen nada, negándoles la oportunidad de
crecer y madurar.
Como yo enseño en la universidad y en distintos países, continuamente escucho a las iglesias
y negocios afirmar que fallaron porque cuando Dios quitó al líder basado en el poder, no había
nadie que ocupara ese lugar. La capacitación, el conocimiento y/o la experiencia que produciría
un líder sucesor fueron retenidos por temor de perder posición, el poder o un nombramiento. Uno
de dos resultados se obtendrá cuando no se provee la capacitación de un líder sucesor: la iglesia o
negocio morirá o surgirá un nuevo líder para revestirse de poder. El liderazgo basado en el poder
siempre se sentirá amenazado por el crecimiento de otra persona. El liderazgo basado en el servicio
siempre se regocijará en el crecimiento de los demás.
Permítame repetir una cita mencionada en el capítulo uno:
Un líder siervo primeramente es un siervo … [La responsabilidad de un líder es]
asegurarse que se satisfagan las necesidades más apremiantes de la gente. La mejor prueba,
muy difícil de administrar, es ¿maduran como personas aquellos a quienes servimos?
Mientras se les sirve, ¿se tornan más saludables, sabios, libres, autónomos, más seguro que
algún día también ellos sean siervos?
Por lo tanto, una prueba de un verdadero liderazgo es mirar el pasado de aquellos a quienes
hemos estado guiando. ¿Se han fortalecido en su relación con Dios estas personas? ¿Son más
capaces hoy día de servir que cuando usted los empezó a liderar? ¿Cuántos líderes del reino han
sido adiestrados y lanzados a servir como resultado de su liderazgo?

El ejemplo de Pablo como edificador de personas


Pablo consideró a la gente en el reino de Dios como familia y los trató con amor y respeto,
como se trata a un miembro de la familia. Los líderes del reino de Dios encontrarán que esta es la
guía más efectiva para fortalecer y edificar a la gente.
En la mayoría de las culturas del mundo, la familia es la más importante de las relaciones. Más
allá de los lazos emocionales que existen en las familias se encuentra el profundo respeto por cada
miembro. Esto es difícil de entender en las culturas occidentales porque valoramos y exaltamos el
individualismo. Sin embargo, en la mayoría de las demás culturas, la familia es lo más importante,
no el individuo. Para entender adecuadamente cómo veía Pablo su liderazgo después de su
conversión, debemos retroceder en nuestra forma de pensar y llevarla hacia el fuerte sentido de la
familia (muy opuesto al individualismo) encontrado en otras culturas.
Escribiendo al joven evangelista, Timoteo, Pablo le dijo de la mejor manera de acercarse a la
gente para que ellos tuvieran confianza en él como líder.
No reprendas con dureza al anciano, sino aconséjalo como si fuera tu padre. Trata a los
jóvenes como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas,
con toda pureza.
—1 Timoteo 5:1–2
Estas no son palabras ociosas pronunciadas por el apóstol. Es exactamente la clase de respeto
que se espera en un líder del reino de Dios. En muchas culturas, la gente no le falta el respeto a un
anciano cuando le habla. La misma guía está presente en el reino. Tratar a una anciana como si
fuera nuestra propia madre nos plantea otro cuadro en cuanto a la responsabilidad en el liderazgo
que está muy lejos de la muestra del poder controlador tan común, especialmente en el mundo
occidental. En sus cartas, Pablo usa 139 veces la palabra hermano para describir su relación con
personas jóvenes y con otros líderes de las iglesias. Cuando usa la palabra hermana en referencia
a Febe (Romanos 16:1) y Apia (Filemón 1:2) no era liviano en su uso de estas palabras.
La descripción que Pablo hace en cuanto a cómo entró en una relación de liderazgo se
encuentra en dos metáforas que escogió usar en 1 Tesalonicenses capítulo 2. Al leer este pasaje
mantenga en mente que el liderazgo de Pablo estaba siendo atacado. Pudo haber salido peleando,
ya que tenía su nombramiento y mandato directo del Señor, al igual que la educación y la
experiencia. Pudo haber llegado a Tesalónica con poder y gran pompa para poner a las personas
en su lugar. No escogió este acercamiento común. En cambio, empleó la gracia de Dios (un amor
excepcional), manteniendo la vista fija en su propósito y llamado.

El líder como “una madre”


Aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido ser exigentes con ustedes, los
tratamos con delicadeza. Como una madre que amamanta y cuida a sus hijos, así nosotros,
por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no sólo el
evangelio de Dios sino también nuestra vida. ¡Tanto llegamos a quererlos! Recordarán,
hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas para proclamarles el evangelio de Dios, y cómo
trabajamos día y noche …
—1 Tesalonicenses 2:7–9

La referencia griega “como una madre que amamanta y cuida a sus hijos” implica ser amorosa
para compartir la comida de la vida con su hijo. Este es un cuadro hermoso donde se hace hincapié
especial en proteger y proveer, supliendo así cada una de las necesidades del niño, a pesar del gran
sacrificio que ello implique. Lo que la madre que amamanta provee es el nutrimento necesario
para vivir. El deseo de Pablo era proveer el “Pan de vida” y el “Agua viva” a todos aquellos que
son parte del reino de Dios.
Una palabra clave en la metáfora de Pablo es delicadeza. ¿Ha escuchado usted a una mujer
gritarle a su hijo y ordenarle que venga y se alimente? Ya sea que el niño esté callado y se
acurruque o que llore y esté haciendo su berrinche, la madre se mostrará gentil y tratará a su hijo
con delicadeza al darle pecho. Es muy común que un niño berrinchudo no sepa por qué se siente
mal y no pueda expresar sus razones. Lo mismo sucede con los cristianos inmaduros. No siempre
saben lo que necesitan o por qué la vida los altera. Por lo tanto, el líder del reino con delicadeza
los trae a la Palabra de Dios para que se nutran, crezcan y maduren. La mamá sabe que llegará el
día en que su hijo ya no necesite más pecho para nutrirse. De la misma manera, los líderes deben
aceptar que con una instrucción debida, el cristiano en desarrollo alimentará a otros.
Muy poco verá usted a una madre que se altere porque su hijo desea nutrirse. En ella hay un
gran deseo de proveer. Yo he recibido llamadas de la congregación a media noche para decirme:
“tengo una pregunta que me está molestando”. Eso no me molesta. Mi ministerio es uno donde me
encuentro enseñando y edificando a la gente. Si la oportunidad de enseñar y edificar se presenta a
media noche, entonces usted debe acercar esa persona a usted para compartir la Palabra de Dios.
Pablo dice que para él fue un deleite compartir con ellos (1 Tesalonicenses 2:8). No hay un deleite
más grande para el líder del reino que ver seguidores saludables y en crecimiento.
Pablo hace referencia a sus esfuerzos y fatigas para proclamarle a los de Tesalónica el
evangelio de Dios (1 Tesalonicenses 2:9). Por todo el mundo encontramos historias de madres que
han sacrificado voluntariamente sus necesidades o sus propias vidas para proveer y cuidar a sus
hijos. Una de las historias más conmovedoras que yo he oído es la experiencia contada por la
propia familia que la vivió. Un miembro de la familia había sido atropellado frente al lugar de
reunión de la iglesia a donde la familia asistía y murió. Otro miembro de la misma familia corrió
a la oficina del pastor para contarle lo sucedido. El pastor dijo que le llamaran por la mañana una
vez que llegara a su oficina y luego cerró su puerta. Un pastor de otra iglesia paró en el lugar del
accidente y ofreció su ayuda. Fue con la familia al hospital y pasó la noche entera con la familia.
¿Puede usted adivinar en qué congregación está hoy día esa familia? ¿Puede imaginar usted a una
madre cuyo hijo llora de hambre y que ella le diga te daré de comer hasta mañana?
Una vez uno de mis alumnos de la universidad se paró y empezó a gritar: “debilidad, debilidad,
no puedo soportar este liderazgo endulzado”. Este hombre estaba muy equivocado puesto que la
delicadeza no es una debilidad. La gentileza es un espíritu de sacrificio propio fuerte que produce
héroes y mártires. Se requiere de más poder para restringir un berrinche temperamental que dejarlo
que se libere. Se requiere de más poder para abstenerse de hablar que para sacar palabras hirientes
lleno de ira. Se requiere de más poder para amar a un niño que para regañarlo. Se requiere más
poder para ser un líder que para ser un dictador.

El líder como “padre alentador”


Saben también que a cada uno de ustedes lo hemos tratado como trata un padre a sus
propios hijos. Los hemos animado, consolado y exhortado a llevar una vida digna de Dios,
que los llama a su reino y a su gloria.
—1 Tesalonicenses 2:11–12

Cuando era niño, participaba mucho en los equipos de deportes en la escuela. Cada semana
nos enfrentábamos a equipos de otras escuelas y mi papá siempre estaba en los juegos. Mi padre
tenía una voz fuerte y a veces hasta me sentía yo un poco apenado cuando me gritaba palabras
alentadoras, pero jamás lamenté el hecho de que él estuviera apoyándome siempre. Su presencia y
palabras siguen vivas en mi mente cuarenta años después.
El ejemplo de mi padre ha jugado una parte muy importante en mi entendimiento de este cuadro
del ministerio de Pablo. La palabra griega que Pablo usa aquí es la misma que describe la obra del
Espíritu Santo: el que te acompaña a tu lado. Mientras que mi padre gritaba desde las gradas, el
cuadro que Pablo nos dejó es el de un padre junto a su hijo corriendo con él el maratón y diciéndole:
“lo puedes lograr hijo. Sigue tan sólo un poquito más y llegarás a la meta”.
Probablemente una de las historias más emocionantes de lo que Pablo dice sucedió en las
olimpíadas de 1992 en Madrid, España. Derek Redmond, un maratonista de Inglaterra, había
llegado a la meta final de la carrera. Una vez iniciada la competencia, sintió dolor en su pierna y
cayó al suelo sufriendo un dolor insoportable. Doliéndose agudamente trató de terminar la carrera.
Su padre salió de entre la multitud, puso su brazo sobre el hombro de su hijo y juntos terminaron
la carrera.
La Biblia utiliza a menudo el cuadro de un líder siendo como un padre. Siempre se la usa en el
mismo contexto que la usa el apóstol Pablo en 1 Tesalonicenses. Jamás se usa como un padre
autoritario que gobierna su familia. “Cuando Jesús usa el término ‘padre’, habla ya sea literalmente
de un padre biológico o de Dios el Padre, pero jamás de un discípulo en relación con otro.” Pablo
usa padre para describir su relación con Timoteo (Filipenses 2:22). Sin embargo, resulta
importante notar que Pablo no dice: “Timoteo me sirvió”, sino “sirvió junto conmigo”. Su
descripción de sí mismo como padre de Timoteo no implica en ninguna manera un rango inferior
o de servidumbre de parte del joven evangelista. Al leer sus dos cartas al evangelista Timoteo y
sus demás escritos donde hace referencia a Timoteo, nos damos cuenta que el propósito de su
relación con Timoteo fue para edificarlo y prepararlo para el ministerio.
Al rastrear este concepto del liderazgo visto como paternidad, resulta importante reconocer
que Pablo jamás lo hace intentando mantener débiles y dependientes a sus hijos. Como lo
mencionamos antes, un líder basado en el poder debe mantener débiles y dependientes a sus
seguidores porque de otra manera podrían derrocarlo de la posición que ocupa. Esta jamás fue
preocupación de Pablo.
Un erudito en Biblia escribe:
En la iglesia jamás debemos adoptar la actitud de dependencia como lo hace un niño
con su padre, tampoco debemos requerir que otros sean o se conviertan en dependientes
espirituales en nosotros … Resulta ridículo que un cristiano diga que tiene la autoridad de
un padre sobre otro cristiano y que demande su subordinación como hijo cuando en
realidad los dos son hermanos … Entonces, es la autoridad de un padre sobre hijos
dependientes lo que está prohibido para nosotros.
No conozco ninguna cultura que requiera que un padre haga dependientes de él a sus hijos de
por vida. De hecho, la paternidad tiene totalmente una meta opuesta, criar y preparar a los hijos
para que lleguen a ser independientes para que puedan salir de la casa y exitosamente tengan su
propio hogar. Para lograrlo, el padre tiene que conocer a su hijo y animarlo a crecer en todas las
áreas. Un autor sobre liderazgo afirma que el liderazgo es la capacidad de pulir, liberar y habilitar.
Fue precisamente eso lo que Pablo intentó con la iglesia en Tesalónica.
Para tener un concepto adecuado en cuanto al liderazgo, un líder necesita hacerse la siguiente
pregunta: “¿Qué clase de relación me habría gustado tener con mi padre?” O posiblemente
preguntar: “¿Qué lecciones de la vida me hubiera gustado que mi padre me enseñara?” El hecho
de contestar estas preguntas a la luz de la responsabilidad en el liderazgo nos puede ayudar mucho
a entender el corazón de Pablo y lo que podemos lograr como líderes.

Conclusión
Nadie, aparte de Jesús, tuvo más autoridad que el apóstol Pablo. Ningún otro apóstol reunía
más requisitos y más experiencia que él. Pablo gozaba de un estatus familiar, una educación
religiosa y filosófica, una habilidad natural y confianza con sus iguales. Escribió en Filipenses 3:4
“si cualquier otro cree tener motivos para confiar en esfuerzos humanos, yo más”. Pablo confesó:
“Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi
Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo” (Filipenses 3:8).
Luego agregó: “sigan todos mi ejemplo” (Filipenses 3:17).
Después de tener la autoridad “para llevarse presos” a los cristianos (Hechos 9:14), Pablo hace
un cambio total en su vida para “tener la autoridad para edificar” a la gente (2 Corintios 10:8).
Pablo dio un giro total en su entendimiento del liderazgo. Cambió del fanático itinerante, que
controlaba a los demás, a la madre cuidadora o padre alentador que edificó a la gente para que
estos a su vez edificaran a otros (2 Timoteo 2:2).
Nosotros, como líderes, debemos evaluar continuamente nuestra relación con aquellos a
quienes guiamos. Después de que la gente ha tenido un encuentro con nuestro liderazgo,
predicación o consejería, ¿han encontrado nuestra ira o nuestro ánimo? ¿Entienden lo que deben
hacer o tan sólo les hemos dicho lo que no deben hacer? ¿Les hemos hecho sentir más débiles o
más fuertes? ¿Los hemos atado o los hemos edificado?
Capítulo once

VALOR CONTRA LA CORRIENTE


Mi hijo mayor, Dean Kuest, predicó durante la reunión anual de Hope International
University en Fullerton, California el 13 de septiembre, 2001 — dos días después de los
ataques terroristas a las Torres Gemelas y al Pentágono. Su mensaje me impresionó y
conmovió tanto que le pedí lo escribiera para ponerlo en el último capítulo de nuestro
estudio sobre liderazgo. El sermón de Dean surgió como deseo propio para mostrar que
las personas de la Biblia no son tan distintas a nosotros cuando del valor se trata. El
mismo Dios que alentó a su pueblo en los tiempos bíblicos es el mismo que está a la
expectativa para suplir nuestras necesidades.

Es para mí un privilegio haber sido invitado a hablar en la universidad donde estudié, escuela
que amo. Es bien sabido que hemos pasado por días muy dolorosos y estoy seguro que todo esto
no ha terminado aún. Son momentos así los que hacen un llamado al valor tanto de hombres como
de mujeres. Y, francamente, hay tiempos en los cuales creo que no hay mucho de donde echar
mano, especialmente cuando nos comparamos con las grandes mujeres y hombres de la Biblia,
cuyo valor admiramos en gran manera.
Tendemos a atribuirles características sobre humanas a los hombres y mujeres de fe, pero no
es difícil leer entre líneas y descubrir que también ellos, al igual que nosotros, temblaban de miedo.
Dudaron al igual que lo hacemos nosotros. Y, fallaron al igual que nosotros. En nuestra búsqueda
de un valor contra la corriente, podemos encontrar claves en las vidas de los líderes de las
Escrituras. Sin embargo, si vamos a imitar su valor, debemos descubrir su fuente.

La fuente del valor contra la corriente


Muchos dirían que el valor es la ausencia del temor, o por lo menos, venciéndolo al punto
donde ya no tiene ningún poder o imposición en su vida. Escuchamos tales dichos como “nada te
puede derrotar, tú puedes solo”, “en lo más profundo, tienes valentía; así que sácala”,
“simplemente hazlo”. Por más que queramos no siempre salimos victoriosos y el temor nos
derrota.
Los rescatistas norteamericanos mostraron gran valor al adentrarse en los escombros del World
Trade Center y el Pentágono para salvar las vidas de las víctimas de los ataques terroristas en
Nueva York y en Washington, D. C. 345 bomberos y policías murieron al derrumbarse las torres
gemelas en Nueva York. Su compromiso por salvar a otros los llevaron a perder la vida. El mundo
ha vitoreado sus acciones como un valor contra la corriente, y seguro que lo fue. Sin embargo,
creo que sus acciones fueron motivadas por algo mucho más profundo que tan sólo “su trabajo”.
Estaban convencidos en su interior y se adentraron en esos edificios porque vieron una necesidad
mayor que sus propias vidas y estaban comprometidos a acudir al llamado.
Al ver el mundo girar fuera de control sin el mensaje de la gracia de Dios, ¿vemos una
necesidad mayor que nuestras propias vidas? ¿Es suficiente el compromiso interno para ayudarnos
a asirnos del valor que se requiere para vivir una vida de fe al tiempo que llevamos a cabo la obra
de Jesús? ¿Podemos encontrar en nosotros el valor para vivir como extranjeros en el mundo (1
Pedro 1:1, 17; 2:11) mientras que la gente se ríe de nosotros o nos critica por lo que creemos? O
¿se encuentra la fuente de nuestro valor más allá de nosotros mismos?
Para ser los líderes que Cristo espera que seamos, debemos entender el valor desde la
perspectiva bíblica. Para lograrlo, examinaremos el valor mostrado por cuatro personajes. Estos
hombres tuvieron que aprender a confiar en una fuente mayor que la propia para que se
sobrepusieran a las corrientes tenebrosas. Únicamente cuando nos abastecemos de la misma fuente
Dios nos usará plenamente.
Mis ojos han sido abiertos por las historias de Moisés, Josué, Gedeón, Elías y muchos otros
después de ellos. La Biblia relata sus vidas para que nosotros aprendamos. Quiero compartir con
usted el mensaje tan sencillo que he encontrado. Es un mensaje que Dios ha tratado de comunicar
a su pueblo desde el principio. Es un mensaje que él susurra en mi oído mientras busco el valor
contra la corriente para servirle. Es muy simple: “no es acerca de ti. Es acerca de mí en ti”.
Primero, al parecer a este mensaje le falta poder o esplendor. Claro … ya lo suponíamos todos.
De lo que he estado convencido es qué tan poquito de la verdad de esta declaración es parte de mi
vida. Mejor diría que dentro de mí sí hay esa fuerza para actuar en forma valiente, pero también la
falta de valor sería una excusa para actuar en tiempos de gran necesidad. Sin embargo, encuentro
solaz en el hecho de que también a Moisés le llevó tiempo entenderlo. Demos un salto en el tiempo
a la vida de Moisés. La curiosidad de Moisés en cuanto a una zarza que ardía lo llevó a un encuentro
valeroso que a su vez fue un gran reto en su vida (Éxodo capítulo 3). Todo se dio en la presencia
misma de Dios.
Dios tenía un plan para Moisés. A pesar de su exilio de 40 años de la tierra de Egipto, Dios lo
llamó a que regresara allá para liberar a su pueblo de la esclavitud en la que vivía. No fue algo
fácil y simple, pero fue una orden. Egipto era la nación más poderosa de ese entonces y había
mantenido en esclavitud al pueblo hebreo por más de 400 años. Ahora, Dios estaba llamando a un
hombre a que cambiara el curso de la historia. Claro que Moisés estaba escéptico. Al plantear Dios
su plan de la confrontación que habría entre Moisés y el Faraón, encontramos al héroe hebreo
formulando rápidamente cinco excusas del porqué no era posible que él fuera el hombre adecuado
para tal tarea. Era obvio que Dios había escogido al hombre equivocado. Fue en las respuestas de
Dios a las excusas de Moisés que yo descubrí el corazón del mensaje de Dios para nosotros.

Excusa #1: ¿Quién soy yo?


“¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?” (Éxodo
3:11). Estas palabras de Moisés nos presentan un panorama defectuoso del mundo. “¿Quién soy
yo?” implica que Moisés creía que todo giraba a su alrededor. La respuesta de Dios es parecida al
susurro del viento: “Yo estaré contigo”. De este lugar se obtiene la confianza. El Creador, el
Sustentador, el Dios que sostiene todo en la palma de su mano está conmigo. Sin esta confianza,
es imposible tener valor. De hecho, el resto de la experiencia de Moisés con Dios en la zarza
ardiente es acerca de infundir esa confianza en él.

Excusa #2: ¿Quién eres tú?


“Supongamos que me presento ante los israelitas … ¿qué les respondo si me preguntan: ‘¿Y
cómo se llama?’ ” (Éxodo 3:13). Escucha usted el cinismo en la voz de Moisés: “Dios, va a ser
muy difícil convencerlos. Se reirán de mí si menciono lo de la zarza ardiente que me hablaba, así
que ¿qué esperas que yo les diga? Ni siquiera sé tu nombre. No sé con quién estoy hablando”. Es
claro que Moisés pensaba en que su audiencia no le iba a creer. Esto traiciona su propia certeza de
lo que pasaba. Nuevamente, Dios le recuerda a Moisés que esto tenía poco que ver con Moisés y
todo con Dios. Le dice: “YO SOY EL QUE SOY” es quien te ha enviado. Este nombre describe a Dios
como el Único que era, que es y que será por siempre. Dios le recordó a Moisés que es eterno y
así será recordado (3:15). “Yo he estado pendiente de ustedes” (3:16). “Me propongo sacarlos de
su opresión” (3:17). “Manifestaré mi poder … con todas las maravillas que realizaré” (3:20). “Pero
yo haré que este pueblo se gane la simpatía de los egipcios” (3:21). En otras palabras, Dios le está
comunicando a Moisés que YO SOY está en acción siempre. Con ese conocimiento, Moisés puede
descansar. Todo tiene que ver con YO SOY, el siempre presente y activo Dios, quien hará todo lo
que sea necesario.

Excusa #3: ¿Cómo lo sabrán?


“—¿Y qué hago si no me creen ni me hacen caso? ¿Qué hago si me dicen: “El SEÑOR no se te
ha aparecido”?” (Éxodo 4:1). Obviamente, Moisés no estaba convencido. Por lo tanto, Dios hizo
una demostración de su poder para nuevamente ilustrar el hecho de que Moisés únicamente tenía
que confiar en YO SOY para cumplir con su tarea.

Excusa #4: No puedo hacerlo


“—SEÑOR, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra” (Éxodo 4:10). Dios
respondió recordándole a Moisés que él había creado su boca y si él le había dado forma, la podía
usar. Yo soy como Moisés. Yo siempre quiero relacionar todo conmigo mismo. Pero yo no
importo. No se trata de mi — mi conocimiento, mis habilidades, mi posición, mi fuerza y mi
valentía. ¿Cuántas veces mis oraciones han de sonar a las excusas de Moisés? Pero la voz de Dios
está allí susurrándome: “no tiene que ver contigo, es acerca de mí y mi presencia contigo”.

Excusa #5: No estoy dispuesto


Finalmente, Moisés explotó y lo dijo todo: “—SEÑOR— insistió Moisés—, te ruego que envíes
a alguna otra persona” (Éxodo 4:13). Se le habían acabado las excusas a Moisés. No tenía nada
que decir para contradecir a Dios; por lo tanto, entró en desesperación. Esta vez, Dios tuvo menos
paciencia. La Biblia señala que “el SEÑOR ardió en ira contra Moisés” (Éxodo 4:13). Sin embargo,
en su ira, Dios le dio consuelo y alivio a Moisés. Le proveyó a Aarón, hermano de Moisés, para
que fuera su vocero. Encuentro muy interesante que al final de las excusas de Moisés, Dios cedió
y se enterneció, concediéndole a Moisés lo que necesitaba. Cuando Moisés no pudo confiar en un
Dios que no podía ver, Dios proveyó una persona que representaba las mismísimas promesas a las
que ya se había comprometido. Hasta Aarón al iniciar su viaje para encontrarse con Moisés, Dios
estaba diciendo: “no es acerca de ti. No es en cuanto a Aarón. No es respecto a otra ‘cosa’ que te
pudiera hacer sentir mejor. Es acerca de mí y mi presencia contigo; sin embargo, te proveeré lo
que tu falta de fe requiere”. Moisés fue lento para entender. Sin embargo, finalmente obedeció.
Por su obediencia, Moisés fue el vehículo a través del cual Dios demostró su poder y sacó a Israel
del cautiverio. Le tomó un tiempo, pero Moisés finalmente entendió.
Muy pronto descubrí que el mismo mensaje que Dios le entregó a Moisés no se detuvo en las
páginas de Éxodo. Está entrelazado en todas las historias de los grandes héroes de la fe. Lea usted
cómo Josué dirigió al pueblo de Israel hasta llegar a la amurallada ciudad de Jericó (Josué capítulo
6). ¿Por qué le instruyó Dios a la nación de Israel que marchara alrededor de las murallas siete
veces y luego derrumbarlas con un solo grito? Quería que la nación de Israel entendiera lo mismo
que deseaba que Moisés entendiera. No es acerca de ti y la fortaleza de tu ejército. Es acerca de
mí y mi presencia contigo.
Gedeón aprendió la misma lección (Jueces capítulo 6). Al tiempo que los madianitas atacaron
a Israel, Gedeón consultó a Dios lo que debía hacer. Gedeón comunicó su entendimiento de que
era sumamente débil cuando preguntó: “—Pero, Señor —objetó Gedeón—, ¿cómo voy a salvar a
Israel? Mi clan es el más débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia”.
Dios contestó: “yo estaré contigo” (Jueces 6:15–16). Para empeorar las cosas, los amalecitas se
unieron a los madianitas y otros pueblos del oriente se aliaron para atacar a Israel (Jueces 6:33).
El problema de Gedeón era ahora tres veces más grande que al principio. Esto fue como el segundo
avión que se estrelló en la otra torre gemela del World Trade Center en Nueva York. Ya era algo
malo al inicio. Ahora, el problema rebasaba toda expectativa. Para probar su punto tanto a Gedeón
como a Israel, Dios le dio instrucciones a Gedeón en cuanto a cómo debería hacer la selección de
su minoritario ejército. “El SEÑOR le dijo a Gedeón: Tienes demasiada gente para que yo entregue
a Madián en sus manos. A fin de que Israel no vaya a jactarse contra mí y diga que su propia
fortaleza lo ha librado, anúnciale ahora al pueblo: “¡Cualquiera que esté temblando de miedo, que
se vuelva y se retire del monte de Galaad!” Así que se volvieron veintidós mil hombres, y se
quedaron diez mil” (Jueces 7:2–3). Sin embargo, Dios todavía no había terminado de demostrar
su principio a Gedeón y a la nación de Israel. Dios le dijo a Gedeón: “Todavía hay demasiada
gente” (Jueces 7:4). El proceso de selección dejó a Gedeón un ejército de 300 hombres: 300 contra
135,000. Qué ridículo diría usted. Sin embargo, con ese puñado de hombres, Dios derrotó la alianza
de las otras tribus. ¿Qué comunicó Dios con esta victoria? No es acerca de ti; es en cuanto a mí y
mi presencia contigo.

Del conocimiento al entendimiento


… si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la buscas como a la plata, como a un
tesoro escondido, entonces comprenderás el temor del SEÑOR y hallarás el conocimiento
de Dios. Porque el SEÑOR da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios.
—Proverbios 2:3–6

Gran paz llega con el conocimiento de que el valor contra la corriente no depende de nosotros.
Se encuentra en el Dios que mora en nosotros. El hecho de saber de dónde viene el valor contra la
corriente es una cosa; y es otra muy distinta saber cómo aplicarlo en la vida. No simplemente
quiero saber del valor; quiero que maraville mi vida hasta llegar al punto de actuar. Los dos
enemigos del valor son el temor y el riesgo. Algunos han intentado inferir que experimentar valor
es no conocer el miedo y no temer al riesgo. Yo no lo creo así. El mismísimo concepto del valor
implica temor, porque si no hubiera miedo, no requeriría valor. La ausencia del riesgo implica
seguridad y la seguridad no requiere de valor alguno. Dios jamás promete quitar los riesgos. Todo
lo contrario. Dios promete que correremos riesgos si escogemos seguirle. El mensaje de Dios
jamás ha cambiado del que habló a aquellos que llamó y sigue llamando al servicio. Jamás le
prometió a Moisés que todo estaría de maravilla en Egipto. En cambio, le dio un cayado para ser
usado cuando enfrentara un reto. Moisés aceptó ir sabiendo que podría llamar a “YO SOY EL QUE
SOY”, el único Dios siempre presente y activo. “Muchas veces lo que le pedimos a Dios no es una
orden que requiera de nuestra fe, sino una garantía que en realidad la fe jamás la vamos a
necesitar”.
El capítulo 10 de Mateo nos dice que Jesús envió a sus discípulos a predicar. Mateo sería uno
de ellos. Él, junto con su compañero, Tomás, estarían solos por primera vez como líderes del reino
de Dios. ¿Nos podemos poner en los zapatos de Mateo? ¿Podemos entender las emociones que
surgieron en su mente al tiempo que Jesús los comisionaba a ir y compartir las nuevas del reino de
Dios? Lo más seguro es que Mateo no supiera nada del arte de la oratoria y el convencimiento. Él
no tuvo la educación de los religiosos del momento. Era cobrador de impuestos; los demás sabían
del comercio familiar y nada más. Conocer a Jesús le cambió la vida a Mateo porque fue llamado
a seguirlo. Nosotros, al igual que Mateo, hemos escogido seguir a Jesús fielmente y hoy día nos
está pidiendo que abandonemos nuestra zona de comodidad y que confiemos en él. Es en este
ambiente donde Mateo registra las palabras de Jesús:
Tengan cuidado con la gente; los entregarán a los tribunales y los azotarán en las
sinagogas. Por mi causa los llevarán ante gobernadores y reyes para dar testimonio a ellos
y a los gentiles. Pero cuando los arresten, no se preocupen por lo que van a decir o cómo
van a decirlo. En ese momento se les dará lo que han de decir, porque no serán ustedes
los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes.
—Mateo 10:17–20

Este mensaje encierra la realidad de la situación como la esperanza que llega a través de la fe.
Lo que Jesús pidió requiere un valor contra la corriente. ¿Escucha usted su mensaje? La vida no
tiene garantías de ninguna especie, mucho menos de ser fácil y cómodo. De hecho, Jesús les
asegura a sus discípulos que vendrán tiempos difíciles; sin embargo, para esos momentos de crisis
él da confianza y seguridad. Yo no sé en cuanto a usted, pero yo necesito seguridad de que todo
va a estar bien en esta vida. Me gustaría creer (como lo enseñan muchas congregaciones en todo
el mundo) que Dios me quiere dar bendiciones financieras y buena salud a cambio de mi
compromiso eterno a él. Pero, yo no veo ningún ejemplo de esto en toda la Biblia. En cambio,
encuentro declaraciones como la de arriba y las palabras de Jesús que encontramos en Juan 16:33:
“En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”.
Si en verdad vamos a caminar en los pasos de Cristo, el temor y el riesgo serán parte de nuestra
vida. Es por eso que es muy importante el valor. Siempre debemos recordar que a pesar de nuestras
debilidades, él es fuerte. No se trata de nosotros; se trata de la presencia de Dios en nosotros. Dios
dice: “cumpliré mi plan a través de la obediencia de ustedes”.
Cuando Jesús hubo acabado la parte terrenal de su ministerio, nuevamente habló con sus
discípulos. Sus palabras son bien conocidas por todos nosotros: la gran comisión. “Por tanto, vayan
y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que
estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19–20). Nuevamente, ¿escucha
usted su mensaje? Es el mismo mensaje dado a Moisés, Josué y Gedeón. No importa la situación
por la que estemos atravesando, no es respecto de nosotros, sino de la presencia de Dios en
nosotros. Él es nuestra fortaleza. Él es nuestro poder. Él es nuestro éxito.

Poniendo los cimientos del valor


La verdad lleva al amor
El amor lleva a la fe
La fe lleva al desinterés
El desinterés lleva a acciones de valor.

La cimentación de confianza que dotó a los discípulos a tomar las enseñanzas de Jesús más
allá del simple conocimiento a un estilo de vida que cambió al mundo. Es la misma cimentación
donde debemos construir para vivir una vida de valor contra la corriente.

La verdad lleva al amor


El amor se puede edificar sobre muchos cimientos. Muchos han construido el amor sobre la
falsedad para encontrarlo derrumbándose bajo el peso de sus expectativas. El tiempo expone la
debilidad de la cimentación. Resulta imperativo que el amor se edifique en la verdad. La verdad
no se desvanece con el paso del tiempo. Cristo nos amó y, como resultado, vino para traernos la
verdad. Al tiempo que la verdad nos es revelada en cuanto a la persona de Dios y el alcance de su
amor para nosotros, nosotros, en turno, lo amamos. La verdad nos lleva a amar.

El amor lleva a la fe
Cuando el amor está cimentado y construido en la verdad, nos lleva a una relación donde se
exhibe la fe. La fe no simplemente es creer en algo. La creencia se mantiene estática, vacía y sin
utilidad alguna a menos que la acompañe la acción. Santiago, el hermano de Jesús, así nos lo
señala: “Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta” (Santiago 2:17). Medite usted
en el contexto de estas palabras. Santiago vio crecer a Jesús ya que era su medio hermano. A pesar
de ello, Santiago no creía lo que Jesús decía. De hecho, de acuerdo con las Escrituras, lo más
seguro era que Jesús fuera fuente de gran vergüenza para Santiago y su familia. Hubo un instante
en que Jesús estaba enseñando en su tierra de origen y su familia fue a traerlo para apartarlo del
alboroto que estaba causando (Mateo 12:46–50). Estoy seguro que Santiago, siendo su hermano,
amaba a Jesús. Sin embargo, ese amor no estaba cimentado en la verdad. Era un amor construido
sobre una cimentación débil, hasta que Jesús resucitó de entre los muertos. Fue entonces cuando
Santiago se dio cuenta. Pasó de escéptico a creyente, de un hombre que amaba a su hermano a
alguien que tenía fe en su hermano como Hijo de Dios. El amor, edificado sobre la verdad, produjo
fe en Santiago.
La fe equivale a creer más la acción (fe = creer + acción). Cuando depositamos nuestra
confianza en Cristo, nuestro corazón y nuestra vida deben seguir. ¿Por qué es así? Porque al igual
que el amor nos lleva a la fe, la fe produce que demos todo de nuestras vidas a las necesidades y
deseos de aquel que nos amó. Es lo que llamamos desinterés.

La fe lleva al desinterés
Pedro claramente escribió acerca de la acción producida por la fe. “Para esto fueron llamados,
porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos” (1 Pedro 2:21). Pedro
señala que Cristo no sufrió para su propio beneficio. En nada le aprovechó a él mismo. Sufrió por
causa nuestra porque esa es la característica del verdadero amor y le trae gloria a su Padre. Eso es
lo que un buen pastor hace por sus ovejas. La prioridad más alta es el beneficio para las ovejas no
para sí mismo.
Cuando el amor se construye sobre la verdad, le sigue una fe que está envuelta no tan sólo en
lo que creemos, sino en nuestro estilo de vida. Cada pensamiento, cada palabra, cada acción o falta
de acción es un acto de alabanza a Dios al cual creemos es la esencia de toda verdad. Es por ello
que Pablo explica en Romanos 12:1: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia
de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como
sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”. Nos damos al mejor interés al Dios que se ha dado a sí
mismo a nosotros para nuestro bien sublime. Lo amamos porque él nos amó primero. Somos
desinteresados porque él lo fue primero. Él es el maestro; nosotros somos los estudiantes que
debemos caminar en los pasos del maestro.

El desinterés lleva a acciones de valor


Es en esto donde muy a menudo se equivoca el mundo. No logran identificar la fuente del valor
porque creen que surge de dentro de nosotros. Sin embargo, un valor contra la corriente no es algo
de dentro; tiene una fuente externa. Viene por el conocimiento de que Dios ha actuado y sigue
actuando a favor nuestro. Por lo tanto, nosotros también nos sentimos impulsados a actuar. Creer
que Dios entrará en acción es apenas el inicio del valor contra la corriente encontrado en Moisés,
Gedeón, Mateo, Pablo y miles de cristianos a través de la historia.
El valor se manifiesta cuando, a la luz de la necesidad, reconocemos la verdad del amor de
Dios por su pueblo. El hecho de aceptar esta verdad hace en nosotros que nos abracemos al amor
de Dios para sobreponernos a nuestra propia vida y seguridad personal. Nuestro punto de vista del
mundo ahora depende de la acción que Dios obre y así vemos a Dios interactuar con el hombre.
Dios cobra importancia y ya no me preocupo por lo que me pudiera pasar en esta vida ya que Dios
es superior a todo y puedo tomarlo de la mano para compartir con él esta supremacía suya. Hay
una historia excelente por encima de lo que pase en mi contexto personal y eso nos lleva a ser
desprendidos y desinteresados. Como lo afirmó Erwin McManus: “el valor no es la ausencia del
temor sino la ausencia del yo”.

Dos recordatorios
Al concluir nuestra consideración respecto del valor, hay dos historias de la Biblia que nos
recuerdan que jamás debemos olvidar la fuente del valor contra la corriente. Al practicarlo en
nuestras vidas encontraremos el gozo que hay en descubrir como Dios intercederá y saldrá
victorioso a pesar de nuestras debilidades. Resulta estimulante ser transformado y usado por Dios.
Jamás debemos olvidar la fuente de nuestra fuerza. Nos sentimos tentados a creer que es un
talento nuestro, en vez del poder de Dios, que habilitó a Dios para que obrara. Siempre estamos
prestos a tomar el crédito por cualquier cosa buena que se dé como resultado de nuestros esfuerzos.
Tal es el caso del rey Uzías (2 Crónicas capítulo 26). Uzías hizo lo correcto a los ojos del Señor.
En tanto que buscó a Dios, Dios le dio éxito (26:5). La Biblia procede a enlistar la extensión de su
éxito, que fue grande tanto en batallas como en el desarrollo y prosperidad de Judá. Sin embargo,
el historiador nos presenta el final de la vida de Uzías diciendo: “Sin embargo, cuando aumentó
su poder, Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia. Se rebeló contra el SEÑOR …”
(26:16). Uzías olvidó que no se trataba de él. Miró a su alrededor y empezó a creer que había sido
él quien había edificado su nación y quien había ganado las batallas. También a nosotros se nos
olvida. Todos necesitamos recordatorios.
Segundo, aun en la victoria, sigo tentado a olvidar que Dios está junto a mi cuando la siguiente
prueba de mi fe me visite. Yo me maravillo con Elías. La fe, el valor y la intrepidez que tuvo para
pararse en el monte Carmelo y desafiar a los profetas de Baal son algo inexistente en mi vida. Fue
una lucha a muerte y Elías lo sabía. Sin embargo, también entendió que este combate no era asunto
suyo, sino de Dios en él. En honor a la fe y al valor de Elías, Dios respondió con mano poderosa
para obtener la victoria. Envió fuego del cielo para consumir un altar anegado. Dios usó la fe y el
valor de Elías para convencer a la gente de que él es quien dice y afirma ser; sin embargo, unos
pocos días más tarde encontramos a Elías escondiéndose. La reina Jezabel escuchó de la derrota
de “sus” profetas y esto no le causó ninguna gracia. Le puso precio a la cabeza de Elías. A pesar
de la obra maravillosa de la mano de Dios unos cuantos días antes, Elías consideró que su bienestar
dependía de él mismo y no de Dios. Huyó para esconderse en una cueva.
Yo me siento animado por la falla de Elías. Me identifico con su debilidad más que con su
fortaleza. También me anima la respuesta de Dios a Elías. Dios tuvo un encuentro con Elías en su
debilidad y falla. Lo encontró, no en una bola de fuego cayendo del cielo, como tampoco en una
tormenta ponderosa. Sino que Dios le habló en la quietud, en un susurro. Le habló suavemente
para recordarle que no se trataba de él, sino de la presencia de Dios en él. Sostuvo la vida de Elías
en su mano. Hoy día, yo me mantengo aferrado a la misma mano que alcanzó a Elías. Quiero ser
usado en su gran plan a las naciones. Ruego porque este sea el mismo deseo de cada persona que
lee estas páginas. Sin embargo, para hacerlo, debemos recordar que:

“¡El valor contra la corriente no es en cuanto a nosotros … sino acerca de


Dios en nosotros!”
EPÍLOGO

Una palabra final fatal


Dios claramente presenta lo que él quiere en el liderazgo de su reino. Él mismo puso el ejemplo
en el jardín del Edén. Guió la vida de sus líderes y escritores. Su Hijo modeló el estándar de la
medida. De hecho, Jesús es esa medida a la cual se ajustan todas las demás. Sus principios no se
aceptan como práctica común en muchos círculos. Sin embargo, si vamos a ser efectivos en su
reino, debemos ser guiados por un pensamiento superior.
Sin embargo, debo dar una advertencia o precaución final. La palabra más peligrosa en el
estudio del liderazgo bíblico es la palabra “Pero …”. Siempre que utilicemos esta palabra lo que
estamos diciendo es “entiendo lo que la Biblia dice, pero no creo que ello se aplique a mi vida o
mi situación en particular”. Creemos haber encontrado una excepción al principio bíblico.
Normalmente lo que esto significa es que “no lo quiero hacer de esa manera; por lo tanto, voy a
afirmar que la Biblia en realidad no dice lo que estoy leyendo”. Esta es la misma mentira que tuvo
lugar en el jardín del Edén. Los hijos de Dios estaban convencidos que ellos sabían más y qué era
lo mejor para ellos y que su Creador no lo sabía. La mordida que le dieron al fruto prohibido fue
el inicio de la caída en la forma de pensar del ser humano hasta llegar a lo que hoy día conocemos
como sentido común.
En una clase universitaria sobre estudios ministeriales, le pedí a los estudiantes que me dijeran
qué tenían que decir “las bienaventuranzas” (Mateo 5:3–12) y “el fruto del Espíritu” (Gálatas 5:22–
23) respecto al liderazgo. Un joven contestó: “pero profesor, esos pasajes no tienen nada que ver
con el liderazgo”. Le pregunté: “¿me estás diciendo que estos pasajes de la Biblia únicamente se
aplican a ciertas cosas en tu vida pero no a todo?” Respondió: “No, no es eso lo que intento decir,
pero …” Después el joven estuvo de acuerdo en permitir que la Biblia le hable a todo su ser.
Durante la mayoría de los períodos de preguntas y respuestas de los seminarios sobre el
liderazgo, aparece la palabra “pero” y generalmente lleva la conversación al plano del pensamiento
común. El formulador de la pregunta dirá “pero eso no me parece correcto porque conozco a
alguien que al parecer es exitoso y esa persona no está haciendo lo que usted señala”. Recuerde
usted que la definición de Dios respecto del éxito es algo totalmente diferente a la del mundo. Sus
caminos son superiores a los comunes; son más elevados que los que parecen correctos. Debemos
tener sumo cuidado que lo que parece correcto no desajuste nuestro punto de vista acerca del
liderazgo en el reino de Dios. Después de todo, el apóstol Pablo, quien practicaba principios
comunes antes de su conversión, nos advierte: “Cuídense de que nadie los cautive con la vana y
engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este
mundo y no conforme a Cristo” (Colosenses 2:8).
Reto a todo lector de este libro a estar dispuesto a levantar la vista más allá de lo común y
encontrar el gozo del liderazgo en el reino de Dios, mientras crece el amor entre aquellos que han
aprendido a servir. Al hacerlo, veremos vidas cambiadas.
APÉNDICE A
COMPARACIÓN DE LA FILOSOFÍA DE PLATÓN
Y
LA TEOLOGÍA REVELADA A TRAVÉS DE MOISÉS

Una comparación entre la filosofía de Platón


y
La teología revelada a través de Moisés
MOISÉS PLATÓN
Concepción hebrea del mundo Concepción griega del mundo

Un Dios: Jehová Muchos dioses: Zeus, el principal

Dios es la realidad suprema La naturaleza es la realidad suprema

Dios creó la naturaleza La naturaleza define a dios

El hombre tiene libre albedrío El hombre es controlado por el


destino/suerte

Basado en el amor Basado en el poder


“Dios es amor …” Zeus destronó a su padre Cronos
“Porque de tal manera amó Dios …” Cronos había derrotado a los Titanes

Poder supremo = Prohibición de ejercer Poder supremo = control


poder

Servir Ser servido

Ver por las necesidades de los demás Alejado de las necesidades de los demás

Funciona por pacto: Funciona por mandato:


“para el bien de los demás” “para beneficio del líder”

Éxito = gente madura Éxito = cantidad de siervos

Meta de Dios: “un pueblo que bendecir” Meta de la deidad: “un pueblo a utilizar”
BIBLIOGRAFÍA

American Heritage® Talking Dictionary, Hirsch, E.D. Jr, Kent, Joseph F. and Trefil, John eds.,
Third Edition CD-ROM. Cambridge, MA: Softkey International, Inc., 1994.
Arndt, William F. & Gingrich, F. Wilbur. A Greek-English Lexicon of the New Testament and
Other Early Christian Literature. Grand Rapids: Zondervan, 1963.
Barclay, William. A New Testament Wordbook. New York: Harper & Row, n.d.
Bennett, David W. Metaphors of Ministry: Biblical Images for Leaders and Followers. Grand
Rapids: Baker Book House, Paternoster Press, 1993.
Bromiley, Geoffrey. Theological Dictionary of the New Testament. Kittel, Gerhard & Friedrich,
Gerhard, ed. Bromiley, Geoffrey, trans Abridged in One Volume. Grand Rapids: Eerdmans,
1985.
Brown, Driver & Briggs. Brown-Driver-Briggs Hebrew Definitions. QuickVerse: Expanded
Seventh Version CD-ROM, versión 7. Omaha: Parson’s Technology, n.d.
Burns, James MacGregor. Leadership. New York: Colophon Books, Harper & Row, 1979.
Butt, Howard. The Velvet-Covered Brick: Christian Leadership in an Age of Rebellion. New York:
Harper & Row, 1973.
Carpiceci, Alberto C. Art and History of Egypt: 5000 Years of Civilization. Firenze: Casa Editrice
Bonechi, 1999.
Clinton, J. Robert. The Making of a Leader: Recognizing the Lessons and Stages of Leadership
Development. Colorado Springs: NavPress, A Ministry of Navigators, 1988.
Covey, Stephen C. The Seven Habits of Highly Effective People: Powerful Lessons in Personal
Change. New York: A Fireside Book, Published by Simon & Schuster, 1990.
DePree, Max. Leadership Is An Art, Max DePree. New York: A Dell Trade Paperback, published
by Dell, 1989.
Dictionary.com Unabridged (v. 1.1). Passion. (n.d.). Retrieved December 08, 2008, from
Dictionary.com website: http://dictionary.reference.com/browse/passion.
Edersheim, Alfred. The Life and Time of Jesus the Messiah, Book III, “From the Jordan to the
Mount of Transfiguration.” Grand Rapids: Eerdmans, 1976.
Edersheim, Alfred. The Life and Time of Jesus the Messiah, Book V, “The Cross and the Crown.”
Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing, 1976.
Greenleaf, Robert K. Servant Leadership: A Journey into the Nature of Legitimate Power and
Greatness. New York, NY: Paulist Press, 1984.
Hagberg, Janet O. Real Power: Stages of Personal Power in Organizations. Minneapolis: Winston
Press, 1984.
Hian, Chua Wee. The Making of a Leader: A Guidebook for Present and Future Leaders. Colorado
Springs, CO: InterVarsity Press, 1987.
Hooker, Richard. “Plato.” Updated June 6, 1999. Washington State University: World
Civilizations. http://www.wsu.edu:8080/~dee/GREECE/PLATO.HTM (1996). Accessed May
11, 2002.
Koestenbaum, Peter. Leadership: The Inner Side of Greatness. San Francisco: Jossey’Bass
Publishers. 1991.
Killinger, John. Fundamentals of Preaching. Minneapolis: Fortress Press, 1985.
Latourette, Kenneth Scott. A History of Christianity, vol. 1: Beginnings to 1500. San Francisco:
Harper, 1975.
Lyles, Dick. Winning Ways: Four Secrets for Getting Great Results by Working Well with People.
New York: G. Putnam’s Sons, 2000.
Machiavelli, Niccolo di Bernardo. “The Prince.” The Portable Machiavelli, Bondanella, Peter &
Musa, Mark, translator and editors. New York: Penguin Books, Viking Penguin Inc., 1979.
Maxwell, John C. The 21 Irrefutable Laws of Leadership: Follow Them and People Will Follow
You. Nashville: Thomas Nelson, 1998.
McKenna, David L. Power to Follow Grace to Lead: Strategy for the Future of Christian
Leadership. Dallas: Word, 1989
McManus, Erwin R. An Unstoppable Force: Daring To Become the Church God Had in Mind.
Loveland: Group Publishing, 2001.
Nouwen, Henri. In the Name of Jesus: Reflections on Christian Leadership. New York: Crossroad,
1989.
Passmore, John. “Perfectibility.” Posted December 17, 2003. On Line Library of Literature,
Liberty Fund, Inc.
http://oll.libertyfund.org/Texts/LFBooks/Passmore0198/Perfectibility/PDFs/0092_Pt03_Cha
p02.pdf. Accessed May 10, 2004.
Plato. The Gorgias. Posted October 15, Trans. Benjamin Jowett. Internet Classics Archives,
http://classics.mit.edu/Plato/gorgias.html. Accessed September 17, 2002
Rinehart, Stacy T. Upside Down: The Paradox of Servant Leadership. Colorado Springs:
NavPress, 1998.
Ross, Kelly. “Plato’s Republic.” Posted July 6, 1996. The Proceedings of the Friesian School,
Fourth Series. http://www.friesian.com/plato.htm. Accessed May 11, 2003.
Shelley, Bruce. Church History in Plain Language. Waco: Word, 1982.
Smith, Mont W. What the Bible Says About Covenant. Joplin: College Press, 1981. (En español:
Dios, el pacto y usted, disponible de LATM, P.O. Box 645, Joplin, MO 64802,
www.latm.info.)
Stott, John. The Preacher’s Portrait, London: Tyndale House, 1961.
Vincent, Marvin R. Vincent’s Word Pictures, Vol. II, “The Writings Of John: The Gospel, The
Epistles, The Apocalypse.” Hiawatha: Parsons Technology, Inc., n.d.
White, John. Excellence in Leadership: Reaching Goals with Prayer, Courage and Determination.
Downers Grove: InterVarsity Press, 1986
Yukl, Gary A. Leadership in Organizations. Englewood Cliffs: Prentice-Hall, 1981.1

1
Kuest, R. D. (2011). Liderazgo contra la corriente: Liderazgo de servicio en un mundo basado
en el poder. (B. José Aparicio, B. Marsh, & F. Soto, Eds., J. José Aparicio, Trad.) (pp. 240–244).
Joplin, MO: Literatura Alcanzando a Todo el Mundo.

Potrebbero piacerti anche