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El Porfiriato
INTRODUCCIÓN
Tres son los aspectos clave a identificar y clarificar del Porfiriato, a saber: la distribución de los extensos territorios aún sin explotar
determinado por el gobierno juarista, lo que implicó que pequeños grupos se enriquecieran por esa vía y se tendieran los puentes a una
nueva forma de desarrollo económico. Otro renglón que mostró el crecimiento de la economía en México, ya en el gobierno de Porfirio
Díaz, fue la industria que detonó la introducción de los ferrocarriles en el país; su crecimiento fue exponencial y con una finalidad
principal: capitalizar las regiones productoras de bienes y materias primas que se destinaban a la exportación a los principales socios que
había hecho el porfiriato. Y el tercer aspecto a caracterizar, se refiere al nacimiento de una banca que financiara el desarrollo económico,
con peculiaridades de funcionamiento, propias de cada centro económico y según los intereses de los grupos de poder.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
3.1. Realiza las lecturas que se presentan en la unidad.
3.2. Elabora un resumen de la importancia del positivismo y los movimientos sociales en el porfiriato.
3.3. A partir de las lecturas, establece las aportaciones del porfiriato a la economía actual.
3.4. Elabora un cuadro sinóptico de los datos más importantes de la unidad rescatando los avances y contradicciones del porfiriato.
3.5. Responde la guía de autoevaluación que se encuentra al final del documento.
Objetivo particular
Analizar los avances y contradicciones del modelo económico del porfiriato.
CONTENIDO
3.1. El estado y sus políticas económicas.
3.2. Las estructuras agrarias.
3.3. La industrialización y el transporte.
3.4. El comercio y el financiamiento.
3.5. Los movimientos sociales.
3.6. El positivismo base ideológica de la época.
1 En los 55 años transcurridos entre la independencia y el porfiriato, la presidencia cambió 75 veces de mano (Haber, 1989). La consecuencia más desastrosa de la
prolongada lucha civil fue la pérdida de la mitad del territorio nacional a manos de los Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Cincuenta años después del Tratado de
1848, que puso término a la guerra mexicano-estadounidense, y también tras el comienzo de la “fiebre del oro” en California, la sola producción minera de los territorios
perdidos superaba al PIB mexicano (Coatsworth, 1978).
para el sector minero, que en parte contrarrestaron la eliminación de esa carga.2 Como consecuencia de ello, entre 1812 y 1822 la
producción de plata se redujo a menos de la quinta parte del total y el sector minero no vino a recuperar el nivel de producción anterior a la
independencia hasta el decenio de 1860 (Cárdenas, 1985). Por su parte, la caída de la producción de plata tuvo otras consecuencias
importantes para la economía. Además de la contracción de todas las actividades vinculadas con el sector minero, implicó una merma del
volumen del comercio internacional y la disminución de los medios de pago disponibles en la economía nacional (Cárdenas, 1985). Esto
último contribuyó a agravar los efectos de la salida de capitales que se produjo tras el éxodo de los mineros y comerciantes españoles y, en
consecuencia, la escasez general de capital financiero que caracterizó a este período hasta que se crearon los primeros bancos comerciales
en el decenio de 1860.
CUADRO 2
México: Producto interno bruto total, producto interno bruto per cápita y población, 1820-1998
1820 1870 1913 1950 1973 1990 1998
PIB per cápita a 759 674 1.732 2.365 4.845 6,097 6,655
PIB de México/PIB de los 0.60 0.28 0.33 0.25 0.25 0,26 0,24
Estados Unidos
La eliminación de las restricciones al comercio exterior también resultó ser una bendición a medias. Si bien es cierto que los
historiadores económicos generalmente consideran que fue beneficiosa para la economía mexicana, el término de las restricciones al
comercio aceleró la desviación del comercio exterior mexicano desde España hacia las potencias industrializadas emergentes del Atlántico
norte, tendencia que fue muy perjudicial para el sector manufacturero nacional y, por lo tanto, para la principal actividad que podría haber
compensado la decadencia del sector minero. Al respecto, varios estudios han ilustrado de qué manera a fines del siglo la exposición a la
competencia de Estados Unidos y Gran Bretaña llevó al colapso de la industria lanera y a la prolongada caída de los textiles de algodón a lo
largo de la primera mitad del siglo XIX. Al parecer, la apertura del comercio a la economía del Atlántico y a la competencia externa —que
de hecho comenzó durante el período de “comercio libre” y “comercio neutral” introducido por las reformas de los Borbones— también
contribuyó a profundizar la fragmentación de los mercados locales y a la división entre un norte minero y agrícola que comerciaba con el
resto del mundo, por un lado, y un centro manufacturero y un sur agrícola sumidos en la depresión económica, por el otro (Thomson,
1986).
Además, poco se avanzó en otras áreas. México en la época colonial había sido uno de los lugares del mundo que exhibía mayores
diferencias sociales y regionales; en rigor, una sociedad de castas, en que el acceso al empleo y la movilidad geográfica y ocupacional
dependían de distinciones étnicas, y en que una serie de arreglos institucionales tendieron a aumentar, más que a reducir, el abismo entre
los beneficios privados y sociales de la actividad económica. Si bien es cierto que la independencia trajo consigo algunos cambios, 3 muchos
de ellos tuvieron escasos efectos en un orden social y político regresivo. En definitiva, es posible que esto haya obedecido a la naturaleza
misma del acto fundacional del Estado posterior a la independencia, esto es, al hecho de que tras haberse iniciado y ser derrotado como
una insurrección popular —temida por las élites conservadoras españolas y criollas— México finalmente obtuvo la independencia
mediante un virtual golpe de Estado de la élite colonial criolla, que tuvo por objeto más que nada apartar al país del proceso liberalizador
que tenía lugar en la madre patria (Coatsworth, 1978).
Lo anterior tuvo varias consecuencias. Desde luego, de hecho y a veces de derecho, la modernización institucional se desarrolló con
lentitud. Recién en 1870 —casi 50 años después de la independencia— se promulgó un nuevo código civil, y aun entonces nada se hizo por
reemplazar un código de comercio que era objeto de rechazo. El código de minería de la época se mantuvo prácticamente intacto hasta
1877. No había legislación bancaria ni de patentes. Y pese a las normas constitucionales se mantuvieron los impuestos y las restricciones al
comercio interno.
El sistema de gobierno conservó la arbitrariedad del poder político de la época colonial. El éxito o el fracaso económicos dependían
estrictamente de la relación entre la empresa y las autoridades políticas (Coatsworth, 1978, p. 94). En resumen, pese a que la economía
continuó centrándose en el Estado, pues todas las empresas estaban obligadas a operar en forma altamente politizada, comparado con la
época colonial, el Estado se había debilitado y fue incapaz de eliminar los obstáculos al desarrollo económico derivados de la disminución
2 Las guerras de la independencia no sólo tuvieron efectos altamente perturbadores para la producción minera, sino que involucraron también la pérdida del abastecimiento
seguro y a bajo costo de mercurio (esencial para la elaboración de minerales de baja ley), que España había proporcionado desde su gran mina en Almadena.
3 Se abolieron oficialmente las distinciones étnicas en el acceso al empleo, a la justicia y en el trato fiscal que, entre otras cosas, habían limitado severamente la movilidad
del capital y de la mano de obra; se eliminaron muchos privilegios de los que disfrutaban las empresas así como la mayoría de los gremios, y los derechos de propiedad
sobre las empresas se limitaron a la Iglesia, las comunidades indígenas y los municipios. Se redujo el número de monopolios reales sobre la producción y distribución de
muchos productos básicos y se regularon sus actividades. Asimismo, se intentó modernizar el sistema judicial y reformar los códigos obsoletos.
de la actividad minera, la competencia externa y la falta de infraestructura de transportes y de capital financiero. Así pues, el estancamiento
económico e industrial fue consecuencia de la sostenida falta de mercados y de su fragmentación.
2. ¿Errores de percepción liberales a mediados del siglo XIX?
La anterior lista de obstáculos con que tropezó el desarrollo económico mexicano en el siglo XIX es tan importante por lo que incluye
como por lo que deja fuera. La verdad es que estudios realizados por historiadores económicos indican que el sistema de tenencia de la
tierra y el poder económico de la Iglesia no se cuentan, como tradicionalmente se cree, entre las causas principales del estancamiento
económico de la época.
Desde el siglo XVII, el sistema de tenencia de la tierra y la producción agrícola se habían organizado en torno a grandes haciendas.
Pese a ser extremadamente inequitativo, y en este sentido ineficiente desde el punto de vista social y macroeconómico, el sistema de
haciendas distaba mucho de ser una organización semifeudal que estimulara el derroche y la mala asignación de los recursos.
Investigaciones recientes han puesto de manifiesto una nueva imagen de la hacienda como empresa capitalista y dinámica desde el punto
de vista tecnológico, cuya racionalidad económica puede compararse con la de las empresas agrícolas modernas, y que aprovechaba
ampliamente sus ventajas comparativas —economías de escala y acceso al crédito externo y a información sobre tecnologías nuevas y
mercados lejanos.4 En realidad, con el tiempo se estableció una “división del trabajo” entre la hacienda y otras formas de producción
agrícola —pequeños propietarios, inquilinos o habitantes de poblados indígenas— en virtud de la cual cada uno de ellos se había
especializado en los productos y cultivos en los que tenía una ventaja competitiva: ganado, ovinos, lana, cereales, pulque, azúcar y sisal en
las haciendas; y frutas, tomates, ajíes, seda y animales menores como cerdos y aves en el caso de las aldeas y de los productores en pequeña
escala.
Un revisionismo similar puede aplicarse a la Iglesia como institución económica. Hacia mediados del siglo XIX, la Iglesia se había
convertido en la principal propietaria de tierras del país y en importante prestamista en los mercados financieros emergentes. En cuanto a
su primera función, según Coatsworth (1978 y 1990), varios estudios indican que las haciendas pertenecientes a la Iglesia eran
administradas al menos con igual eficiencia que las haciendas privadas. En todo caso, después de la independencia, la mayoría de esas
propiedades fueron dadas en arrendamiento a agricultores y hacendados privados, de modo que su eficiencia ya no dependía de la gestión
eclesiástica. Por otra parte, la Iglesia cobraba el diezmo, un impuesto de 10% sobre la producción total (que gravaba principalmente la
producción agrícola y ganadera). Tal como cualquier otro impuesto, el diezmo reducía la rentabilidad agrícola y probablemente
desincentivaba la producción (aunque algunos autores tienen dudas al respecto). 5
Más importante, sin embargo, fue el uso que se le dio a esos ingresos. Lejos de destinarse a financiar gastos totalmente
“improductivos”, la Iglesia invirtió parte considerable de sus entradas (incluidos donaciones privadas y los ingresos netos de sus diversas
propiedades) en préstamos a empresarios privados, sin imponer restricciones legales o prácticas que impidieran a los beneficiarios invertir
los recursos en fábricas y no en haciendas u otras actividades. Lo hizo cobrando tasas de interés inferiores a las de mercado, generalmente
un 6% sobre los préstamos garantizados por bienes raíces. Dado el dominio de la Iglesia en el mercado de créditos hipotecarios, es posible
que esto haya contribuido a su vez a la baja de las tasas de interés del mercado. Como dice Coatsworth (1978), la Iglesia actuó como un
banco de desarrollo moderno, elevando la tasa de acumulación de capital por encima de la que habría sido de no haber existido el diezmo.
De ser correcto el revisionismo de los historiadores económicos, quiere decir que desde el punto de vista estricto (y reconocidamente
estrecho) del desarrollo económico, algunos de los elementos principales del programa económico liberal —comercio libre, privatización de
la propiedad corporativa y pública y liberalización del mercado agrario— estuvieron muy mal concebidos. Es probable que el primero de
ellos, el libre comercio, haya estimulado aún más la caída de la industria manufacturera local y la “ruralización” de la fuerza de trabajo, ya
que la expansión de los ferrocarriles a fines del siglo XIX redujo marcadamente la protección natural que proporcionaban los costos
tradicionalmente altos del transporte. Como resultado del segundo —la privatización de la propiedad de las empresas— se destruyó la
principal y durante mucho tiempo casi la única institución bancaria de la economía.
Por su parte, el tercero, la liberalización del mercado agrario contribuiría a concentrar aún más la propiedad agrícola y, con el tiempo,
a la explosión social que se produjo en 1910.
Lo anterior no quiere decir que la facción conservadora fuera mejor. Si bien es cierto que algunos de sus integrantes, en especial Lucas
Alaman, tuvieron el mérito de realizar los primeros y breves intentos de industrialización en el decenio de 1830 mediante la protección de
la industria y la creación del primer banco público de desarrollo (el Banco de Avío) para financiar el desarrollo de la industria textil, 6 las
fuerzas sociales y políticas que los apoyaban tendieron a perpetuar ese mismo centralismo extremadamente arbitrario del poder político,
que había tenido efectos tan perniciosos en el desarrollo económico desde la época de la colonia.
Como resultado, no surgió la coalición que habría podido forjar un Estado en desarrollo y en su ausencia subsistieron algunos de los
principales obstáculos al desarrollo económico. Además, los liberales, que podían y querían emprender la modernización política y social
del país, eran también antiestatistas recalcitrantes desde el punto de vista económico, mientras que los únicos partidarios de modernizar la
economía mediante la intervención del Estado eran los conservadores, fuertemente contrarios a la modernización política y social. Se
7 Para estadísticas del crecimiento económico durante el porfiriato, véase Beatty (2001), Rosenzweig (1965) y Solis (2000).
8 En esa época, ya se reconocía la importancia de estos obstáculos al desarrollo económico. Como dice Matías Romero, esta nación posee en su suelo enormes tesoros de
riqueza agrícola y minera que no pueden explotarse por falta de capital y de comunicaciones (citado por Rosenzweig, 1965).
9 El sistema ferroviario aumentó de 900 a 19.000 km en el decenio de 1880. Según estimaciones de Coatsworth, esto redujo en 80% el costo del flete por kilómetro entre
1878 y 1910.
10 La depreciación de la plata se debió a que hacia 1870 los países avanzados adoptaron el patrón oro (Cárdenas y Manns, 1989). Significó una devaluación real sostenida
de 26% del peso mexicano hasta el decenio de 1890. Véase Zabludovsky (1984), quien evalúa tanto el punto de vista de Rosenzweig (1965) y Nugent (1973) de que la
devaluación estimuló el crecimiento impulsado por las exportaciones, como el punto de vista basado en la paridad del poder adquisitivo que sostenía Limantour, ministro de
Hacienda de Porfirio Díaz: que, en definitiva, la depreciación de la plata se reflejó en los precios. La evaluación de la evidencia que hace Zabludovsky (1994) favorece el
primer punto de vista.
11 Tras haber dejado de cumplir con el pago de su deuda externa en seis oportunidades diferentes entre 1824 y 1880, en 1889 el gobierno mexicano y la banca internacional
finalmente llegaron a un acuerdo para renegociar la deuda externa del país. A principios del decenio de 1890 se restableció el acceso de México a los mercados
internacionales de capital, y desde esa fecha hasta 1911, la deuda externa mexicana aumentó en 300%, sobre todo con el propósito de financiar obras públicas en
infraestructura.
CUADRO 3
México: Población e indicadores sociales, 1895-2000
Año Población total Población rural Esperanza de Alfabetizacióna Promedio años
vida al nacer
(millones) (porcentaje) (años) (porcentaje) escolaridadb
1895 12,6 72 30 17,9c …
1910 15,2 … … 27,7 …
1930 16,6 66,5 33,9 38,5 …
1940 1 9,7 64,9 38,8 41,8 2,6
1980 68,3 33,7 66,2 83,0c 4,6
1990 81,2 28,7 70,8 8,4 6,6
1995 91,2 26,5 73,6 89,4 7,2
2000 97,0 25,4 75,3 90,3b 7,6
Fuente: Maddison (1989) e INEGI (varios años).
a Población de 10 años o más.
b 15 años o más.
c 6 años o más.
¿Cuáles fueron los resultados generales de esta estrategia? El crecimiento económico y la modernización se dejaron sentir en muchos
campos, revirtiendo un siglo de decadencia, y entre 1877 y 1910 el PIB per cápita de México registró un incremento anual medio de 2,1%
(cuadro 2).12 La expansión de los ferrocarriles favoreció a algunas actividades tradicionales como la minería, 13 y al mismo tiempo
contribuyó a crear actividades nuevas cuya escala de producción y densidad de capital las hacía poco rentables, a menos que existiera un
mercado nacional unificado. En rigor, subyacía a este proceso de modernización la primera etapa de la industrialización mexicana en gran
escala. Gracias a la sustitución de importaciones de textiles, cerveza, papel, cemento y acero, la producción industrial aumentó un
promedio de 3,6% al año entre 1877 y 1910 (Coatsworth, 1989). Las manufacturas dejaron de ser una actividad artesanal, realizada en
pequeñas empresas, para transformarse en un proceso productivo llevado a cabo en grandes fábricas. Al mismo tiempo, se modificó
profundamente la estructura social y económica de las zonas rurales. A partir de un diagnóstico de que el sector rural era improductivo y
que la mayor parte de la producción agrícola se distribuía por conductos distintos del mercado, el gobierno de Díaz promovió y aceleró la
redistribución de las tierras de propiedad federal y comunal a empresas de desarrollo privadas y a particulares acaudalados. La
privatización habría de fomentar los cultivos comerciales en gran escala. En 1890, el 20% del territorio mexicano pertenecía a menos de 50
personas o empresas.
Hacia principios de la década de 1900, el 95% de la tierra cultivable pertenecía a 835 familias (Manzanilla Schaffer, 1963). Hacia
principios del decenio de 1900, este patrón de desarrollo comenzó a mostrar síntomas de agotamiento. A partir de 1903, los salarios reales
empezaron a caer sistemática y sostenidamente. En 1907, la sequía redujo la producción de alimentos y contribuyó a elevar aún más su
precio. En 1910, la caída acumulada de los salarios reales fue de 26% en comparación con 1903. Aunque la hambruna no era manifiesta, la
pobreza era generalizada, especialmente en las zonas rurales.14 Al mismo tiempo, el uso de la fuerza para reprimir a los trabajadores y
sofocar la oposición política se tornó más frecuente y, a la larga, infructuoso. En 1910, la desigual distribución de los beneficios y del acceso
al poder llegó a su límite. Las clases medias emergentes excluidas de las decisiones políticas, y los trabajadores y campesinos marginados
de los beneficios del crecimiento económico, lograron unirse en torno a una coalición que venció bajo las consignas de democracia política,
reforma agraria y derechos laborales.
¿Qué había salido mal? No hay duda alguna de que la “contradicción básica” del porfiriato se dio en sus resultados: el desequilibrio
creciente entre un crecimiento económico acelerado, por un lado, y la lentitud de los avances políticos y sociales, por el otro. Porfirio Díaz
se propuso hacer de México una nación industrializada moderna. Sin embargo, en 1910 sólo 28% de los mexicanos sabía leer y escribir y la
esperanza de vida al nacer no superaba los 37 años. Con dos tercios de su población viviendo aún en zonas rurales, México continuaba
siendo más que nada una economía estacionaria y, en general, una sociedad atrasada. Además, pese a que el surgimiento de un mercado
nacional había derribado algunas de las barreras del estancamiento, el papel del Estado demostró ser insuficiente para superar los aún
enormes obstáculos al desarrollo económico.15
2. La revolución y la consolidación del Estado desarrollista
En 1910, la revolución mexicana puso dramático fin a la pax porfiriana. Una vez más, la falta de consenso social se convirtió en el
principal obstáculo para el desarrollo del país. Sólo tres decenios más tarde pudo lograrse un pacto social estable.
Las etapas más violentas de la revolución mexicana terminaron tras la adopción de una nueva Constitución, en 1917. El descontento
político se mantuvo durante los diez años siguientes —marcados por la muerte violenta de figuras tan importantes como Zapata, Carranza
y Obregón y por numerosos levantamientos—, pero los enfrentamientos armados disminuyeron de manera significativa. La Constitución
de 1917 redefinió el marco jurídico de la propiedad de la tierra y las relaciones laborales. Situó a la nación por encima de la propiedad
privada cuando se trataba de los recursos de tierra, agua y subsuelo; estableció el derecho a formar sindicatos, creó un sistema de salarios
16 Véase en Newell y Rubio (1984) una descripción detallada de la creación del PNR y de su papel en la estabilidad política a largo plazo.
17 El Banco de México fue creado en 1925 para hacer frente a la depresión y empezó a operar como Banco Central a comienzos de 1930. Hacia entonces se
había creado el Banco Nacional de Crédito Agrícola, que fue seguido de otros bancos. En 1933, la Secretaría de Presupuesto creó la Entidad Nacional
Financiera, que pronto se transformaría en la Nacional Financiera, primer banco de desarrollo propiamente tal y puntal financiero para la inversión
industrial y otras inversiones de largo plazo.
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presentado en el Taller de Historia Económica dc la Universidad de Chicago, febrero dc 1976), pág. 4. La existencia de un transporte por agua barato anterior
a la construcción de los ferrocarriles obviamcnte no impide que los ahorros sc incrementen drásticamente en aquellos lugares en que los ferrocarriles son
construidos en vez de canales o donde sc dejó dc dragar ríos potencialmente navegables Este fue el punto central de la disputa entre Fogel y Fishlow para el
caso de los Estados Unidos. Jeffrey Williamson ha argumentado que ambos autores no han medido en toda su dimersión el impacto de los ferrocarriles en la
economía de algunos patses, al no considerar algunos efectos indirectos (como el impacto en los términos regionales de intercambio y la distribución espacial
de la actividad económica) y al omitir la consideración de posibles es lalbonamientos dinámicos entrc los ferrocarriles y variables como la tasa de formación
de capital. Véase Jeffrcy Williamson, Late Nineteenh-Century American Devolopment…(Cambridge, Cambridge University Press, 1974), cap 9. Colin M White ha
presentado una excelente revisión dcl debate al que añadió referencias de su propio trabajo sobre los ferrocarriles rusos dcl siglo XIX en "The Concept of
Social Savings…en Economic History Review, 2a. serie, 29(1976). Págs. 87-100
Para el concepto de eslabonamientos (linkages), véase la nota 20 del cap, III (supra).
aproximadamente de un tercio hasta la mitad de los costos de construcción. De 893 kilómetros de vía construidos hacia finales de 1879, el
sistema ferroviario mexicano se expandió a 19205 kilómetros para 1910. 2
En 1910 grandes porciones del país habían quedado fuera del alcance de esta red ferroviaria. En Baja California y la costa sur del
Pacífico nunca se construyeron ferrocarriles, y el sistema ferroviario de la península de Yucatán no se había unido al resto del sistema
nacional. A través del istmo de Tehuantepec, únicamente una línea aislada unió directamente la costa atlántica y la del Pacífico. Por otro
lado, los ferrocarriles en México cubrían un área muchísimo más grande de la que otras redes ferroviarias cubrían en la mayor parte de las
regiones atrasadas del mundo. Aquí no se limitaban, como en el caso de la mayor parte de los países de Centro y Sudamérica, a unir minas
y plantaciones con puerros. Los recursos mineros y agrícolas de México estaban dispersos, por lo que aquí nunca se formó un enclave
exportador físicamente aislado.3
Las compañías privadas, generalmente extranjeras, propietarias de la mayor parte de los ferrocarriles mexicanos, no reportaban altas
ganancias. A diferencia de otras naciones latinoamericanas, el gobierno mexicano se rehusó a garantizar a las compañías privadas
márgenes de ganancia o a contribuir a los costos de operación. Sin embargo, hacia 1902, el gobierno temió una ola de quiebras ferroviarias
que habría revertido la imagen de un país amistoso para las inversiones extranjeras. Al solicitar autorización al Congreso para comprar las
acciones de varias de las líneas mis importantes, el ministro de Hacienda, José Yves Limantour, advirtió sobre este peligro y sobre la
posibilidad de que las Compañías en quiebra pudieran caer en manos de financieros extranjeros de pocos escrúpulos. Para 1908, el
gobierno controlaba o era propietario de alrededor de dos tercios del sistema ferroviario nacional, y había formado una nueva corporación,
los Ferrocarriles Nacionales de México, para unificar el manejo y la operación del sistema. 4
El desarrollo ferroviario mexicano alcanzó su punto máximo en 1910. La caída de la dictadura de Díaz en 1911 y la revuelta
revolucionaria que le siguió pusieron fin a la construcción de ferrocarriles y causaron considerable daño a las vías, puentes y maquinaria en
general. Para el momento en que la economía empezó a recuperarse en la década de 1920, el sistema ferroviario había caído en el descuido
y enfrentaba la competencia de los camiones de carga y de pasajeros.
Para medir el impacto de los ferrocarriles en la economía mexicana este capítulo comienza por estimar los ahorros sociales que
produjeron. En las siguientes dos secciones se presenta una estimación del límite superior de los ahorros sociales en el transporte de
pasajeros y Una estimación del límite inferior en el ahorro social en los fletes para 1910. Las secciones tercera y cuarta consideran un
conjunto de efectos económicos no reflejados en las estimaciones de ahorro social. La quinta sección considera algunas consecuencias
institucionales. Finalmente, una discusión conclusiva plantea algunos problemas que se presentan al estimar el impacto neto agregado de
los ferrocarriles.
Ahorros sociales en el transpone le pasajeros
Consideremos, en primer lugar, los ahorros en el tráfico de pasajeros. En aquellos casos en que se han construido estimaciones sobre el
costo del transporte de pasajeros (los Estados Unidos, Inglaterra y Gales), se ha encontrado que los ahorros fueron relativamente grandes,
llegando a representar entre 31.1 y 65.7% del ahorro equivalente en el transporte de carga.5 Los ferrocarriles ahorraban tiempo, y, entre los
anglosajones, el tiempo era dinero. Sin embargo, en regiones de salarios bajos el tiempo era menos valioso y, por lo tanto, los ahorros en el
transporte de pasajeros en el siglo XIX en México fueron pocos en relación con los beneficios que se obtuvieron del transporte de carga y en
el ingreso nacional.
Antes de la construcción de los ferrocarriles en México, los viajeros podían escoger entre varias opciones. Muy pocos viajaban en
diligencia; este servicio podía usarse sólo en caminos custodiados y mantenidos por las autoridades federales. En 1877 se reportó una
porción de un camino federal como muy peligrosa incluso para el tránsito de mulas. 6 Algunos otros viajaban en litera acarreada por mulas
o por personas, principalmente en los trópicos o al final del camino que va de la ciudad le México al puerto de Veracruz. Las literas eran
más lentas y más caras que la diligencia, pero podían pasar por lugares inundados y obstruidos más fácilmente, y muchos pensaban que
eran menos susceptibles de ser asaltadas que las diligencias. Entre el lujo y la pobreza se viajaba en burros, mulas y caballos. La mayor parte
de la gente, por cierto, caminaba.7
Informes del director de Caminos de la Secretaría de Fomento rendidos entre 1877 y 1882 muestran quede un total de más de seis
millones de viajeros, contados en 37 puntos localizados en 14 caminos federales, 6.5% viajaba en diligencias, 25.1% montaba y 68.4%
caminaba.8 Treinta años después, en 1910, el porcentaje de pasajeros de primera clase que viajó en los ferrocarriles mexicanos (29.0) se
aproximaba al número de viajeros en diligencia y a caballo en el periodo anterior (31.6), mientras que los pasajeros de segunda clase se
2 Chapman La construcción… en Cossío Villegas (comp.) Historia Moderna de México: El Porfiriato. La Vida Econ{omica. (2 Vols., México Editorial Hermes, 1965
3 Sergio Ortiz Hernán Lozano, Los ferrocarriles de México: Una visión social y económica. México, Secretaría de Comunicaciones y Transportes, 1970), caps. 2 y
3…
4 Secretaría de Hacienda, Informe presentado al Presidente de la República por el Secretario de Hacienda y Crédito Público sobre los asuntos y gestiones de
la Secretaría a su cargo en asuntos de ferrocarriles, México, 1903.
5 Fisblow, American Railroads, págs. 90 a 93.
6 Secretaría de Fomento, Memoria presentada al Congreso de la Unión por el Secretario de Estado y del Despacho de Fomento, Colonización, Industria y
Comercio de la República Mexicana, General Carlos Pacheco, corresponde a los años transcurridos de diciembre de 1877 a diciembre de 1882 (4vols. México,
1885) vol. 2, pág. 605.
7 En Fomento, Memoria, 1877-1882, vol. 2, se encuentran informes de todos los directores de caminos federales sobre las condiciones en que se encontraban
los caminos, asi como del tráfico, los costos de transporte y otros asuntos.
8 Calculados de Ibid., en Coatsworth, Crecimiento, págs. 48-53.
aproximaban al porcentaje de viajeros andantes.9 Los datos revelan una fuerte correlación inversa entre el número de viajeros que
montaban y los que caminaban, pero no se observa una relación significativa entre los pasajeros en diligencia y cualquiera de los otros
grupos. La alternativa significativa estaba, por lo tanto, entre viajar en burro o caminando. Los burros no se movían más rápido, y a veces,
incluso más lentamente que los caminantes; requerían de algún mantenimiento, pero también podían llevar carga. En vez de caminar, los
viajeros ganaban en comodidad y confort utilizando los burros a un costo apenas más alto o sin costo adicional. Por lo tanto, para estimar
los ahorros directos en los servicios a los pasajeros, se supone que, sin ferrocarriles, todos los pasajeros de primera clase habrían usado
diligencias y todos los de segunda clase habrían caminado. 10
Se estiman dos diferenciales de costo para los pasajeros de primera clase: la diferencia en el precio de los pasajes y la diferencia en el
costo del tiempo. Los pasajes en diligencia antes de la construcción de los ferrocarriles promediaban aproximadamente 0.05 pesos por
pasajero─kilómetro, en pesos corrientes de 1876.11 El costo del tiempo consumido en viajar es más difícil de estimar. A riesgo de incurrir en
un anacronismo, se pueden utilizar estudios del valor del tiempo que utiliza un empresario contemporáneo en sus viajes por avión. Estos
estudios encontraron que un hombre de negocios contemporáneo valúa este tiempo en aproximadamente el doble del salario por hora
promedio que se paga en la industria.12 Dado que México era en 1910 un país predominantemente agrario, usar esta proporción para
estimar el costo del valor del tiempo consumido en viajar sesgaría hacia arriba la estimación de los ahorros.13
Tres supuestos más son necesarios: 1) la velocidad de la diligencia se estima en 15 kilómetros por hora y la de los trenes en 40;14 2) se
asume que la mitad de los pasajeros no son productivos (niños, desempleados y viejos) y no se incluyen en las estimaciones, 15 y 3) se asume
que las diligencias eran capaces de igualar las operaciones nocturnas de los trenes (aproximadamente 20%), y se excluye el viaje nocturno
de las estimaciones de costos en tiempo. Los supuestos 2 y 3 implican que la estimación de los ahorros está basada en el 40% de los
pasajeros por kilómetro movidos por los ferrocarriles en 1910.
Los resultados de los cálculos de los ahorros sociales directos para los viajeros de primera clase se presentan en el cuadro VIII.1 El total
de los ahorros suma un máximo de 12.5 millones de pesos o 1.05% del producto interno bruto de México en 1910. 16 De este total, sólo el
6.6% o 0.8 millones de pesos constituye el valor del tiempo ahorrado por viajar en ferrocarril. Los restantes 11.6 millones de pesos, 93.4% de
la estimación, representan la diferencia entre los precios del pasaje en diligencia y primera clase en ferrocarril.
[…]
La estimación de los ahorros en los servicios de transporte de pasajeros de segunda clase no supone una diferencia en los precios del
pasaje. El único costo relevante de caminar es el valor del tiempo que toma el llegar. Se asume que el costo de oportunidad del tiempo
consumido viajando era igual al salario promedio por hora pagado en la industria. También se asume que aquellas personas que pensaran
que tenían un costo de oportunidad positivo habrían caminado a 30 kilómetros por día si se hubieran visto forzadas a caminar. Como en
las estimaciones anteriores, supusimos que los trenes movían pasajeros a 40 kilómetros por hora y que la mitad de ellos eran
improductivos. Los resultados se presentan en el cuadro VIII.2. Los ahorros directos totales en los servicios de transporte de pasajeros de
segunda clase llegan a unos 3.9 millones de pesos o a 0.33% del PIB de 1910.
Por exageradas que parezcan estas estimaciones, es difícil evitar la conclusión de que la economía mexicana no se habría visto muy
afectada, directamente, si después de construidos los ferrocarriles los ricos hubieran vuelto a utilizar las diligencias y los pobres hubieran
continuado caminando. Esta conclusión se fortalece si pensamos en las elasticidades implícitas. La demanda de transporte de pasajeros,
especialmente cuando hay un componente sustancial de "lujo", es notablemente elástica. Los ahorros sociales «reales» fueron sin duda
mucho más pequeños de lo que indican estas estimaciones, no sólo porque algunas de las variables fueron deliberadamente sesgadas para
producir una estimación máxima, sino también porque, a un costo mayor, mucho menos gente habría viajado. Los mexicanos viajaron
mucho menos que los pasajeros de los Estados Unidos o de la Gran Bretaña de fines del siglo XIX, pero viajaron distancias cerca de dos
veces mayores de las que recorrieron los estadounidenses y más de cuatro veces la distancia promedio recorrida por los pasajeros
ingleses.17 Incluyendo el costo en tiempo y las tarifas de segunda clase, el viaje promedio (67 kilómetros) costaba el equivalente a 6.3
salarios diarios, calculados sobre la base de un salario mínimo agrícola de 0.26 pesos por día en 1910. Incluso para grupos relativamente
9 Calculado con base en informes anuales de todas las compañías ferrocarrileras mexicanas cuyos archivos se encuentran en el Archivo Histórico de la
Secretaría de Comunicaciones y Transportes de la ciudad de México. (En adelante citado AHSCT, seguido deja localización de los expedientes.)
10 En México el precio del pasaje de tren, aun para viajes de segunda clase, era bastante alto en relación con los salarios (véase más adelante). Probablemente
los viajes de larga distancia en transportes comerciales se incrementaron más rápidamente entre los asalariados de ingresos altos que entre los pobres. Parece
probable que algunos pasajeros de
11 Las tarifas para diligencia en las 14 rutas principales en 1876 son reportadas por Calderón, La República Restaurada, págs. 606-606. El costo por
kilómetro─pasajero para cada ruta fue calculado en distancias que aparecen en Fomento, Memoria, 1877-1882, vol. 2, passim.
12 Pasajeros que viajan en avión por negocios valuaron su tiempo en aproximadamente dos veces el salario por hora en los Estados Unidos en el sector
manufacturero, según informa Reuben Gronau, The value of Time inPassenger Transportación. (Nueva York, National Burean of Economic Research,
documento num. 109, 1970).
13 Las series de datos históricos disponibles a la fecha reportan únicamente os "salacios mínimos diarios promedio", que no sirven para nuestros propósitos.
Las estimaciones realizadas en este trabajo utilizan el salario promedio pagado a los trabajadores ferrocarrileros, tomado de datos reportados por los
Ferrocarriles Nacionales de México la empresa gubernamental que empleaba a más de la mitad de los ferrocarrileros que había en el pais en 1910.
14 CaIderón, La República restaurada, pág 603.
15 Boyd y Walton, "The Social Savings”, págs. 248 y 254.
16 Las estimaciones del PIB en pesos constantes se encuentran en Solis "La evolución económica", pág 12. Las estimaciones de Solis fueron deflacionadas con
el Índice de precios al mayoreo de la ciudad de Mexico.
17 Falta nota
bien pagados como los mineros y los burócratas, la jornada promedio por ferrocarril costaba más de dos días de salario.18 Para la mayor
parte de los mexicanos, maximizando únicamente sus ingresos monetarios, hubiera sido mucho más barato caminar.
Ahorros sociales en los fletes
Antes de los ferrocarriles, México dependía casi exclusivamente del transporte terrestre. A diferencia de los Estados Unidos y Gran
Bretaña, o incluso de la Rusia zarista y de Colombia, México no tenía un sistema de ríos utilizable para la transportación. Con excepción de
algún transporte local en tres grandes lagos situados en las tierras altas y de pequeños tramos de algunos ríos del Golfo que llegaban hasta
la base de las montañas, el transporte interno por agua era desconocido. Dado que la mayor parte de la población y de la actividad
económica siempre ha estado en mesetas y valles montañosos, lejos de las dos costas, el transporte de cabotaje nunca jugó en México el
papel relevante que jugó en Europa y los Estados Unidos. Por lo tanto, los ahorros por unidad en los fletes fueron muy grandes.
En la era anterior al ferrocarril la carga se transportaba en carretas o en las espaldas de los animales o personas. Alguna carga antes
transportada por hombres pasó a carretas de pasajeros. El equipaje de los viajeros de segunda clase que se permitía transportar sin cargo se
fijaba usualmente en 25 kilogramos, y se permitía que animales pequeños viajaran también sin paga. Sin embargo, los ferrocarriles no
reemplazaron a los transportistas no comerciales; por lo tanto, los ahorros estimados están basados en la carga que pudo volver a
transportarse en carretas comerciales o en trenes de mulas y que se movió por largas distancias. Las carretas eran menos costosas y más
rápidas que las mulas, pero sólo se podían utilizar en caminos que estaban en buenas condiciones. 19
A diferencia de lo que se hizo con las estimaciones para los servicios de pasajeros, las estimaciones de los ahorros directos en los fletes
han sido sesgadas hacia abajo, dado que la hipótesis es que fueron muy grandes. El primer paso es excluir de los cálculos de los ahorros
todos los costos ocultos del transporte anterior a los ferrocarriles (costos de aseguramiento más altos, cargos por el estibaje y costos
estacionales de inventario). En las estimaciones de Fogel para los Estados Unidos, estos costos ocultos eran mayores que las tarifas
explícitas de flete. El segundo paso es asumir una ampliación sin costo del sistema de caminos utilizable por los carruajes, de menos de 5
mil kilómetros en 1877 a, aproximadamente, 250 mil kilómetros en 1910.20 El tercero es seleccionar una temporada baja y seca y una tarifa
de fletes anterior al ferrocarril de aproximadamente 0.10 pesos por tonelada ─ kilómetro en pesos corrientes de 1877.21
La estimación de los ahorros habría sido muy sencilla si no fuera por las dificultades causadas por el índice general de precios
disponible. El índice de precios utilizado para deflacionar la estimación del costo del servicio de pasajeros es un índice de precios al
consumidor en la ciudad de México. Utilizar este índice probablemente exageraría el aumento hipotético del costo del transporte por
carretera entre 1877 y 1900. Podría también exagerar el aumento en el costo del transporte por ferrocarril entre 1900 y 1910. El resultado es
una estimación, en pesos de 1900, que sobre deflaciona los costos del ferrocarril y sobreinfla los cargos por carretera, resultando así una
estimación de ahorro exagerada. Por ello se presentan dos estimaciones de ahorro. La estimación “A” utiliza el índice de precios al
consumidor en la ciudad de México; la estimación "B" utiliza un índice del salario real, para inflar los costos por carreta y para obtener un
índice de los ingresos del ferrocarril por tonelada kilómetro que deflacione las tarifas de carga por ferrocarril. La estimación "B” puede
tomarse como un límite inferior, porque asume que los costos de otros insumos del transporte por carretera habrían aumentado tan
lentamente como los salarios reales, aun si se hubiera tenido que igualar la cantidad de servicios de transporte producido por los
ferrocarriles. Dado que el negocio de transportar carga por carretera era altamente competitivo, no había barreras para entrar en la
industria y los trenes de mulas ofrecían un sustituto cercano. No había, pues, rentas monopólicas que proveyeran un colchón en contra del
aumento en el costo de los animales, su alimento y el equipo. 22 El índice de precios al consumidor de la ciudad de México y los dos índices
utilizados para las estimaciones “B" se presentan en el cuadro VIII.3. El Índice de los ingresos de los ferrocarriles por kilómetro tonelada
casi no indica tendencia alguna entre 1890 y 1910, lo que sugiere que el costo marginal permaneció más o menos estable o incluso cayó un
poco en este periodo.23 Tanto la estimación "A” como la estimación "B" de los ahorros sociales directos en los servicios de transporte de
carga por ferrocarril se presentan en el cuadro VIII.4.
La estimación "A” indica un total de 455.4 millones de pesos o, en relación con el PIB de México en 1910, un impresionante 38.5%. La
estimación mínima "B" es de 291.3 millones de pesos o 24.6% del PIB. Esta estimación de límite inferior para México en 1910 puede ser
comparada con las estimaciones de límite superior que realizó Fogel para los Estados Unidos en 1890, porque ambas consideran la
posibilidad de que, en ausencia de los ferrocarriles, habría ocurrido un eficiente ajuste tecnológico (5000 millas de canales adicionales en el
caso estimado por Fogel y 245, 000 kilómetros de caminos adicionales en México). Si se hubieran utilizado las alternativas existentes como
base de la estimación, los cálculos habrían sido aún más altos.
Un axioma bien conocido por los historiadores de la economía que utilizan la teoría económica neoclásica, sostiene que nada puede
producir un ahorro equivalente a un cuarto del PIB de ningún país, menos aún de cerca del 40%. La estimación del límite inferior que
18 En 1910 el salario mínimo promedio en la agricultura era de 0,26 pesos según se informa en El Colegio de México, Estadísticas: Fuerza de trabajo, pág. 148.
19 Para mayores detalles sobre el transporte de carga antes del ferrocarril, véase Coatsworth, Crecimiento, cap. 4.
20 Esta estimación está basada en los datos proporcionados por Fishlow que indican una capacidad máxima "viable” de poco menos de 20 mil toneladas de carga por milla
en los Estados Unidos en los años 1850; Fisbtow, Railroads, pág. 93. Utilizando esta estimación para los datos mexicanos, obtenemos un mínimo requerido de 167 mil
millas, o aproximadamente 250 mil kilómetros de caminos para mover los 3 500 millones de toneladas kilómetros de carga transportada por tren en 1910.
21 Los informes de los directores de caminos que se encuentran en Fomento, Mernona, 1877-1882, vol 2 ,passim, indican que los fletes en estaciones secas variaban entre
O.058 y 0.221 pesos por tonelada kilómetro.
22 Calderón La República Restaurada, págs. 596-601.
23 Se puede ver, además, que la industria de los ferrocarriles era altamente competitiva. La mayoría de las líneas que iban del Centro del país a la frontera norte y las líneas
paralelas que iban de otros puntos del interior a puertos importantes competían entre si. Esta competencia, junto con una mayor intervención del gobierno en la industria,
pueden haber colocado a los fletes un poco por debajo de los costos marginales en la primera década del siglo XX. Esta posibilidad es otra fuente para suponer un sesgo
hacia abajo en las estimaciones de los ahorros sociales.
supone una elasticidad precio de la demanda igual a cero (como la presente) no es de ningún modo un límite inferior. Es, para usar el
término acuñado por Fogel, el mínimo de los límites superiores.24
CUADRO VIII.3 ÍNDICE DE COSTOS DE LA CARRETA Y EL
FERROCARRIL 1877-1910 (1900=100)
Índice de
Índice de precios
Índice de salarios utilidades de
Año al mayoreo de la
reales los FFCC por
Cd. De México.
toneladas
1877 68.7 95.7 709.9
1878 717.7
1879 753.4
188<> 710.5
1881 709.4
1882 426.1
1883 256.3
1884 222.4
1885 85.6 164.8
1886 77.9 93.1 203.8
1887 68.8 94.3 179.7
1888 81.0 88.5 152.1
1889 87.5 96.5 132.3
1891) 85.3 94.5 120.2
1891 84.8 84.8 104.2
1892 97.7 82.5 91.4
1893 105.7 97.6 104.5
1894 93.2 101.1 113.3
1895 93.1 102.4 104.8
1896 102.2 100.4 98.2
1897 102.8 107.9 105.3
1898 88.5 114.9 1098
1899 815 110.1 106.8
1900 100.0 100.0 100.0
1901 122.8 101.1 99.7
1902 120.8 99.1 87.4
1903 125.7 114.1 94.9
1904 106.8 109.9 95,3
1905 121.3 102.9 96.0
1901 135.9 99.2 95.8
1907 133.9 101.8 96.4
1908 131.9 97.5 95.4
1909 143.6 94.0 106.8
1910 165.7 84.7 113.9
FUENTE: El Colegio de México, Estadísticas. Fuerza de trabajo, págs. 156-172 y
Coatsworth, Crecimiento, cuadro IV.9, p. 85.
Un verdadero límite inferior tendría que corregir por una elasticidad precio positiva de la demanda de transpone. Un límite inferior
verdaderamente convincente tendría que utilizar una estimación del límite superior de esta elasticidad.
Se ha construido una estimación relativamente aproximada del límite superior de la elasticidad precio de la demanda en el México
porfirista, utilizando Una regresión múltiple de la siguiente forma:
R a b1k b2 F b3Y b4 P
en donde:
R = Kilómetros/tonelada de carga transportada anualmente,
k = Número de kilómetros en operación,
P = Utilidades por tonelada/kilómetro de carga transportada,
24 Fogel utiliza este concepto en una discusión en la que resume los resultados de su libro y del amplio debate sobre la naturaleza de sus estimaciones. Véase Fogel
“Rairoads and American Economic Growth", en Fogel y Stanley L. Engerman (comps.) The Reinterpretation of American Economc History (Nueva Cork Harper y Row,
1971), nota 196.
Y = Ingreso nacional,
P = Población.
Los resultados de la regresión múltiple, calculados en los logaritmos de las variables, se presentan en el cuadro VIII.5. La primera
ecuación utiliza un indicador del ingreso nacional, las exportaciones anuales (YA) y utiliza datos de todo el periodo entre 1878 y 1908. La
segunda ecuación utiliza estimaciones del PIB construidas por Leopoldo Solís (Y B) y cubre únicamente el periodo para el cual estas
estimaciones están disponibles (1895-1910). La elasticidad precio de la demanda se estima por el coeficiente de regresión b 2, que es 0.558 en
la primera ecuación y 0.428 en la segunda. Experimentos repetidos con la misma forma de la ecuación produjeron resultados casi idénticos,
con una elasticidad siempre por debajo de 0.75.25 Tomando estas cifras como una estimación máxima de a elasticidad precio de la
demanda, se obtiene una estimación mínima de los ahorros sociales de entre 127.6 y 135.8 millones de pesos o 10.8-11.5% del PlB de México
en 1910.
CUADRO VIII.6. AHORROS SOCIALES DIRECTOS EN LOS SERVICIOS DE
TRANSPORTE DE CARGA. DADOS VARIOS VALORES ALTERNATIVOS DE LA
ELASTICIDAD PRECIO DE LA DEMANDA DE TRANSPORTES
25 Mientras que la prueba de Durban-Watson resultó negativa al nivel del 95% de confianza (lo que indica un nivel bajo o de ausencia de correlación entre las series), se
hicieron repetidas manipulaciones en la forma de la ecuación (eliminando la variable población, añadiendo una tendencia temporal, fijando parámetros), para comprobar la
posibilidad de multicolinclidad. Los coeficientes de la regresión se mantuvieron muy estables en cada caso, con una estimación de la elasticidad por debajo de 0.75 en todos
los casos.
26 George W. Wilson, "Notes On the Elasticítv of Demand for freíght transportation”, en Transportation Journal, 17:3 (1978) p.11.
27 Véase P.E. Stonham, "'The Dctnand for Overseas Shipping in the Australian Export Trade, en Journal of Transport Economics and Policy, 3(1969), págs. 333-349.
28 Para las estimaciones del PIB véase Solis, "La evolución", pág. 12. Para los datos de población, véase El Colegio de México, Estadísticas: Fuerza de Trabajo pág. 25.
robos de trenes eran muchísimo menos frecuentes que los de las diligencias y los asaltos en los caminos. La comodidad, la velocidad y la
seguridad relativa de los ferrocarriles hicieron de la decisión de abandonar el hogar un asunto menos serio de lo que había sido antes.
Sería absurdo intentar una estimación de la proporción de los beneficios derivados de la redistribución de la fuerza de trabajo durante
el Porfiriato que deba atribuirse exclusivamente a los ferrocarriles. Una gran cantidad de cifras serían muy inciertas, y existen dificultades
insolubles para separar consideraciones de oferta y de demanda. Es posible que los beneficios fueran muy amplios si asumimos que el
diferencial de salarios reflejaba diferencias en la productividad de las regiones.29 La región que experimentó el crecimiento más rápido
durante el Porfiriato fue precisamente la escasamente poblada región de los estados del norte, en donde los inmigrantes formaban una
parte importante de la fuerza de trabajo en 1910.30
La estimación de los ahorros sociales derivados del transporte de carga por ferrocarril tampoco capta otros beneficios indirectos. Los
más significativos de estos beneficios no medidos fueron los que resultaron del papel pionero que jugaron los ferrocarriles en estimular el
interés extranjero por los recursos mexicanos. La construcción de los ferrocarriles constituyó la primera inversión extranjera a gran escala
en México como en otros países. Ningún otro tipo de inversión extranjera directa combinó de la misma manera las expectativas de
beneficios altos con las garantías ofrecidas por las autoridades que minimizaban el riesgo, así como los subsidios ofrecidos a los
empresarios ferroviarios. El producto de las empresas extranjeras y locales estimuladas por costos de transporte más baratos está reflejado
en las estimaciones de ahorro social Pero ahí no se incluyen los recursos atraídos por el efecto de los ferrocarriles en la percepción de los
extranjeros sobre los riesgos involucrados en los proyectos mexicanos. Tampoco se incluyen ni la contribución de los ferrocarriles a la
integración de mercados, el estimulo a la exploración y el descubrimiento de nuevos depósitos minerales, ni el impacto en la legislación
que respondió a las necesidades específicas de los inversionistas extranjeros de nuevas y más precisas definiciones legales y de protección
de los derechos de propiedad. Estos beneficios ocultos y no medidos del auge ferrocarrilero en México fortalecen aún más el argumento de
lo indispensable que fueron los ferrocarriles para el crecimiento económico de México entre 1880 y 1910.
Costos ocultos: fugas y eslabonamientos
La dificultad de medir los beneficios "ocultos" del auge ferrocarrilero en México también involucra el problema de especificar y estimar
los costos ocultos. Los costos "visibles" de construcción para las compañías privadas y el gobierno se encuentran fácilmente disponibles;
usando como denominador el limite inferior de los cálculos explícitos de los ahorros sociales, cierta aproximación de la tasa de rendimiento
social en la línea privada más larga, el Central Mexicano, aparece como superior al 50% por año hacia 1900.31 Los costos ocultos, sin
embargo, no pueden medirse con los métodos convencionales de costo-beneficio. El impacto de los Ferrocarriles en la estructura de la
producción y en el desarrollo institucional fue distinto en México que en las economías industriales avanzadas del Atlántico norte. Aquí,
los costos de los ferrocarriles pueden haber incluso sobrepasado los beneficios.
Los ferrocarriles promovieron el crecimiento de la economía mexicana, en gran molida mediante el refuerzo de la ventaja comparativa
del país en la producción de minerales (y en menor medida fibras) para la exportación. Como muchas regiones atrasadas del mundo en el
siglo XIX, la economía de México creció más rápidamente en aquellos sectores orientados hacia la producción de materias primas como
respuesta a una demanda externa. Las limitaciones de la información disponible sobre los hechos hacen imposible aislar la sola
contribución de los ferrocarriles a este proceso, porque otras variables (desarrollo tecnológico traducido en inversión extranjera directa,
términos de intercambio cambiantes y otras) también produjeron el mismo resultado. Sin embargo, no puede dudarse que los ferrocarriles
contribuyeron poderosamente a este proceso.
A lo largo del periodo porfirista existió una fuerte discriminación en las tarifas de transpone de carga en los ferrocarriles mexicanos,
que favoreció a los productos de exportación. No sólo se les cobraba a estos productos cuotas más bajas, sino que a los productos vendidos
en grandes cantidades en el mercado local se les cobraba menos cuando eran transportados a puertos o a puntos de enlace en la frontera
para ser exportados. Esta discriminación explícita ocurrió porque tanto las compañías ferroviarias como el gobierno mexicano así lo
deseaban ─las compañías, para estimular la empresa del transporte de productos a través de las montañas deshabitadas por las que
pasaban sus líneas, y el gobierno, para enriquecer su erario mediante la aplicación de impuestos a la exportación─. Esta política fue muy
exitosa.32
En el Ferrocarril Central Mexicano, el más largo del país, las fibras y los minerales significaban únicamente el 16.3% de la carga total
que se movía en 1885, esto es, un año después de que se completara la línea principal de la compañía desde la ciudad de México hasta la
frontera con los Estados Unidos.33 En el año fiscal 1908, este porcentaje se habla incrementado al 58.2%. 34 En realidad, el cambio hacia la
carga de exportación fue más grande de lo que estas cifras indican, porque en 1885 la sal significaba cerca del 40% de todo el tonelaje de
minerales transportados, mientras que en 1908 menos del 2%. Entre 1885 y 1908 los minerales y las fibras para exportación transportadas
por el Central Mexicano se incrementaron 75 veces, mientras que otras cargas aumentaron un poco menos de 10 veces. Más aún, en los
Desarrollo institucional
En las naciones industrializadas se ha atribuido a los ferrocarriles una serie de electos positivos en las instituciones, que van desde el
mejoramiento de la administración corporativa a innovaciones que incrementaron la eficacia de los mercados de capital.43 La contribución
de los ferrocarriles a este desarrollo ha sido cuestionada por los historiadores, que argumentan que los efectos institucionales que se les
atribuyen habrían ocurrido sin ellos, dado el nivel de desarrollo a que ya habían llegado las naciones industrializadas. Sin ese desarrollo
previo, la contribución de las empresas ferroviarias al desarrollo institucional podría haber sido más amplia. En el caso de México, dos
factores impidieron que las cosas sucedieran de esa manera. En primer lugar, el desarrollo previo de las naciones avanzadas les dio una
ventaja institucional que se extendió, desde el dominio de los mercados de capital de largo plazo a la organización corporativa. En parte,
este desarrollo previo explica la capacidad de las empresas extranjeras para responder rápidamente a las oportunidades creadas por la
construcción de ferrocarriles. El predominio del capital extranjero en la reactivación de la minería mexicana es el mejor ejemplo.
En segundo lugar, lo que puede ser llamado el síndrome de Gerschenkron fue de particular importancia. La construcción de
ferrocarriles creó grandes presiones para la modernización del sector público mexicano, en vez de estimular en las instituciones del sector
privado innovaciones imitativas iguales a las que se dieron en los países desarrollados. En este caso, como en otros países latinoamericanos,
el símbolo apropiado de este efecto es la nacionalización del transporte, esto es la creación de empresas estatales destinadas en gran
medida a socializar las pérdidas en que tenían que incurrir los ferrocarriles para seguir apoyando las exportaciones. México un receptor
tardío de tecnología ferroviaria, reguló los ferrocarriles privados antes que la mayor parte de las naciones desarrolladas. Los principales
efectos institucionales de los ferrocarriles fueron canalizados de diferente manera en México que en las economías avanzadas: no a través
de la experiencia de empresarios privados, sino a través del desarrollo burocrático de agencias oficiales. Esta contribución a lo que algunos
politólogos llaman “desarrollo político", fue de mayor importancia que el impacto en la organización de los negocios en el sector privado.
Promovió el desarrollo de un sector público con mayor autonomía, así como el surgimiento de empresas modernas en un ambiente
sustancialmente más politizado.44
Los ferrocarriles tuvieron un impacto directo en el balance de las fuerzas sociales de la sociedad mexicana y, simultáneamente, en la
distribución de la riqueza. Su impacto inicial fue hacer de la tierra algo rentable en amplias áreas del país en las que la hacienda mexicana
tradicional había perdido terreno desde la época colonial, en favor de instituciones agrarias competitivas, principalmente las comunidades
de indios y los pequeños ranchos La construcción de los ferrocarriles precipitó la toma de tierras en una escala no conocida desde la
Conquista española. Además de la usurpación de tierras de indios (cuya dimensión puede ser que nunca se conozca completamente) a todo
lo largo de la meseta central, decenas de millones de hectáreas de tierras públicas de los escasamente poblados estados del norte del país y
39 En 1910 el 4.1% de los empleados de los Ferrocarriles Nacionales eran extranjeros, dos tercios de los cuales estaban entre el 5% de los de salarios más altos. Los 1 074
extranjeros ganaban el 14.7% del total de salarios que pagaba la compañía. Su salario promedio era de 6.49 pesos diarios, mientras que el de los empleados mexicanos era de
1.58 pesos. Los datos sobre salarios se encuentran en cl "Informe anual, 1909-19l0", en AHSCT, 10/239-1.
40 En 1910, las seis grandes compañías que obtenían el 85% del total de las ganancias ferrocarrileras gastaron exactamente un tercio de sus ingresos netos en el pago del
servicio de su deuda yen el pago de dividendos a accionistas (estas compañías eran el Interoceánico,, el Mexicano, los Ferrocarriles Nacionales de México, el de Sonora, el
Nacional de Tehuantepec y el Unido de Yucatán).
41 Coatsworth, Crecimiento, cap. 5.
42 Los datos sobre las exportaciones se encuentran en E1 Colegio de México, Estadísticas: Comercio exterior, passim. En el año fiscal 1909-1910 las exportaciones totales
fueron valuadas en 267,727,730 pesos.
43 Leland U. Jenks, “Railroads as an Economic Force in American Devclopment”, en Journal of Economic History, 4 (1944), págs. 1-20: Alfred D. Chandlcr, Jr. The visible
hand: The Managerial Revolution in America Business, Carnbridge, Harvard IJnívcrsity Press, 1977, caps. 3-6.
44 Véase Robert J. Shafer. Maxican Bus¡ness Organizations and Analisis, (Nueva Cork) Syracuse Universíty Press, 1973), cap. 2.
en la península de Yucatán fueron vendidas por decreto, a precios anteriores a la introducción de los ferrocarriles, o simplemente regaladas
a cambio de deslindes".45
Esta expropiación tuvo consecuencias de gran alcance. En primer lugar, deprimió la demanda doméstica en el momento preciso en que
los ferrocarriles abrían el acceso a los mercados internacionales. La exportación de bienes agrícolas se incrementó varias veces durante el
Porfiriato más rápidamente que el consumo doméstico de alimentos.46 En segundo lugar, la ocupación de tierras de indios proporcionó
mano de obra barata para la construcción de ferrocarriles y para las crecientes industrias de exportación. La formación de un proletariado
agrario e industrial, junto con el notable incremento en la concentración de la riqueza y del ingreso, hicieron una contribución crítica al
desarrollo del capitalismo mexicano al igual que la expansión de las empresas extranjeras en México. En tercer lugar, la rápida
"comercialización" de la agricultura bajo las condiciones sociales en que se encontraba el México porfirista parece haber tenido
consecuencias de largo plazo en el sistema político.47 Aparte de todo lo que la Revolución de 1910 logró, el legado del gobierno autoritario
aun persistió.
Conclusiones
Toda conclusión depende de las condiciones hipotéticas que uno escoja como las apropiadas, y éstas dependen en gran medida del
horizonte temporal y del nivel de abstracción apropiado para las preguntas que uno quiere responder. Si la cuestión es "¿cuál fue la
contribución específica de la tecnología ferrocarrilera al crecimiento económico de México hasta 1910?", la respuesta puede expresarse en
términos comparativos estáticos como la diferencia en el PIB de la economía real y el de la economía hipotética sin ferrocarriles. Para 1910
esta diferencia era muy grande. Si los estímulos a la industrialización a través de eslabonamientos hacia atrás fueron pequeños y los costos
de las divisas necesarias para el financiamiento externo y la compra de los insumos fueron altos, podemos concluir que hay muy poco que
añadir a los beneficios ya indicados en las estimaciones de los ahorros sociales. Sin embargo, aun sin estos beneficios adicionales, los
ferrocarriles tuvieron un efecto muchísimo más grande en el crecimiento de la economía mexicana del que tuvieron en el crecimiento
económico de países que estaban pasando por revoluciones industriales.
El análisis del impacto de los ferrocarriles en el corto plazo puede modificarse para tomar en cuenta algunos aspectos más amplios.
Uno puede pedir, además de una medida que compare a la economía con ferrocarril con una economía hipotética sin ferrocarriles, una
medida de la diferencia entre la economía ya con ferrocarril en 1910 y una economía mexicana en 1910 (hipotética) con ferrocarriles
financiados internamente y cuya compra de insumos fuese limitada, quizás por ley, a productos de la industria doméstica. Si la economía
hubiera estado sujeta a tales limitaciones en contra del uso de capital e insumos externos, los abruptos y masivamente regresivos efectos en
la tenencia de la tierra que trajo la construcción de los ferrocarriles, podrían haber sido mucho más pequeños o aun eliminados, y la
naturaleza del desarrollo institucional muy distinto. Pero en este caso es muy probable que el PIB de México en 1910 hubiera sido menor.
En el largo plazo histórico, sin embargo, los costos a corto plazo de un desarrollo industrial más lento pudieron haber producido grandes
dividendos. El crecimiento dirigido por las exportaciones, que los ferrocarriles iniciaron y sostuvieron, revitalizó viejas barreras e incluso
creó nuevos obstáculos al desarrollo: bajos niveles de inversión en recursos humanos; utilización excesiva de recursos para la importación
de equipo y para el desarrollo de infraestructura destinada al sector exportador; agencias públicas y actividades privadas sumamente
especializadas en la canalización de capital externo, más que en la captura de ahorro doméstico; sistemas de información y de
comunicación estructurados para facilitar las transacciones internacionales, más que la actividad del mercado local; una concentración
extrema de la riqueza (incluyendo la tierra) y del ingreso, y un gobierno autoritario.
Si se plantean los asuntos más amplios del desarrollo mexicano desde el punto de vista actual, se pueden plantear diferentes
preguntas: "¿cuáles fueron los costos y los beneficios, en el largo plazo histórico, de la estrategia de crecimiento en la cual México se
embarcó en la década de 1870?" Esta pregunta subordina la consideración del impacto de los ferrocarriles a asuntos más generales. El
hipotético apropiado en este caso sería una economía mexicana contemporánea que mostrara los efectos acumulados de una trayectoria
institucional y estructural distinta. Sin duda, la contribución específica de los ferrocarriles para llevar a la economía por el camino quede
hecho tomó, estuvo relacionada con la magnitud de los ahorros sociales que produjeron. Si la economía hipotética hubiera logrado
eventualmente mayor crecimiento y mayores grados de bienestar por una trayectoria distinta, la contribución de los ferrocarriles habría
sido negativa en el mismo grado. Precisamente porque los ahorros fueron grandes en el primer periodo, los ferrocarriles cancelaron otras
posibilidades, lo que tuvo grandes efectos en el largo plazo.
No es posible, dado el estado actual de la teoría y de los métodos, seleccionar, especificar y medir una trayectoria hipotética apropiada
contra la cual comparar el atraso real de la economía mexicana después de 1880. Si bien las comparaciones con otros países pueden
proporcionar datos empíricos que limiten las conjeturas históricas, los temas mayores quedan en la frontera entre el discurso científico y la
lucha ideológica.
Aunque la contribución en el corto plazo de los ferrocarriles al crecimiento económico fue muy importante, una evaluación del
impacto en el largo plazo de esta innovación tendría que tomar en cuenta sus efectos indirectos en una larga lista de variables que se
combinaron para crear el país subdesarrollado que México ha pasado a ser.
Este trabajo se basa, de manera primordial, en la investigación y conclusiones de la obra Orígenes de la Banca en México, l821-191I, presentada por el autor como tesis
para obtener el grado de licenciado en Historia. (México. 1982, p 263) y en los capítulos sobre “Aspectos financieros y monetarios'' que escribió en el libro México en el
siglo XIX. Historia económica y de la estructura social, coordinado por el Dr. Ciro Cardoso. México, Nueva Imagen, 1980 pp. 525.
1 Sobre el Banco de Avio de Minas conviene consultar: Representación que a nombre de la minería de esta Nueva España hacen al Rey Nuestro Señor los apoderados de
ella, don Juan Lucas de Lossaga. Regidor de esta nobilísima ciudad, y juez contador de menores y albaceazgos: y don Joaquín Velázquez de León, abogado de esta Real
Audiencia. y Catedrático que ha sido de matemáticas en esta Real Universidad, (Introducción por Roberto Moreno). México, sociedad de Ex-alumnos de la Facultad de
Ingeniera, 1979, pp. 5l-98. (Facsímile de la edición original, México, Francisco de Zúñiga y Ontiveros, 1774, pp. 98-l0; Pedro Pérez Herrero, "El consulado de comerciantes
de la Ciudad de México y las reformas borbónicas. El control de los medios de pago durante la segunda mitad del siglo XVIII, (tesis de doctorado en Historia) México, El
Colegio de México, 1981, (2 vol.), 570 pp., y Roberto Moreno de los Arcos, "Las instituciones mineras novohispanas" en La Minería en México, México, UNAM, 1978.
2 Al respecto han escrito: Enrique Florescano el La economía mexicana en la época de Juárez. Mexico, SEP 1976, 190 p. (SEP-Setentas Núm. 236). Hace referencia a que
durante la Colonia la Iglesia operaba a través del Juzgado de Capellanías y Obras Pías ''como único banco de crédito para financiar la agricultura, la minería y el comercio",
lo que la había convertido en la institución económica más poderosa, ya que en sus manos estaban las haciendas más prósperas, el mayor número de propiedades urbanas y
la más alta suma de capital liquido del virreinato, (p. 67); Michael P. Costeloe, Church Wealth in Mexico. A study of the “Juzgodo de Capellanías'' in the arch-bishoprie of
Mexico 1809-1865, Cambridge University Press, 1967, 139 pp. y Jan Bazant. Las bienes de la Iglesia en México, (1856-1875): aspectos económicos y sociales de la
revolución liberal, México, El Colegio de México, 2a. Ed. 1977.
3 Véase preferentemente: Formación y desarrollo de la burguesía en México. Siglo XIX (Introducción de Ciro Cardoso), México, Siglo XXI Editores, 1978, 286 pp.; y
Brígida von Metz, es al, Los pioneros del imperialismo alemán en México, México, Ediciones de la Casa Chata, 1982, 522 pp.
4 Las principales fuentes para el estudio del Banco de Avio son: Robert A. Potash, El Banco de Avio de México. El fomento de la industria, 1821-1846, México, Fondo de
Cultura Econórnica, 1959, 281 pp., El Banco de Avío y el fomento de la industria nacional, Introducción de Luis Chávez Orozco, México, Banco Nacional de Comercio
Exterior, 1966, 343 pp.
De las gestiones realizadas por el Banco del Avio destacan el haber emprendido investigaciones respecto a problemas y necesidades de
la industria y el haber convocado a la formación de compañías industriales, algunas de las cuales, con el paso del tiempo, llegaron a
adquirir importancia. También se dieron instrucciones y dinero a los cónsules mexicanos en Estados Unidos, Inglaterra, Francia y algún
otro lugar, para que adquirieran equipo, instrumental de trabajo, contrataran técnicos, adiestraran personal, compraran animales y plantas
exóticas y otras cosas poco prácticas que nunca llegaron a funcionar.
Las causas antes señaladas, unidas a la crisis del algodón y consecuentemente de la industria textil mexicana, la pobreza del Estado y
de los industriales particulares, hicieron que el Banco sucumbiera, habiendo sido extinguido, por decreto del Presidente Santa Anna, del 23
de septiembre de 1842, alegando que "ya no podía seguir cumpliendo con el objeto que se le había asignado" por falta de capital y que por
otro lado "el espíritu de empresa se extendió y ya no necesita su protección."
Según Potash, "desde un punto de vista financiero, las operaciones del Banco de Avio no fueron tan pequeñas como se ha asegurado".
El Banco pasó por varias etapas: de 1830 a 1832 fue la de surgimiento, de 1832 a 1835 se estancó, entre 1835 y 1837 resurge, y sufre intentos
de reformas entre 1838 y 1840, para entrar a una "vida letárgica" de 1840 a 1842. En realidad, la acción del Banco perduró "no porque haya
refaccionado a la industria, sino por el espíritu industrial que supo crear.”
El Banco Nacional de Amortización
El otro banco que funcionó por esos años fue el Banco Nacional de Amortización de la moneda de cobre, que en su nombre detalla su
objetivo central: amortizar esa moneda débil que circulaba en exceso; mucha era falsificada, y había sido mal recibida por la población.5 Se
estableció por la ley el 17 de enero de 1837, que además prohibía la acuñación de monedas que no fueran de oro y plata. Debía ser
reemplazada la del cobre con otras monedas más sanas, cuidando de no perjudicar a los poseedores de la antigua, que eran el grueso de la
población, las masas pobres que recibían jornales de entre 25 y 30 centavos.
La mencionada ley adjudicaba al banco para fondos de amortización todos los bienes raíces de propiedad nacional; todos los créditos
activos del Erario, vencidos hasta junio de 1836; los productos de la renta del tabaco; los rendimientos de las contribuciones rural, urbana y
de patente, correspondientes a ese año, en Puebla, Guanajuato, Michoacán, Jalisco y el Departamento de México, exceptuando la capital; la
parte tocante al Gobierno en la negociación de minas de Fresnillo; la nueva moneda que se acuñase para subrogar la actual; el monto de las
multas cobradas a los monederos falsos y los capitales que tomase a premio, y la comisión que se estableciera para el cambio directo de la
moneda antigua, por plata o por la nueva. Se autorizó al Banco para negociar, sobre sus fondos, un empréstito extranjero hasta por cuatro
millones de pesos, para que se hiciera de recursos de inmediato.
Sin embargo, la actividad principal del Banco, se circunscribió a procurar recursos al Gobierno para financiar la guerra de Texas, la
guerra contra Francia, y otros menesteres. El 27 de enero de 1838 contrató un crédito por seis millones de pesos; dos en 1839, el primero por
500 mil pesos el 18 de febrero, y el otro por 800 mil pesos el 21 de octubre. Como se ve, desde su establecimiento fue utilizado “para
satisfacer las necesidades especiales de la Administración Pública".
A dos meses de expedida la citada ley, el Gobierno rebajó el valor nominal de la moneda de cobre, contradiciendo la prescripción de su
propio articulo 90 y perjudicando gravemente a los tenedores de esa especie de moneda.
A pesar de que el Banco, como menciona Lobato6 nació con el objeto transitorio y bien concreto de resolver un problema monetario,
pero con el propósito indudable de atraer el capital privado al que ofrecía réditos subidos de 18% anual (articulo 5° de Ley) y con la
pretensión visible de crecer y estabilizarse como una sólida institución de crédito", como menciona Lobato se alejó sustancialmente de su
cometido, convirtiéndose “en un puro auxiliar de la Administración y en una socorrida agencia de préstamos". La vida del Banco fue breve,
menos de cinco años, y su importancia dentro de la economía del país muy reducida, habiéndolo liquidado el presidente Santa Anna
mediante decreto de 6 de diciembre de 1841.
En resumidas cuentas, fueron ambas instituciones de corta duración y de logros muy limitados, debido a la situación económica y
política del país, que no les permitió progresar. Don Luis G. Labastida dijo respecto a ellas;
5 Véase: “Proyecto para crear el Banco de Amortización de la Moneda de Cobre'', Decreto expedido por la Secretaria de Hacienda el 17 de enero de 1837, doc. 10, vol.
3284, Moneda de Cobre, Archivo del Antiguo Ayuntamiento, México, 1837; "Contestación de la junta directiva del Banco Nacional de Amortización al dictamen de la
comisión de Hacienda del Segundo, sobre amortización de la moneda de cobre, administración de la renta del tabaco y auxilios para la guerra de Tejas", México, Impreso
por 1. Cumplido, 1841, 42 pp. María del Carmen Reyna, Historia de la Cosa de Moneda. Tres motines en contra de la moneda débil en la Ciudad de México, Siglo XIX,
México. Departamento de Investigaciones Históricas, INAH. 1979, 53 p. (Cuadernos dc Trabajo núm. 25) cita el periódico la Lima de Vulcano del 9 de julio de 1836 donde
se describe: "Moneda. De pocos días a esta fecha, se ha formado en el comercio una revolución molestísima por la multitud de cuartillas falsas que con escándalo se ha
permitido circular aun en las oficina recaudadoras y pagadoras de la Nación, admira como el Gobierno no dio con tiempo una providencia enérgica para que se amortizara
esta moneda falsa, al paso que fueran castigados con la brevedad posible tantos monederos falsos…”; José Manuel Sobrino, La moneda mexicana. Su historia, México,
Banco de México, 1972; Ernesto Lobato López, El crédito en México, esbozo histórico hasta 1925, México, Fondo de Cultura Económica, 1945, 316 pp.; Memoria de
Hacienda y Crédito Público, correspondiente al cuadragésimo quinto año económico presentada por el secretario de Hacienda (Matías Romero) al Congreso de la Unión
el 16 de septiembre de 1870. México, Imprenta del Gobierno, 1870; "Poder Ejecutivo, Comunicaciones sobre amortización de la moneda de cobre, que se publican de orden
del Supremo Gobierno para ilustración de la materia", México, impreso por J. M. Lara, 1841, 44 pp. (El Banco resumió la administración del estanco del tabaco, y quedó
encargado de amortizar la moneda de cobre en 18 meses, así como proporcionar recursos inmediatos para la campaña de Texas), vol. 926, Colección Lafragua, citado en
Lucina Moreno Valle. Catalogo de la Colección Lafragua 1821-1853, México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas UNAM, 1975, pp. 253. Poder Ejecutivo. [Decreto
del presidente interino de 6 de diciembre de 1841 que extingue el Banco Nacional de Amortización y crea dentro de la tesorería general una sección "de créditos activos de
la hacienda pública,
6 Lobato, op. Cit., p. 45-146.
Los Bancos de avio y amortización del cobre, surgieron en los primeros días de nuestra vida independiente, corno productos
extemporáneos, sin aliento y sin viabilidad, de los esfuerzos de una administración raquítica y endeble. 7
Proyectos de creación de bancos
Durante esa época el comercio bancario no constituyó una especialidad no obstante la existencia de varias casas fuertes dedicadas
preferentemente a giros mercantiles pero que por necesidad o por conveniencia practicaban funciones bancarias, tanto en la capital como
en las principales localidades de provincia. Entre estas casas comerciales, destacan las de Manning y Mackintosh; Drusina y compañía;
Antonio Alonso de Terán; Jecker, Torre y Cia.; Iturbe; Gregorio Mier y Terán; Agnero González; Rosas Hnos.; José Miguel Pacheco;
Goribar; Escandón; Barron, Forbes y Cia.; Béistegui; Bringas; Cortina Cháves, Loperena y otras.8
Por esos años funcionaron también "voraces montepíos particulares" donde los intereses llegaban al 10 por ciento mensual, además de
que cometían otros abusos con los deudores. Todo esto que clamaba por la existencia de instituciones bancarias, condujo a la formulación
de una serie de incipientes proyectos bancarios.
Se conocen más de 30 proyectos esparcidos a lo largo de casi seis décadas. Solamente algunos tuvieron vigencia, aunque no como
bancos propiamente, sino como sociedades mutualistas de avio, de socorro o como simples casas de empeño. Otros no pasaron de ser
escritos pintorescos y utópicos.9
El 25 de octubre de 1842, por ejemplo, se le concedió al general Francisco de Garay el permiso para establecer un banco emisor, con
capital inicial de un millón de pesos en efectivo y facultades para emitir dos millones en billetes y cuatro en "notas de banco" pagaderas a la
vista y al portador con un interés de seis por ciento anual. A pesar de que se le otorgó una concesión por quince años no existen noticias de
que haya funcionado.10
Once años más tarde, el 20 de abril de 1853, don Manuel Escandón presentó al Gobierno de Santa Anua un proyecto para establecer un
Banco Nacional, con vigencia de veinte años prorrogables, con el objeto de Administrar las rentas federales.11 El capital del banco estaría
compuesto de ocho millones de pesos, seis en efectivo y dos en billetes, y se comprometía a abrir al Gobierno un crédito de nueve millones
de pesos al año, que se entregaría, una parte mensualmente para las atenciones generales de la administración: para las viudas, jubilados y
pensionados, etc., y el resto por semestres para cubrir los réditos de las deudas externas e internas y los créditos de las convenciones
diplomáticas. El banco se encargaría de administrar las rentas de las aduanas marítimas, los derechos de consumo, las contribuciones
directas en el distrito, y los derechos de la plata, el tabaco y el papel sellado. Pero las autoridades no estuvieron de acuerdo en confiar el
cobro de todas las rentas a un banco particular, ya que pensaron que seria poner a disposición del banco el manejo total de los caudales
públicos.12
En julio de 1857 el francés, Liger de Libessart, y algunos socios obtuvieron la concesión de explotar por diez años un banco de emisión
que se llamaría Banco de México,13 y contaría con capital inicial de cinco millones de pesos. Esta institución tendría el respaldo del gobierno
y estaría exenta de contribuciones. No obstante ser extranjeros los concesionarios, se aclaró en una cláusula, que posteriormente formaría
parte de la Constitución del país, que el banco se reputaría como mexicano y se regiría por leyes mexicanas, por lo que denegaban la
intervención de las potencias extranjeras en cualquier conflicto que se suscitase.14 Este proyecto tampoco prosperó, debido a las constantes
causas de inseguridad económica e inestabilidad política que prevalecían en México.
Otro grupo de extranjeros encabezados por Hottinger y Cía., obtuvieron el 2 de enero de 1864, una concesión por treinta años, para
operar un Banco de México.15 Su capital sería de diez millones de pesos y podría descontar documentos comerciales, negociar letras de
cambio y metales preciosos, recibir depósitos y consignaciones, además de que tendría el privilegio exclusivo de emitir billetes pagaderos a
7 Luis G Labastida, EstudioHistórico y filosófico sobre la legislación de los bancos y proyectos de la ley, que presenta… por disposición de la SHCP, México, Imprenta del
Gobierno, 1889, pp. 529.
8 Para comprender con claridad los mecanismos y funciones crediticias y financieras de estos comerciantes, es necesario remitirse a la obra conjunta, formación y desarrollo
de la burguesía en México. op cit.
9 Un proyecto de 1822, de autor desconocido, pretendía crear el Gran Banco del Imperio Mexicano, que tendría facultades para emitir papel moneda con el nombre de "Hará
buenos'', palabras con las que empezaba la leyenda de las cédulas. Estas serían endosables y cobrarían un interés de seis por ciento en liquidaciones semestrales. El banco no
pasó de ser un proyecto, pero las cédulas, con algunas variantes, se llegaron a emitir durante el Primer Imperio. Más información sobre éstos primeros proyectos se puede
consultar en: Manuel Cervantes, La moneda en México, autor, 1954, 101 pp., pp. 24-29. “Proyecto sobre el establecimiento de papel moneda”, citado por Salvador Novo en
Memorias de la Academia de Estudios Numismáticos, México, enero-marzo 1971, tomo I, núm. 3, pp. 25-42. Francisco Severo Maldonado, “Esfuerzos de un patriota para
conjurar la tempestad horrible, que va a descargar sobre los habitantes del Imperio Mexicano un empréstito de 25 a 30 millones, para cuya solicitación entre los extranjeros
acaba de autorizar al gobierno del Supremo Congreso Nacional”, en “El final del Imperio Mexicano, o miscelánea política, extraída y reducida de las mejores fuentes” por
el autor del “Pacto Social, para inteligencia de esta obra, es decir, de la única forma de gobierno digna de los seres inteligentes y libres”, México, 1822, núm., 7, 8 y 9, pp.
284-436. (Establecimiento de un banco nacional y plan hacienda), vol. 46 Colección Lafragua, citado en Lucina Moreno Valle, op.cit., p. 82 y en Francisco Severo
Maldonado. Sus ideas sobre crédito, México, Banco
10 Delgado, op. cit., pp. 83-84: Lobato, op. cit., p. 157.
11 Memoria de Hacienda y Crédito Público, correspondiente al cuadragésimo quinto año económico presentada por el secretario de Hacienda (Matías Romero) al Congreso
de la Unión el /6 de septiembre de /870. México, Imprenta del Gobierno, 1870, pp. 395 y 406-408, citado en Margarita Urias Hermosillo. op. cit. p, 46.
12 Tres años más tarde, el 30 de abril de 1856, siendo secretario de Hacienda don Manuel Payno, el presidente sustituto Ignacio Comonfort autorizó a la Junta de Crédito
Público a formar un Banco de Circulación y Descuento con un capital de veinte millones de pesos que no llegó a concretarse, según “Informe presentado al Escmo. Sr.
Presidente de la República, por el nistro de Hacienda, sobre los puntos de que en él se trata'', Mexico. Impr. de Ignacio Cumplido 1853, 30[5] p. citado en Lucina Moreno
Valle. op. cit., p. 858, (vol. 735); vid. Memoria de Hacienda 1870, op.cit., pp. 406-408.
13 Delgado, op, cit,. pp. 85-108.
14 Nota: Esta cláusula se repitió en muchos de los contratos particulares de la época y de fechas posteriores hasta convertirse en Ley.
15 Delgado, op. cit. P. l 13-136, Cien años de banca de México, Banco de Londres y Mético (México, Juventud 1964, 145 pp.) p. 2, citando el Boletín de las Leyes del
Imperio Mexicano.
la vista y al portador. No se tienen noticias de que haya funcionado éste, que fue el último proyecto panicular presentado antes de la
fundación del primer banco comercial en México, el Banco de Londres, México y Sudamérica.
En noviembre de 1868, el diputado Peña y Ramírez pretendió la creación de un Banco Nacional de Emisión e Hipotecario, 16 además de
que presentó un proyecto de leyes bancarias. Es interesante este proyecto porque enfatiza la necesidad de un banco oficial, que fuera sostén
y regulador del crédito privado y lazo de unión del sistema bancario. Proponía la propiedad raíz como garantía real y positiva de los
billetes que se emitieran y reiteraba la necesidad de que sus operaciones estuvieran reglamentadas, ya que afectarían al tesoro nacional y a
la seguridad de todo el sistema bancario. Este fue un proyecto visionario, pero tampoco prosperó.
Entre 1869 y 1873, bajo los gobiernos de Juárez y Lerdo de Tejada se pretendió establecer varios bancos en diversas ciudades del país.
Alguno llegó a realizarse, pero únicamente como caja de ahorros o sociedad mutualista. La razón de estos fracasos la dio a su manera,
Pablo Macedo, notable jurista y financiero mexicano: “por más que nuestras leyes se registren no pocas mandando establecer un Banco
Nacional, no pudieron nacer entre nosotros mientras la anarquía política fue crónicamente nuestra principal dolencia; porque el crédito no
se decreta ni se impone, sino que es fruto espontáneo de un estado social cuyas condiciones primordiales se cifran en la seguridad pública,
en las vías rápidas de comunicación y en la existencia de una masa de capital disponible que, como el agua, fecunda y vivifica el terreno
sobre el que cae.''17
Por otra parte, en el país se padecía una persistente escasez de circulante monetario, situación paradójica en una nación como México
con una tradición trisecular de gran productor de plata acuñada. La escasez se agudizaba en algunas regiones y en épocas determinadas,
coincidiendo estos ciclos con fuertes operaciones mercantiles con el extranjero, independientemente de la fuga sistemática de capitales, por
diversos motivos, entre los que sobresale la caótica situación política del país.
Esa escasez de circulante monetario, aunada a la inexistencia primero e insuficiencia después, de instituciones de crédito, propiciaron
la proliferación de medios de pago de lo más diverso: se utilizaron con frecuencia para las transacciones, pagarés con varios endosos; bonos
del gobierno, de las deudas internas y externas; vales, moneda extranjera, mercancías; "fichas" de haciendas y pulperías, y en no pocas
ocasiones se liquidaron adeudos, pagando con propiedades inmuebles: Casas o terrenos.
La conjunción de los puntos antes señalados, con la pacificación del país, con la importación de capitales europeos y norteamericanos,
con el fortalecimiento del mercado interno, con el surgimiento de más vías de comunicación, etcétera, permitirían hasta la etapa porfirista
la formación de un sistema bancario integrado.
A pesar de les numeresos intentos ya mencionados para crear instituciones bancarias públicas o privadas, la verdad es que durante
dos tercios del siglo XIX hubo una virtual inexistencia de ellas. Las primeras que funcionaron antes del gobierno porfirista, tuvieron muy
limitada influencia en la economía nacional. Sin embargo, es importante su papel de pioneras, el que hayan introducido el uso de billete
bancario, y familiarizado al público con las prácticas bancarias.
Los bancos privados, 1864-1910
Diez instituciones de crédito precedieron a la primera legislación bancaria mexicana, contenida en el Código de Comercio de 1884. Seis
de ellas funcionaron en la capital de la república y cuatro en el estado de Chihuahua. Como no estaban sujetas a vigilancia oficial, ni daban
a conocer sus balances, estados financieros u otra información, su trayectoria y funciones durante sus primeros años son poco conocidas.
El primer banco privado que funcionó en el país fue el Banco de Londres y México, el cual abrió sus puertas al público el primero de
agosto de 1864, durante el Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Empezó sus actividades como sucursal de un banco inglés denominado
"The London Bank of Mexico and South America Ltd.", contando con un capital de dos y medio millones de pesos o sea medio millón de
libras esterlinas. Este establecimiento tiene el innegable mérito de haber introducido en México los billetes de banco. 18
Practicaba, además de la emisión fiduciaria, operaciones de compra y cambio de monedas, giros, cobranzas, descuentos mercantiles,
depósitos a plazo fijo y a la vista, créditos a la industria y al comercio, préstamos sobre prenda y sobre consignación y, en un principio,
préstamos hipotecarios, pero pronto se retiró de ese mercado, ya que la ley no garantizaba al acreedor.
En el estado de Chihuahua, entre 1875 y 1883 la legislatura estatal autorizó la creación de cuatro bancos: Santa Eulalia, 19 el Mexicano,20
(con capital de Luis Terrazas), minero chihuahuense,21 y Banco de Chihuahua,22 todos con la facultad de emitir billetes. Es un caso
realmente excepcional el de estas instituciones de crédito, porque Chihuahua fue el único estado que autorizó el funcionamiento de
instituciones de crédito. Las que se crearían en fecha posterior fueron autorizadas por el Gobierno Federal, lo mismo que sus
contemporáneas establecidas en la Ciudad de México.
16 Francisco Calderón, "Bancos y Proyectos'' en Daniel Cosio Villegas ed. Historia moderna de México, La República restaurada. Vida Económica, op. cit., pp- 213-217;
Pantaleón Tovar, ''Historia parlamentaria del Cuarto Congreso Constitucional'', tomo 14, p. 582, citado en Cíen años de banca en México, op. cit., p. 37.
17 Pablo Macedo, “Las instituciones de crédito'' en Justo Sierra et al., México, su evolución social, Máxico, J Ballescá y Compañía, 1901, 2 tomos en 3 vols., p, 225.
18 Cien años de banca en México, op. cit.
19 Labastida, op. cit., p. 303 (Incluye anexos los decretos de la legislatura del estado de Chihuahua, de fechas 25 de noviembre de 1875, 28 de Julio de 1878 y 31 de julio de
1882, pp. 391-395).
20 Ibid. p. 104 (Incluye decretos de la legislatura del estado dc Chihuahua de fechas 8 de marzo de 1878 y 4 de julio de 1883 en pp. 414-416).
21 Ibid., pp. 104-105 (Incluye decretos de la legislatura del estado de Chihuahua de fechas 31 de julio de 1882, 5 de diciembre de 1882 y 5 de diciembre de 1883, en pp.
407-408).
22 Ibid., p. 400, 401. Decreto de la legislatura del estado de Chihuahua de fecha 19 de noviembre de 1883. Respecto a este banco, el licenciado Jacinto Pallares en su obra
Derecho mercantil mexicano, México, Tipografa y Litografía de Joaquín Guerra y Valle, 1891, (1,118 p.) menciona en la página 346 que ''Existía o existe además en
Chihuahua otro banco llamado de Hidalgo, pero según la Memoria de Hacienda de 1884 a 1885 y las posteriores, el Gobierno General no tiene noticia oficial del origen y
funciones de dicho banco de lo que deducimos su poca importancia.
Otra institución crediticia bastante singular fue el Monte de Piedad, el cual originalmente era una institución de beneficencia que se
dedicaba a otorgar préstamos con garantía de prenda. En 1849 aumentó servicios, estableciendo un departamento de ahorros, donde se
pagaba a los depositantes el cinco por ciento sobre las sumas guardadas. Se encargó también de recibir depósitos judiciales y confidenciales
y hacer situaciones de dinero al extranjero.23
En 1879 el Monte de Piedad recibió autorización para emitir certificados impresos, los cuales deberían ser reembolsables a la vista y al
portador y que de hecho no eran otra cosa que billetes. En 1881 se le otorgó ya la categoría de banco de circulación y de descuento con
garantía de sus propios fondos y se le facultó para emitir billetes hasta por nueve millones de pesos. Pero a pesar de los augurios de éxito
que se le hacían, en 1884 se enfrentó a una tremenda crisis que lo obligó a abandonar su calidad de emisor y continuar únicamente con sus
primeras operaciones.
Otra institución que tuvo un influjo decisivo en la estructuración de nuestro sistema bancario fue el Banco Nacional Mexicano 24
establecido mediante contrato aprobado por el Congreso de la Unión, promulgado el 16 de noviembre de 1881 como ley de la República
por el Presidente Manuel González. Emitió billetes de uno hasta mil pesos que con excepción de los del Monte de Piedad fueron los únicos
recibidos en las Oficinas de gobierno.
A efecto de infundir y fomentar la confianza en el banco, se estipuló que seria una entidad privada, por completo ajena al gobierno y
por lo tanto a los vaivenes políticos, y que no podrían imponerle contribuciones extraordinarias, ni seria sujeto de embargo, aun en caso de
guerra. Se estipuló que estaría siempre sujeto a los tribunales de la República y que las concesiones otorgadas no podrían nunca ser
traspasadas o enajenadas a ningún gobierno extranjero.
El Banco Mercantil Mexicano,25 fundado escasamente un mes después de que lo hiciera el Nacional Mexicano, abrió sus puertas el 27
de marzo de 1882 iniciando sus negociaciones con el público. A pesar de no contar con concesión oficial, esta nueva empresa gozó en todo
momento de la confianza y estimación de su clientela, inspirada seguramente en la solvencia moral y económica de sus socios fundadores,
quienes, en su mayoría, eran empresarios comerciantes ampliamente conocidos. La circunstancia de no concesión del Gobierno la eximía
igualmente de tener que otorgarle servicios especiales y destinarle, en calidad de préstamo, importantes sumas de dinero.
Entre su Consejo de Administración y Accionistas se contaba a: Porfirio Díaz, Rafael Dondé, José Maria Roa Bárcena, Indalecio
Sánchez Gavito, Antonio Escandón y Nicolás de Teresa.
Estuvo funcionando en constante competencia con el Nacional Mexicano, hasta que con motivo de la crisis en 1884 y a instancias del
gobierno, decidieron fusionarse en una nueva institución: el Banco Nacional de México, en el que unieron no sólo sus capitales (por partes
iguales), sino también su experiencia, recursos humanos, créditos y obligaciones y lo mejor de cada banco, en especial la confianza de la
clientela y la autorización del gobierno.26
Por ultimo, hay que citar dos instituciones bancarias que se establecieron en el Distrito Federal en este período. El primero fue el Banco
de Empleados formado en 1883 en buena parte con suscripciones de los empleados públicos.27 Su objeto principal era hacer préstamos a
funcionarios, empleados y pensionistas del Erario Federal, bajo la garantía de sus sueldos, así como otorgarles fianzas, adelantos, compra
de crédito, emisión de billetes, etcétera. Por lo limitado de sus operaciones se asemejaba a una caja de ahorros o sociedad mutualista, y poca
relevancia tendría si no hubiera traspasado su concesión en 1889 a los señores Tomás Braniff, Juan Llamedo e Ignacio de la Torre y Mier,
representantes del Banco de Londres de México, con lo que esta institución pudo regularizar su situación conforme a la Ley. El segundo fue
el Banco Internacional e Hipotecario que se fundó en 1882, siendo el precursor de los de su tipo y, por cerca de veinte años, fue el único
dedicado a los préstamos sobre bienes raíces.28
Legislación bancaria
Como en la mayoría de las cuestiones humanas, el hecho precede al derecho. Empezaron a existir instituciones bancarias -como hemos
visto- años antes de que se legislara al respecto, en algún caso veinte años antes. Esta situación propició contratos y concesiones dispares.
De hecho fue esta el año de 1884 cuando por primera vez se menciona la legislación bancaria de manera especifica, en el Titulo XIII del
nuevo Código de Comercio. Sin embargo, existen algunos antecedentes. En primer lugar hay que remarcar la vigencia de al menos algunos
leyes de la época colonial, en particular las Ordenanzas de Burgos, Sevilla y Bilbao, que regulaban el oficio de banquero o cambista, y que
siguieron siendo válidas en México, durante buena parte del siglo XIX. Esto explica el porqué durante más de ocho décadas, los bancos
decimonónicos existentes crearon sus propias reglas, a la espera y como antecedentes de la formulación de la primera legislación adecuada.
En los primeros años del México independiente se emitieron varias leyes y decretos que pretendían regular y controlar el crédito. En
1839 y 1842 se promulgaron dos ordenamientos que declaraban nulos los intereses mayores al doce por ciento en las operaciones de
23 Antonio Manero, La revolución bancaria en México, México. Talleres Gráficos de la Nación, 1957, 354 pp., pp. 6-7. vid. Pablo Macedo, op. cit. p. 227.
24 Enrique Martínez Sobral. Estudios elementales de legislación bancaria, México, Tipografía de la Oficina Impresora de Estampillas de Palacio Nacional, 1911, 387 pp., p.
29 vid. ''Banco Nacional Mexicano, Contrato de Concesión. Ley que lo aprobó y estatutos, México", Impr. Francisco Díaz de León, 1881, 54 pp.
25 Antonio Macedo, op. cit., p, 228, título l°, articulo 2, Estatutos del Banco Mercantil Mexicano, México, Francisco Díaz de León, 1881, p, 24, pp. 3 y 24.
26 “En resumen, por nuestra parte fuertes gastos generales, circulación restringida y tipos de interés elevados; y por parte del Banco Mercantil completa incertidumbre del
porvenir, tales eran los obstáculos que ambos establecimientos encontraban en su camino, y que, a pesar de su prosperidad actual, indicaban una sensible inestabilidad
respecto de su desarrollo ulterior.'' Explicación de la Fusión en Banco Nacional Mexicano, S.A., Informes del Consejo de Administración y de los Comisarios Encargadas
del examen de las cuentas. Resoluciones de la Junta General, México, Francisco Paz de León, 1884, 26 pp. (Junta General Extraordinaria de 19 de mayo de 1884). p. 2.
27 Banco de Empleados, S.A., establecido en México con un capital de $500.000.00 en virtud del contrato de concesión de 12 de junio y de la ley de 15 del mismo de 1883,
Contrato de Concesión, y Ley de Aprobación y Estatutos, México, Ireneo Paz, 1883, 64 pp.
28 Labastida, op cit., p. 166, incluye copia del contrato, p. 185-295 vid Jacinto Pallares. Derecho Mercantil Mexicano, México, Tipografía y Litografía de Joaquín Guerra y
Valle, 1891, pp. 425-433.
préstamos.29 Sin embargo, estos intentos fueron vanos porque se burlaba la ley mediante el subterfugio de aplicar el interés legal a la
operación y el resto cobrarlo como gastos de comisión u otros. En 1854 aparece el primer Código de Comercio de México, 30 que aunque no
incluye apartado especial sobre banca, tuvo su importancia porque a él se atuvo la implantación de los primeros bancos en México. En 1875
Manuel Dublán elaboró uno de los primeros proyectos de ley31 para el funcionamiento de las instituciones de crédito en la República. Fue
sometido a la aprobación de la Octava legislatura de la Unión y representa uno de los antecedentes más antiguos de nuestra legislación
bancaria.
Pero en realidad no fue sino el contrato concesión del Banco Nacional Mexicano el que marcó en 1882 el principio de la política
crediticia con intervención del gobierno. Entre las estipulaciones de su concesión, que pueden considerarse como antecedentes de las leyes
bancarias, encontramos la exigencia de contar con el cincuenta por ciento de su capital en efectivo al momento de iniciar sus operaciones, y
la obligación de publicar su balance mensual en el Diario Oficial.
Por fin, el 20 de abril de 1884 se decretó el nuevo Código de Comercio, que por primera vez incluía preceptos relativos a la función
bancaria.32 Entre los principales estaba el hecho de que se requería autorización expresa del Gobierno para el establecimiento de cualquier
clase de bancos en el país, y que éstos deberían constituirse como sociedades anónimas, con un mínimo de cinco socios, ostentando cada
uno en propiedades un minino de cinco por ciento del capital social.
Asimismo los nuevos deberían exhibir el 50 por ciento de su capital al momento de iniciar operaciones, y quedaban obligados a dar a
conocer públicamente sus balances, mensualmente, en el Diario Oficial y en algún otro periódico. Se prohibía que establecieran su domicilio
o colocaran su capital fuera del territorio nacional, as como que personas o bancos extranjeros tuvieron en México sucursales o agencias
que emitieron billetes. Por último, se exigía para las emisiones de billetes, un 66 por ciento de garantía en metálico 33 por ciento en las arcas
del propio banco y 33 por ciento depositado en la Tesorería de la Nación. Las emisiones de billetes no deberían exceder el importe del
capital exhibido, y se gravarían con un impuesto del cinco por ciento.
Esta legislación muestra claramente que se otorgaban seguridades y ventajas a la clientela, no así a los bancos de emisión, que se veían
obligados a conservar inmóvil e improductivo el 66 por ciento de sus recursos. Además, simultáneamente se firmó el contrato-concesión
del Banco Nacional de México el cual sirvió como modelo, en muchos de sus apartados, para lo que seria la futura Ley General de
Instituciones de Crédito.33 En resumidas cuentas el Código de Comercio de 1884, no obstante su corta vida (cinco años), pudo fijar las bases
de lo que seria el sistema bancario mexicano.
A partir de la promulgación del Código de 1884, la situación se mostraba difícil para la creación de nuevos bancos y también para los
ya establecidos que debían recabar autorización del Congreso de la Unión. El más perjudicado fue el Banco de Londres y México, por ser
sucursal de un banco inglés. Su situación pudo arreglarse mediante el subterfugio antes mencionado, que consistió en comprar la concesión
del Banco de Empleados, sin por eso dejar impugnar la retroactividad en la aplicación del Código de Comercio sobre una institución que
tenía veinte años atrás.
Una de las razones que pueden explicar los obstáculos a la creación de nuevos bancos en estos años fue precisamente el gran poder del
Banco Nacional de México desde 1884, y de su antecesor el Nacional Mexicano de 1882 a 1884, que ejercieron algunas funciones de banca
Central o del gobierno. Efectuaron el manejo de la deuda pública, sobre todo la externa; se encargaron del cobro de algunos impuestos,
funcionaron como tesorería del gobierno, al cual le abrieron una cuenta corriente a bajo interés y emitieron billetes de curso legal. Esto
último, sin embargo, fue Común a la generalidad de los bancos.
En 1888 se facultó al Presidente ''para contratar establecimiento de instituciones de crédito que sean convenientes", facultad que minó
lo establecido en el Código de Comercio de 1884 respecto a la creación de bancos. 34 Esta situación trató de aclararse con la promulgación,
en 1889, de un nuevo Código de Comercio que desechó los privilegios del Banco Nacional de México, no obstante los términos de su
concesión. En este nuevo código se prohibió la creación de bancos sin la autorización de la Secretaria de Hacienda y sin que el Congreso de
la Unión aprobara los respectivos contratos.35
36 Ley General de Instituciones de Crédito, México, Secretaria de Estado y del Despacho de Hacienda y Crédito Público, 19 de marzo de 1897, (firmado Limantour) 29 pp.
En el Informe del secretario de Hacienda al congreso de la Unión sobre el uso de las autorizaciones que concedió al Ejecutivo en materia de bancos la ley de 3 de junio de
1896, (México, Tipografía de la Oficina Impresora del Timbre, 1897) comenta don José Ives Limantour respecto a la ''diversidad caprichosa de legislación'' que "... no había
dos [bancos] que tuvieran concesiones idénticas, sino que se diferenciaban todas en varios puntos, más o menos sustanciales. Así, por ejemplo, una concesión terminaba en
1904, y las otras en una fecha más lejana, concluyendo las últimas hasta 1939, la emisión se regulaba, para unos bancos, por el monto del capital social, y para otros por el
triple de dicho capital; la circulación se garantizaba, exigiéndose a unos bancos, fianzas; a otros depósitos; y a otros ni fianza ni depósito, sino una garantía de diverso
género. Los fondos de reserva se constituyeron en muy distintas proporciones, según los establecimientos: el derecho de establecer sucursales era ilimitado para estos
bancos, y para otros estaba sujeto a restricciones diversas: el valor de los billetes que podían emitirse era, en algunas concesiones, el de veinticinco centavos como minimum,
mientras que en otras los billetes de menor valor tenían que ser de un peso; había un banco que podía hacer préstamos hasta por doce meses prorrogables, mientras que las
operaciones de los demás no debían exceder de seis. Iguales diferencias se notaban en las garantías para los préstamos y descuentos, lo mismo que en las franquicias y
extensiones de impuestos y en los demás requisitos fundamentales de las concesiones.” (pp. 39-40).
Nacional de México 1884 500,000 Distrito Federal
Comercial de Chihuahua 1889 600,000 Chihuahua
Mercantil de Yucatán 1889 500,000 Yucatán
Yucateco 1889 500,000 (Se fusionaron en 1908 en el Peninsular Yucateco
De Durango 1890 500,000 Durango
De Nuevo León 1891 600,000 Nuevo León
De Zacatecas 1891 600,000 Zacatecas
De San Luis Fotos 1897 1,100,000 San Luis Fotos
De Coahuila 1897 500,000 Coahuila
De Estado de México 1897 1,500,000 Estado de México
Occidental de México 1897 600,000 Sinaloa
De Sonora 1897 500,000 Sonora
Mercantil de Veracruz 1897 2,000,000 Veracruz
de Jalisco 1898 500,000 Jalisco
Mercantil de Monterrey 1899 2,500,000 Nuevo León
Oriental de México 1899 3,000,000 Puebla
de Guanajuato 1900 500,000 Guanajuato
de Tabasco 1900 1,000,000 Tabasco
de Chiapas 1900 500,000 Chiapas
de Oaxaca 1902 500,000 Oaxaca (Se fusionaron en 1909 al Oriental de México.
de Tamaulipas 1902 500,000 Tamaulipas
de Hidalgo 1902 500,000 Hidalgo
de Aguascalientes 1902 500,000 Aguascalientes
de Morelos 1902 1,000,000 Morelos
de Michoacán 1902 500,000 Michoacán
de Campeche 1903 600,000 Campeche
(Empezaron en 1900 como Re faccionarios y ahí
volvieron en 1908)
de Guerrero 1903 600,000 Guerrero
de Querétaro 1903 800,000 Querétaro
Peninsular Mexicano 1908 16,500,000 Yucatán
Fuente: Enrique Martínez Sobral, Estudios elementales de legislación bancaria, México, Tipografia de la Oficina impresora
de Estampillas. 1911, 387 pp. José Antonio Batiz Vázquez. “Aspectos financieros y monetarios" pp.408-409, en
México en el siglo XIX (1821-1910). Historia económica y de la estructura social, México, Nueva Imagen, 1980, 525 pp.
Ciro Cardoso, Coordinador).
Al amparo de esta ley comenzaron a proliferar los bancos, preferentemente los de emisión, que se establecieron en casi todas las
entidades federativas.
La Ley General de Instituciones de Crédito de 1897, estableció ─como ya dijimos─ tres tipos de bancos: de emisión, refaccionarios e
hipotecarios, a los que correspondían operaciones activas y pasivas especificas, correlativas ─dentro de cada tipo de institución─ en sus
plazos: Los bancos de emisión, prestaban a corto plazo, principalmente al comercio y emitían billetes. Los refaccionarios, otorgaban crédito
a mediano plazo, sobre todo a la industria, y contaban con los bonos de caja que colocaban entre su clientela. Y los hipotecarios se
encargaban del crédito a largo plazo, garantizado con bienes inmuebles y con sus recursos que captaban a través de los bonos hipotecarios.
Don Joaquín D. Casasús, banquero y conocido estudioso de la banca porfirista, se refirió en uno de sus escritos a esta ley de 1897,
diciendo que "ha sido considerada, por propios y extraños, como una de las leyes más importantes que existen sobre la materia", ya que,
reconocía, "ninguna otra nación ha reunido como México, hasta ahora, en una sola ley, todas las disposiciones relativas a las instituciones
de crédito para formar con ellas un verdadero cuerpo de doctrina". 37
Sin embargo, esta ley, en la que se invirtió bastante tiempo y amplios estudios de los más ameritados especialistas, quienes consultaron
experiencias europeas y norteamericanas, no dio el resultado que de ella se esperaba, porque todavía respetó muchos privilegios y agrego
otros, y además porque en la práctica no fue generalmente respetada.
Años más tarde, en 1904, se creó dentro de la Secretaría de Hacienda la llamada "Inspección General de Instituciones de Crédito y
Compañías de Seguros", con la finalidad de que se ocupara de la vigilancia de esos establecimientos, del manejo y control del cuerpo de
interventores y del trámite de asuntos relacionados. Al frente quedó don Luis Manero y Escobedo, como Director investido de amplias
facultades, "inclusive estar presente en los cortes de caja ordinarios y de considerarlo necesario ordenar otros extraordinarios, comprobar
los balances y visitar sucursales y agencias".39
Las facultades de los interventores ─ especie de auditores del gobierno ─ fueron ampliadas en 1905. Originalmente vigilaban
únicamente el cumplimiento de la citada Ley General de Instituciones de Crédito, los términos de las concesiones y el apego de los
37 Joaquín D. Casasús, Las reformas a la Ley de Instituciones de Crédito, artículos publicados en El Tiempo, Diario dc México, Tipografía deis Oficina Impresora
de Estampillas en Palacio Nacional, 1908, 342 pp., p. 265.
39 Fernando Rosenzweig, op. cit., p. 854.
estatutos de los respectivos bancos. Con la nueva disposición pasaron a ocuparse también de vigilar el cumplimiento de la legislación y
disposiciones mercantiles, con lo que llegó a equiparárseles con los Comisarios de las sociedades mercantiles. 39
Las consecuencias de la situación arriba mencionada, las deficiencias en el sistema bancario, sobre todo la falta de liquidez de la
mayoría de los bancos, se hicieron patentes al sobrevenir la crisis nacional y mundial de 1907. Vicios ancestrales en el otorgamiento de
créditos a grandes terratenientes, a comerciantes y especuladores, sin la suficiente garantía; violaciones a los mínimos que se debían
mantener en el capital y en la reserva metálica y otros defectos, se intentaron corregir con la promulgación, en 1908, de diversos
ordenamientos que concedieron un año de plazo a las instituciones, para que procuraran una mayor recuperación de sus carteras vencidas
y se desprendieran de activos inmovilizados.40
Las reformas efectuadas en 1908 a la Ley General de Instituciones de Crédito de 1897 perseguían dos objetivos básicos. El primero
consistía en apartar a los bancos de emisión de la equivocada y riesgosa política crediticia, por virtud de la cual inmovilizaban
indefinidamente los capitales provenientes de la emisión de billetes, y el segundo objeto estaba encaminado a modificar la naturaleza de las
operaciones refaccionarias, diferenciándolas claramente de las hipotecarias y poniéndolas en condición de prestar a la agricultura más
útiles servicios.
Otro objetivo que se persiguió, fue suprimir paulatinamente la multiplicidad de instituciones emisoras, para lo cual se les autorizó su
transformación a bancos refaccionarios (Articulo 2o.). Se aumentó el mínimo del capital social de los Bancos a un millón de pesos y se
limitó y reguló más estrictamente el préstamo a sus propios Consejeros y Directores (Articulo 1o.) y se pidió mayor claridad en los
balances.
No fue posible ver los alcances de las reformas y adiciones a la Ley de Instituciones de Crédito por el inicio de la Revolución Mexicana.
Fue insuficiente el tiempo para juzgar y aquilatar sus ventajas y en algunos casos hasta para llevar a la práctica, en toda la extensión de la
palabra, lo reglamentado.
Además de las leyes mencionadas, es conveniente anotar que en diversas fechas se emitieron decretos y circulares que aclaraban o
regulaban aspectos específicos relacionados con la práctica bancaria. 41 Entre los más importantes están el decreto del 28 de mayo de 1903
que reglamentaba el uso de la palabra "Banco", limitándolo a los tres tipos definidos en la Ley General de Instituciones de Crédito de 1897 y
que gozaran de concesión, y no a los "libres" de depósito o ahorro que conllevan mayores riesgos que los emisores y para los que existe
"completa libertad para fundarlos y manejarlos" ya sea que no estaban sujetos a la Ley General de Instituciones de Crédito, sino únicamente
al Código de Comercio vigente, y que en su nombre no podían incluir las palabras Banco, Bancario o Banking.
Otra ley importante, fue la promulgada el 13 de mayo de 1905; aclarando la Ley General de Instituciones de Crédito en lo relacionado a
la inclusión de los Depósitos a la vista junto con la emisión de billetes para efectos de la garantía metálica que los bancos conservaban en
caja en razón de su eventual inmediata disponibilidad. Asimismo, se dieron a conocer algunas otras disposiciones sobre Almacenes
Generales de Depósito, sobre emisión de certificados de oro, sobre los cortes de caja y balances y sobre las existencias metálicas de los
bancos, que por su escasa trascendencia no vamos a detallar.
Unas palabras de Fernando Rosenzweig sintetizan este apartado dedicado a la legislación bancaria: "la actividad de los bancos, regida
en un principio por normas que ellos se fijaban a si mismos como cualquier establecimiento comercial, acabó por quedar sujeta a la
reglamentación y vigilancia del Estado para hacerla concordar con la prudencia financiera, la complejidad de las funciones que ahora
tenían y la posible repercusión de sus actos sobre la marcha de la economía general del país.'' 42
Conclusiones
Durante todo el profirismo los bancos de emisión predominaron sobre los otros, gracias a las facilidades que el Estado les proporcionó
para su fundación, y a que la emisión de billetes (creación de dinero) les permitía contar con recursos muy superiores a los de los otros
bancos, ya que no dependían exclusivamente de sus propios recursos, ni de los depósitos de un público que todavía no estaba habituado a
ahorrar. Pero además de dicha ventaja, había que mencionar algunos otros aspectos críticos que contribuyeron al alto nivel de
concentración bancaria en el país durante este periodo, el cual había de generar profundas contradicciones económicas y políticas.
En primer lugar, debe tenerse en cuenta que el capital de los grandes bancos del país fue, en su mayor parte, proveniente del
extranjero. Lo anterior se debió al interés de algunas naciones ─ europeas predominantemente ─ por exportar recursos e incrementar sus
inversiones foráneas, que se conjunto con la necesidad de capitales en México, con el mejoramiento de la situación política del país y con la
buena disponibilidad gubernamental para aceptar capital extranjero. De ahí que las primeras iniciativas ─ que prosperaron ─ para la
fundación de bancos fueran: inglesa (Banco de Londres), francesa (Banco Nacional Mexicano), de españoles radicados en México (Banco
Mercantil Mexicano) y norteamericana (Banco de Chihuahua).
Por otra parte, existió una sonada polémica entre los partidarios del "libre cambio" en la emisión de billetes, y los que estaban a favor
del monopolio. Prácticamente estuvo representada por los Bancos de Londres y México y Nacional de México, respectivamente. Aunque la
legislación favorecía al segundo, después de varios años de discusiones, se optó por la pluralidad de los bancos de emisión. También
39 Ibid. p. 855.
40 Iniciativa de reformas y adiciones a la Ley General de Instituciones de Crédito de 19 de marzo de 1897 y exposición de motivos de la misma, México,
Tipografía de la Oficina Impresora de Estampillas, 1908, firmada: J.Y, Limantour.
41 Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda y Crédito Público, Instituciones de Crédito. Leyes y circulares relativas, 3a. ed,, México, Tipografía de la
Oficina Impresora de Estampillas, 1909.
42 Fernando Rosenzweig, op. cit., p.- 789.
surgieron por esos años diferencias entre los bancos de provincia y los de la capital, por las ventajas que estos últimos obtenían de la
fortalecida y, ya para entonces, tradicional centralización política y económica del país.
Una situación positiva provocada a raíz del surgimiento y proliferación de instituciones bancarias fue que el tipo de interés en las
operaciones de crédito, disminuyera del doce por ciento o más que se cobraba normalmente, a entre ocho y diez por ciento, y
eventualmente a siete y hasta seis por ciento al año. Esta situación benefició a los deudores, principalmente al mayor, el gobierno, que era
quien más padecía los efectos del agio, y quien se vio privilegiado con tasas de interés preferenciales.
A principios del siglo actual, se dio una inflación del crédito provocada por la expansión del sistema bancario y par la falta de
cumplimiento de algunas de sus reglas básicas. Fue una inflación de la circulación fiduciaria, pero no tanto de billetes como de otros signos
monetarios, sobre todo papeles de crédito. Para contrarrestarla se dio una contracción del crédito en 1907-1908, que entre otras
consecuencias, sacó a relucir los conflictos dentro de la oligarquía mexicana. Estos conflictos internos tenían como causa, entre otras, la
fuerte concentración del poder financiero, en unas cuantas manos, y geográficamente, en el Distrito Federal. Se acusó a ciertos financieros
de haber usado irracionalmente el poder económico concentrado en sus manos.
En resumen, la banca y el crédito tuvieron un enorme desarrollo ─ durante el porfirismo ─ aprovechando la progresiva
comercialización de la vida económica. La legislación particular de los bancos, sentó las bases de las leyes que hasta la actualidad regulan
nuestro moderno sistema bancario. Se generalizó el empleo del billete, el cheque y de otros valores mobiliarios; se favoreció la
concentración de capitales dispersos y no productivos; se internacionalizó el crédito oficial y privado, as como la importación y exportación
de capitales. Se redujo, asimismo, el precio del dinero, al disminuir y regular las tasas de interés.
Se dio una simbiosis entre los capitales de la banca, la industria y el comercio que facilitó sus relaciones y desarrollo, aunque con sus
riesgos inherentes. En este sentido la banca porfirista se constituyó en impulsora de la economía nacional y tuvo una marcada influencia en
los sectores económicos, productivos y distributivos.
GUIAS DE AUTOEVALUACIÓN
Preguntas abiertas
Responda a los siguientes cuestionamientos
1. ¿Qué factores influyeron para que la Independencia y la formación del nuevo Estados mexicano, no impulsaran por si mismos el
desarrollo económico?
3. Describa brevemente, cuál era el papel de la Iglesia a mediados del siglo XIX, como dueña de grandes extensiones de tierras y
prestamista.
4. ¿Cuáles son los tres elementos que se considera, estuvieron mal planteados por el proyecto liberal de fines del siglo XIX?