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Del epistolario de Giuseppe Verdi, quizá la carta más conocida sea aquella que envió a un amigo al
día siguiente del estreno de La Traviata, el 6 de marzo de 1853, en la que se muestra sorprendido
por la ingrata acogida, a la vez que confiado –tenía cuarenta años, era famoso y vivía
cómodamente– en que el tiempo debía resolver las dudas: "La Traviata, anoche, un fracaso. ¿La
falla será mía o de los cantantes? El tiempo lo dirá". El tiempo, efectivamente, dio su veredicto y le
dio la razón a Verdi: durante todo el siglo veinte, la obra ha permanecido en los primeros lugares
entre las óperas más representadas en el mundo entero.
Fanny Salvino-Donatelli,
la primera Violeta
El rechazo inicial
Cierto es que la prima donna escogida, mejor dicho, la prima donna que el Teatro La Fenice de
Venecia impuso para el papel de Violeta, estaba algo excedida de peso para interpretar a una
mujer joven que sufre de una enfermedad que la consume y debilita visiblemente.
Como si fuera poco, la soprano de marras, Fanny Salvino-Donatelli, ya no era tan joven, frisaba
los 38 años. Pero, al parecer, el rechazo del público no se dirigió exclusiva ni preferentemente a
ella sino al tenor y al barítono sobre los que descansa el acto segundo (poco ensayo quizá), pues
fue recién ahí cuando comenzaron las pifias y las risotadas.
En efecto, durante la obertura y todo el primer acto, el público escuchó respetuosamente, atento y
con agrado. Y como en el Acto I la participación de Violeta es destacadísima, habrá de concluirse
que la historia ha sido injusta con la excelente cantante que fue la soprano Salvino-Donatelli,
aunque la oportunidad la haya sorprendido algo robusta y ya no fuera tan joven.
La versión es de la Orquesta Sinfónica de Milán "Giuseppe Verdi", conducida por la directora chino-
estadounidense Xian Zhang.