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Ludwig Spohr, músico y contemporáneo de Beethoven que llegó a gozar de la amistad del
compositor, cuenta en su autobiografía que para el estreno de su Séptima Sinfonía, el maestro de
Bonn, de 43 años, estaba tan sordo que no era capaz de percibir los pasajes piano de su propia
obra. Durante el allegro, relata Spohr, un par de estos pasajes confundieron al maestro y por un
buen rato la orquesta anduvo por un lado y él por otro, así que cuando llegó el momento en que
según su propia cuenta correspondía un forte de la orquesta, Beethoven se agachó y abrió los
brazos para subrayarlo... pero no pasó nada. El pobre maestro sordo salió de su confusión diez o
doce compases más tarde, cuando la orquesta atacó el forte y entonces pudo oírlo.
El estreno de la Séptima Sinfonía tuvo lugar en Viena, el 8 de diciembre de 1813, con gran éxito.
Hacía cinco años que Beethoven no ofrecía una nueva sinfonía al público vienés. Por ello, fue
recibida con gran entusiasmo. Pocos días después se realizó una nueva función, y al igual que en
el estreno, hubo de repetirse a requerimiento del público el famoso Allegretto, el segundo de sus
cuatro movimientos: Poco sostenuto - vivace / Allegretto / Presto / Allegro con brio.
La obra había sido ideada alrededor de 1811, aunque respecto del allegretto, se han encontrado
esbozos que datan de 1806. La popularidad del segundo movimiento obedece en gran parte a su
simplicidad: una idea rítmica sencilla, una sucesión de notas negras con dos corcheas, oídas
repetidamente (un ostinato), dan cauce a una melodía de corte schubertiano.