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UNA PAGINA DE S I S T O R I

«No m á s a z o t e s
en las escuelas"
ARTO rudimentarios eran los métodos pedagógicos que se
empleaban en los días de la colonia. Más eran la disci-
na y la rigidez que la abundancia de materias que figu-
raban en los programas. En su maj'oría, los conocimientos
que se inculcaban a los contados alumnos no pasaban
de las primeras nociones gramaticales, las más elemen-
tales aritméticas y las suficientes en materia de religión.
Tampoco eran muchas las luces de los pedagogos, y de
las aulas, miseras c improvisadas, los muchachos con-
servaban más vivido el recuerdo de los azotes y castigos
recibidos que el de las ciencias bebidas en textos deplo-
rables y que en vano se esforzaban en aclarar los casi siempre irascibles dómines.
La ciencia con sangre entra o, en su variante, las letras con sangre entran...
porque, casi siempre, sólo eran las letras, y las muy primeras, las que se
procuraba inculcar a los hijos de los colonos.
El virrey Juan José Vértiz fué de los primeros en preocuparse de la
educación. En 1772 abrió las aulas de Latinidad, Filosofía y Teología. Un año
antes se había hablado de fundar un aula de Matemáticas, pero ello se postergó
hasta la inauguración del Real Colegio de San Carlos. En. 1773, un francés, el
ingeniero Souryere de Souillac, se presentó solicitando que se le tomara el
examen correspondiente para poder dedicarse a la enseñanza de dicha materia.
Alguno? cursos de Teología funcionaron y, en los conventos, naturalmente,
fué donde los hijos de los colonos recibieron la elemental educación. Algunos
particulares se distinguieron y entre ellos hay que recordar a don Cipriano
Santiago Villota, que fué maestro de Rivadavia, Agüero, Luca, López y Ancho-
rcna. También merece mención aquel esfuerzo cultural de Belgrano creando,
bajo la protección del consulado, la Escuela de Náutica que dirigió Cervino con
Juan Alsina y que la Corte suprimió por considerarla "establecimiento de lujo".
Después de establecido el primer gobierno revolucionario la educación
popular mereció especial atención de los patriotas que habían constatado en
ellos mismos a qué extremos podía conducir la ignorancia e incultura de los
pueblos. Escuelas y bibliotecas fueron fundadas y protegidas y, a la vez que
se atendía la elaboración de los programas, no se olvidó aquello otro que a la
moral y la disciplina de los educandos se refería.
"1.a letra con Los castigos fueron considerados perjudiciales y, así, en el libro de acuer-
sangre entra",
aseguraban los dos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, con fecha 13 de octubre de 1813,
pedagogos de an- encontramos asentada el acta correspondiente, un oficio del Superior Gobierno
taño,.. En el ano aboliendo el castigo de azotes en las escuelas, "como perjudicial a los objetos
Í833, el gobierno
revolucionario^ de las instituciones juveniles, y absurda e impropia una pena tan humillante
aunque preocu- para los niños que se educan para ser ciudadanos libres".
pado por múlti-. El propio Cabildo quedaba encargado de que aquello se cumpliera en las
pies y complica'
dos prob lemas escuelas que estaban a su cargo, a la vez que el jefe de policía sería quien
políticos, no oloi- vigilara los establecimientos particulares. Los maestros que continuran con
dó que si se que' aquellas vituperables prácticas "quedaban privados de su oficio, y castigados
ría dar al país
hombres altivos como infractores, pudiendo en su lugar usar de los estímulos decentes del
y Valientes había honor y de emulación de sus discípulos, con otras correcciones que no sean
que comenzar penas corporales aflictivas".
por dignificarles
desde la escuela. -La República necesitaría hombres valientes y altivos y, con una lógica
Y, para esto, con que autores posteriores tardarían en reconocer, se empezaba por dignificarlos
fecha 11 de oc- desde la tierna infancia.
tuhre, dispuso la
abolición de los
castiííos corpora-
les en las escue-
las de
Aires.
Buenos
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