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El matrimonio no es una relación en solo ciertos aspectos de la vida. Por el contrario, es una relación integral
que abarca todos los aspectos de nuestro ser (1 Tes 5.23): espiritual, emocional y física, y todos los aspectos de
la vida (familia, trabajo, social, eclesiástico, etc.). El matrimonio, para quienes están casados, debe pasar a ser la
relación humana prioritaria sobre las demás (familia biológica, amistades, trabajo, estudios, etc.). “Dejará el
hombre a su padre y a su madre”. Es una relación que debería ser para toda la vida, un pacto inquebrantable (Mal
2:14, Mat 19.4-6, Mar 10:7-9). Si respetamos esos principios, la cantidad de diferencias y problemas que vamos a
experimentar a lo largo de la vida van a ser mucho menos que si no los consideramos y aplicamos Mat 16:24-25.
El matrimonio, la mejor escuela de discipulado. El matrimonio es el más inmediato campo que tenemos a nuestra
disposición para poner en práctica la Palabra de Dios. Antes de ir al mundo. Antes de ir a la iglesia. Para alcanzar
la más aproximada posición posible respecto a la imagen de Cristo (Rom 8.29, 1 Cor 15:49, 2 Cor 3:18).
El matrimonio, para tener éxito, va a requerid de nosotros la aplicación de principios que son básicos en el
discipulado de Cristo: Negarnos a nosotros mismos (nuestros gustos, nuestras agendas, nuestras prioridades y
planes individuales) en favor de los de ambos, y ello implica tomar nuestra cruz para morir a nosotros mismos, a
nuestro ego (Luc 9:23). Amar y perdonar como un estilo de vida (1 Cor 13:1-8). Servir (Mar 10:42-45). Es un
ambiente apropiado para desarrollar nuestro carácter cristiano (manifestar el fruto del Espíritu, Gal 5:22-23). Los
objetivos del matrimonio (como escuela de discipulado), en este sentido, serían: Compromiso total con Jesucristo
(Señor de nuestras vidas). Compromiso total del uno con el otro (como Cristo con la Iglesia). Traer la gloria a
Dios. Tratar con el egoísmo y llevarnos a la ley del Calvario (morir a nosotros mismos)
Tratando de encontrar una perspectiva común, presionamos para que se adapten a la nuestra, y al no lograrlo, se
producen, en rápida sucesión, las discusiones, la división, el enojo, la ira, etc. Por ello se hace necesario que
reconozcamos y recordemos nuestras diferencias, la complementariedad de ellas, y actuemos en consecuencia.
Antes de entrar a reconocer las diferencias, es importante recordar algunos consejos de la Palabra de Dios para
manejar los desacuerdos, principalmente entre parejas de esposos: “La cordura del hombre detiene su furor, y su
honra es pasar por alto la ofensa.” (Prov 19:11). “Honra es del hombre dejar la contienda; mas todo insensato se
envolverá en ella.” (Prov 20:3). “Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de
Jehová.” (Prov 22:4). “Quien cuida la higuera comerá su fruto, y el que mira por los intereses de su señor, tendrá
honra.” (Prov 27:18). Los hombres y las mujeres somos diferentes. Gen 2:7, 22; Efe 5:22-23; 1 Ped 3:7.
Diferentes en el proceso de nuestra creación original. Dios formó al hombre (Gen 2:7). Dios hizo a la mujer (Gen
2:22). Diferentes en los materiales utilizados. Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz
aliento de vida (Gen 2:7).
Dios hizo a la mujer de la costilla que tomó del hombre (Gen 2:22). Diferentes en el cuerpo. Las diferencias
físicas son evidentes. Las funciones del cuerpo de cada uno son diferentes: el hombre está físicamente dotado
para llevar cargas pesadas y la mujer está físicamente dotada para sustentar la vida. Diferentes en el alma. El
hombre tiene, por sobre todo, una inteligencia racional, lógica. La mujer tiene, por sobre todo, una inteligencia
emocional. Ninguna es más importante que la otra, son parte de la inteligencia de Dios
. Ambas son complementarias para tener un mejor panorama de todas las situaciones. Diferentes en el lugar que
ocupamos y en las funciones que realizamos: El hombre es la cabeza (autoridad) de la mujer (Efe 5:23). Proveer,
conquistar, dirigir, guiar, orientado hacia fuera del hogar. La mujer está sujeta al hombre (cobertura), (Efe 5:22). •
Seguidora, administradora de la provisión, orientada hacia dentro del hogar, ayuda idónea del hombre. Diferentes
en el trato. El esposo bendice, sirve, ama, protege, trata con cuidado (Efe 5.25-31, 1 Ped 3:7). La esposa honra,
cuida, sustenta, mejora (1 Ped 3.1-6, Efe 5:22-24). Diferentes en nuestra función biológica: El hombre es el dador
de la vida (la vida está en la sangre y la sangre se produce en cada nuevo ser humano a través de un cromosoma
masculino). El hombre provee. Orientado hacia fuera del hogar.
La mujer es la sustentadora de la vida (sostiene, alimenta, nutre). La mujer administra. Orientada hacia dentro del
hogar. Esas diferencias son originadas en Dios mismo, quién nos diseño, y nos hizo diferentes a cada uno (Gen
1:26-27). Es un diseño de origen, previo a la caída de Adán y Eva. Son su voluntad, y ella es buena, agradable y
perfecta (Rom 12.2). Esas diferencias fueron diseñadas por Dios, no para dividirnos, sino para hacernos un
equipo completo (Gen 2:23-25) y un equipo poderoso (Gen 1:28, Ecle 4:9-12). Aunque no somos iguales, delante
de Dios tenemos el mismo valor unos y otras. Nuestras diferencias no establecen diferencias de valor, solo
diferencias de actividad y responsabilidad. Nuestras diferencias son para que nos complementemos, no para que
nos separen (Gen 2:1-8, Gen 1:27-28, 1 Ped 3:7, Ecle 4:9-12).
Nuestra parte. El hecho de que la voluntad de Dios sea lograr la plenitud en nuestra vida matrimonial, no implica
que eso vaya a ocurrir por accidente. Una relación íntima raras veces mejora espontáneamente y una relación
íntima raras veces mejora por su propia cuenta (Jos 1:7-9, Sal 3:1-3). Se requiere nuestra participación activa (1
Ped 3:7ss, Col 3:18-19, Efe 5:23-31): o Maridos, amen a sus mujeres. o Esposas, estén sujetas a sus maridos.
El proceso comienza con una decisión de nuestra voluntad que debe permanecer firme a través de las
circunstancias y etapas que se puedan presentar a lo largo de nuestra vida matrimonial (Deut 30:19). Nuestra
decisión de tratar de entender esas diferencias. Nuestra decisión de respetar esas diferencias aún cuando
muchas veces no las entendamos o no estemos de acuerdo con ellas. Nuestra decisión de honrar esas
diferencias y nunca menospreciarlas. Recordemos (una definición del matrimonio). Es el proceso de refinamiento
diseñado por Dios para libertar al hombre y a la mujer de si mismos para convertirse en lo que Dios quiere. Es el
compromiso total (sin limitaciones, excepciones ni condiciones) de un hombre y una mujer a la persona de
Jesucristo, y del uno al otro, en la que ambos: Escogen humilde y voluntariamente preocuparse por el bienestar
del otro antes que del propio. Son personas dadoras. Se dan cuenta de sus propios defectos más que de los de
su compañero. Están más ocupados por tratar con su propio egoísmo que por el de su pareja, y la primera
prioridad es ser compañeros.
Reglas para mantener las discusiones “limpias”. Una de las mayores oportunidades que se presentan en la vida
matrimonial para que se manifiesten faltas de respeto y deshonra son aquellas en las que las perspectivas de la
pareja sobre un asunto son diferentes y dan lugar a discusiones. Ello es inevitable, pero lo que si es evitable es
que las discusiones deriven en peleas
. Las peleas en el matrimonio, como en cualquier otra esfera de la vida, son el resultado de introducir en la
discusión cuestiones que lastiman y ofenden a la otra persona como resultado de la ira. Dios no está en contra de
las discusiones, siempre y cuando estén despojadas de ira (Efe 4:26). Para evitar que la ira se haga presente en
una discusión, es necesario que cada pareja defina algunas reglas para evitarla y ambos se comprometan a
cumplir. Algunas de esas reglas podrían ser: Evitar mencionar cuestiones que se sabe que van a lastimar a la
otra persona. Evitar palabras groseras, malas palabras, insultos, sarcasmo, ironía y/o menospreciar a la otra
persona. Cuando alcanzar el acuerdo está tomando más tiempo del recomendable y la discusión está subiendo
de todo, suspender la discusión, para retomarla en otro momento más adelante. Evitar echar en cara el pasado,
principalmente cuestiones sobre las cuales la otra persona ya pidió perdón. Evitar que la discusión se realice
enfrente de los hijos, principalmente si está subiendo de tono. Evitar involucrar o permitir que se involucren los
hijos en las discusiones de los padres. Etc. Estas reglas deberían ser definidas por los esposos, no en tiempos
de discusión, sino antes de que ella se presente, de tal manera de hacerlo con calma y en acuerdo, debiendo
incluirse todas aquellas cuestiones que uno hace en una discusión que molestan al otro cónyuge.
PARTE 4. PILARES MATRIMONIO.
Recordemos: Los cuatro pilares del matrimonio. Amor y perdón. Visión y entendimiento (principios de la Palabra
de Dios). Respeto y honra. Confianza (creer en la otra persona) y compromiso (para toda la vida). Confianza.
Esperanza firme que se tiene en una persona. Fe, tranquilidad, seguridad, en otra persona. Dar esperanza al otro
de que conseguirá lo que desea. Creer en la otra persona (Heb 11.1). La certeza del cumplimiento de lo que
esperamos de ella. La convicción de que lo logrará aún cuando no lo vemos Y todo ello, siempre,
independientemente de las circunstancias, de lo difícil que parezca, etc. o De lo bueno o de lo malo. o De los
aciertos y de los desaciertos. o De los éxitos y de los fracasos. La base para confiar en otros, es la confianza
que Dios nos tuvo y nos tiene, para haber pagado por nosotros el precio de la Sangre de Cristo en la cruz, para
que fuéramos salvos, y aún ahora, confiar en nosotros como sus ministros, a pesar de que no somos perfectos (y
estamos muy lejos de serlo).
El nos llama santos, justos, más que vencedores, etc. Compromiso: El matrimonio es un pacto. DIOS es un Dios
de pactos: Noé, Abraham, Moisés, David, Jesús. El contrato es un documento legal en el cual ambas partes
asumen una responsabilidad limitada, muchas veces condicionada por el cumplimiento de la otra parte o partes a
sus responsabilidades. Por el contrario, el pacto implica una responsabilidad sin límites e incondicional de las
partes involucradas. El pacto siempre es un acuerdo mutuo entre dos o más socios que los vincula y obliga a una
reciprocidad de beneficios y obligaciones. El matrimonio, según la Palabra de Dios, es un pacto que hacemos un
hombre y una mujer mutuamente y con Dios (Prov 2:17, Mal 2:14-16, Mat 19:3-9). El pacto implica una lealtad
permanente (Exo 31:16-17, Jue 2:1). En el caso del matrimonio, por cuanto Mat 19:3-9 nos instruye para que lo
que Dios juntó, no lo separe el hombre, ello implica que el pacto matrimonial es un pacto hasta la muerte, en el
cual la vida compartida viene a ser ahora la prioridad. Un pacto multiplica nuestras habilidades, capacidades y
fuerzas, por cuanto la otra parte en el pacto se convierte en nuestro “aliado”, alguien que está por nosotros y no
contra nosotros (Ecle 4:9-12). En la relación basada en un pacto, cuando uno de los compañeros demanda alguna
cosa del otro, aquel que demanda tiene que estar dispuesto a dar la misma cosa a cambio. ♣ Abraham estuvo
dispuesto a entregar a Dios a Isaac. ♣ Dios, entregó a Jesucristo por la descendencia de Abraham.
El matrimonio es un pacto entre dos personas que delante de Dios se hacen promesas mutuas y establecen
términos: Unirse hasta que la muerte los separe. Permanecer unidos en tiempos de bienestar y de mal, de salud
y de enfermedad. En él se decidió morir a la vida individual e independiente y hacer feliz a la pareja. Todas esas
promesas y términos se sellaron con un juramento que también se hizo delante de Dios, y Ecle 5:4 dice al
respecto de los juramentos “Cuando a Dios haces promesas no tardes en cumplirlas; porque El no se complace
en los insensatos. Cumple lo que prometes”. Al momento del matrimonio nace una vida (ya no somos dos, somos
uno).: Tiene que ser nutrida y alimentada para que madure. Necesitamos honrar y estimar las necesidades de
nuestro compañero. La división en los matrimonios es una causa del pecado de Adán y Eva: Se cubrieron el uno
del otro (Gen 3:7); ya no eran transparentes entre sí. Esto sucede cuando los miembros de la pareja se protegen
a si mismos y se esconden el uno del otro. Se escondieron de Dios (Gen 3:8): temieron a Dios y ya no lo vieron
como parte de su matrimonio. Se confundieron en cuanto a quién era su enemigo (Gen 3:12); se culparon el uno
al otro. Esto sucede cuando se piensa que el problema es el cónyuge. Justificaron su pecado y perpetuaron el
problema (Gen 3:12); no reconocieron su culpa en el pecado; lo justificaron en vez de arrepentirse. En
consecuencia: El matrimonio es un pacto que debiera durar mientras que las dos personas que lo contrajeron
vivan. El plan de Dios es la permanencia del matrimonio, no su disolución (ello sucede por la dureza del corazón,
lo que es igual a decir que es por egoísmo, incapacidad de renunciar a nosotros, orgullo, o cualquier cosa similar
–obras de la carne—). En el matrimonio, nuestras promesas debemos cumplirlas a pesar de que la otra persona
no cumpla las suyas. Si nuestra pareja o nosotros no cumplimos nuestra parte, Dios se va a encargar; estamos
fallándole a Dios porque lo juramos ante El. Si cumplimos nuestra parte y nuestra pareja no, Dios se va a
encargar de bendecirnos por nuestra fidelidad; Dios va a derramar sobre nosotros sus bendiciones, supliendo El
personalmente las necesidades que nuestra pareja no cumple.
El hecho de que en este pasaje la creación del hombre y la mujer se mencionen como situaciones simultáneas,
remarca tres principios inherentes a la naturaleza humana: Igualdad: varón y hembra los creó. Dignidad: creó Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Responsabilidad: y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread
en ....”(peces, aves, bestias). Es importante hacer notar que delante de Dios lo que hay es una delegación de
responsabilidad, por un principio de orden, de la misma manera que en la Trinidad hay un orden aún cuando el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno e iguales en relación con la deidad, pero cumplen diferentes
actividades. Al igual que en la Trinidad, la delegación de responsabilidades no implica superioridad de uno e
inferioridad de otro. En todo caso implica que el hombre es responsable de servir, honrar y dar su vida por la
mujer, porque “el que quiera ser el mayor –cabeza—hágase el menor y sirva a los demás” (Mar 10:42-45). “No es
bueno que el hombre esté solo.” (Gen 2:18). Lo único en la creación que no era bueno era que el hombre estuviera
solo. Dios nos creó para que ansiáramos tener compañía, tanto la suya como la de otros seres humanos. La idea
de crear a un hombre y una mujer fue de Dios (Gen 1:27).
La creación de las dos clases de personas no se hizo para humillar a la mujer; en realidad es un testimonio, pues
la creación estaba incompleta sin la mujer. Si Dios hubiera querido que la mujer mandara, la hubiera hecho de un
hueso del cráneo de Adán. Si Dios hubiera querido que la mujer fuera la alfombra del hombre, la hubiera hecho de
un hueso de los pies de Adán. Pero como quería que fuera su compañera, la hizo de una costilla sacada del
costado de Adán, cercana al corazón, para que la amara, y que estuviera a la par de él, para que al abrazarla le
diera protección y seguridad. El matrimonio fue diseñado por Dios para satisfacer el primer problema de la raza
humana: la soledad (Gen 2:18-22). El hombre solo: "no es bueno". “Ayuda idónea”. Se refiera a una relación
benéfica en que una persona ayuda a sostener a otra como amiga, compañera y aliada. Ayudadora en el sentido
del Sal 46:1: “...amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, que es equivalente a Ecle 4:9-12.
Que se completen el uno al otro. “De la costilla”. Somos tan diferentes corporal, emocional y hasta
espiritualmente hasta el punto que somos complementarios e iguales en valor delante de Dios: “Hueso de mis
huesos y carne de mi carne” “Esta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne” El amor de un hombre hacia
una mujer tiene el poder de transformar el concepto que una mujer tiene de sí misma (el concepto que Cristo
-nuestra cabeza- tiene de nosotros –la iglesia-, ha tenido el poder de transformar nuestro concepto de sí mismos)
(Efe 5:22-31). El matrimonio fue planeado y decretado por Dios para traer felicidad y no desdicha (Gen 2:23). "Al
fin tengo a alguien que me corresponda". ”Al fin he hallado a una que puede complementarme, que me quita la
soledad, a quien apreciar tanto como a mi propia carne". "Ella es bellísima, es perfectamente adecuada para mi;
ella ser lo único que necesitaré".
Si el matrimonio no está produciendo en nosotros gozo, paz y bendición, el problema no es el diseño de Dios (que
todo lo hace perfecto); el problema está en nosotros, en las viejas formas de pensar respecto al matrimonio,
heredadas del diablo, el mundo y la vieja naturaleza (ya muerta) que están “prendidas” en nuestra carne. “Por
tanto...”: El hombre deja el cuidado de sus padres (crece). Se une con su esposa (se compromete con ella). Se
convierten en una sola carne (forma una unión inquebrantable). El matrimonio tiene que comenzar con un
abandono de todas las demás relaciones a fin de establecer una relación permanente entre un hombre y una
mujer (Gen 2:24). Si es necesario dejar la relación más estrecha (con los padres), cuánto mas las otras
relaciones menores. Enfocar sus vidas el uno en el otro, en vez de tratar de que otro individuo o un grupo de
personas satisfaga sus necesidades emocionales. Igualmente hay que dar a las cosas una prioridad secundaria:
negocios, carrera, casa, pasatiempos, intereses, deportes, etc. Cualquier cosa que sea importante en la vida
(excepto Dios), debe ser menos importante que la relación matrimonial). El matrimonio exige una unión
inseparable del esposa y su esposa a través del tiempo de su vida (Gen 2:24). Ello significa estar soldados los
dos de tal modo que no puedan separarse sin daño mutuo. El matrimonio significa unidad en el sentido más pleno
posible e incluye la unión física, intima, sin vergüenza (Gen 2:24-25). El sexo implica un "conocer": conocimiento
físico, íntimo, tierno, personal.
El matrimonio tiene que ser monógamo y heterosexual. En la Biblia, las relaciones sexuales de una persona
casada con otra persona se llaman “adulterio”, y el adulterio es pecado. En la Biblia, las relaciones sexuales de
un hombre con otro hombre, o de una mujer con otra mujer, son el resultado de que las personas no toman en
cuenta a Dios y por ello Dios las entrega a su mente reprobada para hacer cosas que no convienen, entre ellas, el
uso anti-natural de sus cuerpos, teniendo relaciones sexuales unos con otros y unas con otras, lo cual es
resultado del pecado, y por ende, pecaminoso también. La unión matrimonial nos da una nueva identidad: una
mente, un corazón, un cuerpo. Esta es la razón por la cual el divorcio tiene un efecto tan devastador: no quedan
dos personas sino dos fracciones de una. Dios, el Centro (Ecle 4:12). Dios nos creó varón y hembra, a imagen de
El nos creo. Solo juntos, unidos, podemos llegar a alcanzar la plenitud. Para alcanzar esa plenitud, esa unidad,
necesitamos del amor y el perdón. Un corazón que ame y perdone solo puede ser cuando tenemos a Cristo en
nuestro corazón: la máxima expresión del amor y el perdón; cuando El guía nuestros caminos (y los endereza
cuando es necesario). Dios no diseño el matrimonio para que lo lleváramos adelante solos.
Separados de El nada podemos hacer (Jn 15:4). La relación para ser más cercana, solo puede serlo cuando nos
acercamos más a Dios. Lo que nos une espiritual, emocional y físicamente, de manera definitiva es el AMOR, y
Dios es amor. Cuando hay amor, hay perdón, respeto y honra, confianza y compromiso, que son los otros pilares
del matrimonio. Los cuatro pilares del matrimonio. No todo ni siempre en el matrimonio va a ser agradable, fácil,
placentero, emocionante, etc., pero siempre va a ser bueno. Todas las cosas obran para nuestro bien (Rom
8:28-30). Los planes de Dios para con nosotros son planes de bien, para que tengamos un futuro y una esperanza
(Jer 29.11). La vida del justo (y la de nuestro matrimonio incluída) en el plan de Dios siempre va en aumento (Prov
4:18). Para ir adelante, hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo con respecto a nuestro
matrimonio (la plenitud matrimonial): Cuatro ingredientes: ♣ Amor y perdón. ♣ Visión (lo que Dios quiere de
nuestro matrimonio) y entendimiento (de los principios de la Palabra de Dios). ♣ Respeto y honra (a pesar de
nuestras diferencias). ♣ Confianza (creer en la otra persona) y compromiso (para toda la vida)