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Hamlet

Escrita y estrenada en torno a 1600-1601, esta tragedia en cinco actos en verso y en


prosa de William Shakespeare ha llegado hasta nosotros en varias redacciones: el "en
cuarto" de 1603 o primer en cuarto; el "en cuarto" de 1604 o segundo en cuarto; y el
"infolio" de 1623. El segundo en cuarto representaría el texto original del drama, del
cual derivarían los otros textos en mayor o menor medida.

William Shakespeare

La historia de Hamlet fue narrada por Saxo Grammaticus en la Gesta de los


daneses (libros III y IV, capítulos 86-106), de principios del siglo XIII. Llegó a
Shakespeare a través de las Histoires Tragiques de François de Belleforest y de un drama
perdido (el llamado Ur-Hamlet), que probablemente se representó en 1587 o 1589. Hay
algunas divergencias importantes entre la narración de Belleforest y el drama
shakesperiano: en el relato del francés, Hamlet sabe desde el principio cómo murió su
padre, por lo cual su fingida locura tiene una magnífica justificación; por otra parte, no
muere en el cumplimiento de su venganza y es capaz de obrar enérgicamente en el
momento preciso.
Cabe imaginar que algunos de los elementos nuevos fuesen introducidos por aquel
drama designado por los críticos, con prefijo alemán, Ur-Hamlet, o sea, "Hamlet
primitivo": así la muerte del protagonista, el espectro del padre, la escena del drama
dentro del drama y el duelo final con Laertes, elementos que hacen pensar en Thomas
Kyd (1558-1594) como autor de esta obra hoy perdida. En el Ur-Hamlet, Hamlet era
probablemente un vengador agresivo; al readaptar la obra, Shakespeare dio al
protagonista un carácter melancólico, que se puso de moda a principios del siglo XVII,
para justificar el retraso de la venganza; el centro del drama se trasladó así de las
intrigas del rey Claudio a las reacciones en el ánimo del dubitativo y pesimista Hamlet.
El argumento

El rey de Dinamarca (padre de Hamlet) ha sido asesinado por su hermano Claudio, que
ha usurpado el trono y se ha casado, sin respetar las costumbres, con la viuda del
monarca y madre de Hamlet, Gertrudis. Todo ello ya ha ocurrido al empezar la obra,
causando la natural consternación en Hamlet, que ignora el alcance de la intriga que
acabó con su padre. Pero el espectro del difunto rey se aparece a Hamlet en la muralla
del castillo de Elsinore, refiere a su hijo las circunstancias del delito y le pide venganza.
Hamlet promete obedecer, pero su naturaleza melancólica lo hace irresoluto y lo obliga
a diferir la acción. Mientras tanto se finge loco para evitar la sospecha de que amenace
la vida del rey; se cree que ha turbado su mente el amor de Ofelia, hija del chambelán
Polonio, a la que, habiéndola cortejado anteriormente, trata ahora con crueldad.

Hamlet comprueba la veracidad del relato del espectro haciendo representar ante el rey
un drama (el asesinato de Gonzago) que reproduce en la ficción las circunstancias del
delito real; durante la representación, su tío el rey Claudio es presa de la agitación, lo
que delata su culpabilidad a ojos de Hamlet. En una escena en la que clama contra su
madre como cómplice del crimen, Hamlet supone que el rey Claudio está escuchando
detrás de una cortina; saca la espada y la atraviesa, matando así accidentalmente al
chambelán Polonio, padre de Ofelia. El rey Claudio, decidido a hacer desaparecer a
Hamlet, lo envía a Inglaterra con Rosencrantz y Guildenstern, pero los piratas capturan
a Hamlet y lo devuelven a Dinamarca.
Fotogramas de Hamlet (1948), de Laurence Olivier
A su llegada encuentra que Ofelia, loca de dolor por la muerte de su padre a manos de
su antiguo amor, se ha ahogado. El hermano de la muchacha, Laertes, ha vuelto para
vengar la muerte del padre de ambos, Polonio. El rey, aparentemente, quiere
apaciguarlos e induce a Hamlet y a Laertes a rivalizar, no en un duelo, sino en una
partida de armas que selle el perdón; pero a Laertes le dan una espada con punta
envenenada. Mientras se baten, la reina Gertrudis bebe la copa envenenada preparada
para el caso de que su hijo no fuera alcanzado por la espada de Laertes. En el lance se
intercambian los floretes, y tanto Laertes como Hamlet resultan heridos por la espada
mortal; detenida la lucha, muere la reina Gertrudis, Laertes confiesa el engaño y, antes
de morir, Hamlet da muerte al rey. El drama concluye con la llegada del puro Fortimbrás,
príncipe de Noruega, que se convierte en soberano del reino.

Riqueza y modernidad
Entre las escenas más famosas figuran la del monólogo de Hamlet (acto III, escena 1)
que empieza con el célebre verso "Ser o no ser, ésta es la cuestión" ("To be or not to be:
that is the question"), o la del cementerio, donde Hamlet despliega sus reflexiones ante
la calavera de Yorick, bufón del rey. La valoración de Hamlet, en la mayoría de los
críticos, se reduce a una valoración de la singular caracterización del protagonista,
expresamente concebido como viviendo una vida suya y externa al drama, de donde
procede su fascinante modernidad; en su escisión entre la acción y la abulia, entre la
conciencia del deber y la conciencia de la podredumbre y sinsentido de mundo, el
personaje preludia e incluso supera a los productos de la narrativa existencialista. En
esta apreciación, los críticos han sido seguidos por muchos directores escénicos que
sacrifican al personaje de Hamlet todo el conjunto del drama, cortando sin
preocupación, al representarlo, escenas consideradas secundarias desde tal punto de
vista.
Pero el juicio sobre Hamlet es extraordinariamente complicado debido a la riqueza
interior del personaje y a una serie de aparentes incongruencias cuyo examen está lejos
de ser una ociosa divagación. ¿Por qué, por ejemplo, Claudio no interrumpe el drama de
Gonzago, que reproduce las circunstancias de su delito, a la sola vista de la pantomima
que precede a la declamación de los actores? ¿Por qué Hamlet emplea persistentemente
con Ofelia un lenguaje obsceno e insultante? A tales preguntas, los estudiosos que se
sitúan en una perspectiva estrictamente histórica responden alegando las frecuentes
incongruencias de los dramas de la época: el director inglés Harley Granville-
Barker llegó a decir que "la intriga, como tal intriga, está desarrollada con escandalosa
incompetencia". Otros críticos sostienen que gran parte del desarrollo se ha perdido y
que el verdadero problema de Hamlet consistiría en tratar de reconstruirlo.
Sólo Kenneth Branagh llevó al cine la obra íntegra en
Hamlet (1996), un filme de cuatro horas de duración
Así, mientras la crítica psicologista explica la actitud de Hamlet hacia Ofelia como el
resultado de la náusea sexual provocada en el príncipe por la conducta materna, los
eruditos relacionan tal actitud con la intervención de Ofelia en el Ur-Hamlet, donde
probablemente, como en el relato de Belleforest, la joven no era más que un instrumento
del tío de Hamlet para seducir al príncipe. Y el lenguaje que Hamlet emplea con ella es
precisamente el que adoptaría hacia dicho instrumento, aunque Ofelia no sea tal cosa
en el drama de Shakespeare.

Hamlet lo habría deducido de haber oído las palabras de Polonio al rey en la segunda
escena del segundo acto: "At such a time I'll loose my daughter to him" ("En ese
momento le soltaré a mi hija"). El verbo "loose" no sólo implica que Polonio, que hasta
entonces ha prohibido a Ofelia que se comunique con Hamlet, la dejará en libertad, sino
que contiene una alusión al ayuntamiento de caballos y reses, para el que los isabelinos
empleaban dicho verbo. Casi inmediatamente, después de interrumpir este diálogo al
entrar en escena, Hamlet llama a Polonio "a fishmonger" (pescadero), epíteto que se
daba a los rufianes, y compara a su hija con un "carrion flesh" (carroña, pero también,
en jerga isabelina, prostituta). Hay pues que imaginar, para explicar la actitud hacia
Ofelia, que Hamlet ha oído esta frase de Polonio e interpretado siniestramente la
conducta de Ofelia a la luz de la frase de su padre; en tal caso, como sugiere Dover
Wilson, debe corregirse el texto adelantando en unos versos la anotación "entra
Hamlet".

Nota central de la tragedia es ciertamente la de la frase "The native hue of resolution is


sicklied o'er with the pale cast of thought" ("El color natural de la resolución se enferma
con el pálido tinte del pensamiento", III, 1, 85), con que Hamlet concluye el célebre
monólogo. No hay respuesta a si es preferible «ser o no ser», vivir el doloroso papel a
que nos aboca el mundo o escapar de él mediante la muerte, porque también el más allá
es incertidumbre; pero sí se retrata a la naturaleza humana como acobardada por su
propia racionalidad, incapaz de resolver cualquier dilema paralizante. Con Hamlet, que
encarna esa actitud que ha sido definida como una enfermedad de la voluntad,
contrastan Fortimbrás y Laertes, hombres de acción. Las alternativas de frenesí y de
apatía del carácter central señalan el ritmo de toda la tragedia, ritmo que puede
calificarse de febril con sus paroxismos y con sus languideces, y que da al drama su
fascinación indistinta, tan difícil de analizar, pero siempre intuida por el auditorio pese
a las habituales reducciones y deformaciones cometidas en su puesta en escena.

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