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Ross: (off) bueno. Buenos días. ¿Hablo con la señora Olivia Bonfil?
Ross: esta llamada es de parte de la empresa de aire acondicionado. Reportaron una falla.
Olivia: sí.
Ross: pero alguna forma debe de tener para bajar su temperatura cuando se encuentra… caliente. ¿Cómo
se baja usted lo caliente?
Olivia: bueno, todo depende de qué tan caliente me encuentre. Puedo poner el ventilador, darme un buen
regaderazo, o a veces basta con abrir un poco las ventanas.
Olivia: pues, no mucho en realidad. Traigo ropa de algodón y es bastante holgada. El algodón es muy
bueno para contrarrestar el calor.
Ross: sí, sí, claro. Oiga, ¿y sus pantaletas también son de algodón?
Olivia: ¿mis pantaletas? (Las revisa) bueno, aquí dice… 80% poliéster, 10% lino y 10% (se detiene
suspicaz)… oiga, usted no es del aire acondicionado ¿verdad?
Olivia: ¡grosero! ¡Mal educado! ¡Loco! ¡Ya te he dicho que dejes de llamar!
Ross: te voy a follar en el piso del baño (Olivia cuelga y se queda pensativa)…
Olivia va distraída donde está él. Marcel está pintando sobre un gran lienzo.
Olivia: ¡ah!
Marcel: espero que esos idiotas de la galería me den el visto bueno. (Para sí) no me gusta esta parte. Creo
que falta más oscuro en los claroscuros.
Olivia: oye, Marcel, tú… ¿tú me harías el amor en el piso del baño?
Marcel: (distraído viendo el lienzo) ¿en el piso del baño? Te podría dar una neumonía, eres muy enfermiza.
Marcel: (con pesadumbre) ¿y por qué en este momento? (Olivia se pone triste) Está bien. Déjame
intentarlo. No te prometo nada, pero déjame intentarlo. Sirve que aprovechemos los condones
comestibles que compré el otro día.
Olivia: me hubieras dejado pagar esos condones, después de todo soy yo la que se los va a comer.
Marcel: no empieces. De un tiempo para acá, siempre eres tu quien saca la billetera, y eso me pone mal.
Me gustaría encargarme de algo que me hiciera sentir de nuevo el marido de esta relación.
La monta.
Marcel: todo bien. Estoy… imaginándome a una maestra que tuve en la primaria.
Marcel: ¡está funcionando! ¡Está funcionando! Ahora sí, (palmándose el pene) mi amigo Kevin está
despertando. ¡Te voy a dejar caminando como becerro recién nacido!
Olivia: ok.
Olivia: ¿cosas? ¡Hum! Qué será…. El otro día habló mi mamá, estaba triste porque cambiaron al muchacho
que da el clima. Ella es muy aprehensiva ¿sabes? Es por eso (la interrumpe)…
Marcel: no me refería a ese tipo de cosas. Sino a… ¡ya sabes! ¡Cosas! ¡Cosas sucias!
Olivia: (insegura de lo que dice) ¡ay! Métemela toda. Así, más, más. Cógeme como te cogerías a tu maestra
de primaria.
Olivia: (toma confianza) ¡vamos maldito cerdo fracasado! (Marcel se empieza a sacar de onda) ¿No
puedes? ¿Qué tal si le pido al conserje del edificio que me coja? Tal vez él sí pueda.
Olivia: ¡yo no quería humillarte, tú me obligaste! Además no soy muy creativa. Ya me conoces.
Marcel: eso te pasa por ver tanta televisión. ¿Don Rutilio, el conserje? ¡Por Dios! La única forma en la que
me lo puedo imaginar, es vestido con una piel de tigre, dibujando bisontes en las paredes.
Marcel: está bien. No puedo verte triste. Por qué no intentas… ya sabes.
Olivia: ¿qué?
Olivia: ¿qué?
Marcel: bueno. Puedes darme unas feladas, por favor. La última vez casi funcionan.
Marcel: así… eso es. No lo estás haciendo mal, eh… ¡Se está parando! Muy bien Kevin, muy bien. Vamos
flojonazo, es hora de despertar. ¡Síii! (Grita) ¡Keviiiiiin!
Marcel: no intente nada, estoy armado. (Hace ademán como de sacar algo de la bolsa pero está desnudo).
Marcel: ¿Mónica?
Mónica: la última vez que me quedé aquí le saqué una copia a tus llaves. ¡No me regañes! Sé que hice mal
en no decirte. Y disculpen mi manera de entrar, pero un viejo asqueroso me venía siguiendo con el pene
de fuera.
Mónica: no es que me incomode, de hecho, el tipo tiene buen pene. Pero no es la manera de abordar a
uno. Voy a dejar esto.
Pasa a la habitación.
Marcel: se ve…
Entra Mónica.
Sale.
Marcel: pero no era cualquier tipo de loca. Era de esas locas mal encaradas, con un cencerro atravesado
en la punta de la nariz, y una parte del cabello rapado y la otra de color púrpura. Vestía como si hubiera
sido víctima de Hiroshima ¡Y para colmo feminista!
Olivia: no, no, no. No empieces Marcel. Sé que no son muy compatibles, pero no quiero que seas grosero
con ella. Ya la conoces, es muy sensible. Además somos como hermanas.
Olivia: ¿Kevin?
Mónica: pensé que estaban haciendo un trio. Me sentí tan entusiasmada por ustedes.
Pasa a la habitación.
Mónica: (off) ¿qué me cuentan? Tenía tanto de no verlos. Pensé que por lo menos ya serían padres.
Olivia: (a Marcel) no empieces. (A Mónica) pues a mí me está yendo de maravilla, ahorita llevo un caso
muy importante sobre un asqueroso pederasta.
Entra Mónica.
Mónica Sale.
Entra a la habitación.
Marcel: CUANDO UN ARTISTA ATRAVIESA POR UN PROCESO CREATIVO NO PUEDE TENER DISTRACTORES.
Entra Mónica con un camisón muy corto que deja ver lo sabrosa que está. Marcel se queda pasmado. La
sigue con la mirada.
Mónica: Olivia, Marcel, seré directa: vengo a quedarme. Tranquilos, solo serán unos meses, en lo busco
trabajo y soluciono algunas cosas. Y necesito que me presten dinero. (Viendo a Marcel) Esta vez lo pagaré
todo, que se muera mi madre si no cumplo.
Olivia: bueno, lo digo por lo de… atravesar el proceso creativo y esas cosas.
Marcel: tonterías. ¡Claro que te puedes quedar Mónica! El tiempo que necesites.
Mónica: ¡excelente! Chicos les debo una disculpa, no debí interrumpirlos. ¡Pero hubieran hecho como si
yo no existiera! No tiene nada de malo. El ver a otras parejas follando estimula el rejuvenecimiento de la
piel, desinflama los parpados y ayuda al buen funcionamiento del hígado. Me lo dijo un chino que fue mi
gurú, y después fue mí amante y cuando terminamos de ser amantes, volvió a ser mí gurú. Y tiene razón,
lo comprobé cuando estuve dos meses de excursión con una tribu australiana, no recuerdo el nombre,
pero tenían costumbres muy divertidas. Follaban unos frente a otros mientras los niños jugaban por ahí.
Jajajaja.
Marcel: (fanfarrón) ¡Jajajaja! Siempre me ha interesado la concepción del sexo en otras culturas.
Olivia: (sorprendida) ¡pero sí tú mismo me has dicho que ni siquiera te gusta desnudarte frente a otros
hombres!
Marcel: (contrariado) bueno, pero cuando digo eso, me refiero a… hombres, hombres de aquí, de esta
ciudad. Con hombres australianos sería distinto.
Mónica: una vez, estaba de vacaciones en el Congo con un novio hippie que tuve. Pagó quinientos dólares
por ver cómo me follaba un africano de casi dos metros. Fue una experiencia interesante. Deberían
practicarlo alguna vez, ¿no crees Marcel?
Marcel: (contrariado) este… no estoy seguro. Lo digo más que nada por Olivia. Dicen que los africanos no
tienen muy buena higiene…
Mónica: no huelen a Channel, pero definitivamente tienen menos enfermedades venéreas que un
sacerdote.
Olivia: (cambiando de tema) no esperábamos volverte a ver por aquí. Siempre dijiste que odiabas esta
ciudad.
Mónica: la sigo odiando, me trae malos recuerdos. Así que para venirme a refugiar aquí, ya te puedes
imaginar lo mal que ando.
Mónica: me divorcié.
Marcel: ¡perfecto!
Mónica: no lo lamentes. Fue lo mejor. Por cierto, espero no incomodarlos pero me instalé en su
habitación, necesito tener una ventana cerca, creo que estoy desarrollando claustrofobia o algo así.
Mañana platicamos a fondo, estoy hecha polvo. ¡Uff! El Valium ya empieza a hacer efecto y aun no hago
mis ejercicios faciales. Descansen chicos.
OSCURO
CUADRO 2
Mónica: repentinamente me desperté a mitad de la noche. No bastó ni un segundo para darme cuenta
de que algo extraño sucedía. Era como… como si yo estuviera dentro de mi cabeza, ahí sentada, con mi
pijama de Betty Boop y toda la cosa, pero dentro de mi cabeza. Podía sentir que los ojos que recorrían la
habitación no eran míos, pertenecían a algún otro cuerpo, el de un extraño. Las paredes, el buró, las
persianas, el cuarto entero me parecía tan… irreconocible.
Empecé a tener pensamientos angustiosos acerca de mi vida. ¡Toda llena de fracasos! Y lo que me
esperaba: la vejez, la enfermedad, ¡la muerte! De pronto, se comenzó a formar una imagen; era mi cuerpo,
acostado sobre una plancha de metal, en estado de descomposición. Aquí (se pone la mano en la mejilla)
se alzaba una capa de piel reseca y verduzca. El corazón me empezó a palpitar muy fuerte. De un codazo
en las costillas desperté a mi esposo, seguramente transpiraba angustia porque apenas me vio, me abrazó
y me dijo que todo iba a estar bien... Cuando al fin pude tranquilizarme nos volvimos a acostar, pero me
fue imposible dormir.
Y comencé a pensar si en realidad era esa la vida que yo quería. Siendo él tan mayor, irremediablemente
iba a llegar el momento donde tuviera que limpiarle el culo y cambiarle los pañales. ¿Iba yo a poder
acostarme junto a una persona que todo el tiempo huele a orín? ¿En verdad era tan humanitaria como
para dejar lo último de mi juventud en eso? Lo dudé Olivia, en verdad lo dudé. Porque, después de todo
¿qué más podía ofrecerme? ¡Sí, ya sé lo que piensas! ¡Dinero! Pero créeme, cuando lo tienes puedes
confirmar que en verdad no lo es todo. ¿Dónde queda el buen sexo, las drogas, la ocurrencia de escapar
en cualquier momento a cualquier sitio? Él no podía darme nada de eso. Con decirte que una vez le
propuse caminar bajo la lluvia y terminó necesitando respiración asistida por dos meses… Así que, una
buena mañana, me marché dejando una nota de despedida bajo el vaso donde metía su dentadura. ¡Ah!
pobre Gustavo… ¿Olivia, me estas escuchando?
Olivia: sí, sí, claro. Gustavo no era mal tipo, cuando lo conocí tuvimos una plática muy agradable. Él pudo
pagar para que acabaras tu carrera o para estudiar cualquier otra cosa.
Mónica: ¡pero el éxito laboral tampoco lo es todo! No sé si soy megalómana o qué diablos me pasa, pero
creo que hay cosas mejores.
Mónica: la casa de la playa, está en disputa. Si todo sale bien, tal vez la rente o la venda, no lo tengo claro
todavía. ¡Esa casa es todo lo que me queda! Con los salarios que gano nunca podré asegurar nada. Olivia,
no quiero acabar mis días viviendo en la miseria.
Olivia: tranquila, te puedo apoyar con eso, tengo un amigo que (la interrumpe)…
Mónica: gracias, pero ese tipo de asuntos prefiero tratarlos con extraños. En fin… Pero cuéntame ¿cómo
va tu caso?
Olivia: hasta ahora muy bien… No le digas nada a Marcel pero, Mondragón & Asociados pidieron mi
currículo. Si logro que lo encierren, sin duda me contratan. Estoy pidiendo la condena máxima.
Olivia: ¡violó a una niña de quince años! Un monstruo así, menos no se merece. Maldita gente asquerosa.
Mónica: solo pienso que después de todo no es culpa suya que la única forma de obtener placer, sea de
esa manera. Supongo que si la justicia fuera más amplia y más justa, tendría que ser otro el juzgado.
Mónica: ¡me refiero a Dios! Pero bueno, no sabemos su paradero, así que alguien tiene que pagar, en este
caso ese pobre miserable.
Mónica: un dealer. (Fastidiada) Filósofos, activistas, psiquiatras, ¡bola de papanatas! Pero bueno, cada
quién pierde el tiempo con lo que más le haga sentir importante.
Mónica: Olivia, no seas así. Los dealer también tienen cerebro, aunque no lo aparenten. Y por la forma en
la que me follaba podría haberme convencido de que la tierra es plana. El sexo es el que manda, cariño. Si
alguien viene a este mundo sin poder ejercer el mayor privilegio de estar vivo, me refiero al placer, eso sí
que es una verdadera injusticia.
Marcel: hola mi amor (besa en la frente a Olivia). Hola Mónica ¿Cómo te fue en el casting?
Mónica: quedé.
Mónica: ya no puedo comprometerme en algo más profesional. Cuando salí del psiquiátrico intenté
reintegrarme, pero estuve tan alejada de la actuación que perdí el valor. ¿Qué es eso que traes ahí?
Mónica: (lo mira con gravedad) hay algo de Stella es la búsqueda de las formas, pero pretendes una
carnosidad más intensa que me recuerda a Chaim Soutine. Como si la capa de pintura fuera una pasta de
carne untada, que nos remite a una tensión a la vez turbulenta y estática del fracaso, la culpa y la neurosis.
¡Bastante bien logrado! Y aquí sugieres algo más vitalista, pero te desplomas en un infantilismo digno de
un estudiante de facultad, queriéndonos apantallar con una combinación que pretende, es más, ni siquiera
llega a ser una pretensión, yo lo llamaría ocurrencia; una ocurrencia sobre la realización humana. Tema
serio, (a Marcel) no intentes engañar a nadie, sobre todo a ti mismo. Y por este lado (la interrumpe)….
Sale.
Mónica: no tienes por qué tomarme en serio. (A Olivia) llevé unos cuantos semestres de apreciación
artística en la universidad. ¿Y tú qué opinas Olivia?
Entra Marcel.
Olivia: ¿yo? (tratando de imitar a Mónica) pues… toda esta parte en colores tan ¿alegres? Me recuerdan
al jardín de mi abuelita. (Silencio) ¡A mí me parece todo muy bonito!
Marcel: … sí, sí. Me darán… un mes entero e invitarán a Lerón Garcia a la exposición.
Mónica: (sorprendida) ¿Lerón Garcia? ¿El coleccionista? ¡Wou! Prepárate muy bien. ¡Dios mío! Los dejo.
Es primer día de ensayo y ya voy tarde.
Sale.
Olivia: ¿crees que vaya mucha gente a la exposición? La última vez estuvo prácticamente vacía.
Marcel: mentí.
Olivia: ¿cómo?
Marcel: ¡LERÓN! no Aarón. Lerón, Lerón García. Y ya quisiera tener la fortuna de que se fijara en mi trabajo.
Marcel: veras, cariño, existe algo que se llama sentimiento de humillación, y es más fuerte cuando hay un
extraño presente… Mandé mi portafolio a la galería Lanz. ¡En lo que he tenido que caer! Espero que ahí
tengan un buen criterio.
Marcel: amigos que antes despreciaba su trabajo, ahora se encuentran en otros países intercambiando
sus “artesanías” por cientos de billetes. ¡No puedo evitar sentir envidia! Y yo aquí, mírame, rogando por
ser aceptado en galerías de medio pelo. Buscando decir algo que ni siquiera sé si vale la pena decir, o si a
alguien le interesa. Como un vagabundo hundiendo la mano en un bote de basura que ya otros se
encargaron de dejar vació. ¿Y qué si lograra ser aceptado? Un tiempo de calma, y después, sería volver al
círculo sabiendo que de mi memoria no quedaran ni las huellas. Y así, con esa certidumbre, caminarlo día
tras día, día tras día. Hasta que la muerte se sienta aburrida de tanto reír y diga: ¡ya basta!
Olivia: te puedes dedicar de tiempo completo a la fábrica de popotes, no sé gana tan mal.
Marcel: deberías de dejar de ver tanta televisión, solo te hace pensar en eso.
Olivia: tienes razón. Mientras voy a ver la tele (se corrige), voy a revisar unos papeles.
Marcel: ven para acá. Oye, el culo te está creciendo mucho, si sigues así vas a tener que terminar cagando
en la bañera. Y con el éxito que estás teniendo, seguro que hay más de uno esperando a que este (le da
una nalgada) aparato se quede sin dueño.
Olivia: grosero.
Sale Marcel.
Entra Marcel.
Marcel: ah, cierto. Por qué no lo dejamos para más tarde. Me desconcentré.
Olivia: (molesta) sí alguien viene a este mundo sin poder ejercer el mayor privilegio de estar vivo, me
refiero al placer, eso sí que es una verdadera injusticia.
Olivia contesta.
Ross: bueno, buenos días. Hablo del departamento de medicina familiar. Estamos implementando el
nuevo programa de prevención del cáncer de mama vía telefónica. ¿Podría decirme cuándo se realizó su
último chequeo?
Olivia: ¡qué amables! Pero mí último chequeo fue apenas hace dos semanas.
Ross: entiendo, y espero no incomodarla, pero existen más de (improvisa)… mil muertes al día por este
mal, y hablando solo de esta ciudad. Así que si pudiera sacarse ambos senos en este momento, para un
chequeo de rutina. Disculpe lo abrupto, pero todo sea por salvar su vida.
Olivia: entiendo. Deme un minuto. (Se saca los senos) listo, los tengo de fuera. ¿Ahora qué hago?
Ross: empiece por deslizar la palma de su mano de abajo hacia arriba, y cuando llegue a sus pezones deles
un pellizco.
Ross: ¿no sientes como… si quisieras que te follara en este mismo segundo?
Olivia: ¡lo sabía! Eres tú. ¡Cerdo! ¡Loco! ¿Por qué sigues hablando?
Ross: sigo hablando porque el solo pensar en acostarme contigo, hace que mi pene quiera cobrar vida
propia y salir en tu búsqueda.
Ross: el hecho de que quiera hacerte el amor no me convierte en una persona malvada ¿o sí?
Ross: si me dejaras hacerte lo que tengo en mente, el kamasutra pasaría a considerarse literatura infantil,
¡lo juro!
Olivia: ¿ah, sí? ¡No me digas! Y ¿qué es lo que se supone que quieres hacerme?
Ross: primero, nos desnudamos el uno al otro. Me pongo tras de ti y comienzo por lamer tu espalda, iré
subiendo hasta que sientas mi aliento hirviendo sobre tu nuca. Te rodearé con mis brazos hasta que mis
manos aprieten tus senos. Empezaras a sentir mi erección entre tus nalgas (Olivia comienza a tocarse los
senos) y yo iré oprimiéndome contra ti. Y bajaré una de mis manos hasta tu (lo interrumpe y deja de
tocarse)….
Olivia: ¡basta!
Olivia: yo no tengo idea de quién eres, así que no podemos tener este tipo de charlas. Y al parecer tú me
conoces (la interrumpe)…
Ross: vale, vale. Lo acepto, estas en desventaja. Me llamo Ross, Ross McDonald.
Ross: pues déjame decirte que de pervertidos sabes muy poco. Yo soy alto, de tez blanca, fornido, lo siento,
soy un adicto al gimnasio. Tengo barba abundante y pelo en pecho. Me dedico a la arquitectura, soy soltero
y el sexo es mi deporte.
Olivia: no te emociones. Quisiera conocerte para decirte que lo que haces no es correcto.
Ross: bueno, bueno. Tienes razón, he sido muy agresivo. Qué te parece si… solo nos tomamos una tacita
de té, nos conocemos, hablamos del clima, y con suerte terminamos siendo buenos amigos.
Olivia: ¡hummm! Ay, no sé… No sé. ¿Por qué me haces esto? No creo que sea buena idea…. ¡Está bien!
Pero solo será una tacita de té.
OSCURO
CUADRO 3
Marcel: eso es, muy buen trabajo Kevin, muy buen trabajo. (Grita) ¡Kevin!
Mónica: ¡ay, no sé cómo me dejé convencer de esto! Ya debería aprender que no es buena idea drogarme
a solas con un hombre. Siempre me pasa. ¿Quieres más piedra?
Mónica la prepara.
Marcel: unos activistas enemigos de los popotes hicieron un plantón. Pero no pienso regresar. ¡Cuidado!
Olivia no lo sabe.
Mónica: tengo que confesarte que, después de tu primera exposición, todos pensamos que ibas a ser el
artista de la década, (fuma. Se la pasa a Marcel) eras el único que tenía algo que decir.
Marcel: ¿sabes? Yo también tengo algo que confesarte, siempre me molestó tu presencia un poco. Parecía
que nunca venias sola, sino acompañada de un vendaval que arrasaba con todo.
Mónica: ¿y qué otra cosa se puede esperar de la hija de una madre soltera, promiscua y suicida? Pobre
mujer, definitivamente no estaba hecha para este mundo. Recuerdo que coqueteaba con mis amigos. Una
noche, la encontré en la cama con mi novio. Yo tenía trece años. Me regresé en cuclillas a mi cuarto, nunca
le dije nada. Aún recuerdo sus gemidos como si se la estuvieran follando en este momento.
Marcel: con una historia así, tienes suerte de ser amiga de Olivia.
Mónica: Olivia no lo sabe. Me intimida su forma de juzgar. Ella siempre ha sido tan recta.
Marcel: ¿recta? Yo la describiría como una pared de acero, siempre amenazando con caerte encima… Oye,
cuando estábamos en la facultad salimos algunas veces ¿te acuerdas? Siempre pensé que te gustaba.
Mónica: me gustabas.
Mónica: que tú corriste en dirección a Olivia. Pero no te lamentes, yo entiendo. Los hombres prefieren la
estabilidad. ¿Sabes? yo sentía cierto recelo de Olivia hacia mí. Insistía mucho en estar siempre a mi lado,
y yo llegué a pensar que era con la intención de desviar la atención de los chicos hacia ella. ¡Jaja! Siempre
he sido tonta, por eso los hombres solo me cogían y a las dos semanas no querían volverme a ver… Tú
eras una curiosa mezcla entre poeta, bandolero y playboy. Me hubiera gustado que pasara algo en serio.
Marcel: ¿y ahora?
Mónica: para mí la infidelidad es tan necesaria como ir a cagar. Yo siempre la he visto como unas
vacaciones: te renuevan y te dan perspectiva. Ahora que lo pienso debería estipularse en el contrato
matrimonial, de marzo a abril, y de agosto a septiembre, dos infidelidades por año. La taza de divorcios
descendería y tendríamos hogares menos estresados.
Mónica: Marcel… ¡Uf! No te voy a negar que traicionar a mi mejor amiga follando con su esposo, es una
idea que me hace dejar un charco en el asiento. Mira, mira como me has puesto (infla el pecho para exhibir
los pezones).
Mónica: ¡NO! Lo disfruté mucho, pero no se va a repetir. Escúchame (le toma la mano), de todos los que
han estado conmigo ninguno ha salido ileso. Podemos ser amantes ¿por qué no? Pero los hombres tienen
la mala idea de enamorarse de mí. No quiero hacerte daño.
Marcel: ¿enamorarme? ¡Por favor! No soy un niño. Tu misma lo dijiste, es solo eso, diversión.
Mónica: bueno ¿a qué viene todo esto? ¿Qué pasa con Olivia? ¿Todo bien en la cama?
Marcel: todo bien, supongo. Las sabanas están limpias y bien tendidas.
Mónica: mala señal. Toda relación empieza y termina en la cama. ¿Estás perdiendo interés en el sexo?
Marcel: ¿te parece que lo esté perdiendo? ¡Dios! No hay mujer que vea que no me quiera follar, excepto
a ella. Eso es lo raro…. Su maldito ego tan convencional… No sé qué me pasa, Mónica.
Mónica: recuerda, la sacaste de una cuna de oro. A todos los amigos nos sorprendió que te hiciera caso.
¡Era una monja! Hazte a un lado, tengo que salir.
Marcel: sin embargo, desde la noche en que entraste por esa puerta, te vi y sentí que volvía el deseo.
Todas las mañanas que te paseas en camisón enseñándome tu cuerpo, estoy a punto de saltar sobre ti. ¡Y
tú lo sabes! ¡Sabes lo que estás provocando!
Se besan.
Marcel: nada, nada. ¿Por qué? ¿Qué parece que estuviera haciendo o qué?
Olivia: pues no sé, tenías la ropa interior de Mónica en las manos (la toma de la cama).
Marcel: (nervioso) ¡ah! Te refieres a eso. Es que, cómo te explico… verás… ¡Estoy harto de que dejé sus
calzones siempre regados por cualquier lado! La otra vez encontré su sostén en el perchero de las llaves.
Olivia: ¿apenas? ¿No me dijiste que tenías una cita en la galería Lanz?
Marcel: ¡demonios! No sé cómo pude olvidarlo. Bueno, un poco de perfume y asunto arreglado.
Olivia: no está bien que seas irresponsable. Luego no te quejes si las cosas no salen como esperabas. Te
compré los oleos que me pediste.
Olivia: (nerviosa) porque… bueno, porque tal vez tenga una cena con mis colegas y… como nunca salimos
me gustaría usarlos esta vez. ¡Ah! Deben estar bajo la cama.
Marcel la sujeta.
Marcel: es que no creo que estén bajo la cama. Tú acostumbras a dejarlos en el ropero. Y tú eres muy
ordenada. Búscalos allá, yo los buscaré aquí.
Se inclina para buscarlos y sale Mónica con los zapatos de Olivia en la mano.
Marcel: (fingiendo sorpresa) ¿Mónica? ¿Es que acaso ya no puedo uno tener privacidad?
Mónica: estaba… (Ve su ropa en la cama) Estaba buscando esto (la toma).
Mónica va a la salida.
Mónica: lo abandoné, no pude soportarlo más. Sentía que mi compañera de escena lo hacía mil veces
mejor. ¡Y es una chiquilla de quince años! Pero no se preocupen, hay una vacante de maestra sustituta.
De hecho, tengo que irme a la entrevista.
Olivia: éxito. Por cierto, te mandó esto don Rutilio (le da un ramo de flores).
Mónica: ¡ay! Ese viejito coqueto. Bueno, los dejo. Voy a vestirme.
Sale.
Marcel: ¡listo!
Olivia: (le da unos billetes) ten, para tu pasaje. Y trae algo para la cena. Lo que más te guste.
Olivia: no te debes sentir un monstruo por esto. Cuando te paguen en la fábrica si quieres me invitas a
cenar.
Marcel la abraza.
Olivia se retoca el maquillaje, se alisa el vestido y se pone los zapatos de tacón. Suena el timbre.
Olivia: ¡van!
Abre.
Olivia: ¡oh! Disculpa, ya cooperamos la semana pasada para los Boys Scout.
Ross: sí, no tengo treinta y cinco, pero tampoco soy un niño, eh.
Olivia: ¿esto es una broma? (Revisándolo) ¿Dónde está tu barba abundante, tu pelo en pecho?
Olivia: ¡tu voz! ¿Qué le hiciste a tu voz? Sabes qué, mejor vete.
Lo va empujando a la salida.
Ross: está bien, mentí un poco. Pero, después de todo, solo vamos una tomar una tacita de té, ¿desde
cuándo es necesario tener pelo en pecho para eso?
Ross: Oliva, no me corras. No tienes idea de cuánto tiempo he esperado el momento de conocerte.
Olivia se detiene.
Ross: he seguido el caso del pederasta. Siempre compro los periódicos donde sales. Colecciono tus fotos,
eres muy bella.
Olivia: gracias.
Ross: y bueno, tu número, no te vayas a enojar conmigo pero, un día te seguí por la ciudad, ibas a pagar
el teléfono y escuché cuando le dabas tu número a la encargada. Mira, aún conservo el trozo de papel
donde lo apunté (se lo enseña).
Ross: supe que quieren modificar la sentencia para que la cumpla en un hospital psiquiátrico.
Olivia: sí, resulta que también fue violado de niño. Y los muy sínicos lo quieren usar en su defensa. ¡Pero
yo no pienso ceder hasta asegurarme de que no vuelva a poner un píe entre la gente decente! ¡Ay!
Discúlpame, me emocioné. Por lo general, aquí en casa, a nadie más le interesa eso. Y qué me dices de ti,
amiguito. ¿Estudias?
Ross: no. Tuve que dejar la escuela y conseguir un trabajo en una agencia de arquitectura. Vivo solo,
bueno, tengo que compartir el sitio con unos amigos, pero prefiero eso a haber seguido con la puta de mi
madre.
Olivia: oye, no sabes lo mal que te escuchas hablando así. Además, no es bueno que le digas puta a tu
madre.
Ross: ¡es que su amor es como tener puesta una maldita camisa de fuerza!
Olivia: ¿y dónde vive?
Ross: no tengo idea. Pero antes de irme le dejé las cosas bien en claro, no iba permitir que siguiera
controlándome. Por cierto ¿me prestas tu teléfono?
Olivia: tómalo.
Ross: (aún sonando el tono del teléfono, alzando la voz para ser escuchado por Olivia) qué tal arquitecto
Múzquiz. Solo para recordarle que los planos ya fueron enviados (contestan la llamada)…
Ross: sí, sí. Estoy bien. Escúchame, voy a llegar un poco tarde, después de salir de karate iré con mis amigos
a los video juegos (lo interrumpe)…
Mamá: ese niño me da desconfianza, usa pantalones muy ajustados. Pero está bien, puedes ir.
Mamá: ¿y mi beso?
Ross: ¡ay mamá! (Fastidiado) está bien. ¡Muac! ¡muac! Te quiero mami.
Mamá: y yo a ti mi niño hermoso. No olvides traer pan de regreso (entra Olivia. Ross corta la llamada pero
continúa con el auricular).
Ross: claro que sí, arquitecto. Yo me encargo de solucionar todo, usted descanse (cuelga). ¡Uff! Del trabajo.
A veces pienso que se aprovechan de mí. Se ve delicioso ese té. ¿Puedo pasar a tu baño?
Olivia: ¿y galletas?
Olivia: pues me parece muy bien. Pero no será conmigo. (Poniéndole la camisa) mira, Ross. Yo entiendo
que pienses estar enamorado. Alza el brazo. Te voy a decir un secreto. Cuando estaba en la secundaria
había un chico menor que yo, me encantaba. (Se hinca poniéndole el pantalón) se lo conté a mis padres y
me hicieron entrar en razón. Alza la pierna. ¡Simplemente no podía andar con él! La otra. Listo, es mejor
que te vayas, Ross.
Ross: Olivia, por qué no tomas en serio mis sentimientos. Tengo lo necesario para que la pasemos bien.
Mira mi pene. Tócalo. Tócalo y me iré. Y si miento que se muera Dios en este mismo momento.
Olivia: pero te marchas como prometiste. (Le acaricia el pene) ¿Eso es todo? ¿Qué placer puedes obtener
con esto? Es absurdo. (Lo empieza a hacer con pasión) y si lo que buscas es excitarme, te lo digo de una
vez, para mi es imposible irme a la cama con alguien que no amo (prácticamente lo empieza a masturbar.
Olivia jadea. Ross ya no la escucha, tiene los ojos en blanco) Solamente estoy obedeciéndote porque sé
que esto, al fin de cuentas, será una lección para ti. No está bien ser invitado a una casa y de pronto salir
desnudo con este pene tan hermoso, blanco, de un grosor tan perfecto, de un largo tan ideal, aparte tan
venudo como a mí me encanta (de golpe le baja el pantalón y se lo chupa).
Ross: o-o-O-O-Olivia.
OSCURO
CUADRO 4
Marcel está pintando y tomando. Tiene música puesta. Entran Mónica y Olivia, esta quita la música.
Olivia: Marcel, tu amiga está loca. Dice que ya se hartó de dar clases.
Mónica: a ninguno de esos chiquillos les interesa el teatro, así que no me siento mal por ello.
Olivia: (A Marcel) yo le digo que, si toma un taxi, aún está a tiempo de llegar a dar su clase. ¿Verdad,
Marcel? Además eres la que más alumnos tiene, ¿no?
Mónica: maricones de closet, gordos sin autoestima, chicas exhibicionistas. Están ahí por las razones
equivocadas. Hay solo un chico con talento, pero solo se dedica a espiarme las pantaletas. Muchas veces
termino con la sensación de estar dando terapias de superación personal.
Olivia: ¿y tú estás sordo o qué? Ya te había dicho que hoy vienen unos colegas. Trabajaremos hasta tarde.
Olivia sale.
Mónica: yo también.
Marcel: yo primero… Los de la galería Lanz me dijeron que es muy probable que acepten mi exposición.
Mónica: (disimulando. Se acerca al cuadro de Marcel) Olivia, Marcel tiene una noticia para ti.
Marcel: ¡uff! Está bien… Mira Olivia, cuando dos personas comparten tiempo, irremediablemente los lazos
se van estrechando. Y sin que nos demos (lo interrumpe apresurada)…
Mónica: lo que este borrachín te quiere decir, es que ha conseguido que el consejo curatorial de la galería,
esté a un paso de darle el visto bueno.
Olivia: (irónica) es lo mínimo que podías conseguir, después de un año de pedírselos, prácticamente, de
rodillas. Por cierto, ¿viste el careo? fue todo un show.
Marcel: sabes que odio la televisión. Solo me interesa cuando hay alguna catástrofe.
Olivia: ¡ay! qué cosas dices.
Olivia sale.
Marcel: llevamos más de un año pasándola de maravilla. Sin peleas, sin celos, sin nada de lo que lleva a
abajo a una relación. ¿O te pesa lo de Olivia?
Mónica: ya sabes que no. La sigo queriendo igual que siempre. ¡Marcel, escúchame! tengo algo que
decirte.
Entra Olivia.
Mónica: hablé con mi abogado y aunque no me aseguró nada, me dijo que llevo las de ganar. Ojalá tenga
buena suerte.
Olivia: sigue delegando todo a la suerte, pero que no te sorprenda si te quedas con las manos vacías.
Marcel: ¿segura? (Agarrando sus senos) ¿Tal vez te haga falta un poco de acción?
Olivia: (se separa de él) te puedo jurar que no me hace falta “acción”. Además no prometas lo que no
puedes cumplir. ¿A qué hora te piensas ir? No tardan en llegar mis amigos.
Marcel: ¡¿qué!?
Mónica: no tienes por qué sentirte comprometido. Puedo abortarlo, lo he hecho infinidad de veces, desde
que tenía catorce. ¡De hecho me sorprende que pueda seguir embarazándome!
Pausa.
Marcel: mira, Mónica, a mí siempre me ha entusiasmado la idea de ser padre. Igual podemos irnos y hacer
lo nuestro en otro sitio, en otro lugar.
Mónica: no lo sé. ¿Qué pasará si un día simplemente despierto y ya todo cambió? ¿O si con el tiempo
descubres que estabas mejor con Olivia?
Mónica: mira Marcel, yo estoy resuelta a dejar el trabajo de maestra. Mandé mi currículo a las oficinas de
cultura. El encargado no dejaba de verme el escote, seguro que me contrata. Pero tú sabes que todo lo
que gano, para lo único que sirve es para engrosar la billetera del abogado. Sin dinero toda relación puede
volverse un infierno.
Marcel: mi trabajo estará en negociaciones con coleccionistas importantes. Mi carrera artística volverá a
ser un éxito.
Mónica: bueno, pero aun así tendrías que deshacerte de ella (señala rumbo a Olivia). ¿Estás consiente de
eso?
Mónica: ¿cómo?
Marcel: le voy a decir la verdad, que nos amamos y que (lo interrumpe)…
Marcel: ¿qué?
Mónica: no le digas que es por mí. Simplemente dile que la cosa ya no funciona, que no la estás cambiando
por alguien más, ¡ay! ya sabes cuál es el protocolo cuando se quiere mandar al diablo a alguien, sin mostrar
que la mierda es uno.
Marcel: le voy a pedir el divorcio cuando regrese. ¡Ja! Ya quiero ver su cara. Se va quedar fría.
Mónica: te amo. ¡Uf! Creo que es la primera vez que lo digo sin buscar algo a cambio.
Sale Marcel.
Olivia: no creas, es doloroso para mí. Pero ya fui demasiado condescendiente y eso me causa repugnancia.
No es lo que yo tenía planeado cuando nos casamos. A veces me da vergüenza llevarlo a las fiestas con
mis colegas, se la pasa criticándolos. Aparte ¡lleva unas fachas! Lo ha de hacer apropósito. Dime ¿acaso
viste algún gesto de alegría por mi triunfo de hoy? ¡Al contrario! Siempre responde con sarcasmos... Oye
Mónica, no quiero que te ofendas pero, podrías salir una o dos horas por ahí. Solo mientras estoy en
reunión.
Mónica: para nada. De hecho quedé con don Rutilio, para platicar.
Olivia: ¡vaya amistades que te consigues! La otra vez me siguió con el pene de fuera, y eso que venía con
Marcel.
Mónica: ¡y tú la mía!
Sale Mónica. Olivia termina de retocarse el maquillaje. Suena el timbre, abre, entra Ross.
Olivia: ¡yo no puedo arriesgarme a que alguien me vea! Y no soy ninguna puta para que me cojas en un
motel.
Ross: ¡está bien!... ¡Los malditos de la oficina no me querían dejar salir! ¡Tuve que escaparme!
Ross: ¡wou! ¡La consola que quería! (Mientras quita el envoltura) Te vi en la tele, me encantó cómo le
dejaste el hocico bien cerrado a esos bastardos de Derechos Humanos.
Olivia: ¡ay! Ni me digas. Lo peor fue cuando la niña salió a decir que había sido “sexo consensuado”.
Olivia: pero el juez es un viejo conocido. ¡Ese bastardo se va a la cárcel porque se va! Tu personalidad me
ha influido mucho, eh.
Ross: mi único mérito es follarte como Dios manda que se folle a una mujer.
Ross: nada de eso. Ya sabes que la enferma de mi madre me prohibía tener novia. “Antes tenía que
graduarme”. ¡No sé qué demonios esperaba! ¿Qué le hiciera un agujero al título y me lo follara? Cuando
por fin me vi entre un par de piernas, quedé como un idiota, no tenía ni la más puta idea de qué iba el
asunto. Pensaba que lo normal era penetrar por el culo. Maldita pornografía, arruinó mis primeras
relaciones… ¡Maldita bruja! Muchas veces llegué a imaginar que me quería para ella.
Olivia: oye, Ross, estoy segura que para todo ese resentimiento que tienes hacia tu madre, debe existir un
motivo más profundo, que solo el hecho de que fuera tan posesiva contigo.
Ross: …está bien, me has hecho sentir un hombre, y cualquier mujer que logré eso, merece que le entregue
mi corazón con todo y vísceras.
Olivia: ¡Jesús! No había conocido a nadie con tanta pasión como tú. Mi esposo, a pesar de ser un artista
siempre es tan indiferente (la interrumpe)…
Ross: vale, vale. No me hables de ese cabrón. “Artista”. El día que me venga en gana, me siento a cagar
en un lienzo y lo que resulte superará a su mejor obra. ¡Lo juro! (Suspira) ¿Qué por qué me expreso así de
ella? Pues… la muy desgraciada me tuvo metido en una prisión desde los cinco hasta los doce. Una prisión
custodiada por una pandilla de lesbianas disfrazadas en hábito. Te decían qué pensar, qué sentir, cómo
caminar, qué comer. Tramaban castigos brutales para recordarnos que no éramos más que muñecos para
desahogar su sadismo. Esos sitios, Olivia, grábate esto, al igual que el ejército, están ideados por
psicópatas, que si tuvieran más poder del que se les ha conferido, no dudarían en alzarnos en ganchos de
carniceros para vernos desangrar hasta la última gota. Es un tipo de perversión.
Y cuando salí, me enteré de que había delatado a mi padre por “practicas subversivas”. Era un español,
ideólogo de una cuadrilla de la ETA. Supongo que debió haber muerto en algún calabozo. ¡Créeme!
Muchos de nuestros mejores hombres están en prisión, locos, o medio muertos sobre la banca de algún
parque.
Olivia: ¡Dios mío! ¿Sabes? mi madre también fue muy estricta, y tuvimos peleas fuertes... Siempre
terminaba pidiéndole perdón. Era inevitable, sentía tanta culpa por verla triste. Ahora imagina a la tuya,
sola, sin saber nada de su único hijo.
Ross: tal vez. Pero dejemos la terapia para otra ocasión. Por qué no vas y te preparas para que te de tu
merecido ¿eh?
Olivia: ok.
Mamá: ¿cómo quieres que esté después de que me hablaste así y te largaste azotando la puerta?
Olivia: ¿por qué siempre hablas cuando yo no estoy? Júrame que no hay alguien más.
Ross: (la besa) no hace falta que lo jure, ¡coño! Estoy tan obsesionado contigo que si me pidieras que me
coma tu mierda, acabaría con ella antes de que pudieras decir “buen provecho”.
Olivia: oye Ross, quiero que me contestes con toda tu honestidad… ¿Aceptarías que fuéramos solo tú y
yo? Sin mi marido.
Olivia: escúchame, hoy firmé con Mondragón & Asociados. Mis ingresos se irán por los cielos. Y lo más
seguro es que me manden al extranjero. Podrás estudiar allá, yo te pagaré todo.
Ross: Olivia… si lo tienes bien decidido, entonces yo no tengo nada que pensar. Yo te amo.
Guarda todo en la maleta y saca una llave Stilson, una gorra y una chamarra, se las pone.
Ross: así es señora. Y si no quiere que ese maldito roedor llegue a instalarse con todo y su familia,
necesitará un cambio completo de tuberías.
Olivia: (angustiada) estaba sentada en el inodoro y una rata salió por él, ¡casi me da un mordisco!
Ross Sale.
OSCURO
CUADRO 5
Olivia canta mientras se maquilla. Entra Mónica de malas y azota su bolsa contra el piso.
Olivia: sin preámbulos. Directo: Marcel, la cosa ya no funciona, no te estoy cambiando por alguien más,
etc., etc., etc.
Olivia: se atragantó de la impresión y trató de apantallarme con un berrinche patético, parecía un mongol
enojado. Si no solté una carcajada fue porque quería acabar rápido.
Olivia: no. Y no me interesa. Tal vez tenga una amante. Te vas a reír de mí pero, en algún momento llegué
a pensar que se trataba de ti.
Olivia: varias veces ha dicho tu nombre cuando está dormido. Además, tú eres muy “ligera” en ese
aspecto.
Olivia: lo mismo pensé. ¿Qué te pasó? Por qué entraste así. Me recordaste a Marcel enojado, jajajajaja.
¡Ya sé! Dejaste el trabajo.
Olivia: así es la vida, cariño. Yo estoy emocionada, mañana se dicta la sentencia. Justamente te quería
hablar de eso. Mónica, lo más seguro es que me vaya del país, eso quiere decir que tengo que desocupar
el departamento. Marcel también se va y, bueno, tú dijiste que te quedarías unos meses pero ya pasa del
año y sigues aquí. No te estoy corriendo, te anticipo para que después no te veas en aprietos. Así que más
vale que apresures tu asunto de la casa. ¿Qué has hecho con eso?
Mónica: no me hables de eso ahorita, estoy exhausta. Olivia, tengo miedo. He andado muy nerviosa, tengo
miedo de volverme a poner mal. No quisiera regresar a un psiquiátrico (la interrumpe)…
Olivia: Mónica, para ya con eso. ¿No sabes decir otra cosa que no sean calamidades? ¿Qué buscas que yo
te diga? ¡Yo no te puedo entender! Ya no quiero que nada ensombrezca mi vida. Lo único que te puedo
decir es que tengas cuidado, porque llevas el mismo camino de tu madre.
Mónica: tal vez sea lo mejor.
Olivia sale. Mónica vuelve a garrar su bolsa y la azota varias veces, se quita el saco a tirones, se pone a
fumar.
Entra Marcel.
Marcel: mi amor, ¿qué crees que sucedió anoche? Olivia me pidió el divorcio, así como lo oyes, salió de su
boca.
Mónica: ah.
Marcel: me aligeró mucho las cosas. Aun así me hice el indignado y la regañé. Hubieras visto su cara, se
moría de miedo, ¡ja! Tal vez me esté siendo infiel. (Para sí mismo) Qué raro es esto, hace un año hubiera
preferido mil veces, verla hecho girones entre las llantas de un auto que en brazos de otro. ¿Y a ti qué te
pasa?
Mónica: nada. Simplemente que todo se está despedazando. Hablé con mi abogado y… ¡Perdí la maldita
casa! ¡Esa propiedad era mi última esperanza y la perdí! ¡La perdí! Aparte, acabo de renunciar al trabajo.
¡Qué se vayan al infierno todos!
Marcel: Dios, de verdad lamento lo de la casa. Pero, ¿el trabajo por qué mierda lo dejaste?
Mónica: ¡no estoy hecha para estar encerrada en una maldita oficina! Tengo que dedicarme a algo que
tenga futuro, ya no soy una adolecente. Tal vez me dedique a escribir. He estado pensando en un
argumento.
Marcel: pero una persona no decide de un día para otro “bien, estoy acabado como maestro, ahora me
convertiré en escritor”.
Mónica: (grita) ¡Me siento sofocada!.. Tuve que dejar las pastillas, leí en algún lado que inhiben el deseo
sexual. No quiero ser una maldita frígida, eso sería el fin del mundo. He estado teniendo sueños horribles,
Marcel. No debí de abandonar la terapia o tal vez sí, no lo sé. Hubiera seguido dando clases. ¡El asunto
del embarazo! Ya ni siquiera estoy segura de querer estar contigo.
Marcel: ¿te das cuenta de lo que estás diciendo? ¡Acabo de echar a la basura un matrimonio de diez años!
¡Por ti!
Mónica: tu matrimonio ya estaba en la basura. Además una loca como yo, ¿qué puede ofrecerle a una
criatura? Lo mejor sería que nos deshiciéramos de él.
Lanz: Marcel, hubiera preferido no ser yo quien te de esta noticia pero, hicimos una nueva valoración de
tu trabajo y definitivamente no será incluido.
Marcel: ¿definitivamente?
Marcel: pero pensé que habíamos hecho un trato, que estaba decidido.
Lanz: pero no todo está perdido, tengo un conocido, es dueño de una tienda de suvenires en el aeropuerto.
Puedo hablar con él para que vendas ahí tus pinturas. Tómalo como un favor.
Marcel: VAYANSE AL DIABLO. ¡EL FAVOR SE LOS ESTABA HACIENDO YO, AL REBAJARME A COLGAR EN SUS
SUCIAS PAREDES MI ARTE! ¡HASTA NUNCA!
Marcel cuelga.
Marcel: (se zafa con violencia) no me toques. Tú, tú, maldita loca, tu terminaste de hundirme en la mierda.
Mónica: ¡perdóname!
Mónica: (en plena histeria) sí, ya sé cómo voy a mejorar mi vida. Tomaré un taxi, y le diré que me lleve al
puente de donde se tiró mi madre. ¡Y voy a saltar!
Sale corriendo.
Marcel: ¡MÓNICA!
Ross saca de su maleta una máscara de cerdo, un calzón de abuelita, un babero, un pañal y un chupón y
una peluca de anciana. Ross se pone el babero, el chupón, el pañal y la máscara de cerdo.
Olivia: por favor, soy la mejor abogada. El divorcio será pan comido. Puedes mudarte este fin de semana.
Ya hablé con Marcel, y si me viene en gana, lo puedo correr hoy mismo. Jajajaja te ves gracioso.
Ross: no pienses en eso. Ten, póntelo (le da el calzón de abuela y la peluca). Y recuerda, cuando grites “Ya
basta” yo entraré corriendo y tú me atrapas. Esa es la señal.
Olivia: jajaja ok. Ross, Ross, antes dime algo con tu voz de hombre, por favor.
Ross: (engrosando la voz) después de esto, tendrás que llamar a un cirujano, porque vas a necesitar que
te implanten un culo nuevo. Éste, lo hago trizas hoy mismo o dejo de llamarme Ross McDonald.
Olivia queda vestida únicamente con la peluca y el calzón. Ross empieza a gatear por todo el sitio actuando
como un cerdo bebe. Se toca el pene.
Olivia: (con voz de anciana) dónde... ¿Dónde está el bebé? ¡Bebé! ¡Bebecito! ¿Dónde se escondió el bebé?
¡Abuelita está preocupada!
Ross: ¡cuñá!
Olivia: ¿esa es la voz de mi cerdito bebé? ¿Por qué se esconde el bebé? (Severa) bebé se está portando
muy mal. Se está tocando su parte prohibida, y bebé ya sabe que eso hace enfurecer a la abuelita.
Ross se acerca gateando, se incorpora con dificultad y comienza a lamer los pezones de Olivia.
Marcel: prométeme que no volverás a intentar una estupidez así. Eres todo lo que me queda.
Mónica: no me hagas hacer promesas. Mejor cógeme como nunca te has cogido a la mojigata de Olivia.
Olivia: eso es. Gocemos juntos mi nietecito. Abuelita quiere que bebé baje un poco más.
Marcel: ¡Olivia!
Olivia: pues… ¿Ahora me vas a decir cómo tengo que vestirme? Mejor explícame tú, por qué te estabas
besando con Mónica.
Ross entra corriendo a cuatro patas y chillando como un cerdo. Se desconcierta y se quita la máscara.
Marcel: ¿y tú quién diablos eres?
Mónica: jajajajajajajajaja.
Marcel: ¿te volviste loca, Olivia? Acabas de mandar a un hombre a prisión por acostarse con una
adolecente, y mírate. Esto te va a meter en problemas, graves.
Olivia: ¡DEJAME EN PAZ Y LARGATE! Después de todo ¿para qué sirve un hombre que con trabajo puede
poner la propina cuando de casualidad salimos a cenar?
Marcel: ¿y qué querías que hiciera? ¿Qué dejara mi vida catalogando popotes, para poder ser digno de ti?
Olivia: ¿qué tal si empezabas por aceptar que la pintura no es lo tuyo? ¡Qué todo se trató de un golpe de
suerte y ya!
Marcel: conociéndote, estoy seguro que deseabas cada fracaso mío, con tal de demostrar que eras tú
quien tenía la razón.
Regresa Mónica.
Escena simultánea.
Ross: diga.
Mamá: ¿crees que iba a seguir tragándome eso de que vas con tus amigos? Te estuve investigando. Sé
dónde estás y con quién.
Ross: pero mamá, no estoy haciendo nada malo. Además, estoy harto de que todo el tiempo estés encima
de mí como una maldita joroba. ¡¿Por qué infiernos no me dejas ser libre?!
Mamá: esa pervertida es la que te ha enseñado a hablarme así, ¿verdad? ¿Y después qué sigue?
¿Drogadicción? ¿Homosexualismo? ¿Terminar en prisión? Así que no me hables de libertad. ¡Libertad! ¡ja!
Heredaste la misma locura de tu padre. ¡Qué decepción!
Mamá: tu padre se tiró a las vías del tren porque estaba loco.
Ross: deja de mentir. Ya me enteré de todo. Eres malvada, madre. Tú lo que quieres son mis güevos, pero
no los vendo, ni los presto, mucho menos te los voy a regalar, porque no pienso regresar a casa.
Mamá: desde luego que no, porque el único lugar al que vas a regresar es al internado religioso
militarizado. Si no vienes, este mismo momento voy con la policía a buscarte.
Olivia: ¿qué puedes tú reclamarme de egoísmo? Siempre tomabas como pretexto el alcohol para cubrir
tus incapacidades, y para opacar mis triunfos.
Marcel: eres incapaz de creerte esos “triunfos” que tienes que estar restregándoselos a medio mundo en
la cara. Te educaron para eso, para ser un maldito artefacto de competencia. Cada día me fuiste
reduciendo más y más, hasta el punto de dejarme en la impotencia.
Olivia: ¿de qué hablas? Desde que yo empecé a triunfar, extrañamente, tú caíste en crisis. Y no hiciste otra
cosa que menospreciarme por no entender de “arte”. Pero tú tampoco hiciste nada por tratar de entender
lo mío. (Gritando)¡Ross! ¿Será posible que le cuelgues el teléfono a esa puta?
Olivia: ¿dónde crees que vas y con quién? Mira Ross, yo no soy tonta, estoy harta de que cada noche
tengas que dejar de metérmela por atender ese maldito teléfono.
Ross: es que pasó algo grave en... en la oficina. Perdóname, pero tengo que irme.
Olivia: ¡lárgate, pues! Pero te advierto, no quiero enterarme de que hay otra mujer.
Marcel: eso, mándalo a dormir. No sé qué hace escuchando pláticas de adultos, además ya es tarde, y
mañana no te vas a querer levantar para ir a la escuela.
Ross intenta golpearlo pero Marcel lo controla con facilidad. Las mujeres los separan.
Ross: (a Marcel) tienes suerte de que traiga prisa, si no, te va peor. (A Mónica) adiós.
Ross sale.
Olivia: lo siento pero contigo nunca se sabe. Eres una zorra imparable.
Mónica: ¿cómo puedes decirme eso? Bueno, sí, lo soy. Pero… tú también lo eres. Crees que no me daba
cuenta cómo competías conmigo.
Mónica: por favor Olivia. Marcel tiene razón: quieres estar por encima de todos, siempre desestimando
los logros de otros. Lo peor es ni siquiera tú te enteras, escondida en tu rol de niña bien. Yo te daba señales:
¡Hey! ¡Soy tu amiga, por qué me haces esto! Tú eres rica, bonita, inteligente. Yo solo soy sexy y nada más.
Y también me lo querías quitar. Algunas veces de verdad me hiciste sentir tan inferior con tu actitud
inquisitiva e hiriente.
Olivia: no le hagan caso, seguramente está retacada de droga. Así es su triste vida. Te compadezco Mónica.
Marcel: no Olivia. Mónica tiene razón. Dices ser su amiga, pero no paras de juzgarla. Te niegas a entenderla
porque sería reconocer ese fuego autentico que ella tiene y que tu jamás podrás tener.
Olivia: ¡así que ahora soy el diablo en carne y hueso! (A Mónica) Y supongo que si van a rehacer sus vidas,
tienen que conocerse muy bien el uno al otro… ¿Marcel sabe por qué viniste a refugiarte a mi casa?
Olivia: bueno, es una forma de decirlo. Pero a mí me parece más adecuada la palabra suicidio.
Mónica: ¡cállate!
Olivia: tu mujerzuela tuvo la idea de casarse con un hombre rico, ya sabes cómo es ella. Pero como nada
le satisface: un buen día decidió que era justo regresar a sus adicciones y a sus correrías, a sus caprichos y
cambios de ánimo, a sus infidelidades. Pobre Gustavo, tanto esperaba de su mujercita que no fue capaz
de afrontar la vida sin ella.
Olivia: ¡por favor Mónica! En los juzgados todo se sabe. Por eso su familia compró hasta el último abogado
para sacarte de su testamento y arrancarte de las manos esa casa.
Silencio.
Olivia: no les quito más su tiempo, adelante. (A Marcel) Quién mejor que otro perdedor para entenderte.
OSCURO
CUADRO 6
FINAL
Marcel: me quedé esperándote en el hotel. Dijiste que ibas por cigarros ¿Dónde pasaste la noche?
Mónica: …Marcel, no me voy a ir contigo, y si no quieres que siga lastimándote evita las preguntas.
Marcel: esperamos un hijo. Puedo aguantar la infidelidad de una noche, tampoco soy un niño. Viene un
taxi en camino para llevarnos a la estación.
Marcel: ¿qué?
Mónica: no te lo había querido decir porque no estaba segura. Pero estuve haciendo cuentas y
meditándolo bien y…. Dejémoslo así. No es tuyo y punto.
Mónica: todo empezó como un juego, me gustaba provocarle. Un día me empezó a explicar que el sexo
es muy similar al mundo de la fontanería. Y para poner un ejemplo se sacó el pene y (la interrumpe
asqueado)….
Marcel: ¡basta! no hace falta que me lo describas… Y bueno, ¿qué piensas hacer? ¿Te vas a quedar en la
cuidad?
Mónica: nunca. Don Rutilio quiere que nos mudemos a la granja de su hermano. Dice que tal vez pueda
conseguir trabajo en una maquiladora. ¡Así soy Marcel! Ni yo me entiendo. Pero ¿sabes? tengo fe.
Marcel: y no la pierdas. Es lo único que verdaderamente es nuestro, una limosna después de todo, pero
de ahí vamos sacamos para vivir. ¿Y qué podemos saber? Tal vez un hijo, y la vida tranquila de un pueblo
te hagan feliz para siempre.
Mónica: adiós.
Olivia: ¿listo?
Olivia: en muchas cosas tienes razón, también Mónica. Siempre lo supe, pero no sé por qué me cuesta
tanto aceptarlo… Anoche… anoche me estaba acordando de aquel poema que me recitaste cuando nos
atrapó la tormenta en la plaza. ¿Lo recuerdas?
Marcel: Olivia, ¿en realidad quieres estar con él? ¿Te ama?
Marcel: pues… me, me voy con Mónica. (Se le ocurre en ese momento) De hecho, no te lo vas a creer pero
aceptaron mi colección en Barcelona, igual dentro de unos meses nos vamos para allá.
Marcel: es el taxi.
Olivia: (cuando Marcel está en la puerta) ¡Hey, Marcel!... ¡Que tengas buena suerte!
Sale. Mónica se queda sola, de desviste y se pone un negligé, se retoca el maquillaje, y se pone unas orejas
de conejo. Suena el timbre.
Olivia: ¡ya voy mi amor! ¡Un momento! Te tengo una sorpresa. ¡Ya voy!
Abre la puerta de golpe y toma una postura sexy, Ross entra sin verla, angustiado.
Ross: te mentí. Aún vivo con ella… Estuvo revisando mis cosas y se topó con el álbum donde tengo tus
fotos, después el párroco de la iglesia le dijo que, en varias ocasiones, me había visto salir de aquí. Y
contrató un detective para espiarnos. Lo sabe todo, mi amor. Apenas pude escaparme para venirte a decir.
Me va a volver a meter al internado. Y a ti te denunció, Olivia. Yo le rogué que no lo hiciera, que no era
necesario, pero van a venir a detenerte... Olivia, tienes que huir.
Ross: porque te amo. Pero míralo por el lado amable, en el peor de los panoramas, cuando salgas libre yo
ya habré cumplido la mayoría de edad, entonces podremos casarnos.
Ross: por cierto, tampoco me llamo Ross. Mi nombre es Rosco Morales Dorantes.
Ross: perdóname, Olivia. Si de mí dependiera, créeme, hubiera seguido contigo hasta el fin del mundo.
FIN