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Medina Escobedo Sobre la fe y la razón 1

Sobre la fe y la razón.

Gilberto Medina Escobedo.

Introducción.

Si se observa a un niño preguntar a su padre, y al padre dar la respuesta, podría


suceder que el niño quedase satisfecho, dejara las preguntas de lado y se dedicara a otras
actividades. También podría ocurrir que la duda persistiera, y el niño hiciera otras
preguntas sobre el problema que lo inquieta hasta quedar, al fin, conforme con las
respuestas recibidas. O tal vez la respuesta no pudiera ser entendida, o fuera entendida pero
no aceptada por el niño, y se le dijera que ésa era la respuesta correcta y debería tomarla
como está. Esta conducta infantil se encuentra en adultos, y supongo que preguntar es una
actividad humana presente en el joven y el viejo, es una conducta que no desaparece y en
ocasiones se hace más intensa al paso de los años.

Es una facultad humana el tener conciencia de sí, el saber que se existe, que se es un
individuo, y que hay otros individuos como uno; que hay un mundo lleno de cosas, y que
ocurren muchos fenómenos entre el mundo, los otros individuos, y quien piensa. Y el que
piensa se hace preguntas, o cuestiona a otras personas, o al mundo. Como el niño, espera
respuestas que lo dejen satisfecho con lo que ocurre en sí mismo y fuera de sí; y sólo queda
tranquilo si las respuestas concuerdan con lo percibido, si tienen relación con la persona o
con el ambiente que la rodea, esto es, sin son razonables. Otras respuestas pueden no dejar
contento al que pregunta, y algunos seres humanos continúan haciendo preguntas hasta
quedar conformes. Pero a veces, hay personas o instituciones humanas que responden, y
obligan a tomar sus respuestas como adecuadas aunque no se correspondan con la pregunta
hecha o con la realidad.

Entonces, quien pregunta se enfrente a dos problemas. El primer problema está en la


respuesta misma: ¿Es la respuesta que se otorga razonable? ¿Se cree porque es concordante
con la realidad y puede demostrarse como cierta? ¿O se cree sin pruebas, sin importar si
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está acorde con la realidad, sólo porque es necesario hacerlo? ¿Creo en algo por que la
razón lo dice, o porque tengo fe en la respuesta? El segundo problema está en el sujeto que
responde a las preguntas: ¿Quién da la respuesta? ¿Es alguien razonable en sí mismo, o es
alguien que cree sin pruebas, por la fe? ¿Pretende obligar a creer en las respuestas? ¿Cuáles
son sus intenciones al responder las preguntas?

El primer problema.

Tratemos de comprender el primer problema. Al estudiar la filosofía antigua, griega


y medieval, surgen estas dudas. ¿Cómo conciliar el sentido filosófico griego, dirigido por la
razón, con el sentido filosófico dirigido por la fe cristiana? ¿Es la confianza ciega en la
razón un error, como propone el cristianismo? ¿Es la fe en una doctrina, una entre muchas
que hay en el mundo, la respuesta cierta a todas las dudas? ¿Son ambas, fe y razón,
necesarias para quedar verdaderamente a gusto con la realidad?

Gambra, en su Historia de la Filosofía, describe el panorama de la correspondencia


entre fe y razón en los primeros siglos de desarrollo de la iglesia, cuando los padres
apologistas la defendían de los herejes y los paganos. Hubo cuatro modos de entender cómo
la fe y la razón se relacionaban. Primero, algunas gentes creyeron que la razón y la fe son la
misma cosa, son iguales, pues la fe estaba oculta en los escritos de los filósofos griegos o
latinos, quienes la habían percibido incompleta; y el cristianismo mostró la verdad
entrevista por aquellos paganos. Segundo, la fe y la razón son independientes, una y otra
tienen su propio valor, inclusive podrían ser enteramente diferentes en sus postulados, y
aún así podrían ambas ser verdaderas. Tercero, la fe y la razón son incompatibles, existe
una o la otra, pero ambas no pueden responder al mismo tiempo las dudas del hombre. Por
último, cuarto, el postulado cristiano de la guía parcial de la razón por la fe, la razón abre
caminos y responde a ciertas dudas, pero en última instancia es la fe quien da el visto bueno
a las respuestas.

Tenemos así, para responder al primer problema de las relaciones entre la razón y la
fe, cuatro posibles respuestas: Identidad de fe y razón, independencia de la fe y de la razón,
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incompatibilidad entre la fe y la razón, y la razón dirigida por la fe. Para mi, sólo las tres
primeras son válidas, pues son tres posibles relaciones entre dos cosas, suponiendo que:
Una sea verdadera y la otra falsa, o las dos verdaderas, y nunca las dos son falsas. Pero la
filosofía cristiana propone la cuarta opción, y si tratamos de entender las relaciones entre
filósofos griegos y cristianos, es necesario incluirla.

Identidad de fe y razón. ¿Son la fe y la razón idénticas? ¿Aquello que llamamos


razón es la fe expresada de otra manera? Este respuesta me parece débil. Si la razón se basa
en la demostración de la realidad de algo o en sus conexiones lógicas con otras entidades, y
por otro lado, la fe no tiene, ni pide ni necesita pruebas, entonces estamos frente a dos
formas de conocimiento diferentes por su forma de captar la realidad. ¿Es su contenido
igual, o puede ser igual? Podría serlo, pero la razón lo prueba y la fe no, y quedamos igual
que al principio. Me parece que si la razón y la fe son formas de conocer la realidad o la
verdad, no depende de ellas el decidir si son iguales, depende de quien las utiliza para
conocer la realidad. Si acepta el contenido de la fe como verdadero e igual al contenido de
la razón, entonces esta es cierto para él, pero no resuelve el problema para quienes no
aceptan esa igualdad. Quien afirma que son diferentes, tiene al menos de su lado la noción
que de ambas formas de pensamiento actúan de forma distinta en su modo de captar la
realidad, y al menos en esto puede afirmarse que la razón y la fe no son idénticas. Por lo
tanto, puede afirmarse que la identidad de fe y razón no es útil para conocer la realidad,
aunque no puede negarse o afirmarse que sean iguales.

Independencia de fe y razón. ¿La fe y la razón son ambas verdaderas al mismo


tiempo, e independientes entre sí? ¿Podría una de ellas afirmar algo distinto, inclusive
contradictorio, de lo que la otra dice, y aún así tomarse ambas como ciertas? El que ambas
puedan verdaderas al mismo tiempo no es imposible, la fe no demuestra sus afirmaciones
pero no implica que sean falsas, al menos no hasta demostrar que son falsas; sin embargo
un rasgo de la fe es precisamente que afirma cosas que no son sujetos de demostración.
Pero si la fe propone algo que concuerda con lo dicho por la razón, sería absurdo negar la fe
sólo porque no prueba lo que dice. Esto no resuelve el problema de la independencia de la
fe y la razón, pues si ambas son concordantes no importa el que una dependa de la otra. El
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problema surge cuando la fe y la razón se oponen, ¿a cual creerle? ¿Las dos son ciertas al
mismo tiempo? Aquí regresamos al ejemplo del niño que recibe una respuesta inadecuada,
a quien se le dice que la respuesta es la que se da, y la debe tomar como es. Supongo que
los humanos reaccionamos según nuestro temperamento, algunos serán dóciles y creerán lo
que se les dice y no preguntarán más; otros se rebelarán e insistirán hasta quedar
satisfechos, o acudirán a quien puede responder a satisfacción. De todas maneras la duda no
está resuelta, el que pregunta puede reaccionar como quiera pero la duda permanece. ¿Le
creo a la fe o a la razón, cuando se oponen? En lo personal me inclino por la razón, pues al
menos se tienen pruebas, débiles o fuertes, malas o buenas, pero pruebas al fin de se está
cerca de conocer la realidad; la sola fe puede extraviar a quien confía en ella, pues nunca
hay certeza de que la respuesta que da tenga alguna conexión con el mundo o la verdad.

Incompatibilidad entre fe y razón. Pero esto nos lleva al tercer modo de posible
relación entre fe y razón. ¿Son incompatibles? ¿Si la razón existe, y en especial si se opone
a la fe, debemos dejar a la fe de lado y basarnos sólo en la razón? Creo que éste es el punto
más difícil, pues aquí no basta con tratar de entender cómo son la fe y la razón, es necesario
conocer cómo es el ser humano, el que piensa la fe y la razón.

Cuando la fe y la razón se oponen, me inclino por la razón. Como se dijo, la fe es


ciega y hay más riesgo de equivocarse con ella. ¿Se debe llegar al punto de negar la fe, y
dejar a la razón como única fuente de conocimiento? En principio digo que sí, pues sólo la
razón permite estar seguro de que se está cerca de la verdad. Pero aquí entra el factor
humano. El ser humano, por el motivo que sea, genético, social o psicológico, es un ser que
necesita creer. Así como el niño cree en su padre, el hombre cree en Dios o en los dioses, o
la naturaleza, o los astros. El hombre necesita creer en algo. ¿Es esta necesidad la fe, o es
esta necesidad lo que origina la fe? Insisto en la distinción, ¿es la fe lo que obliga al hombre
a creer, o es la necesidad de creer lo que hace al hombre tener fe? No tengo respuesta a esta
duda, pero me inclino por lo segundo, el hombre tiene la necesidad de creer, y a esto llama
fe. Volvamos al punto inicial, ¿cuándo se oponen la fe y la razón, debo dejar a la fe de
lado? Aquí respondo que la fe se debe dejar guiar por la razón. Si yo necesito creer, si mi fe
dice cosas que no puedo probar, si mi razón afirma algo que se puede demostrar, entonces
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lo correcto es ajustar la fe a la razón, y nunca al revés, no hay motivos para que la razón
ceda ante la fe.

La fe guía a la razón. Con esta afirmación entramos al cuarto modo de relación


entre fe y razón, el propuesto por el cristianismo, cuyo argumento es que la fe guía a la
razón de modo parcial, señalando cuales caminos no deben seguir, o que vías son las
apropiadas para entender al mundo y a Dios. Esto se opone a lo dicho en el párrafo anterior.
Me parece que la fe, lo repito, no tiene suficiente peso para hacer que la razón cambie de
argumentos. El creer que la fe puede aportar un conocimiento más cercano a la realidad o la
verdad, es precisamente, un asunto de fe, de necesidad de creer. Me parece que aquí el
hombre debe reflexionar sobre el contenido de sus creencias, y si decide aceptar a la fe por
encima de la razón, debe reconocerlo como tal. Digo esto, pues precisamente el argumento
cristiano de la preeminencia de la fe sobre la razón llevó a excesos sociales que afectaron el
desarrollo de las sociedades y la educación humanas. Es cierto, también, que el exceso de
confianza en la razón ha hecho olvidar que el ser humano es ante todo un creyente, un ser
que necesita creer, y esto produce otra clase de excesos, tan graves como los de aquellos
que dan crédito a la fe.

Posible solución al primer problema. En resumen, sobre el primer problema, el


hombre debería creer lo que la razón le dice, con el matiz de la fe, tomada ésta no como
fuente de conocimiento verdadero sino como soporte de la fragilidad humana. Así, si tengo
afirmaciones razonables, las acepto, y si se oponen a la fe, modifico a ésta, pero no es
razonable negar la fe, y si la fe concuerda con la razón, se aceptan a ambas. Como el niño
que acepta la respuesta de su padre, la acepta porque le parece verdadera y porque se la
dice su padre en quien cree y tiene confianza; y si el padre da una respuesta que no es
aceptable, entonces se corrige la respuesta, y se reconoce que el padre a veces se equivoca,
sin que esto afecte el amor que el hijo tiene a su padre.

En conclusión, me parece que la filosofía griega inició el camino correcto para


satisfacer las inquietudes del hombre, un camino fundado en la razón. Los filósofos griegos,
como todo hombre, también tuvieron necesidad de creer en algo, y es de lamentarse que no
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tengamos un conocimiento suficiente de sus perspectivas personales. Puesto que muchos de


ellos fueron maestros, tuvieron escuelas exitosas, fueron aceptados por su grupo social, o al
menos no fueron perseguidos, cabe suponer que se comportaron dentro de lo aceptable para
la sociedad donde vivían. Los que fueron perseguidos parece que incurrieron en conductas
políticas, no filosóficas, inaceptables, y esto hace suponer que se comportaron como
humanos, igual que sus contemporáneos. ¿Tuvieron fe los filósofos griegos? Estoy seguro
de ello, y al menos tuvieron fe en su filosofía. Quiero decir, la confianza que se deposita en
el contenido de verdad de un sistema no puede probarse para los postulados del sistema,
esto es, se inicia con proposiciones indemostrables, axiomas o principios, que se toman
como ciertos, y sobre ellos se ordena en forma lógica y racional toda la estructura de
pensamiento; en este sentido los filósofos griegos tuvieron fe, o confianza, si la palabra fe
parece inadecuada. Lo valioso de los filósofos griegos es el intento de dar coherencia a sus
sistemas, coherencia interna y coherencia con lo que se sabía de la realidad y del hombre a
partir de las ciencias particulares, siempre a la luz de la razón.

El segundo problema.

¿Contribuyó la filosofía cristiana a acercar a los filósofos a la verdad? Me temo que


no. Y esto nos lleva al segundo problema. Recordemos las preguntas: ¿Quién da la
respuesta? ¿Es alguien razonable en sí mismo, o es alguien que cree sin pruebas, por la fe?
¿Pretende obligar a creer en las respuestas? ¿Cuáles son sus intenciones al responder las
preguntas?

Al enviar un mensaje debe tomarse en cuenta la información contenida en el


mensaje, al emisor del mensaje y al receptor del mensaje. Esto significa que cuando
hablamos de fe y razón se debe atender a los tres factores. ¿Cuál es contenido de
información del mensaje? ¿Quién lo envía, y porqué? ¿A quién va dirigido? ¿El mensaje
fue recibido y entendido? Casi siempre prestamos atención a la primera pregunta y no se
discuten las otras dos, esto es, se atiende al mensaje pero se ignora a quien da la
información y a quien la recibe. Cuando se discuten las relaciones entre fe y razón se está
enviando un mensaje; el primer problema era la relación del par fe y razón, y ya fue
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comentado, ése es el mensaje. El segundo problema se refiere al del emisor del mensaje, y
debemos preguntarnos quién, cómo, y porqué se planteó por la filosofía cristiana que la fe
guía a la razón. Es obvio, pero es necesario decirlo, que los filósofos griegos no eran
cristianos pues vivieron antes de que Cristo naciera, y ellos no propusieron ni discutieron
problemas entre fe y razón. Así, el emisor del mensaje que involucra a la fe y a la razón es
el conjunto de pensadores cristianos.

Si tratamos de pensar en el cristianismo como una religión que surgió en una región
pequeña, pasó largos años de persecución, que muchos de esos años los pasó también
organizando el cuerpo doctrinal de la religión y el contenido de la fe, creo que se podría
entender mejor lo siguiente.

Los grupos humanos, sean pueblos o naciones, ciudadanos de un pueblo,


deportistas, comerciantes, etc., son guiados por un cuerpo doctrinario que se puede llamar
ley, reglas de comercio o deporte, religión. Es aparente que estos grupos no son eternos ni
inmortales, surgen un día cualquiera, luchan por crecer, muchos no lo logran y perecen sin
haberse desarrollado o captado más miembros, y los que tienen éxito se hacen grandes y
fuertes y pueden dominar a otros grupos humanos; pero todos al final desaparecen. Con
pasar lista al número de naciones, pueblos, ciudades, cultos y dioses que han desaparecido
de la vida, y ahora son fantasmas de los libros de historia, puede entenderse que este
camino de vida se puede aplicar al cristianismo. Es debatible cuánto influye el cuerpo
doctrinario del grupo humano estudiado en el desarrollo, éxito o fracaso, y al final,
desaparición del grupo. Es probable que la actividad de las gentes que integren al grupo sea
el factor que lo hace sobrevivir y perdurar, pues la gran variedad de doctrinas, creencias,
ritos o reglas no permiten suponer que unos sean mejores que otros en la supervivencia de
un grupo.

Aplicado lo anterior al cristianismo, supongo que la intensa actividad proselitista de


los apóstoles y padres de la iglesia, destinada a crear un cuerpo doctrinario adecuado para
los fieles, fuese el factor de éxito para sobrevivir las persecuciones y más tarde hacerse del
poder temporal. En este momento surgen dos cuestiones. Primera cuestión: ¿Cuál es el
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valor de la doctrina cristiana, comparada con las doctrinas contemporáneas a su origen? El


cuerpo doctrinario cristiano estaba, y sigue estando, construido sobre la fe; debe entenderse
aquí que hay diferencia con el pensamiento griego, pues la razón del griego obligaba a la
coherencia interna de la doctrina, y a la coherencia con la realidad. En cambio, la doctrina
cristiana exige al creyente aceptar propuestas incompatibles con la realidad, la experiencia
humana, o la razón. En este sentido la fe del cristiano, sin relación con la razón, es igual a
la fe del judío, musulmán, o creyente de cualquier otra religión.

Segunda cuestión: ¿Porqué triunfó el cristianismo? ¿Porqué se lo aceptó frente a


otras doctrinas? El cristianismo está construido como una doctrina con muy poco que
discutir, al menos sus doctrinas básicas no se cuestionan, y está dirigido a los seres
humanos más desprotegidos y débiles, y no requiere, y de hecho rechaza, el análisis del
creyente común. Hago notar que estoy hablando del cristianismo antiguo, pero ésta línea de
conducta persiste en el catolicismo actual. Así, aquellas personas incapaces o no deseosas
de discutir o razonar, tenían una doctrina lista para ser aceptada. Además el contenido de la
doctrina ofrecía esperanza, compasión, caridad, en un mundo cruel y desordenado. Quienes
sí estaban dispuestos a discutir y razonar también aceptaron en cierto número las doctrinas
cristianas, pues no puede negarse la inteligencia y capacidad intelectual de muchos de los
padres de la iglesia. Para los demás, aquellos que no aceptaron o rechazaron la fe cristiana,
no hubo nada en los primeros años de la fe cristiana, hasta que las oportunidades políticas
llevaron al poder a la jerarquía cristiana; entonces fue la fuerza la que impulsó al
cristianismo a ser aceptado por la gente.

Conclusión.

Tenemos así a un emisor del mensaje dispuesto en primer lugar a organizar la


doctrina de su fe, después a defenderla, y por último a obligar a aceptarla. Puede esperarse
de este grupo que afirmara que su doctrina era cierta, en oposición a todas las otras
doctrinas, sin demostración, y a pesar de estar contra la razón. Aquí encontramos el último
punto. Recordemos que Gambra comenta que el cristianismo propuso que la fe guía a la
razón, que se acepta que fe y razón provienen de Dios y por tanto ambos no se oponen, que
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son diferentes pero interactúan, y que una vigila a la otra, pero en última instancia la fe
dicta lo que debe creerse. Ya antes se comentó esto, y se dijo que la fe, ciega como es al no
poder demostrar sus asertos, no es confiable, y que la razón es la que debe guiar al hombre
con el apoyo psicológico de la fe. Me parece que al afirmarse que la fe guía a la razón se
intenta mantener a toda costa la doctrina, y por lo tanto al grupo que la creó y mantiene;
que el contenido de fe está viciado por la intención del grupo que la sostiene, y que en el
caso particular del cristianismo, si se hicieran ajustes a la doctrina, podría ser compatible
con la razón, sin demostrar su verdad pero haciéndola un soporte invaluable para la
fragilidad del hombre. Creo que esto no ocurrirá, pues esos ajustes son inaceptables para el
grupo que dicta el contenido de la doctrina.

Termino estas líneas repitiendo lo dicho antes: La razón apoyada en la fe, entendida
ésta como un soporte y no necesariamente como fuente de conocimiento, parecen ser los
componentes ideales para dar estabilidad al hombre, y tal vez hacerlo más feliz. No como
un niño que recibe la respuesta correcta y confía ciegamente en su padre, sino como un
hombre que recibe de su anciano padre una respuesta largamente esperada, y que sabe que
el viejo podría estar equivocado pero lo ama y sigue confiando en él.

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