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PRIMERA MISA
R.P. FR. HÉCTOR RAFAEL DE LA CRUZ DOMINGUEZ, OFM
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Esta es, muy apreciados hermanos, la razón por la que estamos
este día acá: Estamos de fiesta, la felicidad inunda nuestros
corazones, nuestros labios cantan con gozo las maravillas del
Señor, nuestros ojos atestiguan su misericordia y su amor. Con
fiesta, felicidad, gozo y testimonio participamos de la primera
Eucaristía que celebra el Padre Héctor Rafael, primicias
maravillosas del ministerio del sagrado orden sacerdotal, que
recibió de Cristo para el servicio de su Iglesia. Hoy, esta
comunidad parroquial de San Francisco de Asís, esta casa
vibrante de espiritualidad franciscana, en la igualmente vibrante y
festiva ciudad de Barranquilla, se siente bendecida porque un hijo
de estas tierras del Atlántico, la visita y le trae tremendo regalo.
Hoy, el Padre Héctor Rafael, con sus manos ungidas del Crisma de
la salvación, uniendo la ofrenda de los fieles al sacrificio de su
Cabeza, nos trae a Cristo, que se ofrece al Padre de una vez para
siempre como hostia santa. Pero quien nos trae este regalo, es a
su vez para nosotros un regalo: Es la vida y la vocación del Padre
Héctor Rafael un maravilloso don y, ahora ungido como ministro
del altar, nos entrega el regalo del Padre, nos entrega a Cristo
mismo.
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Así, hoy celebramos a la Inmaculada Concepción, la Virgen
Madre, que es don para la Iglesia y por medio de la cual llegó al
mundo el Don del Padre, Jesucristo. Pero también celebramos el
ministerio del Padre Héctor Rafael, don él mismo para la Iglesia y
por medio del cual llega a nosotros el Don del Padre, Jesucristo,
en la mesa del altar y en los demás sacramentos que habrá de
celebrar.
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y que le ha apostado a su Creación, pese a nuestras múltiples
resistencias.
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Héctor Rafael: es la prueba que Dios le apuesta a sus hijos y que
desea que el mal no tenga la última palabra en esta historia. La
fiesta de hoy no es un dogma abstracto, sino una historia divina
de amor y de libertad, que suscita y contagia libertad en el amor.
Es la historia de la alianza de Dios con los hombres. De modo
que, resulta muy apropiado leer el comienzo de tu ministerio,
Padre Héctor Rafael, en perspectiva de esta solemnidad, y al
hacerlo recordamos, por qué no, las palabras del Padre San
Francisco en la Segunda carta a todos los fieles: «Hermanos,
debemos ser madres, hermanos y esposos del Señor. [Y atención
a lo que sigue] Somos Madres cuando lo llevamos en nuestro
corazón y en nuestro cuerpo (cf. 1 Cor 6,20), por el amor y por
una conciencia pura y sincera; y lo damos a luz por medio de
obras santas, que deben iluminar a los otros como ejemplo (Mt
5,16)». De esta manera, tu ministerio sacerdotal tendrá pleno
significado solo a partir de «obras santas», como lo dice san
Francisco, y así podrás «dar a luz» el don del cual ya eres
portador, el don de Cristo, que recibiste por tu fe y ahora en
virtud de tu ordenación. Que tu ministerio se traduzca, entonces,
en «obras santas», la primera de ellas, insisto, será infundirnos la
alegría que le anunció el Ángel a María, esa alegría que disipa el
temor. «No temas»: Son muchos los miedos que se despiertan en
nosotros. Miedo al futuro, a la enfermedad, a la muerte. Nos da
miedo sufrir, sentimos solos, no ser amados. Podemos sentir
miedo a nuestras contradicciones e incoherencias. Incluso miedo
a no desempeñar bien el ministerio, en el caso de nosotros los
sacerdotes. El miedo es malo, hace daño. Miedo como el que
sintió Adán, luego de comer del Árbol, y tener luego que atender
el llamado de su Creador: «¿Dónde estás?». El miedo ahoga la
vida, paraliza las fuerzas, nos impide caminar. El miedo rompe la
comunión. Lo que necesitamos es confianza, seguridad, luz. Que
tu ministerio nos infunda esa confianza y seguridad.
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pecado pero también el testimonio de que tú no lo dejas nunca a
la deriva. Con todo, queremos alabarte. Tú mismo, con estos
regalos maravillosos, nos estimulas a ello, haciendo que nos
deleitemos en alabarte, porque nos has hecho para ti y nos has
bendecido con las virtudes de la paciencia, la prudencia, la
fidelidad y la fe del Padre Héctor Rafael. Has enriquecido a tu
Iglesia, a la Orden y a la Provincia, primero con su consagración
religiosa como fraile menor y ahora con su ministerio ordenado
como presbítero. Continúa haciendo de él una persona
maravillosa y asístelo siempre con tu Espíritu Santo para ejercer
su apostolado donde quiera que se encuentre.